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TRICHODERMA SP H5 Y H20

Para el control biológico de patógenos en cultivos de importancia económica ha


despertado especial interés debido a sus potencialidades y a la gravedad de los impactos
ecológicos causados por la constante y creciente aplicación de agroquímicos en los
agros ecosistemas. (Acebo et al., 2012; Suárez y Alba, 2013)

Los hongos antagonistas del género Trichoderma tienen la capacidad de actuar contra
una amplia variedad de patógenos del suelo y del follaje.

Trichoderma spp. Puede parasitar las hifas del patógeno a través de enrollamientos,
ganchos y cuerpos de tipo apresorios, que penetran la pared celular por la acción
hidrolítica de las enzimas quitinasas, glucanasas y celulosas. El efecto de antibiosis se
debe a la producción de metabolitos secundarios, los cuales pueden ser volátiles o
difusibles, pero que en cualquiera de los casos, sin entrar en contacto físico con el
patógeno pueden inhibir o restringir su crecimiento.

Algunas cepas de Trichoderma producen trichodermina, dermadina, suzukacilina,


viridina, alameticina, richotoxina, metabolitos que son responsables del mecanismo
antagónico (Vinale et al., 2006).

Es posible que el potencial enzimático de Trichoderma para detener el proceso


infeccioso de los patógenos sea mucho mayor, pues este controlador biológico secreta
más de 70 metabolitos, entre ellos: sustancias estimuladoras del crecimiento y
desarrollo de las plantas.

Las cepas de Trichoderma pueden activar un mecanismo nativo de defensa en las


plantas contra diferentes plagas, conocido como Resistencia Sistémica Inducida.

Aún no se esclarecen y amplían los conocimientos acerca de Trichoderma como


inductor de resistencia, pero es indiscutible su función en la defensa de las plantas.

Los principales mecanismos involucrados en el control biológico de fitopatógenos con


el uso de bacterias antagonistas como Bacillus sp., son la competencia por nutrientes,
minerales y espacio; la síntesis de metabolitos, tales como sideróroros, antibióticos,
toxinas y biosurfactantes, y la inducción de resistencia sistémica en la planta.
BACILLUS SP.B3
El género Bacillus sp. Incluye especies responsables del control biológico de
enfermedades y plagas que atacan a los cultivos. Actualmente los estudios que se llevan
a cabo con estas bacterias se han centrado en la capacidad de algunos de sus
representantes de actuar como bacterias bioprotectoras y promotoras del crecimiento
vegetal.

Estas bacterias han demostrado tener una amplia distribución en todas las regiones
geográficas del planeta, alcanzando alrededor del 24% del total de bacterias aisladas en
el suelo (1). Entre las ventajas que les proporciona a las plantas la presencia de Bacillus
sp. En su hábitat se destacan el control biológico de microorganismos fitopatógenos, la
participación en la nutrición mineral y la fijación biológica de nitrógeno. Numerosas
especies de este género se han reportado como productoras de sustancias con actividad
funguicida y bactericida, entre las que figuran la subtilisina y la iturina (2,3). Dentro de
las especies fitopatógenas cuyo crecimiento es capaz de inhibir Bacillus sp. Y en
especial las especies B. subtilis, B. cereus.

Su presencia predominante en el suelo, en el cual se encuentra en interacción con las


plantas, les ha permitido desarrollar capacidades para la mineralización de componentes
nutricionales entre los que predominan el nitrógeno, fósforo, hierro y potasio,
procedentes de fuentes orgánicas e inorgánicas, transformándolos a formas asimilables
por las plantas. Algunas especies son capaces de mineralizar el nitrógeno presente en la
urea, compuesto presente en el suelo, donde se aplica como fertilizante, pero que se
pierde por filtración y lixiviación de manera muy rápida siendo desaprovechada por los
cultivos.
Los principales mecanismos involucrados en el control biológico de fItopatógenos con
el uso de bacterias antagonistas como Bacillussp., son la competencia por nutrientes,
minerales y espacio; la síntesis de metabolitos, tales como sideróroros, antibióticos,
Toxinas y biosurfactantes, y la inducción de resistencia sistémica en la planta
(Melnicketal., 2011; Singhetal., 2011; Aceboet al., 2012).

Estos mecanismos son potenciados por alta motilidad del microorganismo y su


capacidad de formar biopelículas (Aceboet al., 2012).

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