You are on page 1of 3

ROCÍO

España, 1980.

Dirección: Fernando Ruiz Vergara


Guión: Ana Vila
Fotografía: Vitor Estevão
Montaje: Fernando Ruiz Vergara
Música: Salvador Távora
Directora de producción: Ana Vila
Productor ejecutivo: Vicente Pineda
Producción: Tangana Films

Un Jantar en torno a Rocío


Por Juan José Vázquez Avellaneda

Estamos sentados alrededor de la mesa camilla, el menú se compone de alface,


queijo y jamón de Huelva. Bajo los faldones de cuadros escoceses el cisco nos calienta
en la noche lluviosa que con su oscuridad nos rodea en un campo sin luar. Sin muchos
preparativos y sin guión comenzamos a hablar de algunos pormenores de la película.
Surgen de manera desordenada asuntos ya hablados en distintas ocasiones a lo largo de
varias décadas, en los años seguidos a los primeros encuentros también entorno a otra
mesa camilla, en Sevilla, cuando jugábamos al parchís, fumando, conversando o incluso
comiendo a deshoras unas lentejas con costillas preparadas por Ana. En estos
encuentros nunca le dimos un mayor protagonismo a los trabajos y creaciones
personales de cada uno, sino que era lo cotidiano, lo íntimo y por acaso lo banal lo que
nos parecía más importante para compartir en la conversa.
Así que ahora toca otra vez hablar de la película, mientras sigue lloviendo de
forma insistente y la oscuridad sin luar pasa del malva negruzco al azul noche total.
Con cinco o seis cámaras al hombro y por veces instaladas en trípodes, corre el
año 1977, durmiendo en tiendas de campaña –venían desde Lisboa-, el equipo de rodaje
filma la romería. El objetivo dará cuenta del evento, del lugar y de sus gentes, mezcla de
religiosidad y fiesta, desatadas ambas en la misma celebración, y el plano a ras de suelo
con el sudor y el polvo de lo humano, no como ahora que todo es distante y
espectacular.
Después vinieron los premios, la denuncia, la condena, la cooperativa y otra vez
fuera del país, el olvido y la recuperación de la memoria, las etiquetas, el cine andaluz,
el valor del documental, el underground y qué se yo, si siempre estuvieron ellos allí y
nosotros en el otro lado.
Sigue lloviendo y hay que menear el cisco, la noche es húmeda, las moscas
huyeron y los gatos persisten en su presencia invisible. Se rodó en 16 milímetros y
posteriormente se amplió a 35 Mm.; y claro hablamos de la suerte que tuvieron al poder
filmar a las religiosas del Colegio de la Asunción, desnudando y desmontando las
piezas de la imagen de su virgen, unas secuencias impactantes que aparecen al principio
del documental; hablamos del plano secuencia durante el “Rocío-chico”con el fundido
hecho por Vitor cuando la virgen sale del templo, desaparece por unos segundos en el
umbral de la puerta del templo y vuelve aparecer ya bajo la luz de las marismas.
Volutas de humo bajo el papel de mosca, golpes a dos puños sobre la mesa,
Fernando como en la caricatura que le hicieron una vez, ya perdida, seguramente en
alguno de los cambios de domicilio o quizás en la destruida casa materna de Huelva.
¡Coño! ni cine andaluz, ni hecho en Sevilla, ni en Huelva, le comento, más bien
esas cosas que se hacían cuando algunos volvían de nuevo a encontrarse con sus sitios
de origen, entonces ya definitivamente exiliados de ellos y para siempre.
Llueve y el silencio se apodera definitivamente de la noche en Escalos de Baixo.

La película Rocío se estrenó en Alicante en 1980. Ese mismo año obtuvo el


primer premio en el I Festival de Cine de Sevilla. Este reconocimiento fue seguido por
la denuncia de una familia de Almonte contra el realizador, la guionista y el vecino que
aparecía en el documental describiendo y dando nombres de los que ejercieron la
represión en la aldea del Rocío, en El Condado y en la cuenca minera onubense, en
1936. Se trataba de unas partidas cuyos miembros vestían con pantalones de pana
marrón, camisa azul y al cuello portaban la imagen de la virgen del Rocío. La sentencia
obligó a censurar algo más de un minuto del film para eliminar esa confesión.
Fernando Ruiz, el director y Ana Vila, la guionista, que en Portugal se habían
dedicado a montar ciclos de cine para que los españoles tuvieran acceso a películas que
todavía no se podían ver en nuestro país, con posterioridad al éxito obtenido por Rocío y
a las vicisitudes que le siguieron, intentaron montar en Sevilla, con un grupo diverso de
personas, una cierta infraestructura para la producción cinematográfica en Andalucía.
Esta iniciativa acabó pronto con la liquidación de la incipiente empresa. La transición
ponía coto no solo a la posibilidad de hablar abiertamente de nuestro trágico pasado,
sino que también condenaba al silencio a aquellas iniciativas que desde plataformas no
tuteladas intentaban abrirse pasado tras la larga noche del franquismo.
El género documental que parecía resurgir con fuerza en los primeros años de la
transición con autores tan importantes como Basilio Martín Patino o con obras tan
reconocidas como El Desencanto, de Jaime Chavarri, pronto cayó en desuso. Era
necesario el olvido para establecer una especie de modernidad unida a un cierto folclore
nacional o autonómico, nuevamente revisitado y reinventado, hecho que facilitó que
obras como Rocío fueran olvidadas y desaparecidas, sin que volvieran a verse salvo en
contadas ocasiones en algunas proyecciones televisivas o en circuitos muy restringidos.
Ahora tras la jarana y la desmemoria de las últimas décadas, vuelve el
documental con fuerza, se habla de la “recuperación de la memoria histórica”, incluso
con timidez y parcialmente se intenta hacer historia de otra movida, que sin etiquetas y
quizás con menos fortuna mediática, quería golpear las conciencias dormidas de nuestro
país y poner el reloj en hora. Estas y otras iniciativas han hecho que de nuevo se vuelva
a hablar de Rocío como una joya extraña y extranjera que supo devolvernos la imagen
de lo que entonces éramos. Y así, aún censurada, se ha proyectado recientemente en
Huelva en unas Jornadas organizadas por la Asociación Andaluza de la Memoria
Histórica y en Sevilla, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dentro de la
exposición Vivir en Sevilla.
Pienso que Rocío, ahora vista de nuevo, quizás escandalice menos por lo que nos
cuenta de la guerra civil, de la llamada no en balde Cruzada y de sus tropelía por las
marismas que por cómo nos muestra la romería y sus gentes, en definitiva el asunto
central de la búsqueda antropológica sobre la que se basaba el proyecto realizado. El
Rocío de Rocío es la romería sin mediación, con la gente tal cual, un cine-ojo que mira
la manifestación de lo tribal, lejos de la censura actual de los medios que año tras año
nos retransmiten la misma romería, desprovista de cualquier atisbo de humanidad (esta
siempre peligrosa por si acaso surge algo políticamente incorrecto, que no debe
mostrarse), tras la mirada estereotipada de la cámara distante y monótona. Asomarse a
las secuencias y entrevistas misturadas en el vibrante montaje de Rocío, es una manera
de recuperar la memoria social de hace 70 años, una posibilidad de entender la
genealogía de nuestros mitos, gracias a un episodio corajoso y raro en nuestra
transición. Su mirada entre las masas movidas por esa peculiar religiosidad meridional,
sigue hablando de lo que pudimos ser hace algo menos de treinta años, incluso
cinematográficamente hablando, algo que quedó orillado definitivamente por la mirada
chata y conformista sobre los mitos hispanos, propia de nuestra actual
autocomplacencia.
Para mí es una alegría que hace algo de justicia con un trabajo brillante y
atrevido y con unos autores olvidados, el que en el ámbito académico de la Biblioteca
Escuela de Arquitectura podamos disponer de una copia digitalizada -aunque sea casera
y no de muy buena calidad- de Rocío para su acceso público, agradeciéndole a mi amigo
Fernando Ruiz la oportunidad que nos brinda al cedernos la misma, a la espera de poder
disponer de un soporte de mayor calidad en el futuro.

Noviembre 2006.

You might also like