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Cada vez que un sujeto o un grupo humano, cree que sus “formas” de ver y comprender el mundo (sistemas de creencias, ideologías, teorías científicas) son verdades absolutas a
defender a cualquier precio, aun destruyendo otras formas de vida y por ende otros seres humanos, estamos en la zona límite donde comienza la violencia; es decir, cada vez que las
creencias, ideologías o representaciones son consideradas más importantes que la vida, nos encontramos en el umbral de una situación de violencia y de trasgresión de la ley
fundamental que es el respeto por la vida. Este fenómeno de trasgresión de la ley biológica de respeto a la vida, lo encontramos en todas las formas de violencia organizada, como por
ejemplo en la violencia intrafamiliar, aquella que tiene como consecuencia niños maltratados, abusados sexualmente, descuidados y abandonados, etc. (Barudy, 2000).
Toda definición de la realidad es una manera personal de distinguir y explicar los fenómenos que se enfrentan, por lo que las percepciones personales son realidades en la medida
que son consensuadas como tales al interior de una dinámica social (Maturana y Varela, 1984, en Barudy, 2000). Los padres que golpean a sus hijos los siguen haciendo en la medida
que sus comportamientos y los discursos que los justifican siguen siendo aceptados por una parte importante de la población (Barudy, 2000).
Con el modernismo, las funciones del matrimonio y de la familia moderna cambian y las relaciones se vuelven más estrechas y directas. Los cuidados y la educación de los niños
pasan a ser una función casi exclusiva de la madre y del padre; socialmente se delega a la familia el poder de manejar la agresividad, los cuidados y la sexualidad en el interior de su vida
privada. Esto provoca un cierre de las fronteras de la familia nuclear en lo que concierne a la protección de los niños, lo que tendrá una doble implicancia en la aparición de la violencia y
del abuso intrafamiliar: 1) la creencia de que la familia –sobre todo los adultos – deben solucionar por sí solos los problemas ligados a la vida familiar, obstaculizando la legitimidad de la
intervención social sobre las familias encerradas en sus creencias y comportamientos abusivos, favoreciendo esto la cronicidad de estas culturas familiares violentas, y 2) la no-injerencia
de los actores del espacio público en los fenómenos que tocan el espacio familiar, asumiendo los sistemas extra-familiares un rol únicamente de seudo-protección o seudo-regulación de
las situaciones de violencia. (Barudy, 2000)
La familia es la matriz grupal que permite procrear, cuidar, mantener, proteger y reproducir la vida de todos los miembros que la componen. La agresividad, la sexualidad, los
modelos de crianza, el holding y la palabra, son un conjunto de recursos al servicio de la vida familiar; sin embargo, hay familias en las que los adultos desvirtúan estos recursos,
provocando diversos tipos de violencia, siendo la más dramática la que atañe a los niños (Barudy, 2000). Considerando de este modo lo que es una familia, es posible señalar que “la
violencia intrafamiliar [en la que se inserta el maltrato infantil] traduce una disfunción importante del sistema familiar en el cual se produce, así como de los sistemas institucionales y
sociales que lo rodean. Los gestos de violencia [y por ende los de maltrato] expresan una situación de abuso de poder, pero también un sufrimiento en el abusado, en los abusadores y
en aquellas personas que les son más cercanas” (Barudy, 1998, pp.27).
Al mismo tiempo que un sistema organizado en sí mismo, que posee vida propia, y que tiene cierta coherencia interna, la familia es un sistema cultural, que necesita comunicarse y
relacionarse con otros sistemas. De este modo, cada familia, a la vez que posee una cultura propia (conjunto de discursos y / o relatos que se transmiten generacionalmente y que dan
sentido y explican los acontecimientos y fenómenos de la vida familiar), se ve impregnada de una serie de representaciones y discursos sociales que sirven de referencia a sus
miembros, como imágenes guías y modelos de comportamientos en lo que concierne a los roles de cada miembro, sus conductas y la forma de relacionarse. Desgraciadamente estas
imágenes y modelos no siempre respetan la integridad y derecho de los más débiles; así, ciertos modelos culturales abusivos dominantes en la sociedad - como el machismo y el
adultismo -, sirven como base a los comportamientos violentos y abusivos de los adultos al interior de las familias. (Barudy, 2000).
La mayoría de los padres de las familias abusadoras y maltratadoras presentan una concepción particular de la ley y del derecho que les permite no solamente hacer daño a sus
propios hijos, sino además encontrar legítimo el hacerlo. Ellos organizan y autojustifican sus comportamientos a partir de sus particulares concepciones del mundo y de ellos mismos; así,
cuando los abusos y maltratos salen a la luz, pasando del terreno de lo familiar – privado a lo social, el padre autoritario y moralizante negará todo, indignado de que se le impute el haber
cometido tal bajeza. En este mundo, las experiencias subjetivas del otro son negadas, desplazadas o deformadas para confirmar y mantener un conjunto de creencias rígidas,
dogmáticas y abusadoras, de modo tal que las relaciones interpersonales y filiales están al servicio de un sistema de creencias que perpetua y legitimiza el abuso de poder de parte de
los adultos (Barudy, 2000).
De este modo es posible señalar, como lo hace J. Barudy (1998), los sujetos abusadores están convencidos de que sus percepciones, sus representaciones de sí mismos, de su
familia, de sus hijos, de su historia y del mundo que los rodea, son la realidad objetiva, de modo que su singularidad no radica sólo en el comportamiento que conforma y perpetua el
maltrato infantil, sino en la constatación de lo que él cree. Esto, ya que en su sistema de creencias, “el abuso no es abuso, sino un acto justificable y / o necesario” (pp. 28). Lo que marca
la diferencia entre ellos y otras personas, es que ellos se aferran fanáticamente a estas creencias, lo que les impide liberarse de los condicionantes familiares y sociales que les
esclavizan a esos comportamientos e ideologías destructoras.
Así, en los casos de maltrato hacia los niños, los adultos tienden a malversar sus responsabilidades y sus funciones biológicas y psicosociales respecto de cuidarlos, protegerlos y
socializarlos, utilizándolos para sus propios fines. Junto a esto, se ha observado que los padres abusadores, es decir aquellos que perpetran el maltrato hacia sus hijos, intentan
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convencer, o convencen a sus víctimas (en este caso sus propios hijos) de que lo “lo que hace es por su bien, natural, necesario o legítimo [...] La víctima es confrontada a un proceso de
adoctrinamiento que puede resumirse de la siguiente manera: “te amamos, te maltratamos, cállate, es normal” ” (Barudy, 1998, pp. 23).
Se puede decir que la existencia de la infancia sin protección y el maltrato infantil fueron aceptados oficialmente por el mundo adulto a partir de los años sesenta, a pesar que los
datos históricos señalaban que este fenómeno siempre ha existido, al igual que las rebeliones y manifestaciones en contra del abuso del poder y la brutalidad adulta hacia los niños
(Barudy, 1998, 2000). Sin embargo, esas antiguas defensas eran ahogadas por las creencias fuertemente arraigadas, que decretaban que la educación y los métodos educativos eran un
derecho absoluto de los adultos y / o de los padres (Kempe y Kempe, 1978, en Barudy, 2000). La aceptación de la existencia de niños maltratados y abusados por adultos, surge
después de un largo proceso de cuestionamientos de las representaciones que impedían la emergencia de este fenómeno a la conciencia social. Así, establecer la definición de maltrato
no es un detalle; esta definición y su tipología nos confrontan con dos preguntas esenciales: ¿dónde ponemos el límite entre lo que es y no es maltrato? Y ¿hasta qué punto debemos
considerar las costumbres y la dimensión cultural en el momento de diagnosticarlo? (Arruabarrena & De Paul, 1994).
Aunque todas las personas tenemos una cierta idea de lo que es el Maltrato Infantil, resulta extremadamente difícil de precisar profesionalmente este concepto, ya que incluso en el
caso –aparentemente más fácil- del maltrato físico, es sabido que cada cultura, momento histórico y persona pone el límite en un lugar diferente (López Sánchez, 2002, en Volnovich). Así
por ejemplo, comportamientos que antiguamente eran considerados normales, luego se definieron como maltrato en sí, y parte de la educación del niño más que reflejar un inadecuado
trato a éstos, son considerados hasta el día de hoy como una muestra de cariño y preocupación (“porque te quiero te aporreo”, “la letra con sangre entra”, etc.); o simplemente no se
considera el tema porque los niños son parte de los bienes de los padres como cualquier otro objeto que se posee (Gracia & Musitu, 1993, en Apuntes Curso Maltrato Infantil).
Así, al momento de definir el maltrato infantil, hay que tener en cuenta una serie de consideraciones para definirlo adecuadamente, entre las que se cuentan:
a) Amplitud o restricción a determinados aspectos.
b) Contraposición o no con el concepto de “buen trato” en relación a los distintos modelos culturales.
c) Grado de intencionalidad por parte del maltratador.
d) Utilización posterior de la definición: acción legal, acción social, toma de decisiones, etc.
e) Percepción de la víctima y del maltratador del hecho abusivo.
f) Disciplina y ámbito profesional en la que se vaya a aplicar la definición.
g) Estatus evolutivo y de desarrollo del niño (Martínez & De Paul, 1993, pp.21).
Es así como las diferentes definiciones formuladas en las diversas áreas profesionales, se han caracterizado por su vaguedad (Giovannoni, 1989, en Cortés & Cantón, 1999). Se
aprecia por ejemplo, que “las definiciones legales son especialmente genéricas en lo concerniente a los límites de las conductas abarcadas, utilizando términos como sufrimiento mental
o poner en peligro la salud del niño”, mientras que como lo señala Cortés & Cantón, (1999)
El objetivo de las definiciones médicas es la realización de un diagnóstico sobre la enfermedad y su etiología, y sugerir un curso de tratamiento [...] No obstante, mientras que
la identificación de estos niños puede resultar fácil, no está tan clara su etiología. Además hay que tener en cuenta que el profesional no sólo emite un diagnóstico médico,
sino también social y legal (pp. 2 y 3).
Esto, en muchos casos puede disuadir a los profesionales de la salud de realizar un diagnóstico que los involucre; al respecto ocurre una situación similar entre los profesionales de
la salud mental, particularmente entre los psicólogos, quienes se muestran menos dispuestos a denunciar el abuso y maltrato infantil cuando piensan que no ha sido grave o cuando no
se está dando en el presente. Así se aprecia que “la decisión de los profesionales se puede ver influida por el grado de convencimiento de que realmente se hayan producido los malos
tratos” (Cortés & Cantón, 1999, pp.18), lo que puede explicarse por su dificultad para prestar atención a aquello que se escapa de los marcos o esquemas sociales que cotidianamente
definen el orden social, silenciando y no denunciando incorrecciones sociales (como las conductas de maltrato hacia los niños) que muchas veces son incluso difíciles de percibir
(Goleman, en Apuntes Curso Salud Mental Comunitaria, 2002). Así mismo, la mayoría de las veces, al no poseer los nombres adecuados para identificar los tipos de maltrato, no es fácil
ver los hechos tal como ocurren. No se pueden ver aquellas cosas para las cuales se carece de nombre, pero “tampoco vemos que no los vemos” (Ravazzola, 1997, pp. 92), tendiendo a
creer, que no existen.
De este modo, y considerando las dificultades antes expuestas tanto en lo que se refiere a la definición como al reconocimiento del maltrato infantil, es posible señalar que el inicio
de los estudios del maltrato infantil se focalizaban exclusivamente en los malos tratos físicos. De ahí se ha ampliado el tema hacia otras formas, especialmente la negligencia, y malos
tratos de tipos emocional. Tanto la literatura profesional especializada, como la opinión pública, han contribuido han contribuido a la ampliación del estudio, por ejemplo, al dejar de
considerar que los maltratadores debían ser sujetos que sufrían una patología psíquica, o que vivían en condiciones sociales y económicas extremas. Así, los modelos
multidimensionales caracterizan la evolución del estudio en los últimos años (Arruabarrena & De Paul, 1994), llegando a lo que Hillson & Kuiper (1994, en Cortés & Cantón, 1999)
caracterizan como la tercera generación de modelos explicativos del maltrato infantil, los que enfatizan la necesidad de lograr la descripción de la explicación del abuso infantil, de modo
de establecer los procesos explicativos por los que los factores potenciadores y compensadores interactúan para dar lugar al maltrato infantil.
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Por su parte, los modelos de primera generación o teorías tradicionales, se centran en factores causales únicos, adoptando por tanto una perspectiva muy simplista y no explicando
adecuadamente la variabilidad del abuso entre familias que comparten características similares; entre ellos se encuentran el modelo psiquiátrico o psicológico, el modelo sociológico, y
los modelos centrados en el niño. Los modelos de segunda generación o enfoques de la interacción social, reconocen la naturaleza multicausal del abuso infantil, integrando los diversos
factores de los primeros modelos unidimensionales en unos enfoques multidimensionales más complejos; así reconocen que los factores tanto de los padres, como los del niño y los
ecológicos contribuyen simultáneamente al maltrato infantil. Además estos modelos distinguen entre factores de riesgo o potenciadores del maltrato y factores compensadores o
amortiguadores que disminuyen la probabilidad del abuso; así mismo, han ido reconociendo la naturaleza dinámica de las familias abusivas, de manera que incluyen componentes
temporales en sus descripciones (Hillson & Kuiper, 1994, en Cortés & Cantón, 1999).
Pese a estos diferentes modelos teóricos existentes para definir o explicar el maltrato infantil, es posible señalar que existiría consenso en cuanto a que la noción de maltrato
emerge en oposición a la noción de buen trato y de bienestar infantil; desde esta perspectiva, todo comportamiento y / o discurso adulto que transgreda las necesidades y los derechos
del niño contenidos en la filosofía de la Convención de los Derechos del niño será considerado como maltrato. Todos los niños tienen el derecho a recibir los cuidados necesarios que le
aseguren la vida, el bienestar y un desarrollo armonioso, asegurando a cada niño el desarrollo de sus potencialidades. Según estos principios, todo acto activo o de omisión cometidos
por individuos, instituciones o la sociedad en general, que prive a los niños de cuidados, de sus derechos y libertades, impidiendo su pleno desarrollo, constituyen por definición un acto o
situación que entra en la categoría de maltrato (Barudy, 2000).
Así, y en concordancia con lo anterior, el Servicio nacional de menores (SENAME) ha definido el maltrato infantil como:
Cualquier acción que produce o puede producir daño en un niño, niño o adolescente, que amenaza y altera su desarrollo normal, y que es directamente atribuible a una
persona que se encuentra en una posición de poder respecto a la víctima. Puede manifestarse en forma pasiva (omitir los cuidados o la protección) o activa (agresión
directa). La violencia hacia los niños / as es una de las más graves transgresiones a los derechos de los niños / as, por las consecuencias inmediatas, a mediano y largo
plazo que tiene para ellos / as. Se trata de un problema que supera las clases sociales y que no tiene una causa única, ya que se relaciona con un conjunto de fenómenos
culturales, económicos, políticos, sociales y psicológicos. Así mismo, el agresor puede ser un miembro de la familia, la comunidad o de una institución (www.sename.cl)
Junto a esta definición, tanto el SENAME como diferentes autores e investigadores (Barudy (1998, 2000), Martínez & De Paul (1993), Cantón &Cortés (1999), Sanz & Molina (1999),
Arruabarrena & De Paul (1994), entre otros), distinguen diferentes tipos de maltrato como consecuencia de situaciones de desprotección, que incluyen todas las situaciones familiares y
sobre todo sociales, donde la vida y los derechos de los niños no son respetados. Así es posible la tipología del maltrato que a continuación se presenta.
Tipos de Maltrato
El maltrato es por acción u omisión.
a) Maltrato Físico Activo: es el uso de la fuerza para provocar daño físico al niño / a. Son acciones no accidentadas por parte de adultos, que pueden producirle daño físico o lo ponen
en grave riesgo de padecerlo. Se incluyen aquí todos los daños resultantes de castigos físicos severos y agresiones deliberadas con instrumentos (correas, cuchillos, cigarros) o sin
ellos (www.sename.cl). También se interpreta como maltrata a la aparición de cualquier lesión física que se produzca por el empleo de cualquier tipo de castigo inapropiado para la
edad del niño o niña. A diferencia del maltrato físico activo, el castigo físico se define como el empleo de la fuerza física con la intención de causar dolor, sin lesionar, con el propósito
de corregir o controlar una conducta. No siempre es sencillo saber cuando termina el “disciplinamiento” y comienza el abuso. En contraposición con el maltrato físico activo, el
castigo corporal es una práctica muy difundida y socialmente aceptada. A pesar de ello, constituye una violación de los derechos fundamentales de los niños como personas, ya que
constituye siempre una forma de abuso (www.rionet.com.ar/maltratoinfantil).
b) Maltrato Físico Pasivo, Abandono o Negligencia: es el descuido negligente o intencionado que pone en peligro la integridad física del niño o niña. Las necesidades físicas
(alimentación, higiene, protección, vigilancia y cuidados médicos) no son atendidas por ningún miembro del grupo que convive con él o ella (www.sename.cl). Es necesario recalcar
el carácter intencional, nunca accidental del daño o de los actos de omisión llevadas a cabo por los responsables del cuidado del niño o niña, con el propósito de castigarlo o
injuriarlo (www.rionet.com.ar/maltratoinfantil).
c) Maltrato Psicológico Activo: rechazar, aislar, ignorar, aterrorizar, desvalorizar o menoscabar sistemáticamente la autoestima del niño o niña, mediante cualquier actitud o expresión
verbal que activamente le provoque daño psicológico manifiesto. Son actos de naturaleza intencional, o cualquier esfuerzo que trata de disminuir la valoración de sí mismo / a del
niño / a (www.sename.cl).
d) Maltrato Psicológico Pasivo: son aquellas situaciones en que los niños o niñas no reciben el afecto, el amor, la estimación, el apoyo y la protección necesarios para su desarrollo
óptimo. Incluye la privación afectiva o de estimulación cognitiva (www.sename.cl).
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e) Abuso Sexual: es cualquier tipo de actividad sexual con un niño o niña desde una posición de poder o autoridad sobre él o ella. Así, el niño / a se ve involucrado en actos sexuales
que, por su etapa de desarrollo, no es capaz de evaluar en sus contenidos y consecuencias. Incluye la violación, el abuso sexual, el incesto y la explotación sexual (prostitución y
pornografía). El abuso sexual es siempre activo (www.sename.cl).
La perspectiva abordada abre la posibilidad de que el diagnóstico del maltrato y su intervención sean el resultado de un diálogo inscrito en un espíritu de co-responsabilidad, con la
participación de toda la comunidad, que ofrezca, según la singularidad de cada tipo de maltrato, respuestas coherentes al sufrimiento infantil (Barudy, 2000). Así se ha transitado desde
intervenciones que iban dirigidas a la separación de las víctimas del ambiente familiar y su ingreso en centros y residencias unido a la penalización de los padres maltratantes, hacia una
disminución de tales separaciones y un aumento de los intentos de rehabilitación de las familias, las cuales incluyen intervenciones de tipo terapéutico dirigidas a la capacitación de los
padres para un desempeño adecuado del rol parental (Daro, 1988, en Arruabarrena & De Paul, 1994).
Tras revisar las investigaciones existentes acerca del maltrato infantil, se constató que éste es un problema que se caracteriza por ser muy difícil de abordar. En lo teórico, no se
utilizan conceptualizaciones comunes que permitan trazar distinciones. Esta ‘indistinción’ se da, por ejemplo, entre lo que es realmente maltrato y lo que son conductas que involucran
castigo físico o psicológico, y que, en la medida que son consideradas como una forma de impartir disciplina, han sido validadas culturalmente.
En los aspectos metodológicos, el abordaje aparece como igualmente complejo, ya que debido a la naturaleza “encubierta” del problema es difícil determinar la incidencia del
maltrato en cifras brutas. Así, la gran mayoría de las investigaciones existentes sobre este tema se han centrado en cifras parciales basadas en la población consultante (aquellos niños
que llegan a los hospitales, comisarías o juzgados) es decir, en casos que suelen ser de mayor gravedad.
A lo anterior, se suma el hecho de que las variables estudiadas son demasiadas y corresponden a dimensiones muy distintas: culturales, sociales, económicas, afectivas, de
personalidad, etc. lo que ha dificultado la posibilidad de diseños metodológicos coherentes. Frente a estos problemas de abordaje, Ana María Haz (1992) preconiza la consideración de
las variables a través de diseños de modelos que se guíen por los objetivos particulares que persiguen.
Considerando lo anterior, es posible señalar que las estadísticas más actuales encontradas en torno al maltrato infantil, revelan los datos que a continuación se presentan.
Microsistema
Variables de los Padres
Se han estudiado muchas variables relacionadas con los padres, en cuanto a su socialización, factores cognitivos (inteligencia, percepción), biológicos (factores neurológicos, estado
de salud física), afectivos (depresión, autoestima), etc.
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Los datos expuestos son en su mayoría extraídos de las cifras de este estudio. En caso contrario, será señalado a través de las referencias.
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El factor más estudiado se refiere al historial de abandono, abuso o agresión en la niñez de los abusadores. Se ha establecido que la transmisión generacional sería de un 30%
aproximadamente, si bien se plantea que existen factores mediacionales tales como un mayor apoyo social, infantes físicamente más sanos o expresión más abierta respecto a sus
historias de abuso (Kaufman y Zigler, 1987, en Haz, 1992).
Respecto al género, diversos estudios muestran que el padre ejerce menos violencia que la madre, lo cual puede tener una directa relación con la cantidad de horas del día que las
madres están con sus hijos y con el escaso tiempo que los padres suelen dedicar a sus hijos (Larraín, 1997). Así, el estudio de la UNICEF (2000) reveló que las madres ejercen de
manera significativa más violencia física leve y grave que el padre (49.9 % en comparación a un 27.6 %).
Un tercer factor que ha mostrado estar correlacionado con el maltrato es el nivel educacional de los padres. Aquellos que tienen formación universitaria suelen utilizar más violencia
psicológica, en tanto que la violencia física grave aparece como más frecuente en madres con enseñanza media incompleta y en padres con enseñanza básica incompleta.
Otros factores que muestran relaciones significativas con la violencia son: ingestión de alcohol por parte del padre, el que la madre trabaje o que el padre sea desempleado.
Variables Interaccionales
En general se ha señalado que la relación e interacción entre los padres abusadores y sus hijos tiende a ser más negativa y menor respecto a aquella de padres no abusadores
(Haz, 1997).
Por otro lado, la violencia entre los padres aparece como el principal factor de riesgo del maltrato infantil: 56.3% de los hijos de padres que se golpean entre sí, son víctimas de violencia
física grave y sólo un 12.5% de éstos no sufre ningún tipo de violencia.
Variables de la Familia
Hay también una relación significativa entre el número de hijos en la familia y la violencia ejercida por los padres, lo que se explica por el estrés y la dificultad por encontrar otras
formas de control de los niños que esto genera (Larraín, 1997).
El tipo de estructura familiar también aparece como un factor de riesgo, específicamente cuando la toma de decisiones no es conjunta. Así, las familias “autoritarias” aparecen con
más índices de violencia física (Larraín, 1997).
Familias Maltratadoras y Abusadoras (J. Barudy):
- Familia Enmarañada y Altruista: familias aglutinadas, aparentemente cariñosas y sobreprotectoras; padre cercano y madre periférica, en donde el primero tiene
carencias afectivas que compensa en los niños, de manera que la madre por las mismas carencias queda distanciada del sistema y de lo que ocurre. Hay inversión
de roles, ya que los niños satisfacen a los padres en sus necesidades, así como lo hicieron ellos con sus padres. El padre siente real culpa y arrepentimiento cuando
un hijo denuncia un hecho con sufrimiento y confusión, se acepta la situación y hay posibilidad de cambio terapéutico.
- Familia Promiscua, caótica, Indiferenciada y Usurpadora: los límites, los roles y las jerarquías son poco claras, de manera que la confusión y la falta de intimidad o
privacidad lleva a situaciones de abuso a los más débiles. El hecho es conocido y aceptado como algo normal dentro del marco familiar, y el temor se dirige hacia la
sanción social o legal. El medio ambiente en este caso suele ser opresivo y de deprivación, considerando como única fuente de dominio, control y apoyo afectivo a los
hijos. No existe espacio para verbalizar lo que ocurre y los niños se encuentran atrapados y cosificados. Les cuesta aceptar la situación porque se percibe como
normal, pero se está dispuesto al cambio una vez reconocido el evento.
- Familia rígida, absolutista y totalitaria: normas morales, conductuales y de disciplina estrictas con una visión de si mismo y de las relaciones familiares idealizada. En
general el maltratador y su familia tienen creencias rígidas, dogmáticas, moralistas, autoritarias y prejuiciosas, sin capacidad de reflexión crítica de los propios actos,
lo cual legitima y perpetúa el abuso de poder. Así, todo lo distinto, o cualquier desviación de la regla se percibe como amenazante y se rechaza. Se convencen de que
su familia funciona bien (niños obedientes y disciplinados) y los padres son el modelo de socialización, los cuales suelen haber sido criado en un sistema similar, por
lo que se encuentran plenamente validados. No aceptan ni reconocen la situación; difícil de intervenir.
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Exosistema
Respecto al nivel socioeconómico, el estudio de la UNICEF (2000) constató que el maltrato infantil se da en todos los estratos sociales, si bien en el nivel alto se da un mayor grado
de violencia psicológica (26.7%) y en el nivel bajo mayor grado de violencia física grave (31%). La violencia física leve es relativamente similar en los tres niveles (rodea el 27% de la
violencia total ejercida).
Otro factor de gran importancia refiere al grado de aislamiento de las familias respecto de la comunidad. Se ha visto que las redes sociales de las familias maltratadoras suelen ser
precarias y limitadas. Se establecen menos contactos con personas y participan menos en actividades comunitarias (Garbarino, 1980 citado en Haz, 1992) y escolares (Larraín, 1997).
Las falencias en los organismos judiciales en Chile constituyen también una variable interviniente. Esto, porque debido a lo burocrático y a largo plazo poco efectivo del sistema los
profesionales de la salud prefieren muchas veces no intervenir en casos de maltrato.
Macrosistema
En Chile el castigo físico es validado culturalmente como una estrategia para impartir disciplina, hecho que se constata incluso en la opinión de muchos de los niños, quienes lo
aprueban como tal. A este respecto, en un estudio de Korbin (1975, en Haz, 1992) se evidenció que en países en que este sistema de creencias disciplinares no existe, el maltrato infantil
es menos frecuente. Así, se ha podido constatar que los padres suelen tener conductas maltratadoras que no son reconocidas como tales: si no se producen daños físicos severos se
asume que no existe maltrato (Larraín, 1997).
También ocurre que, basado en la creencia de un derecho a privacidad y autonomía de los padres en la crianza de los hijos, tiende a darse una política de no - involucramiento por parte
de las personas que presencian el maltrato (Haz, 1992).
Modelo ecológico:
1. Microsistema: “el niño no es un igual”
2. exosistema: redes que rodean a la familia (fam extensa, colegio, consultorio, vecindario, etc.)
3. microsistema: familia (incluido al niño mismo)
4. ontogénesis: características del maltratador.
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- Historia de malos tratos 1. Interacción paterno-filial 1. trabajo - crisis económica
- Hist de desatención severa - desadaptada a) desempleo: - aprobación cultural del uso de la
- Rechazo emocional y falta de calor - ciclo ascendente de conflicto y - falta de dinero violencia
afectivo en la infancia agresión - pérdida del rol - aceptación cultural del castigo físico en
- Carencia de experiencia en el cuidado - técnicas de disciplina coercitivas - pérdida de autoestima y poder la educación de los niños
del niño 2. relaciones conyugales - estrés conyugal - actitud hacia la infancia. Los niños
- Ignorancia acerca de las - conflicto conyugal b) insatisfacción laboral como posesión.
características evolutivas del niño y - estrés permanente c) tensión en el trabajo - Actitud hacia la familia, la mujer, la
sus necesidades - violencia y agresión 2. vecindario y comunidad paternidad-maternidad.
- Historia de desarmonía y ruptura 3. características del niño - aislamiento social
familiar - prematuro falta de apoyo social
- Pobre autoestima - bajo peso al nacer 3. clase social
- Bajo CI - poco responsivo. Apático.
- Pobres habilidades interpersonales - Problemas de conducta
- Falta de capacidad empática - Temperamento difícil
- Poca tolerancia al estrés - Hiperactivo
- Estrategias de coping inadecuadas 4. familia
- Problemas psicológicos - tamaño familiar
- padre único
- hijos no deseados
Factores de compensación
- CI elevado - hijos físicamente sanos - apoyos sociales efectivos - prosperidad económica
- Reconocimiento de las experiencias - apoyo de la pareja - escasos sucesos vitales estresantes - normas culturales opuestas al uso de
de maltrato en la infancia - seguridad económica - afiliación religiosa fuerte y apoyativa la violencia
- Historia de relaciones positivas con un - experiencias escolares positivas y - promoción del sentido de
padre buenas relaciones con los iguales responsabilidad compartida en el
- Habilidades y talentos especiales - intervenciones terapéuticas cuidado de los niños.
- Habilidades interpersonales
adecuadas
Unido a la ocurrencia del ciclo, se ha establecido una situación que aumenta la gravedad de la violencia denominada escalada de violencia: en cada fase aguda del ciclo de violencia
aumenta la magnitud y duración de los episodios, aumentando por consiguiente el peligro para los afectados.
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Así, esta situación se va constituyendo como una forma normal y usual de corrección tanto para los papás como para los niños; mientras más problemático sea el niño, más
expuesto está a sufrir este tipo de sanciones.
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También se han descrito indicadores que deben alertarnos en el trabajo con niños, asociados a otras manifestaciones de maltrato existentes, que se traducen en: lesiones en la
cabeza y rostro o en zonas del cuerpo, lesiones en el área genital que no se expliquen como accidente, y enfermedades de transmisión sexual, desnutrición y descuido del aseo
personal, y que corresponderían a maltrato físico, abuso y negligencia.
Síntesis:
1. Temor al ataque físico o abandono que conduce a la depresión y ansiedad; esto dispara defensas de agresión, desconfianza y problemas en el control de impulsos.
2. Fracaso para cumplir las expectativas distorsionadas de los padres, conduce a relaciones objetales defectuosas, luchas por la dependencia, internalización de una autoimagen
de niño malo con baja autoestima; aumenta la depresión existente.
3. Dificultad para lograr la separación y autonomía. El niño se mantiene escindido entre el yo y los demás, es totalmente bueno o totalmente malo, basado en experiencias de ser
recompensado en forma alterna o rechazado de manera impredecible y en forma arbitraria.
4. Los múltiples rechazos, ubicaciones fuera de la casa, incluyendo hospitalizaciones, prolongan y aumentan la ansiedad de separación y la ambivalencia sobre el apego hacia los
cuidadores adultos.
-En Chile, recién con la llegada de la democracia este tema se comenzó a visualizar y el niño es considerado “sujeto de derecho”.
Antes: niño como propiedad de la familia, “patria potestad” (propiedad de los padres).
Poco a poco se ha ido entendiendo que el niño es distinto al adulto, y no un adulto en miniatura.
- Se requiere un trabajo multidisciplinario (abogados, jueces, médicos, carabineros, asistentes sociales, etc.)
- Situación de maltrato:
a) como expresión de crisis en la familia
b) vivencia que viene por generaciones, modelos ideológicos aprendidos que se repiten. Lo sienten legítimo. (Esta es peor)
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- ingesta de alcohol o drogas puede aumentar las probabilidades.
I. Abuso Sexual
El abuso sexual es cualquier gesto o acto relacionado con la gratificación sexual que un adulto o en posición de poder realiza a un menor de doce años, dependiente de este.
Dichos actos pueden ser por la vía de la agresión o la seducción. Además el abusado por una parte no ha alcanzado el desarrollo psicosexual que le permita llevar a cabo ciertas
prácticas sexuales, y por otro no tiene la capacidad suficiente como para percatarse de la situación, evaluarla y elaborarla (vivencia confusa e incomprensible), ni tampoco para darse
cuenta del daño que le provoca (efecto traumático o alineación sacrificial).
A diferencia del maltrato Físico que permite al niño decirlo, identificar a la víctima, poder nombrarla e identificar un dolor concreto que permite poner distancia, en el abuso sexual,
el niño no entiende, hay una mezcla de ternura y confusión. Confusión: pasa algo nuevo y secreto, que puede resultar placentero para el niño. Secreto: igual de traumático que el acto
mismo.
El abuso sexual no es un acto único (violación), sino un proceso:
- violación por un extraño: acto único en que se puede decir claramente que el otro es un abusador
- proceso de abuso: deja daño grave por no ser un acto único y por la relación afectiva con el abusador
Factores asociados:
Coinciden en su mayoría con los el maltrato infantil: cosificación y erotización de los niños, valor de la propiedad, sociedad adultista, relación de poder y dominación legitimada
culturalmente, niños como objetos de gratificación y compensación de las propias carencias y traumas de su historia, relaciones familiares asimétricas y caóticas o rígidas, entre otras.
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En estas 2 etapas el sistema está en equilibrio, bajo control y se mantiene la ley del silencio. Luego puede haber o no el siguiente paso.
3. Fase del secreto o ley del silencio: el abusador sabe de su transgresión, pero no logra ponerse en el lugar del menor y del daño realizado. Para protegerse, activa una serie de
mecanismos para imponer el secreto de sus actos, que van desde amenazas explícitas hasta chantajes emocionales y culpabilización o manipulación psicológica del menor, de
manera de hacerlo cómplice de lo ocurrido. Ante el temor, el menor se adapta a la situación, y la acepta como modo de sobrevivencia y resguardo familiar. Así cierra el círculo,
desculpabilizando al abusador, y aumentando su propia culpa y vergüenza. Si logra distanciarse y visualizarse como víctima, resguarda una parte de su psiquismo y el daño es la
traumatización, si es aspirado por el abusador, se siente partícipe y culpable y no logra verse como víctima, la consecuencia es la alineación sacrificial.
SISTEMAS ABUSIVOS
El modelo ecosistémico va más allá del maltratador y la víctima, ampliando su mirada del maltrato al macrosistema, es decir, considera distintas unidades de análisis.
En los sistemas abusivos, quien está en la posición superiores abusa de su lugar y obliga al que está más abajo a hacer cosas que no haría por su propia voluntad ( jerarquías
de dominio). Es importante considerar que no todos los sistemas jerárquicos son abusivos; hay veces en que la posición jerárquica es una necesidad y se está en esa posición de
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manera transitoria, como por ejemplo los padres con los hijos. Lo abusivo se relaciona con mantener la jerarquía más allá de las necesidades del sistema, con el sistema patriarcal y las
creencias asociadas a este en el que estamos educados: “estamos acostumbrados a que alguien mande”; “si no hay jerarquía las cosas no funcionan”; “las jerarquías son naturales”. Eso
es lo que perpetúa estos sistemas. Es importante destacar que la violencia exige la diferencia de posición jerárquica; si estas diferencias no existen se estaría hablando de agresión.
Uno de los elementos que avalan que existan los sistemas jerárquicos, son los sistemas de creencias y valores. En general es el hombre quien está en una posición de poder
superior respecto de la mujer. La subordinación de la mujer sobre el hombre y la dependencia (económica) son dos factores que contribuyen a que la cantidad de mujeres maltratadas
sea mayor a la de hombres. Mientras mayor es la dependencia de la víctima, menor es la probabilidad de romper esta situación.
Violencia Ideológica: cuando se está inserto en un sistema violento, el que está en posición más inferior, siempre está sufriendo, así estas personas tenderían a reproducir estas
situaciones si más adelante cambian de posición a una más superior, teniendo mayor probabilidad de ser abusivo. Esto se relaciona con la transmisión generacional de los sistemas
abusivos, en donde a la base está el fuerte sentimiento de injusticia que lleva a desquitarse con el que se tiene más a la mano.
En contraposición a las jerarquías de dominio propias de los sistemas abusivos se encuentran las jerarquías de actualización, en las que la jerarquía está dada en función de
promover las potencialidades en los que dirige; cuando estas se desarrollan la jerarquía desaparece. Relacionado con esto, el concepto de dominancia, hace referencia a que no
necesariamente hay que usar la violencia para imponerse o imponer respeto.
Así, hay ciertos elementos que avalan el uso de la violencia: minimización del sufrimiento y naturalización de la jerarquía.
Por otra parte, es importante considerar también que en los sistemas abusivos, es el que para abusar de otro hay que tener un grado de distancia emocional importante con la
víctima; así el apego es un factor que protege contra el abuso o maltrato.
Abusador
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Intervenciones.
1. Intervención social: Es lo primero, su objetivo es interrumpir el maltrato (lo que no necesariamente ocurre con la divulgación) Y separar la víctima del victimario. La debe hacer el
sistema policial y judicial. El psicólogo puede ayudar a activar a la red de la víctima en contra del abusador y a mantener la crisis (intensificar el problema, mostrar su gravedad)
para evitar la represión.
2. Intervención terapéutica: debe hacerse cuando se ha logrado interrumpir el abuso, y por un psicólogo distinto al que realizo la intervención social. Es importante jamás juntar a la
víctima con el abusador y trabajar con grupos de autoayuda (de niños abusados, padres abusadores).
3. Abusador pide perdón a víctima: una vez que el abusador pide perdón a la víctima, esta decide si lo perdona o no. Nadie puede perdonar si no se le pide el perdón.
Una vez que la persona abusada reconoce que fue maltratada, se le considera una sobreviviente vivió experiencia traumática que no puede olvidar, que le afectará siempre que
enfrente situaciones que le hagan resonar el maltrato.
* Control Social: herramienta muy poderosa en estos casos, es la presión que ejerce el grupo como forma de parar el maltrato.
Categorías:
-Incesto
-Violación
-Vejación sexual: tocamiento y hacer que el niño toque.
- Abuso sin contacto físico: aunque no exista intención, es decir, por hacinamiento o colecho. El signo claro es la erotización traumática y el mayor problema, la indiferenciación entre la
sexualidad y lo afectivo.
a) Abusador desconocido: puede ser reconocido por la víctima como abusador, ya que nadie lo va a cuestionar. Además, puede ponerle más rápidamente el nombre de lo impropio,
conceptualizarlo como algo malo y su familia le ayudará en ello.
b) Abusador conocido: se manipula la confianza de la familia. Fácil acceso al niño, quien es negado → mayor dificultad de reconocerlo como abuso, ya que por la seducción y el engaño,
es más fácil que el niño se sienta culpable.
Ventaja relativa: la familia puede llegar a acoger al niño (y quizás compartir las culpas?), pero puede pasar mucho tiempo sin que se entere (ley del silencio y culpabilidad).
c) Abuso sexual intrafamiliar: dificultad para reconocerlo, ya que la figura es importante para el niño y lo manipula y engaña. Puede darse en periodos largos de tiempo, protegidos por la
ley del silencio, que mantiene el equilibrio familiar.
Consecuencias:
1. físicas (ej. Infecciones, pubertad precoz)
2. psicológicas a corto plazo:
- miedos
- ansiedad
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- pesadillas
- conductas regresivas
- erotización
- conductas agresivas, disociales
- problemas académicos
También puede haber un síntoma asociado (ej dolor de cabeza). Puede implicar un intento de comunicación de sus necesidades de atención y protección (puede verse como
manipulación: mamá, quédate en la casa)
3. psicológicas a largo plazo:
- daño en las relaciones interpersonales
- alteración del comportamiento sexual (daño en el límite entre lo afectivo y lo sexual)
- depresión e intentos de suicidio
- drogadicción
Estos dos últimos, son fenómenos de disociación → hechos que no se reconocen y no se quieren entender. (Caso extremo: doble P)
En Chile no es obligatorio para el profesional hacer la denuncia. Para los niños, la sensación de tener justicia es muy importante → vivencia de reconocimiento (y de que el abusador
puede ser juzgado)
ONTOGENIA DEL AS
PROTOCOLO DE VALIDACIÓN DE AS
Indicadores de As
Indicadores físicos en el niño Indicadores comportamentales en el niño Conducta del cuidador
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- dificultades para andar y sentarse - parece reservado, rechazante tiene conductas - extremadamente protector o celoso del niño
- ropa interior rasgada, manchada infantiles; incluso puede parecer retrasado - alienta al niño a implicarse en actos sexuales en
- se queja de dolor o picor en la zona vaginal o anal - tiene escasas relaciones con sus compañeros presencia del cuidador
- contusiones o sangrado en los genitales externos - no quiere cambiarse de ropa para hecer gimnasia o - sufrió abuso sexual en la infancia
- enfermedad venérea pone dificultades para participar en actividades físicas - experimenta dificultades en su matrimonio
- cerviz o vulva hinchados - comete acciones delictivas o se fuga - abuso de drogas o alcohol
- semen en la boca, genitales o en la ropa - manifiesta conductas o conocimientos sexuales - está frecuentemente ausente del hogar.
- embarazo extraños, sofisticados o inusuales.
- Dice que ha sido atacado por el padre o cuidador.
Requisitos para señalar la presencia de AS
Para señalar la presencia de AS, se requiere que al menos en una ocasión se haya producido alguna de las situaciones señaladas:
Categorías de AS
1. Incesto
2. violación
3. vejación sexual: conducta sexual con un menor cuando tal contacto comporta estimulación p gratificación de las necesidades o deseos sexuales de otra persona. Esto incluye:
- el tocamiento intencionado de los genitales o partes íntimas, incluyendo pechos, área genital, parte interna de los muslos o nalgas, o las ropas que cubren esas partes, por parte del
perpetrador hacia el niño.
- Alentar, forzar o permitir que el niño toque de manera inapropiada las mismas partes del perpetreador.
4. AS sin contacto físico:
- solicitud indecente a un niño o seducción verbal explícita
- exponer los órganos sexuales a un niño con el propósito de obtener excitación o gratificación sexual, agresión. Degradación o propósitos similares.
- Realizar el acto sexual intencionadamente en la presencia de un menos con el objeto de buscar la excitación o la gratificación sexual, agresión. Degradación u otros propósitos
semejantes.
- Automasturbación en presencia de un niño
5. otros
6. mixto
7. no conocido.
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a) esposa en un rol de dominación → mujeres cadenciadas y → hija abusada que proporciona
y de control. Proporciona a su obligadas a cumplir una función la ilusión de dominación
marido la ilusión de protección de adulto durante su infancia
La esposa subordinada al + objeto de esperanzas mágicas (parentalización)
abusador, incapaz de asegurar de su marido b) esposa en un rol de → mujeres maltratadas y/o → hija abusada que proporciona
cuidados maternales dependencia y de sumisión. abusadas en su infancia la ilusión de protección
suficientemente adecuados y de Proporciona a su marido la ilusión
proteger a sus hijos. de fuerza y dominación.
c) esposa en combate con su → mujeres prisioneras de una → hija abusada que permite la
marido por el control de la manipulación psicológica (entre la regulación de la distancia
relación. fusión y e rechazo)
* Imposición del rol de mujer capaz de responderle en todo momento, y al mismo tiempo se reimpone la creencia de ser responsable de lo que le ocurre. Implica comunicación
paradójica.
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II. Negligencia y Abandono
La desnutrición no es negligencia su es por situación de extrema pobreza. Lo que hay en ese caso es abandono social de la familia.
La intervención en negligencia física se da frente a situaciones permanentes más que temporales (criterio para intervenir). Ej. Control del niño sano en consultorios.
En el abandono, ya no hay relación de apego, no así en la negligencia, en la cual el apego sufre de trastornos.
Rel. de apego:
Patrón de relación
Patrón de procesamiento de la info.
Estrategias para identificar y responder al peligro e incomodidad.
Causas de negligencia:
1. biológica: trastorno en la relación de apego, encuentro sensorial impedido
2. cultural: se corrige con información
3. contextual: se requieren medidas sociales
NEGLIGENCIA
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1. Negligencia biológica por trastornos del apego
a) factores dependientes de la madre:
- depresión
- enfermedad mental
- toxicomanía y alcoholismo
- trastornos del apego como consecuencia de traumatismos infantiles
b) factores dependientes del niño
c) factores dependientes del padre
2. negligencia cultural
- trastornos del apego biológico por modelos de crianza inadecuados y violentos
- carencias educativas
3. negligencia contextual
a) la pobreza como medio ambiente:
-ausencia de estructuración espaciotemporal
- funcionamiento familiar caótico y predador
- trastornos de la percepción y de la discriminación sensorial (frío, calor, hambre, saciedad, agresividad, ternura, sexo…)
b) aislamiento social
- marginalidad
- familias monoparentales
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III. Maltrato Psicológico
Daño en las necesidades emocionales del niño, no estar en contacto con sus necesidades emocionales. Puede ser verbal o no verbal.
Un no reconocimiento del niño. Actos que pueden constituir un potencial daño emocional para los niños, al hacerlos sentir despreciables, defectuosos, no queridos, en peligro o útiles sólo
para satisfacer las necesidades de otra persona.
Destrucción o daño importante en la competencia del niño: buen funcionamiento en contextos sociales. Capacidades:
1. de comunicación
2. paciencia (demorar la propia respuesta de una manera socialmente eficaz)
3. fijación de objetivos realistas
4. desarrollo del ego (confianza y seguridad básica, para manejar los desafíos diarios)
No hay una conducta que sea más grave, sin embargo, el rechazo está a la base en general de todas las demás conductas. Implica focalizarse también en los aspectos negativos del
niño.
Los padres deben empalizar y estar atentos a la sensibilidad de los niños.
-Degradación o humillación
-Descalificación
-Aterrorizar o amenazar.
-Aislar al niño (de sus pares, por ejemplo)
-Sobreexigir: debe observarse en relación al CV del niño y a sus necesidades individuales.
-Explotar o corromper (Ej. Trabajo infantil)
-Negar respuestas emocionales (no expresar amor, cariño)
-Castigar una emoción (Ej. llanto, rabia)
-Portazo
-Ley del hielo o retiro del cariño
-Gritos
-Manipulación
-Parentalización del niño (que puede ir acompañada de negligencia, especialmente afectiva)
-Rechazo o desaire sobre lo que el niño es o de lo que percibe.
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Los niños jamás realizan conductas con el fin de hacer daño a alguien; sólo responden a las contingencias y situaciones que están viviendo.
Disociación: indicador de que el maltrato no está resuelto. En actos o en relatos verbales donde las emociones están disociadas. Relato y emoción; acto y emoción → deben ser
coincidentes. Las experiencias tristes, aunque ya estén elaboradas, siempre lo serán, entonces detectar la disociación permite prever que se disociará también en el propio rol de padre o
madre.
Efectos:
Las habilidades sociales requieren buena autoestima. Lo mismo para aprender, ya que requerimos confiar en las propias competencias.
La mujer del hombre violento, por su dependencia, es incapaz de proteger a sus hijos. Tienen experiencias de carencias precoces y crónicas, además de rupturas relacionales repetidas.
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V. Violencia Conyugal
Ciclo violencia:
Fase 1: acumulación de tensión
Fase 2: episodio agudo de golpes (pº crítico, corto)
Fase 3: calma, conducta arrepentida (“luna de miel”)
Si hay violencia de pareja hay maltrato psicológico para los niños (Ej.: quién está preocupado por los niños)
- niños que son testigos de VIF de sus padres
- niños cuyos padres se están separando, ya que están más expuestos por el tema de las lealtades. Necesitan a ambos padres, no deben perder a ninguno, lo cual va a depender de
la claridad de os padres y su capacidad de separar las cosas. Puede sentir rechazo por uno de los padres si siente que se alía con el otro. Puede también aliarse con el más débil
emocionalmente para cuidarlo →inversión de roles y sobreexigencia. Los niños NO están hechos para responder a las necesidades emocionales de los padres. Necesitan poder
seguir siendo leal a ambos padres y contando con los dos.
En nuestro sistema legal actual, se incurre en victimización secundaria: declaraciones múltiples, careos, horas de espera, pruebas, multiplicidad de actores trabajando
descoordinadamente, etc. los procesos de reparación se ven constantemente interrumpidos y el niño es dañado nuevamente.
Una no reflexión o no elaboración de las propias experiencias, nos hace caer en la repetición del maltrato y el abuso.
Hay que considerar las dificultades propias del CV del niño y las tareas de cada etapa:
Ej.
0-2 años → P sensorio motriz (Piaget) Exploración, ejercitación del sentido y motricidad. Desarrollo de la confianza básica. Requiere alta protección. El maltrato típico: negligencia.
2-6 años → P preoperatorio: el niño no quiere obedecer (“no”), pataletas, peleas entre hermanos (u otros niños. Se entrena la capacidad de resolución de conflictos)
Adolescencia: críticas a los padres, rebeldía para ganar autonomía, etc.
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11. fortalecer los vínculos afectivos
12. casas para los niños que permitan la exploración
13. los niños reconocen y responden a la tranquilidad de los padres
14. atención a los celos (visibilizar al otro niño)
Niveles de intervención
1. Promoción → factores protectores aumentados (apego p ej)
2. prevención → factores de riesgo disminuidos (población general y grupos de riesgo)
3. Tratamiento → prevención terciaria.
Abuso sexual
Promoción:
- límites corporales y de la afectividad
- confianza, atreverse a comunicar lo que les pasa, lo que les parece extraño y que no corresponde
- informar (con cautela)
Prevención:
Población general→
- profesores, pediatras, etc. profesionales en contacto con niños: detección y activación
- sensibilizar sobre el tema
- cambiar la visión del niño: persona HOY (versus cosificación y patria potestad, el llegar a ser…)
Grupos de riesgo: niños de la calle
Maltrato físico
Factor protector → apego. Se debe promover in buen vínculo mediante actividades con los padres
Grupo de riesgo: madres adolescentes y hogares de niños
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Negligencia
Factor protector:
-apego
- potenciar redes vinculares
- colegios con actividades recreativas padres/hijos
Prevención:
- control del niño sano en consultorios, mediante asistente social puede percibirse el problema y atacarse.
- Madres solteras
- Madre que trabaja.
Violencia de pareja
Factor protector:
- espacio de pareja
- diálogo
- socialización de género (simetría de roles)
- apoyo a la familia (estrés)
Tratamiento
Buen trato:
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- generosidad
- acogida
- capacidad de contención
- sentirse querido- reconocido- presente
- sorpresas buenas, desinteresadas
Consecuencias:
- deja huellas profundas.
- Aumenta la autoestima
- mejoran nuestra disposición, estados de ánimo, etc.
- genera factores protectores
- genera confianza
- etc.
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