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Raúl Mestre Luis Valera

LA HISTORIA DEL PROFESIONAL QUE SE JUBILÓ ANTES


DE LOS 3 0 GRACIAS A SU ESTRATEGIA GANADORA
Prólogo, por Juan Barrachina ................................................. 9

Introducción .............................................................................. 15

Capítulo 1. Jugando en la red .................................................. 23

Capítulo 2. Matemáticas y poker .............................................


35

Capítulo 3. Ochenta euros ....................................................... 47

Capítulo 4. Adiós universidad, bienvenido mister Poker ......


59

Capítulo 5. Escribiendo poker ................................................. 75

Capítulo 6. Unibet ..................................................................... 89

Capítulo 7. El Equipo Unibet: los pioneros ..............................


105

Capítulo 8. Los frutos: el que aprende, triunfa ......................


121

Capítulo 9. Enseñando poker ...................................................


137

Capítulo 10. Una conversación en Budapest ..........................


147

Conclusión .................................................................................
157

Introducción ..............................................................................
161

Capítulo 1. Algunas ideas sobre el poker online


.................... 165

Capítulo 2. Poker y dinero .......................................................


169
Capítulo 3. Salas de poker online ............................................
175

Capítulo 4. Un ejemplo práctico para crear una cuenta en


una sala virtual ....................................................................
185

Capítulo 5. Las reglas del juego ..............................................


189

Capítulo 6. Las matemáticas del juego ..................................


203

Capítulo 7. Una estrategia completa: fundamentos .............


217

Capítulo 8. Disciplina y autocontrol .......................................


237

Capítulo 9. Cómo llegar a ser un jugador ganador ...............


241

Resumen ....................................................................................
245

Acerca de los autores ..............................................................


247
e de confesar que contra la tradición editorial
que procura añadir un valor al libro confiando su
presentación a personas de prestigio en el asunto de que
trata, y a riesgo de representar más una resta que una suma
en este caso, no he podido resistir la tentación de ocuparme
de esta tarea. La razón no puede ser más sencilla: de los tres
culpables del libro que el lector tiene en sus manos -a saber:
el protagonista indiscutible del mismo, Raúl Mestre; el
escritor de la primera parte y supervisor del conjunto, Luis
Valera, y el que escribe estas líneas-, es a mí, como inductor
de este libro, a quien cabe mayor grado de responsabilidad.
El mérito es pequeño, pero decisivo.

Había una historia que contar y un personaje que poner


de relieve en el joven mundo del poker español y necesitaba
a alguien que supiera cómo hacerlo y por dónde empezar. Y
aunque no resultaba fácil ni lo uno ni lo otro, la historia
estaba ahí y era contundente:

Raúl Mestre, un joven que se había hecho millonario


jugando al poker en Internet, se había convertido en uno de
los mayores expertos en poker online que hay en España y,
pese a su juventud, en uno de los más reconocidos en el
mundo del poker en general.

Cuando quise poner en marcha un equipo de jugadores


profesionales patrocinados por Unibet, y después de varias
experiencias negativas, pensé en este joven jugador como
entrenador. Y no me equivoqué: el Equipo Unibet, como tal,
ha ganado más torneos internacionales y ha entrado en
premios más que ningún otro colectivo de jugadores
españoles patrocinados por un casino online.

Se trata de un grupo de jugadores formado aquí en


Valencia por Raúl Mestre que no tardó en crear una escuela
virtual, EducaPoker, la cual ha generado en el mundillo del
poker español lo que empieza a conocerse como Escuela
valenciana de poker.

Ellos han sido además los únicos, de momento, que han


desarrollado estrategias de juego originales en España
basadas en las matemáticas del poker y caracterizadas por su
claridad, sencillez de aplicación y utilidad.

Por eso, el libro que les presento cuenta en su primera


parte, de la mano de Luis Valera, la sorprendente y verdadera
historia de un grupo de jóvenes cuya hazaña personal ha
sido aplicar sus conocimientos a un mundo rodeado de
prejuicios y tópicos negativos. Una historia, por tanto,
ejemplar en la acepción más clásica del término, que sirve
además de introducción y de reflexión, no exenta de ironía,
en torno al curioso mundo del poker.

Y en la segunda parte de este libro es el propio Raúl


Mestre quien nos adentra en los secretos para iniciarse con
éxito en la estrategia del poker. Se trata de una bien pensada
introducción dirigida a los lectores que quieran aprender a
jugar y a ganar desde el principio. Después, para
profundizar, tienen a su disposición una auténtica escuela
virtual de poker: www.EducaPoker.com, con contenidos
escalonados en diversos niveles de enseñanza, foros de
discusión y profesores para resolver cualquier pregunta.

Sin duda, este libro va a contribuir a romper el


trasnochado cliché del magisterio de las grandes figuras
mediáticas americanas y europeas (y de las trasnochadas
figuras españolas) en el mundillo del poker generado por los
torneos televisivos y a mostrar el auténtico relevo
generacional que se ha producido en el magisterio del juego.
Los auténticos campeones ya no se forman en torno a las
mesas de los grandes casinos sino en silenciosas batallas
frente a pantallas de ordenador.

Alguien tenía que contarlo.


ienvenidos a la historia de un jugador
profesional de poker. En la cabeza del lector, en este
momento, debe de haber una mezcla de humo, glamour,
riesgo y apuestas inimaginables, tal vez realizadas a causa
del parpadeo involuntario de un rival peligroso o de una
mirada que se desvía de la tuya demasiado deprisa. Las
fichas se encuentran apiladas sobre el tapete verde como
formaciones de ejércitos rivales dispuestos a una lucha sin
cuartel, y los naipes iluminan con sus vivos colores una
batalla aparentemente incruenta, pero tan implacable como
las libradas sobre el terreno castigado por la artillería.

Al menos algo parecido desfiló por mi cabeza cuando se


me propuso escribir esta historia. Y también por la de mi
particular agente literario, que conoce mejor que nadie mi
inconfensable afición a leer y escribir novelas criminales. Sin
embargo, una vez metido en materia, esta sensación duró
apenas un suspiro, porque la historia con la que me encontré
no dejaba de ser tan fascinante como mis tópicas
expectativas, sólo que por motivos muy distintos, incluso
podría decirse que contrarios. Y además, como tantas veces
sucede, la realidad era más original que la ficción. Es muy
probable también que si no me hubiera avalado mi
experiencia y mi formación como historiador, tal vez no me
habrían querido como narrador de esta curiosa historia. No
necesitaban para nada a un escritor de relatos policiales. Los
motivos se harán evidentes al lector.

La cuestión es que en Valencia hay un grupo de


insultantemente jóvenes- que se han convertido en
jugadores profesionales de poker, muy bien organizados y
dirigidos por un líder, que se dedican a jugar a ese poco
recomendable juego de forma casi científica. No sólo viven
de ello, sino que han ganado y ganan muchísimo dinero y, lo
que es peor, no sólo se han convertido en una especie de
acreditados ganadores de numerosos torneos nacionales e
internacionales, sino que han fundado su propia escuela de
poker.

Sí, aquí en Valencia, en Benimaclet por más señas, a dos


pasos de la Universidad Politécnica y a uno y medio del
Campus de Taronjers de la señera Universidad Literaria de
nuestra vieja ciudad. Cuesta creerlo -a mí me costó creerlo-,
pero no tuve más remedio que rendirme a la evidencia una
vez que conocí a Raúl Mestre y a sus amigos del Equipo
Unibet, por un tiempo autodenominado «Equipo A». Y nada
de tonterías televisivas: son tan jóvenes que ni siquiera
vieron aquella mítica serie; su nombre responde a que ya
han debido formar un «Equipo B» de jugadores en reserva.

Sin embargo, lo curioso es que estos chicos apuntan


maneras de gente seria. Cualquiera pensaría que un
veinteañero con éxito en su negocio, profesión o actividad
andaría gastándose el dinero ganado en motos de marca o
automóviles deportivos, o al menos en ropas exclusivas y en
las típicas juergas de las películas americanas de serie B...
Nada de eso. Viven discretamente, practican deportes,
estudian en la universidad o trabajan en otras cosas, bajan a
por el pan como todo hijo de vecino y, una vez adquirieron
sus viviendas propias, lo primero que se les ocurrió fue
montar una escuela de poker, con su local, sus instalaciones,
sus ordenadores y la inevitable secuela de una página web
(www.EducaPoker. con) perfectamente estructurada y
calculada para facilitar el aprendizaje de las estrategias a
todos los interesados en su, digamos, disciplina de trabajo.
¿O tal vez sería más adecuado decir disciplina de
conocimiento? No, eso sería ir demasiado lejos, vamos a
conformarnos con la expresión «disciplina de juego». Verán
que si hay una palabra que no puedo eludir para hablar de
su actividad es justamente ésa, «disciplina». Porque son
personas disciplinadas. Trabajan con ilusión ocho, diez y
hasta doce horas diarias en su actividad de poker por
Internet, en sus actividades en la escuela, en el análisis de
las manos y partidas que disputan, en la preparación de los
torneos en que van a participar, en escribir artículos en la
creciente multitud de páginas y blogs que proliferan en la
red en torno al mundo del poker, e incluso en revistas
especializadas impresas en el inevitable papel couché a todo
color... Todo un mundo que suele pasar desapercibido a la
persona media, e incluso a la persona media informada y
asidua lectora de prensa.

Desapercibidos... Es otra palabra interesante para


describir a Raúl y sus amigos. Nada más lejos de aquellos
personajes clásicos del poker americano de los años sesenta
del siglo xx, como Doyle Brunson o Thomas Austin Presten,
«Amarillo Slim», dos de los legendarios Texas Rounders que
recorrían cada rincón del estado de la estrella solitaria
jugando partida tras partida y sufriendo pequeños arrestos
por desafiar las leyes de Texas; o Benny Binion y tantos
otros, algunos aún en activo frente a las mesas físicas de
poker de los grandes campeonatos, que tuvieron que salir
corriendo de más de un estado por practicar un juego
prohibido o para escapar de algún grupo organizado
receloso por no sacar tajada de un juego que movía un
sustancioso dinero... Incluso nada más lejos de mitos más
recientes como Stu Ungar, Phil Ivey o Phil Hellmuth junior,
cuyo padre ya había ganado todo lo que tenía que ganar en
las primeras series mundiales de los años setenta del pasado
siglo. Para nuestros chicos, ninguno de ellos constituye un
mito o ejemplo a seguir. Todo lo contrario. Son «antimitos»,
una especie de paradigmas negativos. Stu Ungar, por
ejemplo, ganó en la década de 1990 grandes partidas de
poker y torneos millonarios y también se arruinó varias
veces, para terminar perdiendo la partida definitiva que
todos jugamos con la Parca, víctima de las drogas. En
cuanto a Phil Hellmuth junior, otra estrella del rock en el
mundo de los torneos en vivo, «quien en un reciente
reportaje para PokerPlayer.uk aseguró que, a pesar de no
haber tenido buenos resultados en los últimos dos años,
sigue siendo el mejor jugador de NL Hold'em del mundo»,'
para Raúl y los suyos practica un juego moroso y se agarra a
las mesas de los torneos como una lapa, ya que vive de su
imagen mediática y no es más que otro de esos falsos ídolos.
Según Raúl, muchas de las actuales grandes estrellas,
jugadores de la talla de Tom Dwan, Phil Ivey o Patrick
Antonius, juegan en realidad de manera bastante irregular,
ya que sólo funcionan en el poker espectáculo y con
altibajos también espectaculares. Dwan, por ejemplo,
declaraba hace pocos meses que aunque había perdido en
las últimas dos semanas, con motivo de una mala racha, la
espeluznante cifra de 3 millones de dólares, seguía siendo el
mejor jugador ganador del año con 4,3 millones de dólares. Y
todo ello en periodos cortos y en diversos torneos.

Las cosas, desde luego, han cambiado un poco desde los


tiempos en que nacieron las series mundiales y jugaban
unas treinta y dos personas entre un elenco posible de unos
pocos cientos de buenos jugadores. El número ha ido
aumentando progresivamente y en la actualidad juegan en
todos los torneos más de ocho mil personas. Pero en ambos
casos las posibilidades de los jugadores de torneos son
abrumadoras si las comparamos con las que tiene hoy en día
cualquier jugador que se inicie en el poker en la red, donde
tendrá que destacar y ganar entre millones de jugadores de
todo el mundo antes de alcanzar un nivel de juego que le dé
alguna oportunidad en un torneo. Evento que, por lo demás,
no tiene mayor interés que ofrecer un espectáculo atrayente,
porque el poker ha empezado a existir para la gente, fuera de
los tópicos, desde que primero los grandes casinos y luego
las cámaras de televisión descubrieran una modalidad de
juego que permitía el espectáculo. Ésa es la modalidad de
juego Texas Hold'em, de la que hablaremos largo y tendido
en adelante, sobre todo en la segunda parte de este libro, en
donde nuestro protagonista nos introducirá en sus reglas y
estrategias.

Para mí el interés de esta historia, más allá del atractivo de


su personaje principal, Raúl Mestre, una especie de
auténtico pionero en nuestro país, reside en una cuestión de
fondo: no sólo la idea de que el poker no es un
entretenimiento de gentes de mala vida, aficionados al
alcohol y al riesgo; ni un juego de azar cuya única reina es la
suerte; ni tampoco un duelo entre personajes adictos al
peligro con poderes intuitivos o adivinatorios; sino que el
poker es una actividad lúdica que requiere inteligencia y
habilidad, y por tanto trabajo, constancia, talento y
conocimiento. La red ha barrido el humo y los tapetes verdes
repletos de colillas, vasos de whisky y los famosos
bocadillos inventados por lord Sandwich. Los que trabajan
con ahínco lo han convertido en una profesión parecida a
los deportes de alta competición del estilo del ajedrez y,
cuando ganan, lo hacen sin necesidad de marcar los naipes,
ni de guardarlos en las mangas, ni de que la diosa Fortuna
les ilumine, porque los que lo enfocan con inteligencia y
esfuerzo lo están convirtiendo en un juego en el que la
habilidad y la experiencia marcan la diferencia.

Y es que los prejuicios, aun cuando pudieran estar


justificados en el pasado, tienen una poderosa inercia. Doyle
Brunson todavía cuenta la anécdota de que cuando empezó
a adquirir fama como jugador de poker en Estados Unidos
había viejos compañeros de universidad que cruzaban de
acera para no saludarle si se cruzaban con él. Amarillo Slim
se complacía en no desmentir las expectativas de sus
contrincantes cuando se sentaban a una mesa de poker
frente a él: «Aquellos tipos pensaban que habías salido
arrastrándote de debajo de una piedra y acababas de montar
un prostíbulo en la carretera y, por supuesto, que ibas a
dejarlos limpios en cuanto se descuidaran. Cosa en la que
procuraba no decepcionarles».2

«Éstos son los primeros tópicos que me pasan por la


cabeza -me confiesa también Raúl- cuando trato de
imaginarme cómo debe de pensar lo que es vivir de esto
alguien que nunca ha jugado al poker. Seguro que me dejo
algunos casos espectaculares: jugarse la casa en una mano
(o la mujer), saber trampear con las cartas, leerle la mente a
los rivales o, más espectacular todavía, poner en juego
cosas que no tienes y cuyo pago probablemente te cueste
algún miembro de tu cuerpo».

«Desde que soy jugador profesional de con sensatez


Raúl-, muchas veces he pensado que la gente no se imagina
lo que es esto. Yo, desde luego, no me habría imaginado
todo esto cuando era un estudiante. Y no creo que la idea
que puedas tener del poker se parezca a la realidad. Desde
luego, ninguno de los tópicos que he nombrado tiene la
menor relación con mi trabajo actual. Y supongo que te
resultará curioso que diga "mi trabajo". Sí, estoy hablando
de jugar al poker. Y no padezco ningún tipo de trastorno que
me obligue a jugar. Juego al poker porque para mí es una
alternativa mejor que las otras opciones laborales que tuve
en su momento, y me decidí por intentarlo. Claro está que no
hablo de lo que puedes ver en las películas. Hablo de
trabajar a través de Internet, de una actividad muy
matemática y, cuando pienso en ello -concluye-, la profesión
más comparable que encuentro es la de broker de bolsa».

¿Broker de bolsa? ¿Aquellos Masters del Universo de


quienes hablaba Leonard Wolf en La hoguera de las
vanidades que juegan a aprendices de brujo? Como en
poker, en la bolsa lo que ganan unos lo pierden otros, salvo
que lo perdamos todos cuando se producen esos
fenómenos de fe colectiva que llamamos burbujas
financieras. No, no me parece una comparación justa: nadie
dejaría a los internautas aficionados al poker influir en
asuntos de tal repercusión. A diferencia de los Masters del
Universo, los anónimos jugadores de poker no perjudican a
nadie más allá de a sí mismos. La tragedia no es que éstos se
parezcan a los brokers, sino justamente lo contrario, que los
especialistas del mercado bursátil nos recuerden a los
jugadores, y muy en particular cuando apuestan con dinero
ajeno y en tan grandes cantidades como para provocar
cataclismos financieros. No obstante, prefiero dejar
aparcado este tema de momento y volver a Raúl.

Raúl trata de justificar por qué ha aceptado que escriba


sobre su experiencia: «Probablemente estés pensando que
sólo soy un ludópata que trata de justificar lo que hace.
¡Aunque tendrás que reconocer que un libro es una forma
bastante poco corriente de justificarse! Intentaré
convencerte de lo contrario explicándote cómo llegó el poker
a mi vida y cómo ha sido el poker lo que me ha hecho
descubrir mi vocación de profesor o de preparador, mi
capacidad para encontrar a jugadores con posibilidades y
poner en marcha una página web, www.EducaPoker. con,
que actualmente es una realidad».

A mí no tiene que convencerme de nada. Estoy


agradablemente sorprendido por haber visto hechos añicos
mis prejuicios acerca del mundo del poker y, la verdad, me
sentí muy interesado por conocer su historia. Ése es el
objeto de este libro: conocer una historia ejemplar. Y para
conocer una historia, cualquier historia, no hay nada mejor
que leerla. Salvo, tal vez, escribirla.
En donde se cuentan los inicios de Raúl con el
Warcraft y el Magic y se hace una descripción del
personaje y de sus circunstancias.

aúl es un joven de 27 años que llama la


atención desde el primer instante por dos notas destacadas:
su estatura, pues mide 191 centímetros y es de esos pocos
personajes que me obligan a alzar la mirada desde mis 184; y
el equilibrio que desprende su mirada aguda y tranquila.

Es un joven que viste con discreción, como hacen los de


su edad. Pantalón vaquero y sudadera deportiva sin marca.
Su rostro es proporcionado, como su persona. Rasgos
nobles, ojos de un color engañoso, casi grises con luz
suave, pero de un castaño oscuro de mirada penetrante
cuando la luz es fuerte. De hablar rápido y preciso, pero no
lo suficiente como para seguir el vertiginoso ritmo de su
pensamiento. Se le ve una persona reflexiva, que piensa bien
lo que dice y se fija en los detalles. Tiene paciencia y
contesta con calma todas mis preguntas acerca de su
persona y su actividad, sin que se le escape mi actitud
todavía incrédula hacia todo lo que le rodea. Me lleva a
visitar su «escuela» de poker, o tal vez sería mejor llamarla
«cantera», ya que en realidad la auténtica escuela se
encuentra en la sede de www.EducaPoker.com. Se trata de un
local muy amplio en el que se han eliminado los tabiques
medianeros y se han instalado unos treinta terminales para
ordenadores sobre amplias mesas de madera de pino, con
acceso a líneas de alta velocidad para navegar cómodamente
por Internet. Hay un detalle que llama mi atención mientras
me da todo tipo de explicaciones técnicas. No tengo que
preguntarle nada, lo capta enseguida. No debo de ser el
primero que ha quedado sorprendido por ello. Sobre cada
teclado se despliegan dos y hasta cuatro amplias pantallas
de ordenador de entre veinte y treinta pulgadas. Están
colgadas como pizarrines digitales frente a los usuarios,
todos ellos jovenzuelos entre veinte y veintitantos años -no
creo que haya ninguno que haya cumplido los treinta-, que
están jugando de cuatro a diez partidas simultáneas en esas
pantallas iluminadas de verde, en diversos casinos virtuales:
PokerStars, Everest Poker, Unibet... Alguien me dice que la
tarde está floja, que lo usual es que jueguen entre seis y
veinte partidas simultáneas. El ambiente es de
concentración, pero los jugadores no vacilan en saludarme y
contestar mis preguntas con paciencia y amabilidad. Saben
que soy el tipo raro que va a escribir sobre ellos y sobre el
Equipo Unibet, unos diez o doce alumnos aventajados que
han salido de la misma cantera en la que están aprendiendo
todos. Algunos ya ejercen como profesores y se dedican al
juego profesional. Y, como Raúl, escriben artículos
especializados y tienen un palmarés de premios en torneos
internacionales. Comprendo la comparación que me hizo
acerca del parecido con la profesión de broker. Agustín
Soriano, que es quien dirige la agencia de publicidad de
Unibet, y me ha acompañado en este primer contacto con
Raúl Mestre y sus socios, tiene unos 30 años y es de talla
superior a la del propio Raúl (parece que se han puesto de
acuerdo para bajarme los humos de tipo alto). Al verme,
observa mi reacción y sonríe: «¿Has visto? -me dice-. Esto
parece Matrix y ellos ni se inmutan».

Intento asimilar lo que estoy viendo, pero hay algo que


me resulta duro: algunos de ellos juegan hasta diez manos
de poker a la vez en diez mesas diferentes repartidas en las
grandes pantallas. Raúl adivina mis pensamientos y me
explica: «Al principio todos jugamos en una sola mesa, o tal
vez en dos. Pero cada mano dura un minuto o un minuto y
medio, y cuando tienes la estrategia básica bien asimilada,
puedes morirte de aburrimiento. Por eso jugamos en varias
mesas, así debes permanecer despierto y pendiente y
aguantas mucho más. El secreto es jugar muchas manos para
evitar que las buenas o malas rachas sean significativas. Si
lo haces bien, cuantas más manos juegues, mejor, porque es
la única manera de que la estrategia se imponga a la suerte».

Me consuelo pensando que yo suelo leer unos dos o tres


libros al mismo tiempo. Luego desecho esas ideas. En
realidad no los leo al mismo tiempo, sino uno detrás de otro,
alternándolos en diversos momentos. Pero ellos juegan de
forma simultánea sin despeinarse, incluso cuando contestan
al móvil o están dándome explicaciones. Así que no vamos a
engañarnos: yo pertenezco a la vieja especie del Homo
sapiens, anclada en lo inteligible, lo intelectual, con la
escritura como conquista clave; ellos son los primeros
ejemplares de la nueva especie: el Homo videns, tal y como
vaticinaba Giovanni Sartori. Sólo que esta nueva especie
humana destinada a dominar el planeta no va a ser un mero
producto de la adaptación a la imagen multimedia, como él
creía, sino de su recombinación genética con las nuevas
tecnologías de la comunicación. Cosa que algunas aptitudes
de mis alumnos adolescentes y de mi propia hija con
respecto a la tecnología digital y a los nuevos lenguajes
¡cónicos (por ejemplo, los videoclips) ya me habían hecho
sospechar.

Me imagino cómo habría sido Raúl silo hubiera tenido


como alumno terminando el bachillerato unos pocos años
atrás. Contra el tópico, no todos los chicos que juegan por
Internet se vuelven ludópatas, no todos se aíslan, no todos
fracasan en los estudios... Muy al contrario, algunos son tan
buenos en sus vicios particulares como en sus obligaciones
académicas. He tenido chicos y chicas como él sentados en
sus pupitres, delante de mí, en versiones, eso sí, más
adolescentes. Suelen ser tranquilos, algo cerrados y
brillantes en casi todo lo que emprenden. Líderes natos a
quienes, invariablemente, les fastidia su papel de líderes. Lo
mejor que puede pasarles es que haya alguien que los
eclipse. Pero como todos sabemos, no hay ningún
sustitutivo de la inteligencia, por más factorial que sea ésta,
y acaban destacando no sólo por su eficacia, sino por lo
difícil que parece ser influirles. Suelen moverse animados por
una fuerza propia e interior a la que sólo ellos tienen acceso.

La historia de Raúl empieza con unos 14 años, cuando era


un jovencito más o menos parecido al patrón definido más
arriba. Su familia, una familia española trabajadora típica, sin
apuros económicos pero con una vida sencilla. Su padre,
José, actualmente jubilado, fue corrector de pruebas en el
diario Levante durante muchos años; su madre, Concepción,
ama de casa y ocupada en la explotación de las tierras que
heredó de sus padres; su hermano, José, un año y medio
mayor que Raúl, un chico inteligente que le marcó el camino
en los estudios, es informático y trabajaba en una empresa
de desarrollo de software hasta que acabó implicado en los
proyectos de su hermano. Nada de lo que quejarse, sin
duda. Por supuesto, Raúl era un chaval un tanto especial a
quien le encantaban los videojuegos y los juegos de cartas
competitivos en general un poco más de la cuenta. Pero
nada para preocuparse. Sé lo que es eso, los he tenido en
clase y la he tenido en mi casa: mi propia hija era imbatible al
Monopoly cuando tenía 13 años; y al poker -con fichas, no
vayan a pensar lo que no conseguía ganarle haciendo
trampas. Algunos mocosos de 14 y 15 años, entre mis
alumnos, lograban a veces darme buenas palizas al ajedrez
en los campeonatos que organizábamos en el instituto en
cuanto conseguían neutralizar mi experiencia. Por suerte,
siempre he tenido buen perder.

Raúl apuntaba maneras con sólo 14 años. Junto a sus


amigos llegó a alquilar un bajo para quedar, jugar a cualquier
cosa y pasar allí los días. Como cualquier grupo de amigos
que se precie, eran muy competitivos, había piques y
apuestas estúpidas: «Si te gano cuatro partidas seguidas -
me cuenta-, el viernes sales de fiesta con un vestido de tu
abuela». Por lo demás, hacían lo habitual de los
adolescentes: salir, beber, hacer ruido, golpearse unos a
otros -«de buen rollo», especifica con todo lo que les pillase
a mano e intentar ligar con cualquier chica a su alcance.
Vamos, una pesadilla para los vecinos, y nada que pueda
sorprendernos mucho de un grupo de veinte chicos entre 14
y 16 años con un local de treinta y cinco metros cuadrados,
apasionados por el Starcraft y dedicados a librar guerras
galácticas con sus flotas de naves espaciales.

«En aquel bajo -me explica- hubo una revolución cuando


descubrimos que si cada uno se traía el ordenador desde
casa y nos conectábamos podíamos jugar entre nosotros.
Ninguno teníamos Internet todavía, pero fue una revolución.
Vamos, que nos pasábamos el día jugando a juegos que
pensábamos que estaban limitados a ser contra el PC o
contra un único rival. Fue el principio de la era Internet para
mí, aunque la red se limitara a unos diez ordenadores, y me
hizo darme cuenta de que jugar contra las máquinas era
mucho más aburrido que jugar contra personas. Algo que
todos los jóvenes de otros países ya sabían, pero Internet
llegó a España con bastante retraso».

La llegada de Internet a su vida fue un paso de gigante:


mucha gente con la que competir y grandísimos torneos en
los que participaban los mejores del mundo. «Era joven,
lleno de energía, activo y con ganas de competir. ¿Se nota
que hablo de mí mismo con 16 años?», me pregunta. Ya ven:
era «joven» con 16 años. Si no midieras 1,91 -pienso
rencorosamente- te acababas de ganar un capón por hacer
semejante pregunta a tus 27 años a un adulto que ha
superado el medio siglo de existencia.

«Sin ningún incentivo -continúa- más allá de la realización


personal y la diversión, empecé a jugar al Warcraft3 como si
fuera mi trabajo». Lo hizo con 17 años, en una etapa en que
tuvo que enfrentarse a otro reto importante: acabar el
bachillerato, superar la odiosa selectividad y decidir qué
estudios emprender. Y lo hizo sin descuidar sus
obligaciones, e incluso ganó unas Olimpiadas de Química
cuando cursaba COU (el segundo curso de bachillerato
actual). Sin embargo, aunque Raúl sabía nadar y guardar la
ropa, su pasión estaba depositada en una actividad que
ponía a prueba sus mejores habilidades y que no parecía
someterse tan dócilmente como el otro juego, el de sus
obligaciones cotidianas, a sus capacidades. Y no hay que
extrañarse de ello. Para quien no lo sepa, el Warcraft3 es un
juego de estrategia militar que deja en mantillas a los
wargames de mesa de mis tiempos de veinteañero. Hay que
entender que en un wargame de aquéllos debían tomarse
decisiones militares sobre el teatro de operaciones en
condiciones que reproducían batallas o campañas históricas,
con unos recursos determinados y un factor de azar muy
reducido y ponderado que intentaba emular las condiciones
reales. Los manuales de instrucciones de los wargames,
recuerdo por ejemplo el de las campañas napoleónicas o el
de la Operación Barbarroja de Hitler (la invasión de la URSS
en el verano de 1941), podían rozar las cien páginas, y las
partidas, necesariamente interrumpidas por las obligaciones
personales, acumulaban polvo durante varias semanas sobre
la mesa del estudio. Sin embargo, en el Warcraft3 los
jugadores no se limitan a mover sus tropas como si fueran
mariscales de campo, pues sus decisiones implican
responsabilidades propias de estados mayores y de
gobiernos, e incluyen la producción de municiones y
armamentos, la intendencia militar, y el entrenamiento y
puesta en funcionamiento de nuevas divisiones. El jugador
de Warcraft3 tiene que lidiar en varios frentes sin
equivocarse, casi como Winston Churchill y su gabinete en
plena Batalla de Inglaterra, por poner un ejemplo que resulte
lo bastante estresante. Y todo en condiciones intensivas,
donde el factor tiempo es clave. No tiene nada que ver con
ponerse a los mandos de un avioncito y apretar el
disparador de la ametralladora mientras se efectúan giros y
cabriolas para eludir el lento fuego enemigo con los mandos
de la PlayStation.

«Jugué al Warcraft3 hasta que se me cayeron los ojos -


confiesa-. Conseguí ser uno de los mejores jugadores, si no
el mejor, a nivel nacional, y un jugador sólido a nivel
europeo. Dedicaba más de diez horas al día a mejorar mi
juego, a pensar sobre la técnica y táctica de cada partida, y a
ver replays [partidas repetidas] de los mejores jugadores del
mundo. Y hay que reconocer que era una actividad
agotadora. Libraba mis batallas con un grado de
concentración tal que me impedía estar al máximo nivel
durante más de cuatro horas seguidas, y hasta llegaba a
producirme jaquecas. Debo reconocer que ahora, cuando lo
pienso, siento una mezcla de admiración y vergüenza».

La época del Warcraft3 le duró unos dos años, mientras


seguía sus estudios universitarios de Química en la
Universidad Politécnica de Valencia sin mayores problemas.
Cosa meritoria, porque los dos primeros años de la
Politécnica suelen ser de infarto para la mayoría de jóvenes
de su edad, y más todavía desde la extinción del BUP y el
reinado de la LOGSE, puedo asegurarlo. Por suerte para
Raúl, él perteneció a las filas de los últimos mohicanos del
BUP. Sin embargo, la crisis le llegó a Raúl a los 19 años por
derroteros ajenos a las aulas: «Llegó un punto en el que no
era capaz de mejorar más en el Warcraft. O, mejor dicho, no
era capaz de mejorar lo bastante rápido para alcanzar a los
mejores del mundo. Seguían siendo mejores que yo. No era
capaz de llegar a su nivel. Y no era sólo que ellos pudieran
dedicar más tiempo que yo (lo cual era cierto en el caso de
algunos), sino que sus reflejos y aptitudes innatas eran
superiores. Yo era tan bueno como el mejor en la parte
táctica de la partida; entendía (y puedo asegurar que era
bastante más complejo que las peores asignaturas de mi
carrera) las implicaciones a nivel económico de las
decisiones en las partidas. Pero en un videojuego a tiempo
real es muy importante el ser capaz de controlar muchísimas
cosas en milésimas de segundo. No es que yo fuese por
completo inútil en eso, pero había gente mucho mejor y
simplemente no era capaz de estar a su altura».

Para su ego fue un golpe muy duro. Había fracasado en


una actividad a la que había dedicado toda su energía
mental, todo su tiempo y todo el esfuerzo que era capaz de
aportar para ser el mejor. Sin embargo, como suele suceder
con todos los fracasos, si es que esta experiencia puede
calificarse así, de ellos se aprende mucho más que de los
éxitos. «Aprendí muchísimo -me dice- gracias a estamparme
miserablemen te en mi intento de ser el mejor en algo que
escapaba a mi capacidad. No sé si esto te ha pasado alguna
vez. Hay que ser sincero con uno mismo, decirte que has
llegado hasta donde has podido y admitir que otros son más
capaces que tú. En cierto sentido es doloroso, pero es algo
que te ayuda a tomar mejores decisiones en el futuro. De
hecho, como ya sabes, me ha sido bastante útil en el poker».
Cuando Raúl comprendió que ser el mejor en el Warcraft3
excedía sus posibilidades se desanimó bastante. En ese
momento contaba 20 años, acababa el verano e iba a
comenzar un nuevo curso de su carrera: segundo de
Química. Dejó el mundo de los videojuegos de forma brusca
y lo compensó dedicando más tiempo a los juegos de cartas
coleccionables. Se interesó por el más conocido de ellos: el
Magic: The Gathering. Una vez más, no se equivoquen si no
conocen este juego. El Magic, para muchos de sus adeptos,
no es un simple juego de cartas inspirado en fantasías
medievales y en ese género que conocemos con los
términos de «espada y brujería». Es casi una religión, un
universo paralelo en el que te juegas algo más que el triunfo
en una complicada y abstracta guerra ficticia -piensen en el
universo del ajedrez-. En el Magic parece que te juegues el
alma, estés en el bando que estés, porque creas una historia,
casi una vida paralela, y lo haces no sólo con tus recursos
intelectuales, sino con tus opciones éticas. En ese mundo
imposible evocado por un tarot de fantasía, la mentira, la
traición, la lealtad y el valor juegan sus bazas junto a la
imaginación y la inteligencia. Es como si alguien nos
encantara y arrojara después al escenario de El señor de los
anillos con muy pocos recursos y sin ningún guión o
destino preestablecidos. No puede negarse que tiene su
cosa.

Por entonces a Raúl los estudios le iban bien, sin


demasiado esfuerzo, y como tanta gente en este país había
iniciado una carrera universitaria sin ningún tipo de
vocación profesional concreta. Nada muy preocupante, lo sé
por experiencia, salvo cuando te paras a pensar en ello y te
entra el agobio. Razón por la cual procuras no planteártelo.
En su grupo de amigos las cosas eran igual, lo cual le
proporcionaba una ima gen de seguridad y normalidad. Por
lo demás, jugaba en el equipo de baloncesto de su barrio y
tenía una vida de lo más corriente. Nada hasta ese momento
hacía sospechar que el joven como tantos otros que era Raúl
en esa época, pese a su brillantez como estudiante, fuese a
acabar dedicándose al poker para ganarse la vida.

Con el Magic, el proceso del Warcraft se repitió, pero con


algunas diferencias importantes. En primer lugar, en los
videojuegos de estrategia a nivel competitivo el mejor
jugador gana el 99 por ciento o más de las veces en las que
se enfrenta a un jugador peor. Es algo parecido a lo que
sucede en el ajedrez, donde por mucho que uno juegue
contra un gran maestro no le puede ganar, salvo si nos
decidimos a secuestrar a su esposa o le provocamos un
infarto. La fuerza de los jugadores en el ajedrez es un dato
casi siempre definitivo. En los juegos de cartas como el
Magic, sin embargo, las cosas no funcionan así. El mejor
jugador suele ganar un 70 u 80 por ciento de las veces,
incluso un 90 por ciento en algunas situaciones muy
favorables, pero siempre existe un margen para perder contra
un rival peor. Sin embargo, el mejor jugador sigue teniendo
una indudable ventaja. No sólo posee una destreza
demostrada, sino que acumula una inapreciable experiencia.
El matiz reside en que esa ventaja no se transforma en un
muro infranqueable para los nuevos aspirantes. Algo muy
importante para los que se inician en el juego. Por otra parte,
el Magic presentaba un aliciente extra para un joven de su
edad: era una actividad con la que viajar resultaba muy fácil,
ya que la clasificación en cualquier torneo «profesional»
incluía los gastos de estancia y desplazamiento. En otras
palabras, existía un doble aliciente: no sólo pagaban gastos,
sino que el hecho de trabajar con porcentajes de éxito más
accesibles daba oportunidades. Estas peculiares
circunstancias del Magic habrían de resultar a Raúl muy
útiles también para el poker algún tiempo después.

«Por otro lado -me explica Raúl-, el Magic no es un juego


a tiempo real. Es decir, tardar una décima de segundo o cinco
segundos en tomar la decisión correcta no es tan importante
como en un videojuego a tiempo real, siempre que sea la
decisión adecuada. En este sentido, gran parte de la
desventaja que tenía en los videojuegos desapareció, y
volví a sentirme capaz de ser muy competente en otra
actividad».

«Las cosas me fueron bien con el Magic -me sigue


contando-, y en mi primer torneo serio cobré unos 3.000
dólares por un premio que daban al mejor principiante (acabé
en séptimo puesto de la clasificación general, pero el primero
en el ranking de amateurs). Desde este momento, gracias al
Magic viajé muy a menudo. Estuve (de hecho,
probablemente todavía estoy) en las primeras posiciones de
los rankings a nivel nacional y europeo. Sin embargo, pese a
todo, la compensación económica era insuficiente, pues
debía afrontar gastos extra muchas veces excesivos para un
estudiante sin trabajo, como comprar un ordenador portátil y
pagarme una conexión a Internet».

Sí, los gastos podían resultar algo excesivos para un


estudiante. Cuando Raúl y alguno de sus amigos viajaban
para disputar uno de aquellos primeros torneos, solían
compartir hotel para ahorrar un poco. Buscaban además
algún régimen de media pensión o la posibilidad de comer de
menú, pero los torneos a veces se disputan en lugares caros
y con pocas alternativas. Eso fue lo que les ocurrió en el
Torneo Nacional de Magic de 2002, celebrado en el crudo
febrero de Alcalá de Henares. No es difícil imaginárselos
horrorizados ante precios de 100 euros por noche,
decidiendo dormir en algún cajero, con ayuda de cartones,
muertos de frío en la helada y vieja Complutum. Y verles
sorprendidos ante otros competidores del mismo torneo que
se habían adelantado a su idea y ocupado el mismo cubículo
en una ciudad con todas las plazas de pensiones y hoteles
más modestos ocupadas. Menos mal que salieron del aprieto
gracias a la generosidad de otro de aquellos frikis
apasionados del Magic, que los llevó a su hotel y compartió
la moqueta de su habitación con ellos. Porque el Magic,
como confiesa el propio Raúl sin inmutarse, es un juego de
frikis. Extraña palabra que los jóvenes manejan con soltura y
que parece corresponder a nuevas subespecies urbanas
surgidas de la reciente evolución conducente al Homo
videns.

El nuevo espécimen no tiene nada que ver con nuestros


viejos tontos, paletos, bobos o flipaos. Los frikis (del inglés
freak, «anormal», «inusitado», o freaky, «peculiar») suelen
ser muy inteligentes pese a la fama de alelados que les
rodea. Ya dije antes que esa cualidad humana insustituible
que llamamos inteligencia es, sin embargo, factorial, y si un
genio en las matemáticas puede ser casi un retrasado en
habilidades sociales o en destrezas manuales, los frikis
pueden ser también muy hábiles en sus propios universos
mentales y desenvolverse con maestría en ellos. Por eso
pueden sumergirse con tanto entusiasmo en sus mundos
fantásticos, poblados de caballeros y dragones, o samuráis
y señores de la guerra, y entrar en historias cuyo decurso
está abierto a su propia habilidad. El problema de los frikis
no es, en cualquier caso, entrar y manejarse en sus
universos alternativos. Su problema es volver a la realidad
convencional. Por eso, si me preguntara la Real Academia de
la Lengua qué voz en castellano se ajustaría más en recrear
ese término, sin duda, contra la voz por la que se ha optado
-«peculiar»- elegiría la palabra «atrapados». Pero pierdan
cuidado si no están de acuerdo, porque no me lo van a
preguntar.

Sin embargo, el Magic no atrapó a Raúl. Ni siquiera el


poker ha conseguido hacerlo en realidad. Raúl no parece ser
el tipo de persona que se deje atrapar por nada. Por nada
que no sea esa secreta e íntima pulsión a la que me referí
antes y que tiene que ver con los retos. Y el nuevo reto se
presentó en forma de un amigo, Simón Muñoz, un joven del
que luego trataremos, que le habló de un juego que estaba
triunfando en Estados Unidos y con el que mucha gente,
joven por más señas, estaba ganando mucho dinero. Seguro
que adivinan de qué estoy hablando.
En donde se cuenta que cualquiera puede jugar
pero no ganar. Y se habla del azar y la necesidad, de
poker y de ajedrez, y de cómo es necesaria una
disciplina alimentada por una curiosidad racional y
una práctica intelectual.

i creen que Raúl, que contaba 21 años aquel


junio de 2002, se dejó convencer por las tentadoras palabras
de su amigo, están muy equivocados. «No le hice caso en
absoluto -me aclara-, y ni siquiera me planteé la posibilidad
durante un sólo segundo. La idea de jugar al poker me
pareció oscura, propia de ambientes de bares llenos de humo
y gente peligrosa. Nada con lo que yo quisiera guardar
relación alguna. Vamos, como lo que imagino que habrás
pensado tú mismo al empezar a escribir este libro».

No puedo negar que tenía razón. Sin embargo la realidad


es tozuda y muy eficaz en desmantelar los prejuicios. Sólo
unos meses después, en pleno verano, otro amigo, Juan
Navarro, hoy policía nacional, fue a su casa a pasar unos
días e instaló un programa de poker en su ordenador. Allí lo
observó jugar durante unas horas y le resultó curioso oír
sus explicaciones respecto a lo que estaba pasando en la
pequeña pantalla. Incluso tenía un libro de poker y se lo
prestó: Winning Low Limit Hold'em. Algo parecido a «Cómo
ganar al Hold'em Limit» (una variante del Texas Hold'em en la
que las apuestas están limitadas). Su amigo insistió en que
se le daría bien y que no perdía nada por leerlo. Ya saben
que todos tenemos amigos con dotes adivinatorias para
cualquiera que no sean ellos mismos, aunque en este caso
nadie puede reprocharle que no acertara de pleno. Raúl tomó
la decisión de probar: «Total -pensé-, ¿que daño me iba a
hacer leer un puñetero libro?».

En ese primer libro conoció, no sin sorpresa, los


conceptos matemáticos básicos que hay detrás del Texas
Hold'em, la modalidad de poker que se ha extendido tanto en
la actualidad. Conceptos que le resultaron no sólo familiares,
sino casi triviales para un estudiante de ciencias. En la
segunda parte de este libro se pueden leer los mismos
conceptos básicos que Raúl aprendió en su momento, pero
con más comodidad, sin necesidad de leer un libro en inglés.

Sin embargo, antes de continuar con la historia de Raúl


tenemos que hacer un alto y contar algunas ideas básicas
sobre qué es eso del poker, dónde y cómo surgió, y en qué
reside su gracia, si es que hemos de reconocer que tiene
alguna, dada su sorprendente y creciente popularidad.
También analizaremos hasta qué punto es un mero juego de
azar o implica importantes habilidades humanas más allá de
observar los «cantes» de los jugadores contrarios.

En primer lugar, los datos sobre el origen de este juego no


están nada claros. Su origen remoto nos conduce al año 969
bajo la forma de un peculiar juego de cartas, algo parecido al
dominó, en la China imperial. Hay quien quiere reconocerlo
hacia el año 1200 en Egipto, como un juego ya un poco más
evolucionado, hasta que en el año 1500 los persas empiezan
a popularizarlo bajo el nombre de «Nas». Los mismos persas,
viajeros y comerciantes por excelencia, llevaron el juego a
distintos confines del mundo, entre ellos a los puertos
europeos. Pero no hay nada seguro en todo esto. Su origen
próximo sí que está, al parecer, relacionado con un juego de
origen francés importado por marineros y colonos franceses
a Nueva Orleáns, entre finales del siglo xvüi y prin cipios del
xix. El nombre del poker estaría así relacionado con el término
francés poque (golpear), que a su vez tiene que ver con la
palabra alemana poche (que significa también golpear).
Hacia 1800 el juego consistía en un mazo de 20 naipes con
los cuatro típicos palos de la baraja francesa: picas,
diamantes, tréboles y corazones. Cada palo consistía en las
tres figuras clásicas (sotas, damas y reyes, o J, Q, K)
acompañados por el as y el diez (A, T, de ace y ten). Según
nos cuenta Álvaro Mate en su web: «En el año 1843
Jonathan H. Green describe en uno de sus libros, llamado
Exposure of the Arts and Miseries of Gambling, la primera
modalidad de poker donde se jugaba con 20 cartas (A, K, Q,
J, T) entre cuatro jugadores. En el año 1844 el actor Joe
Cowell describe lo mismo en otro de sus libros. Ambos
coincidían en que las jugadas eran pareja, dobles, trío, full y
poker. No había escalera, ni color, ni escalera de color
obviamente. El poker de ases era lo máximo, y elfull se
llamaba así porque era la única jugada que usaba las cinco
cartas. El nombre que tenía el juego en aquellos tiempos era
The Cheating Gatee (el juego de engaños), pero no hay duda
de que ya era lo que hoy conocemos por poker».3

Por supuesto, el juego fue irradiando de sur a norte por


los barcos fluviales del Mississippi y el Ohio hasta que, a
mediados del siglo xix, se hizo muy popular en todos los
estados y territorios del oeste, como hemos aprendido todos
en el prototípico género cinematográfico del Western.
Aunque hasta la Guerra de Secesión (1860-1864) no se
generalizó la modalidad del descarte (draw) y se ganaba o
perdía tras un primer reparto entre cuatro jugadores y el
turno correspondiente de apuestas. La innovación del
descarte exigió más cartas y permitiría más jugadores, por lo
que se popularizó el llamado mazo inglés de 52 cartas,
añadiendo otras 32 (ocho por palo: del dos al nueve) a las 20
iniciales. Por la misma época aparecieron los comodines
jókers) hoy extinguidos. Éste ha sido el poker clásico
cubierto en que nos hemos iniciado todos imitando las
partidas que veíamos librar a los tahúres y los vaqueros en
los míticos salones del Far-West.

Aunque el poker es un juego que no ha dejado de


evolucionar. Muy pronto, junto a la modalidad de descarte
(draw) con cinco cartas tapadas o cubiertas, surgió el poker
descubierto (stud). Las jugadas ganadoras a ligar seguían
siendo las mismas, y la única diferencia residía en la
novedad de realizar apuestas sobre los proyectos de jugada
sugeridos por las cartas descubiertas. Hasta 1875 no fue
aceptada la escalera de forma generalizada. El color se
aceptó un poco antes, pero si se admitía la escalera eso
significaba arrebatar la corona como jugada máxima al poker
de ases si aquélla era de color, y una cosa así generó
bastantes resistencias.

La siguiente evolución que acabaría conduciendo al Texas


Hold'em data de 1919 y comenzó como una variante del
poker descubierto en que se repartían cinco cartas y se
introducía una sexta carta común con la que cada jugador
debía contar para ligar su jugada. A esta variante se la
conoció como «Viuda Negra» (Wild Widow), y fue
generando cambios en los que las cartas comunes y
descubiertas fueron incrementando su importancia frente a
las cartas cubiertas hasta llegar a la popular modalidad
actual, en la que éstas quedan reducidas a las dos primeras
cartas de cada jugador (las que hoy se conocen como cartas
privadas o preflop), siendo el resto descubiertas y comunes:
las tres primeras o flop, la cuarta (turn) y la quinta y última
(river). Por supuesto, uno de los atractivos del Texas
consiste en que cada reparto de cartas conlleva sus
respectivas apuestas, con toda la complejidad de cálculo de
posibilidades y opciones que eso supone. Sin que ello
suponga conclusión alguna en este terreno resbaladizo de la
historia del poker, el Texas Hold'em aparece claramente en su
configuración actual hacia la década de 1960, de la mano de
jugadores míticos de origen tejano como Doyle Brunson o
Amarillo Slim, a los que me referí al principio. Y se consagró
como un juego espectáculo admitido en los casinos de Las
Vegas por las mismas fechas, gracias al mítico Benny Binion4
-a cuya cabeza habían puesto precio en Texas, donde los
Rangers habían recibido órdenes de disparar contra él-,
cuando este tejano lo introdujo por primera vez en su casino,
La Herradura de Binion. El espectáculo, por entonces, se
reducía a la posibilidad de ver a grandes jugadores
disputándose elevadísimas cifras de dinero. Y en aquellos
años los casinos no lo ofrecían, ya que se trataba de un
juego en el que los participantes competían entre sí y no
contra la banca, por lo que su poca rentabilidad (una
comisión de las cantidades ganadas) se unía a su condición
de juego vulgar y con nada de glamour. Sin embargo, como
Benny supo adivinar, la gente no se iba a limitar a mirar a los
grandes jugadores, por ejemplo a sus amigos los Texas
Rounders, y era de esperar que acabara probando suerte en
las mesas del casino. Benny tuvo visión y supo reunir a los
mejores campeones del momento. Sin ir más lejos, Johnny
Moss contra Nick el Griego, en una partida mítica de cinco
meses en la que Moss dejó limpio a su rival. Varios millones
de dólares cambiaron de manos ante un público fascinado, y
la modalidad de juego que se impuso fue el Texas Hold'em.

No contento con este éxito de su casino, que presumía de


cubrir apuestas sin límite, en 1970 tuvo la ocurrencia de
celebrar el primer torneo televisado que daría lugar a las
Series Mundiales de Poker (World Series of Poker, WSOP).
Benny propuso a Amarillo Slim que le ayudara a organizar
un torneo en su casino con una inscripción de 10.000
dólares por jugador y en el que las partidas se jugaran sin
límite, hasta que un jugador, después de cuatro o cinco días
interminables, se quedara con todo el dinero. Los medios de
comunicación respondieron al evento y atrajeron al público.
También se multiplicaron los espectadores (y los ingresos
publicitarios) en las cadenas de televisión que
retransmitieron el torneo. La gente empezó a contemplar a
los viejos jugadores de poker como «héroes americanos»
después de haberlos considerado casi unos delincuentes. El
poker se había convertido en un espectáculo mediático y
publicitario. Como reflexionaba Doyle: «Aquello fue el
principio de la respetabilidad del poker». Y como reconocía
Amarillo Slim: «El público empezó a convencerse de que los
jugadores de poker no éramos unos forajidos». Todo se lo
debían precisamente a un hombre, Benny Binion, que sí
había sido un auténtico forajido. En la actualidad los torneos
de poker se disputan en todos los grandes casinos que se
precien en un formato casi idéntico al concebido por Benny
y Amarillo Slim, y su función esencial sigue siendo
publicitaria. No olvidemos, además, que el poker ha sido un
juego prohibido en la mayor parte de los estados de la Unión
durante la mayor parte de su historia hasta tiempos muy
recientes, y esa tradición ha pesado mucho en su tardía
admisión como juego legal.

Por otra parte, el hecho que el Texas Hold'em se haya


convertido en una modalidad casi universal de poker gracias
a la reciente irrupción de Internet y los casinos virtuales no
debe hacernos pensar en que haya llegado a una forma
definitiva: el Texas ya ha generado una modalidad nueva
conocida como Omaha, en la que las cartas privadas que se
reparten al principio son cuatro en lugar de dos, aunque sólo
se pueden utilizar dos de ellas en su combinación con las
comunes. Una modalidad particularmente mortífera, dadas
las grandes posibilidades de arrancar la partida, por parte de
la mayoría de los jugadores, con cartas privadas fuertes o
bien ligadas, y la frustración de perder las manos pese a
disponer de cartas privadas que habrían podido dar la
victoria pero no pueden ser utilizadas. Para que se hagan
una idea, en el Omaha recibir cuatro cartas iguales es
despedirte de la posibilidad de ligar un trío en toda la mano y
maldecir a quien inventó esta forma de poker.

A nadie se le escapa después de este breve excurso


histórico que el poker tiene, desde su mismo origen, mucha
relación con el azar y el cálculo de probabilidades. Y que este
cálculo no es particularmente complejo. Una baraja de poker
tiene 52 cartas organizadas en cuatro palos de 13 (del as al
diez, y las tres figuras). Su distribución en el juego es
aleatoria (y si alguien discutiera este hecho, nos bastaría con
señalar que el reparto de cualquier carta es impredecible y,
por tanto, a efectos prácticos, sólo dependiente de lo que
entendemos por azar). En el Texas Hold'em la mano inicial
consiste en dos cartas para cada jugador. Por tanto tenemos
52 cartas posibles para la primera carta de nuestra mano y 51
para la segunda. Las combinaciones posibles de cartas que
dispondremos en la mano serían 52 x 51= 2.652. Pero como
en el poker el orden es indistinto (vale igual tener un as y un
rey, que un rey y un as), el número de combinaciones útiles
sería la mitad: 2.652/2 = 1.326.

De estas posibles combinaciones de parejas podemos


obtener mucha información útil todavía. A título de ejemplo,
calculemos qué probabilidad tenemos de obtener una pareja
en el reparto de las dos primeras cartas. En el poker existen
sólo trece posibles parejas: desde A-A, 2-2, 3-3... hasta los
dos reyes, K-K, sean del palo que sean. Cuando te dan la
primera carta, supongamos que sea un as, tienes la
posibilidad de que sea uno de los cuatro ases que hay en la
baraja, por tanto dispones de cuatro casos favorables.
Cuando te dan la segunda, sólo te quedan tres posibilidades
favorables. Las combinaciones que te favorecen para
obtener una pareja de ases serían por tanto 4 x 3 = 12. Pero
como aquí tampoco importa el orden tendríamos 12/2 = 6 de
un total de 1.326 combinaciones posibles. O si se prefiere, 12
de 2.652. Es decir: 12/2.652 o 6/1.326 = 0,045. Expresado en
porcentaje, un 0,45 por ciento. Es un dato a tener en cuenta
si has salido con una pareja, porque las probabilidades de
tus rivales de tener una pareja no llegan al 0,5 por ciento. No
es éste el lugar de extenderse sobre el cálculo de
probabilidades de otras combinaciones diferentes tanto en
las cartas privadas como en las sucesivas fases del Texas
Hold'em. Eso ya lo veremos con calma en la segunda parte
de este libro. Lo relevante aquí es que dicho cálculo
estadístico es relativamente sencillo para un estudiante de
ciencias de bachillerato, y más todavía para cualquiera que
curse una carrera en la Universidad Politécnica. La cuestión
es que estos conceptos le parecieron muy simples a Raúl. Es
más, se lo parecieron hasta tal punto que no creyó que se
pudiese ganar dinero con ellos. Al fin y al cabo el nivel de
complejidad del Magic o del Warcraft era infinitamente
mayor y aun así ganar dinero era casi imposible en esas
actividades. La conclusión que cualquiera extraería de un
libro que nos contara estas verdades matemáticas del poker
sería la siguiente: «Todas las manos no tienen el mismo
porcentaje de posibilidades de ganar. Por tanto, si evitamos
jugar las manos con peores porcentajes y jugamos las
manos con porcentajes más elevados, ganaremos dinero de
la gente que juegue las manos buenas y las malas
indistintamente». Sin embargo, la conclusión personal de
Raúl fue un poco distinta: «Me pareció una obviedad tan
grande que supuse que estos consejos no servirían para
nada porque todo el mundo los seguiría». Ya lo dice el
refrán: «Piensa el ladrón que todos son de su condición».
Pero la sensatez no está tan bien repartida como Raúl se
imaginaba ingenuamente. Ya lo dijo Bertrand Russell: «El
sentido común es el menos común de todos los sentidos».

«Estaba equivocado», admite Raúl. Luego matiza: «No


estaba equivocado en el hecho de que esos conocimientos
fuesen muy básicos y que cualquiera podría dominarlos,
sino en el hecho de que para jugar al poker no necesitas
hacerlo con los mejores del mundo para ganar dinero. Ni
siquiera necesitas jugar con gente competitiva. La gente que
está en las mesas puede ser cualquiera: un fontanero, un
abogado, un profesional... Para ganar dinero en mis otras
aficiones necesitaba jugar contra los mejores del mundo y
ser capaz de ganarles. En el poker sólo necesitas encontrar
una mesa con jugadores peores que tú. Si eres el décimo
peor jugador del mundo y juegas con los nueve que van
detrás de ti, puedes acabar ganando mucho. En ninguna otra
actividad que yo hubiera conocido hasta entonces esto era
posible. La razón por la que este juego era mucho más
lucrativo con el mismo esfuerzo se debía a lo extendido que
estaba y al hecho de que no hubiera ninguna necesidad de
jugar contra los mejores para demostrar nada».

En efecto, las cosas nunca son como parecen a primera


vista. Hay que decir que el Texas Hold'em es la modalidad
más extendida por buenas razones. «En primer Raúl-, el peor
jugador del mundo tiene un porcentaje aceptable de ganar
una mano contra un jugador mejor. De hecho, tiene un
porcentaje alarmantemente alto, en torno a un 40 por ciento
(este valor puede cambiar en función de lo malo que sea el
jugador y de la modalidad, pero es una buena aproximación).
Esto significa que el 40 por ciento de las veces un jugador
que no tiene ni idea de lo que está haciendo, ni de los
valores estadísticos que hay detrás de sus decisiones,
puede acaba llevándose el dinero en cualquier caso». Si
recordamos lo que ocurría en el Magic, este porcentaje se
reducía a un 10 por ciento o, como mucho, a un 20 por
ciento.

«Sin embargo, hay otra razón -prosigue Raúl-. Al fin y al


cabo, si fuera una variante de la ruleta no tendría por qué ser
más popular que el Black Jack o cualquier otro juego de
casino. Y esta razón es que en el Texas Hold'em se juega
contra otros jugadores, no contra la banca. La banca se lleva
una comisión de cada bote ganado (sí, los casinos no son
hermanas de la caridad) pero por lo demás el dinero de la
mesa fluye entre los propios jugadores. Si bien un jugador
que tome decisiones incorrectas puede ganar el 40 por
ciento de los botes, y éste es un porcentaje muy elevado, el
que tome las decisiones correctas ganará el 60 por ciento, lo
cual le convierte en un ganador».

El argumento es convincente, desde luego. Sobre todo si


lo comparamos con las posibilidades que tiene cualquier
jugador de ganar contra la banca en un casino. Cualquier
juego de casino, sea Black Jack, ruleta, tragaperras o poker
caribeño, es un juego en el que nos enfrentamos a la casa. Si
nosotros ganamos, el casino pierde. Esto, por supuesto,
puede suceder en alguna ocasión, sobre todo en las novelas
y películas. En la realidad aceptamos perder en un casino
como aceptamos pagar para tener un rato de ocio, ir a bailar
o disfrutar de una buena cena. Cualquier truco o sistema que
creamos que puede funcionar para ganar dinero en las mesas
de un casino no es más que un engaño para incitarnos a
jugar. O una leyenda urbana. Los casinos tienen un negocio
muy sólido y hacen muy bien su trabajo: saben que la suerte
de un jugador particular (la diosa Fortuna) puede aparecer
en algún momento, pero la diosa estadística juega a su favor
para el resto.

Y respecto a las variantes de poker que hoy podemos


jugar contra la casa, como el poker caribeño o el Let It Ride -
en los que se juega con combinaciones ganadoras
preestablecidas a partir de la pareja de jotas-, en realidad no
deben ser consideradas como auténtico poker. A los efectos
no son juegos de habilidad, sino de puro azar: te salen las
cartas premiadas o no te salen, igual que cuando nos
dedicamos a tachar los números de un cartón de bingo. En
todos estos juegos el casino ha calculado un margen de
beneficios medios, descontando los premios que pueda
repartir, que salen del dinero que apuestan los jugadores. Sin
embargo, un buen jugador de Texas Hold'em, aunque paga
parte de sus beneficios al casino, gana el dinero de los
jugadores malos. Y ahí radica la diferencia: que existe una
infinidad de jugadores malos.

Y la razón esencial por la que existen en la actualidad esa


infinitud de jugadores mediocres es sobre todo sociológica.
Hace sólo veinte años, cuando Internet era algo de lo que
oíamos hablar o podíamos leer en un artículo científico,
como una de esa profecías tecnológicas inminentes pero
siempre remotas, si querías jugar una buena partida de poker
tenías dos opciones: reunirte con tus amigos de siempre en
casa (o con amigos nuevos, siempre un asunto peligroso) y
ganar o perder una pequeña cantidad de dinero; o acercarte
a alguna timba ilegal en donde lo mejor que podía sucederte
es que no se cumpliera la frase célebre que dice: «Cuando
alguien con dinero se encuentra en la mesa con alguien con
experiencia, el jugador con experiencia se marcha con el
dinero y el jugador con dinero se marcha con la experiencia».
Y lo peor, que se cumpliera ese otro hermoso dicho típico del
poker: «Cuando en una mesa no sabes qué jugador es el
primo, es que el primo eres tú».

Sin embargo, ya hace unos cuantos años que las cosas


son muy diferentes. Hoy puedes jugar al poker en tiempo
real y con jugadores reales, de los que no conoces más que
su pseudónimo (eso que llaman horriblemente nickname), sin
salir de tu casa, estando en zapatillas y tomando tu cerveza.
Sólo tienes que encender tu ordenador y registrarte en uno
de los numerosos casinos virtuales que te ofrecen la
posibilidad de sentarte a cientos de mesas de distintos
niveles. Y además por muy poco dinero o incluso con dinero
ficticio, por el simple placer de jugar. Puedes pasar el rato en
una actividad lúdica que pone a prueba tu habilidad o tu
olfato para el juego, jugar el tiempo que quieras después de
una jornada laboral estresante y relajarte. Incluso puedes
levantarte de la mesa donde has jugado con la sensación
agradable de haber ganado un poco de dinero y que eres -
nunca mejor dicho- un as. Una alternativa más interesante
que la exigente lectura de un libro o la visión de una película
o una serie de televisión, cuyo desenlace adivinas desde las
primeras escenas. Por no hablar de la depresión que te
producen los informativos o el tedio de las disputas de los
famosos de turno de la farándula nacional. Porque no
siempre tenemos un buen partido de Champions como
alternativa.

A Raúl no le gustó mucho en principio esta mina de oro


sociológica. «El hecho de recompensar muy a menudo al mal
jugador me pareció algo injusto -argumenta-. Algo que
convertía esta actividad en una casi lotería con cierta ventaja
para el jugador ganador. No obstante, con el paso del tiempo
me di cuenta de que mi percepción era absurda. La única
razón por la que las mesas estaban plagadas de jugadores
inexpertos era precisamente porque podían ganar de vez en
cuando, incluso tener buenas rachas de varios días y, por
tanto, seguir en las mesas jugando mal. Por otro lado,
incluso cuando haces las cosas bien vas a perder muchos
botes, así que el sistema de aprendizaje habitual (prueba y
error) no sirve para mucho, al menos en series de manos
pequeñas. Haber ligado varias veces con dos cartas muy
malas no hace más probable o más rentable jugar ese tipo de
mano tan débil en el futuro. Por desgracia, éste es el mensaje
que nuestro cerebro va a recibir, con el consecuente error de
pensar que algo es correcto cuando no lo es. Muchas
personas siguen jugando mal porque su experiencia les
indica que está bien, sin molestarse en buscar confirmación
mediante otras bases. Lo cierto es que las buenas rachas
existen, tanto para el profesional como para el jugador
ocasional que no tiene los conocimientos básicos. Lo que
ocurre es que si en el poker quieres que cuente la habilidad,
hay que aprender a superar el mero factor suerte».

Conociendo como ya voy conociendo a Raúl, adivino lo


que acabó pensando aquel día en que su amigo Juan le
habló del poker, le instaló el programa y le dejó el dichoso
libro. Lo pensó del derecho y del revés, sopesó los pros y
los contras, sintió incredulidad ante la miríada de jugadores
que jugaban a la buena de Dios, se lamentó de la falta de
belleza matemática de alguno de los aspectos de aquel juego
y se lanzó al río.

En efecto, concluye: «Volviendo a aquella tarde, lo cierto


es que leí el libro y me pareció muy simple y lógico lo que
exponía. No me malinterpretes, no es arrogancia, es que soy
una persona de ciencias y si no veo con claridad los
argumentos numéricos que hay detrás de algo, cojo papel y
lápiz y me molesto en calcularlo. Soy muy alérgico al riesgo
en casi todos los sentidos de la vida (de hecho, creo que
demasiado, y es algo que a nivel personal intento cambiar).
Vamos, que mi perfil tiene poco que ver con alguien que se
cree cualquier chorrada y se justifica para hacer el tonto
apostando dinero por diversión. Como las ideas expuestas
eran coherentes, no me pareció peligroso ver hasta qué
punto otros jugadores las desconocían».

No iba a ser peligroso, desde luego. Al menos para él no


iba a serlo.
En donde se cuenta cómo comienza la experiencia:
libros y partidas, mesas múltiples, estadística y
beneficios... y se ejemplifican algunas decisiones
convertidas en pautas de juego.

i han empezado a conocer a Raúl como me


ocurre a mí, no podrán extrañarse de que se tirara al río con
chaleco salvavidas y una soga atada a la cintura, por si las
moscas. Para que luego vayamos diciendo por ahí lo
inconscientes que son los jóvenes. La cantidad de dinero
con la que nuestro protagonista inició su inmersión en el
poker es tan insignificante y significativa a la vez que por sí
sola merece ostentar el título de este capítulo, ya que es
todo un síntoma de su personalidad reflexiva, calculadora y
sensata.

«Decidí empezar con 80 euros -me empieza a contar,


mientras me escruta con su mirada para observar mi
reacción. Por si se me antoja un loco malgastador, supongo-.
Para mí era mucho dinero por aquel entonces. ¡Significaba al
menos dos fines de semana sin salir! Me incomodaba la
situación, pero tras saber que mi amigo, el que ya jugaba,
había procesado por Internet algunos cobros sin problemas,
decidí arriesgarme. Además, si mi teoría era cierta, sería una
buena forma de ganar dinero para pagarme mis gastos,
principalmente los viajes a torneos de Magic». Porque Raúl
todavía pensaba que el único juego serio era ése, mientras
que el poker tenía que ser una aventura dudosa.

Otro amigo suyo, Víctor Escudero, «Canichewua» en la


red, le siguió un poco tiempo después en la experiencia. Para
Víctor la cantidad invertida tenía su sentido: «Empecé un
mes después de Raúl a jugar al poker en Internet -me
cuenta-. Ambos éramos nuevos en esto, aunque Raúl
siempre tomó la delantera, y empezamos como quien se
compra un juego nuevo, pues nuestra única inversión en
nuestra vida de jugadores de poker fue de 80 euros (unos
100 dólares), que es lo que entonces valía aproximadamente
un juego nuevo de consola. Con esa mentalidad empezamos,
pero siempre jugué sin pensar en ello como el futuro, e
incluso durante una temporada lo dejé».

Raúl tampoco había pensado en el poker como futuro.


Pero, claro, las cosas empezaron a cambiar deprisa, y en
cuanto se puso a jugar se dio cuenta de que el 99 por ciento
de sus rivales ignoraban olímpicamente incluso los consejos
estratégicos más elementales. No podía creerlo: «¡La gente
estaba apostando con dinero sin haberse molestado en
estudiar, ni siquiera de una forma superficial, el juego en el
que participaban!», exclamaba incrédulo mientras me lo
contaba. La gente que él había conocido en los mundos del
Warcraft y el Magic dedicaba mucho más esfuerzo a mejorar
sus habilidades y no apostaba su dinero en esos juegos. Sin
embargo, en el poker... Para él no tenía sentido.

Esta vez soy yo quien se queda asombrado del asombro


de Raúl. Hago memoria y me confieso a mí mismo que ni
siquiera me había tomado nunca la molestia de leer ni un
solo libro de ajedrez en mi época de afición a esta arte
marcial de la inteligencia. Recuerdo un libro que me regaló
un buen amigo con quien compartía mi afición por los
wargames y el ajedrez, Joaquín Santapau -«Chimo» para los
amigos-, joven y flamante catedrático de Dibujo en un
instituto. Una persona sistemática que leía libros de ajedrez
y jugaba con seriedad. Y solía ganarme, claro, aunque
cuando conseguía vencerle en algunas partidas ésas en las
que te mosqueas y agudizas el ingenio- no me resistía a
burlarme de sus especulaciones ajedrecísticas. Mi amigo,
como el de Raúl, intentó motivarme regalándome un
auténtico tesoro para los jugadores de ajedrez, el libro Mi
sistema, de Aron Nimzowitsch, un clásico que ha seguido
reeditándose hasta la década de 1990. A diferencia de Raúl,
no pasé de la página cien, y más que nada, debo confesar,
solía darme dolor de cabeza cada vez que me sumergía en
sus análisis de partidas y sus estrategias. Así que soy como
esa gente de la que se asombra Raúl, y no me salva el hecho
de que en ajedrez no suela apostarse dinero. En ajedrez lo
que te juegas es el ego y el prestigio ante tus contrincantes,
porque el ajedrez es un juego en el que no existe piedad ni
coartada alguna relacionada con la suerte. Pero será mejor
que volvamos a Raúl y sus primeros trajines con el poker.

Como sospechaba, lo primero que hizo fue volver a la


orilla y salvar la ropa: «Mis primeros días fueron una buena
racha permanente -continúa contándome-. En cuanto gané
80 euros, los saqué para tener sensación de seguridad y
ninguna posibilidad de arrepentirme en un futuro. Por lo que
pudiera pasar... No hubo ningún problema, apenas dos
semanas después de mi primer depósito recuperé mi
inversión inicial y me centré en aprender lo que tenía que
hacer para ganar dinero en el poker». Su amigo Víctor hizo (y
pensó) algo parecido: «Cuando conseguí 200 dólares -me
dice-, pensé: "¡Dios! ya me he doblado, puedo ganar dinero
aquí". Pero no era consciente de lo lejos que estaba todavía
de ser un buen jugador y de que debía dedicarle más tiempo
para ganar dinero de verdad, pues esos 100 dólares, que
para mí eran mucho, tardé un mes en ganarlos».

Raúl empezó a considerar también la cuestión: «Acepté el


enfoque de que lo máximo que podría perder era mi tiempo.
En cualquier caso, tiempo no era lo que me faltaba con 22
años y sin problemas para los estudios, viviendo todavía en
casa de mis padres». España es lo que tiene. En los países
del norte de Europa los jóvenes suelen volar del nido en
cuanto acaban el bachillerato y acceden a la universidad o a
estudios profesionales. Y les espera toda una panoplia de
trabajos a media jornada adaptados a su perfil -o sea, desde
vendedores de informática o de móviles, hasta camareros- y
de becas y ayudas sociales para iniciar sus primeros pasos
como adultos apenas cumplen los 18 o 19 años. Aquí, becas
aparte, si no hay motivos geográficos insoslayables, los
cachorros se mantienen en el hogar paterno hasta que casi
hay que tirarlos a patadas. Ya se sabe, en casa como en
ninguna parte.

«Al principio jugaba en una explica, y comprenderán el


alivio que siento después de la sensación que tuve viendo a
aquellos jovencitos jugando ocho y diez partidas
simultáneas, como esos mutantes del ajedrez de exhibición-.
En aquellos tiempos la modalidad de poker más extendida era
la del Texas Hold'em Limit. Es decir, de apuestas limitadas. A
pesar de ser lento, ello me ayudó a concentrarme en mi
juego, a fijarme en todas las cosas. Me permitió, junto a la
buena racha, ganar dinero para permitirme subir de nivel. Y
cuando subí de nivel, esperaba encontrarme gente que
jugara mejor, por aquello de que se podía ganar o perder más
dinero. Para mi sorpresa, eso no pasó hasta niveles bastante
altos, donde era normal que los botes fueran de 80 y 100
dólares. Y a pesar de que las cifras apostadas empezaban a
no ser pequeñas, continuaba existiendo mucha gente que
tampoco tenía claros los conceptos básicos».
Si piensan que es para matarlo, esperen y sigan
atendiendo sus reflexiones: «Siete u ocho meses después de
empezar, ya casi con 23 años, leyendo libros y entrando en
foros en inglés, descubrí la existencia de programas
estadísticos y, por primera vez, me planteé seriamente que el
poker podía cambiar mi vida. Estaba estudiando una carrera
de ciencias en la que los cálculos y programas que tenía que
manejar eran bastante más complejos que los que existían en
el poker, pero la rentabilidad era bastante superior aquí.
También descubrí la opción de jugar múltiples mesas al
mismo ya me lo temía yo-. Fue una revolución. De repente,
de jugar 60 manos por hora podía jugar 600, lo cual
multiplicaba mis ganancias exponencialmente. Los
programas estadísticos me permitieron estudiar y mejorar mi
juego a un nivel que no me habría podido imaginar. Esto me
ayudará a explicar por qué te he dicho antes que el trabajo
de un jugador de poker se parece al de un analista de bolsa.
No era sólo porque sonara muy elegante».

Personalmente no estoy de acuerdo con que Raúl se mire


en el espejo de esos Masters del Universo a quienes detesto
muy en particular, pero no puede negarse que algo de razón
tiene. Lo dejo hablar antes de exponer mis reservas: «Éste es
quizá el aspecto más desconocido y, al mismo tiempo, más
importante del Texas Hold'em. Hay que conocer los
porcentajes de ligar las jugadas (en realidad son bastante
simples de manejar), trabajar conociendo los porcentajes de
éxito (odds), partiendo de las cartas que te servirán para
completar tu proyecto (outs) y estudiar el riesgo y el
beneficio potencial de cada apuesta. Es en este sentido en el
que digo que estas dos profesiones tienen mucho en común.
Un experto en bolsa analiza la probabilidad de que una
acción suba, o de que su valor bursátil -su cotización- esté
por debajo del valor real de la empresa, de forma que
comprar sea rentable de entrada. Por supuesto, sólo se tiene
una estimación de la probabilidad de que suceda lo que él ha
previsto basándose en su análisis del mercado. Lo que hace
un jugador de poker, en principio, es idéntico. Valora el
beneficio que espera sacar de media de una apuesta, que
tiene un coste determinado. Si a largo plazo cree que su
apuesta (o inversión) es rentable, la hará. También en ambas
profesiones hay varianza, es decir, puedes pasarte una
temporada haciendo las cosas bien y perdiendo dinero, lo
cual hace necesario que sepas gestionar tu banca para no
quedarte sin reservas. Pero ambas profesiones son rentables
si se hacen las cosas de forma adecuada y en ambas
actividades un montón de gente que no tiene ni idea de lo
que hace puede acabar perdiendo mucho dinero».

En ese sentido la comparación resiste, pero es una


similitud meramente formal. El jugador de poker calcula qué
porcentaje tiene de ligar una jugada de la forma que
comentamos en el capítulo anterior: casos favorables en
relación con los casos posibles. Y compara ese porcentaje,
imaginemos que se tratara de un 10 por ciento, con el
porcentaje que representa su inversión respecto del bote (o
premio) a conseguir. Si en el ejemplo que hemos puesto, para
ganar un bote de 100 dólares debo invertir 20, mi porcentaje
de inversión (y de riesgo) sería un 20 por ciento de ese bote.
Entonces basta comparar el porcentaje de ligar la jugada que
me permitiría ganar ese bote, un 10 por ciento de odds (es
decir, hay una carta que me sirve, un out, de cada diez
posibles), con el porcentaje de riesgo o inversión que debo
afrontar para conseguirlo: un 20 por ciento de riesgo, que es
lo que cuesta entrar en ese bote. Resultado: tiro mis cartas y
no voy. Ésa es la filosofía básica de la ecuación estratégica
que nos propone Raúl en el poker: mi porcentaje de éxito en
ligar jugadas debe ser igual o mayor que mi porcentaje de
riesgo (odds z porcentaje de riesgo); si es menor, lo racional
es no arriesgarse.
Esto no quiere decir que no pueda ganar si al final decido
arriesgarme. Recordemos que cuando aparezca la carta
esperada tenemos un 10 por ciento de posibilidades de que
sea la que necesitamos. Tampoco quiere decir que si respeto
la regla de oro y entro en un bote de 100 dólares con una
apuesta de 10 teniendo un 10 por ciento de posibilidades de
éxito de ligar la jugada, vaya a ganar. Puedo perder esa mano
de todas maneras. Quiere decir simplemente que, desde el
punto de vista de la estadística y de la probabilidad, cuantas
más veces juegue uno siguiendo esa regla de igualar, como
mínimo, probabilidad de éxito y riesgo (o coste), menos
veces perderé y más veces ganaré. Mi comportamiento se
ajustará a la regla de minimizar situaciones desfavorables en
las que me cueste muy caro entrar en manos con pocas
probabilidades de ligar una jugada ganadora, y maximizar
aquéllas en que me cueste poco dinero entrar en manos con
más probabilidades de hacerlo. ¿Poco discutible, cierto?

Lo que sí es discutible es lo que hacen nuestros brokers


de bolsa. Ellos no están en las empresas que cotizan en los
mercados financieros. No las conocen por dentro e ignoran
sus planes de producción, de expansión o de inversión. Al
menos, lo saben o lo ignoran en igual medida que la mayor
parte del público que compra o vende títulos. Si no fuera así
estarían cometiendo un delito: manejar información
privilegiada. Y estarían también rompiendo una regla sagrada
del mercado: violar la transparencia de la información
económica. En un mercado libre todos los oferentes y
demandantes deben tener el mismo acceso a la información,
así que la única ventaja que puede tener un profesional es
molestarse en buscar o leer esa información, abierta para
todo el público, y saber interpretarla. Las empresas hacen
públicos sus resultados económicos y sus planes de futuro.
Los periódicos y medios informativos económicos publican
esos datos, los especialistas emiten sus opiniones y
elaboran sus informes... Pero si este trabajo de
documentación les parece muy fatigoso incluso para un
broker, existen recursos más sencillos como calcular el valor
teórico de una acción o título a partir de su rentabilidad. Sin
embargo, aún no he conocido a ninguno que publique en
ningún medio su análisis valiéndose de algo tan fácil como
esto.

Aunque se trata de una técnica que se enseña en todos


los manuales de economía y como, pese a ser profesor de
Historia, llevo veinte años explicando economía a los
alumnos de segundo curso de bachillerato, hasta ahí llego.
La idea es muy simple: imagine una acción cuyo valor
nominal (su valor inicial, cuando se emite) sea de 100 euros,
y que reparte 9 euros de dividendos al año. Imagine que el
interés medio bancario de un depósito a un año sea de un 5
por ciento. Es decir, que si usted tuviera 100 euros en un
banco durante un año, obtendría 5; pero como tiene una
acción que le ha costado 100 euros, obtiene 9 de beneficio.
No hay que ser muy listo para saber que esa acción es una
buena inversión, ya que equivale a un depósito en un banco
durante un año de: 9/0,05 = 180 euros. Tal es el valor teórico
de su acción, y mientras ésta tenga una cotización (un valor
de mercado) inferior a 180 euros, usted no debería venderla,
porque equivaldría a tener esta cantidad en una cuenta a
plazo en cualquier banco que le diera ese interés medio. La
agencia de bolsa y el broker que lleva su cuenta en particular
deberían darle ese consejo basándose en la racionalidad
económica. Pero claro, las cosas nunca son tan simples,
porque los dividendos que van a repartirse por cada acción
sólo se conocen una vez al año, cuando se anuncian los
resultados del ejercicio económico a la junta general de
accionistas. ¿Y qué apostamos que le va a aconsejar su
broker cuando la cotización de esa acción que usted ha
suscrito por 100 euros esté en el mercado sólo a 150? ¡Lo
que le ha costado a usted 100 puede venderlo a 150 y
embolsarse 50 de beneficio puro y duro por título! Esa
acción sigue siendo una buena inversión a 150 mientras el
interés de mercado y los beneficios de la empresa en
cuestión se mantengan en los niveles conocidos. Es la razón
de fondo por la que esa acción ha ido subiendo su
cotización durante varios meses y se ha despegado de su
valor de emisión: ha habido más compradores que
vendedores y la ley de la oferta y la demanda la ha hecho
subir. Y los ha habido porque los agentes económicos
interesados saben que la empresa en cuestión es solvente,
ha crecido y se esperan beneficios tan buenos como los
anteriores. Pero usted puede embolsarse 50 euros por las
buenas. ¿Por qué va a esperar? ¿Por qué van a hacerlo otros
titulares? Pues a vender se ha dicho y tonto el último...

Así funciona el mercado financiero. El espíritu de la


especulación es más fuerte que el sentido productivo, el
beneficio inmediato más importante que el beneficio a medio
o largo plazo. Y no hay que engañarse: el beneficio que se
busca no es el que se relaciona con el dividendo (una parte
alícuota del beneficio total de la empresa), sino el
relacionado con la diferencia precio de compra-precio de
venta. Una diferencia que sale de un bolsillo para entrar en
otro. Esto pasa en el poker igualmente, lo único que ocurre
es que nadie se engaña acerca de la naturaleza del juego,
nadie pretende lo que no es. Sin embargo, haga usted ese
reproche a nuestros Masters del Universo y se desgarrarán
las vestiduras. Ellos, que orientan las inversiones a los
mercados emergentes, a los productos tecnológicos, a las
empresas innovadoras (no digo emprendedoras porque sería
una redundancia). Raúl y sus amigos aplican la racionalidad
a un juego en el que se puede ganar dinero utilizando sus
conocimientos contra los jugadores que renuncian a hacerlo
o prefieren no plantearse la cuestión y ponerse en manos del
azar o de cualquier otro oscuro dios particular. Jugadores
que podrían aprender a jugar si quisieran, si no prefirieran
comportarse según esa pauta absurda que tan bien ha
sabido extractar Steve Badger cuando dice: «Después de
hacer el amor y cantar en la ducha, no hay ninguna actividad
en la que haya más diferencia entre la habilidad que
pensamos que tenemos y la que realmente tenemos como el
poker». A fin de cuentas, nadie puede extrañarse de que
actúes de forma estúpida si estás convencido de que eres
muy listo. Nos pasa todos los días cuando cogemos nuestro
coche y conducimos. Nadie sabe por qué misterio, todos
estamos convencidos de que lo hacemos muy bien y de que
el resto de los conductores son una pandilla de indeseables
dividida en dos grandes bandos: el de los inútiles
pisahuevos y el de los locos temerarios.

Puede que Raúl y sus chicos del Equipo A se parezcan un


poco a los brokers de la bolsa cuando calculan sus
posibilidades y limpian sus bolsillos a los jugadores
estúpidos. Los brokers hacen lo propio con los que
reaccionan con más lentitud (recuerden: tonto el último). Sin
embargo, los brokers no se parecen a los jugadores de
poker: sus estrategias no están regidas por esa parte de la
racionalidad matemática que pasa por racionalidad
económica, sino por algo parecido a la ley de la selva, es
decir, la rapiña. El dinero y los que lo manejan actúan como
las ratas: acuden en tropel allí donde hay botín y huyen del
barco los primeros en cuanto huelen una vía de agua, no
importa que las bodegas estén todavía llenas de productos
valiosos o las bombas puedan achicarla. No importa que el
barco y su carga pueda salvarse: ellos escapan y hacen que
cunda el pánico entre la tripulación. Pero no quiero tomarla
con los pobres brokers, considérenlos una metáfora de esa
nueva rama de la brujería que recibe el nombre de ingeniería
financiera y que ha creado esos artículos de fe que se llaman
«derivados». Maravillosos brujos de las finanzas (no sólo
actúan en la bolsa, ni mucho menos) que han conseguido
convertir el ladrillo en el becerro de oro y luego largarse con
el oro y dejarnos con el ladrillo.

Hay una gran diferencia entre jugar a un juego mezcla de


azar y habilidad, un juego al que nadie te arrastra y en el que
no perjudicas o beneficias a nadie salvo a ti mismo, y hacerlo
de manera sensata e inteligente, y jugar con los activos de
grandes empresas dedicadas a producir bienes y servicios y
a activar factores productivos, entre ellos uno tan esencial
como el trabajo. Porque en el poker, como en otro juego
cualquiera, no arrastras contigo a nadie, pero en la bolsa los
daños no se limitan al dinero que puedas ganar o perder, ya
que la especulación puede atraer capitales e inversores,
puede inflar como un globo el valor de tus activos
financieros y hacerte creer que eres falsamente rico o
solvente (cuando ya se sabe que el inversor inteligente
debería hacer lo contrario que las ratas y los inversores
desconfiados: vender cuando suben las cotizaciones y
comprar cuando bajan), pero también puede evaporarlo
todo, incluidas las revalorizaciones ficticias, los capitales y
hasta los propios inversores. Y entonces los que perdemos
somos todos. Una sociedad sensata no debería dejar que
sus mercados financieros se parecieran a una partida de
poker. La comparación sólo es aceptable en un sentido, en el
otro es patética.

Pero de eso no tiene culpa Raúl. A fin de cuentas, a él lo


único que puede reprochársele es su sensatez y su particular
batalla contra el azar. Porque el azar, como el dios Jano, tiene
dos caras: la suerte no siempre es buena; puede ser malvada,
y el único valladar que podemos oponerle es nuestra
habilidad en esquivar sus caprichos. Eso es, en pocas
palabras, lo que Raúl había descubierto desde el principio:
«Volviendo a mis comienzos con el Texas Hold'em -me
explica-, cuando empecé a jugar más manos tuve que superar
algunas malas rachas. Pero contando con el apoyo
estadístico, me resultaba muy fácil seguir adelante incluso
en una mala racha, porque sabía de dónde estaba saliendo
mi dinero. Tener los conocimientos teóricos fue algo que me
daba mucha confianza en lo que estaba haciendo, tanto
cuando los resultados eran buenos como cuando no lo eran,
porque si de algo estaba seguro es de que a la larga, si
actuaba de forma correcta, los resultados tenían que ser
positivos».

Y fueron positivos. Al menos lo suficiente como para


hacerse una pregunta importante que iba a cambiar su vida:
¿tenía sentido plantearse la posibilidad de dedicarse
profesionalmente al poker? Una pregunta nada despreciable
para un joven que acababa de cumplir 23 años, cursaba
tercer curso de Químicas en la universidad, tenía una vida
normal y se había distinguido por aplicar la misma diligencia
a sus obligaciones sociales y académicas que a sus
pasiones privadas. Bueno, casi la misma.
En donde se cuenta cómo Raúl decide quemar sus
naves y dedicarse al poker a prueba durante un año,
dando el paso a jugador profesional con el
consiguiente disgusto familiar y prejuicios sociales,
dudas...

o voy a mentir, es evidente que yo ya conocía


el desenlace antes de empezar este libro e incluso de
conocer a Raúl, pero a nadie puede extrañar que afirme que
si no lo hubiera sabido a ciencia cierta, lo habría
sospechado. Estaba cantado.
«En este punto de mi vida, tuve que tomar una decisión
importante -me cuenta con tono grave y ciertos matices de
culpabilidad-. No me sentía motivado para seguir
estudiando. Cuando iba a la universidad, lo hacía
exclusivamente por motivos sociales y familiares, pero era
incapaz de aceptar la idea de perder horas y horas
estudiando para unos exámenes que me iban a permitir
obtener una titulación que, en el mejor de los casos, me daría
acceso a un trabajo que iba a ser más difícil de encontrar,
más precario y peor remunerado que el de jugador de
poker».

Mucha gente de mi generación, y no digamos de las


anteriores, siente que tuvimos las cosas mucho más difíciles
en nuestros tiempos jóvenes. Y fáciles no eran, salvo en un
sentido: si no tenías estudios universitarios encontrar
trabajo no era tan duro, al menos hasta finales de la década
de 1980 y principios de la de 1990, con aquella maldita
reconversión industrial obligada por el reajuste de la
economía española en la entonces Comunidad Económica
Europea. Si tenías estudios universitarios lo difícil era
encontrar un empleo con el nivel de tu titulación. Porque
empleo encontrabas. Y si no, estaban las oposiciones, en
donde al menos no te estafaban con eso de «aprobar sin
plaza». En mi caso, a mis 24 años recién cumplidos ya había
conseguido un trabajo seguro de funcionario docente para
toda la vida. Un trabajo perfectamente encajado con mi
titulación. Muchos de mis compañeros hubieron de
enfrentarse a diferentes modalidades de subempleo, pero
encontrar trabajo, lo encontraban.

Sin embargo, desde la famosa reforma laboral de 1994, los


diversos tipos de contratos de aprendizaje, en prácticas y
temporales han sumido en la desesperación a toda una
generación de jóvenes. A ellos y a sus familias, que han sido
su casi único colchón social. La sociedad española producía
una gran cantidad de profesionales medios y superiores que
no encontraban trabajo y que dejaban vacíos millones de
puestos precarios y de baja remuneración que los
inmigrantes fueron llenando de forma espectacular hasta que
llegó la reciente crisis de 2008. Ahora, desde hace ya casi
dos años y medio, las perspectivas son peores para todos. Y
esa percepción social que comparten tantos jóvenes de la
generación de Raúl no puede reprochársele a nadie, porque
es acertada. Si un joven decide buscarse la vida utilizando
para ello su imaginación y su talento, y lo hace
adelantándose a un destino más que probable, lo único que
podemos hacer es felicitarle y desearle suerte. Tratándose de
Raúl, no hay duda de que la decisión fue meditada.

«Fue una etapa difícil en mi vida -confiesa-. Hablé con


muchos amigos. Todos pensaban que estaba loco. Incluso
arriesgando sólo un año de mi vida y estando dispuesto a
retomar los estudios en caso de no verme capaz de ganarme
la vida con el Texas Hold'em, la gente simplemente pensaba
que yo estaba mal de la cabeza. Bueno, hay que reconocer
que es probable que me salga de lo que la mayoría de la
gente con sidera como normal. Recuerdo conversaciones
con gente que me dijo frases de este estilo: "La vida no es
una película" o "Esas cosas no pasan en la vida de las
personas normales". Una delicia de comprensión. En
retrospectiva, no sé cómo me costó más de cinco minutos
tomar la decisión. Supongo que la presión social está dentro
de todos, y que la educación recibida me machacaba con
dos ideas fijas: "Sé un hombre de provecho y sácate una
carrera". Dos ideas que tenía muy inculcadas. Pero al final lo
que me hizo decidirme fue el hecho de que no iba a perder
más que un año si las cosas no salían bien. Hasta el
momento había sido un estudiante ejemplar, así que si las
cosas se torcían podría seguir teniendo mi licenciatura a una
edad razonable».
No cabe ninguna duda de que los padres de Raúl habían
hecho un buen trabajo con él. Tomar decisiones siempre es
difícil, aun cuando todo parezca indicar que la decisión es la
correcta, que es la que todo el mundo espera de nosotros.
Tomar decisiones contra corriente puede ser una tragedia.
Varios de los actuales miembros del Equipo Unibet han
pasado por experiencias similares a la que tuvo que vivir
Raúl, quien tal vez por ser más maduro (ya que ni siquiera
tenía más edad que la mayor parte del resto del equipo)
experimentó el conflicto más consigo mismo que con su
entorno. Pero, desde luego, la reacción de sus padres no fue
de indiferencia. Para la familia media española, el alfa y el
omega de la vida gira en torno a la obsesión por terminar una
carrera o unos estudios profesionales y conseguir un trabajo
estable y seguro. Y si es de funcionario, mejor.

«Una vez tomada la decisión, la anuncié a mi familia -me


confirma Raúl-. No quería hacer algo así a sus espaldas. Para
ellos el disgusto fue mayúsculo. Peor de lo que esperaba, y
ya esperaba que nos les gustase la idea. Por más que les
insistí en que lo peor que podría pasar es que perdiera un
año, ellos seguían aterrorizados. No creo que se hubieran
preocupado más si les hubiera dicho que había decidido
dedicarme a vender drogas o que pensaba prostituirme. En
cualquier caso, les dije que yo no tenía acceso a más dinero
del que había ganado jugando al poker, y les prometí que, si
no me iba bien, no iba a buscar otros recursos con los que
apostar (lo cual no era un problema para mí, pero supongo
que a ellos les tranquilizó un poco)». Hasta esa fecha Raúl
no había experimentado ninguna injerencia familiar en sus
reconocidas aficiones porque, a fin de cuentas, había sido
un buen estudiante.

Luis Sevilla («Deilor», en las mesas virtuales), un buen


amigo y uno de los primeros fichajes de Raúl para su Equipo
A, tuvo bastantes más problemas cuando tomó su decisión.
Conoció a Raúl en un torneo de Magic e hizo amistad con él
en la cancha de baloncesto cercana a la tienda donde jugaba
al Magic. «Nos caímos bien -me cuenta- y de vez en cuando
quedábamos para jugar a cualquiera de las dos cosas. Un día
me habló del poker, me comentó un poco de qué iba y me
prestó un libro que explicaba las reglas y la estrategia básica.
Después de haberme leído el libro ingresé 100 dólares en un
casino y empecé a jugar». De momento, el poker no pasó de
ser un pasatiempo, una afición, pero las cosas no le iban
bien en general y acabó proyectándose en el juego: «No me
gustaba lo que estudiaba y tampoco había un trabajo que me
entusiasmase. Raúl me comentó que si era disciplinado,
estudiaba libros de poker y trabajaba mucho, podría ganar
bastante dinero. Así que los seis meses anteriores a entrar
en el equipo los había dedicado ya casi por entero a jugar al
poker. Cuando me llegó la propuesta de formar parte del
equipo lo consideré una oportunidad surgida de ese tiempo
de esfuerzo en el poker, ya que sólo seis meses antes de eso
estudiaba y, de vez en cuando, tenía algún trabajo basura
para ganar algo de dinero, así que no tuve dudas».

Él no tuvo dudas, pero otra cosa fue en su entorno:


«Todo el mundo me dijo que estaba loco. A mi grupo de
amigos les pareció muy raro. Aun así, casi todos me
apoyaron. Para mi familia fue un shock enorme, fue como
una especie de tragedia. No sólo me iban mal los estudios,
sino que me iba a convertir en un ludópata o algo así,
pensaron».

Luis Sevilla se marchó a vivir a casa de Raúl por decisión


propia. Sus padres, divorciados y con una hija cada uno de
sus otros matrimonios, no llevaron su disgusto al ultimátum,
de momento se habían limitado a la resistencia pasiva: nada
de Internet en casa, ni un euro para ordenadores, presión
hacia los estudios... Pero aunque la fuerza aplicada no fuera
tan drástica como para que se marchara del nido, acabó
haciéndolo. No obstante, sus primeros meses en casa de su
amigo Raúl, me revela con algo de chirigota éste, los pasó a
base de una dieta estricta de macarrones con tomate hasta
que empezó a ganar dinero suficiente para arriesgarse a
«invertir» en otros alimentos. No quería ser una carga para
nadie. Raúl, inquieto ante una posible avitaminosis que le
afectara al cerebro, se las veía negras para, de vez en
cuando, convencerlo e invitarlo a cenar: había que cuidar el
talento de sus futuros colaboradores.

Alejandro Sánchez («Álex» para los amigos, «Alex4Ever»


en sus incursiones de poker y en los torneos) no tuvo tanta
suerte. Un chico de Albacete que hoy, sin haber cumplido
aún los 22 años, se dedica al poker como Raúl y Luis y es un
miembro reciente y prometedor del Equipo A. El poker le
costó marcharse de casa:

«Hace cuatro años, y encima en Albacete -me relata-,


estaba muy mal visto todo lo relacionado con el poker. Y de
todas formas al principio sólo era un hobby con el que
intentaba ganar algo de dinero. Por lo que hasta que no gané
50.000 dólares -sí, han leído bien- y empecé a tener la idea de
dedicarme profesionalmente al poker no comenté nada.
Lógicamente, mis padres y mi familia no se lo tomaron muy
bien, ya que empezaron a tratarme como a un ludópata,
intentando que dejara de jugar al poker mediante psicólogos,
etc. Así hasta que mis padres no aguantaron más y me
dieron a elegir entre vivir en su casa y seguir con los
estudios (estaba ya en los exámenes finales de bachillerato
para acabar el instituto) o buscarme la vida en otro sitio y
jugar al poker. Yo elegí la segunda opción y me vine a vivir a
Valencia, dejando el instituto cuando me faltaban sólo tres
exámenes para terminarlo. ¡Mira que era cabezón, por Dios!»,
se recrimina a sí mismo.

De este modo Álex, con 18 años, inició su andadura él


solito y se buscó la vida en otra ciudad. Un año antes del
ultimátum paterno ya había tenido problemas: un día su
padre le tiró el ordenador por la ventana a mitad de una
partida y le prohibió terminantemente volver a jugar cuando
estuviera en casa. «Vivíamos en un chalé y el ordenador
cayó sobre hierba, no pienses que me lo tiró de un quinto
piso, aunque me lo reventó igual», precisa para no exagerar
las cosas. Aunque «las cosas» ya apuntaran a tragedia
antes de tomar la decisión de irse. Y es que en España la
palabra «jugar», cuando va unida a la palabra «apuestas» -
con permiso de las deportivo-benéficas, las loterías del
Estado y el cupón pro-ciegos, no lo olvidemos, que no hay
regla sin excepciones- es sinónimo de pecado o enfermedad.
Me explico: antiguamente, o sea, desde la noche de los
tiempos, para la mentalidad católica y tradicional española el
jugador era un pecador, un perdido, un calavera, un
sinvergüenza, un pícaro (en su sentido menos literario), un
tahúr y, casi siempre además, un tramposo. Y no he tenido
que escarbar mucho en la memoria para que me vinieran esos
hermosos y castizos epítetos al magín. Algo que puede
resumirse todavía en un despectivo «desgraciado». Hoy en
día, como la modernidad acabó pillándonos un poco tarde y
por sorpresa, todo hay que decirlo, y gracias sobre todo a la
contemplación de las suecas en bikini, que trajo consigo las
hondas repercusiones morales y políticas de todos
conocidas, las cosas se suavizaron un poco: hoy los
jugadores continúan siendo unos desgraciados para la
mentalidad normal española, pero porque son considerados
unos pobres enfermos, unos adictos, unos débiles morales y
mentales -esto no deja de ser divertido cuando uno se
encuentra a personas de la catadura de Raúl y contrapone el
individuo al prejuicio establecido-, en suma, unos ludópatas.
Palabreja clínica que parece dar un certificado de
tranquilidad a la supuesta tragedia de quien ostenta tan
triste condición.
Es una cruel paradoja de la modernidad (aunque en el
caso de nuestro país yo preferiría hablar de
«trasmodernidad», dicho sea con toda la intención): la
supuesta maldad humana, transmutada en todos los rostros
del egoísmo y del vicio, queda reducida así a un catálogo
clínico de patologías. Conclusión tranquilizadora: la maldad
y su fiel compañe ro, el vicio, no existen, y se convierten así
en una especie de enfermedad mental con distintos grados
de consideración y pronóstico. Conclusión psicohistórica: el
mismo perro -el mismo prejuicio- con otro collar. Un prejuicio
ancien régime con redecoración trasmoderna. Si sienten
curiosidad por averiguar qué pretendo decir, descubriré mis
cartas: la trasmodernidad es la estúpida adopción de todos
los clichés de la modernidad hasta extremos esperpénticos,
hasta llevar las cosas a niveles de simpleza insospechados.
Por poner un ejemplo, superar la vieja (y retrógrada)
autoridad paterna a base de la actual incapacidad de buena
parte de los progenitores para controlar la conducta
impertinente y caprichosa de sus hijos adolescentes. ¿Por
qué creen que están las aulas de secundaria como están hoy
en día o tienen tanto éxito realities como Supernanny? Pero
éste es otro tema y aquí estamos hablando de la
transformación en la percepción social del vicio en
enfermedad en unos casos, además, en que no había ni lo
uno ni lo otro.

Y no estoy exagerando. Hay una anécdota de Álex que es


reveladora del terrible prejuicio social: «Cuando empecé a
jugar al poker -me cuenta con cierta amargura-, en realidad lo
hacía sin dinero, con puntos. Pero mi padre me sorprendió
un día jugando, antes de que me tirara el ordenador por la
ventana, y creyó que estaba apostando dinero y me pegó
una soberana bronca. Fue entonces cuando pensé: ¿y por
qué no pruebo? La bronca ya me la había llevado». Un caso
perfecto de tiro por la culata por poner la venda antes del
coscorrón.

No hay más que volver a Raúl contándonos su trifulca


familiar para confirmar los prejuicios más infundados que
imaginarse pueda: «Supongo que a ellos les preocupaba el
tema de la ludopatía -me sigue explicando los temores de su
familia por si no me hubiera enterado- y de toda esa gente
que ha perdido grandes sumas en casinos y partidas de
poker clandestinas. No se lo reprocho. Tengo que reconocer
que nunca me había atraído el poker como pasatiempo, y que
para mí sólo era una profesión. He evitado siempre
vincularme emocionalmente con las apuestas, y para mí
siguen siendo algo matemático y racional. Es el en foque que
he inculcado a toda la gente a la que he enseñado a jugar,
empezando por mí mismo, y es el enfoque que debe tener
cualquiera si pretende dedicarse al poker de manera
profesional».

También podemos echar un vistazo al caso de Álvaro


Aspas, conocido en las mesas virtuales como «Darkored», y
que anda hoy por los 24 años con una carrera de Informática
de Gestión aparcada en su último curso por el poker. Cuando
le pregunto cómo reaccionaron en su caso su familia, su
novia, sus amigos, me cuenta sin vacilar: «En mis amigos
había un poco de todo. Gente que no veía mal que lo
intentase porque ellos mismos habían dado ya el paso, como
Luis Sevilla por ejemplo, y otros a quienes les daba miedo
que tirara mi vida a la basura metiéndome en un mundo de
ludopatía, etc. Mi novia digamos que se dejaba llevar. Sé que
no se fiaba mucho de todo este asunto, aunque nunca me lo
dijo directamente. Sin embargo, tenía mucha confianza en mí
y en esa etapa de mi vida, donde casi todo el mundo me dio
la espalda, ella se mantuvo a mi lado pese a todas las dudas
que la asaltaban. Se lo agradeceré siempre. En mi familia, sin
embargo, no se me concedió el beneficio de la duda.
Simplemente no sentó nada bien la noticia. Mi madre tuvo
que ir a un psicólogo y mi padre me dejó entrever que si me
iba de casa para eso, no hacía falta que volviese. La verdad
es que para mí fue lo más duro con diferencia, ya que mi
familia siempre ha sido muy cariñosa y ha estado muy unida.
Pensaban que iba a desperdiciar mi vida y les dolía. Es
normal. Me habría gustado algo más de confianza, pero no
se lo tengo en cuenta. Hoy en día la cosa está mucho mejor
y hasta mi madre se siente orgullosa de mí».

Y no es para menos, Álvaro tampoco se tiró al río sin


flotador, como Raúl. Cuando decidió dedicarse al poker, hace
poco más de dos años, llevaba varios meses con unos
ingresos de unos 1.600 euros mensuales de media y sólo se
dedicaba a jugar en el tiempo libre que le dejaban sus
estudios. Y no empezó hasta que un buen amigo suyo, Luis
Sevilla «Deilor», uno de los primeros apóstoles elegidos por
Raúl, venció sus resistencias a meterse en el poker. «Desde
que Luis se puso a jugar con Raúl -me explica Álvaro-,
siempre había estado animándome a que yo también lo
intentara. Yo siempre le decía medio en broma (porque era
muy escéptico con ese tema) que cuando él ganara un millón
de pesetas me pondría a jugar en serio. Un día quedamos a
cenar y me dijo: "Ya tengo 6.000 euros, ¿cuándo empiezas?",
y me quedé boquiabierto. Seguía sin entender muy bien
cómo podía ser tan fácil ganar dinero y que la gente lo
"regalara" de esa manera». No creo que haga falta explicar
que Alvaro, cuando habla de que la gente «regala» su
dinero, no se refiere a su amigo Luis, sino a la miríada de
jugadores que arriesgan su dinero a la brava en las mesas.

A Diego Pérez, «Piruloo» en la red, con 29 años y a punto


de terminar los estudios de Ingeniería Técnica en Informática
de Sistemas, cuando hace dos años se lanzó al poker
profesional las cosas no se le pusieron tan feas al dar el
paso: «A mis padres la idea les pareció un poco rara.
Conocían la experiencia de Raúl con el poker, puesto que
somos amigos desde pequeños y sabían que era un chico
inteligente, pero no sabían cuánto había de habilidad y
cuánto de suerte. No les pareció mal que empezara a jugar,
pero lo de dejar la universidad ya era otro cantar. De todos
modos, comprendieron que si quería llegar a algo como
jugador de poker tenía que dedicarme a tiempo completo, así
que al final no fue tan traumático para ellos como esperaba.
A mi novia le pareció bien, lo vio desde el principio como un
trabajo que además te ponía al alcance un techo mucho más
alto que un trabajo común. Siempre me ha apoyado».

Víctor Escudero, de quien ya hemos hablado, también vio


claro el paso de dejar los estudios y dedicarse al poker,
aunque al principio mostró cierta renuencia: «Un día Raúl me
propuso un contrato que parecía muy rentable -me confiesa-.
De hecho lo fue, aunque yo me negué varias veces. Pero
Raúl, que es un hombre bastante convincente y tiene las
ideas muy claras, me consiguió convencer de que era una
muy buena opción al menos a corto plazo, así que acepté y
ese mismo día dejé todo por el poker. Pensé que por dejar
todo aparcado durante un año -estudiaba quinto curso de
Administración de Empresas- tampoco iba a cambiar mucho
mi vida y podía ganar mucho dinero. Pero no imaginé que el
poker tuviera tanto potencial. Mientras exista el poker no
tiene mucho sentido sacarme una carrera para currar por mil
euros».

La reacción de su entorno familiar y social fue muy similar


a la de los otros amigos y conocidos de Raúl: «Los amigos
me dijeron: ";Cuidado! Mucha gente se ha arruinado
jugando al poker". Todos pensaron que éramos unos locos
y, hoy en día, no hay ningún conocido mío que no juegue al
poker o lo haya intentado, después de ver que no perdimos
la casa que no dice riéndose, hasta que le pregunto por la
reacción de sus padres-. A mis padres les di la noticia
mientras estaban en el cine. Nada más terminar de hablar con
Raúl les llamé y les dije que dejaba el trabajo y la carrera. Me
dijeron: "¡¿Qué?! ¡Ya hablaremos luego, que estamos en el
cine!". Luego se lo expliqué en casa con más tranquilidad y
lo aceptaron, ya que cuando les prometí que era sólo un año
les tentó la idea, ya que parecía muy atractiva. Tuve la
ventaja de que ellos se sentaban en casa a mi lado, a verme
jugar, porque les gustaba verlo, y comprobaban que yo
jugaba con cabeza y no tiraba mi dinero porque les explicaba
mis jugadas». Unos padres comprensivos.

José Luis Valero, «Poche» para Raúl y sus amigos, que


había sido soldado profesional entre los 21 y los 26 años,
acogió el poker como una oportunidad. «En verano de 2007
estaba en el paro después de licenciarme y Raúl me ofreció
enseñarme a jugar. Del poker no sabía casi nada, sólo las
reglas más generales, más o menos lo que vemos en las
películas. Para mí fue una alegría por mi situación laboral.
Además de poder trabajar en algo muy distinto a todo lo que
me resultaba familiar, conocía a casi todos los que estaban
jugando al poker en el piso de Raúl y sabía que les iba bien».
Sin embargo, como no podía ser de otra forma, la reacción
familiar no fue de entusiasmo cuando anunció su decisión
de dedicarse al poker: «Al principio mis padres se lo tomaron
mal, no les pareció un trabajo normal, pero con el tiempo se
han dado cuenta que éste es un trabajo mucho mejor que
cualquiera que pudiese haber encontrado después de salir
del ejército y dada la situación económica general».

«Y eso -añade Poche- que confieso que si sabía poco del


poker, del poker en Internet no sabía absolutamente nada. Ni
siquiera que existiera». La única ventaja de la que dispuso
fue una virtud que adquirió en el ejército: «La constancia y
la disciplina fueron los factores más fáciles para mí. Todo el
tema numérico del poker, sin embargo, fue complicado y aún
sigue siéndolo». Lo admite con toda naturalidad, pero
reconoce que se ha sentido recompensado: «Ya desde los
primeros meses, aunque estaba aprendiendo y no sabía bien
qué estaba haciendo, ganaba cantidades de dinero que
nunca había ni soñado, por lo que nunca me he arrepentido
y la verdad es que me siento bastante afortunado».

Los dos únicos entre los pioneros del Equipo A que no


tuvieron ningún problema familiar cuando tomaron la
decisión de dedicarse al poker fueron José Miguel, «Campa»
para los internautas y los amigos, un chico de 28 años que
había abandonado los estudios en COU y se dedicaba a
vender calefacciones de gas natural, y Simón Muñoz,
«Simonvlc» en la red, un joven de la misma edad que para
entonces ya había terminado sus estudios de Ingeniero
Informático y era fundador de empresas en Internet, en
particular www.poker-red.com, una de las pioneras en
España y, en su momento, la más importante dedicada al
mundo del poker en nuestro país. Una persona con iniciativa
propia y el perfil típico de joven creativo de la era
cibernética. Pero no nos engañemos, si ambos pudieron
tomar su decisión sin problemas fue porque ya gobernaban
su vida al menos en parte: habían dejado el nido familiar,
como Simón, o gozaban de cierta autonomía económica,
como José Miguel, aunque continuaran viviendo en casa.

Cuando José Miguel recibió la propuesta de Raúl no lo


dudó ni un segundo: «Hace dos años Raúl me ofreció jugar
al poker y unirme al Equipo Unibet en una llamada de
teléfono, mientras vendía una calefacción. Ahí mismo le dije
que aceptaba sin dudarlo». Con su familia no tuvo tampoco
ningún problema: «Como conocían a Raúl, reaccionaron muy
bien. Actualmente incluso enseño a jugar a mi padre», me
confirma.

Simón no necesitó ninguna invitación. ¿Adivinan quién


fue el amigo que intentó meter a Raúl en este mundo del
poker? Pues sí, bien mirado, si tuviera que señalar en última
instancia a algún culpable de este curioso fenómeno de
grupo de jóvenes tracks del poker, mi dedo conduciría
indefectiblemente a Simón. Bien es cierto que Simón no
consiguió al principio que Raúl le hiciera caso, y hasta que
su otro amigo, Juan Navarro, logró convencerle, no inició su
carrera en el poker. Sin embargo, fue una pieza clave en la
formación del Equipo A bajo el patrocinio de Unibet, aunque
hablaremos de ello un poco más adelante. Simón Muñoz
tampoco hubo de afrontar ningún reproche familiar, pues
había hecho sus deberes y se ganaba bien la vida: «No tuve
ningún a mi pregunta con naturalidad-, porque casi desde el
principio fui incorporando el poker a mis empresas online.
De hecho, los contenidos sobre poker me resultaban más
estimulantes intelectualmente que los eróticos o
publicitarios, así que una cosa fue llevando a la otra y acabé
jugando porque despertó mi interés».

En realidad, como veremos, podemos afirmar que ninguno


de ellos se lanzó sin paracaídas al mundo del poker. Cada
uno a su modo, todos asumieron un riesgo calculado, muy
lejos de tomar una decisión a la ligera. El propio Álex, que se
fue de su casa en circunstancias bastante duras, lo hizo con
cincuenta de los grandes en el bolsillo (perdonen que no
pueda resistirme a los códigos de la novela negra, uno tiene
sus lealtades). Así que la conclusión no puede ser más
evidente en lo que se refiere a los estereotipos sociales:
hicieron saltar el prejuicio en torno al jugador (viejo pecador
o moderno ludópata) del mismo modo en que un jugador en
racha hace saltar la banca. El poker en sus manos es
concebido como un juego de habilidad, en donde el estudio
y el conocimiento se están convirtiendo cada vez más en los
factores claves a costa de la vieja y caprichosa diosa
Fortuna.

Y lo saben: «Soy de la misma línea que Raúl -dice Simón


en una entrevista para Planet Póquer Magazine-, no creo en
el póquer antiguo con sus mitos y leyendas, no creo en esa
importancia de vieja escuela que se da a sus tells [cantes] y
sus intuiciones. El póquer es estudio, y es absurdo
planteárselo como algo en lo que va a triunfar quien haya
nacido con un don».

El número de la revista de Planet Póquer de diciembre de


2008, donde aparece la entrevista a diversos miembros de
nuestro Equipo A, oficialmente Equipo Unibet, dedica varios
artículos a romper una lanza en torno a esta idea: «El poker
no es un juego de azar». Concepto en el que, como hemos
podido comprobar, militan Raúl, Simón y la mayor parte de
los jóvenes de su equipo. Y no digo todos, porque algunos
se encogen de hombros ante la cuestión: les basta con saber
que seguir una estrategia racional permite compensar con
ventaja las malas rachas.

La cuestión es, sin embargo, de bastante trascendencia. A


saber: si el poker no es un juego de azar, sino de habilidad,
quienes lo practican de manera profesional, ateniéndose a
una disciplina y a una estrategia fundadas en las
matemáticas, no pueden ser conceptuados como el resto de
jugadores adictos a la ruleta, el bingo, las máquinas
tragaperras o las poliédricas loterías y apuestas deportivas.
Es más, si esto es así, tal vez habría que revisar los textos
legales que asimilan el poker al resto de juegos de azar y le
dan el mismo tratamiento fiscal. En los Países Bajos, por
ejemplo, el debate saltó a la actualidad como consecuencia
de los trabajos de dos matemáticos: Ben Van der Genugten y
Peter Borm, el primero especialista en Probabilidad y
Estadística y el segundo en Teoría de juegos. La idea básica,
que ya empieza a conocerse como «teorema de Genugten»,
es analizar y calcular la influencia de los factores azar y
aprendizaje en la habilidad necesaria para los diversos
juegos. Genugten considera que ambos factores producen
un efecto inversamente proporcional en la habilidad
requerida por el juego, de forma que en el ajedrez, que sería
un caso extremo, el factor suerte sería igual a 0 y el
aprendizaje igual a 1, por lo que la habilidad sería por
completo responsable del desenlace de cualquier partida;
mientras que en la ruleta, o en cualquier lotería, tendríamos el
caso contrario: el factor aprendizaje sería 0 y el factor azar
igual a 1, lo que significa que la habilidad que se necesita
para ganar es exactamente ninguna. Entre ambos extremos se
situarían los diversos juegos que conocemos. El poker, por
ejemplo, según la fórmula de Genugten (Habilidad = Factor
Aprendizaje/ Factor aprendizaje + Factor Suerte) necesitaría
de una habilidad de 0,4, muy alta si la comparamos con la
necesaria para el Black Jack que sería de 0,049.

No vayan a pensar que me impresionan demasiado estas


matematizaciones de ideas que, en realidad, se basan en el
sentido común y en la experiencia. Lo discutible del llamado
teorema de Genugten reside en el criterio para asignar
valores numéricos a los factores en relación y el que esta
relación sea inversa (cuanto más influye el factor aprendizaje
menos lo hará el factor azar) no es que sea el descubrimiento
de la teoría de la relatividad o de la estructura del átomo. Es
más bien de cajón. Estoy convencido de que Genugten tiene
razón en su tesis general; una cuestión secundaria es si su
cuantificación responde a la realidad o a sus deseos.

Además, este viejo debate en torno a la habilidad y al azar


no es nada nuevo. En el mismo artículo de Planet Póquer del
que extraigo el teorema de Genugten viene un pequeño
recorte muy interesante que no me resisto a contarles: «La
lección de Kentucky». Como saben que a mí la historia me
resulta siempre más convincente que las teorías
matemáticas, la expongo resumidamente: el escritor Mark
Twain, que ejerció de periodista durante muchos años, ya
que tenía la mala costumbre de comer a diario, informó de un
juicio celebrado en Kentucky contra unos adolescentes
sorprendidos mientras jugaban al seven-up (un juego similar
al tute y con algunos rasgos del bridge), un juego de azar
severamente prohibido por las leyes del estado. El abogado
que defendió a los jóvenes, sorprendidos in fraganti, Jim
Sturgis, célebre por su eficacia en los tribunales, no pudo
cuestionar las irrefutables pruebas del fiscal acerca de la
autoría del hecho delictivo por parte de sus representados,
así que basó su defensa en cuestionar que el tal seven-up
fuera un juego de azar y, por consiguiente, como tal
contraviniera la ley estatal. Para ello convenció al juez de
que libraran una partida seis expertos en el juego contra seis
partidarios de que el mismo dependía del puro azar, de tal
forma que si esta tesis era la correcta los resultados en el
juego se igualarían. Tras siete horas de partida, los
jugadores expertos dejaron sin un céntimo a los inexpertos.
Estos últimos hubieron de admitir que el seven-up no era un
«juego de suerte, sino de ciencia», y el juez absolvió a los
acusados no sin dictaminar que «la teoría de la suerte
relativa al seven-up es una doctrina perniciosa, calculada
para infligir un sufrimiento indecible y pérdidas pecuniarias a
toda la comunidad que la adopte». Curioso dictamen que
coincide con extraña perfección con las tesis defendidas por
nuestros chicos del Equipo A respecto al poker.

Y eso es lo que intentan en su escuela de poker: enseñarlo


como un juego de ciencia, no de suerte. Y quienes no estén
de acuerdo que sigan acudiendo a las mesas a perder su
dinero. Gonzalo García Pelayo, el más emblemático
representante en España de los jugadores profesionales de
poker, lo tiene muy claro cuando comenta: «Mis hijos viven
de que el poker no sea un juego de azar».

Sin embargo, estamos muy lejos de extraer las


conclusiones legales que deberían corresponder a esta idea.
En Estados Unidos, patria indiscutible del poker, la Ley
Antijuego (UIGEA: Unlawful Internet Gambling
Enforcemente Act) permite desde octubre de 2006
interrumpir el flujo de dólares a las salas virtuales, y en 2008
a varios estados incluso restringir el acceso de sus
ciudadanos a las salas de juego virtuales, como
consecuencia de la decisión tomada por un juez de ejecutar
la petición del gobernador de Kentucky de restringir el
acceso a 140 dominios online en donde se jugaba al poker.
Este nuevo «Caso Kentucky» muestra la persistencia de
actitudes legales y morales contrarias a la libertad de los
ciudadanos en asuntos relativos a su vida privada bajo la
coartada de protegerlos de vicios como el juego. La puesta
en vigor de la UIGEA traería consecuencias importantes para
la modalidad dominan te de poker jugado en la red y
afectaría a los jugadores europeos que, como Raúl, se
habían iniciado en el poker por entonces. Pero volveremos
sobre este asunto más adelante. Lo que quiero subrayar aquí
es que los prejuicios antijuego están lejos de desaparecer en
las sociedades teóricamente liberales y tolerantes de
Occidente. Y se proyectan desde el neoprohibicionismo
norteamericano manifestado en la UIGEA hasta la legislación
fiscal vigente en la tolerante Europa.

En efecto, en Europa, donde no existen restricciones


legales para acceder a los casinos virtuales, la disparidad del
tratamiento fiscal que los diferentes estados (dentro o fuera
de la Unión Europea) dispensan a los «juegos de azar»,
entre ellos el poker, tanto en los torneos como en la red,
produce fenómenos chocantes. Así nos lo cuenta Juan
Manuel Ortega («Planet Póquer Magazine-12») en su
artículo: «Hacienda gana el brazalete de las WSOP». ¿Que
Hacienda gana un torneo de poker? Pues según Juan
Manuel Ortega parece ser que sí: «El campeón, el danés
Peter Eastgate, hubo de pagar el 72 por ciento de su premio
de las WSOP a su fisco, mientras que el subcampeón, el ruso
Demidov, sólo tuvo que tributar lo mismo que cualquier
ganador en una competición deportiva, al estar reconocido
en Rusia el poker como deporte de competición, con un
estatuto similar al del ajedrez. Resultado: el subcampeón no
sólo ganó más dinero que el campeón, sino que compitió
como un deportista y no como "un perro vicioso"» [sic].

Como pueden ver, no crean que este tema de los


prejuicios antijuego es asunto baladí.
En donde se cuenta cómo Raúl pasa de la práctica a
la reflexión sobre la práctica, y de cómo la escritura
sobre el poker le permite distanciarse para
comprender el mundo del poker: foros, temas,
teorías, ideas...

aúl emprendió su carrera de jugador


profesional como quien emprende una tarea mezcla de duro
trabajo de oficina y proyecto de investigación. No se trataba
de demostrar a sus padres y a sí mismo que no se había
equivocado. A fin de cuentas, cuando cruzó su Rubicón
particular la derrota no lo habría conducido, como a César, a
la severa condena del Senado. Los padres nunca son tan
implacables, y siempre podría haber reemprendido su carrera,
abandonada a comienzos de quinto curso. Tampoco se
trataba de ganar el suficiente dinero, cuestión que ya había
conseguido en parte, como relataremos a continuación. No
era eso, sino algo más importante. Se trataba de demostrarse
a sí mismo y a los suyos que ninguna actividad humana que
suponga habilidad está limitada a la suerte ni tiene su
recompensa al margen del esfuerzo. Se trataba de demostrar
que si utilizaba sus conocimientos matemáticos en su
actividad como jugador, y si lo hacía reflexionando sobre sus
errores y sus aciertos, podría triunfar por encima de los
caprichos de la esquiva diosa del azar. Y eso implicaba, si
hemos de creer las conclusiones de Genugten sobre el
reparto de papeles entre habilidad y fortuna en el poker, que
la única forma de burlar a ese peligroso toro de la suerte en
el ruedo del poker era imponiendo la fuerza de la razón a
base de torear bien.

Dicho de otro modo y bajándonos de la metáfora: jugar


muchas manos, miles y miles de manos, miles de horas
sentado frente al teclado y la pantalla de su ordenador. Y
estar atento, muy atento, a lo que sucedía. Analizar las
jugadas, estudiar las estadísticas de las manos, poner a
prueba las estrategias más adecuadas, comprobar los
resultados, sobreponerse a las malas rachas, arriesgar el
dinero justo y reflexionar sobre todo ello. Un trabajo más
cercano a la humilde paciencia del amanuense que al tópico
descaro del caprichoso jugador clásico.

«Después de tomar la decisión -me confirma- dediqué


todo mi tiempo al poker. Me sentía obligado a demostrar a
mis padres que no estaba vagueando y que convertirme en
jugador profesional era lo mejor para mi futuro. Trabajaba
entre doce y dieciséis horas al día sentado frente a mi
ordenador. No sólo jugando manos online, sino visitando
páginas especializadas en Internet, leyendo artículos,
bajándome programas de estadística y analizando con
cuidado mi forma de jugar. Incluso empecé a escribir
artículos de poker en la mayor comunidad de habla hispana
dedicada a este juego: www.poker-red.com. El fundador de
esta comunidad, Simón Muñoz, era precisamente el amigo
que me habló del Texas Hold'em por primera vez».

Lo cierto es que si no hubiera conocido antes su faceta


como escritor especializado de poker e incluso leído algunos
artículos suyos tanto en www.poker-red.com como en Planet
Póquer Magazine, me habría sorprendido. Su generación no
se caracteriza precisamente por la afición a la literatura,
activa o pasiva. Sin embargo, no puede negarse que
cualquiera que sienta verdadero interés por estudiar algo, es
inevitable que acabe leyendo y escribiendo sobre ello.

«Escribía por dos razones -me explica, asintiendo ante mis


reflexiones-. La primera porque necesitaba combinar mi
tiempo dedi cado al poker realizando actividades más
relajadas que jugar en dieciséis mesas durante doce horas
cada día. Pero la segunda y más importante, porque escribir
me hacía mejor jugador. Me obligaba a ordenar mis ideas, a
argumentarlas de forma coherente y a repasar lo que no
tuviera claro cuando la gente que me rodeaba exponía sus
dudas. Y no me cabe duda -apostilla- de que escribir ha sido
uno de los factores que me han convertido en lo que soy
hoy en el mundo del poker y, a pesar de haber dedicado
muchísimas horas a esto, es algo que volvería a hacer si
tuviera que reemprender mi carrera».

Ya les había adelantado que Raúl se había planteado este


reto como una mezcla de duro trabajo de oficina y proyecto
de investigación. Y sólo unos cuatro meses después de
empezar en serio, todo este trabajo dio sus frutos: en el
verano de 2006 la sala virtual Party Poker invitó a Raúl a
participar en el campeonato para amateurs de Cardiff (Gales)
por ser un buen jugador del Texas Hold'em Limit. De los
treinta y dos jugadores que participaron en la fase amateur,
el campeón podría jugar el torneo para profesionales. Raúl
ganó la fase amateur y quedó clasificado el tercero entre los
ocho mejores jugadores de la mesa final del torneo. Y obtuvo
la bonita cantidad de 52.600 dólares. La modalidad del
Hold'em Limit tenía los días contados como consecuencia de
cambios legales en Estados Unidos a partir de octubre de
aquel mismo año, pero Raúl no podía haber empezado con
mejor pie.

«Me mudé de casa de mis padres (seguían bastante


tensos con el tema de haber aparcado la carrera) y tuve un
año muy rentable. Después de esto consideré enseñar a
jugar a algunos amigos, pero las cosas no eran demasiado
fáciles para ellos. Yo no tenía demasiado tiempo y la
modalidad reina en aquella época, el Texas con límite, era
complejísima para ser ganador en los niveles más altos». La
razón es bastante obvia: los niveles en el poker tienen
mucho que ver con la calidad de los jugadores y con el
riesgo que están dispuestos a asumir. Un jugador aficionado
tiene por motivación esencial pasar un buen rato y distraerse
un poco. Un jugador avezado o profesional desea ganar
dinero. Por tanto el primero entrará en una mesa en la que las
apuestas obligatorias mínimas (la ciega pequeña y la ciega
grande) sean relativamente pequeñas, mientras el segundo
buscará la mesa donde sean más altas. Sin embargo, el Texas
Hold'em Limit pone una barrera, por su propio sistema de
escalonar y limitar las apuestas, para conseguir botes
grandes. Ganar dinero en esa modalidad de poker significa
jugar muchas partidas, muchísimas, y hacerlo bien. En el No
Limit conseguirlo significa tomar tres decisiones; en el Limit,
el triple, pues las resubidas en cada turno de apuestas están
limitadas. Además, restarse (apostar todo lo que te queda)
sólo tiene sentido cuando practicas una táctica defensiva
porque te quedan pocas fichas, menos que los importes
máximos de las apuestas permitidas. En pocas palabras, el
poker se convierte en esta modalidad en un juego
engorroso, como si te empeñaras en avanzar por un suelo
fangoso en el que se te quedan pegados los pies. Aunque a
Raúl no se le quedaran pegados en Cardiff.

Por otra parte, si alguien cree que pese a las muchas horas
de estar sentado frente a un ordenador, en el fondo no se
trataba más que de «jugar» y pasar un rato entretenido, está
equivocado. La mayor parte de la gente que entra en los
casinos virtuales a jugar unas manos, lo hace como
diversión, para relajarse. El simple cambio de actividad de
tus tareas cotidianas para jugar una partida es un alivio
mental y nos proporciona un descanso reparador. Por lo
demás, cuando el esfuerzo necesario de concentración para
jugar se vuelve excesivo, sólo tenemos que levantarnos,
apagar el ordenador y marcharnos a ver la televisión, a hacer
la cena o a dormir. Pero imaginemos que nuestro trabajo
consiste en eso, en jugar, y que jugar muchas horas esté
relacionado con nuestros resultados económicos a fin de
mes. Lo que para cualquiera de nosotros no es más que un
juego, para un jugador profesional es un trabajo, una
actividad que puede volverse tensa y agotadora, al menos
tanto como se nos antoja nuestro propio trabajo cuando
estamos fatigados o cansados. La rutina es uno de los
peores enemigos incluso de nuestros propios gozos.

Y si no están de acuerdo no tienen más que pensar en la


historieta del «huésped caprichoso». Seguro que la conocen
en alguna de las varias versiones que circulan como chistes.
Es muy sencilla: el abad de un monasterio recibió a un ilustre
huésped en su cenobio a quien se veía obligado a agradar
por indicación expresa de la jerarquía eclesiástica. A los
pocos días de su estancia le preguntó si se sentía a gusto y
si había algo en que pudiera influir para que se encontrara lo
más confortable posible. El huésped le aseguró que todo
estaba a su gusto salvo una cosa. El abad le requirió para
que expresara sus deseos. «La comida», le dijo el hombre.
«¿La comida?», se sorprendió el abad, cuyo cocinero, un
monje con mucha experiencia, estaba reputado como
excelente. «Sí, es muy monótona -le explicó el caprichoso
huésped-, muchos pescados y verduras para mi gusto». El
abad meditó y decidió preguntarle cuál era su comida
favorita. El huésped le respondió sin pensarlo dos veces:
«Jamás me cansaría de comer un buen asado de cordero». El
abad le prometió que haría lo que estuviera en su mano para
agradarle y fue a hablar con el fraile que manejaba los
fogones: «Hasta nueva orden -le dijo- prepararás para
nuestro ilustre huésped su plato preferido». El cocinero, que
conocía a su abad, asintió sin rechistar a sus instrucciones.
Pasados unos días, el abad buscó al huésped y le preguntó
si se sentía satisfecho, a lo que el hombre respondió con
entusiasmo que no podía ser más feliz. Unos pocos días
después, sin embargo, vino a buscarlo el cocinero y le dijo
que el huésped caprichoso había vuelto a protestar por la
comida quejándose de que siempre fuera igual. Sin embargo,
el abad le ordenó que siguiera sirviéndole lo mismo. Pocos
días más tarde el huésped llamó a su puerta con rostro
compungido. «¿Qué hay? ¿Puedo ayudaros en algo?».
«Señor abad, sé que habéis ordenado al cocinero servirme
cordero asado a diario para agradarme», le explicó. «Vos
mismo me dijisteis que jamás os cansaría semejante plato», le
contestó el abad disfrutando del momento. «Sí, es cierto -
reconoció el hombre-, pero tanta repetición me ha hecho
aborrecerlo». «Queréis decir entonces que os agradaría
volver de vez en cuando a las verduras y los pescados».
«No podéis imaginar cuánto os lo agradecería». «Bueno -
concluyó el abad-, tal vez lo más sensato sea que dejemos
que el cocinero nos sorprenda. En la variación está el
gusto». A veces pienso que es una pena no haber conocido
esta historia cuando mi hija era pequeña y se mostraba
obsesionada por las patatas fritas.

Volviendo a Raúl, no me cabe ninguna duda de que su


dedicación al poker como jugador profesional no era un
camino de rosas. «Hay varios aspectos bastante duros en
dedicarse exclusivamente al poker como trabajo. En primer
lugar, cuando ya jugaba en mesas con apuestas elevadas,
además de las largas jornadas, los horarios eran muy
incómodos. La mayoría de los rivales eran estadounidenses,
y eso implica un horario de madrugada en España. Un horror,
vamos. Tenía que levantarme a las cuatro de la madrugada y
acostarme a las ocho. Y terminaba agotado después de jugar
miles de manos. Además de horarios duros, tenía todavía la
presión psicológica de estar haciendo algo socialmente
inaceptado, algo sobre lo que mucha gente te ha advertido
que vas a acabar mal y en donde no tienes un sueldo fijo. Y
una mala racha puede hacerte dudar de todo lo que sabes».

Aunque hayamos roto una lanza por la idea de que el


poker no es un puro juego de azar y dependa en cierto grado
de la habilidad, eso no quiere decir que la suerte, buena o
mala, no cumpla su papel. De hecho, lo hace y mucho. Para
Raúl y sus compañeros del Equipo Unibet, como para
cualquier jugador, el azar, la suerte, se presenta en forma de
buenas o malas rachas. Matemáticamente estas rachas
adoptan la forma de un desvío o varianza en el perfil de las
curvas que expresan las series estadísticas de resultados de
las manos jugadas. Me explico: supongamos que tomamos el
dinero ganado al jugar al poker como variable a representar
en una gráfica. Si este dinero se va incrementando según
jugamos muchas manos, nos encontraremos con una curva
cuyo perfil general será ascendente. Esa curva mostrará
dientes de sierra (pequeños retrocesos) cuando perdamos
algunas manos, pero si jugamos de forma científica y
aplicamos la estrategia correcta, la curva se mostrará
ascendente según se vayan jugando más y más manos,
porque iremos acumulando dinero. Para un jugador
profesional, si esto no fuera así, sería la ruina, y lo más
sensato que podría hacer es abandonar la idea de ganarse la
vida con el poker.

Sin embargo, cuando Raúl (y cualquier otro jugador que


se tome esa molestia) analiza las curvas que expresan su
historial suele encontrarse con desvíos muy bien definidos.
Son periodos en los que el dinero acumulado aumenta más
de la cuenta, disminuye o sufre altibajos y se queda
estancado, porque estos desvíos o varianzas pueden ser
positivos (buenas rachas), negativos (malas rachas) o mixtos
(mezcla de ambas), y manifiestan con claridad cómo el factor
suerte desempeña su papel en el poker (más o menos al
modo como lo explicaba Genugten). Y esto significa que el
factor azar puede hacerte perder manos que has jugado bien
y ganar otras en las que has corrido riesgos estúpidos.

Incluso puede suceder que durante periodos más o


menos largos (semanas e incluso meses) las cosas parezcan
no salirte bien pese a haber analizado escrupulosamente tu
estrategia y comprobado que no has cometido errores. Algo
desmoralizador. ¿Acaso el azar tiene reglas que se nos
escapan? ¿O es que llamamos azar a nuestra ignorancia
acerca de las leyes que rigen el caos? Alvaro Mate, en su
web, se plantea este mismo problema a partir de una
paradoja de Bertrand Russell: «¿Cómo osamos hablar de
leyes del azar? ¿No es el azar la antítesis de toda ley?». Nos
recuerda la retórica pregunta de Russell. Hoy sabemos que
la fenomenología de la realidad es indiferente a estas
paradojas. Lo que llamamos leyes físico-naturales no son
más que procesos regidos por la probabilidad a nivel de las
partículas elementales, y aunque la probabilidad de las leyes
microfísicas sea abrumadoramente alta, no se puede eliminar
un pequeño resto de azar. Las partículas elementales no
están sujetas a procesos mecánicos y se muestran muy
rebeldes a la hora de revelar sus secretos. Recuerden el
principio de incertidumbre de Heisenberg: «El observador
altera el objeto observado». Cuando en el laboratorio el
científico ilumina una partícula para observar su trayectoria,
altera la carga de esa partícula y su velocidad. Y si renuncia a
iluminarla, no podrá observar su trayectoria aunque pueda
medir su carga. Lo cual no quiere decir que dicha partícula
no actúe con arreglo a principios sobre los que existe un
velo de incertidumbre y, por tanto, que Einstein tuviera razón
cuando afirmaba que «Dios no juega a los dados». Casi
seguro que tampoco al poker.

De hecho, si dispusiéramos de todos los datos físicos


acerca de una baraja de cartas, acerca de las manos humanas
o de la máquina que la barajan, y acerca de su disposición
inicial, y pudiéramos procesarlos debidamente, es posible
que pudiéramos predecir todas y cada una de las cartas que
serían repartidas sobre la mesa. Lo mismo podría ocurrir si
dispusiéramos de la suficiente información acerca del
programa informático cuyo algoritmo preside la aparición de
las cartas en una partida virtual. Podríamos predecir qué
cartas serían repartidas y en qué orden, tal vez incluso
podríamos descubrir el sesgo de dicho programa, como los
viejos jugadores de ruleta intentaban adivinar el sesgo de
las mesas anotando demencialmente miles de resultados. Por
esta razón los casinos cambiaban las ruletas de las mesas en
cuanto se apercibían de la aparición de los famosos
miembros del «clan Pelayo» en sus salas, y también por ello
todavía hoy las revisan y equilibran constantemente. Si
quisiéramos llegar al límite, tal vez habríamos de admitir que
el azar puro, desde el punto de vista físico, no existe. Y
tendríamos que cambiar ese concepto por el más moderno de
«caos». No tengo tan claro que a nivel microfísico sea
distinto. Pero a efectos prácticos, la cuestión es irrelevante:
jamás dispondremos de los billones de datos necesarios
para la predicción absoluta, sólo los pocos datos evidentes
para predecir lo probable. Y en eso consiste la única
estrategia racional posible: conformarnos con la
probabilidad.

Como bien nos explica Raúl: «Los sucesos en el poker


son totalmente independientes y, por tanto, después de un
día afortunado o desafortunado, en la siguiente sesión nos
encontramos en la misma situación que si no hubiésemos
jugado el día anterior. Podemos tener la misma suerte, peor o
mejor, y no hay forma alguna de predecirlo ni de "anticiparse
a las malas rachas" o "aprovechar las buenas rachas".
Cualquier idea en este sentido no es sólo errónea, sino que
además resulta muy costosa a largo plazo. Lo único
importante es no dejar que la buena o mala suerte que
hayamos tenido modifique nuestro juego, ni creernos
mejores o peores jugadores de lo que en realidad somos por
estar teniendo mejores o peores resultados a corto plazo».

Éste es el núcleo de la filosofía de Raúl para jugar bien al


poker: «Lo único importante es no dejar que la buena o mala
suerte que hayamos tenido modifique nuestro juego». Esta
filosofía le permitió sobreponerse a las dudas enfermizas que
la mala suerte sembró en su ánimo. Y al parecer, hizo bien en
seguirla: «Con el paso del tiempo superé todos los
inconvenientes. Me establecí como jugador en las mesas
altas de la época y jugué muchas, muchas manos». Y, por
supuesto, ganó mucho dinero, me permito añadir. El
suficiente dinero como para confirmarle en el camino que
había elegido como jugador profesional y para profundizar
en los recovecos del juego.

Sin embargo, el poker es un juego doblemente sujeto a los


reveses de la fortuna, ya que ésta no sólo interviene en sus
interioridades, sino en sus relaciones con la percepción
social y las leyes vigentes. Ya hemos hecho alusión a su
dilatada historia de persecución legal, a su leyenda negra y a
su mala fama. Estas circunstancias han contribuido a que
sus reglas cambien, evolucionen y se adapten a las nuevas
circunstancias. Raúl entró en el mundo del poker online
(detesto esta palabra, si tenemos el término «virtual»)
cuando la modalidad dominante en los portales de Internet
eras el Texas Hold'em Limit (poker de apuestas limitadas).
Corría el año 2006 y la prevención implícita en el sistema de
apuestas de esta modalidad había tenido mucho que ver con
su popularización en la red y con su legalización en muchos
países. No tanto en Estados Unidos, donde las leyes
federales y de algunos estados no restringieron el acceso a
esos casinos virtuales a sus usuarios bajo el condicionante
de limitar las apuestas. No obstante, la inmensa mayoría de
los casinos virtuales tenían sus sedes sociales en diversos
paraísos fiscales y ya se daban con un canto en los dientes
con que las autoridades no pusieran barreras legales para
que los jugadores pudieran acceder a sus portales por
Internet. Cosa que acabaría sucediendo en 2008, como
hemos contado más arriba, con el nuevo Caso Kentucky.

Sin embargo, ya en 2006, cuando Raúl llevaba todavía


poco tiempo dedicado al juego profesional, el contexto
cambió en unos pocos meses: «A raíz de cambios legales en
Estados Unidos muchos jugadores desaparecieron y la
modalidad reina pasó a ser el Texas NL (no limit) Hold'em, es
decir, el poker con apuestas sin límite. A pesar de lo alocado
que suena, en realidad es una modalidad mucho más sencilla
que el Hold'em con límite, y es la que triunfa en la actualidad
y la que se juega en todos los grandes torneos del mundo».

Para explicar lo sucedido tenemos que volver a la UIGEA,


la ley contra el juego patrocinada por el presidente Bush en
octubre de 2006. El gobierno estadounidense llevaba
muchos años observando el fenómeno del juego virtual en la
red como quien tolera un moscardón inoportuno. Los
grandes casinos presenciales estadounidenses, salvo en el
caso de que las salas virtuales fueran propias, lo observaban
con menos tolerancia: como un grupo de hienas obligado a
compartir su carroña con los molestos buitres online, si se
me permite la expresión. Los portales de Internet que
ofrecían juego virtual (y restaban clientes al juego en vivo)
estaban radicados sobre todo en otros países: Canadá,
algunos países europeos y, sobre todo, en los citados
paraísos fiscales. En el caso concreto del poker, el aficionado
americano, por entonces un 80 por ciento de los jugadores,
según palabras de Raúl, estaba acostumbrado a jugar la
modalidad de Limit simplemente porque era la forma en que
podías arruinarte menos.

En Europa, sin embargo, ocurría lo contrario: el aficionado


europeo había conocido el poker en la televisión y en torno
a los grandes torneos, en donde la modalidad reina era el
Texas No Limit. Además, aquí los casinos virtuales podían
ofrecer sus salas online de forma legal, aun que no por ello
desdeñen radicarse en lugares como Malta, Gibraltar o la isla
de Man, para obtener ventajas fiscales. En octubre de 2006
las cosas dieron un vuelco en Estados Unidos, y lo hicieron
por motivos fiscales (aunque bajo la cruda necesidad fiscal
subyazca el viejo prejuicio puritano antijuego). El gobierno
federal tenía tres posibles formas de atizar el golpe: por un
lado millones de jugadores que entraban en la red y
apostaban su dinero; por otro miles de empresas online que
ofrecían sus salas virtuales; por último, cientos de entidades
financieras estadounidenses (y de otros países) que
operaban las transferencias de dinero entre unos y otros.
¿Qué clavo martillearían ustedes de los tres? La UIGEA no
albergó duda alguna: prohibió el tráfago de las
transferencias financieras entre los jugadores y las salas.
¿Para qué perder el tiempo en perseguir a cualquiera de los
millones de «John Smith» que ingresaban sus 100 dólares en
un casino virtual a través de su tarjeta Visa, Master Card o
American Express? ¿O para qué intentar prohibir la actividad
en una red formada por multitud de empresas radicadas
dentro o fuera de sus fronteras, si tenían la sede central de
American Express bien a mano, en Nueva York? Bastaba con
prohibir estas transferencias y avisar con unos pocos
golpes de efecto a los gerentes de las empresas online,
deteniendo por ejemplo al director general de Sporting Bet y
teniéndolo en arresto domiciliario durante tres años por
continuar ofreciendo sus servicios a los jugadores
estadounidenses. Aviso para navegantes (y nunca mejor
dicho, aunque sean virtuales).

En muy poco tiempo, grandes casinos virtuales


americanos, como Party Poker, que llegó a cotizar en bolsa,
vieron cómo arrancaban la hierba debajo de sus pies. Otros,
como PokerStars, radicado en Canadá, o Full Tilt Poker,
vieron disminuir su negocio a corto plazo, pero con el tiempo
saldrían favorecidos ante la desaparición de la competencia
de los casinos virtuales estadounidenses. Pero lo más
espectacular, hasta que el tiempo fuera ofreciendo la
posibilidad de aplicar el viejo dicho de «hecha la ley, hecha
la trampa», y los casinos virtuales realizaran sus
transferencias bajo conceptos no ilegales, como la compra
de un libro inexistente o el pago de la cuota de pertenencia a
un club..., lo más espectacular, insisto, fue la repentina
desaparición de la red de los millones de jugadores
estadounidenses junto a su modalidad predilecta de Texas
Limit. El 80 por ciento de los jugadores online
acostumbrados al Limit quedaron bloqueados: ni podían
ingresar su dinero en ninguna sala, ni tampoco traérselo del
banco radicado en Las Bermudas, Gibraltar, Malta o la isla de
Man. Sencillamente habían desaparecido de la red y no
podían jugar porque no podían mover su dinero. La red
quedaba en manos del 20 por ciento restante, en su mayoría
jugadores europeos acostumbrados al No Limit. Y, por
supuesto, Raúl Mestre y sus amigos, que se iniciaban en el
poker, tuvieron que adaptarse a la nueva modalidad de
juego.

Por suerte, los fundamentos y la estrategia seguían


siendo básicamente los mismos, pero había que hacer ciertos
ajustes importantes muy relacionados con las innovaciones
que Raúl ha desarrollado en los últimos tiempos en su
escuela de poker y muy vinculados a los éxitos cosechados
por el Equipo Unibet. Aunque de todo esto trataremos en la
segunda parte de este libro, baste como adelanto comentar
lo esencial de la idea: en el juego de poker con apuestas
limitadas el jugador primerizo o inexperto puede elegir las
mesas con límites más bajos para protegerse; en una
modalidad con apuestas sin límites, aunque proceda de la
misma manera -el nivel de juego de una mesa siempre se
expresa como múltiplo de las apuestas ciegas a la intemperie
ante jugadores más experimentados o agresivos que, como
ya vimos, podrán hacerlo renunciar a manos que podría
haber ganado o hacerle pagar muy caras las que pierda,
simplemente aprovechando su superioridad en fichas a la
hora de apostar.
De cómo evitar esas situaciones en el Texas NL trata la
innovadora estrategia de «Pila de fichas corta» o «Resto
corto» (Short Stack) planteada por Raúl. La idea básica es
sencilla: en el poker, el jugador que se resta en un turno de
apuestas, es decir, el que apuesta todas las fichas que le
quedan (all in), obliga al resto de jugadores que acepten
entrar en el bote a igualar sin que puedan utilizar su superior
número de fichas para resubir. Una pila de fichas corta te
permite por tanto enrocarte para frenar el mayor potencial de
dinero del resto de jugadores con un bajo coste, cosa que
saldría muy cara en caso de tener muchas fichas registradas
en la mesa. Pero esto, como he dicho antes, es otra historia.
Ahora lo importante es volver a Raúl y comprobar cómo
convirtió su pequeño milagro personal en una empresa
colectiva con un potencial de juego y unos resultados
asombrosos. Teniendo en cuenta, además, que para ello
tuvo que suceder ese fenómeno que, no por estar tan
castizamente descrito por el dicho popular, deja de ser raro:
«Dios los cría y ellos se juntan».
En donde se habla de cómo Raúl consigue
reconocimiento como experto y de su contacto con
Unibet para, bajo su patrocinio, participar en
torneos y reunir un equipo de jugadores
profesionales.

uando se inicia el año 2007 Raúl ya cuenta


con casi dos años de experiencia en el mundo del poker, se
ha independizado de su familia y consolidado como jugador
profesional. Gana suficiente no sólo para vivir con holgura,
sino como para olvidarse del dinero, escribe con frecuencia
en los medios especializados de la red, tiene su propio blog
y ha reunido un pequeño grupo de amigos y conocidos a
quienes ha empezado a instruir en el poker por iniciativa
personal y por el puro placer de enseñar. Desde que han
desaparecido de la red los jugadores estadounidenses, por
los cambios legales antedichos, ha dejado las mesas
virtuales durante unos pocos meses para investigar a fondo
el intríngulis de la nueva modalidad reina del poker. Este
estudio es el que le llevará a afinar los principios de su
estrategia de «Resto corto». Con su viejo amigo Simón
empieza también a pensar en su proyecto de escuela virtual
de poker. Y en ese momento es cuando conoce a la persona
que, sin saberlo, necesitaba: Juan Barrachina. Porque éste sí
que sabía perfectamente lo que iba buscando. Lo único que
necesita ba saber era que esa persona era precisamente Raúl
Mestre. Asunto que llevó su tiempo.

«Este cambio de modalidad al No Limit -confirma Raúl- me


apartó unos meses de las mesas. En este tiempo, además de
estudiar a fondo la nueva modalidad, conocí a Juan
Barrachina, responsable de Unibet en España. Unibet es un
portal de apuestas deportivas y poker muy fuerte en Europa
(sobre todo en el norte del continente), y quería entrar en el
mercado español del poker contando con la imagen de un
profesional. Gracias a haber escrito muchos artículos yo era
un jugador con renombre en la comunidad, así que hablaron
conmigo y llegamos a un acuerdo para jugar eventos con
inscripciones de miles de euros alrededor del mundo». Dicho
así parece fácil, ¿verdad? Pues no crean que fue tan sencillo.
El mundo del poker hizo honor a su mítica y turbia fama
antes de que se cumpliera ese consabido milagro de que
Dios críe a algunos por separado para que éstos acaben
juntándose. Para ello lo mejor es que hablemos un poco de
Juan Barrachina, a quien tuve el placer de conocer antes que
a Raúl y, en última instancia, el responsable de que me vea
en estos menesteres de cronista del poker.

Juan Barrachina es el típico ejecutivo valenciano, joven y


dinámico, con dos matices que lo diferencian de la mayoría
(dejando aparte su particular aspecto físico: pelo castaño
muy liso, estatura media y ojos marrones oscuros). En primer
lugar, sabe escuchar, e incluso lo prefiere, en vez de hablar; y
es de una llaneza y sinceridad que desarman a la gente. Una
gran ventaja, porque los que escuchan son escuchados. Es
de esas raras personas pertenecientes al mundo comercial
que no te inspiran impulsos de fuga y con los que te
encuentras hablando tanto del negocio que te traes entre
manos como de cualquier otra cosa de manera natural y
relajada. Deberían permitirle dar un máster de marketing y
quemar en la vía pública los libros de Og Mandino y el resto
de gurús del mercadeo profesional, porque representa el más
clásico retorno al maestro de los maestros de la venta:
¿recuerdan el Cómo ganar amigos de Dale Carnegie? Pues
Juan Barrachina, y éste es el segundo matiz, es de esas
personas que saben ganar amigos. Y conseguirlo en el
mundo de poker no es un asunto tan sencillo.

En principio, sus planes de fichar a alguna estrella del


poker para impulsar su sala de juego no eran demasiado
originales. Que un portal de poker online recurra a patrocinar
a un jugador de éxito no es muy diferente al hecho habitual
de que los deportistas de élite exhiban determinadas marcas
en sus camisetas, sus raquetas de tenis o sus escuderías de
Fórmula 1. Se supone que los jugadores famosos atraen a
los aficionados a los portales en los que juegan, y si además
ganan en los torneos de poker patrocinados por estos
últimos, y transmitidos por las cadenas televisivas, es la
mejor estrategia publicitaria para visibilizar al gran público
las salas de juego online. Los casinos virtuales cobran una
pequeña tasa porcentual a los jugadores por jugar en sus
mesas y, de esa comisión, pagan a su vez otro porcentaje
(rakeback) a sus estrellas. Cuanto más estrellas sean los
unos y menos potencia mediática tengan las salas, mayor es
el porcentaje que se paga y viceversa, ya que éste puede ir
de un 10 o 20 por ciento hasta un 70 por ciento, con la
finalidad de que sus estrellas sigan jugando. Si participan en
un torneo o campeonato bajo su patrocinio y consiguen
algún premio, obtienen una repercusión mediática y una
publicidad gratuita (en estricto sentido: propaganda) que
funciona como una fuerza tractora para llevar a sus salas a
nuevos aficionados.

Unibet intentaba posicionarse en el virgen mercado


español en un momento -hablamos de 2005- en que el poker
empezaba a desprenderse de sus cáscaras de prejuicios
negativos entre el público español. Así había sucedido en
otros países y así era de suponer que había de suceder en el
nuestro, pero antes de que se produjera la explosión (cuyo
síntoma fue la atención que las cadenas televisivas
españolas empezaron a prestar al fenómeno desde 2006)
había que posicionarse en el nuevo mercado virtual que se
estaba abriendo en España. Juan Barrachina lo tenía muy
claro y, como joven ejecutivo de Unibet, necesitaba
demostrar a sus directivos londinenses que España era un
mercado emergente en el mundo del poker y que existían
buenos jugadores, más allá de la excepción de los inspirados
«Pelayos» y otras pocas figuras.
De hecho, ya en octubre de 2005 tuvo la iniciativa de
convocar una reunión con los expertos en poker online de
nuestra ciudad, entre ellos Simón Muñoz, administrador de
www.poker-red.com (webmaster, en la jerga al uso), con el
mismo fin: prestigiar y potenciar el juego en la red en
España. La reunión del proyectado lobby valenciano se
celebró en el Club de Bridge de la calle de Bélgica (el Club
Griffins, exclusivo para iniciados en ese sofisticado juego).
Algo así como una reunión de parientes pobres -y no tan
pobres- en la trastienda. Iba a tardar dos años en conseguir
su sueño: un equipo de jugadores profesionales ganador. Y
lo que era aún más difícil: que ese equipo surgiera de la
cantera valenciana. A aquella reunión asistieron personas
como Gonzalo García Pelayo o Diego Pradera, y se produjo el
primer debate: para potenciar el mundo del poker en Internet
y prestigiar el juego, ¿era conveniente o no enseñar a jugar
bien a los internautas? García Pelayo opinaba que no. Según
lo veía, una cosa era predicar y otra dar trigo. Juan
Barrachina y Simón Muñoz pensaban que sí: un jugador no
se interesará en el juego en la red si va a costarle siempre
dinero o parece un juego sujeto al puro azar. No querían
perdedores, sino gente interesada en aprender y mejorar sus
habilidades, porque presumían que ello incrementaría y
afirmaría su afición.

Este punto de partida iba a hacer que los proyectos de


Juan, Simón y Raúl acabaran complementándose para
encajar a la perfección. Si las salas no quieren jugadores
perdedores ni ludópatas, impulsar la enseñanza del poker en
la red acabaría acreditándose como una estrategia
doblemente correcta: no sólo atraerían a nuevos interesados,
sino que la cultura del poker elevaría el nivel general de
competencia de los jugadores españoles en la red y ello
redundaría en que aparecieran nuevas promesas. Con el
tiempo, los jugadores que mostraran sus habilidades en
Internet adquirirían la calidad suficiente como para ser
también triunfadores en los torneos en vivo.

Pero no adelantemos acontecimientos, ya que algunos


episodios iban a poner a prueba su proyecto. No me resisto
a contarles el más estrafalario de sus fracasos porque, como
todos los fracasos, tiene su parte divertida. Tiene que ver
con uno de esos personajes con quienes la realidad libra su
batalla diaria contra la ficción, y la libra con ventaja. El
personaje en cuestión, Daniel Kohut, se presentaba bajo el
mote de «El Boa» (The Boa en realidad, dada la estúpida
anglofilia de estos ambientes). El Boa era el típico pirata del
poker que iba de ciudad en ciudad y que en el verano de
2005 acabó recalando en Valencia. Jorge Pla, jugador de
Alzira, le habló de este personaje a Juan Barrachina. En junio
de 2005 Daniel The Boa aparece en www.poker-red.com
presentado por un misterioso internauta llamado «Cúspide»,
y en relación con una fantasmagórica «Spanish Poker Clubs
Association» (SPCA). La noticia no tiene desperdicio, y la
reproduzco tal cual apareció, faltas de ortografía incluidas:

EN ESPAÑA EXISTE UNA ASOCIACION DE SABÍAN


USTEDES QUE ESPAÑA TIENE, DESDE HACE CASI 1
AÑO, UNA ASOCIACION ESPAÑOLA DE CLUBS DE
POKER?????? LOS POKERES INTERNACIONALES SON
JUEGOS DE DESTREZA, HABILIDAD Y ASTUCIA, NO
DE AZAR.

Queremos informarles que se ha creado la "Spanish


Poker Clubs Association" (SPCA), Asociación Española
de Clubs de Poker. La asociación esta situada en Valencia.
Es una entidad asociativa privada, sin ánimo de lucro, con
personalidad jurídica y patrimonio propio e independiente
del de sus asociados.

QUIENES SOMOS? Somos un grupo de jugadores de


pokeres internacionales*, (Texas, Omaha etc.), mujeres, y
hombres, de diferentes edades y nacionalidades. Estamos
representados por 24 países, (España, Suecia, Finlandia,
Inglaterra, Irlanda, Francia e Italia, para mencionar
algunos). Somos gente que vive, trabaja y/o estudia en
España.

QUIEN GUTA LA SPCA? La asociación (SPCA) esta


guiada por Daniel "The Boa", quien trajo los pokeres
internacionales (Pot Límit Texas y Omaha) a España en el
1998. Del primer club de poker salió el
Ecuatoriano/Español Carlos Mortensen, el CAMPEON
DEL MUNDO del 2001 (WSOP). Daniel fue el maestro y
creador de Mortensen. Daniel, (de nacionalidad sueca con
madre española), tiene una enorme experiencia en
organizar poker en vivo. Ha sido director de poker (poker
manager) en Venezuela, Italia, Suecia, Finlandia y en
diferentes lugares de España. Además Daniel ha sido el
primero en organizar TORNEOS DE POKER en vivo en
España en el 1998 (Pot limit Omaha y Texas). También ha
sido el primero, en abrir clubes de pokeres
internacionales, en España. Daniel es el único, hasta
ahora, en crear una red de clubs de poker en España,
miembros de la SPCA.
Se han escrito varios artículos sobre Daniel "The Boa"
en diferentes ediciones de la revista "POKER EUROPA",
debido a su experiencia como jugador de poker del
circuito mundial. Daniel ha sido campeón sueco en el
1996. Daniel es políglota debido a que ha vivido en 9
países del mundo; Argentina, Uruguay, Italia, Suiza,
Finlandia, Suecia, la Republica Dominicana, Venezuela y
España. Habla con soltura el castellano, italiano, francés,
ingles y sueco [sic].

Cuando Juan lo conoció en persona, El Boa le confirmó


que había fundado la Spanish Poker Clubs Association
(SPCA), una especie de federación de más de mil clubes de
poker de toda España, nada menos. Era lógico que a Juan le
hicieran los ojos chiribitas y se le formaran en la pupila esas
familiares imágenes con el signo del dólar: $. Ese símbolo
sesgado por dos barras cuyo origen se encuentra en los
reales de plata españoles, en los que aparecía el escudo
entre las dos columnas sobre las que se enrollaban, como
serpientes, dos bandas con la leyenda: «Non plus ultra»,
simplificadas en una sola y travestida «S» por la universal
ignorancia. Perdóneseme la pequeña digresión, originada sin
duda por el reciente exceso en la ingestión de anglicismos.
Para Juan, decía, era la oportunidad de oro que estaba
esperando: si conseguía que los mil clubes de la SPCA
acudieran a las mesas de Unibet iba a subir muchos puntos
en Londres. En su primera reunión con este personaje asistió
también Agustín, cuya empresa de marketing trabaja para
promocionar Unibet, y ambos quedaron fascinados por las
historias que les contaba Daniel The Boa. Entre otras cosas,
había enseñado a jugar a los Pelayo cuando el grupo familiar
decidió cambiar su negocio de las ruletas -ya no les dejaban
jugar en casi ningún casino del planeta- por el de los naipes.

La comida durante la cual hablaron de la posibilidad de un


acuerdo transcurrió en Marrasquino. El Boa les aseguraba
que podía llevar a su sala virtual a tres mil jugadores, así,
para empezar. Y no hay mejor creyente que quien necesita
creer. Pero claro, como dice el refrán, por la boca muere el
pez. Esa misma noche, pasadas unas horas, El Boa les invitó
a relajarse y a jugar una partida en su «club privado». Juan y
Agustín eran aficionados al poker, como mucha gente, pero
no eran jugadores profesionales. Ni siquiera -ni entonces ni
ahora- jugadores habituales. Sin embargo, noblesse oblige,
aceptaron. ¿Qué cosa más natural que tomar una copa y
echar unas manos entre amigos para cerrar un acuerdo que
trataba justamente de eso, de poker? Juan insistió a Agustín
para que les acompañara al barrio de El Carmen, donde
estaba el club privado de El Boa. Agustín, creo que ya lo he
dicho, es uno de esos mozos que casi dan con la coronilla en
el tope de dos metros de la barra de medir. Esto hacía
sentirse más seguro a Juan en su pequeña excursión
nocturna.

Allá fueron los dos: el club se encontraba en la parte de


atrás de uno de los típicos pubs del Carmen, de cuyo
nombre preferimos, como el maestro de las letras, no
acordarnos. No era precisamente uno de los locales que
suelen atesorar más glamour. El «gorila» de la puerta les dejó
entrar, indicándoles que fueran al fondo, a un patio o terraza
que nuestros dos inocentes personajes imaginaron
agradablemente ilumina do y amueblado, con ese estilo de
mobiliario de mimbre trenzado tan frecuente en las terrazas
mediterráneas. El club privado de alguien tan importante en
el mundo del poker como Daniel Kohut no podía desmerecer
esa idea. Atravesaron las oscuridades musicales del pub,
algo más cutres de lo previsto, y salieron al ansiado patio.
Descorrieron una cortina y vieron el club en todo su
esplendor: un deslunado del Carmen, con cajas de botellas
vacías apiladas contra la pared, en donde nuestro personaje,
El Boa, les esperaba en calzoncillos, con la camiseta medio
desabrochada y comiendo un kebab que chorreaba grasa
junto a un perrillo que mordisqueaba las migajas y trozos de
carne que caían al suelo. La mesa de poker era una tabla de
conglomerado apoyada sobre unos caballetes, y las sillas,
de tijera, de láminas de madera de las que te rastrillan la
espalda con marcas paralelas.

Los parroquianos eran dos tipos peculiares. Uno de ellos


insistía en que se sentaran a la partida mientras envidaba
ansiosamente con 50 euros; el otro, un argentino que les
invitaba con amabilidad: «Che, pibes, sentaos, vamos a
jugar... Venga, entráis en la próxima con 25 euros». Mientras
tanto, El Boa les recibía también con mucha amabilidad:
«Bienvenidos a mi club, muchachos. ¿Queréis tomar algo?».
Como era inevitable, los signos del dólar (y las chiribitas)
desaparecieron de los ojos de Juan, que naufragaron en
profundas ojeras de espanto y decepción. Adiós a la SPCA,
adiós a los tres mil jugadores, adiós al patrocinio de aquella
estrella tan canalla como las treinta monedas de judas...

Juan admite que ha pasado por muchas parecidas: «Me


he metido en todos los charcos -me cuenta-. Muchas veces
no puedes contrastar la información y te crees lo que te
dicen. Internet también se presta a eso. Londres me
presionaba para impulsar nuestro portal en España y yo
reconozco que soy fácil: no tengo motivos para desconfiar
de la gente, y si me cuentan algo, me lo creo. Luego, cuando
me pego el morrón, me lo pego a conciencia, y si tengo que
rectificar, rectifico. Es mejor tener que salir de algo que no
atreverse a entrar. De Daniel El Boa me libré gracias a aquella
reveladora noche. Aún estuvo insistiéndome durante
semanas diciéndome que Bet and Win, otro portal de juego
online con ganas, por entonces, de desembarcar en España,
le había hecho una oferta para montar un torneo con sede en
Valencia (el Torneo de Reyes, para enero de 2006) por 20.000
euros. Le di mis bendiciones para que se fuera con viento
fresco. Luego supe que el asunto de aquel famoso torneo
que organizó para BWin terminó con la intervención de la
policía y con denuncias. No sabes el alivio que sentí al
haberme librado de haber montado nada con El Boa».

El fiasco del Torneo de Reyes de enero de 2006 tuvo sus


consecuencias, y nada buenas, para la imagen de BWin (que
actualmente patrocina nada menos que al Real Madrid). Para
Unibet habría podido significar un largo alejamiento del
mundo del poker español justo en el momento en que éste
arrancaba. El día 10 de enero, tres días después de que aquel
esperado torneo hubiera debido comenzar, Simón Muñoz se
preguntaba en su habitual artículo de www.poker-red.com,
titulado para la ocasión: «Lo que sabemos del Torneo de
Reyes», qué era lo que estaba pasando:

Un día más y seguimos sin noticias acerca del, a todas


luces, maldito Torneo de Reyes. Sin embargo, no dejan de
llegarme diversas informaciones que, sin confirmar,
pueden ayudar a entender lo que está ocurriendo. Os
paso a contar.

Por lo que parece, B&W sólo actúa de patrocinador del


evento, habiendo dejado en las manos de la SPCA, una
asociación de poker cuya cabeza visible es Daniel Kohut,
todos los aspectos organizativos del mismo.

El torneo o se disputa en Valencia definitivamente, o no


se disputa, ya que el material del mismo ya está de
camino. Este dato es bastante fiable, ya que han sido
bastantes las fuentes que me lo han confirmado.

¿Puede no disputarse el torneo? Por los datos que he


podido reunir el torneo debería al menos comenzar en
Valencia, ya que todo parece encarrilado. La única duda
que me surge es la postura de B&W, en definitiva quien
pone el dinero, y de quien no se tienen noticias. A día de
hoy el torneo sigue anunciado en Madrid en su web, y en
todas las creatividades publicitarias expuestas en
Internet.

El artículo concluía con cautela: «¿Cuándo se esperan


noticias? Por lo que he podido leer, la SPCA, o al menos
Kohut, se encuentra en Irlanda disputando un torneo y está
previsto que vuelva el miércoles, esperamos que para arrojar
luz sobre todo este asunto. Por otra parte, y como ya os he
dicho, nada se sabe de la postura de B&W».

Por supuesto, Daniel The Boa Kohut nunca acabó de


arrojar ninguna luz y el torneo jamás llegó a celebrarse. Para
muchos de los lectores e internautas de www.poker-red.com
el asunto estaba claro desde el principio: «Vaya cachondeo -
sentenciaba uno de ellos-. Entre la SPCA y BAW [BWin]
vamos listos. Eso de que Daniel no ha podido ponerse en
contacto con cualquiera de los foros de póquer que hay en
Internet por un problema técnico no se lo cree nadie. ¿Qué
pasa, que en Irlanda no hay Internet? Ja, ja, ja. Qué
vergüenza. Saludos». Y hay cientos de correos del mismo
tenor que éste y de tono más subido que prefiero ahorrarle al
lector.

Sin embargo, los tropiezos no se limitaron a personajes


tan extremadamente exóticos como El Boa. Juan también
tuvo tratos con Gonzalo García Pelayo para que jugara bajo
el patrocinio de Unibet, como no podía ser de otra forma. Era
preferible buscar personas de reconocido prestigio y bien
conocidas, antes que genios salidos de una lámpara mágica
y rodeados de una aura engañosa, con o sin fantasmal
asociación de miles de clubes detrás de ellos. Gonzalo, el
patriarca de la famosa familia, le propuso que jugara su hijo
Óscar, ya que él era demasiado mayor para aguantar las doce
horas de partida de un torneo, aunque figuraría como cabeza
visible de la marca Unibet. Juan aceptó y les financió la
participación en un torneo de Barcelona bajo el patrocinio de
Unibet, en un momento en que Everest Poker había formado
ya su propio equipo y las posibilidades se agotaban, ya que
la directiva de Unibet empezaba a abandonar la idea de
invertir en España.

Llegó el torneo de Barcelona en el verano de 2006 y las


cosas empezaron a funcionar. Juan estaba contento porque
los Pelayos representaban por entonces lo mejor de España
en el mundo del poker profesional. Un mes después se
organizó otro torneo en Londres en el que Unibet podía
presumir de reunir a jugadores prestigiosos de varios países:
Rusia, Suecia, Reino Unido, España... Unibet dio una cena
en Londres en honor de sus campeones y allí, en presencia
de las figuras del poker que jugaban bajo su patrocinio,
Oscar Pelayo anunció con toda la calma del mundo a sus
nuevos compañeros que su padre, Gonzalo, acaba de
inaugurar una sala de poker online en España: Los Pelayos-
Poker. Los directivos de Londres tuvieron que echar mano
de toda su flema para que no se les congelara la sonrisa y les
entrase el hipo. ¿Qué clase de contrato había firmado su
hombre en España? Cuando Juan se enteró de la noticia
habló con Óscar para pedirle explicaciones, y éste le dijo que
la sala la había montado su padre, no él, y que él pensaba
cumplir su contrato y jugar para Unibet. Pero Juan con quien
había llegado al acuerdo había sido con el padre, que
aportaba su apellido y todo su prestigio a Unibet, y éste no
podía utilizar el prestigio asociado a su nombre en dos salas
online diferentes.

«Era como si firmas con Adidas y te pones Nike. En fin -


concluye Juan-, desde 2005 y el asunto de El Boa hasta 2007,
en que por fin encontré a Raúl, transcurrieron dos años de
infarto, en los que fui de chasco en chasco. Durante ese
tiempo, sin embargo, comprendí con claridad dos cosas: la
primera, que necesitaba un equipo de jugadores online,
gente acostumbrada a jugar en las salas de juego virtuales,
no jugadores de torneos; y la segunda, que las cosas era
mejor construirlas desde abajo, con gente joven que
demostrara su habilidad, en lugar de con los típicos
jugadores estrella. Estaba harto de estrellas errantes y
estrellas fugaces. Y la verdad es que no me equivoqué».

El proyecto y la ocasión empezaban a encajar. Juan


necesitaba un equipo de jugadores capaz de generar en la
sala virtual de Unibet comisiones por valor de unos 25.000
euros mensuales. La idea no era ingresar ese dinero en la
caja de Unibet, sino invertirlo en patrocinar a ese equipo de
jugadores para que participaran en campeonatos y torneos
nacionales e internacionales. Tarde o temprano, si la elección
del equipo era la correcta, acabaría por sonar la flauta y ello
repercutiría en el prestigio de su marca. Pero ¿quién podría
ser capaz de seleccionar a esos jugadores y prepararlos de
forma adecuada? Juan había oído hablar de Raúl a dos
personas: Jorge Pla y Simón Muñoz. Al segundo ya lo
conocemos; respecto al primero, se trataba de un jugador
también valenciano, de Alzira, que había obtenido renombre
en el mundo de los torneos de poker en España, los CEP
(Campeonatos de España de Poker). Eran dos
recomendaciones que podrían considerarse como avales.
Entonces entró en el blog de Raúl, se informó sobre él,
comprobó su trayectoria, leyó sus artículos y le propuso la
idea. Aquel joven era la personificación de las cualidades
más contrarias a las de tipos como El Boa que nadie pudiera
imaginarse. Incluso era lo bastante distinto a los Pelayos
como para tomarlo en consideración muy en serio. Un joven
inteligente, trabajador incansable, sensato y tranquilo. Muy
alejado de la figura de divo, si se me permite la expresión.
Alguien que le inspiraba confianza.

Raúl, por su parte, escuchó con interés la propuesta de


Juan. Pilló la idea a la primera y la sopesó con su
acostumbrada y parsimoniosa agudeza. No tenía nada que
perder, y él ya estaba preparando gente para que jugara bien
al poker. Sólo tenía que forzar un poco la máquina y hacer
que se lo tomaran más en serio. Y nada mejor que la
oportunidad que les ofrecía Juan para hacerlo.

En efecto, aquella vez sí que dio en el blanco: «Unibet


estaba muy interesada en organizar un equipo de jugadores
profesionales -me relata Raúl-. No tenían mucha idea de
cómo organizarlo, así que yo les dije que lo mejor que podían
hacer era escoger a los jugadores que fuesen capaces de
jugar más tiempo en sus mesas. Esto se debía a tres razones:
la primera era que un jugador capaz de jugar durante muchos
cientos de miles de manos no podía ser un jugador perdedor,
ya que en caso contrario se arruinaría. La segunda, que un
jugador que fuera ganador en Internet siempre iba a ser muy
superior a los jugadores en vivo. Y la tercera, que un jugador
que juegue durante mucho tiempo en la sala que lo patrocine
dejará mucho margen en comisiones para dicha sala, con lo
que la esponsorización será más económica». Por si no
conocen la tesis de Raúl Mestre acerca de la calidad
comparada entre un jugador profesional online y un jugador
profesional en vivo, sobre las mesas de tapetes verdes, la
expondré con brevedad: según él, el primero es mejor
jugador que el segundo. ¿Pero no se trata de algo
discutible?, se me ocurrió oponerle. Son planteamientos muy
diferentes: en vivo la observación de las actitudes del
contrario -por mucho que se camufle con gorras y gafas de
sol para evitar los cantes- constituye el 50 por ciento del
éxito. En una partida virtual la única información que
disponemos de los rivales nos la proporciona su estilo de
apostar o resubir, que puede ser agresivo o prudente,
además del dinero que tiene registrado en la mesa y que
sabemos puede utilizar para restarse.

«Este punto, en general, crea mucha polémica con los


jugadores de poker en vivo -reconoce Raúl-. El poker en
vivo tiene cierto encanto social y es el escaparate que
buscan todas las salas online para venderse. Pero no es algo
a lo que un buen profesional pueda dedicarse, ya que la
cantidad de manos por hora que se juega es ridículamente
baja. Es cierto que el nivel de juego para los principiantes es
siempre más accesible online que en vivo, pero todos los
grandes jugadores de la actualidad vienen de salas online y
eso no es por casualidad, sino porque la experiencia de dos
años de juego en salas virtuales equivale a la de ciento
cincuenta años en vivo. A día de hoy, la inmensa mayoría de
los grandes eventos en vivo se los llevan jugadores
provenientes de Internet. Sin embargo, para la gente que
lleva años jugando en vivo, que salgamos unos niñatos que
jugamos desde casa y pretendamos ser los que sabemos de
lo que hablamos es un golpe demasiado duro para su ego».
El argumento, ciclópeo, inatacable, me resuena en los oídos:
«La experiencia de dos años de juego en salas virtuales
equivale a la de ciento cincuenta años en vivo».

Eso era algo que Juan Barrachina, a esas alturas, tampoco


le iba a discutir. Del ego de las estrellas ficticias y reales
estaba hasta la coronilla. Así que la idea estaba creada y la
tarea pendiente era buscar a los jugadores adecuados. Una
tarea que si había alguien capaz de llevar a buen puerto, no
podía tratarse más que de una persona con el perfil de Raúl
Mestre. No por casualidad, pues no sólo había demostrado
ya ser un jugador muy eficaz, sino que también había
conseguido un merecido prestigio como auténtico experto
del poker y atesoraba ya bastante experiencia en iniciar a
mucha gente en los arcanos del juego. Ahora le quedaba por
demostrar que tenía madera de líder y era capaz de elegir a
sus jugadores y motivarlos de manera adecuada. Y en ese
desafío Raúl no se hacía falsas ilusiones, porque en su
naturaleza está no presumir nada, sino trabajar duro para
conseguir sus objetivos. Y cuando el objetivo consiste en
seleccionar a cinco jóvenes con talento para el poker, acabar
de prepararlos y convencerles de jugar los miles de manos
necesarias para generar comisiones por valor de 5.000 euros
mensuales por cabeza con vistas a jugar y ganar torneos, la
cosa no es tan fácil como pudiera parecer a primera vista.

«Quiero aprovechar este libro para agradecerle a Juan la


confianza que tuvo conmigo -me suelta con toda la humildad
del mundo-, y haberme brindado esta magnífica oportunidad.
Cuando Juan empezó a patrocinarme yo no era un jugador
especialmente conocido en el mundo del poker a nivel
nacional. Tampoco es que fuera desconocido porque
publicaba muchos artículos, pero él depositó su confianza
en mí. Espero no haberle defraudado».

A mí me entra la tos cuando le oigo estos arranques. ¿Por


qué será que casi todas las personas valiosas que he
conocido son tan malditamente humildes? Bastaría con
pensar en El Boa y hacer una pequeña comparación para
responder a esta pregunta, pero si alguno tiene alguna duda
acerca de la respuesta, no tiene más que seguir leyendo.
En donde se relata el nacimiento del Equipo Unibet
y su consideración práctica, se habla de las ventajas
y desventajas del juego virtual y el juego en vivo, y
se responde a la pregunta: ¿a quién reclutar?

aúl se puso manos a la obra. Mucho antes de


haberse propuesto un objetivo semejante, ya había iniciado
su trabajo de profesor de poker online y lo había hecho en
su propia casa, transformando el comedor principal en una
especie de pandemónium informático en donde varios de
sus amigos se pasaban horas y horas jugando manos y
escuchando sus consejos. Al cabo de un año, por las fechas
en que recibió la propuesta de Juan Barrachina, llegó a tener
a diecisiete tutelados jugando en el comedor de su casa. A
fin de cuentas, se decía a sí mismo, algo debían haber
adelantado ya: «Con estos precedentes decidí convencer a
mis amigos para que empezasen con el poker en serio. Yo me
iba a encargar de enseñarles, de ponerles una banca y, si
trabajaban duro y ganaban su plaza en el Equipo Unibet, de
ayudarles también en los torneos».

Pero la idea, que suponía un compromiso de esfuerzo, no


tuvo una acogida tan entusiasta como pudiera pensarse: «Al
principio, se mostraron reticentes -reconoce Raúl-. Uno de
mis amigos, Luis Sevilla, dio el primer paso y estuvo
ganando dinero durante unos meses. Esto convenció a una
segunda persona a probar, Héctor, lo que rápidamente
convenció a un tercero, Diego; y esto trajo una cascada de
gente que empezó a mostrar interés: Víctor, José Luis Valero
"Poche", Campa, etc.».

Raúl siempre ha sido muy realista. Comprendía su


reticencia: se trataba de jugar manos y manos hasta generar
unas comisiones de 8.000 euros mensuales por cabeza. Se
trataba de ganar además el suficiente dinero para vivir, y a
partir de ahí te colocabas en situación de formar parte del, en
el lenguaje particular del grupo, Equipo A. En realidad, como
matiza Alvaro, cuando él llegó todos los que jugaban en el
piso de Raúl por entonces acabaron entrando en el Equipo
Unibet, y por tanto lo de Equipo A aún no tenía sentido.
Había un contrato y a ninguno de los nuevos se le ocurrió
cuestionarlo. Fue al año siguiente, al renovarse dicho
contrato, cuando -aunque algunos de los titulares habían
fallado en algunos de sus compromisos y surgían otros
nuevos, como torneos pequeños semanales en el Casino de
Montepicayo, o torneos menores como el primero de
Budapest- se empezó a plantear lo de los equipos A y B y
una mayor flexibilidad para decidir quién estaría en uno u
otro. Flexibilidad que dependería del esfuerzo de cada uno.

Nada de echarse a dormir. Raúl actuaba como un


entrenador-seleccionador flexible: la titularidad podía
ganarse o perderse según la cantidad de manos jugadas y
las comisiones generadas. Una fórmula muy similar a la de
Luis Aragonés para elegir a los componentes de la selección
absoluta: nada de titularidades fijas, sino abiertas y
condicionadas a la evolución y resultados de los jugadores.
Fórmula que llevó al fútbol español a lograr su primer
Campeonato de Europa y después a su primera Copa del
Mundo, con Vicente del Bosque. Por otro lado, Raúl era
consciente de que su gente no estaba integrada por
profesionales preparados, ni genios de las matemáticas ni
nada por el estilo: «Empleados, comerciales, soldados... En
general, trabajadores de todo tipo y estudiantes -me explica-.
Un grupo variopinto, como suelen ser los gru pos de amigos
de la infancia. El panorama laboral español no estaba (ni
está, me temo) para tirar cohetes precisamente. Los que
tenían trabajo no estaban demasiado contentos, y el resto ni
siquiera tenía trabajo. Supongo que esto facilitó mucho que
se decidiesen. Al fin y al cabo, tampoco tenían tanto que
perder».

Luis Sevilla, que fue el primero en decidirse, confirma las


palabras de Raúl: «No me gustaba lo que estudiaba y
tampoco tenía un trabajo que me entusiasmase. Raúl me
comentó que si era disciplinado, estudiaba libros de poker y
trabajaba mucho, podría ganar bastante dinero. Pensé que
no podía dejar pasar la oportunidad: si lo intentaba y me
esforzaba quizás podía llegar a ser bueno. El primer mes que
jugué al poker me pasaba los días trabajando sin parar.
Algunas mañanas en trabajos que me daba una ATT
(tiendas especializadas en asistencia informática),
estudiando en el instituto por las tardes y jugando al poker
por las noches. Como mis notas en el instituto eran malas, en
mi casa me castigaban quitándome Internet, así que, avalado
por mi tía, me compré un portátil a plazos, pagando unos 30
euros al mes durante tres años. Trabajaba sólo algunos días
a la semana, así que no me podía permitir mucho más. Como
en casa no tenía Internet, por las noches me iba al hotel
donde trabajaba de recepcionista un amigo mío, me prestaba
su bici para ir y volver a casa y usaba la conexión a Internet
de recepción y un monitor extra para jugar en ocho mesas.
Me pasaba todas las noches jugando unas ocho horas y
sólo descansaba las que él no trabajaba. Me resultaba
gratificante jugar al poker porque progresaba y veía
recompensado mi esfuerzo; estudiaba, jugaba muchas horas
y casi todos los días ganaba».

Sin embargo, como en el caso de Raúl, los horarios de


juego y los miles de manos no eran un camino de rosas
precisamente: «Lo más difícil fue encontrar dónde jugar y
conseguir el portátil, porque ni mi madre ni mi padre me
avalaban y mucho menos mis abuelos -continúa
explicándome Luis-. El horario que tenía para jugar al poker
también me resultaba duro. Llegaba a las ocho de la mañana
a casa y me partía el sueño tener que llevar a mi hermana al
colegio a las nueve. Los días que trabajaba, entraba sobre
las doce y salía a las tres de la tarde; al instituto iba de
cuatro a diez y media. Ese mes dormí muy poco y gané unos
1.000 dólares en las mesas. Si no recuerdo mal, fue en
septiembre de 2005. Luego, durante ese mismo septiembre,
me eché novia y me pasaba la gran mayoría de días con ella,
por eso prácticamente no volví a jugar al poker hasta
septiembre de 2006. En octubre de ese año es cuando me fui
a vivir con Raúl. A partir de ese momento lo más fácil fue
echarle horas, porque era lo único que dependía
exclusivamente de mí».

Unos meses más tarde, hacia abril de 2007, fue cuando


llegó la propuesta de Raúl para que formara parte del Equipo
Unibet. Le pregunto si fue en ese momento cuando tuvo su
primera sensación o experiencia de éxito: «Sí, recuerdo con
mucho cariño la primera vez que saqué pasta del poker, que
fue para comprarme un ordenador de cara a la promoción
para entrar en el Equipo Unibet. Pensé: "Este dinero lo he
ganado yo jugando contra otras personas. Es una muestra
de todo lo que me he esforzado durante los últimos meses".
Me sentí increíblemente bien. Me sentí muy orgulloso de mí
mismo».

Y Luis Sevilla, uno de los primeros llamados (y elegidos),


tenía ya cierto nivel de experiencia cuando Raúl se puso a
buscar candidatos para el Equipo A. Otros estaban muy,
muy verdes. Para hacerse una idea del nivel en que partían
sus candidatos para el Equipo A, Raúl me cuenta una
anécdota: «Al principio desarrollé una estrategia
extremadamente simple con la que podían jugar sin saber
siquiera las reglas. Recuerdo cuando José Miguel (Campa
para los amigos) estaba jugando a NL 1000 (mesas donde se
llegan a formar botes de miles de dólares) y preguntó en el
comedor, en medio de una mano, si un color era una jugada
más fuerte o más débil que un full... Completamente verídico.
Dos meses después estaba cobrando 40.000 dólares en un
gran torneo celebrado en Las Bahamas, en Paradise Island,
en donde consiguió el puesto 43». Campa, por si no lo
recuerdan, es el mismo que recibió la oferta de Raúl por
teléfono, mientras vendía una calefacción, y no dudó ni un
instante en lanzarse al río.

Diego Pérez (Piruloo), uno de los que citamos al hablar de


la reacción de su familia y amigos cuando tomó la decisión
de abandonar su carrera de informático y dedicarse al poker,
fue otro de los llamados (y elegidos) para formar parte del
Equipo A: «Por abril de 2007 Raúl me comentó la idea que
tenía Unibet de formar un equipo español de poker
profesional. Yo llevaba un tiempo jugando, pero no en plan
profesional, sino amateur. Se ofreció a enseñarme a jugar a
un nivel que me permitiera formar parte del equipo. Para eso
tenía que dejarlo todo y dedicarme en exclusiva al poker.
Pero no fue un trauma para mí, puesto que llevaba muchos
años en la universidad haciendo algo que no me gustaba.
No fue difícil tomar la decisión».

Le pregunto qué sabía entonces del poker: «Había


aprendido a jugar unos meses antes con la ayuda de Raúl,
pero en plan aficionado, ni le dedicaba tiempo ni sabía jugar
bien. Antes de eso sabía lo que la mayoría de las personas
sobre el poker cubierto, el típico de cinco cartas y un solo
descarte de las películas del oeste. Pero ni siquiera sabía con
seguridad el orden de las jugadas», me dice riéndose. «Me
dio una gran ilusión. Mi vida había sido bastante aburrida
hasta ese momento y esto me daba la oportunidad de viajar
con los amigos, y jugar grandes torneos internacionales.
Pasaba de tener una vida común a jugar en primera división
de algo. Era un cambio grande en mi vida y me ofrecía la
oportunidad que llevaba tiempo buscando. Además, sabía
que podían llegar a ganarse grandes cantidades como
jugador de poker online».

Pero para Diego tampoco fue un camino de rosas: «El


principal problema era concentrarse durante horas en una
actividad nueva. Hasta formar parte del equipo, sólo le había
dedicado el tiempo que yo quería. Al entrar en el equipo
tenía que dedicarle más horas y a veces costaba. Hay mucha
diferencia entre jugar como hobby y jugar en plan trabajo,
como en casi todo. El poker es muy cruel muchas veces y no
siempre recompensa el esfuerzo a corto plazo, cosa que
tampoco ayuda. Por suerte, siempre lo hace a medio o largo
plazo».

Los que conocemos la filosofía de la varianza y el efecto


pernicioso de las buenas y malas rachas no nos
sorprendemos por sus palabras. Tiene toda la razón, aunque
si compensa a medio o largo plazo no es precisamente por
suerte, sino porque es el tamaño del ring en que la necesidad
tiene alguna posibilidad contra el azar.

«Lo "fácil" -continua Diego- fue que Raúl sabía mucho de


poker y nos enseñaba muy bien. Además no se me daba mal
entender los conceptos, así que el aprendizaje no me resultó
demasiado complicado. Pero mis comienzos fueron muy
difíciles. Pasé meses sin obtener buenos resultados a pesar
de que jugaba de forma aceptable, e incluso se me daba algo
mejor que a alguno de mis compañeros de equipo. Pero
como he dicho, el poker puede ser muy cruel. No fue hasta
diciembre de 2007 cuando empezaron a llegar los primeros
resultados. Sin embargo, durante mis primeros seis meses
fue muy duro. Llegué a sufrir un estrés muy grande porque a
pesar del esfuerzo no conseguía los resultados esperados.
Raúl me ayudó mucho en el aspecto psicológico también. Él
confiaba en mí y me insistió en que lo que me estaba
pasando era algo que entraba dentro de lo normal en la
carrera de un jugador de poker, y que si seguía
esforzándome saldría del bache. No llegué a plantearme dejar
el poker, aunque mi novia me lo propuso alguna vez porque
me veía realmente mal. Por suerte, seguí adelante y aquí
estoy ahora. Fue una dura prueba psicológica, pero quedó
atrás y me alegro de no haberlo dejado».

De los otros pioneros, Héctor se fue al poco tiempo y ya


no tiene ningún contacto con Raúl y los demás. Víctor
Escudero, cuyo exótico nickname era «Canichewua», y de
quien ya hemos contado su experiencia de iniciación al
poker, se resistió un poco antes de comprometerse a trabajar
con la intensidad necesaria como para entrar en el Equipo
Unibet, pero una vez convencido llegó a jugar diez horas
diarias. «Hoy -me confiesa-, apenas tres años después de
empezar, jugar más de seis horas diarias es duro». Y, como
nos confesaba Álvaro, para él lo peor es sobrellevar la
varianza: «Lo más difícil es soportar las malas rachas. De
hecho, cuando eres nuevo, una mala racha de verdad puede
hacer que dejes el poker para siempre. Afectan muchísimo,
piensas que eres malo, que ya no sabes jugar, que los demás
son mejores que tú. Es duro de superar».

Y como para Luis Sevilla y el propio Raúl, para Diego otro


aspecto negativo de trabajar con intensidad para estar arriba
en el poker son los horarios, aun cuando en las salas online
ya no reinen los jugadores americanos: «El poker no
entiende de horarios normales. Eso quiere decir que por la
mañana es difícil encontrar mesas, lo que te obliga a trabajar
en un horario de tarde noche e incluso, a veces, de
madrugada. Yo tenía una pareja y ella se lamentaba mucho
de irse a dormir siempre sola. Creo que el poker fue un poco
el detonante para el final de nuestra relación. Es quizás uno
de los peores aspectos de nuestro trabajo, pero bueno, la
mayoría hacemos esfuerzos para tener los horarios más
normales posible».

José Luis Valero, Poche, militar profesional durante cinco


años, supo sufrir con la disciplina adquirida en el ejército
estos aspectos negativos del poker profesional: fortaleza
psicológica ante las malas rachas y horarios agotadores.
Para él lo más duro de sobrellevar han sido los torneos en
vivo: «En torneos nunca he conseguido buenos resultados
y por unas cosas o por otras, eso me hacía sentirme
frustrado. Además, a veces, participar en torneos también
tiene su lado agotador. El primer año que fuimos a Bahamas,
por ejemplo, estuvimos día y medio viajando, recorriendo
aeropuertos y durmiendo en ellos. Son momentos en los que
mandaría todo a la mierda y me iría a casa». Y es que el
mundo del poker profesional, cuando el nivel de esfuerzo
debe responder a las exigencias necesarias para formar parte
de un equipo como el que estaban formando, no es un
camino de rosas.

Sin embargo, como por su propia naturaleza el Equipo A


(el Equipo Unibet) nunca se concibió como un estatuto de
titularidad fija, pronto aparecieron en sus filas otros
interesantes jugadores como Álex o Álva ro. Desde casi el
principio Raúl tuvo la inspiración de determinar sus
componentes según los resultados de los jugadores que por
entonces entrenaba en su casa: las manos jugadas y el rake
generado eran los elementos que te llevaban al Equipo A o
te mantenían en el B. Eso sin contar con que, también desde
el principio, algunos de los fundadores, como Simón Muñoz
o el propio Raúl, y de los primeros miembros, como Luis
Sevilla, se autoasignaron papeles dedicados a la cohesión
del grupo de jugadores: entrenar y enseñar era la tarea del
líder, Raúl; Simón Muñoz se dedicó desde el principio a ser
el canal de comunicación de la campaña que se iba a llevar a
cabo con el equipo, escribiendo en www.poker-red.com y en
Unibet, y ocupándose de las crónicas de los torneos en que
irían participando; Luis Sevilla, desde muy pronto, empezó a
ejercer también funciones de profesor y buscador de nuevos
talentos. Ya hemos hablado de quién fue el que ganó los
primeros 6.000 euros para que se animara Álvaro Aspas,
Darkored, uno de los primeros componentes del Equipo B,
algo así como los jugadores en el banquillo de la plantilla del
Equipo Unibet.

«En el verano de 2007 -me cuenta Álvaro su historia- yo


quería ponerme a trabajar de cualquier cosa para sacarme un
dinero, y mi amigo Luis Sevilla, Deilor, me propuso
enseñarme a jugar. Mi idea fue intentarlo durante los tres
meses de verano y probar si valía para esto. Si no, lo peor
que podía pasar era haber perdido el verano como venía
haciendo todos los años anteriores. Por entonces, del poker
no sabía absolutamente nada. No conocía las reglas ni cómo
funcionaba el asunto, ni si una escalera era más que un full.
Desde que Luis se puso a jugar con Raúl, siempre había
estado animándome a que lo intentara yo también. Yo
siempre le decía medio en broma, porque era muy escéptico
con ese tema, ya te lo he contado, que cuando ganara un
millón de pesetas me pondría a jugar. Un día quedamos a
cenar y me dijo: "Ya tengo 6.000 euros, ¿cuándo empiezas?",
y me quedé boquiabierto. Así que llegó el verano, como he
dicho, y decidí comprobarlo por mí mismo con la inestimable
ayuda de Luis».

Su decisión se me antoja un poco tomada a la ligera y se


lo digo: «Supongo que fue una combinación de factores -
reflexiona-. Era una época de mi vida en la que estaba muy
ocioso. Por un lado quería que Luis dejara de darme el
coñazo (es broma) -me aclara con un gesto-, y por otro tenía
un pensamiento en la cabeza: ¿y si sale bien? Además, sabía
que detrás de todo estaba Raúl Mestre, al que conocía de
otro juego de cartas [el Magic] y sabía que era un tío
increíblemente inteligente. Además, no tenía nada que
perder, ya que Luis quiso que aprendiera a jugar con su
dinero. En realidad, no pude negarme».

Le pregunto también qué sabía del poker en Internet antes


de empezar: «Del poker en general, muy poco. De hecho,
creía que se jugaba con cinco cartas como veía en las
películas. Pensaba que era completamente un juego de azar
hasta que me explicaron el cálculo de probabilidades. Y del
poker en Internet, que sería cualquier tipo de estafa, hasta
que comprendí el modelo de negocio y entendí que las salas
no tienen la necesidad de hacerte perder para ganar dinero.
Lo más fácil fue entender la teoría matemática que había
detrás de las cartas. Todo el tema numérico y de
probabilística. Al fin y al cabo me gustan las matemáticas y
todos los cálculos eran muy sencillos. Cuando empecé en
las mesas y me di cuenta de qué forma la gente "regalaba"
su dinero, supongo que tuve la sensación del cuento de la
lechera y mi mente ya se creía que esto era jauja y que
ganaría el dinero a espuertas. Luego me di cuenta de lo que
era la varianza y las horas que había que echarle a esto».

Ninguno de nuestros muchachos dejó de ver el lado


oscuro de la aventura que habían decidido emprender:
«Aunque resulte curioso -me confiesa como sorprendido
Álvaro-, lo más difícil para mí no estuvo en el juego, sino
fuera de él. Acabar una sesión en positivo habiendo ganado
10 dólares para mí era una alegría inmensa. Cuando empecé
jugaba con céntimos. Alegría que no podía compartir con
nadie que no fuera jugador de poker, porque la gente no lo
entendía. Del mismo modo, cuando perdía en una sesión, no
encontraba tampoco consuelo en nadie que no fuera otro
jugador, porque era el único que podía entender cómo me
sentía. Son sensaciones un tanto particulares. Y ahí me
empecé a dar cuenta de lo que esto suponía para tu vida
social». El poker, como toda disciplina, es exigente: te abre
unas puertas y te cierra otras. Es el precio del éxito en
cualquier actividad que esté relacionada con el talento y el
esfuerzo: sólo unos pocos te entienden de verdad.

Me interesa saber cuándo tuvo su primera sensación de


éxito: «Serían las Navidades de 2007. Llevaba unos seis
meses jugando y había conseguido llegar a unos límites
medios que me permitieron ganar unos 1.600 euros al mes
jugando a tiempo parcial mientras seguía estudiando. Fue
entonces cuando empecé a tener más contacto con Raúl y se
me permitió usar el, hasta entonces restringido, sistema que
había desarrollado. Un sistema muy sencillo con el que se
podía jugar límites medio-altos sin muchos problemas.
Además de todo esto, por enero de 2008 Raúl me ofrecería
irme a vivir con ellos a su piso. Lo cual fue toda una hazaña
para mí, ya que era como irme a vivir con los mejores y una
gran muestra de confianza. Toda una experiencia que no
podía dejar escapar».
Por último, no puedo evitar preguntarle qué opina acerca
de esa especie de división entre equipo A y B planteada por
Raúl desde el principio. División que Raúl niega
taxativamente, insistiendo en que nunca habían hablado de
Equipo A y Equipo B, y que simplemente estabas en el
Equipo Unibet o no estabas. Alvaro admite que aunque no
se hablara en términos de A y B, la diferencia existía de
hecho. «Primero tengo que aclarar que yo siempre he estado
a caballo entre el Equipo A y el Equipo B. En el piso de Raúl
todo funcionaba por antigüedad, y eso me jodía bastante al
principio, porque yo siempre me he considerado mejor
jugador y más trabajador que todos excepto los propios Luis
y Raúl. Cuando entré en ese piso me propuse aprovecharlo
al máximo y eso hice. Me sentía infravalorado por el capricho
del destino de haber entrado unos meses más tarde que
otros. Así que, técnicamente, yo era del Equipo B, pero
como me veían muy capaz, de vez en cuando me metían para
cosas del Equipo A. Así que siempre me quedaban las salas
que nadie del Equipo A quería, las ofertas que ellos
rechazaban, etc. Y yo tenía que tragar porque no había nada
que hacer. Raúl siempre se ha lavado las manos en este
asunto: estar en uno u otro equipo era una cosa objetiva,
casi automática. Todo esto me resultaba exasperante y
bastante decepcionante, pero bueno, la ironía del destino
quiso que fuera a un torneo (el Unibet Poker Open de
Budapest en marzo de 2009) al que ningún pro del Equipo A
quiso ir y lo gané».

Si se han dado cuenta, de las experiencias de estos


primeros componentes del Equipo A (y del B), ha surgido
una pauta, un modus operandi de cooptación muy
interesante. Primero permita el lector que explique qué es eso
de la cooptación: es cuando se utiliza el método de elegir a
los componentes de una organización por una rigurosa
selección de las cualidades de los aspirantes por parte de los
miembros de la misma o de los jefes de ésta. Así eran
elegidos los miembros del Senado de Roma, al menos hasta
la corrupción imperial, o los miembros de la Gerusia
espartana; pero si ambas instituciones les resultan remotas,
así siguen siendo elegidos los miembros de la Curia
Cardenalicia Vaticana, y también se cubren las vacantes de
los consejos de administración de las empresas más
importantes.

Nada deliberado por su parte, no me malinterpreten. Raúl,


y después Simón o Luis Sevilla, no pueden actuar como los
grandes entrenadores (o directores deportivos) de fútbol de
primera división. Disponer de una red de observadores o
seleccionadores viajando en primera clase para echar un
vistazo a los posibles candidatos está fuera de sus
posibilidades. Su ámbito de actuación, hoy ya no tanto, era
pequeño: su ciudad, su barrio, sus amigos y conocidos.
Todos ellos muy jóvenes, de la misma generación poco más
o menos, con aficiones semejantes (por ejemplo el Magic),
parecida formación (bachilleres y universitarios), paralelos
problemas de desmotivación o insatisfacción con sus
trabajos o estudios, además de una inteligencia y unas
ambiciones similares (gusto por probar caminos diferentes,
tendencia a asumir riesgos). Saben, o intuyen, que lo que ha
funcionado con ellos podría funcionar con sus amigos y sus
conocidos. Podría ser una oportunidad que mereciera la
pena y digna del esfuerzo que habría que realizar. Así que
hacen la propuesta, explican las cosas, regalan o dejan unos
libros. ¿Cuántas veces lo habrán hecho sin que se siga nada
de todo ello?, me pregunto y le pregunto a Raúl: «Menos de
lo que imaginas. Algunas veces, desde luego, pero hay más
gente que me ha hecho propuestas a las que yo me he
negado que al revés».

Entre los que responden, viene el experimento. Raúl les


deja jugar en su casa, les paga la conexión a Internet e
incluso, en ocasiones, les presta el ordenador y el dinero.
Luis hace lo mismo. Entonces hay que empezar a aprender a
jugar con estrategias racionales basadas en el cálculo de
probabilidades. Nada complicado al principio, algo básico
que puedan entender y aplicar. Raúl y Luis comprueban los
resultados, su sistema funciona con sus nuevos alumnos
como ha funcionado con ellos mismos. Unos son más
brillantes que otros, como Diego o Álex, otros son más
disciplinados y trabajadores, como José Luis Valero, Poche
(militar a fin y a la postre) o Campa. En realidad no importa
cuáles sean sus cualidades personales o su perfil mientras
tengan las dos virtudes esenciales para el poker: método y
paciencia. Quienes demuestran estas cualidades acaban
entrando en el Equipo B y, si porfían -nada de «si la suerte
les acompaña», ya conocen a Raúl- en el Equipo A. Así
funciona su sistema de cooptación.

Aunque el asunto de la estrategia es tema de la segunda


parte de este libro, no deja de intrigarme en qué consiste ese
paquete sencillo de reglas para jugar bien al poker que tan
buenos resultados ha tenido con chavales que sabían del
juego lo que habían visto en las películas: «El desarrollo de
estas estrategias básicas fue decisivo y también me hizo
crecer mucho como jugador -me explica Raúl-. Tenía que
simplificar las cosas hasta el punto de que cualquiera
pudiera entenderlas, con la suficiente precisión para que
pudiesen seguir ganando dinero pero con la necesaria
sencillez como para que alguien que no tuviese
conocimientos de poker pudiera sentarse en las mesas en
poco tiempo. Me llevó trabajo, pero lo conseguí. He
desarrollado varias estrategias con el paso del tiempo, para
adaptarme a situaciones nuevas, pero al final la idea siempre
es la misma: jugar con los números de las probabilidades a
favor».

Recuerdo las palabras de Víctor acerca de la sencillez, por


no decir casi automatismo, de las estrategias iniciales para
jugar en las salas online: «Al empezar a jugar entrábamos a
la mesa con el 10 por ciento (shit stack) del dinero máximo
permitido para inscribirse en ella, y nuestro juego era
básicamente all in (restarnos) o fold (retirarnos). Éramos tan
mecánicos que en los foros nos acusaron de ser bots
(programas robot), y de que no éramos personas físicas. Nos
llegaron a bloquear la cuenta hasta cinco veces. Al final nos
la desbloqueaban gracias a que Juan Barrachina, encargado
de Unibet en España, abogaba por nosotros diciéndoles que
nos conocía en persona y que éramos jugadores reales, de
carne y hueso. Fue bastante cómico, aunque nos jodían
durante unos días sin dejarnos jugar».

Lo de shit stack, con permiso del lector, merece la pena


aclararlo un poco mejor, cosa que Víctor hace gustosamente
delante de Raúl: «El shit stack es un nombre inventado por
nosotros -me explica sonriendo-, ya que el stack (el dinero
en fichas) mínimo para entrar en una mesa de poker era un 10
por ciento del nivel de la mesa, y nosotros siempre
entrábamos con esa cantidad. Si una mesa es de nivel NL
200, el mínimo para jugar es registrase con el 10 por ciento,
es decir, 20 dólares. El resto del mundo del poker odia a los
jugadores que entran con el mínimo de dinero, pues piensan
que eso no es poker. Básicamente viene de la idea de
"mierda (shit) de stack", que era el pensamiento general.
Entonces fue bautizado por nosotros en plan de broma como
sistema shit stack».

Raúl confirma sonriendo las palabras de Víctor: «Además,


ése no fue el único problema que tuvimos con el sistema de
Raúl. Los jugadores de los casinos, al ver varios jugadores
de Valencia conectados y ju gando de la misma forma y, lo
que es más grave, ganando, pensaban que hacíamos
trampas. Entonces se quejaban al casino y éste, al recibir
muchas quejas, nos bloqueaba por un tiempo hasta que
comprobaba que no había trampas, ya que siempre hemos
jugado igual contra nosotros que contra el resto del mundo.
Nunca se nos ha ocurrido jugar en colusión, ya que
teníamos un sistema de devolvernos el dinero al cabo de
unos meses para quedarnos a cero entre nosotros. De esta
forma podíamos jugar al cien por cien en las mesas sin
preocuparnos de quién estaba o no estaba en ellas». El
lector ya habrá captado que jugar en colusión significa jugar
en equipo dos o más jugadores en perjuicio del resto, y que
eso es algo que está prohibido en el poker.

«Raúl Mestre no ha sido al único que han pedido que


deje de jugar en su casino -me aclara Víctor-. Eso nos lo
hicieron a varios, pero en su caso argumentaron que había
ganado demasiado dinero en poco tiempo. Aunque jugando
NL 5000 y teniendo una buena racha fueran lógicas sus
ganancias, el casino no lo veía así, claro. El nombre del
casino no lo recuerdo». Miro a Raúl para que me detalle ese
extremo, pero declina: «No importa, ya ha pasado tiempo y
no quiero hacer publicidad negativa de ningún casino».

Volviendo a la naturaleza de esas estrategias básicas con


las que inicia a los jugadores a quienes enseña con tanta
eficacia, insisto a Raúl para que me dé algún detalle acerca
de ellas. «No tienen ningún misterio. Todo está basado en la
pura matemática y es muy sencillo: minimizar los riesgos con
una pila de fichas cortas jugando en mesas de nivel bajo y
apostar cuando la probabilidad es aceptable».

Me quedo un poco insatisfecho con su respuesta. ¿Me


está ocultando algo? «Como ya he dicho -empieza a
explicarme con una sonrisa, como adivinando mis reservas-,
no jugamos de forma emocional. Buscamos jugar en las
mesas en las que podamos ganar más dinero y podamos
hacer gran cantidad de manos para llegar a nuestra media.
No nos encontrarás jugando botes de millones de dólares
cada mano, en mesas contra los "mejores del mundo". En
esas mesas hay grandes batallas entre egos inflamados y
gente con mucho dinero dispuesta a arriesgarlo todo sólo
por demostrar al mundo que se es el mejor. Por entonces, mi
etapa de demostrar cosas al mundo afortunadamente ya
había pasado, y mi enfoque de todo este tema era mucho
más pragmático. Prefiero ganar dinero en mesas más bajas,
sin riesgo a largo plazo, haciendo las cosas lo mejor que
puedo, y dejar mi ego para mis discusiones de pareja».

Me sigo quedando igual. Su respuesta no me sirve. Si esa


estrategia básica es tan segura que lleva a unos inexpertos
aplicados al éxito, ¿por qué matarlos haciéndoles jugar miles
de manos en lugar de unas pocas en niveles más altos y con
botes más sustanciosos? Se lo suelto como me viene a la
cabeza: «Mucha gente me ha preguntado lo mismo, que por
qué no juego ni recomiendo que se juegue en mesas donde
se podría ganar muchos millones en unas pocas horas.
Como he dicho, mi razón para jugar al poker tiene poco de
emocional -me parece estar oyendo al Doctor Spock en Star
Trek y me irrito por su frialdad, como el capitán Kirk del
Enterprise, pero sigo escuchándole-. En estas mesas hace
falta una banca descomunal y estar dispuesto a aceptar
oscilaciones gigantescas. Además, son mesas que sólo
existen unas cuantas horas a la semana, y rara vez más de
una mesa por sala. Para llegar a mi media tendría que jugar
durante muchos años, y esto implica estar dispuesto a
aceptar malas rachas millonarias que podrían durar varios
años. Vamos, que me parece un sinsentido». Se me pasa el
ataque estilo Kirk oyendo las racionalistas y frías palabras
del vulcaniano. Raúl lleva razón en lo que dice, igual que el
Doctor Spock.

«Concluyendo -le digo, queriendo rascar un poco más-,


esas estrategias básicas ¿podían ser algo así como un
vademécum detallado de con qué cartas y proyectos de
jugadas se puede ir o no según qué circunstancias?». Raúl
sonríe y asiente sin acabar de despejar el misterio. Víctor
pone cara de poker, nunca mejor dicho. Quien quiera
resolverlo ya sabe lo que tiene que hacer, leer la segunda
parte de este libro. Maldito sea el Doctor Spock y todos los
vulcanianos, con lo perezoso que soy para leer libros de
estrategia.
En donde se hace relación de los éxitos y triunfos
del Equipo Unibet y de cómo nace y se pone en
práctica la idea de crear una escuela de poker

uando los primeros cinco jugadores


estuvieron listos para participar en el primer torneo de poker,
que fue el European Poker Tour (EPT) de Barcelona, aquel
mismo año, las cosas se habían encarrilado del todo con
Unibet. No importaba si el equipo estaba integrado por cinco
jugadores concretos o no, ni siquiera si eran sólo cinco o
más. Como ya hemos explicado, la titularidad de los
componentes del Equipo Unibet iba a depender de las horas
que dedicaran a jugar en las mesas y de las comisiones
generadas. Raúl formaría parte como entrenador y como
jugador «líbero», y Simón, que también podría plantearse
participar en algún torneo, se centraría en los asuntos de
comunicación y sería el cronista oficial. Los nombres de los
primeros jugadores estaban, en principio, claros: Luis
Sevilla, Héctor, Diego, Víctor y José Luis. En reserva estaban
o acabarían estando otros de los que ya hemos hablado:
Alvaro, Álex, José Miguel Espinar, etc. El acuerdo final de
patrocinio entre Juan Barrachina y Raúl Mestre quedó fijado
en unos 8.000 euros de comisiones generadas en la sala
online por persona, hasta un total de 40.000, aunque Raúl
negoció que se tomara la cantidad global para el conjunto
del equipo, sin que ello supusiera una obligación personal
de cada jugador, previendo ausencias o eventuales
irregularidades. Unibet se comprometía por su parte a correr
con los gastos de inscripción y participación en todos los
torneos a los que el equipo acudiera a jugar bajo su
patrocinio.' El experimento de Raúl estaba en marcha, en su
segunda fase. La primera ya había terminado con éxito y
había consistido en hacer con sus amigos algo que Raúl ya
había hecho consigo mismo: transformarse y adaptarse a la
disciplina del juego. Hacer que transitaran de la emotividad
intuitiva, tan frecuente en el poker, a la fría y objetiva
disciplina científica de una actividad concebida como
trabajo.

Raúl Mestre había entendido por entonces dos cosas con


claridad: que la fase preparatoria tendría que continuar de
forma ininterrumpida, ya que lo esencial de la misma
consistiría en el aprendizaje constante de las estrategias
mediante el juego online de su grupo de iniciados; y que los
resultados de su trabajo podían tardar en verse en los
torneos, porque el juego en vivo tenía elementos añadidos a
la mera aplicación de estrategias basadas en principios
matemáticos. Calculaba que la experiencia
(«hiperexperiencia», si tenemos en cuenta el ingente número
de manos jugadas) adquirida en las mesas online acabaría
imponiéndose en las mesas físicas de alegres tapetes azules
o verdes de los casinos donde se celebraban los torneos,
pero también que ello conllevaría una necesaria adaptación.
Y no se equivocaba.

El primer torneo en que apareció el Equipo Unibet fue,


como dije, el EPT de Barcelona, que comenzó el 30 agosto de
2007. Quinientos jugadores inscritos a 8.000 euros por barba:
«Hace unas horas que he vuelto de Barcelona -comentaba
Héctor, «Hell_Raiser», uno de los jugadores del Equipo A, al
día siguiente-, y aunque no he pasado del primer día, la
experiencia sin duda ha valido la pena. Es impresionante ver
cómo más de quinientos jugadores se reúnen a jugar un
torneo de 8.000 euros de inscripción y que muchos de ellos
habrán pagado de su bolsillo. Esta gran inversión trae como
consecuencia que muchos jueguen demasiado cerrado
(tight), cosa que no ocurre en Internet en torneos de entrada
más modesta y sin tener que verse las caras. Pero
obviamente, junto a los participantes que jugaban
demasiado conservador, también se encontraba la élite del
poker. Muchas de las estrellas mundiales cruzaron el charco
para asistir al torneo».

El Equipo Unibet no logró colocar a ninguno de sus


jugadores en premios en su primera aparición. Los de la
competencia, los de Everest Poker, se burlaron de Juan
Barrachina cuando le vieron aparecer con cinco jugadores
desconocidos bajo su patrocinio, vestidos con las elegantes
camisetas negras que llevaban el logo de la marca: «Esto va
a durar muy poco», dijeron. Pero Juan se tomó el asunto con
estoicismo: las cosas no consisten en llegar y besar el santo,
hay que tener paciencia. Él había tenido dos años de
paciencia para llegar a ese momento y algo le decía que no
se había equivocado.
Raúl, por su parte, analizaba aquella primera experiencia
de Barcelona en la página oficial de Unibet Poker: «Al
margen del torneo, del que me voy contento [...], he
aprendido algo viendo jugar a varios pros [figuras del
poker]. Yo pensaba que valía la pena jugar conservador por
razones de imagen al principio del torneo. Viéndolos a ellos,
ya sé que no es así. Sólo hay una forma de jugar un EPT, y
es siendo el más agresivo desde la primera mano. Cuando en
tu mesa te enfrentes a gente como tú, las cosas cambiarán.
Pero esto no será algo tan habitual, y puedes explotar
salvajemente a algunos jugadores. De verdad que yo aluciné
con el estilo de juego de David Williams, Patrick Antonius o
Daniel Negranu. No por ellos, sino porque sus rivales
siguieran foldeando [tirando sus cartas o retirándose] flop
tras flop [con el reparto de las tres primeras cartas
descubiertas]».

El hecho del juego agresivo de las grandes figuras en los


torneos es algo que no suele verse en televisión cuando se
retransmiten las partidas de las grandes mesas finales de los
torneos. Pero ello no debe llamarnos a engaño: allí los
grandes se enfrentan entre sí y van con pies de plomo. Los
abusos los cometen en las fases eliminatorias previas, en
donde los jugadores inexpertos suelen quedar inmovilizados
ante los gestos agresivos de estas cobras. De hecho, a
veces su comportamiento sugiere la idea de que tienen prisa
por eliminar la paja e ir al grano para enfrentarse entre ellos.
Y no hay que extrañarse: las fases eliminatorias son
maratonianas jornadas de hasta doce horas seguidas.

Luis Sevilla también analizaba su participación: «Mi error


más grave fue no aplicar la teoría. Raúl me había dicho que a
partir de que las ciegas empezasen a ser importantes (100-
200 puntos aproximadamente) había que cambiar el chip de
bastante tight [un juego conservador] a un juego más loose
[ligero, arriesgado], donde había que robar muchas ciegas y
ser semi-loose-aggressive. Mi plan básico era identificar a
los jugadores que raiseaban [subían] varias veces por vuelta
para así, de vez en cuando, reraisearles [resubirles] con
basura y llevarme un bote decentillo».

Por cierto, el lector habrá podido observar la inquietante


jerga «spanglish-pokerística» que se utiliza en el mundillo
español del poker (y eso que Raúl y sus muchachos se
moderan mucho en su uso y abuso). Tendrán ustedes
ocasión de comprobarlo más adelante, pese a mis estériles
esfuerzos por maquillar tan vil asesinato de la lengua
castellana. Pero hablamos de poker, y el poker todavía se
piensa en inglés.

En el siguiente torneo, el EPT de Londres de 2007, que se


celebró apenas un mes después, el 26 septiembre, Daniel
Mangas, un chico de Valladolid que no estaba en el grupo de
Raúl, pero que jugaba mucho en Unibet y que contó con su
patrocinio, consiguió entrar en premios y cobrar una
pequeña cantidad. Los torneos seguían resistiéndose a los
chicos del Equipo Unibet, que continuaban aprendiendo las
reglas del poker en vivo, bajo los colores chillones de los
casinos, escrutando los rostros semiocultos de los
jugadores de torneos tras sus absurdas gafas de sol y sus
gorras de béisbol, en un inconsciente (e impropio) homena je
a las raíces estadounidenses del poker, porque la estética
dominante actual en la indumentaria de los jugadores más
jóvenes tiene más que ver con el hip-hop que con los
sombreros tejanos y las botas de cuero clásicos de los
inventores del Texas Hold'em.

En el EPT de Dublín de 2007, celebrado el 2 de noviembre,


llegó la primera luz desde el otro lado del túnel. Fue Simón
Muñoz quien se colocó en lista de premios, acabando
decimonoveno y cobrando por primera vez como miembro
del Equipo Unibet. En la página www. poker-red.com del
mismo día, Gustavo («Gust77») daba noticia del resultado:
«Tras haber comenzado el día tres del PokerStars.com-EPT
Dublín 2007 en una mesa complicada -con el profesional de
Full Tilt Poker y chipleader del evento Andy Black, con
Johnny Loden, de Betsson Poker, y con Luca Pagano, del
equipo PokerStars- Simón Muñoz iba en busca de seguir
avanzando en su mejor torneo major, pero un encontronazo
con Annette Obrestad lo dejó muy tocado en fichas [...].
Más tarde el juego entró en un breve receso al comienzo del
nivel 17, donde las ciegas subieron a 2.5K/5K [2.500/5.000
puntos], y los antes6 a 500; y Simón anunció al resto del
Equipo Unibet que metería la caja [se restaría] ante cualquier
raise [subida]. Por ello, en cuanto Andy Black subió a 14K
[14.000] desde el cutoff [posición anterior al dealer o mano] y
el resto de la mesa foldeó [se retiró], Simón fue all in [se
restó] con A^- 3*. Instacall [igualación] del irlandés, que
enseñó A+ 10.. El flop fue: J+ Q. 104, dando algunos outs
[posibilidades] al español para repartir el bote, pero las
últimas dos cartas fueron 9♦ 4^-, y el valenciano finalizó su
participación en este EPT Dublín en el decimonoveno
puesto. Simón logró una recompensa de 10.210 euros por su
esfuerzo, consiguiendo nuevamente la presencia del Equipo
Unibet dentro de los premios de este prestigioso tour.
¡Enhorabuena!».

He citado la pequeña noticia de www.poker-red.com casi


completa por dos buenas razones. La primera porque
PokerStars, organizadora del torneo, sigue siendo la primera
sala online de poker, seguida de cerca por Full Tilt Poker, y el
hecho de que en un torneo patrocinado por PokerStars un
periodista en nómina de la gran sala online se haga eco de la
participación y del pequeño éxito de Simón Muñoz, como
patrocinado de Unibet, no deja de tener su importancia. La
segunda, para que comprueben la extensión del spanglish
como jerga dominante en una red teóricamente en español, y
teniendo en cuenta el dato de que el redactor de la nota,
Gustavo, es argentino.

El siguiente torneo en que participaron fue el EPT de


Praga de 2007, celebrado el 12 de diciembre. Luis Sevilla
consiguió quedar clasificado el número 31 y cobrar 14.140
dólares (10.100 euros). Y otro jugador de Unibet no
perteneciente entonces al Equipo A, pero más tarde (es
decir, en la actualidad) también profesor de poker en el
proyecto de la escuela valenciana de poker (EducaPoker),
José Luis Navarro, conocido como «Jotaele», quedó el
decimoséptimo, con un premio de 12.650 euros.
Terminado el EPT de Praga se generó una polémica sobre
la estrategia seguida por Luis Sevilla en el torneo, y vino
alimentada por un jugador español, Francisco López,
«Pakito», experto del poker en vivo, que después de que
Luis Sevilla lo eliminara del torneo con un farol criticó
severamente su juego y esa eliminación del torneo en su
blog de Everest Poker. En esencia, y por no alargar las
explicaciones técnicas, Luis Sevilla consiguió ganar una
mano muy peligrosa el primer día viendo (igualando) el resto
de un jugador en el flop (las tres primeras cartas
descubiertas) que debía llevar alguna pareja alta, y ganando
en el turn (la cuarta descubierta) a sus dos damas (QQ)
gracias a un rey (K) venido del cielo para ligar con sus rey-
dama iniciales (KQ). Desenlace de fortuna. Eso constituía el
nudo criticable de su actuación. El segundo día un jugador
sueco agresivo, Mikael Norinder, con un juego basado en
sensaciones, una persona a quien en teoría Luis Sevilla
podría batir, lo echó de la mesa en la cuarta mano después de
que éste se restara en el turn enseñando un AK que batía el
A9 del contrincante.

Lo interesante de la polémica desatada es menos la


casuística concreta de las manos discutidas -Pakito no era,
desde luego, nadie para criticar el juego de Luis dada su
pobre actuación tanto en ese mismo torneo como en el
conjunto de su carrera-, que el hecho mismo del análisis a
que eran sometidas todas y cada una de las actuaciones de
los miembros del equipo, teniendo en cuenta el difícil
equilibrio que debían mantener entre la racionalidad básica
de su estrategia y la exigencia de un juego agresivo que
evitara los robos de botes de los tiburones habituales de los
torneos. Ello significaba que los jugadores del Equipo
Unibet debían alternar su estrategia entre un juego agresivo
preflop (basado siempre en cartas iniciales decentes, no en
faroles), y un juego conservador postflop, pero firme ante
los intentos de farol y de robo de botes de los oponentes.
Encaje de bolillos y eterna lucha entre las dos filosofías
clásicas del poker: la nueva, basada en el juego online, y la
vieja, fundamentada en las partidas en vivo.

Con el PCA (Pokerstars Caribbean Adventure) de Las


Bahamas de 2008, celebrado a partir del 5 de enero, la luz al
final del túnel se volvió por fin aire libre y luminoso. «El
torneo se juega en el Atlantis Resort -contaba Simón Muñoz
con entusiasmo la noticia en www.poker-red. con-, uno de
los hoteles más lujosos del mundo, y en el que el Equipo
Unibet ha conseguido alojar a todo el equipo (yumi!). Somos
siete españoles los que vamos por parte de Unibet: Raúl
Mestre (el numeritos), Luis Sevilla (a lo loco se vive mejor),
Víctor Escudero, Diego Pérez, José Luis Valero, José Miguel
Espinar, y el que os escribe estas líneas, Simón Muñoz». Las
previstas veintiuna horas de vuelo -sin contar los
agradables transbordos de la ruta Valencia, Madrid, Newark,
Fort Lauderdale, Nassau- cedían ante la perspectiva de
tomarse después del torneo tres días de vacaciones en
Cuba. Las Bahamas, además, tenían el suficiente atractivo
por sí mismas para entusiasmar a los chicos del Equipo
Unibet en su primera salida al otro lado del charco. No era
para menos: la sexta edición del Pokerstars Caribbean
Adventure, un torneo incluido en el EPT, desde el
espectacular Atlantis Resort and Casino de Las Bahamas, se
trataba sin duda alguna del mayor torneo de los disputados
hasta entonces, con entradas para el concurso principal de
10.000 dólares por cada jugador y un total de 1.117 jugadores
registrados. Muchos de ellos clasificados previamente en las
mesas online de PokerStars y patrocinados por el primer
portal de poker virtual del mundo. El francés Bertrand
«Eloy» Grospellier, una de las estrellas de PokerStars, se
alzaría con la victoria y se llevaría un premio de 2.000.000 de
dólares de los 8.594.976 acumulados para premios. Una
experiencia única para los muchachos del Equipo A,
amenizada además por la entrada en premios de uno ellos:
José Miguel Espinar, único español clasificado entre los 120
jugadores premiados, que ocupó el puesto 44 y cobró 24.000
dólares.

Sin embargo, el PCA de Las Bahamas no fue más que


turismo, maravilloso turismo, comparado con el siguiente
torneo, donde el Equipo Unibet supo lo que era morder
premios en serio: el EPT German-Open de 2008, celebrado en
Dortmund, que comenzó apenas un mes después del de Las
Bahamas y transcurrió del 29 de enero al 1 de febrero. En
este torneo Diego Pérez quedó el cuarto clasificado de los 40
que entraron en premios, de un total de 411 jugadores, y
consiguió un total de 346.616 dólares (o 234.200 euros, silo
prefieren). Un resultado del que nadie podría decir que no
auguraba buenos tiempos para el Equipo Unibet. Este
torneo, por cierto, fue ganado por casi un adolescente: el
canadiense de 18 años Mike McDonald, conocido como
«Timex» en el poker online, que se convirtió en el campeón
más joven de la historia del EPT. Un jovencito que se dedicó
al poker siguiendo los consejos de su profesor de ajedrez,
que le aseguró que podía ganar mucho dinero si lo
intentaba. No le mintió: ese torneo le valió la bonita cantidad
de 933.600 euros.
En estricto sentido, si el EPT de Dortmund de 2008 fue la
primera vez que la escuela de jugadores valenciana rozaba el
cielo, el Latin Ame rican Poker Tour de Punta del Este
(LAPT) de 2008, que se celebró a partir del 10 agosto de 2008
en el Hotel Mantra Resort, lujosísimo casino y spa (Salutem
per aguan) de la hermosa ciudad uruguaya, significó el
ingreso en el pequeño Olimpo del poker. En palabras de
Caries Rodríguez, en la página web de la omnipotente
empresa virtual, PokerStars, la noticia aparecía de esta guisa:
«España conquista las Américas. Así es, amigos: cinco
siglos después España vuelve a conquistar las Américas en
el buen sentido de la palabra. Con la victoria en el cara a cara
de José Miguel Espinar terminamos con lo que ha sido el
último evento de la primera temporada del Latin American
Poker Tour. Como español que soy me siento emocionado y
excitado por esta victoria de un amigo y compañero de
batallas. España tiene un nuevo campeón con nombre y
apellidos, José Miguel Espinar Cuenca. De la escuela de
jugadores valencianos. Felicidades, campeón».

El premio, de unos 250.000 dólares, no estaba nada mal


para Campa, desde luego, pero el reconocimiento del primer
éxito atribuible a la escuela de jugadores valencianos
visibilizada en el mundo del poker bajo el nombre de Equipo
Unibet era no sólo un premio añadido, sino también una
recompensa pública por años de esfuerzo, una certificación
de que la filosofía adoptada era la correcta. El LAPT de
Punta de Este de 2008 acreditaba que el experimento de Raúl
no sólo podía tener éxito consigo mismo (y por tanto
invalidarse, ya que sus resultados podrían ser atribuibles
sólo a sus condiciones personales), sino con cualquiera
capaz de seguir sus estrategias y pautas de trabajo. Y José
Miguel Espinar, Campa para los amigos, un chico de 27 años
que había terminado COU y se había dedicado a vender
calefacciones hasta que le habían ofrecido la oportunidad de
dedicarse profesionalmente al poker, lo acababa de
demostrar.

Por cierto, sobre este torneo hay una anécdota muy


reveladora -no sé si divertida- acerca de la verdadera
importancia publicitaria que los grandes casinos virtuales
conceden a estos eventos. Cuando José Miguel consiguió
eliminar al último jugador de la mesa final del torneo, todos
los españoles presentes en la sala, fueran o no de Unibet -
Larles Rodríguez, el redactor de la nota citada, trabajaba por
entonces como periodista para PokerStars- prorrumpieron en
aplausos y expresiones de alegría, mostrando sus camisetas
negras con el logo verdiblanco (el signo ya universal de
play) del portal competidor de PokerStars. Adivinen la
reacción de los cámaras y realizadores del torneo: dijeron
que aquello no podía ser y que había que repetir la toma, que
no podían mostrarse en las cámaras tantas camisetas con el
logo de Unibet. Y así se hizo: ya era suficiente éxito
promocional para Unibet que uno de los suyos hubiera
ganado el torneo, como para lucir en primer plano un
entusiasmo tan excesivo.

Para Raúl, en particular, significaba mucho por otras


razones: «Hablando de torneos -me comenta cuando le
hablo de este torneo-, lo bueno no fue que José Miguel se
llevara un premio de unos 250.000 dólares al proclamarse
ganador del LAPT Punta del Este en 2008, sino que fue uno
de los mayores éxitos del poker español en su breve historia.
Otro de mis amigos, Diego Pérez, había llegado a la mesa
final y acabado en el cuarto puesto en el EPT de Dortmund
unos cinco meses antes, llevándose más de 230.000 euros...
Pero aunque las cifras fueron muy parecidas, una mesa final
no luce lo mismo que proclamarse ganador de un torneo. Lo
increíble fue que este primer grupo de amigos fuese el que
formara el núcleo del Equipo Unibet y que fueran ellos con
quienes tuve la suerte de poder viajar por torneos a lo largo
y ancho del mundo -me dice moviendo la cabeza y
sonriendo, como si pretendiese despertar de un sueño que
aún no acaba de creerse-. Piensa por un momento en lo que
representaba realmente esto para nosotros. Viajar con tu
grupo de amigos, patrocinados por una gran empresa, a
torneos por todo el mundo, con inscripciones
prohibitivamente caras y con poco más de 20 años. Era como
una película de Hollywood, sólo que era mi vida».

Ese mismo año, el 13 diciembre del 2008, el propio Raúl


Mestre consiguió quedar en octava posición en el EPT de
Praga. Hacer mesa final en un gran evento de este tipo es
algo emocionante, y no es una experiencia fácil de repetir.
Merece la pena reseñar la pequeña efemérides con las bien
elegidas palabras de Iván Martí, que recogía así la hazaña de
Raúl (y del patrocinado por PokerStars, Juan Maceiras, que
quedó en duodécima posición) en su blog:

Tras dos eventos del European Poker Tour con escasa


afluencia de jugadores españoles, primero Budapest, en el
que participaron sólo cinco jugadores de nuestro país, y
luego Varsovia, en el que fueron seis, parece que nuestros
compatriotas se pusieron de acuerdo para asaltar la
caravana del poker europeo y acudieron en masa al EPT
de Praga para dar un golpe maestro, ¡un verdadero golpe
de Mestre!

Finalmente fueron veinticinco los aguerridos españoles


que viajaron a la capital de la República Checa para
disputar el quinto evento de esta quinta temporada del
European Poker Tour. Entre ellos los siempre presentes
Raúl Páez, Juan Manuel Pastor y Juan Maceiras,
patrocinados por PokerStars, y cómo no mencionarlo: el
gran hombre de la noche, el maestro, el excelentísimo Raúl
Mestre.

Muchos fueron cayendo en el duro camino que separa


el día primero de la última jornada del evento (incluido
Juan Manuel Pastor, que fue eliminado en 37° lugar y se
embolsó 9.700 euros), pero nuestros superhombres, Juan
Maceiras, que rozó la eliminación el día 2 al quedarse con
2.000 puntos, y Raúl Mestre, lograron avanzar con paso
firme hasta aquellas posiciones en las que muchos sólo
han podido soñar.

Mestre sí pudo llegar a la mesa final, su primera en un


EPT, aunque «desafortunadamente» fue eliminado en
octava posición. A continuación os contamos la mano
que puso fin a su trayectoria en el torneo: con las ciegas
en 6.000-12.000 y 1.000 de ante, Mestre efectuó una
subida estándar en posición media y obtuvo como
respuesta una resubida a 100.000 puntos de Fredrik
Nygard, situado en la ciega pequeña. Mestre resubió de
nuevo a 311.000 y Nygard se tiró a la piscina e igualó con
un par de nueves rojos [9+ y 9r]; por encima de At-7t
[A+-74] de Mestre. Elflop 9p-Jc-3c [8^_-Jr-3r] no ayudó a
Raúl. Cuando ya se levantaba para irse, un AY le devolvió
la alegría en el turra; pero el river, implacable, trajo la Qr y
el color para Nygard. Finalmente Mestre acabó en octava
posición y se llevó 71.800 euros por su excelente
actuación.

Aunque es dificil conformarse con una 12a y una 8A


posición cuando se está tan cerca de los grandes premios,
ésta es sin duda una gran noticia para el poker español,
que demuestra gozar de una excelente salud. Esperamos
que la afluencia de jugadores españoles a eventos de este
calibre siga creciendo a buen ritmo y que pronto podamos
acostumbrarnos a ver a los nuestros en las primeras
posiciones de los grandes torneos que se disputan a lo
largo y ancho del planeta.

Iván Martí no se equivocaba. Desde luego el poker


español (y el valenciano en particular) ya nos ha
acostumbrado a ver a nuestros jugadores en las primeras
posiciones de los grandes torneos. Nada más empezar el año
siguiente, en enero, en el PCA Bahamas de 2009, que llegaba
a su quinta edición, otros dos jugadores de la escuela
valenciana (me gusta este término de Carles Rodríguez)
entraban en premios: Alejandro Sánchez, Alex4Ever, en el
puesto número 35 con 35.900 dólares; y Simón Muñoz en el
121 con 15.000. Pero sólo era el aperitivo. Dos meses
después, el 7 de marzo de 2009, Álvaro Aspas, Darkored,
ganaba el UPO (Unibet Poker Open) de Budapest, otro
torneo internacional puntuable no perteneciente al EPT,
llevándose el primer premio y la bonita cantidad de 135.000
euros.

Así daba la noticia nuestro ya conocido Larles Rodríguez


(que trabaja en la actualidad en el Departamento de
Comunicación de Unibet) al día siguiente en Unibet Poker:
«Al final el jugador valenciano proveniente de la escuela de
Raúl Mestre ha vencido en el cara a cara final. Los detalles
de la victoria los comentaremos más adelante detenidamente.
Ahora no tenemos tiempo. Sólo para celebrar este triunfo de
nuestro jugador. Álvaro ha hecho un torneo excelente desde
el primer día con una concentración extrema digna de todo
un campeón y profesional del poker. Éste ha sido sin duda el
primero de muchos éxitos que esperemos que coseche.
Ahora nos vamos a celebrarlo, pues la emoción y la alegría
que nos ha supuesto a todos no os la podéis imaginar. Así
que, un saludo a todos».

No pretendo hacer un catálogo de logros del Equipo


Unibet, por lo que dejaré fuera sus resultados en los
Campeonatos Españoles de Poker (los CEP de Madrid,
Perelada, Badajoz, Valladolid, San Sebastián, etc.) y reseñaré
tan sólo que ocho de los jugadores patrocinados por Unibet
han entrado en premios los últimos dos años al menos en
once ocasiones. En el mismo momento en que redactaba
estas líneas, el Equipo Unibet (Equipo A) estaba afilando
sus armas para disputar el UPO de Budapest 2010, en donde
pensaba desembarcar con una flota de combate formada por
viejas y nuevas naves de superficie: Raúl «Sir_Donald»
Mestre; Jose Luis, Poche, Valero; Luis, Deilor, Sevilla;
Álvaro, Darkored, Aspas; y Jonathan, «Jonyctt»,
Concepción. Decidí acompañarles para ver cómo entraban
en combate, para ver si les daba suerte.

Lo importante es que para Juan Barrachina, por ejemplo,


Unibet puede considerarse como la tercera gran sala online
de poker en España, por detrás de PokerStars y Full Tilt
Poker, a bastante distancia de Everest Poker, cuyos
patrocinados no han ganado ni un solo torneo relevante, y
muy por delante de otros portales virtuales relacionados con
el Texas Hold'em. Y más importante todavía: que su apuesta
por Raúl Mestre, por Simón Muñoz y su grupo de amigos
del Equipo A, y su proyecto de enseñar a jugar
«científicamente» al poker y romper una lanza contra los
prejuicios reinantes en nuestra sociedad en torno a este
juego, ha generado una auténtica escuela valenciana de
jugadores que ha acreditado su calidad en muchos de los
torneos internacionales de estos últimos dos años.

Y más importante todavía, no tengan ninguna duda al


respecto, son reflexiones como las que hace Raúl: «Hay que
decir que me enorgu llezco de poder contar todo esto. Mi
grupo de amigos del barrio, con los que pasaba las tardes
cuando tenía 14 años, estaban ganando premios increíbles
en torneos internacionales gracias a que les había enseñado
a jugar al poker. Debo confesar que he llorado más de una
vez recordando algunos de los mejores momentos. Sólo por
esto sé que nunca me arrepentiré de haberme decidido a
jugar al poker de forma profesional».
Raúl no lo dice pensando en que los premios hayan sido
muy interesantes, sino porque las experiencias vividas han
sido irrepetibles para todos ellos: «He viajado por el mundo
con mis amigos, jugando torneos con profesionales
conocidos y viendo un mundo que antes de conocer el
Texas Hold'em me parecía de película. Y lo he logrado gracias
a Unibet. Veleros por el caribe, viajes a ciudades preciosas
como Praga, Viena o Londres, a centros de lujo como
Montecarlo o Las Vegas, y también eventos nacionales, nos
han traído muchas experiencias de todo tipo. No puedo
contártelas todas, porque probablemente te aburrirías
escuchando historias de viajes. Solo te diré que podré
entretener a mis nietos durante unos cuantos años con lo
que he vivido durante estos viajes».

Sin embargo, hay una pequeña historia que me ha


contado y que no puedo dejar de transmitir a los lectores.
Una historia que puede parecer insignificante, íntima, casi
irrelevante, pero que a mí me parece muy reveladora: «No
hace muchos meses jugué las series mundiales en Las Vegas
junto con José Luis Valero, Poche, el amigo de mi grupo que
trabajaba en las Fuerzas Armadas antes de dedicarse al
poker. Y una noche, en la terraza del hotel desde la que
contemplábamos las innumerables luces de Las Vegas antes
de irnos a dormir, me contó algo que me hizo darme cuenta
de que las cosas no podían irnos mejor. En realidad, casi
estaba pensando en voz alta cuando me dijo que su única
pesadilla cuando se iba a dormir era despertarse y tener que
volver a trabajar como si todo lo que habíamos vivido
hubiera sido un sueño. Realmente el Texas Hold'em ha
cambiado nuestra vida de una forma que no me habría
atrevido a soñar ni en la más descabellada de mis fantasías
hace sólo unos años. No ha sido todo fácil, y hemos
trabajado muchísimo para conseguirlo, pero hemos tenido
una oportunidad que nunca habríamos conseguido
siguiendo el camino "normal" de sacar una carrera y buscar
un trabajo».

Tiene toda la razón. Me gusta cuando le veo estos atisbos


de emotividad que le alejan de esa imagen tan racional y tan
fría que a veces le gusta cultivar, aunque sea de forma
accidental. Además, si hay algo que hace que uno reconozca
que Raúl, Simón, Luis, Álvaro y todos los demás se merecen
estos éxitos, es la convicción de que no han tenido mucho
que ver con la suerte, sino con el esfuerzo.
En donde se cuenta cómo Raúl descubre la pasión
por transmitir lo que sabe y educar a otros, y se
habla de su novia, Wuyun, y del proyecto de
EducaPoker, hoy una realidad gracias a la cual se
puede aprender sobre poker en castellano.

e querido terminar este reportaje biográfico


sobre Raúl Mestre y sus amigos del Equipo Unibet, muy
circunscrito a su relación con el poker, con lo que resulta
evidente que va a constituir la siguiente fase de su aventura
profesional: de alguna manera, aunque sigan jugando al
poker y participando en torneos, y lo sigan haciendo con
éxito, todo apunta a que el rumbo que seguirá su trabajo a
partir de ahora (de hecho ya lo sigue) será sobre todo
enseñar a jugar. Por eso hay cierta justicia poética en que el
nombre de esta escuela valenciana de poker empiece a sonar
asociado al concepto, más deportivo y competitivo, de
Equipo Unibet. No sólo Raúl estaba ya comprometido con la
tarea de enseñar a jugar a sus amigos antes de que recibiera
ninguna propuesta de Unibet, sino que las personas con las
que se asoció para llevar adelante su idea de una escuela de
poker, como Simón Muñoz, Luis Sevilla y sus otros amigos,
por un lado, y la persona que le propuso el patrocinio de
Unibet para que formara un equipo de jugadores ganadores,
Juan Barrachina, por otro, siempre habían defendido la idea
de que el único modo de limpiar el nombre del poker en
España y potenciarlo pasaba por comprometerse a enseñar a
jugar bien a los jugadores potenciales. Recuerde el lector
aquellas reuniones del Club Griffins de las que hablamos
unos capítulos atrás y lo que defendían algunos impulsores
del poker muy conocidos al respecto: no tenían nada claro
que enseñar a jugar bien fuera una buena idea. Pues esa
tarea, sin embargo, se está convirtiendo en el eje central de
la actividad profesional de Raúl Mestre y sus amigos.

«Cuando empecé a trabajar para formar el Equipo Unibet -


me cuenta Raúl-, hace ya más de dos años y medio, tenía
diecisiete personas en el salón de mi casa y no aceptaba más
gente, simplemente porque gestionarlo todo me resultaba
imposible. Hoy son treinta y dos y, por suerte, ya no están
en el salón de mi casa: ya viste el local en donde hemos
instalado los ordenadores y las pantallas y en donde están
aprendiendo a jugar los nuevos -se refiere al local que visité
con Agustín al iniciar este libro y al que éste bautizó como
«Matrix»-. Cada uno de ellos paga 140 euros mensuales por
los gastos de mantenimiento, conexión, etc. Y si necesitan
que les prestemos dinero para empezar, se lo prestamos. Y
hoy día no soy yo sólo quien los atiende: están Luis Sevilla,
mi hermano y algunos de los que han llevado adelante
nuestro proyecto de EducaPoker».

No puedo resistirme a preguntarle con cierta maldad,


delante de su novia, qué pensaba ella de tener en el salón de
su casa a diecisiete personas con sus portátiles jugando al
poker y comentando sus jugadas hasta que todo ese jaleo se
trasladó a Matrix. Antes de reproducir su respuesta, tal vez
deba aclarar que estoy reunido con ambos, cenando en un
restaurante muy agradable, a petición mía, porque quería
conocerla mejor y charlar un poco con ella. Hasta ahora
apenas había tenido ocasión más que de saludarla cuando
iba a casa de Raúl para alguna de nuestras conversaciones.
Wuyun Li es una chica encantadora, de unos 23 años, que
estudia Administración y Dirección de Empresas, y que llegó
a Valencia con su familia desde la lejana China con apenas 3
años y se ha criado aquí. No tiene ni rastro de acento y su
vocabulario y observaciones podría confundirlos (de hecho
los confundo en un par de ocasiones) con los de mi propia
hija. Tengo en mis clases a varios alumnos en sus mismas
circunstancias. A mi pregunta malintencionada sonríe y
confiesa que cuando empezó a salir con Raúl ya había en su
casa mucha gente jugando e incluso viviendo. De hecho,
conoció a Raúl a través de uno de sus amigos cuando aquél
ya se había mudado desde la casa de sus padres a su propio
piso, al final del verano de 2005, por lo que se lo tomó como
algo natural.

«Fuimos una tarde una amiga mía y yo al piso de Raúl,


donde había mucha gente, y nos acoplamos, con toda la cara
-me cuenta riendo-. Era como ir a un piso de estudiantes para
montar una fiesta. Así nos hicimos amigos y hasta que no
pasó algún tiempo no nos enrollamos».

No puedo resistirme tampoco a preguntarle qué impresión


le dio cuando se enteró de que se ganaba la vida jugando al
poker. Se encoge de hombros: «No le presté mucha atención.
Los estudiantes nos ganamos el dinero para nuestras cosas
trabajando como camareros o dependientes en trabajos
mucho peor pagados, y eso parecía hacerlo muy bien».

La siguiente pregunta puede parecer impertinente, pero


estoy seguro de que Wuyun no me lo va a tener en cuenta.
Quiero saber si ella se interesó por el poker y si ha jugado
aprovechando el magisterio de su novio: «Sí, al principio
solamente un poco y luego me lo tomé más en serio. -Mira a
Raúl y sonríe antes de proseguir-. Raúl me enseñó, pero yo
me ponía muy furiosa cuando perdía jugando bien, así que
decidí dejarlo durante una temporada». Miro a Raúl. Me
cuesta imaginarme a Wuyun furiosa ante una mala racha,
pero éste me confirma con un gesto que sí, que se enfadaba
mucho.

«No tiene sentido seguir jugando al poker si no puedes


controlar la ira o te da mucha rabia perder cuando has
jugado bien -me confirma-. Ahora, hace unos meses ha
vuelto a jugar y ya se lo toma de otra forma, más
deportivamente, y juega muy bien. Pero sólo lo hace cuando
le apetece. No tiene sentido hacer algo para pasarlo mal».
«Para esto del poker hay que tener mucha resistencia
psicológica -confiesa Wuyun-. Yo he visto a Raúl trabajar
muchas horas. Dedicaba unas setenta a jugar a la semana,
sin contar el tiempo para analizar las jugadas y leer libros. Y
los que aprendían con él en casa, igual, se pasaban horas y
horas. A mí jugar tanto tiempo no me interesa, lo veo
aburrido, además de suponer mucho cansancio».

Siento curiosidad por saber cómo ve ella a Raúl en su


faceta de profesor, si tiene paciencia con sus amigos, si sabe
explicar las cosas con claridad: «Más que disfrutar
explicando, le ves disfrutando cuando ayuda a los demás.
Desde que lo conozco, siempre está ayudando a su grupo de
amigos. Tiene paciencia para explicar, pero utiliza
expresiones un poco originales para corregir los errores. De
repente puedes oír cosas como: "Estás quemando billetes
con lanzallamas", y te quedas un poco cortada».

Me sabe mal descender al cotilleo más infame, pero tener


a Wuyun delante dispuesta a contarme cosas de Raúl -que
está asistiendo a nuestra conversación muy cómodo- es una
ocasión que no puedo desperdiciar, así que le pregunto
cómo cree que está gestionando el hecho de haber ganado
mucho dinero al poker. Si es manirroto o agarrado. Sonríe
antes de contestarme una vez más: «La primera vez que me
invitó a cenar fue en un burger», y se ríe, como si hubiera
dicho alguna maldad. Raúl protesta diciendo que no había
nada más abierto a aquellas horas de la noche. «En general -
continúa Wuyun- es muy espartano y poco dado a los
caprichos, aunque alguna vez se permite algún lujo. Eso es
porque cuando viajaba para jugar al Magic siempre tenía que
hacerlo de forma muy precaria e intentando ahorrar. Ahora
que puede viajar con holgura le basta con hacerlo como una
persona normal, no necesita viajar en primera clase ni ir a
hoteles de lujo, salvo que tenga que ir a un torneo y se
celebre allí».

Me sorprende la cantidad de gente tan diferente a la que


Raúl ha intentado enseñar a jugar al poker. Opino que hay
personas que por su modo de ser temperamental o por sus
cualidades intelectuales, sin que por ello sean menos
inteligentes que otras, pues la inteligencia sabemos que es
factorial, nunca serán capaces de jugar bien. Les confieso a
ambos que yo creo ser una de ellas, y que me pasaría algo
parecido a lo que le sucedía a ella. «Hay gente con mayor y
menor capacidad intelectual -concede Raúl-, pero una vez
que entienden cómo funciona el poker, todos son capaces
de ganar dinero. La ventaja de entender las matemáticas y
los conceptos teóricos del poker es que puedes enseñarlos
con facilidad, y que no hace falta tener ningún don, más allá
de una inteligencia normal, para poder aplicar estos
conceptos básicos una vez entendidos». No puedo
discutirlo, no hay más que recordar el incidente de varios de
los jugadores de su escuela tomados por programas
informáticos en algunas salas virtuales. Chicos que habían
aprendido la lección.

«La diferencia entre ser un buen jugador o no está en la


capacidad de controlar las emociones -prosigue- y no dejar
que éstas o una mala racha estropeen tu sentido común y tu
lógica de juego. Y lo mejor que puede hacer cualquiera
cuando se encuentra mal, sea por enfado, desmoralización,
cansancio o ansiedad, es levantarse y dejar de jugar. Si no,
es como...». «Quemar billetes con lanzallamas», le
interrumpimos al unísono Wuyun y yo.

La pregunta que surge en este momento es sencilla: ¿y


ahora? «Como jugador de poker estoy parcialmente retirado.
Juego menos de la tercera parte de manos que hacía en mis
meses duros, cuando empezaba. Sin embargo, en este
momento mis padres (al menos, mi madre al ciento por ciento
y mi padre al cincuenta por ciento) ya han aceptado que me
dedico a una actividad solvente y que no voy a vender la
casa a sus espaldas para financiarme. Mi vida ahora es
bastante más fácil, y no tengo la presión de mis primeros
años. Después de haber empezado a enseñar a las diecisiete
personas de mi casa con que se llegó a encontrar Wuyun
cuando se vino a vivir conmigo, he recibido muchas
peticiones de gente para convertirse en estudiantes. Para
poder satisfacer a todo el mundo y para dedicarme a algo
que me gustaba me planteé en serio crear una escuela de
poker. Para ello me asocié con Simón Muñoz, administrador
de www.poker-red.com, que sigue siendo la comunidad líder
en habla hispana en la red, y con otros jugadores
profesionales con un enfoque del juego basado en los
razonamientos matemáticos y el sentido común».

Una tarde me llevó a ver el local donde están las oficinas


de su escuela de poker virtual, no lejos de su casa, en la
Avenida de las Universidades. Un espacioso bajo comercial
al que estaban dando los últimos toques de pintura y
decoración. El local iba a estar dedicado en exclusiva a las
actividades de EducaPoker, porque no piensa trasladar a la
gente de Matrix allí para nada, me aclara cuando le hago una
pregunta en ese sentido. EducaPoker no tiene nada que ver
con Matrix y, aunque respondan a la misma vocación de
enseñar, son dos cosas distintas. «Lo que tú llamas Matrix -
me explica- es otra cosa. En EducaPoker nos proponemos
enseñar a través de la red, ofreciendo una serie de recursos
didácticos de forma escalada o progresiva, según el propio
usuario vaya profundizando en sus conocimientos de poker.
El que entra en EducaPoker no tiene por qué plantearse jugar
a nivel profesional. Puede tratarse de alguien como tú -dice
señalándome con un ligero gesto-. Un profesional de
cualquier otro sector que no tiene nada que ver con el poker
y que le apetece jugar en la red como hobby sin tener que
perder dinero por ello. En Matrix hay treinta y dos personas
que en teoría "ya" han aprendido, y lo que pretenden es
ganarse la vida jugando al poker. Hay unos gastos de
funcionamiento, como ya te he contado, y dos personas a su
disposición para dudas o consultas, que solemos ser Luis
Sevilla, mi hermano o yo. Antes ofrecíamos hasta banca para
que jugaran a cambio de un 10 por ciento de las ganancias.
Hoy es diferente y hacemos un escalado según las horas
que juegan, sin que dependa directamente de lo que se gana.
La gente que juega allí y le echa horas y destaca, puede
acabar integrándose en el Equipo Unibet o al menos probar
suerte si está preparada y es su deseo».

Mi pregunta es irremediable: «¿Entonces, Matrix es


vuestra cantera?», le suelto. «No exactamente -me contesta-.
Sabemos que a largo plazo no todos ellos van a ser capaces
siquiera de ganarse la vida con esto. E incluso el aprendizaje
no es igual cuando estábamos ocho jugando en el piso, que
cuando llegamos a ser diecisiete, o como ahora, que son
treinta y dos y hemos cortado porque es imposible atender
ni a uno sólo más. La interacción entre nosotros era mucho
más intensa antes, se hablaba más de cada partida, se vivía
más el poker, se le echaban más horas... Muchos de los
actuales jugadores aún no se han enterado de lo crudo que
puede ser el poker. Tú ya lo has podido ver por lo que te
hemos contado varios de nosotros».

Da la sensación de que Raúl pone más ilusión en


EducaPoker que en su escuela pionera de poker. O al menos
como proyecto empresarial lo tiene mucho más claro: «Ese
proyecto de escuela virtual, un año y pico después, es ya
una realidad en la red y se llama www.Edu caPoker.com. Nace
como una escuela de poker en la que lo que pretendemos es
que cualquier persona pueda aprender a jugar al poker
online partiendo desde las reglas más básicas y pudiendo
llegar hasta los niveles de los mejores profesionales del
mundo. Nuestro modelo de negocio es simple. No cobramos
absolutamente nada al usuario, sólo le pedimos que una vez
decida empezar a jugar se registre en EducaPoker y desde
nuestra página web se inscriba en el casino virtual que
prefiera, siguiendo las pautas que le indicamos y aplicando
nuestras orientaciones para evitarle riesgos y problemas y
jugar de un modo seguro. Las salas online donde se juega se
llevan parte de las ganancias de los usuarios en forma de
comisiones que recaudan de los botes ganados, y de esto
nos pagan a nosotros. Nosotros, a cambio, enseñamos a los
jugadores a ganar, de modo que tienen una buena razón para
seguir jugando y aprendiendo más. Así la situación es
beneficiosa para todo el mundo excepto, probablemente,
para los jugadores que no se molesten en aprender a jugar y
se lancen a hacerlo sin tutelaje».

Le comento que mi experiencia personal en los grandes


portales de los casinos online, desde mis rudimentarios
conocimientos del poker que no incluían la existencia de
algo llamado Texas Hold'em, no pasaba de jugar con dinero
ficticio, y que andaba perdido ante la jerga al uso que, o bien
era en inglés, o en un horrible spanglish que me resultaba
casi más extraño todavía. «Ahora esta alternativa está
abierta para cualquiera que hable castellano, y eso
constituye una ventaja que, por ejemplo, nosotros no
tuvimos -observa Raúl-. Yo tuve que estudiarlo todo en
inglés, y creo sinceramente que el poker bien explicado en
castellano puede ser una buena alternativa o complemento
para mucha gente. Insisto en que a muchos puede no
importarles perder unos dólares para jugar unas manos y
distraerse un rato de las cargas cotidianas, igual que cuando
vas al cine o a un concierto. Pero si te lo pasas bien y en
lugar de perder ganas un poco de dinero, ¿mucho mejor,
no?». «Amén», casi se me escapa.

En la segunda parte de este libro, que he sugerido titular


«Las reglas del juego: los secretos de una estrategia
ganadora», y que doy casi por acabado si no fuera porque
dentro de unos días va a librarse un torneo en Budapest (el
Unibet Open 2010) y he decidido acompañarles a ver qué
pasa -y seguro que tendré algo que añadir-, los lectores
podrán encontrar consejos estratégicos básicos sobre cómo
empezar a jugar al Texas Hold'em ganando algo de dinero,
según dice Raúl. Son consejos muy elementales, afirma, y
están pensados para alguien que no sepa las reglas. No voy
a ocultarles el hecho de que tras leerlos, no me parecen muy
elementales. Sin embargo, tienen la belleza de lo que es claro
y conciso, y están escritos en un castellano bastante
decente (aunque siempre mejorable en el uso de
anglicismos), a diferencia de algunos clásicos accesibles en
un castellano macarrónico en la red, como el Harrington,' el
libro de los Pelayos,8 o el más reciente de David Sklansky,9
muy didáctico, pues es capaz de enseñar desde cero a
cualquier persona interesada en comprender las
complejidades de un juego en apariencia muy sencillo.

«Si alguien quiere profundizar más -me sugiere Raúl que


advierta-, diles que les recomiendo que entren en
www.EducaPoker.com. Un equipo de profesionales, entre los
que me incluyo, estará allí para ayudarles en lo que
necesiten». Apuesten a que es cierto.
En donde se cuentan algunas reflexiones del autor y
de Raúl y sus amigos sobre el libro que nos traemos
entre manos, y se habla del atraco sucedido en el
EPT de Berlín, y algunas otras curiosidades del
poker

n el último torneo en que participaba el


Equipo A mientras aún escribía estas líneas, el Unibet Open
de Budapest, celebrado del 4 al 7 de marzo de 2010 (alguien
había optado por quitar la «P» de poker al evento, pues en
2009 se llamaba UPO, de Unibet Poker Open), y al que había
decidido acompañarles en calidad de escritor que se empapa
del ambiente de los torneos, no consiguieron resultados.
Ninguno del equipo pudo entrar en premios esa vez. No les
traje suerte. Aunque maldita la suerte que necesitan si
tenemos en cuenta cuál es la filosofía del grupo. En realidad,
entrar en las mesas finales de los torneos ya es una hazaña
difícil. Y conseguir premios en un torneo en vivo lo es más
todavía. Si los diez jugadores que han pasado hasta la fecha
por el Equipo Unibet han jugado una media de diez torneos
por jugador, unos cien torneos en total, y han conseguido
ganar en cinco ocasiones (contando los CEP españoles), y
entrar en premios una docena de veces, los resultados
pueden considerarse más que satisfactorios. Si, como dice
Paul Keagan, la calidad de los ejércitos se conoce en la de
rrota, la profesionalidad de los jugadores del Equipo Unibet
se advierte mejor en el ambiente frío y analítico que sigue a
un torneo en el que nada ha llevado a la excitación o la
euforia. Comentan las jugadas en que se han equivocado o
la suerte les ha jugado una mala pasada, analizan los errores
y los aciertos, valoran a los jugadores que han quedado en
las mesas, calibran la habilidad de los croupiers...

Por supuesto, Raúl Mestre, Luis Sevilla, Álvaro Aspas y


yo aprovechamos también la ocasión para conversar largo y
tendido sobre su experiencia con el poker y del libro que
estoy escribiendo acerca de todos ellos. Álex, Poche y
Jonathan (un chico canario que vive en Valencia y que era
nuevo en el equipo) conversan conmigo de forma más
episódica. Contestan a mis preguntas con amabilidad, me
aclaran las dudas, pero juraría que no les acaba de gustar lo
que me traigo entre manos y sólo me toleran porque vengo
avalado por su maestro.

El Unibet Open de Budapest es un torneo que suele


contar con unos 500 jugadores. El de 2010 tuvo unos 460
participantes, un coste de unos 1.500 euros de inscripción
por jugador y un primer premio de 150.000 euros, en un
marco muy agradable: el Hotel-Casino Sofitel Las Vegas. Este
hotel luce una arquitectura interior impresionante (por fuera
no deja de ser un cubo, como los edificios circundantes):
una gigantesca caja hueca a la que se abren unas quinientas
habitaciones, coronada por una techumbre de cristal que
tamiza la luz, recorrida por tres pequeños tubos de plástico
transparente que suben y bajan constantemente. La
decoración quiere recordar una biblioteca vanguardista, una
especie de templo de la lectura en el que, en realidad, nada
invita a la lectura. El torneo se celebra en un amplio sótano
que comunica con el casino anejo al hotel, y está muy bien
organizado: sala de prensa con vistas al gran salón donde se
disputan las partidas, croupiers correctos y hábiles, buena
iluminación, mobiliario de casino inmaculado, servicio de bar
(carísimo) decente, buena seguridad. Todo bien, salvo por
un par de detalles que me parecen extraños, pero que los
jugadores me dicen que son habituales: las mesas están un
poco apretadas para mi gusto (apenas hay espacio entre
ellas para que los periodistas e informadores sigamos las
partidas) y el horario en que se disputan las manos de poker
se prolonga durante doce horas, entre las dos de la tarde y
las dos de la madrugada, con descansos de quince minutos
cada dos horas y una media hora para comer y otra para
cenar. Un horario agotador desde el jueves hasta el
domingo.

Los jugadores empiezan la eliminatoria en dos tandas de


unos 230 contendientes. La primera se libra el jueves, la
segunda el viernes. En ambas tandas deben quedar
reducidos a poco más de una cincuentena. El sábado, el
centenar de jugadores que ha sobrevivido a la primera fase
tiene que volver a enfrentarse en otra jornada maratoniana
para quedar reducidos a una cifra que no baje de diez y no
supere los veinte. La mesa final se disputa el domingo.

Aquel sábado, acabada la competición para los


componentes del Equipo Unibet -sólo resiste hasta la noche
un español: un joven de Madrid, Gonzalo, que quedaría
eliminado a última hora-, se convirtió en una jornada de
descanso que nos permitía dar un paseo turístico por la
hermosa Budapest y abrir un pequeño foro de reflexión
acerca de lo que estábamos haciendo. Todos nosotros,
porque al escribir su historia yo también me había implicado
en su análisis. Entonces a Raúl no se le ocurrió otra cosa
que confesarme que aunque lo que llevaba leído del libro,
salvo pequeños errores, reflejaba bien su experiencia, le
parecía demasiado blanco, demasiado elogioso para él y sus
amigos. Lo tomé como una crítica y comenzamos una
discusión bastante curiosa. La reproduzco casi literalmente:

-No habéis matado a nadie -le digo-. Os habéis limitado a


jugar al poker, a aprender bien sus reglas y a ganar dinero
trabajando muchas horas duramente sin engañar a nadie.
Tampoco es como para avergonzarse.

-Sí -admite-. Pero ha sido más duro de lo que parece.

-Vivir algo siempre es más duro de lo que parece cuando


lo cuentas.

Le confieso que siempre he tenido la impresión de que


han trabajado muchas horas, muchas más horas de las que
ellos mismos piensan cuando se consideran tan afortunados
por el camino que han elegido, aunque hayan obtenido unos
beneficios crematísticos mucho más altos de los que otros
jóvenes de su edad puedan conseguir. Nos ponemos a
contabilizar las horas que han dedicado al poker con ayuda
de Alvaro. Es cierto que hemos hablado más de manos
jugadas (millones en el caso de Raúl) y de horarios extraños
que de horas de trabajo. Aceptan la cifra de unas 70 horas
semanales en los periodos más duros de aprendizaje y juego
en las mesas virtuales (el mismo cálculo que hizo Wuyun). Si
añadimos el trabajo dedicado actualmente a jugar, a analizar
las jugadas y luego a enseñar a otros, más las tareas de la
página de EducaPoker, muchas semanas han superado esa
cifra de 70 horas semanales, reduciendo el tiempo dedicado
al juego online a no menos de 30 horas.

-Pues con más razón se convierte en una historia blanca -


concluyo-. La palabra esfuerzo y trabajo la habéis
pronunciado vosotros muchas veces, no me la he inventado
yo, para describir vuestra aventura.

-Porque queríamos romper el tópico de la suerte asociada


a la idea del poker, junto a esa imagen de vicio, alcohol y
delincuencia -indica Raúl-. De cualquier forma, veo la
historia contada de forma demasiado positiva,
excesivamente elogiosa.

-Claro -me justifico-, porque además hay que tener


audacia [juro que dije audacia] para con poco más de veinte
añitos dejar tu carrera y probar suerte en un juego con muy
mala fama, estudiando a fondo y con infinita paciencia todas
sus estrategias y recovecos. ¿Eso es meritorio, no?

No parece muy convencido. Hay algo que no le gusta...


Alvaro está presenciando nuestra discusión y se lo está
pasando pipa.

-Sin embargo -suelta la bomba-, yo creo que una persona


inteligente, si pensara las cosas con frialdad, no elegiría este
camino salvo que estuviese muy bien informado y conociese
muy a fondo las dificultades que le esperan.

Me quedo asombrado. Está hablando como lo haría yo (o


su padre) antes de conocer su historia y dejándome llevar
por los prejuicios habi tuales sobre el juego. Puede que
incluso teniendo en cuenta sus éxitos yo no recomendara a
mis propios alumnos seguir un camino como el suyo. He
comprendido que para jugar bien al poker no es preciso
tener ningún don especial más allá de las suficientes sangre
fría y racionalidad. También creo haberme convencido de
algo en lo que coinciden todos los que han llegado a ser
buenos jugadores de poker. David Sklansky lo expone
inmejorablemente: «... los jugadores expertos no lo fían todo
a la suerte. Están en guerra con la suerte. Despliegan sus
habilidades para reducir al máximo el factor suerte. Calculan
para sacar el máximo partido y dejan los golpes de suerte a
sus adversarios más débiles. Gracias a esos cálculos, suelen
ganar más veces de las que pierden. A la larga, todo el
mundo tiene la misma proporción de cartas buenas y malas,
de manos ganadoras o perdedoras. Los jugadores
principiantes de poker lo fían todo a una buena mano o a un
golpe de suerte. Los jugadores expertos, sin embargo,
despliegan sus habilidades para minimizar las pérdidas
cuando tienen una mala mano y maximizar las ganancias
cuando tienen buena Estas palabras de Sklansky no podrían
resumir mejor todo lo que Raúl Mestre me ha estado
enseñando durante estas últimas semanas. ¿Entonces qué
ha querido decir con su última afirmación? Si su éxito en el
poker ha estado en relación directa con la calidad de su
trabajo y de su esfuerzo, ¿por qué una persona inteligente
no habría de elegir ese camino sin tan exigentes salvedades?
Miro a Alvaro a ver qué piensa.
-Si no ganas el suficiente dinero y tienes cabeza como
para cambiar de actividad a tiempo -reflexiona-, yo estoy de
acuerdo con Raúl. Este ritmo no se puede aguantar muchos
años si no estás bien mentalizado y sabes a lo que te
enfrentas.

-Ya. Os pasa como a los deportistas de élite -me burlo-. Os


desgastáis muy deprisa y tenéis que retiraros muy pronto.
¿Es por eso que dices que una persona inteligente no
elegiría este camino?

-En parte -concede Raúl-. Yo no puedo jugar ya las horas


que jugaba hace sólo dos años. Ni tampoco estar en
dieciséis mesas online simultáneas durante varias horas
seguidas. Y en los torneos ya me has visto... Me aburro
mortalmente.

En eso no me ha mentido. Cuando llegué al lujoso Hotel-


Casino Las Vegas, con una espectacular vista del Puente de
las Cadenas sobre el Danubio, que me cautivó al subir a mi
habitación, la primera imagen que tuve de Raúl disputando el
torneo en las oblongas mesas verdes fue la de un autista:
cascos en los oídos, gafas oscuras de sol levantadas sobre
la frente, leyendo un libro electrónico -me confesó luego que
era una novela policíaca- y casi totalmente ajeno a lo que
sucedía, a ritmo desesperadamente lento para él, en la mesa
de poker, cuyo trajín vigilaba de vez en cuando. Si entraba
en la mano, se bajaba las gafas de sol y observaba las
apuestas de los jugadores que continuaban en el juego. Le
vi examinar con cuidado la pila de fichas de sus oponentes
antes de decidir subir o retirarse. Si arrojaba sus cartas, se
levantaba las gafas y volvía a enfrascarse en su libro.

-Hay mucha gente que se ha quedado en el camino -


insiste-. No ha resistido el desgaste psicológico que supone
una mala racha, o no ha tenido cabeza para ahorrar y lo ha
perdido todo. En nuestro grupo aún no ha sucedido, pero
conocemos a gente que ha acabado muy mal. Hay que
pensárselo dos veces antes de meterte en esto.

-Sí, eso es verdad -abunda Álvaro-. Hay muchos que


acaban mal. Esto es muy duro, más de lo que parece. Hay
que saber dejarlo a tiempo.

Los miro con interés. Son todavía jóvenes, pero ya son


dos hombres, no dos chicos. Saben de lo que están
hablando porque tienen experiencia. Debo superar mi
tentación de no tomarme en serio sus palabras acerca de las
facultades que, supuestamente, han perdido en apenas tres
o cuatro años, cinco a lo sumo. Tal vez tengan razón y no
puedan seguir jugando al ritmo al que estaban
acostumbrados.

-Bueno -admito-. En realidad, vosotros ya lo estáis


haciendo, ¿no? Jugáis torneos y jugáis online todavía, pero
dedicáis cada vez más tiempo a vuestro proyecto de
EducaPoker y a enseñar a las 32 personas que tenéis en
Matrix [el nombre, siguiendo la espontánea expresión de
Agustín, que dan al local en donde enseñan a jugar a lo que
podríamos llamar la cantera del Equipo Unibet]. Eso significa
que os estáis retirando del trabajo de competición para
convertiros en preparadores. El camino natural de muchos
deportistas de élite.

En ese momento, llega Luis Sevilla acompañado por su


novia, Clara -que estudia Ingeniería Aeronáutica- y se
incorpora a la discusión. Está de acuerdo con Raúl y con
Álvaro sobre el fondo del asunto: que es más duro de lo que
parece aunque haya momentos estupendos, viajes de
película y se gane dinero. Aunque tampoco tanto, si se
piensa en el futuro.
-¿Qué empresa te va a coger fuera del mundo del poker
una vez lo dejes? -dice.

-Reconozco que vistas así las cosas... Pero habéis hecho


algo notable y merece la pena que se cuente. Hoy se habla
en la red de la escuela valenciana de poker. No es una mera
ocurrencia de Carles Rodríguez -les digo-. Y no de la escuela
madrileña o catalana, y eso que en Madrid y Barcelona hay
muy buenos jugadores. Sólo por eso ya merecería la pena
contar esta historia. Y no es una historia de perdedores, ¿qué
queréis que le haga?

-No digo que hayas exagerado al contar nuestra historia,


sino simplemente que lo has hecho desde un punto de vista
muy positivo -me matiza Raúl-. Esto tiene sus riesgos y sus
aspectos negativos, puede que estemos viviendo una
especie de sueño y nos vaya bien, no lo discuto, pero la
cuestión es: ¿qué pasará cuando nos caigamos de la nube?
Por eso pienso que una persona realmente inteligente tal vez
no elegiría esto.

Empiezo a entenderlo. Tener éxito está muy bien, ganar


dinero también está muy bien, pero ¿qué pasa cuándo ha
pasado el tiempo de lo uno y lo otro? ¿Qué les ocurre a los
niños prodigio cuando al crecer pierden su excepcionalidad?
¿Cómo viven los deportistas de élite la merma de sus
facultades que les convierte en deportistas simplemente
buenos? ¿Y el escritor cuyo último libro no puede alcanzar la
brillantez del anterior? ¿No representa un peligro esa
adaptación a una vida en la que las metas logradas una vez
ya no pueden volver a conquistarse de nuevo? El éxito es a
veces tan peligroso como el fracaso. Incluso más peligroso:
del fracaso sólo puede salirse caminando cuesta arriba, pero
del éxito siempre se sale cuesta abajo. Y cuesta bajo es muy
fácil caer y rodar hasta el fondo. Pero eso aún no les está
sucediendo a ellos, y para cuando les suceda creo que
habrán tomado medidas, porque tienen la clarividencia de
percibirlo.

El argumento hace mella en su pesimismo sólo durante


unos instantes, hasta que sale el tema de Matrix y empiezan
a comentar que los jóvenes a quienes entrenan en estos
momentos lo tienen mucho más fácil que ellos; que pagan
una cantidad por los gastos de local e Internet y lo tienen
todo para aprender a jugar, desde los profesores y el
material, hasta el dinero que necesitan para empezar; que no
valoran debidamente las horas que hay que trabajar; que no
se esfuerzan bastante; que no dedican tiempo suficiente a
analizar su trabajo... En suma, que se lo toman como un
juego y no en serio... ¡Dios mío, ninguno de ellos ha
cumplido todavía los 28 años y ya están hablando así!
Acabarán cabreándome.

La discusión quedó abortada por la noticia de aquel


sábado, que nos trajo el periodista del grupo, Larles
Rodríguez: en Berlín, Alemania, en otro torneo del EPT, se
había producido un espectacular golpe. «Un grupo
compuesto por cinco atracadores encapuchados y provistos
de armas de fuego asaltaron este sábado el Hotel Grand
Hyatt, situado en la Potsdamer Platz de Berlín, donde se
estaba celebrando el día tercero del European Poker Tour. El
grupo, perfectamente organizado, logró huir con un botín
que puede rondar los 700.000 euros». Así apareció la noticia
en www.noticiaspoker.es unos días más tarde. En ese
momento, el mismo día y casi a la misma hora, sólo
conocíamos dos datos: que eran unos cuatro o cinco
atracadores armados con fusiles de asalto y que se habían
llevado un montón de pasta.

-Eso nunca ocurriría en Las Vegas, en Estados Unidos -


comenta Raúl.
-Ni en ningún casino de Italia -apostilla Álvaro.

-¿Por qué? -inquiero.

-Porque están protegidos por la Mafia, si es que no son


de ella. Vaya, pienso, va a resultar que este libro va a tener al
fin y al cabo algo que ver con la novela negra. Tenemos un
atraco a un casino, y a lo salvaje, según puede verse en las
grabaciones del Grand Hyatt colgadas en YouTube. Y yo
mezclando en mi última novela a mis castizos atracadores de
ficción con sofisticados procedimientos de ataque
cibernético a los sistemas de seguridad de los casinos...

-¿Eso no es un estereotipo? -les digo por discutir,


volviendo al tema.

Raúl y Álvaro se encogen de hombros. Luis Sevilla no


expresa ninguna reacción, se limita a mirar a su novia, que
está presente en la habitación. Al parecer el tema de la
relación casinos-Mafia es artículo de fe para todos ellos.

-Y una realidad -afirma por fin Raúl-. Eso sólo puede


ocurrir en Europa porque aquí los casinos no están
protegidos, y también por el maldito vicio de entregar los
premios de poker en metálico, en billetes. Si se entregara en
un cheque no tendría sentido ir a atracar un torneo, pero
para la mentalidad de los casinos virtuales que organizan
estos eventos el dinero funciona como un gancho, y el
jugador de poker que gana un torneo, si no se va con el
dinero llenándole las manos, parece que no se va con dinero
de verdad.

Eso me recordó algo que me había contado uno de ellos:

-¿No os volvisteis de un EPT en Dortmund con los forros


de vuestros chaquetones llenos de billetes? Había decidido
no contarlo para no levantar la liebre con el tema de la
declaración de divisas, porque se me había metido en la
cabeza que era cuando volvisteis de Bahamas, hasta que me
he dado cuenta de que al celebrarse el torneo dentro de la
Unión Europea no hay ningún problema con las aduanas.

-Fue un momento inolvidable -me confirman Raúl y Luis.

-Habíamos cenado en un MacDonald's -me cuenta Luis-,


porque era lo único que estaba abierto a las tantas de la
noche, y al subir a la habitación llenamos la colcha de la
cama de billetes. Diego Pérez los miraba hipnotizado.
Ninguno de nosotros había visto en su vida tantos billetes
juntos: 250.000 euros.
-Y no habría sido lo mismo si os hubieran dado un talón
bancario o una fría anotación electrónica en cuenta,
¿verdad? -les digo.

Piensan unos instantes antes de contestar.

-No -concede Raúl-. Pero habríamos pasado por los arcos


de seguridad del aeropuerto sin peligro de que nos diera un
infarto.

Se ríen. Eso es lo que tiene ser joven, que te ríes mucho,


incluso cuando pasas por el arco de seguridad de un
aeropuerto con el forro del abrigo cargado de billetes.
1 lector no debe inquietarse por el incierto
futuro de nuestros protagonistas del poker. Han pasado
unos nueve meses desde que escribí las líneas del capítulo
anterior y han sucedido diversos trajines editoriales que
merecerían algún tipo de crónica, algo del tipo «la
extraordinaria historia de un libro que es negocio seguro y
nadie parece decidirse a publicar». Sin embargo, en estos
mismos nueve meses sí ha habido personas que han sabido
aprovechar el tiempo y lo han hecho muy bien. Adivinen.

Sí, Raúl Mestre y sus amigos de la escuela valenciana de


poker. El propio Raúl ha intentado convencerme de que
cambie lo de «escuela valenciana» por «escuela española».
La razón es que www.EducaPoker. con ya ha abierto su
página en portugués, y están pensando si siguen con el
francés o el italiano, y lo de «escuela valenciana» tira bien
en España, pero fuera tira mejor, según él, el concepto de
«escuela española de poker». No puede negarse que tiene
razón. Como ven, no me ha convencido, pero por mí pueden
cambiarlo en la edición portuguesa o en la italiana.

El hecho de que no hayan perdido el tiempo puede


apreciarse en algunos pequeños detalles. Cuando en abril-
mayo de 2010 repasábamos nuestra discusión de Budapest y
sus inquietudes acerca de lo mal que se puede acabar si no
sabe uno prepararse bien y retirarse a tiempo, su recién
estrenado proyecto empresarial de escuela virtual de poker
recibía unas 5.000 visitas mensuales y conseguía que unos
1.000 jugadores se registraran en los casinos online desde
su página web. Este pasado mes de enero me pusieron al día
de las cifras que habían ido alcanzando a final de año: 50.000
jugadores registrados en www.EducaPoker.com, varios miles
de visitas diarias, varios miles de jugadores de poker que
juegan cada semana en todos los casinos virtuales
relacionados con ellos. No me han autorizado a reproducir ni
su cifra de negocio ni sus beneficios. Lo único que puedo
añadir es que son un maravilloso ejemplo de reconversión
de actividad, y han sabido seguir sus propios consejos,
como no podía ser de otra forma.
Ahora los que empiezan a ganar los torneos son sus
alumnos virtuales, que van siendo conocidos como
«edukitos». En octubre de 2010 pude conocer
personalmente a uno de ellos en el Unibet Open de Valencia"
(UPO disputado en el Casino de Valencia que terminó el día
11 de ese mes): José Ramón Díez, «Gazzano» por nombre de
guerra, representando a EducaPoker. Gazzano es uno de los
ganadores de la Promoción Primer Aniversario de la escuela
de poker online, y alcanzó la nada desdeñable tercera
posición en el torneo junto a un premio de 59.560 euros
después de haber comenzado el día de la mesa final segundo
en fichas.

Son detalles tranquilizadores ¿verdad? Sin embargo, no


voy a recaer en una menesterosa enumeración de éxitos, no
quiero pecar otra vez de ser demasiado positivo, sólo
abundar en la idea de que si hay una historia que merece ser
contada, es ésta.
ay varias cosas que conviene saber antes de
lanzarnos a leer sobre cómo jugar y qué tipo de decisiones
tomar en una mesa de juego. Existe una infinidad de libros
sobre cómo jugar y cómo ganar al poker, sobre todo en
inglés, pero también es cada vez más fácil encontrarlos
traducidos, mejor o peor, al castellano. Los hay en la red y en
las librerías. Tal es el caso, por ejemplo, del clásico libro de
Dan Harrington, del titulado Aprende a jugar al poker con
los Pelayos, o del recientemente publicado en español de
David Sklansky, Ganar al poker, editado por La Esfera de los
Libros. Todos prometen convertir al lector que siga sus
consejos en un campeón y en un ganador, y en todos ellos
la modalidad reina actual del poker, el Texas Hold'em, ocupa
un lugar especial.

Sin embargo, las cosas nunca son tan fáciles, y si hay


algo en verdad difícil es, siempre, saber empezar y dar los
primeros pasos en este mundo del poker, mucho más
complicado de lo que aparenta. Por eso hemos creado
nuestra página virtual, www.EducaPoker.com, y por eso me
he decidido a escribir este libro con el respaldo de todo el
equipo de profesionales que han hecho realidad que
www.EducaPoker.com sea hoy una referencia para todos los
jugadores y aficionados que se inician y juegan al poker en
España. Y todo gracias al prestigio adquirido, con el
respaldo de Unibet.com, por el Equipo Unibet, formado por
jóvenes jugadores profesionales, que he tenido el honor de
dirigir, y cuya histo ria ha relatado el escritor Luis Valera en la
primera parte de este libro en términos quizá
inmerecidamente elogiosos.

Nuestro objetivo no es convertir a nuestros lectores en


millonarios: eso es algo que no está en nuestra mano ni
probablemente en la de nadie, sino dar una enseñanza de
calidad y convertir el hobby de mucha gente en una afición
lucrativa en vez de en un gasto. Y no es un objetivo humilde,
sino importante. Para muchos jugadores aficionados al poker
éste es un entretenimiento por el que merece la pena gastar o
perder un poco de dinero. Nuestra idea es convencerles de
que puede seguir siendo muy placentero disfrutar de unas
manos de poker (con los amigos, en un casino físico u
online) sin necesidad de perder ese dinero e incluso
ganando algo. Este proceso no será necesariamente fácil,
pero estamos seguros de que con voluntad y ganas por
ambas partes podemos conseguirlo. Para ello hemos creado
algunas herramientas que ponemos a vuestra disposición en
www.EducaPoker.com y también en este libro. Esperamos
que ambos os resulten de utilidad, aunque sois vosotros
quienes tenéis que aprovecharlos.

Tengo que dar otro consejo prioritario. Todos creemos ser


grandes jugadores de poker a poco que dominemos las
reglas básicas y hayamos ganado algunos dólares durante
un par de días, pero lo cierto es que el camino a recorrer
entre ser un jugador novato y un ganador regular es mucho
más largo de lo que parece. Muy poca gente está de verdad
capacitada para jugar en mesas grandes o para modificar
estrategias bien asentadas o conocidas con innovaciones
originales. Los contenidos más básicos de nuestra página,
www.EducaPoker.com, que están escalonados en diferentes
niveles, pueden parecer bastante poco flexibles, y muchos
de vosotros pensaréis que podríais hacer ajustes aquí o allá
para mejorar algunos aspectos de las estrategias que
pretendemos explicar. Lo mismo puede ocurrir con las
primeras páginas de este libro. Sin embargo, es algo que os
desaconsejamos con firmeza. En niveles más altos cada vez
tendréis más flexibilidad para tomar decisiones, pero las
estrategias básicas han sido probadas y estudiadas a fondo,
como habréis podido comprobar los que hayáis leído la
primera parte de este libro, por lo que pensamos que es una
gran idea que las sigáis al pie de la letra.

Para los que empezáis de cero queremos aconsejaros que


seáis pacientes. Los apartados de este libro (como los de
nuestra página web) están pensados para ser leídos en
orden. Es importante, por tanto, que entendáis bien los
conceptos que se explican y que los repaséis todas las
veces que haga falta.

El poker no es un juego sencillo pese a la aparente


facilidad de sus reglas, por lo que conviene no caer en la
habitual trampa de los jugadores inexpertos: sentirse
demasiado seguros, jugar alegremente y perder bastante
dinero. Ésta es la razón por la cual la estrategia de «Resto
Corto» (shortstack) que recomendamos es la forma más
simple de jugar y ganar dinero que existe. Incluso si llevas
algún tiempo jugando, pero hasta ahora sólo ha sido un
hobby, debes ser paciente. Quizá sea mejor idea que vuelvas
a empezar desde el principio tu aprendizaje, como si no
supieses nada. Hay muchos conocimientos que todos
necesitamos repasar para obtener una base sólida, así que
no pienses que estás perdiendo tu tiempo por leer algo que
ya crees saber.

Si eres un jugador con experiencia en jugar con un resto


de fichas completo (deepstack) y no quieres jugar con
menos fichas a pesar de nuestras recomendaciones, puedes
encontrar en www.EducaPoker.com una sección en la que
hablamos de esta estrategia. Aun así, insistiremos una vez
más: la estrategia con «resto corto» o shortstack es mucho
mejor para cualquier jugador no experto e incluso para
alguien con cierta experiencia; aprender a pensar como un
jugador de esta modalidad nos ayudará a enfrentarnos con
nuestros oponentes en las mesas.

Una prueba a contrario de la eficacia de nuestra estrategia


de resto corto es que, recientemente, en algunas salas online
(no en las más importantes) se ha incrementado la cantidad
mínima de dinero con la que se permite a los usuarios entrar
en las mesas de juego, que ha pasado de las 20 fichas (su
valor, como veremos más adelante, depende del nivel de las
mesas) hasta 35. Esto impide jugar empleando nuestra
estrategia short stack en algunas salas. Sin embargo, lejos
de abandonar, lo que hemos hecho ha sido preparar una
estrategia para el nuevo tamaño de nuestra pila de fichas, a
la que hemos bautizado como «EP-35» (EducaPoker 35),
debido al nuevo tamaño mínimo de 35 fichas para sentarse a
jugar.

La moraleja de la cuestión es simple. Da igual que las


condiciones concretas y las reglas de las salas cambien.
Mientras se estudie el poker de forma matemática y analítica,
lo cual es nuestro objetivo, siempre se podrá obtener
ventaja. No es cuestión de una estrategia concreta (en
www.EducaPoker.com puedes comprobar que se pueden
aprender a jugar múltiples estrategias), sino de tener claros
los fundamentos teóricos del poker y aplicarlos al entorno,
sea cual sea. Por eso hemos sido capaces de ganar durante
años y por eso estamos en condiciones de enseñar a jugar:
si el entorno cambia, la estrategia óptima cambiará a su vez,
y con las herramientas adecuadas es fácil desarrollarla. Éste
es nuestro propósito y el compromiso que contraemos con
el lector. No obstante, pese a las restricciones de algunas
salas online que exigen jugar en sus mesas con un número
más alto de fichas, actualmente la estrategia de resto corto
que presentamos en este libro sigue siendo la mejor opción
para aprender los fundamentos del poker e iniciarse en las
complejidades de este juego con mejores garantías. Y el
lector podrá ensayarla en las principales salas de juego
online, que son, además, las que recomendamos para
iniciarse.

Por último, en el caso de que algunos de vosotros seáis


ya jugadores de poker habituales o juguéis con bastante
frecuencia, o incluso si nos lee algún jugador ganador de
nivel medio o alto que se pregunte qué puede aprender
leyendo estas páginas, es obvio que si sois capaces de
ganar regularmente en un nivel alto no vais a necesitar leer
ni este libro, ni los artículos de los niveles iniciales de
nuestra página, ni tampoco jugar siguiendo nuestra
estrategia básica en mesas muy altas. Sin embargo, os
recomendamos que lo hagáis sólo para refrescar algunos
conceptos básicos. Siempre conviene repasarlos. Y quién
sabe, ¡tal vez queráis ayudarnos con alguna sugerencia! En
todo caso, muchas gracias por vuestro interés.
a creciente afición por jugar al poker está
vinculada al hecho de poder hacerlo con comodidad, sin
salir de casa y con nuestro propio ordenador con una simple
conexión a Internet. Por eso creemos muy conveniente
empezar por aclarar algunas cuestiones básicas sobre el
juego en la red antes de entrar en los arcanos del juego
mismo. Quien ya tenga experiencia en casinos online tal vez
pueda pasar al capítulo siguiente, pero tanto a todos los que
no tienen ni idea del juego como a quienes conocen lo
principal pero aún no tienen demasiado claros algunos
conceptos básicos les recomendamos su lectura. Para
agilizar la exposición utilizaremos la técnica de respuesta a
las «preguntas más frecuentes» relacionadas con este tema.
¿Qué es el poker y cuál variante es la más jugada?

El poker es un juego de naipes que engloba una amplia gama


de variantes. Es un juego de envite en el que gana quien
reúne la combinación ganadora según las reglas
establecidas. A pesar de que la mayoría de gente que no se
ha iniciado en el poker pueda pensar que la variante más
popular es la que se ve, por ejemplo, en las películas del
Oeste (poker cerrado o five card draw), lo cierto es que sin
duda la que ocupa el lugar más relevante en nuestros
tiempos y sobre la que va a versar principalmente esta guía
es el Texas Hold'em. Este nombre se le dio porque el primer
sitio en el que se ha registrado su uso fue en el estado de
Texas. La segunda parte de su denominación, «Hold'em»,
significa en inglés «agárralas», lo que hace referencia, tal
vez, al valor que hay que tener para no soltar las cartas y
llegar con ellas hasta el final. Para aprender las reglas y la
mecánica de juego basta una tarde. Convertirse en un
experto puede llevar años.

¿Qué cualidades hacen falta para jugar al poker?

En principio no es necesario tener unas habilidades


extraordinarias para llegar a ser un buen jugador. Basta con
un poco de dedicación, interés y paciencia. No se precisan
grandes conocimientos de matemáticas ni tener dotes para el
estudio, pero la práctica es fundamental para controlar todos
los aspectos del juego. Una de las ventajas del poker es que
intervienen tantos factores que gente de muy diversa índole
y de capacidades muy diferenciadas pueden ser grandes
expertos. No está vedado a unos pocos y cualquiera puede
destacar con un poco de esfuerzo por su parte.

¿Qué conocimientos son importantes?

En esencia el poker es un juego de probabilidades, pero


basta con un conocimiento limitado y elemental de lo que es
la probabilidad para jugar con éxito. Además, también serán
útiles algunas nociones de estadística, psicología,
estrategia, informática (si se juega online), gestión de banca,
etc. En este libro aprenderás todo lo necesario sobre cada
uno de estos aspectos. No hay que asustarse, es más
sencillo de lo que pueda parecer a primera vista y sólo
requiere un poco de atención. En www.EducaPoker.com
puedes profundizar en todos estos temas.

¿Por qué jugar online?


Porque es lo más cómodo y barato. Basta con tener un
ordenador y una conexión a Internet (ahondaremos en este
punto más adelante). Además, en muchos lugares es la única
opción disponible y, por si fuera poco, suele ser lo más
rentable, ya que se puede jugar en más de una mesa a la vez.
Aquí nos referiremos sobre todo al poker online, aunque la
mayor parte de las cuestiones se pueden aplicar también al
poker en vivo.

¿Es seguro jugar online?

Si se toman unas mínimas medidas de seguridad y de


sentido común, sí. Será necesario contar con unas nociones
elementales de informática para no estar expuestos a
posibles ataques. Son las mismas que si accedemos a
nuestras cuentas del banco desde nuestro ordenador.

¿Es divertido jugar al poker?

Para responder a esta pregunta lo mejor que se puede hacer


es jugar uno mismo y descubrirlo. No todo el mundo disfruta
jugando a las cartas, pero lo cierto es que este juego tiene
muchos alicientes que lo hacen atractivo. Es muy
competitivo, se mejora día a día, nunca se para de aprender
cosas nuevas, requiere de ingenio aguzado, estimula la
inteligencia, se puede ir subiendo de nivel, se conoce gente
interesante... Además, se puede ir ganando dinero por el
camino, lo que, pese a que no fuera nuestro objetivo
principal, es una motivación extra.

¿Puedo sufrir de ludopatía si juego al poker?

En principio, no. No obstante, si se tienen antecedentes de


otras adicciones o se siente una atracción desmedida y
descontrolada por el juego o las apuestas, se recomienda
encarecidamente alejarse de cualquier actividad que pueda
poner en peligro nuestra salud y economía. El ludópata no
se hace por jugar: es alguien con un perfil adictivo previo
que se potencia al jugar, porque el juego representa un
refuerzo positivo a su adicción. El hecho de que ese juego
sea el poker o cualquier otra cosa, es muchas veces
circunstancial o aleatorio.

¿Es el poker un juego de suerte?

En realidad, si has leído la primera parte de este libro, la


pregunta debería ser: ¿cuánto influye la suerte? Y eso, como
casi todo en esta vida, depende de diversas circunstancias.
Si no has tenido bastante con las reflexiones de Luis Valera
en la primera parte del libro, en www.Educa Poker.com
puedes encontrar enlaces con artículos interesantes sobre
este tema. Una aproximación más alocada y con un toque
humorístico se puede encontrar en el blog de
www.spainfull.com (del autor de estas líneas que estás
leyendo).
tro de los temas que acaparan muchas
dudas de los nuevos jugadores es el dinero. La mayoría
quiere aprender a jugar por la promesa, tan publicitada en
libros, páginas y foros, de ganancias fáciles y rápidas.
Nuestro propósito es mostrar la realidad y aclarar estas
dudas proporcionando una visión global del movimiento
monetario en el sistema del poker online. Para ello será
necesario contar algunas cosas que no todos saben y
afrontar la típica jerga en inglés al uso.

¿Qué significan play money y real money?


Con la expresión play money se conocen las mesas de
dinero ficticio en las que jugamos con dinero de mentira o
puntos. Las mesas de real money son aquéllas en las que
jugamos con dinero real, procedente de nuestra cuenta. Se
recomienda usar dinero ficticio si es la primera vez que
jugamos al poker, aunque no es recomendable tampoco
eternizarse en estas mesas si se pretende ganar dinero o
simplemente jugar en serio, porque la estrategia del juego en
estas mesas es por completo diferente al poker con dinero
real. El que juega al poker con dinero ficticio puede arrojarse
en brazos de la suerte con los ojos cerrados, porque no
arriesga nada más allá de su tiempo.

¿Necesito dinero para empezar a jugar al poker?

No es imprescindible. Algunas salas ofrecen torneos


gratuitos (llamados freeroll) en los que los primeros puestos
tienen una modesta recompensa económica. También hay
algunas salas que ofrecen cantidades iniciales sin depósito
de forma gratuita, por lo general entre diez y cincuenta
dólares, aunque antes de poder sacar ese dinero se tienen
que cumplir una serie de condiciones, por ejemplo jugar un
número de manos determinado, con comisión.
¿Dónde se guarda el dinero?

Ésta es una pregunta que suelen plantearse las personas


que desconocen por completo el funcionamiento del poker
online. Las salas de poker en Internet disponen de unos
cajeros donde se almacenan los fondos de los jugadores.
Este dinero puede estar en realidad depositado en bancos u
otras entidades, dependiendo de la sala.

¿Cómo se puede ingresar dinero?

A veces empezar desde cero es muy costoso. Por eso


algunos jugadores prefieren ingresar dinero en la sala para
comenzar en un nivel un poco más alto. Los métodos de
ingreso son muy variados (dependiendo de la sala de la que
se trate), pero la mayoría permiten tarjetas de crédito,
Neteller, Moneybookers, transferencias, tarjetas prepago,
etc. No se recomienda ni ingresar una cantidad elevada sin
tener conocimientos suficientes ni realizar continuos
ingresos tras perder lo metido con anterioridad.

¿Cómo se puede retirar dinero?

En principio las salas permiten sacar el dinero con el mismo


método con el que se ha ingresado. No suele haber
restricciones para retirar fondos, pero es conveniente leer las
condiciones de cada sala en particular para solventar las
dudas en todas estas cuestiones relativas al movimiento de
dinero.

¿Qué son Neteller y Moneybookers?

Son entidades para pagos en red cuya característica


principal para los jugadores de poker es que permiten mover
el dinero entre las salas y ellas sin ninguna comisión
inmediata (siempre que el cajero de las salas y la cuenta de
estas entidades estén en la misma moneda). Neteller dispone
de una tarjeta con la que se puede comprar en cualquier
comercio que acepte este tipo de pagos, y Moneybookers
ofrece unas comisiones muy bajas para hacer transferencias
a una cuenta bancaria. Es recomendable, de todas formas,
hacer una búsqueda en los foros sobre estas entidades, ya
que es un tema recurrente.

¿Cómo ganan dinero las salas?

Las salas se llevan una comisión (ralee) de cada mano que se


juega. Esta comisión depende del nivel, número de
jugadores, tipo de juego, etc. La comisión es un porcentaje
del bote que se lleva el ganador, y suele ascender en torno al
5 por ciento. Aunque, como en el caso de las retiradas e
ingresos, hay que buscar en la información de las salas las
condiciones particulares de cada una a este respecto.

Si como leo en los foros, casi todos los que escriben


ganan, ¿quién pierde?

Resistir la tentación de contestar a los que no han leído este


libro todavía ha sido difícil. Lo cierto es que nunca hay que
creer a pies juntillas lo mucho que ganan todos los que así lo
anuncian, aunque hay que tener en cuenta que los
jugadores que frecuentan los foros y las escuelas de poker
suelen ser gente que se preocupa por estudiar y mejorar. Por
tanto, es presumible que sean ganadores, aunque en
algunos casos sea de forma marginal. Los que pierden son
los jugadores que suben de nivel sin tener la habilidad
suficiente, o los jugadores casuales que se creen mejor de lo
que son y se meten en mesas con nivel muy superior al
suyo. También pierden los jugadores que están atravesando
una mala racha o están en un bache de juego. Y, por
supuesto, los jugadores que simplemente se sientan a las
mesas de poker como si estuvieran haciéndolo a una de
ruleta.

¿Me voy a hacer millonario?

No vamos a mentir: es poco probable. Sólo unos pocos lo


logran, y suele ser por su talento, trabajo, esfuerzo y
dedicación continuados. Aunque ciertamente no es
imposible, y está al alcance de cualquiera que se lo tome en
serio y no flaquee en el intento. Creemos de verdad que es
suficiente objetivo aprender a no perder a lo tonto nuestro
dinero e incluso, tal vez, ganar un poco.

¿Cuánto voy a tardar en ganar sumas importantes?

Eso depende de muchos factores: tiempo disponible, tiempo


dedicado, habilidades del sujeto, capacidad de aprendizaje,
esfuerzo, pacien cia, control mental, suerte, etc. Es una
pregunta complicada de contestar, pero puede variar desde
«nunca» hasta «unos pocos meses». También depende de
qué se considere una cantidad importante. Si has leído la
primera parte de este libro, tal vez hayas entendido por qué
su autor ha insistido tanto en destacar todo lo relacionado
con la disciplina del juego.
¿Qué es eso que leo tantas veces del bankroll?

Es la cantidad de dinero que tienes a tu disposición para


jugar al poker. Tiene que ser lo bastante grande como para
evitar llegar a la quiebra por una mala racha debida a la
varianza, y lo bastante pequeña como para no asumir riesgos
excesivos. La cantidad dependerá de los niveles en los que
se juegue. En este libro encontrarás consejos acerca de la
adecuada gestión de tu banca para el poker, asunto mucho
más importante de lo que parece a primera vista, ya que el
envite (el arte de la apuesta) es uno de los factores
primordiales de la estrategia en el poker.

¿Qué es eso de la varianza?

Es un término matemático que muestra una inclinación a la


dispersión de la tendencia general de una variable. En el
poker esta variable suele ser la ganancia. Para explicarlo en
palabras simples, cuando un jugador habla de varianza, se
refiere al dinero de más o de menos, con respecto al
esperado de media, que ha ganado o perdido durante un
lapso de tiempo determinado. Como la suerte tiene influencia
en el resultado de las manos (a pesar de que hayan sido
jugadas correctamente), se puede tener una racha negativa
durante un buen número de ellas. También puede ser
positiva y ganar más de lo esperado, aun que esto nunca
representa un problema. Por eso es tan importante disponer
de una banca suficiente en casos de varianza negativa. Más
adelante encontrarás desarrollado este concepto y consejos
para superar la varianza negativa o malas rachas.
hora toca hablar de otro de los aspectos que
más dudas genera entre las personas que desconocen el
juego por Internet, esto es, las salas de poker online. Al ser
este libro una guía centrada en el juego en la red, no vamos a
discutir sobre los casinos físicos, que tienen una serie de
particularidades que los hacen por completo diferentes del
tema que se va a tratar. Partimos de la base de que la mayor
parte de nuestros lectores preferirán iniciarse en este juego
en las mesas virtuales, antes que en los casinos en vivo más
próximos a su lugar de residencia. Nosotros, desde luego,
aconsejamos que así lo hagan, por el bien de su bolsillo. En
la primera parte de este libro creo que se ha discutido ya lo
suficiente sobre cuáles son las razones por las que el juego
en vivo en los casinos, trátese o no de torneos, encierra
unas características especiales que lo hacen poco
recomendable para los jugadores inexpertos. Otra cosa muy
diferente es jugar en casa con amigos y conocidos de nivel o
experiencia similares.

Cabe destacar que debido al gran número de salas online


existentes, siendo la mayoría muy diferentes entre sí, para
obtener información específica de cada una lo mejor es
aprender mediante nuestro análisis de salas de poker que
puedes encontrar en www.EducaPoker. com. Sin más
preámbulos, pasemos a contestar las preguntas más típicas
y elementales que se hace la gente inexperta sobre este tema.

¿Qué es una sala de poker online?

Las salas de poker online son empresas que permiten jugar


al poker en sus servidores a través de una conexión a
Internet. Mediante una aplicación cliente que se instala en
nuestros equipos se puede acceder a sus sistemas. En
dichos sistemas se encuentra el software con el que jugar en
las mesas virtuales y con el que acceder al cajero en el que
cada usuario tiene guardado su dinero. En algunas salas
también se pueden hacer apuestas deportivas, participar en
juegos de casino, etc. De ahí que también se les llame en
ocasiones (incluso de forma equivocada) casinos online. En
castellano deberíamos hablar de salas virtuales y casinos
virtuales.

¿Qué tengo que hacer para jugar en una sala de poker


online?

Por lo general los pasos necesarios son los siguientes:

1. Descargarse un programa de instalación.

2. Ejecutar el programa de instalación.

3. Iniciar la aplicación que se acaba de instalar.

4. Dar de alta una cuenta con nuestros datos.

Con estos cuatro sencillos pasos deberíamos ser capaces


de poder jugar en la mayoría de salas existentes, al menos
con dinero ficticio (play money). Para poder jugar con dinero
real habría que añadir cierta información e ingresar dinero a
través de alguno de los muchos métodos permitidos. Por
supuesto, nosotros recomendamos hacerlo siempre a través
de www.EducaPoker.com y nuestros enlaces, para así
obtener los beneficios de nuestras promociones y nuestro
asesoramiento.

Un poco más adelante te ofrecemos un ejemplo gráfico de


los pasos que hay que dar con una de las salas online que
nos ofrece más garantías y que recomendamos sin reservas:
Unibet.com.

¿Hay que poner nuestros datos verdaderos al darse de


alta?

Siempre hay que dar nuestros datos reales, ya que en


muchas ocasiones para sacar por primera vez dinero de las
salas nos pedirán información que verifique nuestra
identidad (DNI, facturas a nuestro nombre, etc.). Si no
somos capaces de contrastar esos datos, no podremos
disponer de ese dinero.

¿Necesito obligatoriamente descargar un programa e


instalarlo en mi ordenador para poder jugar?

En la mayoría de salas sí, aunque algunas permiten jugar


directamente en su página web. Esta opción siempre
representa algunas desventajas, como la velocidad más lenta
de ejecución de los programas o la carencia de determinados
datos estadísticos sobre las partidas jugadas. Unos
inconvenientes que no suelen compensar por librarse de la
descarga de los programas. De cualquier forma, la opción
entre jugar con aplicaciones cliente o no depende de las
preferencias de cada jugador.

¿Son seguros los programas de las salas de poker


online?

Sí. Los programas de las salas más conocidas, cuando son


descargados desde su propia página, no tienen riesgo de
virus ni de provocar daños en nuestros equipos. Además, la
información entre el programa cliente y el servidor de la sala
viaja encriptada para que no se puedan extraer datos en su
viaje por la red. Las salas virtuales son las primeras
interesadas en garantizar la seguridad de sus clientes y la
suya propia, tanto en los aspectos informáticos como
económicos, así que tienen mucho cuidado en asegurarse
permanentemente de que sus aplicaciones y software estén
optimizados en su rendimiento y libres de ataques
informáticos. Se juegan mucho en caso contrario.
¿Qué actividades puede realizar este tipo de
programa en mi ordenador?

Hablamos ahora de un aspecto polémico de estas


aplicaciones. En las condiciones de la mayoría de las salas
(las que tenemos que aceptar para descargar su software),
les estamos dando permiso para monitorizar cualquier
actividad que se genere en nuestro equipo (páginas
visitadas, aplicaciones en curso, teclas pulsadas,
movimientos del ratón, capturas de pantalla, etc.). Sin duda
es un ataque a la privacidad, pero en cierta manera un mal
menor necesario para evitar males mayores. Por ejemplo, la
posibilidad de sufrir algunas trampas por parte de jugadores
con poca ética. De todas maneras, esta actividad suele ser
mínima, al igual que el riesgo de que se use para fines
dudosos, sobre todo por parte de las salas más conocidas.
Salvo que nuestro oficio sea el de agentes secretos como
James Bond o seamos jugadores profesionales
rigurosamente vigilados por las grandes salas.

¿Qué no se permite en una sala de poker online?

Entre otras cosas no se permite a una persona tener más de


una cuenta a la vez en la misma sala y, por supuesto,
tampoco se permite jugar a los menores de edad. Tampoco
permitirán, como es lógico, ningún tipo de trampas. Otro
aspecto que suelen tener muy en cuenta es el uso de un
lenguaje apropiado en el chat de las mesas. Además, salvo
en contadas excepciones, el único idioma permitido en estos
chats es el inglés (en teoría para evitar que algunos
jugadores puedan pasarse información que los demás no
puedan entender).

¿Es seguro dar nuestros datos bancarios o números de


tarjeta de crédito a una sala de poker online?

Tanto como dárselos a empresas de compra por Internet. Es


decir, en principio no hay ningún problema y no corremos
apenas riesgo proporcionando estos datos. Esto es cierto
sobre todo con las salas más populares, entre las que se
encuentran todas las que te ofrecemos en
www.EducaPoker.com. Como hemos comentado antes, la
seguridad de los clientes es un activo esencial de su
actividad de negocio, pues de otra forma nadie se arriesgaría
a depositar su dinero en las salas virtuales.

¿Está seguro nuestro dinero en una sala de poker


online?
En principio, sí. Pero nadie puede asegurar que un día la
empresa quiebre y no se puedan retirar fondos o cualquier
situación similar que tenga como resultado que nuestro
dinero se pierda. Por eso, incidiendo de nuevo en lo mismo,
es importante tener el dinero en las salas más fiables (que
suelen ser las que más jugadores y más ganancias tienen).
Otra recomendación es no tener todos los huevos en la
misma cesta, es decir, no guardar todo el dinero para jugar al
poker en la misma sala, sino repartirlo en varias de ellas para
minimizar los posibles riesgos. Sin embargo, para el tipo de
jugadores al que está dirigido este libro, el mejor consejo es
elegir una de las salas online más importantes e ingresar una
cantidad moderada.

¿En qué sala de poker online debo jugar?

La elección de una sala depende de una serie de factores


que hay que analizar detenidamente para escoger la mejor
opción disponible en cada momento. Para un principiante las
cosas son muy complicadas y muy sencillas al mismo
tiempo. Son complicadas porque el desconocimiento sobre
todos los temas principales que rodean a las salas es
grande; y son sencillas porque el número de opciones
ideales es bastante reducido. Nuestro objetivo con este libro
(y con nuestra página web) es hacer fácil esta elección. Las
características que debemos considerar a la hora de elegir
una sala de poker online guardan relación con la empresa a
la que pertenece la sala y con el estilo de juego que
proporciona su software. A la empresa habremos de exigirle:

• Fiabilidad, que es la confianza que merece la sala en un


sentido económico y en cuanto a temas como
protección de datos, transparencia, cotización en bolsa,
disposición de fondos, lugar de almacenamiento del
dinero de los jugadores, etc.

• Seguridad relativa sobre todo al acceso a datos


relevantes mediante protocolos seguros, criptografía en
las comunicaciones con el servidor de las aplicaciones
cliente, protección ante posibles robos de identidad en
las cuentas, imposibilidad de realizar trampas,
verificación de retiradas de dinero (o de información
entre jugadores) no autorizadas, etc.

• Atención al cliente en torno a las opciones de contacto,


tiempo en la respuesta, amabilidad, respuestas claras,
concisas y correctas, capacidad de hacer que el usuario
se sienta seguro y confor table y que piense que no va
a haber ningún problema sin solucionar, etc.

• Comodidad fiduciaria, es decir, opciones ágiles de


ingreso y retirada, posibilidad de transferencias entre
usuarios, tiempos cortos en hacer efectivas las
retiradas de fondos, información sobre las comisiones
cobradas, posibilidad de trabajar en varias monedas,
ventajas económicas, etc.

En cuanto a las posibilidades de juego que nos ofrece,


tendremos en cuenta:

• El número de jugadores. Es mejor cuantos más jugadores


y más mesas disponibles haya, porque habrá mejor
posibilidad de selección de mesa, más niveles, más
juegos para jugar, peores y mejores jugadores, etc.

• Software. Habrá que considerar que su calidad sea


suficiente, por las opciones disponibles, el número de
mesas permitidas al mismo tiempo, la fluidez de la
acción, la interfaz de usuario, la posibilidad de
modificación, el uso de pocos recursos en el ordenador,
facilidad para usar software estadístico, aspecto en
pantalla cómodo y agradable, etc.
• Número de peces. Un pez es la forma coloquial de
denominar a los malos jugadores. Una sala en la que
haya muchos jugadores perdedores es una sala donde
es fácil ganar dinero, ya que no debemos olvidar que el
dinero en una mesa de poker viene de lo que otros
jugadores pierden. Hay salas en las que la proporción
de malos jugadores es mayor que en otras (debido a un
mal software, número máximo de mesas abiertas a la vez
limitado, imposibilidad de uso de software estadístico,
existencia de casino y apuestas, además de poker, etc.).

• Ventajas adicionales: bonos de ingreso, bonos de


recarga, rakeback (retrocomisiones ofrecidas por jugar),
descuentos y tiendas con artículos canjeables por
puntos conseguidos... Son incentivos que usan las
salas para atraer al jugador. En realidad son formas de
devolver parte de la comisión que se lleva la sala por
cada mano jugada. Las salas pueden ofrecer varios de
estos sistemas al mismo tiempo, o ninguno.

¿Qué son los afiliados?

Para explicarlo de manera sencilla, un afiliado se puede ver


como un comercial de la sala. Este comercial consigue que el
cliente que se da de alta en una sala a través de él tenga
importantes ventajas (consejos, asesoramiento, formación).
El afiliado, a su vez, es recompensado por lo general con un
porcentaje de la comisión que generen los clientes que ha
captado. En el caso que nos ocupa esperamos que
www.Educa Poker.com sea tu afiliado si decides registrarte
en una sala a través de nuestra página. Desde luego, tú
como jugador no has de pagarnos nada, y la sala te cobrará
la misma comisión que a todo el mundo. De ella, nos dará
una parte a nosotros. A cambio, tú recibirás de nosotros
todo el asesoramiento y enseñanzas que podamos ofrecerte.
Por lo tanto el sistema es beneficioso para todo el mundo:
para la sala porque consigue nuevos jugadores gracias a
nosotros; para nosotros porque la sala nos da una pequeña
parte de sus beneficios; y para el jugador porque por la
misma comisión de sus beneficios, que pagaría de todos
modos, aprende a jugar mejor, con lo cual se supone que
ganará más dinero y seguirá jugando. De esto pretende
ocuparse este libro, de que aprendas y ganes. Nada de
hacerte millonario o campeón de las series mundiales. Para
conseguir eso tal vez sea mejor leer los libros que hacen ese
tipo de promesas.
Como principiante ¿qué tipo de sala de poker online me
interesa?

Cada sala tiene sus ventajas e inconvenientes en función de


qué sea lo que más te interese. En nuestros foros de
www.EducaPoker.com hay una sección dedicada a las
distintas salas con las que trabajamos. Si tienes alguna duda
a este respecto puedes pasarte por allí y preguntar o ver si
alguien ha respondido a ese tema concreto con anterioridad.
Nuestra recomendación en este libro es que comiences por
una sala que te ofrezca todas las garantías, como sin duda es
Unibet.com.

¿Qué se puede hacer ante un problema con una sala


online?

Si tenemos algún problema, el primer paso es contactar con


la Atención al Cliente de la sala. Es importante intentar
hablar siempre con la misma persona y ser insistente, pero
con educación. Si tras un tiempo prudencial no se resuelve
el caso o no parece que vaya a hacerlo, es conveniente
comunicarlo en nuestros foros o al soporte de
www.EducaPokercom para que te ayudemos en la medida de
lo posible. Las salas quieren que los clientes de EducaPoker
estén contentos, por lo que, afortunadamente, la mayoría de
situaciones se suelen resolver de manera favorable, aunque
a veces sea en más tiempo del esperado. Esta ayuda forma
parte de las ventajas que ofrecemos a los usuarios de
nuestra web.
ondremos aquí el ejemplo con Unibet Poker
por tratarse de una de las salas online que nos parecen
seguras y con calidad suficiente, pero el lector puede realizar
los mismos pasos con la sala de su elección que encaje
mejor con sus gustos. El primer paso para tener una cuenta
en Unibet Poker.com será introducir nuestros datos en su
web, a la que podrás acceder desde http://www.Educa
Poker.com/salas/unibet-poker. Es muy importante que
accedáis a la página de Unibet Poker desde nuestros enlaces
si también queréis tener a vuestro alcance los contenidos de
EducaPoker. En caso de haber accedido antes, deberéis
borrar las cookies de vuestro navegador (Firefox, Internet
Explorer, etc.). Los pasos a tener en cuenta son los
siguientes:

1. Pon tus datos reales, rellenando los campos


obligatorios, que están marcados con una señal verde.
Con todos los campos ya completados, continuaremos
el proceso pulsando «Siguiente».

2. Realiza un ingreso en Unibet Poker. Lo siguiente en


hacer es dar los datos que nos piden para poder meter
dinero en nuestra cuenta de Unibet Poker. Escoge una
forma de pago e introduce los datos correspondientes a
la misma.
3. Entra en la página de Unibet Poker y descarga el
programa. En la página principal de Unibet Poker,
elegimos la pestaña «Poker». Allí pulsamos el botón
«Descargar ahora».
4. Introduce tu alias. Es el último paso previo a la
descarga. Este alias será el nombre que tendrás en las
mesas. Para introducirlo, pulsa en «Crear un alias».
Piensa en un nombre de guerra que te guste y
comprueba que está disponible. Una vez encuentres un
alias que no esté utilizado, pulsa «Crear un alias» para
confirmar tu selección.
5. Descarga e instala el programa de poker. Pulsa
«Descargar software poker» en la página. Una vez
guardado, ejecútalo y acepta las condiciones de uso
para comenzar la instalación.
6. Ejecuta la sala de poker. Una vez terminada la
instalación, podrás ejecutar el software de la sala
directamente.
7. Inicia sesión en la sala. Una vez dentro del software,
introduce tu nombre de usuario y contraseña para
acceder a Unibet Poker y pulsa «aceptar».
No obstante, recuerda: antes de ponerte a jugar es muy
conveniente que termines de leer este libro con toda la calma
del mundo.
1 Texas Hold'em es el formato de poker más
popular del mundo. El Hold'em es un juego que une
habilidad, intuición, psicología y probabilidad. Consiste en
ligar, o representar que hemos ligado, la mejor mano de poker
de la mesa al finalizar las cuatro rondas de apuestas
posibles. Al comienzo de cada partida se reparten dos cartas
privadas a cada jugador, cartas que sólo ve él. Después,
durante el transcurso de la mano y con cada ronda de
apuestas, irán apareciendo las cinco cartas comunes, las
cuales se deberán ligar con las privadas para formar la
jugada más alta posible. Hasta hace pocos años la
modalidad del Texas Hold'em más común era el Limit (de
apuestas limitadas), pero en la actualidad la modalidad más
común es el No Limit. Éste es el juego cuyas reglas vamos a
explicar.

Conceptos básicos

Contra la tópica mesa redonda cubierta por un tapete verde


de las películas del Oeste, la mesa típica de poker actual es
elíptica y dispone de sitio, por regla general, hasta para diez
jugadores y un croupier, que es quien reparte las cartas en
cada mano. Eso no quiere decir que tengan que jugar por
obligación diez jugadores, aunque en los torneos en vivo las
mesas suelan comenzar completas o se reajustan para
completarlas cuando van siendo eliminados los jugadores.
Es muy frecuente que se libren manos entre un número
menor de jugadores hasta llegar a ser sólo dos.

En las partidas virtuales la mayor parte de las salas


ofrecen esa imagen típica de elipse con ese número máximo
de jugadores por mesa. La única diferencia es que el puesto
del croupier de las mesas físicas de los casinos no es
necesario, ya que es el propio programa el que se ocupa de
repartir las cartas. La posición que ocupa cada jugador es
mucho más importante de lo que puede parecer a simple
vista, y va cambiando progresiva (y equitativamente) a lo
largo del desarrollo de las numerosas manos que se libran en
una partida. La acción de reparto de cartas y de apuestas, así
como el cambio de posición de los jugadores, se va
desarrollando en el sentido de las agujas del reloj: de
izquierda a derecha. Por tanto, el Texas Hold'em se juega en
una mesa donde se pueden sentar desde dos hasta diez
jugadores. Es un juego en el que dispones de una cierta
cantidad de fichas, o dinero, que te sirve para realizar
apuestas. A través de estas apuestas se van formando botes
en cada mano que se juega. El objetivo del juego es ganar
esos botes y aumentar así tus fichas o tu dinero. Un bote
puede ganarse de dos formas:

1. Cuando se termina de jugar una mano y tu jugada es


más fuerte que la de tu oponente u oponentes.

2. Cuando durante la mano has realizado apuestas y todos


los rivales han acabado abandonando.

El funcionamiento del juego es simple: se reparten dos


cartas tapadas (privadas) para cada jugador, y después irán
saliendo en la mesa hasta cinco cartas destapadas (cartas
comunitarias) durante las rondas de apuestas. Dado que una
mano de poker se compone de cinco cartas, debes emplear
tus dos cartas tapadas y las cinco que salen en la mesa para
formar tu jugada.

Posiciones

Cuando llegas a una mesa de poker lo primero que debes


hacer es tomar asiento, pero hasta un acto tan sencillo como
éste tiene su relevancia. Es muy importante conocer cómo se
llama cada posición. Antes de nada debemos saber que hay
dos tipos de mesa: la mesa corta y la mesa larga. La corta se
caracteriza por tener un máximo de seis jugadores y la larga
por un máximo de diez.
Como podemos apreciar en la imagen, hay tres posiciones
características: la última posición (marcada con una D de
dealer, «repartidor»), la ciega pequeña (marcada con 1$) y la
ciega grande (marcada con 2$). Veamos cada una de ellas en
detalle:

1. Última posición (D): es la más importante de la mesa, ya


que marca el orden del resto. Justo a su izquierda se
encuentra la ciega pequeña, y justo después de ésta la
ciega grande. La última posi ción se desplaza a la
izquierda un lugar por cada mano jugada. Por lo tanto,
la ciega pequeña será la última posición en la siguiente
mano; el jugador que estaba en última posición se
encontrará ahora en penúltima posición, y así
sucesivamente. Recordemos que los turnos cambian en
el sentido de las agujas del reloj.

2. Ciega pequeña: es la posición inmediatamente a la


izquierda de la última posición (D). El jugador sentado
en la ciega pequeña está obligado a poner una
«apuesta a ciegas». De ahí su nombre.

3. Ciega grande: la ciega grande, como vemos, se sitúa a la


izquierda de la ciega pequeña y, por lo tanto, dos sitios
a la izquierda de la última posición (D). Al igual que la
ciega pequeña, en la ciega grande el jugador tiene que
realizar una apuesta a ciegas. El valor de ésta
dependerá del tipo de mesa en que estés jugando, y
siempre es el doble que la apuesta de la ciega pequeña.

A estos datos esenciales conviene añadir un par de


detalles: el primero, que a la última posición también se le
llama «Botón», porque en las mesas de poker se usa una
ficha grande con este nombre para identificarla; y segundo,
que para indicar el nivel de una mesa se emplea una
nomenclatura algo extraña pero muy lógica. Por ejemplo: «NL
0,2$/0,4$», donde NL se refiere al juego (en este caso No
Limit) y los números son el valor de la ciega pequeña y la
ciega grande respectivamente.

Acciones

En el Texas Hold'em tendremos, habitualmente, tres acciones


posibles cuando sea nuestro turno: subir una apuesta,
igualarla o abandonar. En algunas situaciones, cuando otro
jugador no haya apostado antes que nosotros, en lugar de
subir una apuesta podremos apostar, y en lugar de
abandonar ante una apuesta podremos pasar. Veamos las
distintas acciones una por una:

-Apostar: podremos hacerlo cuando sea nuestro turno y


algún rival no haya apostado antes que nosotros. En la
modalidad «sin límite» podremos apostar la cantidad que
deseemos por encima del mínimo permitido, que veremos
más adelante cuando hablemos de las rondas de apuestas.

-Subir: subiremos una apuesta cuando algún jugador ya


haya realizado una y nosotros queramos apostar una
cantidad mayor. En un juego «sin límite» puedes subir la
apuesta tanto como quieras hasta el total de fichas que
tengas en la mesa. También existe un mínimo que debemos
conocer, y que también veremos más adelante.

-Igualar: igualaremos cuando algún jugador ya haya


apostado y nosotros queramos apostar la misma cantidad.
Deberemos igualar el número de ciegas grandes que el
jugador haya apostado.

-Abandonar: consiste en retirarse de una mano cuando


alguien apuesta. Podemos abandonar en cualquier punto de
la mano si lo consideramos oportuno.

-Pasar: pasar es una acción que sólo podremos hacer


cuando ningún jugador haya apostado previamente y
queramos esperar a ver qué hace el resto de rivales. Si todos
los jugadores pasan, llegaremos a la siguiente ronda de
apuestas. Si después de que pasemos alguien apuesta,
volverá a llegar nuestro turno (por orden) para que
decidamos qué hacer, pues habremos de tomar una nueva
decisión en la misma ronda de apuestas.

Rondas de apuestas y desarrollo de una mano

Ahora vamos a ver cómo se desarrolla una mano de poker en


Texas Hold'em y las fases de las que se compone. En primer
lugar, una vez los jugadores están situados en sus
posiciones en la mesa, se reparten las cartas. El reparto
empieza por la ciega pequeña, que recibe una carta.
Después, el jugador en la ciega grande recibe su primera
carta, y así sucesivamente para el resto, en sentido horario.
Cuando el jugador en última posición recibe su primera carta,
la ciega pequeña recibirá la se gunda, y se repetirá el
proceso hasta que todos los jugadores tengan sus dos
cartas privadas. Empieza entonces la primera ronda de
apuestas.

En el Texas Hold'em hay cuatro rondas de apuestas. Sus


nombres son de origen anglosajón, pero es importante
aprenderlos, ya que no existe una traducción válida para
ellos. Las diferentes rondas de apuestas se llaman:
preflop,flop, turn y river. Vamos a conocerlas un poco más a
fondo:

1. Preflop: es la primera ronda de apuestas, en la que sólo


contamos con nuestras dos cartas privadas. Su nombre
significa «antes del flop», dado que el flop es la
siguiente ronda. En el preflop, antes de que se repartan
las dos cartas para cada jugador, se realizan
obligatoriamente dos apuestas. Como ya hemos
explicado cuando vimos las posiciones, las apuestas
obligatorias son la ciega pequeña y la ciega grande.
Una vez repartidas las cartas y hechas las apuestas
obligatorias, empieza la partida. El primer jugador en
realizar su acción en el preflop será el que está situado
a la izquierda de la posición de ciega grande. Este
jugador tendrá tres opciones:

a. Subir: el jugador puede subir la apuesta de la ciega


grande, ya que es la apuesta más alta en la mesa en
ese momento. Debe subir como mínimo el doble de la
ciega grande y, como máximo, todas sus fichas
disponibles.

b. Igualar: el jugador puede igualar la ciega grande.

c. Abandonar: el jugador puede tirar sus cartas y


retirarse si su mano no le parece buena. Al
abandonar, dejará de jugar esa mano.

Una vez escoja su acción el primer jugador, será el


turno del jugador sentado a su izquierda, y así
sucesivamente. Todos los jugadores tienen las mismas
opciones, excepto el de la ciega grande, que tiene la
opción de pasar si nadie ha subido su apuesta. La
primera ronda de apuestas o preflop finaliza cuando
todos los jugadores han elegido sus acciones y se han
igualado todas las apuestas en la mesa.

2. Flop: ¡atención! A partir de este momento el primer


jugador en hablar ya no será el jugador a la izquierda de
la ciega grande, sino el jugador situado en la ciega
pequeña. Y si ya no está en la mano, el siguiente a su
izquierda, y así sucesivamente. En esta ronda de
apuestas se muestran tres cartas en el centro de la
mesa, que serán comunitarias para todos los jugadores.
Es decir, con nuestras dos cartas privadas y esas tres
cartas comunes componemos nuestra jugada en esta
ronda de apuestas. A partir de esta ronda, la apuesta
mínima siempre será igual al tamaño de la ciega grande.
Al no estar las ciegas obligadas a apostar, como
sucedía en la situación del preflop, los jugadores tienen
la opción de pasar si otro jugador no ha apostado antes
en esta ronda.

Vistas las tres cartas de la mesa, se procede a una


nueva ronda de apuestas. La ronda finaliza cuando
todos los jugadores han hablado y todas las apuestas
se han igualado. Si todos los jugadores deciden pasar,
se acaba la ronda y se pasa a la siguiente.

3. Turn: llegados al turn se muestra una cuarta carta


comunitaria que también formará parte de nuestra
jugada. Ahora disponemos de cuatro cartas comunes y
dos privadas, lo que hace un total de seis cartas
disponibles. Con el mismo procedimiento que en el flop,
comienza una nueva ronda de apuestas con los
jugadores que aún sigan en la mano.

4. River: en esta ronda final se muestra una quinta y última


carta comunitaria que podremos utilizar para nuestra
jugada. Del mismo modo que en el turn, en el river
nuestra jugada deber ser la más alta de todas las
posibles con las siete cartas disponibles. Y al igual que
se hizo en el flop y en el turn, se completa una ronda de
apuestas con el mismo procedimiento. Una vez
terminada, se enseñan las cartas de todos los jugadores
que hayan llegado hasta el final y se comprueba quién
tiene la jugada más alta.

Contestemos ahora un par de preguntas típicas:

¿Siempre jugamos todas las rondas de apuestas? No, no


siempre. Si en algún punto de la mano sólo queda un
jugador, se le considerará vencedor del bote sin necesidad
de mostrar sus cartas, y finalizará la mano. Esto significa que
en muchas ocasiones algún jugador realizará una apuesta
que nadie querrá igualar y no se llegarán a jugar más rondas
de apuestas en esa mano.

¿Qué sucede si he apostado todas mis fichas? Este


movimiento se conoce como «all-in», en castellano
«restarse». Si has puesto todas tus fichas en juego en
alguna ronda y te enfrentas a un solo rival o a más de uno
que ya no pueden tomar decisiones con respecto a subir o
resubir sus apuestas, se mostrarán las cartas comunitarias
que queden por aparecer, si quedase alguna, y después del
river se destaparán las cartas privadas para comprobar quién
ha ganado la mano. Si hay más de un jugador con más fichas
apostadas que las de otro que posteriormente ha ido all-in,
los restantes siguen jugando para ganar ese bote
secundario. Estas situaciones las gestiona el propio
programa de la sala en la que estés jugando, por lo que no
deberían preocuparte de momento.

Ranking de jugadas

Una vez se destapen tus cartas, tu jugada será la mejor


posible (eligiendo cinco de las siete) de todas las
combinaciones que puedan hacerse con tus dos cartas
privadas y las cinco comunitarias. En ocasiones usarás tus
dos cartas, una única carta privada, o simplemente tendrás la
jugada que las cinco cartas de la mesa compongan.

Una vez destapadas las cartas, por tanto, gana el que


tenga la jugada más alta. Para saber cuál es, mostramos el
ranking de jugadas posibles ordenadas de mayor a menor
valor:
En este caso hay una duda frecuente: ¡a veces seguimos
sin saber quién gana! En ocasiones, y sobre todo al
principio, puede ser que un rival y tú tengais una mano
similar. Para saber quién gana hay que hilar más fino:

1. Dos jugadores tienen la misma jugada con cartas


diferentes. Por ejemplo, pareja contra pareja. Gana el
que tenga la pareja de mayor valor. Como el valor de las
cartas va del dos al as pasando por las tres figuras (J,
Q, K), una pareja de reyes K4 K^- gana a una pareja de
dieces 10+ 10v. También puede suceder que ambos
tengan color, en cuyo caso ganará el que tenga el color
con las cartas de mayor valor. O que ambos tengan
escalera y ganará la más alta, etc.

2. Dos jugadores tienen la misma jugada con las mismas


cartas. Por ejemplo, el mismo trío con una privada cada
uno y dos comunes. Como una jugada se compone de
cinco cartas, necesitaremos en este caso tener en
cuenta las otras dos. Empezaremos por la más alta
disponible (carta de apoyo) y así sucesivamente con el
resto, hasta cinco. Esto puede suceder por ejemplo
cuando en la mesa haya 74 84 AY A♦ 2r y dos
jugadores tengan A4 K4 y A+ 10v respectivamente.
Ambos tienen un trío de ases, pero gana el jugador con
A4 K4 porque su jugada es AY A♦ A4 K+ 8^ trío de
ases con el rey como carta de apoyo, mientras que el
otro jugador tiene AY A+ A4 10v 84, trío de ases con el
diez como carta de apoyo.

Jugadas engañosas

Hay veces en las que nuestra mano es más débil de lo que


parece a primera vista. Cuando esto sucede, decimos que
tenemos una «jugada engañosa». Es importante estar
atentos a estas situaciones, porque podemos pensar que
tenemos una gran mano cuando en realidad no tenemos
nada. Nuestra jugada la forma la mejor combinación de cinco
cartas hecha a partir de las cinco descubiertas de la mesa y
nuestras dos cartas privadas. Así pues, hay que tener en
cuenta una cosa: si nuestra combinación es muy fuerte pero
la formamos con las cinco cartas de la mesa, ¡todos los
rivales tendrán, como mínimo, esa misma mano! Cuando esto
sucede, nuestra mano es engañosa. Parece fuerte, pero
todos los rivales tendrán la misma mano fuerte, con lo que
en realidad nuestra mano tiene poco o ningún valor.
En la estrategia que expondremos en páginas siguientes
encontrarás constantes referencias a la fuerza de tu jugada
para decidir si debes apostar o abandonar. Sin embargo, hay
que tener especial cuidado con las siguientes jugadas
engañosas:

1. Problemas con las dobles parejas. Llamamos «triples


parejas» (jugada que, por supuesto, no existe) a la
situación en la que tenemos dobles parejas en una
mesa emparejada, es decir, en una mesa cuyas cartas
comunes tienen ya dos cartas del mismo rango.
También podemos valorar mal nuestra mano cuando
tenemos una pareja en la mano y otra en la mesa. Como
tener tres parejas no nos sirve para nada, nuestras
dobles parejas no tienen ese valor en realidad. Al haber
una pareja en mesa, todos los jugadores que tengan
una pareja tienen también dobles parejas. Esto se
entiende mejor con un ejemplo: Nos reparten 7^_ 6^_ y
el river es 10^- 74 6♦ 10♦ K+. Aunque técnicamente
tenemos dobles parejas, nuestra mano es mucho más
débil. De hecho, la pareja de seises que tenemos no
forma parte de nuestra jugada, que es 10^- 10♦ 74 7^_
K+. Cualquier rival con un rey en su mano tiene unas
dobles parejas mejores que las nuestras.
Una situación parecida de dobles parejas engañosas es
la siguiente: Nos reparten 54 5+ y el flop es 10^_ 4^_
4+. Aquí tenemos dobles parejas, pero nuestra mano es
más débil que la de cualquier otro jugador que tenga un
diez, ya que si ese jugador tiene en la mano un diez,
forma la pareja máxima (dos dieces) y tiene también
dobles parejas, pero mejores. Nuestra mano es más
débil que la de quien tenga pareja máxima. Cuando
tengamos una mano de este tipo, entenderemos que
tenemos una mano peor que pareja máxima.

2. Nuestra mano es la de la mesa. En general, color es una


jugada muy fuerte. Sin embargo, si las cinco cartas de la
mesa son del mismo palo, todos los jugadores tienen
color. Si no tenemos en nuestra mano una carta alta de
ese palo, nuestra mano seguramente no tiene más valor
que la de nuestro rival. Lo mismo es cierto para
cualquier jugada fuerte, sea trío, escalera o full. Veamos
algunos ejemplos. Nos reparten 3^_ 3+ y el river es A^-
104- 9^_ 6^_ 4^. Aquí tenemos color. No obstante,
jamás podremos ganar este bote, ya que la peor jugada
que nuestro rival puede tener es la mejor jugada que
tenemos nosotros, con las cinco cartas de la mesa.
Nos reparten 9^- 7-t- y el river es 10^_ 10♦ 104 K^- 5•.
Aquí tenemos trío, pero también lo tienen todos
nuestros rivales. Nuestra jugada es más débil que una
pareja.

Nos reparten 4r 5r y el river es 6+ 74 8+ 9^- 10V. Hay


escalera en la mesa, pero nuestras cartas privadas no
intervienen, ya que la escalera con las cinco cartas de la
mesa es superior a la que tenemos usando nuestras
cartas privadas. En el mejor de los casos repartiremos el
bote con cualquier rival. Cuando suceda cualquiera de
estos casos, actuaremos como si no tuviéramos nada.
Es decir, pasaremos para, si el resto de jugadores pasa,
repartir el bote o abandonar la mano.

3. Escaleras inexistentes. Este error consiste en intentar


formar una escalera con el as actuando como carta alta
y baja al mismo tiempo, algo que las reglas no permiten.
Veamos un ejemplo sencillo: nos reparten A-t- K4 y el
turn es 2r 3♦ 4r J^-. No tenemos nada, ya que la jugada
K-A-2-3-4 no es una escalera, puesto que el as no
puede actuar a la vez como carta más alta y más baja.
Este caso es un recordatorio de las reglas. No tenemos
nada, pero es importante que no nos equivoquemos
pensando que tenemos una buena mano.

En realidad, si el lector quiere empezar a jugar ya y


conocer la estrategia del juego, puede pasar directamente al
capítulo de estrategia y saltarse el siguiente: «Las
matemáticas del juego». La lectura de este capítulo no es
imprescindible para aprender a jugar bien al poker, aunque
tampoco es inútil, ya que le permitirá conocer los
fundamentos estadísticos que hacen del poker un juego de
habilidad y no de suerte.
hora que ya conocemos las reglas,
podemos creer que es un juego de azar más, como la ruleta, o
que ya sabemos todo lo que necesitamos. Ambas ideas son
falsas. En el poker la habilidad de los jugadores es esencial a
la hora de obtener unos resultados u otros y, a diferencia de
los juegos de azar, podemos ganar dinero, puesto que no
nos enfrentamos a la banca (que aquí sólo cobra una
comisión por bote), sino que lo hacemos a otros jugadores.
Para ganarles, tenemos que tomar mejores decisiones que
ellos. Y para esto hay que conocer bien la parte matemática
del juego, ya que es la que marcará la diferencia entre los
ganadores y los perdedores.
Mucha gente tiene la idea de que para jugar
correctamente al poker es necesario un instinto depredador,
una capacidad innata para «leer el alma» del rival y adivinar
su mano de forma mágica. Por suerte, esto tampoco es así. El
poker tiene tanto de arte adivinatorio como cualquier
disciplina científica. La capacidad para adivinar la mano de
nuestro rival y para «leer su alma» es algo que iremos
aprendiendo a desarrollar de forma analítica, realizando
observaciones y recurriendo a nuestra experiencia, no
ejercitando misteriosos poderes psíquicos.

Los fundamentos estadísticos

En primer lugar hay algunos aspectos básicos que hay que


conocer. Una baraja de poker tiene 52 cartas (13 por palo, del
as al 10 más J, Q, K) y 4 palos: corazones [r], diamantes [•],
picas [*] y tréboles [+1]. La distribución de las cartas es
aleatoria. Si bien habrá gente que os dirá que la aleatoriedad
perfecta no existe, y que un ordenador no puede generar un
número aleatorio, la gente que os diga esto no os estará
contando toda la verdad. Los ordenadores pueden generar
números pseudoaleatorios, de forma que su distribución sea
por completo impredecible para cualquiera, incluso para
quien conozca el código de generación de dichos números.
Por tanto, a todos los efectos el sistema es idéntico a uno
aleatorio y permite un reparto perfecto.

Hay multitud de herramientas e indicadores estadísticos


para un sistema tan simple como éste: 52 variables con
distribución aleatoria. Lo único que necesitamos entender a
partir de aquí son las peculiaridades de las reglas del
Hold'em. Por ejemplo, dado que la mano inicial de cada
jugador tiene 2 cartas y en la baraja hay 52 distintas,
tenemos 52 cartas posibles para la primera carta de nuestra
mano y 51 para la siguiente. Esto nos da 52 x 51
combinaciones posibles de manos (2.652). Claro que, si nos
paramos a pensar, veremos que en este primer recuento se
incluyen a la vez manos como Av-K+ y como si fueran
diferentes, ya que su orden es distinto. Puesto que esto
sucede con todas las combinaciones de manos y en el
Hold'em es irrelevante el orden de las cartas de nuestra
mano, el número de combinaciones únicas será de hecho la
mitad: (2.652/2 = 1.326).

De estas combinaciones se puede sacar todavía mucha


información útil. Si somos jugadores de Hold'em sabremos
que hay manos del mismo palo (suited) y manos de palos
distintos (offsuit). También sabemos que hay parejas y
manos no emparejadas. ¿Son todas igual de probables?
¿Podemos conocer el grado de probabilidad de obtener
cierta mano en cada reparto y, de paso, saber cuán probable
es que la obtengan nuestros rivales? Para responder a esto,
imaginemos el número de combinaciones (formas diferentes)
que puede surgir en cada reparto. Por ejemplo, para que nos
repartan AK (sean del mismo palo o no) es necesario que la
primera carta sea un A o una K. Por tanto, hay 8 cartas
disponibles en la baraja. Una vez tenemos la primera carta, la
segunda debe ser un rey (K) si nos han repartido un as (A) o
un as si primero obtuvimos un rey, por lo que ahora ya sólo
nos valdrán 4 cartas. Por lo tanto, el número de
combinaciones para formar AK es de 8 x 4 = 32.

Obviamente cualquier mano que no sea una pareja


funciona igual que AK (sea 8-3, JK o 4-5). Si sólo nos
interesa que el AK sea del mismo palo (suited), en la primera
carta nos seguirán valiendo los cuatro ases y los cuatro
reyes, así que tendremos 8 posibilidades. Sin embargo, en la
segunda sólo nos valdrá el as del palo (suit) del rey, o el rey
del palo del as que nos hayan repartido. Por tanto, sólo
habrá una carta posible. Así pues, el número de
combinaciones que forman AKs' es 8 x 1 = 8. Del mismo
modo que antes, todas las manos del mismo palo (suited)
cumplirán el mismo criterio (hay las mismas 8 combinaciones
de AKs que de 9-4s, KQs, etc.).

Por último, ¿cómo funcionan las parejas? ¿Cuál es el


número de combinaciones que forman, por ejemplo, AA? La
primera carta sólo podrá ser uno de los cuatro ases, y la
segunda uno de los tres restantes. Por lo tanto, hay 12
combinaciones de AA; pero como el orden es indiferente,
realmente son 6 combinaciones, tanto de AA como de
cualquier otra pareja de la baraja.

Si recordamos el párrafo anterior, decíamos que había 8


combinaciones de cualquier mano del mismo palo, y 32 de
cualquier mano, sean del mismo palo o no (suited + offsuit).
No es muy complicado, por tan to, suponer que la
probabilidad de cualquier mano sólo offsuit será igual a 32 -
8 (las totales menos las del mismo palo), es decir, 24
combinaciones. ¿Qué información nos da todo esto? Puesto
que sabemos que hay 1.326 combinaciones de manos
diferentes, y el número de combinaciones que forman cada
pareja, manos del mismo palo y manos de palos distintos,
podemos calcular los porcentajes de cada mano con una
simple división:
• Mano no emparejada, suited + offsuit: 32/2.652 = 1,2%

• Mano no emparejada, suited: 8/2.652= 0,3 %

• Mano no emparejada, offsuit: 24/2.652 = 0,9%

• Pareja en mano: 12/2.652 = 0,45%

Es decir, que tenemos un 1,2 por ciento de probabilidades


de recibir en cada reparto una mano que no sea una pareja, y
un 0,45 por ciento de recibir cualquier pareja. Las manos no
emparejadas se distribuyen en un 25 por ciento de manos del
mismo palo (suited, 0,3 por ciento) y un 75 por ciento de
manos de palos diferentes (offsuit, 0,9 por ciento).

Pero todavía hay más. Sólo existen 13 posibles parejas


(desde 2-2 hasta AA). Así que ya podemos conocer la
posibilidad de que nos repartan una cualquiera. Será 0,45 x
13 = 5,85 por ciento (aproximadamente un 6 por ciento). Y por
supuesto, dado que el resto de manos no son parejas
(aproximadamente el 94 por ciento), de este 94 tendremos un
23,5 por ciento de oportunidades de que nuestra mano
quede formada por dos cartas del mismo palo y un 70,5 por
ciento de que sean dos cartas de palos diferentes. Es una
información interesante a la hora de iniciar un proyecto de
escalera o de color, por ejemplo.

De forma más o menos sencilla hemos visto cómo de


probables son los repartos de manos en Hold'em. Esta
información, que a priori podría parecer trivial, es de una
utilidad asombrosa a medida que vamos mejorando nuestro
juego. De momento, cojamos la idea de que en este juego la
estadística tiene muchísima información que darnos.
Sepamos también que tanto en situaciones elementales
como en las más complejas siempre podremos contar con el
apoyo de una ciencia exacta.

No es objetivo de este libro detallar todos los análisis


estadísticos concretos que hacen falta para tomar decisiones
correctas en el poker y aburrir al lector con ello, pero sí
queríamos mostrarte estos sencillos fundamentos
matemáticos. En adelante, indicaremos las consecuencias de
estas matemáticas ya aplicadas en reglas sencillas para
afrontar las circunstancias básicas del juego y tomar
decisiones correctas. Por lo demás, no será necesario insistir
en ellos. No obstante, si deseas conocerlos más a fondo y
en detalle, puedes profundizar en estas cuestiones en las
páginas de www.EducaPoker.com, que puedes considerar
como una continuación de esta lectura.
Las probabilidades de éxito

Una de las más útiles aplicaciones de algunos de los


conceptos matemáticos que hay detrás de este juego está
relacionada con el cálculo de las probabilidades que
tenemos de ligar una jugada y ganar el bote. Su importancia
es tan grande y su relevancia de tal magnitud que debemos
esforzarnos en dominar estos conceptos de forma que nos
resulten intuitivos y podamos en un futuro desarrollar y
entender conceptos más complejos sin demasiada dificultad.

Lo primero que necesitamos entender es que en todas las


situaciones que se dan en una mesa de poker comparamos
dos valores. Uno es el porcentaje mínimo de éxito (PME) que
necesito para ganar el bote, y el otro es el porcentaje de éxito
real (PER) de ganar la mano consiguiendo ligar la jugada que
busco.

El PME viene dado por el tamaño del bote y el coste de


seguir en la mano. Cuanto más dinero tengamos que pagar
para obtener la misma recompensa, más a menudo
necesitaremos tener éxito para que valga la pena pagar. Si
pagamos una cantidad muy pequeña en un bote muy
grande, será correcto pagarla incluso si ganamos muy poco
a menudo. Si tenemos que pagar una gran cantidad, vamos a
necesitar ganar la mano o, al menos, tener muchas
probabilidades de hacerlo. El PME se calcula con el cociente
coste/beneficio: dinero que tengo que pagar/dinero que voy
a ganar, definido en forma porcentual. Es decir, qué
porcentaje de coste debo asumir para ganar un beneficio
reducido a cien.

El PER es el porcentaje real de posibilidades de ganar la


mano. Si tenemos un proyecto con un 35 por ciento de
posibilidades favorables de completarse, tendremos 35
posibilidades contra cien de ganar el bote. Por tanto, en este
caso deberíamos apostar sólo si el PME es menor o igual al
35 por ciento. Dicho de otro modo: si la relación porcentual
entre coste/beneficio es igual o menor que las posibilidades
a favor respecto del total de posibilidades de ganar la mano,
entonces merecerá la pena asumir el riesgo. En caso
contrario, estarás pagando demasiado caras tus escasas
posibilidades de ganar.

Ambos valores son fundamentales a la hora de tomar una


decisión. Decir que en un momento determinado tenemos un
10 por ciento de posibilidades de ganar la mano (dadas las
cartas que nos harán ligar la jugada que buscamos y las que
nos la harán perder) no es suficiente para decidir si debemos
seguir jugando o no. La decisión dependerá del coste de
seguir en la mano y del beneficio esperado. Por ejemplo, en
un bote de 100 dólares podríamos pagar una apuesta de 5
dólares y sería rentable, ya que estamos pagando sólo un 5
por ciento del bote, el cual tenemos opción de ganar un 10
por ciento de las veces. En estas circunstancias mi PME, un
5 por ciento, es menor o igual a mi PER, un 10 por ciento, y
por tanto la decisión sería acertada. De la misma forma no
deberíamos pagar 15 dólares: el límite estaría en pagar como
máximo el 10 por ciento de lo que vamos a ganar si sólo
tenemos la probabilidad de ganar un 10 por ciento de las
veces.

Estas comparaciones entre la probabilidad real de ganar y


el riesgo que aceptamos al meter nuestro dinero en el bote a
cambio de la recompensa que esperamos obtener son una
constante en la toma de decisiones de cualquier buen
jugador de poker. Aprender a evaluarlas correctamente es
esencial. Para esto tendremos que esforzarnos y conseguir
mucha práctica, pero el esfuerzo merece la pena. Los mejores
profesionales, incluso los que juegan en mesas con botes de
cientos de miles de dólares, usan estos patrones (comparar
la relación entre riesgos y beneficios con la probabilidad de
éxito de ligar la jugada) de forma sistemática. Así,
familiarizarnos desde el principio es el paso más importante
para convertirnos en ganadores sistemáticos.

La manera de calcular el porcentaje mínimo de éxito


necesario es bastante sencilla, puesto que toda la
información necesaria para calcularla está sobre la mesa
(esto no es del todo cierto, como podréis ver si profundizáis
en www.EducaPoker.com y leéis artículos más avanzados,
pero la forma de cálculo que presentamos aquí es más que
suficiente para empezar a trabajar, y es la base de cualquier
ajuste futuro). Lo único que necesitamos conocer es el
dinero total que podemos ganar, compararlo con el dinero
que tenemos que pagar para disputarlo, y hacer una
división. Si, por ejemplo, en un bote de 4 dólares nuestro
rival apuesta 1 dólar, tendremos que pagar también 1 dólar
para ganar un total de 6 (los 4 que ya había en el bote más el
dólar que apostó nuestro rival, más el nuestro). Por tanto, el
porcentaje mínimo de riesgo/éxito será 1/6 = 0,166, es decir,
un 16,6 por ciento (dinero arriesgado/dinero que podemos
ganar). Este simple cálculo nos valdrá para cualquier
cantidad, tanto en el bote como en la apuesta del rival. Si el
bote tiene 2.400 dólares y nuestro rival apuesta 1.800,
deberemos apostar 1.800 más, luego el cálculo sería sencillo:
1.800/ (1.800+1.800+2.400) = 0,3. Es decir, un 30 por ciento de
PME.

Por otro lado, calcular el porcentaje (o la probabilidad) de


éxito real (PER) es lo que haremos en toda nuestra carrera
como jugadores de poker al analizar qué cartas de la baraja
aún por salir sirven para com pletar nuestros proyectos.
Desarrollar esta habilidad es en lo que nos centraremos a
medida que vayamos profundizando en este complejo juego.
Es algo que nunca debemos dejar de mejorar. Saber cuán
probable es que nuestra mano mejore con las cartas que
faltan por salir es una información fundamental. Si tenemos,
por ejemplo, 6^_-7^_ como cartas privadas y se nos presenta
un flop: 4V-54--K+, es muy improbable que tengamos la
mejor mano en este momento. Pero si la siguiente carta
común fuera un 3 o un 8 tendríamos la mejor jugada posible,
una escalera, y es casi seguro que ganaríamos la mano.

Una forma muy simple de calcular el porcentaje de


completar una jugada determinada consiste en contar el
número de cartas que nos sirven (en adelante las notaremos
como outs) y multiplicarlo por 22 por cada carta que quede
por repartir (porque podría salirnos en el primero o en el
segundo de los repartos pendientes). En el ejemplo que
hemos puesto, nos valdrían los cuatro treses (3k, 34, 3r y 3,)
y los cuatro ochos (8^-, 84, 8V y 8.). Por tanto, si sólo
quedara una carta por salir, tendríamos un 16 por ciento de
posibilidades de completar nuestra jugada con éxito (8 outs x
2 = 16). Si estamos considerando restarnos (ir all-in) en el
flop (cuando faltan dos cartas por salir), nuestro porcentaje
de completar la escalera sería 8 x 2 x 2= 32 por ciento de PER.
Del mismo modo, si tenemos cuatro outs (cartas favorables)
con una carta por repartir disponemos de un 8 por ciento de
posibilidades de completar nuestra jugada, o un 16 por
ciento si queremos conocer la información con dos cartas
por salir porque estuviéramos antes del turra y del river.

Otro detalle importante para utilizar correctamente esta


información: si estamos en el flop y debemos decidir si pagar
o no una apuesta en la que todavía tenemos mucho dinero
detrás, es decir, que quedan aún muchos jugadores que
pueden subir sus apuestas en el turno en que se está, y
además quedan dos rondas de apuestas más, debemos
calcular el porcentaje de completar nuestra jugada con una
sola carta por salir, y no con dos, puesto que no podemos
saber si llegaremos a ver el river y participar en la última
ronda. Esta información (dos cartas por salir) sólo sirve a la
hora de pagar a un jugador que está restado (all-in) o si
nosotros mismos nos hemos restado, ya que con seguridad
veremos las dos cartas sin un coste adicional. De otro modo,
la comparación entre PME y PER sería falsa.

La regla de oro es sencilla: debemos arriesgarnos y hacer


nuestras apuestas siempre y cuando nuestro PME sea igual
o menor que el PER (PME < PER). Actuar de otro modo sería
asumir un riesgo económico superior a nuestras
posibilidades de éxito y, por tanto, aunque en algunas
ocasiones nos saliera bien, a la larga estaríamos invirtiendo
mal nuestro dinero y arriesgándolo con pocas
probabilidades de éxito. Sólo podríamos perder.

Un último detalle, en el que entraremos muy a fondo en


futuros artículos de nuestra web si deseas profundizar en
ello: estos cálculos (comparar riesgo y recompensa con
porcentajes de ganar la mano) no sólo se utilizan en
situaciones obvias en las que tenemos un proyecto y
queremos saber la probabilidad de completarlo. Nos servirán
también para decidir la rentabilidad de un farol potencial, o
para ver si podemos igualar una apuesta con una mano
mediocre. Por ahora debemos familiarizarnos con estos
sencillos cálculos porque los utilizaremos, y mucho, en el
futuro.
En conclusión, en este juego los cálculos matemáticos
son de una utilidad extrema, y debemos tratar de
familiarizarnos con ellos lo antes posible. Las reglas son
sencillas:

1. En una mano de poker el proceso general para calcular


la rentabilidad de una jugada se efectúa comparando el
porcentaje mínimo de riesgo/éxito (PME) con el
porcentaje real de ganar la mano o de éxito (PER), de
forma que se cumpla: PME < PER.

2. Es necesario aprender a calcular el porcentaje mínimo


de éxito (PME) en un bote cualquiera de forma rápida.
Sólo requiere una sencilla división: dinero que metemos
en el bote/dinero total que habrá en el bote x 100
(resultado porcentual).

3. La probabilidad de ligar una mano con las cartas


futuras, lo que hemos llamado porcentaje de éxito real
(PER), se calcula multiplicando por 2 el número de
cartas que nos hacen ligar la jugada (outs) en cada
reparto pendiente. Es decir, multiplicando los outs por 2
o por 4. En el primer caso estamos en el flop y
queremos saber el porcentaje de ligar en el turn, o
estamos en el turn y queremos saber el porcentaje de
ligar en el river, mientras que en el segundo estamos en
el flop pero sabemos que podremos ver turn y river sin
necesidad de pagar más dinero porque vamos restados.

La maldita varianza

Ya sabemos que el poker no es un juego de azar, y que los


jugadores que toman mejores decisiones son capaces de
ganar dinero. Pero esto no significa que los jugadores
buenos ganen cada mano, ni que una mano con ventaja
gane todas las veces. Cuando jugamos al poker vamos a
tener que conformarnos con ser los «favoritos», es decir,
con ser quien esté ganando, por término medio, más dinero
en una situación determinada. Esto nos asegura que si
jugamos una cantidad de manos lo bastante grande, nuestra
ventaja porcentual tendrá peso y seremos ganadores reales.
Sin embargo, en un número pequeño de manos casi
cualquier jugador puede ganar dinero y, por tanto,
cualquiera puede perderlo. Este concepto matemático se
llama «varianza», que es la desviación sobre una media que
se puede observar en muchas medidas, en este caso, en las
ganancias medias de un jugador de poker.
Cuando jugamos al poker nos encontramos muy a
menudo con que la mejor mano tiene un porcentaje de
posibilidades de ganar relativa mente bajo. Por ejemplo, si
enfrentamos AK contra 7-2 preflop, el jugador con AK tiene
«sólo» un 67,5 por ciento de posibilidades de ganar la mano.
Esto significa que entre tres y cuatro veces de cada diez
enfrentamientos el jugador que va restado (all-in) con
absoluta basura se llevará el bote contra una mano mucho
más fuerte. Cuando el jugador con un porcentaje bajo de
ganar la mano se lleva el bote, se dice que el que era favorito
ha recibido un bad beat, es decir, que ha perdido el bote a
pesar de ser favorito. Por lo general la expresión bad beat se
reserva para situaciones en las que, además, nuestro
oponente hizo una jugada horrible.

Si bien los buenos jugadores ponen su dinero en el bote


en situaciones en las que son favoritos porcentualmente,
nadie puede asegurarles lo que va a suceder. Lo que ellos
tratan de hacer es ponerse tan a menudo como les sea
posible en situaciones en las que sean favoritos y aceptar
que sus rivales van a ganar algunos de esos botes. Los días
en los que nuestros rivales ganen un porcentaje de botes
superior a su media habitual no vamos a poder hacer gran
cosa para evitar perder dinero. Por otro lado, la moneda tiene
dos caras: también habrá días en los que ganaremos más
enfrentamientos de los que nos corresponden y por tanto
ganemos más de lo que deberíamos.

Los sucesos en el poker son totalmente independientes y,


por tanto, después de un día afortunado o desafortunado,
en la siguiente sesión nos encontramos en la misma
situación que si no hubiésemos jugado el día anterior.
Podemos tener la misma suerte, peor o mejor, y no hay forma
alguna de predecirlo ni de «anticiparse a las malas rachas» o
«aprovechar las buenas rachas». Cualquier idea en este
sentido no es sólo errónea, sino que además resulta muy
costosa a largo plazo. Lo único importante es no dejar que la
buena o mala suerte que hayamos tenido modifique nuestro
juego, ni creernos mejores o peores jugadores de lo que en
realidad somos por estar teniendo mejores o peores
resultados a corto plazo.

El hecho de que en el poker los resultados no sean


lineales, y las peores manos también ganen botes un
porcentaje de las veces, tiene varios efectos importantes.
Este hecho, que a priori podría parecer desalentador y que
causa muchas dificultades a los jugadores serios y
estudiosos, es el que provoca que los malos jugadores
también existan, se diviertan y sigan jugando. Muy poca
gente tiene ganas de apostar al ajedrez contra Kasparov, al
que saben que no podrán vencer ni una de cada cien veces.
Pero en una mano de poker un novato total puede ganarle al
campeón del mundo. Con bastante suerte, puede ganar un
día o dos. Para que su racha se prolongue más allá de esto,
necesita un absoluto milagro. Pero el hecho de haber tenido
algunas sesiones en positivo y haber ganado algunos botes
importantes es una motivación para seguir jugando, y esto
ha hecho que el poker sea una actividad en la que se puede
ganar dinero. Por tanto, debemos estar agradecidos a la
varianza y a los bad beats, ya que en última instancia son los
que han provocado la expansión del poker y la rentabilidad
del mismo.

No olvidemos que el buen jugador trata de ponerse en


situaciones en las que sea estadísticamente favorito, no
porque piense que va a ganar cada bote, sino porque sabe
que así ganará más botes que sus rivales a largo plazo. Si
bien es cierto que en un enfrentamiento con un 65 por ciento
de probabilidades de ganar puede suceder cualquier cosa, si
repetimos esta situación una y otra vez, será más y más
difícil que el buen jugador tenga pérdidas y que el mal
jugador reciba beneficios. A largo plazo, por tanto, los
jugadores que toman buenas decisiones siempre ganan y los
que toman malas decisiones siempre pierden. La varianza es
el factor de más peso en los resultados a corto plazo, pero
no tiene prácticamente ninguno en los resultados a largo
plazo.

La pregunta que suelen hacerse a continuación los que se


inician en el poker es cuántas manos de poker son «largo
plazo». Y no es una pregunta fácil de responder. Es una
cuestión compleja que depende del nivel de las mesas en las
que nos sentemos y de nuestro estilo de juego. En mesas
bajas, podemos hablar de muchas decenas de miles de
manos. Para jugadores profesionales de límites altos,
hablamos de millones de manos. Aunque los números sean
muy elevados, al menos tenemos una garantía de que si
somos jugadores ganadores, con disciplina y paciencia
conseguiremos nuestro objetivo.

Una consecuencia fundamental de la varianza es la


necesidad de una banca adecuada para jugar (bankroll). El
hecho de que, incluso a pesar de estar tomando decisiones
correctas, podamos sufrir pérdidas en algunas sesiones,
sabiendo además que estas sesiones se pueden encadenar
de manera aleatoria, conlleva la obligación de tener un
capital disponible que permita absorber estas pérdidas para
poder seguir en las mesas sin la necesidad de bajar de nivel
de juego. Si llegamos a cero, dejamos de tener la capacidad
de llegar al largo plazo, porque la carencia de banca nos
impide avanzar. Disponer de una banca que nos permita
hacerlo es esencial para tener éxito como jugador de poker.

Por último, debemos tener en cuenta que el camino para


mejorar nuestro juego, algo que siempre necesitaremos, por
muy arriba que lleguemos, no puede verse condicionado por
los resultados a corto plazo. El hecho de que tengamos una
buena o mala racha no implica en ningún caso que estemos
haciendo las cosas bien o mal. No debemos dejar de
aprender ni de estudiar por estar una semana ganando, y no
tenemos que empezar a probar cosas diferentes por pasarla
perdiendo. Es una clave esencial: sólo el largo plazo nos
revelará si estamos jugando correctamente o no, y eso
requiere constancia, disciplina y paciencia. En otras
palabras: fortaleza psicológica.

En conclusión:

• Lo más habitual en una mano de poker es que el jugador


que es favorito no gane las manos el cien por cien de
las veces, con lo que las malas jugadas pueden también
llevarse el bote.

• La buena o mala suerte no depende en absoluto del


pasado. Cada mano de poker es una mano nueva e
independiente de las anteriores.

• Si tomamos buenas decisiones, ganaremos a largo plazo.


Ser un buen jugador de poker nos asegura ganar
después de muchas manos, no en cada sesión.

• La correcta gestión de banca es esencial para sobrevivir


a la varianza.

• Además de gestionar nuestra banca, debemos estar


psicológicamente preparados para la varianza, sin
dejarnos hundir por una mala racha, ni subir niveles
para los que no estamos preparados por una buena.
Debemos tratar siempre de aprender y mejorar, sin
dejarnos llevar por nuestros resultados a corto plazo.

En el capítulo siguiente vamos a entrar de lleno en la


exposición de la estrategia que proponemos para empezar a
jugar bien al poker. La hemos llamado «Estrategia completa»
porque incluye todo lo que hemos aprendido acerca de
nuestra original estrategia de «resto corto», así como los
fundamentos matemáticos descritos en las páginas
anteriores y los consejos sobre gestión de banca que vamos
a necesitar para jugar en mesas virtuales con niveles de
apuestas pequeñas (NL 0,02$/0,04$), que es en donde
debemos iniciarnos en el juego. Pero, como hemos
comentado antes, si quieres profundizar en cualquiera de
estos temas (gestión de banca y/o estrategias para jugar en
mesas de niveles más altos) no tienes más entrar en
www.EducaPoker.com y seguir las indicaciones.
n este apartado veremos la parte práctica del
juego. Hemos elaborado una sencilla estrategia para que des
tus primeros pasos por las mesas sin tambalearte. Si no
conoces bien todavía las reglas del poker, familiarízate con
ellas repasándolas cuantas veces sea necesario y jugando
en casinos en donde puedas hacerlo con dinero ficticio (play
money). Para entender el funcionamiento completo de esta
estrategia, explicaremos primero dos conceptos teóricos que
son fundamentales para comprender el poker:

1. El poker, un juego de ciegas.


2. ¿Qué es un proyecto?

A continuación encontrarás una estrategia sencilla para


que puedas empezar a jugar. Se divide en dos partes: el
juego preflop, antes de que se repartan las tres primeas
cartas comunitarias, cuando sólo tenemos nuestras dos
cartas privadas; y el juego postflop, donde aprenderemos a
jugar una vez se han repartido las cartas comunitarias.

¿Dónde debemos jugar esta estrategia? Está diseñada


para jugar en una mesa larga, es decir, de diez jugadores
como máximo, y se ha pensado para jugar online. En algunas
salas las mesas largas son para nueve jugadores. Aunque
estas mesas son perfectamente válidas para esta estrategia,
es importante que sólo juguemos en mesas en las que haya,
al menos, seis rivales.

Te recomendamos encarecidamente que empieces a jugar


esta estrategia en mesas con límites pequeños. Los niveles
con un tamaño de ciega grande de 0,02 o 0,04 dólares son
los más apropiados. Esta estrategia está pensada para que te
familiarices con el juego y puedas ganar a otros jugadores
principiantes.
El poker, un juego de ciegas

Como ya sabrás si conoces las reglas del poker, en una mesa


hay dos jugadores que ponen dinero o fichas antes de
recibir su mano. El jugador a la izquierda del botón del dealer
pone la ciega pequeña, y el jugador a la izquierda de éste
pone la ciega grande, como ya vimos. La cantidad que pone
este último jugador se utiliza mucho en el poker para
referirnos a los tamaños de apuesta, o para saber la cantidad
de dinero o fichas que tenemos en la mesa. Así, por ejemplo,
podemos decir que tenemos 35 ciegas grandes, usando
como referencia y unidad la apuesta que pone el jugador en
la posición con el mismo nombre.

Nuestra estrategia siempre tendrá en cuenta el número de


ciegas que tenemos en la mesa. También encontrarás
referencias constantes a tamaños de apuesta por el «número
de ciegas». En este capítulo te enseñaremos a calcular el
número de ciegas que tienes en la mesa o el número de
ciegas que hay en el bote.

¿Cómo contamos el número de ciegas?

Para saber el número de ciegas que tienes en la mesa sólo


hay que dividir la cantidad de fichas o dinero que tienes
entre la cantidad de fichas o dinero que puso el jugador en la
ciega grande. Si nos sentamos en una mesa donde las ciegas
son 0,01/0,02 dólares, entonces con 1,2 dólares tendremos
1,2/0,02 = 60 ciegas grandes. Si nos sentamos en una mesa
donde las ciegas son 0,02/0,04 dólares con 1,6 dólares
(1,6/0,04 = 40), tendremos 40 veces la ciega grande. Y si en
una mano subimos a 0,14 dólares habremos subido a
0,14/0,04 = 3,5 veces la ciega grande. Cuando hablamos de
ciegas grandes como unidad de apuesta, muchos jugadores
hablan simplemente de «ciegas», y otros se refieren a este
concepto por su nombre en inglés, big blind o directamente
blind, incluso usando su abreviatura «bb».

El bote

Cada vez que realizamos una apuesta, ésta va al bote. El bote


es lo que recibe el jugador ganador de la mano cuando
termina la misma. Es muy importante tener siempre en cuenta
las ciegas que tiene el bote. Por eso, muchas veces, cuando
leas artículos de estrategia, verás expresiones como
«apostamos el bote» o «apostamos medio bote». Esto
significa que el tamaño de la apuesta será la cantidad que ya
haya en el bote o la mitad.
Veamos un ejemplo: supongamos que hemos subido a 4
ciegas en la ronda antes de ver las cartas comunitarias y un
rival ha igualado nuestra apuesta. El bote será de unas 8
ciegas aproximadamente. En el flop decidimos hacer una
apuesta del bote, lo que quiere decir que apostaremos 8
ciegas (que es el tamaño actual del bote). Si decidiéramos
apostar medio bote, apostaríamos 4 ciegas.

¿Con cuántas ciegas debemos jugar?

Vamos a explicar aquí algunas reglas sencillas de gestión de


banca: entraremos en las mesas con 100 veces la ciega
grande. Recargaremos hasta 100 ciegas grandes cuando
tengamos menos de 80 veces la ciega grande. En cuanto
tengamos más de 130 veces la ciega grande, abandonaremos
la mesa. El motivo de hacer esto es que el juego postflop con
más de 130 ciegas es muy complejo y los errores que
podemos cometer son costosos. Si estamos jugando online
no tendremos ningún problema para sentarnos en alguna
otra mesa y repetir la operación. Si estamos jugando en vivo,
en algún casino, no podremos hacer esto y tendremos que
seguir jugando con más de 130 ciegas. Ésta es la razón por la
que siempre será ventajoso para un principiante jugar online.
¿Qué es un proyecto?

En el Texas Hold'em hay una situación muy frecuente y de


mucha importancia que debemos conocer antes de ponernos
a jugar, y que se da en todas las modalidades y estrategias
del juego. Esta situación se da en el flop o en el turn.
Nuestra mano no tiene por qué tener ningún valor en ese
momento, pero puede convertirse en una mano muy fuerte si
las próximas cartas descubiertas (turn y/o river) la
completan. Cuando esto sucede, decimos que tenemos un
proyecto. Si aún no lo tienes claro, puedes consultar
cuantas veces sea necesario cuáles son las manos con valor
en el capítulo que destinamos a las reglas, donde
encontrarás el ranking de jugadas del poker.

Veamos algunos ejemplos: nos reparten A^- K^- y el flop


es A♦ 31 2^-. En este ejemplo tenemos una mano con valor
(pareja máxima con el mejor apoyo posible, el rey) y un
proyecto de color (si sale una pica en turn o river,
completaremos color). Para que podamos tener un proyecto
es necesario que todavía haya cartas por salir. ¡Nunca
podemos tener un proyecto en el river, ya no saldrán cartas
que nos permitan completarlo! Tampoco podemos hablar de
un proyecto en el preflop, ya que ahí todas las manos
pueden mejorar. Los proyectos más importantes en el Texas
Hold'em son dos: el proyecto de color y el proyecto de
escalera.

Proyectos de color

Tenemos un proyecto de color cuando tenemos en nuestra


mano dos cartas de un mismo palo y en la mesa hay otras
dos cartas de ese palo, de forma que si una de las cartas
futuras vuelve a ser del mismo palo, tendremos color.
También tendremos un proyecto de color si en la mesa hay
tres cartas del mismo palo y nosotros tenemos una del
mismo palo en la mano. Si en la mesa hay cuatro cartas del
palo y no tenemos ninguna de ese palo en la mano, no
tenemos un proyecto. Aunque la quinta carta fuera del
mismo palo, tendríamos color con las cinco cartas de la
mesa: ¡Igual que cualquiera de nuestros oponentes!

Veamos algunos casos como ejemplo: nos reparten AY Kv


y el flop es 8r Jr 3+. A pesar de que no tenemos una pareja, si
en el turn o el river sale una carta de corazones,
completaremos un color. Es una mano muy fuerte y que casi
con seguridad ganará el bote.

Nos reparten A^- Q♦ y el flop es K+ 7♦ 2•. Igual que en el


caso anterior, no tenemos ni una pareja, pero sí un proyecto
de color gracias a la Q♦ de nuestra mano. Si en el turn o ríver
sale cualquier diamante, es muy probable que ganemos la
mano.

Nos reparten A^- K+ y el turn es J4 84 7* 6*. No tenemos


un proyecto de color a pesar de que hay cuatro cartas del
mismo palo en la mesa, ya que nosotros no tenemos ninguna
de ese palo en la mano. Incluso si en el river sale un trébol,
sólo podemos aspirar a repartirnos el bote, ya que cualquier
rival tendrá, como mínimo, la misma jugada que nosotros.

Proyectos de escalera

Consideramos que tenemos un proyecto de escalera cuando


entre las cartas de nuestra mano y las de la mesa hay cuatro
cartas conectadas consecutivas. Siempre hay dos cartas que
completan la escalera, una inferior y otra superior, que
pueden aparecer en el turn o el river, completando así
nuestro proyecto. Existen otros proyectos de escalera más
débiles, pero tienen muy poco valor y no los consideraremos
por ahora. Sólo hablaremos de proyecto de escalera si
tenemos cuatro cartas consecutivas entre la mano y la mesa
y hay dos cartas que, al salir, completan nuestra escalera
(una inferior y otra superior).

Del mismo modo que con el color, podremos tener un


proyecto de escalera si tenemos las cuatro cartas
conectadas siendo dos de nuestra mano y dos de la mesa, o
con tres en la mesa y una en nuestra mano, pero nunca con
cuatro cartas conectadas en la mesa y ninguna en nuestra
mano.

Es importante recordar también que no podemos hacer


escaleras utilizando el as como carta más alta y como carta
más baja al mismo tiempo. Lo mejor es verlo mediante un
caso concreto: nos reparten A4 K4 y el flop es Qr J+ 10^.
Tenemos una escalera, donde el A* hace de carta más alta.
Nos reparten A4 54 y el flop es 2r 3r 4+. Tenemos una
escalera, donde el A4 hace de carta más baja. Nos reparten
A4 K4 y el flop es 2r 3r 4+. No tenemos una escalera. El A4
no puede hacer a la vez de carta más alta (que se enlazaría
con la K4) y de carta más baja (que se enlazaría con el 2r).

Tendremos un proyecto de escalera si tenemos cuatro


cartas consecutivas de forma que el as pueda hacer de carta
superior o inferior, pero no de ambas al mismo tiempo, no lo
olvidemos. Así, si nos reparten j^- 10^- y el flop es 8+ 94 4+,
tenemos {8-9-T3-J} entre la mesa y nuestra mano.
Tendremos, por tanto, un proyecto de escalera. Si nos
reparten J^- 10^- y el flop es Q+ 9r 3+, tenemos {9-T-J-Q}
entre la mesa y nuestra mano, lo cual es un proyecto de
escalera también. Pero si nos reparten j^- 10*_s y el flop es
A4 9r 7r, tenemos {9-T-J} consecutivas y, por tanto, no
tendremos un proyecto de escalera. Ni tampoco si nos
reparten A^- Q♦ y el flop es K-s 2+ 3r. A pesar de la
secuencia {K-A-2-3}, no tendremos un proyecto de escalera,
ya que el A4 no puede enlazarse al mismo tiempo con K--%
y 2+.

El juego preflop: movimientos básicos

Nuestra estrategia preflop se caracterizará por dos puntos


clave. Nuestros dos únicos movimientos serán: subir/resubir
o abandonar.

Es importante recalcar que nunca igualaremos una subida


de un rival (por muy atractivo que parezca hacerlo con 100
ciegas): o resubimos, o abandonamos la mano. Del mismo
modo, nunca igualaremos la ciega: o subimos o
abandonamos. De momento parece sencillo, ¿no? Muy bien,
ahora necesitaremos saber a qué cantidad hay que subir y
resubir:

-Subir: siempre subiremos a 4 ciegas grandes (4bb).

-Resubir: siempre que tengamos que resubir, lo haremos a


un tamaño igual a 5 veces el tamaño de la subida de nuestro
rival.

Selección de manos preflop

Ahora sólo nos queda saber en qué manos y en qué


situación debemos subir o resubir. A continuación veremos
las tablas de manos que debemos usar.

¿En qué manos subimos cuando nos llega la mano limpia?


La siguiente tabla nos muestra las manos que debemos jugar
cuando somos los primeros en entrar al bote, es decir,
cuando hablamos primero o todos los rivales se han retirado
antes que nosotros (esto es lo que se conoce con la
expresión «nos llega la mano limpia»). La regla es que
subiremos cuatro veces la ciega grande con las siguientes
manos:
¿Cómo se lee una tabla? Las tablas de manos son la forma
más rápida y visual de ver las manos que tenemos que jugar
en cada situación. Leerlas es muy sencillo. Como verás,
tienen un orden de combinación para que sea más intuitivo.
La nomenclatura es la siguiente:

a) Mano acabada en «o» (off suite): por ejemplo, AKo.


Esto significa que son cartas de distinto palo, como por
ejemplo A+ K* o Aé_. Kv.

b) Mano acabada en «s» (suite): por ejemplo, AKs. Esto


significa que son cartas del mismo palo, como por ejemplo
A^- K^- o A♦ K+, etc.

Veamos dos ejemplos de aplicación de la regla que hemos


indicado: tenemos 8+ 8r en cuarta posición. Nadie ha subido
ni igualado la ciega grande antes de nuestro turno. Como 8-8
figura en la tabla, subimos a cuatro ciegas grandes. Tenemos
K4 9+ en la ciega pequeña. Nadie ha subido, pero dos
jugadores han igualado la ciega grande. K9 no está en la
tabla, así que abandonamos.

Situaciones frecuentes

La aplicación de esta regla general puede ofrecer algunas


circunstancias particulares que examinaremos a
continuación.

¿Qué hacemos si uno o varios jugadores han igualado la


ciega grande? Ignoraremos a estos jugadores y subiremos
según la tabla anterior. Por ejemplo, nos reparten Dos
jugadores que hablaban antes que nosotros igualan la ciega
grande. Miramos la tabla y vemos que esta mano está
incluida en las que jugamos si somos los primeros en entrar
en la mano. Por tanto, la jugamos exactamente igual, ya que
los rivales entraron en la mano sin realizar una subida.
Subimos a cuatro veces la ciega grande.

¿Qué hacemos si algún jugador ha subido antes que


nosotros? Otra situación que se nos dará a menudo es con
qué manos jugar cuando el bote nos llega subido por un
rival. En estos casos resubiremos en el preflop con nuestras
manos más fuertes para conseguir jugar botes realmente
grandes (a ser posible, por todas nuestras ciegas). Así
también evitaremos jugar botes pequeños contra muchos
rivales, lo que haría que nuestras decisiones postflop fueran
más complicadas y aumentara la probabilidad de que
cometiéramos algún error. Recordemos que el tamaño de
nuestras resubidas será siempre de 5 veces la subida de
nuestro rival, incluso si hay jugadores que igualaron
previamente la subida. Resubiremos con las manos que se
muestran en la tabla 2.

Casuística: tenemos A+ A^- en última posición. Un


jugador sube a 3,5 ciegas grandes. Todos abandonan.
Resubimos a 17,5 ciegas grandes (5 x 3,5 ciegas grandes).

Tenemos A* J♦ en tercera posición. Un jugador sube a 4


ciegas grandes. Abandonamos.

Tenemos Q^_ Qr en la ciega grande. Un jugador sube a 3


ciegas grandes. Dos jugadores igualan la apuesta.
Resubimos a 15 ciegas grandes (5 x 3 ciegas grandes).

¿Qué hacemos cuando algún rival nos resube? En la


situación específica en la que subamos y un rival nos
resuba, tenemos únicamente dos opciones: o restarse o
abandonar. Apostaremos nuestro resto (all-in) con las
mismas manos con las que resubiríamos a cualquier rival, tal
y como muestra la tabla 3.
¿Qué hacemos si nos enfrentamos a una cuarta apuesta?
En ocasiones, tras haber hecho una resubida, algún rival nos
volverá a subir, es decir, realizará una cuarta apuesta.
Nosotros iremos siempre all-in, ya sea igualando si el rival ha
ido all-in o realizando una quinta apuesta por todas nuestras
ciegas. Las manos de la tabla 4 son las mismas que las de la
tabla anterior.
Casuística: tenemos AY Kv en quinta posición. Un
jugador sube a 4 ciegas grandes. Nadie iguala su apuesta.
Resubimos a 20 ciegas grandes. Todos abandonan y el
jugador que subió realiza una cuarta apuesta por 36 ciegas
grandes. Iremos all-in en todos los casos.

Tenemos Kv K^- en última posición. Dos jugadores


igualan la ciega. Un jugador sube a 5 ciegas grandes. Otro
jugador iguala su apuesta. Resubimos a 25 ciegas grandes.
Todos abandonan y el jugador que subió realiza una cuarta
apuesta a 45 ciegas grandes. Iremos all-in en todos los
casos.
Tenemos Qr Q^_ en cuarta posición. Un jugador sube a
3,5 ciegas grandes. Todos abandonan. Resubimos a 17,5
ciegas grandes (5 x 3,5 ciegas grandes) y el jugador que
apostó va all-in. Igualamos y nos restamos también.

¿Qué hacemos si el bote ya ha sido resubido? Si el bote


llega subido por un jugador y resubido por otro, utilizaremos
las mismas manos con las que resubimos y vamos all-in,
pues aunque la situación indica que hay manos fuertes en
juego, nuestras manos, con las que acabamos restándonos
en el preflop, también lo son. Usaremos la misma tabla, que
también se aplica cuando nosotros subimos, un jugador nos
resube y un tercero vuelve a resubir. Iremos por tanto all-in
con las manos indicadas en la tabla 5.
Casuística: tenemos 94 9r en cuarta posición. Todos
abandonan. Subimos a 4 ciegas grandes. Un jugador iguala
nuestra apuesta y otro resube a 16 ciegas grandes.
Abandonamos.

Tenemos A+ K♦ en quinta posición. Un jugador iguala la


ciega grande. Subimos a 5 ciegas grandes. Un jugador sube
a 15 ciegas grandes. Iremos all-in en todos los casos.

Tenemos A*-- Q^_ en última posición. Cuatro jugadores


igualan la apuesta. Subimos a 4 ciegas grandes. El jugador
de la ciega grande resube a 16 ciegas grandes.
Abandonamos.

El juego postflop

Jugar correctamente a partir del flop es muy complejo debido


a la gran cantidad de combinaciones distintas de cartas. Por
eso es tan importante realizar un juego preflop correcto, ya
que nos simplifica la toma de bastantes decisiones en el flop.
Recuerda que a partir de ahora nuestras apuestas serán
siempre del tamaño del bote y nuestras subidas consistirán
en ir all-in.

Si conoces bien la estrategia preflop que acabamos de


explicar y vamos a utilizar en este nivel, verás que hay cuatro
formas diferentes de llegar al flop. Una de ellas es cuando
terminamos restándonos (all-in) en el preflop, donde no
tendrás que tomar ninguna decisión postflop, pero las otras
tres formas de llegar son las siguientes:

1. Encontrarnos con botes en los que hemos subido y


uno o varios jugadores han igualado nuestra apuesta.

2. Encontrarnos con botes que nos han llegado a la ciega


grande igualando, sin ninguna subida.
3. Encontrarnos con botes que nos han llegado subidos,
hemos resubido y algún jugador ha igualado nuestra
apuesta.

Ahora explicaremos la estrategia para jugar postflop en


cada una de estas situaciones.

Juego cuando hemos subido preflop y nos han igualado

Es el tipo de botes en los que hemos sido los primeros en


subir preflop y algún jugador ha igualado la apuesta. Aquí
tenemos que diferenciar si estamos jugando contra un único
rival o contra varios, como veremos a continuación, y
también si lo hacemos en el flop, el turn o el river.

Juego contra un solo rival

a) Juego contra un solo rival en el flop: cuando juguemos


contra un único rival que haya igualado nuestra apuesta
preflop, apostaremos en el flop el cien por cien de las veces.
Si el oponente nos sube en el flop o apuesta antes de que
podamos hacerlo nosotros, iremos all-in si tenemos, al
menos, una pareja superior en mano de reyes o de ases,
dobles parejas con nuestras dos cartas desemparejadas o
alguna jugada superior. También iremos all-in con un
proyecto de color al as (es decir, con el as del palo en
nuestra mano) o un proyecto de escalera. Abandonaremos el
resto de manos.

Veamos alguna casuística: nos reparten A♦ Qr. Subimos a


4 ciegas grandes. Un rival iguala nuestra apuesta. El flop es
24 AY 10^. El rival pasa y apostamos el bote. Nuestro rival
sube a 25 ciegas grandes. Como sólo tenemos pareja máxima
y nos están subiendo, abandonamos.

Nos reparten AY Q+. Subimos a 4 ciegas grandes. Un rival


iguala nuestra apuesta. Elflop es 2r 7r 8r. El rival, que actúa
antes que nosotros, apuesta el bote. Como nuestro proyecto
de color es al as (tenemos el AY), vamos all-in.

b) Juego con un solo rival en el turn: si no hemos ligado,


como mínimo, una pareja máxima o un proyecto de color al as
o un proyecto de escalera, pasaremos con la intención de
abandonar ante cualquier apuesta. Esto incluye las
situaciones en las que el rival, en el turn, apuesta antes de
que llegue nuestro turno. Abandonaremos cuando nuestras
manos no hayan ligado.

Si hemos ligado, como mínimo, una pareja máxima o un


proyecto de escalera o de color al as, apostaremos el bote. Si
el rival sube nuestra apuesta o apuesta antes que nosotros,
iremos all-in con las mismas jugadas con las que iríamos all-
in si nos subieran en el flop, es decir, pareja superior en
mano de reyes o de ases, dobles parejas con nuestras dos
cartas desemparejadas, alguna jugada superior o cualquier
proyecto de color al as o de escalera.

Casuística: nos reparten Jr J4. Subimos a 4 ciegas


grandes. Un oponente iguala nuestra apuesta. El flop es 5r
A4 K+. Apostamos el bote, porque contra un rival
apostamos el cien por cien de las veces. El rival iguala. El
turn es 9•. Pasamos con la intención de abandonar ante
cualquier apuesta.

Nos reparten 10* 10+. Subimos a 4 ciegas grandes. Un


rival iguala nuestra apuesta. EL flop es 6♦ Jr A+. Apostamos
el bote, porque contra un rival apostamos el cien por cien de
las veces. El rival iguala. El turn es 10r. Apostamos el bote,
porque hemos ligado un trío. El rival sube a 50 ciegas
grandes. Iremos all-in siempre porque tenemos un trío.

c) Juego con un solo rival en el river: en el river lo más


relevante es saber cómo hemos llegado hasta esta ronda de
apuestas, dado que podemos hacerlo de dos formas
distintas:

1. Si hemos llegado al river apostando en el turn y nuestra


mano sigue teniendo la misma fuerza, iremos all-in,
salvo que los proyectos ya no sean válidos porque no
quedan cartas por salir. Si nuestra mano ya no es una
pareja máxima o mejor, pasaremos con la intención de
abandonar o abandonaremos si nuestro rival apuesta
antes de nuestro turno.

2. Si hemos llegado al river habiendo pasado en el turn


(recordemos que contra un rival hemos apostado el
bote en todos los flops), jugaremos igual que en el turn,
salvo cuando los proyectos ya no sean válidos porque
no quedan cartas por salir.

Casuística: nos reparten A4 Qr. Subimos a 4 ciegas


grandes. Un rival iguala. Elflop es 34 71 Av. Apostamos el
bote, porque siempre apostamos el bote contra un único
rival. El rival iguala. El turn es 10,. Apostamos el bote,
porque tenemos pareja máxima. El rival iguala. El river es 44.
Vamos all-in porque seguimos teniendo pareja máxima.

Nos reparten 9* 9r. Subimos a 4 ciegas grandes. Un


oponente iguala. El flop es 3r 24 8r. Apostamos el bote,
porque siempre apostamos el bote contra un único rival. El
rival iguala. El turn es Q. Pasamos porque nuestra mano ya
no es pareja máxima. El rival pasa. El river es Q.. Pasamos
igual que pasamos en el turn porque aunque tengamos
dobles parejas la pareja máxima es compartida. Si el rival
pasa, ganará quien tenga la mano más fuerte. Si sube,
abandonamos.

Juego contra varios rivales

Igual que en el caso de jugar contra un solo rival, también


hemos de distinguir aquí si cuando jugamos contra varios lo
hacemos en elflop, el turn o el ríver.

a) Juego contra varios rivales en el flop: en estas


situaciones ya no apostaremos el cien por cien de las veces.
Veamos cómo jugar llegados al flop.

1. Si no hemos ligado, como mínimo, una pareja máxima o


un proyecto de color al as o de escalera, pasaremos con
la intención de abandonar ante cualquier apuesta. Esto
incluye las situaciones en las que el rival apuesta antes
de que llegue nuestro turno. Abandonaremos nuestras
manos que no hayan ligado.

2. Si hemos ligado, como mínimo, una pareja máxima o un


proyecto de color al as o de escalera, apostaremos el
bote. Si algún rival sube nuestra apuesta o apuesta
antes que nosotros, jugaremos igual que lo hacemos
contra un único rival: iremos all-in si tenemos, al menos,
una pareja superior en mano de reyes o de ases, dobles
parejas con nuestras dos cartas desemparejadas o
alguna jugada superior. También iremos all-in con un
proyecto de color al as o un proyecto de escalera.
Abandonaremos el resto de manos.

Veamos algunos ejemplos: nos reparten 64 6•. Subimos a 4


ciegas grandes. Dos rivales igualan. El flop es J+ Kv 5•.
Pasamos porque no hemos ligado una pareja máxima como
mínimo, ni tenemos ningún tipo de proyecto. Un rival
apuesta 8 ciegas grandes. El otro jugador iguala.
Abandonamos.

Nos reparten 9♦ 94. Subimos a 4 ciegas grandes. Tres


oponentes igualan. El flop es 8r 6* 74. Apostamos el bote,
porque tenemos pareja superior en mano y proyecto de
escalera (con cualquier cualquier T haremos escalera). Dos
jugadores abandonan y el jugador restante sube a 32 ciegas.
Vamos all-in porque tenemos proyecto de escalera.

b) Juego contra varios rivales en el turn: nos


encontraremos en esta ronda de apuestas en dos
situaciones diferentes.

1. Si hemos llegado al turn tras haber apostado en el flop


y nuestra mano sigue teniendo la misma fuerza, iremos
siempre all-in.

2. Si hemos llegado al turn habiendo pasado en el flop,


apostaremos el bote con las mismas manos con las que
apostábamos en el flop, es decir, si hemos ligado una
pareja máxima o un proyecto de color al as o de
escalera. Si subieran nuestra apuesta o apostasen antes
que nosotros, sólo iremos all-in con dobles parejas o
una mano mejor, abandonando todos nuestros
proyectos.

Casuística: nos reparten 7r 74. Subimos a 4 ciegas


grandes. Tres jugadores igualan. El flop es 5r K4 7•.
Apostamos el bote, 16 ciegas grandes, porque tenemos un
trío. Un jugador iguala. El turn es 84. Vamos all-in.
Nos reparten AY Kv. Subimos a 4 ciegas grandes. Dos
jugadores igualan. El flop es Jr 24 44. Pasamos, pues no
hemos ligado, y todos los rivales pasan. El turn es 6r.
Apostamos el bote, 12 ciegas grandes, porque tenemos un
proyecto de color al as. Un jugador sube a 40 ciegas
grandes. Abandonamos, pues si hemos pasado en el flop y
apostado en el turn un proyecto, lo abandonamos ante una
subida.

c) Juego contra varios rivales en el river: del mismo modo


que en el turn, al river podemos llegar de dos maneras.

1. Si hemos llegado al river tras haber pasado en el flop y


apostado en el turn y nuestra mano sigue teniendo la
misma fuerza, iremos siempre all-in, salvo en el caso de
los proyectos que ya no son válidos porque no quedan
cartas por salir.

2. Si hemos pasado en el flop y en el turn con la intención


de abandonar, y llegamos al river, jugaremos igual que
jugamos en el flop, salvo que los proyectos ya no sean
válidos porque no queden cartas por salir.

Casuística: nos reparten 6♦ 6r. Subimos a 4 ciegas


grandes. Seis jugadores igualan. El flop es 2r 24 8r. Pasamos
y todos los jugadores pasan. El turn es 64. Apostamos el
bote, 24 ciegas grandes, porque tenemos full. Todos los
jugadores abandonan excepto uno, que iguala. El river es
Kv. Vamos all-in.

Recuerda que no podemos llegar al river jugando con


varios jugadores, habiendo apostado en el flop y en el turn,
y tener que tomar una decisión, pues estaremos restados
(all-in) desde el turn.

Juego cuando nos han igualado en la ciega grande

Como podemos observar en nuestras tablas de juego


preflop, nosotros sólo jugaremos este tipo de botes desde la
ciega grande, como indica el título. Recordemos que en
ningún caso vamos a igualar la ciega grande desde ninguna
posición en la ronda de apuestas preflop, sino que
subiremos o abandonaremos. Veamos cómo jugar en cada
una de las rondas de apuestas.

a) Juego cuando hemos pasado en la ciega grande en el


flop: si hemos ligado, como mínimo, unas dobles parejas con
nuestras dos cartas desemparejadas o un proyecto de color
al as, apostaremos siempre el bote. Si suben nuestra apuesta
o apuestan antes que nosotros, iremos siempre all-in. El
resto de manos, pasaremos y abandonaremos. Por ejemplo:
nos reparten Kv 61. Dos jugadores igualan la ciega grande.
No aposta mos preflop y pasamos. El flop es 64 Q♦ K1.
Tenemos dobles parejas. Apostamos el bote. Un rival
abandona y otro sube nuestra apuesta. Subimos all-in.

b) Juego cuando hemos pasado en la ciega grande en el


turn: nos podemos encontrar en esta ronda de apuestas en
dos situaciones diferentes: hemos pasado en el flop y nadie
apostó, o hemos apostado en el flop y algún rival igualó
nuestra apuesta. En ambos casos jugaremos igual que
jugamos en el flop ante todas las posibles acciones de
nuestros rivales. Veamos un ejemplo: nos reparten 5^_ 8^.
Tres jugadores igualan la ciega grande. Pasamos. El flop es
4^_ Q♦ 6^. Pasamos porque, aunque tenemos proyecto de
color, no es máximo (no tenemos el A^-). Todos los
jugadores pasan. El turn es 7^. Apostamos el bote, porque
tenemos escalera de color. Dos jugadores abandonan y otro
jugador sube nuestra apuesta a 16 ciegas grandes. Vamos
all-in.

c) Juego cuando hemos pasado en la ciega grande en el


river: del mismo modo que en el turn, podemos haber llegado
de varias formas hasta el raver. En todos los casos
jugaremos igual que jugamos en el flop, salvo con los
proyectos que ya no sean válidos porque no quedan cartas
por salir.

Veamos un ejemplo: nos reparten 2r 8-S. Dos rivales


igualan la ciega grande. Pasamos. El flop es Jr 2+ K+.
Pasamos porque no tenemos pareja máxima ni ningún tipo de
proyecto. Los dos rivales también pasan. El turn es 84.
Apostamos el bote, porque tenemos dobles parejas. Un
oponente iguala. El river es J. Pasamos con la intención de
abandonar porque nuestras dobles parejas ya no lo son
como jugada, dado que se ha doblado una carta superior y
sólo nos sirve nuestra pareja de 8#s 84 y es tercera pareja. El
rival pasa o sube, en cuyo caso abandonamos.

Juego cuando hemos resubido en el preflop

El juego postflop cuando hemos resubido en el preflop y


algún rival ha igualado nuestra apuesta es muy sencillo:
apostaremos siempre el bote para ir después all-in en todas
las situaciones, ya sea en el flop o si igualasen nuestra
apuesta en el turn. Básicamente, nunca abandonaremos en el
juego postflop.
Veamos dos ejemplos sencillos: nos reparten K+ K*. Un
jugador sube a 4 ciegas grandes. Dos oponentes igualan y
resubimos a 20 ciegas grandes. Un rival iguala y los otros
dos abandonan. El flop es 31J^- 7v. El rival pasa. Apostamos
el bote. El jugador iguala. Iremos all-in en el turn sea cual sea
la carta.

Nos reparten A+K^_ Un jugador sube a 3,5 ciegas


grandes. Cuatro rivales igualan. Resubimos a 17,5 ciegas
grandes. El primer jugador abandona y los otros cuatro
oponentes igualan. El flop es 6+ 64 9t. El bote es de 91
ciegas grandes. Vamos all-in.

Con estas sencillas reglas de estrategia podemos


iniciarnos en el complejo juego del Texas Hold'em en los
niveles que hemos recomendado hasta que nuestra
experiencia en el juego nos permita ir subiendo de nivel y, en
paralelo, mejorando y profundizando nuestro aprendizaje. En
www.EducaPoker.com nos encontrarás dispuestos a guiarte
en cada paso.
ay un último tema en el que debemos
entrar a fondo antes de lanzarnos a las mesas. Es muy
importante, y tanto es así que tenemos el convencimiento de
que es el factor que ha provocado más fracasos a la hora de
tratar de ganarse la vida con el poker en jugadores que
podrían haber estado capacitados.

Mucha gente cree que lo más importante a la hora de ser


un jugador ganador de poker es la inteligencia, el instinto o
la capacidad matemática. Si bien pueden ser útiles, un
jugador que carezca de disciplina no tendrá la menor
oportunidad de éxito, mientras que un jugador con buenos
hábitos y autocontrol puede llegar a ser un ganador regular
sin ser un genio en ningún otro sentido. Si hay una idea en
la que Luis Valera, el autor de la primera parte de este libro,
ha insistido más al valorar nuestras trayectorias como
jugadores profesionales de poker, es sin duda la importancia
esencial de la disciplina para conseguir resultados.

Cuando jugamos al poker inevitablemente nos vamos a


encontrar con toda clase de situaciones desfavorables. Bien
sea porque teníamos una mano mejor que la de nuestro rival
pero nos acabó ganando, bien porque hemos recibido varias
manos muy fuertes pero no tanto como las de nuestros
oponentes y hemos acabado perdiendo mucho más que si
nuestras manos hubieran sido flojas. Lo cierto es que en el
poker podemos pasarnos bastantes días seguidos sin
obtener los resultados que deseamos. El problema reside en
que aunque pensemos que esto no nos va a afectar en la
mesa de juego, la gran mayoría de las veces sí que nos
afecta. Somos humanos, y cuando jugamos al poker
queremos ganar. Si nos centramos en los resultados a corto
plazo, vamos a tener sesiones horribles producidas por la
varianza, y si esas sesiones puntuales e inevitables nos
resultan más costosas cada vez debido al estado psicológico
en el que nos dejan, ya no seremos capaces de ganar dinero.
La mentalidad correcta para jugar al poker se basa en
evaluar siempre las decisiones que tenemos que tomar y las
que hemos tomado. Pensar en lo que nos ha pasado hasta el
momento (en cuanto a resultados) no sólo no sirve para
nada, sino que además hace que nuestra mente no esté
centrada en lo esencial: las decisiones. En el poker, debido a
la varianza, es inevitable que los resultados oscilen. Pero
para ganar a largo plazo (único momento sobre el que
tenemos control) necesitamos tomar buenas decisiones y
hacerlo siempre. Evitar pensar en cualquier otra cosa es muy
importante.

Si en cualquier momento somos conscientes de que no


estamos jugando al cien por cien y de que no podemos
controlar las emociones, es fundamental que cerremos la
sesión. Dejar de jugar cuando no estamos centrados ni
tomando las decisiones de forma racional nos va a ahorrar
muchísimo dinero a largo plazo. No nos pongamos excusas a
nosotros mismos: lo único que vamos a conseguir jugando
así es regalar el dinero que tantas manos nos ha costado
ganar. Si queremos seguir aprovechando el tiempo, nada de
abrir mesas. Podemos estudiar, ver vídeos o repasar manos
que hayamos jugado en busca de errores. Cuando juegues al
poker, procura hacerlo cuando estés a plena capacidad. Si
no, es mejor que lo dejes.

Tal vez podríamos resumir nuestra filosofía en unos


breves consejos:

1. Es frecuente que juguemos varias manos seguidas con


un resultado no deseado. No debemos darle
importancia. Es fundamental que nos centremos en
jugar siguiendo las decisiones correctas según la
estrategia aprendida.

2. En el momento en el que seamos conscientes de que


estamos pensando en lo desafortunados que somos
y/o estemos personalizando situaciones, jugando en un
estado de frustración o ira, es esencial tener la
disciplina de cerrar la sesión de forma inmediata.

3. Nuestro objetivo en la mesa de poker debe ser siempre


tomar las mejores decisiones posibles para obtener
resultados a largo plazo. Nunca hay que ponerse
objetivos de resultados a corto plazo, que están fuera
de nuestro control y en los que puede influir la suerte
de manera decisiva.

4. Hemos de jugar siempre en condiciones óptimas. Nunca


jugaremos cuando estemos cansados, afectados por
algún problema personal que no nos deje pensar con
claridad o porque estemos aburridos y simplemente
queramos matar el tiempo.
ucha de la gente que empieza a jugar al
poker no tiene una idea clara de qué es lo que diferencia a un
jugador ganador de uno perdedor, ni de qué características
generales tienen los jugadores con éxito. Puesto que
muchos jugadores en televisión hablan de cosas diferentes
y muchas veces afirman que el poker es una cuestión de
talento y de «leer al rival», podemos acabar pensando que
para que nos vaya bien en el poker debemos tener un don
especial, cuando ni siquiera semejante cosa es útil en los
torneos.

Nada más lejos de la realidad. Los jugadores que


consiguen buenos resultados son, como en casi todas las
profesiones del mundo, gente con disciplina y capacidad de
trabajo, tal y como hemos repetido. Por mucho que esto
suene a tópico, en el caso del poker es especialmente cierto.
El pretendido talento y la intuición sirven de poco o de nada,
sean lo que fueren, sin una sólida disciplina.

Un jugador de poker, a lo largo de su carrera, tiene que


enfrentarse a situaciones psicológicamente complejas: las
malas rachas, la correcta gestión de la banca y el no perder el
hábito de estudio y trabajo para que su juego no se
estanque. Son virtudes que en cualquier persona normal
conducen a ser un jugador ganador.

Jugadores con mucho talento y acostumbrados a ganar


en mesas bajas de forma más o menos fácil sufren muchos
problemas cuando suben de nivel y se enfrentan a jugadores
más disciplinados. Para ellos, mejorar su juego y estudiar a
sus rivales de forma metódica es trabajoso. Una mala racha
puede hundirles con facilidad, ya que no son
psicológicamente fuertes y su banca no está preparada para
asimilar una mala racha prolongada.

Dar importancia a los conocimientos del poker fuera de la


parte puramente técnica/estratégica es esencial. Mucha
gente no los valora, ya que cree que si juegan mejor que sus
rivales ganarán dinero y que, como mucho, lo único útil es
aprender a mejorar la forma de ganar más en las mesas. Si
bien esta habilidad es importante, hay multitud de jugadores
técnicamente buenos que fracasan. Muchas veces suben de
nivel demasiado rápido, sin respetar su banca o sin tener la
disciplina de bajar de nivel si no son capaces de superar a
los rivales del nivel superior. Pueden verse afectados en el
ánimo por una mala racha mucho más que un jugador que
posee una banca sólida y a quien bajar de nivel no le resulta
traumático. Y todo esto se traduce en jugar mejor y, por
tanto, en ganar más dinero.

No cabe duda de que el talento puede ser útil y que gente


con muy pocas aptitudes innatas difícilmente acabará
ganando botes de muchos cientos de miles de dólares. Sin
embargo, con disciplina y ganas de aprender es viable ser
ganador en mesas relativamente elevadas, cosa que resulta
casi imposible de conseguir sólo con talento. Y esto sucede
porque el poker es un juego en el que lo fundamental es
hacer un análisis correcto de las situaciones con una base
matemática, y en el que además la experiencia por sí sola no
sirve de mucho para aprender. Sin estudio y sin disciplina,
mejorar nuestro juego es mucho más difícil, ya que el
aprendizaje a través de lo que nos ha sucedido se ve muy
afectado por la varianza implícita en el poker. Podemos
perder varios botes con una mano a pesar de jugarla de
forma correcta, o ganarlos a pesar de estar cometiendo
errores. Si aprendemos de forma intuitiva, cometeremos
errores que añadiremos a nuestro juego y que nos acabarán
costando dinero a largo plazo. Si analizamos y estudiamos
las situaciones fuera de la mesa, podemos separar los
resultados del juego correcto. Y todo esto es vital para el
aprendizaje.

Por eso el perfil de los jugadores ganadores en el poker


no reside en la brillantez de quienes poseen un don especial,
sino en la disciplina que nos hace capaces de analizar las
situaciones para tomar las decisiones correctas y aplicarlas a
la actividad que realizamos, sin dejarnos influir por nuestros
estados de ánimo ni nuestras emociones. También es
importante el tesón que nos hace porfiar en el juego durante
el tiempo suficiente (el largo plazo) como para que la suerte
(buena o mala) no nuble lo acertado o erróneo de nuestro
proceder y nos permita ser ganadores. No se trata de
cualidades muy diferentes a las necesarias para triunfar en
otras muchas facetas de la vida.
iempre resulta difícil sintetizar en unas
pocas ideas esenciales todo lo que hemos intentado
transmitir al lector que se inicia en esta modalidad de poker.
Pero si quisiéramos resumir en unos cuantos consejos lo
más importante, lo que no se debe olvidar en ningún
momento, sin duda habríamos de elegir los siguientes:

1. Asegúrate de haber entendido a la perfección cuáles


son los nombres de las posiciones en la mesa y también
cómo distinguirlas rápidamente. También debes haber
aprendido las reglas básicas, el funcionamiento de las
rondas de apuestas y el valor de las jugadas.

2. Tienes que comprender en profundidad el efecto de la


varianza en el poker. Sobre todo, entender que las
muestras pequeñas de manos estarán cargadas de
varianza y que nuestro objetivo es ser ganadores en el
largo plazo tomando mejores decisiones que nuestros
rivales.

3. Debes aprender a controlar ese pequeño demonio que


llevamos dentro llamado tilt (inclinación, tendencia
emotiva). Hay que tener claro que las mejores armas de
un jugador de poker son la paciencia, la disciplina y el
autocontrol.

4. Los consejos acerca de en qué niveles debemos jugar al


principio nos tienen que haber enseñado a no jugar en
unos límites en los que no podremos soportar la
varianza. Asegúrate de tener claro siempre en qué
niveles puedes jugar con las fichas de que dispones.

5. Tienes que saber que jugar con la estrategia de resto


corto (shortstack) es rentable porque nuestros rivales
no van a saber adaptarse bien a nuestra forma de juego
condicionada por el pequeño tamaño de nuestro resto.

6. Debes adquirir soltura a la hora de consultar las tablas


y rangos de jugadas mientras juegas, y haber
entendido los fundamentos básicos de la estrategia
completa del juego. No te precipites nunca y consulta
siempre las tablas antes de tomar tus decisiones.

7. Lo más importante es que tengas clara la estrategia


básica tanto preflop como postflop de este nivel de
inicio en el poker, ya que más adelante, si profundizas
en www.EducaPoker.com, se dará por sabida y podrás
conocer nuevas modificaciones partiendo de lo
aprendido.

8. Relee cuantas veces necesites la estrategia hasta que


todos los conceptos queden claros. Y no olvides que
este libro te ofrece la posibilidad de continuar tu
formación con los contenidos y profesores de nuestra
página de Internet, que están en los foros para
contestar todas tus dudas.

Esperamos sinceramente que nuestros consejos te


resulten útiles para iniciarte en el poker como un jugador
ganador. Las palabras claves para conseguirlo son disciplina
y perseverancia.
Raúl Mestre (Valencia, 1982) estudia Químicas en la
Universidad Politécnica de Valencia hasta cuarto de carrera,
momento en el que decide suspender sus estudios y jugar
profesionalmente al poker. Escribe habitualmente como
experto en las páginas especializadas en poker en la red. En
2007 forma y entrena un equipo de jugadores profesionales
que es patrocinado por Unibet.com y desde entonces juega
múltiples torneos internacionales en los que consigue
premios por más de dos millones de euros.

Actualmente ha creado junto a algunos de ellos y dirige la


escuela de poker online www.EducaPoker.com, que es una
referencia a nivel internacional.

Luis Valera (Valencia, 1955) es profesor catedrático de


Geografía e Historia del IES Jordi de Sant Jordi. Escritor de
diversas obras de divulgación (Historia del Mundo
Contemporáneo, 1991; Lo que debes saber sobre la Historia,
2001), ensayo (historia y literatura) y narrativa criminal (El
asesino de la lluvia, 1992; Atracos S.L. y otros relatos, 2001;
Asesinos sin remedio, 2002 y Anillo de compromiso, 2005),
ha publicado recientemente Breve historia de la Comunidad
Valenciana (2009) y Valencia criminal (en colaboración, 2010).

Ha ganado varios premios literarios y en la actualidad


colabora con algunas editoriales como editor literario.
https://sites.google.com/site/luisvaleramunoz/

' Anotación publicada en Poker Red el viernes 7 de mayo


de 2010 por Samuemx.

2 Documental titulado «Historia del poker», en


http://www.dailymotion.com/ video/xa786s_historia-del-
poker-1_lifestyle.

3 «La historia (antigua) del poker», en


www.asturpoker.com/19-la-historia-delpoker.htlm.al9.

4 Véase
http://www.casinoportalen.es/articulos/poker/benny-
binion.asp.

5 De esas comisiones, 3.000 euros se retrotraían como


sueldo a los jugadores.

6 A partir del cierto nivel en un torneo no sólo se sube el


importe de las ciegas grandes y pequeñas, sino que todos
los jugadores tienen que pagar unas cantidades en cada
mano que se llaman «antes».

8 Gonzalo y Óscar García-Pelayo, y Diego Pradera,


Aprende a jugar al póquer en Internet con los Pelayos,
Editorial Lid, Madrid, 2008.

9 Ganar al poker. El campeón de Las Vegas te enseña a


jugar como un profesional, La Esfera de los Libros, Madrid,
2010, 6a edición.

1 Dan Harrington, Harrington On Hold'em Volume 1.


Strategic Play, traducido por La Peña de Amigos del Texas
Hold'em, descargable en formato PDF.

1o Sklansky, David, op. cit., pág. 20.

" http://www.poker-red.com/noticias/gazzano-tercero-
unibet-open-valencia-9052. html.

' En adelante suited, «del mismo palo», lo anotaremos con


«s»; y offsuit, «de diferentes palos», con «o». Así, AKs
significará que son del mismo palo y AKo que son de palos
diferentes.

2 La razón de multiplicarlo por 2 es porque en la baraja


hay 52 cartas y queremos hacer un cálculo rápido sobre 100.
Así, 8 cartas favorables de 52 posibles nos daría un 16 por
ciento de outs.

s Usamos la letra T (ten) para referirnos a la carta 10. Por


ejemplo, AT sería A10, as y diez.

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