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MISA RITUAL
BENDICIÓN Y DEDICACIÓN DE ALTAR

PROCESIÓN DE ENTRADA EN LA IGLESIA


Se omite el beso al Altar

SALUDO

BENDICIÓN DEL AGUA Y ASPERSIÓN


El Obispo invita a todos a orar con estas u otras palabras semejantes:

Queridísimos hermanos:
Con alegría nos hemos reunido aquí
para dedicar un nuevo altar,
con la celebración del Sacrificio del Señor.
Participemos con atención en estos sagrados ritos,
oyendo con fe la Palabra de Dios,
y, participando con gozo de la mesa del Señor,
levantemos nuestros corazones hacia la santa esperanza.

Al congregarnos junto al único altar


nos acercamos a Cristo, la piedra viva,
en quien somos edificados como un templo santo.

Pero en primer lugar


supliquemos a Dios humildemente,
que se digne bendecir esta agua,
con la cual seremos rociados en señal de penitencia
y en recuerdo del bautismo,
y para purificar el nuevo altar.

Y todos oran en silencio, por unos instantes. Luego, el Obispo dice:

Dios nuestro,
por quien toda creatura ve la luz de la vida,
de tal modo amas al hombre
que no sólo lo alimentas con cuidados paternales,
sino que también lo purificas del pecado
con el rocío de la caridad
y lo guías constantemente hacia Cristo, nuestra Cabeza:

Tú estableciste con un designio misericordioso


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que los que descendieran como pecadores


a las aguas del bautismo,
habiendo muerto con Cristo,
resucitaran inocentes,
se hicieran sus miembros
y coherederos del premio eterno.

Santifica con tu bendición  esta agua, para que,


rociada sobre nosotros y sobre este nuevo altar,
sea una señal de aquel lavado salvífico por el cual,
purificados en Cristo,
nos convertimos en templo de tu Espíritu.

A nosotros y a todos nuestros hermanos


que celebrarán en esta Iglesia los divinos misterios,
concédenos llegar a la Jerusalén Celestial.
Por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén

Terminada la invocación sobre el agua, el Obispo, acompañado por los diáconos, rocía
el pueblo pasando por la nave del Templo y, de regreso al presbiterio, rocía el Altar.
Mientras tanto el pueblo y el coro canta.

Después de la aspersión, el Obispo vuelve a la cátedra y, terminado el canto, de pie,


con las manos juntas dice:

Dios, Padre misericordioso,


a quien dedicamos este nuevo altar en la tierra,
nos conceda la remisión de los pecados y
y ofrecerle eternamente el sacrificio de alabanza
en su altar del cielo.

Todos: Amén

GLORIA
Excepto en tiempo de Adviento o de Cuaresma, se dice el himno “Gloria a Dios en el
cielo”.

ORACIÓN COLECTA

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Oremos
Señor y Padre nuestro,
que quisiste atraer todas las cosas
hacia tu Hijo elevado en el Altar de la cruz,
derrama tu gracia celestial
sobre los fieles que te dedican la mesa de este Altar;
concédeles siempre el alimento que necesitan
para que puedan crecer
como pueblo a ti consagrado.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Todos: Amén

LITURGIA DE LA PALABRA

 LECTURAS
 EVANGELIO
 HOMILÍA
 CREDO

 Si el Altar es solamente bendecido, los ministros cubren el altar con el mantel y,


si corresponde, lo adornan con flores, colocan adecuadamente los candeleros con
los cirios y, si corresponde la cruz.
Preparado el altar, algunos fieles llevan el pan, el vino y el agua para el sacrificio
del Señor. El Obispo recibe las ofrendas en la cátedra. Mientras se prepara las
ofrendas, puede cantarse.
Cuando todo está preparado, el Obispo va al altar y, dejada la mitra, lo besa. La
Misa continúa como de costumbre, pero no se inciensan ni las ofrendas ni el altar.

 Si el Altar será dedicado y ungido, se omite la “Oración de los Fieles” ya que en


su lugar se cantan o recitan las letanías a los Santos.

PLEGARIA DE LA DEDICACIÓN Y UNCIONES


 LETANÍAS DE LOS SANTOS

Obispo invita al pueblo a orar con estas u otras palabras semejantes:


Queridísimos hermanos:
oremos a Dios, Padre todopoderoso,
por Jesucristo a quien se asocian todos los Santos,
partícipes de su pasión y comensales de su mesa.

Se cantan entonces las Letanías de los Santos, estando todos de pie si es un día
Domingo o durante el tiempo pascual; en los demás días, de rodillas.
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Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros


Cristo, ten piedad de nosotros Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios Ruega por nosotros
San Miguel Ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios Rueguen por nosotros
San Juan Bautista Ruega por nosotros
San José Ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo Rueguen por nosotros
San Andrés Ruega por nosotros
San Juan Ruega por nosotros
Santa María Magdalena Ruega por nosotros
San Esteban Ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquia Ruega por nosotros
San Lorenzo Ruega por nosotros
Santas Perpetua y Felicidad Rueguen por nosotros
Santa Inés Ruega por nosotros
San Gregorio Ruega por nosotros
San Agustín Ruega por nosotros
San Atanasio Ruega por nosotros
San Basilio Ruega por nosotros
San Martín Ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo Rueguen por nosotros
San Benito Ruega por nosotros
San Francisco Javier Ruega por nosotros
San Juan María Vianney Ruega por nosotros
Santa Catalina de Siena Ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús Ruega por nosotros
Todos los Santos y Santas de Dios Rueguen por nosotros
Por tu bondad Líbranos, Señor
De todo mal Líbranos, Señor
De todo pecado Líbranos, Señor
De la muerte eterna Líbranos, Señor
Por el misterio de tu Encarnación Líbranos, Señor
Por tu muerte y tu resurrección Líbranos, Señor
Por la venida del Espíritu Santo Líbranos, Señor
Nosotros, que somos pecadores, te pedimos Escúchanos, Señor
Para que gobiernes y conserves a tu santa Iglesia Escúchanos Señor
Para que conserves en tu santo servicio al Papa
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y a todos los miembros del clero Escúchanos, Señor


Para que concedas la paz y la concordia
a todos los pueblos Escúchanos, Señor
Para que nos sostengas con tu ayuda
y nos conserves en tu santo servicio Escúchanos, Señor
Para que consagres este altar Escúchanos Señor
Jesús, Hijo del Dios vivo Escúchanos, Señor
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos

Terminadas las Letanías, el Obispo, de pie, con las manos extendidas, dice:

Señor, te rogamos
por la intercesión de la Virgen María
y de todos los Santos,
que recibas benignamente nuestras súplicas,
para que este altar se convierta en el lugar
donde se celebren los más grandes Misterios de la Salvación,
y tu pueblo te ofrezca sus dones,
manifieste sus deseos,
ore confiadamente
y exprese todos los sentimientos de la religión
y de la piedad.
Por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén

El diácono, si es el caso, dice:


Nos ponemos de pie

Y todos se levantan.

 Cuando no se han de colocar las reliquias de los Santos, el Obispo dice enseguida
la PLEGARIA DE LA DEDICACIÓN.

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COLOCACIÓN DE LAS RELÍQUIAS


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El Obispo vuelve a ponerse la Mitra.


Si se han de colocar reliquias de Mártires o de otros Santos, debajo del altar, el
Obispo se acerca al mismo. Un diácono o un presbítero lleva las reliquias al Obispo,
quien las coloca en el sepulcro oportunamente preparado. Entre tanto se canta.

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PLEGARIA DE LA DEDICACIÓN
Luego, el Obispo, de pie, sin mitra junto al altar, con las manos extendidas, en voz
alta dice:

Te glorificamos, Señor, y te bendecimos


porque, por el inefable misterio de tu amor,
estableciste que, habiendo cesado las diversas figuras,
el misterio del altar llegara a su plenitud en Cristo.

En efecto, Noé, el segundo fundador del género humano,


aplacadas las aguas del diluvio,
te erigió un altar y ofreció un sacrificio
que tú, Padre, aceptaste como una suave fragancia,
renovando la alianza de amor con los hombres.

Abraham, padre de nuestra fe,


creyendo de todo corazón en tu palabra,
levantó un altar para complacerte,
no perdonando a Isaac, su hijo amado.

También Moisés, mediador de la antigua Ley,


edificó un altar que,
rociado con la sangre del cordero,
prefiguró místicamente el ara de la cruz.

Todo lo cual fue llevado a su plenitud


por Cristo en su Misterio Pascual:
él, sacerdote y víctima, subiendo al árbol de la cruz,
se entregó a ti, Padre, como ofrenda pura
para borrar los pecados de todo el mundo
y proclamar la nueva y eterna alianza contigo.

Por eso, Señor, te rogamos humildemente:


derrama la santificación celestial sobre este altar
edificado en el templo de tu Iglesia,
para que se convierta en el ara
perpetuamente consagrada al sacrificio de Cristo
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y sea la mesa del Señor


donde tu pueblo se alimente en el Divino Banquete.

Esta piedra labrada sea para nosotros un símbolo de Cristo,

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Si el altar a dedicar no es de piedra, se dice:
Este altar sea para nosotros un símbolo de Cristo,
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de cuyo costado herido brotó sangre y agua,


fuente de los sacramentos de la Iglesia.

Sea la mesa festiva a la que acudan felices


los invitados de Cristo,
para que, descargados en ti sus afanes y fatigas,
reciban nuevo vigor espiritual
para reemprender el camino.

Sea el lugar de íntima comunión y paz contigo,


para que los que se alimentan
con el cuerpo y la sangre de tu Hijo,
penetrados por su Espíritu,
crezcan en tu amor.

Sea la fuente de la unidad de la Iglesia


y de concordia entre hermanos,
a la cual se acerquen tus fieles con un solo corazón
y beban el espíritu de la mutua caridad.

Sea el centro de nuestra alabanza y acción de gracias,


hasta que lleguemos jubilosos
a las moradas eternas
donde te ofrezcamos el sacrificio de alabanza perenne
con Cristo, Sumo Pontífice y altar vivo.

Que contigo vive y reina


en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

UNCIÓN DEL ALTAR


Luego, el Obispo, si es necesario, se quita la casulla, y tomando un gremial, se acerca
al altar con el diácono u otro ministro que lleva la crismera.

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El Obispo, de pie, ante el altar, en voz alta dice:

El Señor santifique con su poder


este altar que ungimos por nuestro ministerio,
para que exprese visiblemente
el misterio de Cristo
que se ofreció al Padre para vida del mundo.

Luego, vierte el santo Crisma en el medio y en los cuatro ángulos del altar, siendo
conveniente ungir toda la mesa.

Mientras se realiza la unción, se canta el salmo 44 u otro adecuado, excepto en el


tiempo pascual que se recomienda el salmo 117.

Terminada la unción del altar, el Obispo vuelve a la cátedra, se sienta, se lava las
manos y deja el gremial.

INCENSACIÓN DEL ALTAR


Después del rito de la unción, se pone sobre el altar un braserillo para quemar
incienso o aromas, o, si se prefiere, se pone sobre el altar incienso mezclado con
cerillas.

El Obispo echa incienso en el braserillo o con un cirio pequeño -que le alcanza un


ministro- enciende el incienso, diciendo:

Suba, Señor, nuestra oración,


como el incienso en tu presencia y,
así como esta casa se llena de suave perfume,
así tu Iglesia expanda la fragancia de Cristo.

El Obispo echa incienso en los incensarios e inciensa el altar. Luego, vuelve a la


cátedra, es incensado y se sienta. Un ministro inciensa al pueblo. Mientras tanto se
canta el Salmo 137 u otro canto adecuado.

REVESTIMIENTO E ILUMINACIÓN DEL ALTAR


Terminada la incensación, algunos ministros limpian con toallas la mesa del altar, si
es el caso, lo cubren con una tela impermeable; luego lo cubren con el mantel y lo
adornan, si es oportuno, con flores; colocan adecuadamente los candeleros con los
cirios requeridos para la celebración de la Misa y, si corresponde también la cruz.

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Después, el diácono se acerca al Obispo, el cual, de pie, le entrega un pequeño cirio


encendido, diciendo en voz alta:
La luz de Cristo ilumine la mesa del altar
y brillen con ella los comensales de la Cena del Señor.

El Obispo se sienta y el diácono va al altar y enciende los cirios para la celebración de


la Eucaristía.

Entonces se hace una iluminación festiva; se encienden todas las luces que están
alrededor del altar en señal de alegría, mientras tanto se canta la antífona:

En ti, Señor, está la fuente de la vida,


y en tu luz veremos la luz.

U otro canto adecuado, especialmente en honor de Cristo, luz del mundo.

LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

Los diáconos y los ministros preparan el altar como de costumbre.

Algunos fieles llevan el pan, el vino y el agua para el sacrificio del Señor. El Obispo
recibe las ofrendas en la cátedra. Mientras se preparan las ofrendas, puede cantarse.

Cuando todo está preparado, el Obispo va al altar sin la mitra, lo besa y la Misa
continúa como de costumbre. No se inciensan ni las ofrendas ni el altar.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor y Dios nuestro;


haz que descienda sobre este altar tu Espíritu Santo
para que santifique los dones de tu pueblo
y purifique los corazones de quienes lo vamos a recibir.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Se dice la Plegaria eucarística I o III con este Prefacio que está íntimamente ligado
con el rito de la dedicación del altar.

PREFACIO DE LA DEDICACIÓN DEL ALTAR

V. El Señor esté con vosotros.


R. Y con tu espíritu.
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V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.


R. Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.

Él mismo, verdadero sacerdote y verdadera víctima


nos mandó celebrar continuamente
el memorial del sacrificio
que te ofreció en el altar de la cruz.
Por eso tu pueblo ha erigido este altar
que hoy, lleno de júbilo, te dedicamos.

Éste es, en verdad, el lugar santo


donde se ofrece incesantemente el sacrificio de Cristo,
se te tributa una alabanza perfecta
y se lleva a cabo nuestra redención.

Esta es la mesa en la que tus hijos,


alimentados con el Cuerpo de Cristo,
son incorporados a la unidad de tu Iglesia Santa.

Aquí los fieles beben tu Espíritu


en las aguas que brotan de la roca espiritual que es Cristo,
por quien son transformados en ofrenda santa y altar vivo.

Por eso, con los ángeles y los santos


cantamos sin cesar, el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

Mientras el Obispo comulga con el Cuerpo de Cristo, se comienza el canto de la


comunión.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

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Oremos
Concédenos, Señor, permanecer siempre junto a tu altar
donde se celebra el misterio del sacrificio de tu Hijo,
para que, unidos por la fe y la caridad,
mientras nos alimentamos de Cristo
nos asimilemos cada vez más a Él.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.

BENDICIÓN Y DESPEDIDA

El Obispo con mitra, dice:


El Señor esté con ustedes

El pueblo responde:
Y con tu espíritu

Luego, el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con


estas u otras palabras semejantes:
Inclínense para recibir la bendición.

Entonces el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice diciendo:
Dios, que los ha enriquecido
con el sacerdocio real de los bautizados,
les conceda cumplir santamente sus responsabilidades
y así puedan participar con dignidad del sacrificio de Cristo.

Todos: Amén

El Obispo:
El, que los congrega en una única mesa
los alimenta con un único pan,
haga de ustedes un solo corazón y una sola alma.

Todos: Amén

El Obispo:
Y que Él
les conceda ganar para Cristo,
a través del ejemplo del amor sincero,
a quienes ustedes anuncien el Evangelio.

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Todos: Amén

El Obispo:
Los bendiga Dios todopoderoso, 
el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo.

Todos: Amén

Luego, el diácono o el Obispo despiden al pueblo como de costumbre.

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