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EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

AL ESTILO FRANCISCANO

El artículo se centra en lo peculiar de la tradición franciscana. Deben ser leídas como parte de
un conjunto: la visión sistemática de la dirección espiritual, la perspectiva del Magisterio de la
Iglesia, las diferentes espiritualidades de la Iglesia. Como se trata de la “dirección” espiritual al
estilo franciscano, hay muy pocas citas del Magisterio. Creo que este sería un tema aparte: la
dirección espiritual en el Magisterio de la Iglesia.
1. Acompañamiento o amistad espiritual.
Lo primero que hay que hacer notar es que, en la tradición franciscana, no se habla de
“dirección espiritual”, sino de acompañamiento o amistad espiritual. La línea jesuita es la que
popularizó la expresión "dirección espiritual". El franciscano sabe que va como un hermano
buscando la ayuda espiritual de otro hermano o como un amigo que se encuentra con otro amigo. El
acompañamiento espiritual es un encuentro fraterno o un encuentro entre dos amigos espirituales.
2. El Espíritu Santo es el director espiritual.
El principio fontal y primordial es el siguiente: El director es el Espíritu Santo. “Por encima de
todas las cosas deben desear tener el Espíritu del Señor y su santa operación” (2R 10). De este
principio fontal brotan diversas características del acompañamiento espiritual al estilo franciscano.
Si el director espiritual es el Espíritu, el acompañamiento espiritual esta orientada a discernir lo que
el Espíritu quiere. La finalidad del acompañamiento espiritual consiste, fundamentalmente, en
buscar la voluntad de Dios para cada persona.
3. Una tarea: aprender a escuchar al Espíritu.
El discernimiento espiritual lo tiene que hacer, en primer lugar, cada persona. El Espíritu
“revela” su voluntad de manera directa e inmediata a Francisco. En sus Escritos, expresa varias
veces esta certeza: “Nadie me ensañaba qué debería hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló
que debería vivir según la forma del santo Evangelio” (Testamento 14). “El Señor me reveló que
dijésemos el saludo: El Señor te dé la paz” (Testamento 23). Por eso, no quiere saber cómo es la
forma de vida de san Benito, san Bernardo o san Agustín: "Hermanos míos, hermanos míos: Dios
me ha llamado por el camino de sencillez y de humildad y me ha manifestado que éste es el
verdadero camino para mí y para cuantos quieren creer en mi palabra e imitarme. Por eso, no quiero
que me mencionéis regla alguna, ni de San Benito, ni de San Agustín, ni de San Bernardo, ni otro
camino o forma de vida fuera de aquella que el Señor misericordiosamente me mostró y me dio”
(Espejo de Perfección 68).
Por eso, un místico franciscano, Alonso de Madrid, dice: “Tú mismo has de ser discípulo y
maestro, con la ayuda del Divino Maestro” (El arte de servir a Dios). El acompañamiento espiritual
debe conducir a la madurez, de tal manera que, sin dejar de ser discípulos, el creyente se convierta
en maestro con la ayuda del Divino Maestro. San Juan de la Cruz descubre lo que sucede cuando se
ha llegado a la cima del Monte Carmelo: “Ya por aquí no hay camino porque para el justo no hay
ley; él para sí se es ley (cf. 1 Tim. 1, 9 y Rom. 2, 14)”.
Para san Francisco y la tradición franciscana la tarea primordial es aprender a escuchar al
Espíritu que “habla” a través de diversas maneras: mociones interiores, la escucha atenta de la
Sagrada Escritura, las voces de la creación, los acontecimientos históricos, los Hermanos, la
jerarquía de la Iglesia... Francisco es capaz de conocer la voluntad de Dios, incluso, a través de los
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sueños y de un juego de niños. En efecto, cuentan las Florecillas, lo que sucedió cuando el Pobre
de Asís se encontró ante una encrucijada: puso al Hermano Maseo a dar vueltas sobre sí mismo,
como hacen los niños cuando juegan, y, en un momento determinado, le pidió que se detuviera. Le
preguntó: “¿Hacia qué parte tienes vuelta la cara? Hacia Siena —respondió el hermano Maseo. Ese
es el camino que Dios quiere que sigamos —dijo San Francisco” (Florecillas XI). En otra ocasión,
cuando san Francisco se dirigía a la guerra, Cristo le habló en sueños y le descubrió la
superficialidad de esta empresa: “¿Quién puede favorecer más, el siervo o el señor?” “El señor”,
respondió Francisco. Y el otro: “¿Por qué buscas entonces al siervo en lugar del señor?” (2Cel 6). Y
Francisco cambia de ruta.
4. La importancia de consultar a los demás: la fraternidad.
Pero en la tarea de conocer cual es la voluntad de Dios, no todo se reduce a la relación personal
del creyente con su Dios. También es necesita recurrir a los demás. Cuando Francisco no es capaz
de escuchar de manera directa e inmediata lo que Dios quiere de él, pide ayuda a sus Hermanos y
Hermanas. En una ocasión, en la que tenía que tomar una decisión particularmente trascendental
para su vida, consultó a Santa Clara y al hermano Silvestre. Necesitaba saber si Dios quería que se
dedicara totalmente a la contemplación o que predicara a la gente (Florecillas XVI). La respuesta
de Clara y del Hermano Silvestre fue que el Señor lo quería no solamente dedicado al silencio
gozoso de la contemplación, sino también que estuviera entre la gente, haciendo el bien. Y san
Francisco obedeció.
Dentro del acompañamiento de la fraternidad, los presbíteros y obispos desempeñan un rol
importante. Francisco pidió al sacerdote, luego de una misa, que le explicara lo que escuchó en la
lectura del evangelio y cumplió con gozo lo que había descubierto en la explicación del sacerdote
(1Cel 22). Se pone bajo la tutela del obispo de Asís (1Cel 32). Cuando se ve rodeado de
compañeros, va a Roma para que el Papa apruebe su Forma de Vida (1Cel 32).
En el acompañamiento espiritual al estilo franciscano no es solamente una persona, sino la
fraternidad quien ayuda a discernir lo que el Espíritu Santo quiere. Si el director espiritual es el
Espíritu Santo, una sola persona no agota la posibilidad de discernir lo que el Espíritu quiere. La
fraternidad tiene un papel muy importante en el acompañamiento espiritual. Por eso, san Francisco
dice en la Regla: “Y si (un hermano) cayera en un pecado venial, confiéselo a un hermano suyo
sacerdote. Y si no hubiera allí sacerdote, confiéselo a un hermano suyo, hasta que tenga un
sacerdote que lo absuelva canónicamente, como se ha dicho” (Carta a un Ministro 18-19).
El concilio Vaticano II redescubrió la dimensión comunitaria de la “dirección” espiritual: “Dios
quiere santificar y salvar a los hombres no individualmente y sin alguna relación entre ellos, sino
quiere hacer de ellos un pueblo que lo reconoce en la verdad y fielmente lo sirve” (LG 9). Así como
crecemos en una comunidad familiar, así también crecemos espiritualmente en una comunidad
eclesial.
5. Tolerancia y paciencia inagotables.
Me da alegría escuchar que algunos sacerdotes se quejan de que los franciscanos son muy
tolerantes y misericordiosos en la confesión y el acompañamiento espiritual. Me duele escuchar
ciertos comentarios de los fieles que han tenido la desgracia de encontrarse con algún confesor o
acompañante espiritual que se dice franciscano simplemente porque porta el hábito: “ya no quiso
darme asesoría espiritual porque dice que no cambio”, “es duro y regañón para confesar”, “no me
quiso dar la absolución”, “da absoluciones condicionadas”, “me dijo que si seguía cometiendo el
mismo pecado ya no me iba a perdonar”.
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La acogida del pecador es incondicional. Basta recordar y meditar largamente las palabras de
Francisco a un Ministro.
Y no pretendas de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. Y ámalos precisamente
en esto, y tú no exijas que sean cristianos mejores. Y que te valga esto más que vivir
en un eremitorio.
Y en esto quiero conocer que amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si
procedes así: que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiere pecado,
se aleje jamás de ti después de haber contemplado tus ojos sin haber obtenido tu
misericordia, si es que la busca. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si la quiere.
Y, si mil veces volviere a pecar ante tus propios ojos, ámale más que a mí, para
atraerlo al Señor; y compadécete siempre de los tales (CtaMin).
Este es otro de los textos fundamentales sobre los cuales se articula el acompañamiento
espiritual franciscano. Lo comento brevemente.
Las palabras de san Francisco están impregnadas de Evangelio. Si alguna actitud de Jesús de
Nazaret es incontestablemente histórica es su compasión y ternura hacia los pecadores,
especialmente los pecadores arrepentidos. Tal actitud está presente en sus parábolas (el hijo
pródigo, la oveja perdida...), en sus palabras (“No he venido a buscar a los sanos sino a los
enfermos”...), en sus actitudes (hacia Zaqueo, la adúltera...). Cuando somos duros en el
confesonario o en el acompañamiento espiritual olvidamos que actuamos en la Persona de Aquel
que nos dijo cómo es Dios a través de la parábola del Hijo pródigo y nos ha dicho que debemos
perdonar hasta setenta veces siete.
Las palabras de Francisco contienen una gran verdad: no somos nosotros quienes cambiamos a
las personas. Es la gracia y la respuesta a la gracia quien puede transformar a los hombres y
mujeres. Lo que nosotros podemos hacer es acompañarlos con un corazón misericordioso como el
corazón de Cristo.
6. Los tiempos.
Si nos preguntamos: ¿cuándo hay que ir con el acompañante espiritual? ¿Cada mes? ¿Cada
semana? La respuesta de san Francisco es: cada que tú lo necesites. No establece tempos fijos y
fatales, se fija en la persona, en la necesidad de la persona. Un texto que resume lo que es el
acompañamiento espiritual según Francisco de Asís es su Carta al Hermano León. Los especialistas
la consideran la “carta magna” del acompañamiento espiritual franciscano : 1

Hermano León, tu hermano Francisco te desea salud y paz. Así te digo, hijo mío,
como una madre, que todo lo que hemos hablado en el camino, brevemente lo resumo
y aconsejo en estas palabras, y si después tú necesitas venir a mí por consejo, pues así
te aconsejo: Cualquiera que sea el modo que mejor te parezca de agradar al Señor
Dios y seguir sus huellas y pobreza, hazlo con la bendición del Señor Dios y con mi
obediencia. Y si te es necesario en cuanto a tu alma, para mayor consuelo tuyo, y
quieres, León, venir a mí, ven.
En la breve carta al Hermano León Francisco vuelve a mostrar su evangelismo. Para Jesús de
Nazaret el centro no es la ley, sino la persona. Por eso, defiende a sus discípulos que, impulsado por
el hambre, espiguean el sábado, una actividad prohibida por la ley (Mc 2,23). Por eso pregunta:
¿qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? (Lc 6,9). Es por esto que Francisco
1 Enzo Fortunato, Discernere con Francesco d´assisi. Le scelte spirituali e vocazionali (Ed. Messaggero). Padova 1997,
197.
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“no insiste en preceptos disciplinares, sino que llama al sentido de responsabilidad personal, la
comprensión recíproca, el optimismo y la alegría” . 2

Además de sugerir los tiempos para el acompañamiento espiritual, en esta carta Francisco
manifiesta una gran confianza en la persona, en su capacidad de discernir lo que agrada al Señor:
“Cualquiera que sea el modo que mejor te parezca de agradar al Señor Dios y seguir sus huellas y
pobreza, hazlo con la bendición del Señor Dios y con mi obediencia”. Es notable la madurez, el
respeto y la libertad con la cual acompaña espiritualmente al Hermano León. Estas son cualidades
que deben estar presentes en todo acompañamiento espiritual franciscano.
7. El testimonio de vida.
Recojo —lo que parece ser— la última característica esencial del acompañamiento
franciscano: el testimonio de vida. No porque lo ponga al final es el menos importante. Al contrario,
lo he dejado para el final porque es lo que le da autenticidad a las anteriores. No abundo en él,
porque no es para analizarlo y decirlo, sino para vivirlo. Es en la vida donde se le da profundidad y
no en la reflexión intelectual. El acompañamiento espiritual de la fraternidad se da,
preferencialmente, con el testimonio de vida. De esta manera, aquel que es acompañado se ve en los
otros como en un espejo y así descubre lo que es recto y, por lo tanto, cuál es la voluntad de Dios
para él.
Conclusión.
Como he dicho al inicio, éstas son solamente algunas notas esenciales del acompañamiento
espiritual al estilo franciscano. Preguntas como éstas: ¿cómo saber que se desarrolla una dirección y
no una simple charla?, ¿qué compromisos concretos engendra la dirección?, ¿hay unos principios
mínimos o reglas para llevarla a cabo?, ¿cómo escoger al director, qué características o cualidades
debe reunir para considerarlo como tal?, deberán ser contestadas dentro un curso sistemático sobre
dirección espiritual.

Fr Benjamín Monroy Ballesteros ofm

2 Enzo Fortunato, Il pensare formativo francescano, (Ed Messaggero) , Padova 1999, 262.

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