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Alonso Camacaro
Todos los seres humanos saben que el uso de palabras inadecuadas, a la hora
de expresar una idea o sentimiento, puede generar malos entendidos y
polémicas; incluyendo actos de violencia. Esto sucede, porque el oyente
“entiende” algo diferente de lo que quiere decirle el hablante. También existen
palabras y términos que el uso diario transforma en sus significados originales;
conllevando errores involuntarios al momento de usarlos.
En este contexto, hace más de 2.400 años que el sabio Confucio estableció
una relación inequívoca entre la precisión del lenguaje que se usa y la calidad
de los resultados que se obtienen. Una vez, cuando sus discípulos le
preguntaron ¿Maestro, por dónde empezaría si le tocara gobernar un país?
Confucio les respondió: “Empezaría por mejorar el lenguaje". Asombrados, sus
discípulos afirmaron que esa respuesta nada tenía que ver con la pregunta y
volvieron a preguntar ¿Maestro que tiene que ver el lenguaje con el gobierno
de un país? Entonces Confucio les respondió lo siguiente:
Esas antiguas y sabias palabras, son tan universales y ciertas que aún hoy día
funcionan, no sólo para gobernar a un país, sino para aplicarlas en la
administración de una familia, empresa o en un hotel. El uso de un lenguaje
apropiado es vital tanto en la educación, como en el gobierno. Pero, es de
mayor importancia en el turismo. Pongamos por ejemplo la palabra “hotel”.
Alonso Camacaro
medias, además de aceptar “parejitas”, beodos y otros especímenes. El
resultado lógico es el descontento del visitante y el consiguiente perjuicio para
el futuro de la actividad turística; además de la mala imagen para el país.
Disfrutar todos los verdes del Henry Pitier, observar pájaros, ver los araguatos
en libertad, comerse un pescado acabado de sacar, hablar con una persona
admirada, pasear en caballo al atardecer, dormir al aire libre sin temor a los
zancudos. Estos son lujos. Por consiguiente lujo no es sólo comer ostras y
langosta a la orilla del mar con un buen Syrac Pomar.