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El concreto (del inglés concrete, a su vez del latín concrētus, «agregado, condensado») o,
en España y varios países de Hispanoamérica, hormigón (de hormigo 'gachas de harina') es
un material compuesto empleado en construcción, formado esencialmente por un aglomerante al que
se añade áridos (agregado), agua y aditivos específicos.
El cemento es un material pulverulento que por sí mismo no es aglomerante, y que, mezclado con
agua, al hidratarse se convierte en una pasta moldeable con propiedades adherentes, que en pocas
horas fragua y se endurece, tornándose en un material de consistencia pétrea. El cemento consiste
esencialmente en silicato cálcico hidratado (S-C-H). Este compuesto es el principal responsable de sus
características adhesivas. Se denomina cemento hidráulico cuando el cemento, resultante de su
hidratación, es estable en condiciones de entorno acuosas. Además, para poder modificar algunas de
sus características o comportamiento, se pueden añadir aditivos y adiciones(en cantidades inferiores al
1 % de la masa total del concreto), existiendo una gran variedad de ellos: colorantes, aceleradores y
retardadores de fraguado, fluidificantes, impermeabilizantes, fibras, etc.
Dependiendo de las proporciones de cada uno de sus constituyentes existen varios tipos de hormigones.
Se considera hormigón pesadoaquel que posee una densidad de más de 3200 kg/m³, debido al empleo
de agregados densos (empleado protección contra las radiaciones), el hormigón normal, empleado en
estructuras, que posee una densidad de 2200 kg/m³, y el hormigón ligero, con densidades de
1800 kg/m³.
La principal característica estructural del concreto es que resiste muy bien los esfuerzos de compresión,
pero no tiene buen comportamiento frente a otros tipos de esfuerzos (tracción, flexión, cortante, etc.),
y por este motivo es habitual usarlo asociado a ciertas armaduras de acero, recibiendo en este caso la
denominación de concreto u hormigón armado). Este conjunto se comporta muy favorablemente ante
las diversas solicitaciones o esfuerzos mencionados anteriormente. Cuando se proyecta una estructura
de concreto armado se establecen las dimensiones de los elementos, el tipo de concreto, los aditivos y
el acero que hay que colocar en función de los esfuerzos que deberá soportar y de las condiciones
ambientales a que estará expuesto.
A finales del siglo XX, ya era el material más empleado en la industria de la construcción. Se le da
forma mediante el empleo de moldes rígidos denominados: encofrados. Su empleo es habitual en obras
de arquitectura e ingeniería, tales como edificios, puentes, diques, puertos, canales, túneles, etc. Incluso
en aquellas edificaciones cuya estructura principal se realiza en acero, su utilización es imprescindible
para conformar la cimentación. La variedad de hormigones que han ido apareciendo a finales del siglo
XX, ha permitido que existan por ejemplo: concreto reforzado con fibras de vidrio (GRC),
hormigones celulares que se aligeran con aire, aligerados con fibras naturales, autocompactantes.