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¿Para qué sirve la educación?

Daniel Molina Jiménez, investigador de historia contemporánea

La Educación y la Constitución tienen en común que ambas son instrumentos que nos ayudan a
encontrar un sistema de principios que nos define y nos sustenta como ciudadanos y como sociedad.
En España, la educación está reconocida como derecho en el artículo 27 de la Constitución de 1978.
Es importante saber a qué nos referimos cuando hablamos de “derecho”, tal y como lo entendemos
cuando hablamos de los “derechos humanos”, en especial del “derecho a la educación”. Según el DRAE,
derecho es la facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro
favor. La educación es de este modo, un derecho constitucional universal, público y gratuito que han
de proporcionar los poderes públicos.
Pero educación supone a efectos de entendimiento, el instrumento fundamental para descubrir un
significado de la existencia personal. Efectivamente, en tiempos de crisis y fuerte incertidumbre,
muchas personas se preguntan sobre el sentido de su existencia y su modo de estar en el mundo, esto
es, sobre lo que ellos aportan con su esfuerzo a los demás. Así, es frecuente reflexionar sobre
cuestiones que remiten al lugar y la función que podemos tener en la sociedad. ¿Me siento útil ante
los demás? ¿Qué es lo que puedo aportar? ¿Cómo debo mostrarme creativo o socializador?
La educación es una forma de expresar nuestra personalidad ante los demás, en el estudio, el trabajo,
en las relaciones humanas, por ejemplo, que se manifiesta como disposición natural a realizar ciertas
actividades y a preferir determinados ambientes y contextos de actividad y adoptar una actitud
comprometida ante la sociedad en la que se vive. El hombre no es un ente aislado, sino que está
condicionado por su circunstancia. Por lo tanto, el medio en que vive es necesariamente una condición
importante a tener en cuenta. La educación nos ayuda a encontrar nuestro sistema de principios,
nuestra vocación ante el trabajo y ante los demás. Como consecuencia, para elegir adecuadamente
una carrera u profesión, pero también para formarse como persona y tener un sistema sólido de ideas
ante las complejidades en nuestro tiempo de ahora, se hace necesario responsabilizarse ante la propia
existencia y ante la sociedad, y eso solo lo puede conseguir la educación consciente del espíritu.
Es común pensar que existen profesiones que para ejercerlas requieren un talento particular con el
que se nace, de igual modo, encontramos comportamientos tolerantes, solidarios y desinteresados que
son el resultado de una reflexión madura de la existencia individual y colectiva. Sin embargo, aquello
que parece innato responde en realidad al capital cultural que el individuo posee y que le permite
destacarse en la actividad que realiza y en el modo de mostrarse ante los demás.
No se nace, se hace. La educación como categoría moderna expresa una certeza que en la vida
subjetiva puede descubrirse como hallazgo o por el contrario, se forja a través de un proceso de
construcción más o menos racional a lo largo de la vida, pero sin duda, encuentra su momento
determinante en nuestra adolescencia y después, en la madurez. El trabajo que hagamos en esos años,
las respuestas que encontremos ante los problemas, condicionarán, en buena medida, el resto de
nuestra existencia.
Desde autores como Castoriadis, Marx, Weber, Piaget o Foucault, la educación supone la posibilidad
de buscar, de explorar, de crear. La educación más que una revelación o construcción de algo seguro
categórico será siempre una búsqueda. En resumen: Se trata de un proceso abierto que nos prepara
ante el desafío de la realidad que nos permite comprender sus claves, que nos sirve para pensar, sentir
o manifestar algo que se va construyendo-transformando a lo largo de la vida como una forja intelectual
que se mantiene, pero también cambia. Pero sobre todo atiende a una cuestión más amplia que
podemos englobar bajo la denominación proyecto de vida.
De este modo, la educación es una virtud - virtus en latín o areté en griego— en su sentido original:
como “…cualidad excelente…”, como “…disposición habitual a obrar bien en sentido moral…”-; porque
moldea nuestro espíritu, nos define ante los demás y nos ayuda a percibir nuestras propiedades. Tener
un buen bagaje intelectual, nos permite aprender a saber razonar sin precipitación y considerando bien
los hechos y las circunstancias. En este sentido, pensar consiste en que la persona sea capaz de crear
ideas, relacionar y jerarquizar hechos, entender su fisonomía, construir sus etiologías, integrar
contextos, etc.
Potencial que no queda como una condición innata, como la razón seminal que ilumina al pensamiento
o como un a priori contenido en una razón pura; sino más bien, como la posibilidad que tenemos a
través de la educación de denotar lo que el hombre tiene a través de la lectura. En este sentido, la
formación en objetivos y competencias a través de una serie de contenidos, es un proceso que no
puede ser reducido al simple acto de acumulación de saberes o al uso de ciertas herramientas como el
ordenador o el procesamiento de datos, que en nada transforma la realidad interna del sujeto; sino
que tenemos que entender el estudio como una herramienta educadora y crítica que se piensa y realiza
en el sentido original de la palabra, en el del verbo en latín educere, que implica el acto de educción,
de educir, estudiar para extraer conocimiento substancial y significativo.

ACTIVIDAD
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TESIS

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