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TEATRO ROMANO

Aunque la práctica totalidad de las formas teatrales griegas tuvieron su presencia en Roma, no por ello el
teatro latino dejó de tener sus propias preferencias e innovaciones, que en ocasiones marcan una gran
distancia respecto a los precedentes griegos.

Aunque frecuentemente se sitúa el elemento diferenciador en el carácter itálico, menos refinado que el griego
en lo que concierne al tono burlesco y satírico no exento de grosería y de una punta de acidez (el «vinagre o
causticidad itálico», el italum acetum), esta consideración adolece de una excesiva generalidad ya que
conviene no sólo considerar a los romanos, sino también a los demás pueblos itálicos incluyendo a los
etruscos y el helenizado sur en el momento de plantear esta cuestión. Resulta evidente que no existió un
origen diferenciador común y que todo fue producto de un proceso que condujo a un estadio diverso del
griego que fue cobrando una cierta uniformidad a medida que se fueron codificando, o si se quiere
consolidando y generalizando, las distintas formas del teatro romano de las que tenemos hoy noticia.

Las primeras representaciones de características más orgánicas parecen tener origen entre los siciliotas y
concretamente en la Siracusa del S. VI a.C. y reciben nombres muy distintos en su desarrollo hasta el s. III
a.C., como es el caso de los «dramas» de Epicarmo o los «mimos» de Sofrón hasta llegar a los fliaci de
Rintón de Tarento; evidentemente esto representa la aportación primera de la Magna Grecia.
La contribución osca viene marcada por la «Atellana» que toma su nombre de la ciudad campana de Atella.
Se trata, en el caso de estas últimas, de argumentos sencillos con personajes estereotipados. La trama recibe
el nombre de «trica» (in trica, intriga) y los personajes llevan máscaras que les identifican como Maccus, un
tontorrón generalmente enamorado, Bucco, un bocazas, Pappus, un viejo inconsciente que se pone
continuamente en situaciones inconvenientes, y, por ultimo, Dossennus, un jorobado sagaz y astuto. Otros
nombres se darán a personajes equivalentes a estos como el glotón Manducus o el estridente Cicirrus, que
podrán substituir a Dosennus y Maccus respectivamente. La aportación etrusca está marcada por
los fescennini versus, versos fesceninos.
Una forma más elaborada fue la satura (sátira) con la que parecen nacer, en el 364 a.C. en Roma, al decir de
Tito Livio, los ludi scaenici representados por ludiones, actores etruscos que al son de la música bailaban y
fueron imitados por los jóvenes romanos que intercambiaban versos fesceninos y bromas ingeniosas al mismo
tiempo; parece que los actores etruscos, llamados también histriones, representaban, con máscaras
(personae) [Figura 1] obras más orgánicas que las características descritas que recibían el nombre
de saturae con música y danza. Muy probablemente la satura pudo convergir con la atellana en ambiente
romano, preparando el ambiente de la fabula, como se llamará la composición teatral romana ya organizada
sea trágica o cómica a partir de Livio Andrónico en el siglo III a.C.
La representación teatral estará, desde sus orígenes, vinculada a celebraciones, por lo general religiosas,
conocidas con el nombre de ludi como es el caso de los Plebei, los Florales, los Megalenses, los Apollinares,
los Ceriales o los Romani y los Saeculares.

Los teatros por otra parte no existieron hasta el 55 a.C. cuando Pompeyo el Grande se atrevió a construir uno
permanente vinculándolo a un templo para disimular y hacerse perdonar su audacia. Anteriormente los teatros
habían sido siempre estructuras efímeras de madera construidos para los ludien los que la representación
teatral competía no siempre con éxito, con otro tipo de espectáculos fueran funámbulos o circenses.
La forma de representación estaba cargada de convencionalismos y condicionada por una gesticulación muy
codificada que marcaba los distintos estados de ánimo de los personajes, y las máscaras y pelucas que
cubrían rostro y cabeza de los actores, definiendo un personaje de expresión fija. Los personajes femeninos
eran también reconocibles por medio de su caracterización pero eran representados por hombres, fruto en
parte del origen sacral del teatro. Los actores representaban, además, diversos personajes utilizando
precisamente la posibilidad que daban estos convencionalismos y las distintas máscaras y se organizaban en
compañías teatrales (greges o catervae) que llevaban también músicos y cantores [Figura 2]. Su
funcionamiento fue muy semejante al de los grupos de comedia ambulantes que han llegado a época
moderna, y singularmente parecidas a las del teatro clásico;

Un sólo género escapó, por sus propias características, a la tiranía de la codificación de los personajes: el
mimo. El mimo nace en el siglo II a.C. y se caracteriza por imitar situaciones incluso de la vida diaria, sin
máscara, y porque los papeles femeninos son representados por mujeres. El mimo cobra consistencia literaria
en el siglo I a.C. y convergerán en él las formas más populares del teatro preceden te, como la «Atellana».

La tragedia penetra en Roma por influencia griega y como un elemento de cultura elevado, aunque
en una cronología mucho más avanzada que la de los grandes clásicos griegos y sin que tuviera
para el pueblo romano el valor casi religioso y catártico que tuvo para los griegos.La tragedia latina
tuvo una vertiente derivada directamente de la cultura helénica, representada también con
«coturnos», los zapatos altos típicos de la tragedia; recibía, esta versión, el nombre de «fabula
cothurnata», y compite con una variedad mucho más cercana al sentimiento romano, que es una
tragedia histórica que versa sobre acontecimientos reales y que recibe, por el vestido de sus
personajes o personaje principal, el nombre de fabula praetexta o praetextata en función de la toga
de magistrado que solía revestir.

autores

Livio Andrónico compuso tragedias de tema vinculado al ciclo troyano, sentido como antecedente de
Roma. Así su Achilles (Aquiles), su Aegusthus (sobre el asesinato de Agamenón, por Clit¡mnestra), o
bien el Equos Troianus (el caballo de Troya), por nombrar sólo algunos títulos; otras fueron de tema
más mitológico, como su Danae o su Andromeda. Compuso también por encargo palliatae de las
que trataremos a continuación.

Nevio (nacido en torno al 270 a.C.) fue, como el anterior, un escritor múltiple, pero ciñiéndonos a los
géneros teatrales, compuso tragedias como el Hector proficiscens (Héctor yendo a su último
combate con Aquiles) o bien una Iphigenia (que retomaba un argumento de Eurípides), por no dar
más que algunos ejemplos. Nevio entra definitivamente en un nuevo campo, la «fabula palliata», (de
pallium, el vestido griego) que es en realidad una comedia derivada de la comedia media y nueva
griega (siglo IV-II a.C.), con un peso muy importante de la obra de Menandro como modelo.
La palliata de Nevio, como la posterior a este poeta, mezcla escenas y argumentos de diversas
comedias griegas en una técnica que conocemos con el nombre de contaminatio(contaminación),
que produce unos resultados bastante buenos y alcanza incluso un nivel muy notable de originalidad
e independencia respecto a sus fuentes. Mediante este procedimiento, sumado a una carga alusiva
contemporánea, se alcanzaba un alto contenido cómico que satisfacía al público romano con un
distanciamiento muy evidente respecto a sus modelos, que no se ocultaban.
Enio (239-169 a.C.) nacido en Rudiae, que unía en sí las tres almas griega, osca y romana, y que
compuso praetextae patrióticas como las Sabinae (sobre el rapto de las Sabinas) o Ambracia (sobre
la conquista heroica de esta ciudad). Por lo que sabemos, compuso también otras veinte tragedias
de ciclo troyano y mitológico, además de sus Annales, el poema épico por excelencia que sólo
superará Virgilio.

Comedia

Si la tragedia tuvo un contrapunto más popular o cercano a los romanos como fue la pratextata en el
caso de la comedia, la fabula togata, jugará este papel vinculando la palliata con los géneros del
teatro satírico tradicionales en Roma; incluso en la togata, por su especialización, podemos distinguir
subgéneros como la tabernaria, de corte muy popular, y la trabeata (por el vestido masculino) que
hacía intervenir a los caballeros, la más industriosa y ágil clase social romana. En este tipo de obras
hemos de destacar algunos autores que consiguieron representar con éxito la sociedad de la Roma
republicana; así Titinio (a finales del siglo III a.C. que compuso al menos 15 obras de las cuales nos
han llegado fragmentos) o bien Lucio Afranio (siglo 11 a.C.) que es el principal representante
reconocido de la togata y que fue autor de al menos 43 obras de las que restan unos 300
fragmentos; títulos como Libertus (El liberto), Prodigus, (El pródigo), Materterae (Las madrastras),
nos pueden dar una idea del carácter popular de su obra. Por último, hemos de citar a Tito Quincio
Ata, que tiene su éxito en el primer cuarto del siglo I a.C. y compone al menos doce togatae con
títulos como Socrus (El suegro), Nurus (La nuera) o bien Aquae Calidae (quizás de ambiente termal).
La togata, con sus cuadros costumbristas, se subsuma a la Atellana literaria a la que Pomponio
había dado en el siglo I a.C. forma literaria; a su vez fue desplazada, a partir de la época de César,
por el «mimo» que dominó, junto con el «pantomimo», el escenario hasta el final del imperio, por
más que algunos autores -Décimo Laberio, Pubililio Siro Y Lucio Valerio Núcula entre otros-
intentaran resucitar viejos géneros.

Plauto

Terencio

los autores más importantes del teatro romano y concretamente a los dos escritores de palliata de
mayor renombre: Plauto y Terencio.

El teatro romano se cierra prácticamente después de una breve pero brillante trayectoria, en época
republicana, de forma que en realidad la construcción de los grandes teatros no se corresponde con
la creación de las grandes obras literarias que lo caracterizan y sí con un espectáculo, mucho más
ágil y ligero como es el mimo y la pantomimoEl teatro romano se cierra prácticamente después de
una breve pero brillante trayectoria, en época republicana, de forma que en realidad la construcción
de los grandes teatros no se corresponde con la creación de las grandes obras literarias que lo
caracterizan y sí con un espectáculo, mucho más ágil y ligero como es el mimo y la pantomimo

Edificio teatral romano

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