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El arte y el materialismo

Convergencias y divergencias entre


José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera

I p rím c r j re fe re n c ia d e M anuel G u tiérre z N áje ra so b re Jo s é M a n í


dala de 1876. E s ta fe ch a es im p o rta n te si se tien e e n c u e n ta que un o y
otro fueron, p o r e n to n c e s, c o m o ya a p u n ta ra e n su d ía M arx H en ríq u ez
Ureña1, los p io n ero s en la c re a ció n de la p ro sa m o d e rn ista y e n el u so de
las trasposiciones sim b ó lica s. L a a d m ira c ió n de N á je ra p o r M a rtí iría
aumentando p ro g resiv am en te. E n m i o p in ió n , M a rtí fu e u n o d e los m aes­
tros del poeta m e x ica n o — c o m o lo fue de D arío — , y a d esd e 1876, y h a sta
el final de sus c o rta s vidas. E n 187 7 , N áje ra in serta a M artí, p o r su e stilo ,
en la escuela g o n g ó rica2. N o o b sta n te , el a rtíc u lo m ás c o m p le to s o b r e la
figura de M artí es el d ed icad o a la re v ista m a rtia n a L a E d a d d e O ro, e s c ri­
to en 1889. E n él N ájera d escrib e el e stilo m a rtia n o , p ro te ico y c a m b ia n te ,
1 Señala «La influencia de
de forma acertad a:
la prosa de Martí, decisiva
para iniciar la renovación
Martí, cuyas ideas no podemos seguir a veces, porque sus ideas tienen las alas que culminó en el moder­
recias, fuerte el pulmón y suben mucho; Martí, en cuyo estilo mágico nos solemos nismo, se hermana y aco­
perder de cuando en cuando, como Reynaldo en el jardín de Armida, o como el via- pla con la de Gutiérrez
iante intrépido en una selva virgen; Martí, para escribir La Edad de Oro, ha dejado Nájera, que enseñó a mane­
ile ser río y se ha hecho lago, terso, transparente, límpido. Lo diré en una frase: se jar el idioma con soltura y
lia hecho niño’. gracia». Véase en Henrí­
quez Ureña, M„ Breve his­
toria del modernismo,
A pesar de q u e el e s c rito r m e x ica n o no a c a b a b a de e n te n d e r el e stilo México, 1954, p. 79.
barroco del cu b a n o , se co n sid e ra rá d eu d or suyo, e n su s p a la b ra s, «de 2 Gutiérrez Nájera, M.,
muchas gotas de luz, de m u ch o s d ia m a n te s» , «de m u ch a s id eas q u e e n n o ­ Obras completas. Crítica
literaria, /, México, 1959,
blecen mi e sp íritu )» 4. E l tra to d irecto c o m e n z a rá e n 1888. S e g ú n te stim o ­
p. 168.
nio del m exican o L u is G. U rb in a, so lía n re u n irse Ju s to S ie rra , N ájera v 3 Gutiérrez Nájera, M.,
Martí con M anuel M ercad o y P eó n y C o n lreras. Obras 12}, 372.
4 Recogido en Gutiérrez
Más num erosos so n los e scrito s m a rlia n o s en to m o al e sc rito r m ex ican o . Nájera, M., Reflejo, Méxi­
Martí le d ed icará sus V ersos S en cillos co n u n a n o ta que traslu ce fielm en te co, 1960, p. 153.
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5 Martí, /., Obras comple­ el estilo — m od ernista— y la personalidad najerian as: «A M anuel G utiérrez
tas, XVI, La Habana, 1961, N ájera — m arfil en el verso, en la prosa seda, en el alm a oro— »5. M artí
p. 59. En sus notas puede
siem p re retrató a N ájera com o un poeta elegante, que p oseía un «univer­
com probarse cóm o Martí
tenía la intención de escri­ sal sentid o de belleza» e n el alm a y en el verso. E n 1889 afirm ará que
bir un estudio sobre Náje- N ájera «cada día es m ás copiado y apreciado» en A m érica L atin a6, y le
ra, com o poeta joven de
record ará sobre todo en las cartas a M ercado, am igo com ú n y confidente
América Este proyecto, y
como muchos otros, debido del escrito r cubano. E n una de ellas elogia la renovación que el poeta
a «la urgencia de su vida», m exicano está haciendo del idiom a español. Señala:
no lo pudo nunca llegar a
realizar. En 1895, Martí Es de los pocos que está trayendo sangre nueva al castellano y de los que mejor
volverá a referirse a Nájera esconden las quebraduras y hendijas inevitables de la rima. Más hace: y es dar gracia
con admiración, recalcando y elegancia al idioma español al que no faltaba antes gracia, pero placeril y grosera.
que es aún mas notable Y eso lo hace Gutiérrez sin afectación, y no porque tome de modelo a éste y aquél,
«por su imparcial y vasto aunque se ve que conoce íntimamente, y ama con pasión, lo perfecto de todas las
corazón que por el marfil y literaturas: sino por invencible tendencia suya a hermanar la sinceridad y la belleza7.
el oro de su verso». Su
alma, señalará, «es elegante D estaca M artí un rasgo de N ájera, que es tam bién suyo propio y de otros
y altiva». Véase en José
Martí, J., Obras (5), p. 469.
escritores m odernistas, esto es, la asim ilación de m odalidades y tendencias

5 Martí, J., Obras C5J, XX, diferentes. M artí y N ájera se p ronunciarán con tra la adhesión a u n a escu e­
p. 143. la determ inada, sea religiosa o literaria. N ájera dirá que tener escuela es
7 Martí, J., Obras (5)m o, encerrarse; «es re cib ir la luz p o r u n a sola claraboya, com o los presos»8.
129.
s Gutiérrez Nájera, M., M artí señ alará que «con ocer diversas literaturas es el m edio de libertarse
Obras (2), p. 306. de la tiran ía de alguna de ellas»9. Ambos escritores parten de la idea de que
9 Martí, J., Obras (5), XV, la recopilación de estéticas distintas favorece la creació n o el progreso de
p. 361.
10 Martí, J., Obras (5), la literatu ra propia. «N osotros — reco n o ce M artí— tenem os la necesidad de
XXII, p. 54. la expansión. E l m undo entero nos interesa. De F ran cia la luz, y de E sp añ a
11 Aníbal González estudia y de Inglaterra y de los E stad os Unidos. E n ningún país del m undo se
las diferencias que, como
encuentran relativam ente tantos hom bres generalm ente ilu strados»10.
cronistas, existen entre
Nájera y Martí. En Martí su N ájera, co n m ayor a h ín co que M artí, estuvo literalm en te hundido en las
ideario, indica, está siempre lecturas de los clásico s grecolatin os y españoles, a s í com o en las m odernas
presente en sus escritos. literatu ras: alem ana, italiana, inglesa y am erican a, adem ás de la francesa.
Las crónicas y artículos de
Nájera, por contra, no nos U no y o tro entiend en que es fundam ental la apertu ra h acia el estudio de
dan una idea muy clara de otras literatu ras para elevar el nivel de la propia al co n cierto de las euro­
cuáles eran las inclinacio­ peas. Pretenden u n ificar la tend encia cosm op olita co n la literatu ra n acio ­
nes ideológicas del Duque
nal. L os dos se quejan de que se desdeñan, p o r ignorancia del idiom a, las
Job. Destaca el silencio de
Nájera ante la brutal repre­ lecturas escritas en inglés o ruso, teniéndose que lim itar a las fran cesas o
sión de la prensa opositora españolas. S u con cepto de originalidad puede s e r el resultado de un largo
bajo el régimen de Porfirio
p roceso intelectual en el que se asim ilan m uchos estilos, m u ch as form as,
Díaz. Para ambos, puntua­
liza, el periodismo atenta, llevándose a cabo, posteriorm ente, u n a selecció n hasta fo rm ar un estilo
contra el yo, contra el estilo propio. L a d iferencia entre uno y otro rad ica en que e n M artí tales ideas
y contra el arte. González, — su ideario siem pre está presente en sus escritos— 11 obedecen a u n pen­
A., La crónica modernista
hispanoamericana, Madrid, sam ien to de hond a trascend encia. É l pone freno a esa apertu ra p o r tem o r
1983. al genocidio cultural, a la pérdida de identidad, en tan to N ájera defiende
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biertam ente el co n tag io . M artí, u n o de lo s p en sad o res fu n d am e n tale s de
América L atin a, e n ten d ía q u e la a p e rtu ra h a c ia o tra s lite ra tu ra s e ra u n a
m inera de re te n e r la la c ra de la su b o rd in a ció n e in d ep en d izarse de la
española. La lite ra tu ra c o la b o ra b a , de e sta m an e ra, c o n la s p ersp ectiv as
históricas del m o m en to . Y a e n 1875, en la R ev ista U n iversal de M éxico ,
exponía M artí su p re o cu p ació n p o r la c re a c ió n d e u n a lite ra tu ra m e x ic a ­
na com o un paso m ás p ara co n se g u ir la in d ep en d en cia de la n ació n .
Mexicanidad que, p o r o tra p arte, c o n c ib e n de m a n e ra d ife re n te . N ájera
cree que se logra a trav és de la a s im ila c ió n de m o d elo s e x tra n je ro s, en
tanto M artí en tien d e que hav que a c e p ta r y a s u m ir la realid ad a m e ric a n a .
Pero nos in teresa d eten ern o s en lo s añ o s s ete n ta , en q u e u n o y o tro ,
prácticam ente a la p ar, in tro d u ce n novedad es a rtís tic a s fu n d am en tales
para la escritu ra m o d ern ista. L as c o in c id e n c ia s id eo ló g icas v e s té tic a s de
ambos poetas son so rp ren d en tes p o r p a re cid a s. M a rtí lleg ará a M é x ico en
1875, donde p e rm an e ce rá h a sta el 2 4 de fe b re ro d e 1877. E n M éxico c o la ­
borará asid u am en te e n la R ev ista U n iversal, p erió d ico q u e leía N á je ra ya
en 1876. E s en los e sc rito s d irig id o s a la R ev ista U n iversal d onde M a rtí
introducirá las nuevas fo rm as m o d e rn istas en lengu a esp añ o la, d e s c o n o ci­
das por la ép o ca. Así, p o r e je m p lo , el v a lo r sim b ó lico d el c o lo r azul a p a re ­
ce en una c ró n ic a m a rtia n a e n la te m p ra n a fe ch a de 187 5 . E l 13 de
marzo, en la R ev ista U n iversal, re c u rre a u n a im ag en de filia ció n sim b o lis- '2 Martí, J„ Obras (5), XV,
ta — «el cielo todavía azul de los e sp añ o les»— 12 p ara e x p lica r el c a rá c te r p. 39.
13 Martí, J., Obras (5), XV,
imaginativo de ésto s. D el 7 d e ju lio de 1875 e s o tra d e las c ró n ic a s e n que
p. 21 y siguientes. En dicha
Martí trab aja u n a p ro sa im ag in ativ a y sim b ó lica , c o n v olu ntad a r tís tic a 13. crónica el autor refleja en
Y en su o b rita te atral A m or con a m o r s e p ag a (1 8 7 5 ), re p rese n ta d a e n la escritura su estado psí­
qu ico y em ocionaL Su
México, d efine el azu l c o m o el c o lo r que «da id ea de p u reza». A sim ism o,
prosa es imaginativa y sim­
el sistem a m u sical en lo s v ersos, u n o de lo s p rin cip io s fu n d am en tales bólica. Se inicia ya en 1875
sobre los que se a s ie n ta la p o é tica d e V erlain e , se p e rcib e e n la p recep tiv a un proceso de sim boliza­
literaria de M artí el 2 6 de ag o sto de 1875, en la R ev ista U n iversal. P o sib le ­ ción que, en su progresión,
engendrará figuras estilísti­
mente, M artí d esarro lló su id eario e sté tic o s im b o lista ten ien d o en c u e n ta cas sorprendentes por su
la poética de V e rla in e 14. E n cu a lq u ie r c a so , la vaguedad, la m u sicalid ad y novedad.
la sugerencia co m o p recep to s claves d el sim b o lism o y a se re g istra n e n la 14 Martí no pudo conocer
por esas fechas el libro de
Verlaine, Alt poétique, don­
obra m artiana. E s, in sisto , e n M éxico , e n 1875, cu a n d o M a rtí u tiliz a los
electos de c o lo r y p erg eñ a e sta s v a lo ra cio n e s so b re la p o esía. S e g ú n M arx de se exponen sus princi­
Henríquez U reña d en tro del m o v im ien to m o d e rn ista «los e fe cto s d e c o lo r pios poéticos, por no salir a
la luz hasta 1882. No obs­
aparecen p rim ero e n N á je ra » 15. P ero é ste u tiliz a p o r vez p rim e ra el azul,
tante, Martí pudo leer en
en 1876, en su p o em a «Luz y so m b ra » . E n tre 1876 y 1882, N á je ra in c o r­ 1874 su anterior libro poéti­
porará a su e stilo la s tres m od alid ad es fra n ce sa s: s im b o lism o , im p re sio n is­ co, Romances sans paroles,
mo y p arn asianism o. donde ya se adivina la téc­
nica de las sugerencias.
13 Henríquez Ureña, Breve
Las ideas n a je ria n a s s o b re el a rte y su s fin es e stá n exp u estas, a m p lia ­
mente, en su a rtíc u lo «E l a rle y el m a te ria lism o » , e sc rito e n 1876, a ñ o en (1), p. 27.
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16 Pedro Henríquez Ureña el que M artí reside en M éxico. E n dicha cró n ica periodística, N ájera hace
explica cómo se aplicaron u n a defensa de la poesía sentim ental, com batiendo las ideas m aterialistas
b s principios liberales en la
de la época. S e enfren ta a las teorías realistas positivistas que parten de la
vida intelectual: «Comenzó
una división del trabajo. Los idea de que el arte debe ten er u n a fu n ción y utilidad, ca n ta r a la industria,
hombres de profesiones inte­ a la patria o a l progreso. L a estética de N ájera, p latónica, cristian a y
lectuales trataron ahora de
antiutilitaria, se inspirará en H egel y en las ideas rom ánticas. Según Cár­
ceñirse a la tarea que habían
elegido y abandonaron la ter, estas ideas le dan entrad a en el m odernism o com o con cepto estético,
política... Y como la literatu­ aunque, en nu estra opinión, pertenecen m ás b ien a las batallas d ialécticas
ra no era en realidad una entre positivism o (que h ab ía cu ajad o en A m érica L atin a y que era «ideolo­
profesión, sino una voca­
ción, b s hombres de letras gía oficial» de M éxico) y espiritualism o, propias, p o r ese tiem po, de los
se convirtieron en periodis­ círcu los m exicanos. Además, co n la nueva sociedad burguesa, uno de los
tas o en maestros, cuando principales problem as que surgieron fue la situ ació n en que quedaban el
no en ambas cosas». Véase
Las comentes literarias en arte y sus fin es16. L as ideas najerian as sobre el fin del arte coinciden con
la América Hispánica, Méxi­ las de M artí. E llo se debe, n o sólo a que am bos son escritores m odernistas
co, ¡949, p. 165. herederos del rom anticism o, sin o tam bién a que N ájera sigue la estética
17 Martí va a reunir en su
hegeliana (en el con cep to de belleza), e n tan to M artí se aproxim ó, durante
pensamiento el idealismo
subjetivo de Kant y Fichte los prim eros años, a la estética krausista y K rau se fue epígono de H egel17.
y el idealismo absoluto de Ambos d efinen el arte com o expresión de la belleza, del espíritu y del
Schelling y Hegel, denomi-
am o r (el am o r es fuente de belleza). L a poesía, señ ala N ájera, es la repre­
nándob «filosofía intemie-
dia o de relación». sen tació n del bello ideal. E l arte no es im itación, sino creació n , siguiendo
'* Nájera defenderá el dere­ la teoría becqu eriana. N ájera defiende la libertad del poeta y de la crea­
cho del poeta a expresarse
ció n a rtística 18. É l m ism o resum e sus postulados:
libremente, y dará a la retó­
rica un valor exclusiva­
mente instrumental Yo,
1) Que el arte tiene por objeto la consecución de lo bello; 2) que lo bello no puede
comentará al explicar la
encontrarse en la materia, sino con relación al espíritu; y 3) que el amor es una ina­
génesis de su poesía, «no
gotable fuente de belleza. Resumiendo: que siendo el objeto del arte la consecución
escribo mis versos... viven
de lo bello, y residiendo la belleza en el espíritu, debemos encontrarla por consecu­
dentro de mí». ción en el amor19.
19 Véase «El arte y el mate­
rialismo», en Gutiérrez Náje­ B elleza que define M artí com o suprem o y ún ico o b jeto del arte, según
ra, M., Obras (2), p. 54. m an ifiesta en la R evista U niversal, el 13 de noviem bre de 1875.
20 Véase Martí, J. Obras
N ájera entenderá que lo bello «es la representación de lo infinito e n lo
(5), XIX, p. 17. Krause, a su
vez, define la belleza como finito; la m an ifestación de lo extensivo en lo intensivo; el reflejo de lo
«la forma de lo divino en absoluto; la revelación de Dios». Id én tica d efinición ap arece en M artí,
los seres». Para él « b bello
quien, aproxim ándose a K rause, define el arte com o revelación de Dios, y
es b divino que se mani­
fiesta en lo finito y es pista­ e n ca m a ció n de lo infinito en lo finito20. L a utilidad de lo bello tien e su
do por el alma». Véase en función en el orden espiritual. E l arte, según am bos, pu rifica al hom bre
Krause, C. Ch. F., Los man­ porque le a c erca a la belleza que es Dios21.
damientos de la humani­
dad o la vida moral bajo P arece ser que d urante los prim eros m eses de 1876 se sostuvo en diver­
forma de catecismo popu­ sos periódicos m exicanos (E l F ederalista, E l C o m o G erm án ico, E l M onitor,
lar, Barcelona, 1875, p. 324. L a Ib eria) una p olém ica sobre la natu raleza y los fines del arte. E n m arzo
21 Indica Nájera: «He aquí
por qué decimos que el arte de 1876, e n la edición literaria de E l F ederalista, de M éxico, definía M artí
purifica al hombre, porque el arte b a jo los siguientes térm inos:
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Arte es huir de lo mezquino, y afirmarse en lo grande, y olvidarse, y enaltecerse, y
vivir porque olvidarlo es la única manera de perdonar al Creador ese don pesado,
incomprensible y loco de la vidalo*22.
Y N ájera, con trib u y en d o a la p o lém ica, e n «P ágin as su eltas, de A gapito
Silva»23, pu blicad o e n L a Ib eria , e n m ayo de 1876, exp o n d ría id én tico s c r i­
terios al tra ta r so b re la n atu raleza y los fin es del arte. L a p o esía, señ ala en
esta ocasión, ilu m in a el esp íritu y d a alien to p ara seg u ir e n la vida. S e ñ ala:

Pues bien, la poesía sentimental ha proporcionado siempre a la humanidad esos


bienes celestiales y puros que regeneran, fortifican e iluminan nuestro espíritu, dán­
dole aliento para proseguir este duro peregrinaje a que llámanos vida24.
La poesía c o la b o ra , p o r tan to , c o n D ios e n el d estin o u n iv ersal de las
creaciones. L a o b ra b e lla es ú til p o rqu e s a tis fa c e n ecesid ad es su p erio res
del espíritu. N o hay en N áje ra, e n n u e stra o p in ió n , e se e x a ce rb a d o e ste ti­
cismo que se le h a venido a c h a ca n d o . N á je ra v alo ra las le tra s n o só lo p o r
su función e sté tic a sin o p o r sus v irtud es p rá c tica s , es d ecir, p o rqu e ayu ­
dan a m e jo ra r la socied ad . E n su e sc ritu ra , au n q u e a veces velad o, h ay un
«tono m oral», c o m o e n M a rtí25. C ab ría h a b la r de u n m o d ern ism o d e re s o ­
nancias so ciale s y h u m a n a s e n a m b o s e sc rito re s, d e un m o d e rn ism o que
propugna, ta m b ié n , u n a c o n ce p c ió n m o ral d el a rte . Iván A. S ch u lm a n
opina que la d ife re n c ia e n tre M a rtí y N á je ra ra d ica e n que M a rtí p one
límites a la c o n se c u c ió n d e lo bello . P ero el e s c rito r m ex ican o , s i b ie n es
cierto que c o n m e n o r é n fa sis, ta m b ié n lo h ará. Y a s í s e ñ a la rá q u e es el
artista m ás g ran d e si a la re a liz a c ió n de la b e lle z a (fin de la p o esía) se u n e
un ideal so cial. E s d e c ir que p a re ce q u e e n su ev o lu ció n lite ra ria se a c e r c a
hacia una c o n ce p c ió n s o c ia l d e la lite ra tu ra . A lab ará N á je ra la sen cille z y
sinceridad en la p o esía, su p e rio r a la h e rm o su ra , y se d e c a n ta rá h a c ia u n a
poesía de la e sp eran za que a lim e n te a las a lm a s h a m b rien ta s.

lo acerca a la belleza, que cos m exicanos. Polém ica con cinco artículos, hacien­ las letras por sus virtudes
es Dios». Gutiérrez Nájera, en la que, al parecer, parti­ do una defensa de la poesía prácticas: la sinceridad con
Al.. Obras (2), p. 58. ciparía Martí, a través de sentimental. Nájera pudo que desahogaban las em o­
22Martí, 1 , Obras (5), XXI, sus declaraciones sobre el leer, igualmente, las opinio­ ciones generosas del hom­
p. 421. arte y sus fines expuestas nes martianas sobre el tema, bre, la utilidad con que
•’* Ernesto Mejía Sánchez también en El Federalista. dadas a conocer en distintos ayudaban a m ejorar la
en sus notas a las Obras Francisco Sosa reseñó el 25 periódicos mexicanos. sociedad, el patriotismo con
completas de Nájera, expli­ de marzo, en El Fede­ 24 Gutiérrez Nájera, M., que plasm aban una con­
ca cómo este artículo junto ralista, las páginas sueltas, Obras (2), p. 113. ciencia criolla. Por eso, aún
con "La poesía sentimen­ de Agapito Silva. Sosa, 25 Sobre Martí escribe E. en su estim ación de la
tal" y «El arte y el materia­ explica Mejía Sánchez Anderson Imbert: «No fue prosa artística, había sobre­
lismo» constituyen la con­ «censuró a Silva por em­ un esteticista. No concibió tonos morales». Véase An­
tribución de Nájera a una plear su talento en poesías la literatura com o actividad derson Imbert, £., Historia
polémica sobre la naturale- eróticas y no en obras más de un especial ótgano esté­ de la literatura hispanoa­
:a )' los fines del arte, sos­ útiles». Nájera contestó a tico. Escribir era para él un mericana, México, 1954, p.
tenida en diversos periódi­ estas afirm aciones de Sosa modo de servir. Celebraba 356.
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E n esta lín ea de p en sam ien to uno y o tro arrem eterán co n tra la «poesía
de los d ecad entes», de «afeite excesivo, afem in ad o y grotesco», c o n su
in clin ació n p o r lo nau seabu nd o y horrendo. N ájera c ritic a el p esim ism o
en el que se m ueve la p o esía m od erna — rep resentad a p o r B au d elaire— ,
que e sca rb a en el co n tin en te negro del cere b ro hu m ano. R efirién d o se a los
versos p o ético s de A dalberto E stev a, m atizará:

Reposa el espíritu con la lectura de versos así, limpios de esas negruras que se van
extendiendo en la poesía moderna y en cuyo fondo tetro resaltan los gatos fantásti­
cos de Baudelaire, los animales deformes de Rollinat, los demiurgos de Poe, las rojas
llamaradas de Richepin, y cadáveres, espectros, aparecidos, esqueletos, carne en
putrefacción, visiones de alcohólico, espantos de novicia, sueños de verdugo24.
F re n te «al asqu ero so realism o» de la e scu ela fran cesa se d ecan tará p o r
el idealism o de C alderón, M o reto o T irso , y e n salzará la figura de Hugo.
N ájera y M artí c ritica n la e scu ela re a lista y n atu ralista porqu e, e n su op i­
nió n , su bord in an el arte a la co p ia, care ce n de im ag in ació n y exag eran lo
feo, d ibu jand o lo p e o r de la sociedad , el lado m ás o scu ro y tenebroso.
A m bos p arten de crite rio s m orales al en ten d er que realism o es sin ón im o
de desengaño, escep ticism o , su icid io, pérd ida de la libertad en el arte y de
las bellas ilu siones. N ájera exp on ía sus ideas, esen cialm en te, en los a rtícu ­
los «E l arte y el m aterialism o» y e n «P áginas sueltas, de Agapito Silva».
M artí, e n e stas observacion es, sigue e n gran p arte c rite rio s krausistas.
T an to los d iscíp ulos de S a n z del R ío com o M artí arrem eterían co n tra el
realism o co m o e scu ela literaria. L os krau sistas, igu alm en te, n eg arían el
v alor de d ich a e scu ela p o r faltarle verosim ilitud, p o r s e r o b ra de im itació n
y co p ia de lo real. E l artista pierde su p ersonalid ad al so m eter la libre
cre a ció n a la im itació n de m od elos27. M artí, p o r su parte, en ten d erá que la
escu ela realista respond e a un tiem po de m ed iocrid ad. Dirá:

La escuela realista es simplemente el resultado de la necesidad de emplear la acti­


vidad en una época en que no hay ideales altos, época de críticas, época de descono­
cimiento de lo definitivo, perdido en el incesante estudio y cambio de ideas, época
24 Véase la crónica najeria- de ceguedad28.
na titulada «El libro del
amor, de Adalberto A. Este­
L a visión, n o o b stan te, que tien en u n o y o tro so b re el natu ralism o , es
va», en Gutiérrez Nájera
M., Obras (2), 462. tan p arcial co m o la de la m ay o ría de lo s h o m b res de su época. No vieron
27 López-Morillas, J., El que la id ea de la novela experim en tal n atu ralista ib a m ás a llá de la pura
krausismo español, Madrid, observación . S e observaba, se c o n sta ta b a p ara c o n o ce r la s cau sas de los
1980, p. 133.
25 J. Martí, J., Obras... (5),
fenóm en os a fin de preverlos y dirigirlos. E s d ecir que tam b ién e ra un
XXII, p. 82. m ovim iento reg en eracio n ista que ad op taba el m étod o p ositiv ista com o
29 Sobre ello véase de Rafael pu nto de p artid a p ara p osibles cam b io s. E n la idea de progreso H egel y
Gutiérrez Girardot, Moder­ C om te se dan la m an o29.
nismo. Supuestos históri­
cos y culturales, México, Sig u iend o los expuestos crite rio s, M artí y N ájera arrem eterán co n tra la
F.C.E., 1988, pp. 49 y 50. literatu ra esp añ o la de su tiem po, tach án d o la de decad ente. M artí, e n una
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visión m aterialista, en tie n d e que la fa lta d e p ro g reso d el p u eb lo esp añ o l
Ir» con tribuido al e m p o b re c im ie n to de la p o esía. S e ñ a la :

Los españoles empiezan a comprender que en el movimiento general del progreso


■líos también deben ocupar un puesto. No basta poseer la Alhambra y el Alcázar, es
Preciso saber honrarlos. Empiezan a ver que no pueden quedarse en árabes ni con­
vertirse en gitanos. Y como el mundo entero razona y las fábricas de vapor ocupan
los lugares cíe inmensos arsenales, ellos a su vez deben razonar con el mundo, traba­
j a en las fábricas y buscarse sitio entre los que piensan como Herbert Spencer, se
quejan como Heine, dudan como Byron y desprecian como Leopardi30.

Es por la s itu a ció n e n que se h alla E sp a ñ a , a n cla d a en sus e stru c tu ra s


arcaicas, trad icio n ales y feu d ales; p o r e l a tra so q u e ex p e rim en ta c o n re s­
pecto al d esarrollo y el auge del p ro g reso eu ro p eo ; p o r su c a r á c te r ag rario
v no ind ustrial, p o r lo que M a rtí tra ta rá a la lite ra tu ra del siglo X I X e sp a ­
ñol de epigonal y c a re n te de ra íc e s p ro p ias. E s d e c ir q u e, según c rite rio
martiano, la calid ad de la lite ra tu ra e sta rá re la cio n a d a d ire c ta m e n te c o n el
progreso e co n ó m ico y so cia l. A la p re c a ria s itu a ció n in d u strial de E sp a ñ a ,
a su d esco m p o sició n p o lític a y sus e stru c tu ra s feu d ales, Jo s é M a rtí añ ad e
el factor h istó rico . S e g ú n él, E sp a ñ a n o su frió c o m o F r a n c ia o A lem ania,
por lo que las q u e ja s y las p en as, p ro p ias del ro m a n tic ism o , no c o rre sp o n ­
den al verdadero d o lo r e xp erim en tad o . Ni el ré g im en feud al n i la m o n a r­
quía fustigaron ta n to a l p u eblo , ni «la in te lig e n cia fu e ta n im p acien te»
com o en F ra n c ia o A lem an ia. E n E sp a ñ a , fren te a F ra n c ia , n o se p red icó
la Reform a, ni h u b o m a tan zas co le ctiv a s. L a rev o lu ció n e n E sp a ñ a , d ecla ­
ra, «fue m ás len ta, m e n o s sa n g rie n ta y m ás b e n ig n a que la rev o lu ció n e n
Francia»31. E s ta v isió n g en eral m a te ria lis ta ta m b ié n la e n c o n tra m o s e n el
escritor m exican o . E n 188 9 , co m p a ra n d o al e sp añ o l Z o rrilla c o n G u ille r­
mo Prieto, N ájera, a so m b ro sa m e n te , se a c e r c a r á h a c ia u n a c o n ce p c ió n
social del arte. R e firién d o se a la p o e sía de Z o rrilla señ ala:

Pero esta poesía —pregunto yo— ¿ha servido de algo en la evolución de España?
Ya sé que el artista no está obligado más que a realizar la belleza, y por eso celebré 30 Marti, J., Obras (5),
que se tributen honores a Zorrilla; pero el artista que, realizando la belleza, persigue XXII, pp. 29.
a la vez un ideal social; el que impulsa a los pueblos en el camino del progreso; el 31 Esta idea tiene vigencia
que sabe animar a los soldados en la lid, como los animaba el canto de Tirteo esc es en la actualidad com o una
más grande... esc es Guillermo Prieto32. de las teorías que pretende
responder a la cuestión de
Ahora N ájera, y fren te a las id eas exp u estas e n 1876, e n su a rtíc u lo si en España hubo verdade­
ro romanticismo. Así, Alli-
Páginas su eltas, de A gapito S ilv a», c o m e n ta d a s m ás a rrib a , d efien d e el
son Peers juzga el movi­
tu te que tien e u n fin p rá c tic o y positiv o. Y es q u e el p o sitiv ism o fue u n a miento com o fracasado v
filosofía de ho n d a tra sce n d e n c ia que c a ló en los m o d ern istas. E l m o d er­ piensa que en sentido
nismo fue la n e c e sa ria re sp u e sta a l v acío que h a b ía cre a d o el p o sitiv ism o
estricto no hubo romanti­
cism o en España.
pero, a su vez, a cep tó m u ch o s de su s c á n o n e s. N á je ra y M a rtí c ritic a rá n
32 Gutiérrez. Nájera, AI.,
de los poetas esp añ o les su fa lta de ap ertu ra. L a p o b re z a lite ra ria de é sto s Obras (2), p. 357.
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se debe a su aislam iento, a que no m iran h acia otras literaturas, a la falta
de europeización y contagio. S e ñ ala N ájera:

Ahora bien, entiendo que esta decadencia de la poesía lírica española, depende por
decirlo así, de falta de cruzamiento. La aversión a lo extranjero y a todo el que no
sea cristiano rancio, siempre ha sido maléfica para España: dígalo, si no, la expul­
sión de los judíos (...) Conserve cada raza su carácter substancial; pero no se aísle de
las otras ni las rechace, so pena de agotarse y morir33.

N ájera entiende que la literatura debe seguir un proceso de occidentaliza-


ción, adm itiendo la circulación de los valores literarios de cada entidad cul­
tural. Así, inserta la literatura en el aparato productivo y de consum o que
trajeron la m odernización y la industrialización de las sociedades latino­
am ericanas.
Con respecto a la poesía española de su tiem po, am bos se aproxim aron a
B écqu er y criticaro n el becquerism o, las im itaciones y plagios que corrían
p o r A m érica Latina. N ájera se m ostrará sim patizante y enam orado de la
poética becqu eriana. M artí, a p esar de que sus referencias al tra ta r la figu­
ra de B écq u er fueron desdeñosas, no escapó a la tend encia becqu erista de
finales de siglo. Además, el rom anticism o de los m aestros de M artí, esto
es, de Zenea y M endive, p arte de B écqu er. E l escrito r cubano debió co n o ­
cer, posiblem ente, la obra poética de B écqu er, a través de sus O bras C om ­
p letas, en 1871. E n los dos poetas latin oam ericanos se traslu ce la influen­
c ia del au tor de las R im as, p o r lo que resp ecta a la creació n de una poesía
basada en el sen tim ien to y la pasión; la con cep ción del arte com o sím bolo
y reflejo de lo divino; el intento de au n ar form a y fondo; la defensa de la
creació n artística; el descubrim iento de la prosa poética, y, sobre todo, el
sim bolism o, es decir, la incorporación de las form as p lásticas al estilo lite­
rario. M artí y N ájera, siguiendo a B écqu er, propondrán tra b a ja r con los
efectos de luz y color; h acer con palabras — d irá N ájera— «un m al lienzo
de la escuela de R em brandt», «oponerle luz a la som bra», y «el negro
intenso al blan co deslum brante»34.
L a españolidad literaria de M artí (fundam ental para la génesis de su
escritura) y de N ájera, radica, no obstante, en su am or p o r el Siglo de Oro
33 Véase su artículo «El español. S e subraya en am bos escritores — com o en Darío o Amado Ñervo—
cruzamiento en la literatu­ la devoción por los m ísticos, especialm ente por S an ta Teresa. Según Schul-
ra», que es un cuadro de la
man, los atisbos de una tradición clásica hispánica en la prosa de N ájera se
situación de la literatura
contemporánea española. vislum bran en los últim os años cercanos a su m uerte35. E se am or por la tra­
34 Gutiérrez Nájera, M. dición hispánica bien pudo venirle de M artí. Y si bien en su cró n ica titulada
Obras (2), p. 317. «Tristíssim a nox», de 1888, se m uestra com o un sectario del esteticism o
35 Shulman, I.A. Génesis
del modernismo, México, francés, al final de esta polém ica propone un equilibrio co n las lectu ras de
1966, p. 63. clásico s griegos, latin os y españoles, eligiendo — en sus palabras— por
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confesor a Fray L u is de G ran ad a. E s d e c ir q u e p reten d e, a p e sa r d e s e r un
apasionado de la fo rm a y del a rte fra n cé s, n o c a s a rs e c o n u n a so la b elleza.
M artí n u n ca c ritic ó el p o sib le ap ego de N á je ra p o r el v erso fran cé s
com o sí lo hizo c o n C asal y c o n aq u e llo s e sc rito re s q u e se d esp eg ab an de
u lierra a m e ric a n a p ara su b o rd in a rse a E u ro p a . T a m p o c o p e n só q u e la
posición e ste lic ista de N á je ra fu era e x a c e rb a d a . N á je ra e xp o n ía su d o c tri­
na del arte p o r el a rte en el ed ito rial de la R ev ista A zul. M a rtí h a c ía lo p ro ­
pio en la d en o m in ad a «L a C a rla m ag n a del m o d e rn ism o ». A m bos se p ro ­
clam an p artid arios del e ste ticis m o , e x a lta n lo fo rm al, sig u ien d o el c rite r io
de que fondo es fo rm a, y se sie n te n a d o ra d o res de la b elleza. L os dos
m anifiestos so n u n a d efen sa de los a sp e cto s fo rm a le s d e la lengu a. T ales
principios p o ético s se co n ju g a n c o n la idea m a triz de q u e hay q u e ate n d e r
a la belleza del p e n sam ien to . H ay que m ira r la e se n cia , d irá el e s c rito r
mexicano. N ájera h ará h in c a p ié en q u e la fo rm a n o so fo q u e la id e a 36 y se
acercará, en su ev o lu ció n lite ra ria , h a c ia la n atu ralid ad y se n cille z en las
formas, h acia u n a p o esía d esn u d a de a rtific io , c o m o B é c q u e r y Ju a n
Ramón Jim é n e z . E n 1888, el e s c rito r m e x ic a n o e x p lica b a su p ro p ia ev olu­
ción poética:

De niños, preferíamos la banda militar al violín de Paganini y el consonante, el


cuarteto en decasílabo sonoro, al romance y al verso libre. Después, la poesía nos va
diciendo: «yo no necesito de tanto, sé ser pobre, puedo estar en todas partes y la
encontramos más en negligé, más al natural, más nuestra, porque somos ya sus ínti­
mos amigos, en el romance v en la misma prosa, que suele ser su traje de casa»'7.

Nájera, en su m ad u rez lite ra ria , iría re n u n cia n d o a los m o d elo s fra n ce ­


ses para d ecan tarse , p ro g resiv am en te, h a c ia u n a lite ra tu ra m ás in te rio riz a ­
da. m enos pag an a, m ás p erso n al y m u y v in cu lad a al esp íritu d e M artí.
36 Véase «Ocios poéticos de
Búsqueda de la un id ad de p e n sa m ie n to que e n M a rtí, c la ro e stá , fue p re ­ Ipandro Acaico», en Gutié­
cepto fundam ental p o r su c a r á c te r de ideólogo, y p o rqu e fu e — es— un o rrez Nájera, M., Obras (2),
de los fundadores del p e n sa m ie n to la tin o a m e rica n o . p. 175.
r Véase en «Pequeños dra­
mas, de José Peón y Con­
treras», en Gutiérrez Náje­
M ercedes S em a ra. \1„ Obras (2), p. 331.
■Br

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