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Y AMERICA LATINAs
| fun Jamen tos ác u na afinidad

Un mensaje fraternal

de pueblo a pueblo
LA AMISTAD
ENTRE LOS PUEBLOS

^¿/ESPUÉS de la Segunda Guerra Mundial, y desde los días


en que fueron creadas las Naciones Unidas, se ha venido abrien-
do paso un nuevo sentido en las relaciones iriternaciomales.
Juntamente con las gestiones de entendimiento y acercamiento
que se cumplen de gobierno a gobierno, se aspira a hacer coda
vez más propicios los contactos y relaciones de pueblo a pueblo,
en forma de que, por el conocimiento vutuo. y al calor de la
vida cotidiana, sean las masas mismas quienes lleguen a experi-
mentar admiración y afecto por otras masas humanas, cuya
afinidad y comunidad de ideales se hace perceptible apenas se
aparta la mirada del presente inmediato, y se buscan las cenchas
perspectivas de la historia.
No hay duda de que el vehículo natural para practicar este
género de acercamiento entre los pueblos es la difusión de las
respectivas culturas. Se explica entonces la importancia que
pueden asumir los organismos internacionales que se encargan
de llevar a buen fin tan alta misión humana. La Liga de los
Estados Árabes —organismo regional de las Nademes Unidas (y
fundado incluso con anterioridad a ellas mismas)— estuvo des-
de el primer momento en la línea que contentamos, Mediante sus

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propios instrumentos culturales, a veces en estrecha cooperación
con la UNESCO, y otras veces independientemente, ha ido al
encuentro de otros pueblos para informarse acerca de ellos, y
para informarles al mismo tiempo del renacimiento del Mundo
Árabe, comunicándoles cuanta riqueza pasada se reincorpora
hoy al mundo con ese renacimiento. Esta actitud ha sido parti-
cularmente constante e intensa con respecto a los pueblos de
América Latina, y no sólo en virtud de vínculos históricos, sino
también como consecuencia de sus dos millones de residentes
árabes, quienes hacen, por sí mismos, y a través de sus descen-
dientes, que pueda cumplirse con toda eficacia en estos países
ese acercamiento y compenetración de masas -a que aludimos.
Ejemplo típico de tal orientación es el Mensaje Radial difun-
dido el 23 de Noviembre de 1962, por el Delegado de la Liga
de los Estados Árabes en América Latina, Dr. Wadih Talhouk,
en la ciudad de Rosario, invitado con motivo de los festejos del
día nacional de El Líbano por el Instituto Argentino-Árabe de
Cultura de Rosario, uno de los más prestigiosos y eficaces ins-
trumentos de las relaciones culturales argentino-árabe. Dicho
mensaje, que constituye el objeto del presente folleto editado
por la Dirección de Revista "ARABIA", destaca la labor que
desarrollan los Institutos de Cultura en América Latina y en el
Mundo Árabe, y su tonalidad representa objetivamente ese nue-
vo estilo directo de crear la amistad entre los pueblos.

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TEXTO DEL MENSAJE RADIAL DIFUNDIDO DESDE
LA CIUDAD DE ROSARIO (R. Argentina) POR EL
DELEGADO DE LA LIGA DE LOS ESTADOS ARABES
EN AMERICA LATINA, Dr. W A D I H TALHOUK, CON
EL AUSPICIO Y A INVITACION DEL INSTITUTO
ARGENTINO ARABE DE CULTURA DE ROSARIO

"Tflfíicrófonos; Tíaciio ^ lacionat

' P í a : 23 ¿c llovíemRre de 1962

^ o r a : 22.30

Señoras y Señores:

Es para mí un alto honor y un gran placer disponer de esta


grata oportunidad para dirigirme al noble pueblo argentino,
y a nuestra bien amada colectividad árabe, desde esta her-
mosa y progresista ciudad de Rosario, en virtud de la gentil
invitación que me ha hecho el Instituto Argentino-Árabe
de Cultura de Rosario, cuyo gesto agradezco profundamente.
La oportunidad es para todos nosotros especialmente
afortunada, porque — a p a r t e de lo que en sí mismo repre-
senta la ocasión de dirigir ün mensaje de saludo y amistad
a quienes se estima—, se da esta vez la grata y preciosa
circunstancia de coincidir ello con la conmemoración del
Día Nacional de la República de El Líbano. Este bello país
árabe, la tierra que la Biblia describe con hermosos adje-
tivos, depositario dé las más antiguas tradiciones de Oriente
y Occidente, cuya historia — c o m o la vida de los sagrados
cedros de sus montañas— se cuenta en miles de años, tiene,

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ü n embargo, ia juventud del nuévó ñácimíentó, ye qué el
22 de Noviembre de 1943, selló su soberanía nacional y
se incorporó plenamente al concierto de los nuevos pueblos
libres, dando desde entonces al mundo excepcionales ejem-
plos de su progreso político, social, cultural y económico.
Todo esto lo sabe muy bien el pueblo argentino, que ve a
El Líbano reflejado como en un espejo en la colectividad
fibanesa, la que — j u n t o con la s i r i a — representan lo más
importante de la inmigración árabe a estas tierras, que los
árabes han consagrado como segunda patria, y a las que
siempre retornan cuando la nostalgia los lleva alguna vez a
visitar la M a d r e Patria.
Tengo, pues, la evidencia de que el pueblo argentino — y a
sea en esta hospitalaria ciudad de Rosario, como a lo largo
y a lo ancho de toda la República— está de algún modo
asociado a esta celebración. Porque constantemente esta-
mos recibiendo pruebas de esta presencia argentina en la
celebración de nuestras festividades. Esto explica que nos-
otros, los árabes, cuando celebramos nuestras fiestas nacio-
nales en Argentina en modo alguno lo hacemos como ex-
tranjeros o forasteros. Y hay muchas razones que justifican
este sentimiento: la primera consiste en que la colectividad
árabe está tan completa y sinceramente integrada en esta
nación — a s í como en las demás de América L a t i n a — que
sus miembros siempre se sienten en su propia casa. La afi-
nidad entre los pueblos árabes y latinoamericanos nos hace
sentir que estos pueblos experimentan con nosotros nuestras
propias felicidades y desdichas, y por ello participan de
corazón en todas nuestras festividades y actividades nacio-
nales.
Esto se explica perfectamente porque no se trata de una
afinidad circunstancial como la que puede resultar de la
simple convivencia de una colectividad en el seno de una
comunidad mayor. Las vinculaciones de nuestros pueblos
tienen profundas raíces históricas. Las corrientes migrato-
rias que inundaron este Continente, venidas de España, Por-
tugal, Sicilia y otras regiones e islas del M a r Mediterráneo,
traían sangre árabe en las venas de muchos de sus compo-
nentes, y traían consigo las irradiaciones de aquella civiliza-
ción que había resplandecido durante varios siglos en sus

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patrias de origen, y algunas de cuyas realizaciones espiri-
tuales — a pesar de la decadencia y la desaparición del
plano físico de quienes las crearon— siguen brillando hasta
nuestros días con luz inextinguible. De este modo se com-
prende por qué los emigrantes árabes prefieren venir a radi-
carse en los países de este Continente, y se nos revela el
secreto de la rapidez con que ellos se identifican con sus
pueblos.

SARMIENTO: "el beduino y el gaucho"

£1 paisaje influye también en esta identificación, y esto


es particularmente cierto en la República Argentina, en
cuya Pampa encuentra el inmigrante reminiscencias de su
Desierto, y — a p a r t e los lazos de sangre de que hemos ha-
blado— encuentra además en el habitante nativo un alma
geÁiela, conformada así por la similitud de los respectivos
paisajes. Quien mejor hizo notar esto es nadie menos que
vuestro gran Sarmiento —descendiente él mismo de árabe
por la línea m a t e r n a — el que quedó impresionado por la
honda coincidencia espiritual entre el beduino y el gaucho.
Cuando nos habla de su visita a Orán, a Argel y a otros
lugares, nos dice esta expresiva frase refiriéndose a las fiso-
nomías de las gentes: "Conocí allí algunos árabes a quienes
juraría haberlos visto antes en mi país".

" ... la afinidad en un nuevo plano:

-el de la solidaridad internacional

La historia quiso además añadir otras circunstancias que


hacen aún más estrecha la identificación entre nuestros
pueblos. M e refiero a la vocación de libertad, soberanía,
independencia, democracia que han demostrado siempre los
pueblos latinoamericanos, fieles continuadores de los gran-
des ideales de San Martín y Bolívar. Por eso, a la luz de su
ideología nacional, los árabes hemos sentido / más fuerte y
más clara la afinidad con los pueblos latinoamericanos.

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Nuéstróá pueblos árabes — d su v e z — han despertado a ¡a
voz de sus héroes y de sus líderes, y este siglo ha conocido
la grandeza de su epopeya. Nuestros pueblos han visto.con-
movidos, y agradecidos, cómo hasta el frente de combate
o bien al seno de las Naciones Unidas llegaba la voz de
aliento, el apoyo moral, político, y muchas veces material,
de estas naciones latinoamericanas, dándose así la afinidad
en un nuevo plano — e l de la solidaridad internacional—
único terreno sólido para sostener los pilares de la paz del
mundo.

Este es el trasfondo histórico y la atmósfera propicia que


han encontrado los árabes en este grande y generoso país,
y en todo el continente. Ello explica muy bien la prosperi-
dad, la aclimatación, la fusión misma de la colectividad
árabe en suelo americano. Si todo ello se logra tan bien
espontáneamente, por la sola obra de una germinación na-
tural; si esta feliz convivencia es el resultado directo de
aspectos comunes de la vida en ambas comunidades, en sus
manifestaciones sociales, intelectuales, y de sus ideales na-
cionales, ¿qué no podremos obtener si a ello agregamos
árabes y argentinos nuestro tesonero, perseverante y coti-
diano esfuerzo?

ura

No hay palabras para describir la hermosa realización de


acercamiento y de fraternidad que nos espera. Sobre todo,
al ver que hemos salido de los simples propósitos, y estamos
ya en el camino de las concreciones. No dejaremos más al
surco de la fraternidad argentino-árabe dar sus frutos por
sí solo. Vamos a sembrar y a cultivar más y mejor. Y a han
surgido los primeros agricultores del huerto. Estos se hallan
incorporados a los Institutos Argentino-Árabes de Cultura
que empiezan a surgir en toda la República. Uno proyecta
ya su faro desde la Capital Federal; otro —joven, pujante,
lleno de méritos— ha surgido aquí, en esta ciudad de Rosa-

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rio, y Q sus primeras gestiones debo la dicha de dirigiros la
palabra en estos instantes, Otros se anuncian para muy pron-
to. Todos ellos coinciden en estrechar los vínculos culturales
entre argentinos y árabes, y todos ellos aspiran a entablar
fecundos contactos con los institutos órabe-araentinos que
empiezan a fundarse en los países del Mundo Árabe, Todo
un horizonte espiritual se despliega, pues, y en él se ven
alzarse las Universidades con sus cátedras de idioma árabe
y castellano, y se ven las editoriales traduciendo y publi-
cando los tesoros de nuestras respectivas lenguas, y se ven
las caravanas de viajeros conociendo los tesoros de nuestras
antiguas culturas, mientras las becas, las bolsas de viaje,
las misiones de intelectuales, escritores y artistas, facilitan
la gigantesca tarea.

UN SIMBOLOJ Ti 6k<,no

Todas mis palabras resultarían de escasa fuerza para


subrayar justicieramente la obra que han emprendido los
dirigentes y miembros de estos Institutos. Tampoco el tiem-
po de que dispongo gracias a la gentileza de mis invitantes,
me permite honrar nombres y registrar hechos. Por eso,
prefiero terminar con una exhortación impersonal, y recu-
rrir a un símbolo para expresar lo que siento. . . Quiero ver
en la coincidencia de esta fecha con las celebraciones del
día nacional de El Líbano, un feliz y expresivo augurio para
la obra cultural en que estamos empeñados. En efecto, El
Líbano representa en el Mundo Árabe uno de sus más hon-
dos y antiguos manantiales de sabiduría; El Líbano es ade-
más el receptáculo natural no sólo de las grandes culturas
de Oriente, sino también de las de Occidente; y, por último,
El Líbano es uno de los países árabes en que la conciencia
cristiana de estos pueblos latinoamericanos encuentra al-
gunos de sus más caros símbolos y lugares. Y o les digo, pues,
a los oyentes amigos: hagan cuenta de que en un día como

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hoy, han ascendido al Monte Líbano, o acaso al Monté Car-
melo, pero no sólo para contemplar los valles libaneses, sino
para atalayar toda la inmensidad del Mundo Árabe, que los
llama para entregarles sus secretos. Desciendan, pues, a
tomarlos; pero no sin entregar al mismo tiempo los secretos
esenciales de vuestras propias culturas.

Por ahora, sólo me resta expresar nuevamente mi más pro-


fundo agradecimiento al Instituto Argentino-Árabe de Cul-
tura de Rosario por su gentil invitación, agradecimiento que
hago extensivo a Radio Nacional y a todos quienes han teni-
do la cortesía de escucharme.

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