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El tratar de racionalizar de una forma reflexiva las relaciones de los seres humanos, como una
manera de entender sus comportamientos que han creado entre ellos para vivir en estructuras
sociales, es tan antigua como los registros escritos de la historia misma. Esto ha sido una
preocupación permanente de todas las sociedades, que crearon diferentes especificaciones
para develar su entendimiento. En este largo camino las ciencias sociales, que se las ha
construida como “una empresa del mundo moderno” (Wallerstein 2001, 4), son desde el siglo
XVI las llamadas a dar respuestas sobre las preguntas de lo social y la vida en sociedad; ya
que han desarrollado “un conocimiento secular sistemático sobre la realidad que tenga algún
tipo de validación empírica” (Wallerstein 2001, 4). Lo cual las ha convertido en algo
inseparable de nuestro entender de la modernidad.
Esta empresa llamada ciencias sociales fue diversificada y separada en diferentes ramas, que
se han institucionalizado en la academia desde mediados del siglo XIX. Estas ramas tales
como: la Historia, la Economía, las Ciencias Políticas, la Antropología y la Sociología; son el
resultado de la segmentación de la realidad social y la categorización de sus fenómenos. Lo
cual “creó un esfuerzo de cada una de ellas por definir lo que la distinguía de las demás,
especialmente lo que la diferenciaba de cada una de las que parecían estar más próximas”
(Wallerstein 2001, 34). Esto provocó que la explicación de las acciones sociales tenga
diversos puntos de interpretación y convirtió al sujeto social en un entramado de
significaciones. Lo cual relegó a la modernidad a un marco que engloba a todos los sujetos y
relaciones sociales, pero que en realidad la explicación de ésta (sus formas, maneras y
vicisitudes de constituirse) es lo que nos permite entender la constitución de los sujetos
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sociales que crean sus procedimientos de relacionamiento dentro de un tiempo y espacio
determinado.
Dicho lo anterior, las ciencias sociales deben de ser visibilizadas como una manera de
discernir la modernidad; la cual no es únicamente un marco que contiene las relaciones
sociales y el actuar de las personas; sino más bien, es un proceso en el cual se ha erigido como
uno de los determinantes en la constitución del sujeto social, así como uno de los elementos
que define los métodos que se han establecido para la racionalización de la realidad. En este
camino, el ser moderno que comparte una experiencia vital de aprehensión del mundo, se lo
caracteriza como un individuo que se encuentra “en un entorno que nos promete aventura,
poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo,
amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos” (Berman
1997, 1).
En la modernidad la formación de los sujetos y las relaciones sociales se crean a partir de una
relación dialéctica entre modernización y modernismo, que mantiene a los procesos sociales
en un permanente devenir (Berman 1997, 2); es decir, nutre una confrontación entre lo
existente y una apropiación del mundo a partir de un proceso de tecnificación. Esto, que crea
un mundo donde “todo es absurdo, pero nada es chocante, porque todos están acostumbrados
a todo” (Berman 1997, 4), es la premisa en la cual la vida moderna se fundamenta; que es la
contradicción.
La contradicción es, para Nietzsche como para Marx, “la corriente de la historia moderna”
(Berman 1997, 8); en la cual se sustenta el desarrollo y el progreso del sistema capitalista. Es
decir que ellos “comprendieron las formas en que la tecnología y las organizaciones sociales
modernas determinaban el destino del hombre”; convirtiendo a “la sociedad moderna no solo
en una jaula, sino que todos los que la habitan están configurados por sus barrotes; somos
seres sin espíritu, sin corazón, sin identidad sexual o personal (…), casi podríamos decir sin
ser” (Berman 1997, 15). Esto nos a configura como individuos pasibles y condescendientes,
que a partir de diversos mecanismos de enajenación -tales como: el sistema educativo, la
religión, los medios de comunicación, entre otros- nos mantienen inmersos en las
contradicciones de la modernidad.
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que “no solamente su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que
existe fuera de él, independientemente, extraño, que se convierte en un poder independiente
frente a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil”
(Marx 1980, 106). En esta racionalización Marx nos presta un ejemplo más de la
contradicción interna del modo de producción capitalista, y como esto se establece en la
modernidad. Rebatir los mecanismos de enajenación, así como dar luz a las contradicciones
internas del capitalismo como forma predominante de la reproducción de la vida material en
la modernidad, es una de las preguntas que las ciencias sociales deben dar respuestas en la
contemporaneidad.
Entre las maneras que se emplean para dar un entendimiento a la realidad social, desde el
punto de vista de la Sociología, tenemos: al hecho social1 formulado por Émile Durkheim y
que se orienta a una tendencia funcionalista de la sociedad, la acción social2 expuesta en la
academia alemana por Max Weber que toma en cuenta los condiciones subjetivas y la
conducta de los otros en el actuar de las masas, y el método dialéctico-histórico que fue
implementado por Karl Marx y Friedrich Engels, así como empleado por el marxismo y la
teoría critica de la escuela de Frankfurt; que analiza las relaciones sociales como el resultado
de confrontaciones entre puntos de vista divergentes que se establecen en un tiempo y lugar
determinado; en si las relaciones sociales son descritas como construcciones históricas que se
constituyen a partir de una confrontación dialéctica.
Estos tres puntos de vista de la teoría social, por parte de la Sociología, permite especificar
con más claridad los comportamientos y procesos en el cual los seres humanos constituyen su
relacionamiento con la sociedad y con ellos mismos. Pero únicamente el método dialéctico-
histórico coloca de relieve las contradicciones de la modernidad como punto neurálgico para
analizar la realidad.
1
.- El hecho social, como objeto de estudio de la Sociología, es descrito por Durkheim como: “un orden de
hechos que presentan características muy especiales, consisten en formas de obrar, pensar y sentir, exteriores al
individuo y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se le imponen” (Durkheim 1984, 35).
2
.- La acción social es analizada por Max Weber como: “una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o
sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo” (Weber 2014, 5).
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La racionalización marxista inicia con la explicación de la producción del mundo material, ya
que cuando se “habla de producción, se ésta hablando siempre de producción en un estadio
determinado del desarrollo social, de la producción de individuos en sociedad” (Marx 1982,
35); es decir, que la producción del mundo material siempre está enmarcada en un espacio y
tiempo determinado, y eso a su vez produce un individuo específico acorde a esa sociedad. La
producción, en este sentido, seria a la vez particular y social ya que es “un organismo social
determinado, un sujeto social que actúa en una totalidad más o menos grande, más o menos
reducida de ramas de producción” (Marx, 1982, 36). Con esto Marx nos quiere dejar en claro
que los objetos producidos por el sistema capitalista en la modernidad,
no es un objeto en general sino un objeto determinado, que debe de ser consumido por
una forma determinada, que a su vez debe de ser mediado por la producción misma. (…).
No es únicamente el objeto de consumo sino también el modo de consumo, lo que la
producción produce no sólo objetiva sino también subjetivamente (Marx 1982, 42).
Con esto Bolívar Echeverría, siguiendo a Marx, nos plantea la exigencia de las ciencias
sociales y del marxismo por dar una respuesta a la modernidad, su historia y el despliegue de
la conformación de las contradicciones inherentes a la misma.
Para demostrar como la teoría social ha dado respuesta sobre las contradicciones de la
modernidad; analizaremos a continuación la categoría hegemonía, la cual fue construida por
Antonio Gramsci para observar a la sociedad desde un punto de vista marxista. También
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expondremos los usos que se le ha dado a esta categoría; vaciándola en ciertos casos, de su
significado inicial.
En la década de los 60 y 70 del siglo XX, el pensamiento marxista se encontraba en una crisis.
Por un lado el marxismo soviético había dictado directrices para todos los Partidos
Comunistas del mundo, limitando la operatividad de estos en sus países de orígenes y
coartando sus líneas de acción y pensamiento; por otro lado la irrupción de los partidos
maoístas le quitaban cada vez más importancia a los PCs y creo una onda de divisionismo de
los mismos, enrolándose en maniobra de carácter militar de toma del poder político. En este
panorama global del pensamiento marxista, los libros de Antonio Gramsci fueron difundidos
a nivel internacional como una alternativa al marxismo soviético y al marxismo academicista
de Louis Althusser.
En sí, Gramsci como pensador comunista fue retomado, ya que “proporcionó una estrategia
marxista a aquellos países para los que la revolución de octubre podría haber servido de
inspiración, pero no de modelo” (Hobsbawm 2011, 341). Podemos decir que la recepción de
la obra de Antonio Gramsci, fuera de Italia, tiene una aceptación desde la década de los años
60 del siglo XX; ligado al eurocomunismo y al “desplome de las estrategias de la lucha
armada en la década de 1970 en Latino América” (Hobsbawm 2011, 342).
Pero esta apertura al pensamiento de Gramsci, nos habré algunas interrogantes como: ¿Cuáles
son las premisas de su pensamiento y en qué momento Gramsci lo desarrolló? y ¿Por qué su
importancia en el pensamiento marxista contemporáneo para explicar la realidad política?
Para responder estas inquietudes, debemos iniciar señalando que los pensadores marxistas
nutren su explicación de la realidad a partir de contextos históricos y políticos concretos de su
tiempo. Esto nos lleva a pensar a la Italia de la primera mitad del siglo XX, en la cual al ser
una especie de “microcosmos del capitalismo” las contradicciones de la modernidad estaban a
flote. En primer lugar, la burguesía italiano no logró consolidarse como clase dominante, por
lo cual debía recurrir a maniobras extra-políticas para mantener el control de la población –en
este caso la burguesía italiana realizaba concesiones con la iglesia y las fracciones regionales
de los grupos dominantes para mantener una relativa calma en los grupos populares de la
sociedad- esto para Gramsci significó que las burguesías en Italia no lograron concretar su
“misión histórica de crear la nación italiana” (Hobsbawm 2011, 323); lo que abría una
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posibilidad para que las clases subalternas jueguen un papel determinante en la construcción
de la historia nacional. En segundo lugar, el espacio geográfico de la nación italiana era una
contradicción en su seno: mientras en el sur su principal actividad económica estaba
relacionado con la agricultura y representaba la parte atrasada y semicolonial; Turin, al norte
de Italia, era uno de los centros del capitalismo industrial con su fábrica Fiat. Esto
proporcionó un ejemplo de primera mano a Gramsci para entender la proletarización, ya que
pudo ver como las masas de campesinos emprobrecidos se fueron transformando en obreros
asalariados (Hobsbawm 2011, 322).
En tercer lugar, las bases del movimiento socialista italiano eran de corte industrial pero
también agrícola; es decir existía una comunicación permanente entre los grupos subalternos
de estas ramas de la economía; he incluso los intelectuales del movimiento obrero, provenían
del sur más atrasado y semicolonial de Italia; ejemplo de esto fue Di Vittoriano, que fue el
líder más “destacado del movimiento sindical de posguerra, y que procedía del sur y era
trabajador agrícola” (Hobsbawm 2011, 322). En cuatro lugar, ya que la clase burguesa “no
pudo concretar su misión histórica”, esta para acceder al gobierno del Estado y mantener su
control, tuvo que negociar tanto con la iglesia católica así como con las grandes élites que
antecedían al Estado nacional; de esta negociación Gramsci pudo crear la categoría de
hegemonía, la cual da un cuerpo conceptual sobre el dominio de la gran mayoría de la
población, no basada únicamente en la coerción, sino más bien en una construcción de una
naturalización del estado de dominación en el cual juegan un papel determinante, tanto el
sistema educativo, las instituciones religiosas, la opinión pública entre otras.
Con estas características la Italia de entre guerras se convirtió en un gran laboratorio social, en
el cual la opción por una revolución comunista estuvo palpitante. Pero después del fracaso de
esta opción un régimen fascista3 dirigido por Benito Mussolini, antiguo militante del partido
socialista, accedió al poder.
Era natural que los marxistas italianos promovieran el análisis de por qué la revolución
rusa de octubre no había conseguido extenderse a los países occidentales, y cuáles habían
de ser la estrategia y las tácticas alternativas de la transición al socialismo en estos países.
Esto es, pues, lo que Gramsci se dispuso hacer (Hobsbawm 2011, 324).
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.- por fascismo entendemos a éste como “una dictadura terrorista que los sectores más reaccionarios del capital
monopólico ejercen sobre la clase obrera primordialmente, en situaciones de crisis o cuando por cualesquiera
otra circunstancia sienten amenazado su sistema de dominación” (Cueva 2012, 130).
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En 1927 Gramsci al ser dirigente del Partido Comunista Italiano fue encarcelado y pasaría el
resto de su vida en prisión. En estos años de prisión, Gramsci dedicó la mayor parte del
tiempo a realizar un análisis marxista del porqué del fracaso de la revolución; y como este
fracaso no significaba un acabose, sino más bien un inicio para la puesta en marcha de nuevas
procedimientos del entender de la superestructura del sistema capitalista.
En este sentido, Gramsci al promover una teoría marxista de la política se convirtió desde la
década de los 70 en un pensador esencial en el análisis político; en esta década se publicó
fuera de Italia y en diferentes idiomas tanto las Cartas desde la Cárcel (1965) y Los
Cuadernos de la Cárcel (1975), libros en los cuales están sustentado su proceder político y su
entendimiento sobre las contradicciones del capitalismo en la esfera de lo público, lo
religioso, los medios de comunicación, el sistema educativo, y otros aspectos sobre el
proceder político en la sociedad. Pero los términos gramscianos tales como: “bloque
histórico”, “hegemonía”, “papel de los intelectuales”, “clases subalternas” y más, son
utilizados en la actualidad sin una rigurosidad; y aparecen en debates marxista como no
marxistas vaciándolos de su significado. Lo cual genera un funcionamiento de las categorías
de Gramsci a un momento y espacio fijo, invisibilizando la producción del mismo a favor de
mal entendido.
Para ejemplificar de una mejor manera como los usos de las categorías de Gramsci motivo un
vaciamiento de sus significados, tomaremos la categoría hegemonía y realizaremos unos
pequeños comentarios de cómo fue funcionalizada en algunos momentos históricos
determinantes. Empezaremos resaltando que ya a finales de la década de los 70 del siglo XX
Juan Carlos Portantiero al momento de hablar de Antonio Gramsci se preguntaba ¿Cuál
Gramsci? Y diferencia a tres de ellos. El primero, que toma a Gramsci como “precursor del
‘togliattismo’, esto es, de la política prudente del comunismo italiano en la segunda
posguerra, (…) esta es la versión más difundida, más estable, apuntalada por un enorme
aparato partidario que la ha colocado en el plano más alto de su santoral” (Portantiero 1982,
67). A un segundo Gramsci lo presentan como “el profeta exclusivo de la organización obrera
en las fábricas, mentor de una democracia proletaria que no se articularia, sino por adición, en
una fracción política” (Portantiero 1982, 68). Y una interpretación de un tercer Gramsci que
“se presta más aún que otros para transformarse en un espacio vacío, apto para recibir
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cualquier contenido, para ser sometido a usos diversos según las necesidades de cada
momento” (Portantiero 1982, 69).
Estas tres interpretación de Antonio Gramsci, se las puede definir como despolitizadas, lo que
deja a un lado el contexto en el cual se formularon sus categorías; convirtiéndolo en ciertos
momentos en un "espontaneísta", "leninista", anunciador del "amplio frente popular"
(Portantiero 1982, 69); lo cual lo colocó en una interpretación alineada a una postura
revisionista de las situaciones políticas; desmarcándolo de un corpus de análisis dialéctico-
histórico.
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En este sentido, pero desde un punto de vista de implementación de las categorías
gramscianas en la academia, la categoría hegemonía como forma de análisis tanto histórico
como político, fue empleada para racionalizar el llamado “consenso ideológico de dominación
de las clases subalternas” (Roseberry 2012, 3). Pero en realidad para Gramsci esta categoría
se centraría en la lucha y el análisis de la contienda; la hegemonía no fue analizada por él
como algo dado o inmóvil, sino en permanente movimiento y relacionada con las clases y
grupos dominantes y subalternos en todo momento.
Dejando a esto a un lado, podemos afirmar que hegemonía es empleada por Gramsci como
una categoría de análisis de lucha y conflicto y no de consenso. Esto es entendible ya que en
el momento mismo en el cual Gramsci la creó, en una Italia en la cual su burguesía no había
logrado consolidarse como clase dominante en el Estado y la misma empleaba diferentes
organizaciones (como la iglesia, la educación y los medios de comunicación) para mantener el
control y la pasividad de las clases y grupos subalternos. Gramsci vio que la represión, sea
esta permanente o esporádica y aislada, no era suficiente para explicar la dominación. Y la
burguesía para lograr esta última se valía de toda un aparataje institucionalizado, normalizado
y hasta cierto punto naturalizado de procedimientos, lenguajes y maneras para concertarla; en
este punto hegemonía significó para Gramsci todas las “maneras mediante las cuales se
mantiene la autoridad que no se basan simplemente en la fuerza coercitiva” (Hobsbawm 2011,
323).
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Por otro lado, la categoría hegemonía a más de ser empleada para el análisis de la
confrontación y la lucha entre clases y grupos dominantes y subalternos; nos abre el camino
para delimitar nuestro punto de vista de estos últimos; y siguiendo a Walter Benjamín
podemos decir “que el sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida misma, cuando
combate” (Benjamín 2008, 48); este objeto de estudio, el mismo que Gramsci utilizó para
designar a los grupos subalternos con una historia “disgregada y episódica” (Gramsci 2000,
178), debería ser de un valor incalculable para los historiadores; ya que a partir de contar su
historia, se puede recrear grandes etapas invisibilizadas y ocultas por la historia oficial. La
misma que es heredera de las clases y grupos dominantes, que cuentan su historia desde un
punto privilegiado de la contiende, como vencederos, y reniegan de todo lo que les es adverso
o pueda opacar su triunfo. Por este motivo y otros, el análisis de la hegemonía nos plantea la
racionalización de esta contienda entre dominados y subalternos, que crea una dialéctica
continua de formación de contradicciones del sujeto social en la modernidad.
Conclusiones:
Para concluir, me gustaría resaltar varios puntos que son relevantes en la presentación de este
ensayo. Primero, el desarrollo de las ciencias sociales en la modernidad, se puede decir desde
el siglo XVI, surgieron de una larga tradición preocupada por dar respuesta por el
comportamiento de las relaciones sociales de los seres humanos en la sociedad, así como para
dar una réplica a las contradicciones inherentes que se crean de la relación dialéctica entre
modernismo y modernización; que constituye y afecta a un sujeto social creado por esta
dinámica.
Segundo: a pesar de los diversos puntos de vista que las ciencias sociales han desplegado en
la modernidad, segmentando la realidad social, las diversas disciplinas que se desprenden de
ellas -como la Historia, la Economía, las Ciencias Políticas, la Antropología, la Sociología- a
partir de la descripción de la realidad y la teoría social; han creado todo un armatoste de
respuestas para las preguntas sobre las contradicciones del mundo moderno y su manera de
reproducir la vida material. Lo cual enriquece y al mismo tiempo llena de significados al
sujeto social y a la forma en el cual éste es construido en sociedad.
Tercero: desde los diversos puntos de vista que la Sociología ha empleado para racionalizar la
realidad, solo el método dialéctico-histórico coloca en el centro de sus conceptualizaciones a
la modernidad; no únicamente como un marco espacio-temporal donde los seres humanos
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desarrollan sus vidas, sino como un elemento más que influye tanto en la constitución de las
sociedades e individuos; a más de esto, la modernidad es parte de las premisas que se han
desarrollado para conocerla; delimitando de esta forma las maneras en la cual los sujetos
sociales se acercan a ella.
Cuarto: Las contradicciones de la modernidad, son los puntos neurálgicos por los cuales la
reproducción de la vida simbólica y material se presentan en la cotidianidad de las sociedades;
esto ha permitido que se hayan experimentado diferentes formas de desarrollo de la
modernidad, lo cual desmiente la prenoción de que solo existe una modernidad, y que esta es
eterna y perenne; ya que en su propio seno crea los gérmenes de su destrucción y
configuración.
Quinto: el marxismo, así como la teoría crítica desarrollada por la escuela de Frankfurt,
emplea el método dialéctico-histórico como el más idóneo para develar la realidad social, este
se nutre de episodios que se tratan en tiempos y momentos relevantes en el desarrollo de las
formaciones sociales de diferentes conglomerados humanos, lo cual le da una serie de
ejemplos verificables en la historia que respalda sus conclusiones y aseveraciones sobre el
análisis de la realidad.
Sexto: los diferentes episodios por lo que Antonio Gramsci paso en su vida impregnó su
pensamiento de una cierta negatividad frente al entendimiento de los procesos políticos. Pero
esta negatividad no debe de ser considerada en términos morales, sino más bien como el
impulso para desarrollar propuestas políticas y tácticas frente al fracaso de la revolución. Para
entender estos proceso totalitarios que Gramsci pudo observar en primer plano, él racionalizó
a la superestructura como algo no dado por la estructura económica; y más bien estos dos
elementos, clásicos en el análisis marxismo sobre la sociedad, los discierne como un todo que
se estarían permanentemente constituyendo y aportante el uno al otro y viceversa. En un
proceso dialectico que crea una realidad factible en la cual los sujetos sociales pueden
soportar las contradicciones de la modernidad y el sistema capitalista.
Séptimo: aunque Antonio Gramsci desarrollo un estructura conceptual destinada a explicar las
relaciones políticas e ideológicas de la sociedad capitalista, las interpretaciones que se le ha
dado han limitado su alcance de explicación y más bien sus categorías han sido
funcionalizadas para obtener resultados previsibles. Lo cual ha conlleva a una serie de
visiones erróneas sobre categorías suyas como hegemonía y otros.
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Octavo: la categoría hegemonía ejemplifica como el marxismo trata de responder las
preguntas sobre las contradicciones de la modernidad y el sistema capitalista; pero también
ejemplifica como estas categorías pueden caer en desuso cuando no son manejados de una
manera rigurosa de su significado de análisis; lo cual la puede conllevar a un vacío
significante que es llenado por interpretaciones destinadas a explicar solo un punto
conveniente de la realidad.
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Bibliografía:
Durkheim, Emile. 1984. las reglas del método sociológico. Madrid: Ediciones Morata S.A.
Portantiero, Juan Carlos. 1982. los usos de Gramsci. Buenos Aires: Folios Ediciones S.A.
Wallerstein, Inmanuel. 2001. Abrir las Ciencias Sociales. México: Editorial Siglo XXI.
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