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Segunda tópica de Freud: ello, yo y superyó

Existen dos teorías o tópicas creadas por Freud que explican la estructura
de la personalidad humana; la primera tópica Freudiana hace referencia al
consciente, pre-consciente e inconsciente y la segunda tópica se refiere al
tema que detallaremos a continuación: ello, yo y superyó.
Ello
Según Freud, el ello forma una parte importante de nuestra personalidad,
pues es quien se encuentra presente cuando nacemos y quien nos permite
mantener satisfechas nuestras necesidades básicas. Ésta es la parte
egoísta de la mente humana, que muestra todos los componentes
heredados de la personalidad desde el momento del nacimiento, incluyendo
el instinto sexual y el instinto agresivo.
El “ello” se activa con el principio de placer, puesto que está relacionado
con lo instintivo y lo placentero; éste no conoce ni el bien, ni el mal, ni la
ética, ni la moral, solo reconoce sus propios deseos y necesidades, y a su
vez permite que la energía psíquica del sujeto fluya libremente.
El “ello”pretende satisfacer sus necesidades sin importar en el contexto que
se encuentre el sujeto, solo busca su propia satisfacción e intenta evitar
el displacer. Por ejemplo, si un bebé tiene hambre o necesita un cambio de
pañal, esté llora, por instinto, impulsado por el “ello” para satisfacer esa
necesidad. Cuando el ello logra satisfacer sus demandas, experimentamos
placer, pero cuando se niega experimentamos displacer. El “ello” es la parte
de la mente que obliga al bebé a llorar cuando necesita algo, lo que le
garantiza una evolución sana y feliz.
El ello involucra pensamientos primitivos e irracionales, los cuales
vemos en el proceso primario (modo de funcionamiento del aparato
psíquico), vive en el presente inmediato y no puede diferir con el placer. El
mismo no está regulado por las limitaciones del mundo exterior, pues estas
limitaciones se encentran en otro nivel de la mente.

Yo
El yo es “la parte del ello que ha sido modificada por la
influencia directa del mundo externo.’’
El “yo”, para Freud, es la segunda parte del preconsciente o subconsciente
humano, y comienza a desarrollarse a partir de los 3 años, en la fase oral,
cuando el niño comienza a participar con el entorno, y se desarrolla con el
fin de mediar entre el ello y la realidad.
A diferencia del “ello” que representa los impulsos primitivos, el “yo”
representa el sentido común, y se encuentra relacionado con el
proceso secundario -la capacidad de pensar, razonar y vincularse con la
realidad. El “yo” se basa en el principio de realidad.
Cuando se da lugar al “yo”, la energía es primeramente ligada antes de
fluir en forma controlada, a diferencia del ello (donde la energía fluye
libremente).
Si bien el yo también intenta satisfacer las demandas del ello, este tiene
presente que existe una realidad con personas dentro de ella, por este
motivo en ocasiones aplaza sus necesidades en función a las
condiciones impuestas por el mundo exterior. Éste intentará aprovechar
el poder del “ello”, y lo regulará para alcanzar la satisfacción a pesar de los
límites impuestos la realidad.
El “yo” se ocupa de que nuestras interacciones y relaciones con los demás
fluyan de manera saludable. También comprende que las otras personas
también son impulsadas por sus propios instintos (sus propios “ellos”), y que
dejarse llevar por los impulsos egoístas no lleva a ningún lado, incluso la
mayoría de las veces puede ser problemático.El “yo” sabe que hay
personas que lo rodean y que sus decisiones pueden influir directamente en
las mismas, por tanto debe tener más precaución a la hora de satisfacer sus
necesidades.

Esta parte de la mente funcionará como intermediario entre el ello y el


“super-yo”. La función principal del “yo” es convertir, desviar y transformar
las poderosas fuerzas del “ello” en modos de satisfacción más útiles y
realistas.
Al final de la etapa fálica -etapa del desarrollo psicosexual- se comienza a
desarrollar el superyó.

Superyó
El “superyó” es la parte moral de la mente humana, es la parte que refleja
los límites culturales y reprende lo que considera “mala conducta”. El
“superyó” no es una parte innata del ser humano, aparece a partir de los 6
años (donde comienza el periodo de latencia) y con él aparece
el mecanismo de defensa de la sublimación.
Para Freud, el “superyó” es la conciencia moral de un individuo, la que
proviene de nuestros padres. Éste busca la integración del individuo en
la sociedad, por este motivo se desarrolla de acuerdo a las restricciones
morales y éticas que exige la sociedad en la que se encuentra el sujeto.
A medida que el individuo crece y evoluciona su desarrollo cognitivo,
comienza a interiorizar ciertos estándares brindados por sus padres y
cuidadores, por ejemplo: que la mentira es mala, que no se debe utilizar la
violencia, que robar es malo, que no se debe gritar, etc; esos mismos
estándares son los que crean la culpa y van generando represión en el
sujeto, por ejemplo: sentirse culpable cuando miente o.

El cometido del “superyó” es restringir los impulsos del ello, y lo hará


reprimiendo los impulsos psíquicos que considere que son inaceptables
para la sociedad en la que se encuentra el sujeto. Por ejemplo, si un niño se
enoja con un compañero, será el “superyó” el encargado de hacerle
entender que la violencia no es la solución correcta. Según la segunda
tópica freudiana, el “superyo” controla el sentido de lo correcto y lo
incorrecto, y ayuda al sujeto a insertarse en la sociedad, haciendo que éste
actúe de manera socialmente aceptable.
El “superyó” se compone de dos sistemas: la conciencia y el yo
ideal (imagen mental de lo que debería ser). La conciencia puede castigar
al yo provocando sentimientos de culpa. Por ejemplo, si el yo cede a las
demandas del ello, el superyó hará que se presente en el sujeto sentimiento
de culpa.
Los impulsos psíquicos sancionados por el superyó quedaran en el
inconsciente como impulsos reprimidos.

Según Freud con la aparición del superyó aparece también el complejo de


Edipo. Freud hizo hincapié en la importancia del complejo de Edipo para el
desarrollo psicosexual del individuo, pues para él si una persona no
atraviesa el Edipo o no lo resuelve de la manera correcta se quedaría fijada
en una etapa del desarrollo psicosexual y no podría pasar a la siguiente
etapa.
Un complejo de edipo mal resuelto podría generar traumas y
trastornos psicológicos a lo largo de la vida de una persona.

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