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A esos universos

Que acortaron las distancias


AHORA, QUE ES AYER
El silencio es uno de esos sonidos en sí mismos, que son capaces de producir los versos más
dulces, de crear los caminos más hermosos. Y del mismo modo, nos hace ser más humanos, más
eternos si cabe.

Cuando llegó hasta mi vida una de esas historias que comenzaba a la orilla del mar, creí que solo
era uno de esos versos narrados que nos hacen creer y pensar que la vida, es un lugar
maravilloso repleto de sueños, es algo que toda historia, es capaz de realizar. Y entonces fue
cuando del creer, no tuve más remedio que afirmar. Aquellas palabras que me decían, aquella
historia que me contaban, aquellos silencios de sentimientos humanos, todo aquello estaba
escrito por dos nombres…y uno de ellos era el mío.

Es en este punto cuando debo separar los caminos, al fin y al cabo el creado por la otra parte,
tiene su propia voz, su propio sonido. Y ahí solo fui silencio, así lo quise, así fue, así se dejó volar.
Y lo cierto es que una vez realizado aquel camino, quise seguir siendo parte del silencio. Me
limité a dejar que la propia naturaleza regase aquel árbol mientras yo me alejaba del camino. Y
la vida volvió a mostrarme uno de sus singulares abrazos. Es por eso que esta historia, que no es
mía pero lo es parte de mi todo, pidió ser cedida a otras manos que no eran mías. Mi voz iba a
estar ahí pero no mis manos ni mis pies.

El camino de las personas no es silencio, al fin y al cabo, y por más que en ocasiones podamos
pensar lo contrario, está repleto de gente que crea sonido, que crea la voz, del mismo modo
dejé que otra persona, crease mis palabras. Es en el silencio donde realmente me siento
cómodo, y por eso me obligo a salir de esa zona de confort, y gritar libremente, algo que creí
que solo formaba parte de un ahora que es ayer.

El camino de esta historia trascurre de manera paralela al silencio del camino de aquella persona
que me contó aquella bella historia de la que yo formaba parte. Quizás pueda parecer algo
complejo, algo rebuscado, lo sé, pero a medida que se avance en el camino, la evidencia de ese
paralelismo silencioso, es más que evidente.

En esta historia, si bien es cierto que son mis pasos los que caminan, no son mis manos las que
dibujan el sendero. Tal y como he comentado anteriormente, simplemente me limité a ceder mi
voz, al fin y al cabo, y esto sí que es cierto que es algo mío, la palabra nunca debería ser
encadenada, la palabra, como tal, debería ser libre.

Ahora si me disculpan…es hora de vuele de manera personal y cerca, muy cerca del mar.

Psyko
1-LA SEGURIDAD DEL SILENCIO
En la vida, existen dos tipos de personas, las que piensan y las que no.

-Es un trayecto peligroso pero hay que hacerlo-Dijo Spin –Pagan bien así que ¿algún voluntario?-
Preguntó mirando a los pocos trabajadores que había en la oficina de reparto –Taurus está en
ruta así que necesito alguien capaz de hacer dicho trayecto…-.

Si alguna vez entráis a una empresa que se dedique al servicio de mensajería en bicicleta,
escucháis las palabras “trayecto peligroso”, os daré un consejo: apartaos de la puerta. Decidí
quitarle el pedido de las manos a Spin, miré el destino y enseguida comprobé como sus palabras
eran ciertas: el trayecto era tanto largo como peligroso, el tipo de encargos que adoro. Así que
no es de extrañar que muchos me encasillen, y con razón, en el segundo grupo de personas.
Aunque a estas altura seguramente os estaréis preguntando que quien soy yo. Bien, haré las
presentaciones, mi nombre es Red, sé que es un nombre curioso pero supongo que si todo hijo
fuese consciente de porqué del nombre que le van a poner, más de una persona gruñiría,
algunas con razón para que nos vamos a engañar. Tengo treinta años, melena hasta media
espalda, barba y, como es típico de mi trabajo, un cuerpo más bien delgado ¿Qué de que
trabajo? Soy mensajero en bicicleta en la empresa de Spin aunque, y como es de suponer, no es
su verdadero nombre es Alex, simplemente, y siendo esto algo que nadie sabe, todos le llaman
Spin. Como buen amante del ciclismo que es, un día decidió montar su propia empresa de
mensajería ecológica, lo cual no significa otra cosa que los repartos, se realizan en bicicleta. Y
ahí es donde entro yo, amante del ciclismo urbano, no me llamaba mucho recorrer senderos de
montaña. Para eso está Piero, o como todo el mundo le conoce, Taurus, un chico de color, de
origen francés. Su mote le viene de su apariencia física: musculado, alto…pero sin pelo. Debo
reconocer que incluso a mí, que lo conozco desde que comencé a trabajar con Spin, me impone.
Pero la cosa cambia cuando ambos nos subimos a nuestras bicicletas. Ambos somos muy
competimos entre nosotros, según Spin “somos sus mejores hombres” aunque, y esto es algo
de lo que estoy convencido que Taurus pensará igual, nos gustaría más si nos dijese “os subo el
sueldo”, pero todos sabemos que eso no va a suceder, incluido Spin. Lo cierto es que tanto
Taurus como yo nos la jugamos en cada salida, algunas entregas requieren un tiempo muy
limitado por lo que hay que arriesgar al máximo. Spin lo sabe, no es de extrañar que de vez en
cuando, y siempre desde el cariño, nos dé un pequeño tirón de orejas por ello. Pero cumplimos
objetivos y eso da beneficios cosa la cual hace que Spin esté encantado con nosotros. Pero
resulta curioso: en cuanto nos bajamos de nuestras bicicletas, Taurus sigue siendo Taurus
mientras que yo me vuelvo más silencio. Y no es que no me sienta seguro con los pies en el
suelo, sería absurdo pensar algo así. Simplemente que, y como suele decirse de manera vulgar,
soy una de esas personas que pasa desapercibida por la vida. Fuera de mi trabajo, soy más
silencios de que palabras.

Hogar, dulce hogar, desordenado hogar, hogar de chico joven, soltero y con poca idea
de formar una familia, aunque quien dice “poca” dice ninguna. No es que mi situación sea mala:
un piso de alquiler en el barrio donde nací y me crie, mis padres a más de setecientos kilómetros,
disfrutando de una más que merecida jubilación. Podría decir que muchos envidiarían mi
situación: un hogar para mí solo, un buen trabajo y nadie a quien darle explicaciones de que
hago o que dejo de hacer. Y si alguno piensa que soy de esa clase de personas que realizan fiestas
alocadas, que se vaya olvidando. Adoro la paz, la tranquilidad, el silencio y la calma. Factores
que encima de la bicicleta, desaparecen rápidamente. Mi hogar es una de esas casas dúplex de
tres habitaciones, situadas en un edificio comunitario, uno de esos lugares de muchas personas
y pocos amigos. Resulta irónico que en aquellos lugares donde más gente hay, es donde más se
aprecia la soledad. No es que sea una casa muy grande aunque, con tres habitaciones, alguna
de ellas llena de trastos, dos pequeñas terrazas y una cocina americana, lo cierto es que no tengo
queja alguna. También es cierto que el alquiler no es muy alto y estar soltero y sin compromiso,
tiene ciertas ventajas. Como todo buen chico soltero y algo dejado, mi piso tiene su cierto orden,
de acuerdo: una de las habitaciones parece una sala de juegos por la cual ha pasado un huracán.
No es que sea amante de los videojuegos la verdad, soy de esa clase de personas que tiene
videoconsola como objeto decorativo, un par de videojuegos y poco más. A nivel musical el tema
cambia, debo reconocer que soy incapaz de salir a la calle o a trabajar, sin mi reproductor de
mp3. No lo negaré: me ayuda a evadirme de una sociedad que bueno…no es que la rechace pero
sí que tengo una cierta indiferencia por ella. Y no es que me considere una persona poco sociable
la verdad, simplemente el factor social no es un tema que me preocupe la verdad. No es que sea
una persona de muchos amigos. Incluso puedo decir que tengo y que mejor momento que ahora
que pican a la puerta, para presentaros uno de ellos.

-Si no tienes cerveza no paso-Dijo Víctor a modo simpático.

Detrás de ese cuerpo alto, cuerpo recio, ojos marrones y larga cabellera la cual incluso le tapa el
rostro, se esconde Víctor, una de esas personas con las que suelo ser sociable. De acuerdo, con
él basta con tener cerveza en la nevera y videojuegos. Supongo que yo seguí ese mismo camino,
el cual no me desagrada las cosas como son, pero en un momento dado un día, en lugar de
cerveza, probé el agua. Por suerte Víctor sabe beber con moderación, debajo de esa apariencia
despistada y silenciosa, se encuentra uno de esos amigos, que todo el mundo debería tener.
Trabaja en un parque de atracciones de nuestra ciudad, se encarga de ayudar a los visitantes del
lugar, en caso de dudas. Eso dice mucho de él, ya que por desgracia, seguimos viviendo en una
sociedad de estereotipos. No es nada problemático e incluso os aseguro que yo, poco amante
de la violencia, soy mucho más agresivo que él, incluso cuando me subo en una bicicleta. Vive
en mí mismo edificio y como buen amante del heavy metal, no tardó en congeniar rápidamente
conmigo. Es por eso que suele pasar horas en casa, la verdad es que no me molesta. Esa en parte
es la grandeza y el verdadero valor de la amistad: poder estar con las personas que aprecias sin
escribir la palabra tiempo. Como buen amante de los videojuegos que es, suele traer algún que
otro videojuego a casa: cerveza y videoconsolas. En ocasiones creo que para él, mi casa es
pequeño paraíso. Y la verdad: estoy encantado cuando viene, incluso solemos echar partidas a
algunos juegos. Podría decir que si no llega a ser por él, rara vez tocaría mi videoconsola. Puedo
decir que Víctor es ese amigo que toda persona debe tener, aunque te llame a las dos de la
madrugada con varios litros de más en su cuerpo y te diga desconoce para que te había llamado,
ese es Víctor. En el mismo apartado de “soy sociable pero solo cuando no maldigo la sociedad
en su más amplio concepto”, estaría Sergio, vendría a ser el amigo sensato y prudente, que toda
persona debería tener. Trabaja en un bar familiar situado en la parte baja de mi edificio. Algunos
días, cuando llego de trabajar, suelo tomarme algo en su bar, un sitio tranquilo, de aroma
familiar y de comidas no aptas para dietas. Trabaja junto a su hermano, su hermana y su madre.
Lamentablemente su padre falleció años atrás. Un gran hombre sin duda alguna, incluso el bar
donde trabaja Sergio, conserva su nombre. Sergio se ha pasado toda su vida en aquel lugar, en
ocasiones le envido por la de historias que debe conocer. Eso le hace ser una gran persona libre
de prejuicios y amable con todo el mundo. Tiene treinta y un año, su cuerpo ancho, sin llegar a
extremos, me hace saber que le gusta la buena comida, debe medir cerca del metro ochenta y
desde hace un tiempo comenzó a dejarse barba pero no tan larga como yo. Es amante del heavy
metal pero, y por cuestión laborales, lleva el pelo corto. Hay un hecho curioso que nos une tanto
a Víctor como Sergio y a mí: podría pasarme horas y horas buscando entre mis recuerdos y no
lograría encontrar ni un solo día, en que alguno de los tres haya usado alguna camiseta blanca.
Y no es que siempre vistamos de negro pero siempre solemos usar tonalidades oscuras. Por
suerte para mí, tanto Víctor como Sergio se llevan bien. Incluso hay días en que Víctor y yo
solemos hacer una visita a Sergio. Individualmente cada uno tiene su vida. Víctor tiene su grupo
de amigos, Sergio incluso está apuntado a un club de rol y yo…yo digamos que no es que sea la
persona más sociable del mundo. Mi trabajo, mi casa y mi libertad, no necesito más. Por suerte
vivo en un barrio tranquilo, uno de esos barrios alejados de las rutas turísticas pero bien
comunicado y con buen servicio de transporte publico aunque seré sincero: nunca lo uso. En ese
aspecto debo decir que mi barrio, y aunque suene mal decirlo, es un barrio de agradable despido
para los ciclistas. No quiere decir que sea un barrio poco acogedor para estos, no olvidemos que
pertenezco a ese grupo de personas aunque sin adentrarme de lleno en el, ¿yo vistiendo mayas
ajustadas con colores llamativos? No gracias, aparte de no sentirme cómodo me siento un poco
ridículo, debo agradecer a Spin que me permita ir vestido como quiera: mientras él gane dinero
el resto es lo de menos. Pero al vivir en un barrio de Barcelona cercano a la montaña, hay que
tener en cuenta las empinadas calles, hay zonas llanas de acuerdo, pero también hay muchas
calles que ponen a prueba las piernas de todo ciclista. Es por eso que, y aquí soy el primero en
reconocerlo, el placer de alejarse de este barrio no tiene precio. Por suerte mis piernas están
más que preparadas para este entorno. Por otro lado cuento con infinidad de zonas verdes lo
cual permite una gran tranquilidad. Esto es algo que me gusta recordar cuando hago algún
reparto en la gran ciudad. Por otro lado al anochecer es un lugar tranquilo. No hay muchas
tiendas la verdad, no es lo que se dice un barrio comercial, lo que más abunda son bares como
el de Sergio por lo que las noches suelen ser tranquilas. De vez en cuando algún grupo de
jóvenes, se pone a tocar la guitarra y a cantar flamenco en uno de los parques. No molestan a
nadie, y aunque no sea un género que me guste, tampoco soy nadie para mandarles a callar
cuando estoy durmiendo y tengo que levantarme temprano para ir a trabajar. Me crie en este
barrio junto con mis padres por lo que es normal que sienta afecto hacia este lugar. Tengo todo
lo que necesito. Mis padres vienen una o dos veces al año cosa la cual me obliga a realizar una
jornada intensiva de limpieza la cual dura hasta que vuelven a irse. Pasar horas y días solo, hacen
que adore la paz y la tranquilidad, cuando me bajo de mi bicicleta, la bestia se duerme. Esa
soledad es la misma que me ha permitido apreciar y valorar el silencio, a echarlo de menos
cuando no lo tengo y a darle la importancia que realmente tiene. Me gusta la paz, la tranquilidad,
estar relajado, tranquilo y escuchar el silencio. Incluso podría asegurar que las pocas veces que
escucho música en casa es cuando viene Víctor. Dejaremos de lado el reproductor de mp3 que
llevo siempre encima cuando salgo de casa, eso va aparte. Por cierto, mis dos terrazas tienen
unas vistas que agradezco: hacía la montaña, curiosamente es un lugar que apenas visito, soy
animal de ciudad. Suena curioso que agradezca las vistas cuando por todo mi barrio, hay zonas
verdes. Pero esa misma cantidad de espacios tranquilos hace que el silencio, en su más amplio
concepto, forme parte de mí. No soy persona de muchas palabras la verdad, incluso hay días en
que el único momento donde mi voz es sonido, es cuando entrego algún paquete por motivos
de trabajo. Y esa es otra: mi trabajo. De siempre había sido una persona amante de montar en
bicicleta pero siempre teniendo en cuenta el factor sociable ¿apuntarme a algún club ciclista?
Para nada ¿Qué pretende el mundo, que me sociabilice? Por favor…Pero cuando mis padres
decidieron jubilarse tuve dos opciones: o marchar con ellos a un pueblecito del sur de España o
buscarme la vida en Barcelona. Fue por eso que, y por un golpe de suerte o mejor dicho, un
semáforo en rojo el cual se encuentra frente a la empresa para la cual trabajo, observé un
pequeño cartel en el cual se ofrecía trabajar para ellos. Tan solo había un requisito
indispensable: saber montar en bicicleta. Mirándome de arriba abajo estaba claro que cumplía
aquel requisito, el resto era relevante pero no indispensable: que si tener más de dieciocho años,
que si estar en forma, que si hablar catalán y castellano, que si tener nociones de inglés, bla, bla,
bla. Tras presentarme al día siguiente en la oficina fue el mismo Spin quien me realizó la
entrevista aunque claro, había una pequeña prueba que pasar: llevar un paquete en un tiempo
concreto. Incluso Spin se sorprendió del tiempo realizado, supongo que si llega a enterarse de
la cantidad de normas de tráfico que incumplí, también se habría sorprendido. Así que ya sabéis:
no hagáis eso nunca, no soy un ciclista modélico, lo sé, soy consciente de ello pero…conseguí el
puesto. Mi primer día de trabajo conocí a Taurus y al resto de compañeros. Por un lado estaba
Carlos, otro repartidor de treinta y cinco años, Joel que era otro de los repartidores de
veinticinco años, el benjamín del grupo. Luego estaba nuestro mecánico Oscar, un tipo serio de
treinta seis años, de pocas palabras pero de gran profesionalidad laboral. En la puerta de la
empresa se encontraba María, nuestra “mami” como solíamos llamarle cariñosamente debido
su edad, unos cincuenta años pero bien cumplidos, enérgica y directa, es una de esas personas
que si te tiene que dar un tirón de orejas, te lo da. Luego por último está la que encargada de
recibir los pedidos, Elena, una chica joven de ojos azules y melena castaña. Es algo bruta, las
cosas como son, aunque para tratar con nosotros, las delicadezas no van del todo bien. No tardé
en comprobar como Taurus, era el repartidor con mejor valoración, siempre que había algún
envío urgente Taurus era la persona indicada. Tanto Carlos como Joel eran repartidores
prudentes pero eficaces. Y por ahí llegué yo. Recuerdo como con mi primer pedido todos
estaban pendientes de mí. Ese primer día sentí la presión así que hice lo que mejor sabía hacer:
pedalear. Cuando finalicé mi primer pedido en menos tiempo del previsto, todos observaron a
Taurus: alguien podía hacerle sombra. Pero nunca lo hice, no iba a competir con nadie y menos
en el trabajo. Taurus es un excelente repartidor muy hábil con los pedales, se mueve bien por
caminos de tierra lo cual hacen de él un repartido polivalente. Por mi parte los caminos de tierra
no son lo mío. Me siento mejor en ciudad, al fin y al cabo me crie en Barcelona lo cual me ayuda
bastante a la hora de realizar mis entregas. Cabe destacar que Barcelona, no es una ciudad
demasiado amable con los ciclistas. Y no es que sea mala ciudad, solo que no es un lugar donde
vehículos a motor y bicicletas, convivan en armonía. Los carriles bici suelen estar ocupados, por
decirlo de una manera un tanto vulgar, por peatones despistados mientras que la carretera
parece única y exclusivamente dedicada a los vehículos de motor. Spin es consciente de que
cuando alguno de sus trabajadores, realiza alguna entrega, corre un cierto riesgo. Al fin y al cabo
él también es ciclista, de montaña, también es verdad. Pero mientras que Carlos y Joel son
repartidores más prudentes, Taurus y yo somos la parte más temeraria, por no decir
inconsciente directamente. Pero cumplimos objetivos y eso son beneficios para la empresa y
por lo tanto Spin está contento. El ambiente laboral es agradable, somos un equipo joven…salvo
María claro, aunque su carácter es jovial, algo que le es realmente útil para tratar con todos
nosotros. Sucede algo que quizás os pueda extrañar, cuando finaliza nuestra jornada laboral,
todos somos silencio. De acuerdo, alguna que otra vez, al finalizar nuestra jornada laboral,
hemos ido a tomar algo a un bar que está situado a escasos metros de la empresa. Pero salvo
eso, cada uno de nuestros tiene su vida. No soy sociable, las cosas como. Termino mi jornada y
regreso a casa. Como mucho suelo pararme en el bar de Sergio, algo tranquilo, sin grande ruidos
ni aglomeraciones de gente. También suelo visitar el supermercado aunque algo me dice que
eso no lo vamos a contar como “salidas” ¿verdad? Es lo máximo que salgo, no necesito más.

Como verás, no tengo una vida de película, ni siquiera vivo grandes aventuras y no, realizar
entregas mientras circulo a toda velocidad a través de las calles de Barcelona, no lo contamos
como aventura, al fin y al cabo forma parte de mi día a día, salvo fines de semana claro, esos
días los paso descansando. Esos días son los clásicos de vagancia en su máxima expresión, o días
de limpieza, tampoco es cuestión de tener la casa patas arriba la verdad. Podríamos decir que
soy una de esas personas que pasa inadvertida por la vida, nada destacable la verdad. Es por eso
que te estarás preguntando ¿y para que me cuenta el tipo este todo esto? Conoces mi pasado,
en cierta manera, todos tenemos silencios. Esos mismos silencios son los que me ayudaron a
vivir una historia que deberías conocer, no es una de esas odiseas de grandes hazañas y épicas
aventuras. Es una historia que tú, que me lees y pones voz a mis palabras, puedes vivir. Al fin y
al cabo las mejores historias son las que cualquier puede vivir. Una de esas historias que
suceden, que nos hacen recordar que vivimos en un mundo repleto de gente, de personas que
como tú, y como yo, viven en un mismo lugar. Una historia que nos hace valorar a cada una de
las personas que tenemos a nuestro alrededor y de mirar el cielo para ver que el mundo…es un
lugar maravilloso.
2- CAFEINA
Una de las cosas de las cosas que más me gustaba de mi trabajo, no es otra cosa que el simple
hecho de no saber nunca que ruta me iba a tocar. Cada uno de los trabajadores de EcoPack,
nombre que le puso Spin a la empresa, cuando llegamos a la oficina vemos que entregas hay
que realizar y directamente las realizamos. En caso de regresar de un reparto y observar que
hay otra entrega, deben realizarse sin importar el destino. Esto quiere decir que hay lugares a
los que se tarda más, otros que incluso pueden realizarse a pie y otros cuyo riesgo, es más
elevado ya sea por el volumen de tráfico o por la distancia. Tanto Taurus como yo preferimos
estos últimos repartos, simple cuestión de gustos, si queremos una ruta para dar paseos ya
tenemos el paseo marítimo de la ciudad para estar tranquilos, así que…no gracias. María,
nuestra recepcionista, era fumadora, algo que chocaba dentro de una empresa donde ninguno
de sus trabajadores lo hacía por cuestiones de lógica. Muchos días, cuando llegaba a la empresa,
solía encontrármela fumando en la puerta un cigarrillo, te podemos dejar fumar dentro pero la
ley no lo permite aunque María es una de esas personas a las es mejor no llevar la contraria, si
te tiene que dar una colleja ten por seguro que te la dará.

Aquel era un día de triste invierno, uno de esos días donde el sol no logra verse y donde el frio
se muestra con en la ropa de la gente. Os aseguro que, y siempre con el amable acento
gamberro, que esos días el número de ninjas se multiplica en las calles. Pero el trabajo no
entiende ni de frio ni de calor, hay que trabajar, las entregas no se realizan solas.

-Veamos que me das…-Comenté mientras me acercaba a la mesa de Elena para coger un par de
envíos que había que realizar.

Elena me miró sentada desde su silla.

-Tengo algo que te gustará –Comentó mientras me entregaba los papeles de una entrega –
Barcelona, centro, tráfico y… ¿te suena Dim Barcelona? Seguro que has escuchado hablar de
ella-.

-Algo habré escuchado pero tampoco mucho, la verdad-.

-La gran Dim aterriza en Barcelona. La gran multinacional noruega de ventas on-line abre tienda
y oficinas en la Barcelona. La gran locura del consumismo se apodera de la ciudad condal en su
inauguración. Zona centro y hay que entregarlo en media hora, todo tuyo-.

Cogí el sobre que contenía los documentos y los datos de aquella entrega. Era un sitio céntrico,
de esos donde siempre es posible ver gente y por donde circular, es toda una odisea. Justo antes
de salir para realizar la entrega, Taurus hizo acto de presencia acompañado de Spin.

-¿Zona centro? –Preguntó Spin.

Afirmé con la cabeza.

-Suerte, el tráfico está fatal. Mucha gran ciudad pero en días como estos la ciudad se colapsa-.

Taurus me miró sonriendo.

-Tranquilo, solo son cuatro gotas- Comentó en tono irónico.

Si hay que detesto de mi trabajo, es cuando tengo que realizar pedidos bajo la lluvia. Adoro
circular por la ciudad pero en días de lluvia, la cosa cambia bastante. El riesgo es mayor, no me
preocupaba el tráfico, eso lo tenía controlado. Pero asfalto mojado y ciclismo no es la mejor
combinación. Al salir a la calle observé como las palabras de Taurus, eran ciertas: cuatro
gotas…lo suficiente como para ser incomodas. Pero la entrega debía realizarse si o si así que lo
único que podía hacer era ponerme en marcha. No era la primera vez que circulaba bajo aquellas
condiciones lo cual justificaba mi poco amor hacía aquellos días de trabajo.

La empresa para la que trabajaba, se encontraba en el distrito de Sarriá situado al norte de la


gran ciudad. Entregar el sobre en el lugar indicado en el plazo de media hora, era algo
complicado pero posible. Al fin y al cabo todo el trayecto era fácil pero con días de ligera lluvia,
la situación cambiaba drásticamente. La gente optaba por coger sus vehículos antes que
arriesgarse a acabar empapada, el volumen de tráfico se incrementaba de manera notable.
Había que trabajar sin importar ni las inclemencias del tiempo ni el tráfico. Mi destino estaba
cerca del centro de la gran ciudad. Apenas había escuchado o leído algo de Dim Barcelona. Lo
único que sabía era que era una empresa de origen noruego que se dedicaba a la venta de todo
tipo de artículos a través de internet pero que además contaba con tiendas físicas. Supuse que
se trataba de otra gran empresa con nombre nacido de un juego de palabras aunque
sinceramente, aquel no era asunto mío. Entregar y marchar a por otra entrega. Aquel día no me
libré de algún que otro recordatorio poco cariñoso hacia mi persona, cosas que tiene saltarse
algún que otro semáforo, era un inconsciente, lo sé. Pero con un plazo de entrega de tan solo
treinta minutos estaba claro que uno no se podía parar a contemplar el paisaje. Curiosamente
yo también me acordé de los familiares de más de un conductor. A medida que iba llegando a
mi destino tanto el volumen de tráfico como el de personas, se iba haciendo cada vez más y más
elevado. Y finalmente mi destino, mi gran destino, mi imponente destino. Y si digo esas palabras
es porque las oficinas de Dim Barcelona, estaban situadas en uno de esos edificios altos y de
grandes dimensiones. Observé gente por todos lados hasta que finalmente, de pie frente a una
de las puertas de acceso al interior del edifico, observé un imponente guardia de seguridad, una
de esas personas que imponen con su presencia, alto, con el pelo corto, con horas en el gimnasio
y con cara de pocos amigos, la típica persona que a nadie le gustaría ver enfadada. Por suerte
sabía cómo tratar con ese tipo de personas, al fin y al cabo la altura de aquel guarda de
seguridad, era similar a la mía…el resto del cuerpo ya iba aparte.

-Buenos días, venía a entregar un paquete a una tal señora Pilar del departamento comercial-.

El vigilante me miró de arriba abajo haciéndome una rápida inspección visual. Miró el paquete
y acto seguido habló con alguien a través de un walkie talkie.

-Séptima planta-Respondió el vigilante –Aunque no podrás entrar con la bicicleta así que
acompáñame-.

Que te diga una persona que el triple de ancha que tú que le acompañes, no es algo agradable.
Por suerte aquella no era la primera vez en la que no se me permitía acceder al interior de un
edifico con la bicicleta. En aquellos casos había tres opciones: o que le persona destinataria del
paquete lo recogiese personalmente, o que aparcase mi bicicleta en la calle con el consiguiente
riesgo o, como solía preferir, dejarla en algún lugar donde hubiese vigilancia. Por suerte para mi
aquella era la opción que había elegido el vigilante. Tras dejar la bicicleta en una pequeña garita
de seguridad, el vigilante me mostró unas escaleras que ascendían por el interior del edificio.
Iban a ser tan solo un par de minutos desde que entrase hasta que marchase de aquel lugar. Por
desgracia para mí, el número de personas era realmente alto en aquel sitio, al fin y al cabo la
planta baja de este, no era otro lugar que el sitio comercial de Dim. A la gran cantidad de gente
debía sumarle el total desconocimiento de aquel sitio. Por suerte mi altura me ayudaba a la hora
de guiarme por aquel laberintico lugar. A medida que iba ascendiendo por el interior del edificio,
observé como cada planta correspondía a un tipo de comercio distinto. Mientras que en la
planta baja había un amplio amalgama de objetos, en otras plantas tan solo había mercancías
muy concretas: material deportivo, libros, moda masculina, moda femenina…un centro
comercial como otro cualquiera solo que con otro nombre. Finalmente llegué a mi objetivo
donde otro vigilante de seguridad con muchas horas en el gimnasio, me impidió el paso. De
nuevo se volvió a repetir el proceso aunque por suerte para mí, aquella debía ser la persona con
la que había hablado el vigilante de la planta baja. En aquel momento el vigilante me dijo unas
palabras que no había escuchado nunca en un lugar de entrega.

-Es aquella mujer que va corriendo para allí- Dijo el vigilante señalando con la cabeza una mujer
de unos cincuenta años, de algo más de metro sesenta, con el pelo corto oscuro y la cual
caminaba de un lado a otro por todas las oficinas –Animo, hoy solo lleva seis cafés-.

Miré extrañado al vigilante, aquellas habían sido unas palabras que nunca antes había
escuchado. Al principio no le hice caso ¿animo? Tan solo era cuestión de una firma y ya podía
salir de aquel lugar. El vigilante me abrió las puertas a lo que parecían ser unas oficinas caóticas,
uno de esos lugares de ruidos y vocerío constante. Uno de esos lugares repletos de archivadores
a modo de pasillo y donde se intentaba dar calor humano y aroma de libertad, con simples
plantas de pequeño tamaño. A un lado de aquel lugar, se encontraban varios despachos, aunque
sin duda alguna, el mayor número de los trabajadores, se encontraban repartidos por todas las
oficinas en mesas colocadas aparentemente sin orden alguno. Unas estaban frente a otras, otras
juntas de manera lateral, incluso observé otras de mayor tamaño con un elevado número de
papeles y material de papelería, colocadas de manera individual. Pero yo no estaba allí para ver
muebles. Tan solo debía acercarme a aquella tal Pilar, que me firmase el albarán de entrega y
marchar de aquel lugar. Pero una cosa era decirlo y otra muy distinta hacerlo. Intenté acercarme
rápidamente a aquella mujer aprovechando un instante en el que se paraba en una mesa. Pero
justo cuando creía que iba a lograr mi objetivo, un teléfono móvil sonó.

-Sí, sí, ahora le atiendo-Me dijo aquella mujer mientras se respondía a su la llamada de su
teléfono móvil y se perdía por el laberinto de mesas y archivadores.

No era la primera vez que algún destinatario me hacía esperar para recoger un paquete. Era
parte del trabajo. Me gustase o no, no podía hacer cosa que resignarme y espera que aquella
mujer me pudiese atender. Solo era una firma, algo rápido, un par de segundos y a por otra cosa.
Pero cuando quise darme cuenta, aquella mujer había desaparecido completamente por el
laberinto de archivadores. Suspiré, tan solo esperaba que aquella mujer no tardase en aparecer.
Pasados unos interminables minutos, aquella mujer volvió a aparecer caminando a toda
velocidad mientras hablaba por su teléfono móvil. A pesar de que sabía que aquello iba a ser
una falta de educación por mi parte, decidí interponerme en su camino.

-Disculpe, vengo a entregarle unos do…-.

-Sí, sí, dame unos segundos y enseguida te atiendo- Respondió rápidamente la mujer mientras
seguía su camino a toda velocidad.

Suspiré mientras gruñía de manera silenciosa. Aquella mujer me estaba haciendo perder un
tiempo realmente valioso. De repente alguien me quitó el sobre con los documentos de la mano.

-Anda, si son los documentos que Pilar anda esperando-Dijo una voz femenina situada delante
de mí. Observé como la persona que me había quitado los documentos, era una chica joven, de
unos treinta años, de ojos azules y cabello ondulado. Por la figura de su cuerpo pude intuir que
aquella chica debía ser amante de los helados y bollería industrial, esa que todos decimos que
engorda pero que devoramos sin pensar. Antes de que pudiese responder, la mujer a la que
debía entregarle los documentos volvió a hacer acto de presencia por lo que inmediatamente le
quité los documentos de la mano a aquella chica, interponiéndome en el camino de la mujer a
la que debía entregar los documentos.

-Sí, sí, ahora te atiendo, dame uno segundo-.

Observé con cara de incredulidad a aquella mujer.

-Tercer intento, tres más y te hacen fijo en la plantilla-Dijo la chica que me había quitado el
sobre.

Le miré extrañado.

-¿Se detiene alguna vez?-Pregunté en tono irónico.

-Cuando duerme, pero eso lo hace en su casa así que…paciencia-.

-No tengo toda la mañana ¿no podría firmarme alguien en su nombre?-.

La chica miró el sobre.

-Ya me gustaría pero…no. Igualmente venga, a por el cuarto intento que viene por ahí-.

Decidí ponerme en mitad del camino de la mujer aunque aquella vez puse el sobre ante mí sin
importarme que aquella mujer se acercase hacia mí hablando por teléfono móvil.

-¿Son los documentos de EcoPack?-Dijo la mujer extrañada –Dame un segundo y te vuelvo a


llamar-Dijo la mujer a la persona que había al otro lado del teléfono.

De repente la mujer me miró de arriba abajo.

-Necesito que me lleves unos documentos a una dirección ¿a qué lo puedes hacer ahora? Muy
bien, así me gusta. Miriam, prepara los documentos del señor Martínez y que se los lleve ahora
mismo-.

Mi cara fue todo un poema.

-Señora…me parece que se equivoca de…-.

-¿En media hora los podrías hacer? Así me gusta ¡cómo me gusta la gente eficiente!-Irrumpió la
mujer-

-Pero señora que las cosas no hacen…-

-¿Veinte minutos podrían ser? ¿Un plus de cien euros si lo consigues en veinte minutos te parece
bien? Así me gusta, un chico con energía-.

Aquella mujer firmó los documentos que había llevado para volver a desaparecer rápidamente
por las oficinas de aquel lugar. Miré a la chica con la que había hablado, Miriam por lo visto. Esta
lo decía todo con la expresión de su rostro mientras yo buscaba entre mis neuronas dos para
que hicieran contacto y pudiese comenzar a pensar en todo cuanto acababa de suceder. Por
suerte esto no tardó en suceder por lo que inmediatamente llamé a Spin para contarle que había
sucedido-

-¿No me digas que has conseguido contrato con Dim Barcelona?-Preguntó sorprendido Spin.
-Pero es que el procedimiento no es así...-Respondí tímidamente.

-Deja el procedimiento que esa gente paga muy bien. Ahora si me disculpas tengo que salir a
reunirme con un cliente.

Tras colgar el teléfono suspiré resignado. Al mirar hacía Miriam observé como esta ya tenía el
sobre el nuevo sobre con documentos que tenía que entregar.

-Te quedan quince minutos para el plus de cien euros-.

No me lo pensé dos veces así que rápidamente cogí el sobre saliendo de aquel lugar a toda
velocidad. No era habitual que un cliente pagase un plus por tiempo. Se había realizado alguna
vez pero ¿tal cantidad de dinero? Nunca, o al menos que desde que yo trabaja para Spin. Aquel
plus era más que suficiente como para correr todo cuanto pudiese. A medida que iba bajando
por el interior del edificio fue mirando las señas del paquete. La dirección de entrega no estaba
demasiado lejos de allí por lo que debía apresurarme para conseguir aquel plus de dinero. Por
suerte, la experiencia y la imprudencia, las cosas como son, pude lograr mi objetivo, es fácil
como se podía pensar: entregar el sobre. Tan solo esperaba que la señora que detener a la mujer
que me había metido en aquel asunto, fuese igual de fácil. Supongo que en el momento en que
vi aquella mujer sentada en una mesa de oficina, los astros debían estar alineados a mi favor, o
eso o simplemente había tenido un golpe de suerte. Lo mejor era no pensar, realizar todo el
papeleo de recibos de entrega y cobros y marchar de aquel lugar. A medida que me iba
acercando hasta su posición, observé como la mujer me miraba con gesto tranquilo.

-¿Tu jefe es un tal…Spin? Vaya nombre más raro-Preguntó ante mi total desconcierto.

Le miré extrañado.

-Es su apodo, en verdad se llama Alex pero todos le llamamos Spin ¿sucede algo? ¿Ha habido
alguna queja por parte de la persona a la que le he entregado los documentos que me había
entregado? Si mal no creo saber he cumplido plazos…-.

La mujer giró su cuerpo para mirar la pantalla de un ordenador, instantes después me firmó los
recibos de entrega de los documentos que había llevado a primera hora de la mañana. Junto a
ello me entregó un pequeño sobre el cual contenía el dinero acordado. Había algo en toda
aquella situación que no me encajaba. Intuía que Spin iba a recibir una llamada por parte de
aquella señora.

-Ahora si me disculpa debo marchar…-Dije tímidamente como expectante a nuevos


acontecimientos.

-¿Red verdad?-Preguntó la mujer.

Mi cara fue todo un poema: solo era un simple mensajero. Una de esas personas que aparecen
una vez en tu vida y tan rápido como llegan se van. No tienen ni nombre, ni edad ni mucho
menos historia. Antes de que pudiese responder, aquella mujer me mostró una simpática
sonrisa.

-Muy buen trabajo Red. Ahora si me disculpas debo hacer un par de llamadas.

La mujer de alta de velocidad, de no detenerse ante nada ni ante nadie, de repente se había
convertido en alguien tranquila, relajada…y con un inseparable teléfono, no, eso no ha
cambiado. Me limité a no pensar, a salir de aquel lugar. En mi mente había una idea clara: aquella
mujer quería hablar con Spin. O al menos así lo pensaba. No era de extrañar que por mi mente
pasasen todo tipo de cosas relacionadas con aquella posible llamada. Nuestra mente es tan
compleja que suele caminar hacia senderos que todavía no se han escrito. Desconozco las veces
que pasé intentando recordar algo que hubiese hecho mal durante aquellas dos entregas. Para
mi desgracia, no vi a Spin el resto del día. Era algo que en algunas ocasiones sucedía:
simplemente llegas a la oficina, recoges una entrega y la realizas, cuando la acabas vuelves a por
más hasta que finaliza tu jornada laboral. La única persona que sabía que había sucedido aquel
día era Spin, ni Elena ni María, sabían nada, ni que decir tiene que aquel fue uno de esos días en
los que uno no veía a sus compañeros. Supongo que la idea de que me iban a despedir, estuvo
siempre presente, busqué en cada uno de los segundos vividos aquel día, algo que fuese
negativo…omitiendo mi forma de circular claro, eso lo dejaremos aparte. Por suerte, si algo
había aprendido a lo largo de la vida, era a que la noche es noche y que el día…es tan solo un
camino que vamos realizando a cada instante.
3- CARTAS LLENAS DE SILENCIO
Seamos sinceros, o sinceras, así que reconozcámoslo en voz alta: mente y cuerpo no van al
mismo ritmo. Mientras la mente está de fiesta casi las veinticuatro horas al día, nuestro cuerpo
busca momentos para descansar. En especial esto es algo que queda claramente demostrado
en esos días de profundo cansancio en los que estamos deseando meternos en la cama, justo
en esos momentos nuestra mente decide seguir de fiesta. Quizás el ejemplo, cruelmente cierto
por otra parte, deje un poco perdido. Pero lejos de parecer un simple comentario simpático, lo
cierto era que ese hecho no significa otra cosa que aquella noche mi mente no dejó de dar
vueltas buscando algo que hubiese hecho mal el día anterior. No fue de extrañar que a la
mañana siguiente el número de bostezos por mi parte fuese superior a la media diaria. Cuando
llegué a la oficina vi cómo tanto Spin como Taurus, ya se encontraban allí por lo que supiese que
tan solo era cuestión de segundos para que Spin me llamase y me sacase de toda duda. Pero
antes de que pudiese saludar al resto de mis compañeros, observé como Elena me miraba
mostrando una extraña sonrisa. Le miré extrañado justo en el instante en el que esta cogía lo
que parecía ser un formulario de entrega ya cumplimentado.

-Apreciado señor Spin, dos puntos- Comenzó a leer en voz alta Elena –Nos gustaría enviar a
través de su empresa, una serie de documentos a distintos clientes y proveedores de Barcelona.
Se trata de una serie entregas lo cual somos conscientes de que de realizarse, serían durante un
par de días. Quisiéramos pedirle un listado con su tarifa y de ser posible esta clase de envíos, si
podría realizarla el chico ese de barba de ayer. Firmado Pilar M.A. Departamento comercial de
Dim Barcelona-

Hubo un extraño silencio en el cual mientras yo miraba a Elena con cara de duda, tanto ella como
el resto de mis compañeros trataban de contenerse la risa-.

-¿Será broma verdad?-Pregunté esperando obtener una respuesta afirmativa.

Elena negó con la cabeza mientras me entregaba unos documentos de entrega. Si hay alguien
capaz de romper el silencio, de una manera contundente, esa es María.

-Ánimo barbas, vas a tener la mañana entretenida-Comentó mientras pasaba por mi lado
dándome una sonoras palmadas de apoyo en la espalda.

No sabía que era peor: volver a trabajar para Dim Barcelona, o tener que ver como todos mis
compañeros se reían a plena carcajada.

-También podría ser…-Titubee mirando al resto de mis compañeros los cuales se tocaban la
barbilla mientras negaban con la cabeza entre risas. Por desgracia para mí era la única persona
en toda la empresa con barba. Comencé a prepárame resignándome ante lo sucedido. Por más
que no me gustase trabajar en un lugar de ruido y movimiento constante, no podía hacer otra
cosa. Ya con mi bicicleta en la calle y a punto de salir, Spin se acercó hasta mí.

-Red, un segundo-

-¿Sucede algo?-Pregunté extrañado.

Spin me mostró una de su mejor sonrisa.

-Muy buen trabajo. Me llamó ayer esa tal Pilar así que como te podrás imaginar, algo sabía sobre
esto aunque hasta que no he llegado a la oficina, no he sabido nada. No creas que es fácil
conseguir un pedido como este. Hay empresas que darían lo que fuese por tener ese tipo de
entregas. No solo se cobran bien sino que a nivel reputación las ganancias son más que
evidentes. Así que...buen trabajo-.

Valoramos poco el silencio de nuestras acciones. Solemos buscar la gratitud, la recompensa, en


aquellas acciones que hacen ruido, que sin decir nuestro nombre, les hace saber al mundo
entero que hemos sido nosotros los responsables. Pero resulta curioso: el verdadero valor,
aquello que realmente nos hace ser felices, es el valor de una palabra, algo tan simple como un
“gracias”, significa mucho más que un par de letras juntas. Supongo que mis miedos, esos que
todos tenemos ante lo desconocido, se pusieron en mi contra. Estaba claro que aquella tal Pilar
había hablado con Spin, pero lejos de haber cometido algún error, al parecer había hecho lo
correcto. Debía asumir el peso de mis acciones que, y como era de esperar, no me gustaban. Y
es que odiaba entrar en oficinas repletas de gente y sin duda alguna, en Dim Barcelona, era el
lugar en el que iba a estar, dejando de lado los momentos en los que circulase como mi bicicleta
por las calles de Barcelona claro. Tan solo esperaba que aquella tal Pilar, estuviese mucho más
calmada que el día anterior, no olvidaba mis intentos por detenerle para que me firmase la hoja
de entrega de documentación. Sea como fuese, debía asumir la realidad y, tal y como había
aprendido de la noche anterior, no adelantar acontecimientos. Caminar en el ahora, en el
momento, en instante.

Aquel día no hicieron falta palabras para que el vigilante de seguridad de Dim Barcelona, me
guardase la bicicleta aunque al llegar de nuevo a las oficinas de aquella empresa, mi suspiro fue
de esos que logran escucharse, un grito silencioso para querer salir de allí. Me gustaba la oficina
de EcoPack, un lugar pequeño, cálido, con pocos trabajadores y con más silencio que ruido. Elena
de vez en cuando solía poner algo de música pop, de esa suena en las emisoras más comerciales.
A Spin aquello le era indiferente: mientras obtuviese beneficio con los repartos, ya estaba
contento. Supongo que esa debía ser la norma de cualquier empresario: mientras obtengas
beneficios, algunas acciones por parte de tus empleados, permítelas. Estaba claro: no me habría
gustado trabajar en aquel lugar: voces, docenas de personas, material de oficina por todos lados,
despachos con aroma a seriedad…no, no era mi lugar. Por suerte para mí, mi estancia en aquel
sitio solo era temporal, un par de entregas durante uno o dos días, y de nuevo a mi querida
rutina. Segundo después de encontrarme en aquel lugar, una conocida voz me hizo salir de mi
nube de despachos grises y oficinas ausentes de libertad.

-No, si al final te va a gustar este lugar-Dijo Miriam, la chica de cabello ondulado que había visto
el día anterior.

-Déjame que lo dude-Respondí mientras buscaba a Pilar, la mujer híper activa que teóricamente
me había contratado.

-Duda, duda, pero es el segundo día que vienes -.

-Me han obligado….-.

De repente alguien exclamó cerca de mi posición.

-¡Pero mira quien está aquí!-Dijo Pilar ante mi sorpresa –Puntual y fresco como una rosa, ¿no
crees que debería haber más chicos como este?- Preguntó mirando a Miriam.

-Le sobra pelo-Respondió esta.

Pilar me miró de arriba abajo.


-Ahí te voy a dar la razón pero…Miriam, prepara los documentos que te pedí ayer, que se los
lleve a Nae para que los firme y que ella le de la dirección de entrega ¿te parece bien?-.

-Usted manda, ahora mismo lo preparo-.

-Muy bien, yo voy a realizar un par de llamadas, si necesitas algo ya sabes: nota sobre mi mesa
de trabajo-.

Pilar marchó de aquel lugar perdiéndose rápidamente por el laberinto de despachos y


archivadores. Pasados unos minutos en los que le vi preparando un sobre con documentos, me
hizo un gesto con la mano para que le siguiese. Tras unos segundos llegamos la puerta de uno
de los despachos. Tras picar a la puerta, Miriam abrió la puerta.

-Nae, le traigo los documentos que tiene que firmar. El chico de los repartos ya está aquí-.

Tras un simpático saludo en silencio, Miriam regresó a su puesto de trabajo. Cuando se fue, vi
posiblemente a la mujer más bella del mundo. Y no lo digo para quedar bien, todo verso está
escrito con líneas de realidad. Nae, el nombre de aquella mujer, era una chica de
aproximadamente unos veintiocho años, de larga y dorada melena rubia, su tez blanquecina
contrastaba con el rojo intentos de su elegante traje, sus ojos eran un mar perpetuo, de azul
vivo con el cielo más despejado en primavera, sus labios rojos mostraban seriedad, por lo que si
hacía la suma de todos los factores, estaba claro que me encontraba ante una persona de alto
cargo dentro de la empresa. Observé como en el interior del despacho, además de ver la
indispensable mesa de trabajo repleta de todo tipo de folios y material de oficina, ordenador
incluido, había una pequeña planta, un cuadro de esos artísticos que la gente menos dada al
mundo del arte no entiende y otro cuadro en el cual podía verse lo que parecía ser un paisaje
que no logré saber de dónde se trataba, era un lugar en plena naturaleza, con una montaña
nevada al fondo y árboles llenos de vida en primer plano. Aquella chica se limitó a firmar los
documentos que Miriam le había entregado y a escribir la dirección de entrega. No dijo ni una
sola palabra, ni siquiera cuando me entregó los documentos junto con las señas de entrega.
Suspiré al ver como el lugar se encontraba en el otro extremo de la ciudad. Por un instante la
seriedad de aquella chica, me hizo guardar las distancias. Pero sucede algo curioso: cuantos más
muros vemos más ganas de pasarlos tenemos. Pero en aquellos momentos me debía ceñir a mi
trabajo. Cualquier otra idea estaba de más.

Mi cuidad, Barcelona, es un caos de tráfico ininterrumpido, incluso en aquellas noches en las


que todos, o casi todo, duermen, siempre puedes ver coches circulando por la carretera ¿Qué
cómo lo sé? Aunque no lo parezca todo tiene que ver con el ruido. Como comenté días atrás,
soy amante del silencio, y desde luego Barcelona no es una ciudad silenciosa. De día el ruido es
constante, incluso me atrevería a decir que el silencio, es un bien solo al alcance de unos pocos
privilegiados, y si aquellos que no lo somos, queremos disfrutar de Barcelona en silencio,
debemos hacerlo de noche. Pero lejos de lo que puede parecer, adoro mi ciudad, que maldiga a
algunos conductores es otra cosa, pero adoro mi ciudad. La conocía bastante bien, y digo
bastante es porque estoy completamente convencido de que nadie conoce al cien por cien, la
ciudad en la que vive. Siempre existen lugares por conocer, por descubrir, por encontrar, por
vivir. Por suerte el lugar al que aquella extraña chica, Nae, me había mandado era un lugar cuyas
calles conocía bastante bien, era un barrio repleto de despachos de todo tipo en el cual ya había
realizado entregas con anterioridad. Fue curioso porque aquel día mi compenetración con el
vigilante de seguridad de Dim Barcelona, fue mejorando. Le habían avisado que iba a trabajar
con ellos durante un par de días por lo que mi bicicleta ya tenía un sitio reservado en su garita
de vigilancia. Llegar, entregar documentos de entrega de pedido, recoger nuevo envío, y
marchar, todo sumamente fácil. Y podía estar bien, lo reconozco, no me gusta aquel lugar las
cosas como son. Pero ese mismo caos a su vez tenía un cierto descontrol el cual ayudaba a una
mayor libertad. Todo podía estar bien si no fuese por un simple detalle: Nae no era la persona
más habladora del mundo. Incluso os puedo asegurar que no dijo ni una sola palabra cuando
regresé de mi primera entrega y recogí la siguiente. La mujer más hermosa que había visto en la
vida era a su vez la persona más fría del mundo, o al menos eso pensaba, debía reconocer que
apenas la conocía. Igualmente tampoco iba a pensar más allá: si estaba en aquel lugar era de
manera temporal, la brevedad de las persona. Suena poético, lo sé, pero sucede que la vida no
es una palabra a la cual podamos añadir todas las personas que nos guastaría añadir, algunas se
difuminan de tal forma que solo su huye nos hacer recordarla. Por desgracia para mí, para Nae
estaba antes el trabajo que el empleado ¿Qué me implicó aquello? Aquel fue uno de esos días
en los que uno regresa a casa con la luna ya en todo lo alto del cielo. Las únicas palabras que
escuché por parte de aquella repelente mujer, y espero que no me esté escuchando, fue un
“mañana más”. Debo reconocer que me faltó poco para recodarle que ella no era mi jefa. Pero
el sueldo manda, y a las facturas le son indiferentes quienes sean tus jefes. Tan solo esperaba
que el día siguiente, hubiese menos repartos. Y por un instante añoré mis días en EcoPack, que
al fin y al cabo tampoco quedaban tan lejos la verdad. Pero cuando uno está en un lugar en el
que se siente bien y al día siguiente se encuentra en otro, la añoranza se presenta como una
dama blanca y delicada…todo lo contrario de Nae ¿si le había cogido manía? Por aquel entonces
no, que comenzase a hacerlo era otra cosa.

Las oficinas de Dim Barcelona no me gustan, no es mi lugar, no me siento cómodo entre tantos
archivadores y tal cantidad de gente. Supongo que lo único bueno que debía tener aquel lugar
era la hora de salida.

-Al final acabarás prendado del encanto de este lugar –Dijo Miriam nada más verme entrar al
día siguiente, por las puertas de la oficina.

-Tranquila, cuando lo haga os escribiré una carta con el verso más triste del mundo…-Respondí
en tono irónico.

-Oh que romántico –Comentó Miriam en tono irónico -¿Y cómo comenzará si puede saberse?-.

-Ah, no sé, os pienso mandar un folio en blanco y que cada uno ponga lo que quiera. Más triste
que eso no puede haber otra cosa…bueno si, las facturas del banco, pero esas van aparte.

Justo antes de que pudiese responder Miriam puso el rostro serio, en aquel preciso instante
noté una presencia en mi espalda, y por la cara que había puesto Miriam, estaba claro que
aquella persona no debía ser la más simpática del mundo.

-Una hora-Dijo Nae mientras me entregaba un nuevo sobre con documentos.

Miriam no se equivocaba lo más mínimo. Me habría gustado mandar de paseo a aquella mujer
aunque estaba claro que no podía hacerlo. Aquel podía ser mi último día de trabajo en aquel
lugar, y si no era el último tampoco iban a ser muchos más, o al menos eso esperaba. Con ello
volvería a mi querida oficina en EcoPack y a dejar de ver a Nae, sería todo lo guapa que quisiera
pero a nivel carácter debajo mucho que desear. Observé como Nae se metía en su despacho
mientras Miriam suspiraba.

-Dos palabras, no está nada mal, ya la has escuchado mucho más que otras personas-Comentó
mientras comenzaba a teclear en su ordenador-.
-¿No es tu jefa?- Pregunté extrañado.

-Es Pilar, la mujer que te contrató. Es buena jefa pero para hablar con ella hace falta pedir día y
hora. Nae es la representante de esta empresa en Barcelona. Ya sabes: una cara bonita para
atraer clientes y tratas con proveedores-.

-¿No habla mucho verdad?-.

-No trato mucho con ella la verdad, solo en ocasiones puntuales como la de ayer. Y porque
estabas tú que si no….-.

Seamos honestos: a todos nos llama la atención un sobre cerrado, un sobre cuyo contenido
desconocemos, y aunque no sea para nosotros, la curiosidad nos puede. Aquello mismo me
sucedía con Nae. No era una persona con la que me gustaba tratar, incluso me atrevería a decir
que no era la típica persona que me gustaría entre mis amistades. Pero el simple hecho de verla
como una persona cerrada al mundo, me empujaba inconscientemente a ver que había más allá
de la personalidad fría y distante, que había conocido. Fuese como fuese en aquellos momentos
había otras cosas que tenían prioridad sobre cualquier asunto personal, y esa cosas era entregar
un sobre con documentos en el otro extremo de la ciudad. Así que tras despedirme de manera
simpática de Miriam, volví a mi rutina de trabajo. Por suerte aquel día terminé de trabajar antes
de lo previsto. Y estaba claro que no fue por voluntad de Nae, puedo decir que incluso aquel día
me encargó más envíos que el día anterior. Pero eran envíos rápidos, de esos que se realizan en
muy poco tiempo. Y si: Nae volvió a ser aquella persona sin palabras que había conocido. Pero
aquello no me importo, al fin y al cabo ya la iba conociendo. La ventaja de acabar antes de
trabajar no era otra que podía pararme en el bar de Sergio junto con Víctor para conversar de
diversos temas aunque, por norma general, el mundo laboral siempre es un mundo repleto de
palabras y todo tipo de opiniones.

-A mí me trata así mi jefe y lo mando de paseo-Comentó Víctor por debajo de su melena.

-Por suerte no es mi jefe-. Respondí.

-¿Hasta cuándo?-Preguntó Sergio.

En aquellos momentos salió una de las grandes dudas acerca del tiempo, que el ser humano no
ha sido de resolver: ¿a cuánto equivalen realmente un par de días? En teoría un par equivaldría
a dos pero a la práctica, aquella frase debía unirse a otras sobre el tiempo, que a día de hoy, no
se han sabido especificar como un momento, un cigarrillo, una canción más, y un largo etc. La
mejor respuesta para resolver aquella duda, no era otra que dejar que el tiempo tuviese su
propia vida:

-Mientras me paguen…-Respondí mientras daba un trago a un refresco.

Cruel realidad, el tiempo se compra, y si no se compra al menos se disfruta con dinero. Sea como
sea, debía agradecer aquellos momentos de charlas distendidas con mis amigos, y aquello no
había dinero en el mundo que lo pagase.

La soledad invita a hablar con nosotros mismos, cuando termina el día y nos tumbamos en la
cama antes de dormir, nuestra mente nos comenta que tal nos ha ido el día. En esos momentos
en los que agradecemos de manera tierna el silencio, nos hacemos todo tipo de preguntas,
caminamos hacía el ayer más inmediato hasta detenernos en el ahora más absoluto.
Reflexionamos acerca de lo que hemos vivido y está claro que la mayoría de esos días, nos
pasarían a las hojas de nuestra más sincera biografía. Añoraba EcoPack aunque tampoco había
que poner el grito en el cielo: no iba a trabajar para Dim Barcelona, aquello solo era temporal.
Pero hasta que esa temporalidad escribiese un punto y aparte, debía seguir tratando con la
gente de Dim Barcelona. Resulta curioso como con quien menos estaba tratando era con la
persona que me había contratado. Por otro lado el carácter simpático y alegre de Miriam, era
algo que agradecía, incluso le había comenzado a coger cierto aprecio al vigilante de seguridad.
Pero claro, en toda alegría debe haber un punto de inflexión, y aquel no era otro que Nae. Solo
sabía de ella lo que Miriam me había contado y las pocas conclusiones que yo mismo había
sacado. Tenía esa duda de si Nae realmente era así de fría o había algo más allá que una
personalidad borde y distante. El ser humano es curioso por naturaleza, y cuando algo no se
muestra pero se intuye, solemos querer saber más. Nuestra personalidad y nuestro carácter es
el fruto de los pasos por la vida, no elegimos ser de una manera o no: nos hacen ser. Suponía
que el carácter de Nae, tendría algo que ver con aquello aunque, y viendo que la luna ya estaba
de fiesta en lo alto del cielo, supuse que lo mejor era dormir. El mundo no se detiene, incluso
las estrellas siguen caminando cuando tan solo queda silencio.
4-LLUVIA EN PRIMAVERA
Lo sé, hay ciertas cosas sobre mi existencia como ciclista, que se, comprendo y omito. A todo el
mundo le sucede que a lo largo de su vida, existen situaciones en las que tienes que aceptar
sucesos o acontecimientos los cuales van ligados a tu existencia. Quizás esta paradoja propia de
una noche loca de verano, pueda dejar algo desorientado, lo sé, a todo el mundo nos sucede
que cuando tenemos conversaciones con nosotros mismos, si al cabo de un par de minutos
alguien nos preguntase acerca del porqué de aquellas conversaciones, seriamos incapaces de
responder. En mi caso era simple: los ciclistas no caemos bien a gran parte de los conductores.
Somos una especie molesta que va zigzagueando entre los coches y motocicletas, para colocarse
en un lugar donde les vaya bien, que en la mayoría de los casos suele ser en la parte delantera
de una cola creada por algún semáforo. Por desgracia para mí, aquel día no solo tenía que lidiar
con una ligera lluvia, de esa que no moja pero molesta. También tenía que lidiar con un tráfico
mayor: bienvenidos a la gran ciudad. No tenía prisa alguna, al fin y al cabo debía tener más
atención a la carretera que al tiempo. Pero alguien no pensó igual. Solo me faltaban un par de
metros para llegar a las oficinas de Dim Barcelona, incluso comenzaba a ver el edificio, me
encontraba en mi nube de circulación cuando de repente, justo antes de girar por una calle, un
conductor imprudente hizo una maniobra que no esperaba con tan mala fortuna que golpeó la
rueda trasera de mi bicicleta. Aquello provocó que cayese al suelo de manera violenta. La gente
corrió rápidamente para ver si estaba bien, algo que por otro lado agradecí, aunque cuando
escuché unas palabras, todo estado pacífico y bondadoso, despareció en un instante.

-Haber si miras por donde vas-Dijo la persona que me había golpeado mientras se bajaba del
coche-.

Al bajarse de su coche observé como la persona que me había golpeado era un chico de unos
treinta y dos años, de cuerpo musculado el cual podía verse gracias a su camiseta de tirantes
con la cual mostraba unos bíceps de esos que se cultivan tanto dentro como fuera de los
gimnasios, con varios tatuajes tribales, de esos que no significan nada pero que quedan bien.
Tenía el cabello corto y ojos marrones. Cuando vi cómo se preocupaba del coche en lugar de ver
si me había pasado algo, comprendí que era la típica clase de persona que se anteponía delante
de cualquier otra persona. Escuché como varias personas comentaba que aquel tipo había
realizado una maniobra indebida, que ni siquiera había puesto las luces de posición. Por suerte
me encontraba bien al igual que mi bicicleta. Reconozco que me habrían dado ganas de mandar
a un lugar bien calentito y húmedo a aquel tipo, peor cuando vi cómo se volvía a montar en su
coche para alejarse tranquilamente de aquel lugar, pensé que aquel asunto tan rápido como
había comenzado, debía finalizar. Con un par de magulladuras y observando como Dim
Barcelona, no se encontraba muy lejos de aquel lugar, decidí realizar el resto del trayecto a pie,
así aprovechaba y me daba algo de aire, cosa la cual no me iba a ir nada mal. Aquel día el vigilante
de seguridad me miró con cara de circunstancia debido a las magulladuras visibles que llevaba,
no eran gran cosa pero lo suficiente como para hacer saber que algo había sucedido. Agradecí
que no realizara preguntas así que subí a las oficinas de Dim Barcelona como si nada, tan solo
esperaba que aquel fuese un día tranquilo. Pero la vida es un lugar repleto de sorpresas y en
aquel momento recibí una que no me gustó lo más mínimo.

-¿Pues no que un tirillas se me ha abalanzado sobre el coche?-Escuché decir.

Y al girar mi cabeza extrañado observé como el tipo del coche que me había golpeado se
encontraba de pie hablando con Nae. Al verme este se quedó extrañado.
-¿También trabaja aquí?-Preguntó el tipo extrañado.

-Es temporal-Respondió Nae en tono frio.

-Bueno nena, luego vengo a recogerte-.

Cuando el tipo besó a Nae comprendí como aquella masa de músculos externos, era la pareja
de Nae. Podía pensar que el mundo estaba mal repartido, o recordar todo el santoral
acompañado por ciertas acciones que se realizan en el baño. Al pasar el tipo a mi lado, me dio
un pequeño golpe con su hombro mientras me miraba con desprecio. Lejos de responder, me
mantuve firme, o al menos físicamente porque mentalmente me acordé de toda su familia, las
cosas como son.

-Es la pareja de Nae-Dijo Miriam mientras pasaba a mi lado llevando unos documentos en la
mano-No le cae bien a nadie, no te preocupes. Pero ¿estás bien? He escuchado la conversación
así que veo que tu forma de conocerle ha sido un poco directa. No le des importancia-.

Suspiré, preferí no entrar en la polémica, al fin y al cabo Nae tenía razón: mi estancia allí solo
era temporal.

-Por cierto, me pidió Pilar si podías encargarte de entregar estos documentos, pero tranquilo,
no hay prisa ¿te apetece un café?-.

En este mundo hay gente que hace que el sol salga incluso en los días más nublado. Miriam era
esa clase de personas. Tenía un carácter agradable, divertido y cercano. Y si alguien piensa que
iba a comenzar a rondarle o a susurrarle los versos más dulces del mundo, que se vaya olvidando.
Miriam era la típica mujer que, como se suele decir vulgarmente, es resultona pero no guapa.
Está claro que su forma de ser es de esas que se agradecen, es de esa clase de personas que
todo el mundo debería tener en su vida. Vivía sola en Barcelona, su familia vivía en Andorra pero
ella llevaba en la ciudad condal, desde los dieciocho años. Solía visitar a sus padres siempre que
podía. Era la típica chica joven a la cual le gustaba salir de fiesta con sus amigas, ligar con chicos
de labios desconocidos y pasar ratos enganchada a una buena lectura. De repente, lo que
parecía ser un trueno, sonó de manera leve. Los dos nos acercamos a una de las ventanas que
había en las oficinas observando como el cielo, había decidido complicar mi día de trabajo.
Suspiré profundamente, no me importaba trabajar, hacerlo bajo una intensa lluvia ya no. De
repente observamos como Nae miraba por una de las ventanas ajena a todo cuanto le rodeaba,
ante nuestra sorpresa me miró de manera fría, directa, acto seguido se metió en su despacho.
Supongo que no le hizo gracia que, según su pareja, me abalanzase contra su coche,
rayándoselo.

-Me apetecía abrazarle –Pensé mientras le miraba –Pero eh, gracias, estoy bien-.

No me extrañó que pocos minutos después de meterse en su despacho y hablar con alguien por
teléfono, se dirigiese hacía donde me encontraba con cara de pocos amigos. Al fin y al cabo si
yo estaba en aquel lugar no era para pasear o ver el mobiliario, así que supuse que me gustase
o no, iba a tener que realizar alguna entrega. Y de nuevo volví a equivocarme y, porque no
decirlo, sorprenderme. Antes decirme nada llamó a Miriam la cual se acercó hasta nuestra
posición extrañada.

-Ten, explícaselo- Comentó Nae mientras le daba lo que parecía ser una tarjeta de visita de esas
que se cuelgan al cuello-.

Miriam la miró extrañada.


-¿No tiene entregas hoy?-Preguntó Miriam.

Puedo asegurar y aseguro que Nae es la persona más fría que jamás he conocido. Pero lejos de
sentirme cohibido, las ganas por saber del porqué de aquella personalidad, me atraía.

-Hoy no-. Respondió fríamente Nae.

Nae regresó a su despacho mientras Miriam y yo le mirábamos extrañados.

-Si llega a tres palabras es que le caes bien- Comentó Miriam.

-¿Es así con todo el mundo?-.

-A mí me ha dicho más de dos pero tranquilo, no es mi tipo-Respondió sacándome la lengua –


Pero para que te haya dado una de estas tarjetas…-

-¿Para qué es?-Pregunté extrañado.

-¿No conoces el edificio verdad?-.

-Las escaleras mecánicas, la puerta de la calle y estas oficinas ¿te sirve?-.

Miriam negó con la cabeza.

-Es una tarjeta de pase VIP, acceso libre a todas las plantas. Es tu día de suerte por lo que veo,
no todo el mundo la tiene así que aprovecha y disfruta-.

Me coloqué la tarjeta de visita en el cuello de manera visible. Me preguntaba porque Nae me la


había entregado, miré a su despacho donde esta parecía teclear algo en su ordenador. Acto
seguido miré hacia una de las ventanas que daba a la calle observando como Barcelona, se
encontraba sumida bajo un intenso aguacero. Intenté no pensar, intenté alejar cualquier suma
de factores, incluido el hecho de que aquel día no tuviese que realizar entrega alguna. Pero me
gustase o no, la suma era evidente. Solemos decir que una persona está loca cuando, dentro de
su cordura, realiza acciones que somos incapaces de hacer. Fue por eso que recordé una
evidencia de mi estancia en aquel lugar así que sin pensármelo dos veces, me acerqué al
despacho de Nae y piqué a la puerta.

-Pase-Respondió Nae sin percatarse de quien había picado.

Cuando me vio asomar la cabeza su cara fue de extrañeza.

-También trabajo bajo la lluvia, no se preocupe por eso. Pero agradezco el detalle- Comenté en
tono frio-Y por cierto, no fui yo el que se abalanzó sobre una persona que circulaba
tranquilamente-.

Nae me miró sorprendida.

-Lo sé-Respondió ante mi sorpresa- Ahora aprovecha-. Dijo mientas hacia un gesto con la mano
para que saliese de su despacho.

La vida es un camino mágico, totalmente impredecible, cualquier conato por creer que saber
qué pasará en nuestro siguiente paso no es más que un juego en vano con nuestra imaginación,
la realidad suele mostrarnos que estábamos equivocados. Había entrado en el despacho de Nae
sin miedo a ser despedido: al fin y al cabo habían contratado los servicios de EcoPack no los
míos, no podían despedirme porque al fin y al cabo, no trabaja para ellos, trabajaba con ellos, y
aunque parezca insignificante, hay todo un océano infinito entre trabajar para y trabajar con.
Pero la respuesta de Nae fue de esas que suele romper cualquier esquema, porque si alguien
pretende escribir futuro que simplemente lo piense porque las letras presentes no tendrán
mucho que ver. Miré mi tarjeta de pase VIP, miré hacia el despacho de Nea la cual volvió
hacerme un gesto con la mano para que me alejase de aquel lugar. De tener que trabajar bajo
la lluvia a poder pasearme libremente por todo un edificio, la diferencia era enorme. Quizás
debía aprovechar aquella situación aunque no creáis que no pensé en querer ir a casa, como el
hogar de cada uno no hay ningún otro sitio. Pero me pagaban por trabajar, no por pasearme por
un enorme y atestado de gente centro comercial. No era mi tipo de comercio, en aquel lugar
vendían todo tipo de objetos y experiencias, y es que no solo de objetos materiales vive el ser
consumista, existen ciertas acciones y experiencias que se pueden comprar en esta vida ¿te
apetece un relajante masaje con aceites corporales? ¿Por qué no probar deportes de riesgo y
lanzarse en paracaídas? ¿Y un exitico viaje a la micronesia? ¿Por qué no Hawái? Soñar es gratis,
realizar algunos sueños tiene un precio que no todo el mundo puede permitirse así que…toca
soñar. No tardé en comprobar para que servía realmente el pase VIP que me había entregado
Nae. Y es que debo reconocer que si bien no es un placer inolvidable, eso de que los vigilantes
de seguridad te dejen pasar por zonas donde el resto de las personas, no pueden pasar, está
bien. De acuerdo, no era muy amante de los grandes centros comerciales, era consumismo puro
y duro. Cruelmente, y por mucho que me pesase, era aquel mismo consumismo que tanto
rechazaba, el que me pagaba el sueldo aquellos días. Por otro lado debía reconocer que el
edificio de Dim Barcelona, era una ciudad en sí mismo. Había de todo en aquel lugar, desconocía
los orígenes de aquella multinacional, salvo que era Noruega y que vendía todo tipo de cosas,
no sabía micho más la verdad. Suele pasar, y esto no es algo nuevo, que en aquellos centros
comerciales situados en la zona centro de una gran ciudad, la cafetería o restaurante, suele estar
situado siempre en la última planta. Lejos de parecer que es simple llamada en silencio para que
los clientes pudiesen disfrutar de las vistas, era consciente de que aquello era más una silenciosa
campaña de marketing encubierto. Algún genio un día decidió que cualquier persona que
quisiera consumir algo, aunque fuese un simple café con leche, antes debía recorrer todo el
centro comercial de forma de que la silenciosa voz del consumismo, le invitase a comprar o bien
antes de llegar hasta la cafetería, o bien en su regreso a la gran ciudad. Mi caso era distinto,
conocía aquella estrategia comercial, pero un buen café era un buen café. Mesa para uno con
vistas a una ciudad que conocía, café bien cargado y bollería industrial de calorías conocidas
pero ignoradas. Y es que podemos hacer mucha dieta, pero nos ponen delante uno de esos
donuts recién horneados cubiertos de azúcar caramelizado y que desprenden aroma a
panadería, y nos faltan segundo para devorarlos. Pero como todo buen ciclista, no tenía que
pensar en las calorías o si ganaba uno, dos o más kilos. Y por un instante agradecí a Nae que
aquel día no tuviese que realizar reparto alguno. Las calles de Barcelona eran un reguero de
agua y pasos rápidos, uno de esos días en los que la vida, se realizada dentro de las casas y los
edificios. Por otro lado tenía una ligera duda, si aquel día no iba a realizar reparto alguno
¿Cuándo iba a salir de, trabajar? Aunque deba poner la palabra, trabajar entre comillas. Así que
poco después de finalizar mi café y contemplar la lluvia caer sobre mi ciudad, decidí regresar al
departamento comercial. Estaba claro que si aquel día no iba a realizar entregas, iba a ser un día
muy aburrido. Pero, y tal como sucedió al inicio de aquel día, la vida volvió a depararme una
curiosa sorpresa.

-Va venga, por favor- Suplicó Miriam-Tengo muchísimo trabajo y hacer todas estas fotocopias
me retrasará aún-.

-Pero…que yo solo soy un simple mensajero-Respondí tímidamente.


-Te invito a comer-.

-Pero que me van a echar bronca si me ven haciendo fotocopias-.

Miriam me miró con cara de incredulidad.

-No te van a decir nada. Además ¿no trabajas con nosotros?-.

-Con, no para-.

Suspiré.

-¿Postre incluido?-Pregunté.

Miriam me dio un sonoro beso en la mejilla mientras me daba los documentos que tenía que
fotocopiar. Tras indicarme donde se encontraba la fotocopiadora comencé a realizar las copias.
Un par de minutos después noté una presencia a mi espalda la cual conocía. Y por un instante
quise que la tierra se me tragase, y por un instante pensé que aquel día me iba a ganar una de
esas broncas que no se olvidan. Nae me miraba seriamente mientras yo buscaba alguna excusa
sinceramente factible. Y de nuevo el futuro fue solo viento.

-Diez ¿sabrás?-Dijo Nae entregándome un par de documentos para que los fotocopiase.

Los cogí extrañado.

-¿No reparto hoy en todo el día verdad?-Pregunté extrañado.

-Hoy no-.

Suspiré mientras Nae volvía a meterse en su despacho. En aquellos momentos viví una de esas
simpáticas situaciones creadas por la simple casualidad ¿Qué fotocopias debía realizar primero?
Miriam me había entregados las suyas con anterioridad pero Nae tenía una jerarquía superior,
curiosamente ninguna de las dos era mi eventual jefa. Que esa era otra ¿Dónde andaba Pilar?
Tuve la sensación de que aquella mujer hiperactiva me había contratado de manera inconsciente
y me había soltado en una jungla de oficinistas. No iba a quejarme, ni tenía razones para ello, ni
me habría servido de nada, así que lo principal era realizar las fotocopias. Ni que decir tiene que,
y siguiendo una jerarquía que nada tenía que ver conmigo, fueron las fotocopias de Nae las
primeras en ser realizadas. Y si, Nae siguió en su tónica de no decir más de dos palabras, ya tuve
suerte al recibir un “gracias” sin levantar la mirada de su mesa de despacho. En aquellos
momentos me dieron ganas de recordarle que no trabaja para ella, aunque viendo lo visto,
incluso en algunos momentos yo mismo dudaba. Puede parecer divertido el hecho de no
trabajar pero os aseguro que estar en un lugar donde tienes nada más que hacer, durante varias
horas, no es la idea más divertida del mundo. No era de extrañar que agradeciera el momento
de la comida donde aparte de comer con Miriam, comí junto con varios compañeros y
compañera de ellos. Debo reconocer que, y aunque lo diga con la boca pequeña y evitando que
estas palabras sean recordadas, los oficinistas pueden llegar a ser gente bastante maja aunque
claro, no le digáis que he sido yo quien ha dicho el termino oficinistas. Esta palabra es demasiado
global por lo que dudo que muchas de aquellas personas, las cuales estaba claro que tendrían
alguna carrera universitaria, nos les hiciera gracia que les englobasen en un mismo concepto.
Allí había desde contables hasta diseñadores webs pasando por un amplio amalgama de
profesiones. Ese todo de muchas diversidades hacía que Dim como empresa creciera. Cuando
regresamos a la oficina todo volvió a su caótica rutina. Por un instante me sentí desplazado, al
fin y al cabo aquel no era mi lugar. Mi lugar era una empresa mitad oficina rudimentaria mitad
taller mecánico, mi lugar eran las calles de mi ciudad, mi lugar, y en este caso supongo que todo
el mundo estará de acuerdo, es mi hogar y la gente con la que comparto mi día a día más
inmediato.

Existe un hecho bastante curioso: un jefe visible es aquel que te marca la hora de salida. Aquel
día viví aquel hecho en mi propia piel. Y es que ver como los trabajadores iban saliendo de
trabajar mientras yo esperaba a que Nae o bien Pilar, a la cual no había visto en todo el día, me
diesen permiso para salir. Y no penséis que no tuve la idea de coger mis pertenencias y regresar
a casa. Pero ante aquella idea recordaba las palabras de alegría por parte de Spin al haber podido
trabajar para Dim Barcelona. Pero ni Nae ni Pilar se encontraban en aquel lugar, viendo las
pertenencias de Nae dentro de su despacho, estaba claro que no podía haber marchado. Aquel
día incluso Miriam me miró con ternura cuando se fue dejándome solo en la oficina. Tan solo
esperaba que alguien se acordase de mí, así que lo único que podía hacer era resignarme y
esperar a que Nae o Pilar hicieron acto de presencia. De repente, escuché lo que parecía ser a
alguien llorar, era uno de esos lamentos casi silenciosos, de esos que el menor ruido es capaz de
solapar. Y de repente observé como Nae aparecía por uno de los pasillos de la oficina. Al verme
se quedó extrañada. Se giró observando todo a su alrededor y acto seguido volvió a mirarme
extrañada.

-¿No marchas?-Preguntó extrañada.

Le miré con cara de incredulidad.

-Le recuerdo que no me han comentado a qué hora debo salir-.

Nae suspiró.

-Puedes marchar- Respondió.

Recogí mis cosas tranquilamente, nadie me esperaba más allá de las puertas de las oficinas de
aquel lugar. Antes de salir miré a Nae extrañado.

-¿Vuelvo mañana?-Pregunté.

Nae se limitó a asentir en silencio. Pero en aquellos momentos aquello no me importó, tan solo
esperaba que no lloviese. Y al salir a la calle observé como el cielo se había puesto a mi favor.
Agradecí al tiempo aquel abrazo de tranquilidad, tan solo esperaba que el tiempo me abrazase
hasta que llegase a casa, y así lo hizo. El silencio permite pensar, permite que todos hablemos
con nosotros mismos, y lejos de parecer algo propio de lugares con paredes acolchadas, es algo
recomendable. Pues en nuestro silencio están tanto nuestras propias preguntas como sus
respuestas. Aquel día mi pregunta era clara ¿Qué había detrás de la personalidad
aparentemente fría y distante de Nae? Y digo aparentemente es porque a medida que vamos
caminado a través de una persona, vamos borrando palabras que le habíamos escrito al inicio.
No olvidaba aquel silencioso lamento aunque en aquel caso, no había duda alguna. También era
cierto que, y por muy ejecutiva que fuera aquella mujer, me generaba la duda de porque ella no
había regresado a su casa. Por otro lado era consciente de que Nae, Miriam o incluso Pilar, era
gente de esa que pasa de manera breve por tu vida. Todo el mundo ha conocido gente de ese
tipo pues al fin y al cabo, todos, y todas claro, hemos sido ese alguien. Fuese como fuese estaba
claro que debía seguir caminando por el día a día, por el presente, por el ahora. Y en aquellos
momentos mí ahora pasaba por una pizza y un refresco a modo de cena. Buenas noches, la luna
debe seguir caminado por un universo infinito.
5-UN PASEO POR LA LUNA
En ocasiones que nos proporcionen gran cantidad de palabras, no significa que captemos en su
profundidad el mensaje. Y es que día Miriam tenía un brillo especial en la mirada, un brillo que
solo podía indicar una cosa.

-Es como tú, pero más bajito y sin barba…y con más kilos-Me comentaba mientras hacíamos un
café de buenos días.

La idea era clara: Miriam se había enamorado. Supongo que a todo el mundo de le ha sucedido
que de repente, aparece alguien en tu vida, y hace que todos los días veas el cielo despejado.
Una persona que hace que en tu rostro se dibuje una sonrisa perpetua, de esas que hablan sin
decir, muestran sin enseñar y comentan sin hablar. No me dijo el nombre, tampoco era algo que
me incumbiese la verdad. Puedo decir que Miriam es una chica realmente agradable, pero lejos
de que lo que pudiera parecer, no es mi tipo. De acuerdo, si ponemos en práctica el hecho de
que soy una persona que no se enamora de un físico, podríamos entrar en ese bucle de aparente
contradicciones que se resumen en: no, no me gusta Miriam. Y lo tiene todo para ser una de
esas personas de las que uno se enamora rápidamente. Pero en mi caso, y como creo que le
sucederá a más personas, es tan perfecta que no me llama la atención. Pero todo el mundo sabe
que el amor no tiene reglas por lo que la opción de “no enamorarse” queda relegada a un
silencio interior. Ya estuve enamorado una vez, se llamaba Aysel, un nombre curioso no lo
negaremos, y lo fue todo para mí. Pero por aquel tiempo, mi vida estaba lejos de ella,
simplemente no era nuestro momento, y cuando lo fue, la distancia y el silencio ya se habían
instalado en nuestra vida. Y os puedo asegurar que olvidarle no es algo que me gustaría, ni me
gusta al fin y al cabo, pero bien es cierto que simplemente, aprendí a vivir con su recuerdo pero
no con ella. Para mi Aysel tan solo era un recuerdo silencioso, de ese del que nunca se escribe y
al que acudimos cuando el mundo gira demasiado rápido para nosotros. Me hacía gracia ver el
rostro sonriente de Miriam, podremos tener la edad que queramos pero en el amor, todos
somos niños pequeños. Me hizo gracia ver el enorme contraste entre el rostro de Miriam y el de
Nae, la cual no tardó en darme unos documentos para que los hiciera llegar a su destino lo antes
posible, y si, se limitó a dos palabras entre la cuales no entraba un gracias. Ya iba conociendo a
aquella mujer por lo que suponía que el día que me dijese tres palabras, me iba a sorprender.
Pero hasta que aquel día llegase, si es que llegaba, debía seguir siendo el chico de los repartos
en bicicletas, o el barbas como recuerdo que me llamaron. Aquel día fue uno de esos de repartos
constantes, de ir y venir con todo tipo de documentos, algunos de ellos debían ser firmados por
la persona a la que se los entregaba y devueltos a las oficinas de Dim Barcelona. Cuando finalizó
mi jornada laboral y Nae me comentó “vuelve mañana”, comencé a pensar si todo aquello era
correcto. No había firmado ningún documento con Dim Barcelona, y en el caso de que Spin lo
hubiese hecho, creo, y estoy en mi derecho de hacerlo, que alguien me tenía que haber
comunicado algo. Pero en esta vida sucede algo: no preguntes quien paga tus facturas. Debía
suspirar y seguir acudiendo a aquel lugar.

Antes de llegar a casa decidí tomar un refresco en el bar de Sergio, una charla distendida para
alejarse del mundo laboral. No me extrañó ver a Víctor en aquel lugar, al fin y al cabo eran dos
personas que se llevaban bien. Pero bajo la maraña de pelos que hablaba frente con Sergio, noté
una extraña sonrisa.

-Esa sonrisa….-Comenté en tono extrañado.

Sergio me sirvió un refresco.


-Este, que se nos ha enamorado-Respondió Sergio.

No fue de extrañar que me llegase a la mente el recuerdo de Miriam, por lo que pensé que las
hormonas de la gente, debían andar revolucionadas. Debía reconocer que Víctor era un chico
de trato agradable, una de esas personas con las que es fácil congeniar. No era de extrañar que
finalmente la llamada del amor, hubiese escrito su nombre sucumbiendo este a esos mundos de
corazones que en ocasiones llegan a ser empalagosos.

-No se uf –Comentó Víctor –Es la primera vez que me pasa, ¿enamorarme yo de una mujer?
Haber, el típico rollo de una noche todo el mundo lo hemos tenido pero uf, es que no sé. En
principio era la típica noche de fiesta con los colegas, fiesta, música alta…y allí estaba ella, con
su mágica sonrisa. Nuestras miradas se cruzaran, luego el típico “Hola, ¿vienes mucho por aquí?”
y luego ya sabes, que si una caricia, que si un piquito, que si vamos a donde no nos vean…bueno,
ya sabéis-.

Tanto a Sergio como a mí, nos hacía gracia ver a Víctor de aquella manera. Nunca lo habíamos
visto enamorado por lo que no tardaron en aparecer todas esas preguntas que más que por
conocimiento, parecen un amable interrogatorio.

-¿Y cómo dices que se llama?-Preguntó Sergio.

-¿Estudia, trabaja?-Pregunté.

Víctor nos miró sonriendo mientras yo daba un trago a mi refresco.

-Miriam y creo que….si, ¿os suena Dim Barcelona?-.

En aquellos momentos la física, en su más puro estado, hizo acto de presencia: todo lo que entra,
sale. Y si eso que entra en un refresco con gas, os aseguro que hay otros agujeros por los que
sale a toda velocidad.

-¡¿ Te los has montado con Miriam?!-Pregunté extrañada.

-¡Anda! ¿La conoces?-.

Cualquiera que sepa sumar, sabrá que en algunos casos, las operaciones matemáticas resultan
de los más fáciles posibles. Puedes ser de letras pero en algunos casos, toda operación
matemática es fácil. El rostro de Sergio era todo un poema. Decidí contar todo lo que sabía sobre
Miriam. Y en aquellos momentos no solo el rostro de Sergio fue un poema, Víctor se unió a aquel
festival poético facial mientras yo me preguntaba qué tipo de alineación habían realizado los
planetas para que aquellas dos personas se juntasen. Me hacía gracia todo aquello ¿enfadarme?
Víctor es mi amigo y con Miriam no me une nada más que una amistad no tan fuerte como la
que me unía a Víctor, al fin y al cabo, conocía a Miriam de tan solo un par de días. Fuese como
fuese, lo cierto era que me alegraba por ambos ¿si creía que hacían buena pareja? No, las cosas
como son. Víctor es de esas personas de irse de fiesta y no mirar el reloj hasta despertar en un
sitio que no conoce. Miriam…ni la menor idea, la verdad. Solo conocía aquellos aspectos que
ella misma me había contado y todo aquello que yo mismo iba conociendo dentro del ambiente
laboral. En casos como aquel, la parte positiva era que podía salir de fiesta con ambos, si es que
alguna vez había salido de fiesta. Quizás mirando al pasado, si lo había hecho, pero aquello era
un tiempo pasado que simplemente marchó.

No fue de extrañar que al día siguiente, Miriam notase una extraña sonrisa en mi rostro nada
más verme. Ambos nos miramos, nos miramos sorprendidos y nos señalamos con el dedo.
-¡Tu!-Exclamamos ambos.

Miriam no se podía creer que se había enamorado de uno de mis amigos. Incluso ella misma
estaba extrañada de aquello. Víctor no debía de ser más que el simple rollo de una noche, una
persona con labios pero sin nombre. Pero el amor, es tan mágico como complejo. Me alegraba
por ambos, al fin y al cabo enamorarse es algo que todo el mundo debería sentir. Pero el amor
no entiende de horarios laborales así que cuando observé a Nae traerme un sobre con
documentos, supe que mi jornada laboral había comenzado. Supongo que el día que regresase
a las oficinas de EcoPack, iba a extrañar aquel ambiente, incluida Nae, me estaba comenzado a
acostumbrar a su ausencia de palabras y a ese muro infranqueable que parecía colocar a su
alrededor cuando estaba con alguien. Sin duda alguna, aquel días, el tema amor y ese tipo de
cosas de las que suelen escribir los poetas más románticos, estuvo más presente que en otras
ocasiones. Aquel día llegué a casa con la luna despierta, el tráfico de la gran ciudad suele ser
caótico cuando es la hora de salir de trabajar. Y si bien es cierto que circular en bicicleta suele
ahorrar atascos, lo que no te ahorra es tener que pararte en algún semáforo, y sí, he dicho algún
semáforo, no, no soy un ejemplo a seguir.

Tener dos terrazas me permite usar una como “lugar donde acobijar todo tipo de trastos y
tender la ropa” y la otra como lugar tranquilo para disfrutar de las vistas. Y no penséis que es un
lujo, son dos pequeñas terrazas en las que caben cinco personas con cierta libertad de
movimiento. Aquel día mi mente viajó al recuerdo de Víctor y Miriam, me alegraba por ellos.
Fue por eso que el recuerdo comenzó a viajar a un pasado donde un día fui como ellos, a mi
manera, pero como ellos. Y es curioso: nunca nos conocimos en persona pero éramos capaces
de decirnos mil palabras con tan solo un silencio. Nos habíamos conocido en una red social, en
uno de esos lugares en los que nadie entra pero que todos conocen. Por aquel entonces no era
más que un joven anárquico y descerebrado que decidió romper la dinámica de piropos
varoniles que había en las fotografías de su perfil por parte de otros hombres. Me extrañó que
me respondiese a aquel comentario, pero aquello fue el comienzo de una gran amistad que,
porque no decirlo, supongo que de habernos conocido en persona, habría sido algo más. Poco
a poco la amistad fue volviéndose cada vez más y más fuerte, no concebíamos un día sin saber
el uno del otro. De manera inconsciente y silenciosa, le protegía. Cuando ella tenía un mal día,
ahí estaba yo, buscando la amena de hacerle sonreír. Fue por eso, y por mi amor a las temáticas
oscuras, por lo que ella me llamaba “su chico de alas negras”. Supongo que la nostalgia se
apodera de cada una de mis palabras al recordar todo aquello. Sé que sonará extraño, pero
nunca nos conocimos en persona, por aquel entonces ella tenía pareja, yo ganas de descubrir el
mundo. Y un día todo se volvió silencio, mi vida cambio, simplemente ambos tomamos caminos
separados por la voz, espero, pues esto es algo que no se, que no por el olvido. Nunca más
supimos el uno del otro. Por eso muchas noches miraba la luna, y pensaba si ella se acordaría
de mí aunque nuestras vidas fuesen silencio. Me gustaba pensar que por mucha distancia que
hubiese entre dos personas, ambas siempre estaban unidas por la misma luna. Aquel era mi
propio silencio, ese que guardamos para nosotros mismos y al que no dejamos acceder a nadie.
Aysel, estés donde estés, espero que seas feliz. Pero la vida sigue, mi cama me llama y la noche
debe seguir su rumbo.

Comenzaba a conocer las oficinas de Dim Barcelona bastante bien, incluso me había
acostumbrado al café de buenos días junto con Miriam y varios trabajadores más, Debo
reconocer que el simple hecho de trabajar en la calle es algo que te permite una cierta libertad
de movimientos. Esto no quiere decir que pueda tardar más o menos en los repartos, pero sí
que es cierto que tienes un margen de tiempo libre el cual te permite ir más tranquilo o, porque
no decirlo, realizar alguna compra extra laboral. Pero en EcoPack aprendí algo, una situación
que echaba de menos desde que había comenzado a trabajar para Dim Barcelona. Y es que la
competitividad con Taurus, siempre había estado ahí. Si bien es cierto que Carlos y Joel, eran
mensajeros más tranquilos y prudentes, Taurus y yo solíamos competir de manera silenciosa por
ver quien realizaba las entregas en el menor tiempo posible. Era por todos conocidos el hecho
de que si ambos nos encontrábamos en la calle, en alguna ruta de entrega paralela, la carrera
estaba servida. En este aspecto debo reconocer que en sobre tierra o en terrenos rurales, Taurus
me sacaba una gran ventaja, era su terreno y lo sabía. Pero a medida que pasaban los días y
seguía trabajando con Dim Barcelona, la nostalgia de trabajar para EcoPack, se iba difuminado
lentamente. En algunas ocasiones recibía alguna llamada tanto por parte de Spin como por parte
de Elena, María o incluso Taurus, para ver cómo me iban las cosas. Me hacía gracia recordar mis
primeros días en las oficinas de Dim, es ahora cuando tengo que comenzar a pensar si realmente
rechazaría trabajar en un lugar como aquel. Estaba claro que no era mi ambiente pero, y esto es
algo que sucede con todos los lugares, un sito no se hace grande gracias a sus elementos
arquitectónicos o mobiliario, un sitio lo hace grande la gente que se encuentra en él. Puedes
estar en la habitación más pequeña del mundo, pero como estés rodeado de la gente que
aprecias, quieres y te hace sonreiré, está claro que te sentirás como si estuvieses en el universo
más infinito. Mi relación con todos los trabajadores era buena, incluso le había cogido simpatía
al vigilante de seguridad. Había días en los que mientras esperaba a que o bien Pilar o bien Nae,
me encargasen alguna entrega, me encargaba de ayudar haciendo fotocopias a todo aquel que
lo necesitase. Y si, habéis escuchado bien ¡he podido hablar con Pilar! Esa mujer es puro nervio,
incluso uno de aquellos días fue ella quien me encargó llevar una serie de documentos. Debo
reconocer que a pesar del poco trato que he tenido con esa mujer, es una de esas personas
capaces de animar a cualquiera ¿Qué si mi iría de fiesta con ella? Para nada: acabaría agotado.
Sí que es cierto que en ocasiones me habría gustado que le diese algo de vitalidad a Nae aunque,
y aquí debo reconocerlo, si dejamos de lado que sigue con sus dos palabras, lo cierto es que un
día sucedió algo que nadie esperaba…

Una de aquellas tardes en las que tomaba algo con Víctor en el bar de Sergio, Víctor nos dio
varios paquetes con globos de esos de gran tamaño. Habían sobrado de una promoción del
parque de atracciones en el que trabajaba Víctor, el encargado había optado por repartirlos
entre los trabajadores antes que lanzarlos a la basura. Ni Sergio ni yo sabíamos que hacer con
aquellos globos de gran tamaño. Porque si alguien piensa que eren los típicos globos de fiesta
de cumpleaños, que se vaya olvidando. Eran de esos globos que más que cogerlos, los abrazabas.
De manera totalmente autómata los metí en la mochila del trabajo…y os puedo asegurar que
todo adulto ve un globo vacío y no hace nada, pero como este esté hinchado, tened por seguro
que un adulto lo empujará con la mano recordando un tiempo donde todos, absolutamente
todos, éramos niños. Nunca olvidaré la cara de los trabajadores de Dim Barcelona cuando vieron
un globo de gran tamaño, surcar los cielos de la oficina- Hasta que finalmente Nae abrió la puerta
de su despacho, sin previo aviso un globo de grandes dimensiones, pasó a escasos centímetros
de su rostro. Todos nos temimos lo peor. Si aquella mujer ya daba miedo en silencio, regañando
tendría que ser terrorífico. Todo se volvió silencio…o casi, cogí el globo sabiendo que para
deshincharlo, la idea más sensata, y menos sonora, era deshaciendo el nudo. Pero recordar, el
sonido del aire en de un globo no es el mismo cuando entra que cuando sale.

-Esto…perdón –Dije tímidamente.

Pero cuando el aire del globo salió emitiendo su característico sonido, alguien, no se quien, no
pudo hacer otra cosa que emitir una sonora carcajada. A medida que el globo se iba
deshinchando se escucharon más y más carcajadas. Decidí soltar el globo con tan mala fortuna
que este terminó a los pies de Nae. La bronca estaba asegurada, y una vez más, volví a
equivocarme.

-Fotocopias-Dijo Nae.

Le miré extrañado pero sin decir ni una sola palabra. Los que conocían a Nae de vista desde que
había llegado a aquellas oficinas, dicen que aquella fue la primera vez que le vieron sonreír.
Estaba claro que debía dejar los globos para eventos y no sacarlos en la jornada laboral. Fue por
eso que tras terminar de hacer las fotocopias, llamé a la puerta despacho de Nae. Al entrar esta
se encontraba tecleando en su ordenador.

-Disculpe por lo de antes-Comenté mientras le entregaba las fotocopias que me había pedido-
Solamente quería que la gente se distrajese un poco, sé que no debía haberlo hecho-

Nae me miró de manera fría, algo a lo que ya me había acostumbrado.

-Tranquilo-Respondió esta ante mi sorpresa.

Aquella era una respuesta que no esperaba pero cuya base prefería no saber. Lo que sí que tuve
que saber era donde se encontraba el nuevo destinatario, si, otra entrega, al fin y al cabo es mi
trabajo.

Los días pasaron y finalmente, algo que tenía que llegar, llegó.

-La verdad es que nos ha sorprendido la velocidad de entrega –Dijo Pilar mientras firmaba un
par de documentos –Pero nuestro viaje acaba aquí. De momento no hay entregas previstas, a
no ser que las hagas en bicicleta a lugares como Noruega o Estados Unidos-.

Era algo que sabía desde el primer día que había llegado a aquellas oficinas. Estaba claro que iba
a echar de menos aquel lugar. Pero al fin y al cabo, y como era de esperar, aquel no era mi sitio,
y si lo había sido, solo fue de manera temporal. Supongo que lo más duro de una despedida es
ver el rostro de la gente que dejas atrás. Y viendo el rostro de alguna de las personas con las que
había estado durante aquellos días, el silencio de la triste despedida, es un silencio que hace un
ruido ensordecedor. Me hacía gracia saber que a quien no iba a dejar de ver era a Miriam, su
relación con Víctor seguía adelante. Por lo demás el resto de compañeros y compañeras
temporales, iban a ser tan solo uno de esos buenos recuerdos a los que tantas veces recurrimos
cuando abrazamos al silencio personal. Así que tras finalizar mi jornada, me despedí de la gente
de Dim Barcelona. Con algunos de manera más efusiva que de otros, ni que decir tiene que con
Miriam el abrazo fue enorme, de esos que te recuerdan el valor del calor humano. Antes de
marchar, observé como Nae, observaba como me despedía de aquella gente. Fue por eso que
decidí acercarme hasta la puerta de su despacho, la abrí y le sonreí.

-Aunque sea persona de escasas palabras le aseguro que ha sido un verdadero placer trabajar
para vosotros. Gracias-.

Aquella fue la segunda vez que Nae sonrió en poco tiempo. Y debo reconocer que me habría
gustado que aquellas personas se quedasen en mi vida durante mucho más tiempo. Pero la
gente, las personas, solo somos viento. La vida seguía su rumbo, volverá a ver a mis antiguos
compañeros, a competir de manera silenciosa con Taurus por las calles de Barcelona, a
conversar del mundo, en su más amplio concepto, con Sergio. Quizás estaba olvidando que la
vida es un viaje mágico repleto de sorpresas. Pero ahora mi luna alza su voz, dulces sueños.
6-PLAYAS DE PAPEL
Regresar a la rutina no está mal, a todo el mundo le gusta salirse de esa línea recta por la que
caminamos por la vida, seguir por ella durante un periodo de tiempo indefinido y regresar a ella
cuando comprendemos que el universo es un lugar infinito. Porque volar no está mal pero nos
guste o no, todos necesitamos un lugar donde reposar nuestras alas. Supongo que la nostalgia
tiene el acento tierno y melancólico de recuerdo. Es por eso que dicen que lo mejor es tener
siempre algo que hacer, es una idea que yo rechazo, y no quiero con esto que me guste el hecho
de sentarme en el sofá de casa y acomodar ciertas partes nobles, por decirlo de alguna manera
elegante. Hace tiempo leí en algún medio que no logro recordar, que una persona sin nombre,
decía que no había nada tan divertido como aburrirse. Y al principio puedes pensar que es una
contradicción en toda regla. Pero cuando lo vives, cuando lo sientes, compruebas el valor de la
frase. Cuando estamos aburridos, pensamos, y cuando lo hacemos solemos desde responder
preguntas que el ruido nos había impedido resolver, hasta tomar las decisiones correctas en
diversidad de asuntos. Sí, es muy divertido aburrirse. Pero claro, dile tú a tú jefe que te quieres
aburrir, son palabras que nunca se le deben decir a un jefe.

María es fumadora, choca de pleno con el resto de trabajadores, y suele fumar en la puerta,
antes de llegar a la puerta de EcoPack, ya olí el aroma su tabaco.

-Anda, pero si has vuelto-Dijo María mostrándome una agradable sonrisa pero sin soltar el
cigarrillo.

-¡Barbas! –Gritó Elena nada más verme mientras salía corriendo a darme un abrazo.

De repente noté un leve puñetazo en mi brazo izquierdo.

-Creía que te habías olvidado de nosotros-Dijo Taurus ante mi sorpresa.

Me alegré de verle, bueno, a él y a todos, Carlos, Joel y Oscar, todo el grupo, salvo Spin el cual
tenía un par de reuniones con posibles clientes.

-Hay dos entregas por rutas paralelas…-Comentó Taurus de manera sutil.

Sonreí, aquello significaba carrera y tirón de orejas.

-Os tengo dicho que no me gusta que compitáis entre vosotros-Dijo María mientras nos daba un
tirón de orejas.

-Tranquila, ya sabes que siempre llegamos a tiempo-Respondió Taurus –Red ¿ruta catorce o
quince?-.

-Me quedo con la quince-respondí mientras me acercaba a la mesa de Elena para recoger la
entrega.

En EcoPack solemos tener divida la ciudad de Barcelona, tenemos un par de rutas base las cuales
se dividen en ramificaciones de entrega. La ruta quince transcurre por el centro de Barcelona de
oeste a este con finalización en sentido sur. La ruta catorce transcurre un par de calles paralelas
a las de la ruta quince pro con finalización en sentido norte. Es por eso que son una de las rutas
que Taurus y yo preferimos para realizar nuestras competiciones personales. María lo sabe, y no
le gusta. No le culpo, al fin y al cabo en ocasiones ejerce más de madre que de secretaria general.
Es de agradecer, en ocasiones subimos tanto al cielo que va bien que alguien te recuerde que
debes descansar en el suelo. Pero le gustase o no María debía aceptar la realidad: había que
trabajar y esas entregas debían hacerse. Y si alguien lo pregunta si, lo que más suele repartir
EcoPack, es todo tipo de documentación. En muchas ocasiones debemos llevar unos
documentos a una persona, que esta los firme y rápidamente llevarlos a otro lugar. Nunca
preguntamos que llevamos, al fin y al cabo nuestra labor consiste en repartir, no en preguntar.
En menor medida llevamos paquetes pequeños, de esos que caben en mochilas. Nunca
preguntamos que llevamos o que entregamos. Como es de esperar, Spin quiere que hagamos
un trabajo, rápido, efectivo y que el cliente esté contento con nosotros. María no tuvo más
remedio que resignarse mientras veía como Taurus y yo nos preparábamos para una silenciosa
carrera. Y si digo silenciosa es porque si bien es cierto que Spin conocía aquellas prácticas, de
estar él en la oficina, habría mandado a Carlos o Joel a realizar alguna de aquellas entregas.
Finalmente cuando Taurus y yo, ya estábamos preparado, Taurus me miró y afirmó con la
cabeza.

-¡Ahora!-Exclamó.

Los dos salimos a toda velocidad posicionándonos rápidamente en cada una de nuestras rutas.
A pesar del riesgo, debía reconocer que había echado de menos aquellos momentos. La
sensación de velocidad, el viento golpear mi rostro, el tener que tener los cinco sentidos puestos
en la carretera, la increíble sensación de libertad, todo era genial. Como era de esperar el
resultado era lo de menos. De acuerdo, tanto Taurus como yo queríamos ganar, incluso en las
oficinas de EcoPack, había apuestas. Todo dependía de la ruta que Taurus y yo eligiéramos.
También había que tener en cuenta el clima. Todos sabían que yo no era muy amante de circular
con días de lluvia, cosa la cual no le sucedía a Taurus. Por el contrario la ciudad era mi terreno
mientras que Taurus adoraba más los caminos de tierra. Todo era cuestión de variables ¿Qué
cómo habían quedado las apuestas en aquellas entregas? Carlos, Joel y María, apostaban por
Taurus, a pesar de no tener que encontrar zonas de tierra, su estado físico era envidiable, aparte
decían que quizás el volumen de trabajo que tuve en Dim Barcelona, no fue tan exigente como
el que hay en EcoPack aunque aquello era algo que nadie, salvo yo, sabía. Elena y Oscar no
estaban para nada de acuerdo. Decían que volvía con ganas de demostrar quien mandaba, que
si éramos sensatos, la respuesta era: nadie. Al fin y al cabo la relación entre todos los
trabajadores, era excelente. No había jerarquía salvo el silencio de la veteranía en aquella
empresa, en ese factor, tanto Carlos como María, nos ganaban a todos aunque también era
cierto que María no iba en bicicleta. Por suerte para tanto para Taurus como para mí, las rutas
catorce y quince, son ideales para competir, sé que no debería decirlo pero…si, nos cruzamos
entre sí. Esto quiere decir que en alguna que otras ocasiones o Taurus o yo, circulamos por la
ruta que no nos pertenece solo para ver donde nos encontramos el uno y el otro. Pero hay días
en los que es mejor, no realizar cruces entre calles, en especial si en una de esas calles te
encuentras de cara con un coche salido de la nada y cuyo conductor parece caminar por un mar
de nubes infinitas. Taurus iba por delante de mí por lo que decidí realizar uno de aquellos cruces,
y de repente, de la nada, un coche hizo acto de presencia en mitad de mi camino. A pesar de mi
experiencia no pude evitar el golpe, recuerdo como salí despedido por los aires un par de metros
cayendo de espaldas pero con las manos por delante, una de esas caídas que son más aparatosas
que otra cosa. En esos momentos recordé los familiares del conductor de aquel coche el cual,
por suerte, se bajó rápidamente del coche para ver cómo me encontraba.

-¡Lo siento!-Exclamó una chica con acento mejicano -¡No he mirado para los lados, lo siento, lo
siento, lo siento! ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?-.

Por suerte, y tal y como he comentado antes, había sido un golpe más aparatoso que otra cosa,
o al menos eso creía, al intentar apoyar mi mano derecha, vi como esta, dolía bastante. Observé
como una chica de cerca de veintiocho años, de aproximadamente un metro sesenta, de
complexión delgada y media melena de color castaño oscura, me miraba preocupada mientras
se agachaba hasta donde yo me encontraba.

-¿Estás bien?, ¿Te duele algo?-Preguntó con claro gesto de preocupación.

-Si lo miramos por partes, la media sale “todo bien”-Respondí en tono irónico –Pero algo me
dice que esta mano…-.

De repente observé como Taurus hacía acto de presencia.

-Esa mano no tiene buen aspecto- Comentó mientras se bajaba de su bicicleta-¿Ya sabes lo que
toca verdad?-.

Puede que Taurus y yo compitamos de manera alocada, que recorramos las calles de la gran
ciudad a toda velocidad, que adoremos ese grado de adrenalina que tiene nuestro trabajo. Pero
lejos de ser compañeros de trabajo, antes somos amigos. Y quizás aquellas competiciones
habían fortalecido nuestra amistad. En EcoPack, la relación entre todos, era excelente, no
éramos una empresa: éramos una familia.

-No te preocupes por la entrega, ya me encargo yo-Dijo Taurus mientras sacaba su teléfono
móvil para llamar a María.

-Lo siento…-Dijo la chica con gesto preocupado.

Puede sonar extraño, incluso sé que habrá gente que no comparta mi idea, pero lejos de lo que
pudiese parecer, no me enfadé lo más mínimo. Sabía que debía acudir a urgencias para que
mirasen la mano, el dolor era más que notable. También sabía que María me a dar un tirón de
orejas y que Spin iba a preocuparse. No era el primer accidente que Carlos, Joel, Taurus o yo,
teníamos. Era parte de nuestro trabajo y Spin lo sabía, al fin y al cabo él también era ciclista.

-Ahora vendrá Oscar a por la bicicleta así que sabes lo que toca: taxi y al hospital que esa mano
no tiene buen aspecto-.

Suspiré pero sabía que Taurus tenía razón. De repente la chica que había provocado aquel
accidente, se ofreció a llevarme al hospital.

-Lo siento…-Volvió a comentar -¿Quieres que te lleve al hospital?-

A pesar del dolor, acepté. Y no es que fuese a pagar yo la factura del taxi, pero supuse que Spin
agradecería no tener que pagar facturas. En aquellos momentos de preocupación propia, miré
y la chica mostrando una sonrisa tranquilizadora. De acuerdo: me llega a leer la mente cinco
minutos antes de aquellas palabras y no se hubiese ofrecido a llevarme. Pero ante aquel
ofrecimiento, y a pesar de ser una completa desconocida, decidí aceptar la propuesta. El rostro
de preocupación de aquella chica, me hizo comprender que debía tranquilizarle. Supongo que
al verme sonreír, se tranquilizó, algo que agradecí.

-Por cierto, me llamo Ángel…lo siento-Comentó la chica.

-Red, te daría la mano pero me parece a mí que no puedo-Respondí –Aunque, si ves que tienes
cosas que hacer no te preocupes por mí. Son gajes del oficio así que, si bien es cierto que esta
vez duele bastante, no creo sea nada-.

-Que menos que llevarte al hospital ¿no crees? Pero antes me gustaría llamar al trabajo para
decirles lo que ha pasado-.
Viendo la cara de Ángel, estaba claro que no estaba bien anímicamente. Fue por eso que, y a
pesar de lo sucedido, decidí dejar que la locura, esa que nos permite hacer los actos que de
pensarlo varias veces, no los haríamos, así que ante la sorpresa de Ángel, le pedí a esta que me
dejase hablar por teléfono con su jefe. Era una locura, lo sé, pero debía hacerlo. Supongo que
cuando el jefe de Ángel, escuchó las palabras “buenas, soy el tipo al que su empleada acaba de
arrollar”, se tuvo que quedar con cara de sorpresa y asombro. No me importaba, cara a cara no
habría tenido valor de soltar aquellas palabras, pero por teléfono la cosa cambiaba bastante.
Me tranquilizó saber que Ángel podría recuperar aquella mañana, incluso su jefe me invitó a
comer a su restaurante. Y es que según me contó tanto Ángel como su jefe, aquella chica trabaja
como ayudante de cocina en un restaurante de comida mexicana, aquello me hizo comprender
el porqué del acento de aquella chica.

Seré sincero: odio las inyecciones, todo hombre debe guardar las formas cuando una enfermera,
médico o cualquiera que lleve bata blanca dentro de un hospital, te tiene que poner una
inyección. Durante las horas que pasé en el hospital, no pronuncié palabra alguna a no ser que
fuese estrictamente necesario. De acuerdo, cuando uno de los médicos me tocó la mano para
ver la zona en la que tenía más dolor, que era toda, solté uno de esos tacos bien fuertes y
sonoros, de es que los sueltas y te quedas a gusto. Por desgracia para mí, aquel dolor significaba
un resultado negativo: dedos índice, medio y anular fuera de combate junto con el hueso
escafoides y trapecio, fuera de combate, que porque me lo dijo el médico que no yo habría
jurado que aquellos nombres debían de ser los de jugadores de fútbol de alguna liga
desconocida. Para resumen de los menos entendidos: la mano derecha fuera de combate.
Mínimo un mes de baja y reposo de esa mano. Me supo mal ver la cara de Ángel al verme salir
con la mano escayolada y en cabestrillo.

-Lo siento…-Dijo esta con voz triste.

Sabía que me esperaba una temporada complicada a nivel diario. Y no me refiero al dolor físico,
ese se calma con medicamentos, pero vivir solo implica tener que hacer las cosas de casa. Por
suerte existen los precocinados y como en toda cada de soltero, en la mía siempre hay alguna
comida de nulo valor nutritivo pero que quita el hambre.

-¿Te llevo hasta tu casa?-Preguntó Ángel.

Negué con la cabeza mientras le mostraba unos papeles.

-Debería ir a donde trabajo a llevar estos papeles pero no te preocupes, cogeré un taxi-.

A pesar de mis palabras y de que me encontraba bien anímicamente, el rostro de Ángel reflejaba
una profunda preocupación.

-Ángel no te preocupes, son cosas que pasan. Mira el lado positivo: me pasaré un mes en casa
sin hacer absolutamente nada-.

-Pero…-.

-Ángel, en serio, no te preocupes-.

Y ante su sorpresa, decidí darle un abrazo. En ocasiones, nuestras palabras están de más. Existen
momentos en la vida en la que un simple abrazo, dice mucho más que mil palabras. Al fin y al
cabo un abrazo habla, dice, cuenta, pero lo hace en silencio, hablando desde el corazón, desde
el más sincero de nuestros pensamientos. Ni estaba enfadado ni nada por el estilo. Dejaremos
de lado que quizás los calmantes me habían dejado algo blando. Para tranquilizar a Ángel,
decidimos intercambiar nuestros números de teléfono. Algo en mi interior me hacía sentir cierta
pena por el estado anímico de aquella chica. Pero lo sentía, había sido la vida la que nos había
puesto en el camino, y lo había hecho de manera breve, tanto que a media que se iba alejando
el taxi del recinto hospitalario, pensé que Ángel sería aquella chica que un día, me mandó al
hospital pero de la cual no volvería a saber nada, por mucho número de teléfono que nos
hubiésemos intercambiado.

María observó cómo alguien asomaba unos papeles por la puerta de las oficinas.

-No te vas a librar de la colleja-Dijo esta sin apartar la mirada de su mesa de trabajo.

Era consciente de que María tenía razón, pero aquel día fue de esas collejas que suenan más
que pican. Elena salió corriendo a darme un abrazo mientras Oscar y Joel, hacían acto de
presencia. Minutos después llegó Carlos seguido de Taurus y Spin. Por suerte Taurus le había
contado a Spin lo sucedido. Había que reconocer que Ángel, me había aparecido de la nada y
que el impacto, era inevitable. Incluso llegó a decir que a él mismo le había pasado de haber
cogido aquel camino. Me habría encantado volver al trabajo al día siguiente pero, y por mucho
que no le gustase a Spin, el reposo era obligatorio. Eso no me impidió ofrecerme voluntario si
hacía falta cualquier cosa. Así que tras despedirme de manera temporal de mis compañeros,
decidí coger otro taxi para regresar a casa. A medida que me acercaba, la medicación me iba
provocando cierta somnolencia, por lo que estaba claro que era lo primero que iba a hacer nada
más llegar a casa. Tras bajarme del taxi y pagar, subí hasta la puerta de casa. De repente, frente
a esta, observé lo que parecía ser un paquete de tamaño mediano. Inmediatamente pensé que
los calmantes me estaban jugando una mala pasada, pero al acercarme hasta la puerta
comprobé como realmente allí había algo. No nos engañemos: a cualquiera le aparece un
paquete delante de la puerta de casa y todos los pensamientos, son negativos. Miré extrañado
aquel paquete el cual se encontraba envuelto en papel de embalar, de ese marrón propio de los
embalajes. Debía medir poco de una caja de zapatos aunque a la hora de cogerlo, comprobé
como este pesaba más que una simple caja. Lo único que pude ver escrito en él, era mi nombre
escrito con rotulador permanente negro y en mayúsculas. Inconscientemente miré a mí
alrededor, como si pensase que la persona responsable de dejar aquel paquete en aquel lugar,
estuviese observándome. Fuese quien fuese el responsable de aquel paquete estaba claro que
sabía dónde vivía y se había tomado su tiempo para envolver el contenido. No voy a negar que
no me pasase por la mente la idea de dejar el paquete fuera de casa pero lógicamente no lo
hice. Una vez en el salón, dejé el paquete sobre una pequeña mesita de madera de color negro,
que tengo repleta de todo tipo de revistas que hacía años que debía haber tirado y cuyo
contenido me conocía de memoria, pereza en estado máximo. Me senté en el sofá y me quedé
mirando el extraño paquete. Me pasaron varios nombres a modo de persona responsable de
aquello, y todas ellas eran de mi círculo más cercano. Aquel paquete lo habían dejado en persona
frente a la puerta de casa por lo que el nombre de Sergio o Víctor, sonaron con fuerza. Pero
¿para qué iban a querer dejarme un paquete pudiéndomelo dar en persona? Aquella pregunta
debía quedar relegada a un segundo plano puesto que había otra pregunta que corría prioridad
¿abrir el paquete o no abrirlo? Y si, decidí abrirlo con sumo cuidado. Fue en ese preciso instante
cuando recordé algo: soy diestro. Eso equivale a que cualquier cosa que tengas que hacer sin
ayuda de la mano derecha, te convierte en el ser más patoso que hay sobre la faz de la tierra.
No podía abrir el paquete con un cuchillo jamonero que habría sido la forma más fácil y directa,
debía hacerlo con algo más delicado. En esos momentos aparece en todo hogar uno de esos
objetos que todo el mundo tiene pero que nadie sabe cómo ha llegado a casa: un cúter. Con
sumo cuidado fui rompiendo el embalaje hasta que finalmente llegué a su contenido: una
trabajada y elegante caja de madera. Era una de esas cajas bien realizadas, lisas y con una capa
de barniz que incluso reflejan tu propio rostro. En el frontal de esta había una pequeña
cerradura. Extrañado revisé toda la caja encontrando una pequeña llave pegada con celo, en la
zona inferior de esta. No hacía falta ser un genio para saber de donde era aquella llave.
Extrañado cogí la llave y abrí la caja. La sorpresa no pudo ser mayor al igual que el desconcierto:

-¿Plumas negras?-Pensé.

En el interior de aquella caja había una docena de plumas negras. Eran plumas muy bien
cuidadas, no olían pero su tacto era suave y agradable, de ese que al pasar por la piel, te acaricia
en silencio. Aquello era sumamente misterioso ¿Quién me iba a mandar una caja con plumas
negras? Y sobre todo ¿Para qué? Estaba claro que debía hacer varias preguntas, en especial a
mis seres más allegados. Fuese quien fuese el responsable, me tenía que decir para que quería
yo aquellas plumas. Pero por desgracia, había algo aquel día, que me hizo tener que tomar más
calmantes. Cuando la mano se enfrió, el dolor fue en aumento por lo que no podía hacer otra
cosa que tomarme un par de calmantes e intentar descansar. Tan solo era cuestión de tiempo
saber el porqué de todo aquello.
7-CARTAS DEL MUNDO
Es por todos conocido, el hecho de que las cosas en caliente, duelen menos pero que cuando se
enfrían, suelen doler más. Pasé una de esas noches de dolor insoportable, los calmantes
lograban mitigar de manera temporal el dolor en la mano. Para más colmo la mano tendía a
realizar de manera inconsciente, todas aquellas acciones que a las que estaba acostumbrada a
hacer. No fue de extrañar que aquella mañana una de las primeras cosas que hiciese, fue
acercarme a la farmacia, necesitaba algo para calmar el dolor y de paso más precocinados. Debo
reconocer que la odisea de pagar en el supermercado fue de esas que esperas no volver a
repetir. Como muchos hombres, soy de esos que llevan la billetera en el bolsillo trasero de mi
pantalón, justo en el lado derecho. Ni que decir tiene que aquel día fui con las deportivas sin
abrochar. Físicamente dejaba mucho que desear. Sedado, aturdido y con ganas única y
exclusivamente de sentarme en el sofá para ver la televisión sin prestar atención. Por suerte la
paz y la tranquilidad de vivir solo, era algo que agradecía. De la misma forma que también daba
gracias al tipo que inventase las pizzas para calentar en el microondas. Pero aquella tarde, y
mientras me encontraba escuchando alguno de esos programas divulgativos de uno de esos
canales de televisión minoritarios, alguien picó al timbre de casa. En un primer instante pensé
en no abrir la verdad. De lo que menos ganas tenía era de recibir visitas. Pero la educación
manda, o eso o que las medicación me impedía pensar con claridad. Ni siquiera miré por la
mirilla. De repente, ante mi sorpresa, una bolsa de plástico de tamaño medio, se puso ante mi
rostro.

-¿Me perdonas?-Dijo tímidamente una voz.

Cuando la bolsa se apartó pude ver el rostro de Ángel,

-¿Y tú como sabes dónde vivía?-Pregunté extrañado.

De repente Sergio hizo acto de presencia.

-Simples casualidades aunque ¿Qué tal te encuentras?-Comentó Sergio en claro tono alegre.

-¿Y tú como sabes que me había pasado algo?-Volví a preguntar totalmente extrañado.

-No hagas preguntas que no quieras saber-Respondió Víctor ante mi sorpresa.

-¿Y a ti?-.

-¡Barbas!-Dijo Miriam apareciendo por sorpresa.

Los miré extrañado pero sin salir de casa. Miré a Miriam y le pregunté.

-¿Pregunto que como sabias esto o me estoy calladito?-.

-¿No pretenderías que le dijese que no a una dama verdad?-Dijo Taurus ante mi sorpresa.

Decidí asomarme a la puerta para ver cuanta gente más había allí. Y de repente una sonora
colleja me hizo saber que allí había alguien más.

-Y sabes que es merecida-Dijo María.

Allí, frente a la puerta de casa, no solo se encontraban Ángel, Sergio, Víctor, Miriam, Taurus y
María, el resto de mis compañeros de trabajo, incluido Spin, habían decidido visitarme. Preferí
no preguntar y dejarles pasar. Las cosas como son: mi casa no estaba perfectamente ordenada,
incluso debo reconocer que mi cama no estaba hecha. Por suerte, en casa cabíamos todos de
manera amplia, incluso tenía una habitación con un pequeño televisor y una consola donde se
podía estar tranquilamente. Ángel me había llevado comida mexicana aunque no había contado
con que más gente se apuntaba a aquella visita. Por una parte le habría gruñido, pero sabía que
lo había hecho con su mejor intención ¿Cómo iba a molestarme aquello? Debía mirar la parte
positiva: tenía comida lista y preparada. Aquello me iba a librar de comer precocinados. Pero no
aquella noche, al ser tanta gente decidieron pedir comida. Unos pidieron comida china, otros
kebabs y hamburguesas, incluso recuerdo que alguien pidió incluso pizzas. Por mi parte, me
parecía de mala educación no probar la comida que me había traído Ángel. Y si, debo reconocer
que aquella chica cocinaba realmente bien. A pesar de mi estado me alegraba al ver toda aquella
gente en casa. Algunos días solía estar Víctor pero ¿tanta gente? Para nada. Cuando estábamos
todos comiendo recordé algo que tenía que preguntar así que decidí acercarme hasta mi
habitación, coger la extraña caja que alguien me había dejado frente a la puerta de casa, y
pregunté. Todos los allí presentes me miraron extrañados. Y ante mi sorpresa, todos negaron
ser los responsables de aquello.

-¿Seguro que era para ti?-Preguntó Sergio mientras miraba la caja.

-Ponía mi nombre, y que logre recordar, no hay ningún otro Red, en el edificio- Respondí.

Salieron todo tipo de hipótesis, unas divertidas, otras más rebuscadas. Pero fuese como fuese,
nadie era responsable de haber dejado aquella caja. O al menos eso lo que decían, también
podía pensar que realmente no me lo querían decir. Pero aquella idea chocaba con el rostro
extrañado de todos los allí presentes y la confianza que tenía con ellos. Por otro lado nadie supo
decir que eran las plumas, algunos decían de cisne, otros que eran plumas artificiales. Solo
habían dos ideas en común sobre aquella caja: nadie la había dejado allí y las plumas podían ser
de cualquier cosa por lo que apuntar en una sola dirección, era una auténtica locura.

A medida que la noche iba avanzando, los allí presentes comenzaron a marchar a sus casas. En
el fondo iba a echar de menos aquel caos inicial que se había formado en primera instancia. No
me importó que algunos se quedasen mientras el resto marchaba. Incluso no me negaba a que
alguien se quedase a dormir. No sería la primera noche que Víctor se quedase en casa dormido,
incluso yo mismo me había quedado dormido más de una vez sobre el sofá, aunque, y como es
de esperar, como la cama de uno no hay ningún otro lugar. Finalmente, sobre las doce de la
noche, tan solo quedaban Víctor, Miriam y Ángel, la cual, y a pesar de que llegué a gruñirle,
decidió ayudarme con las cosas de casa. Cuando terminó se puso a mirar el cielo por una de las
terrazas. Por un instante me recordó a mí cuando, en el más absoluto de los silencios, disfrutaba
de las hermosas vistas que da un cielo estrellado. Y es que cuando el cielo, está libre de nubes,
las vistas del cielo en pleno anochecer, son espectaculares. Incluso llega un momento en que te
das cuenta de lo pequeña que es la tierra. Ángel tenía una mirada que me hacía saber que había
mucho ruido en su interior, y este le hablaba, y este le decía, le contaba, le susurraba. Apenas la
conocía pero verle en aquel lugar, de pie, en silencio mientras disfrutaba de un mágico
espectáculo, me recordó a mí mismo cuando le hablaba al universo sin que nadie, solo las
estrellas, pudiesen escucharme. Me acerqué hasta ella y poco a poco las palabras fueron
transformándose en universos. El suyo era reciente, había llegado a España varios meses atrás
movida por el sueño de ser una gran geóloga. Era un mundo que siempre le había fascinado por
lo que tras informarse, vio como en Barcelona, había una universidad que podía abrirle las
puertas a ese mundo. Había llegado con muchos sueños pero poco dinero, el suficiente como
para pagarse una pensión hasta que encontrase un trabajo el cual le permitiese alquilar algún
pequeño apartamento y poder comenzar a estudiar. Y en parte iba logrando alcanzar sus
objetivos solo que estudiar había quedado relegado a un segundo plano. Había podido encontrar
trabajo como ayudante de cocina. Había podido alquilar un pequeño coche con el cual moverse
por la ciudad condal, si, con ese mismo con el que me envió al hospital. Pero, y tal y como me
contó, todavía no está acostumbrada a las calles de la gran ciudad. Vivía en un pequeño estudio
situado en un barrio al este de Barcelona, en Vilapicina más exactamente. Era un estudio de esos
pequeños, de esos en los que tres personas ya es demasiada gente. No es un gran lugar, tiene
un pequeño salón, una habitación donde cabe una cama individual y una pequeña cómoda, un
diminuto cuarto de aseo donde el espacio obliga a tener plato de ducha y una cocina que hace
a la vez de cuarto de la colada. Uno de esos lugares sin apenas luz solar, salvo la que entra por
el salón. No me extrañó que Ángel quedase encantada con las vistas que había desde mi casa.
Pero el acento en la vida de Ángel, era triste. Sus padres y hermana, se habían quedado en
México, ellos querían que Ángel cumpliera su sueño y se alegraban cuando daba un pequeño
paso hacia adelante para conseguirlo. Pero la distancia con lo seres queridos es más que
palpable. Ángel me contó que aún no se acostumbra a Barcelona, que tiene muy pocas amigas
y que pasa la mayor parte del día o sola en casa o trabajando. Estaba claro que ambos estábamos
en puntos opuestos en cuanto a vida. A ver, que no iba a negar que no echase de menos a mis
padres, pero también los podía querer en la distancia. Ni que decir que adoro Barcelona, es mi
ciudad y me llevo de maravilla con ella. No fue de extrañar que le ofreciera a Ángel la posibilidad
de que viniese siempre que quisiera a casa. SI lo hacía Víctor ¿Por qué ella iba a ser menos?
Finalmente Ángel marchó quedándose en casa Víctor y Miriam los cuales se habían quedado
completamente dormidos en el sofá de casa así que tras apagarles el televisor decidí hacer lo
mismo pero en mi cama.

Existen varios tipos de despertador, está el típico de las campanillas cuyo sonido es capaz de
despertar a todos los vecinos del edificio. Luego está el analógico, su sonido es elegante,
tranquilo pero que comienza a aumentar a medida que pasa el tiempo. Por último está un nuevo
despertador que hasta aquella no conocía.

-¡Las ocho y media!-Gritó Miriam -¡Que entro a las nuevo y no llego!-.

Ventajas de estar soltero: ese tipo de despertador no existe. Pero tanto a Víctor como a mí nos
despertó. Solo me faltó hacerle el desayuno pero la vida, existen varias normas básicas que
siempre se deben respetar: nunca os interpongáis en el camino de una mujer que va tarde. Miré
a Víctor desde las escaleras que bajaban hasta la primera planta, los dos nos miramos extrañados
mientras Miriam se arreglaba como podía. Finalmente Miriam se despidió de los dos, de uno de
una forma más cariñosa, saliendo a toda velocidad hacia su trabajo. Por suerte para Víctor y para
mí, nuestro trabajo estaba lejos de comenzar. Y lo reconozco: me habría encantado salir a
trabajar, pero la baja es la baja y a pesar de que la medicación había hecho efecto, debía guardar
reposo. Por su parte Víctor, entraba a trabajar al mediodía. En aquellos momentos, en donde la
amistad camina a paso firme. Y es que aquella mañana Víctor decidió acompañarme al
supermercado, con su ayuda podía llenar la nevera y la despensa de gran cantidad de alimentos
precocinados. Ni que decir tiene que aquel favor me salió por varios packs de botellines de
cerveza pero ¿y qué más da? Al y fin y al cabo que Víctor viniese a casa y no encontrase cerveza
era querer ver el caos más absoluto en el rostro de Víctor así que evitemos.

Ya una vez solo en casa, tras comer decidí hacer lo que toda persona que está de baja, debería
hacer: descansar. La paz y el silencio de casa quedaban interrumpidos por el murmuro de la
televisión. Me hizo gracia recordar que horas atrás mi casa se encontraba repleta de vida. Y
pensé en todos, aunque llevaba pocos días de baja, añoraba el trabajo en EcoPack, añoraba a
mis compañeros, el caos de la gran ciudad. Pero en aquellos momentos, lo única obligación que
tenía no era otra que descansar. Y de repente el teléfono, ese simpático invento que nos hace
salir de nuestro descanso más placentero…si, simpático era en sentido irónico. Por cuestiones
de internet en casa tengo fijo pero, y como toda persona joven que soy, el que más suelo usar
es el teléfono móvil. De acuerdo, en algunas ocasiones lo he puesto en silencio pero para estos
modos hay un caso que choca de lleno con su funcionamiento: tener unos padres viviendo a
cientos de kilómetros. Porque si hay algo que molesta a un padre, o a una madre aunque ciertos
debates hoy en día están de más, eso no es otra cosa que un hijo que no te responde al teléfono
móvil, y pobre de ti de reprocharles que hacen lo mismo porque siempre te soltarán alguna
escusa que tu no podrás soltar si no quieres desatar la tercera guerra mundial. Dejando de lado
temas sonoros, lo cierto es que más por educación que por ganas, decidí responder a aquella
llamada. La sorpresa no pudo ser mayor.

-¡Red! ¿Qué es eso de que has tenido un accidente?-Dijo una voz de mujer que no lograba
recordar a quien pertenecía.

-Esto ¿Quién es?-.

-¿Ya te has olvidado de mí? Desde luego barbas estoy por ir a tu casa y cogerte de esos pelos de
la cara a ver si me recuerdas-.

En aquellos momentos recordé a una mujer cuya energía no disminuía y con la cual
curiosamente, resultaba difícil de hablar.

-¿Pilar?-Pregunté extrañado.

-Que no me cambies de tema ¿Qué eso de que has tenido un accidente?-.

Incluso estando al otro lado del teléfono, Pilar transmitía una energía que incluso asombraba.
Extrañado pero agradecido por aquella llamada, decidí contarle lo sucedido. Estaba claro que
eran cosas del oficio, al fin y al cabo no era mi primera lesión trabajando en EcoPack pero sí que
debía reconocer que era la más grave. Pero Pilar, aparte de llamar para ver que me había
sucedido, algo tenía que ver Miriam con aquel hecho, me comentó que cuando me recuperase
le gustaría que volviese a trabajar con ellos. Alguien, no sé quién pero podía intuir quien, había
comentado cierta anécdota con un globo en la oficina y el buen ambiente que aquel día hubo
en aquel lugar. Incluso habían hablado con Spin para comentárselo, tenían muy pocos repartos,
lo suficientes como para necesitar a alguien pero los mínimos para contratar de nuevo los
servicios de EcoPack. Es por eso que habían pensado en mí para un futuro pero que hasta que
ese día llegase, si es que aceptaba, iban a contar con Taurus. No sé si a Spin le haría gracia
aquello, si bien era cierto que Carlos y Joel eran muy buenos repartidores, sus tiempos de
entrega también eran mayores, deberíamos omitir que también había que reconocer que eran
los más prudentes y sensatos conduciendo pero omitamos eso. Pero Taurus y yo, éramos los
que mejor valoración por parte de los clientes teníamos, era por aquel motivo que en caso de
haber algún reparto urgente, éramos las personas adecuadas para ello. Conocía el tipo de
encargos que hacía la gente de Dim Barcelona y conocía a Taurus ¿Qué quería decir con eso?
Sabía que Taurus iba a querer gustar, iba a querer demostrar de lo que era capaz, competir de
manera silenciosa conmigo dentro de Dim Barcelona pero sabía que los encargos de Dim
Barcelona, no eran los que más le gustaban, eran repartos que en el noventa y nueve por ciento
de las ocasiones, transcurrían por las calles de Barcelona, recorridos urbanos en toda regla. Pero
lejos de sentir envidia o ganas por volver a competir con Taurus, lo cierto es que me alegré por
él ¿Qué le iban a gustar las oficinas de Dim Barcelona? Por supuesto que no ¿Que iba a hacer
bien su trabajo? Apostaba mi barba a que lo haría de manera envidiable. Lejos de los que pueda
parecer, Taurus y yo somos amigos y compañeros antes que rivales. No negaré que no sentía el
gusanillo por coger mi bicicleta y volver a la carretera. Pero mi mano me decía que aquello debía
esperar. Pero antes de despedirme de Pilar, esta volvió a sorprenderme con algo que no
esperaba.

-Por cierto Red, recuerdos de Nae-.

Aquello me resultó curioso.

-¿Dos palabras?-Pregunté.

-Dos palabras: dale recuerdos-Respondió Pilar –Algo es algo, ahora si me disculpas debo acudir
a una reunión aunque ya sabes, si necesitas cualquier cosa no dudes en darme un telefonazo-.

Agradecí aquella llamada, y la envidia sana hacía Taurus que se hacía cada vez más y más grande.
Me alegraba por él la verdad. Pero sin duda alguna me alegraba por las palabras de Nae. Que de
acuerdo: compañera de trabajo y hasta ahí. Pero no olvidaba la sensación de que aquella mujer,
guardaba algo en silencio, era como si fuese un misterio toda en sí. Y no es que supiese mucho
de ella la verdad, no es una mujer que se deje conocer, y con el carácter que tenía estaba claro
que por muy guapa que fuese, su belleza chocaba con su personalidad, una barrera invisible que
suele echarnos para atrás a la hora de conocer una persona. Fuese como fuese estaba claro que
solo podía hacer una cosa hasta que volviese a la carretera: descansar y reposar, aunque en el
fondo tuviese ganas de volar.
8-HÉROES
En ocasiones, solemos llamar “actos de locura” a aquellas acciones que no somos capaces de
hacer si nos paramos a pensar en ellas. A nadie le extrañó que la cara del camarero de aquel
restaurante, fuese todo un poema cuando uno de los comensales, pidió hablar con el jefe de
cocina. Viendo la cara del comensal, todos se temieron lo peor, algo en la comida no estaba en
condiciones. Pero cuando el jefe de cocina fue a hablar con este, la sorpresa no pudo ser mayor.
Finalmente tras una curiosa charla, el jefe de cocina hizo salir a una de sus ayudantes mientras
el comensal revisaba atentamente la carta del menú.

-¿Has hecho tu este guacamole?-Preguntó el jefe de cocina con tono serio.

La chica le miró tímidamente.

-Si…señor ¿hay algún problema?-.

-A esto…a esto la falta pan-Dijo el comensal.

Si en aquellos momentos Ángel me hubiese podido dejar la mano izquierda como tenía la
derecha, estoy completamente convencido de que lo habría hecho. Pero cuando le expliqué los
motivos de mi visita aquel lugar, aparte de por la comida claro, y posteriormente a Ángel, no
pudo hacer otra cosa que darme un abrazo de esos que hablan sin necesidad de decir una sola
palabra. Soy de los que piensan que pensamos demasiado en nosotros mismos, en que está
antes el yo que el tú. Y no digo que no tengamos que tener ese punto de narcisismo que todo el
mundo debería tener, pero siempre con moderación y sin olvidar que vivimos en un mundo
rodeados de gente. Esto implicaba que en ningún momento quise que Ángel tuviese problemas
en el trabajo por mi culpa. Al fin y al cabo, el día que nos conocimos, ella iba a trabajar. Incluso
puede que a alguien le extrañe pero me autoinculpé. Afortunadamente no habían reprochado
nada a Ángel, dejando de lado que debería recuperar la mañana pérdida, pero aquello era lo de
menos. Debo reconocer que el trato tanto de su jefe como del jefe de cocina, fueron admirables.
Se les veía unas personas educadas, correctas y amables. Incluso aquel día, gracias a aquellas
personas, me invitaron a una copa. Y gente, los dragones los creó algún turista al cual se le
ocurrió pedir en un restaurante mejicano, la bebida más fuerte que tuviesen, tuve la boca
adormecida durante un buen rato, a pesar de aquello, aquella fue una de aquellas mañanas que
se agradecen. Incluso la amistad con Ángel fue cada vez mayor.

Pero hay alguien que tiene toda la fuerza de un dragón, alguien capaz de imponer respeto con
solo su presencia, alguien a quien le gusta gustar. Y es que Taurus había ido a por todas cuando
comenzó a trabajar para Dim Barcelona. No solo hacía de manera efectiva su trabajo, sino que
con solo su presencia, imponía un cierto respeto a todo aquel que pasase a su lado. En alguna
que otra llamada telefónica, Miriam me iba contando como iban las cosas. Me decía que Taurus
quería hacer olvidar mi nombre de manera silenciosa. No es que me importase la verdad,
directamente yo no competía. Pero le conocía, y sabía que iba a dar lo mejor de sí para conseguir
aquel objetivo. Miriam y yo coincidimos en algo: el mayor reto era conseguir tres o más palabras
de Nae. De momento en ese terreno, iba ganando yo, tenía dos contra una sola palabra que le
había dicho Nae a Taurus. No me importaba lo más mínimo, al fin y al cabo Taurus era mi
compañero, no mi rival, cualquier otra cosa, estaba de más. Pero un día, el nombre de Taurus,
cobró un mayor protagonismo y desde luego, incluso al recordarlo no dejo de sorprenderme.
Taurus es de origen francés, nació en un barrio periférico de Paris, uno de esos lugares de gente
humilde, trabajadora y donde los sueños, se hacen a lo grande. Sus padres llegaron a Barcelona
buscando un futuro mejor, la típica y heroica aventura de todo aquel que busca un futuro mejor
lejos de la tierra que le vio nacer. Por suerte la integración de Taurus y su familia en la ciudad
condal, fue total. Debo reconocer que Barcelona es una ciudad cosmopolita y donde la
diversidad cultural agrandan la belleza de una ciudad ya de por si hermosa. Es por eso que Taurus
le está agradecido a la ciudad, esto equivale a que siempre que hay eventos en la ciudad, Taurus
siempre que el trabajo y el tiempo se lo permite, acude. Las cosas como son Taurus es una
persona sin miedo, de esos que le echan valor a la vida y no se detienen ante nada. También es
cierto que gracias a su cuerpo de gimnasio, es fácil de hacer. La ciudad de Barcelona, es un
destino turístico mundialmente conocido, solo hace falta dar una vuelta por las ramblas para
darse cuenta de esto. Pero no todo es tan bonito como parece pero sucede. Como en todo lugar
turístico, los amantes de lo ajeno, rondan las zonas más turísticas para aprovecharse de los
turistas más despistados. Aquel día, Taurus tenía una entrega la cual le obligaba a tomar uno
de los carriles que transcurren paralelos a la rambla de Barcelona. No era una ruta que le
gustase, el tráfico y la gente, hacían de aquella ruta, un camino demasiado lento para los
deportistas, o mensajeros como es este caso, más atentos. Pero el dinero manda, y Taurus no
iba a detenerse por una ruta que no le gustase. Pero cuando Taurus escuchó como alguien
gritaba en uno de los laterales de la rambla, no se lo pensó dos veces. Escuchó una gran multitud
gritar mientras miraban hacía un mismo lugar, Taurus corrió hasta el lugar cuando de repente
observó una persona correr con lo que parecía ser una cámara de fotografiar mientras una chica
joven, con pinta de turista, intentaba alcanzarle mientras gritaba. Taurus no se lo pensó dos
veces, corrió hasta situarse a la altura de la persona que corría con la cámara de fotografiar y
ante la sorpresa de este, se abalanzó sobre él. La bicicleta de Taurus chocó contra un coche que
había aparcado pero Taurus había realizado un señor placaje al tipo de la cámara el cual cayó al
suelo de manera violenta. Taurus se colocó sobre él rodeándole con las piernas. De repente el
tipo sacó una pequeña navaja. No hay que ser un genio para saber que sacarle una navaja a
Taurus mientras esté está sobre de ti con las piernas alrededor de tu cuerpo, no es la idea más
sensata del mundo. La patada en la mano no tardó en llegar y fue curioso pero aquello mismo
le salvó a Taurus de ser denunciado por agresión. La policía no tardó en hacer acto de presencia
agradeciendo a Taurus la labor realizada. Curiosamente no se libró de un pequeño y educado
rapapolvo al haberse enfrentado a un tipo armado con una navaja. Pero sucede algo: hoy en día
vivimos en la época del “todo se ve, todo se sabe”. Y es que hoy en día raro es el día en que
alguien no graba algo con un teléfono móvil. Y la acción de Taurus no fue menos. El vídeo no
tardó en llegar a las redes sociales desde donde la difusión se hizo mayor. Para muchos Taurus
se comportó como un auténtico héroe. La noticia de lo sucedido no tardó en aparecer en todos
los medios. La ciudad de Barcelona tenía un nuevo héroe y ese héroe trabaja para Spin el cual
no daba crédito a lo que había pasado. De acuerdo: cuando sucedió aquello Taurus trabaja para
Dim Barcelona pero seguía siendo empleado de EcoPack. Curiosamente aquello llevó a muchas
empresas a querer contar con los servicios de aquel héroe. Por un lado Spin era consciente de
que Taurus se la había jugado de manera quizás innecesaria pero eran tantos los contratos que
había sobre la mesa de María y Elena, que era imposible estar enfadado. La palabra “héroe” se
escribía junto al nombre de Taurus, y en aquel mundo, él se sentía cómodo. Llevaba solo un par
de días trabajando para Dim Barcelona y ya todo el mundo le conocía, incluso había clientes que
nada más verle aparecer por las tienda en dirección a su puesto de trabajo, se paraban con él
para hacerse algún que otro selfie, algo que a él, le encantaba. Estaba claro que a Taurus le
gustaba todo aquello: cuerpo de gimnasio, un trabajo que le gustaba, aparición en medios de
comunicación de todo tipo, mujeres, fama… ¿Qué más se podía pedir?, Taurus era feliz, con eso
todo bastaba.
Puede sonar curioso pero me gustaba tener a Ángel en casa, y no, la suma que todo el mundo
estará haciendo en estos momentos, no existe, no es más que un cliché creado por una sociedad
en la que distintos géneros, tienen que hacer una suma. Y en este caso podría decir que sí, pero
siempre desde el ámbito de la amistad. A Ángel le gustaba ver el cielo estrellado, imaginar que
era capaz de volar a través de las estrellas, jugar con la imaginación a ser una intrépida
aventurera y surcar el universo en búsqueda de nuevos planetas. También era cierto que
mirando el cielo, se sentía más cerca de su familia. Si había llegado a Barcelona, en búsqueda de
un sueño, este todavía no había comenzado a producirse. Incluso había días en los que pensaba
que nunca iba a lograr sus objetivos. Pero cuando eso pasaba, le gustaba mirar al cielo y buscar
alguna estrella que le recordase que nunca debía abandonar su sueño. Por eso adoraba las vistas
que había en mi casa. No negaré que sus dotes culinarias me iban genial mientras estuviese de
baja. Pero era curioso ¿solo Ángel en casa? Víctor sí que hacía la suma en la que todos habíais
pensado, y una suma no es más que la unión de dos individuos. El sofá de casa era los
suficientemente grande como para que estuviésemos los cuatro tranquilamente. Sí que habría
que matizar que Víctor y Miriam estaban más juntos, por no decir pegados, que Ángel y yo. Uno
de aquellos días, mientras veíamos la televisión armados con un bol de palomitas tamaño
familiar, observamos algo que sin duda alguna llamó nuestra atención. Se trataba de un
programa de esos de entrevistas a gente famosa en la actualidad ¿Taurus famoso? La fama
creada a través de un video grabado desde un teléfono móvil y difundido a través de las redes
sociales, es efímera así que ¿famoso? Aceptémoslo, Taurus es famoso.

-Se le ha subido demasiado el ego- Comentó Miriam mientras cogía un puñado de palomitas.

-¿No están contentos con él en Dim?-Pregunté.

-Cumplir cumple plazos pero se para con clientes a hacerse fotografías, se hace fotos con
empleados mientras saca musculo, alardea de sus tiempos de reparto…-.

-¿Pero Pilar no está contenta con él? Al fin y al cabo fue ella la que lo contrató-.

Miriam sonrió.

-Contrataron los servicios de EcoPack, no los suyos-.

-¿Despido cuando finalice las entregadas?-.

-Más bien espera-.

-¿Espera? Pregunté extrañado.

De repente Víctor decidió intervenir aunque para ello me lanzase un par de palomitas.

-Parece que vivas en una nube ¿A qué te crees que están esperando?-.

Aquella vez quien sonrió fui yo.

-Como estéis esperando a que Taurus cometa algún fallo en algún reparto lo lleváis claro-.

-Cari pásame el bol de palomitas que este todavía no se ha enterado-Dijo Miriam –Veamos Red
¿Cuántos dedos tienes en las manos?-.

Le miré extrañado.

-¿Izquierda o derecha?-.

-Plural-.
Me miré las manos.

-De momento diez, pero vamos, que así he estado toda mi vida.

De repente Ángel me lanzó un cojín directamente a la cara.

-Gracias cielo –Dijo Miriam –Ahora vuelve a contar-.

Al volver a mirar mis manos, comprendí bien aquella respuesta.

-Dime que no es lo que creo que me estás queriendo decir….-Comenté en tono tímido.

-Pilar no sabía que te había pasado hasta que volvió a llamar a tu jefe. Creía que estabas bien-.

-Pero ella misma fue la que me despidió…-.

-Te recuerdo que fue momentáneo. Al fin y al cabo la empresa lleva poco tiempo en la ciudad
por lo que es habitual que la situación sea un poco caótica. Pero sí que debo reconocer que hay
cosas que desconozco. Sé que a Pilar le caes bien, no hace falta ser una ilustrada para darse
cuenta de ello pero, y hasta donde yo sé, no es la única persona que puede contratar o despedir
gente. En mi opinión personal creo que Pilar te quiere en la empresa pero había algo que
desconozco, que impidió que te quedases-.

-La falta de envíos ¿no crees?-.

-Si fuese eso no se habrían contratados los servicios de EcoPack de nuevo ¿no crees? Sea como
sea, algo os quiere a vosotros allí, perdona ¿os quiere? Pregúntale a muchos trabajadores que
prefieren: si a un tipo musculado y con aires de prepotencia o a una persona que es capaz de
llevar un globo tamaño familiar y lanzarlo en mitad de la oficina-.

-Aquello fue un accidente-.

-Un globo no se infla por accidente-.

-Pero a Nae mucha gracia no le hizo.

Miriam sonrió.

-Te recuerdo señorito barbas, que Nae sonrió-.

-Podría haber sido un tic nervioso-.

Nunca un dedo anular había sido tan buena respuesta.

No quería pensar en lo que Miriam trataba de decirme. Mi idea era recuperarme lo antes posible
y regresar a mi trabajo en EcoPack. Cualquier otra cosa estaba de más. Me era indiferente que
Taurus estuviese viviendo su momento de gloria, incluso podía decir que me alegraba por él.
Desde que lo conocía siempre lo había dado todo en el trabajo, incluso estando de baja me había
mandado algún mensaje al teléfono móvil por si necesitaba algo y sabía que podía llamarle para
pedirle cualquier cosa fuese a la hora que fuese. Dejemos que la gente sea feliz a su manera, al
fin y al cabo, todo el mundo debería ser feliz, que se pueda lograr, es otra cosa.

El sofá de casa tiene un peligro invisible: es sumamente cómodo. Es de esos sofás en los que una
persona alta puede estirarse completamente y aún y así sobra la mitad del sofá. Luego aparte
es blando, es de esos en los que te sientas y te vas hundiendo lentamente pero con suavidad. Si
a eso le añades una manta, ausencia de luz más que la que procede del televisor y silencio
tenemos como resultado a una pareja y a una chica, durmiendo plácidamente en el sofá. En
aquellos momentos me alegré de tener mi cama ¡para mí solo!, bueno, como siempre para que
lo íbamos a negar. La única cosa que había estado sobre aquel colchón había sido la ropa que
debía guardar tras hacer una lavadora. Pero eso de poderse tirar en plancha, de espaldas y con
los brazos abiertos, es algo…que no podía hacer sin antes asegurarme de que mis dormilones
invitados, estuviesen bien y con la televisión apagada. Incluso debo reconocer que aquel día me
salió esa vena maternal a modo de tapar bien con la manta. Me tranquilizaba saber que el día
siguiente era domingo por lo que el despertador de Miriam, no sonaría. Tras aquello decidí
marchar a dormir y sí, me lancé de espaldas aunque posteriormente, y como si fuese un reptil,
me metí lentamente bajo las sabanas.

Aunque nos guste, y por muy poético que pueda sonar, algunos sueños no duran eternamente.
En el ámbito de “personas que caen sobre un colchón y desaparecen entre silencios y/o
ronquidos”, eso no significa otra cosa que en ocasiones, la sed, el hambre o algún ruido extraño,
te hace despertar en mitad de la noche. Existe algo a lo que no solemos prestar atención hasta
que no se nos comenta. Y es que a pesar de catalogar el silencio en un único concepto o idea,
cada hogar tiene su propio silencio. Lo conocemos y lo aceptamos, al fin y al cabo forma parte
del lugar donde vivimos. Fue por eso que algo me despertó aquella noche, un sonido extraño,
triste al fin y al cabo. Alguien sollozaba en la planta de abajo y observando el lugar de
procedencia del cual venía, pude saber de quien se trataba. Y no es que bajase en primera
instancia al primer piso. Como bien comenté, en casa tengo dos pequeñas terrazas, ambas están
en vertical respecto a la una de la otra. En la habitación donde duermo, que es en la planta
superior, hay una terraza que se encuentra justamente encima de la que se encuentra en la
planta inferior. Así que lentamente bajé hasta el primer piso sin hacer ruido. Ángel no me
escuchó por lo que dio un pequeño salto cuando me vio aparecer a su lado. Su mirada era de
cristal, algo no iba bien así que, y a pesar de ser consciente de que me podía ganar algún que
otro empujón, pasé mi mano por encima de su espalda hasta abrazarle por el hombro.

-¿Hechas de menos a tu familia verdad?-Pregunté.

-Solo es un poco de añoranza, no te preocupes pero… ¿y tú como lo sabes?-Preguntó Ángel


extrañada.

Sonreí.

-Yo también suelo mirar el universo tal y como lo haces tú. Y le hablo, le comento, y le susurro
todos mis miedos, y recuerdo, vaya si recuerdo. Rompo las distancias y apago el silencio. Es
como si en el cielo, no existiesen las distancias. Es un consuelo que vivimos en silencio, nos hace
sentir feliz pensar en ello aunque solo sea un instante. Porque desde aquí, desde la tierra,
estamos cerca de los que queremos y no existe distancia ni barrera alguna-.

-¿Echas de menos a tu familia?-.

-Lo mío va aparte. Nos queremos pero ellos en su casa y yo en la mía.

-¿No echas de menos a nadie entonces?-.

Pensé, y no negaré que no me viniese el nombre de Aysel a la mente. Pero debía ser realista: no
podía echarle de menos porque al fin y al cabo, nunca la había tenido. No era una persona
sociable, salvo Víctor y Sergio, mi círculo de amistades se limitaba de manera breve a la gente
de EcoPack y deja de contar.
-¿Te puedes creer que no?- Respondí.

-¿Nadie…nadie?-.

-Nadie pero ¿Por qué no vas a verlos?-.

-Confían en mí, en que cumpla mi sueño. Y a día de hoy solo tengo un trabajo que me ayuda a
cubrir los gastos del hogar, el coche y poco más. Quiero ir a la universidad pero eso es dinero
aunque en ocasiones desearía estar con mi familia. Esta no es mi tierra, apenas conozco la ciudad
y hay cosas a las que me cuesta acostumbrarme. Y sé que debo luchar por cumplir mis sueños
pero en ocasiones cuesta seguir soñando-.

La mirada triste de Ángel era el verso más triste del mundo. Le abracé para tranquilizarle, para
decirle que aunque nos hubiésemos conocido de manera contundente, sobre todo para mi
mano, podía contar conmigo. Podía venir siempre que quisiera a casa. Incluso podía enseñarle
la ciudad, al fin y al cabo me la conocía como la palma de mi mano. Sentía su dolor por lo que
estaba claro que, y a pesar de ser una persona a la que conocía de hacía poco tiempo, no iba a
dejarle sola. Sé que es una imprudencia de pensamiento al no haberlo vivido, pero tiene que ser
duro marchar a una ciudad a miles de kilómetros y adaptarse a ella. Pero también sé que somos
los ciudadanos de una ciudad, los que debemos ayudar a integrarse a esas personas, a conocer
las costumbres de esa ciudad. Además, y aunque no sea muy propio de la tierra donde vivo,
estaba convencido de que cuando Ángel conociera el jamón serrano, el tapeo y la siesta, iban a
ser cosas a las que se iba a adaptar fácilmente.

-Deberías estar durmiendo-Dijo Ángel –No te preocupes por mí, se me pasará-.

El dedo anular volvió a ser una clara y contundente respuesta.

-Ya sabes qué significa esto –Comenté-Pero tú sí que deberías estar durmiendo. Son las tres de
la madrugada, si crees que voy a dejar que cojas el coche ahora, lo llevas claro-.

Ángel sonrió.

-¿Y cómo lo vas a impedir?-Preguntó.

Ante su atenta mirada me acerqué hasta mi habitación, cogí una manta, y me tumbé en el sofá
con cuidado de no despertar a Víctor y Miriam.

-Mi cama está libre así que…buenas noches-.

Escuché un leve gruñido pero volví a sacar el dedo anular. Ángel suspiró, sabía que por más que
dijese no iba a cambiar de opinión. A pesar de ser algo que no le gustase, no pudo hacer otra
que susurrar un “gracias” para finalmente marchar a mi cama a dormir. De repente una palomita
de maíz, golpeó mi rostro. Ante mi sorpresa Miriam me miraba mostrando una simpática
sonrisa, acto seguido guiñó un ojo y siguió durmiendo. Estaba claro que lo había visto y
escuchado todo, así que no podía hacer otra cosa que esperar que Ángel descansase y llegase el
nuevo día. Y por cierto: no me importaba lo más mínimo dormir en el sofá, al fin y al cabo no era
la primera vez que lo hacía. Quizás aquella noche había comprendido, que incluso mientras
volamos por el mundo de los sueños, en ocasiones hay que caminar por la tierra. Dicho esto solo
me queda decir una cosa más, buenas noches, es hora de abrazar la luna y ser libres en el silencio
de los sueños más humanos.
9-CADENAS EN EL AIRE
Si alguien pretendía convertir a una persona, en solo una sombra de su recuerdo, puede irse
olvidando. Incluso a mí mismo me chocó cuando al quinto día, los servicios de Taurus para Dim
Barcelona, ya habían concluido. Se podría pensar que he utilizado palabras suaves para
maquillar una situación que es más que evidente pero recordemos que Taurus trabajaba con
Dim Barcelona, no para ellos. Pero si alguien piensa que el aura de héroe le ha desaparecido,
que se vaya olvidando. Ha vuelto a EcoPack y ni que decir tiene que es el repartidor líder por
excelencia. Nos gustase o no, y a pesar de ser excelentes repartidores, ni Carlos ni Joel pueden
hacerle sombra. Me resultó curioso que fuese Elena la que me llamase para pedirme que me
recuperase pronto, y que, a pesar de llevarse bien con Taurus, le bajase de las nubes. Todo
aquello me parecía absurdo la verdad, cruelmente me encontraba en medio de una cruzada
silenciosa donde la gente esperaba algo de mí que yo me negaba a dar: competición. Si alguien
esperaba que yo apareciera de la noche a la mañana y diese una dosis de humildad a Taurus
ganándole en tiempos de reparto, lo siento, no es mi asunto. Estaba claro que cuando regresase
al trabajo, mi estado de forma no iba a ser óptimo. No solo no estaba haciendo deporte, incluso
debía reconocer que mi sofá nunca había pasado tanto tiempo junto a mí. Pero hay algo que los
amantes del ciclismo sabemos: los dedos de una mano no solo sirven para controlar el manillar,
también sirven para apretar la palanca de freno. De acuerdo: la suela de las deportivas sigue
siendo ese sistema de frenado tan eficaz como antiguo. Pero para los ciclistas, circular con la
mano sobre el manillar y los dedos en la palanca de freno, es primordial. Los trabajadores de
EcoPack somos de esa clase de ciclistas más bien temerarios, que tiene que tener los cinco
sentidos alerta, cada vez que realiza algún reparto. No iba a regresar en mis mejores
condiciones, no iba e estar en plena forma así que cualquier idea de competición, quedaba
inmediatamente descartada. Fuese como fuese, Taurus había sabido aprovechar el tirón de su
acción. Incluso firmó algún que otro contrato publicitario. Incluso cuando tenía tiempo libre,
paseaba con su bicicleta por las ramblas de la ciudad lo cual aumentaba su heroicidad. Pero ¿y
Spin? Las cosas como son: Taurus le ha generado beneficios, puede ser muy buen jefe pero ante
todo es empresario, y si uno de sus empleados le reportaba grandes beneficios, había que
mimarlo. Incluso Elena me comentó que Spin estaba planteándose aumentar la plantilla debido
al elevado volumen de trabajo que había.

No negaré que no tenía ganas de regresar a EcoPack. Incluso algún día intenté coger mi bicicleta
personal para ver como reaccionaba mi mano. Y el primer día que lo intenté mi mano me
respondió en silencio pero de manera directa, que esperase más tiempo. Por suerte había
podido aprender a defenderme con los dedos que me quedan bien. Y si, Ángel me solía llevar
comida y echarme una mano con las cosas de casa, cosa la cual me hacía que le gruñese, lo
siento Ángel, no eres mi chica de la limpieza, yo te lo agradezco…pero mi desorden es mi
desorden. Que tampoco es que tuviese mi casa patas arriba la verdad, adoro el orden pero un
poco de caos, tampoco me importa. Incluso debo reconocer que podía aparecer alguna pieza de
bicicleta en el rincón de la casa que menos te esperases. Pero silenciosamente me gustaba que
Ángel estuviese en casa, y no lo digo por la ayuda cosa que agradezco. Soy consciente de la
soledad con la que vive. A pesar de tener un pequeño grupo de amigos y amigas. Suelen verse
muy de tanto en tanto. Sé que no tiene unas vistas impresionantes desde el estudio en el que
vive. Adora ver las estrellas pero no siempre que quiere puede. Por eso me gusta que esté en
casa, puede mirar las estrellas el tiempo que quiera, siempre que el clima lo permita claro. Hay
días en los que las nubes impiden ver el cielo. Pero incluso esos días, las vistas desde casa, son
especiales. Y es que vivir con vistas a una montaña, omitiendo la residencia de ancianos que hay
justo frente a casa pero la cual permite ver más allá, hace que el silencio y el anochecer, tengan
cuerpo propio. Es como si pudieses abrazar al anochecer sin necesidad de abrir o extender los
brazos. Y de noche, el silencio se apodera de la gran ciudad. Hay gente que dice que en mi barrio
faltan cosas: comercios, lugares de ocio nocturno, cines y ese tipo de cosas. No lo niego, faltan
cosas pero se suplen con otras que, y esto es algo que digo desde el cariño y siendo una persona
que adora su ciudad, no tienen otras partes de la ciudad. Porque a nivel de zonas verdes, mi
barrio gana por goleada…vale, la sierra de Collserola que tenemos a cinco minutos, no cuenta.
Pero a nivel parques, mi barrio gana por amplia mayoría. De acuerdo, en el parque que tengo al
lado de casa, la última vez que se vio unas tijeras de podar fueron las de una señora que las
había comprado en una ferretería de la zona y eran para podar un par de plantas que tenía en
su casa. Pero salvando ese obstáculo, la pureza del aire, era más que notable y se apreciaba a
medida que te ibas acercando al barrio. Era un barrio de gente humilde, gente trabajadora, de
gente que vive en silencio pero que sueña en el sonido, no en el ruido, aquí permitirme que haga
una clara diferencia. Hay algunas personas que residen en este lugar, que son conocidos por
todos, o al menos en el nombre o, como sucede en otros muchos barrios de cualquier ciudad,
por el mote. Son personas que se han criado en el mismo lugar, que conozcan cada uno de los
secretos de las calles, personas que han vivido mil historias pero que en el fondo, no dejan de
ser soñadores en silencio. Hay otras personas que de las que apenas se conoce el nombre,
personas de paso pues como en toda gran ciudad, este no es un barrio de cuerpos eternos. Toda
ciudad tiene movimientos, algunas de esas personas ni siquiera las logras ver más de tres o
cuatro días, y si lo haces, sus pasos son demasiado efímeros. Mi caso vendría a ser silencio y
sonido. Me crie entre las calles de este lugar. Dicho así suena un poco a “mi cultura es la calle”
pero nada más lejos de la realidad. Colegio público multicultural donde las diferencias entre
estudiantes se manifestaban a base de puñetazos a la salida del colegio para posteriormente
ganarte un amigo para toda la vida. Pero actualmente soy conocido más por mi aspecto físico
que por lo que hago, cosa la cual hay gente que desconoce, se suele asociar a salir todos los días
en bicicleta a deportista, y deporte hago pero al fin y al cabo forma parte de mi trabajo. Como
todo buen barrio humilde, los bares están bien presentes ¿os imagináis una calles sin bares? Yo
desde luego no, y al fin y al cabo lejos de ser lugares donde tomarse una tapita, cosa la cual no
es muy típico de esta zona de España…o Cataluña…o Europa, son lugares donde se debate de
todo sin llegar a conclusiones más que la idea principal de que algunas cosas deban cambiar, el
qué, es motivo para otro debate. Pero los bares que hay en mi barrio no son de esos de terrazas
soleadas y días al sol. Puedo querer mucho a mi ciudad pero las ordenanzas municipales mandan
y para que un bar pueda poner terraza en la calle aparte de un complejo papeleo, hace falta
acera. Y los bares de mi barrio acera no es que tengan mucha la verdad, el trozo justo para que
pasen los viandantes y poco más. Resulta curioso el silencio que hay en las calles cuando los
bares cierran, es como si el barrio en sí, se apagase lentamente. Bienvenidos a mi barrio.

Pasadas tres semanas desde que había cogido la baja, mi mano pareció ir recuperándose. La
recuperación iba bien aunque por otro lado el reposo era necesario. Pero seamos sinceros: una
mano no es una pierna, no paré quieto la verdad, tampoco es que me fuese todos los días de
fiesta pero no era, ni soy, persona de estar sentado en el sofá mirando la televisión mientras
come cosas cuyo valor energético es nulo pero que a todo el mundo nos gusta. Que no negaré
que hacerlo al menores una vez a la semana, no está mal, pereza en su máxima expresión. Pero
no es algo que me guste hacer. Por suerte estaba recibiendo visitas durante varios días por
semana. No, Víctor no cuenta, hay cosas en casa como pueden algunos videojuegos, que de no
ser por él, no estarían en casa. Me hizo gracia un pequeño detalle que Ángel me regaló. Un día
Ángel se presentó en casa con un pequeño paquete envuelto de manera provisional. Me
comentó que no era gran cosa pero que esperaba que me fuese útil. Puede parecer algo absurdo
pero cuando observé la pelota de espuma que Ángel me había llevado, supe que quería decirme
con aquello. Me gustase o no, mi silencio hablaba por mí, decía que tenía muchísimas ganas de
regresar a EcoPack, de volverme a subir a una bicicleta, de recorrer las calles de Barcelona a toda
velocidad, de sentir el aire, de ser libre al fin y al cabo. Una pequeña pelota de espuma que sin
duda alguna, era el acento para que mis sueños no dejasen de volar. Por esos pequeños detalles,
son los que se hacen grandes las personas. Algunos días, cuando Ángel se quedaba a observar
el cielo en silencio, simplemente, me quedaba en el salón, bajaba el volumen del televisor, y
dejaba que su recuerdo volase libremente. En ocasiones veía como su rostro mostraba una cierta
tristeza, en esos momentos, decidía romper el hilo del silencio y acercarme hasta ella para darle
un abrazo. No negaré que no pensaba en como poderle ayudar. Al fin y al cabo cuando
apreciamos a alguien, hacemos todo lo posible para que esa persona, esté bien. Pero ¿Cómo
ayudar a Ángel? ¿Cómo animarle cuando estaba decaída y sus sueños iban apagándose? Sabía
que quería ser geóloga pero ¿y cómo ayudarle en ese aspecto? Mis conocimientos de geología
era que las rocas son duras y poco más. Pero había días en los que Ángel, no podía impedir que
el reflejo más triste de la luna, se marcase en su rostro. En esas ocasiones no había palabras que
valiesen, me limitaba a abrazarle y hacerle saber que no estaba sola, que me tenía ahí cuando
quisiera, que en mi casa las puertas estaban abiertas las veinticuatro horas. Mostraba mi sonrisa,
y parecía tranquilizarle cosa la cual, me alegraba. Pero una cosa era mi sonrisa exterior y otra
muy distinta, la interior. Esta en aquellas ocasiones, no existía, en silencio buscaba la manera de
ayudar a Ángel. Incluso había algunas noches en las que era yo mismo, el que hablaba con las
estrellas, y le pedía respuestas, les pedía que me ayudasen alguna forma de poder ayudar a
Ángel, a lograr sus sueños. Por otro lado desconocía si realmente estaba ayudando a Ángel, a
sentirse más parte de la ciudad. Incluso algún día le llevé a ver algunos rincones de la gran ciudad
que desconocía y que solo eran conocidos por aquellos residentes durante años, de la gran
ciudad. Existe un lugar en Barcelona, donde se puede tocar el cielo con las manos, y si no se hace
al menos se está más cerca de lograrlo. Existe un mirador situado en plena ciudad, en un barrio
llamado “El Carmelo” que cuenta con unas vistas impresionantes. Y si, debería escribir
impresionantes con mayúsculas. Como buen ciudadano de Barcelona que era, no tenía ni idea
de cómo era aquel lugar hasta que lo visité junto con Ángel. Existe el hecho curioso de que todo
ciudadano de una gran ciudad, conoce de palabra todos sus monumentos, pero rara vez los ha
visitado. Es por eso que en ocasiones va bien ser turista en la propia ciudad. Desde el mirador
del Carmelo, uno se da cuenta de la grandeza de la ciudad metropolitana. La sensación de que
somos diminutos dentro de la gran ciudad, es más que evidente. Desde ese punto puede
divisarse con claridad, la magia del enclave en el que está situada la ciudad: mar a un lado,
montaña en otro y cielo abierto en otro. Supongo que el sentimiento de pertenecer a una gran
ciudad, se hace más evidente visitando ese tipo de lugares, pero no, nada más lejos de la
realidad. Puedo querer mucho a mi ciudad pero no creo en la tierra. Ya lo dijo una vez un actor
de cuyo nombre no logro acordarme, y si me acuerdo como no estoy seguro, no lo diré para no
meter la pata y romper el aroma bohemio y sabio que rezuma la frase. Pero la gran verdad es
que para mí, y esto es lo que dijo aquel actor, mi patria son mis amigos, mi gente. Al fin y al cabo
a una ciudad la hacen sus ciudadanos, nos los edificios o monumentos que se levantan en ella.
Y debo reconocer que aquella misma idea podía servirme para ayudar a Ángel, aunque aquello
era algo que pensaba en silencio mientras le observaba contemplar la belleza de la gran ciudad.
No lo negaré: le estaba cogiendo un aprecio enorme a aquella chica de lógico acento mejicano
que me hizo coger un mes de baja. Pero si alguien piensa en uno más uno, que se vaya olvidando.
No gente no, no tengo tiempo para el amor. Me cae muy bien Ángel y adoro pasar tiempo con
ella pero no, ya me enamoré una vez, que recuerde, y me dije que nunca más sabiendo que
“nunca más” en el amor va seguido de “no te lo crees ni tu”. Pero no, en mi mente solo estaba
ayudar a Ángel a sentirse integrada en la gran ciudad. Hacerle saber que no estaba sola, pues la
soledad, por mucho que alguien te diga y te demuestre, que no estás sola, es una sensación que
traspasa cualquier barrera. Es por eso que era consciente de la importancia de los abrazos, ellos
decían mucho más que cualquier palabra.

La soledad en casa, permite escuchar los sonidos que quedan apagados por la rutina ciudadana
diaria. En casa, y a no ser que hay gente, se suele apreciar bastante el silencio, incluso hay días
en que ni siquiera enciendo el televisor para poder disfrutar del silencio. Sentado en el sofá, con
toda la calma del mundo, observé como al lado del televisor, se encontraba la misteriosa caja
que alguien había dejado, frente a la puerta de casa. Debía reconocer que había algo misterioso
en ella, y no solo por el remitente la verdad. Pero ¿Quién iba a querer dejarme una caja repletas
de plumas negras? Y sobre todo ¿Para qué? Por otro lado estaba el origen desconocido de
aquellas plumas. Nadie había sabido decirme de que material estaban echas o a que animal
pertenecía. Porque si i alguien me preguntaba el origen de aquellas plumas, mi respuesta iba a
ser clara: artificial ¿Qué lo pensaba? Era todo muy misterioso por lo que afirmar cualquier idea
al cien por cien, era una autentica estupidez. Pero en aquellos momentos sucedió algo que podía
haber pasado inadvertido, algo que a todo el mundo nos sucede pero a lo que no damos
importancia. Un simple gesto pero lleno de significado. Pero en aquellos momentos, el teléfono
móvil decidió sacarme de mi nube de hipótesis e ideas sin base alguna.

-Tienes que volver ya-Dijo Elena desde el otro lado y con claro tono de preocupación.

-¿Sucede algo? –Pregunté extrañado.

-¿Estás viendo la televisión?-.

-La verdad es que no-Comenté mientras la encendía -¿Pasa algo?-.

Y nada más encenderla, en uno de esos programas de magazine matutino que solo ve gente que
está en sus casas, mi sorpresa no pudo ser mayor. En uno de esos platós de televisión con aroma
a programa de gente sentada, Taurus dando una charla de valores morales, de cómo afrontar
las situaciones difíciles, de cómo mostrar la verdadera valentía y una clase de lecciones éticas y
morales que provocaban el aplauso fácil. Todo ello acompañado por diferentes videos de su
gesta, por decirlo de alguna manera, en las ramblas de Barcelona. A todo ello había que sumarle
la camiseta de tirantes que llevaba Taurus y la cual permitía ver su cuerpo de gimnasio. Coge a
alguien que se quiera, dale cinco minutos de gloria y subirá a lo alto de la montaña del narcicismo
más puro y autentico. De acuerdo, incluso yo mismo aplaudía la acción de Taurus ¿si yo habría
hecho lo mismo? De palabra incluso podremos plantarle cara a un dragón de diez metros que
arrasa todo a su paso, pero en persona apostaría mi barba a que si uno se queda de pie frente
al dragón, es que lo han sedado para que el resto pudiese escapar a tiempo. Había que reconocer
que Taurus había sabido moverse, había agrandando una acción para convertirla en todo un
universo donde, y ahí era donde estaba el kit de la cuestión, todo giraba a su alrededor.

-¿No tendría que estar ahí trabajando?-Pregunté extrañado.

-Tienes que volver-Dijo Elena con tono triste y resignado.

-Lo se…pero ¿no olvidas un pequeño detalle?-.


-Red te conozco, estás deseando volverte a subir a tu bicicleta. Te recuerdo barbas que llevo ya
un cierto tiempo trabajando contigo así que no te me hagas el antisocial que nos
conocemos…tienes que volver-.

Si alguna vez alguien quiere recitar poesía de esa romántica que con solo una línea, te llena de
azúcar para toda una semana, que no lo haga delante de Elena. No es que no sea romántica, que
no lo sé la verdad, pero Elena es de esas a las que les sueltas uno de esos versos y de la patada
que te mete, te estás quejando toda una semana. A ver, que no es de las opresoras radicales
contra el romanticismo. Su primer cumpleaños en la empresa, le regalamos un ramo de rosas y
una agenda cosa la cual agradeció. Pero no olvidemos que Elena es en cierta manera, la aprendiz
de María, y si hay una persona directa y contundente en EcoPack, esa es María.

-Si es que no puedo- Todavía tengo los dedos fuera de combate-

-Por favor-Respondió Elena con tono suave.

Suspiré.

-Queréis que vaya para que le baje los humos a Taurus ¿verdad?-.

-Por ahí vas bien-.

Del suspiro pasé al rugido.

-Lo siento Elena, hasta que no tenga la mano recuperada no puedo volver. No puedo coger bien
el manillar. Nos guste o no Taurus es nuestro compañero por lo que como comprenderás, no
pienso competir contra él-.

-Pero…-.

-Si alguien está pensando que voy a ser yo quien le baje los humos a Taurus lo siento, os estáis
equivocando de persona, y ahora si me disculpas, tengo cosas que hacer-.

Estaba claro, mordía por todos lados. Y era raro en mí pero cuando la gente espera de otra
persona, lo que esa persona no quiere dar, me cabrea. Si alguien esperaba que yo fuese el rival
silencioso de Taurus, estaba claro que iba a negarme a ello. Podía no estar de acuerdo con su
actitud actual pero eso no quitaba que no lo considerase tanto mi amigo como mi compañero
de trabajo. Odiaba que la gente me mirase, hacer notar mi presencia, no era la persona más
sociable del mundo pero ¿y que más daba? Como otras tantas y tantas personas, no hacía ruido
por la vida. Me limitaba a trabajar y se acabó, ni solía salir de fiesta, ni organizaba grandes
eventos ni mi nombre podía verse. Pero me gustase o no, que Elena me llamase para pedirme
que volviese a EcoPack, algo que por otro lado sabía que tarde o temprano iba a suceder, estaba
claro que era una clara señal de que en ocasiones en la vida, debemos hacer ruido aunque este
no nos guste. Al fin y al cabo si hubiese sido obligatorio mi regreso inmediato a EcoPack, habría
sido Spin quien me habría llamado. En un gesto de rabia al no saber qué hacer di un pequeño
manotazo a la caja con plumas, estas salieron volando cuando de repente, al caer una de ellas
cayó sobre mi mano lesionada. Noté su suavidad, su texturas, y sentí algo extraño, como si
aquella pluma me acariciase por si sola. Le observé extrañado, su color era de un negro brillante,
como lleno de vida, era como si aquella pluma fuese completamente nueva. Su tacto sobre mi
piel me hizo comprender que estaba equivocado, que aunque no nos guste, el ruido de nuestras
vidas es necesario. Aquel simple gesto me dio la respuesta que me negaba a decir, el suave tacto
de aquella pluma, también era el tacto de la libertad.
10-INVISIBLES
Estar en casa sin hacer nada no está mal, nos guste o no debemos reconocer que estar un par
de días en casa sin hacer absolutamente nada más que ver la televisión, navegar por internet,
escuchar música y comer precocinados, por eso de elevar a la máxima potencia el grado de
pereza, a todo el mundo le gusta. Pero cuando ese plazo se alarga más de una semana, la pereza
puede convertirse en agobio. Me gustase o no, la realidad de mi mano mandaba, y esa me decía
que calma reposo…y a romper las normas que a ese paso el sofá iba a tener marcada la silueta
de mi cuerpo. Debo reconocer que incluso me sentí un poco “troll saliendo de las cavernas”
cuando salí de casa pero necesitaba salir, sentir el aire fresco y comprobar cómo me había
acostumbrado mal al no coger el transporte público desde hacía años. Siempre había ido en
bicicleta a todas partes, y si alguna vez había salido de noche, cosa muy, pero que muy extraña
en mí, había sido junto con Víctor y este tenía coche. Me resultaba irónico pensar en que el
transporte público estaba pensado para gente de altura media. La gente alta tenía un simpático
problema: no cabes cómodamente. Por un lado tenemos los asientos, si eres alto y te sientas o
realizas ejercicios de contorsionismo o sacas las piernas a mitad del pasillo donde tendrás que
estar moviéndolas cada vez que alguien quiera pasar. Podía sentirme muy seguro subido encima
de una bicicleta pero por otro lado, me sentía el ser más patoso del mundo sobre la faz de la
tierra.

Sucede algo curioso, en EcoPack la única persona que fuma, es a su vez la persona que mejor
olfato del mundo tiene.

-Eso por no cuidarte-Dijo María mientras me daba una colleja nada más asomar mi nariz por la
puerta de entrada a la oficina cogiéndome totalmente desprevenido –Ven aquí anda que te de
un abrazo-.

Porque conocía a María que si no habría pensado que aquel abrazo no era más que un sutil
silencio para comprobar que parte de mi cuerpo estaba lo suficientemente dura para una futura
colleja. Observé como Elena se levantaba de su mesa mirándome con cara de pocos amigos. Por
suerte también la conocía así que antes de que llegase a mi posición, le mostré un pequeño
detalle que le había llevado a modo de disculpas.

-Lo siento, ya sabes que odio ser ruido-Comenté.

Elena se mordió el labio, sonrió y acto seguido me dio un gran abrazo.

-Romántico no sé si serás pero se nota que sabes que es lo que me gusta-Comentó mientras
abría la gran bolsa de gominolas que le había llevado a modo de disculpas –Pero ¿y tú mano?-.

Antes de que pudiese responder, alguien dijo algo en voz alta desde el interior de la oficina de
EcoPack.

-¡Red, coge esto!- Dijo Spin lanzándome una llave inglesa de tamaño medio.

Al cogerla con la mano izquierda supe porque Spin había hecho eso.

-Todavía no- Comentó Spin mientras se acercaba para darme la mano –Me alegro de verte pero
no te voy a dejar que cojas tu bicicleta-.

-Me lo imagino-Respondí –Pero ¿Taurus está de reparto…?-.

Spin suspiró.
-Tiene que grabar un anuncio para una televisión local. Me parece que estás al tanto de la
situación ¿verdad?-.

-Algo se pero… ¿no hay posibilidades de que pueda hacer algún reparto?-.

-No Red- Respondió Spin mientras me señalaba la mano derecha la cual seguía inmovilizada-
Hasta que no la tengas en condiciones, no te pienso dejar volver. Y no es que no quiera, sino que
me niego a que tengas un nuevo percance por no estar al cien por cien-.

-Pero es que…-.

-No hay peros que valgan, aprecio que quieras volver pero no te voy a dejar hasta que no estés
al cien por cien-.

En aquellos momentos la palabra resignación, se escribió en mayúsculas y en negrita, al lado de


mi nombre, incluso por el tono de las palabras de Spin, este incluso la habría subrayado y
marcado con rotulador amarillo de esos que convierten los libros de texto más aburridos, en
una rave de música electrónica. Tan solo podía hacer una cosa: esperar a que pudiese volver a
circular encima de mi bicicleta. Tras una hora EcoPack, decidí hacer una nueva visita a un lugar
al cual, el silencio decía que debía volver.

Una oficina puede ser un lugar sumamente aburrido. Solo algunas plantas dan un aire de libertad
a esos lugares que, en especial en los departamentos financieros, suelen ser lógicamente
aburridos. Y si digo lógicamente es que no vería lógico un departamento financiero donde la
gente saltase y estuviese de fiesta de manera constante. Fue por eso que cuando un globo de
tamaño normal, surcó el cielo de la oficina, fueron muchos los que lo miraron extrañados. Podría
haber sido cualquier de los allí presentes pero cuando un nuevo globo surcó el aire, la duda
acerca del origen de estos, fue en aumento. Pilar corría de un lado a otro de la oficina cuando
un globo pasó justo delante de su rostro. Extrañada se giró para ver el origen de este cuando de
repente un globo desinflándose, calló justo a sus pies, al girarse vio el origen de todo aquello.

-Mis pulmones no dan para más-Comenté mientras trataba de tomar aire.

-¡Barbas!-Dijo Pilar mientras se acercaba a darme un abrazo.

Al escuchar aquellas palabras Miriam se levantó de su puesto de trabajo.

-¡Barbas ha vuelto!- Exclamó.

Solo había trabajado para Dim Barcelona una temporada, pero el recuerdo había sido para toda
la vida. Varios de los trabajadores de aquel lugar, con los que más contacto había tenido en mi
anterior visita, se acercaron para saludarme. Lamentablemente a Pilar no le gustó saber solo
había acudido para visitarles. Me gustase o no, no estaba en mi optimo momento de forma. Las
ganas por volver a la rutina chocaban con la realidad de una mano que no permitía que esto
sucediese. Curiosamente Pilar me comentó algo que días atrás, no había querido pensar. Algo
que, como lo sucedido con Elena, debía asumir. Porque en esta vida no siempre podemos hacer
aquello que queremos, aquello que deseamos. Porque de hacerlo la vida, en su más amplio
concepto, sería un camino demasiado aburrido. Pilar me comentó que en un futuro no muy
lejano, Dim Barcelona iba a necesitar de nuevo los servicios de EcoPack. Pero para mi futuro no
era más que una palabras creada por algún poeta para escribir los versos más bellos del mundo.
Porque el futuro es eso, soñar aunque no siempre sea en dirección ascendente, que no soñemos
con aquellas cosas que realmente nos gustan, que apreciamos y que valoramos, no significa que
no soñemos, simplemente lo hacemos en otra dirección. Porque al fin y al cabo los sueños son
libres, no tienen ni caminos predefinidos ni cadenas que los aten. Dicen que siempre soñamos,
que simplemente cuando despertamos, no nos acordamos de que hemos soñado. Lo mismo
pienso del futuro: lo desconocemos. Porque podemos hacer suposiciones pero nunca
afirmaciones completas y rotundas. Porque si años atrás mi presente, hubiese sido, aquello en
lo que soñaba en el futuro, mi presente no sería mi presente. Debía asumir el actual presente.
El futuro de mi pasado para mi presente, tenía nombre de mujer. Pero para mí presente más
actual, aquel futuro, no era más que un pasado. Era por eso que adoraba vivir el ahora, el
momento, el ya más inmediato. Disfrutar de las pequeñas cosas que, si nos paramos pensar, son
realmente las más grandes y las que nos deben hacer felices, si es que alguien entiende el
verdadero significado de la felicidad, porque no siempre sonreír, significa ser feliz. Supongo que
me había anclado a un presente que adoraba.

-¿Todo bien?-Dijo una conocida voz mientras pasaba por mi espalda.

Algún día lograría que Nae me dijese más de dos palabras, aunque aquel día con que me hubiese
dado tiempo a responderle, me habría valido. Pero las oficinas de Dim Barcelona, son lugares de
prisas constantes, de un ritmo rápido, frenético, de ese donde solo los más fuertes, o en este
caso los más rápidos, sobreviven. Aquella idea, era algo que no compartía, siempre se ha dicho
que socialmente, solo el más fuerte sobrevive. Permitidme que sea algo que niegue, desde mi
punto de vista claro. Pero soy de los que aplican la ley del movimiento: solo los que no dejan de
moverse avanzan. Y es que tú puedes ser la persona más fuerte del mundo pero si te quedas
anclado en un mismo lugar, serás fuerte en tu lugar pero débil en cuanto salgas de este. Supongo
que aquello era algo que chocaba de lleno con mi presente. No me había movido mucho la
verdad, simple repartidor para una empresa de mensajería ecológica, como dice Spin que
tenemos que decir cada vez que nombramos su empresa. Y ni avanzar ni retroceder, también
era cierto que en EcoPack no había escalas, estaba Oscar que era el mecánico, Elena que era la
secretaria, María que era la secretaria jefa, Spin que era directamente el jefe y luego estábamos
los repartidores Taurus, Joel, Carlos y yo. Silenciosamente había una especie de carrera invisible
por estar en cabeza en cuanto a valía del repartidor. Y si me paraba a pensar aquello me daba
rabia ¿competir contra quien, contra gente que valoro y aprecio? No gracias, tanto Carlos como
Joel son igual de buenos repartidos que Taurus o yo. Cruelmente los días pasados a partir de mi
baja, habían subido un escalón más en cuanto a valía, a Taurus, y no por motivos laborales. Pero
estando en Dim Barcelona recordé que Taurus fue, y por decirlo de alguna manera poéticamente
elegante, apartado de manera temporal de la representación presencial de la empresa EcoPack
dentro del área de servicios socio financieros de Dim Barcelona…si, estamos todos pensando en
la misma palabra que comienza por la letra “d” pero que vendría a ser lo mismo. Pero ¿os
imagináis un empresario soltando tal parrafada? Yo tampoco aunque sería divertido, siempre
está el típico empleado al cual hay que repetirle las cosas dos veces. Sea como sea, fuese como
fuese, el tiempo de Taurus en Dim Barcelona, no había sido tan elevado como este podía haber
esperado, o al menos eso pienso conociendo como conozco a Taurus. Era consciente de que
tarde o temprano, iba a volver a verle y la silenciosa competición que todo el mundo ansiaba,
iba a estar en la mente de todo el mundo menos de una persona, y si, esa persona soy yo. Si
quiere vencerme en los plazos de entrega de los repartos que lo haga, si quiere ser la persona
que más entregas hace que lo sea. Porque yo iba a seguir con mis tiempos, con mis plazos y con
mi forma de ser. A ver, estaba claro que mis plazos de entrega iban a ser superiores a mi media,
no olvidaba que no estaba en mi mejor momento de forma. Pero tampoco era algo que me
importase, no me interesaba hacer el bruto forzando la mano para acabar teniendo una recaída.
Así que lo importante era tomármelo con calma, dejar que la mano se recuperase, y disfrutar
del momento. Y aquel momento no era otro que hablar con los empleados de Dim Barcelona
hasta que llegase mi hora de marchar de aquel lugar que podía ser en cualquier momento.

Finalmente tras poco más de media hora, que yo no trabajase aquellos días no significa que el
resto de trabajadores de Dim Barcelona, tampoco lo hicieran, decidí continuar con mi salida
diurna. Si hay una cosa a la que me había aficionado desde que había conocido a Ángel, esa no
era otra cosa que a la comida mexicana. No era persona propensa a ganar peso fácilmente, de
siempre había sido de complexión delgada aparte mi trabajo me ayudaba a estar en forma.
Estaba claro que cualquier persona que amante de la comida, a la cual le pusieran delante un
plato de tacos, enchilada o burritos, no podría resistirse. Algunos días habría mordido a Ángel
por mostrarme aquella comida pero estaba claro que no podía hacerlo. Pero lejos de parecer
una simple salida al restaurante donde trabaja Ángel para comer, aquello era parte de mi
silencio. Y es que todo el mundo tiene silencios. Son acciones o palabras que todos guardamos.
Mi silencio era que realizando aquellas visitas, veía como estaba Ángel. Suena irónico que gracias
al incidente de la mano, había entablado amistad con los dueños del restaurante. Claro que me
preocupa por Ángel ¿Quién no se preocupa de la gente que aprecia? Era consciente del silencio
y añoranza de esta sobre su familia. Así que realizando aquellas visitas, aparte de comer bien y
dejar de lado los precocinados, me aseguraba que Ángel sonriese, que eso era lo importante. De
acuerdo, son las grandes acciones las que mueven el mundo pero no podemos olvidar que son
los pequeños movimientos los que hacen posible ese movimiento. No negaré que no me habría
gustado traer a la familia de Ángel a Barcelona, si nos ponemos a soñar ¿Por qué no hacerlo a lo
grande? Pero en esta vida, los sueños deben permanecer en palabras aunque nunca negarse,
de hacerlo dejarían de ser sueños. Y ojalá y con mi amistad Ángel fuese feliz, eso era algo que
incluso yo mismo desconocía pero ¿y yo? Supongo que en ocasiones el silencio personal, se
vuelve grito, y este grito proviene de un pasado al que cuesta olvidar.

Mi casa es mi refugio, mi muro para plasmar en silencio todas mis palabras. Como cada hogar,
la mía tiene mi propia seña de identidad. A todo el mundo le gusta marcar de alguna forma su
territorio. Por suerte, la raza humana a evolucionado y para ello ha evitado tener que realizar
según qué acciones para tal propósito. Sí, todos estamos pensando en lo mismo. Podría definir
mi casa como “la elegancia de la bestia”. Odio los colores vivos, incluso creo que debería ser
delito pintar algunas habitaciones con según qué colores. Porque tonos como amarillo limón o
rosa chicle, por decir unos ejemplos básicos y que todo el mundo conozca, debería estar
prohibido por ley. Que de acuerdo, y aquí tengo que hacer una clara diferenciación ya que no
todos los hombres somos iguales, pero pertenezco a ese sector de la población masculina, para
la cual no hay colores secundarios. Algunos colores más técnicos como el rosa salmón o rojo
burdeos, no dejan de ser más que rosa flojo y rojo fuerte, así que tras estas palabras debo pedir
perdón por tal aberración al mundo de los colores, lo volveré a repetir. Pero en este caso es
como cuando un hombre va a comprar ropa interior a su pareja, a eso les llamo yo valientes.
Porque si un hombre es patoso eso es a la hora de comprar ropa interior para mujer. A un
hombre, una dependienta o dependiente, le preguntan qué talla usa su pareja y el hombre es
capaz de responder “a mí me cabe cada una en una mano” mientras abre la mano y realiza el
típico gesto de coger algo. Ya si le preguntan por la copa, el teléfono móvil es la mejor salida
para resolver tal dilema y el cual te llevará a acabar comprando algo que no sea ropa y
aprendiendo la lección. Pero volviendo al tema del hogar en mi caso sucede algo, mis padres de
vez en cuando, suelen hacerme una visita, al fin y al cabo se han criado en este barrio, así que
mi casa tiene el antes y el después. El antes es un lugar ordenado, limpio pero sin llegar a
extremos de poderse verse reflejado en el suelo y sobretodo: sin olores. Soy de esas personas
que notan fácilmente los olores. Y es curioso, no soy persona de poner incienso. Para mi gusto,
el aroma más agradable no es otro que el que se crea en los días de lluvia, una de las ventajas
de vivir en un lugar con bastantes zonas verdes. No negaré que la habitación del ocio, como
solemos llamarla Víctor y yo, es un caso aparte, ahí el desorden está asegurado. Desde vasos
vacíos hasta bolsas a medio acabar de aperitivos pasando por revistas de todo tipo, manuales
de instrucciones, cajas de videojuegos y ese tipo de cosas. Debido a mi trabajo es normal ver
partes de bicicletas por los rincones menos esperados. Incluso en la terraza del piso inferior,
suelo tener mi bicicleta. Es por eso que cuando vienen mis padres toca zafarrancho de limpieza
y como cualquier padre o madre, ya puedes pasarte un día limpiando durante veinticuatro
horas, que siempre encontrarán alguna pega. No era persona de tener mucha decoración, lo
justo y necesario para que mi casa no se viese vacía. Puede que sea extraño pero algo que nunca
podía verse en mi casa, eran fotografías de personas. Era algo que rechazaba en silencio,
supongo que mi acento antisocial, tenía algo que ver. Y si alguien me pregunta, si años atrás era
así, estaba claro que la respuesta era un no con la voz melancólica. Mi casa tiene un silencio, es
su seña de identidad, y este habla, dice, cuenta y recuerda un nombre que hizo que rechazase
el ser humano. Ella era una de esas chicas que se conocen por la red y a la que, en un primer
momento, no pones nombre. Y no me refiero a que fuese el típico macho ibérico que ligase por
internet. Simplemente me gustaba salirme del camino, romper la norma de los socialmente pre-
establecido, ser libre en el camino de las cadenas. Ella solo era una fotografía y yo un comentario
gamberro pero sin maldad alguna. Y fue curioso porque gracias a aquello, comenzamos una bella
amistad. Poco a poco, y casi sin darnos cuentas, nuestras palabras fueron convirtiéndose en
indispensables para nuestro día a día. Por aquel entonces yo trabajaba como administrativo para
una empresa de Barcelona situada en un polígono industrial. Ella también trabajaba en mí
mismo sector pero en Terrassa. No había día que ambos no llegásemos al trabajo con ganas de
ver lo que el uno y el otro había escrito. Y en aquellos momentos, la libertad, cobraba sentido
en el más bello de los recuerdos. Porque yo me acordaba de ella a cada instante ¿amor? No
hablemos de brazos abiertos, no de labios enredados. Desconozco si ella se acordaba de mí pero
ambos éramos felices con nuestras palabras. Pero un día nuestras vidas cambiaron, un nuevo
camino por parte de ambos y finalmente el silencio, la distancia y el recuerdo, pero no el olvido.
Incluso llegué a mandarle escritos de mi puño y letra pero nunca llegamos a conocernos en
persona. Cuando nos conocimos yo era un amante de la letra escrita, hacía mis pinitos con más
ganas que acierto. Así que me gustaba pensar que Aysel, el nombre de aquella chica, aún
conservaba aquellos escritos. A todos nos gusta imaginar que alguien se acuerda de nosotros, o
de vosotras claro. Por eso entendía a Ángel cuando esta miraba al cielo estrellado. Porque
cuando lo hacemos, todos realizamos preguntas acerca del porqué del actual presente de
nuestro camino. Mi presente estaba claro: una persona poco sociable que podía llegar a morder
si alguien desconocido intentaba conocerme sin mi consentimiento y la cual se limitaba a
trabajar siendo como única forma de ocio pasar algún rato en un bar de barrio hablando sobre
todo tipo de temas pero sin llegar a profundizar en alguno, fin. Pero si miraba a aquel análisis
rápido que habría asustado al mismísimo Freud, había una pieza clave en todo aquel
rompecabezas completo de mi presente. Y si digo completo es porque soy consciente de mi
presente. Estaba claro que me habría gustado conocer a Aysel, me gustase o no el hecho de que
fuese una persona anti social, aunque Víctor y Sergio opinen lo contrario hasta cierto punto,
tenía como punto de partida, el error que cometí al no haber conocido a Aysel. Y si, en ocasiones
lo más sensato es sacar pecho y reconocer el error. El cambio de mi vida no había sido tal y como
esperaba, quizás va bien equivocarse de camino para saber realmente qué camino tomar. La
duda del porque nunca nos conocimos tenía una fácil respuesta: simplemente no era el
momento pero ¿el momento para qué? Sería absurdo de nuevo pensar en labios frente a frente
en lugar de brazos abiertos ¿no creéis? A todos nos gusta soñar pero en este asunto soy
consciente de la realidad. Hablar de algo más allá de la palabra amistad, que ya de por si es
bastante grande, no creo que sea la idea más sensata. La realidad estaba clara: Aysel forma parte
de un ayer que no regresará, por mucho que escriba los recuerdos en cada letra. Alguien dijo
una vez que solo somos aire, y supongo que será verdad, no tengo la verdad más absoluta, eso
es algo en lo que cualquiera, puede opinar. Pero si nos paramaos a pensar, en comparación a la
edad del planeta tierra, nuestro camino es corto, tan corto que apenas si podemos ser
conscientes de él, y cuando lo somos ya es demasiado tarde para volver a caminar. La realidad
era que Aysel, era solo aire, un recuerdo, una palabra, un camino que se va desvaneciendo del
mismo modo que el mío, se desvaneció para ella aunque eso es algo que no sé. Me aferraba a
mi presente sin ver más allá, ni en una dirección ni en otra, disfrutando cada instante. Y puede
sonar curioso, pero de aquel presente, nadie sabía del porqué de mi silencio. Como a todo el
mundo le sucede, mi silencio es solo mío. Así que, quisiera o no, mi presente estaba marcado
por mi pasado, solo que aunque no lo mirase, lo sentía cada día.

Mirar las estrellas es contarle tus silencios al viento. La sensación de libertad total era algo
mágico, por mucho que tengamos nuestros pies anclados al suelo, el cielo siempre nos permite
mover nuestras alas para que podamos volar libremente. Pero una noche, algo más que mis
poéticas alas, se movió. Un sofá que llama para quedarse todo el tiempo posible en él, un
programa divulgativo-científico bastante interesante, una botella de refresco de cola tamaño
familiar para mí solo y una caja de palitos salados ¿se podía pedir más? Si, otra caja de aperitivos
y su falta en mi rincón de relax, ganó al resto de elementos. Como cualquiera otra persona, tenía
mis caprichos culinarios que sabían que muchos aportes vitamínicos no tenían, pero estaban
buenos. En mi caso los aperitivos saldados era mi capricho, un capricho que me ocupaba todo
un armario de cocina pero un capricho. Y fue en aquel instante cuando al coger una nueva caja
de aperitivos, comprendí que silencio, no significa permanecer anclado. Sonreí, miré a través de
la ventana del salón y las estrellas me escribieron el mejor de poemas jamás soñado.
11-MENTA Y TABASCO
El aroma de libertad tiene sus propias cadenas. Y es que por más que nos guste, libertad no es
más que una palabra que escribimos atados a unas pautas y a unas normas que todos
rechazamos pero que al mismo tiempo, acatamos. Porque si las rompemos la sociedad en
general nos tacharán de locos y son los locos los que pueden hacer cambiar el mundo. Y el
mundo no quiere cambiar, se ha acomodado a su camino gris y preestablecido. Fue por eso que
antes de que María pudiera alzar la mano, unos papeles enrollados se asomaron por la puerta.
Pero María no es una persona a la que se puede sorprender fácilmente, incluso debo reconocer
que aquel día fue ella la que me sorprendió, y con aquella ya había vuelto la cuenta de las veces
que lo había hecho desde que la conozco.

-¡Lanzamiento de llave inglesa!-Exclamó.

Pero aquel día la atrapé. A ver, que todavía me sigue pareciendo un poco exagerada la forma de
comprobar si mi mano estaba bien, pero aquello era EcoPack, si alguien quería suavidad y versos
de amor aterciopelados, estaba claro que aquel no era su lugar. Debo reconocer que me encanta
levantar a Elena y darle una vuelta en el aire, al ser más bajita que yo, es algo con lo que disfruto.
Quizás el apretón de manos y la palmada en el brazo por parte de Oscar, no era algo que me
encantase. Y no es que no me alegrase de verle, todo lo contrario. Pero Oscar es una de esas
personas que te da la mano y lo recuerdas el resto de tus días. Por suerte Joel, el cual todavía
no había salido a realizar algún reparto, es una persona más suave. Me alegraba de ver a mis
compañeros aunque cuando una voz a mi espalda me llamó, noté en el tono como quizás las
cosas habían cambiado.

-¡Red! ¿Vuelves al trabajo? –Dijo Taurus ante mi sorpresa –Me alegro de verte campeón-.

Taurus y yo nos saludamos de manera cordial cuando de repente, sus palabras me recordaron
algo que yo no estaba dispuesto a hacer.

-Tu y yo tenemos una carrera pendiente- Dijo Taurus mientras apretaba mi mano izquierda-Y
pienso destrozar tus tiempos –Y ahora si me disculpas tengo que demostrarle al mundo quien
es Taurus-.

Miré a Elena extrañado, luego miré a Joel, incluso a María la cual se estaba fumando un cigarrillo
en la puerta de la oficina. Observé como Oscar sonreía por lo bajo. Elena me miró y asintió con
la cabeza mostrando un claro gesto de resignación en su rostro. Mi cara era todo un poema.
Apreciaba a Taurus pero quizás debía reconocer que aquello de héroe, se le había ido de las
manos. Lo mejor que podía hacer era pasar de aquella polémica, ya se encargaría el mundo de
implicarme de manera directa. Así que decidía acercarme a la mesa de Elena para ver que
repartos había. No tenía preferencia alguna pero debido a que era mi primer día tras mi regreso,
prefería alguna ruta tranquila, de esas de poco tráfico y que en otras ocasiones, habría
rechazado por la vía rápida. Por suerte aquellas rutas eran tan numerosas que no tardé ni dos
segundos encontrar un reparto, que recorriese alguna de aquellas rutas. Se la habría dejado a
Joel pero…hoy por ti, mañana por mí.

Sentí la libertad en cada pedaleada, la sensación de circular por Barcelona en bicicleta, era una
sensación que claramente añoraba. No tenía prisa dentro de lo que se podía esperar, una ruta
tranquila, con el tráfico habitual de una gran ciudad. Tan solo debía de preocuparme de
peatones despistados que cruzan sin mirar y conductores que no señalizan bien. Pero para mí
desgracia olvidé un tipo de peligro que todo ciclista y motorista, rechaza con todas la letras.
Circulaba tranquilamente por el lado derecho de la carretera cuando de repente, y sin previo
aviso, un conductor despistado, abrió la puerta de su coche. A pesar de no circular a gran
velocidad, no pude evitar el golpe y la caída. No me gusta decir tacos, pero en aquellos
momentos, llega a pasar algún niño pequeño por la zona, y alguien le habría tenido que tapar
los oídos para que no escuchase tal repaso al diccionario a modo de palabras malsonante. Pero
cuando escuché una voz conocida, mi sorpresa no pudo ser mayor.

-¡Red!-Dijo Ángel ante mi sorpresa.

No daba crédito a lo que estaba viviendo. La responsable de que volviese a irme al suelo, no
había sido otra persona que Ángel, la cual, acababa de volver a casa tras realizar unas compras.

-Lo siento, lo siento, lo siento-Dijo Ángel mientras se acercaba hasta mí.

Afortunadamente el golpe había sido más aparatoso que otra cosa. Un simple rasguño en mi
brazo y un par de minutos de retraso en el reparto que tenía que realizar.

-Lo siento…-Dijo Ángel.

Suspiré, ¿Cómo enfadarme con ella? A ver, que podía haberlo hecho perfectamente. Pero
apreciaba a Ángel, si, a pesar de todo la apreciaba. No había sido nada así que era mejor mirar
para otro lado y olvidar el incidente.

-Estoy bien, no te preocupes-Dije mientras guiñaba un ojo en un claro gesto de complicidad.

-Lo siento Red, tenía que haber mirado antes de abrir la puerta-.

Asentí con la cabeza.

-Doble de tacos y nachos con extra de guacamole ¿servirá?-.

Ángel, tu sí que sabes compensarme ¿Cómo decir no a tal delicia? Fácil: pensando más en los
demás. Apreciaba el gesto y estaba convencido de que Ángel me llevaría comida a casa pero, y
a pesar de lo extraño que pueda parecer, lo rechacé.

-No te preocupes –Comenté mientras le daba un abrazo –Ahora si me disculpas tengo que
realizar una entrega-.

Lo mejor en aquello momentos era olvidar aquel pequeño incidente. Al fin y al cabo no olvidaba
que quería conseguir que Ángel se sintiese integrada en la ciudad, y para mi aquello era lo
importante.

Sucede algo que a todo el mundo le ha pasado. En el momento del golpe, la parte que nos hemos
golpeado, no duele, en esos momentos nos sentimos como héroes de guerra, como si nada
pudiese con nosotros. Pero pasado un tiempo el lugar se enfría y entonces nos convertirnos en
niños pequeños que nos quejamos del golpe. Mientras esperaba que un semáforo se pusiera a
mi favor, noté algo húmedo cayendo por mi brazo derecho, y al mirar observé las verdaderas
consecuencias del incidente con Ángel, un buen rasguño que debía taparse. Pero solo era eso,
un rasguño, debía realizar mi entrega fuese como fuese. Por suerte, en la mochila que suelo
llevar y donde guardo los envíos, suelo llevar un fino corta vientos de manga larga. Aquello no
evitó que Oscar, el mecánico de EcoPack, tuviese que hacer una rápida reparación de mi bicicleta
bajo el silencio del porqué de aquella reparación, simple revisión rutinaria. No negaré que María
se extrañó al verme con el cortavientos puesto. Rara vez lo usaba así que debía disimular y hablar
lo menos posible esquivando ciertas preguntas. Pero en ocasiones, por más silencio que
guardes, siempre habrá alguien que te haga querer hablar.

-¡Red! –Exclamó Taurus nada más entrar por la puerta de EcoPack –Hay un par de entregas en
las rutas catorce y quince…ahora-.

Noté como Elena y Oscar resoplaban mientras yo ignoraba completamente aquellas palabras.
Para mi desgracia, el cambio de Taurus era más que evidente, y aquel cambio me afectaba de
manera indirecta. Observé como en la puerta de EcoPack, varias chicas jóvenes, miraban a
Taurus ensimismadas. Preferí no pensar y seguir leyendo una revista de deporte que llevaba ya
un par de años en aquella empresa.

-¿No me has escuchado?-Dijo Taurus mientras se colocaba delante de mí –Rutas catorce y


quince, tu y yo… ¡ahora!-.

Era consciente de que tarde o temprano, la carrera contra Taurus, iba a ser inevitable, así que
en aquellos momentos decidí hacer lo que realmente tenía que hacer en aquella situación.
Bostecé, cerré la revista, me acerqué a la mesa de Elena, cogí uno de los pedidos ante la atenta
mirada de Elena, Oscar, María y Taurus, hice un par de estiramientos, cogí mi bicicleta
tranquilamente y me dirigí hacia la puerta de EcoPack. Una vez en la calle me subí en mi bicicleta
mientras Taurus se colocaba a mi lado dispuesto a competir.

-Ida y vuelta. Tú y yo solos. Veamos quien es realmente el mejor –No creo que tarde chicas-
Comentó mirando a las jóvenes.

Asentí con la cabeza. Observé como María, Oscar y Elena se colocaban en la puerta, atentos a
aquella carrera. Me extrañó que María no nos llamase la atención como había hecho en otras
ocasiones, supongo que también ella esperaba aquel momento de competición.

-¿Preparado Red?-Dijo Taurus.

Asentí de nuevo con la cabeza pero sin pronunciar palabra alguna.

-¡Una…dos...ahora!-Gritó Taurus mientras salía a toda velocidad.

-Ahí le has dado, ahora ve tirando tu que yo ya iré si eso- Comenté ante la sorpresa de todos.

Taurus frenó bruscamente. Con cara de pocos amigos se dirigió hacia mi justo en el instante en
el que Spin hacía acto de presencia.

-¿Sucede algo aquí?-Preguntó con tono serio.

-Nada, nada, ya salía a realizar una entrega-La mirada de Taurus lo dijo todo.

Spin me miró mostrando una amable sonrisa.

-Imagino que ya estarás en condiciones de volver ¿verdad?-Preguntó Spin.

-Ya hay una entrega realizada así que…si-

Si alguien esperaba una competición entre Taurus y yo, estaba claro que iba a tener que seguir
esperando por tiempo indefinido. Éramos trabajadores y compañeros, la palabra competición
no entraba en mi vocabulario. Pero me gustase o no, Taurus había cambiado, y no para bien por
lo que podía apreciarse. Pero me negaba a entrar en aquella competición silenciosa. Lo primero
es que a pesar de todo, Taurus era mi compañero, lo segundo era que no veía lógico forzarme
el primer día de trabajo. Quizás lo tercero era lo más importante, sabía que quería el mundo de
mí pero ¿sabía el mundo que quería yo de ellos? Estaba claro que desde luego no. Los
trabajadores de una empresa, deben colaborar juntos para que la empresa avance y prospere,
no competir entre ellos. Al fin y al cabo siempre lo habíamos hecho de aquella manera en
EcoPack, trabajadores sí, pero compañero ante todo. La maquinaria de EcoPack era la unión de
todas las piezas, de todos los trabajadores. Al fin y al cabo entre todos habíamos conseguido
una buena fama y reputación. Pero en aquellos momentos, llegué a pensar que si el mundo
realmente quería competición, debía pensar si aquel era realmente mi lugar. Por un instante
recordé a Ángel, cuando parecía buscar su propio camino mirando las estrellas. Aquello era algo
que debía comenzar a plantearme si el mundo giraba hacía una dirección hacía la que yo me
negaba a girar. Al fin y al cabo si la tierra es redonda, es porque sus camino, son infinitos, y solo
nosotros decidimos por cuales queremos caminar. Debo agradecer a Elena que aquel día, me
guardase un par de repartos que transcurrían lejos de las rutas por las que repartía Taurus.
Lamentablemente, me gustase o no, era consciente de que la competición, iba a ser inevitable.

No fue de extrañar que aquel día tuviese ganas de regresar a casa. Ni siquiera me detuve en el
bar de Sergio para tomar algo. El asunto de Taurus era algo que por más que quisiera negar, iba
a estar ahí. Pensé que lo mejor era dejar pasar el tiempo, que la rutina hiciera su trabajo y que
yo simplemente, hiciera el mío, que no era otra cosa que repartir paquetes. No tenía ganas de
ver a nadie, me apetecía estar solo, disfrutar del silencio. Incluso debía reconocer que dentro de
mí, mordía ante todo. Da rabia que el mundo espere una cosa de ti que tú te niegas a dar.
Lamentablemente lo que nosotros queremos que suceda y lo que sucede realmente, distan
mucho entre sí. Que cerca de las nueve de la noche, alguien llamase a mi puerta, solo podía
suponer una cosa: debía ser alguien que conocía. Pensé que si era Víctor, y por muy mal que me
supiese, no me apetecía reír o jugar a videojuegos. Pero la educación manda así que sabía que
podía comentarle con total sinceridad a Víctor que aquel día, no me apetecía ver a nadie. Así
que más por inercia que por ganas, me dirigí hacia la puerta esperando encontrar a Víctor. Y una
vez más, volví a equivocarme.

-Echo mucho de menos a mi familia-Dijo Ángel ante mi sorpresa y con el rostro completamente
triste.

Y en aquellos momentos, sucedió algo que a todo el mundo le ha pasado. Mis problemas,
dejaron de serlo, mi rabia contra todo, se apagó de manera inmediata, mías ganas de morder se
convirtieron en silencio. Pero sin embargo, mis brazos, se convirtieron en un universo. Abracé a
Ángel mientras justo en el instante en el que esta se derrumbaba entre lágrimas. Duele ver como
los que aprecias o quieres, lo pasan mal. Estaba claro que debía hacer algo por ella, ayudarle
como fuese. Pero en aquellos momentos lo único que podía hacer era abrazarle, hacerle sentir
que no estaba sola. Era consciente de que en aquellos momentos, toda palabra estaba de más.
Conocía el silencio, la soledad, al fin y al cabo había caminado a su lado durante muchos años e
incluso podría decirse que el silencio, formaba parte de mí día a día. Dejé que Ángel llorase lo
que tuviese que llorar, que gritase en silencio todo lo que tenía que gritar, dejé que Ángel
caminase por el lado más triste de la vida. Y si alguien piensa que no hice lo correcto, creo que
estaría equivocado, no dejé de abrazarle ni un solo instante, no cambiaba sola por el silencio, yo
caminaba junto a ella, y le cogía la mano, y sin mi voz pero con mi cuerpo, le decía que estaba
ahí. Ni que decir tiene que no iba a dejarle sola ni un solo instante. Pero estaba claro que debía
ayudarle, el cómo era algo que desconocía. Pero fuese como fuese no iba a quedarme de brazos
cruzados mientras Ángel lo pasaba mal. Aquella noche juntos miramos las estrellas, cuando se
tranquilizó le conté mis silencios, mi presente, mientras ella viajaba por las mismas estrellas por
las que yo había viajado tiempo atrás. Incluso le mostré algunas constelaciones que podían verse
desde casa. No es que creyese en aquellas cosas, pero sin duda alguna, el universo es un lugar
infinito donde todas las palabras y todas las ideas, tienen cabida. Debo reconocer que me hizo
gracia ver la cara de Ángel cuando vio mi brazo, la herida era evidente y aparatosa, me la había
podido curar en cierta manera pero cuando me puse el dedo índice en la boca para que no dijese
ni una sola palabra, sobre aquello, fue ella misma la que me abrazó. Mi brazo estaba bien, una
herida más, no era algo que me importase. Lo realmente importante era que Ángel estuviese
bien, y ver como se tranquilizaba y sonreía tímidamente, fue maravilloso. Mientras mirábamos
a las estrellas, llegué a pensar que algún día, debería agradecerles de alguna forma, todas las
veces que habían respondido a mi silencio. Supongo que, y esto es algo que todo el mundo
debería plantearse, habría que agradecer al planeta que este, nos permitiese vivir en él, no en
todos los planetas esto sería posible. Y me resultaba irónico pensar que el ser humano, siendo
esta la última especie en llegar a la tierra, hayamos sido los primeros en sentenciar su final
aunque esto, y esto es algo que cualquier astrónomo de amplio conocimiento podría confirmar,
es algo que nosotros no podamos impedir, igual que las personas, las galaxias también siguen
su propio camino. Cuidar más lo que nos rodea, a quienes nos rodean al fin y al cabo. Y en
aquellos momentos, y dejando de lado mis padres, a quien debía cuidar era a Ángel. Un
sentimiento de satisfacción recorrió cada centímetro de mi cuerpo, al ver como esta finalmente
sonreía aunque fuese de manera breve. No fue de extrañar que aquella noche, Ángel se quedase
a dormir en casa, de acuerdo: hubieron discrepancias acerca de quién debía dormir en mi cama.
Por un lado Ángel alegaba que ella era la invitada y que por lo tanto debía dormir en el sofá. Por
mi lado decía que efectivamente Ángel era la invitada así que como muestra de cortesía y
cordialidad, debía ser ella quien durmiese en mi cama y yo, en el sofá que está en el
salón…donde está la televisión, un pequeño cuarto de baño y la terraza más grande. No negaré
que Ángel no me gruño por aquello pero sin duda alguna, la televisión es un electrodoméstico
ideal para dormir. Así que debía sentirlo…Ángel te quedas con mi cama que yo me quedo en mi
sofá bien mullido con la televisión encendida, un refresco y bolsa tamaño familiar de palomitas
recién hechas.

La noche es silencio para la voz, no para las ideas. Estas suelen aparecer cuando más las
necesitamos pero cuando nuestro cuerpo menos responde. Mientras comenzaba a dormirme
en el sofá, agradecí el día que lo compré. Una de esas visitas a cierta tienda de muebles de esos
que te sirves tú mismo, te lo llevas tú, te lo montas tú, cobramos nosotros. Por suerte la gran
mayoría de sofás, ya llegan a casa montados, como mucho hay que poner algún que otro cojín.
Nunca olvidaré el primer día que me senté en sobre él, era como tumbarse en una nube y lo
mejor de todo: cabía a lo largo. Y es que la gente alta tenemos el problema de que los muebles,
parecen estar realizados para unas ciertas medidas. Pero aquel sofá era de mi tamaño y en
especial, de mi precio que por otro lado, era quien mandaba en la decisión final. Las noches en
mi barrio, suelen ser tranquilas, como en toda gran ciudad, el único ruido que rompe la
tranquilidad del silencio, suelen ser los camiones de recogida de basura y algún que otro coche.
Muy de tanto en tanto, jóvenes amantes del flamenco, suelen dar algún breve concierto
improvisado, algo que por otro lado, no molesta, dejemos que la gente disfrute. Sí que es cierto
que una ciudad, tiene diferentes silencios dependiendo de la estación del año. Mientras que en
invierno, el silencio es más intento, más firme, más contundente, en verano este se torna más
escalonado, más pausado, menos consistente pero más lleno de vida. Pero aquella noche, un
sonido poco habitual, iba a romper la senda del silencio. Uno de esos sonidos que te despiertan
de tu sueño y rápidamente te hace saber que algo sucede. Y es que cuando alguien llamó a la
puerta de casa, cerca de las tres de la madrugada, pensé que algo extraño pasaba. No solemos
llamar a una casa a ciertas horas a no ser que sea importante. Aquella noche, aquella llamada a
la puerta, iba a demostrarme que en ocasiones, las cosas no son lo que parecen. Solemos poner
un camino a unos mismos pasos, y si esos pasos salen del camino, la sorpresa es enorme. Estaba
claro que quien llamase a la puerta de casa a aquellas horas, debía tener unos motivos realmente
importantes para hacerlo. Así que tras susurrar para avisar a quien picaba que ya iba pero
procurando no hacer mucho ruido para no despertar a Ángel, me coloqué unos tejanos encima
del pijama y a la hora de abrir la puerta, la vida, me dio una de esas sorpresas que no podía
haberme imaginado. Bienvenido a la vida, es hora de improvisar sobre el camino.
12-POETAS, MAPACHES Y OTRAS ESPECIES NOCTURNAS
Mi rostro fue todo un poema.

-Me parece que te debo una disculpa-Dijo Taurus –Las cosas no son como parecen y creo que te
debo una explicación.

-¿Las cosas no son como parecen?-Pensé –Te has presentado a las tres de la madrugada en mi
casa, no es que parezca que no es esa hora, es que la es-.

Cuando a una persona, le sacas de la cama, sofá en mi caso, a las tres de la madrugada, y le
comienzas a decir frases importantes, el sueño hará que todas esas ideas que deben unirse, se
mezclen con ovejas que saltan zanjas, dragones que escupen golosinas y unicornios
multicolores. Así que más por inercia que por conocimiento, dejé pasar a Taurus al interior de
casa.

-Sé que no vas a competir contra mí-Dijo Taurus mientras se sentaba en el sofá.

El sueño me impedía razonar con rapidez aunque por fortuna, pude comprender las palabras
que Taurus acababa de pronunciar.

-Así es-Respondí-Somos compañeros de trabajo, no rivales así que si en algún momento


esperabas que compitiese contra ti, ya te digo desde ahora que lo olvides-.

-¿Crees que es fácil vivir lo que estoy viviendo? ¿Crees que es agradable tener sobre ti el peso
de la responsabilidad?-.

-Taurus, hay miles de personas que desearían estar en tu piel-Pensé –Ya sabes que no me gusta
mucho que la gente pronuncie mi nombre-.

-Cuando realizas una acción que para ti es algo que cualquier persona debería hacer ante una
situación como la que viví, y alguien te graba, lo sube a las redes sociales y el mundo se asombra,
pasas de no ser nadie, a ser una `persona ejemplar. Pero ese ejemplo tiene un importante lado
negativo: eres el foco de atención allá donde vas-.

-¿No me irás a decir que no te gusta ser tratado como un héroe?-Pregunté extrañado.

-¿A quién no le gusta gustar? Pero no de esa manera, hice lo que debía hacer, lo que tendría que
haber hecho cualquiera que estuviese en aquel lugar. Pero te aseguro que la presión, es elevada.
La gente espera que lo des todo, incluso se agrandan algunas acciones irrelevantes ¿crees que
todo lo que se dice es verdad? Se exageran muchas cosas, simplemente hice lo que tenía que
hacer-.

El tono de Taurus era el que yo conocía antes de convertirse en un héroe social, el tono de un
amigo, de un compañero, de una persona a la cual apreciabas. Pero era un tono triste, apagado,
como si Taurus necesitase gritar.

-¿No quieres competir contra mi verdad?-Pregunté.

-Somos amigos, no rivales- Respondió Taurus.

-Pero ¿Y lo sucedido ayer por la mañana?-.

-Había un chico escondido en una esquina con el móvil preparado para grabar. La sociedad
necesita un héroe pero ¿crees que iba a competir?-.
-Hombre, ¿sinceramente? Si-.

Taurus sonrió.

-Las apuestas estaban diez contra uno. El diez pertenecía a mí, te puedes imaginar a quien
pertenecía el uno-.

-Vaya, ya veo lo que la gente confía en mi-.

-Red ¿Quién crees que apostaba por ti?-.

Le miré extrañado.

-No tengo ni la menor idea ¿Elena?-.

-Ibas a ganar tú. No está mal el papel de héroe pero detesto la presión social. Ese era el motivo
de mi actitud-.

Aquellas palabras eran toda una sorpresa para mí. Estaba claro que la actitud mostrada la
mañana anterior por parte de Taurus hacía mí, no era más que una imagen creada para gustar
a una sociedad que lo espera todo de él pero la cual distaba mucho, de lo que él reamente
quería. Aquello encaja todas las piezas del puzle del porque Taurus había cambiado tanto desde
que hizo lo que tenía que hacer, en las ramblas de Barcelona. Y aquello era algo en lo que debía
darle la razón. Más acciones efectivas y menos palabras bonitas. Me hizo gracia conocer el
silencio de Taurus. Era algo que no esperaba. Aunque sin duda alguna aquella no iba a ser la
única sorpresa de aquella noche, aunque esta vez iba a ser Taurus el sorprendido.

-¿Sucede algo? –Dijo Ángel ante nuestra sorpresa mientras bajaba por las escaleras de casa-He
escuchado voces ¿todo bien?-.

Taurus me miró extrañado mientras esbozaba una simpática sonrisa.

-Tranquila, yo ya marchaba-Respondió Taurus –Os dejo solos…campeón-.

Taurus marcho de casa mientras yo me limitaba a no pensar.

-Vuelvo a la cama-Comentó Ángel mientras regresaba a la habitación.

Entre el sueño que tenía y lo que había sucedido, estaba claro que mi rostro era más propio de
una caricatura de esas que exageran los rasgos y aumentan tu expresividad. En aquellos
momentos desconocía a quien debía morder primero así que lo mejor era no pensar y seguir
durmiendo. Al fin y al cabo la noche está para eso, y para que comiencen historias no reales que
continuarán en cuanto te levantes y tus conocidos, te encuentren.

Aquella mañana, en casa solo hubo saludos cordiales y charlas distendidas. Tanto Ángel como
yo, nos habíamos levantado temprano para ir a trabajar. Pero cuando uno de tus compañeros,
has visto algo que realmente no ha sucedido, y automáticamente ha realizado una suma social,
está claro que el resultado de aquella suma no tenía nada que ver con tu propia realidad. El
rostro sonriente y atento de todos mis compañeros, fue más que suficiente para saber que
Taurus, había realizado la suma.

-Vaya, vaya….-Dijo María con tono bromista –El barbas anti social nos ha sorprendido a todos-.

Quise responderle pero lamentablemente recordaba la rapidez con la que aquella mujer,
repartía las collejas. Ni siquiera Spin se había librado de aquellas curiosas muestras de cariño y
aprecio. Pero en aquellos momentos, en esos en los que deseamos soltar palabras, inflamos
nuestros mofletes mientras buscamos rápidamente alguna palabra para dejar fuera de juego a
la persona que se la queremos decir.

-Se ha puesto sapo-Dijo Oscar entre risas.

No pude hacer otra cosa que reír. Estaba claro que dijese lo que dijese, todos iban a pensar que
entre Ángel y yo, había sucedido algo no apto para menores. En aquellos momentos agradecía
tener que trabajar fuera de la oficina. Al fin y al cabo, mi trabajo se realiza en la calle, y allí es
donde realmente la sensación de libertad, es más grande pero en especial, allí es donde no
tienes compañeros realizándote un interrogatorio en tercer grado. Libertad, querida libertad
lejos de preguntas que por más que respondan, van a mezclar con otra realidad. Dentro de las
normas que tenemos tanto Joel, Carlos, Taurus y yo, mientras realizamos los repartos, que por
otro lado son pocas y no solemos hacer, está una clave hoy en día, tener siempre el teléfono
móvil encendido. Por normas ajenas a la empresa, no podemos usarlo mientras conducimos,
algo que por otro lado, es lógico. Pero Spin siempre nos obliga a tenerlo encendido. El motivo
no es otro que el hecho de que muy de tanto en tanto, surge algún envío urgente. En caso de
no haber ningún repartidor disponible, se suele llamar al repartidor que más cerca esté de
EcoPack, en caso de que no haya ninguno, aquel que ya haya realizado su entrega, se encarga
de recoger y repartir dicho envío. Ni que decir tiene que Spin está encantado con este tipo de
trabajo, por tarifa, se cobran mejor aunque, y como es de esperar, son los envíos que menos se
realizan. Incluso podríamos decir que Taurus ha realizado dos entregas de este tipo mientras
que Carlos, Joel y yo, tan solo una, y de eso hace tanto tiempo que casi ni logro acoradme. Pero
cuando nuestro teléfono móvil, suena mientras estamos en ruta, tenemos que pararnos y
atender la llamada.

-Te ha tocado-Dijo Elena desde el otro lado del teléfono.

Empataba con Taurus, indiferencia total. Sí que es cierto que al no ser un tipo de envío muy
habitual, siempre gustaba tener uno. Incluso los plazos de entrega son más ajustados que los
envíos tradicionales. Y supongo que alguna persona puede pensar ¿porque iban a contratar a
alguien para enviar documentos dentro de una misma ciudad? EcoPack es conocida tanto por
su sistema de reparto como por la rapidez de sus envidos con métodos poco convencionales.
Siempre lo hemos reconocido: los repartidores de EcoPack, no somos el mejor ejemplo a seguir,
bueno, Joel si, al ser el benjamín del grupo todavía es una persona prudente y sensata. Ni que
decir tiene que sus tiempos de entrega son mayores que los del resto. Muchos de los repartos
que realizamos son de ida y vuelta al mismo remitente. Esto consiste en que tenemos que ir a
recoger unos documentos a un cliente, llevárselos a otro para que los firme y devolvérselos al
cliente, simple y fácil. La movilidad de los trabajadores de EcoPack en una ciudad como
Barcelona, hace que nuestros servicios, estén bien valorados. Pero cuando llegué a EcoPack,
hubo algo que llamó mi atención, sentado en una silla dentro de una pequeña sala que tenemos
para esperar repartos y que solemos utilizar como zona de ocio, Joel ojeaba tranquilamente una
revista. En teoría aquello debía ser algo sin importancia, al fin y al cabo yo también lo había
hecho alguna vez. Pero el hecho de que hubiese una entrega urgente y Joel estuviese allí, era
algo que me chocaba. Llegué a pensar que el reparto debía ser a través de alguna ruta
complicada, de esas en las que debes sortear un buen número de vehículos y en las que el
tiempo de entrega, es muy limitado. Aquel tipo de entregas solo las hacíamos Taurus y yo.
Éramos consciente de que tarde o temprano, Joel tendría que hacer alguna de aquellas rutas. Al
igual que Carlos, el cual había realizado solo un par de entregas en aquellas rutas, Joel debía ir
poco a poco.
-Porque será que huelo que este reparto te va a gustar-Dijo Elena mientras alzaba una mano con
la documentación de entrega.

El olfato de Elena no falla. Cuando observé como la documentación a entregar, debía ser
entregada a una tal Nae en Dim Barcelona, no pude hacer otra cosa que sonreír. En aquellos
momentos me vino a la mente, el recuerdo de las palabras de Miriam, por más que hubiese
querido negar la realidad en su momento, esta iba a presentarse en mi vida de la manera más
clara y convincente. Aquella entrega respondía la inocente duda de porque Joel, no hacia aquel
reparto. De nuevo a la carretera para regresar a un sitio cuyo recuerdo, aún perduraba en lo más
simpático de mi memoria, en ese lugar donde, en silencio, solemos sonreír. Supongo que
cualquier que viese mi rostro mientras circulan en dirección hacía Dim Barcelona, estaba
convencido que debían de ver una de esas sonrisas sinceras, amables, de esas que se realizan
con los labios pequeños pero con la ilusión en todo lo alto del universo. Porque al fin y al cabo,
la verdadera sonrisa, es la que nace en nuestro corazón, el resto, son simples gestos que nuestro
rostro se empeña en poner. Y no es que visitar las oficinas de Dim Barcelona, fuese sinónimo de
fiesta, los pies siempre en la tierra. Debía reconocer que simplemente era parte de mi trabajo.
Pero cuando un lugar, te evoca recuerdos que te hacen sonreír, sin duda alguna, ese lugar
siempre va a estar en tu agenda de visitas. Pero sucede algo: un lugar no son sus elementos
arquitectónicos los que lo hacen grande. Tal y como comenté una vez, es la gente la que hace
grande un lugar. Me hacía gracia pensar que la primera vez que pisé aquellas oficinas, me
parecieron las típicas áreas laborales absurdas y aburridas, ideas que, si me paraba a pensar, no
eran más que falsos estereotipos que me había creado. Pero claro, si miraba la parte realista
debía reconocer que mi oficina de trabajo, no era otra que las calles de Barcelona, y en ese
aspecto tengo mis dudas acerca de si hay algún otro lugar que pueda competir contra ella. Otro
estereotipo erróneo que tenía, no era otro que el de que las personas musculadas y que trabajan
como miembros de seguridad de algún edificio o espacios similares, son gente con mucha
musculación pero cuya materia gris es escasa. A ver, que el vigilante de Dim Barcelona, no se ve
un genio, incluso en alguna ocasión le escuché usar la terminación “emos” junto con un verbo
no correspondiente. Pero son detalles que se tornan invisibles cuando esa persona te cae bien.
Incluso me alegré de ver a aquel armario empotrado, y supongo que por el saludo, él también
se alegró de verme. Pero dentro las cosas invisibles, creo que una persona está a punto de lograr
la invisibilidad.

-¡Barbas, ahora te atiendo!-Dijo Pilar mientras pasaba a toda velocidad y sin apenas darme
tiempo a responderle.

Puedo decir que aquel día incluso mi melena se movió levemente al paso de aquella mujer. Pero
antes de que pudiese salir de mi nube personal, una bola de papel impactó contra mi pecho.

-Había apuntado más arriba –Dijo Miriam en tono simpático.

Me alegraba de ver aquella sonrisa perpetua con forma de mujer.

-¿Qué haces por aquí? ¿Ya vuelves a trabajar?-Preguntó Miriam.

Le enseñé los documentos.

-Vale, ya veo que sí, me alegro de verte-.

Antes de que pudiese responder, Pilar hizo acto de presencia.


-¿Son los documentos que os hemos encargad? Muy bien chico, muy bien, así me gusta
efectividad ante todo aunque ¿y esa barba? Estarías mejor sin ella pero claro ¿Qué voy a decirte
yo, verdad? bueno ¡has vuelto! Ahora si o si te vas a venir conmigo porque claro, entre papeleo,
que si albaranes, que si facturas que si clientes ¡hay esos clientes! Si yo te contara… ¿pero que
no vas a saber tu verdad? Porque claro, supongo que tú también serás consumidor de todo tipo
de productos verdad ¿has visto las ofertas que tenemos en la planta baja? Luego cuando puedas
la ves porque ahora…si, si, conmigo que hay que llevar unos documentos…-.

Alguien debía añadirle algún calmante al café de aquella mujer. Si aquella mujer era así durante
todo el día, debía llegar a casa realmente agotada. Incluso a mí me cansaba solo de verla caminar
a toda velocidad. Energía, pura energía. Por suerte, bajo aquella mujer de aparente nervio
interminable, se escondía una mujer inteligente y con los pies en la tierra. Aquello fue algo que
observé cuando, ante mí, comenzó a comentarme aspectos financieros acerca de Dim
Barcelona. Estaba claro que aquella mujer sabía de lo que hablaba, comercia, bienes de
consumo, marketing directo aplicado a un público muy concreto pero el cual se extiende de
manera elegante y sutil hacia otro público de forma que pase lentamente a ser un cliente
potencial, una especie de técnica de captación de clientes aparentemente no potenciales. De
acuerdo, todo aquello no me iba a servir de mucho, al fin y al cabo yo no era más que un simple
repartidor. Pero la clase de marketing por parte de Pilar, fue de esas que sin gustarte el tema,
te acaban gustando. Por otro lado había que reconocer que si Pilar diese clases con la misma
energía con la que hablaba, los alumnos iban a correr a la hora de tomar apuntes. Por suerte
para mí, Pilar era una de esas personas que cuando realizaba un encargo, lo hacía de manera
rápida y directa, nada de información adicional, uno, dos, tres y ya puedes ir tirando. Agradecía
esas cosas ya que permitían una mayor libertad de horarios de entrega. Era por eso que cuando
tocaba tratar con algún reparto de esos en los que el cliente, daba docenas de detalles, en
EcoPack solíamos mandar o bien a Carlos o a Joel. Ni que decir tiene que, como benjamín de la
empresa, Joel suele llevarse la mayor parte de esas entregas. También es cierto que es el que
más paciencia tiene de los cuatro repartidores. Tanto Taurus como yo, en más de una ocasión,
hemos estado a punto de decirle alguna que otra salvajada verbal no apta para menores de
dieciocho años, a clientes que daban docenas de explicaciones. Por eso cuando Pilar me dijo que
simplemente llevase unos documentos de un lugar a otro omitiendo cualquier detalle adicional,
agradecí aquella entrega.

La sensación que siempre había tenido sobre mi bicicleta, era algo que agradecía. Incluso podía
decirse que me sentirá más cómodo con los pies en los pedales, que sobre el suelo. Algo irónico
pero totalmente cierto. Aquel día no pregunté durante cuánto tiempo iba a estar trabajando
para Dim Barcelona. Tocaba vivir el presente, el día de mañana era algo que todavía no se había
escrito. Pero cuando Pilar me dijo que quería verme al día siguiente, que tenía que realizar más
entregas, comprendí que mi estancia en aquel lugar, tenía fecha de llegada pero no de salida.
Era algo que no me importó lo más mínimo. Al fin y al cabo, trabajaba en la calle, no en las
oficinas de aquel lugar. Pero aquel día, algo iba a variar la línea recta, y quizás monótona, con la
que vivía mis días. También era cierto que en muchas ocasiones, y como les sucederá a muchas
más personas por muy poético que pueda sonar, más que vivir directamente improvisaba, y eso
te hace saborear cada instante por muy pequeño que este sea. Regresé a casa con la luna dando
sus primeros ejercicios para despertarse, era algo a lo que ya me ha había acostumbrado. Pero
cuando entré en casa, al entrar en el salón, observé como algo, no había dormido en su lugar
correspondiente. Y en ese asunto la luna, no tenía nada que decirme.
13-SOMBRAS DE NUESTRO SILENCIO
Mi barrio no era un lugar peligroso, era un sitio tranquilo, de clase trabajadora, de esos que
crecen a base de esfuerzo y sueños que se hacen realidad. Era un lugar en el que podías salir
tranquilamente de noche. Sí que era cierto que, y esto es algo que sucede hasta en los barrios
más elitistas, muy de tanto en tanto, se producía algún leve incidente que hacía virar la línea
recta de su día a día. Pero eran incidentes de esos que se olvidan de un día para otro. Mi edificio
también era tranquilo, era uno de esos lugares de gran tamaño y por cuyos pasillos se habían
perdido los visitantes menos avezados. Y no es que fuese uno de esos lugares de docenas de
plantas, tan solo eran cuatro, sin contar los bajos claro, pero a lo largo, la cosa cambiaba
bastante. Era muy difícil conocer a todos y cada uno de los vecinos, y como sucede en lugares
llenos de gente, la sensación de soledad era evidente. Incluso debía reconocer que ni siquiera
sabía quién vivía sobre mí, tampoco era algo que me importase. Era por eso que, cuando pasaba
algo que rompía la rutina de aquel lugar, rápidamente saltaban todas las alarmas. Al entrar en
el salón de casa, observé extrañado, como una de las plumas negras que habían aparecido
dentro de una misteriosa caja que alguien, había dejado frente a la puerta de casa, se
encontraba en medio del sofá. Aquello podía haber pasado inadvertido solo que, si la memoria
no me fallaba, algo que para la colocación de cada uno de los elementos de casa, era sumamente
raro, estaba completamente convencido de que no la había dejado en aquel lugar. Recordaba
cómo días atrás, había dejado la caja perfectamente cerrada, al lado del televisor, sobre el gran
mueble que preside el salón. Miré en todas direcciones esperando encontrar algo que explicase
aquello. Incluso llegué a recorrer toda la casa buscando cualquier cosa que llamase mi atención.
Y aunque suene excesivo, llegué incluso a abrir los armarios, si, el cine ha hecho mucho daño.
Pero salvo la pluma sobre el sofá, todo, absolutamente todo, se encontraba tal y como lo había
dejado antes de salir a trabajar. Al acercarme a la terraza del piso inferior, comprobé como esta
se encontraba perfectamente cerrada. Tiempo atrás, la experiencia, me había enseñado a dejar
la puerta de la terraza, siempre cerrada. Una tormenta de esas que hacen que una ciudad se
colapse, un día de trabajo y un curioso aprendizaje para que siempre que saliese de casa, cerrase
las puertas de las terrazas. Supongo que de haber vivido en algún otro lugar, la hipótesis de que
algún gato, hubiese sido el responsable de aquello, habría entrado en mis planes. Pero sucedía
algo, aparte de que las ventanas de las terrazas, estaban completamente cerradas, mi hogar no
contaba con más ventanas al exterior. Las únicas que habían eran una en cada habitación y estas
daban a un patio de luces complemente vertical, uno de esos patios que todo edificio guarda en
silencio. Sabía que había perros como compañeros de mucha gente, y si digo compañeros es
simplemente porque la palabra mascota, me parece despectiva ¿quién es la mascota de quién?
No, lo siento: compañeros. También es cierto que los gatos, como compañeros, son animales
que se sienten en silencio y cuyo sonido, solo se pronuncia cuando hay visitas en casa. Con la
idea marcada en cada una de mis acciones, me acerqué hasta la pluma, y cuando estuve frente
a ella, decidí revisar la caja de madera donde teóricamente tendría que estar. Por si el misterio
de la presencia de aquella pluma sobre el sofá, no fuese suficientemente grande, debía sumarle
el hecho de que la caja, estuviese completamente ante cerrada y en el mismo lugar en el que
recordaba haberla dejado. Decidí coger la pluma esperando encontrar alguna respuesta que
sabía que no iba a obtener. No era un experto en plumas, supongo que como a cualquier persona
que no entienda del tema, lo único que podía decir sobre ellas eran que pesaban poco y que
eran suave, recordando eso comprendía porque la biología o las naturales, no eran estudios
aptos para mí aunque ¿todavía existía aquellas asignaturas? En mi época de juventud, recordaba
que había materias que habían desaparecido como sociales, me hacía gracia pensar en cómo en
mi presente más actual, habría suspendido aquella asignatura ¿social yo? Doy los buenos días,
y hasta ahí llego. Pero dejando de lado cualquier cosa propia de años que no volverán, lo cierto
era que desconocía, a que animal pertenecía aquel objeto, si es que era de origen animal claro,
la duda acerca de su naturaleza iba a estar ahí hasta que alguien con más conocimientos sobre
animales que yo, me diese la respuesta. Que ya que me ponía a pedir, directamente podría haber
pedido que la persona que había dejado la caja y las plumas delante de la puerta de casa, se
presentase. Pero pensar en alguien que supiese de animales, era difícil. Supuse que tan solo me
quedaba suspirar y dejar pasar el día. La casa estaba tranquila, estaba cansado así que
seguramente había sido yo mismo quien dejase la pluma sobre el sofá. Todo el mundo realiza
acciones sin pensar, así que aquella podía haber sido una de ellas por mi parte.

Incluso aquel día, me sorprendí a mí mismo, con la primera acción del día. Y es que si bien es
cierto que todo hombre, tiene un gesto típico nada más salir de la cama, si, están ahí, cuando
vamos a dormir con la mente, puesta en algún otro sitio que no sea el descanso, al despertarnos,
solemos cambiar nuestra rutina. Aquella mañana nada más salir de la cama, me acerqué hasta
el salón, me dirigí al mueble que presidía aquel lugar, cogí la caja de madera que días atrás había
aparecido frente a la puerta de casa, y me aseguré de que estuviese tal y como la había dejado
el día anterior. Incluso llegue a abrirla para comprobar cómo incluso las plumas que habían en
su interior, según tal y como las había dejado, incluida la pluma prófuga, o la más cómoda, para
que nos vamos a engañar. No negaré que no pensé en que pasaría si al regresar a casa volvía a
encontrarme una pluma sobre el sofá o fuera de la caja. En aquellos momentos, cualquier idea
que hubiese sido completamente errónea. Somos una raza evolucionada pero todavía no
podemos llegar a confirmar que haríamos ante una acción que nunca antes, hemos vivido. Por
otro lado había algo claro ¿yo hacer planes a largo plazo? Para nada, vivía el día a día, el ahora
más absoluto. La felicidad del momento sin duda alguna. Pero como todo el mundo sabrá, la
felicidad completa no existe, solo es una palabra escrita por algún poeta en noches de eterna
nostalgia y en las que debía subir su moral y autoestima: felicidad completa…para los mortales,
mera utopía. Entre esos obstáculos con los que se topa la felicidad, están esas personas que un
día formaron parte de tu vida pero a las cuales decidiste sacar siempre por algún motivo
negativo. Quizás alguien pueda pensar que todo esto suene demasiado poético pero creedme:
todo el mundo tiene alguna ex pareja con la cual suele asociar alguna palabra muy negativa o, y
esperemos que esto sea mayoritario, algún adjetivo insulso. Pero claro, no solo de ex parejas
viven esas personas con las que no nos gusta toparnos. También podemos encontrar el típico
vecino o vecina, quien no da ni los buenos días, en su lugar emite un curioso sonido sin constante
y propio de otros mamíferos rumiantes que dan leche. Luego estaría el típico amigo que se cree
gracioso y simpático pero eso, se cree, el resto de las personas entre las cuales, te incluyes,
piensa todo lo contrario. Supongo que este listado, sería tan y tan largo, que no acabaríamos
nunca aunque, y esto es algo debemos reconocer cuando realicemos este tipo de listados: tú
también formas parte del alguno, así es la vida. La felicidad completa, no existe. En mi caso,
debía añadir una persona más a mi larga lista. Y es que cuando Steve, el novio de Nae pasó a mi
lado, en las oficinas de Dim Barcelona, y me dio un fuerte golpe con el hombro aparentemente
de manera involuntaria, debo reconocer que si bien es cierto, no respondía a tal provocación,
me acordé de toda su familia y de posibles generaciones futuras. Suspirar, recordar y guardar
silencio, es algo complicado pero debía reconocer que Steve amaba los gimnasios, yo
simplemente los veía de lejos y gracias. Ni que decir tiene que la violencia, debe ser siempre el
último recurso. Supongo que yo tampoco le caía bien, no olvidaba el cariño que le tenía a su
coche. Estaba claro que aquella masa de músculos y poco cerebro, al menos desde mi punto de
vista, era una de esas personas con las que no me gustaba cruzarme. Afortunadamente para mí,
no trabaja conmigo. La parte negativa era que su pareja, era una de las personas con las que por
motivos laborales, tenía que tratar. No lo negaré, me daban ganas de decirle a Nae todo lo que
pensaba acerca de su pareja que, como era de esperar, no era nada positivo. Pero el trabajo
manda y siendo esto algo positivo, Nae al fin y al cabo no era mi jefa. Mi jefe era Spin, si trabajaba
en Dim Barcelona, era gracias a Pilar, no aquella hermosa mujer fría como el hielo. Y si, nunca
he negado que Nae es una chica guapísima, pero para mi gusto, su físico choca de pleno con su
carácter, y este hace que cualquier aspecto físico, pase a un plano totalmente invisible. Con los
pies en la tierra y alejándonos de cualquier conato de sueño mágico, había que pensar que Nae,
solo era una persona de paso en mi vida. Alguien de quien me olvidaría con el paso del tiempo.
Al fin y al cabo la gente, y por muy poético que pueda sonar, solo somos aire. Al igual que Nae
para mí, yo también sería un simple acento en su vida. Y sé que puede sonar duro, pero al fin y
al cabo, nadie es para siempre. Incluso el recuerdo, poco a poco se va olvidando a medida que
pasan los años y las personas, pasamos a ser silencio. Soy consciente de ello, al fin y al cabo no
olvidaba en cierta manera a Aysel. Y no es que me apeteciese encontrarme con ella. Era
consciente de que su camino, era tan solo silencio para mí. Un día caminamos juntos, en la
distancia, pero juntos, uno al lado del otro, pero aquel día, solo es una parte de un pasado que
no regresará. Por eso me gustaba vivir el presente más absoluto, disfrutar de cada momento de
cada instante, de cada segundo en mi camino. Y si bien era cierto que mi vida, no era esa épica
aventura constante propia de novelas de grandes, y no tan grandes la verdad, escritores. Pero
era mi vida, era mi propio camino. Y solo yo podía decidir qué pasos dar. Como a todo el mundo
le sucede, también me gustaba mirar al ayer para recordar que pasos, no debía dar. Al fin y al
cabo, la vida no deja de ser más que un camino en el que damos pasos tanto hacía adelante,
como hacia atrás. Y no me refiero a viajes en el tiempo y ese tipo de historias más propias de
novelas de ciencia ficción. Al fin y al cabo, los viajes en el tiempo, ya hace siglos que se realizan:
se llaman recuerdos. Me refiero en este caso a, tal y como he mencionado letras y palabras
atrás, son recuerdos. Y sí, mi presente podía pensarse que estaba marcado por Aysel, había que
reconocer que la sensación de felicidad a la hora de llegar a mí por aquel entonces, puesto de
trabajo que no era otro que de chico de los recados en una empresa situada en un polígono
industrial de Barcelona, y leer los mensajes que Aysel me había dejado en la red social en la que
nos habíamos conocido, era algo que en los momentos de mayor soledad, echaba de menos. Y
si, incluso a mí mismo se me hace extraño juntar en una misma línea red social conmigo. Pero
por aquel entonces, las cosas eran distintas. Sucede algo que nos debería hacer reflexionar sobre
el paso del tiempo. A medida que nos hacemos mayores, dejamos de sonreír. Por aquel
entonces, cuando Aysel era parte de una vida bien presente, sonreía más. Supongo que de haber
visto el camino que me esperaba por delante, hubiese dejado de hacerlo. Pero lo hacía, y eso
era lo importante. Y no digo que ahora, en mi presente más actual y absoluto, no sonría. Lo
hago, pero mi sonrisa es solo un silencio. Debemos ser conscientes, de que a medida que
cumplimos años, también cumplimos experiencias, y estas se demuestran en nuestra sonrisa o
en la ausencia de esta. Podríamos pensar que en cierta medida, la sonrisa es la parte
proporcional a nuestro estado anímico, que se refleja de manera externa en nuestro cuerpo.
Lógicamente me refiero a la sonrisa más sincera, esa que nace desde dentro y que hace que
nuestra boca, baile una hermosa melodía. Pero ¿y nuestro estado anímico? Supongo que cada
una de las personas que habitan sobre la faz de la tierra, entenderá la felicidad a su propia
manera. Al fin y al cabo, la felicidad, es como la verdad: cada uno tiene la suya propia. En mi
caso podía decirse que mi felicidad era mi tranquilidad. No me gustaban los días caóticos, esos
en los la vida parece ir a un ritmo frenético. Para mí esos días no eran otros que aquellos en los
que el volumen de trabajo, era enorme. En algunas ocasiones eran tantas las entregas que
teníamos que realizar en EcoPack, que tal y como llegabas de hacer una entrega, salías a realizar
otra. Días en los que si querías descansar, debías hacerlo al finalizar tu jornada laboral. Todos y
cada uno de los repartidores de EcoPack, éramos conscientes de que aunque no nos gustasen
esos días, debíamos aguantarnos y realizar cada una de las entregas. En esos casos se aplica la
norma sobre la felicidad y la verdad personal. Mientras que Carlos, Joel, Taurus y yo,
rechazábamos aquellos días, Spin estaba encantado. Como persona que es la cual tiene un
negocio, no era algo que nos extrañase. Por eso mi felicidad, era la tranquilidad, la calma más
absoluta, incluso en muchas ocasiones acompañaba esos momentos en casa, con el más
absoluto de los silencios. Y os aseguro que el silencio, hace un sonido encantador. Por otro lado,
era curioso comprobar como mi trabajo, era de todo menos tranquilo. En EcoPack los
repartidores somos gente joven, el mayor es Carlos aunque ni que decir tiene, que la palabra
mayor, no va para nada con él, al fin y al cabo son solo treinta y cinco años. Lejos quedan los
cincuenta que, esperando que María no lea o escuche estas líneas, tiene la más veterana de la
empresa. Pero el hecho de que los repartidores, seamos gente joven, equivale a rapidez y, en
especial en Taurus y en mí, insensatez y locura. Y es que como bien ya se sabe a estas alturas del
camino, hay que estar preparado y no pensar, cada vez que se realizan algunos repartos. Es por
eso que en ocasiones Oscar, nuestro mecánico, nos gruñe por algún leve, y no tan leve, golpe
que nuestra bicicleta se ha llevado. Por eso Taurus y yo, solemos disimular ¿un golpe en un
radio? A saber de qué habrá sido, ya sabes cómo es la gente de incívica de esta ciudad…o
directamente esconderé que hice una maniobra no apta para cardiacos. Es por eso que el trabajo
en EcoPack, puede llegar a ser muy movido a pesar del ritmo de trabajo, permita ir más relajado.
Aglomeraciones de gente, tráfico intenso, calles cortadas por obras, manifestaciones, peatones
que caminan por el carril bici…que por otro lado apenas lo usamos, las cosas como, y un sinfín
de acontecimientos que hacen que nuestro trabajo, sea del todo menos silencioso. Es justo ese
punto de adrenalina sonora, el que adoraba en mi vida. Del ruido más absoluto, al llegar a casa
pasaba al silencio más reconfortante, y ahí en ese espacio tiempo donde la vida parece
detenerse, era donde encontraba mi propia felicidad. Dicen que la felicidad personal está
condicionada, por la felicidad de los demás, lo que para otros puede ser su felicidad, para ti
puede suponer unas cadenas. Es algo de lo que reniego pero no con la convicción del universo
entero aunque si con la seguridad de la tierra donde vivimos. Y es que creo que, solo nosotros
podemos encontrar el verdadero camino a la felicidad.

Hogar dulce hogar, dulce y apacible hogar. Mi hogar era mi refugio ante la gran ciudad que tanto
me gustaba. En mi casa solo yo hablo con mi propio silencio. De vez en cuando lo hago con algún
objeto, en especial con aquellos que me hacían recordar aquellos tiempos donde sonreír, era
una costumbre que solo el tiempo se empeñaría en borrar. No era persona de tener muchas
cosas, como toda persona joven, mis ingresos iban destinados a pagar el alquiler, los recibos,
comida y el resto ocio puro y duro, sin olvidar algunos ahorros la verdad. Solía ser de esa clase
de persona amante de la tecnología y que acababa comprando dispositivos que posteriormente,
rara vez usaba. Pero como sucede en todo hogar, en mi casa también había un tesoro, y no me
refiero a esos de piratas e islas desiertas, esos solo pertenecen a las más grandes novelas y a los
sueños de aquellos buscadores de tesoros que no dejan de soñar. Como en todo hogar sucede,
en casa tenía uno de esos objetos que solo tú conoces. Objetos que irremediablemente
pertenecen a tu pasado. Hay gente que suele tener algún muñeco de peluche, otras personas
suelen llevar collares pertenecientes a alguien de su pasado, otras guardan fotografías en blanco
y negro en la piel pero en color en el silencio más personal. Pero sin duda alguna , uno de los
objetos que más personas suelen tener, no son otra cosa que cartas escritas en el noventa y
nueve por ciento de los casos, a mano, el restante uno por ciento estaban escritas a máquina.
Cartas que hablan, que dicen, que cuentan y que sobre todo, no olvidan. Esos pedazos de papel,
son realmente un mundo en el que nos sumergimos y regresamos al ayer. Me gustase o no, yo
no era una excepción en aquello. Como cualquier otra persona, también guardaba mi caja
repleta de cartas. La mayoría de ellas eran de amores que se quedaron en medio del camino,
entre el deseo más absoluto y el olvido más pronunciado. Incluso debía reconocer que si no
fuese por aquellas cartas, muchas de las personas que me habían escrito, no dejarían de ser más
que una parte de mi pasado acentuada con el olvido. Al fin y al cabo, la labor de toda carta, es
esa: impedirnos que olvidemos. Pero la era moderna, por decirlo de alguna manera y no
volvernos reiterativos con la palabra presente, había provocado un curioso cambio en las
maneras de comunicarnos mediante la palabra escrita. Debíamos asumir que aquellas máquinas
de escribir de dedos fortalecidos, no dejaban de ser más que simples recuerdos de una época
muy distinta. Los e-mails eran, y son al fin al cabo, las cartas del presente más absoluto. Como
cualquier otra persona joven que era, por más que en ocasiones incluso yo mismo pueda
dudarlo, aún conservaba algunos mails de personas que ya no estaban en mi presente más físico.
Porque en el recuerdo, nadie, absolutamente nadie se separa del camino de los demás. Fue
entonces, cuando el recuerdo más vivo e intenso de Aysel, llegó a cada rincón de mi silencio.
Allí, entre docenas de folios, se encontraban algunos mails y mensajes imprimidos, en los que
podía palparse la felicidad, en cada una de las letras. Eran mails llenos de vida, de ilusión, de
ganas por una rápida respuesta. Fue entonces cuando algo, llamó mi atención. Cuando algo de
tu pasado que creías haber olvidado, reaparece en tu presente de manera tangible, el
desconcierto más absoluto, se apodera de ti. Bajé al salón para coger la misteriosa caja que días
atrás, alguien había dejado frente a la puerta de casa. La subí a la hitación donde había estado
leyendo los mails de Aysel. Y allí, entre aquel amalgama de letras llenas de sueños difuminados,
volví a encontrarme las palabras con las que Aysel, me definía.

-Mi chico de alas negras-Susurré completamente extrañado.

Debido a mi cierta afición por temáticas oscuras y tétricas, Aysel me llamaba de aquella forma.
No tardé ni un solo segundo en pensar en si realmente la responsable de haber dejado aquella
caja frente a la puerta de casa, no había sido otra persona que Aysel. Las piezas encajan, estaban
unidas claramente por algo. Incluso llegué a buscar por todos los rincones de las hipótesis más
fundadas con argumentos sólidos, algún otro camino que me dijese, que me estaba
equivocando. Y me gustase o no, todos los caminos me llevaban al mismo lugar: Aysel. Pero si
algo me había enseñado la vida, entre otras muchas cosas claro, era a no afirmar cualquier cosa
o situación, hasta que no estuviese completamente convencido y seguro, algo que por otro lado
podía tardar años en suceder la verdad, el ser humano es un interrogante continuo que no deja
de caminar. Incluso en aquellos momentos llegué a gruñirme al llegar siempre al mismo punto
de afirmación. En esos momentos en los que la duda es tan grande, que puede cubrir tu propio
universo con las nubes de la duda, opté por el camino fácil. La respuesta para resolver aquella
suma no era otra que o había sido Aysel la responsable de haber dejado aquella caja frente a la
puerta de casa, o no había sido ella. Respuesta clara, contundente y fiable. Fuese como fuese,
el recuerdo de Aysel había regresado con toda su intensidad. Recordar es caminar hacia atrás
con los pasos del presente, siendo consciente del camino que recorrimos hasta llegar al ahora
más inmediato. Recordar es ver aquellos paisajes que un día dibujamos desde nuestro silencio,
es pararse a contar las hojas de los árboles que dejamos secar. Es entonces cuando nuestra
sonrisa, se transforma en tristeza y nuestra tristeza, en un tiempo que no volverá. Sucede en los
casos de recuerdo sobre personas, que todas aquellas canciones, aquellas películas, aquellas
melodías que solíamos compartir, forman parte de esa persona. Y si las escuchamos o vemos de
nuevo, volvemos a viajar, es entonces, cuando el recuerdo te oprime impidiéndote respirar el
aire presente, que te apartas de su camino. Dejas de escuchar aquellas canciones que un día,
gracias a la otra persona, lo fueron todo para ti. Y aunque te guste la melodía, no vuelves a
escucharla, porque si lo haces, regresas a tu pasado, y tu sonrisa, en caso de que tu recuerdo
sea el verso más dulce de una persona, se la acaba llevando el aire, y en esos momentos
recuerdas que solo somos eso…aire. Me gustase o no y por más que en ocasiones negara la voz
a mi presente, este estaba marcado por Aysel. No al cien por cien claro, nadie camina con los
pies de los demás, pero si en gran parte. Lo último que sabía de ella era que bueno….una ciudad
prohibida. Y si digo esto es porque al igual que las canciones, también niegas el nombre de
aquella ciudad en la que la otra persona, reside, o al menos eso pensaba. Al fin y al cabo había
pasado mucho tiempo desde la última voz. Aunque ahora, debido a la aparición de la misteriosa
caja, y en especial al recuerdo que está había abierto, el recuerdo de Aysel, había regresado con
toda su intensidad, y por un instante, fui feliz. En aquellos momentos, surgió una de esas dudas
que nos hacen replantearnos, nuestros pasos en el presente ¿buscar a Aysel? Inmediatamente
me respondí que no, que si alguien había sido parte del pasado y no formaba ‘parte del presente,
debía haber algún motivo muy concreto y determinado del porqué de ese silencio en el camino.
Debía reconocer que ni yo mismo era capaz de responder al porqué de aquel silencio. Ambos
nos adorábamos, a pesar de ser de labios prohibidos, nos comíamos a versos, nos encantaba
saber el uno del otro. No nos equivoquemos, nos queríamos, no nos amábamos. Aunque en ese
punto habría que preguntarse cuál era la línea que separaba querer con amar, y aquella era una
pregunta que nadie, absolutamente nadie, podría resolver. Quizás, y ahí sí que debía hacer un
pequeño matiz, tan solo dos personas, podrían ser capaces de dar alguna pista para aquella
pregunta: Aysel y yo. Pero aquello no podía ser, simplemente éramos silencio. Si Aysel
pertenecía a mi pasado, la idea más sensata, era dejarla ahí, donde viven los recuerdos y se
guarda la palabra. Mi sonrisa me decía todo lo contrario.

Dormir tras pensar en alguien de tu pasado que provocaba tu sonrisa, es querer despertar con
los sueños entre la almohada. No negaré que no llegué a gruñir a las plumas negras por hacerme
recordar. De acuerdo, la idea de que Aysel estuviese detrás de la aparición de la caja, en muchas
ocasiones me parecía absurda, tangible de acuerdo, pero absurda. Absurda por el simple hecho
de que el ser humano, cuando realmente tiene la posibilidad de vivir su sueño, opta por
despertar y guardar silencio. Debía centrarme, Aysel pertenecía al ayer, mi presente era mi
trabajo y mi futuro a saber cómo sería la verdad. Quizás debía soñar un poco más, lo sé, pero
era algo que uno no decide hacer por voluntad propia. Así que debía pedalear, esquivar
peatones imprudentes, hacer ver que no había visto algún que otro semáforo y realizar todos
aquellos repartos que Nae, Pilar o alguna otra persona de Dim Barcelona me encargase. Pero
aquel día, teóricamente rutinario debido a mi trabajo, el mundo iba a darme una de esas clases
magistrales. Porque solemos ver, pero no sabemos contemplar, solemos oír, pero no solemos
escuchar y sobre todo, solemos caminar pero no sabemos avanzar. Y el mundo aquel día me iba
a mostrar que por más que lo neguemos, por más que creamos que ciertas cosas no suceden,
no deja de girar. Y ahí, en ese punto ínfimo de un universo infinito, nosotros, aquellos que
habitamos sobre la tierra, somos parte de ese movimiento.
14-LAS HOJAS DEL ÁRBOL
En ocasiones sucede que mi trabajo es la incertidumbre, es la duda, es la espera y es el rápido
movimiento. Mi trabajo es muy lineal: una persona te encarga que lleves un paquete o sobre del
punto a al punto b, la libertad de tiempo es tan amplia como el cliente quiera aunque claro,
siempre está la típica persona que quiere que una entrega se realice en un plazo determinado
de tiempo. Es justo en ese aspecto, donde EcoPack, es una empresa clave, aunque claro ¿Qué
voy a decir yo si trabajo para ella? Pero está claro que si no fuese por la eficacia en los plazos de
entrega, EcoPack tendría muchos más rivales como empresa. También es cierto que somos
conocidos por ser cien por cien ecológicos. Por otro lado, y las cosas como son, nuestra fama de
temerarios y de inconscientes, también está ahí pero con la voz más baja, así que aunque exista,
omitamos ese factor. En ocasiones hay días en los que un cliente contrata los servicios de un
repartidor de EcoPack, como mi caso, para todo un día. Pero esto no quiere decir que estés todo
el día realizando entregas. En ocasiones uno de esos días, se concierte en tan solo una entrega.
Por norma general cuando una empresa contrata durante todo un día, los servicios de EcoPack,
el repartidor asignado, suele realizar bastantes entregas ese día, me atrevería a decir que incluso
más de las habituales. Pero los días en los que una empresa contrata los servicios de EcoPack, y
el repartido acaba realizando un solo reparto, existen. Curiosamente son días aburridos, días en
los que tu único consuelo es saber que hagas lo que hagas, te van a pagar al final del día. Puede
parecer una gran suerte pero no, quizás Joel los agradezca pero desde luego Taurus y yo, no.
Ambos somos repartidores de acción, de movimiento, de libertad. Cuando eso sucede, o nos
pasamos el día mirando de manera autómata el teléfono móvil o directamente leyendo revistas
o prensa con el número de bostezos elevados a la máxima potencia, libertad oh querida libertad.
Como bien he comentado, tanto Taurus como yo, no somos muy amantes de estar con los brazos
cruzados cuando estamos trabajando, pero debemos acatar esa silenciosa norma de quien paga
manda, a no ser que tengas unos ideales bien marcados y firmes aunque eso, es otra historia.
Lamentablemente para mí, no era lo mismo estar de brazos cruzados en las oficinas de EcoPack
que en las de Dim Barcelona. En EcoPack la confianza era mayor y podía moverme de un lado a
otro. En Dim Barcelona, tenía que estar sentado en una silla situada frente a un escritorio vacío
en el cual para que no me aburriese mientras esperaba entregas, alguien había dejado panfletos
publicitarios sobre Dim Barcelona y alguna que otra revista bastante pasada de moda. Pero era
lo que había, era lo que debía aceptar. Sucede que esos días, eres el último en salir de la
empresa, bueno, el último de la zona en la que estás claro, llega un punto en el que piensas que
incluso han llegado a olvidarse de ti, la experiencia me dejaba bien claro que estaba equivocado.
Pero cuando no queda nadie en el lugar en el que estás, el silencio se hace casi tangible, es como
si pudieses cogerlo con tuis manos. Por un lado puedes optar por apagar el silencio poniéndote
música pero, y esto es algo a lo que estaba acostumbrado, puedes abrazarlo con tu silencio,
saborearlo, viajar a través de él. Os puedo asegurar que el silencio hace un ruido ensordecedor.
Aunque aquel día, el silencio quedo interrumpido por un llanto. Aquello me extraño mucho, no
veía a nadie así que hice lo que el mundo egoísta nos ha enseñado: hacerse el sordo, ignorar la
tristeza ajena. Pero algo dentro de mí, me decía que debía seguir mi camino, que al fin y al cabo
nunca había aceptado las normas sociales escritas. Era una persona poco sociable por mucho
que algunas palabras, pudiesen hacer pensar lo contrario. Me levanté de la silla donde estaba
sentado intentando averiguar el origen de aquel llanto. Comencé a caminar por las oficinas de
Dim Barcelona agudizando mi oído. Y de repente, al girar por una esquina, el llanto se hizo
cuerpo, y el cuerpo se hizo sorpresa. Ante mi Nae se mostró con la tristeza anclada en cada uno
de sus silencios. Su rostro me hizo comprender que no se esperaba mi presencia, el sentimiento
era mutuo. Aquello me había dejado completamente fuera de juego, desconcertado y sobre
todo, extrañado. Seguramente Nae no era la mujer más simpática del mundo, incluso podía
decirse que era borde, fría y antipática, un tempano de hielo salado en toda regla. Pero a pesar
de todo, era consciente de que son nuestras cicatrices internas las que marcan nuestro carácter,
nuestra forma de afrontar cada uno de los pasos que damos día tras día. Al fin y al cabo, durante
mucho tiempo, también fui una persona cerrada al mundo. Incluso a día de hoy, seguía cerrando
mis propias puertas personales, aquellas que solo yo podía comprender y sobre las que mi
silencio más personal, había escrito en infinidad de ocasiones.

-Puedes marchar-Comentó Nae con tono serio.

En aquellos momentos de total desconcierto, el universo interior, ese que todo el mundo tiene
y que nos hace caminar por el lado más sensato de la vida, me susurró que en ocasiones como
aquellas, algunos sentidos, deben permanecer en el olvido.

-¿Se encuentra bien?-Pregunté demostrándome de manera indirecta que la lógica, también


había pasado al lado del olvido.

-Márchate… ¡ahora!-Exclamó Nae en tono serio y contundente.

La miré extrañado, como si quisiera comprender el porqué de su llanto. Pero no pude, no en


aquellos momentos. A pesar de que aquella mujer, me parecía la persona más fría y distante del
mundo, aquellas lágrimas, me decían todo lo contrario. Quizás me culparía a mí mismo por mis
pasos, quizás debía haberme girado contra el mundo, contra esas ciertas normas sociales que
nos convierten en el silencios de los pasos. Pero en aquellos momentos lo único que pude hacer
fue mirarle fijamente, dibujar una línea horizontal en mis labios y suspirar. Quizás alguien pueda
pensar que tenía que haber dibujado una sonrisa, pero desde mi punto de vista, aquello era un
acto de cinismo que me negaba a realizar. Al fin y al cabo una línea horizontal es capaz de decir
que me preocupas pero que voy a estar ahí. No era nadie en mi vida, Nae solo era una personas
la cual me entregaba documentos los cuales, y siempre por motivos de trabajo, debía entregar.
En cuanto aquel contrato de trabajo finalizase, nuestras vidas iban a distanciarse. Desconozco si
de manera temporal, desconozco si quizás, para toda la vida, al fin y al cabo el tiempo tiene sus
propias reglas, sus propias cadenas, y por más que queramos, el ser humano jamás podrá
controlarlo. Marché de aquel lugar en silencio, intentando no pensar, al fin y al cabo los
reproductores de música sirven para eso, para que olvidemos el ayer más inmediato.

Adorar el silencio del hogar, y en tan solo unas milésimas de segundo, comenzar a odiarlo desde
el cariño. Y es que como siempre he comentado, el silencio habla, nos cuenta, nos dice, y en
aquellos momentos, nos recuerda. Porque del no querer al querer, hay un paso demasiado
corto. Y por más que te empeñes en seguir el camino del no querer, siempre habrá algún
elemento, que te haga regresar al camino del querer. Estaba claro que pensaba en el porqué de
las lágrimas de Nae. Tal vez aquella mujer, podría ser de hielo, pero aquella tarde, me había
demostrado que estaba equivocado. Al fin y al cabo las lágrimas apagan a algo que tiene calor.
Podemos pensar en el corazón y aunque días atrás podía pensar que aquella mujer vestida
siempre de un rojo intenso, careciese de este, estaba claro que aquella era una idea carente de
base alguna. Y por más que me dijese que no me metiese en aquel asunto, por más que me
negase a buscar el origen de aquellas lágrimas, estaba claro que el mismo echo de querer olvidar,
me empujaba a hacer todo lo contrario. Aquella noche desee no estar solo, distraerme,
obligarme a no pensar. Pero tanto Sergio como Víctor y Ángel, trabajan. Por más que queramos
sostener nuestro mundo con nuestras manos, está claro que siempre necesitaremos a alguien
más que nos ayude a ello. Por otro lado no olvidaba la tristeza de Ángel, me había propuesto
ayudarle a ser feliz, algo que, si nos paramos a pensar, puede ser descrito como una utopía
poética del ser humano. Aquel día la sensación de soledad, se apoderó de mí. Y pensé, y recordé,
y por una vez, volví a gritarme de nuevo en el espejo. Al despertar al día siguiente tan solo esperé
que el día transcurriese con absoluta normalidad. Estaba claro que trabajando en Dim Barcelona,
aquello iba a ser una utopía. Mi rostro estaba más serio, como si la sonrisa se hubiese ido de
vacaciones. Me resultaba curioso pensar como aquello, no era por mi culpa. Mi vida estaba bien
¿a quién iba a engañar? Un buen trabajo, un par de amigos, no muchos la verdad, pero mis
amigos al fin al cabo, un hogar donde vivir…y poco más la verdad. Pero incluso Miriam notó esa
ausencia de sonrisa en mi rostro.

-Simple cansancio-Comentaba cuando me preguntaba si estaba bien.

Estaba claro que no iba a decirle el porqué de la ausencia de mi rostro puesto que incluso yo
mismo me preguntaba el porqué de su ausencia. Y al ver a Nae, comprendí el porqué, Y me odié,
y me habría mordido a mí mismo, y me habría zarandeado, golpeado, gritado, y me habría dicho
que aquel, no era mi problema. En aquellos momentos añoré EcoPack, su ambiente distendido
y alegre, su clima de compañerismo y su aroma de libertad. Paso a paso y con el rostro serio,
Nae se acercó hasta mí llevando consigo unos documentos. Le miré fijamente, mi rostro serio se
convirtió en un escudo y mi silencio, en mi lanza.

-Media hora-Comentó Nae dándome el sobre.

Ni siquiera respondí, cogí los documentos sin mostrar ni un solo ápice de amabilidad ni simpatía.
Simplemente estaba allí para trabajar, y punto, no éramos amigos, ni siquiera conocidos. Y ante
mi sorpresa, dos nuevas palabras.

-¿Estás bien?-Preguntó Nae.

Me giré con cara de pocos amigos.

-No es mi guerra ¿verdad?-. Respondí.

Lejos de parecer una frase defensiva, de esas que hacen que algo no te importe, aquellas
palabras, reflejaban todo lo contrario. Desconozco las veces que me grité a mí mismo. Pero
aquello tan solo me dejaba ver que quisiera o no, ya estaba metido de lleno en aquella guerra
por saber el porqué de las lágrimas de Nae. Suelo ser una persona temeraria conduciendo pero
a aquel día, había que sumarle la rabia contra mí mismo. Estaba claro que aquel día era mejor
no acercarse a mí. Nadie escuchó mi voz en Dim Barcelona, tan solo esperaba que la excusa del
cansancio fuese efectiva, ni yo mismo me la creía.

Rugía y mordía hacia todas direcciones, tan solo tenía ganas de sentarme en el sofá de casa,
comer algún tipo de comida precocinada y ver alguna película o documental hasta la hora de
dormir. Abrí la puerta de casa casi rugiendo, y fue entonces cuando el mundo, te recuerda que
nada en esta vida, está escrito, que cada camino sea realiza paso a paso. Desconozco si sentí
miedo o sorpresa, solo sé que cuando vi una de las plumas negras en el recibidor de casa, un
gran escalofrío recorrió todo mi cuerpo. No recordaba haber dejado aquello allí, incluso podía
llegar a recordar que días atrás, había cerrado la misteriosa caja que había aparecido frente a la
puerta de casa. Había abierto la puerta como cada día, dando un par de vueltas de llave, la
cerradura no parecía forzada y a simple vista no había marcas que me dijesen que alguien había
manipulado la puerta. Con más recelo que ganas me acerqué hasta la cocina revisando cada
estancia de la planta baja. Una vez en la cocina cogí un cuchillo de esos de gran tamaño, de esos
que todo el mundo tiene pero que rara vez usa debido a su peligrosidad. Llegué incluso a decir
“hola” en voz alta. Estoy convencido de que si alguien hubiese respondido, me habrían faltado
piernas para salir corriendo. Paso a paso y armado con el cuchillo, recorrí toda la casa, llegué
incluso a abrir todos los armarios. Pero allí no había nadie, todo parecía estar en su sitio. Me
acerqué hasta la puerta de la calle para recoger la pluma. No parecía tener nada fuera de lo
habitual así que lentamente me acerqué hasta la caja donde teóricamente tendría que haber
estado. Suspiré aliviado al comprobar como no había cerrado bien la caja, una pequeña corriente
de aire, una caja mal cerrada y una respuesta tranquilizadora. No fue de extrañar que antes de
meterme en la cama, me asegurase de que la caja estuviese en el lugar correspondiente, que no
era otro que al lado del televisor del salón, que todas las plumas permaneciesen en su interior,
que la puerta de acceso a la terraza del piso inferior estuviese perfectamente cerrada para evitar
cualquier corriente de aire y que todo estuviese en su sitio. Comprobado todo aquello tan solo
me quedaba realizar una cosa más: dormir, así de claro.

El edificio donde vivo, es uno de esos lugares de múltiples viviendas, de esos de hogares más
bien pequeños pero repletos de vida, muchos vecinos, pocos amigos. No suele ser un edificio
ruidoso, incluso puedo decir que en ocasiones, el silencio perdura durante horas y horas. De vez
en cuando se escuchan los juegos de algunos niños, algún que otro electrodoméstico y la música,
que rara vez encaja con tus gustos personales y que por lo tanto te hace gruñir de manera
silenciosa al responsable de aquello aunque posteriormente le des los buenos días o buenas
tardes, todo dentro de la tónica habitual de un edificio comunitario repleto de viviendas. Fue
por eso que cuando a primera hora de la mañana, un tremendo insulto no apto para menores,
resonó en el ambiente, algunos, en especial mis vecinos más cercanos, comprendieron que el
día había comenzado. Y es que caminar descalzo de buena mañana con el sueño anclado en tu
cuerpo, equivale a que tu pie, o ambos, se convierta en un auto de choque que va directo contra
todo mueble que se cruce en tu camino. Bajé hasta el salón gruñendo y soltando toda clase de
palabras que harían exclamar a los más eruditos de la lengua. Nada más llegar al salón observé
aliviado, como la caja que días atrás había aparecido frente a la puerta de casa, permanecía tal
y como la había dejado el día anterior. Me acerqué hasta ella, la abrí, cogí una de las plumas y
la miré detenidamente. Por un instante acaricié la yema de mis dedos, y redescubrí el placer de
las caricias, algo que el tiempo, o quizás la soledad, quien sabe, me había hecho olvidar. Son solo
pequeños placeres pero que se convierten en grandes cuando, tras perderlos, los recuperamos
en un solo instante. Desconocía si aquellas plumas eran naturales o simplemente eran
artificiales. Al fin y al cabo ninguna de mis amistades, había podido sacarme de aquella duda. Al
mirar la pluma negra que había cogido, no pude evitar el recuerdo del chico de alas negras,
aquella gorma en la que Aysel me llamaba. Y por un momento sentí nostalgia, y por un instante
viajé en el tiempo, y me perdí en los recuerdos, y me encontré en el camino que me había llevado
hasta mi presente. Todavía desconozco porque lo hice, pero aquel día una de aquellas plumas,
se vino conmigo al trabajo. Quizá alguien de Dim Barcelona, podría decirme el origen de aquel
objeto. Pero aquel día el ritmo de trabajo fue frenético, desconozco el porqué de tantos envíos
pero tampoco estaba allí para preguntar. Estaba claro que aquel día mis piernas iban a
recordarme que era hacer deporte, me faltó poco para recordarle a mis piernas que ya sabía
que era aquello, pero claro ¿os imagináis pasear tranquilamente por la calle y de repente
observar como una persona tiene una acalorada discusión con sus propias piernas? Yo tampoco,
aunque debería ser alucinante que estás les respondiesen. Pero si mi queja silenciosa iba a estar
centrada única y exclusivamente en el número de repartos, la vida, o mejor dicho Pilar, me hizo
comprender que estaba equivocado.

-Sé que es tarde y que es tu hora de marchar pero te necesitamos para mañana y nos hacen falta
estos documentos firmados por tu jefe-
Suspiré.

-Si no fuese porque nos corren prisa y por temas burocráticos, nos podían buscar las cosquillas,
no te lo pediría pero ya sabes cómo van estas cosas-Comentó Pilar para darme ánimos –Pero
tranquilo, lo contaremos como entrega doble-

Aquellas palabras ya me gustaban más, entrega doble suponía más ingresos. La entrega era fácil:
ir hasta las oficinas de EcoPack donde Spin iba a estar esperándote para que firmases unos
documentos y acto seguido devolveros a Dim Barcelona. El único inconveniente era que
teóricamente, mi jornada laboral ya había finalizado. Lo único que podía hacer era suspirar y
realizar dicha entrega. Al fin y al cabo el peón nunca hace preguntas cuando la reina tiene que
pagar. Debía reconocer que no era muy amante de realizar entregas con la luna ya despierta. Y
no era algo nuevo la verdad, al fin y al cabo en invierno las horas de luna son mayores. Pero eso
mismo me obligaba a tener que llevar una serie de complementos que no me gustaban lo más
mínimo ¿Un chaleco reflectante? No gracias, por ahí no pasaba, bastante tenía ya con tener que
llevar tanto luz trasera como delantera. Pero las normas son las normas, y aunque algunos de
los empleados de EcoPack, éramos especialistas en saltárnoslas, aquellas había que aceptarlas.
Por suerte para mí, EcoPack es un lugar de todo menos aburrido, así que cuando observé como
Spin, me esperaba en la puerta mostrándome un bolígrafo en su mano, sentí nostalgia por volver
a trabajar en aquel lugar.

-Te queremos-Dijo Spin mostrándome una amplia sonrisa.

Una sonora colleja la cual me cogió desprevenido, me hizo recordar cierta persona.

-No generalices- Dijo María –El chaleco reflectante es para ponérselo en el cuerpo-.

Mostré una irónica sonrisa.

-Lo sé ¿Qué te crees que llevo a modo de ropa interior? Pero tranquila, lo nuestro no puede ser,
nuestro amor es imposible-.

-Y que lo digas, mi marido me aparece en casa con ropa interior reflectante, y le pido el divorcio
de manera inmediata-.

Adoraba el romanticismo de aquella mujer. Sin duda alguna, aquellas conversaciones, no


sucedían en Dim Barcelona. Estaba claro que echaba de menos aquel lugar. Pero hasta que
volviese a EcoPack, debía seguir aguantando la seriedad y el trabajo lineal predominante en Dim
Barcelona. No es que aquellas oficinas serias y repletas de gente, fuesen un mal lugar, incluso
debía reconocer que había cogido cierto aprecio al vigilante de seguridad y a un par de
empleados. Aparte por suerte para mí, Miriam era una de esas personas capaz de hacerte
sonreír en los días más serios. Pero en aquellos momentos, no tenía tiempo para
sentimentalismos ni actos de nostalgia, debía llevar de vueltas los documentos a Dim Barcelona
y de este modo, dar por finalizada mi jornada laboral. Me resultaba casi curioso pero el simple
hecho de no encontrar nadie en las oficinas de Dim Barcelona, era algo a lo que ya me había
acostumbrado. Y no es que aquello fuese un hecho habitual, pero la realidad del día a día, me
había mostrado que mi trabajo no tenía nada que ver con el del resto de trabajadores de aquel
lugar. Incluso era habitual que algunos días, observase como la mujer de la limpieza, hacía su
trabajo mientras yo me limitaba a suspirar a la espera o bien de Nae o bien de Pilar.
Teóricamente aquel día tendría que haber sido aquella mujer cargada de cafeína la que me
hubiese dado la orden de poder marchar. Incluso llegue a pensar que la línea que separa la
jornada laboral de la explotación, era demasiado delgada. Me senté en una silla de oficina a la
espera de que o bien Nae o bien Pilar, hicieran acto de presencia. Pero aquel día de nuevo volví
a escuchar un llanto. Los recuerdos de lo sucedido días atrás, regresaron con toda su fuerza. Y si
alguien piensa que la acción de no querer escuchar, es opcional, que se vaya olvidando. Por más
que queramos, nuestros sentidos van a su ritmo, siguen su propio camino, ahí nos demuestran
que solo somos marionetas dentro de nuestro propio cuerpo. Quise no escuchar, quise no
recordar, y lo sentidos me dijeron que estaba equivocado. Podía pensar que aquello no era mi
problema, desconocía el porqué de aquel llanto así que la egoísta idea de que aquello no era
asunto mío, dio un pequeño salto para decirme que estaba ahí. Fue entonces cuando recordé el
curioso objeto que había metido en mi mochila. Decidí cogerla, y con ella todos los recuerdos y
cada una de las palabras.

-Mi chico de alas negras…-Pensé.

Miré a mí alrededor observando como aparentemente no había nadie en aquel lugar. Me


levanté sin soltar la pluma, y de nuevo al girar una esquina, volví a cruzarme con Nae. La luna se
encontraba escrita en cada una de sus lágrimas. A pesar de su sorpresa, esta vez ninguno de los
dos se asustó. Sonreí entre sus suspiros hacia la pluma negra y acto seguido me odié a mí mismo,
me grité a mí mismo en silencio, y gruñí a todos mis recuerdos. No olvidaba lo sucedido la última
vez que Nae y yo nos habíamos cruzado en la misma circunstancia. Pero en aquellos momentos,
cogí el sentido de la pluma con mis manos y le di forma con mi silencio. Y ante la sorpresa de
Nae, le abracé como si quisiera protegerla de algo que incluso yo mismo desconocía. No negaré
que no llegué a pensar que mi integridad física corría peligro. No olvidaba el frio y distante
carácter de aquella mujer. Pero aquello no sucedió, noté como Nae me abrazaba fuerte, y sentí
sus miedos, y sentí cada una de sus lágrimas, y me sentí frágil en un lado del mundo sobre el
cual, había dejado de caminar. En aquellos momentos el mundo pareció detenerse ¿Quién decía
que aquel no era mi problema? Me rugí a mí mismo como nunca antes lo había hecho. Y a pesar
de todo, me sentí libre. Desconocía el porqué de las lágrimas de Nae aunque en aquellos
momentos, estaba claro que cualquier pregunta, estaba de más. Debía ser el silencio quien
caminase por los dos. Quizá no era realmente consciente del peso de mis acciones, estoy
completamente convencido de que de haber pensado, jamás habría abrazado a Nae. Pero lo
hice, y llegué a incluso a notar como esta se tranquilizaba. Pasamos varios silencios en aquella
misma posición. No fue hasta que la luna no dejó paso a un cielo estrellado, hasta que no decidí
regresar a casa. No hubo palabras, ni siquiera hubo acentos. Antes de salir de las oficinas, me
giré hacia Nae la cual permanecía de pie frente a la puerta de su despacho. Le mostré una cálida
sonrisa la cual se fijó en la comisura de sus labios. Y así, en silencio, regresé a casa, como si nada
hubiese pasado. Quizás había olvidado, el verdadero valor de las acciones, y porque incluso el
silencio, es también parte de nuestra voz.
15-QUERIDA AVALANCHA
Aquella mañana, agradecí en silencio que los responsables de Dim Barcelona, quisieran seguir
contando con mis servicios, bueno…los servicios de EcoPack, al fin y al cabo, por más acento que
le pongamos al nombre, no dejo de ser un simple peón en un tablero financiero. Pero ese aprecio
hacia mi persona no habría estado mal transformarlo en una acción de entrar un poco más tarde
a trabajar. Me sentí un poco oso saliendo de su hibernación. Por otro lado debía reconocer que
la cama, era uno de esos elementos que crean adición, de esos que te hacen querer más y más.
Me habría encantado llevarme mi colchón a Dim Barcelona aunque habría sido un poco difícil
pedalear sobre el ¿imposible? Para nada, nunca podemos decidir que algo es imposible si no lo
hemos intentado, aunque en aquel caso, estaba claro que era mejor pensar que realizar. Fuese
como fuese, mi día había comenzado. El número de bostezos es siempre proporcional al número
de horas dormidas: a menos horas de sueño mayor número de bostezos. Y ahí la cafeína se
muestra como las fuerzas rebeldes que pretenden derrocar al temido imperio del
sueño…demasiadas sagas cinematográficas, lo sé, pero estaba entre eso o unicornios que
caminan sobre arcoíris, así que como comprenderéis en mi estado de somnolencia, la elección
es clara: una saga cinematográfica protagonizadas por unicornios, en mi mente mando yo. La
mano en mi rostro, mi otra mano removiendo uno de esos cafés de maquina cuyo contenido en
agua es infinitamente más elevada que el de contenido de café. De repente escuché un breve
murmullo, algo típico en las oficinas de Dim Barcelona, decidí no hacerle caso cuando de repente
noté una presencia a mi espalda. Me giré pensando que sería alguien que iba a entregarme
algunos documentos, algo típico de mi puesto de trabajo. Y cuando lo hice, ahí estaba ella, con
su elegante e impoluto traje rojo, con el suave aroma de perfume francés pero con cara de muy
pocos amigos, si es que tenía claro. Algo en el rostro de Nae me hizo intuir que estaba enfadada.
El sueño me impidió pensar con claridad aunque por suerte, una neurona rebelde, escapó del
círculo del imperio del sueño, recordándome que había pasado el día anterior. Rápidamente
comprendí que quizás mi acción no había sido la correcta. Y en aquellos momentos, el sueño de
muchas personas, se hizo realidad.

-¿Quién narices te crees que eres?-Preguntó Nae con claro tono enfadado.

Pilar y Miriam se encontraban a escasos metros de nuestra posición lo cual les permitió escuchar
asombradas aquellas palabras. No tardaron en unirse más personas de manera discreta.

-Más de dos palabras…-Susurró Miriam sorprendida.

-Pero algo me dice que no son de cariño, llámale intuición, llámale realidad-Respondió Pilar.

Estaba claro que toda acción debe ser pensada antes de realizarla. Y el abrazo que le había dado
el día anterior, estaba claro que era una de aquellas acciones. Debía asumir el peso de mis actos,
y si bien era cierto que para mí, había hecho lo correcto, estaba claro que desde el punto de
vista de Nae, no.

-Te he hecho una pregunta-Volvió a decir Nae con tono serio y rostro de pocos amigos -¿Quién
narices te crees que eres?-.

Una cosa es asumir el peso de tus acciones, y otra muy distinta dejarte pisotear por una persona
que había olvidado quien era para mí. Ante la disimulada pero atenta mirada de los empleados
de Dim Barcelona, me levanté de la silla donde estaba sentado, puse mi mochila a mi espalda y
miré a Nae. A pesar de lo que estaba sucediendo, en mi rostro pudo verse una amable sonrisa.
-No soy nadie ¿verdad?-Respondí tranquilamente –Al fin y al cabo no es mi guerra. Pero creo
que olvida un pequeño detalle: usted no es mi jefa, dimito-.

Marché de aquel lugar ante el desconcierto de todos los allí presentes. Muchos se hacían
preguntas acerca de lo que podía haber sucedido entre Nae y yo pero nadie lograba afirmar
nada. Era consciente de que Spin iba a echarme una buena charla, era algo que debía asumir.
Pero me negaba a aguantar la bronca pública de una persona que ni siquiera era mi jefa. Nae
podía quedarse con su oficina, con sus trabajadores, al fin y al cabo, y tal y como le había
recordado, yo allí no era nadie, solo un simple mensajero que estaba de paso. Que se quedase
con su jungla de asfalto que yo me quedaba con mi aire de libertad.

Circular en bicicleta con los recuerdo en el pasado más presente, es sinónimo de no tener los
cinco sentidos en alerta. No debía pensar en lo que me esperaba al llegar a EcoPack, de hacerlo
habría optado por lanzar la toalla, encerrarme en casa y buscar otro trabajo. Al fin y al cabo,
todo hacía pensar que era lo que debía hacer. Al fin y al cabo Spin estaba encantado con haber
logrado un contrato con Dim Barcelona. Pero quizás Spin olvidaba, o directamente desconocía,
como era el ambiente en aquel lugar. No era mal lugar, pero quizás tampoco era para mí. Y no
es que las oficinas de Dim fuesen un mal lugar, no podía quejarme por el trato recibido, incluso
debía reconocer que había hecho amigos en aquel lugar, Miriam aparte claro. Pero el
comportamiento de Nae me superaba, era superior a mis fuerzas. Y no es que fuese una persona
que se quejase, pero si por querer ayudarle, recibido unas palabras como las que había recibido,
estaba claro que aquella mujer, no merecía mis palabras, o al menos eso pensaba en aquellos
momentos. No lo sé. Es mejor no pensar en un tiempo que no volverá.

Circulaba en dirección a EcoPack, con las ideas sumidas en cumulo de suposiciones sin afirmar.
Pero de repente observé una silueta conocida a varios metros por delante de mi posición. Me
quedé pensativo durante un par de segundos, lo suficientes como para reaccionar justo a
tiempo. Sonreí, apreté mis manos en el manillar de mi bicicleta y comencé a pedalear de manera
fuerte, como si estuviese realizando alguna entrega. Recordaba aquella carretera, recordaba
tantas cosas que llegué incluso a recordar simpáticas deudas que tenía pendiente.

-¡El último paga una ronda!-Exclamé justo en el instante en el que pasaba a toda velocidad al
lado de Taurus.

Este me miró sorprendido, sin saber realmente de donde había aparecido. Pero no dudó ni un
solo instante en pedalear todo lo rápido que pudo. Ambos comenzamos a circular quizás de
manera temeraria, quizás de manera imprudente, pero totalmente libres, como si nada pudiese
detenernos. Al colocarse a mui altura, pude observar en su rostro, la suave sensación de
felicidad.

-Prepara la cartera que esta vez pagas tú-Dijo Taurus mientras me adelantaba.

A pesar de lo mal que había comenzado el día, aquella simpática competición, me hizo sentir
nostalgia por los días en EcoPack. Quien sabe que dirían los responsables de Dim Barcelona,
cuando llamasen a Spin. La respuesta estaba tan solo a un par de metros por delante de mí.
Sonreí al ver como Taurus me esperaba justo en la línea de llegada de nuestra simpática
competición, que no era otra que la puerta de las oficinas de EcoPack. En teoría el ganador era
el primero en entrar a la oficina. Pero aquel día Taurus se esperó, y le habría gruñido.

-No, lo siento, has ganado-Pensé-Aunque el resultado es lo de menos-.


Y nada más bajarme de la bicicleta, recordé algo que debería hacer replantearme mi añoranza
de trabajar en aquel lugar.

-Eso por volver a competir-Dijo María dándome una sonora colleja –Y usted venga aquí que no
se va a librar-Comentó dirigiéndose a Taurus.

A pesar de todo sonreí pero al ver como Spin salía de su despacho, la sonrisa desapareció.

-Tú y yo tenemos que hablar-Dijo Spin con gesto serio.

Me temí lo peor, pero debía asumir el peso de mis acciones, así que tocaba echarle valor y no
pensar aquel día. A pesar de todo Elena no dudó ni un solo instante en darme uno de sus típicos
abrazos llenos de energía, incluso Oscar se acercó para saludarme y de paso coger la bicicleta
de Taurus para darle un vistazo. Suspiré profundamente antes de entrar en el despacho de Spin,
pero cuanto antes pasase aquel trago, antes podría comenzar a buscar un nuevo empleo. Y una
vez más, volví a equivocarme.

-¿Despedirte?-Dijo Spin extrañado –No hay motivos para ello pero hasta que todo este pequeño
lio se resuelva ¿porque no te tomas un par de días libres? Según me contaron incluso ayer mismo
estuviste trabajando más horas de las que por convenio, estaban previstas. Ya ha llamado Pilar
y quiere reunirse conmigo, algo sobre lo sucedido pero lo típico, lo que me ha comentado esa
mujer por teléfono-.

Me sorprendió que Spin no fuera a despedirme, al fin y al cabo pensaba que por mi culpa, había
perdido el contrato que EcoPack había logrado con Dim Barcelona. Según las propias palabras
de Spin, muchas empresas habrían pagado por tener un contrato con aquella gente. Algo en
todo aquello no me encajaba. Decidí contarle mi versión de los hechos a Spin, incluido el
detonante del porqué de mi enfado, que no había sido otro que el abrazo a Nae. Pero justo el
punto del porqué de aquella acción, decidí guardar para mí. Podía gruñir a Nae todo lo que
quisiera pero no iba a romper su silencio. Al fin y al cabo si le abracé, era para que sintiese mejor
pero ¿mejor porque? Nunca había pensado que una acción aparentemente tan simple, tuviese
una repercusión tan grande. De haberlo pensado, directamente no lo habría hecho. Pero las
consecuencias de las acciones eran firmes: un par de días libres hasta que todo aquel asunto se
resolviese. Todo había sido muy confuso, era raro que alguno de los empleados de EcoPack,
abandonase su puesto de trabajo. Podían darse ocasiones especiales como en cualquier otro
trabajo. Incluso cuando algunas entregas resultaban peligrosas ya fuese por el lugar de entrega
ya fuese por la ruta que se debía tomar o ya fuese por el motivo que fuese, habían sido
rechazadas por parte de Joel o Carlos, en esos casos Taurus o yo, éramos la opción elegida…si,
éramos los más inconscientes. Pero en esos casos Spin lo entendía, al fin y al cabo él también
era ciclista. Pero lo cierto era que un hecho como el sucedido en las oficinas de Dim Barcelona,
era algo completamente nuevo. Así que cuando Spin se reuniese con Pilar, ambos resolverían el
asunto. Podía pensar que como hablasen con Nae, mi despido era más que evidente. En aquellos
momentos llego a tener delante a aquella chica, le habría gruñido con todas mis fuerzas para
posteriormente darle la espalda en el más absoluto de los silencios. Solo iban a ser unos días de
estarse encerrado en casa y reflexionar sobre lo que había sucedido, aunque en palabras de
Spin, eran “días de motivos técnico sociales”, ¡qué bien queda la poesía en el ámbito
empresarial! Pero ahora que alguien le pregunte a Spin que quería decir con eso.

Llegué a casa claramente malhumorado pero con la resignación anclada en cada centímetro de
mi piel. Por más que quisiera no podía hacer nada. Podía haber ido a hablar cara a cara con Nae
pero aquella no era la idea más sensata, más y cuando había que recordar el pasado y más
inmediato cara a cara entre los dos. Aproveché aquella mañana para llenar la nevera y poco
más. Cuanto más tiempo pasase en silencio, más pasoso iban a dar mis palabras. Y si era un poco
coherente, al fin y al cabo no había hecho nada incorrecto con Nae ¿verdad?, ni siquiera yo
mismo era capaz de responder a aquella pregunta. Sentado en mi sofá de la forma más primitiva
del mundo, mi tarde se limitaba a comer aperitivos salados mientras escuchaba un par de discos
de música enfurecida, de esa que te hacen mover el mundo a base de rugidos, de esa en la que
acabas pensando que el cantante se ha tenido que quedar realmente a gusto. Así que cuando
alguien picó al timbre de casa, lo primero que hice fue suspirar. El mundo no debía pagar mi mal
genio. Así que tras bajar el volumen de la música, abrí la puerta. Y allí, de pie, con los labios
apretados, como sosteniendo una bella palabra, estaba ella…

-¡Pero qué bueno que ha sido!-Dijo Miriam justo antes de comenzar a reírse a plena carcajada –
No sé qué le habrás echo a Nae pero has logrado lo que nadie había conseguido ¿más de dos
palabras por parte de Nae? ¡Eres nuestro ídolo!-.

La amistad es cruel, reconozcámoslo, la amistad es un universo realmente complejo y cruel en


el cual, reírte a plena carcajada en el rostro de un amigo, está permitido. Y el amigo, te
comprende, lo acepta, y lo más curioso de todo: te valora. Pensé en dejar pasar a Miriam a casa
aunque antes de que lo hiciese, esta entró por su propia cuenta sin dejar de reír. En aquellos
momentos desee tener un rifle y un dardo tranquilizante.

-Las noticias vuelan barbas-Comentó Miriam mientras se sentaba en el sofá –Ya sé que al menos
tu jefe no te despide, se lo comentó a Pilar y esta me lo comentó a mí.

-Como comprenderás muy de humor no estoy pero hay que ser responsable de las acciones y
debo asumir lo que hice-Respondí mientras le pasaba un refresco recién sacado de la nevera –
Pero ¿tú sabes algo más verdad?-.

-Soy administrativa, el tema personal laboral ni lo toco. Lo único que sé es que Pilar tiene que
hablar con tu jefe. Luego están los rumores, ya sabes cómo son esas cosas, uno dice “a” y otro
dice “b” y cuando llega al final cada uno dice lo que quiere. Pero te aseguro que es sumamente
raro que Nae te dijese más de dos palabras, indistintamente del signo de estaba claro-.

-Algo no me encaja ¿en todo el tiempo que llevas en la empresa Nae nunca ha dicho más de dos
palabras? No sé, en toda empresa siempre se crean vínculos afectivos aunque sean de amistad.
Es chica tiene que hablar con alguien más, aparte de con clientes claro-.

Miriam negó con la cabeza.

-Siempre se le ve sola, si dice más de dos palabras tiene que ser por teléfono. Incluso a Pilar le
extrañó el número de palabras que Nae te soltó. Es una persona cerrada al mundo, ya sabes,
alguien raro que parece rechazar a las personas-.

Aquellas palabras provocaron una avalancha de recuerdos personales, de esos que todo el
mundo tiene pero que solo se mueven cuando el silencio, grita con fuerza. Porque por más que
cada una de las personas que habitan el planeta, sean un universo personal, todas,
absolutamente todas, tienen algún punto de unión por más mínimo que este sea. Porque
cuando una persona se mueve, tiene motivos personales para hacerlo, lo mismo sucede con
aquellos que se detienen. Incluso separados por miles de kilómetros, todos estamos unidos. Al
fin y al cabo, todos, y todas, tenemos un porque para todo en esta vida, incluso para no tenerlo.
Sonreí de manera expresiva a Miriam la cual no tardó en comprender que algo estaba tramando.
-Me vas a hacer un pequeño favor ¿a qué si?-Pregunté.

Miriam me miró desconfiada.

-No sé porque creo que no me va a gustar nada lo que me vas a pedir-.

Decidí contarle algo que necesitaba y que solo ella, podía facilitarme. No fue de extrañar que
cuando terminé de realizarle la petición, Miriam comenzase a reír.

-Tu eres de esos a los que si echan a los leones, encima piden que la rasquen la espalda, ahí, sin
pensar, a pecho descubierto-.

-Te recuerdo para que empresa trabajo-.

-Ahí lo has dicho todo-.

La reputación de EcoPack es evidente, o mejor dicho la reputación de sus repartidores.


Deberíamos dejar a Joel un poco apartado las cosas como son, su elegancia pedaleando, su
educación lingüística, sus refinados modales y su porte gentil…choca de pleno con el resto de
salvajes que trabajan con él, las cosas como son. Y no es que nos metamos con él por todo eso,
para nada. Somos una pequeña familia, aceptamos nuestras diferencias personales y nos
apoyamos los unos en los otros. Incluso debemos reconocer que cuando hay que realizar alguna
entrega en la que las formas, deben primar por encima de los tiempos de entrega, Joel es el
encargado de realizarlas. Al fin y al cabo, esas mismas diferencias son las que nos unen, las que
hacen grande a EcoPack. Pero hasta que volviese a ver a Joel o el resto de mis compañeros,
Miriam iba a tener que moverse un poco para conseguirme algo, y viendo su sonrisa estaba claro
que tarde o temprano iba a tener que compensarle. Pero hasta que eso sucediese debía pasar
unos días en los que distraerme, iba a ser un ejercicio de sensatez. Cuanto más silencio
escuchase, peor iba a ser su ruido.

Finalmente, cuando el teléfono móvil, sonó a primera hora de la mañana de aquel sábado, mi
alegría no pudo ser mayor. Tal y como habíamos acordado, Miriam había podido conseguirme
algo que necesitaba. Así que aquella misma mañana, Miriam vendría a casa y ambos,
buscaríamos algo. Pero hasta que esta llegase antes debía hacer algo que en otras ocasiones, no
me costaría lo más mínimo. Y es que si bien es cierto que adoro los días de lluvia y frio, los adoro
más cuando no tengo que ir a trabajar. En ese aspecto debía reconocer que en Dim Barcelona,
eran mucho más comprensivos con los empleados que trabajan en la calle que por otro lado,
salvo yo, desconocía si había alguien más. Eso era algo que con Spin no sucedía ¿Qué hace frio
y llueve? Chubasquero que pedaleando se te quita el calor. El día había amanecido de esos fríos,
lluviosos y con un viento que hacía bailar incluso a los árboles más veteranos. En esos días, salir
a la terraza, se convertía en un ejercicio de valor y lo reconozco, si no hiciera viento saldría la
terraza, por suerte alguien, desconozco quien, inventó el toldo, y con ello la posibilidad de salir
a la terraza en los días más lluviosos, eso no significaba que no se mojase el suelo pero al menos,
podías asomarte brevemente. Me alegré de estar en casa, observar como la ciudad permanecía
en un nostálgico letargo de lluvia y soledad. Me encontraba observando el grisáceo paisaje
cuando Miriam me llamó para avisarme de que en una hora, llegaría a casa. Por suerte mi hogar
está medianamente ordenado, y si digo medianamente es porque desde mi punto de vista, el
orden es como la verdad: cada uno tiene la suya lo cual no implica que sea la verdadera…aunque
en días de lluvia es mejor dejar los trabalenguas de lado y agarrarse a la poesía más nostalgia. Sí
que tengo reconocer que si no llega a ser por la visita de Miriam, aquel día lo habría pasado en
ropa de esa que todo el mundo tiene "no apta para visitas”, ya sabéis, el ciclo de la camiseta:
una camiseta se compra, luce, desluce y si acaba convertida en un trapo del polvo, es que no ha
sido una buena camiseta. Porque al fin y al cabo, nuestra ropa habla por nosotros mismo,
dejando de lado tema olores en vagones de metro atestados de gente, en muchos de esos casos,
la ropa, más que hablar, canta. Y las camisetas se compran para salir, se guardan para interior y
se esconden para dormir. Dejando de lado la historia de la ropa, lo cierto es que para recibir a
Miriam con unos tejanos y algo de manga larga por motivos climatológicos, era más que
suficiente.

-Ha costado pero aquí lo tienes-Dijo Miriam nada más aparecer por la puerta.

-Me lo imagino…y no sabes cuánto te lo agradezco-Respondí mientras le invitaba a pasar a casa.

-Tranquilo que ya me lo compensarás, y se cómo-.

La sonrisa de Miriam no me gustó lo más mínimo pero debía asumir mis responsabilidades,
fuesen las que fuesen. Cuando Miriam me entró un pequeño folio con el nombre y apellidos de
Nae sonreí esperando encontrar algo que me hiciera saber el porqué del carácter de esta. Estaba
claro que cualquiera podría pensar que simplemente, así era Nae, pero aquella era una
respuesta que no estaba enfocada para mí. Era consciente de que todos, y todas, tenemos un
porque, incluso para no tenerlo. Hacía años que no rastreaba un nombre por la red. Incluso
debía reconocer que cuando más había usado un ordenador, había sido en la época de Aysel, y
de aquello hacía muchos años, tantos que aquello eran tan solo una parte ínfima de mi silencio
más personal. Debía agradecer que Miriam estuviese allí conmigo, sus nociones de informática
eran superiores a las mías. Y no es que fuese un negado en el mundo de la informática, pero lo
poco que usaba el pc era para escuchar música, descargar discos y canciones, ver videos en
plataformas digitales y leer la prensa digital. Tan solo teníamos el nombre y los dos apellidos de
Nae, era una labor tediosa pero con la cual esperaba obtener resultados. Pero
lamentablemente, después de una intensa búsqueda, lo único que pudimos encontrar fueron
resultados laborales. Ya sabíamos que Nae era la representante de la marca Dim, en Barcelona,
por lo visto se trataba de una de esas ejecutivas de gran peso dentro de la empresa y que, junto
con varios directivos más, se había hecho cargo de delegación de Dim en la ciudad condal.

-Por más que busquemos es lo único que aparece-Dijo Miriam con claro gesto de resignación.

A pesar de todo, me mostré contento con los resultados lo cual extrañó a Miriam.

-Tu… ¿tu tramas algo verdad?-Preguntó.

-Para nada, de momento no tramo nada-.

Miriam me sacó la lengua aunque acto seguido fue ella la que me mostró una sospechosa
sonrisa.

-Ya sé cómo vas a compensarme así que ¿ya estás listo para salir o necesitas cambiarte de ropa?

La compensación de Miriam estaba servida aunque en aquellos momentos desconocía que


tramaba. Así que tras vestirme ambos salimos a la calle bajo un intenso aguacero. Lo cierto era
que, y a pesar de mi amor por aquel clima, aquel día no me apetecía salir lo más mínimo. Pero
si Miriam había cumplido con su palabra, yo debía hacer lo mismo con la mía. Quizás para ella,
no habíamos obtenido respuesta alguna sobre Nae, pero para mí, habíamos obtenido mucho
más de lo que se podía imaginar. Debo reconocer que la forma que había tenido Miriam para
que le compensase por el favor fue incluso de mi agrado, así que silenciosamente y sin que esta
lo supiese, me iba a tomar aquello como una simple salida para escapar de la rutina, de esta
forma cuando tuviese oportunidad, le compensaría de manera que se sorprendiese. Incluso
debía reconocer que me alegraba ver al jefe de Ángel, un tipo bajito, con bigote y un acento
realmente simpático. Y es que Miriam, y más por el olor que había en casa cuando Ángel me
llevaba comida, se había vuelto una entusiasta de la comida mexicana. Debía reconocer que si
no llega a ser por Ángel, la comida mexicana no habría llegado de manera tan directa a mi vida.
Me encantó ver de nuevo a Ángel, no lo negaré, era una persona con la que congeniaba
realmente bien. Pero cuando observé la simpática y cómplice sonrisa por parte de Miriam,
cuando Ángel, avisada por su jefe, salió de la cocina a darme un abrazo, comprendí el porqué de
Miriam de llevarme a aquel lugar. No olvidaba la noche en el que Ángel me abrazó y en nuestro
silencio, hubo una voz en la distancia. Y ambos, y siempre con la barrera de la cordura y de la
sensatez, no nos veíamos tanto como nos gustaría. El trabajo manda y desde luego los horarios
no invitan a los abrazos aunque estos sean necesarios. Aquel día debía haber gruñido a Miriam,
lo sé, pero gruñirle desde el cariño, desde el aprecio, desde esa palabra que nos hace saber que
el movimiento, por muy silencioso que este sea, siempre hace ruido. Y aquel ruido me había
encantado. Cuando terminamos de comer, Miriam tuvo que marchar, había quedado con unas
amigas por lo que se ofreció a llevarme a casa. Pero no acepté, a pesar del día decidí quedarme
a esperar por la zona a que Ángel terminase de trabajar, o al menos a que hiciera una pausa,
algo a lo que su jefe no dudó en acceder. Y tal y como he comentado, todos tenemos un porque
en esta vida, incluso para no tenerlo. Aparte de hablar con Ángel de infinidad de temas que al
fin y al cabo, no acaban en nada, me apetecía invitarle a disfruta de la lluvia en casa, me puede
gustar mucho la lluvia y el frío pero siempre desde casa, las cosas como son. Y Ángel era muy
parecida a mí en ese aspecto por lo que no dudó ni un solo instante en aceptar mi oferta.
Supongo que Miriam creería que no habíamos conseguido nada con el asunto de Nae, supongo
que creería que entre Ángel y yo, los pasos cada vez eran menores en direcciones opuestas,
supongo que creería que le había compensado por el favor de Nae. Pero desde mi lugar en el
mundo, estaba claro que el camino que había despejado…era un camino que conocía.
16-UNA CIUDAD FRENTE AL MAR
Supongo que cualquiera que tuviese la capacidad de razonar, algo a lo que no todo el mundo
está capacitado, realizara la suma que en aquellos momentos había en mi casa, habría dado con
un resultado que para nada tenía que ver con la realidad allí vivida. Porque si a nivel social,
juntamos un hombre, una mujer, una casa y una sola cama, la suma social hace que se omitan
ciertos elementos como un sofá. De acuerdo, en mi cama caben dos personas pero Ángel y yo
teníamos bien claro que camino elegir, o al menos eso pensaba, al fin y al cabo el silencio no
siempre describe una voz. Lo que sí que debía reconocer era que desconocía como sería Ángel
como geóloga, pero estaba claro que como cocinera era una maravilla. No es que me extrañase
lo rico que estaba el desayuno que me había preparado aquella mañana, lo que me extrañaba
era como lo había logrado siendo consciente de que en casa, salvo bolsas de bollería industrial,
de esas en las que es aconsejable desconocer que ingredientes lleva si no querías lanzarlas
directamente a la basura, y algún cartón de leche, había poco más. Dejaremos de lado los botes
de café, esos ya forman parte de mi alimentación diaria sin necesidad de pertenecer a una cierta
franja horaria. Continuaba lloviendo por lo que salir era tan solo una utopía que podía vivirse en
los libros. Por otro lado, y a pesar de las pocas ganas que tenía Ángel de marchar, a mediodía
tenía que entrar a trabajar. Debo reconocer que yo tampoco tenía ganas que marchase. Podía
apreciar mucho la soledad y el silencio, pero la complicidad con Ángel, era estupenda. Incluso
estando juntos ambos disfrutábamos del silencio. Pero sin que ella fuese consciente, lo cierto
era que estando en mi casa, podía asegurarme que Ángel estuviese bien. No olvidaba sus gritos
en silencio ¿Cómo dejarle sola en aquellos momentos? Estaba claro que no iba a permitirlo.
Tenerle allí no solo me permitía hacerle sonreír, también me servía para ser un poco más
sociable, algo que no siempre sucedía. A pesar de la lluvia decidí extender el toldo de la terraza
del piso inferior para poder salir a esta. El frio era más que palpable, era como sui el viento te
hablase a través de la piel. Debo reconocer que incluso a mí me encantó sentir la ciudad bajo
aquella coreografía de agua, frio y viento. Nadie conoce la ciudad donde vive si no la siente en
varias de sus facetas. Porque una ciudad puede parecer la misma en casi todos los momentos.
Allí, en aquellas poéticas pero cargadas de realidad, palabras, Ángel se volvió más silencio.
Porque una ciudad tiene su parte en esa en la que la gente comienza a mover la vida, esa parte
de paradas de transporte publico llenas de gente de cafés cargados nada más salir de la cama.
Esa gente era la que yo apreciaba cuando formaba parte de ellos, cuando no era más que un
chico sin nombre que trabajaba en una fábrica en un polígono industrial de la gran ciudad. Al fin
y al cabo, y por muchos dirigentes que pueda tener una ciudad, es su gente la que la mueve y la
hacen grande. Posteriormente la ciudad mostraba su rostro más recto, el lineal, ese que hace
que la vida fluya sin más. Un camino gris que en muchas ocasiones, se agradece. Le comenté a
Ángel que adoraba ver como la ciudad iba transformándose en silencio para ofrecer su otra cara,
la del bostezo, la de abrazar las estrellas, la de los poetas cogiendo sus bolígrafos y
desentumeciendo sus dedos. Finalmente la ciudad mostraba su rostro más relajado, el más
nostálgico, el más libre al fin y al cabo. Pero el ritmo actual que el ser humano había decidido
elegir, no le permitía disfrutar de ello. Aquellos que hemos abrazado aquella faceta de la ciudad
por gusto, las cosas como son, hemos sido consciente de la maravillosa que es la vida cundo la
ciudad muestra ese rostro tan tranquilo. Aparte de ello la ciudad mostraba otra cara que no era
otra que en los días de lluvia, la ciudad parecía aletargase, era como si no quisiera salir de la
cama, y si lo hacía era para acabar trabajando desde casa pero sin quitarse el pijama. Me hizo
gracia cuando Ángel y yo nos dimos cuenta que ambos apreciábamos la misma cara de la ciudad:
aquella en la que todo es tranquilidad. Ninguno de los dos olvidaba aquella noche en la que
mientras las estrellas bailaban tranquilamente y abrazaban a la luna, ambos viajábamos por
nuestros universos más personales. Y nos conocimos, y nos apreciamos y nos sentimos libres
dentro del camino que ambos habíamos marcado. Decidí mostrarle algunos lugares de la
distancia a Ángel, algunos eran sitios aptos para los turistas más tranquilos o simplemente para
aquellos amantes de la naturaleza, también había otros lugares para los amantes de las
emociones fuertes, para aquellos que necesitan un ápice de adrenalina. Había un lugar al que
ambos queríamos ir, un lugar que conocía de letra, de palabra, pero no de cuerpo. Y estando
Ángel aquella mañana conmigo, comprendimos que debíamos visitarlo. La ciudad de Barcelona,
en la montaña que susurra en la distancia al mar, existe un pequeño observatorio, un pequeño
balcón al universo, y como amantes de aquello, Ángel y yo debíamos visitarlo. Me hizo gracia
reconocer que a pesar de mi amor por la astronomía, nunca había estado en aquel lugar. Al fin
y al cabo, todo residente de una gran ciudad, no deja de ser aventurero en la misma. Y desde
luego Barcelona, era una ciudad repleta de caminos y aventuras por vivir. Pero las obligaciones
mandaban y cuando Ángel tuvo que marchar, ambos nos unimos en un tierno abrazo, de esos
que no hablan pero que dicen, cuentan y sobre todo, callan. Me habría gustado que se quedase
más pero ambos éramos conscientes de los pasos del camino, por donde caminar y por donde
volar. Por otro lado era consciente de que yo también tendría que hacerme a la idea de que
algunas acciones, iban a traerme consecuencias. Pero hasta que aquello llegase, estaba claro
que iba quedarme con el grato camino junto a Ángel, podíamos vivir, podíamos escribir los
versos más nostálgicos cada noche, pero juntos, ambos podíamos caminar.

Con el lunes de nuevo marcado en las hojas más exactas del calendario, mi estómago me recordó
que debía asumir el peso de mis acciones. Algo en mi interior me decía que en cuanto pisase
EcoPack, Spin iba a querer hablar conmigo. Ya sabía la versión de los hechos desde mi posición
por lo que supuse que ya habría hablado con Pilar pero ¿habría hablado la mujer cafeína con
Nae? Estaba claro que para que Spin hablase con Pilar, esta debía haber hablado con Nae, de lo
contrario, y siempre desde mi parecer, cualquier acción tomada contra mí, iba a estar
claramente injustificada. Era lógico que aquel día tuviese ganas de todo menos de dirigirme a
EcoPack. Al coger mi mochila de trabajo observé como a su lado, se encontraba la pluma negra
que días atrás, había ido conmigo. Inconscientemente y a pesar de no tener pruebas, recordé a
Aysel, a la felicidad de aquellos días. No pasaba nada por llevar la pluma en mi mochila, quizás
de aquella manera, aquella felicidad, regresaría aunque fuese de manera breve, lo suficiente
como para sonreírle a la adversidad. Pero de nuevo la vida volvió a mostrarse tal y como es:
totalmente impredecible. Y de nuevo, una vez más, volví a equivocarme con mis pasos hacia
adelante.

-Porque será que creo que te equivocas de lugar de recogida de pedidos…-Dijo Pilar nada más
pisar las oficinas de EcoPack.

Le miré extrañado.

-Hasta que se me comunique lo contrario, te recuerdo que sigo trabajando aquí-.

Pilar me dio un par de palmadas en la espalda antes de sentarse frente a su mesa de oficina.

-Efectivamente, veo que estás equivocado así que tranquilo, algo se. Aunque me parece que no
voy a ser la única que te va a decir que te has equivocado de lugar de entrega-.

Spin silbó a mi espalda.

-Tiene toda la razón del mundo ¿tú que haces aquí?-.Preguntó Spin.

Aquello era sumamente desconcertante.


-Pero si me dijiste que no me ibas a despedir-Respondí asumiendo el inminente despido.

-Y no estás despedido, pero te recuerdo que estás trabajando temporalmente para Dim
Barcelona-.

Cuando el mundo decide ir a un ritmo mucho más rápido del que tú vas, está claro que llegará
un punto en el que tu desconcierto pueda escribirse con letras mayúsculas. Agradecí la parte en
la que Spin me aclaró que, tal y como el mismo me había comentado, no me iba a despedir. Pero
de ahí a seguir trabajando para Dim Barcelona después de lo sucedido, el trecho era tan y tan
grande, que no sabía cómo asumirlo.

-Hablé con Pilar tal y como te comenté. Ninguno de los dos tenemos motivos para rescindir el
contrato. Es más: están encantados con nuestros servicios así que… ¿a qué estás esperando para
ir hacía allá? Muévete anda-Dijo Spin con tono amable.

La parte de Spin estaba clara, y me alegré de haber estado equivocado. Pero la parte de Dim
Barcelona era del todo menos de fácil entendimiento. Me escondía un poco en mi silencio cada
vez que recordaba el trato de Pilar hacía mí. No negaré que aquella mujer de energía inagotable,
me caía realmente bien. Me gustase o no, mi contrato, o mejor dicho el contrato que desde Dim
Barcelona se había firmado, estaba firmado por ella misma. Pero claro, el punto clave en todo
aquello era Nae. Desconocía el cargo que podía tener Pilar dentro de Dim Barcelona pero para
haber firmado aquel contrato, estaba claro que debía ser un cargo importante. Pero no olvidaba
que era consciente de que Nae, era una de las ejecutivas de aquella empresa. Alguna de las dos
tendría que tener más peso que la otra y por cuestiones lógicas, todo apuntaba que Pilar estaba
por encima de Nae. Pero a nivel localización física, no olvidaba que Nae tenía despacho propio
mientras que Pilar, y al menos que yo supiese, tenía solo una gran mesa repleta de documentos,
infinidad de objetos propios de una oficina y poco más. Fuese lo que fuese, estaba claro que la
respuesta estaba en el camino invisible que Miriam creía que no existía.

Los lunes por la mañana, Barcelona es una ciudad completamente enemiga de los ciclistas, el
volumen de tráfico motorizado, es cada vez mayor. A eso debemos sumarle un simpático hecho
apreciable en un mayor número de ciudades: la aparición de otros medios de movilidad. Atrás
quedan las ciudades de solo coches, ciclomotores y alguna que otra bicicleta, bienvenida la era
de la diversidad. Esto, lejos de parecer el argumento de alguna novela de ciencia ficción, es una
realidad palpable. Hoy en día es habitual cruzarse con patinetes, patinetes a motor, seeways o
para aquellos que desconozcan por el nombre que son decir “las dos ruedas esas con un volante
en lo alto” palabras propias de gente de más de cincuenta años, patines en línea o hoverboards
que, y como sucede en el caso de los seeways, podríamos llamarle “los patinetes esos sin
volantes” que por otro lado son más propios de la gente más joven. Para mi aquello equivalía
una mayor atención al manillar y un simpático aunque silencioso recordatorio de ida y vuelta,
hacía aquellos conductores en los que tú debías incluirte, al fin y al cabo es de ida y vuelta. Pero
sucede algo, si alguna vez lleváis con vosotros, o con vosotras, algún objeto que os traiga buenos
recuerdos, os puedo asegurar que sea cual sea el destino de vuestro trayecto, ese objeto os
aportará felicidad. Es algo curioso pero que funciona. Recordaba la pluma negra que llevaba en
mi mochila y todo lo que ello significaba aunque desconociera su origen por más que me
empeñase en llevarlo al recuerdo de Aysel. Quizás alguno recuerdo que me negación al pensar
en el mañana, al fin y al cabo la verdadera felicidad es no pensar en aquellas cosas que no han
sucedido, de hacerlo directamente no viviríamos. Pero mi mañana más inmediato estaba tan
solo a un par de minutos, los que tardase en subir por el interior de Dim Barcelona y llegar de
nuevo a las oficinas donde se encontraban tanto Pilar como Miriam y Nae. Quizás las palabras
de Spin, me habían tranquilizado, de momento no tenía que preocuparme por buscar un nuevo
trabajo pero incluso yo mismo tenía ganas de cruzarme con Nae. Y lo siento, por más que diga
que iba a hacer esto y esto otro, está claro que la realidad puede ser muy distinta. Al fin y al cabo
si alguien me llega a decir tiempo atrás que acabaría abrazado a aquella chica, me habría reído
a plena carcajada y la vida me habría dado una sorpresa, al fin y al cabo por más que nos
empeñemos, ningún camino está descrito, este se realiza al caminar. Suena curioso pero me
alegraba de ver de nuevo al guardia de seguridad, sin duda alguna era una de esas personas en
las que en otras circunstancias, no llegaría a conocer, pero gracias a Dim Barcelona, había tenido
la suerte de hacerlo. Había que reconocerlo: no era una persona que te podía encontrar en
círculos literarios selectos o en debates sobre evoluciones en planetas cohabitables por parte
de organismos pluricelulares…o lo que es lo mismo: la existencia de vida en otros planetas. Pero
era un tipo de esos de trato agradable, siempre y cuando le caigas bien claro, viendo su
musculatura es mejor tenerlo de buen humor. Finalmente al llegar a la planta donde se
encontraban las oficinas de Dim Barcelona.

-Anda, si el chico record ha vuelto-Dijo Miriam nada más verme provocando que varias personas
más se percatasen de mi presencia.

-Me gustaba más el barbas-Respondí sacando la lengua.

Miriam y nos dimos un abrazo cuando de repente alguien decidió irrumpir.

-Red, usted y yo tenemos que hablar-Dijo Pilar con tono serio lo cual me extrañó –Así que si eres
tan amable de acompañarme.

Suspiré, quizás Spin ya me había comentado todo lo que él tenía que comentarme acercada del
incidente con Nae, pero estaba claro que en aquellos momentos tocaba hacerlo con Pilar, y
desde luego su seriedad no auguraba nada bueno. Al llegar al lugar donde se encontraba su
mesa de oficina y tras invitarme a tomar asiento, Pilar comenzó a revisar una serie de
documentos mientras repicaba con un bolígrafo sobre su mesa.

-Debería ser directa-Dijo Pilar mientas yo ya tenía media película escrita en silencio.

Suspiré.

-Así que…-Continuó Pilar –Red ¿Qué se supone que debo hacer contigo?-.

-Ya le comenté a Spin que lo sentía, y si hace falta se lo digo a Nae, pero creo que no puedo
hacer más-Respondí con claro gesto de resignación.

Ante mi asombro, Pilar se puso a reír-.

-Red ¿Qué hago yo ahora? ¿Te pido que me traigas un café, que me hagas un informe sobre
elementos zen en la oficina? ¿O quizás te pido que vayas a comprar plantas para darle algo más
de alegría a la oficina? ¿Y si te pido un hijo? No, eso no…luego se lo pido a mi marido, ahí le has
dado aunque si me sale con barba no te diría que no, bueno a lo que iba...llegas tarde, nos hacen
falta unos documentos para ya-.

Mi cara era todo un poema, de esos más propios de niños que dan sus primeros pasos con las
letras.

-Esto ¿no pensarías que te iba a despedir verdad?-Dijo Pilar entre risas-Venga arreando que nos
hacen falta. Así que pasa por la mesa de Miriam que ella te los dará.
Morder o no morder, he aquí la cuestión. Porque en aquellos momentos llego a poder morder
a Pilar, y está claro que me habría abalanzados sobre ella. Era mejor guardar silencio y limitarse
a realizar el trabajo encargado, al fin y al cabo era mi trabajo. Me acerqué hasta la mesa de
Miriam donde esta ya me tenía los documentos que debía entregar para que me sellasen en un
plazo realmente corto. Comenzaba el turno de trabajo de manera rápida, de esas en la que para
cumplir plazos, debes sortear tanto trafico como peatones, libertad o bella libertad entre una
ciudad cuyos versos más libres, se escriben junto al mar. Por un lado me alegraba de la cierta
estabilidad laboral, tanto Spin como Pilar no iban a despedirme. Pero era consciente de que
tarde o temprano, iba a tener que cruzarme con Nae pero estaba claro que hasta que ese
momento llegase, no iba a adelantarme a mis pasos, bastante sorpresas me había deparado la
vida en los últimos días así que no, gracias, soy feliz en la ignorancia. Tan solo debía dedicarme
a entregar documentos, sonreír de manera forzada para evitar quejas por parte de los clientes,
mandarles saludos poco cariñosos a esos clientes complicados, que los hay, y regresar a Dim
Barcelona para seguir realizando entregas…si, mi trabajo no es el más variado del mundo pero
el simple hecho de estar siempre en movimiento, ya es un gran aliciente por sí solo. Aparte, y
esto es algo que les sucederá a todos los repartidores o gente que trabaja recorriendo las calles,
nosotros, esa fauna con la que le resto de trabajadores se cruza a diario y cuyo nombre es solo
parte de un silencio bastante conocido, podemos decir bien alto: tenemos la oficina más
maravillosa del mundo, con unas paredes enormes a modo de edificios y con el techo más alto
y amplio que cualquiera pudiese desear: el cielo de la ciudad. Debía añadirle un plus totalmente
personal que sucede en todas las ciudades costeras, el balcón de mi oficina da al mar. Y resultaba
extraño pero no me gustaba el mar, aunque en este aspecto debería realizar ciertos matices. Mi
hogar, aquel donde se elevan las cuatro paredes e incluye electrodomésticos, se encontraba a
los pies de la montaña, mi niñez también se desarrolló en entornos con gran número de plantas
y todo tipo de vegetación, mi paisaje era y es al fin al cabo montaña, pura y densa, salvo por
aquellas partes de acciones de seres humanos sin sentido claro, montaña la cual conocía al
menos en una parte, la otra era un mundo todavía por explorar. Pero mi ciudad, esa que tanto
adoro y a la cual debo gruñir, es una ciudad que duerme entra la montaña y el mar, y a mí el mar
me coge bastante lejos. Pero eso no quiere decir que reniegue de él, vivo en una ciudad con mar
¿Cómo rechazar su nombre? En absoluto. Incluso debía reconocer que agradecía aquellas
entregas que debía realizar cerca de la costa, la brisa marina es algo que, indistintamente de lo
mucho o poco que puedas apreciar el mar, se agradece. Y es que es justamente ahí, solo ahí, en
esa delgada línea entre la ciudad y el mar, donde únicamente puedes apreciar la brisa marina.
El olor a sal, el suave murmullo de las olas durmiéndose a los pies de la ciudad. Porque en el
mar, se escriben los versos más humanos, aquellos que hablan, que dicen, que cuentan y que,
gracias a la brisa marina, susurran. Sucede algo curioso que me gusta recordar sobre el mar, y
es que junto con el universo, son dos cosas realmente infinitas. Porque si somos conscientes
podemos estar toda, absolutamente toda la vida, navegando por el mar sin tener que pisar tierra
alguna pero ¿y la tierra? Nos guste o no todo continente duerme en el mar. Por eso no reniego
de él aunque mis pies prefieran moverse por la montaña aunque si tuviese que elegir un
entorno, ese sería sin lugar a dudas la ciudad, no es tan natural como el mar o la montaña pero
es por donde mejor me muevo.

Aquel fue un día de no parar, de simplemente hacer una breve pausa para tomar café y reponer
fuerzas de manera rápida. Mi voz apenas pudo escucharse y si lo hacía era a modo de bufido
rápido, no tenía tiempo para más. Debía reconocer que al finalizar mi jornada laboral, el
cansancio ya se había apoderado de mi cuerpo. Tenía ganas de llegar a casa, de comer alguna
cosa precocinada y nula en valor alimenticio y descansar. Pero el trabajo en Dim Barcelona es
de todo menos lineal, de acuerdo: tienes que limitarte a realizar las entregas. Ni negaré que
alguna que otra petición de fotocopia no he tenido, pero suele ser algún empleado con alta
carga laboral quien me pide ese tipo de cosas y desde luego no es que sea algo complicado de
hacer. Cuando me di cuenta la mitad de los empleados de Dim Barcelona ya había salido y la
otra mitad se estaba preparando para hacerlo. Por motivos personales quedarme solo en
aquellas oficinas no era algo que me gustase. Simple recuerdo de algunas palabras más altas que
otras. Pero la mejor manera para caminar por un camino distinto al teóricamente marcado, no
es otro que tener algún objeto que te haga caminar por el camino que este tiene marcado. Tocar
y acariciar la pluma negra que llevaba en mi mochila. En aquel entonces puedo decir que era
feliz. Y por un instante viajé a aquella felicidad, y las cicatrices intentas que todos tenemos, me
hicieron tener ganas de gritar, al fin y al cabo nunca dejamos de caminar y eso implica alejarnos
de aquello que realmente queremos. De repente noté una presencia a mi espalda, quise no
caminar para que la vida, como ya había hecho en anteriores ocasiones, me volviese a
sorprender. Como si de algo frágil se tratase, guardé muy lentamente la pluma negra en la
mochila. El silencio lo envolvía todo cuando de repente aquella presencia llamó mi atención.

-No es quien te crees Red-Pensé –Seguro que es Pilar…debería ser ella-.

Me levanté siendo consciente de que no era Pilar, aunque me habría gustado que fuese ella.
Pero lejos de buscar cualquier tipo de polémica o pedir explicaciones, mostré mi mejor sonrisa,
al fin y al cabo todos tenemos un porque en esta vida.

-Lo volvería a hacer-Comenté sin importarme lo más mínimo las posibles consecuencias.

-Lo sé-Dijo Nae

Y en aquellos momentos el rumbo de la vida volvió a mostrarme su aroma a sorpresa. Esta vez
no fui yo quien abrazó. El silencio en la tierra, los abrazos en el universo. Cuando Nae me abrazó
me limité a suspirar, al fin y al cabo, Miriam me había mostrado el camino que yo mismo
necesitaba. Debía reconocer que cualquier palabra negativa que pudiese tener sobre Nae,
lentamente se iba desvaneciendo. Hubo un largo abrazo y un prolongado silencio pero siempre
dentro del camino. Aquella noche tuve una charla con la luna la cual debía tener mucha
paciencia conmigo. Caminamos juntos entre el silencio más poético…y el dulce aroma a mar.
17-ESE SILENCIO LLAMADO LIBERTAD
Querida Nae, he conocido tus pasos, esa parte del silencio tan personal que cada persona guarda
en su interior. He podido acariciar tu voz, cada una de esas palabras que no dices, pero que
cuentas y que susurras cuando la nada más personal, te abraza lentamente. Y al hacerlo me he
gritado a mí mismo, me he girado con rabia, contra todo, incluido contra mí, de haberme tenido
frente a frente, me habría golpeado y rugido. Me habría vuelto más de arena, más de viento, y
habría evitado tantas cosas, que incluso habría podido reconocer, que toda roca nace del calor.
Quizás los pasos se desvanecen, soy consciente de ello, y por eso, y por esas cosas que conozco
de tu camino, te voy aprendiendo, te voy anclando cada uno de tus acentos, y subrayando cada
palabra que lanzas en el más absoluto de los silencios. Allí, donde crees que no existe el ruido,
ahí queda la voz y esas ganas de volar.

Si somos medianamente conscientes y nos paramos a caminar por los dos lados de la senda de
la convivencia extra matrimonial o lo que es lo mismo, vivir en pareja, vemos como cada lado
tiene sus pros y sus contras. Debo reconocer que poder estirar los brazos en la cama sin tener
que evitar algún que otro cuerpo, es una de esas ventajas que agradezco. Ese mismo echo me
permitía poder dormir con el teléfono móvil o la tableta, dejándolo en la cama sin que nadie me
dijese nada porque si nos paramos a contar cuantos teléfonos móviles se han ido al suelo
mientras dormimos, nos faltarían dedos. Porque dormir solo equivale que en tu cama solo estás
tú, tú y solo tú, como mucho te acompaña tu aroma característico. Porque tu cama es tu cama
por ese aroma personal que todos tenemos, sin necesidad de llegar al extremo de ciertos olores
más propios de la selva claro. Porque todo hogar tiene su propia aroma, tu hogar huele a ti, a tú
forma de ser. Y en caso de la convivencia en pareja, el olor llega a ser desconocido ¿eres tú o
soy yo? Sin duda alguna por ese motivo le daré el punto a vivir en soledad. Tras levantarme de
la cama llegaba el otro punto clave en la convivencia de pareja: el cuarto de baño. La ventaja de
vivir solo equivale a saber que tienes en los armarios o sobre la los muebles. En mi caso es fácil:
gel, champú, jabón líquido para las manos, dentífrico, elixir para el bien aliento, rollos de papel,
maquinillas de afeitar de origen desconocido ya que no soy persona de afeitarme, toallas y
cepillos varios. Era por eso que no era de extrañar que en mi cuarto de baño, pudiese aparecer
alguna que otra revista que solo se tiraba pasados unos meses y cuando todos sus artículos ya
habían sido leídos en infinidad de ocasiones. También era habitual encontrar varios botes de
desodorantes aunque el camino de estos eran variables: unos días estaban en el cuarto de baño,
otros en mi habitación e incluso alguna que otra vez habían aparecido en el salón…cosas que
viviendo en pareja no podría suceder. Supongo que todo era acostumbrarse y yo desde luego lo
había hecho. Podría decirse que en mi hogar lo único que habría añadido, y siempre dejando de
lado caros electrodomésticos, eso era sin duda alguna la brisa del mar. Mi amor por la montaña
era más que evidente, pero debía reconocer que la brisa del mar, era algo que no me habría
importado tener. Debía ser estupendo levantarse de la cama con el horizonte en la distancia y
la brisa del mar en la cercanía. Pero como no la tenía debía de conformarme con la brisa de la
montaña la cual tampoco estaba tan mal, no era lo mismo pero era igual de válido. El siguiente
punto a tener en cuenta entre vivir en pareja y vivir en soledad, no era otro que la cocina. Creo
que es evidente saber cuándo en un hogar vive una persona en pareja o cuando esta, vive
completamente sola. Porque una cocina dice mucho de la persona que habita en la casa. Y
estaba claro que tanto mi nevera como mi despensa decían que aquel lugar vivía una persona
adicta a la cafeína, en especial al café y cuya afición por los aperitivos salados era enorme. Era
habitual encontrar todo tipo de bollería industrial e infinidad de aperitivos de todo tipo, desde
la clásica bolsa de patatas chips hasta la bolsa de gominolas, resultaba curioso encontrar barritas
energéticas y cereales con alto contenido en fibra, de esos en los la diferencia entre el sabor de
los cereales y el cartón de la caja, es casi nulo. Algo me decía que de haber tenido pareja todos
aquellos alimentos, estarían fuera de casa. También era cierto que de haber tenido pareja, tanto
mi bicicleta personal como las diversas partes de bicicletas que hay en casa, o estarían más
ordenadas o directamente no estarían. Pero cuando salía de casa, al cerrar la puerta, en su
interior, se quedaban tanto mis palabras más personales, como cada uno de mis silencios. Y en
ellos debía incluir mi vida sentimental.

Pero debemos ser coherente: la libertad no se entendería sin sus propias cadenas ¿alguien dijo
completa libertad? Quizás ahí, justo ahí, debemos poner un par de matices los cuales nos
ayudarían a valorar de manera más directa, el verdadero significado de la palabra libertad.
Porque aquella persona que sea capaz de hablar de sus propias cadenas, es capaz de hablar de
su propia libertad. Porque podemos escribir el verso más tierno del mundo, pintar el cuadro más
hermoso del lugar, porque podemos tener un velero, pero no podemos tener el mar. Mis
cadenas estaban claras, que aunque por otro lado, no dejaban de ser las mimas cadenas que
cualquier otra persona pudiese tener. Pero las conocía, quizás no del todo pues al fin y al cabo,
nunca llegamos a conocernos al cien por cien, siempre existe una parte de nosotros que es capaz
de sorprendernos. La vida, en su más amplio concepto, no deja de ser más que un grito de
libertad el cual se mueve con cadenas en los pies y en nuestras manos. Si, aunque suene a cuento
de poesía y versos multicolor, la realidad está ahí: somos seres alados. Y no me refiero a esos
tipos llamados ángeles, por mucho cariño a los recuerdos que evoca la pluma negra, la realidad
no deja de ser que aquel objeto, no es más que algo desconocido….hasta que logre averiguar su
origen claro. Pero hasta que ese momento llegue, si es que llega a hacerlo, debo pensar en las
alas que todos tenemos. Quizás lo hayamos olvidado pero todos nacemos con alas pero en el
momento en el que tomamos aire en nuestro primer instante en el mundo, ya estamos borrando
nuestras alas y escribiendo nuestras cadenas. Porque al fin y al cabo somos tan libres como
deseemos, solo que nos acostumbramos a cambiar la agilidad de las alas por el peso de las
cadenas. Preferimos caminar con los pies en el suelo, antes que volar por el cielo. Porque soñar
está bien, pero el ser humano es un ser complejo, inexacto e impreciso, sabe lo que quiere pero
se niega a moverse realmente para ello. Por eso sobre mi bicicleta me siento más libre, sé que
suena extraño pero cuando uno s e acostumbra a pedalear y a moverse en bicicleta, se hace raro
tener los pies en el suelo. Está claro que en esos momentos me siento como si tuviese alas, y
gracias a ellas puedo correr sobre el asfalto, puedo alcanzar montañas, puedo sonreír distancias,
puedo avivar el silencio y, si quisiera, podría volar sobre el mar. Sobre mi bicicleta me siento más
libre que con mis pies en el suelo, soy consciente de mis limitaciones tanto de una forma como
de otra, de no tenerlos está claro que demostraría no ser muy inteligente. Está claro que
trabajando en Dim Barcelona, me siento algo desplazado a nivel laboral, al fin y al cabo mi
trabajo solo lo realizo yo. Deberíamos dejar de lado el tema fotocopias o el “Red ¿Qué serías tan
amable de traerme un café?” o el directamente “Barbas, tráeme un café” por parte de Miriam
aunque eso va aparte. Dejando de lado dichos aspectos, tanto el laboral como el aparentemente
no-laboral, debo reconocer la aceptación que he tenido entre los trabajadores a pesar de que,
y como le sucede a cualquier otra persona, nuestro presente está condicionado por nuestros
pasos en el ayer. Podríamos definir esto como un “conozco a gente y no conozco a nadie” que
en ámbitos sociables vendría a ser que dentro de Dim Barcelona, conozco a gente, fuera ya es
otra cosa. Este hecho es algo totalmente personal, es ese toque de propia libertad que todo el
mundo tiene, y el cual te hace decidir quién tiene posibilidades de entrar en tu vida y quién no.
Y si digo posibilidades no es por otro motivo de que por más que queramos que una persona se
quede en nuestra vida, esto no siempre implica que suceda. Llamaremos nostálgicos a esos
poetas a los que todos leemos en silencio o en redes sociales pero luego nos señalaremos con
el dedo. Dejando de lado cualquier aspecto poético o soñador, había que reconocer que la
libertad trabajando en Dim Barcelona no era la misma que la de EcoPack. Cuando tenía que
esperar a que hubiese alguna entrega, solía imaginar que estarían haciendo mis compañeros de
EcoPack, porque digan lo que digan, mi contrato laboral está a nombre de EcoPack. Por un lado
Carlos y Joel estarían realizando entregas medias, de esas que aparentemente no requieren
dificultad alguna ya sea por la ruta, por la dificultad del recorrido o las distancias de entrega. Por
otro lado Oscar estaría más relajado ¿un día sin que alguno de los salvajes de sus compañeros
no le diesen una bicicleta para reparar algo? Si, debía ser posible. Por su lado Elena estaría en
conversación casi continua con María, la cual seguiría fumando en la puerta de EcoPack con unas
vistas a una calle peatonal bastante aburrida. Estaba claro que Spin estaría en su despacho
leyendo revistas de ciclismo con docenas de documentos laborales sobre su mesa. Pero el que
más estaría disfrutando, ese debía ser Taurus, el líder indiscutible del grupo. Por eso me gustaba
pensar e imaginar competir contra él entre la montaña y el mar. Porque si había una de esas
silenciosas competiciones en las que todos los trabajadores de EcoPack, disfrutasen, incluida
María por mucho que esta refunfuñase, no eran otras que aquellas cuyas rutas se realizaban de
manera paralela pero en ambos extremos de la ciudad de forma de que uno de los competidores
circulase cerca de la montaña y el otro competidor lo hiciera cerca del mar pero de forma que
el final de ruta, fuese un mismo lugar. Estas competiciones, lejos de parecer algo habitual, eran
sumamente esporádicas ya que las rutas por las cuales se realizan, únicamente se toman cuando
son varias entregas en puntos muy concretos. Pero cuando se hacían, se hacían. Esto quiere
decir que bueno…quien dice circular por la carretera dice circular por la acera, rutas campestres,
parques urbanos, primera línea de playa o plazas varias por decir un par de ejemplos rápidos.
Esto a su vez equivalía a un elevado número de recordatorios por parte de peatones y
conductores, algo a lo que ya estamos acostumbrados la gente de EcoPack. Estando en las
oficinas de Dim Barcelona, estaba claro que añoraba aquellas cosas, no era lo mismo ser libre
en un lugar que en otro, por muchas letras que pudiesen tener parecidas, por no decir idénticas,
la libertad en un lugar y otro eran completamente distintas. Debía reconocer que en EcoPack,
los días de lluvia se trabajaba cosa la cual no sucedía en Dim Barcelona y que por lo tanto debía
anotar en mi cuaderno imaginario para algún día, en esos que está durmiendo sobre la cama,
comentárselo a Spin mientras este aplaudía por la idea.

Pero como sucede con cualquier palabra en la que el ser humano, es participe, que vendría a ser
el cien por cien de su totalidad, libertad tenía cadenas. En el caso laboral eran el salir con la luna
en todo lo alto de la gran ciudad. En estos casos la libertad me permitía quedarme con la parte
positiva. Y es que no hay mejor sabana que aquella que nos brinda el planeta en el que nos
encontramos. Por eso adoro el silencio desde mi terraza, porque cuando vivo ese momento, el
silencio es una caricia. Solo me faltaban esa pizca de sueños cerca del mar. Porque al fin y al
cabo todo el mundo sueña y yo no soy una excepción pero sí que debo poner algún que otro
matiz. Mis sueños eran…eran…eran aquellas acciones que realizaba a cada momento. Dicho de
esta forma puede parecer que algún poeta de esos que le cantan y recitan versos a la luna, se
ha fijado en mí pero nada más lejos de la realidad. Y es que me limito a vivir el momento, el
ahora más inmediato, es por eso que puedo decir que en la gran mayoría de las ocasiones, soy
de esas personas que cumplen sus sueños, aunque estos sean ir a la nevera y encontrar que aún
quedan refrescos con gas. Sé que no son grandes sueños pero ¿para qué pensar en algo que
sabes a ciencia cierta, que no vas a lograr? Es como cuando al final de cada año realizamos
nuestros propósitos para el nuevo año: que si aprender inglés, que si apuntarse al gimnasio, que
si hacer dieta, que si dejar de fumar, que si hacer más deporte, etc., lo siento mundo pero de
momento he visto a poca gente en los gimnasios en pleno mes de enero conversando en inglés,
también es cierto que visito pocos gimnasios a no ser que sea por motivos puramente laborales.
Y puede que alguien me señale por el dedo por no soñar a lo grande, a esas personas les podría
decir que existe una gran diferencia entre soñar e imaginar. Puede que sea un concepto un tanto
grisáceo, de esos que solo comentamos de silencio para dentro pero si soñamos o imaginamos,
no podemos apreciar el ahora más inmediato, y es justo en él, donde residen los momentos más
alucinantes de la vida. Porque son esos momentos los que nos hacen caminar, y todo el mundo
los ha vivido: el buenos días de aquella persona que te gustaba y a la que no te atrevías a hablar,
la caricia espontanea de la persona ante quien estás, la llamada telefónica de aquella persona
que creías que te había dejado en silencio, el olor a canela de aquellas galletitas que comías
cuando apenas tenías camino recorrido…son tantas y tantas cosas que sin duda alguna me
quedo con el momento antes que con el sueño. Porque si me pongo a soñar no siento y si no
siento… ¿Qué se la vida sin sentir? Pero había alguien en mi vida, al menos en la más recientes,
es mejor no tocar ciertos pasos que ya he tocado en varias ocasiones gracias a ciertos objetos
aparentemente inanimados, que había llegado a mi libertad, esa no era otra persona que Ángel,
debía gruñirle lo sé, y luego hacer lo mismo ante el espejo. Y lo siento, no pienso caminar por
ese camino de suma fácil que la sociedad nos ha hecho escribir en ciertas ocasiones como esta.
Pero es que gruñese o no gruñese, lo cierto era que aquella chica de acento, mexicano, tenía
tantos acentos míos, que casi podía escribirme. Estaba claro que a pesar de las similitudes,
nuestras diferencias eran notables pero lejos de parecer una roca en el camino, lo cierto era que
gracias a ellas estábamos más unidos. Quizás, solo quizás, haya gente que de pregunte si entre
Ángel y yo había silencios, estaba claro que la respuesta era un sí pero no de ese tipo de silencios
que cualquiera que hiciera la suma social, diera como resultado. Mi silencio hacía Ángel era
triste, no tanto como la luna en noches de lluvia, pero sí de nubes con lunas sobre el mar.
Supongo que como le sucederá a cualquier persona, soy consciente de la tristeza de Ángel, creo
que es inevitable preocuparse por esas nubes grises que surcan el cielo más despejado de
aquellas personas que apreciamos. No encontraba la fórmula para despejar esas nubes de Ángel,
en ocasiones sentía rabia por mí mismo. A todo el mundo le gustaría alcanzar la luna con sus
manos pero no siempre es posible tener una escalera que nos permita lograrlo. Y lo siento, no
soy persona de estar con los brazos cruzados, por eso sentía rabia por mí mismo. En ocasiones
Ángel me decía, me comentaba pues aunque los más eruditos de la palabra digan que son
palabras similares existe una gran diferencia en el tono de la palabra, que le gustaba visitarme,
disfrutar del cielo en esas noche s en las que la luna sale a bailar en todo su esplendor mientras
las estrellas se mueven a su alrededor, que le gustaba escuchar el silencio, que era genial estar
en la terraza del piso inferior y disfrutar del planeta en el que estamos aunque se haya
convertido en un amalgama de edificios de cemento y sueños de libertad. Quizás haya alguien
que piense que teniendo dos terrazas, solo hablo de la del piso inferior. Pero es que como buen
soltero independizado, la terraza del piso superior, la cual se encuentra justo al lado de mi
habitación principal y que por lo tanto para acceder a ella hay que entrar en la propia habitación,
se convirtió hace ya muchas lunas en un lugar donde suelo dejar todo tipo de cosas como pueden
ser el cubo de la colada, alguna que otra mesita donde guardar todo tipo de objetos de pequeño
tamaño, una escoba, algún que otro trapo de limpieza y la indispensable fregona. No es que sea
un lugar apto para visitas pero bueno, también es cierto que su tamaño es inferior al de la terraza
del piso inferior. Pero volviendo al tema Ángel, lo cierto era que en muchas ocasión es, más de
las que ella pudiese contar, me habría gustado verle más llena de ilusión. Estaba claro que del
sueño de viajar a Barcelona para ser una reputada geóloga a trabajar como excelente ayudante
de cocina, había una diferencia más que notable. Como toda persona que aprecia a otra, me
encantaría que cumpliese sus sueños. Ella si soñaba a largo plazo, que yo no lo hiciera no
significaba que otra persona tuviese que hacer lo mismo que yo, está claro que no soy un
ejemplo a seguir. En ocasiones me perdía por el camino que en silencio iba recorriendo para
ayudarle a lograr sus sueños. Intentaba hacerle sonreír, siempre que me era posible iba a su
restaurante a comer lo cual implicaba que me llevase bien con todos sus compañeros. También
era cierto que el jefe de Ángel, un tipo bajito y con bigote, era un tipo de trato agradable. Era
por eso que me gustaba tenerla en casa, de esa forma era consciente de que ella era feliz, no
era gran cosa desde mi punto de vista, pero sus sueños no alcanzaban la cima de las montañas,
debía hacer todo lo posible para que abrazasen el mar.

Quizás cualquier persona pueda escribir o hablar, sobre su propia libertad y si bien es cierto que
cada persona colocará las letras en el orden que crea conveniente, lo cierto es que todas y cada
una de las palabras escritas con el acento de libertad, tienen un elemento en común: todas
llevarán cadenas. Al fin y al cabo la libertad, como sueño utópico de cualquier poeta principiante
amante de os versos sobre la luna, teóricamente no existe, y si digo teóricamente es porque al
fin y al cabo, ciertas palabras no existen en mi diccionario. La clave para comprender y abrazar
con naturalidad nuestra libertad, es siendo conscientes del peso de sus propias cadenas. Si
vamos a salir juntos que sea cogidos de la mano: la libertad me dará las alas para volar mientras
que mis cadenas me enseñaran a caminar con los pies en el suelo. Porque por más que escriba
libertad, soy consciente de mis propias cadenas, y no me refiero a esa que cuelga de mi pantalón,
esa va aparte, sé que habrá alguien que me las escriba pero tranquilos, sé que están ahí, al fin y
al cabo forman parte de mi vestimenta no laboral diaria. No quiero decir con eso que en el
trabajo no pueda llevarás, al fin y al cabo Spin nos otorga total libertad a la hora de vestir y si,
esa libertad incluye sus propias cadenas, y de la misma forma que todavía no he visto a ninguno
de mis compañeros con traje y smoking, tampoco los he visto circulando vistiendo a modo de
complemento, alguna cadena pero por el simple motivo de que no es una idea demasiado
sensata, somos repartidores, no superhéroes. Dejando de lado todo tema de cadenas físicas, lo
cierto es que soy consciente de las propias cadenas a las que tengo atada mi libertad. Esas
cadenas existen y la forma más fácil de verlas no es otra que tocando aquellos temas que las
crearon, así que es mejor que ciertas palabras o, como espero que suceda, algunos caminos es
mejor no volverlos a caminar. Conozco mis limitaciones y cualquiera que me conozca, o haya
podido hacerlo, sabrá que el factor social no es que sea mi punto fuerte. Soy consciente de ello,
se cuál es el origen de esas cadenas que atan mi propia libertad. Era por eso que había
comenzado a cogerle un cierto cariño a aquellas plumas que habían aparecido tiempo atrás
dentro de una caja que alguien, desconozco quien, había dejado frente a la puerta de casa. Era
mejor no tocar aquellas cadenas aunque por otro lado también era consciente de que una
cadena deja de atar cuando más la vas conociendo. En ese aspecto las plumas negras tenían
mucho que decir aunque lo único que me habían comentado en silencio, no había sido otra cosa
que el consabido dicho social que todo el mundo ha escuchado alguna vez: cualquier tiempo
pasado fue mejor. En este sentido debo apuntar mi total y absoluta indiferencia ante tal refrán.
Al fin y al cabo mi presente era el único capaz de caminar junto con mi libertad y mis propias
cadenas, siempre juntos, manteniendo las distancias pero abrazándonos a la más mínima
oportunidad.

Con el nuevo día el bostezo me indicaba que mi jornada laboral iba a comenzar nada más pisar
las oficinas de Dim Barcelona. Todo había transcurrido con su habitual tónica de reparto,
entrega, suspiro y un nuevo reparto. Pero aquel día, justo cuando finalizaba mi jornada laboral,
Pilar quiso hablar conmigo. En teoría no debía sorprenderme aunque conociendo a aquella
mujer enérgica y cuya sangre debía ser mitad glóbulos rojos mitad cafeína, estaba claro que algo
se traía entre manos.
-Antes que nada: estamos muy contentos con tu trabajo-Dijo Pilar mientras apartaba un par de
documentos que había sobre su mesa –Pero me ha llamado Spin y quiere que te deje un par de
horas con él-.

Aquello me extrañó mucho aunque Pilar no tardó en tranquilizarme.

-Pero tranquilo ¿no pensarías que te ibas a librar de nosotros verdad barbas?-Dijo Pilar riéndose
por lo bajo –Estás monísimo cuando me pones esas cara…si…esa…así que haz lo que tengas que
hacer y te queremos aquí lo antes posible…pero si me pones esa cara no voy a poder
resistirme…le diré a mi marido que se deje barba…si, pero mejor…aunque así a lo salvaje no
estaría nada mal. Bueno, si me disculpas tengo cosas que hacer así que ya sabes-.

Desconozco que clase de café debía timar aquella mujer pero desde luego debía cambiar de
marca. Inflé mis mofletes al no poder encontrar una respuesta lógica a aquellas palabras. Así
que lo único que pude hace fue suspirar. Fuese lo que quería Spin estaba claro que iba a tener
que pasarme por las oficinas de EcoPack cosa la cual siempre era agradable. Al salir de las
oficinas de Dim Barcelona, suspiré y justo antes de dormir, me puse a contarles historias de mis
cadenas a las propias estrellas, cuentos se escriben entre montañas y mar.
18-CAMINOS DE ENTREGA
Levantarse a sabiendas que tus pasos debían dirigirse a la base de tu presente. Quizás suene
demasiado poético dicho de esta forma, al fin y al cabo la poesía es capaz de embellecer el cielo
más gris. Pero si nos paramos a analizar aunque sea de manera mínima la expresión, lo cierto
era que todo aquel amalgama de palabras convertidas en poesía, simplemente significaba que
debía acercarme a las oficinas de EcoPack para hablar con Spin. Estaba claro que algo sucedía
aunque las palabras de Pilar, hacían indicar que si pensaba que iba a caminar por senderos de
sombra, estaba claro que estaba equivocado, o al menos eso podía espera, al fin y al cabo toda
palabra sin afirmación concreta, es una duda en sí misma. La sensación de cierto toque
misterioso con el reencuentro de los compañeros de trabajo, creaba un amalgama de
sensaciones de sonrisa a labios cerrados. Pero cuando llegué a las oficinas de EcoPack y recibir
el curioso y simpático buenos días por parte de María, lo cierto es que el simple hecho de ver a
todos los repartidores en la sala de espera, era algo extraño.

-Anda, si ha vuelto el barbas-Dijo Carlos en tono simpático mientras me daba la mano a modo
de saludo.

Un pequeño silbido, me hizo reencontrarme con alguien con quien tenía algo pendiente, aunque
fuse de manera simpática.

-Me alegro de verte por estas tierras-Dijo Taurus mientras nos dábamos un fuerte apretón de
manos -¿Qué tal las cosas por Dim Barcelona?-.

-Bueno…ya sabes cómo van esos lugares, un día tienes mucho trabajo y otros el número de
bostezos es superior a la media aunque ¿sucede algo aquí?-.

-Estamos todo igual de informados, o, lo que es lo mismo: no sabemos nada…-.

Antes de que Taurus pudiese acabar la frase, Spin salió de su despacho llevando una serie de
documentos en su mano. Su extraña sonrisa nos hizo intuir, que algo estaba pasando. La
sorpresa no pudo ser mayor.

-Bien chicos, un segundo venga todos atentos –Dijo Spin con tono repleto de vitalidad-Tenemos
un curioso pedido con una serie de particularidades y con una suculenta suma de dinero para
quien la cumpla. Por motivos de privacidad no puedo decir quién es el remitente pero os puedo
asegurar que este tipo de entregas no suelen ser habituales-.

Hubo un leve murmullo.

-Como es de esperar tampoco podremos saber qué tipo de entrega es ¿verdad?-Preguntó


Taurus.

-Así es, confidencialidad total pero ya os informo desde ahora que la suma de dinero para quien
la realice, es elevada-Respondió Spin.

-Eso quiere decir…-Dijo Taurus.

-Una cifra de cuatro dígitos-.

Sin duda alguna cuatro dígitos en una entrega, no era un número muy habitual aunque
observando la cara de Spin, algo nos hacía intuir que había algo más tras aquella cifra.
-Pero existen una serie de condiciones…-Comentó Spin revisando unos documentos –La tendréis
que realizar los cuatros aunque solo uno ganará tal suma de dinero. Para ello, y debido al lugar
de entrega, cada uno de vosotros, tendrá una copia de los documentos a entregar-.

-Pero ¿si cada uno de nosotros tendrá una copia para que la necesidad de realizar la entrega los
cuatro?-.

-El lugar de entrega es un chalet dentro de una zona residencial de clase alta y, como es de
esperar, el que llegué primero podrá acceder a dicha urbanización gracias a un aviso ya dado, al
guarda de seguridad de dicha urbanización el cual impedirá a todos aquellos de vosotros que
lleguéis posteriormente-.

-Tiene que ser en un lugar muy exclusivo por lo tanto…-.

-Vaya que si lo es, no es ni en Barcelona. La urbanización se encuentra cerca de Segur de Calafell,


en un entorno rodeado de bosque y con vistas al mar. Un sitio privilegiado sin duda alguna-.

-Pero esos son muchos kilómetros-

-También son michos billetes así que… ¿aceptáis?-.

Sin duda alguna aquella era una de esas sorpresas que uno nunca se espera. Debíamos
responder de manera rápida, contrastando los pros y los contras de aquella entrega. Aunque el
dinero, manda, o al menos así afirmaron tanto Carlos como Joel. Sin duda alguna aquella era
una motivación extra a un trabajo el cual no se realizaba de manera habitual. Para ser sinceros
incluso para Spin era la primera vez que tenía una oportunidad como aquella. La labor era
teóricamente fácil: entregar unos documentos en un lujoso chalet dentro de una urbanización
de lujo la cual se encuentra rodeada de árboles y con vistas al mar. Quizás tanto Carlos como
Joel pecaban de ambición, si bien era cierto que la suma de dinero era realmente alta, existían
otros factores muy a tener en cuenta, y eso era algo que tanto Taurus como yo, teníamos que
calibrar para aceptar o no, aquella oferta. Estaba claro que no era lo mismo realizar repartos en
Barcelona, que salirse bastante de sus límites. Si bien es cierto que en algunas ocasiones se
habían realizado entregas fuera de la ciudad condal, lo cierto era que estas habían sido a núcleos
urbanos bastante próximos como podían ser Badalona o El Prat, así que aquel trabajo, se salía
de toda ruta conocida. A Spin no le extrañó que Taurus y yo, no hubiésemos respondido de
manera inmediata aunque tenía la clave para motivar dicha respuesta.

-Existe una curiosa condición…-Dijo Spin revisando varios papeles –Debéis competir todos, así
que…o todos o nadie-.

Dos bufidos contra dos gruñidos. Y en aquellos momentos salió lo que realmente somos los
trabajadores de EcoPack: una familia, lo cual estaba claro que posicionaba la balanza hacia un
lado claro.

-Lo haremos-Respondió Taurus.

Me resigné aunque por mi lado tenía una duda totalmente personal.

-Un segundo ¿y que pasa conmigo?-Pregunté extrañado.

-He hablado con Pilar así que hoy estás con nosotros-Respondió Spin de manera amable –Así
que preparaos que en cuanto estéis listos salís-.
Tocaba improvisar en la vida, una vez más cualquier esquema o concepto, quedaba
prácticamente relegado a un segundo plano. Por suerte Oscar había podido comprobar nuestras
bicicletas por lo que tan solo debíamos planificar la ruta a tomar, cada uno per separado eso sí,
al fin y al cabo era una competición.

Con una suma suculenta de dinero y completamente preparados, Carlos, Joel, Taurus y yo, nos
subimos a nuestras bicicletas mientras Oscar a modo simpático, ejercía de speaker provisional.

-Y con el número uno Oscar, la voz de la conciencia, la nobleza del deporte de los pedales el cual
se enfrenta a lo que es posiblemente su mayor reto. A su lado y llevando el número dos Joel, el
señor elegancia, míster modales, la prudencia personificada sumada a la sutil elegancia, un gran
reto para él sin duda alguna. A su derecha y con una gran experiencia el gran Taurus, la bestia
humana personificada, un hombre capaz de escalar una gran montaña sin cansarse y cuyas
piernas son acero pudo y puro. Finalmente y un rostro el cual apenas se ve, el barbas, el niño de
las cadenas, agilidad y rapidez personificada…-.

Debo reconocer que escuché algún gruñido en aquellos momentos aunque no podía descartar
que no fuese yo. Finalmente Spin nos entregó una copia de los documentos que debíamos llevar
al lugar indicado.

-Chicos…buena suerte así que…en sus marcas…listos… ¡Ahora!-Exclamó.

Mientras que Carlos y Joel salieron a toda velocidad, Taurus y yo decidimos hacerlo con calma,
supongo que la experiencia estaba de nuestro lado aunque también era cierto que aquella era
la primera vez que realizábamos una entrega como aquella. Había que tomarse las cosas con
calma, dosificar las fuerzas. Si bien es cierto que cualquiera de los cuatro repartidores de
EcoPack, estaba sobradamente preparados para circular en bicicleta, lo cierto era una cosa era
circular dentro de Barcelona y otra muy distinta hacerlo fuera de ella. Al fin y al cabo el lugar de
entrega no se iba a mover de entre la montaña y el mar.

Debo reconocer que si bien es cierto, me defiendo bien circulando por las calles de Barcelona,
también debo reconocer que hacerlo por las afueras, es algo completamente distinto. Dejando
de lado la comodidad de circular por la gran jungla de edificios, hacerlo por las afueras de la
ciudad condal implicaba varios factores a tener en cuenta. El primero, y quizás el más
importante…y el que también debería aplicar al interior de Barcelona pero este no es el caso,
hay que respetar todas y cada una de los normas de circulación. Está claro que un ciclista no
puede circular por ciertas vías pero eso no implica que por aquellas por las que si puedes circular,
estén exentas de tráfico. Fue por eso que cuando Taurus y yo timamos caminos distintos,
enseguida comprendí que cada uno de los cuatro competidores, iba a mostrarse tal y como era
realmente circulando en bicicleta. Tanto Carlos como Joel, iban a circular siempre que les fuera
posible, por entornos urbanos. Por su parte Taurus iba a aprovechar cualquier camino rural para
circular, en ellos era donde podía mostrar toda su técnica y potencia. Por mi parte bueno…un
paseo por la costa nunca viene mal así que, y como o era habitual en mí, tocaba improvisar sobre
la marcha. Conocía el destino, gracias a un mapa, las cosas como son, así que lo único que solo
debía hacer lo que mejor sabía hacer: no pensar y directamente pedalear. Desconocía si mis
compañeros, viajaban por el mundo de los deseos al recibir la importante suma metálica pero
¿Qué tipo de cliente podía realizar tal petición? Aquello era sumamente extraño ¿y si realmente
Spin nos estaba poniendo a prueba? Aquel tipo de entregas no eran para nada habituales y más
con unas condiciones tan exactas. En algunas ocasiones, sí que era cierto que el cliente exigía
una serie de normas las cuales, en su gran mayoría, consistían en plazos de entrega. Pero aquella
entrega se salía de cualquier otra cosa jamás vivida. Estaba claro que lo mejor que podía hacer
era no pensar. Cuando las normas de circulación me llevaron a tener que circular por caminos
rupestres paralelos a la costa, me sentí más viajero que repartidor. Debía reconocer que algún
que otro bache camuflado, me hizo acordarme de alguna persona genérica no apta para
menores. Pero la sensación de libertad, era más que evidente, el suave viento abrazando mi
cuerpo bailando junto al aroma del mar.

La realidad exigía que siempre que me fuese posible, debía respetar las normas de circulación.
El simple hecho de no encontrarme en mi elemento natural que no era otro que la jungla de
asfalto más conocidas como ciudad, ya implicaba que respetase todas las normas posibles.
Aparte debía contar con las propias normas personales, aquellas que tanto mis compañeros
como yo mismo, teníamos a modo personal. Solo eran una serie de normas no escritas, que
todos teníamos y que eran de lo más variado pero que sin duda alguna, marcaban la diferencia
entre unos y otros. Por un lado estaban las normas de Carlos el cual siempre solía llevar alguna
prenda de color llamativo, aparte siempre llevaba baterías de reserva para su teléfono móvil.
Por su lado Joel era el chico mapas, no solo llevaba planos en su teléfono móvil sino que además
llevaba un pequeño callejero en formato libro más propio de los taxistas más veteranos que de
los repartidores. Por su parte Taurus no realizaba ningún reparto sin llevar barritas de cereales
energéticas, había que reconocer que se cuidaba por lo que no era de extrañar que incluso
tuviese siempre una caja con barritas energéticas en EcoPack. Quizás mis normas personales no
eran las más adecuadas pero ¿quedarme yo sin batería en el reproductor de mp3? Incluso
llevaba siempre dos encima, uno principal y uno de reserva a los cuales debía añadirle una
batería externa. Por otro lado existen algunos elementos que los cuatro repartidores de
EcoPack, llevamos común. La hidratación es importante por lo que Spin siempre nos entregaba
bidones de agua. Cuando ya había dejado atrás la silueta de Barcelona, no tardé en comprobar
cómo me había quedado sin agua por lo que estaba claro que debía conseguir llenar el bidón.
Para ello estaba claro debía salirme del camino de tierra por el que circulaba por lo que
comprobé como a varios kilómetros de mi posición, se encontraba lo que parecía ser un
pequeño pueblo. Estaba claro cuál debía ser mi objetivo así que comencé a circular en dirección
a aquel lugar. Debo reconocer que una agradable sensación de libertad llegó hasta mi cuando
comencé a escuchar el suave murmullo del mar. Tras varios minutos llegué a las calles del
pueblo, bueno…al conjunto de casas puesto que aquel no parecía ser un gran lugar, o al menos
en cuanto a tamaña, al fin y al cabo la grandeza de un lugar no la determinan sus calles. Mientras
circulaba por el interior de aquel lugar observé el aparente aroma a soledad que caminaba por
aquel lugar. Un sitio tranquilo sin duda alguna pero que solo iba a ser un acento mientras
buscaba alguna fuente. No tardé en dar con una al final de lo que parecía ser el paseo central
del pueblo. Quizás aquel lugar no fuese uno de esos lugares turísticos pero debía reconocer que
tenía un cierto encanto y algo que la gente de ciudad desconoce: paz y tranquilidad. Porque los
urbanitas, aquellos que vivimos en las grandes ciudades, podemos tener todo tipo de
comodidades, contar con todo tipo de comercios y un sinfín de actividades, podemos tener todo
aquello cuanto podamos imaginar. Pero existe algo que ninguna ciudad tiene: libertad y estrellas
en el cielo. Porque por más que diga que desde mi casa, puedo observar el manto de estrellas
en cada anochecer, lo cierto es que estaba claro que no tendría nada que ver con el espectáculo
de estrellas que debía apreciarse desde aquel lugar. Por otro lado estaba la pureza del aire,
debíamos añadirle el aroma a tranquilidad, en aquel lugar, o en cualquiera similar, la vida se
tomaba de una manera más relajada. Puede sonar un tanto poético pero esos lugares se vive sin
correr, no se corre para vivir algo que en toda gran ciudad, sucede con demasiada frecuencia.
Me hacía gracia reconocer que a pesar de la paz, de la tranquilidad, del increíble cielo estrellado
que debía apreciarse desde aquel lugar, de la pureza del aire, del agradable silencio, de todo ese
universo reconcentrado en lo que no dejaban de ser más que un par de simples calles,
necesitaba mi ciudad para vivir. En este aspecto debemos reconocer un curioso hecho. Las
personas que han nacido en una gran ciudad, en cuanto visitan uno de aquellos lugares, se
enamora rápidamente, y no lo olvida, y le escribe en su silencio. Porque cuando regresa a la
ciudad, simplemente lo echa de menos. También era cierto que aquel lugar contaba con un
curioso plus que la gente de grandes ciudades agradecemos, allí había mar.

Pero en aquellos momentos, y por más acentos poéticos que quisiera ponerle a mi propio
camino, mi viaje debía continuar, así que con las nostalgia anclada en cada uno de mis suspiros
y el botellín lleno de agua, que por otro lado era lo más importante, continué mi ruta. Tras una
interminable hora comencé a divisar el camino desierto por el cual se accedía a la urbanización
donde debía estar el lugar donde había que entregar los documentos. Se trataba de una de esas
carreteras de pocos vehículos, de esas que solo los residentes en la zona conocen. Cuando
observé alguna que otra cámara de vigilancia a los lados de la carretera, pude constatar que sin
duda alguna, aquel era un sitio de alto standing, uno de esos lugares a los que uno no va a no
ser que o bien tengas invitación o, como podía ser mi caso, por simples cuestiones laborales.
Finalmente tras varias curvas e interminables rectas rodeadas de espesa vegetación, pude
divisar una gran carreta recta en cuyo extremo final se encontraba lo que parecía ser una garita
de vigilancia. Desconocía si había llegado el primero aunque no tardé en comprobar que
posiblemente así hubiese sido.

-¡Llegaré, no sé como pero llegaré!-Dijo Joel mientras aparecía con la lengua fuera y con claro
gesto de cansancio.

No tardé en escuchar como alguien decidía responderle por mí.

-¡Tranquilo que cuando llegues yo ya tendré el cheque en mi bolsillo!-Respondió Taurus pasando


a toda velocidad al lado de Joel -¡Barbas esto es entre tú y yo!-.

Comencé a acelerar todo lo rápido que mis fuerzas me lo permitían. Cuando Taurus se puso a
mi altura ambos comenzamos a competir mientras Joel trataba de alcanzarnos con más sueños
que ganas. Finalmente y en lo que no dejaba de ser más que un simple reparto, aderezado con
un gran cheque, Taurus y yo íbamos a zanjar simpáticas cuentas pendientes. Pero al ver en el
rostro de Taurus como la palabra felicidad podía escribirse en cada uno de sus gestos, comprendí
que aquello más valioso, aquello cuanto realmente nos hace felices, aquello que escribirnos con
cada una de las letras de la palabra felicidad, todo aquello…no tiene precio alguno. Ante la
sorpresa de Taurus y sin previo aviso, decidí frenar en seco justo a escasos metros de nuestro
objetivo.

-No compito contra mis amigos- Comenté en tono amable.

Taurus suspiró mientras frenaba lentamente.

-Nunca cambiarás ¿verdad?-Dijo Taurus.

-En este tipo de cosas espero no hacerlo así que…cobra ese cheque anda-.

Taurus sonrió.

-Justo aquí al lado hay un par de chiringuitos en primera línea de mar…-Comentó Taurus.

De repente, en el extremo opuesto al que nos encontrábamos, Carlos hizo acto de presencia
mientras Taurus y yo nos bajamos de las bicicletas para animar a Joel el cual lo estaba dando
todo. Aquella era una entrega que se escapaba a sus capacidades pero desde luego, no
podíamos quitarle el mérito de intentarlo con todas sus fuerzas. Por su lado la veteranía de
Carlos era más que evidente al colocarse muy pronto a la altura de Joel. Cuando ambos se
encobraban a escasos metros de la garita de entrada, un guarda de seguridad salió del interior
de esta. De repente Taurus decidió pasar a la acción.

-Nosotros nos vamos a la playa, hay un par de chiringuitos en primera línea de mar-.

Carlos frenó en seco extrañado aunque cuando nos vio sonreír, comprendió rápidamente el
porqué de todo aquello.

-Todos somos uno ¿verdad?-Dijo Carlos entre suspiros –Pero contad conmigo-.

De repente alguien gritó.

-¡El cheque es mío!-Exclamó Joel mientras el guarda de seguridad le dejaba pasar.

Ante su sorpresa tanto Carlos como Taurus y yo, nos encontrábamos con los brazos cruzados
encima de nuestras bicicletas.

-Nosotros nos vamos a la playa así que…disfruta del cheque-.

Aquella vez quien suspiró fue Joel, el cual no tardó en comprender el peque de nuestra acción.
Cuando llegamos al lugar que nos había comentado Taurus, comprendimos el verdadero valor
de la amistad y de la libertad. Quizás habíamos desestimado una importante suma de dinero
pero el valor de aquel momento, no podía comprarse con cheque alguno. Playa, ambiente
tranquilo y nosotros allí, disfrutando de la libertad junto al mar.
19-CADENAS EN EL AIRE
Cuando Joel llegó a EcoPack no pudo evitar mostrar el cheque que había conseguido gracias a la
entrega del día anterior. Al parecer su ego aumentó del mismo modo que había aumentado su
autoconfianza, de ser el repartidor más inexperto había pasado a derrotar tanto a Carlos como
a Taurus y a mí. Y aquello ya eran palabras mayores ¿derrotar a la bestia musculada de Taurus?
¿Ganar en sus terrenos al salvaje de la barba? Si aquello era un sueño Joel había demostrado
que, y como suceden en los cuentos más hermosos, los sueños pueden cumplirse. También es
cierto que en ese cuento se omite el hecho de que el resto de los competidores se fuesen a una
playa a disfrutar de una velada frente al mar. Que vale, que quizás la idea de desaprovechar tal
suma de dinero, sería algo que nos podría haber hecho recapacitar pero en ese aspecto tanto
Carlos como Taurus y yo, coincidíamos: somos amigos no competidores, y la más clara muestra
de ello había sido nuestro distendido día frente al mar. Según me contó vía móvil, en uno de
esos mensajes rápidos que hoy en día se mandan, incluso a Spin le sorprendió que Joel ganase.
Todos sabían que en aquella curiosa competición, algo había sucedido, por muy bien que lo
hubiese hecho Joel, por muy bien planificada que hubiese estado su ruta y por muy buen
momento de forma que tuviese, derrotar a Taurus, era toda una hazaña que teóricamente, se
encontraba lejos de su alcance. Quizás la posibilidad de derrotar a Carlos era más tangible, al fin
y al cabo los métodos de trabajo de ambos, eran similares y estaba caracterizado por la
prudencia y por la sensatez. Estaba claro que Spin olía que había sucedido algo más que una
simple competición pero lo importante era el resultado. Pero si digo que todo eso lo sé por lo
que me han contado, no es por otro motivo que el de que tenía que trabajar para la gente de
Dim Barcelona así que cualquier gesto facial por parte de mis compañeros de EcoPack, quedaba
relegado a un plano totalmente imaginarios y silenciado, o al menos para mí.

Debía reconocer que mientras esperaba a alguna entrega en las oficinas de Dim Barcelona, el
recuerdo de lo sucedido el día anterior, se revivía con toda su intensidad. Por suerte para mí,
aquel día tuve un aliciente para terminar lo más rápidamente posible, mi jornada laboral. Una
llamada, un “hoy salgo antes de trabajar ¿te apetece quedar?” por parte de Ángel y una
respuesta rápida a la par que afirmativa. Soy consciente de que diciendo estas palabras en voz
alta, la gran mayoría de personas, pueden volver a realizar aquella suma social que tanto me
hace gruñir. Pero no olvidemos que si Ángel camina por la playa, yo lo hago lejos del mar.
Curiosamente entre Ángel y yo, sucedía algo que yo conocía como “el efecto Barcelona” que en
su defecto puede ser renombrado como “el efecto nombre de la ciudad que se desee” pero
siempre cumpliendo una norma muy concreta: dicha ciudad tiene que estar situada entre el mar
y la montaña, de ahí el nombre del efecto. Esto quiere decir que muy separados que estén los
camino de dos personas, estos siempre deben transcurrir de manera paralela creciendo de esta
forma una senda conjunta realmente especial. Dejando eso de lado el plan era fácil, o al menos
en teoría, Ángel vendría a casa, llevaría algo de comida mexicana cocinada por ella misma,
estaríamos tranquilamente hablando de infinidad de temas mientras disfrutábamos de la paz y
la tranquilidad que el cielo estrellado de Barcelona, pudiese ofrecernos. Algo que a ambos nos
gustaba, al fin y al cabo ninguno de los dos éramos amantes de las fiestas más alocadas, que al
fin y al cabo, y al menos por mi parte, ya las viví y bueno…uno es joven, alocado y acaba haciendo
auténticas salvajadas no aptas para menores ni para personas coherentes, si, eran otros tiempos
así que ahí se quedan. Lamentablemente aquel día el cielo no quiso ponerse de nuestro lado, o
al menos eso pensaba él, quizás el cielo tenga sus propias pautas, sus propias normas y no deja
que el ser humano, interfiera en su camino. Pero por muchas normas no escritas que este
tuviese, debía asumir que el ser humano es capaz de amoldarse a las condiciones que el clima
interponga, y en eso la libertad creativa del ser humano es la mejor libertad que este pueda
tener. Quizás Ángel y yo, no contemplaríamos el cielo estrellado pero si apreciaríamos la magia
de la lluvia al caer sobre la ciudad. Que de acuerdo, que eso era muy bonito dicho desde la
comodidad de un hogar pero cuando alguien disfruta con los días lluviosos, y no me refiero a
esos poetas nostálgicos de escritura a mano y luna en todo lo alto, realmente los disfrutas sin
importar el lugar donde se encuentre. Por otro lado había que reconocer que tanto Ángel como
yo, éramos amantes de aquellos cielos cubiertos. Al fin y al cabo ellos ya estaban ahí mucho
antes que el ser humano, en su forma más avanzada lo cual nos podría hacer plantearnos ciertas
teorías evolutivas, pusiese los pies en la tierra. Debería ser estupendo que la lluvia pudiese
hablar, escucharíamos cientos de historias. Pero como eso no era posible, o al menos de
momento, Ángel y yo podíamos disfrutar en calma, de un cielo similar al mar. Debo reconocer
que me encanta estar con Ángel, es algo que mi silencio me dice, me cuenta pero también me
recuerda: caminos separados. Mientras calentaba la cena en el microondas, Ángel se fijó en la
caja que contenía las plumas y cuya procedencia y origen, desconocía completamente.

-Sigues sin saber quién te la dejó ¿verdad?-Preguntó.

-Tampoco es algo me haya puesto a investigar. Quizás la falta de tiempo, quizás la simple dejadez
por mi parte…-.

-Entonces ¿no te gustaría saber quién te las ha dejado? O al menos de que animal procede, si es
que son de origen animal claro-.

Sonreí.

-Quizás te suene extraño pero por más que quiera, no voy a obtener respuestas. Aunque
también es cierto que el trabajo me impide ir más allá de lo que no deja de ser un silencio…-.

-Pero ¿Tienes alguna idea de quién puede haber sido?-.

-Podrías haber sido tú lo cual, y como sería lógico, no me dirías –Pensé –Tengo muchas teorías
y muy pocas certezas-.

-Entonces ¿algún nombre en concreto?-.

En aquellos momentos, el timbre del microondas nos indicó que era momento de cenar. Debo
reconocer que me hizo gracia cuando Ángel me pidió permiso para llevar una de aquellas plumas
a la mesa, fue entonces cuando comprendí que debía contarle parte de mi silencio y, porque no
decirlo, abrir ciertos nombres. Quizás mi historia, por decirlo de alguna manera, con el acento
de Aysel, pues juntar dos nombres con una sola letra entre medio creo que es algo excesivo, no
fuese una de esas historia de las que los poetas más reputados realizan poemas de cientos de
besos para los que los leen, pero era mi historia. Todo el mundo, crea su propio universo, cuando
escucha una historia y estaba claro que el de Ángel, escribía cada una de mis letras, cada una de
mis palabras, cerca, muy cerca del mar.

-Quizás te suene a algo absurdo pero el simple hecho de que por cuidarle, o al menos intentarlo
desde la cierta distancia, por esa costumbre mía de proteger a los demás, por ello y por ese
toque de heavy metal que parece moverse alrededor de mi vida, más motivado por gustos y
preferencias musicales, por eso, según Aysel, era su chico de alas negras-Comenté mientras
Ángel viajaba a través de mis palabras.

-Pero por tus palabras ¿todavía le quieres?-.


Mi respuesta no pudo ser más rápida.

-En absoluto-Diré inmediatamente.

Quizás pueda parecer algo irrelevante, algo que con el paso de la ligera brisa del silencio, acaba
abocado al anonimato más absoluto. Pero cuando alguien nos formula una pregunta y la
respondemos de manera rápida, esto no quiere decir otra cosa que estamos firmes en la certeza
de nuestras palabras que, al fin y al cabo, no es más que una respuesta totalmente personal a la
pregunta formulada. Dentro de la cierta lógica que compete en una historia sin cuerpos ni
abrazos físicos, podía apreciar a Aysel pero nunca añorar su mar.

-Pero ¿y si realmente es ella quien está detrás de estas plumas?-Preguntó Ángel –Quizás te está
queriendo decir algo-.

Sonreí.

-Si realmente fuese ella habría sido lógico que, en caso de haberme querido decir algo,
directamente hubiese dejado una nota o algo, no sé, algo- Respondí mientras daba un trago a
un refresco.

-Posiblemente, es algo que incluso yo misma podría decir pero si según tú, para ella eras su chico
de alas negras ¿Qué ser de alas negras podría identificarse con ellos? Y no me digas el avestruz
que te conozco-.

Querer es caminar por un sendero a pesar de saber que seguramente no sea el correcto. Puedo
respetar toda creencia, pues al fin y al cabo estás deben ser totalmente libres, pero ¿ángeles?
Bueno, creo, pues era un tema que no conocía más que por lo que intuía que no eran más que
ideas y conceptos básicos. Quizás estaba saltando un camino por el cual debía caminar. Estaba
claro que, quisiese o no, Ángel tenía toda la razón del mundo. La respuesta más clara y tangible
era que Aysel estuviese detrás de aquellas plumas. Todo el mundo suele relacionar esos seres
con buenas acciones, con aquellas que por otro lado, deberían formar parte de nuestra vida
cuotidiana. El mundo avanza y el ser humano se empeña en seguir anclado a unas costumbres y
acciones, un tanto cavernarias. Pero la vida te enseña en que si bien, su camino es complejo,
vale la pena realizar buenas acciones, tomarlas por costumbre aunque eso sea algo que se va
aprendiendo a base de conocer cada una de las rocas que te vas encontrando en el camino y las
cuales debes sortear a base de ir conociéndolas. Pero por más que quisiese Ángel, la historia de
Aysel, finalizaba cerca, muy cerca del mar. Porque por más que nos empeñásemos en ponerle
el acento más bello del mundo, la historia de Aysel y mía, no deja de ser más que un simple
camino de dos personas que se conocen mediante palabras mientras ambos navegan por la red,
gracias a ello entablan una bella amistad en la cual ella acaba llamando cariñosamente “ángel
de alas negras” a él, o a mi como es el caso. Pero esta amistad se queda ahí, en la red, en las
palabras. Como es de esperar la vida sigue su rumbo y ambas personas no dejan de ser más que
silencio. Quizás podíamos añadir ese acento poético que tanto gusta a los enamorados de la
luna más álgida, y es que a pesar de no ser muy amante de la playa, la historia, nuestra historia,
comienza justo con una fotografía de ella en una playa. Comentarios de hombres cargados de
testosterona y de repente aparece una cabra recién salida del monte y suelta una de las suyas,
ahí, di que sí Red…y la amistad que escribe sus letras más eternas, aquellas que a pesar de los
años, de los senderos del silencio, sigue provocando que dibujes una sonrisa en cada uno de sus
bocetos.

-Entonces ¿no te gustaría volver a encontrarle?-Preguntó Ángel.


Quizás suene extraño, pero mi respuesta, volvía a ser tan firme como sólida.

-Nuestros caminos se separaron y si no se han vuelto a cruzar debe ser por algo ¿no crees?-
Pregunté con tono firme.

-Pero ¿y la pluma?-.

-Ambos podríamos escribir cientos de hipótesis pero ninguna podría ser afirmada con total
certeza-.

-Eso quiere decir….-.

-Recuerda que vivo el momento ¿para qué preocuparse por algo que no ha sucedido?-.

-Perdona que te corrija pero no es una preocupación, es una duda acerca de un objeto que ha
aparecido delante de la puerta de tu casa y cuya única respuesta sensata la relaciona con una
persona de tu pasado-Respondió Ángel después de sacarme la lengua en tono simpático.

-Quizás te extrañe mi posición, quizás no esté haciendo lo correcto, es algo que incluso yo mismo
desconozco si estoy haciendo bien. Pero quizás la pluma quiera decir tiempo ¿no crees? Alguien
deja una caja frente a la puerta de tu casa pero su anonimato es total…-.

-Chico de alas negras…-Dijo Ángel.

-Nuestros caminos se separaron-.

Decidí acabar aquella conversación sacándole la lengua a Ángel. Enseguida comprendió mi gesto
y ambos comenzamos a caminar por el sendero de las palabras hacia la lluvia, alejándonos de
un camino el cual yo hacía tiempo, había decidido silenciar. Debía reconocer que quisiera o no,
el simple recuerdo de Aysel, estaba presente en muchos de mis gestos. Pero aquello formaba
parte del ayer, tocaba vivir el ahora, el ya más inmediato, disfrutar de la presencia de Ángel, de
la noche y sobre todo, del silencio sobre el mar. También era cierto que mi presente no es que
es que fuese una fiesta y una aventura constante y de esas que acaban siendo la base central de
toda novela de aventuras…ni siquiera se acercaba pero bueno ¿podría quejarme? No serviría de
nada aunque igualmente era feliz en mi presente.

Supongo que la sociedad podría afirmar de manera clara y directa la suma social no reconocida
por ambas partes, surgida entre Ángel y yo, más y cuando ambos estuvimos juntos hasta el
domingo por la tarde momento el cual, y motivado por motivos meramente laborales, Ángel
tuvo que regresar a su casa. Ambos debíamos reconocer que estábamos bien juntos, siempre
con esa barrera en mitad del camino, pero del mismo modo debíamos reconocer que como en
casa propia no se descansar en ninguna parte. Podríamos decir que el dicho social de “hogar
dulce hogar” sería más lógico que fuese algo como “Hogar, cómodo hogar” o “hogar relajante
hogar” pero como eso no era posible, y para no acabar desvariando aún más y que acaben
saliendo osos pandas cabalgando sobre unicornios, debíamos dejar dicha frase con el simple:
como en casa no se está en ningún lado. Que de acuerdo, que la libertad en mi casa era total,
que incluso Ángel reconocía que mi casa se estaba convirtiendo en una casa alternativa para
ella. Pero tal y como es de esperar, toda casa demuestra la personalidad de cada persona y lo
siento Ángel, nuestras personalidades, y siendo consciente de lo bien que nos llevamos, son
sumamente parecidas. Existen elementos que en el fondo agradezco que Ángel no tuviese, las
cosas como son. Todo hombre y aunque sea en elementos o acciones muy puntuales, demuestra
su lado primitivo sea de la forma que sea, tampoco es cuestión de pensar sumamente mal,
educación y modales ante todo…en algunas ocasiones claro, soy une persona muy tranquila y
relajada pero como esté con hambre y me pongan una bolsa de aperitivos salados tamaño
familiar para mí solo, apartaros todo que la delicadeza y la sensibilidad van a quedar relegados
a un silencio, por el contrario me voy a acercar más a ciertos animales que a todo el mundo les
suena, no hace falta poner nombres para sutil, muy sutil. Así que con Ángel de regreso a su casa,
mi labor de amo de casa comenzaba, por suerte no había mucho que limpiar. Aunque sí que
había que reconocer algo, si Ángel había marchado, seguramente de manera temporal pues a
ambos nos encanta estar juntos y a modo personal, no me importa que pase lunas en mi casa,
también debía hacerlo algo con ella aunque eso, espero que fuese algo que no regresase. La
historia de Aysel debía ser parte de ese camino que no debía volver a caminar. Debíamos ser
silencio, ser la calma cerca del mar. Curiosamente había un hecho en mi presente que cuanto
menos, me resultaba curioso. Desconocía cuanto cobraría Spin por cederme a Dim Barcelona
pero, y esto fueron palabras dichas por ambas partes, mi trabajo en Dim Barcelona, sería algo
sumamente puntual. Quizás lo ideal era directamente no pensar y limitarme a obedecer y
cumplir con mis quehaceres laborales que para eso me pagaban pero era inevitable no echar de
menos ciertos aspectos laborales de EcoPack los cuales no se daban en Dim Barcelona. Que vale,
que de acuerdo, que ambas empresas son totalmente distintas, también era cierto que la base
productiva, o dicho con otras palabras, aquello a lo que se dedicaban ambas empresas, era
totalmente distinto. Curiosamente existían varios factores laborales que me gustaban de Dim
Barcelona, no negaré que las comodidades son mayores, incluso disponía de mi propia mesa de
oficina la cual me servía para dejar alguna revista o prensa, de acuerdo, para hacer bonito de
vez en cuando aparecía algún rotulador de esos de colores vivos o bolígrafos y lapiceros varios.
Sucede algo curioso en lugares donde se reúne un elevado número de personas, la sensación de
soledad es evidente, podemos emitir voz pero podemos no emitir sonidos, aquello, lejos de ser
una paradoja digna de los poetas más refinados, no dejaba de ser más que una ramificación
técnica a la frase social “solos en medio de una multitud” de la que todo el mundo, ha formado
parte alguna vez. Porque, y esto es algo que todos, y todas, debemos asumir, al igual que
sentimos la soledad, también la creamos, al fin y al cabo, tú también eres yo. Cuando llovía sobre
mi ciudad, y debido a órdenes de mí responsable que teóricamente, debía ser Pilar, no realizaba
reparto alguno, lejos de parecer algo agradable y que me permitía no hacer nada ese día, era
inevitable no pensar en la gente de EcoPack pues allí, en esos días de edificios nostálgicos y calles
de pasos rápidos, se trabajaba. Debería, y por eso hago uso de la palabra, comentar que los días
de lluvia más intensa, es el mismo Spin el que nos recomienda no salir a realizar entregas lo cual,
y como es esperar, lo tomamos como día libre. Quizás alguien se esté preguntando cual es la
actual relación con Nae, al fin y al cabo muchos días es ella misma que me pide, siempre con sus
dos palabras, no vayamos a perder la costumbre, que realice algunas entregas. Resulta curioso
observar el silencio de aquellos que nos viven en aquellos momentos laborales de entrega.
Afortunadamente las palabras mayores, aquellas que, y aunque fuese de manera elegante pero
sutil, pronunciamos a viva voz delante del resto de trabajadores de Dim Barcelona, han dado
paso a palabras, simple y meramente palabras laborales. Siempre contando con la dinámica de
dos palabras por parte de Nae y mis respuestas firmes y contundentes, de esas que hacen saber
a la otra persona, que única y exclusivamente la relación a ser laboral. Resulta curioso reconocer
que, y por lo que cuentan los caminos del resto de trabajadores, que tuvo el valor, o la osadía,
de decirle las cosas claras y directa a Nae, también era cierto que si el silencio llega a producir
sonido incluso los académicos más reputados de la lengua española, se habrían tapado los oídos,
para no escuchar la cantidad de salvajadas que ambos habríamos dicho. Curiosamente había
algo que incluso extrañaba a Nae, siempre le trataba con una sonrisa, y no es que sea cinismo,
simplemente es comprender el silencio por parte de una persona, y desde luego, el silencio que
había producido Nae, me había dicho mucho más de lo que nadie podía llegar a imaginarse, al
fin y al cabo, todo el mundo tiene su propio silencio. Dejando de lado temas laborales, lo cierto
es que en la vida sucede algo curioso: cuanto más quieres alejarte de algo, más te vas a acercar
a ello, es como si la vida tuviese cuerpo propio y tu dejas algo en tu camino para no volver a ello,
en esos momentos, la vida con su sutil canto, te recuerda que has dejado algo en suelo, que por
que lo has dejado no es asunto suyo. Curiosamente la vida, en sui más amplio concepto, me iba
a mostrar su doble silencio, ese que hace que siempre puedas tomar uno u otro camino en
ciertas decisiones. Estaba claro que el factor sorpresa, ese que solo la vida tiene, iba a ser uno
de su silencio, el otro, y el que me iba a hacer suspirar, no era otro que el tener que caminar de
nuevo junto al eterno y nostálgico mar.
20-UN LUGAR DONDE PODER SER LIBRE
Supongo que Pilar, debe ser una persona sumamente ocupada, ni que decir tiene que algunos
días lo máximo que me pareció apreciar de ella fue una rápida y fugaz sombra pasando cerca de
mí. Debo reconocer que esa mujer, a pesar de su inagotable energía, siempre se ha mostrado
correcta conmigo, incluso puedo asegurar que le tengo algo de aprecio y cariño. También es
cierto que su carácter alegre y jovial, ayudan bastante a la hora de acercarse a ella. Curiosamente
cuando tiene que tratar asuntos serios, que en su mayor parte por no decir en el noventa y
nueve por ciento de los cosas, son asuntos relacionados con el trabajo, Pilar es toda una
profesional. Podríamos decir que si el carácter de Nae es duro y complicado, Pilar seria, llega a
imponer mucho más. También es cierto que salvo por temas laborales, mi relación con ella es
escasa, ambos conocemos detalles puntuales de la vida personal del otro pero hasta ahí.
Lógicamente el cariño, y siendo consciente de su trato hacía mi desde el primer instante en que
el que llegué a Dim Barcelona, creo que es mutuo. Seguramente ese verbo ahí, justo ahí, puede
llegar a extrañar pero es que si en ocasiones añoro mis compañeros de EcoPack tanto por sus
palabras como por sus acciones, hay una de ellas, un gesto muy concreto y exacto, que hacen
que Pilar no me haga añorar ciertas acciones, y es que de pasar a ser conocido como “el
melenas” en EcoPack a “el barbas” en cualquier lugar, Pilar tiene mucho que susurrar, y si digo
susurrar es porque incluso en el timbre de voz, Pilar demuestra porque tiene tanta energía.
Existen sonidos que nos ayudan a reconocer ciertas acciones en el mundo: el gallo anunciando
que la noche se va a dormir, el pitido del microondas cuando ya está lista la comida y el sonido
que emite Pilar cuando me ve, podríamos decir que “el barbas” se escucha desde cualquier
rincón, incluso desde el mar. Podríamos decir a ciencia cierta que Pilar, es una de esas personas
con las que da gusto tratar.

-Veamos barbas….-Dijo Pilar mientras revisaba unos papeles –Quizás te extrañe la pregunta
pero… ¿Cuándo te afeitarás? No, tranquilo, no es eso, pero que sepas que me encanta verte
cuando te comento cualquier cosa sobre maquinillas y pelos…lástima que esté casada así
que…tampoco haría nada, demasiado joven para mí, lo nuestro no puede funcionar…creo, así
que lo se…es difícil pero solo puedo ser una musa para ti…a lo que iba ¿tú a que empresa quieres
más, a EcoPack o Dim Barcelona?-.

Debía reconocer que ya con la primera pregunta no oficial, podía haber mordido a aquella mujer
de no ser porque la conocía…y a pesar de eso me había faltado poco para saltarle al cuello.
Quizás, solo quizás, debía limitarme a responder a una pregunta un tanto paradójica.
Afortunadamente tenía bien firmes mis prioridades.

-Esto…sería absurdo quejarme de esta empresa pero mi corazón pertenece a EcoPack. Quizás
no era la respuesta que esperabas pero mis pasos están en aquella empresa. Eso no quiere que
no tenga aprecio a Dim Barcelona, solo que el camino recorrido en ambas empresas, a pesar de
tener similitudes, tiene diferentes paisajes-.

-Ahora dímelo sin tanta poesía, te ha quedado muy bien pero….-.

-Me quedo con EcoPack-.

Cuando Pilar comenzó a reír, algo me hizo comprender que algo tramaba aquella pequeña
máquina de energía inagotable.

-Lamentablemente solo sois ocho trabajadores contra…más de cien ¡lo tenemos ganado!-
Exclamó Pilar.
Lentamente Pilar fue abriendo uno de los cajones de su mesa. Como si de un pequeño tesoro se
tratase, Pilar extrajo de su interior un pequeño sobre el cual me entregó. Quizás Pilar podía
parecer una persona alocada pero estaba claro que cada una de sus palabras, habían sido
medidas y súper exactas.

-Pero… ¿competición de hermandad entre EcoPack y Dim Barcelona?-.

-Debemos reconocer que estamos encantados con los servicios de vuestra empresa. Como
comprenderás, en toda empresa hay ciertos mandatarios que se encuentran por encima de los
trabajadores, ya sabes cómo van esas cosas, uno manda diez obedecen. Debemos reconocer
que gracias a EcoPack, hemos podido realizar muchos trámites con una rapidez la cual nos ha
hecho obtener beneficios, en algunas ocasiones un simple documento en el momento exacto,
puede suponer un gran beneficio-.

-Pero… ¿el motivo de la competición es?-.

-Podríamos decir que es una especie de agradecimiento por parte de Dim Barcelona a EcoPack
aunque la empresa para la que trabajas, tiene algo que bueno…tenéis gente atlética cosa la cual
bueno…alguno habrá que haga deporte. Curiosamente las altas esferas quieren hacer una
especie de competición entre trabajadores de EcoPack y Dim Barcelona a modo de amistad,
típica competición de pruebas variadas y la cual dará paso a una comida distendida en un
restaurante en el puerto olímpico de la ciudad, ya sabes, el típico sitio que tiene aroma a mar y
que tanto gusta-.

Podíamos agradece aquel gesto, debía reconocer que en todo aquello me habría gustado
apartarme, echarme a un lado y limitarme a ser parte del silencio. Lamentablemente algo me
decía que por más que quisiera, aquello no era posible, tanto por un lado como por otro, me
encontraba en medio. Debía reconocer que la idea era buena, al menos se salía de la dinámica
laboral de ambas empresa. Quizás el punto a debatir era comer en un lugar frente al mar.
Curiosamente aquella invitación me iba a permitir tanto a mí como a cualquiera de mis
compañeros de ambas empresas, disfrutar de una jornada distendida y la cual se alejaba de
cualquier otra cosa realizada de manera habitual. También era cierto que aquella curiosa
competición me iba a empujar de manera sutil, a ser un ser más sociable. Suspiro, sonrío y me
resigno ante la evidencia de las acciones.

Finalmente, y tras varios días de trabajo por parte de ambas empresas, la jornada lúdico-festiva
llegó. Debíamos ser sinceros y reconocer le evidencia en aquellos momentos en los que yo, debía
competir al lado de mis queridos compañeros de EcoPack, que los trabajadores de Dim
Barcelona, no presentaban algunos muy atléticos. Curiosamente había algunos trabajadores que
bueno, parecían estar en forma, pero lo siento compañeros de la empresa que me había
contratado de manera temporalmente indefinida y sin palabras de hacerme regresar a EcoPack,
contra nosotros no tenéis nada que hacer. Finalmente los trabajadores de ambas empresas
comenzamos a acudir a una pista de atletismo que habían alquilado para tal evento, era un lugar
bien cuidado y abierto al aire libre, quizás, la única pega que debía poner, y siempre con un
acento totalmente personal, era que aquel lugar se encontrase cerca del mar, también era cierto
que no podía estar constantemente rechazando algo que por naturaleza, tenía la ciudad donde
vivía. Lentamente aquel lugar fue llenándose de trabajadores de Dim Barcelona, los trabajadores
de EcoPack habíamos sido puntuales…dejando de lado que éramos bastante menos, las cosas
como son. Afortunadamente la educación y el buen ambiente entre ambas empresas era
evidente, incluso nos permitíamos realizar simpáticas bromas y comentarios deportivos acerca
de nuestra puntual rivalidad, al fin y al cabo aquella jornada se había realizado para fortalecer
lazos laborales y hacer que los trabajadores de ambas empresas, hiciéramos algo más de
deporte, o al menos eso decía Pilar omitiendo con su silencio una realidad bastante palpable: el
trabajo de los trabajadores de EcoPack era mayoritariamente físico…o deportivo como puede
ser el caso. Finalmente a través de unos megáfonos, se nos pidió de manera general y poco de
organización: los trabajadores de EcoPack a un lado de las gradas y al otro, los trabajadores de
Dim Barcelona. Rápidamente mis compañeros subieron a lo alto de las gradas, en las últimas
filas desde las cuales, y asomándose por un pequeño muro, podía apreciarse en la corta distancia
el mar.

-Vaya, parece que será una competición dura...nos triplican el número-Comentó Elena.

Inmediatamente Phil, como si se tratase de un aguerrido combatiente, se colocó frente a


nosotros.

-¡Compañeros, sé que será difícil, que nos superan en número, que seguro que han estado
preparándose con preparadores físicos! ¡Estoy convencido de que su única meta será
derrotarnos, de demostrarle al mundo entero que nosotros, los valerosos guerreros de EcoPack,
no somos dignos rivales para ellos! ¡Compañeros, demostrémosles quienes somos nosotros,
demostrémosle de que pasta estamos hechos los guerreros de EcoPack, au, au, au!-.

Debíamos reconocer que no había tierra suficiente para imitar ciertos animales con plumas pero
que no vuelan…que por otro lado hay que reconocer que de ese tipo hay muchos pero a todo el
mundo le sale el mismo nombre. Desconocíamos como debía sentirse Spin en aquellos
momentos, más y cuando las únicas personas que aplaudieron fueron un par de trabajadores
de Dim Barcelona los cuales habían quedado asombrados por aquellas palabras. Comprendimos
que había que aplaudir a Spin, al fin y al cabo era nuestro jefe, aunque de repente, antes de que
nuestras manos pudiesen dar el primer aplauso, una persona cargada de cafeína y con un
micrófono cerca de la boca, se dirigió a los trabajadores de Dim Barcelona.

-¡Valientes y aguerridos, y aguerridas por supuesto…aunque estos formalismo ya a estas


alturas…si es que esto ya no es lo que era…a lo que iba, somos Dim Barcelona, somos esa clase
de guerreros y temibles guerreras capaces de merendarnos a esos de EcoPack! ¡Tenemos la
fuerza, el conocimiento, el valor! ¡Nuestras armas son las grapadoras, los rotuladores de colores,
los posits! ¿Qué tienen ellos? ¿bicicletas? ¿y que van a hacer, grapar el diario deportivo con los
pedales? ¡Demostrémosle quienes somos los que mueven Dim Barcelona! ¡Au, au, Au!-.

Debimos reconocer que escuchar a más de un centenar de personas gritando al unísono aquellas
dos letras, imponía. Curiosamente desde mi forma de entender las cosas, tanto Spin como Pilar,
la cual había comenzado a bailar para animar a sus trabajadores, habían omitido el hecho de
que aquella, era una competición pacifica, que al fin y al cabo era lo realmente importante.
Curiosamente aquella forma de animar por parte de Pilar y Spin, daban un aire divertido a todo
aquello, al fin y al cabo tan solo debimos competir deportivamente en varias pruebas variadas y
posteriormente acudir a un restaurante cercano a comer todos juntos como si fuésemos una
sola empresa, aunque teniendo en cuenta las palabras de ambos responsables, aquello parecía
algo divertido, pues a pesar del buen ambiente entre los trabajadores de ambas empresas, no
dejábamos de ser más que desconocidos. Curiosamente tan solo dos personas tenían vínculos
con los trabajadores de ambas empresas. Debía reconocer que sentía cariño por ambas
empresas aunque, y conociendo a la otra persona tal y como la conozco, creo que Taurus, el cual
recordemos que también trabajó para Dim Barcelona, este le tenía más cariño a EcoPack.
Curiosamente me evadí de aquel clímax, tan solo tenía el aroma a mar. Viajaba en mi silencio
hacia un trayecto de mi vida, donde era feliz. Afortunadamente unas voces a través de unos
megáfonos nos indicaron que la competición comenzaba, y si alguien, en especial los allí
presentes, esperábamos competiciones atléticas o similares, la realidad nos iba a demostrar que
estábamos equivocados aunque siempre con comillas claro, Porque dentro de competición
puramente física, aquella donde en teoría los trabajadores teníamos que tener cierta ventaja lo
cual se demostró rápidamente que no era así al finalizar segundos en una prueba de salto de
longitud, también era cierto que el elegido por parte de Dim Barcelona, tenía unas piernas que
de una zancada, ya llegaba mucho más lejos que cualquiera de nosotros. Afortunadamente en
otras pruebas, algunas de ellas realmente divertidas como en una donde había que coger
manzanas con la boca las cuales estaban en el interior de un recipiente lleno de agua y en las
que Elena enamoró al ochenta por ciento de hombres allí presentes, obtuvimos mejores
resultados. Curiosamente la variedad de pruebas provocaba que el marcador final oscilase de
manera constante. Debíamos reconocer que si alguien estaba ganando aquella competición, esa
debía ser la felicidad, y aquello era lo realmente importante.

Finalmente la prueba final llegó, en teoría no era más que la típica carrera entre tres
trabajadores de cada empresa. Teóricamente debía ser algo fácil, más y cuando Spin nos eligió
tanto a Taurus como a mí para correr junto a él, ahí estábamos, las bestias de EcoPack listas para
pasar a la acción.

-Pero…-Susurró Taurus al ver a una de las competidoras por parte de Dim Barcelona.

Teóricamente es una palabra que usamos cuando creemos algo que luego resultar demostrarte
como todo lo contrario a la idea inicial. Aquello significa que cuando Nae apareció vestida con
unas mayas y una camiseta de color negro, la sorpresa no pudo ser mayor. Debíamos reconocer
que el cuerpo de Nae era de esos que toda mujer envidia, de esos trabajados a base de gimnasio
y largas horas de deporte, incluso muchos hombres habrían deseado tener aquel cuerpo.
Afortunadamente la conocía por lo que era consciente de que debajo de aquel cuerpo, es
escondía una mujer distante y la cual apenas pronunciaba palabra alguna. Curiosamente quien
me parecía una rival a tener en cuenta, no era otra que Pilar. Aquella mujer era pura energía por
lo que tan solo esperaba que hubiese bajado su dosis de café diario, de lo contrario estaba
convencido de que si llegan a quitar parte de los muros de las instalaciones de aquel lugar, Pilar
habría atravesado todo el estadio y habría corrido por encima del mar. Lentamente, y como si
fuésemos deportistas serios, cada uno de los participantes comenzamos a realizar todo tipo de
estiramientos aunque no tuviésemos ni idea de que hacíamos realmente. Debíamos reconocer
que los trabajadores de EcoPack, teníamos ciertas nociones acerca de ejercicios preparatorios,
al fin y al cabo aquel tipo de ejercicio era algo habitual para los repartidores de EcoPack.
Finalmente nos dirigimos hacia la línea de salida, donde un árbitro, que no dejaba de ser más
que un trabajador de Dim Barcelona al cual le habían dado un pequeño banderín de color blanco,
algo que por otra parte me parecía totalmente absurdo, tomaba posición al lado de la salida.

-Venga chicos…y señoritas-Dijo el árbitro –Preparados detrás de vuestra línea de salida-.

Cuando noté una presencia a mí izquierda, supe que alguien, desconozco quien, había decidido
que Nae y yo corriésemos en carriles paralelos, la cual cosa nos hacía comprender algo: o la
persona que nos había colocado en aquel orden lo había hecho a propósito o desconocía el poco
cariño que ambos nos teníamos. Debíamos reconocer que cualquier aspecto individual en
aquella carrera, debía quedar relegado al silencio así que tan solo era cuestión de ganar la
carrera y dar el punto definitivo a la empresa.

-¿¡Preparados?!, ¡¿Listos..!?¡Ahora!-Exclamó el árbitro mientras bajaba el banderín.


Cuando todos comenzamos a correr, el público, aunque esta sea una palabra demasiado grande
para lo que no dejan de ser más que trabajadores y compañeros de trabajo, cosa la cual no es
poco, comenzaron a exclamar para animarnos. Desconocíamos quien había decidido poner a
uno de los contables de Dim Barcelona como tercer competidor por parte de la empresa pero
estaba claro que sus nociones deportivas, eran más bien escasas, que de acuerdo, que el
hombre, un tipo de unos cuarenta y tantos años, salió lanzado, lo hizo muy bien pero había
olvidado que debía dosificar las fuerzas por lo que en la primera curva ya estaba cansado.

-¡Venga chicos que esto es nuestro!-Exclamó Elena desde la grada.

Quizás Spin y Taurus eran las personas más preparadas de EcoPack pero aquello mismo había
provocado que ambos participasen en un gran número de pruebas por lo que lentamente
comencé a ponerme en primera posición junto con Nae. Debíamos reconocer que en mi caso,
se aplicaba la norma atlética de la gente alta: no es gente muy ágil pero, y tal y como se suele
decir de manera coloquial, en dos zancadas, ya recorrías una larga distancia. Estaba claro la cosa
iba a estar entre Nae y yo, por un lado la gente estaba encantada con aquel duelo pero por otro
lado eran conscientes de nuestra enemistad. Cuando ambos podíamos oler la línea de meta,
comenzamos a darlo todo. Siempre he comentado que la vida es una sorpresa constante y
aquella vez iba a demostrarle al mundo, que las cosas no suelen ser como aparecen estar
escritas. Cuando tan solo quedaban un par de pasos para pasar por línea de meta, ante la
sorpresa de todos los allí presentes, decidí detenerme de manera inmediata.

-Las damas primero-Susurré.

Desconozco que tipoi de insulto, pasaría por la boca de Nae, lo único que creía era que fuese
cual fuese, estaba claro que no debía ser apto para menores de dieciocho años…ni siquiera para
algún erudito de la palabra. Quizás a la gente le extrañó mi reacción pero tenía bien claro que
aquello iba a demostrarle al mundo entero, que en cualquier momento, puedes suceder algo
sorprendente. Curiosamente después de aquello lo único que tenía claro era que como Nae me
cogiese, iba a tener que salir corriendo hasta llegar al mar. Sucedió entonces cuando la vida, o
en este caso Nae, volvió a sorprenderme de la manera más directa posible. Cuando Nae se
detuvo justo antes de llegar a la meta, comprendí como quizás mi factor sorpresa no había
tenido en cuenta ciertos elementos como podían ser la propia Nae, la cual me hizo se quedó de
pie con los brazos cruzados.

-Tu primero-Comentó.

-Las damas primero-Comenté una vez más.

Cuando todo parecía que se iba a decidir entre Nae y yo y mientras el público daba por ganada
la carreara, alguien de la grada comentó en voz alta unas palabras que nos hicieron bajar tanto
a Nae como a mí de nuestra nube más personal.

-¡La abuela, la abuela!-Exclamó alguien desde el sector donde se encontraban los trabajadores
de EcoPack.

-¡Apartad principiantes!-Exclamó Pilar mientras pasaba como si se hubiese metido varias tazas
de café -¡Ganamos…! Pero ¿abuela? ¡Desustanciados! A por vosotros que voy-Comentó
mientras se sacaba una deportiva y subía por las gradas.

Posiblemente la sorpresa por mi parte hacía Nae, no contaba con la propia Nae, suena curioso,
pero si realmente creía poder escuchar el silencio de Nae asemejándolo al mío personal, estaba
claro que incluso mi propio sonido, en ocasiones, carecía de mi voz. Estaba claro que tanto para
Nae como para mí, aquella competición, aunque más exactamente aquella carrera, iba a ser lo
de menos, a nadie se le escapaba el hecho de que entre ambos, podían haber más que
diferencias, y no solo físicas, al fin y al cabo esas son las que menos cuentan, pero las internas,
aquellas que nos hacen únicos y que hacen que el mundo avance, eran más que evidentes.
Estaba claro que Nae y yo éramos tierra y mar. Cuando finalmente tanto Spin como Taurus
cruzaron la línea de meta, no pude hacer otra cosa que sonreír.

-Somos un equipo y juntos alcanzamos todas las metas-Comenté.

Supongo que mis compañeros entendieron aquello como un bonito gesto poético cuando en
realidad lo único que estaba haciendo era disimular mi pequeña batalla personal con Nae.
Finalmente y tras una breve y amena celebración deportiva en la cual se entregaron varios
premios simbólicos, todos y cada una de las personas allí presentes pasamos por los vestuarios,
antes de comer la higiene debía adelantarse. Debimos reconocer que la comida fue realmente
agradable, no solo fue divertida, sino que además sirvió para unir lazos entre EcoPack y Dim
Barcelona. Quizás en aquellos momentos debía haber salido de esa especie de esfera personal
en la que me sentía cómodo, alejado de cualquier persona o al menos intentarlo, me limité a
estar cerca de mis compañeros pero sin estar a su lado. Finalmente la velada llegó a su silencio,
en ese momento en el que los pasos se separan y se acercan a la vida más personal, fue algo
progresivo, unos antes, otros después. Resultó curioso como aquel día, los trabajadores de
EcoPack usasen el mismo medio de transporte para trabajar como para moverse por la gran
ciudad, debíamos agradecer estar acostumbrados aunque para mi gusto, eso de tener que
recorrer toda Barcelona desde la costa hasta la montaña, que era donde más o menos estaba
mi hogar, no era algo que me apeteciese. Curiosamente nada más salir del recinto donde
habíamos pasado una jornada amena, decidí aprovechar la proximidad de un lugar que conocía
bien, uno de esos lugares que toda persona visita para hablar en silencio y que acaban siendo
parte de tu vida privada. Situado a los comienzos de la gran ciudad, el rompeolas de Barcelona
es uno de esos lugares tranquilos, alejados de cualquier gran edificio y que te invita a ser parte
de ese espacio infinito llamado mar. Debía reconocer que aquel era un lugar que, y a pesar de
haber formado parte de mi silencio más escrito, hacía lunas que no pisaba, y en este caso decir
lunas es decir en soledad, al fin y al cabo la luna puede aplicar perfectamente la frase social de
sola en medio de una multitud, algo que en aquel lugar podía entenderse perfectamente, te
encontrabas dentro de la ciudad pero alejado de la gente. Sucede algo curioso pero cuando más
ansias estar a solas en tu lugar especial, más gente vas a encontrarte en él, en esos momentos
tu silencio más personal se torna suspiro eterno, así que cuando noté a una persona sentada en
el lugar exacto en el que yo quería sentarme, no pude hacer otra cosa que suspirar e improvisar
un nuevo lugar. Podríamos decir que la vida es una línea constante que se va dibujando a cada
paso, ello conlleva a que las sorpresas sean constantes, al principio solo fue un sonido que quise
no reconocer, posteriormente fue una silueta, y la vida, como iba a siendo costumbre en mi
camino, volvió a sorprenderme, quizás no de la forma que me habría gustado pero ¿Qué serían
de las sorpresas si estas se escribiesen con sonido? Seguramente perderían parte de su esencia,
y acabarían siendo silencio. Podríamos afirmar con la certeza de nuestras palabras que
adoramos caminar por senderos que ya hemos dibujado pero que la libertad se demuestra y
especial, se siente, caminando fuera de ellos. Podría haber gritado contra mí mismo, podría
haber optado por regresar a casa, dejar aquel lugar en silencio, podría haber sido parte de esas
cartas que no escribimos, podría no haber abierto mi mochila y acariciar ciertos objetos, podría
haber negado quien era…podría no haber abierto las alas de aquella silueta.
-Quizás te extrañe, quizás tu y yo lleguemos un día a levantarnos más la voz…-Comenté ante la
sorpresa de Nae –Podríamos decir, quizás con medio silencio que tú y yo somos caminos
totalmente separados, podríamos gruñirnos en silencio, podríamos ser nosotros mismos y ser
libres, pero somos incapaces de querer hacerlo ¿verdad?. Desconozco el porqué de ese océano
escrito en tu rostros pero hace lunas, pues al fin y al cabo es esa parte del camino en la que más
cómodos nos sentimos, y si, ha sido en plural, que un giro en mi vida, me convirtió en lo que tú
eres. Quizás te extrañe, quizás te estarán pasando por la lengua docena de insultos, tranquila,
soy el primero en decírmelas, soy consciente de que te extrañarán mis palabras pero te aseguro
que si pudiese ayudarte a volar, a ser parte de este mar en el cual escribes cada uno de tus
silencios, lo haría, a pesar de las diferencias pues estas son las que nos hacen ser únicos, es como
dibujar estrellas en el universo: a pesar de tener la misma forma nunca encontrarás dos iguales.
Silencio no significa que no existan las palabras-.

Libertad significa caminar por tu propio camino y poder salirte de él cuando te apetezca.

-Quédatela-Comenté mientras le daba a Nae la pluma negra que llevaba en mi mochila –Siempre
nos quedará volar-.

Desconozco si Nae soltó alguna palabra, fuese del tipo que fuese claro, puede que incluso mi
propia reacción extrañar a cualquiera que escuche o lea mis palabras, pero tras aquello me giré
de espaldas a Nae y emprendí el camino de regreso a casa. Quizás debía haberme esperado a
algún gesto por parte de Nae pero aquello para mí era lo de menos, al fin y al cabo había
caminado por mi propio camino, tan solo le había mostrado a Nae que se puede volar por encima
del mar, ser parte de ese todo llamado océano, ser parte de eso, del mar. Poesía es hacer bonito
aquello que aparentemente no lo es, es crear una rosa de una simple roca, es por eso que, y
siendo consciente de que cuando queremos nombrar algo infinito, nuestras primeras palabras
nos llevan a escribir sobre el espacio exterior, lo cierto es que la tierra, también es un lugar
infinito, y el mar es la muestra más clara, es por eso que todas las personas somos parte del mar.
Porque al fin y al cabo volar debe estar bien, pero en ocasiones también vale la pena navegar
por encima del mar.

Aquella noche, nada más llegar a casa, decidí llamar a Ángel, escuchar sus palabras, oír cómo le
había ido el día, preocuparme al fin y al cabo por las cosas que desde mi forma de entender la
vida, si es que alguna vez lo hago, realmente son importantes. Quizás Nae me gruñiría al día
siguiente, quizás se mostraría en su mejor “yo” más absoluto y volveríamos a tener que ser esa
batalla que era mejor sofocar, cualquier palabra poética quedaba relegada a una utopía. Estaba
claro que Nae no iba a cambiar así, sin avisar, y de haberlo hecho habría sido un cuento de esos
de los más reputados narradores. Curiosamente su reacción era lo de menos, debía asumir el
peso de mis acciones así que aquella noche abrí de nuevo la caja de madera cuyo origen
desconocía, cogí una nueva pluma negra y antes de dormir fui yo quien voló por encima del mar.
Deberíamos escribir eso cuando hablemos de eternidad, al fin y al cabo, también somos parte
del mar. Deberíamos ser conscientes de eso, que somos parte del mar. Deberíamos alzar el
mejor de nuestro verso, escribir la mejor de las canciones, si es que eso es posible, el arte, como
tal, es también infinito, deberíamos hacer siempre que nos sea posible, aquellos que nos haga o
bien sonreír, o bien crear la sonrisa. Aquella noche, y aunque fuese durante tan solo un instante
de luna, fui libre, y puedo decir que volé por encima de la infinidad del mar.
21-SALTAR SOBRE LAS NUBES
Existen ciertas realidades aplicables a toda aquella persona cuyo ejercicio físico es o bien escaso
o directamente nulo, y es que el cansancio es proporcional al esfuerzo realizado por muy leve
que este sea, dicho de una forma no tan poética: aquellos trabajadores de Dim Barcelona que
compitieron en alguna prueba deportiva, recordaron a los responsables de hacerles trabajar.
Siendo algo habitual para mí, me encontraba en mi mesa de oficina cuando de repente, Pilar
hizo acto de presencia.

-Quizás te extrañe pero te requieren por tu empresa-. Comentó.

Aquello era extraño pero al fin y al cabo, seguía siendo trabajador de EcoPack. Estaba claro que
debía regresar a EcoPack así que tras prepararme me dispuse a salir cuando de repente, antes
de llegar a la puerta acceso a las escaleras de Dim Barcelona para marchar. Suspiré
profundamente al reconocer a aquella persona.

-Volvería a hacerlo-Dije con tono serio mientras Nae permanecía de pie ante mi llevando unos
documentos.

Curiosamente no hubo palabra alguna, ni siquiera dos como estaba acostumbrado con Nae,
estaba completamente convencido si me decía cualquier cosa, esta iba a oscilar entre el insulto
más salvaje y directo y la contundencia más firme y rotunda. Quizás resulte curioso pero asumía
en su totalidad, el peso de mis acciones que por otro lado, carecían de importancia, al fin y al
cabo hice lo que tenía que hacer. Quizás Nae quería escuchar el silencio del mar, dejar que este
le hablase, que le dijese, que le contase, pero por otro lado, ninguno de los dos debíamos olvidar
que el mar, es completamente libre, que no le pertenece a nadie, que es infinito y como tal,
carece de cadenas, pues al fin y al cabo solo el ser humano es capaz de nacer libre y crear sus
propias cadenas. Debía reconocer que Nae, no solo había hecho que, y aunque suene curioso
decirlo, me sintiese libre con aquella acción, sino que además, había hecho que simplemente
yo, me alejase del mar.

Quizás debíamos agradecer a Spin, que nos apreciase tanto, quizás no éramos conscientes de su
cariño afable y amistoso hacia nosotros, los trabajadores de EcoPack, quizás debíamos ser más
cariñosos con él y agradecerle su gentil acto hacia nosotros, pero eso de que nos apuntase a una
competición en Valencia donde repartidores y o mensajeros de toda Espala cuyo medio de
locomoción era una bicicleta, mucha gracia no es que nos hiciera, y no es que no nos gustase
aquello, simplemente preferíamos descansar antes que estar compitiendo. Sucedía algo curioso
en todo aquello: el único que realizaba competiciones actualmente no era otro que Spin, y al ser
el jefe de EcoPack, no podía participar como corredor-mensajero, así que había tenido la sutil
idea de apuntarnos tanto a Carlos como a Taurus y a mí, a aquella competición.

-Confío en vosotros-Dijo Spin mientras nos entregaba un par de folletos informativos-Reconozco


que me gustaría estar en vuestro lugar pero como no es posible y necesitáis un representante,
os acompañaré y os facilitaré todo mi apoyo-.

-Aplaudirás y animarás desde la meta ¿verdad?-Dijo Taurus con claro gesto de resignación.

-Se nota que me conoces…-.

Quizás el más preparado para aquel tipo de eventos no era otro que Taurus, y son contar con
Spin claro, Carlos había realizado alguna que otra carrear de esas sociales mientras que
yo….bueno, ahí estaban los resultados de la competición con Dim Barcelona. Curiosamente Spin
nos dio una noticia que nos iba a gustar.

-Tendréis habitaciones de hotel individuales-Comentó Spin –La organización del evento quiere
dar mayor voz a nuestra profesión así que aparte de facilitar instalaciones, ha invitado a
reconocidos raiders y a organizado varias actividades para atraer a un mayor número de
visitantes, ya sabéis como van esas cosas, mucho ruido, mucho numerito, mucho espectáculo y
ese tipo de cosas-.

Estaba claro que Spin confinaba en nosotros, al fin y al cabo los que íbamos a llevar el estandarte
de EcoPack, íbamos a ser los repartidores de aquella empresa, salvo Joel claro, este debía
quedarse en la empresa realizando aquellas entregas que le fuese posible, algunas rutas estaban
lejos de su alcance ya fuese por el motivo que fuese: distancia, tráfico, lugares donde hacía falta
algo más que pedalear para poder realizar entregas….llamémosle burocracia, etc. Supongo que
le habría gustado venir con nosotros perro tranquilos…ambos estaremos en ciudades
acariciadas por el mar. Curiosamente y dejando de lado todo tipo de afecto personal, como mi
ciudad no hay otra…o al menos que yo conozca así que tiraré de cariño propio, de verso de esos
de poetas reputados, alzaré mi voz, subiré hasta la luna a escribir el mejor verso jamás escrito,
luego recordaré que sigo siendo un simple repartidor para una empresa un tanto anárquica y
gamberra, y reconoceré que Barcelona tiene un bello mar. Quizás aquellas personas que hayan
pasado aunque fuese con su silencio, el mar dirían lo mismo. Curiosamente en mi caso, aquella
zona de mi ciudad, era la que menos visitaba, y cuando mi voz tuvo su nombre preferí volar.

Madrugar es un acto involuntario el cual no deja de ser más que una simple batalla entre tu
cuerpo y la cama la cual ejerce su particular encanto para atraer al cuerpo a sus
brazos…demasiadas novelas de cuentos y princesas y toda esa parafernalia, lo sé, pero las
obligaciones mandaban, aunque debía reconocer que si hubiesen sido a horas más avanzadas,
me habría gustado más pero Spin paga, Spin manda.

-¿Preparados para la gran aventura?-Comentó Spin repleto de energía.

Podemos asegurar que si tras aquella pregunta llega a pasar una bola de paja, hubiese quedado
realmente bien, pero eso de que Spin nos hiciera madrugar no es que nos hiciera demasiada
ilusión. Habíamos decidido alquilar una furgoneta de esas grandes para poder meter nuestras
bicicletas y equipaje, por decirlo de alguna manera claro, mochilas con ropa y poco más, pero
aquella era la forma más cómoda de realizar el viaje, así de paso tanto Carlos como Taurus y yo,
podríamos ir descansando, si Spin no podía competir, al menos que nos ejerciera de chofer, por
otro lado Carlos tenía solo licencia de ciclomotor, Taurus no estaba acostumbrado a llevar aquel
tipo de vehículos y directamente yo carecía de licencia alguna para cualquier tipo de vehículo a
motor. Existen varias clases de viajeros, por un lado están los que no paran de hablar, o animar
como en el caso de Spin, luego están los que duermen como Carlos, luego están los que escuchan
música y dicen algún comentario de manera esporádica como podía ser el caso de Taurus,
finalmente estábamos los que decíamos mucho sin decir nada, aquellos que disfrutábamos con
el silencio y pintábamos cientos de palabras a medida que nos alejábamos tanto de aquel lugar.
Curiosamente la ciudad a la que nos llevaba Spin, también tenía mar, pero en estos casos sucede
algo curioso: a pesar de que varias ciudades estén bañadas por el mismo mar, este parecerá
totalmente distinto dependiendo de la ciudad en la que nos encontremos y está claro que como
la ciudad de cada uno, o una claro, no hay ninguna otra, que lo visitemos ya es caso aparte.

Realmente debía reconocer que fue un viaje agradable, el principal motivo no había sido otro
que la nulidad de preguntas hacia mi parte del porqué de mi silencio, será que mis compañeros
ya me conocen lo suficiente como para aplicar la poética frase “me gusta cuando callas…” pero
sin necesidad de añadir cualquier tipo de bella palabra.

-Chicos…hemos llegado-.Comentó Spin con tono alegre.

Cuando bajamos de la furgoneta y salvo Spin, entre bostezos, comprobamos el porqué de la


alegría de este. Varias vallas publicitarias acompañadas de carteles, nos hicieron comprender
que aquello era mucho más que una simple competición promocional. Llegamos incluso a
preguntarnos si Spin era realmente consciente de donde nos había apuntado.

-Tengo que ir a buscar a alguien de la organización así que no os mováis de por aquí, no tardo-
Dijo Spin.

Suspiramos al contemplar la magnitud de todo aquello, no solo podían apreciarse las


indispensables pancartas publicitarias acerca del evento, además de ellos el número de ciclistas
era superior al que creíamos habitual para aquella ciudad que por otro lado, desconocíamos
como sería. Asombrados pero sin demostrarlo, nos encontrábamos en una calle en cuyo lateral
se encontraba un hotel en el cual, y observando los maillots de ciclismo que podían apreciarse
en algunas terrazas, debían alojarse los competidores. Desconozco quien de los tres suspiró más,
quizás Taurus estaría encantado de estar allí, al fin y al cabo había aprendido a desenvolverse
entre grandes masas de gente gracias a su “heroicidad” en las calles de Barcelona, por su parte
Carlos se mostraba algo más nervioso mientras que yo…bueno…¿adivináis que hay frente al
hotel?, si, un precioso mar.

-Vaya, vaya, vaya, ¿pero a quienes tenemos aquí?-Dijeron unas voces desconocidas a nuestras
espaldas –Pero si son… ¡oh! El héroe de Barcelona y sus discípulos-.

Desconocíamos a quien pertenecía aquella voz la cual no nos sonaba lo más mínimo, no
tardamos en comprobar como ataviadas con ropa de ciclismo urbano, que podríamos decir que
se diferencia de la tradicional en que esta no es tan llamativa y vendría a ser algo más ancha
cosa la cual es una clara muestra de identidad por parte de aquellos ciclistas urbanos más
anárquicos, se encontraban un grupo de tres chicas de edades comprendidas entre los
veinticinco y treinta años. Dejando de lado su vestimenta, cosa la cual al fin y al cabo era similar
a la nuestra, lo que más llamaba la atención era el número de piercings y tatuajes, aparte sus
cabellos iban desde las rastas de una hasta las mechas blancas de una con rasgos orientales.

-Vosotros tenéis que ser los de ¿Cómo se llamaba? A si…TaurusPack-Dijo la chica con rastas en
claro tono irónico.

Cualquier persona que esté frente a Taurus cuando este saca pecho y muestra músculo con
rostro de pocos amigos, sabrá el significado de la palabra intimidar sin necesidad de emitir
sonido alguno, incluso aquellos que lo conocemos, y somos conocedores de su carácter apacible,
hasta un cierto límite claro, por lo que tanto a Carlos como a mí, toda aquella pose, no nos
parecía nada del otro mundo. Estaba bien claro que dijesen lo que dijesen aquellas chicas yo iba
a apartarme de todo y escribir recuerdos sobre el mar.

-Dejemos las cosas claras desde ahora –Dijo la chica de las rastas –Si pretendes ganarnos
con…bueno…ese equipo, será mejor que recojáis vuestras cosas y regresas por donde habéis
venido ¿está claro?, así que…ale ale-.
-Haremos como que no he escuchado nada y dejaremos esto como un simple chiste por vuestra
parte-Comentó Taurus –Aunque claro, alguien que no tiene nombre no puede tener gracia
aunque bueno…es lo que tiene abrir la boca antes de usar el cerebro.

-Musculitos para tu información somos SeviPack, la mejor empresa de mensajería sobre pedales
de toda España ¿te queda claro? Vuestra empresa no tiene nada que hacer contra nosotras-.

Taurus sonrió.

-Veamos que tenéis…una chica con churros en la cabeza, una china y una rapera en horas bajas
¿y pretendéis ganarnos con eso?, esta juventud…-.

-Pretendéis ganarnos con… ¿con eso? Un musculitos cargado de testosterona, un jugador de


futbol amateur retirado y bueno…eso aunque ¿habla?-.

Taurus sonrió siendo consciente de mi carácter.

-Cuenta la leyenda que habla aunque nadie lo ha escuchado, igualmente no te aconsejo darle
de comer después de medianoche.

Aquella chica no dudó en intentar llamar mi atención.

-Hablarás, no te preocupes, ¿verdad señorito con pelos? EcoPack, la mítica empresa de


Barcelona capitaneada por el gran, oh gran, Taurus viene acompañada por bueno….es lo de
menos ¿no creéis? Aunque por cierto…es Coreana. Será un verdadero placer derrotaros.

Estaba claro que la acción de Taurus meses atrás todavía coleaba, por un lado debíamos
sentirnos agradecidos por ello, al fin y al cabo hablarían de nosotros. Resultaba curioso
comprobar como a pesar del poco tiempo que llevábamos en Valencia, ya habíamos realizado
nuestras primeras amistades. Curiosamente para mí todo aquello ni siquiera había sucedido,
pasaba de cualquier tipo de enemistad así que tan solo me interesaba hablarle al mar. Taurus
podía ser nuestro “héroe” particular, pero desde luego a mí que me dejasen a solas con mi mar.
Cuando las chicas de SeviPack marcharon nos saludaron con un cariñoso gesto de dedo anular.

-Acabamos de poner emoción a esto….-Dijo Taurus.

Pudimos escuchar el suspiro de Carlos, estaba claro que todo aquello no era de su agrado, al fin
y al cabo ninguno de los allí presentes éramos muy amantes al mundo de las competiciones
aunque estaba claro que aquel incidente, por llamarlo de alguna manera, iba a darle un toque
curioso a todo aquello. Curiosamente aquellas no fueron las únicas personas que reconocieron
a Taurus, cuando más gente se nos acercó pudimos agradecer que muchas de aquellas personas
reconocieran a Taurus de su acción pasada. Aquello nos permitió a Carlos y a mí alejarnos, dejar
que Taurus volviese a tener su momento de gloria, aquello era lo realmente importante. Estaba
claro que Taurus estaba contento con todo aquello, y eso era evidente. Gracias a aquello pude
alejarme de aquel simpático grupo de gente, había que dejar que Taurus fuese feliz así que
lentamente me fui acercando hasta el mar. Resulta curioso que aquello que más rechazamos, es
aquello que en silencio siempre nos atrae, porque nos guste o no, el ser humano rechaza en
público pero acepta en soledad, asimismo cualquier frase o pensamiento filosófico e incluso
poético urbano, rápidamente quedó relegado a un plano posterior.

-Porque será que no se os puede dejar solos…-Comentó Spin nada más hacer acto de presencia
cargado de bolsas de todo tipo –Recordad que hemos venido aquí a participar….-.

-Comenzaron ellas-Dijo Taurus-Si es que acaso te refieres a lo sucedido con esas de SeviPack-.
Curiosamente Spin sonrió.

-Efectivamente pero tranquilos, a nivel empresarial es algo que me encanta, que a ver, yo
entiendo que vengamos a participar pero en este tipo de eventos también surgen negocios y
claro… ¿la empresa que tiene entre sus trabajadores una persona alta, musculada y que tuvo un
comportamiento heroico en pleno centro de Barcelona y cuya acción pudo verse en todo el
mundo, contra la única empresa de mensajería en bicicleta formada única y exclusivamente por
mujeres? Estoy que no quepo en mí mismo del enfado que tengo…-.

Ironía en estado puro y duro, estaba claro que si bien tanto Taurus como Carlos y yo, debíamos
pensar en temas competitivos, Spin por su parte pensaba más en temas empresariales cosa de
la cual, no podíamos culparle. Finalmente, y tras unas palabras distendidas, Spin nos dio la llave
de nuestras habitaciones junto con un par de bolsas con material publicitario, aparte de las
acreditaciones claro, si alguno de los tres, pensaba que aquello iba a ser una simple convención
de trabajadores los cuales trabajan como mensajeros sobre bicicletas, estaba bien claro que
debíamos comenzar a pensar en algo más que simples charlas y demostraciones.

Quizás aquel hotel no era de esos de alta categoría, de esos que aparecen en las grandes
producciones de Hollywood y cuyas tarifas solo son aptas para los bolsillos más acaudalados,
pero había que reconocer que no era un mal sitio. Incluso debí agradecer que nuestras
habitaciones tuviesen una pequeña terraza con vistas al mar, no es que se viesen desde primera
línea pero si lo suficiente como para apreciar cómo la gente paseaba por la orilla de la playa
mientras contemplaba el paisaje dibujado por el mar. Incluso desde mi habitación podía
apreciarse el sonido de las olas al chocar contra la orilla.

-Hablarás señorito pelos –Dijo una voz ante mi sorpresa –Y cuando lo hagas será para reconocer
lo evidente ¿EcoPack? Nada que ver con SeviPack.

Mantener la calma y la compostura, porque de lo contrario podrías soltar alguna salvajada a


modo de conjunto de palabras recordatorias…poesía, pura y efectiva. Quizás la responsable de
aquellas palabras, que no era otra que la chica de SeviPack con la que nos habíamos topado
anteriormente, la cual se encontraba tres plantas por encima de mí. Siendo algo habitual en mí,
opté por guardar silencio hasta que alguien decidió llamar a la puerta de la habitación.

-Quizás te extrañe pero ¿has leído el orden de las pruebas en las que participamos?-Comentó
Spin nada más abrirle la puerta.

-Tampoco es que me haya dado tiempo a hacer mucho la verdad…-Respondí mientras me


acercaba a la cama, lugar en el cual había dejado la bolsa que Spin me había entregado
anteriormente.

-Seguramente te extrañe pero…necesito que me hagas un favor-Comentó Spin con un tono


tranquilo, relajado pero firme a la vez.

Sucede que en ocasiones, son las pequeñas acciones las que hacen grande el mundo, quizás
tanto Carlos como Taurus y yo mismo, no éramos realmente conscientes de la relevancia de
aquel evento, al fin y al cabo no era más que una simple convención, por decirlo de alguna
manera, de trabajadores pero estaba claro, y aquello era algo de lo que estaba cada vez más
convencido observando el comportamiento de Spin, que para él, aquello era algo más.
Realmente me extrañó la petición de Spin, era algo que se aísla de cualquier petición habitual,
pero que por otro lado, y dejando de lado que la relación de los trabajadores era más amistosa
que laboral, estaba encantado de hacer. Aquella primera jornada de toma de contacto, por
decirlo de alguna manera, finalizaba para mí, seguramente aquella noche habría eventos,
fiestas, conciertos y ese tipo de actividades pero estaba claro que no estaban hechos para mi así
que tras despedirme de Spin decidí acondicionar mi ropa, mis pertenencias y antes de ir a
dormir, decidí hablarle una vez más al mar. Podemos soñar que volamos, podemos soñar que el
mundo puede moverse en la dirección correcta que por otro lado, es algo relativo, podemos
soñar que tenemos alas, y que abrazamos entre caricias a aquellas personas que realmente
apreciamos que, por otro lado, suelen ser las que menos ruido hacen, pero está claro que si nos
detenemos en nuestro camino, si dejamos que el viento fluya sin más, si esperamos que el
camino se cree por su propia cuenta, soñar solo será un boceto dentro de nuestra propia
libertad. Susurrando aquellas palabras al silencio dar por finalizado mi día, al fin y al cabo Spin
me había pedido un curioso favor. Buenas noches Valencia, buenas noches mar.
22-DORMIMOS, VOLAMOS, SENTIMOS
Debíamos agradecer el hecho de tener habitaciones individuales, todos y cada uno de los
trabajadores de EcoPack, disponíamos de nuestro propio espacio individual cortesía de Spin, el
cual nos conocía mejor de lo que nos conocíamos entre nosotros mismos. Aquello era un
pequeño placer que al parecer no podían tener todos los huéspedes de aquel hotel, pero ya se
sabe: cuando un jefe es un amigo, este intentar tener contentos a todos sus trabajadores,
dejando de lado comercial el cual le encantaba a Spin, algo que seguramente notaríamos.
Supongo que de haber tenido que compartir habitación alguno de mis compañeros me habría
gruñido por madrugar, bueno…habría que mirar el significado de esa palabra pues estar de pie
cuando el resto marcha a dormir es cualquier otra cosa cuya palabra no se ha inventado así que
la dejaremos en “hacer un favor” a Spin, curiosamente estaba encantado con aquello.
Curiosamente lo primero que hice fue escuchar el mar. Quizás pueda parecer algo poco
convencional, quizás pueda sonar a acción poética promovida por un elevado número de
bostezos por mi parte. Supongo que en mi caso ese quizás debería cambiarse por un nosotros.
Deberíamos ser conscientes del lugar donde vivimos. Supongo que no somos conscientes de
todo cuanto nos rodea, supongo que nadie conoce su ciudad por más sus pies hayan recorrido
todos sus cimientos, al fin y al cabo toda ciudad se redescubre de manera infinita. Montado en
mi bicicleta sentía cierta envidia por los ciudadanos de Valencia, me parecía una ciudad
formidable, mágica, con ese acento tan característico de la historia marcada en los portales y
ese aroma a dulce mar. La libertad es una sensación realmente agradable pero que al mismo
tiempo, nos obliga a tener que crear cadenas, cualquier cosa en exceso, no es del todo
conveniente, y en ese aspecto, el exceso de libertad puede hacernos perder el rumbo. En
aquellos momentos me sentía libre, preso de mis propias cadenas pero del mismo modo, preso
de mi propia libertad. Desconozco cuantos kilómetros hice aquella noche, desconozco cuantas
personas de fiesta vi salir de los locales de ocio aunque del mismo modo, también desconozco
cuantas personas hicieron el café de los buenos días. Con aquellas canciones urbanas ya
conocidas y con la certeza de que Valencia, es una ciudad realmente espectacular, decidí
regresar al hotel donde estaba hospedado. Curiosamente pude observar como lo que parecían
ser competidores, salían a realizar ejercicios antes de la prueba inaugural, una carrera en la que
se debía pasar por diversos puntos de la ciudad. Curiosamente no iba a participar en aquella
carrera así que decidí acercarme hasta la playa antes de que la ciudad comenzase a despertar.
Circulé lentamente por el paseo marítimo, las luces de la ciudad aún indicaban que la noche
todavía no había finalizado, y de repente el leve sonido de algo que quizás debía no haber
escuchado, al fin y al cabo vivimos en un mundo totalmente individualista. Intenté no escuchar
pero los sentidos tienen un ritmo muy distinto al que uno desearía, alguien lloraba, alguien cerca
del lugar donde me encontraba parecía haber dejado la alegría en algún rincón olvidado. Quizás
debía haber seguido mi camino, quizás debía haber sido uno más, pero cuando observé como a
escasos metros del lugar donde me encontraba, sentada frente al mar, lo que parecía ser una
chica joven de larga melena dorada, parecía escribirle el verso más triste de la noche a cada una
de las olas del mar. Desconozco cuantas veces me gruñí a mí mismo pero tenía bien claro que si
realmente queremos que el mundo avance y sea un lugar mejor, antes debemos aprender a
caminar.

-Disculpe ¿está bien?-Pregunté desde la corta distancia.

Al girarse comprobé como se trataba de una chica de cerca de treinta años, vestía una camisa
blanca, de esas que se usan para salir de fiesta, unos shorts tejanos acompañados por unos
zapatos planos elegantes, de esos que no se suelen llevar a la playa. Supongo que aquella chica
debería pensar que era un sociópata o algo por el estilo, pero aquella chica lo primero que hizo
fue intentar sonreír.

-Estoy bien, no se preocupe- Respondió con tono amable.

Suspiré, me gruñí y volví a suspirar.

-Sea lo que sea lo que le entristece haga como hacía yo: gritarle al mar- Comenté.

Desconocía completamente que le pasaba a aquella chica, incluso puedo asegurar que por
estética, aquella era una de esas personas las cuales estaba en las antípodas de mis gustos-
preferencias socioculturales. Sucede algo curioso: no debemos olvidar que las personas somos
como los libros, no podemos juzgarlos por su portada ¿Cuántos libros de gran valor se habrán
silenciado por una portada? Tantos como gustos relativos, está claro. Estaba claro que no iba a
juzgar a aquella chica por su físico por lo que era el detalle de su acción, el que llamaba mi
atención. Cuando alguien, sea quien sea, se sienta con la mirada convertida en tristeza para
hablarle al mar, está claro que sus palabras nacen desde el corazón, y es ahí donde todos somos
eternos. El mar escucha, el mar calma, el mar es un lienzo infinito donde escribimos con el
silencio de nuestros labios, cada uno de nuestros versos, al fin y al cabo, esa es la esencia infinita
del propio mar.

-Entonces… ¿tú también vienes a la playa a gritarle al mar?-Preguntó la chica.

-Mi mar está algo más al norte-Respondí con tono amable, pero bueno…si te soy sincero hace
tiempo que no le grito y la última vez que intenté acercarme a él, acabé gruñéndome a mí
mismo-.

Aquella respuesta hizo sonreír a la chica.

-Esa, esa es la actitud- Comenté –El mar no le preguntará el porqué de su grito, bueno…si le soy
sincero yo tampoco, lo importante es que sonría ¿no cree?-.

-Puedes tratarme de tu, no te preocupes pero ¿Por qué preocuparse de una persona
completamente desconocida? A no ser que nos conozcamos y no lo recuerde claro…-.

-Seguramente te extrañe la respuesta pero sinceridad ante todo así que si intento animarte, no
es por otro motivo que en cualquier momento, yo también puedo ser tú. Sé que es una respuesta
un tanto poética pero no soy de esos de estar de brazos cruzados ante la tristeza, si el mundo
quiere ser un lugar individualista está claro que yo prefiero apartarme-.

-Es algo que te agradezco aunque ¿por qué no te vienes aquí? A no ser que tengas que marchar
claro, comprendo que debes seguir tu camino-.

Aquella chica tenía toda la razón del mundo, era un poco curioso observar como dos personas
mantenían una conversación humana con distancia de por medio estando físicamente en el
mismo lugar. Así que decidí acercarme hasta donde aquella chica estaba sentada la cual
mostraba una sonrisa cosa la cual era de mi agrado. Y nada que ver con teorías sociales, tenía
bien claro que debía hacer: animar a aquella chica y regresar al hotel donde estaba hospedado.
Curiosamente aquel momento significo escribir un simpático verso sobre el mar. La gente más
maravillosa es aquella que llega a tu vida como si de un suspiro se tratase, y a pesar de mi barrera
personal, a medida que iban pasando las palabras y conociendo los caminos, puedo aseguraros
que aquella era una chica realmente agradable. Su propia tormenta era motivada por el amor,
bueno, al menos por una parte, aquella noche, como otras tantas, había conocido un chico en
una discoteca, conocía aquellas historias, al fin y al cabo ya las había vivido demostrando que el
ser humano es la única especie que a pesar de tropezar con la misma piedra en el camino, no la
apartaba. Es un camino paradójico: usamos la poesía para acabar usando letras sueltas, pero
ese mismo camino nos ayuda a aprender y aquella chica, ya estaba cansada de ser mujer de una
sola noche. Me encantó notar como su timbre de voz, como sus gestos, como cada una de sus
palabras, iban acariciando la tranquilidad. El camino de aquella chica se había allanado y para
mi aquello era lo más importante. Las palabras se transformaron en paisajes y los paisajes en
libertad, estaba claro que el mar había vuelto a acariciar nuestras alas, al fin y al cabo no se deja
de volar, simplemente tomamos un respiro antes de volar por encima del mar. Debemos
reconocer que estamos acostumbrados, y acostumbradas claro, a que solo somos el breve
fragmento de un poema dentro de la vida de los demás, está claro que en algunas ocasiones
también seremos la parte más eterna dentro del camino de otras personas, y resulta curioso
como aquellos versos más breves, en ocasiones superan en eternidad a aquellos que son más
largos. Curiosamente fue propio cuerpo quien nos hizo comprender que nuestros caminos,
debían separarse.

-Me está entrando hambre así que creo que va siendo hora de marchar a desayunar-Comentó
la chica.

-Tranquila, debería ir a dormir así que bueno….aquí se separan nuestros caminos-.

La vida volvió a sorprenderme.

-Vaya, te iba a comentar si te apetecía que fuésemos juntos a desayunar aunque


observándote…bicicleta…ciudad…anochecer…hotel ¿eres uno de esos participantes del evento
que hay de no sé qué en la ciudad?-.

-Mi ciudad es Barcelona y trabajo en una de esas empresas sobre las cuales se comenta en el
evento. Curiosamente eso de desayunar debe estar bien aunque te aviso que desconozco
cualquier otro sitio donde haya comida en esta ciudad que no sea el restaurante del hotel-.

La chica sonrió.

-Soy de Valencia así que, si te parece bien, conozco un lugar tranquilo donde hay zumos de toda
clase-.

Soy deportista pero corren más litros de café por mis venas que de zumos. Supongo que en
aquellos momentos cualquier dosis de cafeína debía quedar relegada. Al fin y al cabo había
realizado una promesa y quería cumplirla. Sucede algo curioso, podemos caminar junto a otra
persona durante muchas, pero que muchas palabras y haber algunas que no salen. Y es que
resultó curioso que no fuese hasta aquel momento cuando nuestros nombres salieron. Aquella
chica se llamaba Pam, de Pamela, aunque para mi acento poética diré que era la chica del mar.
La ruta turística que Pam realizó fue de esas que se agradecen, lejos de ser la típica ruta turística
lineal. Me contó historias urbanas en aquellos lugares que me iba dando a conocer, historias de
esas que acaban siendo parte de una canción y que se alejan de los ladrillos para ser parte de
las personas. El lugar al que Pam me llevó era uno de esos bares de barrio tranquilos pero de
trato humano, de esos donde el desayuno se convierte en una ronda informativa a nivel mundial.
Caminos que vamos recorriendo convirtiendo en versos cada uno de los pasos, caminos que
vamos dibujando y que se vuelven eternos cuando el silencio más personal, nos abraza. Cuando
el cansancio comenzó a tomar forma, Pam y yo comprendimos que aquel viaje, debía crear una
duda ¿pausa o silencio?
-Deberíamos ir a descansar –Comentó Pam.

-En eso tengo que darte la razón-.

La sonrisa de Pam fue de esas que nacen en el corazón y si, hubo auto gruñido por mi parte,
aquello era una pausa en toda regla. La sonrisa y la expresión tranquila de Pam, me hizo
comprender que había hecho lo correcto animando a una persona que no era más que una
desconocida. Un intercambio de teléfonos, un abrazo tierno y un verso para toda la vida. El
camino volvería a escribir más líneas.

La expectación era máxima. Las acciones de Taurus aun sonaban en el ambiente, la gente incluso
le pedía algún que otro autógrafo, al fin y al cabo Taurus había dado popularidad a un oficio
poco conocido. La primera prueba consistía en una serie de entregas por la ciudad de Valencia.

-Espero que estéis preparados para asumir que SeviPack gana esta prueba-Comentó la chica con
rastas mientras pasaba junto a Taurus, Carlos y Spin.

Curiosamente una extraña sonrisa fue la única respuesta que recibió.

-Aunque… ¿y el pelos?-Preguntó extrañada.

Llegará un momento en el que todos mis motes, algunos de ellos más cariñoso que otros, se
unifiquen en uno solo, y sea como sea tendrá algo que ver con el bello, debía asumir aquello.
Curiosamente el pelos, aunque sin duda alguna me quedo con el barbas, se encontraba sumido
en un placentero sueño. Aquella primera prueba era ideal tanto para Taurus como para Carlos
así que yo me limitaba a soñar por encima del mar. Un sueño relajante. Un sueño que, gracias
a Pam, gruñido aparte, se realizaba sobre el mar. La competición no pudo ser más emocionante,
dicen que el duelo entre SeviPack y EcoPack fue de esos que no se olvidarán, en especial porque
contra todo pronóstico fue una empresa de Bilbao, la que se situó en lo más alto de la
clasificación, el segundo lugar estaba compartido por SeviPack y EcoPack. Por un lado aquella
primera prueba sirvió para varias cosas, una de ellas no fue otra que demostrar el altísimo nivel
por parte de los competidores, el segundo punto que dejó claro aquella prueba era que tanto
SeviPack como EcoPack iban a situarse en las primeras posiciones al final del evento. Lo
importante, o al menos para la organización, era que todo aquello daba visibilidad a la labor de
los mensajeros.

La ciudad de Valencia tiene un anochecer pausado, como sin prisa, como si la propia ciudad
escribiese entre sus calles un dulce verso. La poesía podía estar muy bien pero a aquellas horas
de la noche era mejor una buena taza de café. La prueba nocturna era algo más que una simple
competición de reparto: además había que tener nociones de orientación. El sueño estaba más
que presente en los competidores, algunos de ellos incluso andaban medio adormecidos y sin
ser conscientes realmente de la prueba a la acudían. Los organizadores tan solo nos habían dado
un plano sin nombres ni números pero en los cuales había varios puntos de control por los que
debíamos pasar. Cuando las representantes de SeviPack llegaron a la línea de salida, hubo un
gran silencio, eran respetadas, de eso no cabía la menor duda, pero tampoco olvidaban que los
representantes de EcoPack iban a ser uno de los protagonistas. Por mi parte estaba aislado de
todo, junto con Spin el cual era consciente de todos los factores de aquella prueba.

-Pero… ¿y el gran Taurus?-Comentó extrañada una de las representantes de SeviPack.

Me limité a sonreír, me negaba a entrar en polémica alguna. Cuando los organizadores del
evento dieron el aviso de que nos preparásemos, no pude hacer otra cosa que sonreír. La
emoción era máxima. Cuando se dio la señal de salida todos los competidores salieron dándolo
todo. Curiosamente el participante de EcoPack, fue el único en no salir.

-Disculpa –Comentó uno de los organizadores –Ya hemos dado el aviso de salida.

Sonreí.

-Tranquilo, lo tengo todo controlado-Respondí tranquilamente.

Alguien exclamó desde la distancia.

-¡Pelos, dile a tus amigos que SeviPack manda!-Exclamó una de las representantes de SeviPack-
¡Os esperamos en la línea de meta!-.

Suspiré.

-Porqué será que algo me dice que tramas algo-Comentó Spin.

-Es que han cogido el plano al revés- Respondí tímidamente.

Aquella noche una sonora carcajada pudo escucharse en toda la ciudad de Valencia. La
organización había entregado el plano de la ciudad al revés de forma que el primer punto de
control de acceso parecía estar en la línea de llegada. Quizás podía parecer un simple despiste
por parte de los organizadores pero aquello una de las partes de aquella prueba, al fin y al cabo
todo repartidores debe saber orientarse por cualquier ciudad. La línea de llegada estaba cerca
de la playa, en el lugar donde Pam, había gritado frente al mar. Quizás, solo quizás, algún día
alguien escribirá una bonita historia acerca de personas que lograron cambiar el mundo, serán
historias que se pierdan en la noción del tiempo siendo tan solo bocetos de un camino que todos
pudimos recorrer, pero hasta que ese momento llegue, tendremos que acostumbrarnos a leer
historias sobre gente que realizó una curiosa gesta, aunque esta no implique un cambio en el
rumbo de la vida. La historia de aquella competición en la que participaba, se escribió con la
letra más firma aquella noche. El participante de EcoPack sacó más de una hora de ventaja
respecto al resto de participantes. Dicen cuentan y escriben que no solo recorrió las calles de la
ciudad de Valencia a toda velocidad, sino que además consiguió una orientación total y absoluta.
Cuando crucé la línea de meta, Spin corrió a darme un gran abrazo, pero decidí pedirle un par
de minutos, los suficientes como para mandar un par de mensajes a través de mi teléfono móvil,
la felicidad, si es compartida, es más felicidad. Estaba claro que Spin me conocía, por eso me
había pedido que recorriese toda la ciudad, que fuese aquella persona que un día cerró sus
puertas al mundo. Quizás le debía haber comentado que aparte de aquello, que Pam me invitase
a desayunar, me ayudó a recordar las calles. Las participantes de SeviPack no pudieron hacer
otra cosa que reconocer la evidencia. A pesar de todo, a pesar de la gran victoria, mi sonrisa era
una luna ausente, al fin y al cabo me había limitado a hacer aquello que me habían pedido y la
felicidad por parte de Spin, me hizo comprender que había hecho lo correcto.

La última prueba era una carrera de relevos en la que se sumaban los tiempos de los
participantes y se sumaban a los tiempos en las pruebas anteriores. En aquella prueba debíamos
participar tanto Carlos como Taurus y yo, así que tras las emotivas felicitaciones por parte de
mis compañeros acerca de los resultados de la prueba nocturnas, los cuales habían sido tan
amplios que incluso acabando entre los once primeros, ya conseguiríamos la primera posición.
La apuesta de Spin con su idea de hacerme participar en la prueba nocturna había salido mejor
de lo que él esperaba. En primer lugar saldría Taurus para intentar coger la mayor distancia
posible entre el resto de competidores, en segundo lugar Carlos era una de las personas más
indicada, quizás no era el más rápido ni el más resistente pero su continuidad física hacía que
pudiese pasarse horas encima de la bicicleta sin necesitar un descanso. Por último iba a estar
yo, por un lado aquello me iba a permitir estar algo más descansado mientras que por otro,
podíamos mejorar tiempos. Una vez finalizada aquella prueba, la organización había organizado
un fin de fiesta a base de música en directo y un castillo de fuego artificiales, todo ello organizado
en un entorno idílico como era una de las playas de Valencia, aunque siendo honestos: cualquier
playa de Valencia es idílica, su arena, sui clima, su mar. La expectación era máxima, la gente se
agolpaba en las inmediaciones del recorrido, había ganas de ver competición así que cuando
dieron la señal de salida, la gente comenzó a aplaudir y a dar ánimos. Decidí estudiar la parte en
la que debía circular, terreno urbano repleto de edificios y cruces entre calles. Al final del
recorrido, había una gran recta la cual daba a la línea de meta. Tan solo debía confiar en mis
compañeros y ser yo mismo. A través de la megafonía pude escuchar como Taurus había
cumplido su objetivo quedando en primer lugar seguido por la chica con rastas de SeviPack.
Quizás Carlos podía parecer un competidor más, alguien sin nombre, pero aquellos que lo
conocíamos éramos conscientes de su gran potencial. Por otro lado, aquellas personas que no
le conocían, sabían que si trabajaba para EcoPack, algo tenía que tener. Cuando me comencé a
preparar para competir, comprobé como iba a tener que competir contra la chica Coreana de
SeviPakc la cual se mostraba sería y expectante a mis movimientos. Seguramente a mucha gente
le extrañe, pero me negaba a competir, simplemente hacía lo que debía hacer: pedalear. Por
otro lado tenía bien claro que iba a llegar a meta, actuar un poco, no soy persona de grandes
fiestas…ni pequeñas, y ser solo silencio en la fiesta junto al mar. Cuando la gente cercana a
nuestra posición, comenzó a aplaudir, comprendimos que nuestros compañeros estaban
aproximándose. El relevo no pudo ser más igualado, tanto la participante de SeviPack como
Carlos, llegaron a la par por lo que estaba claro que ambas empresas iban a disputarse la primera
posición. A mucha distancia habían quedado el resto de competidores lo cual convertía la
competición en algo de dos, aunque para mí todavía había posibilidades de convertir aquel
dueto en un trio. La igualdad era evidente por lo que todo se iba a decidir en la última recta. Un
gran paseo, la gente aclamándonos, manos aplaudiendo, el speaker del evento animando a una
afición ya de por si entregada. La representante de SeviPack y yo estábamos ofreciendo un
bonito ejercicio de competitividad, la gente nos aclamaba, aplaudía, vitoreaba el nombre de
nuestras empresas. Sucede que en esta vida, solemos olvidar el verdadero valor de nuestras
acciones o, como sucedía en aquel caso, la importancia de los eventos en los que participamos.
De manera inesperada, decidí frenar en seco, decidí ser yo mismo, decidí dejar de quejarme por
querer que el mundo fuese un lugar mejor y hacer algo por lograrlo. El silencio se mezcló con el
asombro, con la expectativa, con el desconcierto, y en eso tenía algo que ver la sonrisa de un
pequeño, alguien sin nombre pero con una gran sonrisa. Situado a mi izquierda, un pequeño
niño de apenas cinco años, me contemplaba perplejo pero con la expresión de felicidad marcada
en su sonrisa. Me hizo gracia verle puesta una camiseta con la fotografía de Taurus y un pequeño
banderín con el logo de EcoPack en una de sus manos. Si alguna vez tenéis que ponerle forma a
la felicidad, esa es sin duda la sonrisa de aquel niño, algo que no solemos apreciar con demasiada
frecuencia. Situados tras de él y completamente alucinados, se encontraban lo que parecían ser
sus padres así que ante el total desconcierto que había creado, decidí quitarme las gafas de sol,
mostrar mi mejor sonrisa y proponerles algo a los padres del pequeño. Al escuchar una gran
ovación comprendí como finalmente, la participante de SeviPack iba a ganar la carrera. Y una
vez más, la vida volvió a mostrar su factor sorpresa.

-¡Estuviste animando a una persona completamente desconocida! –Exclamó la participante de


SeviPack mientras frenaba a escasos metros de la línea de meta –La competición, como tal, no
existe para ti ¿verdad? Por eso no hablas, por eso prefieres que tu silencio sea más fuerte que
tu voz. Quieres que se sepa que hacemos realmente los repartidores de las empresas, no
enseñarles a estas personas como competimos entre nosotros-.

De repente alguien decidió llamar la atención de la participante de SeviPack.

-Tienes toda la razón del mundo-Dijo Taurus situado a escasos metros de su posición y situado
entre el público – Debemos ser un ejemplo a seguir, no un obstáculo que superar-.

Cuando Taurus accedió a la pista de competición, el pequeño con el que yo estaba, comenzó a
aplaudir mientras Taurus se acercaba a nuestra posición. La gente comenzó a aplaudir y a
vitorear el nombre de EcoPack mientras Taurus y yo, conducíamos al pequeño al cual habíamos
montado en mi bicicleta. Cuando pasamos al lado de la participante de SeviPack, decidí
extenderle mi mano.

-Lo siento, me niego a competir- Comenté mientras le invitaba a cruzar la línea de meta con
nosotros.

Quizás aquella chica soltaría alguna de esas palabras bestias que los más pequeños no deberían
escuchar, pero si lo hizo estoy convencido de que fue desde el cariño. Recibimos un gran aplauso
aunque para mí, tan solo había hecho lo correcto. Quizás EcoPack ganase aquella competición
pero para mí, lo más importante fue que la gente estuviese feliz. El pequeño no solo alucinó con
todo cuanto había pasado sino que además, Taurus le dio una camiseta de EcoPack en la cual
todos los representantes de la empresa, firmamos. De repente decidí recoger mi mochila
personal, y entregarle al pequeño un objeto que llevaba en su interior.

-Alguien una vez me dijo que si queremos, realmente podemos volar así que estoy convencido
de que algún día, si quieres, tú también podrás hacerlo-Dije entregándole una pluma negra al
pequeño.

La fiesta de fin de evento fue realmente emotiva, o al menos eso dijeron. La gente dio una gran
ovación a los representantes de EcoPack, dicen que el aplauso fue de esos grandes, de esos que
suenan incluso a lo lejos. Cuentan, dicen y difunden, la gesta de EcoPack. Quizás una de las
grandes dudas fue el porqué de la ausencia de uno de los componentes de EcoPack.
Simplemente me apetecía estar a solas frente al mar. Al fin y al cabo la última vez que había
intentado gritar frente al mar, simplemente me limité a ceder mi voz.

-Te diría que me extraña encontrarte aquí –Dijo una voz a mi espalda –Aunque claro ¿el señor
pocas palabras ser sociable? En absoluto ¿verdad? Te gusta estar en tu silencio personal, ahí
eres fuerte-.

La chica coreana de SeviPack se sentó a mi lado mientras yo me limitaba a ser silencio, aunque
lo cierto era que algunas de sus palabras, me generaban una cierta sorpresa aunque estas no
fuesen del presente más absoluto.

-Me gusta el mar, es así de simple aunque... ¿Cómo sabías lo que había hecho aquella noche?-
Pregunté extrañado.

La chica coreana sonrió.

-La terraza de nuestra habitación en el hotel, daba a la playa. Así que ya sabes cómo funciona la
cosa, te levantas para ir al baño, miras por la ventana y oh, sorpresa, el representante de EcoPack
que apenas habla dirigiéndose a una chica desde la distancia y a la cual no parece conocer hasta
ese preciso instante. Aquello fue clave para comprender tu total dominio de la bicicleta y la
orientación en una ciudad que teóricamente desconocías…-.

-Me limité a hacer lo que tenía que hacer…-.

-Pero ¿no decías que no competías?-Dijo la chica coreana antes de sacarme la lengua en tono
simpático.

-Así es ¿Quién te ha dicho que estaba compitiendo?- respondí devolviendo el gesto.

-Cuando nos informaron de este evento y de que íbamos a participar en él, nos alegramos
aunque la gran alegría nos llegó cuando nos enteramos de que vuestra empresa también
participaba. La acción de Taurus, puso el nombre de vuestra empresa en boca de todos los
participantes, incluidas nosotras. Aunque claro ¿con que gente trabajaba Taurus? Una persona
como Taurus debía trabajar con gente similar, ya sabes cómo funcionan las sumas sociales. La
sorpresa no pudo ser mayor…-.

-Te aviso que dejamos a uno de los nuestros en Barcelona- Respondí volviendo a sacar la lengua.

-Al final te pediré un favor...-.

Al principio no le di la mayor importancia a aquellas palabras aunque a medida que avanzaba la


noche también lo iba haciendo nuestro propio camino. Lo cierto era que el mar nos abrazaba,
nos aportaba una calma y una tranquilidad que dentro, donde la gran ciudad habla y escribe con
cada una de sus palabras más firmes, se añora. Fue justo ahí, donde las olas parecen querer
descansar, donde una vez más, me rugí en silencio frente al mar. Cuando mi teléfono móvil
sonó, comprendí que era el momento de comenzar a recoger, a pesar de que Spin nos daba un
día libre, yo no podía olvidar que trabajaba para Dim Barcelona, aunque en ocasiones pudiese
parecer algo más que un simple trabajo temporal. Por un lado debía reconocer que toda aquella
experiencia, había sido de esas que valen la pena vivir. Tan solo quedaba hacer una cosa más
antes de regresar al hotel a recoger mis pertenencias y regresar a casa.

-Me gustaría decirte algo antes de regresar al hotel –Comenté mientras la chica coreana y yo
nos dirigíamos al hotel.

-Que es...-.Respondió la chica extrañada.

-Los osos panda aparte de gruñir, también sacan la lengua-Comenté en tono bromista justo
antes de sacar la lengua.

El camino de regreso a casa fue de esos que se hacen dibujando el camino que dejamos atrás,
caminos que tanto Taurus, como Carlos, Spin y yo, realizábamos de manera individual. Las
palabras dejaron paso al silencio, pero un silencio firme, sólido y tan eterno como el propio
universo. Debíamos reconocer que la experiencia en Valencia, había sido alucinante, en especial
para Spin el cual bueno… ¿contratos? Podríamos decir que algunos aunque sin duda alguna el
nombre de EcoPack, había sonado bien fuerte. Por mi parte el silencio, el aprecio hacia mis
compañeros, Taurus había sido una de las personas más aclamadas, no solo por sus acciones
pasadas sino también por los resultados obtenidos en las pruebas en las que había participado
sino además, por el gesto realizado con aquel pequeño al que hizo feliz. Por su parte Carlos había
sido la gran sorpresa, el noble competidor, un gran apoyo para Taurus. Quizás, solo quizás, muy
pocas personas conocerían mi nombre, al fin y al cabo tan solo era un competidor más, el
compañero de pocas palabras de Taurus, quizás simplemente me limitaba a estar feliz en mi
burbuja. La ciudad de Valencia comenzaba a dormirse entre suspiros de nostalgia, entre versos,
entre escritos, entre cada una de esas palabras que simplemente, pronunciamos desde nuestro
silencio. La ciudad permanecerá aunque en aquellos momentos, simplemente cambiamos de
mar. Quizás Barcelona, mi ciudad, cuente otras historias frente a su mar. Quizás Barcelona sea
una ciudad que quería, al fin y al cabo, podía escribir en cada uno de sus silencios. Al fin y al
cabo, los trabajadores de EcoPack recorremos sus calles de manera constante, sentimos su
viento y conocemos sus poemas. Por mi parte para mi Barcelona, era esa ciudad que vuela y
siente junto al eterno mar.
23-NUESTRA PROPIA TETRALOGÍA DEL HIELO
Quizás suene extraño, quizás la vida todavía tenga mucho que enseñarme, al fin y al cabo todo
camino es un constante aprendizaje, pero lo cierto es que pocas veces habré amado, y si lo he
hecho, debería estar durmiendo. Mi amor, en especial aquella mañana, pudo palparse nada más
llegar a las oficinas de Dim Barcelona.

-Que ya sabemos que sin café no puedes estar, de acuerdo, lo comprendemos –Dijo Miriam –Te
aseguro que te comprendo pero ¡déjanos algo de café!-.

Abrazaba a la máquina del café como si llevase siglos sin verla, incluso llegué a gruñir a Miriam
la cual llegó a acercase incluso con una regla para apartarme. Aquella mañana envidiaba a mis
compañeros de EcoPack, incluso Joel, el cual había estado ocupándose de algunas entregas, tuvo
festivo aquel día. Con una taza de café y con más sueño que ganas, me senté en mi silla mientras
esperaba a tener que realizar alguna entrega. El trabajo manda así que el cansancio debía quedar
relegado a un plano totalmente personal.

-Muy discreto- Dijo una voz conocida justo en el momento en el que dejaba caer un diario sobre
mi mesa.

En aquellos momentos desee imitar a un avestruz, aunque tampoco habría estado mal imitar a
cualquier otro objeto que pasease lo más inadvertido posible. El diario que Nae había dejado
caer sobre mi mesa contenía un artículo bastante extenso en el cual se hablaba de lo sucedido
en el evento de Valencia, incluso Taurus aparecía en algunas de las fotografías. El diario
comentaba la gran fiesta que había sido aquel evento, del gran papel que había hecho EcoPack,
incluso se comentaba la gran acción por parte de uno de los competidores de dicha empresa al
cumplir el sueño de un pequeño. Quizás suene extraño pero lejos de alegrarme, sentí algo de
rabia por un mundo que consideraba aquel tipo de acciones, como algo excepcional ¿no
deberíamos hacer más acciones como esa para dejar de considerarlas excepcionales? Quizás el
mundo, no avanza tanto como debería hacerlo. El cansancio provocó que aquel día fuese uno
de esos que se notan que avanzan lentamente aunque afortunadamente, no hubo reparto
alguno así que me limité a realizar alguna que otra fotocopia y poco más. A pesar de ello decidí
esperar a que o bien Nae o bien Pilar, me diesen permiso para regresar a casa. La luna abrazaba
la ciudad cuando Nae hizo acto de presencia.

-Pero…-Dijo extrañada.

-Estaba esperando que alguien me diese permiso para marchar-Respondí con más sueño que
ganas.

-Puedes marchar-.

-Te lo agradezco-.

-Descansa-.

La vida es un viaje maravilloso repleto de todo tipoi de sorpresas. Cuando salí por la puerta de
las oficinas no pude hacer otra cosa que sonreír. En ocasiones, debemos añadirle un toque
personal a las acciones para que aquellos que caminan junto a nosotros, lo hagan de la mejor
manera. Cuando Nae regresó a su despacho observó cómo alguien había aprovechado su
ausencia para dejarle un pequeño paquete sobre su mesa. Extrañada se acercó hasta él, lo cogió
y notó como se trataba de una pequeña caja solida envuelta con papel blanco y un pequeño lazo
azul a modo decorativo. Lentamente comenzó a retirar el papel observando como bajo el
envoltorio se encontraba una pequeña caja de madera. Al abrirla encontró una pequeña botella
de cristal en cuyo interior había alguna especie de líquido transparente. Al destapar la botella
no pudo hacer otra cosa que sonreír y ser consciente de que la vida, suele sorprendernos. Quizás
aquel día estuviese algo más cansado de lo habitual pero tenía bien claro, que debía ser parte
del silencio, así que aprovechando que Nae solía dejar su despacho a solas, esperé a que todos
los trabajadores marchasen para dejarle aquel significativo detalle sobre su mesa. Quizás no era
el regalo más espectacular del mundo, quizás tampoco era de esos que se muestran con orgullo,
quizás era más el significado que el regalo en sí. Y es que aquella botella contenía algo que sabía
que le gustaba, algo que tiene Barcelona y Valencia que no era otra cosa que agua de mar.

Podríamos comparar el despertador con un ex, o en mi caso una ex, con quien hemos acabado
bien, lo cual se da en menos ocasiones de las que podríamos esperar pero bueno, la palabra ex
viene por algo. Lo cierto es que tal y como es de intuir en la comparativa, al igual que un ex, el
despertador es ese elemento con el cual mantenemos una relación amor-odio y al cual solemos
gruñir para acabar nombrándole de manera cariñosa en alguna que otra ocasión pero sin llegar
al extremo de llegar a desear. Al levantarme y realizar los típicos estiramientos y
posicionamientos masculinos, tampoco hace falta decir todas las palabras, comprobé como en
el cielo, se dibujaban unas amables nubes blancas, de esas que llaman a la imaginación de los
más pequeños y a la libertad de los más mayores. Al llegar a las oficinas de Dim Barcelona, me
extrañó escuchar un murmullo más extenso de lo habitual, era como si alguna reunión de esas
de altos cargos, debatiesen algo sin llegar a ningún acuerdo en común.

-Los inversores quieren invertir en esta sede pero ¿Cómo, sin conocer la ciudad?-Escuché a
alguien comentar desde el interior de un despacho.

-La clave está en mostrarle a los inversores la ciudad-Dijo la voz de Pilar la cual reconocí
rápidamente.

-Un recorrido turístico no es la solución, estamos hablando de invertir, no de hacer turismo-.

-Algunos de nuestros trabajadores viven en la ciudad, estoy convencida de que pueden hacerles
de guías-.

-Quieren conocer la ciudad a fondo, no sus monumentos ni los lugares más turísticos. Quieren
conocer el aspecto más humano de la ciudad y comprobar si esta, realmente tiene ese toque
humano que tanto caracteriza a nuestra empresa-.

Al escuchar aquellas palabras, no pude hacer otra cosa que sonreí mientras cogía el diario que
alguien había dejado sobre mi mesa. Estaba claro que Barcelona, es una ciudad turística. Sus
calles, en especial las más céntricas, son un espectáculo de diversidad y de edificios de
arquitectura modernista. Incluso los propios ciudadanos de Barcelona, se sienten contentos con
aquel cruce de modernidad y tradicionalidad. Aparte al excelente clima predominante, había
que añadirle la calidez del mar. Cuando Pilar salió del despacho donde transcurría la reunión,
pude notar un cierto clima de preocupación por su parte. A su lado iba un tipo trajeado, de esos
de talante serio y que suelen estar en puestos importantes de toda empresa. Al escucharles
hablar, comprendí el porqué de la preocupación de Pilar la cual no dejaba de revisar unos
documentos mientras conversaba con el tipo trajeado.

-Conocer la ciudad la conocen nuestros empleados –Comentó Pilar – Al fin y al cabo muchos de
ellos viven en la ciudad pero ¿Por qué iban a querer unos directivos conocer la cara más humana
de la ciudad? Existen infinidad de monumentos y lugares dignos de las mejores postales que
estoy convencida de que deben gustarles-.

-Ya has escuchado, nada de recorridos turísticos. Quieren invertir en estas oficinas pero antes
quieren comprobar si esta ciudad reúne las cualidades humanas que les interesa- Respondió el
tipo trajeado.

En aquellos momentos me habría encantado ayudar a Pilar, al fin y al cabo, y a pesar de ser una
mujer repleta de energía, siempre se había mostrado amable y tranquila conmigo, dejando de
lado ciertos momentos en los que directamente me habría lanzado a su cuello aunque eso ya
era otro tema. Cuando Pilar reunió a varios trabajadores en una sala colindante a la que se
encontraba la gente con la que había estado reunida y con la cual seguía Nae, comprendí como
aquel tema debía ser muy importante por lo que su prioridad era máxima. Con varias reuniones
al mismo tiempo, el ir y venir de gente era constante, si ya de por si aquel era un lugar donde
las prisas formaban parte del trabajo, en aquellos momentos las prisas aumentaron de manera
considerable. Me alegraba tener mi trabajo, que vale, que también cuento con el factor prisa en
él, pero aquello lo tenía asumido e incluso disfrutaba con ello. En algunos momentos incluso
podía acércame al mar. Aquello me permitía poder sentir esa compleja libertad de la que todos
hablamos pero de la que pocos escriben. Esa libertad a la que nosotros mismos, empeñamos en
poner cadenas. Al fin y al cabo, todo tiene cadenas. Y en ese todo, susurra el mar. Por eso son
cadenas, porque susurran, porque con voz directamente dejarían de ser eso…cadenas.
Curiosamente era consciente de que aquel no era un asunto mío, al fin y al cabo era trabajador
de EcoPack. En esos momentos, justo cuando el silencio habla de manera totalmente personal,
la llamada del cariño y del aprecio por los trabajadores de Dim Barcelona, por algunos más que
otros las cosas como son, comenzó a susurrarme. Una voz conocida a mi espalda, me hizo
comprender que aquel cariño había susurrado a otra persona.

-Me gusta cuando callas porque estás medio ausente-Dijo Pilar de manera cariños –También es
cierto que sin barba me gustarías más, pero ya sabes que lo nuestro no puede ser, así que
confórmate con escribirme poemas dulces y oh, románticos-.

-Es que soy más de narrativa-respondí.

-Una novela de esas románticas de épocas barrocas tampoco me iba a importar así que… ¿a qué
me adoras?-Respondí Pilar mostrando una extraña sonrisa.

La reunión en la que seguía Nae, parecía no avanzar. Cuando Pilar regresó a la sala de manera
enérgica, todos se quedaron atónitos.

-Tenemos a la persona indicada-Comentó Pilar.

Mi trabajo consiste en repartir documentos y pequeños paquetes, el tema de guía turístico lo


cierto era que no encajaba con ninguna de mis funciones aunque también era cierto que
tampoco encajaba hacer fotocopias y raro era el día en el que no acababa haciendo fotocopias
para los trabajadores de Dim Barcelona. La sorpresa de Nae no pudo ser mayor aunque cuando
se giró de manera disimulada para reír, no pude hacer otra cosa que suspirar. La base estaba
clara: debía mostrar a un grupo de personas completamente desconocidas, la parte más humana
de la ciudad de Barcelona. Aquello podía parecer algo complejo más y cuando tenía una serie de
normas libres, esto significaba que debía ceñirme a ellas pero con una cierta libertad. Aquellas
normas no eran otras que: los visitantes no querían ver monumentos, la libertad me permitía
mostrarles arte, los visitantes no querían recorrer lugares céntricos, la libertad me permitía
hacerles conocedores que son el centro, los visitantes no querían recorrer museos, en este caso
la libertad me permitía jugar con aquello por lo que iban a recorrer un museo pero sin estar en
uno. Los visitantes no deseaban asistir a ningún evento, la libertad me permitía que los eventos
simplemente sucediesen. Finalmente los visitantes no deseaban pasar una jornada en la playa,
la libertad me permitía dejar que escuchasen el mar. La parte humana era algo que conocía, al
fin y al cabo todos somos el silencio de algo, y aquel silencio que tanto conocía, no era más que
la parte más humana de ese viaje llamado vida. Acepté aquellas normas aunque a cambio iba a
pedir un par de cosas.

-El asunto de afeitarse no entra en esta lista ¿verdad? –Comentó Pilar mientras leía la lista con
las cosas que quería - Es una lista cuanto menos curiosa…-.

Quizás los convencionalismos están bien en algunas ocasiones, pero no para hablar de libertad.
Así que cuando aquellos directivos decidieron debatir mi listado, decidí regresar a mi lugar de
trabajo. Era consciente de que al fin y al cabo era repartidor, no guía turístico. Cuando Pilar me
pidió que regresase al despacho, comprendí que aquellas personas habían tomado una decisión.

-Las cosas como son: absurdo a más no poder pero…aceptamos estas normas y tus peticiones-
Comentó Pilar entre suspiros.

La decisión estaba tomada, tan solo era momento de comenzar a volar.

Siempre he comentado que madrugar no está mal aunque debería ser a horas menos
intempestivas, curiosamente aquella jornada carecía de aquella mismo norma. Por eso, cuando
bien entrada la tarde, Pilar pasó a buscarme por casa, comprendí que la curiosa aventura, daba
comienzo.

-Ya sabes que te adoro…pero en estos momentos no sé si morderte o comete a besos…mejor te


muerdo, ya sabes que solo puedo ser tu bella inspiración para ¿y si te afeitas? Nah,
déjalo…aunque ¿y si te afeito yo? nah déjalo- Comentó Pilar.

Un gruñido por mi parte hizo comprender a Pilar que debíamos marchar. Debíamos acudir al
aeropuerto de Barcelona para reunirnos tanto con algunos de los ejecutivos que habían estado
reunidos tanto con Nae como con ella, una vez todos juntos esperaríamos la llegada del grupo
de inversores. Lo cierto era que durante el trayecto fui más silencio que palabras. Aquello era
algo que Pilar apreciaba pues tras aquella actitud anárquica y algo alocada, había una mujer
romántica y que solía leer poesía. El aeropuerto de Barcelona es uno de esos lugares de paso
pero tan lleno de vida, que si las paredes pudiesen escribir cada una de las historias que viven,
podríamos empapelar todo el universo. Supongo que el aspecto poético natural, debía quedar
relegado a un plano totalmente personal. Cuando nos encontramos con algunos de los
ejecutivos presentes en la reunión, decidí ser más silencio que palabras, al fin y al cabo tan solo
debía hacer aquello que me habían pedido aunque estaba claro, que la duda era más firme que
la certeza. Una llamada telefónica me hizo comprender como el viaje, estaba a punto de
comenzar. Cuando los ejecutivos que estábamos esperando llegaron, los recibieron de manera
cordial, se trataba de un pequeño grupo de algo más de diez personas, once para ser más
exactos. Se trataba de gente de esa que solo por la vestimenta, ya imponían algo de respeto y
que mostraban una categoría que nada tenía que ver conmigo. Por otro lado, debíamos ser
conscientes que no podemos valorar un libro simplemente por su portada.
-Y bien…-Dijo uno de los ejecutivos con un castellano algo básico –Debemos reconocer que
estamos intrigados con esta visita aunque como sabrán, no hemos venido a hacer turismo-.

-Tranquilos que no lo harán –Respondió Pilar –Aunque más le vale a uno que yo conozco que
sepa que está haciendo porque de lo contrario va a conocer la señorita maquinilla de afeitar-.

Una voz conocida decidió intervenir.

-Una presentación como esa incluso a mí me encanta-Dijo Spin ante la sorpresa de Pilar –
Igualmente les comunico que su vehículo de transporte ya está aquí-.

El desconcierto no pudo ser mayor aunque tenía bien claro el porqué de cada paso. Así que tras
las presentaciones, el grupo de ejecutivos se montó en un pequeño autocar que había alquilado
Spin para que el grupo, conociera la parte más humana de Barcelona. El anochecer abrazaba la
ciudad de Barcelona así que el primer lugar que iban a conocer aquel grupo, iba a ser un sitio
donde saciar su apetito pero saliéndose del camino turístico que me habían pedido.

-Es un placer tenerle con nosotros señorito-Dijo el jefe de Ángel mientras dirigía al grupo a una
mesa que había reservada para ellos.

Quizás el restaurante donde trabaja Ángel, no es el lugar con más clase de la ciudad pero es un
sitio donde se puede comer tranquilamente. Por otro lado el servicio era atento, amable y con
ese toque de naturalidad que tanto me gustaba. Me encantó poder abrazar a Ángel y conversar
con ella, por motivos laborales no habíamos podido vernos tras mi regreso a Barcelona.
Curiosamente le propuse unirse a nosotros, al fin y al cabo en el universo es donde vuelan las
estrellas. En aquel punto debía agradecer que su jefe, incluso le animase a unirse a nosotros. La
velada fue agradable, divertida y amena. Los ejecutivos se lo pasaron bien aunque el viaje no
había hecho más que comenzar. Cuando dimos por finalizada la cena, decidimos seguir nuestro
viaje. En aquella noche aquellos ejecutivos conocieron desde el corazón de Mercabarna, un
centro logístico que se encargaba de abastecer tanto mercados como superficies de
alimentación, hasta bibliotecas o barrios cuyos silencios, dicen más que sus palabras. Cuando
Spin decidió llegar al grupo de ejecutivos a un sendero de montaña, estos sonrieron, sin duda
alguna estaban disfrutando por lo que a pesar del cansancio, decidieron seguir los pasos de Spin.
Era uno de esos caminos rurales apartado de toda civilización, incluso debíamos usar linternas
aunque al llegar al final del recorrido, pudimos escribir el verso más dulce del mundo entre la
montaña y el mar. En medio de la montaña, y como si de una pequeña plaza se tratase, se
encontraba un pequeño claro. Era uno de esos lugares que solo algunos conocen y cuyas vistas
daban al mar. A nuestros pies, la ciudad parecía solo un boceto a lápiz de un océano infinito,
incluso algunos de esos lugares de muchas visitas parecían ser más humanos, más de aire, más
de agua de mar.

-Me habría encantado afeitarte esa barba pero…buen trabajo-Dijo Pilar.

Quizás, solo quizás estamos acostumbrados a valorar una ciudad por sus monumentos, por sus
edificios, por sus lugares. El grupo de ejecutivos quería conocer la parte más humana de la
ciudad, querían conocer esa parte que solo los que vivimos en una ciudad, conocemos. Es por
eso que la mejor forma de conocer una gran ciudad es conociéndose a sí mismo. Y desde aquel
lugar podía hacerse, desde aquel lugar el silencio habla y este nos hace hablarnos a nosotros
mismos. Es por eso que aquel lugar acariciaba tanto el cielo, como la montaña y el mar. La paz y
la tranquilidad podían casi palparse, incluso daba la sensación de que si alzábamos nuestros
dedos, estos podrían escribir versos en el aire. Sentados sobre un pequeño muro de piedra que
había a modo de separación entre aquel lugar y un pequeño barranco tanto el grupo de
ejecutivos como Nae y Ángel, disfrutaban de la tranquilidad de aquel sitio. Por su parte Pilar
había decidido hacer fotografías con su teléfono móvil mientras que Spin y yo, simplemente
disfrutábamos del silencio. Incluso Nae pareció salir de aquella burbuja que en ocasiones parecía
envolverle. Con la ciudad despertando, los primeros excursionistas no tardaron en llegar por lo
que comprendimos que era momento de regresar a la gran ciudad. Sucede algo curioso: el
silencio es la más bella de las respuestas cuando marchamos de un lugar. Los ejecutivos apenas
pronunciaron palabra alguna, incluso mientras dejábamos atrás la montaña, algunos de ellos
sonrieron con cierto aire de nostalgia. Cuando dejamos a los ejecutivos en el hotel donde habían
reservado habitaciones, comprendimos que la visita a Barcelona comenzaba a escribirse con
letras de recuerdo. Quizás aquellos ejecutivos esperaban realizar alguna variante de recorrido
turístico, al fin y al cabo, aquel era el camino base, quizás algunos monumentos forman parte
del paisaje y aunque volemos por el cielo, van a caminar ante nuestros pies. En esos casos, son
los pequeños gestos, los que hacen grande el mundo. Una pequeña reserva en un restaurante
mexicano es una gran velada, un pequeño paseo por lugares de pocos nombres es un viaje por
un gran lugar. Un pequeño lugar en la montaña es un gran sueño en el mar. Son los pequeños
gestos, los que hacen grande el mundo, al fin y al cabo incluso yo mismo, había realizado uno de
aquellos gestos, sutiles, elegantes, pero tan llenos de vida que nos hacen pensar que el mundo,
puede ser un lugar maravilloso.

-La invitación a tu amiga no ha sido simple casualidad ni gesto espontaneo ¿verdad?-Dijo Pilar
justo antes de despedirnos y mientras aprovechábamos que tanto Spin como Ángel y Nae, se
despedían de los ejecutivos.

-Me pidieron un viaje por la Barcelona más humana-Respondí de manera amble –Simplemente
hice lo que me pidieron-.

-Ya, como lo sucedido en Valencia, simple casualidad…-.

-Si le soy sincero no he le doy mayor relevancia a lo que para mí no la tiene. Como lo sucedido
en este viaje, simplemente hice lo que tenía que hacer-.

En aquellos momentos quise ser simplemente silencio aunque cuando Spin, Ángel y Nae se
acercaron para despedirse, suspiré aliviado, debía ser ruido. Así que aprovechando que tenía el
resto de la jornada libre, decidí invitar tanto a Nae, como a Ángel y Spin a comer. Y si, a pesar de
mis diferencias con Nae, le invité, sin éxito pero le invité. Lo cierto era que su cansancio era
evidente así que comprendí que quisiera descansar. Por su parte Spin debía acudir a EcoPack,
ser el jefe de una empresa requiere ciertas responsabilidades así que Ángel y yo decidimos
tomarnos una jornada de películas y sofá, no es que fuese una jornada productiva pero tampoco
me importaba. Al fin y al cabo, toda historia, comienza con los versos en el mar.
24-LA SOLEDAD DE LA LLUVIA
Resulta cuanto menos curioso, pero la realidad está ahí, es algo tan firme que no hace falta
escribir la palabra sueño para darse cuenta de la realidad. Quizás Spin no calculase, por decirlo
de alguna manera, las consecuencias de las acciones de sus trabajadores en la competición
celebrada en Valencia. Que vale, que cada uno de los que competimos, aunque esta no sea una
palabra que vaya acorde conmigo, cumplimos con nuestro cometido, Taurus debía mostrar
potencial, Carlos debía mantenerlo y yo bueno…en caso de que Carlos hubiese disminuido
nuestra ventaja, la cual debía haber sido conseguida con anterioridad por Taurus, tenía que
haberla recuperado. La teoría era fácil, hasta ese punto todos de acuerdo. Quizás lo que Spin no
calculó fue la personalidad de cada uno de los competidores. Estaba claro que nos llevábamos
bien entre todos, al fin y al cabo una de las características de EcoPack es el gran ambiente laboral
lo cual equivale a que seamos amigos antes que trabajadores de una misma empresa. Ya
habíamos demostrado nuestra personalidad en diversas situaciones, dejando de lado la acción
de Taurus la cual sigue a modo de vídeo en internet, así que Spin simplemente pasó por algo
aquello. Los resultados de la vertiente de la competición, fueron los que Spin deseaba, del
mismo modo los resultados a nivel marketing fueron mejor de lo que esperaba, pero claro, si
tienes una empresa y sus trabajadores realizan acciones, y cito nota de prensa “acciones nobles
y que agrandan el nombre de EcoPack, una de las empresas punteras en cuanto a mensajería
ecológica” prepárate a recibir algo.

-Estamos en contacto, sea lo que sea que decidamos, le llamaremos –Comentó Spin mientras se
despedía de una de las muchas personas que habían dejado su currículo y la cual acababa de
tener una entrevista laboral.

Las cosas para EcoPack, iban realmente bien, quizás si les preguntásemos a los repartidores,
soltarían alguna expresión social poco poética. El número de clientes había aumentado e de
manera considerable lo cual aumentaba la carga de trabajo. Por un lado era algo estupendo,
pero por otra parte el cansancio era mayor. Podríamos pensar que los trabajadores de EcoPack,
estamos mejor preparados que cualquier otra persona que tenga un trabajado en oficinas, que
por otro lado también son trabajaos que llegan a agotar pero ese un tema aparte. Y lo cierto es
que bueno, estamos acostumbrados a pedalear pero sucede algo: Barcelona no es una ciudad
llana, Barcelona es una ciudad cuesta arriba, tiene su parte llana como cualquier otra ciudad
pero a medida que te acercas a las montañas, las cuestas son más pronunciadas. Es algo que se
aprecia claramente desde el mar. Incluso debó reconocer que algunos días, tras finalizar mi
jornada laboral, se me hace un poco más duro llegar a casa aunque en este caso debo poner un
curioso paréntesis, hacía, ahí está la palabra ha-cí-a ¿Qué porque digo esto? Las cosas como son:
el ritmo de trabajo de Dim Barcelona no tiene nada que ver con el ritmo de EcoPack, también es
cierto que son dos empresas completamente separadas en cuanto a actividad comercial se
refiere pero lo cierto es que si me habían contratado de manera temporal para trabajar en Dim
Barcelona, alguien había olvidado ciertas nociones de espacio-tiempo. Curiosamente desde que
trabajaba en Dim Barcelona, podía acudir más al mar. Era algo que agradecía en silencio, siempre
en silencio, al fin y al cabo aquel pedazo de tierra de olas poéticas, no era más que eso, mi propio
silencio. Y recordar es caminar encima de una delgada línea que separa los buenos recuerdos de
aquellos que no lo son tanto.

La vida iba bien pero como sucede en las historias más ciertas y por lo tanto, más alejadas de
esos cuentos de caballeros y princesas que nos solían leer de pequeños, comenzó a mostrarme
su faceta más humana pero la cual, iba sujeta irremediablemente a los senderos del mar, esos
que suelen moverse entre una línea delgada que separa la felicidad de la tristeza.

-Es una oportunidad única –Dijo Miriam mientras Víctor simplemente se limitaba a sonreír con
los labios de un enamorado.

-Entonces… ¿marcháis los dos?-Pregunté extrañado.

-Es un nuevo principio –Respondió Víctor –Me tocará buscar un nuevo trabajo pero me irá bien
y estoy convencido de que será bastante bueno para nuestra relación.

-Es una oportunidad que vale la pena aprovechar así que bueno….queríamos que fueses el
primero en saberlo, dejando de lado nuestras familias claro-Añadió Miriam.

La vida es un camino constante en el que en ocasiones hay que detenerse para tomar impulso.
El camino de Miriam iba a cambiar, de eso no cabía la menor duda. Le habían ofrecido un
importante puesto en la delegación andaluza de Dim. La empresa abría un nuevo centro en la
capital hispalense y necesitaban a alguien para coordinar varios departamentos. Me alegraba
por ellos, y si, digo ellos, el amor hace que tomemos decisiones en busca de la felicidad y para
Víctor, la decisión, estaba tomada, ambos marcharían juntos a Sevilla. Una nueva vida y un
nuevo horizonte. Aquello significaba un hasta luego pues algunas palabras, no entran en mi
diccionario más personal. Me alegraba por ellos aunque un cierto acento de tristeza, comenzaba
a apoderarse de mi interior. Soy consciente de que la distancia no crea el olvido pero sí que
agranda el silencio y este, acaba separando el camino de las personas. Los trabajadores de Dim
Barcelona y el círculo más cercano a ambos, decidieron organizar una fiesta de despedida. Una
discoteca, música variada, diversión y todos los buenos recuerdos. Al fin y al cabo daba la
sensación de que los malos recuerdos, simplemente se quedaban fuera, era como si el vigilante
de seguridad no les dejase pasar. Iba a echarles de menos, al fin y al cabo la amistad que nos
unía, era fuerte, firme pero del mismo modo, era consciente de que la distancia, se encargaría
de crear silencio y este acaba agrandando cualquier distancia. El camino de Miriam y Víctor, se
separaba del mío, simplemente tocaba aceptarlo y desearles lo mejor.

El primer día en el trabajo, me resultó extraño, como si faltase algo, aunque en aquel caso estaba
claro que faltaba alguien. Afortunadamente había entablado buena amistad con más
trabajadores de Dim Barcelona, en especial con el vigilante de seguridad pero nada que ver con
la amistad que tenía con Miriam. Incluso la ausencia de su sonrisa podía palparse en el ambiente.
Es la gente la que hace grande un lugar y aquella ausencia, era una de las pruebas más claras. La
rutina y el ritmo mandaban, eso significaba que continué realizando entregas y recogidas de
documentos, fotocopias para los trabajadores y algún que otro masaje sin importancia. Por su
parte Pilar en su empeño de que me quitase la barba, lo siento pero no, va pegada al cuerpo y
no tengo la menor intención de que cada una vaya por su lado. Por su parte Nae seguía siendo
la chica de belleza espectacular pero carácter frio y distante. Incluso seguía quedándose hasta
tarde lo cual comenzaba a llamar mi atención. El camino diario llegó a darme la sensación de
que todo aquello, aquel camino gris y llano, era como si las olas hubiesen dejado de bailar por
encima del mar. El trabajo ayudaba a no echar de menos, aunque también es cierto que una
excesiva carga de trabajo tampoco es que vaya muy bien que digamos, gracias Nae, debes estar
haciendo tu labor…incluido el asunto de hacer fotocopias cosa la cual por convenio laboral que
no me he parado a leer, creo que no forma parte de mis funciones las cuales desconozco en su
totalidad pero entre las cuales algo me dice que no entra eso, al fin y al cabo creo que debe ser
difícil hacer fotocopias mientras se reparte en bicicleta, si, mejor cambiamos de tema. Mi casa
era un lugar tranquilo, de más bien pocas visitas, tan solo Ángel venía aunque, lentamente, el
viento comenzó a soplar en otra dirección.

Las despedidas forman parte de ese camino llamado vida, debemos ser realistas y comprender
que solo las montañas, permanecen siempre en el mismo lugar. Cuando una mañana Spin hizo
acto de presencia en las oficinas de Dim Barcelona con gesto de preocupación, comprendí que
algo sucedía. Su reunión con Pilar fue larga, de esas que crean más expectativas que realidades,
algo me decía que entre todas aquellas palabras, ni nombre estaba por medio. La principal idea
no es otra que bueno, no están conformes con tu trabajo, al fin y al cabo el desconocimiento en
aquellos caminos, siempre suele tirar hacía el mismo lado.

-Red, necesitamos hablar contigo –Dijo Pilar con tono amable mientras apoyaba una de sus
manos en uno de mis hombros.

En aquellos momentos todas y cada una de las entregas realizadas en Dim Barcelona, regresaron
a modo de recuerdo buscando alguna en la que no hubiese cumplido los plazos o cualquier otra
cosa similar. En aquellos momentos la vida me volvió a demostrar que el factor sorpresa, forma
parte de su propio camino y que algunas fiestas, solo son parte del comienzo de un nuevo
camino. La seriedad y el sentimiento de soledad me abrazaban con fuerza, como si quisieran
escribir un verso conmigo. Y por una vez, quise gritar, y por una vez quise volar lejos, tanto que
pudiese reencontrarme con aquellos días en los que simplemente, era feliz.

Una fiesta de despedida, un nuevo comienzo, un esfuerzo por sonreír. Por suerte, Ángel había
decidido acompañarme, al fin y al cabo su amistad con Taurus estaba ahí. Y es que aquella noche,
Taurus pasaba por última vez por EcoPack. El gran Taurus regresaba junto con su familia al norte
de Francia. La empresa para la que trabaja su padre, le había ofrecido un puesto de mayor
responsabilidad, algo por lo que siempre había estado trabajando. Era una decisión familiar, algo
que entre todos los miembros de la familia, incluido Taurus, habían decidido. Al fin y al cabo, en
aquella tierra, era donde tenían sus orígenes, sus raíces, su familia. La reunión entre Pilar y Spin
había sido para ver que hacían conmigo. Los responsables de Dim Barcelona, estaban muy
satisfechos conmigo pero quisieran o no, seguía siendo trabajador de EcoPack. Estaba claro que
Spin me necesitaba pero del mismo modo, también me necesitaban en Dim Barcelona. El
convenio entre ambas empresas era realmente bueno para los intereses de EcoPack. Aquello
hacía que Spin decidiese que continuase trabajando para Dim Barcelona. Una nueva despedida,
quizás el mundo, estaba comenzando a escribir sobre mí, los versos de la soledad, aquellos que
hablan de estar solo en medio de un montón de gente. Quizás, solo quizás, debía gritar frente al
mar. La fiesta de despedida estuvo cargada de bellos recuerdos, de viajes que en silencio, todo
el mundo realiza. Habían acudido desde amigos de Taurus hasta algún que otro romance
silencioso, personas de esas de las que hablamos a labios cerraos. Los trabajadores de EcoPack
nos alegrábamos por él, aunque también era cierto que la nostalgia, lentamente se iba
apoderando de todos nosotros. A pesar de no ser amante de aquel tipo de eventos, estaba claro
que no podía perdérmelo. La unión entre los trabajadores de EcoPack era firme, fuerte y con un
alto factor humano alejado de cualquier aspecto laboral. Cuando el cansancio comenzó a hacer
acto de presencia, la gente comenzó a marchar. En esos momentos, cuando solo quedamos el
circulo de personas, más cercanas a Taurus, fue cuando este, quiso hablar conmigo.

-Ha sido una noche emotiva ¿verdad?-Preguntó Taurus en tono amable –Voy a echar de menos
esto pero sé que el camino que me espera, me irá realmente bien-.

-Eso significa… ¿cansado de este trabajo?-Pregunté extrañado.


-En absoluto, incluso si te soy sincero espero encontrar algún trabajo de mensajería en Francia.
Ya sabes, algo similar a esto aunque bueno, te conozco y ambos coincidimos: la grandeza de un
lugar no la hacen sus edificios, es la gente la que hace que un lugar sea especial. Nos conocemos
hace tanto tiempo, que te diría que he perdido la noción del tiempo aunque sé que son palabras
más propias de ti. Has sido un gran compañero de trabajo aunque ante todo, has sido un gran
amigo. Te aseguro que te voy a echar de menos aunque recuerda: me debes una carrera.
Igualmente me gustaría pedirte un favor-.

-Ya sabes que me puedes pedir lo que quieras, bueno…menos que me afeite, ahí hay otra
persona que me lo pide constantemente-.

- Tranquilo, sé que adoras tu barba aunque quiero que hagas algo por mí: cuida de todos estos-
Comentó mirando a los trabajadores de EcoPack los cuales estaban descansando.

Un abrazo, miles de palabras que no se llegan a decir. Iba a echar mucho de menos a Taurus, su
ausencia dejaba un vacío enorme, de ese que se guarda en silencio y te hace gritar. Así que tras
dejar a Ángel en su casa, decidí hacer algo que debía haber hecho cuando las despedidas más
tempranas, comenzaron a llegar de nuevo a mi vida. La ciudad de Barcelona, mi ciudad al fin y
al cabo, es una ciudad alucinante al anochecer. Su vida sigue avanzando entre susurros de amor
y versos a media ventana. Circular a esas horas en las que todos duermen, es una experiencia
realmente agradable. Al llegar a mi destino, pude escuchar el sonido del mar. El eco de sus olas
en la madrugada, se transforma en una dulce y sutil melodía que nos hace viajar. Era consciente
de que la vida, en su más amplio concepto, no paraba de moverse, de avanzar. Al fin y al cabo la
vida, solo sabe ir en una dirección, hacía adelante. Mi vida no era una aventura constante de
esas repletas de emoción, pero ¿quejarme? Quejarse de la vida más personal es no querer
afrontar los problemas. Y quizás estaba ahí, justo ante mí, aquello hacía donde debía haber
gritado una vez, aquello que me hizo ser quien era, bueno, en cierta medida claro, no podemos
pedirle al mundo que gire en la dirección que nosotros deseamos. Era una persona poco
sociable, incluso podía decirse que mi círculo de amistades era más bien escaso aunque por otro
lado, el necesario. Uno no dibuja círculos sociales al azar, los va creando a medida que avanza
por la vida. En mi caso debía reconocer la realidad: había decidió no crear más círculos sociales.
Las personas somos capaces de crear los más bellos de los recuerdos en aquellos que nos
rodean, y para mi aquello significaba recordar a Aysel, aquella chica que bueno, solo era una
amiga, alguien con la que compartías la sonrisa. Al crear la distancia, creamos el silencio, pero
la vida, se empeña en hacer ruido del ayer en el silencio del presente. Eso significaba que
cualquier acción presente fuese parte del ayer, este volverá con toda su intensidad. Las
despedidas recientes habían provocado que recordase a Aysel con toda la intensidad, aunque
más que recordar la persona, estaba claro que recordaba la acción. Y con ella todo lo que eso
supuso, que lejos de parecer poco, era todo cuanto era en mi presente. El mar significaba el
comienzo de nuestros pasos, al fin y al cabo mis primeras palabras hacía Aysel, fueron en una
fotografía en la que se apreciaba el mar. Las despedidas con palabras duelen, pero duelen más
cuando estas, son solo silencio. En aquellos momentos decidí gritar hacia el mar. Mi voz fue
rabia, fue recuerdo, fue echar de menos, fue simplemente tener que gritar. La poesía en aquellos
momentos quedó relegada para algún que otro poeta. En esos momentos cualquier aspecto que
no fuese simplemente personal, quedaba relegado. Mi voz pudo escucharse desde lejos, tanto,
que podría decirse que cualquier persona que estuviese en las inmediaciones podía haber
escuchado perfectamente cada una de mis palabras, incluidas aquellas que carecen de poesía
alguna. Quizás, solo quizás, tenía que haber gritado antes. El recuerdo de Aysel era sonrisa, era
silencio, y en medio la vida. Era consciente de que solo eran eso, recuerdos. El camino de la vida,
debía continuar. Mi presente era mi propio camino. La ciudad de Barcelona, es solo silencio al
anochecer, solo las olas del mar parecen susurrarle pequeños versos que acaban acariciando la
arena de la playa. La poesía es libre, carece de letras pero está repleta de sentimientos. Un
profundo suspiro antes de regresar a casa, el grito forma parte de la libertad. En aquellos
momentos, la vida volvió a mostrarme su cara más curiosa, aquella que nos hace comprender
que las sorpresas, forman parte del camino. Al parecer alguien también necesitaba gritarle al
mar.
25-AUSENCIA
La vida es ese trayecto paradójico que se empeña en sorprenderte en el momento más
inoportuno.

-Vaya…-Comentó Nae ante mi sorpresa.

En esta vida existen un par de preguntas que, dependiendo de la circunstancias, deben ser
omitidas. En aquellos momentos, dicha norma social no escrita, hizo acto de presencia ante mí.
Conocía mis razones para estar en aquel lugar pero desconocía que hacía Nae allí, del mismo
modo Nae podía pensar en dicha frase. La vida en su más amplio concepto, en estado puro y
duro. En esos momentos buscamos mil excusas cuando en realidad, la mejor respuesta, no deja
de ser más que la sinceridad más absoluta.

-Necesitaba hacerlo-Respondí mientras me montaba en mi bicicleta para regresar a casa.

-Tranquilo-Respondió Nae.

La realidad es una acción que nos hace libres, depende de nosotros mismos querer o no, ser
libres. Y al colocar un pie sobre uno de los pedales, me gruñí a mí mismo. Me giré hacia atrás,
hacía el lugar donde Nae se encontraba. Me bajé de la bicicleta, suspiré un par de veces, me
acerqué hasta Nae y finalmente los dos nos abrazamos. Quizás Nae me gruñiría posteriormente,
al fin y al cabo ya lo había hecho en otra ocasión. En aquellos momentos no me importó lo más
mínimo. Y allí, en silencio, Nae y yo seguimos siendo aquellas personas cuyos mundos estaban
en universos opuestos. Un abrazo, mil palabras que no se dicen, pero que se sienten. Al fin y al
cabo los abrazos dicen mucho más que un beso apasionado aunque por otro lado ¿besar a Nae?
Incluso yo mismo me reía de aquella salvajada así que gracias pero con un abrazo me conformo
y tengo más que de sobra. Un cielo estrellado, una ciudad en silencio, y allí, en aquel lugar donde
la vida se convierte en verso, comprendí cual era la palabra del mar.

Quizás suene extraño, quizás nos hayamos acostumbrado a esa parte de la vida, donde la
comodidad, es una acción pequeña que se escribe con grandes letras. Y es ahí donde entra esa
paradoja personal: no me gusta dormir. Es algo que nunca me ha gustado y en lo que el cuerpo
manda: tú di lo que quieras que el cuerpo hará lo que le apetezca. Al llegar a casa, lancé un
sonoro suspiro, y como si me estuviese esperando, allí, en el suelo, una de las plumas negras
que aún conservaba, parecía haberse escapado de la caja donde las tenía guardada. Al
comprobar como una de las ventanas del salón, se encontraba abierta, no le di mayor
importancia, al fin y al cabo solo era eso, una pluma nagra. Supongo que llegar a casa después
de hacer algo relacionado con tu pasado y encontrarse una pluma que, teóricamente, debería
pertenecer a eso, a tu pasado, no es la mejor idea si pretendemos olvidar. Era cierto que
desconocía el origen de aquella pluma, simplemente me había limitado a realizar hipótesis más
basadas en las vivencias que en la realidad. Y la realidad era clara, o al menos en lo relacionado
con lo que aquella pluma se refería, Aysel no estaba, así de simple. Principio, final y hasta ahí,
simple, claro y directo. En aquellos momentos en los que cogía la pluma negra para devolverla
a su caja, comencé a recordar las conservaciones con Aysel. A pesar de no ser más que un simple
objeto inanimado, aquella pluma decía mucho más de lo se podía llegar a imaginar. Existen
algunos objetos que nos recuerdan quienes somos, quienes fuimos o simplemente, quienes
quisimos ser. Cuando el ser humano olvida su propio rumbo en la vida, existen objetos, que les
hacen recordar. Podríamos decir que se convierten en pequeñas brújulas. La pluma negra con
las letras de Aysel, o al menos hasta que la realidad me demuestre todo lo contrario, significaba
esas ganas por ayudar a los demás, esa sonrisa cuando alguien la necesita o ese hombro cuando
la tristeza se apodera de los demás. Y desde luego que era consciente de ese egoísmo social del
“no es mi problema”, aquello era algo que rechazaba rotundamente, al fin y al cabo la historia
nos ha demostrado que el mundo ha avanzado gracias a omitir eso, el egoísmo más individual.
Incluso Aysel me gruñía por eso, por meterme en algún que otro lio por ayudar a los demás. Y
cuando fuimos silencio, todo aquellos se acabó, no de manera inmediata pero si de forma
progresiva. En aquellos momentos en los que el recuerdo de Aysel, parecía ganar intensidad,
recordé algo que había sucedido y en lo que no había prestado atención, al fin y al cabo había
hecho lo que debía hacer. La realidad me estaba recordando que desde la aparición de las
plumas negras, había realizado más acciones para animar o ayudar a los demás, que aunque me
negase a que escribieran mi nombre, lo sucedido en Valencia estaba ahí, incluso mi decisión por
dejar que Joel ganase una especie de competición, a ver, digo especie porque ni Carlos ni Taurus
ni yo, consideramos aquella especie de carrera, una competición pero claro, si a Joel le hace
ilusión ¿Quién éramos nosotros para decirle todo lo contrario?. Incluso debía reconocer que
desde la aparición de las plumas negras, había visitado en más ocasiones el mar. En aquel
momento, la pluma me mostraba que la línea entre los sueños y la realidad, es realmente
delgada. Quizás si Aysel estaba detrás de aquel objeto quizás debía comenzar a reflexionar y
pensar quien era realmente, quien fui o quien quise ser. Porque desde luego el ser poco sociable
en el que me había convertido no era para nada aquel que quería ser. En aquellos momentos
decidí coger un papel y un bolígrafo que escribiese, y si digo este pequeño matiz es porque todo
hogar tiene varios bolígrafos que parecen jugar al escondite y que aparecen o bien cuando
menos te lo esperas, o directamente cuando menos los necesitas, comencé a pensar en las tres
personas que formaban de manera directa o indirecta, parte de aquella pluma. Quizás no
anotase todos los nombres pero finalmente me aparecieron tres personas a las cuales coloqué
en un pequeño listado con tres letras. En la “A” estaba Ángel, si realmente la pluma significaba
que fuese quien yo era, estaba claro que Ángel debía estar en primer lugar. Su amistad era de
esas que crean bellas historias pero su fragilidad, era algo que llegaba a preocuparme. En la “B”
estaba Aysel, en aquellos momentos llegué a preguntarme si realmente me apetecía
reencontrarme con ella, fue en ese momento cuando la vida me respondió con sutil poesía ¿Por
qué se crea el silencio con aquellas personas que crearon nuestra sonrisa? En la “C” estaba Nae,
posiblemente la mujer más guapa y espectacular que había conocido pero que al mismo tiempo
también podía aplicarle las palabras borde, fría, estúpida…y por cosas como esas es por las que
tenemos que agradecer que nuestras ideas o pensamientos, no se escuchen en voz alta,
viviríamos en mayor soledad. Supongo que si alguien le preguntase a Nae que piensa de mí,
todas esas palabras parecerían caricias de primavera en comparación a lo que diría…bueno, ya
lo había vivido en las oficinas de Dim Barcelona así que no era algo que me sorprendiese. Y así,
anotando las posibles acciones que debía tomar, decidí darle la razón a la pluma: no debemos
abandonar nuestros sueños ni olvidar quienes somos o simplemente, quienes quisimos ser.

El ser humano es esa raza tan curiosa que habita sobre la tierra y que se diferencia del resto de
las especies en que a pesar de tropezar una y mil veces con la misma piedra en el camino, no la
aparta. Con estas palabras podríamos pensar que estamos ante un pensamiento filosófico
barato, pero nada más lejos de la realidad. El sueño era evidente así que decidí acercarme a la
máquina del café nada más llegar a las oficinas de Dim Barcelona. Y allí, de pie y en total silencio,
se encontraba Nae. La persona con la cual debía tener un camino realmente difícil, era la misma
a la que había abrazado frente al mar. En esos casos, está claro que la vida nos muestra lo
complejo que es su camino ¿caminar para animar y ayudar a una persona cuya simpatía luce por
su ausencia? Siempre existe un motivo para algo, y si Nae no era la persona más simpática del
mundo, debía ser por algo. Y justo ese algo, era el que yo conocía, al fin y al cabo la pluma negra
de Aysel…o lo que imaginaba, era la respuesta a aquel carácter.

El camino de Ángel era alucinante en todos los aspectos. En aquellos momentos el sutil silencio
de la acción, se convirtió en mi mejor aliado. Las cosas que aparentemente sucedían por
casualidad, realmente estaban siendo movidas por esas ganas de ver sonreír a Ángel. En este
aspecto, o mejor dicho, en este punto, tengo que hacer un alegato a la belleza mundial
unipersonal. La sonrisa es la más clara de las muestras de que la belleza forma parte de cada
una de las personas que habitamos sobre la tierra. La sonrisa de Ángel era alucinante, en especial
cuando hacía alguna broma sobre mis nulas artes culinarias. Las cosas como son: en la cocina
me defendía…sabía dónde estaba cada una de las cosas, que supiese juntarlas es otra cosa.
Cuando Ángel y yo no estábamos juntos solía ser parte de la acción del silencio. Quizás puede
sonar algo poético pero la realidad era que, siguiendo la senda de la razón de la pluma negra, la
sonrisa de Ángel podía ser aún mayor. Incluso ambos pasábamos alguna noche cenando
tranquilamente frente al abrazo del mar. El recuerdo de Aysel estaba ahí, negar cualquier
palabra de mí ayer en el presente, era totalmente absurdo, al fin y al cabo aquellas eran las
palabras de la pluma negra. Sin decir ni una sola palabra, lo decía todo. Estando con Ángel
comprendí que bueno, todo el mundo necesita eso, un ángel en la vida. Aquella chica de inicios
irónicos, me había demostrado que la amistad, es un pequeño gesto que lentamente se va
haciendo cada vez más y más grande.

-Tramas algo…-Decía Ángel cada vez que mi sonrisa chocaba con mi silencio.

-Un unicornio-Respondía sin que tuviese nada que ver con lo que estaba haciendo sin que ella
fuese consciente.

Un solo click de ratón desde el pc y la semilla de la sonrisa de Ángel, ya estaba plantada. Quizás
me gruñiría cuando todo sucediese, quizás tendría que salir corriendo, quizás su sonrisa sea un
amanecer alucinante mientras yo me limito a caminar por el anochecer.

El camino de Nae era mucho más complejo. El reto era evidente aunque una vez más, la sutileza
volvió a estar de mi parte. Cuando llegó a su despacho y se sentó en su silla, comprobó cómo
alguien había dejado una nota encima de su mesa:

“Esa sonrisa queda genial con esos zapatos”

Cualquier persona medianamente sensata la cual trabajase en aquellas oficinas, sabía que la
relación entre Nae y yo es del todo menos pacífica. Así que cuando Nae salió de su despacho a
buscar a un posible responsable de aquella nota, su primer objetivo fui yo. Me habría encantado
estar en el momento en el que se dio cuenta de que todavía no había llegado a la oficina, es lo
que tiene vivir en una ciudad con mucho tráfico, y una pereza grande, y una calma con el
desayuno. Incluso me extrañó que me preguntase por aquella nota nada más pisar las puertas
de las oficinas. Mi indiferencia fue la mejor respuesta. Eso mismo implicaba seguir la misma
senda que la tomada en el camino de Ángel: el movimiento debía ser silencioso. Aquello no
implicaba que yo tuviese algo que ver con aquella nota. Soy de esa especie de hombre urbano
cuyos conocimientos de la moda eran más bien funcionales. Si me preguntasen si sabría
diferencias un bolso de marca con uno sacado de unos grandes almacenes orientales, por no
decir “del chino” directamente, la respuesta iba a ser clara y en dirección al no más claro. La
moda para mí era solo algo que se emitía a modo de desfiles en televisión y que ocupaba parte
de revistas. Aquella noche decidí realizar una curiosa llamada, la otra persona se extrañó aunque
por otro lado me gruñó, son cosas que pasan cuando haces algo y crees que es solo silencio. La
pluma negra decía, contaba, susurraba y añoraba. Y era curioso: añoraba aquello que significaba
y que estaba retomando. El camino de Aysel era complejo, marcado por el recuerdo de la
sonrisa, de aquellas jornadas de mensajes, de sueños, de palabras que son caricias y de algún
que otro te echo de menos. Es por eso, que la vida nos muestra que el silencio, tiene el recuerdo
en la voz y para mí, en aquellas historias que comenzaron frente al mar. Me resultaba curioso
reconocer que era una persona amante de la montaña, de la tierra, quizás no de la playa. Y
resulta curioso que del mismo modo, fuese consciente de que las más bellas de las historias,
comienzan justo ahí, en la playa.

Las oficinas de EcoPack, no habían cambiado lo más mínimo. En aquellos momentos en los que
cruzaba la puerta para hablar con Spin, sentí como si la nostalgia más absoluta, se apoderase de
mí. La realidad me demostraba que añoraba aquel lugar.

-¡Barbas!-Exclamó Elena –Dime que vuelves. Va, dímelo-.

La alegría podía incluso palparse en aquella chica de feminidad más bien escasa pero a la cual, y
como sucedía con el resto de mis compañeros, añoraba.

-Mis labios están cerrados así que… ¿Spin…?-.

-Una bolsa de patatas chips de esas familiares si me dices si vuelves-.

-Eso es chantaje-.

-Que sean dos entonces.

Sonreí.

-La silueta es la silueta así que…mis labios están cerrados-.

En aquellos momentos, Spin hizo acto de presencia llevando consigo un montón de documentos.

-Ya sabes cómo está el tráfico-Comentó Spin mientras dejaba los documentos en su despacho
antes de saludarme amistosamente –Y bien ¿para que querías reunirte conmigo? ¿Las cosas irán
bien por Dim Barcelona verdad? Ya sabes que te necesitamos aquí pero entre la burocracia y el
contrato que hay de por medio….-.

-Tranquilo, estoy acostumbrado a aquel lugar-.

La reunión con Spin fue curiosa, y más por el resultado. Estaba convencido de que si Spin no me
conociese, pensaría que estaba soñando despierto y que había comenzado a volar. La sorpresa
estaba en marcha, tan solo era cuestión de seguir caminando.

Aquella noche, y como iba siendo habitual, Nae fue la última persona en salir de las oficinas de
Dim Barcelona. Un simple gesto laboral pero que en realidad decía algo más que un gesto de
responsabilidad. Era como si su vida solo fuese su trabajo, y salvo por motivos laborales apenas
se relacionaba con el resto de trabajadores de Dim Barcelona. El camino hacía el paseo marítimo,
lo hizo a pie, y aquella noche, Nae volvió a gritar en silencio frente al mar. Y su voz fue silencio,
y sus palabras fueron de aire, y lo dijeron todo sin apenas decir nada. En aquellos momentos
rugí de manera simpática a la pluma negra de Aysel que llevaba en el interior de mi mochila. Un
gruñido simpático, de esos que nos hacen comprender que para alcanzar una meta que no es
tuya, te acabas de meter en un camino bastante complejo sin necesidad de haberte metido, al
fin y al cabo no era tu camino. La pluma negra me recordaba todas aquellas veces que había
pensado en aquello y que, como era habitual, no le hacía caso alguno. La soledad voluntaria es
un viaje en solitario, es un camino en el que no queremos que nadie nos acompañe. La soledad
buscada, se escribe con nuestras propias letras, con nuestras propias manos. En ocasiones es
necesario, es como si necesitásemos detener el mundo cuando creemos que este avanza
demasiado rápido. Y en ocasiones olvidamos que el que avanza siempre al mismo ritmo, es el
mundo. Son nuestras acciones las que hacen que ocasiones creemos que todo va demasiado
rápido. Aquella noche simplemente me mantuve en la distancia, en mi propio silencio mientras
era consciente de los pasos que había dado, del camino que había elegido. Quizás no era el
camino gris que la vida nos muestra, pero era el camino hacia la sonrisa de los demás. En especial
el de Ángel y Nae, el camino de Aysel debía caminarse aunque ya tenía las primeras letras en
forma de pluma negra. En el silencio de la noche, la soledad abrazó a Nae y esta, gritó a el mar.
26-VOLAR
Es algo que adoro, que disfruto en silencio, quizás nos hemos acostumbrado a valorar de manera
más positiva aquellas grandes acciones. Y la realidad era que son las pequeñas cosas, las que
hacen grande el mundo aunque en este aspecto, existe algo muy pequeño que es a la vez grande,
tan grande, que hace que valga la pena caminar. La sonrisa de Ángel es uno de mis pequeños
grandes placeres, dejando de lado los aperitivos salados, esos van aparte, también son pequeños
y me dan un placer enorme, pero este no es el caso. La sonrisa de Ángel era estupenda aunque
del mismo modo, me hacía comprender que añoraba a su familia. La distancia tiene su toque
poético, de eso saben mucho más los poetas que yo que como mucho tendré algún que otro
libro de poesía por casa y cuya procedencia desconozco. En este punto, podemos asegurar una
simpática cosa que sucede en todo hogar: siempre tenemos libros cuya procedencia
desconocemos. Mi casa no era una excepción, aunque tampoco era una procedencia para que
nos vamos a engañar. La sonrisa de Ángel era esa poesía silenciosa que mezcla la belleza con la
melancolía. En ocasiones nos acercábamos hasta el mar. En esos momentos, en esas situaciones
en las que nuestro pasado nos mostró una parte agradable la cual seguimos manteniendo en
nuestro presente, justo ahí, navegamos de manera amable hacia nuestro individualismo más
personal. Es como cuando alguien nos recomienda un disco “Eh, escucha este disco que seguro
que te gustará”, nos lo comentan de buena voluntad, desde el cariño pero desde el
individualismo: que algo te guste a ti no implica que tiene que gustarle a los demás. La clave de
aquel punto entre Ángel y ciertas circunstancias de mi pasado, era que aquellas personas que
viven en una gran ciudad, necesitan un lugar donde poder estar en paz y sentirse libre. El hogar
de cada uno puede parecer que es uno de esos lugares pero si nos fijamos en un pequeño
detalle, podemos comprobar como los muros, no son más que cadenas para nuestra libertad.
La tranquilidad con la que Ángel me hablaba, con la que regalaba sus silencios, era la respuesta
a de si había acertado a la hora de llevarle hasta aquel lugar. Y lo cierto era que incluso a ella
misma le encantaba acudir allí. Cuando regresé a casa me acerqué hacia donde se encontraba
la caja con plumas negras de Aysel. En aquellos momentos me pregunté que si no hubiese
aparecido, tal vez yo no habría comenzado a volar. La realidad era que cualquier pregunta acerca
de acciones presentes acerca de hechos pasados, simplemente no era algo que gustase,
tampoco era que me enfadase o disgustase, simplemente la indiferencia era total. Es por eso
que debemos ser conscientes de nuestro presente más absoluto. La pluma negra era eso:
presente, parte de lo que fui, parte de lo que quise ser y lo más importante: parte de lo que era
en el presente. La vida cambia, y solo fue un simple comentario en una fotografía de una chica
que estaba frente al mar. En ese aspecto debemos reconocer que no somos conscientes de lo
grande que pueden llegar a ser nuestras acciones más pequeñas.

La lluvia sobre mi ciudad, tiene dos claras versiones. En este caso, podríamos aplicar con toda
seguridad el dicho de “nunca llueve a gusto de todos”, pero en la ciudad esto se nota de manera
más clara y simpática aunque este adjetivo, quizás solo debería ser aplicado a los que adoran los
días de lluvia. A un lado de esas versiones tenemos los que gruñen con la lluvia, o por decirlo de
otra manera: directamente no les gusta. Y en este punto debemos reconocer un simpático matiz:
debemos reconocer que la lluvia siempre va bien pero cuando lo hace, la cosa cambia bastante.
Aquellas personas que trabajan al aire libre, está claro que no son muy amantes de esos días
mientras que por otro lado, aquellas personas que trabajan en oficinas, si bien es cierto que no
son amantes de la lluvia, tampoco es algo que les importe. La realidad es que toda gran ciudad,
necesita un par de aguaceros. Y en este punto debemos hacer otro pequeño y simpático matiz:
toda gran ciudad se colapsa bajo la lluvia. En mi caso sucede algo curioso. Y es que a pesar de
que mi trabajo se realiza al aire libre, adoro la lluvia. Es por eso que, y aprovechando que cuando
llueve no realizo repartos desde que estoy en Dim Barcelona, adoro acercarme hacía alguna
ventana y sentirme parte de ese mundo que no deja de avanzar. La naturaleza es capaz de
mostrarnos poesía sin necesidad de rellenar ningún folio. Quizás quien debería leer más poesía
esa debía ser Nae, incluso escuché como echaba alguna que otra reprimenda. Y hay que
reconocer que para lo poco que habla Nae, cuando habla, habla, dejando de lado aquellas sutiles
palabras que me dedicó. Cuando todos los trabajadores finalizaron su jornada laboral,
comprendí que debía esperar que me permitiesen regresar a casa, algo a lo que ya estaba
acostumbrado. La ciudad seguía bajo el manto de lluvia por lo que no me quedó más remedio
que suspirar. Y de repente el llanto, la tristeza más absoluta. La dura y borde Nae sumida en un
mar de lágrimas, la fragilidad en el cuerpo de una bella mujer. Supongo que no le haría mucha
gracia encontrarme allí.

-Marcha-.Dijo Nae de manera directa.

Quizás podríamos pensar que cuando cogí mi mochila y salí de aquellas oficinas como
obedeciendo aquellas ordenes, tomé el camino indicado. La realidad era bien distinta. La pluma
negra de Aysel viajaba conmigo por lo que aquella noche decidí hacerle caso. La lluvia arreciaba
en la ciudad, las calles no eran más que silencios donde la vida, quedaba relegada a rincones
solitarios. Y allí, en un rincón sin nombre y bajo una incesante lluvia, Nae escribía su silencio
frente al mar. En aquellos momentos la vida, en su más amplio a la vez que poético concepto, le
mostró a Nae que el mundo es un lugar tan grande como pequeño.

-En estos momentos no sé a quién debería gruñir –Comenté en tono irónico.

La sorpresa no pudo ser mayor.

-Silencio no significa que no existan las palabras –Comenté haciendo referencia a un pasado
entre los dos –Y quizás me gruñas o me dediques alguna de tus sutiles y poéticas palabras pero
la soledad no debe abrazar tu tristeza. Quizás solo sea el tipo ese con barba que se dedica a
llevar y traer documentos…bueno, y hacer fotocopias aunque eso va aparte. Soy consciente de
que nuestros caminos se separarán pero mientras esté en tu camino pienso buscar la manera
de hacerte sonreír-.

La verdad y la sinceridad son puertas en nuestro camino. Una vez abiertas nos ayudan a caminar
por la ese camino llamado vida. Es por eso que debemos ser conscientes de que debemos abrir
siempre que nos sea posible esas puertas. La realidad estaba ahí: Nae me importaba siempre
con los pies en la tierra, al fin y al cabo nuestros caminos, y a pesar de estar momentáneamente
conectados, era totalmente distintos. Y en aquellos momentos la vida volvió a demostrarme ese
acento de sorpresa. La realidad de mis palabras había quedado claramente demostrada en
aquellos momentos, puedo ser muy nostálgico y un poco bohemio metalero, las cosas como
son, pero la lluvia, si es con intensidad, es mejor vivirla desde casa. El silencio de Nae me pareció
eterno, en aquel lugar la lluvia y las olas parecían poner una elegante banda sonora. Y en
aquellos momentos, Nae me besó frente al mar. Y en aquellos momentos Nae fue libre, del
mismo modo yo sentí el peso de mis acciones, creía que era silencio y simplemente era eso, mar.

La naturalidad es una acción que en ciertas ocasiones pasa a ser una obra de teatro. La prueba
más clara estaba ahí, en las oficinas de Dim Barcelona, en ser distancia cuando se ha estado
cerca. La relación entre Nae y yo era simplemente laboral, ni siquiera se salió del camino con sus
palabras. Y aquello era algo que agradecía, era feliz siendo el chico con barba que realiza
repartos y fotocopias en la empresa. La jornada transcurría con tranquilidad, algún que otro
reparto y muchas fotocopias. La vida en una oficina tiene desde sus momentos de prisas y
carreras hasta momentos de paz y de tranquilidad…salvo por la energía de Pilar, esa mujer debía
estar moviéndose incluso mientras dormía.

-Te aseguro que incluso a mí me extraña que te manden a ti esta carta-Comentó Pilar mientras
me entregaba una carta que había llegado a la oficina directamente para mí –Quizás te quieran
hacer fijo en la empresa-.

-Me suena que eso depende de ti…-Contesté

-Soy tu supervisora, tu jefa es Nae-.

En aquellos momentos cualquier idea, concepto o aspecto filosófico acerca de la especie


humana, quedaba relegado a un rincón que ni yo mismo era capaz de reconocer. En todo
momento había pensado que Pilar era mi jefa y que Nae no era más que una ejecutiva de Dim
Barcelona la cual me pedía labores relacionadas con mi cargo. En aquellos momentos Pilar me
dejó sin palabras. La realidad estaba ahí: te has comido a besos con tu jefa delante del mar. El
factor sorpresa estaba ahí, en mitad de ese camino. Y quizás suene curioso, pero la realidad era
que desconocía si me había gustado aquel momento con Nae aunque es el factor sorpresa quien
debía responder: al fin y al cabo las sorpresas son eso, sorpresas. Soy más de abrazos, eso es
algo que cualquiera que me conociera de manera mínima habría comprobado. Los abrazos
dicen, cuentan, susurran, por su parte los besos bueno…sienten. Estaba claro que Nae me había
sorprendido, quizás encontrarme en aquel lugar en aquel preciso instante también le sorprendió
a ella. Y ambos nos hicimos eternos frente al mar. Y por un instante, me sentí frágil, y por una
vez fui la lluvia en lugar de ser la ciudad. En aquellos momentos debía asumir todo cuanto había
sucedido, al fin y al cabo el camino se va dibujando lentamente a medida que avanzamos. La
vida, en su más amplio concepto, no está escrita, de lo contrario directamente carecería de ese
mismo nombre. La realidad era que Nae me había sorprendido, incluso con su silencio en el tema
de que fuese ella mi jefa. Supongo que lo sucedido es una de esas anécdotas que guardamos
para nosotros mismos, para sacarlas en nuestros silencios. Y estaba claro que iba a recordar en
lo más tierno de mi silencio aquel beso frente al mar.

En mi vida existe alguien capaz de hacerme volar por el mar de la tranquilidad en esos días en
los que la vida, pretende sacarte la lengua en tono gamberro pero sin llegar a ser días de esos
de gruñidos constantes, al fin y al cabo las cosas en Dim Barcelona, iban con total normalidad.
El tema Nae iba aparte, de acuerdo, me habría encantado gruñirle pero ¿iba a conseguir algo?
Estaba claro que poco. La persona que hace todo vuelva a su rumbo pausado es, y esto es algo
que se intuye, Ángel. Podríamos decir que es mi instante cerca del mar. La gente es un universo,
es un océano infinito. La realidad es evidente: somos universos dentro de un universo infinito,
del mismo modo también formamos parte de ese todo llamado vida. Es por eso que todos, y
todas, necesitamos a alguien que equilibre nuestro universo, al fin y al cabo ser infinito, también
significa ser variable. Y todo el mundo tiene días de esos de gruñidos, de esos que somos lava
en lugar de ser césped donde tumbarse. En mi caso, está claro que a pesar de vivir al lado de las
montañas, es Ángel quien me acerca al mar. Es por eso que en ocasiones, en esas cuando la vida
nos abraza en su sentido más poético, va bien comprender que somos realmente. La existencia
personal, lejos de ser simples anotaciones filosóficas, es un camino de aprendizaje constante, al
fin y al cabo para conocer a los demás antes debemos conocernos a nosotros mismos. Y estaba
claro que antes de la aparición de la pluma negra de Aysel, apenas me conocía. La realidad nos
muestra que existe un momento en nuestras vidas, en que nos gusta lo que somos. Y a pesar de
todo, el mismo camino nos aleja de ese autoconocimiento tan dulce, y nos convierte en roca,
justo en ese punto es el propio camino de la vida, quien nos recuerda que toda roca nace del
calor. La realidad personal estaba ahí, ante mí, y sonreía mientras volaba entre las nubes
escribiendo en cada una de ellas palabras de nostalgia hacia su familia. Y se tornaba de un cielo
infinito en mi sonrisa, pues al fin y al cabo, la sonrisa de aquellos que aprecias y te rodean,
también es la tuya. Y del mismo modo, mi yo más personal también estaba en Dim Barcelona
aunque en ese aspecto, desconocía si a Nae me la comía a besos o le gruñía, fuese lo que fuese
estaba claro que formaba parte de mi yo más personal e inmediato. En ese mismo apartado
debía añadir a mis compañeros de EcoPack. La pluma negra de Aysel, con su silencio, me había
contado, me había dicho, me había susurrado, y yo era parte de ese universo que me estaba
abrazando. Es por eso que puedo decir y digo que Ángel es mi propio instante de calma ante el
mar. La evidencia de que somos una raza que necesita sociabilizarse, está ahí, en nuestros pasos.
Y por más que algunos, entre los cuales debo incluirme, creamos o simplemente, queramos decir
que no somos sociables, la vida nos desdice de nuestras palabras, al fin y al cabo todos somos el
sonido de alguien. En ese mismo aspecto, también somos el silencio. Mi sonido era Ángel aunque
mi silencio era Aysel. Y a pesar de ello, sonido y silencio rara vez coincidían. El sonido era
agradable, dulce, delicado, era como si pudiésemos abrazar el viento y sentir su tacto. El silencio
era el ayer que, y debido a las plumas negras, habían pasado a ser el presente. Es por eso que
en ocasiones, va bien gritar, es algo que nos recuerda que quisimos ser, y el grito, en el ahora
más inmediato, no es más que un presente que simplemente llegó como el viento. La vida es
eso: dibujar nuestro propio camino a cada paso. Es por eso que estando con Ángel, comprendí
que también debía soñar cerca del mar. Aunque debía reconocer que quizás Ángel no conocía
el verdadero sonido de la pluma negra, y me gustaba pensar que quizás no esperaba algunos
pasos en nuestro camino. Cuando solemos recorrer un camino ya conocido, solemos hacerlo
más por inercia que por las simples ganas de volver a recorrerlo. Es por eso que cuando invité a
Ángel a cenar cerca del mar, no le extrañó. Y es que aquello era algo que nos gustaba aunque
¿restaurantes? La comodidad de la comida para llevar, de esa de lugares cuyos valores nutritivos
solo forman parte de simples panfletos publicitarios, es algo que a todo el mundo le gusta.
Primero criticamos sin conocer, luego criticamos conociendo pero consumiendo, bienvenidos al
mundo de la comida generalizada. La ciudad es un océano de luces que cuentan historias y del
mismo modo, cuentos imaginarios. Así que tras recorrer aquel océano infinito, Ángel y yo
llegamos frente al silencio del mar. Y aquella noche, Ángel, comprobó como la vida, puede ser
un lugar maravilloso y que no deja de deparar sorpresas. En el mismo lugar donde solíamos
sentarnos para disfrutar del mar, se encontraba un grupo de personas, desde la distancia no
conseguimos distinguirles aunque a pesar de ello, decidimos seguir con nuestros planes. Y al
acercarnos, di un paso hacia atrás, y al estar cerca, el mundo se hizo más pequeño.

-Son…-Susurro Ángel antes de romper a llorar -¡Papá, mamá, hermanita!-Exclamó mientras


corría a darle un gran abrazo.

El silencio es una voz, es una palabra que se dice aunque no suene. Mi silencio era la muestra
más clara. El mundo se detuvo tanto para Ángel como para su familia, si alguna vez queréis
dibujar la palabra felicidad, tomad como ejemplo aquel mágico momento. En aquellos
momentos, cualquier palabra estaba de más, los abrazos lo decían todo, y las lágrimas acortaron
el camino que la distancia había agrandado. Me mantuve apartado, como si todo aquello no
fuese conmigo, al fin y al cabo así lo quería, al fin y al cabo así debía ser.

-Tu…-Susurró Ángel mirándome con la luna anclada en su mirada –Tu lo sabías ¡tú has hecho
que ellos estén aquí!-.
-Me he limitado a hacer lo que tenía que hacer –Respondí mostrando un gesto cómplice –
Aunque me parece a mí que con la poca cena que hemos comprado no habrá bastante para los
cuatro. Así que…-.

-Has hecho mal la suma-.

-En absoluto…-.

Quizás a mucha gente le extrañe, pero tras aquellas palabras decidí dejar a Ángel junto con su
familia. Aquello fue algo que Ángel comprendió, más y cuando sus padres le comentaron que
bueno ¿yo tener algo que ver? Simplemente me había limitado a ponerme en contacto con los
padres de Ángel, a ayudarles a buscar un piso de alquiler, a buscarle un trabajo a la hermana de
Ángel e intentar encontrar algo para sus padres, cosa la cual puede que consigamos entre el jefe
de Ángel y yo y simplemente, a hacerle caso a la pluma de Aysel. Aquella noche Ángel escribió
su propia historia frente al mar.

La sensación de haber creado una sonrisa, es una de esas sensaciones agradables pero al mismo
tiempo silenciosas. Es algo que cualquier persona debería realizar, al fin y al cabo en muchas
ocasiones, son los pequeños gestos los que hacen grandes sonrisas. El mismo ser humanos nos
ha dado una magistral clase de ello, algo tan simple como escalar una montaña y alcanzar la
cima, es una clara muestras de ello. En la cima, en tan solo un pequeño pedazo de suelo donde
apenas se pueden colocar los pies, el ser humano se siente enorme, grande, casi infinito, en algo
tan pequeño se siente algo tan grande. La sonrisa de Nae, debía ser más grande, bien era cierto
que sonrisa era más bien esquiva aunque aquello era algo que no compartía. En nuestro silencio
de empresa, ambos éramos conscientes de la realidad: debíamos guardar nuestro secreto.
También era cierto que aquello de besarme sin saber que era mi jefa, era algo que me hacía
gruñir, con cariño pero gruñir. En algunas ocasiones Nae, cuando todos marchaban y seguía mi
dinámica de quedarme en las oficinas de Dim Barcelona hasta que me diesen permiso para
regresar a casa, Nae se abrazaba al lado más triste de la vida, ese que nos hace gritar de manera
silenciosa. En Dim Barcelona Nae era considerada una ejecutiva agresiva, fría, distante y directa,
la típica persona con la cual esperas no trabajar y si lo haces, esperas que solo sea de manera
temporal y siempre, guardando un silencio más que necesario, si hablabas que fuese de temas
laborales, y punto, nada más allá de un “hola” o “aquí tienes estos uniformes que me has
pedido”, simple y fácil. La ventaja que tenía por mi parte era que les gustase o no a los
responsables de Dim Barcelona, seguía siendo trabajador de EcoPack, lo siento Nae pero, la
realidad manda. Es por eso que quizás mi libertad en Dim Barcelona fuese algo mayor que la del
resto de trabajadores, también era cierto que había aprendido a no llevar globos, simples
recuerdos. La felicidad de los gestos más simples. Y aquella noche, decidí acercarme de nuevo
al silencio y el recuerdo del mar. Y allí, en soledad, comprendí que implicaba la palabra silencio.

La jornada laboral en Dim Barcelona comenzó con una ausencia y un sobre encima de la mesa
de Nae. Cuando las horas del reloj avanzaron y el chico que se encargaba de realizar los repartos
de documentos, no se encontraba en su lugar, la gente comenzó a realizar preguntas. En
aquellos momentos Pilar era la única en tener respuestas aunque decidió esperar a que Nae,
abriese el sobre que había sobre su mesa. Y cuando esta lo hizo, encontró dos objetos y una
carta. El primer objeto era una fotografía panorámica de Oslo, el lugar de origen de Nae. El
segundo se trataba de un billete de avión para Oslo. Curiosamente en la nota tan solo ponía una
curiosa anotación:

“Hay una carta sobre mi mesa”


Supongo que Nae me estaría rugiendo en aquellos momentos. Y al acercarse hacia mi mesa,
encontró la carta mencionada. Y en su interior se encontraba la carta que había recibido tiempo
atrás. Al parecer se trataba de la respuesta del grupo de inversores de Dim que habían visitado
la ciudad tiempo atrás. A pesar de tratarse de una visita un tanto peculiar, los inversores habían
quedado encantados tanto con el lugar como con la gente que trabaja en aquellas oficinas. Y es
ahí, donde mi nombre se cedía al de Nae, querían que aquel mismo dinamismo, aquel mismo
entusiasmo que habían sentido, fuese mostrado en Oslo, y querían al tipo aquel de la barba…y
este propuso a Nae. A pesar de las aparentes diferencias entre ambos, Red sabía que Nae
ansiaba regresar a su lugar de origen. El cuadro en su despacho había sido la pista principal para
ello. Y Red siempre hizo todo lo posible para que Nae sonriese y se sintiese bien. Y no hubo ni
una sola noche que este no buscase la manera de hacerla feliz. La respuesta de la incorporación
a un puesto de responsabilidad en Oslo, era clara: si no se podía tener al tipo de la barba, Nae
era la persona indicada. En aquellos momentos Nae comprendió el verdadero significado de la
fotografía y del billete de avión. Y en aquellos momentos, tras terminar de leer la carta, dicen
que Nae mezcló las lágrimas con una de esas palabras adultas que suenan de manera
contundente. Aquella misma noche, Nae volvió a visitar de nuevo el mar. Y el silencio fue su voz,
y el recuerdo fue su camino.

Los trabajadores de EcoPack no daban crédito a lo que estaba sucediendo.

-Es una auténtica locura –Dijo Carlos cruzándose de brazos.

-Te puedo asegurar que es lo mismo que pensamos nosotras cuando nos informaron del cambio
así que…- Respondió una de las trabajadoras de SeviPack.

Alguien decidió interrumpir.

-Ha sido una idea de ambos-Dijo una mujer de unos cuarenta años y con cuerpo trabajado en
gimnasio –Creemos que es la mejor opción para crear una gran empresa así que ¿algo que
objetar?-.

La jefa de SeviPack era una de esas mujeres que físicamente imponía bastante respeto. Una de
esas personas que no necesitaba hablar para dar órdenes. Instantes después Spin hizo acto de
presencia. Y en aquel momento, tanto la jefa de SeviPack como Spin, comentaron todos los
detalles del nacimiento de aquella nueva empresa.

-Es la realidad, tanto unos como otras sois los mejores en esta profesión. El volumen de negocio
es elevado y desde el primer instante en el que se supo que ambas empresas se unirían creando
una gran sociedad, los pedidos no han hecho más que llegar. Ya habéis visto que hemos
incorporado a una nueva secretaria –Comentó Spin señalando a la hermana de Ángel la cual
había sido contratada para reforzar la empresa –Nuestra empresa crece, más ahora cuando las
empresas líderes de Sevilla y Barcelona unen fuerzas-.

-Me parece muy bonito –Irrumpió Joel –Aunque jefe ¿no nos falta alguien?-.

-A nosotras también nos falta… ¡yo a esos dos les muerdo!- Respondió una de las trabajadoras
de SeviPack.

En aquellos momentos tanto Spin como la jefa de SeviPack, no pudieron hacer otra cosa que
sonreír.

La realidad del camino es que este, se va realizando a medida que movemos nuestros pues del
mismo modo que movemos nuestras alas. La pluma de Aysel me había ayudado a dibujar mi
propio camino, ese que un día creí haber olvidado, ese que me indicaba quien fue, quien era y
quien tenía que ser. El reencuentro de Ángel con su familia y que esta pudiese quedarse en
Barcelona, la unión de dos grandes empresas como eran SeviPack y EcoPack, el vuelo hacía la
libertad de Nae, el suave placer de la felicidad en los demás. En aquellos momentos comprendí
cada una de las palabras que la pluma de Aysel me había dicho desde que apareció. La poesía es
tanto palabras como silencio. Y mi punto de partida para comenzar a buscar a Aysel era ese
mismo, junto al mar.

La chica de surcoreana de SeviPack, me abrazaba mientras ambos disfrutábamos de una


pequeña escapada a la playa.

-La verdad es que debo reconocer que este lugar no parece está tan mal aunque claro…es mejor
estar aquí que trabajando-. Comentó la chica coreana.

Me limité a sacar la lengua.

-Ya sabes que odio que hagas eso…-.Comentó antes de abalanzarse sobre mí.

Y juntos nos hicimos eternos aunque fuese por un instante. Mi camino acababa de comenzar, al
fin y al cabo cada una de las acciones que había ido haciendo en silencio, habían sido para
mejorar aquellas cosas de mi entorno que creía que debían ser mejoradas aunque todas tenían
un denominador común: la sonrisas de los demás. El camino de Ángel estaba ligado al mío con
abrazos, no con besos, de haberlo hecho así, seguramente nos habríamos detenido hacía ya
ciertas lunas. El silencio de los pasos había creado el sonido de la felicidad. La vida ahora sonríe
a Ángel y a su familia, es algo que me encanta apreciar pero siempre desde mi silencio, es su
momento simplemente. En EcoPack las cosas iban bien, incluso los trabajadores de EcoPack y
SeviPack parecen comenzar a congeniar. El caso de la chica surcoreana y yo es aparte, tampoco
vayamos dejar los labios tiernos por los abrazos. Mi camino acababa de comenzar.

En el cielo de Barcelona, un avión comenzaba a dejar atrás la ciudad condal. Una pasajera miraba
por la ventana siendo consciente de todo lo que dejaba atrás. Los sueños acababan de
comenzar. Cuando Nae se levantó para ir al aseo, aprovechó para coger un pequeño paquete
que llevaba en su equipaje de mano. Una pequeña caja de madera idéntica a la que tiempo atrás,
había aparecido en mi casa. Con cuidado la abrió y sacó una pluma negra.

-Me habría encantado decirte que significaba la caja pero…yo solo era un sueño, y tú formabas
parte de él-Susurró.

El camino de la felicidad es complejo pues nunca se deja de recorrer. La felicidad es la más bella
de las utopías, y se esconde en los pequeños gestos. Y cuando creemos haberla encontrado,
buscamos la manera de ir más allá, de pensar que las cosas, pueden mejorar, que el mundo
puede ser un lugar mejor. Y comprendemos que felicidad es estar bien con aquellos que nos
rodean y en especial estar bien con nosotros mismos…cosa que yo no supe hacer.

La historia simplemente se siente…y comienza todo frente al mar.


Cuando Nae se cruza en la vida de Red, el mundo comprende que sucede
cuando dos pedazos de roca deciden situarse en el mismo camino y
ninguno de ellos se aparta.
Una novela humana paralela a “Siempre Fuimos Ángeles” y la cual ofrece
respuestas a muchos silencios y pocas palabras. Una obra que acaricia la
soledad, que nos demuestra el lado más humano de la vida, una obra
que escapa a grandes hazañas pero que acerca a las personas a un sueño
que se hace realidad y que solemos llamar vida.

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