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Un mensaje fraternal
de pueblo a pueblo
LA AMISTAD
ENTRE LOS PUEBLOS
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propios instrumentos culturales, a veces en estrecha cooperación
con la UNESCO, y otras veces independientemente, ha ido al
encuentro de otros pueblos para informarse acerca de ellos, y
para informarles al mismo tiempo del renacimiento del Mundo
Árabe, comunicándoles cuanta riqueza pasada se reincorpora
hoy al mundo con ese renacimiento. Esta actitud ha sido parti-
cularmente constante e intensa con respecto a los pueblos de
América Latina, y no sólo en virtud de vínculos históricos, sino
también como consecuencia de sus dos millones de residentes
árabes, quienes hacen, por sí mismos, y a través de sus descen-
dientes, que pueda cumplirse con toda eficacia en estos países
ese acercamiento y compenetración de masas -a que aludimos.
Ejemplo típico de tal orientación es el Mensaje Radial difun-
dido el 23 de Noviembre de 1962, por el Delegado de la Liga
de los Estados Árabes en América Latina, Dr. Wadih Talhouk,
en la ciudad de Rosario, invitado con motivo de los festejos del
día nacional de El Líbano por el Instituto Argentino-Árabe de
Cultura de Rosario, uno de los más prestigiosos y eficaces ins-
trumentos de las relaciones culturales argentino-árabe. Dicho
mensaje, que constituye el objeto del presente folleto editado
por la Dirección de Revista "ARABIA", destaca la labor que
desarrollan los Institutos de Cultura en América Latina y en el
Mundo Árabe, y su tonalidad representa objetivamente ese nue-
vo estilo directo de crear la amistad entre los pueblos.
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TEXTO DEL MENSAJE RADIAL DIFUNDIDO DESDE
LA CIUDAD DE ROSARIO (R. Argentina) POR EL
DELEGADO DE LA LIGA DE LOS ESTADOS ARABES
EN AMERICA LATINA, Dr. W A D I H TALHOUK, CON
EL AUSPICIO Y A INVITACION DEL INSTITUTO
ARGENTINO ARABE DE CULTURA DE ROSARIO
^ o r a : 22.30
Señoras y Señores:
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ü n embargo, ia juventud del nuévó ñácimíentó, ye qué el
22 de Noviembre de 1943, selló su soberanía nacional y
se incorporó plenamente al concierto de los nuevos pueblos
libres, dando desde entonces al mundo excepcionales ejem-
plos de su progreso político, social, cultural y económico.
Todo esto lo sabe muy bien el pueblo argentino, que ve a
El Líbano reflejado como en un espejo en la colectividad
fibanesa, la que — j u n t o con la s i r i a — representan lo más
importante de la inmigración árabe a estas tierras, que los
árabes han consagrado como segunda patria, y a las que
siempre retornan cuando la nostalgia los lleva alguna vez a
visitar la M a d r e Patria.
Tengo, pues, la evidencia de que el pueblo argentino — y a
sea en esta hospitalaria ciudad de Rosario, como a lo largo
y a lo ancho de toda la República— está de algún modo
asociado a esta celebración. Porque constantemente esta-
mos recibiendo pruebas de esta presencia argentina en la
celebración de nuestras festividades. Esto explica que nos-
otros, los árabes, cuando celebramos nuestras fiestas nacio-
nales en Argentina en modo alguno lo hacemos como ex-
tranjeros o forasteros. Y hay muchas razones que justifican
este sentimiento: la primera consiste en que la colectividad
árabe está tan completa y sinceramente integrada en esta
nación — a s í como en las demás de América L a t i n a — que
sus miembros siempre se sienten en su propia casa. La afi-
nidad entre los pueblos árabes y latinoamericanos nos hace
sentir que estos pueblos experimentan con nosotros nuestras
propias felicidades y desdichas, y por ello participan de
corazón en todas nuestras festividades y actividades nacio-
nales.
Esto se explica perfectamente porque no se trata de una
afinidad circunstancial como la que puede resultar de la
simple convivencia de una colectividad en el seno de una
comunidad mayor. Las vinculaciones de nuestros pueblos
tienen profundas raíces históricas. Las corrientes migrato-
rias que inundaron este Continente, venidas de España, Por-
tugal, Sicilia y otras regiones e islas del M a r Mediterráneo,
traían sangre árabe en las venas de muchos de sus compo-
nentes, y traían consigo las irradiaciones de aquella civiliza-
ción que había resplandecido durante varios siglos en sus
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patrias de origen, y algunas de cuyas realizaciones espiri-
tuales — a pesar de la decadencia y la desaparición del
plano físico de quienes las crearon— siguen brillando hasta
nuestros días con luz inextinguible. De este modo se com-
prende por qué los emigrantes árabes prefieren venir a radi-
carse en los países de este Continente, y se nos revela el
secreto de la rapidez con que ellos se identifican con sus
pueblos.
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Nuéstróá pueblos árabes — d su v e z — han despertado a ¡a
voz de sus héroes y de sus líderes, y este siglo ha conocido
la grandeza de su epopeya. Nuestros pueblos han visto.con-
movidos, y agradecidos, cómo hasta el frente de combate
o bien al seno de las Naciones Unidas llegaba la voz de
aliento, el apoyo moral, político, y muchas veces material,
de estas naciones latinoamericanas, dándose así la afinidad
en un nuevo plano — e l de la solidaridad internacional—
único terreno sólido para sostener los pilares de la paz del
mundo.
ura
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rio, y Q sus primeras gestiones debo la dicha de dirigiros la
palabra en estos instantes, Otros se anuncian para muy pron-
to. Todos ellos coinciden en estrechar los vínculos culturales
entre argentinos y árabes, y todos ellos aspiran a entablar
fecundos contactos con los institutos órabe-araentinos que
empiezan a fundarse en los países del Mundo Árabe, Todo
un horizonte espiritual se despliega, pues, y en él se ven
alzarse las Universidades con sus cátedras de idioma árabe
y castellano, y se ven las editoriales traduciendo y publi-
cando los tesoros de nuestras respectivas lenguas, y se ven
las caravanas de viajeros conociendo los tesoros de nuestras
antiguas culturas, mientras las becas, las bolsas de viaje,
las misiones de intelectuales, escritores y artistas, facilitan
la gigantesca tarea.
UN SIMBOLOJ Ti 6k<,no
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hoy, han ascendido al Monte Líbano, o acaso al Monté Car-
melo, pero no sólo para contemplar los valles libaneses, sino
para atalayar toda la inmensidad del Mundo Árabe, que los
llama para entregarles sus secretos. Desciendan, pues, a
tomarlos; pero no sin entregar al mismo tiempo los secretos
esenciales de vuestras propias culturas.