Guión: Ana Vila Fotografía: Vitor Estevão Montaje: Fernando Ruiz Vergara Música: Salvador Távora Directora de producción: Ana Vila Productor ejecutivo: Vicente Pineda Producción: Tangana Films
Un Jantar en torno a Rocío
Por Juan José Vázquez Avellaneda
Estamos sentados alrededor de la mesa camilla, el menú se compone de alface,
queijo y jamón de Huelva. Bajo los faldones de cuadros escoceses el cisco nos calienta en la noche lluviosa que con su oscuridad nos rodea en un campo sin luar. Sin muchos preparativos y sin guión comenzamos a hablar de algunos pormenores de la película. Surgen de manera desordenada asuntos ya hablados en distintas ocasiones a lo largo de varias décadas, en los años seguidos a los primeros encuentros también entorno a otra mesa camilla, en Sevilla, cuando jugábamos al parchís, fumando, conversando o incluso comiendo a deshoras unas lentejas con costillas preparadas por Ana. En estos encuentros nunca le dimos un mayor protagonismo a los trabajos y creaciones personales de cada uno, sino que era lo cotidiano, lo íntimo y por acaso lo banal lo que nos parecía más importante para compartir en la conversa. Así que ahora toca otra vez hablar de la película, mientras sigue lloviendo de forma insistente y la oscuridad sin luar pasa del malva negruzco al azul noche total. Con cinco o seis cámaras al hombro y por veces instaladas en trípodes, corre el año 1977, durmiendo en tiendas de campaña –venían desde Lisboa-, el equipo de rodaje filma la romería. El objetivo dará cuenta del evento, del lugar y de sus gentes, mezcla de religiosidad y fiesta, desatadas ambas en la misma celebración, y el plano a ras de suelo con el sudor y el polvo de lo humano, no como ahora que todo es distante y espectacular. Después vinieron los premios, la denuncia, la condena, la cooperativa y otra vez fuera del país, el olvido y la recuperación de la memoria, las etiquetas, el cine andaluz, el valor del documental, el underground y qué se yo, si siempre estuvieron ellos allí y nosotros en el otro lado. Sigue lloviendo y hay que menear el cisco, la noche es húmeda, las moscas huyeron y los gatos persisten en su presencia invisible. Se rodó en 16 milímetros y posteriormente se amplió a 35 Mm.; y claro hablamos de la suerte que tuvieron al poder filmar a las religiosas del Colegio de la Asunción, desnudando y desmontando las piezas de la imagen de su virgen, unas secuencias impactantes que aparecen al principio del documental; hablamos del plano secuencia durante el “Rocío-chico”con el fundido hecho por Vitor cuando la virgen sale del templo, desaparece por unos segundos en el umbral de la puerta del templo y vuelve aparecer ya bajo la luz de las marismas. Volutas de humo bajo el papel de mosca, golpes a dos puños sobre la mesa, Fernando como en la caricatura que le hicieron una vez, ya perdida, seguramente en alguno de los cambios de domicilio o quizás en la destruida casa materna de Huelva. ¡Coño! ni cine andaluz, ni hecho en Sevilla, ni en Huelva, le comento, más bien esas cosas que se hacían cuando algunos volvían de nuevo a encontrarse con sus sitios de origen, entonces ya definitivamente exiliados de ellos y para siempre. Llueve y el silencio se apodera definitivamente de la noche en Escalos de Baixo.
La película Rocío se estrenó en Alicante en 1980. Ese mismo año obtuvo el
primer premio en el I Festival de Cine de Sevilla. Este reconocimiento fue seguido por la denuncia de una familia de Almonte contra el realizador, la guionista y el vecino que aparecía en el documental describiendo y dando nombres de los que ejercieron la represión en la aldea del Rocío, en El Condado y en la cuenca minera onubense, en 1936. Se trataba de unas partidas cuyos miembros vestían con pantalones de pana marrón, camisa azul y al cuello portaban la imagen de la virgen del Rocío. La sentencia obligó a censurar algo más de un minuto del film para eliminar esa confesión. Fernando Ruiz, el director y Ana Vila, la guionista, que en Portugal se habían dedicado a montar ciclos de cine para que los españoles tuvieran acceso a películas que todavía no se podían ver en nuestro país, con posterioridad al éxito obtenido por Rocío y a las vicisitudes que le siguieron, intentaron montar en Sevilla, con un grupo diverso de personas, una cierta infraestructura para la producción cinematográfica en Andalucía. Esta iniciativa acabó pronto con la liquidación de la incipiente empresa. La transición ponía coto no solo a la posibilidad de hablar abiertamente de nuestro trágico pasado, sino que también condenaba al silencio a aquellas iniciativas que desde plataformas no tuteladas intentaban abrirse pasado tras la larga noche del franquismo. El género documental que parecía resurgir con fuerza en los primeros años de la transición con autores tan importantes como Basilio Martín Patino o con obras tan reconocidas como El Desencanto, de Jaime Chavarri, pronto cayó en desuso. Era necesario el olvido para establecer una especie de modernidad unida a un cierto folclore nacional o autonómico, nuevamente revisitado y reinventado, hecho que facilitó que obras como Rocío fueran olvidadas y desaparecidas, sin que volvieran a verse salvo en contadas ocasiones en algunas proyecciones televisivas o en circuitos muy restringidos. Ahora tras la jarana y la desmemoria de las últimas décadas, vuelve el documental con fuerza, se habla de la “recuperación de la memoria histórica”, incluso con timidez y parcialmente se intenta hacer historia de otra movida, que sin etiquetas y quizás con menos fortuna mediática, quería golpear las conciencias dormidas de nuestro país y poner el reloj en hora. Estas y otras iniciativas han hecho que de nuevo se vuelva a hablar de Rocío como una joya extraña y extranjera que supo devolvernos la imagen de lo que entonces éramos. Y así, aún censurada, se ha proyectado recientemente en Huelva en unas Jornadas organizadas por la Asociación Andaluza de la Memoria Histórica y en Sevilla, en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dentro de la exposición Vivir en Sevilla. Pienso que Rocío, ahora vista de nuevo, quizás escandalice menos por lo que nos cuenta de la guerra civil, de la llamada no en balde Cruzada y de sus tropelía por las marismas que por cómo nos muestra la romería y sus gentes, en definitiva el asunto central de la búsqueda antropológica sobre la que se basaba el proyecto realizado. El Rocío de Rocío es la romería sin mediación, con la gente tal cual, un cine-ojo que mira la manifestación de lo tribal, lejos de la censura actual de los medios que año tras año nos retransmiten la misma romería, desprovista de cualquier atisbo de humanidad (esta siempre peligrosa por si acaso surge algo políticamente incorrecto, que no debe mostrarse), tras la mirada estereotipada de la cámara distante y monótona. Asomarse a las secuencias y entrevistas misturadas en el vibrante montaje de Rocío, es una manera de recuperar la memoria social de hace 70 años, una posibilidad de entender la genealogía de nuestros mitos, gracias a un episodio corajoso y raro en nuestra transición. Su mirada entre las masas movidas por esa peculiar religiosidad meridional, sigue hablando de lo que pudimos ser hace algo menos de treinta años, incluso cinematográficamente hablando, algo que quedó orillado definitivamente por la mirada chata y conformista sobre los mitos hispanos, propia de nuestra actual autocomplacencia. Para mí es una alegría que hace algo de justicia con un trabajo brillante y atrevido y con unos autores olvidados, el que en el ámbito académico de la Biblioteca Escuela de Arquitectura podamos disponer de una copia digitalizada -aunque sea casera y no de muy buena calidad- de Rocío para su acceso público, agradeciéndole a mi amigo Fernando Ruiz la oportunidad que nos brinda al cedernos la misma, a la espera de poder disponer de un soporte de mayor calidad en el futuro.