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La Geohistoria.

Pedro Cunill Grau

1) La tiranía del tamaño y de la distancia. Las dispares percepciones geohistóricas de la


accesibilidad territorial.

La geografía física de Latinoamérica expresa una inmensa vastedad territorial. El factor distancia es un
obstáculo para los asentamientos humanos: a mayor extensión latitudinal, mayor diversidad natural,
geográfica, climática y por tanto variedad de asentamientos. (Más de 12.000 km. se despliegan en la actual
proyección territorial latinoamericana entre sus extremos septentrional y meridional)
El medio geográfico americano antes del arribo de los europeos no era abordado por diversas sociedades
indígenas como una unidad. Por el contrario, se imponía la tiranía del tamaño y de la distancia, no
existiendo excepciones continentales.
Con la llegada de los peninsulares los espacios aislados, antes incomunicados, comienzan una rápida
superación de la tiranía de la distancia.

2) La superación de la imposición del vacío de los espacios marítimos. La significación


de la intercomunicabilidad oceánica.

En la prehistoria americana, por la desmesurada extensión de los espacios marítimos, se logró imponer un
marcado aislamiento geográfico en relación con otros continentes.
Durante milenios los contactos marítimos fueron en extremo dificultosos y esporádicos, imponiéndose un
prolongado y marcado aislamiento continental americano que condicionó su geografía humana hasta fines
del siglo XV y favoreció la originalidad de su biodiversidad. En contrapartida con este confinamiento, las
aisladas etnias indígenas americanas, al no desarrollar defensas inmunológicas ante gérmenes patógenos
foráneos, quedarían sumamente vulnerables frente a la acometida de epidemias y enfermedades
provenientes de otros continentes al vencerse la comunicación.
El hombre prehistórico logró crear rutas terrestres de fácil tránsito e incluso logró dominar las difíciles
condiciones marítimas. Sin embargo, ni las etnias del caribe ni tampoco otros sitios marítimos americanos
lograron producir una arquitectura naval sofisticada.

3) La especificidad geográfica física americana. Rechazos y regresiones paisajísticos


humanos ante las constricciones del medio natural.

La interpretación geohistórica de la América media y meridional se basa en la especificidad y


heterogeneidad zonal de sus macro espacios continentales y micro espacios insulares, donde montañas,
altiplanos, terrazas costeras, humedales, ríos, desiertos, bosques, selvas, sabanas, y otras expresiones
relevantes de los paisajes naturales han contribuido a hacer que la historia de América haya sido lo que ha
sido y no otra. Estas constricciones físicas han posibilitado, condicionado, de diversa manera e intensidad la
relación entre geografía e historia.

4) La imperturbabilidad geográfica humana ante los desastres naturales.

Se ha registrado en la geohistoria americana una reiterada permanencia de establecimientos humanos en


zonas asoladas con frecuentes desastres naturales. Esta imperturbabilidad se ha expresado en la continuidad
del doblamiento durante siglos en sitios altamente riesgosos donde ha habido conocimiento tradicional y

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remoto de la sucesión errática de huracanes, maremotos, penetraciones del mar, erupciones volcánicas,
sismos, aludes, sequías, inundaciones, y otras catástrofes.

5) Relatividad perceptiva del valor de los recursos naturales autóctonos.

Ha sido sumamente cambiante la percepción geohistórica de las comunidades americanas del valor de los
recursos naturales, en cuanto al aprovechamiento de los paisajes silvestres y culturales. Durante varios
milenios de la presencia humana no existió una variable consideración en cuanto a la estima económica y
cultural de los recursos naturales autóctonos, incluyéndose el empleo mágico/religioso como el utilitario de
la biodiversidad de la flora y fauna.
En la prehistoria americana se fue significando, diversos pueblos, una situación de precariedad y angustia
ante los problemas de escasez y conservación de alimentos. Ello fue percibido de manera extrema en los
paisajes carentes de recursos abundantes de flora y fauna, debiéndose hacer uso de todo tipo de recursos
naturales autóctonos para afrontar las contingencias de una naturaleza severa. Sin embargo, cuando era
factible el escoger dada la mayor disponibilidad de animales, vegetales o peces, se dejaba de lado el recurso
menos apetecible, lo que se puede evidenciar, entre muchos otros casos, en el abandono en mesoamérica de
la recolección de la setaria ante el avance del cultivo y uso del maíz.
Con la colonización se da un cambio de extracción, de cultivo y de recolección: se da un cambio en la
alimentación de la sociedad nativa. Estos cambios son orientados por las nuevas demandas de los mercados
europeos (aumento del cultivo de coca para producción de consumo europeo de cocaína; aumento de
explotación minera; aumento de obtención de goma de látex, de caucho). A partir del inicio del siglo XX
comienza una gran demanda internacional de alucinógenos que poco a poco van extendiendo sus plantíos de
droga a nuevos países. Todo lo anterior trae aparejado importantes daños ecológicos en diversos países
latinoamericanos.

6) La utopía paradisíaca de la reconstrucción de paisajes de la tonalidad perdida. La


aclimatación de la biodiversidad europea.

Con la llegada al Nuevo Mundo los europeos se vieron maravillados con los paisajes americanos y es
posible encontrar en todo relato y proyección económica una mirada que busca similitudes con el Viejo
Mundo y con sus seres mitológicos.
Se produce en América una transformación del paisaje por parte de los colonizadores haciéndola parecer a
sus regiones de origen. Hay una clara imposición y construcción urbana en América copiando la española.
Se aprovechan lugares sagrados precolombinos para erigir nuevos centros religiosos católicos.
Este encuentro de diversidades (europea y americana) trae adaptaciones biológicas de numerosas especies
de flora y fauna americanas, europeas, africanas y asiáticas.
En primera instancia fue necesario aclimatar productos básicos europeos (introducción de: la vid, el olivo,
naranjas, limones, peras, manzanas, etc.; ganado vacuno, equino).
Con el tiempo estas especies se convirtieron en un recurso básico de la vida de muchos grupos étnicos
americanos.
La adaptación de los cultivos europeos cambió la alimentación de los nativos americanos que terminaron
adaptándose a comidas no autóctonas.

Innovaciones tecnológicas y adelantamientos en las cambiantes relaciones entre el


hombre y la naturaleza americana.

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1) El vencimiento geohistórico de los obstáculos de la aridez y el desierto.

Las constricciones físicas a que da lugar la aridez han sido vencidas temporal o definitivamente por la
extensión tecnológica de múltiples sistemas de irrigación y acondicionamiento espacial.
Las amplias superficies de las tierras áridas mexicanas tuvieron escasa ocupación humana en los tiempos
prehispánicos. Se lograron pocas ventajas en los asentamientos permanentes, dadas las técnicas elementales
utilizadas por las etnias indígenas nómadas de cazadores recolectores. Ésta situación cambió radicalmente
desde mediados del siglo XVI mediante acondicionamientos espaciales de sociedades sedentarias derivados
de la introducción de la tecnología minera de origen europeo en la refinación argentífera en las minas
emplazadas en estos secos paisajes, coincidiendo a su vez con el vencimiento de la aridez y el consiguiente
establecimiento de espacios de producción agrícola y ganadera en diversos tipos de haciendas, donde se
utilizó la tecnología del manejo de plantas y animales de origen europeo.
La difícil colonización de las zonas sumamente áridas de Nuevo México, Santa Fe y de los territorios de
Sinaloa, Sonora y Arizona se afianzó posteriormente a partir de 1581 a 1675 con establecimientos de escasa
densidad demográfica esparcidos en los valles fértiles, junto con asentamientos ganaderos y mineros de oro
y plata en los interfluvios constituidos por españoles que iban a la zaga de los misioneros. Con ello se
estableció una continuidad con la tradición prehistórica de asentamientos sedentarios en estas comarcas
virtualmente desérticas, como las que aún perduran en esa época en los poblados de adobe y núcleos
importantes de la etnia de los indígenas pueblos dedicados a la agricultura en torno a corrientes
intermitentes de agua. El dominio hispánico de puntos clave del desierto y de sus márgenes transicionales
en Texas y California se afianzó con la introducción de técnicas de irrigación en el manejo agrícola de los
oasis y la difusión de las especies ganaderas mediterráneas. Desde la colonización española al presente se
han agregado nuevas tecnologías para resolver la vital cuestión del abastecimiento y repartición del agua en
el desierto de Atacama.
Durante los siglos coloniales la agricultura de los oasis de la costa peruana no alcanzó la importancia de
los tiempos preincaicos e incaicos, puesto que en lo fundamental la superficie irrigada se circunscribió a
zonas servidas por canales y acequias derivados de los ríos torrenciales que descienden desde el piedemonte
andino occidental.
Un mayor dominio geohistórico del desierto costero peruano se constató desde el siglo pasado, con la
ampliación de la superficie de los oasis con cultivos más innovadores, crecimiento fundamentado en la
convergencia de tecnologías modernas, introducción de variedades vegetales mejoradas y uso abusivo de
mano de obra importada (africana en un primer momento, asiática a partir del siglo XIX)
Desde mediados de la década de 1940, los cambios positivos en las zonas áridas peruanas y mexicanas se
han visto incrementados por avances masivos de la revolución verde en sectores irrigados,
acondicionamiento del desarrollo rural y de la habilidad planificada de grandes embalses de irrigación y
otros adelantos tecnológicos.
En el México árido, la conquista agropecuaria contemporánea del desierto, como de otras regiones del
país, se ha afianzado desde 1944 con los mejoramientos tecnológicos y científicos junto a transformaciones
espaciales ocasionadas por la revolución verde. Con la consiguiente introducción masiva de la tecnología,
nuevas asociaciones de cultivo y comercialización por parte de compañías transnacionales generaron un
gran impacto rural.
Durante todo el siglo XX se observa en la mayor parte de Latinoamérica una ganaderización del agro.
Con respecto a Perú durante el siglo XIX estructuró su economía casi íntegramente alrededor de la
explotación y exportación del guano de sus islas, al convertirse en un fertilizante utilizado mayormente en
el abono de los campos ingleses.
El desierto de Atacama y otros parajes de Perú exportaron nitrato de potasio para la producción de
explosivos durante el período colonial, más tarde, desde 1830, con el aumento de la demanda europea de
fertilizante con el fin de incrementar la producción agrícola, se experimentó un impulso decisivo a la

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minería del salitre. Se comienzan a utilizar ferrocarriles salitreros que llegan al altiplano (peruano, boliviano
y chileno) y se articulan en torno a él nuevas zonas de residencia.
El avance tecnológico producido por nuevos inversionistas aumenta las desigualdades sociales: se ve una
clase muy bien posicionada, y otra en muy malas condiciones con pésima vivienda y nefastas condiciones
de trabajo (ejemplo: mineros chilenos).

2) Implantaciones geohistóricas en las zonas tropicales húmedas por transposición


tecnológica, agrícola y minera.

El asentamiento humano en las zonas tropicales americanas ha sido arduo aunque con particulares
dificultades en paisajes hiper húmedos.
La variedad y exuberancia de la vegetación de estas zonas supera a la que se considera como existente en
otras zonas climáticas de Latinoamérica. La rapidez de reproducción de esta vegetación, mantenida por las
condiciones climáticas locales, contribuye a explicar que en la geohistoria americana se haya registrado, por
diversos factores socio-económicos y ecológicos, conquistas sumamente efímeras en estas zonas tropicales
húmedas, recuperándose al poco tiempo la densa vegetación silvestre que anteriormente invadía los
abandonados paisajes humanizados.
Los climas tropicales ayudan al contagio y expansión de enfermedades (cólera, diarrea, etc.).
Los cultivos americanos se fusionaron con los de procedencia asiática, africana u oceánica. A lo largo de
los siglos XVIII y XIX la expansión de las plantaciones se acentuó aún más, con el extraordinario aumento
del mercado mundial, sobre todo de cacao.
En Cuba, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, se perfeccionó el cultivo de tabaco y las empresas
cigarreras.
La caña de azúcar llegó a América en el segundo viaje de Colón. La producción de azúcar se inició en
1515; rápidamente se expandió a Brasil y el Caribe y consiguió su máxima extensión en plantaciones hacia
el siglo XIX.
La continua transformación geohistórica de estos paisajes tropicales americanos por los cultivos de
plantación acarreó grandes cambios ambientales. La minería fue cada vez más destructiva, las explotaciones
cada vez más agresivas al ambiente y al hombre.
Tanto en la Amazonia como en la Guayana se han logrado instalaciones de importantes complejos en
áreas productoras de hierro de alta ley con plantas siderúrgicas. En Brasil la explotación de hierro fue la
más importante pero también se desarrollo la de oro y magnesio.
La geohistoria contemporánea testimonia creciente importancia en las explotaciones de hidrocarburos en
las tierras tropicales sudamericanas interiores, debida a que en los avances tecnológicos en la exploración
han posibilitado estos hallazgos. En Bolivia se explotan desde 1924, campos de petróleo y gas; a su vez en
Colombia, Perú y Ecuador se encontraron de estos yacimientos.

3) Avance geohistórico en zonas montañosas y altiplánicas.

Los aztecas escogieron emplazar sus establecimientos en la altiplanicie central, o sea sobre una meseta
elevada de aspecto áspero, subdividida en cuencas, quebradas y muy afectada por sismos y erupciones
volcánicas.
Su tecnología se desarrolló en base a las condiciones ambientales, elaborando sistemas de irrigación
artificial.
El maíz, el frijol, la calabaza, y el chile se constituyeron, con gran número de variedades, en los recursos
vegetales básicos de la agricultura del México central, posibilitando el afianzamiento de altas densidades de
población.

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Varios otros recursos naturales proporcionaron las bases económicas sobre las que se desarrollaba la
civilización azteca. Sus espacios de extracción afianzaban el dominio de las tierras altas. En estas tierras
volcánicas tenía importancia la extracción y acondicionamiento de la obsidiana, la serpentina, el pedernal y
otras piedras. También era importante el procesamiento y metalurgia de minerales de cobre, oro, plata y
cinc.
En los Andes el avance tecnológico hidráulico fue de avanzada para la civilización inca. Hubo singular
maestría en la organización y manejo de los diversos pisos ecológicos sumamente altos, con un
aprovechamiento espacial y acondicionamientos ambientales, selección de especies vegetales,
domesticación de animales y sistemas de intercomunicabilidad.
En Perú, los indígenas aprovecharon los cambios abruptos de las condiciones geográficas en los múltiples
y variados nichos ecológicos que existen en los paisajes andinos (es un ejemplo el uso de terrazas de cultivo
con diversas alturas para la producción de tubérculos; la conservación de alimentos como el chuño y el
charqui).
Se abandonan muchas tierras de altura con la conquista.

4) Prolongaciones del poblamiento ganadero en los dominios de sabanas y pampas.

Tanto pampas como sabanas eran espacios en los cuales, antes de la llegada de los europeos, no existían
grandes mamíferos que compitieran con el uso de los pastizales ni tampoco animales depredadores de
magnitud. Por ello, no existieron grandes problemas en su formidable expansión, iniciada en los ricos
recursos forrajeros de los inmensos pastizales silvestres del continente americano, para culminar en su
adaptación a los cambios tecnológicos y económicos desencadenados en los siglos XIX y XX.
Las sabanas americanas presentaban un medio óptimo para la reproducción y multiplicación del ganado
europeo (las tierras del Río de la Plata y la pampa seca fueron ahora miradas para comenzar un proceso de
ganaderización).
A partir de 1910 se impuso un proceso de mestizaje del ganado criollo sabanero con sementales europeos,
proceso que se amplió con iniciativas privadas.

Conclusión

Jamás ha existido un espacio geohistórico americano estabilizado a largo término, en armonioso y


sostenido equilibrio entre hombre y naturaleza. En cambio, a dominado una dinámica que ha conducido
tanto a la evolución del avance paisajístico cultural, como a fases regresivas en el desenvolvimiento del
mismo.
La mutación geohistórica americana ha sido una constante, variando perspectivas y percepciones humanas
de los paisajes silvestres y de los recursos naturales.
Una particularidad común a los pueblos indígenas fue la reafirmación de la necesidad de la mudanza
geográfica para mantener el equilibrio ecológico, de donde derivaba su forma de producción, controlando el
excedente de productos alimenticios tropicales, su rotación de cultivos dada por sus periódicas migraciones,
su mantenimiento de las especies animales al regular la caza y la maestría en el manejo de los adminículos
básicos para sus modos de vida. Todo ello en el contexto de una geoprehistoria caracterizada por permutas,
canjes y trueques, que fueron dejando escasas huellas espaciales visibles, aunque ha perdurado en la
toponimia y en la tradición oral.

La tecnología siempre ha estado presente con variable intensidad y diversa suerte, en la conformación de
la geografía cultural americana. De allí se desprende que ha sido impresionante el cambio espacial, el cual

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se ha acelerado en los últimos cinco siglos en los paisajes humanizados americanos, adquiriendo una
rapidez vertiginosa desde la década de 1950. Ello ha tenido gran repercusión ambiental puesto que la
conformación de la mayoría de los paisajes culturales se ha efectuado a costa de la contracción de la
biodiversidad autóctona, descenso masivo de la cuantía de recursos minerales, deterioro de otros recursos
naturales y degradación contaminante en ciudades y campos.
La historia contemporánea muestra un proceso de artificialización del ambiente como se consta, entre
otras transformaciones espaciales en las edificaciones e infraestructuras de las grandes metrópolis y en los
extraordinarios medios de información instantánea.
El espacio geohistórico es más que un simple e inmóvil escenario físico; es, ante todo, un territorio
cambiante e interactuantes de diversos factores naturales y culturales, donde se desenvuelve la dinámica de
la sociedad en el tiempo histórico.
Sin embargo, a fines del siglo XX es altamente preocupante el desenlace geohistórico de múltiples
determinaciones voluntarias para el inmediato siglo XXI.

En lo sectores urbanos andinos sus ciudades primadas han venido perdiendo importancia en la gravitación
geopolítica de las naciones que surgieron en estas zonas. Por lo tanto, el dispar avance tecnológico continúa
acarreando para los sectores mayoritarios de la población agudos procesos de marginalización y pobreza. A
ello se suma, el deterioro ambiental desencadenado por explotaciones degradantes y las pésimas
condiciones de vida.
Crecientes capitales y tecnologías cada vez más complejas seguirán incorporándose en territorio
americano y en la economía mundial.
A pesar de lo discutible de dichas aproximaciones globales, consideramos que lo ineluctable del deterioro
paisajístico latinoamericano y caribeño alcanza sólo a espacios relativamente reducidos, mientras que aún es
posible la reconstrucción o el reciclaje con ulteriores revaloralizaciones de los paisajes deteriorados.
Estas pérdidas de las partes significativas de la calidad de los espacios latinoamericanos son
consecuencias de diversos factores neohistóricos; por ello, son necesarios cambios fundamentales en las
transformaciones del espacio, debido a que las tendencias dominantes han culminado en la década de los
’90 dañando gran parte de las posibilidades de un desarrollo sostenido y sustentable.
Más aún el proceso de globalización mundial está planteando desafíos inéditos a la geografía
latinoamericana, puesto que, en vez de consolidarse en forma homogénea sus espacios existenciales y
productivos, se están desencadenando citaciones cada vez más contrastantes en los actuales paisajes,
afianzándose asimetrías y desigualdades.

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