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parábola

del río

emilio 1. mazariegos
parábola
del río
EMILIO L. MAZARIEGOS
A mis padres,
Asunción y Benito,
en las Bodas de Oro matrimoniales,
con inmensa ternura.
A mis hermanos,
Anita y Goyo,
en sus Bodas de Plata matrimoniales,
con cariño.

TERCERA EDICIÓN

®
© Ediciones Centro Vocacional La Salle
Fray Luis de León, 16 - 47O02 Valladolid
ISBN: 84-85871-04-9
Depósito legal: S. 289-1988
Printed in Spain
Impresión: Gráficas Ortega, S.A.
Polígono El Montalvo - Salamanca, 1988
La montaña 14
El manantial 18
La riada 22
El cauce 26
El río 29
El espejo 33
El arco iris 37
El paraguas 40
La voz 43
El muro 46
Las muletas 50
Unhilillo 54
El sueño 58
El chopo 62
El renacuajo 65
El sauce 68
La rana 71
La paloma 74
La luna 78
El camino 81
La armonía 85
...y el brocal 88
El que beba agua de ésta vuelve a tener sed;
el que bebe el agua que yo voy a dar
nunca más tendrá sed: porque esa agua
se le convertirá dentro
en un manantial que salta dando vida sin término.
Juan 4, 14
La montaña Rodeaba la montaña un desierto. Un desierto sin
caminos. Un desierto perdido. Un desierto extendido
al sol como una sábana blanca, inmaculada, fina. La
montaña en sus noches eternas oía el canto bello del
viento llevando entre sus dedos los granos indefen-
sos de la arena.
El desierto era árido. Árido como la mano de un
hombre de campo. El desierto era sensible como los
labios de una niña recién estrenada en el amor. El
desierto sabía a eco y a paso ligero, a sed y a
Grande y espléndida, la montaña dormía exten- monotonía, a inmensidad y a soledad, a fiebre y a
dida al sol. Los párpados le caían pesados sobre unos delirio. El desierto aún no conocía los caminos. El
ojos redondos y redondos como lunas llenas. Sintió desierto no existía. No. Todo era aún desierto, un
un no sé qué y abrió un ojo. Dejó caer su párpado único camino llamado desierto.
como cortina de terciopelo y siguió durmiendo. La No había surgido aún el oasis. La vida estaba
montaña parecía vivir un sueño maravilloso. oculta en las entrañas de la montaña. La vida y la
La montaña era silenciosa. Vivía hacia dentro. libertad. La vida y la fuerza. La vida y lo desconocido.
Un dentro tan enorme y pleno que un día tenía que
despertar cosquilleada por la vida que milenios y Un día, la montaña abrió sus ojos bellos y lumi-
milenios llevaba en sus entrañas. La montaña tenía nosos. Redondos como dos ruedas de carro dando
vida. Una vida como un mar sin playas o un valle sin vueltas y más vueltas por los caminos polvorientos.
montañas. Algún día la montaña tendría playas y Los ojos de la montaña se estremecieron y se alarga-
mares donde su vida galoparía en caballo apenas ron pesadamente hasta colocar la punta de sus ye-
agarrada a su crin. mas sobre la arena seca y dura. Sintió cortarse los
La montaña era feliz. Las noches y los atardece- dedos y dominada por un no sé qué de ternura posó
res caían sobre ella como sobre un cachorrillo arre- su mano hecha palma suave sobre la arena caliente.
bujado al sol, cae la caricia de su madre. Las lunas Su mano se hizo algodón y seda y caricia inconteni-
dejaban caer a chorro su luz blanca sobre su rostro y ble. El desierto dejó caer dos lágrimas pesadas que
las estrellas tiritaban de alegría al contacto con su duramente arrancó de su pecho.
piel fresca y limpia. La brisa de la noche la hacía Otro día la montaña volvió a abrir los ojos sobre
encogerse y el rocío de la mañana desperezarse feliz el desierto y la luz de su mirada hizo estremecer el
como un niño puro y libre. La montaña era vida y mar de arena.
felicidad. —¿Por qué los ojos de la montaña se han vuelto para
La montaña era única. Sólo ella se levantaba en mí?, dijo entre sueños la arena.
el ancho desierto que se perdía entre nubes de arena Pasaron los días. Semanas y meses llovieron
y sol pesado. Ella era como una torre empinada en el sobre la montaña. Hasta que un día la montaña dejó
otero o como un campanario subido sobre la aldea. oír su voz:
La montaña sentía un calorcillo dentro de sí como —¡Libertad!
dueña y señora. Y volvió al silencio. Otro día dijo:
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—¡Vida! hacer cercana al desierto. Quería volar en alas de
Y de nuevo volvió a decir: libertad, derramarse en agua viva.
—¡Raíz! La montaña sintió una ternura infinita por la
Y otra vez entró en su mar de silencio. arena sedienta del desierto. Se dijo:
Pasaron años. Primaveras y veranos se enveje- —Te haré feliz. Te daré vida.
cieron. Vinieron inviernos y la montaña volvió a La montaña, la montaña grande y espléndida, se
hablar: «Camino». Y al día siguiente: «Vida». Y de sentía feliz. Sería libre en las aguas fecundas de su
nuevo: «Libertad». Y después el eco llevó en sus alas manantial generoso. La montaña sonrió.
un arcoiris que cubrió de color el desierto inmenso.
Dijo:
—Libertad... Vida... Camino... Raíz... Vida... Li-
bertad.
Después la montaña se hizo silencio. Y sueño
salpicado de brazos abiertos y árboles creciendo y
caminos sin pisadas y troncos cortados y agarrados a
la tierra, raíz a raíz. Sintió frío y quiso darse media
vuelta. Se dijo:
—No; no me moveré. El desierto está también dormi-
do y no quiero cortar su bello sueño. Esperaré.
A la mañana siguiente la montaña sintió sed. El
desierto se le había llegado a los labios. Movió su
lengua, la deslizó suavemente sobre los labios y dijo:
—Agua.
No sabía lo que había dicho. Volvió a decir:
—Agua.
Y la sed se le agarraba aún con mayor fuerza a su
boca, como un desierto.
No supo cómo. De dentro, del fondo de sí misma,
desde su interior, desde aquella zona más oculta,
desde su interioridad, desde su ser mismo de monta-
ña, desde su raíz, desde su manantial sintió surgir
como fuerza de vida. Sintió a borbotones llegarle
hasta la boca sedienta la vida del manantial. Quiso
gritar. Quiso decir al desierto algo que buscaba liber-
tad dentro de sí y tuvo que callar. Sus labios estaban
mojados. Su boca sabía a frescura, pureza, transpa-
rencia. Desde dentro surgía la vida. Ahora tenía un
nombre: «Agua». Agua de manantial. Tenía dentro
la vida y quería hacerla correr. Era suya y la quería
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silencio encharcado en el misterio. Un silencio empa-
El manantial pado de palabras sin palabras, de gestos sin gestos,
de ternura indecible. La montaña se había hecho
silencio.
En la soledad y el silencio la montaña se había
encontrado a sí misma. Su rostro era el suyo. Sus
ojos miraban sus ojos y sus manos cogían sus ma-
nos. La montaña tenía aquella identidad que le
brotaba de dentro. La montaña era. Su ser era su ser.
La montaña sabía a milenarios de silencio y a Ella no se confundía con el desierto ni nunca había
centenarios de soledad. La montaña había vivido soñado ser desierto. La montaña no sabía de másca-
desde dentro, haciendo pozo sin fondo en su mismi- ras ni caretas. No sabía de muletas y soportes. Ella
dad. Ella era profundidad silenciosa, transparente y vivía desde dentro, agarrada al origen, a la vida. Ella
pura. Ella era hondura perdida en una soledad infini- tenía fuerza de manantial.
ta. Ella era raíz siempre viva buscando siempre la Porque «el dentro» de la montaña, el silencio y la
raíz. Ella era origen siempre despierto tacteando su soledad de la montaña, se le habían convertido en
inmensidad. Ella era «siempre más» sin conseguir manantial. Ella vivía desde el manantial. Ella experi-
nunca agarrarlo con sus manos abiertas de par en mentaba una vida que chorreaba energía y libertad.
par. Ella sentía que su pecho estaba hinchado y reventa-
La montaña vivía. No tenía vida. Ella era vida. ba una pureza que las aguas le traían a cada paso. Se
Sentía ríos de felicidad al saberse vivir. Escuchaba los sentía dinámica, fuerte, segura, lanzada. Se sentía
latidos de su vivir y saltaba de gozo como una corza llena de existencia en la corriente del manantial. Se
salvaje. La montaña escuchaba su vida en el silencio sentía salir de sí para entrar en esa vida. La montaña
de los años, sin calendarios. Ella estaba presente, existía.
despierta, íntegra, totalizada, integrada. Ella se sen- La montaña llegó un día que se confundió con el
tía pacífica, serena, equilibrada, unificada. Ella se manantial. Para ella la masa enorme de tierra y
apretaba a sí misma contra su pecho y experimenta- piedra que cubría su ser profundo apenas era como
ba una sensación de armonía, de belleza y paz que le una gran capa negra que envolvía su ser como a un
hacía romper en lágrimas gruesas y profundas. estudiante en la noche. Ella era manantial. Ella era
La montaña adoraba la soledad. Se había hecho vida.
a la soledad. Esa soledad sonora que su ser oía cada La montaña se dijo:
atardecer. Su soledad era penetración, intimidad, —Quiero vivir.
fusión, encuentro. Su soledad era abrazo y comuni- Y la montaña oyó una voz más profunda que
cación. Su soledad era transformación callada. Su decía:
soledad era despertar a otras vidas que nunca imagi- —Mi vida es tu vida.
naba. Su soledad era cambio constante, dinamismo La montaña calló. Luego volvió a escuchar:
radical, vida sin término. —Tu raíz en mi raíz, tu manantial, en mi manantial.
La montaña amaba el silencio. Un silencio preña- Y la montaña dijo que sí.
do de presencia. Un silencio nacido de lo oculto. Un
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Pasaron los años. Una noche la montaña soñó. Era imposible. Era inútil querer pasar la vida.
Soñó que sus aguas, su vida, su manantial quería Quería vivir... tenía que entregarse al dinamismo de
romper rocas, cabalgar en veloz caballo salvaje. So- las aguas. Quería vivir... tenía que romper fronteras,
ñó volar en alas de mariposas y al viento del atarde- abrir caminos, pasar entre las rocas para salir a la
cer. Soñó volar en la brisa de la mañana. Soñó que libertad, para nacerse libre en sus aguas. Aguas
era como un río, que se alargaba, que crecía y crecía, preñadas de vida en el silencio y soledad de sus
que entraba en el desierto y envolvía en sus aguas entrañas. Libre como un pájaro. Libre en la vida con
los mil granitos de arenas frágiles e indefensos. Se dio alas a punto de volar.
cuenta de que era poderosa, de que a su paso arrasa-
ba todo, de que lo hacía y deshacía todo, nuevo y
viejo. Ella, la serena, la tranquila, la pacífica monta-
ña se había hecho en sus aguas andarina y peligro-
sa. Sintió miedo. Y despertó sobresaltada.
La montaña oyó la voz del manantial. Era algo
así como si le arrancasen un hijo de sus entrañas. La
voz se acercaba con fuerza. Era como una protesta y
un canto de libertad. Era eso. Era vida, mil vidas
sueltas. La montaña se puso de puntillas y escuchó
conteniendo el aliento:
—Pero, ¿yo quién soy? ¿Cómo soy? ¿Qué hago aquí y
ahora? Mi vida, ¿tiene sentido? ¿Vale la pena vivir para
hacer lo que estoy haciendo? ¿Qué hago parada? Y si
camino, ¿hacia dónde voy? ¿Tengo miedo de arrancarme,
de ser libre? Me duele alargarme hasta perderme en el
mar? ¡El mar! ¡El mar! ¡El mar!
La montaña no sabía lo que era el mar. Estaba
tan distante... Era tan extraño a su vida.
—¿Para qué el mar? ¿Llegaré al mar? Sí, ¿llegaré a
eso que llaman mar en las aguas arrancadas a mis
entrañas? ¿No será un sueño? Utopías. Yo quiero vivir la
realidad. Mi realidad.
Pero la montaña sabía que su vida ya no era
quedarse allí. Su vida era caminar, quisiera o no
quisiera, al encuentro de eso que llamaban mar. Y
sintió vértigo. Vértigo de lo grande. Vértigo de saber
que dejaría de ser montaña en sus aguas y que
dejaría de ser río en el mar. Y se quedó callada.
Volvió al silencio y a su soledad. Y cerró los ojos.

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Caminaron días y días. Querían experimentarlo
La riada todo. Cruzaron desiertos y desiertos. Y la tierra que
besaban se estremecía en un gozo único. Las aguas
hechas riada se dieron cuenta que algo nuevo deja-
ban a su paso. Supieron que aquella que reventaba
al contacto de su piel con la tierra se llamaba vida. Y
pronto explotó como un surtidor encantado la vida
por los rincones más increíbles, por las explanadas
Ocurrió al rayar el día. Como un impulso nuevo. más inmensas, por los campos y campos extendidos
La vida brotaba libre y desbocada como un potro al sol. Brotaba la vida. Era como un himno de mil
voces gritando la alegría de vivir.
salvaje en la pradera. La vida surgía como mil olas
furiosas contra el acantilado. La vida despertaba Y la hierba pequeñita y frágil del camino, porque
como el vuelo de una bandada de golondrinas sobre ya había caminos, suspiró incontenible. Y el chopo
el océano. se levantó de puntillas para alargarse más hacia el
Fue de golpe. Fue casi sin pensarlo. Como las cielo. Y el sauce, y la mimbre, y el abeto y la
cosas grandes de la vida. Fue sencillamente. Porque margarita escondida y el lirio y la bella rosa... dije-
la montaña había acunado este sueño cientos de ron, guiñando el ojo, que sí, que era bello vivir.
años. ¿Para qué pensarlo más?, se dijo. ¿Acaso las cosas Sencillamente bello.
se resuelven con sólo pensarlas?, volvió a decirse. Y en
aquel momento silencioso de su mente en blanco,
aceptando el riesgo y la aventura, entrando en ritmo
de lo nuevo y soñado, la montaña hecha agua pura
se abrió en torrentes desbordados.
Fue un estruendo maravilloso. Fue como la traca
final de un fuego de artificio. Fue como el aplauso
ensordecedor de una victoria. Las aguas eran libres.
Las aguas se arrancaban veloces en busca de cami-
nos nuevos. Las aguas sentían en sus venas el vérti-
go de lo desconocido. Pero ellas se sentían seguras,
firmes. Porque las aguas estaban agarradas, estaban
como con un inmenso cordón umbilical unidas al
manantial. Tenían vida. Tenían dinamismo. Tenían
raíz. Había base y seguridad en su libertad apenas
iniciada.
En un primer impulso hubo una gran confusión.
«¿Dónde ir? ¿Seguiremos unidas gota a gota?». Y las
aguas iban todas unidas, gota a gota, en riada incon-
tenible. Eran felices en la unidad. Felices y fuertes en
la vida que llevaban dentro.
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El pardal pió. Y la alondra levantó el vuelo en la Luego, en un segundo sueño, descubrió que el
mañana. Y el jilguero y el ruiseñor columpiaron sus globo se le había reventado. Que ella era como un
trinos en el aire libre. Un cervatillo saltó de gozo y el globo reventado. Se sentía envuelta en mil proble-
lobo miró la luna en un aullido eterno en la noche. mas. Cubierta de tantas fuerzas opuestas. No tenía
Todo, hasta el frágil gorrioncillo estremeció de vida. rostro y no sabía dónde ir. ¡Estaba tan sola!
El desierto se convirtió en vergel. Y la vida des- Después soñó que estaba llena de vida de nuevo.
puntaba nueva y trasparente. Todo vivía al contacto Que se lanzaba a conquistar la tierra entera. Y que
del agua. Y allá, en las entrañas de la montaña, el síi pie pisaba fuerte. En ella bullía la vida y el ansia
manantial gozaba en silencio y soledad el milagro de de libertad. Quería vivir. Amaba vivir. Vivía.
su seno derramado por la tierra. Y la montaña decía Después soñó que había pasado algo serio en su
que ella era como la madre de todo lo nuevo y bello vida. Que era diferente. Que se sentía madura. Que
que existía. Y se sintió vieja y eterna, al mismo había llegado a algo.
tiempo. Por fin volvió a soñar y se vio cansada. Como si
El manantial no sabía de cálculos. El manantial las aguas se hubieran parado. Y no supo qué hacer.
se había lanzado en riada incalculable. El manan- Uno, dos, tres, cuatro... ¡Eran sueños! Sólo sueños.
tial no sabía de lógicas ni de medidas. El manantial Despertó y se dijo:
nunca calculó, porque su ilusión era dar y hacer —Sacude tu cabeza. Despierta y vive. ¡Eres riada!
feliz. El manantial no sabía lo que era egoísmo.
Cuanto más daba su fuerza aumentaba. Cuanto más
se derramaba sobre la tierra su caudal crecía y crecía
como un amanecer.
La riada, en su danza frenética, no se dio cuenta
hasta dónde había llegado. Cuando abrió los ojos, su
vida, su fuerza estaba descontrolada. La riada lo
había inundado todo. Todo bajo sus aguas. Todo
preñado de su frescura. La riada sintió miedo de
haber ido tan lejos y quiso retroceder. Pero, ¿cómo
volver? No había caminos. La riada se entristeció y le
cayó la cabeza cansada entre las manos. Sumergida
en el calor de aquellas manos grandes como abani-
cos, o como astas de molinos de viento, durmió. Y
soñó.
Soñó que era pequeña e indefensa. Tierna y
frágil. Que todos la acariciaban y cubrían a besos.
Mil caricias sobre sus mejillas. Se sintió libre. Su vida
era el juego. Y su deseo, tener. Tener cosas. Lo
conseguía todo llorando. Y a veces pataleando. Pero
siempre lo conseguía todo. Se dio cuenta que era
como un globo hinchado a punto de estallar.
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El cauce Eso, era eso lo que no había hecho. Pero, ¿cómo
optar? ¿Por qué? ¿Hasta qué punto? ¿Y su libertad?
¿Y su vida? ¿No sería una equivocación escoger un
camino y adentrarse sólo por él? ¿No sería una
amenaza el orientar su vida tan joven, tan libre, tan
sin estructuras ni convencionalismos?
Se sintió mal cuando pronunció la palabra «es-
tructura». No, de ninguna manera. Nunca estructu-
raría su vida. No necesitaba soportes. Nació libre y
La montaña. El manantial. La riada. Una vida en libertad quería vivir.
nueva saltando primaveras. Abrió los ojos y se vio ante una luz roja que le
No todo fue primaveras. Las aguas desbordadas cegaba. Miró de frente y la luz permanecía inmóvil.
se sintieron dispersas. La riada no salía de su confu- Como un stop eterno prohibiendo andar. No podía
sión. No se aclaraba. No sabía responderse al «qué pararse. Necesitaba andar, seguir adelante, vivir con
hago». ¿Se podía hacer todo? ¿Podía estar en todo? No dinamismo. Soñó que una luz verde se abría ante su
sabía responderse al «dónde voy». ¿Se podía ir a mirada confusa y que en ella comenzaba un camino.
cualquier sitio, caminar y caminar sin rumbo, sin Quizo dar un paso', pero de pronto tropezó con el
destino, sin meta a la que llegar? La riada sintió en semáforo rojo. Esta era la realidad. Y la realidad
su carne lo que era la dispersión, la confusión, el también era que tenía que salir de aquel laberinto de
ruido, el ajetreo y la locura. Sintió la derrota en su caminos sin camino, de aquella encrucijada estúpi-
ser derramado. Y pensó. da, de aquella gigantesca tela de araña en que había
Pensó que había salido de la montaña para llegar caído. Sintió miedo. ¿Cómo arrancarse de las garras
a algún sitio. Que no se sentía bien de vagabundo; de la telaraña? No había otra solución: era preciso
como un pordiosero que duerme en cualquier cune- matar la araña.
ta y come la limosna que sea. Pensó que una vida Quería ser libre, pero de otra manera. Quería
así, sin sentido, sin orientación, sin meta, no valía la ajustar su vida, sus aguas, a un camino que le
pena. Y estuvo tentado de volver a su origen. ayudase a llegar. Quería adentrarse por un camino...
Las aguas se dieron cuenta que la situación era eso, era eso: un cauce. Esa era la palabra que espera-
difícil, que era preciso abrir una puerta. Cualquier ba. Un cauce para sus aguas. Un cauce para su vida.
cosa menos quedarse en la encrucijada. El problema Un cauce para su libertad. Un cauce que le diese
era: ¿Qué camino tomar? ¿Me engañaré? ¿Acertaré? rumbo, horizonte, salida. Un cauce que fuese como
No sabía. Una palabra le inquietó dentro: Aventu- una luz que iluminase siempre su marcha.
rarse. Eso, pero de otra manera diferente. No volve- No sabía cómo hacer. No sabía cómo salir de
ría a vivir la experiencia de la riada. Porque en ella se aquella agitación, de aquella confusión, de aquel
sentía mareado, con ganas de vomitar. Se sentía desorden, de aquel ruido. No sabía cómo cortar con
fuera de sí mismo. aquella dispersión. Con todo tenía vida. Se sentía
Pensó de nuevo y le subió hasta ahogarle una unido al manantial. De él había salido. De él recibía
nueva palabra: la fuerza para vivir. De él dependía todo. Y con su
Optar.
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mente voló hasta la montaña. Y con su mente llegó
hasta el manantial. El río
—Ya sé, ya sé que tu deseo se ha realizado. Ya sé que
tu experiencia te ha llevado lejos de mí y de ti. Ya sé que
eres una turbia y desordenada riada sin control. Necesi-
tas serenarte. Necesitas encontrarte. Necesitas vocacio-
narte. Necesitas ser tú misma. Necesitas orientarte.
Necesitas escoger, hacer una opción, una. Necesitas un
camino, dijo la montaña desde el manantial.
Después la riada se calló. La montaña pasó su
mano grande y cariñosa sobre el rostro de las aguas —¡Oh, si yo hubiera sabido antes lo que era vivir
desbordadas y dijo muy bajito, casi al oído, con en cauce, caminar unido, ser aguas en armonía! Lo
infinita dulzura: he aprendido siguiendo el cauce, haciendo camino.
—Necesitas una cura de silencio. Necesitas un clima El cauce se ha hecho mi libertad y mi fuerza. El cauce
de soledad. Haz silencio dentro de ti. Entra en tu soledad, me ha dado un nombre: ¡río!
en tu interior, y verás cómo la vida vuelve, entra en Yo canto ser río.. Yo canto mi vida hecha río. Yo
cauce.
canto mi libertad orientada, mi libertad con un
La riada despertó con fuerza. Como si un calam- respeto grande por los otros, mi libertad con princi-
bre hubiera sacudido todo su ser. Otra vez aquella pio y fin.
palabra: Cauce. Cauce era lo que necesitaba. Cauce. Yo soy río. Mis aguas me dan mi ser y yo les doy
Cauce para su vida. Cauce que encaminase sus mi identidad. Yo soy río y soy lo que soy, soy aquello
aguas. Porque estaba decidida a llegar a la meta, a para lo cual salí de la montaña.
encontrarse en su destino. Y no lo dudó más. Yo soy río y no quiero ser chopo esbelto, ni luna
Respiró hondo. Volvió a respirar. Abrió los bra- de plata, ni sol radiante. Soy río que se alarga dando
zos. Los volvió a cerrar. Abrió las manos y las cauce a su vida. Soy río que sabe a aguas.
levantó en alto. Miró la luz de la noche y la luna Yo soy río y camino alegre. He aprendido a hacer
blanca y silenciosa le cayó en paz y serenidad sobre camino caminando y a fecundar todo a mi paso. Yo
su alma. Las estrellas tiritaron de alegría. Eran testi- dejo vida en cada salto y en cada paso de mis aguas.
go de que algo comenzaba en serio. Algo mudaba de Dejo el agua hecha hoja verde y rama y hierba
sentido. Algo encontraba su rumbo. Eran testigo de insignificante. Yo dejo a mi paso la alegría en la
que poco a poco, lenta, muy lentamente, decidida, chopera con mil pájaros a saltar de rama en rama.
muy decididamente, las aguas dejaban de ser riada y
se juntaban en bella armonía adentrándose en la Yo soy río y dejo mi vida hecha agua fresca para
tierra virgen que se abría llena de esperanzas: el la paloma que cae sedienta en mis riberas. Yo soy río
cauce. y dejo mi agua libre para que el cordero y la oveja, el
león y la pantera, se junten en mi trasparencia. Yo
No era un sueño. Las aguas deshechas en riada soy río para todos.
tenían ahora un nuevo nombre: el río. Yo soy río y a mi paso ha brotado la vida hecha
pueblos. Yo he juntado en colmena lo que estaba
disperso.
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Yo soy río y quiero seguir siéndolo. Río sin fron-
teras. Río sin cálculos. Río en cauce. Soy feliz. Vivo.
Mi vida es mi luz. Mi vida estremece mi vida. Alguien
vive en mí. Lo sé. Lo experimento. Alguien vive en
mí como el bebé en el seno de la madre. Aún más:
soy yo quien vivo en él. Su vida, es mi vida. Su vivir
es mi vivir. Para mí la vida es su vida.
Alguien vive en mí en silencio. Alguien que es
como una fuerza de tormenta en la montaña. Al-
guien que es como la luz transparente. Alguien que
es como la belleza de una rosa que perfuma mi ser.
Alguien que sabe a bien, a verdad, a libertad. Me
siento vivir.
Yo soy río. Soy río desde el origen. Soy río desde
la montaña. Soy río desde la frescura incontenible
del manantial.
Soy río. Mi madre es la montaña. La llevo en mis
entrañas como un canto de liberación. Mi ser sabe a El cangrejo y la anguila,... un mundo que me cruza
montaña. Sabe a su silencio y a su soledad. Sabe a su sin parar me han nacido dentro. Soy fecundo como
interioridad y a su hondura. Sabe a vida. la montaña. He dado vida nueva como la montaña.
Soy río. Mi ser sabe a agua de manantial. Es algo Es una odisea.
así como el espíritu que me anima. Es algo así como Yo sé que en mi vida hay raíces eternas. Yo sé
el viento que no sabes de donde viene ni a donde va que vivo desde el origen. Yo sé que me alargaré
pero que oyes su voz. Algo así como lo que me mientras me llegue la vida de la montaña. Yo sé que
marca, lo que me da mi identidad. Si la montaña no un día llegaré a mi destino y me convertiré en mar
me hubiera dado sus aguas, si la montaña no me inmenso sin fronteras ni playas. Yo sé que un día mi
hubiera dado su vida de manantial hoy no sería río. sueño será realidad: unir la montaña con el mar.
Soy río y le grito al cauce mi vida. Soy río y sigo Entonces seré libre. Entonces seré la armonía que
el cauce como quien ha encontrado la brecha por buscaba. Lo llevo dentro de mí. Nadie me lo demos-
donde entrar. Soy río y le digo al cauce que no se trará. Lo llevo dentro de mí. Es mi experiencia. Es
canse de ser mi camino, que no se canse de acompa- una voz que me nace dentro y habla en el silencio de
ñar mi ser de peregrino. mis aguas. Entonces, cuando llegue, alcanzaré la
Soy río. Soy peregrino en el silencio. Soy dina- armonía de mi ser. Y me convertiré en mar. Seré
mismo y tienda levantada en cada amanecer. Soy inmenso. Seré, seré... ¡absoluto!
para andar, soy para la aventura, soy para lo desco- Yo sé que voy dejando, en mi marcha, todo atrás.
nocido, soy para lo nuevo, soy para el mañana, soy Yo sé que no puedo quedarme detenido ni en la
futuro a galope de mis aguas. rama, ni en el canto del ruiseñor. Yo sé que dejo todo
Soy río. Y siento en mi ser la vida que me brota. atrás y camino buscando la libertad total que sólo la
El pececillo y el renacuajo. La rana y la salamandra. alcanzaré cuando llegue al mar.
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Soy río. Quiero gritarlo. Soy río y vivo. Amo mi
vida y no quiero cortarla. Amo mi vida y no quiero El espejo
morir en cosas que me agarren y no me dejen seguir
mi marcha. Grito que vivo. Grito que vivir es mi vida.
Grito que la vida es el don de la montaña. Que es mía
porque ella me la dio. Que es mía y quiero que viva.
Que es mía unida a ella.
¡Oh, seguiré mi camino como un árbol que crece!
¡Oh, seguiré mi camino porque vivo!
¡Oh, te grito, a ti, montaña y manantial de mi Nunca se había mirado. ¿Por qué lo iba a hacer?
vida! Nunca se sintió ombligo, centro. Nunca se subió al
¡Oh, te grito a ti, mar de mi libertad, libertad de podium. Nunca oyó aplausos que le emborracharan.
mi destino! Nunca se sintió importante. Nunca pensó en él.
¡Te grito! Hasta que un día —maldito aquel día—, el río se
miró en sus aguas. En sus aguas de superficie. Ape-
nas en el cristal de encima. Y se sintió extraño. Se
detuvo en el espejo y se contempló largamente. Ojos
en los ojos. Eran los mismos ojos. Aliento en el
aliento.
Y sin darse cuenta posó sus labios húmedos en
los labios del espejo. El río se había enamorado de sí
mismo.
No sé cuánto duró aquel beso. No sé lo que dejó
en sus labios. Desde aquel entonces el río era otro.
Ya no miraba al cauce. Hasta se sentía incómodo
en él. Ya no miraba al chopo que le cantaba a su
paso. Ya no sentía el ala suave de la golondrina
sobre su rostro. Ni la caricia de la juncia, ni el adiós
de los juncos que gritaban amigos.
El río se olvidó de la vida que había dejado a su
paso. Sus ojos se quedaron ciegos de tanto mirarse.
Ciegos y sucios. Y la impureza le llegó al corazón. El
río se sabía sucio. Sucio de sí mismo.
Quiso abrir los ojos y ya no podía. Miró dentro de
sí y no vio nada. La vida que él había engendrado
dentro se le escapaba sin darse cuenta. El pececillo se
sentía extraño en sus aguas. Nadie escuchaba el
canto de las ranas en la noche silenciosa y plateada.
Nadie aplaudía el salto vertiginoso de la trucha
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alegre. Nadie le decía al cangrejo escondido que La vida se había escapado de su marcha y el río
saliese, que levantase sus antenas y viviese un po- caía su cabeza hasta hundirse y ahogarse sin reme-
quillo a flor de piel. dio. El río dejó de ser río.
El río dejó de ser espacio de libertad. El río dejó de La montaña sintió que algo raro pasaba en su
ser clima donde se está bien. El río se convirtió en río. La montaña quiso llamar desde lejos, quiso le-
algo distante y vacío, en algo pesado y turbio. El río vantar su mano, quiso ser madre, pero el río, dormi-
se hizo hielo que molestaba su vida. do, ciego, sordo en sus ronquidos, no oía nada.
El río se había quedado parado en su mirada. El río se hizo apenas aguas estancadas. El río dejó
Mirarse era para el río su vivir. Y el río fue perdiendo de ser río porque dejó de mirar a la montaña. El río se
vida y se convirtió en un maniquí repugnante. Se miró en sus aguas y pensó que él podía ser centro,
hizo máscara y carnaval. Se hizo careta. El río poco a que él era importante, que de él dependía la vida,
poco fue perdiendo su originalidad. Ni supo ser crea- todo. Le creció el orgullo como crece la noche. Y se
tiva. Ni supo ser alegre de verdad. sintió negro de importancia.
Lo más triste de todo fue que el río olvidó su El río ya no tenía más ojos que los suyos, ya no
manantial. Olvidó la montaña madre. Olvidó su tenía más horizonte que él mismo. El río comenzó a
origen. El río se hizo como un gatito arrugado, como quedarse en él, como una hierba seca se queda
un ovillo, y se hecho a dormir. prendida a la rama.
Roncaba el río en su siesta. Roncaba. No podía
soñar. Los sueños sólo son posibles con un corazón
libre, despojado de sí mismo, desnudo en la traspa-
rencia de las aguas.
El río roncaba. Y sus ronquidos eran molestos.
Todos los pececillos y hasta la molesta rana huyeron
de su presencia. Fueron a esconderse en el último
rincón de sus aguas heladas.
El río había perdido el calor. Había perdido el
calor de la montaña. El río seguía roncando y la
garganta se le volvía seca. El río sintió sed y bebió en
sus aguas. Eran heladas. Y sus entrañas saltaron
convulsivas. ¿Qué había pasado?
El río roncaba. Roncaba y en sus ronquidos
molestos y secos se podían descubrir que su cansan-
cio era su ritmo, que su cansancio no le llevaría
hasta él mar. El río había perdido la libertad que
soñaba en sus aguas saladas.
El río, encogido en sí, hecho un cordón umbilical
de sí mismo, hecho como una pelota de goma negra
y pesada, no se movía. Había perdido su ser. Y todo,
por mirarse en sus aguas.
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35
Algo más pensó el río. Algo más que nunca había
pensado. El río se dio cuenta de su poder, de que no El arco iris
necesitaba de nadie, de que la montaña quedaba
allá, atrás, de que lo que importaban eran sus aguas.
El río se sintió poderoso, señor, como dueño de todo.
Luego se volvió a mirar y dijo:
—Ahora despierto de un sueño. Quiero ser yo, quiero
ser libre, quiero arrancarme, sí, arrancarme de la mon-
taña.
El espejo tembló. Todo el rostro de las aguas se le
subieron al cristal. Era como un monstruo. Era como ¿Dónde estaban sus amigos? ¿Dónde quería ir a
algo que revienta de egoísmo y de orgullo. Y tuvo parar el río? Sucedió lo de siempre. Fue así.
miedo. El primero que se acercó al río fue el sol. Dijo:
—Hermano río, tú y yo cabalgamos juntos. Tus
aguas y mis rayos tienen el mismo sabor de trasparencia.
Tú y yo damos vida.. Tú y yo nos necesitamos.
Mira, hermanorío,tus aguas están amenazadas. Tus
aguas han comenzado a enflaquecer. Ya no tienen la
fuerza de los primeros días. Cuando yo me acueste entre
los brazos de la alta montaña tú seguirás roncando en tus
aguas paradas.
Después fue la luna:
—Hermano río, ya no puedo mirarme en tus aguas.
Ya no reconozco en tus aguas mi rostro blanco. Aún,
aún, cuando soy apenas media luna puedo mirarme.
Dentro de siete noches cuando mi luna esté llena, no
cabrá en tus aguas. Hermano río, ¿por qué has cortado
con el manantial?
Siguieron las estrellas:
—Nosotras, hermano río, jugábamos en tus aguas
plateadas. Tú bebías estrellas en tus noches serenas.
Nosotras temblábamos de ternura cuando desde el fondo
de ti saltaban nuestros hermanos pececillos a jugar con
cada una de nosotras, estrellas. ¿Por qué no vuelven a ser
tus aguas blancas?
Un día nevó. Y dijo la nieve:
—Hermano río, tengo pena en posarme en tus aguas.
Siento en mi blancura la suciedad de tu rostro. Tú y yo no
podemos hacer armonía. Hermano río, ¿qué has hecho?
36 17
La noche dijo: das vida. No podemos respirar en tus aguas. Ya no eres
—Eras, hermano río, mi compañero despierto. Con- espacio fresco y libre para vivir. Hermano, ¿hasta
taba contigo. Eras un camino vivo, una pista sobre quien cuándo?
caminar. Tu murmullo en mi silencio sabía a paz. Her- Por fin fue el arcoiris. Dijo:
mano río, ¿por qué? —Ahora vengo yo, hermano río. Soy el último. Yo
Después habló el viento: vengo en señal de paz. En señal de armonía. Como mis
—Ya no siento, hermano río, tu piel suave sobre mis hermanos, te pido que vuelvas a ser tú. Que abras tu
dedos. Te sigo acariciando y tú no te estremeces. Te llego mano al manantial. Que vuelvas al origen. Todos sobre ti
en un murmullo y tú no me oyes. Te cubro como un velo como un arcoiris de paz, hermano.
de novia y tú no me haces caso. Estás ausente de mí,
hermano río. Despierta. El río sólo oyó palabras. El río sólo vio bultos. El
El amanecer: río no supo decir nada. El río había perdido la
—Ya no te alegras, hermano río, con mi luz recién presencia de todo y se había vuelto él solo, una
amanecida. Ya no sé recrearme en tus aguas. La noche soledad inmensa y vacía, una soledad inaguantable.
sigue sobre ti y yo me siento lejos, lejos de tu rostro. El río seguía envuelto en su ronquido somnoliento.
Hermano río, tú fuiste testigo de mi belleza, de la luz
temblando sobre ti. Vuelve, vuelve, hermano.
También dijo algo la paloma.
—No, no volveré a ti. Buscaré otras aguas. Pero,
¿adonde iré? Me faltas tú. Mis alas blancas no pueden
lavarse en tu piel sucia. Hermano río, ya no me atraes,
ya no consigo llegarme a ti en vuelo raudal.
El corderillo dijo:
—Hermano río, yo sigo blanco e inocente. Tú, sucio
y enmascarado. Ya no sé chapotear en tus aguas. No
puedo. Hermano, ¿qué has hecho?
El gorrioncillo:
—Yo sé que nada te puedo decir, hermano río. Yo no
soy nada. Pero tú, has dejado de ser tú mismo. Ya no me
saben bien tus aguas. Están sucias. No tienen pureza. No
tienen vida.
Después fue el caballo:
—Tengo la boca llena de espuma, hermano río. Tenía
sed y vine a hundir mi hocico en tus aguas. No, no puedo
beberte. Me siento defraudado. Hermano, te dejo. Iré al
galope.
Ahora era un pececillo:
—Soy yo sólo a hablarte, hermano río. Mis herma-
nos apenas pueden hacerlo. Nos sentimos mal. Ya no nos
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El paraguas —Vaya, es hora de mirar por encima del hombro.
Tengo lo suficiente para no necesitar de nadie, se dijo la
ballesta del tener. Lo importante son las cosas. Y yo las
tengo. Las cosas son dominio, son importantes. Las cosas
que tengo me hacen respetable. Lucharé por ellas. Seguiré
acumulando hasta reventar. Palpar. Tocar. Sentir. Eso es
la vida.
—No necesito de nadie. Solo, bajo mi paraguas. Solo,
porque ya aprendí. La misma vida me ha enseñado.
El río sacó sus manos de aquellos bolsos sucios y ¿Quién me da lecciones? Ya sé andar por ahí sin necesi-
rotos. Levantó los brazos al viento. Y como por dad de consejos. La vida se aprende en los golpes, en el
magia, abrió un gran paraguas negro. Sobre él, para ajetreo, en la vida, dijo la ballesta de la experiencia.
él, metido en él, como en la boca negra de un lobo, el —Bueno, no existe otra ley. Yo soy un agujero, y
río se protegió en el paraguas. Su mundo quedó otro agujero... Tengo necesidades. Yo soy piel, y piel, me
reducido al espacio negro de un paraguas inmenso. gusta la suavidad. Yo soy sensación, y sensación, me
El paraguas había sido la respuesta al son de paz de encanta la sorpresa. Yo soy delicadísimo, finísimo, me
todo aquel mundo de arcoiris que pedía reconcilia- chifla el buen gusto, el buen paladar, el sabor. Yo soy yo.
ción, armonía. Yo, para mí. Yo, para mimarme. «Yo», dijo la ballesta
Desde aquel día el río vivió bajo el paraguas. Ni del placer.
soles, ni lunas, ni luz de estrellas. Todo era cortado —¿Pararse? ¿Pensar? ¡Contemplar la luna...! ¡Mirar
con la lona negra del paraguas. Una vida negra se al sol...! Qué estupidez. Lo importante es hacer, hacer,
levantaba sobre el río. Sin horizonte. Sin ojos de ver producir, fabricar, hacer, hacer..., dijo la ballesta del
más allá del paraguas. Sin espacio para su libertad. hacer.
El paraguas era típico. Hecho a su medida. Era su —Bueno, la verdad es que no tengo horizonte. Que
misma medida, su misma identidad. Casi una doce- me he quedado a oscuras con este paraguazo. Pero bueno,
na de ballestas servían de soporte a aquella lona aquí estoy con el río. Yo soy el río. No sé a dónde voy. No
negra insoportable a los ojos del sol y de la luna. sé por qué estoy aquí. No me importa. Vamos tirando.
Insoportable por limitada, por cerrada, por imper- Qué más da. Adelante, dijo la ballesta de la mentira.
meable. Las ballestas saltaron una a una. Luego la lona negra se estremeció. Le pareció
—Soy yo. La ballesta del poder. Me siento fuerte. estúpido haber dado razones de su vida que no
Soy capaz de hacer las cosas por mí misma. Soy yo quien necesitaba razón. Además lo importante era el río,
tengo energía y orgullo para superar cualquier problema. aquí y ahora. Lo importante era la vida independien-
Yo. Soy yo. He dicho yo. Yo. Yo. Yo. te, sin necesidad de paternalismo. ¿Acaso no había
Todo está perfecto, dijo la segunda ballesta. Soy llegado a la madurez?
ballesta de un paraguas que es el mismo río. Quiero Y el río, bajo el gran paraguas, lo vio todo confu-
aclararme porque en cuestiones de técnica todo es exacto, so, todo negro, todo sin sentido. Pero bueno, él había
todo es preciso. Todo está programado. Calculado. Es sólo optado «por el sin-sentido». Pero bueno, ¿a qué temer
dar al botón y el paraguas se abre. Sólo dar al botón y el si lo que hacía lo estaba realizando porque quería?
paraguas se cierra. Así mis aguas. No eran las ideas lo que le importaban al río, eran las
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obras. 41
Sintió que los ojos le quemaban. Un escozor
inaguantable le nacía de dentro. Los restregó. Pasó La voz
los dedos una y otra vez. Se dio cuenta que lloraba.
Lloraba de no ver. Estaba ciego. ¡Ciego!
Tan ciego que no quería la vida con dependencia
de nadie. Tan ciego que había perdido el sentido del
origen, del manantial. Tan ciego que no le importa-
ba el destino, la meta hacia donde caminaba. Tan
ciego que él era para sí principio y fin, origen y meta.
El lo era todo. Pero al mismo tiempo sentía una
derrota, una náusea, un vacío, un nada que le
asustaba. —Te contaré una historia. Es de sabor oriental,
Luego respiró hondo. Volvió a respirar y se dijo: querido río. Cierra un momento tu paraguas y escu-
—Lo hecho, hecho; vivo en la mentira, soy mentira. cha. Es así:
Mentira y vida al mismo tiempo. Había una vez un cantero. Un hombre sencillo y
Y calló. llano de aldea que todos los días tomaba el camino
El paraguas se había convertido en una venda. El de la montaña para comenzar su jornada de trabajo.
río estaba pronto para ir al paredón. Pero, ¿quién iba Su oficio era cortar piedras de la dura montaña y
a fusilar al río? ¿No le protegían las ballestas que hacer losas que luego vendía. Era trabajador y nun-
agarraban la lona negra y pesada? ¿Quién quería ca le faltó clientela. Era feliz. Feliz con lo que era.
matar al río? No, no se trataba de matar el río. El Un buen día fue a casa de un hombre rico para
mismo río había comenzado, en su ceguera, un colocar unas losas. Al entrar en sus aposentos quedó
camino de suicidio. admirado de que el ambiente estaba caldeado, en las
paredes colgaban unos bellos cuadros y en cada
rincón un jarrón decorado con un ramo enorme de
lindas flores.
El cantero quedó mundo. De su interior brotó un
pensamiento sincero:
—¡Oh, si yo fuera rico! No tendría que trabajar tanto
y aguantar el peso del sol y el sudor en mi jornada de
trabajo.
Apenas dejó manifestar su deseo se oyó la voz del
buen espíritu de la montaña:
—Serás rico. Tu deseo será cumplido.
Y el cantero se volvió rico. Al llegar a su barraca
encontró en su lugar una bella casa y delante un
jardín con una fuente desbordando vida.
El cantero se olvidó de su vida pasada. Era rico y
vivía bien.
43
Un día pasó delante de su casa un rey llevado en El buen espíritu de la montaña le dijo:
un sillón por cuatro criados y acompañándole una —Se cumplirá tu deseo. Serás roca.
comitiva. El hombre rico dijo: Y fue roca. Ni riadas, ni lluvias torrenciales, ni
—Oh, si yo fuera rey me llevarían también en un fuerzas de aguas desbordadas consiguieron mover la
sillón y un empleado sostendría un quitasol delante de mí roca.
para librarme de los rayos del sol. Mas un día la roca oyó un ruido extraño. Era en
El espíritu de la montaña se dejó oír. Y la voz su base. Era un ruido en otros tiempos conocido.
exclamó: Abrió sus ojos. Se inclinó. Y mirando atenta vio allá,
—Será cumplido tu deseo. Serás rey. en la base, un hombrecillo, un cantero, —picapedre-
Y llegó a ser rey. Y era paseado en su sillón ro como él—, que con una paciencia infinita iba
dorado y un empleado vestido de rojo llevaba un sacando losas de la dura roca. El antiguo picapedrero
quitasol que le protegía de los rayos del sol. dijo:
Llegó el verano. Arreciaron los calores. Y los —¿Como?, un miserable y ruin hombre es más
rayos implacables del sol cayeron sobre la tierra, poderoso que yo? Pues quiero ser hombre.
cayeron sobre los rostros de los hombres. Hasta el Y fue hombre. La voz del buen espíritu de la
rostro del rey quedó quemado. El rey se dijo: montaña volvió a concederle su deseo.
—Pero, ¿qué tipo de gobernante soy? ¿El sol es más Y volvió a ser el sencillo picapedrero que todos
poderoso que yo? Pues quiero ser sol. los días ganaba al sol y a la lluvia el pan cotidiano.
El buen espíritu de la montaña dejó oír su voz de Limpiaba el sudor con un pañuelo que los canteros
nuevo y dijo: usan en el Japón y era feliz y dichoso con lo que era,
—Será concedido tu deseo. Serás sol. con lo que había sido en un principio.
Y fue sol. Fue tan recio que envió sus rayos sobre El cantero no olvidó que quien deja de ser aquello
la tierra aún con más violencia. que fue en un principio y que le dio su identidad
Y arrasó. Agostó todo. Mas un día una nubécula, nunca en la vida será nada y vivirá en una ansiedad
frágil e insignificante, se puso ante sus rayos. El sol e insatisfacción continuas.
enfurecido exclamó: —«Sí, amigo río», dijo la voz de la montaña. «Esta
—¿Cómo? ¿una simple nube que lleva el viento es es una historia oriental. Es un poco la tuya. Has perdido
más poderosa que yo, que no me deja llegar mis rayos tu identidad por arrancarte de mí. Has perdido la vida por
hasta la tierra? Pues quiero ser nube. querer vivir a tu estilo, por tu cuenta. Todo lo que hagas
Y fue nube. te conduce a una situación. Lo sepas o no lo sepas, lo
La nube detenía los rayos del sol. Se inundaron quieras o no lo quieras. Las cosas no aparecen porque sí.
los campos, se rompieron los diques, y todo quedó Se van forjando en cada paso».
sumergido en las aguas caudalosas. Pero un día la Y la montaña volvió a su silencio.
nube se dio cuenta que, firme, segura, empinada y
desafiante, una roca permanecía inmóvil a la fuerza
de las aguas. La nube dijo:
—¿Cómo? ¿una sencilla roca de la montaña es más
poderosa que yo? Pues quiero ser roca.

44 45
El muro

El río había decidido ser él mismo. Ser «sólo río».


Había escogido, sin escoger, ser aguas estancadas.
Había llegado, sin querer llegar, a una situación
límite. El río tenía que vivir él sólo, tenía que buscar
fuerza para caminar en sí mismo, tenía que alimen-
tar sus aguas, dar rumbo a su caudal, desde él
mismo. El río tenía que ser para sí todo.
Había cortado con la montaña. Había roto con el
manantial. Había querido ser «adulto» a su estilo y
ahora no tenía más remedio que vivir hasta las
últimas consecuencias aquella situación.
El río sabía que algo en él no funcionaba. Que
quería luz, luz clara, como las aguas primeras, en sus
pensamientos, y sólo conseguía ver turbio, confu-
sión. Su cabeza era una noche negra y pesada.
El río se sentía nervioso, cansado, agitado. Su
mundo de dentro era una agitación, un torbellino,
una contradicción constante. Se sentía angustiado,
vacío. Se sentía con ansiedad y con angustia. Sentía
miedo. Miedo de sí mismo. Se daba cuenta de que se
sabía estúpido, sin saber por qué vivía, sin saber qué
hacer. El río no era ya el primer río. Y se arrebujó en
sí mismo.
A veces el río tenía ganas de hundirse en sus
aguas. Hundirse hasta ahogarse. El río estaba tenta-
do de suicidio.
—¿Para qué vivir así?, ¿Para qué todo este mundo
que tengo y que me asfixia?.
46
Y el río se sentía desanimado, derrotado, nada. reaccionar. Era una piltrafa, un payaso, era una
Nada y vacío. Absurdo. marioneta, un espantapájaros. Era una miseria que
Nada le llenaba. Creía que su libertad, su vida de apenas tenía vida.
placer, su hacer lo que le daba la gana eran la Solo. Deprimido. Sumido en su angustia. Aburri-
solución a su vida; y ahora, al experimentar las do. Con ganas de vomitar, de vomitar a sí mismo, el
cosas, encontraba en las mismas cosas una respues- río quería llorar y no pudo. Quería sentir a su lado el
ta de asco, de náusea, de insatisfacción. rostro dulce de la madre montaña y no consiguió
El río se vio envuelto en la mentira. Vivía la reclinar su cabeza sobre ella. Quería dormir tranqui-
mentira de su vida, una mentira existencial. El río lo en alas del manantial transparente y no pudo
había perdido la pureza de sus aguas y en él no se hacerlo.
veía nada. Había dejado de ser él. De pronto le subió un calor agrio de dentro de sus
Un día el río se dio cuenta de que algo le ponía entrañas. No era vómito. Era como si algo aún
nervioso, de que las cosas habían llegado donde él no quedase con vida dentro de él. Algo que aún tuviese
hubiera querido. Se dio cuenta del olor denso y raíz. Sintió como ganas de pureza, de limpiarse, de
repugnante que surgía de él mismo. Se dio cuenta de zambullirse en las aguas del manantial y luego su-
que aquel olor era de muerte, que olía a podredum- birse a la montaña y secarse al sol. Sintió ganas de
bre. No pudo más. Respiró hondo y se quedó parado, ser como un niño, como un bebé y ser acariciado.
como alguien que ha dejado de tener razones para Sintió ganas de dormir y al final se adormeció.
vivir. —Pobre río, dijo la luna. Yo te cubro con mi manto
El río supo una cosa: había llegado a una situa- plateado. Pobre río, duerme que quiero que descanses,
ción límite. Supo que ya no podía sacar más jugo a que quiero que tu vida vuelva a tus aguas, quiero que seas
aquella vida. Supo que estaba cautivo, preso, domi- el amigo inseparable de mis noches silenciosas.
nado. Supo que estaba confundido en aquella confu- Durmió el ría. Durmió cansado y solo. Sin vida.
sión. Y el río tuvo la experiencia de que su vida no Durmió porque no quería vivir. Tal vez el sueño sea
tenía salida, de que estaba contra la pared, contra el una manera de vivir, de mal vivir, de no-vivir. Tal
muro. vez el sueño sea la última solución a una vida sin-
—«Y ahora, ¿a dónde voy? ¿Qué hago? ¿Cómo salgo sentido, sin razones para vivir despierto. Tal vez el
de esta situación?». sueño sea la última situación límite para aquel que,
Y el río quiso huir de aquella situación. Metió la harto de todo, desearía entrar en un sueño y desper-
mano en su bolso viejo y roto y sacó no sé qué que lo tar en otro distinto, distinto a esa experiencia pesada
tragó con un sorbo de la sucia agua. Luego se quedó y desgarradora de una vida sin vida.
mirando como al vacío. Después se le agrandaron los La noche larga. El sueño pesado. Una vida contra
ojos como si quisieran salir de sus concavidades. Y al el muro. Esta era la realidad a la que el río había
instante sus ojos danzaban, bailaban una danza llegado. Nunca lo imaginó. Pero ésta era la realidad
vertiginosa. El río estaba como en otro mundo. Co- desnuda y cruda.
mo si hubiera emprendido un viaje a un país desco-
nocido.
Duró poco. Despertó al sentir el frío y el olor de
las aguas y no supo ni pensar, ni decir nada, ni
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Las muletas El pobre piloto cuando despertó del golpe se en-
contró envuelto en una sábana blanca y fría. Pensó
luego en la muerte. Vio su avión deshecho y tuvo
ganas de morir como el pobre avión.
Luego se puso en pie. Miró a su alrededor y no
encontraba ayuda por ningún sitio. ¿Qué hacer?
¿Ponerse a gritar? ¿Quién oiría sus gritos? ¿Quién le
daría respuesta amiga? Su situación estaba en el
El cauce se había mantenido callado. Sentía su límite. Se encontraba contra el muro.
piel, sus labios, sus ojos, sus manos, todo su ser, que En un primer momento se quedó como parado.
día a día se iba secando. Porque hubo meses en que Su mente en blanco. No, no era momento de llorar.
el sol se agarró al río sin manantial con sed de fiebre. No era momento de aceptar el fracaso. No era mo-
Bebió sus aguas como intuyendo que un día no mento de envolverse en la desesperación. No era
podría poner sus labios en aquellas aguas hediondas. momento de acabar.
Y aún más: como si intuyese que un día apenas Luego sintió que sus piernas estaban heladas. Las
podría llegar al cauce seco. palpó y se dijo que de seguir así quedaría congelado,
Lo mismo hizo el viento. Vendavales enfurecidos paralizado, inútil. No quiso aceptar ser momia. Y
cogieron en el hueco de sus manos las aguas aún aún sintió más miedo porque la noche se le venía
aprovechables. Y el río se sintió cada vez más pobre, encima.
más disminuido, más bajo, más rastrero, más en Soplaba el viento. Le atizaba el rostro la nieve.
tierra, más caído. Los restos del aviórr estaban tapados, sepultados.
Las estrellas lloraron. Lágrimas silenciosas. Las Sólo con sus fuerzas, el piloto arriesgado y decidido,
estrellas sintieron no poder jugar a mil guiños con oyó una voz que le hablaba dentro de sí:
las aguas limpias y plateadas de las noches silencio- —«Anda, si no andas, mueres».
sas. Esta era la voz. Esta era la realidad. El tenía que
El sol no dijo nada. Enmudeció. Las estrellas sobrevivir. El tenía que encontrar fuerzas de donde
tampoco dijeron nada. Se envolvieron en un silencio fuese para seguir caminando. No, él no podría llegar
estremecedor. Pero el cauce, el cauce que era piel a lejos con unas muletas. Se acordó de que en su
piel del río, el cauce que había nacido para el río. el mochila, que tenía al lado, había coñac. Y pensó en
cauce que era camino para que el río siguiese cre- animarse con él. Lo bebió con ganas pero luego
ciendo no pudo más. Con infinita pena le dijo al río pensó: No, no es el coñac quien me puede animar.
casi, casi muerto. Era como un consejo de amigo No, yo con esa muleta no llegaré lejos.
para amigo que no tiene solución. Le dijo así: Volvió a oír otra vez la voz dentro:
—Te voy a contar una historia. No sé a quién la —«Anda, si no andas, mueres».
oí. Me dijeron que una vez un famoso aviador volaba Y comenzó a andar. Descubrió que ni el alcohol,
solo. Sin saber por qué, cayó en un sinfín de monta- ni la poca comida que tenía, ni..., ni..., ni... eran
ñas nevadas. Kilómetros y kilómetros de soledad y capaces de conducirle a la salvación de la vida. Todo
nieve. Inmensidades e inmensidades de soledad de aquello eran parches y él con parches no podría
muerte.
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llegar lejos. Decidido lanzó fuera de sí las muletas,
ese mundo de soportes fáciles e inútiles, y comenzó a
andar.
El tenía una razón fuerte: era vivir. Era la vida.
Era querer seguir siendo, querer seguir caminando,
querer dar cauce a la vida que llevaba dentro. Y
siguió caminando.
Caminó y caminó hasta que la noche del primer
día se le echó encima. Estaba cansado. Estaba con
sueño y hambre. Estaba solo. Tuvo ganas de pararse,
de tumbarse en la nieve fría, helada, a descansar,
pero la voz no le dejó:
—«Anda, sí no andas, mueres».
Y el hombre siguió caminando. Hizo la noche
entera de camino. Le amaneció y el sol le despertó de
su cansancio. Su camino era romper paso a paso la
nieve helada. /
Pasó un día. Pasaron dos, tres noches. El piloto,
—EL HOMBRE— seguía caminando sin parar. Sintió
más hambre, más sueño, más cansancio, más ganas
de tumbarse en la nieve pero la voz de su interiori-
dad, la voz de dentro le decía a cada paso:
—«Anda, si no andas, mueres».
Y así después de siete días sin comer, sin dormir,
sin descanso ni soporte, animado por la fuerza que
tenía en su interior, un amanecer divisó a lo lejos un
pueblo. Su corazón saltó de júbilo. Sus fuerzas eran
fuerzas de hombre que sabía lo que quería. Levantó
los ojos y la voz y se dijo: «He llegado».
La voz le volvió a decir en el silencio de su
interior:
—«Anda, si no andas, mueres».
Y el hombre, solo e inundado en un mar de nieve
y hielo, surgiendo, como el ave fénix de sus cenizas,
vivió animado desde su dentro, desde su misma vida.
Esta es la historia, río hermano. No, con muletas
no podrás andar y morirás un día.

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montaña y desagradecido volviste las espaldas a quien te
Un hilillo dio la vida, cuanto tú te quedaste solo, sucio, mal oliente,
sin dinamismo... entonces yo quise seguir viviendo.
Soy vida pequeñita, soy tu esperanza, soy esa voceci-
11a que quiere despertarte, soy un inicio de respuesta a tu
problema, soy el primer paso de un camino nuevo que tú
tienes que andar.
Mira, hermano, yo le dije a la madre montaña que no
quería separarme de ella. Yo comencé a ser una gota, otra
El cauce estaba seco. La vida dentro del río había gota, como las lágrimas de pena que la madre montaña
muerto. La chopera, el sauce, el junco, la hierbecilla derramaba cada día y cada noche porque tú te habías
del ribero también habían muerto de pie. Secos palos alejado de ella. Hoy las gotas, una a una, se han converti-
desafiando el paisaje desolado. Y todo porque el río do en un hilillo, eso, un hilillo que nos une a ti, aunque
un día decidió, casi sin pensarlo, decidió en su estilo sin vida, y a mí al manantial fecundo.
de vivir inconsciente, que no necesitaba del manan- Te vengo a decir que he llegado hasta ti muy de
tial. puntillas, muy en soledad, muy en esperanza. Vengo a
El río nunca pensó que todo lo que se hace infundirte vida. Quiero qtíe el desierto en que te has
conduce a un término. No pensó que lo que hoy se envuelto se convierta en vergel. Quiero que los huesos
hace construye o destruye el futuro. El río no pensó descarnados se revistan de carne. Quiero que vuelvas a
que las cosas envuelven hasta las últimas conse- ponerte en pie y camines de frente levantada, hermano
cuencias. El río pagaba ahora la última situación, la río.
última consecuencia. Verás, no soy quién para decirte nada. Yo también
El río había dejado de ser río. Un cauce seco y lloro tu desgracia. Yo también siento tu muerte. Pero,
nada más. Un cauce como una herida profunda hermano río, aún es tiempo, aún es hora de comenzar,
abierta en la tierra. Toda la vida de mil pájaros, de aún puedes volver a vivir. No importa lo que hiciste, no
animales salvajes e insectos maravillosos habían importa el fracaso a que llegaste. Mira, surge de tus
huido de su entorno buscando vida en otras partes. cenizas, levántate de tu derrota, abre los ojos de tu
La muerte nunca atrae. La muerte mata siempre. ceguera y comenzarás a ser tú. Tú, pero unido siempre al
El río había muerto. No; no del todo. Un hilillo, origen, a la montaña, al manantial. No olvides que tu
apenas un hilillo de agua, de vida, corría allá, perdi- vida fue vida en ti mientras viviste con la vida del
do en el fondo del cauce entre la hierba seca. Tiritaba manantial hecha tu vida. Vuelve a vivir.
de frío, pero se alegraba de vivir. El hilillo dijo: Después el hilillo de agua se calló. Esperaba que
—Aquí estoy, hermano río. No me oyes porque yo el río hablase aunque estuviese muerto, esperaba
soy tú reducido a mi pequenez. Tú me has dejado hecho que el río levantase su voz. No escuchó palabra. No
un regatillo, mejor aún, un hilillo. Verás, aunque no me oyó ningún movimiento. Sintió la sensación de que
oigas te lo voy a contar. Fue así. era inútil seguir hablando. Pero a pesar de todo, a
Cuando tú, en tu orgullo, en tu ambición, en tu poder, pesar de que lógicamente la situación no tenía solu-
cuando tú en tu afán de ser importante y no necesitar de ción, el hilillo vivo siguió hablando con una ternura
los demás, cuando tú huíste de la casa de la madre indecible:
54 55
—Hermano río, comienza de nuevo. Ábrete al ma-
nantial. No pactes con el desánimo. Sé constante y
emprende un camino nuevo. Tú eres para llegar al fin, a
la meta. Anda, camina otra vez. Busca, lucha, supérate,
pon alas a tu vida deshecha.
Hermano río, entra en desafío de lo desconocido.
Enfrenta tus problemas. Inicia una respuesta, sólo ini-
ciar. Tienes que crecer, que avanzar, que dar vida a las
aguas que un día fueron tu vida. No te conformes con la
situación que vives; rasga, corta, abre caminos. Hermano
río confía en ti, confía en los que están a tu lado, confía en
la montaña, en el manantial. No esperes que nadie venga
a resolver tus problemas. Eres tú mismo a volver al
origen para poder llegar a tu destino.
El hilillo se calló. Supo hacer lo que en aquel
momento necesitaba el río: quedarse a su lado, no
abandonarlo, acompañarlo, estarse allí, sin más,
esperando. El hilillo de agua tenía esperanza. Le
nacía la esperanza de dentro. Se la daba al manan-
tial. Había una seguridad, una certeza de que un día
el cauce volvería a estar lleno de agua pura de
manantial, de que la vida volvería de nuevo a saltar
dentro de sus aguas y de que a su paso brotaría la
hierba verde, y el chopo volvería a desafiar el azul del
cielo y el pájaro posaría sus patitas y abriría su pico y
revolotearía con miedo encima de sus aguas. La
esperanza estaba agarrada en el cauce seco.

56
El sueño mil niños saltando en una fiesta o como mil globos
subiendo por el azul del cielo o una traca en la noche
de un fin de fiesta. El río quería aplaudir. Quería
saltar. Quería gritar. Quería abrir los ojos grandes
como lunas llenas. Quería respirar hondo. Quería
abrazar, abrazar un mundo lleno de vida.
El río sentía dentro de sí que le nacía la vida
como un globo que se iba hinchando. El río tenía
miedo de que aquella vida le estallase y quedase todo
en un estampido ensordecedor. El río no podía
¿Por qué soñó aquel amanecer el río? ¿No era aguantar aquel inmovilismo, aquella muerte, aque-
señal de que aún vivía? lla parada eterna en que se había metido. El río
Las palabras del hilillo de agua habían desperta- comenzó a caminar, a volar en alas de un sueño
do el alma del río. Como un hormigueo, como unos maravilloso.
pasos de algodón, como el vuelo de un buho en la Sin saber cómo, se encontró en la playa de un
noche, lenta, muy lentamente, su corazón abría las mar azul. Sin saber cómo, se sintió respirando las
alas. Unas alas al viento de la esperanza. Unas alas purezas de las aguas limpias, transparentes, bellas.
aún rotas, aún desplumadas, aún sin vida. Sin saber cómo, se vio envuelto en el murmullo
Aquella noche fue decisiva para el río. No roncó. constante de las olas que iban y venían, subían y
Su sueño fue sereno. Un sueño que resucitaba una bajaban como un columpio eterno. Sin saber cómo,
vida bella y dinámica vivida años y años. Aquella sintió en su piel la espuma suave y amiga de la ola
noche el río experimentó que la noche es para lo que estallada contra la roca salpicaba su piel seca
grande, que en la noche todo se agiganta, que en la aún. Sin saber cómo, miró al mar dentro y vio
noche el silencio se hace palabra. perderse las aguas plateadas en un camino sin
El río no soñó con la hermana e inseparable camino, en un horizonte sin horizonte. Sin saber
luna. Ni soñó con el sol sediento que le robó en el cómo, le nacieron en las entrañas ganas locas de
último sorbo su última gota de agua. Ni soñó con las vivir.
estrellas, saltarinas y alegres. El río ya sabía lo del El río no lo pensó. Arregazó sus ropas y se metió
manantial. Lo había pensado en el silencio. Sabía en el mar. Las olas le acariciaban, le saltaban por
que el hilillo tenía razón. La tenía porque en él había encima, le cubrían una y mil veces, le envolvían con
vida. El río no soñó con la montaña. Ahora no era su una ternura que él no había imaginado. Luego,
deseo llegar en alas del sueño hasta la montaña siguió avanzando y se dio cuenta que su aguas
madre. Pero el río sentía que le nacía dentro un dulces habían perdido el sabor. Sus labios sintieron
cariño silencioso por quien le dio el ser. No sabía el salado de las aguas, y cuando quiso darse cuenta
explicarlo. Era bueno que así fuese. se había convertido en mar. Ya no era río. Era mar.
Aquel amanecer el río quiso llegar en sueños Saltó de alegría. Saltó de gozo al saberse mar. Se
donde no llegó por haber perdido la raíz, el manan- dio cuenta de que su camino era no parar, llegar,
tial, el origen de su vida. El río soñó con vida. Una aun con el mayor esfuerzo, hasta su destino: el mar.
vida infinita, inmensa, desbordante. Una vida como Era aquí, en el mar, en la absolutez del mar donde se
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sentía realmente libre. Llegar al mar, morir en él, era maravillosas que brotaron de la montaña y que viven
un paso maravilloso. Era como comenzar a vivir de ahora en esta inmensidad sin fronteras? ¿No seré yo, río,
otra manera mejor, era como entrar en una vida sin sencillamente río, el cauce de la vida desde la montaña al
término. Era poner el pie en un agua para siempre. mar? ¿No será la vida del manantial la vida que yo, río,
No supo las horas que estuvo en el mar. Porque he de llevar al mar?
el río había perdido la noción del tiempo y del El río despertó. El sol le cegaba los ojos. Llevó su
espacio. Para él el mar no tenía espacio. Era tanta la mano enjuta a la cara y restregó los ojos. ¿Había sido
inmensiad comparado con la pequenez de sus aguas sueño o realidad? Comenzaba a ver, pero apenas una
de río apenas. Para él el mar no jugaba con el lucecilla tan frágil y diminuta como el hilillo de agua
que le despertó.
El río se dijo:
—Todo comienza por algo pequeño. El camino se
inicia en el primer paso. Me levantaré. Iré a la montaña y
le diré: —Madre montaña, dame un beso de paz.

tiempo. En el mar se vivía, era una vida que no era


preciso calcular, una vida que rompía la necesidad
de andar corriendo para llegar a algún lugar. En el
mar el río ya había llegado. Ahora se trataba de vivir
sin más. Vivir de la vida maravillosa del mar.
El río se preguntó en su sueño:
—¿No será que el manantial y el mar son la misma
vida que yo procuro? ¿No será el mar aquellas aguas
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60
Yo bebía las aguas de tu manantial. Mi corazón se
El chopo alegraba y saltaba de su frescura. Yo tenía vida. Fui
plantado a tu vera. Y he crecido al galope de tus aguas. Tu
generosidad me hizo fuerte en mi raíz, profundo en mi
base, firme en mi origen. Mi vida ha arrancado siempre
desde lo escondido, desde lo oculto, desde la raíz. Es mi
manantial.
No lo olvides, amigo río, nadie vive desde las hojas,
por muy bellas que sean. Nadie vive desde las ramas por
frondosas que parezcan. Nadie vive desde la superficie,
No podía aquel atardecer dejar sus hojas al juego desde lo superficial. Yo he vivido siempre desde el interior
de la brisa. No podía estremecerse en el murmullo de de mi vida, desde «mi chopo-dentro». Desde esa realidad
la brisa. El chopo no tenía hojas. Una a una habían que nadie ve pero que yo experimento en mi carne viva.
caído como en un otoño inesperado. Hermano río, gracias a tu agua, a tu vida, yo crecí.
El chopo se sentía triste. Los pardales no corrían Sentía la vida dentro de mí y me lanzaba cada amanecer a
volando a buscar en sus ramas abrigo para la noche. escalar mi misma vida, a seguir creciendo, a buscar mi
Ni siquiera su sombra valía la pena sobre el camino. camino. Yo crecía impulsado por una fuerza que me venía
El chopo, hecho ramas secas, el chopo viejo y casi de lo alto. Allá en el azul del cielo yo buscaba mi copa, allí
sin vida, el chopo gallardo y siempre levantado como quería llegar. Tú, al mar que mataste. Yo, al cielo que me
has cortado.
un centinela, había muerto de pie. Como mueren los
árboles. El chopo había muerto a los ojos de los Yo soy como un centinela, soy como una vela encen-
gorriones que no se posaban en sus ramas y a la dida que irradia en su llama luz de mediodía. Yo soy
caricia del viento que no encontraba eco en sus hacia arriba, hacia lo alto. Mi patria está en la altura, en
hojas. la cumbre, en la cima de la montaña donde nadie haya
No; el chopo también tenía un suspiro de vida, puesto su pie. Yo subo. Mi patria no es la tierra donde
un Millo que le hacía vivir por dentro. habito. Mi patria no es lo de abajo. Yo busco las cosas de
El chopo tenía raíz. Una raíz profunda. El chopo arriba, lo que un día será de verdad y para siempre. En
mí hay dimensión de trascendencia. Y ha de llegar.
había crecido al lado del río y desde que el río cortó
con el origen el chopo fue creciendo para abajo, fue Hermano río, vuelve a tu origen. Llena tu cauce.
creciendo en profundidad, fue interiorizando la tie- Camina a tu destino. Tú tienes un principio y un fin. No
rra en busca de agua para mantener la vida. El puedes destrozar tu vida rompiendo con los extremos de
chopo, aunque no parecía, vivía desde la raíz. Como su existencia. No puedes poner un muro a lo que da razón
vive todo lo que tiene vida. de ser a tu vida. Mira, aprende hermano mío, aprende
También habló el chopo. Dijo: que la vida no es tuya, que la vida ha sido dada, que la
madre montaña, generosa y tierna, fecunda y amiga, te
—Aquí me tienes, hermano río. Me has dejado seco y dio el ser para que tú dieses vida a otros seres.
feo. Me has dejado desnudo y solo. Aquí sigo a tu lado.
He sido ojos abiertos a tu orgullo. He sido oídos en Ayúdame, hermano, en mi escalada. Ayúdame a
escucha a tus pasos inciertos. He sido manos extendidas subir a la altura. Ayúdame a seguir creciendo y caminar
a tu cauce seco. Sigo aquí, porque quiero vivir.
62 63
por mi senda. Ayúdame a subir tus aguas en la copa de
mis ramas hasta lo alto, hasta el azul del cielo. El renacuajo
El chopo calló. Se hizo mudo en sus ramas secas.
El chopo calló pero la raicilla que aún tenía vida, un
hilo de vida, sintió estremecerse en su ser. Ella lleva-
ría la esperanza al río. Ella se juntaría al hilillo de
agua y los dos compartirían la vida y serían vida
para el río seco y el chopo viejo.
Una nube se puso delante del sol. El chopo viejo
sintió frío en sus huesos. Se lamentó de no tener ropa Perdido entre la lama, confundido con el barro,
para cubrirse. Se lamentó de que el río estuviese agarrado a la tierra seca, un renacuajo daba sus
callado. Callado en su muerte. últimos coletazos de vida. El renacuajo, pequeño e
El chopo volvió a hablar: indefenso, estaba condenado a morir. Él no quería la
—Hermano río, si no quieres por ti, hazlo por noso- muerte. El había nacido para seguir viviendo. El
tros. Te necesitamos. Yo quiero dar cauce a mi sed de quería vivir como hasta hace poco.
infinito. Yo quiero dar cauce a mi ser que busca y clama ¿Quién tenía la culpa de aquella situación suya?
trascendencia. Yo quiero dar cauce a mi vida que quiere ¿Quién tenía la culpa de que él no llegase a ser algo
vivir para siempre. Oye, te grito desde mi voz sin fuerzas, más que un renacuajo en camino de transforma-
desde mi vida seca, desde mi existencia seca pero en pie. ción, de crecimiento? Como el río que buscaba el
Respóndeme. Sal de tu egoísmo, de tu ceguera, de tu mar, como el chopo que suspiraba por la altura, el
estupidez. pobre renacuajo gritaba su derecho a vivir.
El río sin saber por qué, se sintió molesto. «¿Estu- No era quién para hablar. Le estaban matando
pidez? ¿Habré sido un estúpido? ¿Estupidez?...». sin contar con él. También él tenía su derecho de
...Y las aguas muertas que él mató rompieron en opinión, de expresar lo que pensaba. Tenía sobre
un llanto que el río oyó: «¡Estupidez! ¡Estupidez! ¡Estu- todo el derecho de vivir.
pidez!». El renacuajo pensó, casi sin fuerzas, que el río
tenía la culpa. Pensó que quién era el río en su
orgullo, en su prepotencia, en su afán de decidirlo
todo, en su poder de tomar decisiones por nadie. La
suya era la que iba a dar a su vida sentido. Y nadie
iba a vivir por él, nadie podía decidir por él. Y él
quería vivir, quería la vida, quería ser.
Por fin, el renacuajo dijo:
—Yo también, hermano río, tengo una palabra que
decirte. Tú has hecho de tu vida una muerte. Tú has
cortado con quien te hace cada día nacer. Tu nacimiento
está al alcance de tu mano. Tú no lo has querido y tienes
la experiencia de una vida acabada. ¿Por qué has sido tan
orgulloso? ¿Por qué no reconoces tu fallo?
64 65
Hermano río, yo quiero vivir. Déjame llegar a ser lo Aguas frescas de la montaña madre, abrios en cami-
que llevo dentro de mí. En mí hay también manantial, nos de libertad y animad todo lo que está muriendo.
hay raíces, hay vida que espera crecer. No mates mi Aguas que sois vida de mi vida, devolvedme el ser».
esperanza. Déjame nacer, sí, nacer a una vida mejor. Yo El río escuchó el canto del pequeño renacuajo. Se
quiero decirte que me escuches, que tengo derecho a dio cuenta que hablaba de «nacer». Sí, de volver a
hablarte, derecho a que tomes en cuenta mi opinión. nacer. El río sintió que en sus venas apagadas podía
No pienses que por ser pequeño lo mío no vale nada. de nuevo correr la vida, que —¿por qué no?— él
La vida nunca es pequeña. La vida es un don, es algo dado estaba dispuesto a volver a nacer.
y quien nos la dio no lo hizo con cálculos. Tu egoísmo, No sabía cómo. No sabía si tendría fuerzas para
hermano río, ha hecho que, tú que ya no vives, tú que volver a nacer. De pronto se le iluminó la mente y
estás muerto, quieras que todo muera. Quieres proyec- recordó aquellos tiempos de vida que él había nacido
tarte en nuestra muerte. de lo alto, que su vida brotaba de la montaña. Se
Hermano río, déjame nacer. Déjame con vida. Yo no dijo:
soy un estorbo. Vivo a tu lado. Yo no quiero suplantarte, «¡Nacer de lo alto!»
no soy ambicioso. Sólo ambiciono vivir. Sí contigo, her- Calló y volvió a decir:
mano río, hubieran hecho lo mismo que has hecho tú con —Pero ¿cómo volveré otra vez a la montaña, a lo
nosotros... ¿qué te hubiera pasado? alto? ¿Cómo entraré en el seno de mi madre montaña?
Yo no te creo problemas. A tu lado hay vida para Y el río se quedó callado. Después una voz le
todos. No seas asesino de lo que tú mismo has dado vida. nació dentro:
Acéptame, acógeme, hazme tuyo. No me rechaces, her- —Nacer del agua, hermano. Nacer de la vida, herma-
mano. Acógeme y llegaré a ser. no. Nacer volviendo a la fuente con humildad, con ver-
El pobre renacuajo no sabía qué decir. Su voz era dad, con transparencia.
suave, sin revolverse contra nadie. El río calló. Dentro de su ser le nació un hilillo de
Suplicaba con ternura. Pedía que se le respetase humildad. Comenzaba a reconocer que quien no
la vida, que quería seguir viviendo, que las aguas vive unido a los otros se vuelve en su orgullo como
volviesen al cauce y todo se llenaría de alegría. una roca dura y seca que aplasta todo. El río respiró
Sintió que le fallaban las fuerzas. Sintió que la hondo. Algo comenzaba a nacerle dentro. Tan pe-
respiración se hacía cada vez más difícil. Sintió que queño como el renacuajillo que antes le pedía vida,
pronto sería tierra seca. Nadie se acordaría de él. derecho a la vida, nacer para vivir.
De pronto el renacuajillo sintió como una fuerza
dentro de sí. Era como el último impulso de vida. Y
comenzó a cantar:
—«Aguas, volved.
Aguas del manantial amigo, llegad a tiempo.
Aguas preñadas de vida, caminad a prisa, haceos río
aunque el río no lo quiera.
Aguas que nacéis cada día del origen de la vida, llegad
hasta mí, pequeño e indefenso, y despertadme hecho vida.

66
El sauce El estaba allí. Estaba agarrado al río. A lo suyo. A
los suyos. El permanecía en pie. Despierto, despierto,
porque casi apenas dormía. Las noches, las lunas, las
estrellas eran contadas una a una, dos a dos, cien a
cien. Sabía la intensidad de luz de cada estrella y
conocía el viento con su silbido suave a cada hora de
la noche.
El sauce sabía del silencio de las noches. Las
noches para el viejo sauce no eran para dormir. Eran
para recordar, para vivir en sus recuerdos, para
Tiritando de frío, cansado de vivir y no vivir, solo soñar en realidades que un día vivió. Las noches
y triste, el sauce colgaba sus ramas desnudas sobre el eran largas, a veces pesadas, a veces eternas. El
cauce seco. Eran muchos los años que había perma- sauce viejo contaba las horas de la noche como
necido al lado del río, acompañando su marcha y quien espera la luz del amanecer para comenzar a
diciendo adiós a las aguas saltarinas. Eran muchos vivir fuerzas, pero vivir otra vez. El sauce oía la
los años que los otoños arrancaron sus hojas, una a noche que pasaba en una, dos, mil campanadas del
una, y quedó desnudo en las manos del frío invierno. implacable reloj que le acercaba, envejeciéndole, ca-
Eran muchos los años que brotó con alegría en da día más al término de sus días.
nueva vida al calor del sol fresco y vibrante de una El sauce callaba. Lo suyo era callar. El sauce se
primavera gozosa. Eran muchos los años que el conformaba. Lo suyo era conformarse.
sauce dio sombra a las aguas, a su paso. El sauce se metía en su silencio. Lo suyo era no
Ahora estaba viejo. Viejo y solo. El río orgulloso y molestar. El sauce se sentía inútil. Lo suyo era no
desligado del manantial le había ayudado a acelerar estorbar. El sauce sabía por sauce viejo más que
su vejez, su muerte. Y él, aunque viejo, quería vivir, aquel mundo que le rodeaba. El sauce esperaba un
tenía también como el renacuajillo, derecho a la día mejor, un día donde se acabaría la soledad, un
vida. El quería apagarse como se consume una ceri- día no lejano donde comenzaría a ser él mismo,
lla. Quería apagarse, y en el último estallido de vida, donde contarían con él y él volvería a ser importante
quemar las yemas de los últimos dedos que lo sostu- en una vida nueva, única, maravillosa.
vieran. El sauce por fin habló:
El sauce se sentía triste. Triste en su soledad. —Hermano río. Yo también te ¡lamo «hermano».
Todo era lejano para él. Todo pasaba a su lado y él Hermano río, aquí estoy cansado, encorvado, arrugado y
quedaba siempre atrás. Nadie daba importancia a sin apenas con fuerza para caminar. Estoy de pie porque
sus ramas viejas y caídas. Nadie sabía soñar con sus de pie quiero morir. Mira las arrugas de mis manos: te
tiempos nuevos y radiando energía cuando fue pro- pido una gota de agua, apenas una gota para poder seguir
tagonista de mil aventuras. El sauce se decía que si la viviendo. Mira las arrugas de mi rostro. Te pido un sorbo
vida sería así. Que si con las cosas viejas se hace eso, de agua, apenas un sorbo para lavar mi piel encogida.
arrinconarlas. El sauce se decía que un final tan Mira mis espaldas encorvadas, te piio un poquitín de
triste no valía la pena, o una vida llena de vida, no agua, apenas un chapuzoncillo para que mi cuerpo se
podía terminar así. estremezca y sienta las ganas de enderezarse.
68 69
Hermanorío,ya soy viejo. Vive tú por mí. Se tú mis
manos ya cansadas. Sé tú mis ojos ya casi en las La rana
tinieblas. Sé tú mis oídos, apenas capaces de oír pasos
distantes. Sé tú la vida que ya casi no tengo. Tú, río
hermano, dame vida, quiero seguir viviendo.
Río querido, yo no soy una cosa, yo no soy un
estorbo. Dame la esperanza que me falta para llegar a la
meta. Yo quiero llegar. Lo de atrás, no me dice nada. Las
cosas que dejé en el camino, perdidas quedaron. Los
esfuerzos, allí adormecieron, allí donde los dejé. Todo,
todo queda atrás. Ahora sólo quiero ir hacia adelante, Toda la luz de la noche, para su canto. Todo el
hacia la meta. Alguien me espera. Alguien que es eterno silencio de la noche escuchaba su canto. Toda la
en su ternura, alguien que sabe amar sin contar con soledad de la noche era el clima para su canto.
correspondencias, alguien que acoge siempre. Un canto monótono. Un canto molesto. Un canto
Hermano río, yo voy a partir pronto. Pero déjame pesado y torpe. Un canto bello y desagradable.
vivir un poco más. Lo necesito como el último sprint de La rana sabía que nunca cantaba sola. Su voz
mi vida. Tú, tú, tú, río hermano, hoy estás vacío, te has apenas tenía fuerza para ser oída. Siempre la rana
vuelto viejo. Viejo por perder tu origen, viejo por querer cantaba en grupo. Como una gran orquesta afinada
vivir tú solo, viejo por no tener una interioridad, una en sus desafinos. \
fuerza dentro que te anime. La rana tenía unos ojillos inquisidores. Unos
Río querido, la vida está siempre escondida. La vida ojillos apenas saltones. Unos ojillos que le temblaban
está agarrada como una raíz, como un manantial. La como una lucecilla de amanecer. La rana miraba sin
vida no hace barullo, está callada, silenciosa. La vida es ver, la rana veía sin mirar. La rana estaba allí,
como un tesoro escondido. «Es preciso venderlo todo, quieta, sola, casi también sin vida.
todo, para encontrarla». La rana tenía una boca grande. Toda ella era
El sauce calló. Y lloró. Era su llanto una voz de boca. Una boca de lado a lado capaz de ser un tiovivo
esperanza. para el mundo entero. La rana abría su boca en la
noche y se sentía feliz cantando.
El canto de la rana era como un grito. Ella tan
diminuta, tan pobre, tan despreciada, marginada.
Ella que no tenía tierra propia. Vivía donde podía,
donde la dejaban. A veces, en el agua. Se zambullía
en la profundidad con miedo a ser perseguida. A
veces en tierra. Y no se sentía segura porque la tierra
no era suya. Una vida en tensión, una vida de un
lado para otro. La rana era la eterna emigrante. Era
una vida a saltos, la suya, una vida a sobresaltos.
La rana había vivido siempre al lado del río, del
río en agonía. La rana amaba el río.
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La rana quería vivir allí, junto al río.
La rana sintió hambre. Y abrió su boca, en canto,
llorando hambre. Tenía hambre, porque el río le
había matado su vida de sobrevivencia. Tenía ham-
bre y abría la boca, mil bocas que tuviera, pidiendo
una gota de agua, una gota o una migaja para
distraer su barriguita flaca y vacía.
La rana abría una boca, era todo boca, que
gritaba injusticia. Y ella tenía derecho, no a una
limosna. Tenía derecho a comer, era lo suyo lo que
pedía. La rana se sentía sólo piel. Una piel inflada y
hueca como una pandereta en manos de un niño.
La rana sentía frío. Quería arroparse. No podía.
La rana quería un hueco para vivir en las aguas y no
tenía hueco para vivir en las aguas. La rana, la rana,
la rana... era el grito de tantas ranas como ella que otros, quien se eleva y se eleva hasta la cima de la
malvivían, malvivían porque el río así lo quiso, montaña, no olvides hermano río, que un día caerá, un
porque el río les cortó toda la fuente de vida. día sus labios besarán con rabia la tierra, un día se verá
Pobre rana. Pobre canto de la rana. Su canto en reducido a miseria.
la noche no era escuchado por nadie. Todo dormía La rana calló. Era el silencio de los humildes, de
en la noche menos la rana que pedía vida, la que se los que no viven, de los que no tienen ni voz ni voto,
le había negado. Pobre rana, seca la garganta, sin era la voz que nunca es oída, era la voz sin voz.
fuerzas para seguir gritando. Pobre rana y mil ranas Después la rana sintió dentro de sí una fuerza
más como ella. que nunca había tenido. Le dijo al río:
La rana abrió la boca y dijo: —Hermano río, los colosos caerán un día. Los dioses
—Río, río hermano, oye mi canto. No te tapes los morirán un día. Los que os hartasteis, un día pasaréis
oídos. No me vuelvas las espaldas. Escúchame. Sólo te hambre. Los que ahora reís, un día lloraréis. Los que
pido que me escuches. Apenas tengo voz. Ya sé que te nadáis en la abundancia, un día os quedaréis despojados
molesto con mi canto siempre igual y monótono. Soy en el barro. Los que ahora tenéis todo, un día os quedaréis
torpe. No sé hablar. No tengo razones bonitas para con las manos vacías. Los que ahora vivís en la opulencia,
convencerte. Sólo quiero estar junto a ti, así, pobre, un día pediréis una gota de agua para aliviar el calor
desnuda, sin casa, hambrienta, hecha una piltrafa. Eso ardiente de vuestros labios.
soy. ¿Eso es vida, hermano río? Y dijo aún más:
Fuiste egoísta. Quisiste todo el agua para ti. Te —Los que hoy vivís como en un cielo, ya tenéis
hinchaste hasta reventar. Hoy no tienes vida. Estás seco vuestra recompensa. Se acabó vuestra esperanza. No
y a punto de morir como yo. tendréis otro paraíso.
No olvides, hermano río, quien cierra su mano, quien La rana cerró su boca. Enmudeció en su canto.
se convierte en un egoísta, quien sólo mira para sí y se Entornó sus ojillos y se entregó a la luz amiga de la
hace centro del mundo, quien sube y sube a costa de los luna. El río no dijo nada.
72 73
La paloma Ella traía en su corazón muerte. Muerte que
había visto en los campos. Ella había cruzado mun-
dos de ruido, destrucción, desastre, aplastamiento,
desolación y sangre. Ella había cruzado campos de
odio, de hermanos contra hermanos, de dientes afi-
lados contra dientes. Ella había cruzado mundos de
mentiras, mundos de palabras y más palabras que
proclamaban paz y hacían guerra. Ella había cruza-
do campos de lobos contra lobos, picos contra picos,
Radiante y blanca, veloz y ligera, cruzaba el azul uñas contra uñas, coces contra coces, garras contra
despejado la paloma. Traía fuerza en sus alas. Lleva- garras. Ella había cruzado campos donde la muerte
ba en su vuelo vida al viento. Todo su ser inmacula- era la única señal que aún se levantaba como una
do era un canto de belleza y libertad. bandera rasgada al viento. Ella que había oído el
Los ojos vivos. Los ojos abiertos, despiertos, vigi- clarín de la guerra, una guerra para matar, para
lantes, daban a la blancura de la paloma el encanto destruir, para arrasar, para aniquilar.
de mil niños jugueteando en la arena y el sabor La paloma estaba triste. No quiso dar crédito a lo
fresco de la playa. que vio en su vuelo desde la altura, pero ahora, al
La paloma traía sed en su pico. La paloma traía posar sus alas en el cauce seco, al sentir el olor de la
cansancio en su vuelo. La paloma había cruzado muerte, al ver la tierra agrietada y rota, ella no tuvo
montes y valles, cielos y prados, campos y caminos más remedio que dejar su corazón derramarse en el
hasta llegar al río que ella había soñado. La paloma dolor. La paloma no quería más muerte. Ella quería
gozaba en su vuelo de las aguas limpias y frescas, de vida, la vida que venía a buscar en las aguas del río
las aguas chorreando vida arrancada al manantial. seco y no encontraba.
La paloma deseaba encontrarse con las aguas, con la En un arrullo lleno de ternura y compasión la
frescura de la vida. La paloma llegó. paloma dijo:
Quedó confusa. No sabía dónde posar sus patas —Hermano río, amigo de mis vuelos. Hermano río,
rojas. La paloma pensó que se había equivocado, que caminante en mi camino. Hermano río, vuelo eterno en
aquello no era el río que esperaba. La paloma busca- las alas del cauce. ¿Por qué has dejado de volar? ¿Por qué
ba, esperaba vida y encontró muerte. La paloma has cortado tus alas? ¿Quién te arrancó, una a una, las
buscaba armonía y encontró destrucción. plumas de tu vuelo? ¿Quién cortó tu vida hasta dejarla
Posó. Miró. Movió sus alas. Quiso dar un paso y hecha un montón de plumas dispersas? ¿Quién dejó tu
no lo hizo. No supo qué pensar. La paloma se sentía vuelo hecho barro rudo y agrietado en tu cauce?
mal, no era aquel su ambiente. Vuela, hermano, vuela. Surge de tus cenizas. Abre
Ella, que traía en sus alas mensaje de paz. Ella, tus alas y lánzate sembrando vida, paz, alegría y bien en
que traía en su pico el ramo de olivo fresco. Ella, que tu camino. Ábrete en tu vida y siembra campos de vida a
traía dentro de sí vida para dejarla en cualquier tu paso. Surge, hermano río, que la vida te espera. Surge,
rama, en cualquier ribera. Ella, ella... tuvo que recor- que tus hermanos esperan tu vida. Vuela y lleva paz.
dar lo que sus ojos habían visto en su vuelo largo y La paloma se quedó quieta. Como una efigie.
que nunca quiso creer. Sencilla y pura. Y volvió a decir:
74 75
paso será siembra de paz, de vida. Así es mi vuelo,
—Hermano río, haz armonía en tu ser. Busca la hermano río.
unidad. Haz silencio, haz paz en tu vida. Da la mano, El río esta vez sintió que una ternura de niño
ábrete gozoso al manantial, vuelve a la montaña y acoge puro le brotaba de dentro. Sintió que la paloma
dentro de ti toda su vida, todo su caudal. había dejado en sus aguas, aún sin aguas, blancura,
Hermano río, haz la paz en ti haciendo la paz con tu pureza de nueve, vuelo de transparencia. Se sintió
origen, haciendo unidad con quien te dio la vida. Haz la nuevo, como si su vida fuese un algodón llevado por
paz en ti y serás feliz, fecundo, y la vida surgirá de nuevo el viento, por la brisa suave. Quiso dejarse ir, pero no
como una primavera. pudo. Aún no había llegado el momento. Le faltaba
Hermano río, haz la paz en tu ser desde la humildad, algo: un rayo de luz, luz blanca, para volver a ver.
desde la verdad, desde la transparencia. Haz la guerra a Porque el río había decidido en su interior ser eterno
tu orgullo, a tu soberbia, a tu afán de destacar, de ser el peregrino en la luz.
primero, de pisar a los demás, y verás que en ti nace una
vida que no imaginabas y que será puerta abierta, en
fraternidad incomparable, con todo lo que vive.
La paloma aún dijo más antes de levantar su
vuelo:
—La paz nace de la vida de dentro del ser. La muerte
surge de la muerte dentro del no-ser. Opta por la paz y tu

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La luna gran verdad, era la gran luz que daría ritmo, vida a
sus aguas.
El río descubrió que el manantial, la vida del
pozo, está en lo profundo, allá en la oscuridad, en el
silencio y paz de las aguas. Descubrió que sólo bu-
ceando en ellas, solo interiorizando, sólo penetrando,
sólo yendo hasta el fondo llegaría a encontrar la
vida, llegaría a encontrarse.
Aquella noche el río supo callar. Supo escuchar
en el silencio otras razones silenciosas para vivir.
Fue la última noche. Una noche gigante para la Descubrió que la vida es un don, que es dada, que la
historia del río. Fue la noche que dio luz de alborada vida nace de alguien que vive dentro, descubrió que
a su cauce seco. Aquella noche el río supo lo que aún vivir es aceptar esa vida, es vivir la vida del otro en el
no sabía, supo que necesitaba «ojos de ver», ojos interior del ser. Descubrió que sólo puede sobrevivir,
desde el corazón purificado para poder emprender de aquel que está animado desde dentro.
nuevo el éxodo. El río llegó a intuir que era la luz, la luz verdadera
Aquella noche experimentó que ya no podía la que daba vida verdadera. Descubrió que la menti-
estar más tiempo parado. Que su vida dejada, hecha ra es destrución y ruina, que la mentira ciega y da
tierra seca, no podía seguir así. Aquella noche quería muerte. Descubrió que necesitaba manantiales de
ver. Era un desafío. Ver en la noche. Ver sin ver. Ver luz, manantiales de verdad, manantiales de vida.
en la oscuridad. Ver en las tinieblas. El río no sabía cómo. Pero la verdad era que se
El río quería dar cauce de nuevo a aquella vida sentía inundado, como bañado, sumergido en un
que sus hermanos le habían ido dejando en su mar de luz. Abrió los ojos y se encontró con los ojos
relación amiga. Quería dar vida a aquel hilillo de de la luna. No supo qué decir. La luna, su eterna
esperanza que le quemaba dentro. El río descubrió compañera, le dijo en un canto lleno de dulzura:
que para ver era necesario tener otros ojos. Los ojos —Toma mi luz, hermano río.
de la lógica, del cálculo, de la razón fría del pensa- Toma mi luz y hazla vida en tu ser.
miento por el pensamiento, de las ideas encadena- Entra en mi luz blanca y destierra tus sombras
das, todo ese mundo, a la hora de vivir, a la hora de pesadas, tus noches eternas.
ser, no daba respuesta verdadera a su vida. Bebe mi luz y refresca como en un baño de prima-
Aquella noche el río se dio cuenta que era en la vera.
noche cuando se podían ver las estrellas. Que era en Haz luz y sabrás que la vida chorrea fuerza y dina-
la noche cuando la luz tenía más brillo. Que era en la mismo, belleza y paz.
noche cuando la llama atraía más. Que era después Entra en mi luz y sabrás saborear las cosas en su
de la noche cuando nacía el amanecer. bondad.
El río descubrió que la luz que él necesitaba no le Entra en mi luz y sabrás descubrir mundos nuevos de
nacía de la cabeza, le surgía de dentro, de su interio- belleza.
ridad. Era eso lo que estaba descubriendo. Descubría Entra en mi luz y tu vida será ma libertad a rau-
que su mundo de dentro era la gran fuerza, era la dales.
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Para ti mi luz de luna llena, hermano río.
Para ti mi luz en la noche silenciosa: escucha el
silencio de la luz.
El camino
Para ti mi luz hecha compañera inseparable de tu
nuevo camino.
Para tí mi luz y tu horizonte se alargará hasta el mar
deseado.
Rompe tinieblas, rompe oscuridades, rompe dudas y
vacilaciones, rompe indecisiones y sufrimientos, rompe
fronteras y muros infranqueables, camina en la luz y
serás libre. El camino un día quedó atrás. El camino un día
Hazte luz. Hazte verdad. Hazte pureza y transparen- quedó marcado por aquellas sandalias ligeras en su
cia. Hazte de nuevo río luminoso. paso, soñadoras de aventuras. El camino fue un día
La luna calló. Una nube cubrió su rostro. El río camino de ida.
pasó su mano sobre los ojos y sintió que le brotaban Alguien quedó subido en su dolor en el otero. La
lágrimas de luz. Una luz que chorreaba pureza. Una montaña madre había acompañado, paso a paso, al
luz que le hacía verdad definitivamente.
río joven que se alejaba de sus entrañas.
El río se dijo: Llevaba en su mochila aguas frescas y juveniles,
—Madre montaña, quiero tus aguas. Destruye la llevaba ilusiones y sueños, llevaba proyectos y sor-
barrera que coloqué entre tú y yo. Madre montaña, presas. Llevaba, sin saberlo, una historia triste que él
mañana al amanecer volveremos a ser armonía, unidad, solo bebería hasta el último trago.
paz. Antes de dormir mi última noche de muerte deposita El camino de ida le llevó lejos. Lejos y distante de
en mi frente tu beso de paz.
la montaña. Feliz y dichoso, dinámico y protagonis-
La montaña estaba allí presente. Al lado del ta, con ganas de conquistar el mundo y romper mil
pobre río sin fuerzas. Besó su frente y luego dejó en barreras, la vida se le presentaba bella, única, aquí y
su ser la esperanza un día perdida. Mañana amane- ahora. El río alejado se sentía libre, independiente,
cería. dueño y señor de sí mismo. El río era él.
Después, caído en la telaraña, el río fue viviendo,
fue sacando de su saco una a una, la vida que llevó
de casa. El río fue gozando en noches sin horas y en
noches sin medidas. El río fue dejando su ser agarra-
do a la tela fina de la araña y poco a poco la araña
caía sobre él hasta chuparle la útima gota de sus
aguas.
El río supo de soledad. Supo de abandono. Supo
de aburrimiento. Supo de angustia y depresión. Supo
de ingratitud. Supo que la vida tenía además de una
rosa de primavera, una hoja amarilla y caída de
otoño y una rama seca de invierno. El río supo, en el
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golpe de su huida de casa, supo que sólo en el hogar, pasos, el río seguía paso a paso, al encuentro de la
allí donde el amor dura siempre, sólo en el hogar montaña.
podría calentarse en su frío y secarse sus ropas Y fue así de sencillo. También la montaña estaba
empapadas. de camino. También ella estaba a su espera. Tam-
El camino de ruptura con la madre montaña le bién ella corría a su encuentro. Y los dos se abraza-
había llevado al hambre de todo. A sentirse pobre y ron. Los dos abrieron sus brazos. Los dos juntaron
miserable. A querer andar con muletas. A querer sus mejillas. Los dos sintieron la humedad de unas
caminar y no tener fuerzas para hacerlo. El río supo lágrimas. Los dos se cubrieron de besos. Los dos
que sus aguas sin manantial comenzaron a oler mal, callaron. Nadie dijo nada. Era el silencio, el abrazo
a que todos se apartasen de su olor repugnante; y sincero la gran palabra del encuentro. Los dos pusie-
supo algo más, supo que las cosas, las cosas se ron su frente sobre sus hombros. Los dos sintieron
acaban y acaban con quien las tiene. Supo que desde que la vida comenzaba a surgir. Que la vida nueva
su destrucción, desde sus cenizas tenía que surgir de brotaba del encuentro. Que en la unidad de los dos,
nuevo. el río que había vuelto y la montaña madre, la vida
El río supo que sólo entrando dentro de sí, me- comenzaba de nuevo.
tiéndose en lo profundo de su ser, allí donde la vida
aún vivía en un hilillo, supo que volvería a ser. El río
se asustó, se paralizó, se quedó petrificado cuando al
andar aquel camino de entrar dentro de sí, de llegar
al fondo de sí, al llegar... se encontró, sin saberlo, con
la casa dejada, se sintió con la madre montaña, allí
en su ser, en sus entrañas. El río supo que quién le
había dado el ser nunca le había abandonado.
El río supo que no era todo pensar, que no era
todo reconocer el mal camino andado, que no era
todo sentirse una piltrafa. El río supo algo más, supo
decir: «Me levantaré y volveré a mi casa, a la madre
montaña». Y el río se levantó.
Sin fuerzas. Flaco y deshecho, pero con el cora-
zón despuntando en esperanza, el río comenzó a
desandar el camino. Sus espaldas vueltas a la mon-
taña, ahora eran espaldas vueltas a la vida que un
día le había deshecho. El río comenzó a andar, paso a
paso, y aún en su caminar encontró la marca ya
débil y frágil de la antigua sandalia.
El río quería llegar. El río sentía que ya estaba
cerca. El río sentía que su interior cantaba una
canción nueva, canción de quien vuelve desde la
lejana ausencia. El río, casi sin fuerzas, casi sin
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Cuando se separaron se miraron a los ojos. Nadie
lloraba. Nadie decía nada. La realidad era. El río La armonía
había comenzado a ser otra vez río. El río tenía sus
manos en las manos de la montaña. Y las apretaba
con una ternura infinita.
La montaña sonrió. El río sintió que su sonrisa
era un mar de música y fiesta. El río, sin saber cómo,
se estremeció. Algo le había tocado muy dentro. No;
no eran las manos de la madre montaña, de su
origen, de su principio de vida, que él nunca más
soltaría. Era algo diferente. El río se dio cuenta que
su cauce estaba lleno, que sus aguas habían vuelto a Todo había quedado atrás. Los lamentos se per-
dar vida y que su marcha, su ritmo de peregrino dieron en la noche del olvido. Todo volvió a tener
había descubierto de una vez por todas que tenía vida. Una vida sin término.
meta, fin, destino, que no era río por ser río sin más. El río cantaba viejas melodías al ritmo de su
Había descubierto que su destino era el mar. Un mar marcha. Era el chopo en sus ramas verdes y en sus
para su deseo infinito, para su sed insaciable de hojas frescas que se estremecía de vida a su paso. Era
libertad. La fiesta había comenzado. Era así: ha- el juncal que se apretaba reventando amaneceres.
bía muerto y ahora de nuevo vivía. Había que cele- Era el sauce que lloraba vida, su vida misma. Era el
brarlo. renacuajo y el pececillo que surcaban sus aguas
cristalinas y frescas. Era la rana en su canto y en su
zambullida inesperada en sus aguas acogedoras. Era
la paloma limpia y blanca rozando sus alas en estre-
mecedora gratitud. Era la luna, bella y serena, dan-
zando silenciosa en sus aguas transparentes. Era el
sol, de bruces, bebiendo sin medida. Eran las estrellas
guiñando y saltando en libertad incontrolada. Era el
prado verde, y el ribero, y la chopera y el grillo y el
gorrión y el lebratillo que saboreaban vida en sus
aguas generosas.
El río era feliz. El río sentía en su ser manantiales
infinitos. El río se dejaba ir resbalando de piedra en
piedra su ser en libertad. El río era bienaventurado.
Como si en su camino ya viviese el gozo de haber
llegado al mar.
Era él. Era con la fuerza de todo su ser unido. En
él había unidad. En él todo estaba centrado, todo
estaba integrado, todo estaba totalizado. El río sabía
que tenía raíz, que ahora vivía desde su yo profundo,
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desde su misma existencia. Había aprendido que El río sentía en sus aguas que sus aguas arranca-
existir era salir de sí, olvidarse, perderse. Había ban de la vida sin fin del manantial de la montaña.
aprendido que existir era entrar en otra vida, en un Por eso el río se dijo en su interior que quería
mundo maravilloso de ternura, verdad y belleza. quedarse, que quería centrarse, que quería situarse
Había aprendido que quien no sabe morir a sí mismo en el ser mismo del manantial.
nunca tendrá vida sin término. El río descubrió que al vivir en armonía con el
El río sabía ahora que la libertad no podía ser manantial él mismo era como un manantial, como
ruido, dispersión, ajetreo, vértigo. Sabía ahora que una fuente que saltaba con fuerza incontenible. El
todo aquello que aturde, que agita, que cansa, que río descubrió por experiencia que la idea sobre el
confunde y descontrola, todo eso, no es libertad. origen, las ideas sobre la raíz de la vida, los pensa-
Había aprendido que la libertad no viene en lluvia de mientos sobre la vida con origen, con principio, se
tormenta, no salta en fuegos de artificio. Había quedan sólo en ideas si no se las vive en profundidad.
aprendido que la libertad se conquista palmo a pal- El río supo que la vida se vive y hace vivir. El río
mo, que la libertad se construye día a día en un supo que en él había vida para siempre. Y abriendo
esfuerzo continuado. sus ojos al término de su camino, descubrió que
El río había aprendido que lo importante en la estaba ya en el mar, que él era mar aun sin llegar. Y
vida, en su vida, no era el cambiar por cambiar, el se sintió feliz en su libertad definitiva.
querer experimentarlo todo, el ser como una veleta No necesitaba hablar más. El río, en su unidad,
que es movida a cualquier viento. Había aprendido en su armonía, se hacía silencio fecundo en sus
que la libertad se hace con rumbo, sabiendo hacia aguas. El río desde ahora quería ser paz, paz en
dónde se va, descubriendo el camino. plenitud para cualquier mano extendida que encon-
El río había aprendido que lo importante en la trase en su camino.
vida es ser fiel, es permanecer, es perseverar, es tener El río sabía que su vida tenía sentido. La «armonía
esperanza, es saber comenzar siempre. Había apren- de su ser» era el nuevo nombre que en su existencia
dido que la libertad no es posible en el desorden, en el tenía «la palabra vida». Vida para él era «armonía».
caos, en el jaleo, en el río revuelto. Había aprendido
que la libertad se hace orden, un orden que sitúa
cada cosa en su sitio. Un orden que hace que cada
cual camine por su ruta, que todos se muevan en
armonía.
El río había aprendido que la armonía es el ser
mismo de la vida. Que donde no hay unidad, integra-
ción, armonía, no hay existencia. Había aprendido
que el secreto de la fuerza para vivir, para poder
superar las dificultades, está en hacer silencio, en
hacer unidad dentro del ser. Había aprendido que en
la armonía el ser se despierta a mundos insospecha-
dos. Que en la armonía la vida vive, la vida es vida,
la vida vale la pena.
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...y el brocal Ella no sabía otros caminos. Para ella no existían
otros horizontes. Todo su mundo era llenar la sed de
su barro y volverla a llenar. Tenía sed porque su
agua, el que ella bebía, era agua sin manantial,
agua, sencillamente agua.
El, rompió el silencio. También tenía sed. Ella se
quedó extrañada. Tenía el corazón viejo y gastado,
duro. El pidió de beber. Ella no entendía. Los ojos
sucios, el barro y la costra de sus noches negras le
habían hecho ciegos los ojos de dentro. Ella no tenía
dentro. Estaba vacía como su cántaro.
Siempre andaba por los caminos. Se había hecho El volvió a hablar. Le dijo algo de conocer otros
Camino. Siempre decía al viento la verdad de su mundos, de experimentar gratuidad, belleza, verdad.
palabra. Se había hecho Verdad. Siempre despertaba Le dijo de liberarse de la ceguera y descubrir alguien
vida a su paso. Se había hecho Vida. que le daría de beber. Alguien que pondría en sus
Fatigado del camino, llevando en su pie la caricia labios torrentes de agua fresca. Alguien que le daría
del polvo libre y el olor a tomillo fresco, se sentó en el un agua viva.
brocal del viejo y solitario pozo. Era mediodía y el sol Ella no llegó con su corazón sucio y gastado a la
caía denso y abrumador sobre la aldea. El pozo pureza del «agua viva» que él le ofrecía. Ella sólo
estaba cercano y distante, como una llamada, como entendía de lo que sus manos palpaban: del brocal,
un desafío para ir a su encuentro. Estaba allí. Solo. de la cuerda, del valde, de las cosas a su alcance. Para
Fatigado. Silencioso. Sereno y pacífico. Inundado de ella no existían mundos nuevos, ni amaneceres. Ella
un mar de armonía. Era él. Y esperaba la hora. vivía la pequenez, el círculo de su cántaro de barro.
Ella venía cansada y triste. Arrugada el alma y El le habló de ese agua que ella bebía cada día. De
roto el cuerpo. No había luz en su mirada ni sonrisa ese agua que su corazón bebía y no le saciaba la sed.
en su boca. Suelto el cabello, el rostro duro y tenso, Le habló de ese agua que ella buscaba insatisfecha,
así se acercó al pozo solitario. nerviosa, cansada, y que no saciaba su sed. Ella
Para ella sólo existía la piedra, la cuerda, el valde descubrió que le decía verdad: «ella nunca se sentía
y un agua que nunca saciaba su sed. Con la monoto- feliz bebiendo aquel agua».
nía de otros días fue bajando el peso de su sed hasta Después, él volvió a hablar. El sol abrasaba. La
el agua insaciable. Luego lo agarró en el cuenco de hora del mediodía era un clima sediento que aún
sus manos y de bruces, hundiendo su dolor en las agigantaba la sed de la mujer. El seguía sentado en el
aguas, bebió hasta lamer la última gota. Después brocal. Sereno y transparente. Pacífico y único en su
llenó el cántaro y pensó en irse. mirada. Había luz y pureza en sus ojos. Había suavi-
Tenía la mano agarrada al frágil barro de su dad y dulzura en su palabra. Dijo que quien bebiese
cántaro. Tenía entre sus manos vacías el barro de su del agua que él tenía que nunca más volvería a tener
cántaro siempre vacío. Tenía el barro en su corazón sed.
y en sus ojos, en sus labios y en todo su ser enveje- Ella sentía algo extraño al lado de aquel que
cido. hablaba de «agua», de «agua viva». Ella quería enten-
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der, penetrar, acercarse a lo que él decía pero su
barro aún estaba agarrado a su corazón disperso y
desintegrado.
Ella intuyó en la nueva palabra que le dijo algo
que en el fondo de ella misma estaba a nacer. Al oír
hablar de aquel agua que en su interior se volvería
como un manantial que mana sin término, ella
sintió que su ser despertaba a algo nuevo, insospe-
chado, aún no vivido.
Habló de vida eterna. Habló de agua para siem-
pre. Habló de encontrar en la interioridad de ella
misma la raíz, el manantial, la fuente, el origen de su
existencia.
Ella no pensó más. Pidió de beber. De beber ese
agua nueva, ese agua que hace olvidar todos los
cántaros de barro y todos los pozos sin fondo. Pidió
de beber para no volver a tener más sed.
El camino había quedado atrás. Y ella había
dejado en el polvo pegajoso de aquel camino el pie
descalzo de su pisada siempre igual. Ella tenía que
volver. Volver para traer hasta el pozo, hasta el
brocal, hasta las aguas nuevas todos los pasos dados
en su ceguera buscando apagar su sed.
Ella dijo verdad. Llamó por quien no era suyo.
Llamó cinco veces a los que le dejaron la boca seca y
los ojos en lágrimas. Llamó una vez más a quien día
a día, noche a noche, iba secando el pozo sin fondo
de su existencia.
Ella sintió que dentro de sí, en el yo profundo, en
la zona más silenciosa de su ser, le surgía vida, le
nacía un manantial. Ella le miró con ojos nuevos. Y
vio verdad, belleza, transparencia, pureza, luz. Sintió
que de sus ojos caía en gotas de libertad el barro
sucio y seco que no le dejaron ver el camino de su
vida desorientada. Sintió que la luz le surgía y las
cosas cobraban nuevo color. Descubrió que él era
diferente, que él no daba sed, sino que la quitaba. Se
dio cuenta que él era el camino que ella en el fondo
de su ser siempre soñó. Y sintió que el alma se
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levantaba, se hacía presente, vigilante, despierta pa- gaviota. Ella había dejado todas sus sedes en el barro
ra comenzar a seguirle. Ella, aun sin ponerse a viejo. Había dejado todo su ser disperso, roto, vacío e
caminar, se dio cuenta que su vida comenzaba a insatisfecho en el cántaro de barro. Allí quedaba,
tener camino cierto. junto a aquellos que llegaron tarde. Ellos nada sa-
Luego él le habló de libertad, de espíritu, de bían de su viejo cántaro. Allí quedó el barro en el
verdad. Le habló de abrir la vida a lo bello, a lo brocal junto a él. Junto a quien le dio un agua
verdadero, a lo bueno. Le habló de levantar los ojos a nueva, un agua viva, un agua cogida en el cuenco
lo alto, a la cumbre, de salir de sí y entrar en tierra de su mano, del manantial.
nueva, donde las sandalias estorban a los pies libres, Ella fue derramando su agua fresca en la sed del
donde la vida se hace vida para siempre. El le habló mediodía, casa por casa. Ella tenía pozo en su ser. No
de despertar dentro de ella, en su ser mismo, en su necesitaba volver al brocal de piedra. Sentía un
interioridad. Le dijo que no buscase el agua fuera, naciente que daba sentido a su vida en el fondo de su
que estaba dentro, que era preciso entrar en el profundidad. Ahora podía ofrecer un agua diferente.
silencio de ella misma, que era preciso ser peregrino Ahora ella podía saciar su sed y dar de beber otra
en el silencio. Le dijo que en el fondo de su ser estaba agua.
la Vida, la vida que ella en el fondo, sin saberlo, Hacía calor. Quemaba el sol. Ella llegó al pozo
buscaba. Le dijo que en su interior encontraría la radiante y recién amanecida. Tenía el rostro bello,
serenidad, la armonía, la paz, la plenitud. Le dijo que los ojos luminosos como luz de estrellas y en sus
encontrándose dentro de sí misma encontraría a labios la pureza de la nieve de montaña se hacía
Aquel que buscaba sin saberlo. sonrisa libre y sincera. Con ella llegaron otros. Otros
Después ella habló de Alguien que iba a llegar, de que también bebieron de aquella «agua viva». Otros
alguien que le enseñaría todo, que le daría la razón que hicieron de él fuente, manantial en su aldea.
de su vida, que le daría la vida misma que ella Otros que creyeron porque sus ojos vieron que El era
buscaba. Ella dijo de él, que cuando llegase, ella lo la Vida que buscaban.
sabría todo, todo sobre su vida, todo sobre su nueva Como un río, como un río de aguas vivas, la vida
existencia, porque él se lo comunicaría en su inti- había hecho de ella un ser nuevo, un ser en esperan-
midad. za. La Vida había hecho de ella camino con rumbo
Después él, ya descansado de la fatiga, alegre de cierto. Su vida tenía sentido. Estaba dentro de ella y
haber recorrido un nuevo camino, le dijo que aquel no lo sabía. Estaba dentro de ella y lo había olvidado.
que ella esperaba era él mismo, el que estaba hablan- Estaba dentro de ella, la Vida, el Agua viva, y al
do con ella. encontrarla olvidó, perdido en el brocal del pozo, el
Luego llegaron otros. El pozo siguió dando agua, viejo cántaro de barro.
agua que no quitaba la sed. El sol seguía cayendo «Quien tenga sed que venga a mí y beba», dice El,
abrasador. La tierra estaba seca y caliente. Ella se fue Jesús, La Vida.
en silencio. Tenía prisa por decir. Prisa por contar.
Prisa por comunicar. Ella se sentía como un río,
como un río que crece, que avanza, que corre feliz en
sus aguas. Ella, sin su cántaro de barro, había vuelto
a la aldea, ágil como una corza, libre como una
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Otras obras de Emilio L. Mazariegos

• Hombres nuevos en camino.


• Parábolas de unas alas.
• El hombre que entró en el juego.
• Jaque (tres días de convivencias cristianas con adolescentes).
• La fiesta de los amigos de Jesús (catequesis de la Primera
Comunión).

El último día, el más solemne de las fiestas,


Jesús, de pie como estaba gritó:
Quien tenga sed que se acerque a mí;
quien crea en mí, que beba.
Como dice la Escritura: «De su entraña
manarán ríos de agua viva».
Juan 7, 37-38

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