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Breves consideraciones sobre el Feminismo

Juan Carlos Aguilera P.


Profesor Universitario
Director de Empresas Familiares
Jcaguilera@uandes.cl

La cuestión acerca de la llamada Ola Feminista, considerando las


reivindicaciones, petitorios y exigencias a nivel universitario. Añadido a eso,
las diversas manifestaciones ¿“artísticas”?. Debe ser tomada seriamente en
cuenta, en el sentido de intentar reflexionar y en la medida de lo posible,
comprender que hay detrás de aquello.

El feminismo, en cuanto tal, no es de fácil definición, digamos que es un pez


escurridizo, una figura poliédrica. Razón por la cual, resulta complejo
abarcarlo y profundizarlo. Sin embargo en 1991, Karen Offen, en el artículo
Definir el feminismo: un análisis histórico comparativo, intenta aproximarse a
lo complicado que significa dar una definición. Offen, considera al feminismo
una ideología y un movimiento de cambio sociopolítico, basado en el análisis
crítico de los privilegios del hombre y de la subordinación de la mujer en
cualquier tipo de sociedad.

Teniendo en cuenta el empeño de Karen Offen, es preciso igualmente, citar


al menos, las diferentes expresiones del feminismo. Así, por ejemplo, existe
un feminismo de la diferencia, de la igualdad, radical, socialista, marxista,
cristiano, anarquista, teológico, post feminismo, tecnofeminismo,
ecofeminismo, cyberfeminismo. Por citar los más conocidos. Sin dejar de
considerar que entre las diversas formas de feminismo hay posturas
cruzadas, encontradas y en algunos casos irreconciliables. Además, no se
puede obviar el carácter político de ciertas figuras que promueven la llamada
Femocracia. En fin, podríamos decir que hay también un feminismo del
sentido común.

Quien se haya dado a la tarea de examinar la Ola Feminista universitaria,


habrá podido identificar elementos característicos de cada uno de los
feminismos citados. Asunto que hace imposible abordar tal fenómeno, en un
texto que pretende ser breve.
Por tal razón, referiré algunas ideas, autores y textos acerca de un par de las
corrientes del feminismo, entendidos como de la igualdad y radical, que a mi
entender, son los más característicos de la Ola Feminista. Y que se fundan en
la llamada opresión del varón, macho o en un sentido más amplio en una
sociedad patriarcal. En cierto sentido, tales feminismos se pueden entender
como una versión moderna de la lucha de clases.

Vamos a ver, consisten en pensar que las mujeres son la clase oprimida y
entre los mecanismos de opresión se pueden mencionar la heterosexualidad
obligatoria y el matrimonio. Al parecer fue Friedrich Engels quien primero
enarboló tesis semejante y el inspirador de las feministas radicales que en la
década del 70 irrumpieron con espectacularidad mediática abogando por la
igualdad.

En el texto sobre el materialismo histórico. El origen de la familia la


propiedad privada y el estado de 1884, Engels afirma que “el primer
antagonismo de clase coincide en la Historia del desarrollo del antagonismo
entre el hombre y la mujer en el ámbito del matrimonio monógamo, y la
primera opresión de clase con la del sexo femenino por parte del masculino”.
Por tanto, lo que hay que tratar de hacer es liberarse de tal opresión.

Pasaran pocos años antes de encontrar la fórmula de ir suprimiendo las


diferencias de clases, proclamada por Engel. Y, así es como en la misma
década de los 70 el concepto género (gender) apareció como un talismán
liberador de la lucha que llevaba larga data. No obstante, hay que advertir
que los antecedentes de dicho concepto se pueden encontrar en la obra de
impronta existencialista y atea de Simone de Beauvoir, compañera de Sartre.
Quien en El segundo sexo (Le Deuxième Sexe, 1949), afirmaba de manera
provocadora que “no se nace mujer, llega uno a serlo”. En el fondo, Simone
quería decir que la feminidad no deriva de una supuesta naturaleza biológica
sino que es adquirida a partir de un complejo proceso, cuyo resultado es
hacer de un ser de sexo biológico femenino (o masculino) una mujer (o un
hombre).
Se trata de romper las cadenas biológicas que oprimen a las mujeres: el
control de la naturaleza y el aborto las liberarán de su alienación. Para lograr
construir la sociedad igualitaria es necesario que las mujeres gocen de la
misma libertad sexual que los hombres, que terminará con la familia
tradicional y equiparará económicamente a los dos sexos.

Fue en el año 1970 cuando Shulamith Firestone, feminista radical, publicó el


libro con el sugerente título: The Dialectics Sex en el que proponía modificar
la lucha de clases proclamada por Engels y sustituirla por la revolución de las
clases sexuales. O sea, “para garantizar la eliminación de las clases sexuales,
es necesario que la clase oprimida (las mujeres) se rebele y tome el control
de la función reproductiva:….por eso el objetivo final de la revolución
feminista debe ser distinto del objetivo del primer movimiento feminista: no
exclusivamente la eliminación del privilegio masculino, sino de la misma
distinción entre los sexos; las diferencias genitales entre seres humanos no
tendrán ya ninguna importancia”. Si los obreros deben apropiarse de los
medios de producción, las mujeres tienen que controlar los medios de
reproducción mediante la tecnología genética. El slogan que presidia las
aspiraciones de Firestone y de las feministas radicales era: “Lo personal es lo
político”, cercano al “todo es Política” de Gramsci.

En el mismo sentido la feminista radical Alison Jagger, que oscila entre un


feminismo socialista y feminismo marxista con raíces liberales, (hay que
tomar nota de esto, sobre todo por los planteamientos de Evópoli), en 1977
en el artículo “Political Philosophies of women’s liberation”, publicado en el
libro Feminism and Philosophy, auguraba la feliz situación de la liberación de
la mujer oprimida y el término de la lucha de las clases sexuales en los
siguientes términos.

“La desaparición de la familia biológica eliminará también la exigencia de la


represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las
relaciones sexuales extraconyugales.
No serán ya vistas de forma liberal como opciones alternativas….,
desaparecerá justamente la institución de la relación sexual en la que el
hombre y la mujer desarrolla cada uno un papel bien definido. La Humanidad
podría finalmente volver a apropiarse de la sexualidad natural, caracterizada
por una perversidad polimorfa”.

De este modo, transitamos de la opresión, a la igualdad, pasando por la


desvinculación de la naturaleza sexuada con el concepto de género. Lo
mismo, se puede decir respecto de la existencia de un divorcio entre amor y
vida. Pero hay algunas estaciones que recorrer aún.

Juliet Mitchell, feminista marxista-socialista, invitada por el rector Peña de la


UDP en el año 2016, en el libro Woman’s Estate de 1973, dará un paso más,
en la carrera de la igualdad. La clase social y el sexo son las dos fuentes de
opresión. La derrota del capitalismo no traerá necesariamente la igualdad de
los sexos, la lucha de los sexos tiene su propia dinámica. Por eso, la lucha
tiene que lograr, la derrota de los hombres. A mi juicio, es la consecuencia
lógica de la dialéctica marxista aplicada a la lucha de los sexos.

Qué sigue, entonces? El advenimiento necesario de la dilución de los


conceptos de sexo y género. Será Judith Bluter en Gender Trouble: Feminism
and the Subversion of Identity (1990) y más recientemente en, Undoing
Gender (2004), quien problematizará el género y la correlación o coherencia
entre el sexo mujer y el género mujer, lo mismo hará con el hombre. Butler
afirma que si “se impugna el carácter inmutable del género, quizás ésta
construcción llamada sexo esté tan cultural-mente construida como el
género, de hecho tal vez fue siempre género, con la consecuencia de que la
distinción entre sexo y género no existe como tal”. Tal planteamiento da pie
para pensar que el concepto de género es un concepto más amplio y más
plural, que no se refiere solo a mujeres y hombres, sino también a individuos
en un cruce de identidad: transgénero, transexual, intersexo, individuos que
ponen en entredicho qué se entiende por humano, qué cuerpo es concebible
como humano y qué cuerpo no lo es.
Llegamos así casi al final de nuestra andadura por el camino feminista, en el
que incluso se llega a cuestionar el carácter de si es posible hablar ya de
humanos, en determinadas situaciones. De algún modo, es como alcanzar el
estadio de máxima liberación en clave marxista, una especie de paraíso
terrenal. Y, es el cuerpo mismo el que está en entredicho.

Será el ciberfeminismo el que debe intentar recuperar la materialidad del


cuerpo, evitando que el cuerpo se disuelva en el idealismo lingüístico post-
estructuralista. Pero las consecuencias de aquello son en cierto sentido
espeluznantes. Y, así el cuerpo cunado se constituye en escenario y soporte
de las prácticas artísticas, deja de ser un elemento pasivo e inerte para
alzarse como una plataforma que soporta diversas experiencias ligadas a lo
físico que rodea el cuerpo, al placer sexual, a la cosmética, a la cirugía o al
dolor. Un cuerpo que pasa por determinados procesos de fragmentación que
reflejan la distorsión física, psicológica y simbólica del individuo, haciendo
hincapié en la insatisfacción que proporciona el modelo establecido de
cultura frente a cuestiones urgentes que afectan al sujeto corporizado.
Supongo que le harán sentido, al leer lo anterior, las manifestaciones de
algunas jóvenes, “pechugas al aire”, en expresión de la diputada Vallejos.

En este contexto, el cuerpo de la mujer, pretende ser despojado de lo bello y


sublime que lo ha estigmatizado desde siempre, la pretensión es la de
derribar el orden y el sentido de la corporalidad heteronormativa que
designa culturalmente el reparto y la delimitación del género. El cuerpo que
viene a romper lo binario, lo heteronormativo, lo establecido por una
supuesta naturaleza del género en base a su sexualidad reproductiva y por
ello dual; es también el cuerpo de lo cyborg.

El hecho de que el cuerpo se desvincule de lo bello y lo sublime, hace que


éste se trasforme en todo lo contrario. Así surgen multitud de propuestas
artísticas en las que el cuerpo es quebrantado, humillado, profanado. Un
ejemplo serían las series fotográficas de Cindy Sherman, tituladas “Imágenes
repugnantes” (1986-1990).
La artista nos presenta imágenes de residuos, restos, vestigios de temas que
la sociedad elude, como vómitos de anoréxicas, sangre menstrual, jeringuillas
o preservativos usados. Una galería de instantáneas que degradan el cuerpo,
que levantan el velo cultural que cubre el cuerpo de la mujer, que plasman
un cuerpo ausente de belleza, orden y sentido; provocando un estado de
crisis y repugnancia que perturba la identidad personal, que pone a prueba
los límites de resistencia y tolerancia del orden social. Con ello se pretende
mostrar una posible subversión del mismo.

Donna Haraway en el Manifiesto Cyborg define cyborg como “un organismo


cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad
social y también de ficción” Y, en la introducción al mismo texto dirá: “Las
páginas que siguen son un esfuerzo blasfematorio por construir un irónico
mito político fiel al feminismo”.
Haraway dice que la blasfemia nos protege de la moral mayoritaria. “La
blasfemia no es apostasía. (...) Es también una estrategia retórica y un
método político para el que pido más respeto dentro del feminismo
socialista. En el centro de mi irónica fe, mi blasfemia es la imagen del
cyborg”.
Para ella el “cyborg” que se erige como metáfora, como mito; le servirá para
mostrar irónicamente en qué nos estamos transformando. Pronostica un
futuro de nuevas entidades que se escapan a los reduccionismos modernos
entre natural-artificial, material-cultural o sujeto-objeto. “A finales del siglo
XX –nuestra era, un tiempo mítico–, todos somos quimeras, híbridos
teorizados y fabricados de máquinas y organismos; en unas palabras, somos
cyborgs. El cyborg es nuestra ontología, nos otorga nuestra política. Es una
imagen condensada de imaginación y realidad material, centros ambos que,
unidos, estructuran cualquier posibilidad de transformación histórica”.
Haraway finalmente, proporciona una solución utópica, no podía ser de otra
manera, a la necesidad de una sociedad sin sexos y sin géneros. El cyborg es
un modelo de hibridación que rompe la estructura dualista hombre-mujer,
masculino- femenino; es “una criatura en un mundo post genérico”. El cyborg
es la solución a un mundo “sin géneros, sin génesis, y quizás sin fin”.
Se trata de una nueva ideología que establece una nueva ontología artificial y
tecnológica, construida por la voluntad al margen de la naturaleza.

En el fondo, asistimos a una reinvención de la naturaleza humana, tal como


lo expresó en un texto denominado Ciencia, ciborg y mujeres: la reinvención
de la naturaleza humana.

Haber reflexionado brevemente, acerca de la naturaleza del feminismo, de la


mano de las representantes más destacadas, nos ha permito advertir que
estamos frente a una nueva realidad. Que no se agota, en una toma
universitaria, en un espectáculo de torsos desnudos o defecaciones públicas.
Quienes tienen la responsabilidad política de conducir el país, no pueden, no
deben, reducir la cuestión a un simple conflicto social que a través de un
seudo diálogo se tranzan algunas peticiones razonables. La ignorancia de los
verdaderos supuestos de los movimientos feministas, puede llevarnos a
políticas igualmente antihumanas que las del asesinato de niños inocentes en
el vientre materno o el asesinato de personas que se consideran sobrantes
de la sociedad, asunto próximo a debatirse en el parlamento. La recuperación
del sentido de la política en su más primigenio sentido como la prudente
solicitud por el bien común es una verdadera urgencia social, para evitar
seguir en el camino a la barbarie.

Y, que después no se diga, que la filosofía no sirve para nada.

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