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Por Humberto Quiroga Lavie
BASES DE LA EFICIENCIA EN LA GESTION JUDICIAL
Debemos asumir que la eficiencia en la gestión del el servicio de Justicia depende
del dominio de las relaciones humanas por parte de todos los operadores del tribunal, no
solamente por parte del juez, sino también, y fundamentalmente, por parte de los
funcionarios y empleados que cotidianamente se encuentran en contacto con abogados y
partes. La relación humana genera una expectativa de asistencia o abandono, de interés o
indiferencia, y ello constituye la grama misma del consenso o del disenso que genera el
servicio. En nuestro país las expectativas sobre el desempeño de la Justicia son negativas, las
encuestas lo dicen a diario: hay que cambiar la relación de trato, condición fundamental para
lograr consenso, también, en la aceptación del resultado final que tienen los juicios.
Esa artesanía de vida que es el trabajo, debe estar sometida a reglas de
previsión, de seguimientos de procesos, pero también debe estar sujeta a una capacidad de
respuesta que proviene de la creatividad del funcionario ante lo nuevo: y lo nuevo es de todos
los días, pues la gente cambia cotidianamente, y es diferente. Debemos aprender a ser
flexibles en nuestras relaciones con la gente, y eso no depende de reglas, sino de nuestra
calidad específica como hombres y como funcionarios judiciales. No todos los abogados o
partes merecer n la misma respuesta en el trato diario, depende de mil aspectos, la diferencia
hace al trato igualitario, pues de lo contrario negamos que las circunstancias puedan ser
diferentes: negativa absolutamente alejada de la realidad. Quien no se haga cargo de la
circunstancia, ser un inflexible, y quien lo sea no se adaptar a la realidad, clave para entender
el disgusto que genera a diario aquello que denominamos burocracia.
Es por ello que el servicio de justicia debe prestarse en forma personalizada,
porque ese es el acuerdo implícito que están esperando los usuarios del servicio; que el
servicio se cumpla de acuerdo a reglas usuales, pero también con cintura creativa frente a lo
nuevo; que el servicio se satisfaga en forma completa e integral, no a parches, por sectores,
por etapas, para salir del paso; que los plazos no cuenten, que el trato resulte gobernado por
la indiferencia, que no haya sonrisas y tolerancia en la dura realidad que a todos nos toca
sobrellevar. También los abogados tendrán que hacer cursos para mejorar la gestión judicial,
pues ellos prestan el servicio, como si fueran jueces, o como si fueran funcionarios cuando
concurren a los tribunales.
Debemos asumir que el servicio de Justicia no es un fenómeno
inconmensurable, intangible, inverificable, que se nos va de las manos, lleno de misterio; por
el contrario, es observable y verificable, porque está a la luz del día, lo sufrimos o gozamos,
generalmente lo soportamos, de forma tal que podemos identificarlo y medirlo. Animémosnos
a hacer encuestas en tal sentido y tendremos una idea m s concreta de lo que estamos
diciendo. No es difícil identificar un tribunal con mala calidad en la atención del servicio. No
digamos que esa es la razón por la cual los tribunales no quieren adherir a la experiencia, pues
entonces el diagnóstico estar concluido: nunca mejoraremos la eficiencia de la gestión judicial.
El trabajo judicial no puede estar sometido a la improvisación, al mero esfuerzo
personal o a una dedicación horaria exagerada: debemos, en cambio instalar a técnicas de
gestión apoyadas en métodos sistémicos, que permitan mensurar los resultados de la
actividad. Se debe conocer con precisión el pensamiento de los abogados, atender sus puntos
de vistas vinculados al trato recibido, escuchar sus propuestas. Los trámites deben ser sencillos
y fiables, los retrasos se deben ir suprimiendo en la medida de lo posible, los tiempos de
espera deben estar referidos a situaciones objetivas, siempre hay que medir el tiempo global
que lleva la conclusión de cada trámite y de cada etapa del juicio. Un punto central es que el
tribunal tenga capacidad para dar respuesta a situaciones imprevistas.
Es por ello que la gestión judicial debe contar, en forma permanente, con
estadísticas sobre su desempeño: conocer cual es el porcentaje de quejas por retrasos en cada
trámite, cual el de los abogados satisfechos e insatisfechos, saber si prevalece la lentitud o la
rapidez, la premura improvisada o la prudencia ponderada. Nunca se puede actuar ignorando
que se han cometido errores o reiteraciones de trámites innecesarios. Tener presente siempre
que eficiencia es el cumplimiento de las especificaciones (Crosby), es decir que cada
funcionario debe saber muy bien qué‚, cómo y cuando tiene que realizar su trabajo, para
hacerlo predecible para si mismo y para los demás, por lo tanto controlable. Con que un sólo
integrante del grupo de trabajo se equivoque el resultado de la gestión puede resultar
insatisfactorio.
El tribunal que aplique un sistema a la búsqueda de luchar contra la burocracia,
no puede conformarse con haber logrado una performance de buena eficacia un momento
dado, por el contrario no es completo dicho sistema sino lleva incluida la mejora permanente.
Una vez recogidos los resultados obtenidos, la información analizada debe servir para
introducir cambios dirigidos a mejorar la gestión, así como a definir nuevos objetivos del
tribunal, ajustando los existentes: estamos cumpliendo con el famoso "bucle de calidad"
postulado por Edward Demming.
Las necesidades de las partes y de sus abogados están en relación directa
con la complejidad de cada juicio o de cada trámite. Un sistema de gestión judicial eficiente
nos debe indicar los puntos clave a ser tenidos en cuenta para lograr que el tribunal funcione
correctamente, pero sus especificaciones no son constrictivas, sino una suerte de
recomendaciones para realizar con eficacia y bajo control los procesos en curso. Las reglas que
elabora el grupo de trabajo, se codifican en instructivos, previa elaboración de un manual de
gestión que fije las responsabilidades de cada funcionario y las etapas de cada proceso, así
como los documentos que deben elaborarse y los archivos que los deben almacenar. El
sistema documental se debe realizar a partir de una estructura jerárquica: en un primer nivel
se organizan los documentos base que indican el campo de acción del tribunal y sus objetivos,
de ese modo se forma el denominado “Manual de Gestión"; en un segundo nivel se establecen
los procedimientos generales que describen los métodos de trabajo del tribunal: en este nivel
se deben indicar los objetivos del grupo de trabajo, el alcance o ámbito de aplicación, las
responsabilidades de cada sector del tribunal, las definiciones de los conceptos utilizados, el
orden cronológico de las actividades, las referencias documentales o normativas a ser
utilizadas, los anexos donde se indiquen los diagramas de flujo que conforman cada actividad y
los registros que utilizar el tribunal para ejecutar los procedimientos. Finalmente en el tercer
nivel documental deben incluirse, en forma analítica los procedimientos específicos de trabajo
y las instrucciones complementarias para llevarlos a cabo
El funcionamiento del sistema de gestión judicial debe ser conocido a la perfección por
cada funcionario del tribunal: no se llega a ser eficiente a partir del desconocimiento integral
de la gestión y del sistema que lo gobierna. La falta de información en tal sentido conducir a
un elevado número de errores y a una gran confusión en el grupo de trabajo
COMO SE DEBEN REDACTAR EL MANUAL DE GESTION JUDICIAL Y LOS PROCEDIMIENTOS.
Cada funcionario judicial debe saber qué, cómo y cuando debe realizar su trabajo,
de forma tal de hacer predecible su trabajo, a los efectos de poderlo controlar. Si un músico se
equivoca en una orquesta, es obvio que se equivoca toda la orquesta. Si no hay sincronía no
habrá gestión judicial eficiente. El manual de gestión debe indicar las especificaciones o
estándares de trabajo que deben ser cumplidos para lograr los objetivos buscados.
Nos enseña Eugenio de Ors que "entre dos explicaciones debemos elegir la más
clara, entre dos formas, la más elemental y entre dos expresiones, la más breve". Se trata de
un buen concejo a ser seguido en la redacción del manual de gestión judicial por parte del
grupo de trabajo, cosa que se hará con el apoyo de los capacitadores. No debemos
documentar las actividades banales, sino sólo aquellas que pueden tener influencia directa o
indirecta en la gestión. Si queremos configurar al grupo de trabajo judicial como una familia, y
ello es encomiable, lo deseable es que todos participen en la elaboración del manual: de ese
modo se fortifica la sensación de pertenencia, se incrementa el reconocimiento mutuo y
aumentan las gratificaciones individuales, de ese modo no habrá brazos caídos en la gestión
del tribunal.
Una vez elaborado el primer borrador del manual, ‚ él se debe someter a una
fase de lanzamiento, previa consulta con todo el personal involucrado, a efectos de recibir
sugerencias de modificación. Deber existir un responsable de la aprobación formal del
documento, el juez, el secretario o el pro‐secretario, según fuere el nivel del manual que se
aprueba. Las revisiones pueden ser solicitadas por cualquier funcionario.
Será muy importante identificar y gestionar los diferentes procesos que se
encuentren interrelacionados. Los documentos indicados en el manual deben reflejar con
claridad la forma de trabajar. La ejecución de los procedimientos también debe estar
especificada en el manual: nunca el diseño es lo mismo que su ejecución. Recomendamos lo
siguiente:
a) identificar con claridad los procedimientos necesarios para que la gestión en
el tribunal sea de eficiente;
b) establecer la secuencia de esos procedimientos y su interacción;
c) determinar los métodos y criterios para asegurar que los procedimientos sean
efectivos, así como el modo de controlarlos;
d) asegurar que siempre está‚ disponible la información necesaria para lograr
apoyar el funcionamiento de los procedimientos, así como su seguimiento;
e) medir la realización de los procedimientos e implantar las acciones necesarias
para lograr que se cumplan los resultados planificados, así como la mejora continua de los
mismos;
f) indicar los documentos necesarios para que el tribunal pueda funcionar
adecuadamente de acuerdo al modelo de gestión programado: no puede obviarse el plan, la
ejecución el control del mismo;
g) establecer con claridad la política de la gestión judicial y sus objetivos;
h) indicar el tamaño y tipo de tribunal, su complejidad e interacción de
procedimientos, así como su competencia jurisdiccional y administrativa.
En el manual se debe establecer cuales son los documentos que debe llevar el
tribunal, cuales aquellos necesario para comprobar la idoneidad de la gestión, antes de su
puesta en funcionamiento. Los documentos se deben revisar y actualizar todas las veces que
fuera ello necesario. Se debe poder indicar el estado de revisión en cualquier momento. Se
debe establecer dónde están disponibles cada documento. Ellos deben ser fácilmente
identificables, legibles y accesibles. Se debe evitar el uso no intencionado de los documentos
que están obsoletos: estos deberán estar suficientemente identificados en el caso de no haber
sido destruidos.
En el manual se deben indicar los registros que cuenta el tribunal para asegurar
una gestión eficiente. Los registros son los documentos que indican el resultado obtenido o
pone en evidencia el nivel de gestión que al respecto se ha obtenido. Los registros pueden
encontrarse en soporte informático o en papel. La organización de los registros debe estar
procedimentada: ellos deben estar identificados, ser legibles, asegurado el almacenamiento de
datos respectivo, protegidos, se debe poder recuperar la información fácilmente, debe estar
indicado el tiempo de retención de la información.
Es absolutamente necesario conocer las necesidades y expectativas de los
litigantes y sus abogados, a los efectos de convertirlas en requisitos y objetivos de la gestión
del tribunal. Para eso las encuestas y consultas deben estar procedimentadas en el manual.
La designación del personal debe también estar a tono con la gestión eficiente
del tribunal. Para ello se deben dar cursos de capacitación a los aspirantes a concursar, por
supuesto, en el caso de los meritorios ellos deber n estar incluidos en la capacitación. La
capacitación, tanto de aspirantes como de todo el personal debe ser permanente. Previa a la
capacitación dada en forma orgánica, debe haber procesos de sensibilización o difusión sobre
la gestión judicial y sus beneficios.
En el caso de la infraestructura de funcionamiento del tribunal, el manual
deber definir cuales son las necesidades a cubrir en términos de funcionamiento óptimo, a
tenor de los objetivos previstos, con cálculo de costo, de seguridad de funcionamiento, de
protección de lo existente y por existir, así como la cobertura de un mantenimiento para
asegurar que las instalaciones cumplan con las necesidades y objetivos previstos. Los factores
físicos deben ser mensurados: calor, ruido, iluminación, higiene, humedad, limpieza,
contaminación ambiental, como casos más importantes. También se debe considerar la
evaluación de los riesgos laborales. Si el tribunal debe realizar compras las mismas deben
realizarse de acuerdo con los procedimientos de selección, evaluación y control que en tal
sentido se encontraran vigentes.
El manual debe contener también los procedimientos de revisión, en ellos se
deben tomar en cuenta el resultado de las auditorias que se realicen en el tribunal, los
informes sobre los requerimientos de los litigantes o abogados, a modo de retroalimentación,
el análisis del cumplimiento de los procedimientos previstos y su conformidad en términos de
ejecución, el estado de las acciones correctivas implementadas, el seguimiento de las
anteriores revisiones que se hubieran efectuado, así como los cambios que hubieran afectado
al sistema de gestión de calidad implementado. En el caso de los cambios se deben identificar
los efectos que ellos han producido, lo cual debe ser verificado, validado y aprobado antes de
autorizar su continuidad y/o implantación.
Como colofón tenemos que decir que el manual debe tener en cuenta que hay
tres ejes fundamentales donde descansa el funcionamiento del sistema: la formación del
personal, su motivación y la comunicación con el entorno del tribunal, esto último en términos
de litigantes abogados u oficinas centrales de apoyo, así como también con la burocracia
pública y privada que se encuentra en necesaria relación con el funcionamiento del tribunal.
EL CONTROL DE LAS NO CONFORMIDADES
Las no conformidades sobre el funcionamiento del sistema de gestión
judicial deben ser puntualizadas en cada instancia de control o auditoria que se realice. Se
debe lograr que los servicios o ejecución de procedimientos no conformes sean apartados de
la gestión, valorados en tal sentido y controlados para evitar su reiteración. A tal efecto se
debe establecer un procedimiento documentado donde se definan dichas actividades no
conformables. Se debe indicar un procedimiento de rectificación, el cual debe ser comunicado
a todo el personal del tribunal, así como a los litigantes, abogados y terceros involucrados en el
funcionamiento del sistema, salvo que se tratare de una cuestión sometida a reserva.
Que un tribunal funcione en situación de convivencia con procedimientos
incorrectos, no sometidos a control de conformidad, genera, necesariamente, una situación de
déficit en la búsqueda de optimizar la gestión judicial. Para evitarlo se debe establecer un
procedimiento de identificación de no conformidades, incluyendo las reclamaciones de
litigantes, abogados o terceros, se debe determinar las causas de las no conformidades, que
tipos de procedimientos o acciones se deben disponer para evitar su reiteración, las acciones
correctivas que correspondan, el registro del resultado de la acción correctiva adoptada, así
como también la revisión de la acción correctiva.
Si no se quiere incurrir en acciones o ejecución de procedimientos que impliquen
no conformidades, un camino óptimo es programar la realización de acciones preventivas,
frente al caso de riesgo de producirse una no conformidad. A tal fin se debe actuar sobre las
causas de las no conformidades potenciales para evitar que ellas se produzcan. Se debe
documentar este tipo de procedimientos, así como los resultados que se obtengan.
LA FORMACION DEL GRUPO DE GESTION JUDICIAL
El punto de partida para instalar el sistema de gestión judicial eficiente en un
tribunal de justicia es que su cabeza, es decir, el o los magistrados que lo componen se
encuentren compenetrados y convencidos de su utilidad. Si ello no ocurre no habrá gestión
eficiente en la oficina judicial. La segunda conveniencia es que se encuentre todo el personal
que integra el tribunal involucrado en el programa: la clave es que no puede haber actividades
compulsivas involucradas con la gestión eficiente judicial. Es por ello que, si hubiera algún
funcionario disconforme es preferible no involucrarlo en el programa, lo cual no significa no
implantarlo, sino establecerlo con aquellos que se encuentren motivados a hacerlo. Los
beneficios de cercanía, por la ejemplaridad del sistema, deber determinar la conducta de los
remisos o resistentes.
Al grupo de trabajo interno se debe integrar a los destinatarios de la gestión
judicial, es decir a los litigantes, en la medida de lo posible, a los abogados, y a los integrantes
de oficinas de apoyo, públicas o privadas. Escuchar a todos en audiencias públicas, o a través
de otros conductos, ser siempre muy provechoso. Las reformas no deben ser ideales, rayanas
en utopías, sino respuestas a problemas concretos, planteados por la cotidianidad.
Pero la formación de un grupo de trabajo dirigido a instalar gestión eficiente
en un tribunal de justicia, no es una cuestión que se produzca por generación espontánea, sin
darle al personal la formación y preparación necesaria. Las reuniones o talleres de formación
deben funcionar a partir de técnicas apropiadas, con dinámica de grupo que motiven a los
participantes, capacitando para la negociación y la resolución de problemas, para el logro de
los objetivos y la mejora continua: se trata de una capacitación para la reingeniería humana,
donde el desarrollo de la inteligencia emocional juega un papel trascendente. Lo dicho supone
que no puede haber un mal clima laboral entre el personal, tanto en lo técnico como en lo
relativo a las relaciones humanas. Entre las cuestiones que no se deben desatender es lo
relativa a la suplencia de los posibles ausentes, tampoco lo relativo a la incorporación de
nuevo personal: en ambos casos las substituciones no deben ser sentidas en el funcionamiento
del grupo de trabajo.
Para abordar con eficiencia y propiedad lo relativo a la reingeniería humana la
gestión judicial debe contar con el apoyo de psicólogos sociales experimentados, ellos más los
especialistas en gestión, por lo general ingenieros especializados en tal sentido,
particularmente los matemáticos estadísticos, configuran un sistema gestión judicial
interdisciplinaria que se integra con el saber tradicional de los juristas, no en su menosprecio,
sino para potenciar al máximo el quehacer de la Justicia. Se tratar de buscar el diseño
personalizado para cada integrantes del tribunal, así como apropiado a las modalidades de
cada grupo de trabajo. En esto no puede haber improvisación, se trata de un sistema
metodológicamente desarrollado para lograr los objetivos que el tribunal se ha propuesto.
Nadie ha nacido sabiendo. La reingeniería humana busca producir
transformaciones profundas en los procedimientos tradicionales de la actividad administrativa
tradicional, logrando procesos de interacción humana que hagan posible el programa de
gestión judicial propuesto. La formación escolar tradicional se ha desentendido del trabajo en
función de objetivos de eficiencia: y no lo habrá nunca, por más que exista una gran
dedicación temporal y un gran esfuerzo personal para conseguirlo. No se trata de bajar gastos
superfluos, aunque ello pueda resultar importante, se trata de mejorar el servicio para lograr,
con el consenso que ello genera por parte de los inversores del extranjero, difundir la idea de
que la Argentina, en el piélago de ineficiencia que la ha caracterizado siempre, ha comenzado
a cambiar en un lugar sensitivo del sistema social: el servicio de Justicia.
¨¿Queremos empezar? Escuchemos a los litigantes y a sus abogados
involucrados en el tribunal que busca mejorar su gestión de calidad, tendremos a la vista las
miles de peripecias que ellos sufren por el mal servicio que se les brinda: si escuchamos bien
esta voz y le damos respuesta habremos comenzado a implantar en nuestro tribunal el sistema
de gestión judicial al cual aspiramos.
LA AUDITORIA DEL SISTEMA DE GESTION JUDICIAL
Sin control no hay sistema en funcionamiento. El control del programa de
gestión en un tribunal de justicia, obliga a instalar una auditoria interna, como seguimiento
cotidiano de lo que se esta haciendo, y una auditoria externa para objetivar el control y evitar
la subjetividad propia de los protagonistas. Para ejercer control es preciso una recorría
sistemática de la información proveída por los procesos previstos por el programa de gestión
que se está desarrollando; se controlan los procedimientos, el ejercicio del liderazgo, la gestión
global y la satisfacción de los usuarios del servicio, también el clima organizacional, los
recursos disponibles, el nivel de realización, es decir la performance del tribunal.
Después de la recogida de los datos es preciso analizarlos, cuantificarlos,
elaborar estadísticas con ellos, compararlos, con el objeto de obtener un panorama claro a fin
de adoptar decisiones, tanto de transformación como de mantenimiento. En esa tarea deben
intervenir todos los integrantes del grupo, en la medida de su rol dentro del tribunal. Las
transformaciones o cambios de procedimientos es conveniente realizarlas a partir de pruebas
piloto, en paralelo con el procedimiento usual, pero si hay consenso suficiente es posible
introducir el cambio en todo el sistema, en forma radical: depender del costo que se advierta
con mantener el procedimiento en uso como consecuencia de la dimensión del error o falla
que se haya advertido; también ello depende del consenso que despierte el cambio en los
usuarios o que haya sido solicitado con insistencia por ellos.
Suele ocurrir que existan en el sistema judicial o en sus procedimientos
problemas crónicos de vieja data, de difícil solución. Por lo general la solución de ‚este tipo de
problemas no se aborda nunca, por la complejidad que genera su resolución. El resultado es
que los tribunales aprenden a convivir con este tipo de problemas: incluso ocurre que hasta se
llega a negar su existencia como problema. Para salir de la inanición y del estado de negación a
que nos hemos referido hay que formar en cada tribunal un modelo de gestión judicial, que
deber afrontar el problema utilizando herramientas apropiadas, estamos pensando en las
siete propuestas básicas de Ishikawa, apuntando a: definir el problema, indicar los errores m s
importantes en los procedimientos, establecer sus causas, marcar las solucionas para cada
caso, definir los resultados previstos y establecer cómo controlar sus efectos.
En síntesis los objetivos de las auditorias ser n: verificar el grado de adecuación
del sistema de calidad existente en el tribunal a la norma que regula cada procedimiento,
comprobar que el comportamiento de todos los funcionarios concuerdan, y en que‚ grado, con
lo documentado por el tribunal, medir el nivel de eficacia de los procedimientos en relación
con los objetivos del tribunal, buscar la mejor continua a tenor de los cambios que se han
propuesto, así como de las acciones correctivas y preventivas propuestas, evaluar la capacidad
de los litigantes, sus abogados o terceros involucrados, para colaborar con el programa de
gestión judicial.
En todos los casos se deben evitar actitudes agresivas y discusiones impropias
en el grupo de trabajo judicial; tampoco se deber n extraer conclusiones precipitadas a la hora
de evaluar la marcha del programa de gestión de calidad; sólo se debe considerar hechos o
episodios constatables, no hipótesis no comprobadas; nunca se debe personalizar las críticas:
siempre hay que imputar los errores a deficiencias grupales, si falla un funcionario falla el
grupo.
OBSERVACION FINAL
Quienes piensen que el programa de gestión para el funcionamiento
administrativo de un tribunal judicial es un desafío complicado y engorroso, a tenor de los
lineamientos sentados en la presente introducción, deben saber que la propuesta tiene
equivalentes dificultades que un régimen para adelgazar. Sabemos que no es fácil, pero si no lo
asumimos no adelgazaremos nunca. Eso si cuando empezamos a comprobar que bajamos de
peso el nivel de felicidad y de gratificación es muy fuerte, hemos vencido la inercia y la rutina
que nos niega como hombres libres y capaces de transformación: estamos pensando en el
"hombre mediocre" de José Ingenieros y sabemos que el gran pensador argentino avala lo que
estamos diciendo.
El programa de gestión judicial no se compra en un supermercado, se asume
como realización artesanal por cada grupo de trabajo judicial, así como del protagonismo de
cada funcionario, con el ineludible liderazgo del o los magistrados que conducen la gestión.
El Manual de Gestión y los instructivos de la gestión elaborados por Tribunales
u Oficinas que han certificado , no es un producto a ser copiado por los tribunales u oficinas
que acepten la propuesta. Cada manual debe ser construido o elaborado por cada grupo de
trabajo, pues en eso radica la auto‐organización que propone el modelo de gestión de gestión
judicial. Las copias desnaturalizan el modelo.
LA GESTION DE CALIDAD EDUCATIVA EN EL PENSAMIENTO DE PAULO FREIRE
Haremos un estudio de la obra de Paulo Freire, que continua en un todo su
clásico aporte al saber pedagógico, nos referimos a la “Educación como práctica de la libertad”
y a “La Pedagogía del oprimido”, pero, en éste caso, revisando sus últimos libros "El grito
manso" (Siglo XXI, 2003) y "Pedagogía de la autonomía, Siglo XXI, l997). La idea es intentar
integrar el pensamiento del ilustre pedagogo con las propuestas organizacionales planteadas
en términos de gestión de calidad. Con miras a enriquecer la técnica de gestión de calidad,
sobre todo cuando esa‚ dirigida a ser aplicada al aprendizaje. Planteamos en el primer estudio
de la presente serie de notas, que el desafío es marchar del "humanismo integral", de acuerdo
al paradigma de Jaques Maritain, hacia la "democracia integral" enfatizada por Mario Bunge.
La profunda visión ‚tica de Paulo Freire puede convertirse en un valioso aporte en tal sentido.
El pensamiento freireano es profundamente ‚tico y humanista por que se trata de
"la inclusión del ser humano, de su inserción en un permanente movimiento de búsqueda"
(conf. Pedagogía de la autonomía, pag. l5). Esto implica la búsqueda de la desburocratización,
porque el hombre burocratizado no busca nada: y esto es un eje central de la organización del
trabajo, también de la educación, de gestión de calidad. Porque según Freire la formación
educativa "es mucho más que adiestrar" en prácticas laborales, sino se trata de instalar la
curiosidad en los hombres, para hacerlos creativos. Para nosotros el método de gestión de
calidad no implica adiestramiento, sino formación de trabajadores creativos, que puedan auto‐
organizarse y no rutinizarse. Se infiere del pensamiento de Freire que aquellos que no tienen
trabajo, es decir los excluidos, son o mansos corderos o seres violentos. Se pronuncia en
contra de toda acción terrorista, pues de ellas resulta la muerte de seres inocentes. Es que el
terrorismo niega lo que Freire ha llamado "ética universal del ser humano". La ética de la cual
él habla "no es la ética menor, restrictiva del mercado, que se inclina obediente a los intereses
del lucro (vid. pags. l6 y l7 op. cit.). Es que interpretamos que para Freire la educación no
puede acomodarse a la ética del mercado, que es el puro lucro, sino a la ética del ser humano:
sin embargo observamos que el mercado no solamente está formado por comerciantes, es
decir vendedores, sino también por una sociedad compradora, no otro que el pueblo que tiene
que satisfacer necesidades vitales adquiriendo bienes y servicios por los cuales tiene que
pagar, lo justo, así como por bienes o servicios de calidad, no contaminados, que terminen
perjudicando su salud o su calidad de vida. De eso se ocupa la gestión de calidad en la
organización del trabajo, también de eso debe ocuparse la educación en términos de
formación una ética que busque ese resultado.
Otra idea fuerza en Freire es aquella según la cual los hombres no somos "el puro
producto de la determinación genética o cultural o de clase" (vid. pag 20 op. cit), porque de ser
así nos convertimos en seres irresponsables de lo que hacemos, porque somos meros objetos
determinados y no sujetos, en consecuencia "si carezco de responsabilidad no puedo hablar de
ética". Sostiene que "somos seres condicionados pero no determinados". El anti‐
determinismo de Freire lo ubica, claramente, en una posición netamente liberal, a favor de la
"educación como práctica de la libertad", no de la determinación de la historia. "El futuro es
problemático, no inexorable". En cambio, para el neoliberalismo el futuro está determinado
por la inexorabilidad de los mercados globalizados: la falta de trabajo, la exclusión laboral
generada por el desarrollo tecnológico, no puede ser contenido ni modificado por la libertad
creativa del ingenio humano; hay que cruzarse de brazos porque es el destino trágico del
hombre quien está operando.
Hay tres ejes en la "pedagogía de la autonomía" de Paulo Freire, ejes que
pasamos a desarrollar.
El primer eje o idea fuerza es que "no hay docencia sin díscencia": docentes son
los que enseñan, discentes quienes aprenden. Hay una dialéctica en la pedagogía autonómica
de Freire, según la cual, sin práctica la teoría es pura palabrería, y la práctica sin teoría, puro
activismo (vid. pag. 24, op. cit.). En el mismo sentido la gestión de calidad educativa resulta
dialéctica, porque parte del pensamiento sistémico, en tanto éste instala el principio de la
causalidad circular a partir de relaciones de retroalimentación. Hacer de la teoría un
pensamiento dirigido a ser practicado implica ocuparse de la eficacia de la conducta humana,
también de la educación: postulado clave de la gestión de calidad. Por ello es que para Freire
"enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades de su construcción", por
parte de quienes aprenden. La auto‐organización de la gestión de calidad equivale a la
pedagogía de la autonomía que postula Freire.
Es de allí que para Freire "quien enseña aprende al enseñar, y quien aprende
enseña al aprender". Esto debe poder medirse en términos de resultados, de allí que la eficacia
constituye un dato inexorable de la pedagogía que estamos analizando. Y lo que debe medirse
son los resultados de la capacidad problematizadora de los educandos. Por otra parte la
pedagogía autonómica "exige rigor metódico", nos lo dice Freire, lo cual "nada tiene que ver
con el discurso bancario" de la educación tradicional, que se almacena, no se incorpora a la
conducta, y también se olvida. De allí que no base enseñar contenidos, sino "también enseñar
a pensar correctamente" (vid. pag 28, op. cit). No debemos estar seguros de nuestras certezas,
porque la clave debe ser la posibilidad del cuestionamiento, propio o de terceros: este
equivale a la mejora continua de la gestión de excelencia educativa. En un sentido
correspondiente la pedagogía autonómica "exige investigación", no mera repetición del saber
acumulado: la curiosidad ingenua debe gobernar la educación.
"Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos", no solo para estimular a los
que aprenden, sino porque quienes enseñan también aprenden del saber de sus alumnos.
"Exige crítica, tanto por unos como por los otros, porque la curiosidad debe funcionar como
inquietud indagadora, como búsqueda permanente, por ello forma parte del fenómeno vital.
La curiosidad nos defiende de la irracionalidad, generada por el exceso de la racionalidad
tecnológica: sin embargo, "no hay en esto ningún arrebato falsamente humanista de negación
de la tecnología y de la ciencia". La posición de Freire es que no debemos, ni divinizar la
tecnología, ni tampoco satanizarla. A la ciencia y a la tecnología la debemos ver en forma
curiosamente crítica. En ello se fundamenta el humanismo freireano (vid. pags 32 a 32 op. cit).
"Enseñar exige estética y ética": estar lejos, m s aun fuera de la ‚tica (también de la
estética), es una transgreción. Hacer de la "la experiencia educativa un puro adiestramiento
técnico, implica despreciar lo que hay de fundamentalmente humano en el ejercicio
educativo" (op. cit. pag. 34). Ambas exigencias cualifican la pedagogía organizacional que se
debe instalar en la escuela. No habrá autonomía de gestión educativa de calidad en el aula sin
el refuerzo del sentimiento ético y estético entre quienes protagonizan el desafió que genera
la escuela.
Enseñar no es cuestión de palabras, sino de ejemplos. "Las palabras a las que les falta
la corporeidad del ejemplo, poco o nada valen: pensar acertadamente es hacer
acertadamente". Este pensamiento de Paulo Freire vuelve a reclara, a expresar, su
compromiso metodológico con la eficacia. Los ejemplos son las realizaciones prácticas,
efectivas, de las propuestas verbales. Las palabras se olvida, los ejemplos calan el alma. Pero
los ejemplos no pueden implantar una mirada dirigida exclusivamente al pasado: sino un
punto de referencia a la realidad ya ocurrida, como puerta que nos permita ingresar al
porvenir que debemos construir a partir de nuestra culturalización.
Enseñar exige riesgo, por que es obvio que optar por lo nuevo, a partir de la cultura,
determina el peligro de fracasar. De allí la fuerza del pensamiento conservador. Por lo dicho no
significa que "lo viejo, cuando preserva su validez, o cuando encarna una tradición, o marca
una presencia en el tiempo, no deba continuar existiendo como nuevo". De este modo Freire
no se pronuncia a favor de los fundamentalismos que proclaman la tierra arrasada, el que se
vayan todos, buscar lo imposible, porque queremos realizar nuestro fracaso. Busca en cambio,
derrotar el síndrome burocrático, a partir de la enseñanza como técnica de comunicación
humana, sin discriminaciones de ningún sector, evitando el entendimiento mecánico de las
cosas, huyendo de la mentalidad burocrática, la cual, precisamente, bloquea la
comunicabilidad social. Porque "no hay entendimiento (de lo que aprende) que no sea
también comunicación de lo entendido" (vid. pag. 39 op. cit).
La enseñanza es un permanente desafío "al educando con quien se comunica, y a
quien se comunica, a producir su comprensión de lo que viene siendo comunicado"."Es que no
hay entendimiento que no sea comunicación e intercomunicación y que no se funde en la
capacidad de dialogo" (pag. 39, op. cit).
"Enseñar exige reflexión crítica sobre la práctica". Encierra un movimiento dinámico,
dialéctico, entre el hacer y el pensar, sobre el pensar y sobre el hacer. Es que el criticismo
freireano implica partir del saber ingenuo de quien se reconoce inacabado (no somos pobres,
sino ignorantes: aunque sepamos muchas cosas). Pero el saber ingenuo no implica abjurar del
rigor metodológico. Partimos del saber ingenuo, que debe ser crítico, pues de lo contrario no
aspiraríamos a crecer y a instalar la novedad que precisamos para solucionar los conflictos
sociales: pero ello no lo lograríamos sin una instrumentación metodológica adecuada (vid.
pags. 39 y 40, op. cit). Consideramos que la aplicación del sistema de gestión de calidad en la
educación, es un método apropiado a la propuesta educativa que nos formula Paulo Freire.
Ambas posiciones son integrativas, no colisionan, se potencian: no tenemos duda de ello.
La crítica puede usarse un en contexto de rabia, que nunca puede convertirse en
odio. Caso típico de la rabia que tuvo Cristo, lo recuerda Freire, contra los fariseos en el
Templo. Debe haber pasión en los debates, compromiso por el cambio, no cuando se advierta
que cambiar no es necesario. Debemos criticar, m s que la teoría, la vida práctica que llevamos
a cabo. De allí que no tiene sentido una teoría, un derecho y una predicación de la justicia,
como puras ideas que "deben ser", pero que no sabemos cómo practicarlas.
"Enseñar exige reconocimiento y la asunción de la identidad cultural". El
reconocimiento del otro es un factor esencial de la conducta humana: así lo planteo Hegel en
su estudio "Fin de la historia", de fines del Siglo XVIII. Sin reconocimiento alguno el hombre se
convierte en un alienado: existimos y hacemos, nos motivamos en la medida que nos
reconozcan. La idea es tomada por Paulo Freire y lo expresa con belleza y profundidad
filosófica: "La asunción de nosotros mismos no significa la exclusión de los otros. Es la
"otredad" del "no yo" o del tu, la que me asume el radicalismo de mi yo" (op. cit. pag. 42). En
cuanto a la identidad cultural, ella es visualizada por Freire como continente de la dimensión
individual y de clase de los educandos (pertenecemos a distintos grupos o sectores, no cabe
duda), cuyo respeto es absolutamente fundamental en la práctica educativa. De lo contrario se
forja una actitud discriminatoria desde la propia escuela.
El primer eje de la propuesta pedagógica freireana, nos referimos a la que esta
propuesta como "no hay docencia sin discencia", concluyó con dos indicaciones que no
aparentemente triviales u obvias, no pueden dejar de ser atendidas. En primer lugar destaca la
importancia de esos gestos que se multiplican diariamente en la escuela y pueden marcar para
toda la vida a un ser humano: una incomprensión gestual puede signarnos para siempre. En
segundo lugar "el descuido de las condiciones materiales de las escuelas alcanza niveles
alarmantes". Si el Estado, como aparato de la organización social, daña la escuela por
desatención podemos pedirle a los alumnos que la cuiden? se pregunta Freire (op. cit. pag.
45).
El segundo eje pedagógico de la obra de Freire es "enseñar no es transferir
conocimientos". Se parte de la idea de que "enseñar exige conciencia del "inacabamiento" en
que nos encontramos todos: docentes y alumnos. Ya lo dijimos, recordando a Freire, no somos
pobres (se refería a los excluidos sociales), sino ignorantes. Para eso debemos partir de la
asumisión de que, diariamente, no vemos infinidad de cosas, de relaciones, de circunstancias,
ni las comprendemos. Freire incita al "asombro delante de la vida misma, de lo que contiene el
misterio". Si no aprendemos a asombrarnos, no generaremos opciones diferentes: seremos
carneros o elefantes (vid. pag. 50 op. cit.). "El hombre no puede existir sin asumir el derecho o
el deber de optar, de decidir, de luchar, de hacer política" (pag. 52 op. cit) Porque aprender a
criticar, a reconocerse como inacabado, a optar, es, en definitiva, aprender a hacer política,
para nosotros en términos de gestión de calidad por imperio de la "autonomía pedagógica"_
cosa que no ocurre en nuestras escuelas y que tampoco hacen nuestros políticos, que no han
nacido de la nada, sino formados por nuestra insuficiente operatoria escolar. Nada freireana ni
de gestión de calidad, por cierto.
"Enseñar exige el reconocimiento de ser condicionado": es decir, de ser sujeto, no
un objeto determinado. De ese modo Freire ratifica su posición anti‐determinista, en
contraposición al posicionamiento del marxismo ortodoxo. Nos parece que Freire comparte la
‚tica humanista de Marx y no su materialismo histórico, de corte determinista. "El hombre
lucha por ser un sujeto y no un objeto" (pag. 53, op. cit). Desde esa posición humanista Freire
insiste en la necesidad de ponderar a "la concientización" como una necesidad y una exigencia
humana, "uno de los caminos para la puesta en práctica de la curiosidad epistemológica". La
curiosidad se torna formadora de la formación del conocimiento, ya es conocimiento (pag. 54
op.cit). "Es la conciencia del inacabamiento la que nos ha hecho seres responsables".
El resumen del desarrollo de este pensamiento es la siguiente preciosura
argumental, propuesta por Freire que, no nos cabe duda, integra la sustancia misma de la
educación en términos de gestión de calidad: "Estar en el mundo sin hacer historia, sin ser
hecho por ella, sin hacer cultura, sin "tratar" su propia presencia en el mundo, sin soñar, sin
cantar, sin hacer música, sin pintar, sin cuidar de la tierra, de las aguas, sin usar las manos, sin
esculpir, sin filosofar, sin puntos de vista sobre el mundo, sin hacer ciencia, o teología, sin
asombro ante el misterio, sin aprender, sin enseñar, sin ideas de formación, sin politizar no es
posible".
Si estoy condicionado por mi condición de ser inacabado, ello implica que sólo
estoy en condiciones de completar mi saber, a partir de mi curiosidad creadora y, también, de
hacerme cargo del saber que proviene de otras ciencias: posición transdiciplinaria de Freire
que conjuga con una posición equivalente sustentada por la teoría de sistemas y el por el
m‚todo de gestión de calidad educativa.
"Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando", lo cual implica a que
"el respeto a la dignidad de cada uno es un imperativo ‚tico". "No deben existir ni profesores
autoritarios, que ahogan la libertad del educando, ni permisivos que no les ponen límites, ni
los instan a ser por si mismos: ambos excesos rompen con el radicalismo del ser humano"
(pags. 58 y 59 op. cit)
"Enseñar exige buen juicio, así como humildad, tolerancia y lucha en defensa de
los derechos de los educadores". Esa lucha implica "la pelea por salarios menos inmorales",
pues el salario justo es un deber irrecusable y no solo un derecho de los docentes y no solo un
derecho (vid. pag. 65 op. cit). Esta máxima del pensamiento de Freire tiene jerarquía
constitucional en nuestro país, tanto a partir del salario justo, como de la participación de los
educadores en las ganancias en las empresas, como lo establece el art. l4 bis, pues si bien la
escuela pública no es una empresa comercial, si lo es como formadora de seres humanos útiles
al bienestar general diseñado en nuestro Preámbulo.
Tampoco puede caber duda que la inversión en mayores salarios escolares
genera ganancias a la producción nacional, que le pertenece a todo el pueblo argentino, y que
por razones de incentivación, hace razonable la mejora salarial de los docentes. En este punto
resulta importante la visualización que hace Freire sobre el manejo de las huelgas docentes,
cuando sostiene que "los órganos de clase", es decir los dirigentes, "deberían dar prioridad al
empeño de formación permanente de los cuadros del magisterio, como tarea altamente
política, y repensar la eficacia de las huelgas (pags. 66/67, op. cit). No creemos que Freire haya
escrito esto para desactivar huelgas, generalmente legítimas, sino para indicar que, la
prioridad de los dirigentes debe ser la mejora de la formación de los docentes, y no convertirse
en dirigentes solo para hacer huelgas, sin propuestas pedagógicas superadoras, pues ello lleva
a la ineficacia. Estamos de acuerdo.
"Enseñar exige la aprehensión de la realidad", es decir al medio social al cual
dedico mis enseñanzas, para generar endopatía de comprensión mutuas con los educandos,
sin que ello implique dejar de divulgar una educación acreditada universalmente. La cultura
universal forma parte también de la realidad.
"Enseñar exige alegría y esperanza": "sin esta última no habría historia, sino
puro determinismo (pag. 7l op. cit). "La desproblematización del futuro por una comprensión
mecanicista de la historia, de derecha o de izquierda, lleva necesariamente a la muerte o a la
negación autoritaria del sueño, de la utopía, de la esperanza (pag. 7l op. cit.).
"Enseñar exige la convicción de que el cambio es posible": sin curiosidad por el
cambio no hay educación de calidad. Por ello es que no puede aceptarse una escuela colocada
en la posición de no innovar, que instala en los educandos la resignación al estado en que se
encuentran los excluidos, algo así como decir: "es lamentable la condición de los excluidos
sociales, que cada día son m s". Esa es la consigna para no hacer nada producida que se
escucha como justificación neoliberal. Esto implica una educación dirigida a formar seres
adaptados, para que no cambie la penosa historia de nuestro pueblo. Estamos convencidos
que la aplicación del modelo de gestión de calidad en la escuela, se ubica en sentido contrario
a la formación de individuos adaptados a una realidad que, se supone, no se puede cambiar,
sino seres críticos y creativos. No hay espacio para el elogio de la resignación. Freire pide
"resistencia a la desconsideración ofensiva de que son objeto los miserables".
En este contexto es muy significativo el señalamiento de Freire según el cual:
"no puedo aceptar, impasible, la política asistencialista que, al anestesiar la conciencia
oprimida, prorroga, sine die, la transformación de la sociedad" (pag. 78 op. cit). Esto nos
concierne directamente a los argentinos, donde el único pragmatismo que se les ocurre a los
dirigentes, el único camino hacia la justicia social, es distribuir planes trabajar, así como
asistencialismo de diversa índole, que en nada cambia la condición marginal y el subdesarrollo
de los excluidos sociales. Para superar la pobreza se debe formar trabajadores eficaces,
predica Freire (op. cit. pag. 78). También la alternativa cooperativista está prevista en su
discurso pedagógico, con lo cual encontramos otro punto de acuerdo con Bunge y con
Leonardo Schwarstein.
Si como señala Freire, la miseria genera violencia (además de injusticia social y
de frustración humana), estamos convencidos que el método de gestión de calidad aplicado a
la educación, debe coadyuvar a la superación de la miseria social, por ende de la violencia. No
es con la imposición del saber autoritario, al cual nos tiene acostumbrada la dirigencia política,
sino haciéndose cargo del saber popular para convertirlo en creativo, corrigiendo sus errores
ancestrales, como generaremos educación de calidad. Con la imposición nada se logra.
Convivir con experiencias sociales facilita la comprensión mutua entre los educadores y
educandos (pensamiento de Freire vertido en pags. 78 a 82 de op. cit.). En términos de
resultados, consideramos que si aplicáramos m‚todos de gestión de calidad en la escuela, a
partir de instructivos generados por los propios alumnos, con apoyo de docentes debidamente
capacitados, el pensamiento pedagógico de Freire sería mucho más fácil de implementar.
"Enseñar exige curiosidad". Este lema ya ha sido instado por nuestro pensador,
sólo que aquí se avanza el concepto, considerando que debe existir el reconocimiento de un
derecho a la curiosidad (pag. 83 de op. cit). De este modo, si los estudiantes estuvieran
limitados en su vocación creativa, podrían buscar en el amparo constitucional una tutela
eficiente para corregir prácticas autoritarias por parte de los docentes.
La tercera idea fuerza desarrollada por Freire en su propuesta pedagógica,
consiste en sostener que "enseñar es una especificidad humana". A tal fin es preciso que se
exija "seguridad, competencia profesional y generosidad" por parte de los docentes y de la
escuela. También se requiere "compromiso" a la hora de hacerse cargo de la enseñanza. Tener
el valor de mentir, así como la sinceridad de reconocer que se sabe. Señala también Freire, que
la enseñanza no puede desentenderse de la política (por supuesto que en el sentido
arquitectural de su ejercicio, no en el sentido agonal partidario). Queremos destacar que, ni la
teoría de sistemas, ni el modelo de gestión de calidad educativa instalan, ni en la
epistemología, ni en la organización del trabajo, predicaciones agnósticas, no comprometidas
con las urgencias sociales, desde lo arquitectónico, claro está . La teoría de sistemas se hace
cargo de la reproducción de la vida de los sistemas, de modo tal que si el sistema social esta
enfermo, es función del sistemismo no adoptarse a la enfermedad, sino curarla. Con la
organización del trabajo de gestión de calidad ocurre lo mismo. En ambos casos se busca
eficiencia en términos de valores y no monetarios.
Es por ello que coincidimos con Paulo Freire, cuando sostiene que es reaccionaria la
afirmación según la cual "a los obreros solo les debe interesar alcanzar el máximo de su
eficiencia técnica y no perder tiempo con debates ideológicos" (pag. 98 op. cit). Si fuera cierto
lo contrario, sería ‚tico y de provecho social capacitar técnicamente a los trabajadores para
implementar técnicas incrementadoras de la contaminación ambiental. "El obrero necesita
inventar" nos dice Freire, para evitar la recreación de la sociedad injusta en que nos
encontramos" (pag. 98, op. cit). En realidad, este es, para los argentinos, un mandamiento
constitucional dirigido al Congreso, pues ‚ este debe promover el desarrollo de la economía
con justicia social (art. 75, inc l9) que‚ más apropiado, en consecuencia, que dictar leyes de
organización educativas, inspiradas en las bases pedagógicas que nos brinda Paulo Freire, y en
la aplicación de gestión de calidad en nuestras escuelas?
El posicionamiento ideológico de Freire es de neto carácter liberal, con
compromiso social. Así lo inferimos de la siguiente definición que el mismo hace: "soy profesor
en favor de la decencia contra la falta de pudor, en favor de la libertad contra el autoritarismo,
de la autoridad contra el libertinaje, de la democracia contra la dictadura de izquierda o de
derecha; soy profesor contra el orden capitalista vigente que inventó ‚ esta aberración: la
miseria es la abundancia" (pag. 98, op. cit). Obviamente no contra el capitalismo que sustenta
nuestra Constitución, cuando proclama el bienestar general a través del desarrollo económico
con justicia social.
Pero Freire no se cansa de sostener que no se puede ser un profesor enseñando
solamente contenidos, desentendiéndome del testimonio ético que debo realizar cuando
divulgo esos contenidos. Divulgar permanentemente el plexo de valores en que se sustenta la
Constitución es una obligación de todos los docentes argentinos. La educación en términos de
gestión de calidad debe enfatizar el logro de ese resultado.
"Enseñar exige libertad y autoridad": para ambas partes de la relación educativa,
pues el alumno, si tiene derecho a la curiosidad, de allí puede generar un control sobre el
docente que lo bloquea para lograrlo. "La libertad sin límite es tan negativa como la libertad
asfixiada o castrada" (pag. l0l, op. cit): ni los padres sobre sus hijos, ni los profesores sobre sus
alumnos."
"Enseñar exige una toma consciente de decisiones". No puede ser campo proclive
para el accionar de "alborotadores", sino campo propicio para la toma de conciencia de los
problemas sociales, para el perfeccionamiento del saber, en términos de contenido y
metodológico, así como para la definición política, en términos, no de lucha (alborotadora),
sino arquitectónica.
Uno de los pocos puntos que merecen nuestra crítica, en relación con el
pensamiento de Freire que estamos analizando, es el pesimismo que ‚l transmite sobre la
capacidad de la educación para "transformar el país". No nos creamos capaces de ello, nos
dice Freire (pag. l08 op. cit): solamente podemos demostrar que es posible cambiar. No lo
vemos del mismo modo: por el contrario, sin cambio cultural, por ende educativo, no
visualizamos posibilidad de transformaciones sociales. Revolución existe cuando cambian los
usos, no cuando cambian los abusos, nos enseño Ortega y Gasset. Y, precisamente, para
cambiar usos, no bastan discursos, ni tampoco hacer asistencialismo, como bien nos enseño
Freire. No debe haber lugar al excepticismo sobre la capacidad del cambio educativo como
palanca de transformación social. Lo hubiéramos querido ver a Freire comprometido con el
m‚todo de gestión de calidad. En ese caso, probablemente hubiera levantado su optimismo en
relación con la capacidad transformadora de la pedagogía. Nuestra propuesta es lograr
interactuar la pedagogía freireana con el m‚todo de gestión de calidad, para lograr una síntesis
superadora en beneficio de ambas.
"Enseñar exige saber escuchar". Que es lo que no hacen los dirigentes que
sufrimos en nuestro país. Que lo que no hacen los burócratas que lo administran. Que es lo
que no hacen los científicos cuando se encierran en su especialización, negándose a hacer
transdisciplina. Que es lo que no hacen nuestros educadores con formación tradicional.
Cuando Freire predica "el saber escuchar", lo que hace es denunciar, entre otras cosas, "el
poder invisible de la domesticación enajenante, que alcanza una eficacia extraordinaria en lo
vengo llamando "burocratización de la mente". He sostenido en otro lugar, que el m‚todo de
organización del trabajo de gestión de calidad ha logrado disolver el dilema que nos planteo
Max Weber sobre la dominación burocrática. La reforma continua de las reglas administrativas
en pos de su mejora continua, es lo que ha hecho posible ese resultado: a partir de la
autorización, por supuesto. Como no voy a estar de acuerdo con el diagnóstico de Paulo Freire.
Freire finaliza su estudio insistiendo en algo que ya hemos analizado: "estudiar
exige reconocer que la educación es ideológica". Sin embargo, en este lugar aclara que no se
trata de una de aquellas ideologías que tiene por finalidad el mantenimiento de la verdad,
utilizando el lenguaje para opacar la realidad, volviéndonos miopes (vid pag. l20, op. cit). Esa
es la función del discurso fatalista del neoliberalismo que Freire critica: a los sueños de
realización hay que matarlos, pues nada se puede cambiar, el destino este escrito, aunque
genere injusticia. Desde ya que nosotros consideramos que el discurso que utiliza el método
de gestión de calidad, sobre todo a partir de la aplicación de las reglas ISO, no tiene por
función ocultar la realidad, sino ponerla en claro o develarla, haciendo transparente el saber y
su aprendizaje, a partir del reconocimiento de nuestra ignorancia, así como de la conveniencia
de utilizar la auto‐gestión organizativa: en la escuela y en los lugares de trabajo.
En cuanto a la ‚tica del mercado que se preocupa por denunciar Freire, nosotros
coincidimos con ‚l en la necesidad de que pensemos que la supresión del mercado es tan
utopico, como pensar que todos los sistemas sociales son un mercado o deben ser organizados
como un mercado. El quicio que resuelve la cuestión es considerar que la función de la teoría
de sistemas, así como de la socio tecnología de organización del trabajo de gestión de calidad,
como la denomina Mario Bunge, logren, ambas, instalar la ‚tica del ser humano en el
funcionamiento de los mercados, así como en la reorganización del trabajo administrativo, con
el objeto de desburocratizarlo.
No a todas las dictaduras, es el mandamiento que predica Freire. Ni a la
dictadura de mercado ni la del proletariado. De este modo "el anuncio de un mundo
personalizado ser un arma de alcance incalculable (pag. l23 op. cit.). A ello nosotros
agregaríamos, en aras de integrar posiciones: que no se trata de la libertad de comercio a
cualquier precio, sino de la organización del trabajo productivo que haga posible una efectiva y
no distorsionada libertad de comercio, que pueda afectar el equilibrio de las relaciones
sociales. Estamos en pos de una ‚tica de la solidaridad humana, como predica Freire. Si Freire
sostiene que "la libertad de comercio no puede estar por encima de la libertad del ser
humano", estamos coincidiendo a partir de lo que llevamos dicho.
Freire ha venido insistiendo en que "el desempleo en el mundo no es una
fatalidad (como lo pretende el monetarismo), sino, ante todo, el resultado de una
globalización de la economía y del avance tecnológico (pag. l24, op. cit). Para nosotros se trata
m s bien del resultado de la desorganización del trabajo y de la educación humana, ajenas ellas
al modelo pedagógico que predica Freire y, en forma correspondiente, a la aplicación de
gestión de calidad en la educación.
Encontramos una correspondencia del pensamiento de Freire con lo que
estamos diciendo. l señala que "a un avance tecnológico que amenace a millares de mujeres
y de hombres a perder su trabajo deberá corresponder otro avance tecnológico que estuviera
al servicio de la atención de las victimas del progreso anterior (el subrayado es nuestro: ver
pag. l25 de op. cit.). Esa tecnología que está reclamando Freire, como pidiendo que otros
acerquen propuestas en tal sentido, es como alternativa, entre otras, por supuesto, la de la
gestión de calidad. Esperemos no equivocarnos, y si su aplicación no fuera ni pertinente, ni
suficiente, pues no queda otro camino que seguir buscando el camino para lograr la gestión de
calidad escolar.
Porque, como bien señala Freire, "no se trata de inhibir las investigaciones y frenar
los avances tecnológicos, sino de ponerlos al servicio de los seres humanos" (pag. l25 op. cit).
M s adelante agrega que " el saber fundador del camino del en busca de la disminución de la
distancia entre la realidad perversa de los explotados y yo, es el saber fundado en la ‚tica de
que nada legitima la explotación de los hombres por los propios hombres. Pero (añade Freire),
este saber no basta...es necesario que le se añadan otros saberes de la realidad concreta, de la
fuerza de la ideología (para nosotros el saber organizacional y la ‚tica de la solidaridad
predicada en nuestra Constitución Nacional), así como saberes técnicos, en diferentes áreas,
como lo es la de la comunicación" (pag. l33 op.cit.)
Eso es lo que intentamos con estos an lisis, a la espera que no sólo sean meras
investigaciones teóricas, sino que se puedan instalar investigaciones de campo con resultados
provechosos, en términos de lograr la mayor eficacia de la gestión de calidad educativa.
LA DEMOCRACIA INTEGRAL
Una introducci¢n al pensamiento de Mario Bunge
I. A modo de introducción
Cuando después de la segunda guerra mundial Jacques Maritain puso en circulación la
convocatoria hacia un "humanismo integral, en el libro homónimo que lo inmortalizara, el
pensamiento occidental se hizo cargo de la importancia que tiene para el destino del hombre,
y de la humanidad que lo alberga, hacer de la "integración" de los opuestos, de las antinomias
que han socavado la historia de la "humanidad", la clave para la superación de los tiempos de
dolor y crisis. Hoy los argentinos nos encontramos en uno de esos momentos, digamos que en
situación virtualmente abisal, porque no otra cosa que un abismo es lo que tenemos por
delante, día a día, en la marcha sin destino hacia donde nos dirigimos. Diariamente vamos
incorporando cuantificaciones negativas, superando con tristeza y también con horror, récords
en materia de desocupación y pobreza, de violencia social y de anomia ética e institucional,
camino de impotencia que no vislumbra la salida de tamaña situación.
No faltan diagnósticos, lucen en cambio por su ausencia propuestas técnicas
concretas, la indicación del camino a recorrer para evitar la disolución nacional. Entre tantos
males el más señalado es el de no escucharnos, sobre todo entre los dirigentes, que
continuamos creyendo que pueden sustentarse soluciones válidas, para salir de la ciénaga, sin
apelar al pensamiento científico, sin "integrar saberes", negando pertinazmente que el mundo
en que vivimos es un sistema, no una convivencia de mundos aislados, que conviven pero que
no interactúan: la política desvinculada de la ética, ambas sin hacerse cargo de la sociología, la
ecología no llamada a fijar los límites del crecimiento, total que las generaciones futuras
revienten, las ciencias de la organización sin jugar rol alguno, nada menos en tiempos en que
se ha hecho un lugar común sostener que sin organización no hay poder, ni tampoco vida, por
fin no hacernos cargo de la trascendencia que tiene el manejo y el control de la información en
la gobernabilidad social, ni tampoco que sin estudios de impacto que la desinformación
produce no estamos en condiciones de revertir el caos de desorganización en el cual vivimos.
En ese marco de incomunicación en que nos encontramos, hablar de convocar a la psicología
social para que se ocupe de la inteligencia emocional de los argentinos, o pretender que la
organización de la información sea la via idónea que nos permita instalar el "gobierno
electrónico" de las múltiples variables que configuran la sociedad compleja en la que vivimos,
simplemente para medir impactos, de lo que se hace y de lo que no se hace, como si hubiera
otro camino para cambiar la historia del burocratismo ineficiente del cual no podemos salir,
hacer ese tipo de propuestas, decíamos, resulta cosa de utópicos, de teóricos alejados de la
realidad...Cuantas veces hemos sentido ese tipo de respuestas, que se nos digan a la cara,
pocas, recibiendo el silencio por respuesta, todos los días.
En ese cuadro de desolación e impotencia, los economistas y los especialistas en
derecho, sean ellos abogados o juristas, que entre ambos constituyen los dos sectores del
saber que más dotación de gentes aportan a la política, viven aislados, entre si y con el mundo
del saber que operan las otras ciencias. En tanto la protesta social genera cada vez más
impotencia y desasosiego, que se vayan todos no es la forma de indicar quienes son quienes
tienen que venir para lograr cambiar la historia. Hemos ido siendo testigos de esta historia
desde hace ya veinte años, tiempos en que abordamos el estudio de los sistemas y de la
cibernética, consientes de que el estudio de la Constitución, área preferida de nuestra
especialización, no podría convertir nuestra decaída "constitución real o material", en el
cumplimiento efectivo de la "constitución formal" votada por el pueblo cuando puso en acción
al poder constituyente. Es por eso que nos ha llenado de satisfacción poder constatar que,
nada menos que de quien se ha dicho que es el más inteligente de los argentinos,
circunstancia que nadie a medido, por cierto, pero que recorriendo la imponencia de su saber
escrito podemos tener por cierta ‐es a Mario Bunge a quien nos estamos refiriendo‐, nada
menos que él, decíamos, ha puesto a consideración de todos quienes quieran escucharlo ‐
nosotros, los argentinos, más que querer debiéramos estar constreñidos moralmente a
hacerlo‐ un estudio sobre "las ciencias sociales en discusión" (Sudamericana, l999), estudio
que nos marca con toda nitidés cual es el camino, desde la ciencia, claro está , que se tiene que
convertir, como lo propone Bunge, en la auténtica ideología del hacer político. Algo que nunca
hizo la dirigencia argentina, producto de un barato saber práctico, que trató siempre a la
ciencia y al pensamiento teórico y filosófico, como algo ajeno a las exigencias prácticas del
quehacer político. Tan lejos los políticos de nuestro tiempo de la impronta que instalaron lo
padres fundadores de la organización nacional: Echeverría, a quien le bastó ser poeta para
convertirse en el jefe de su generación, Alberdi el ingeniero organizacional que también fue
economista, filósofo y artista, Gutiérrez el padre de la ciencia interdisciplinaria de los
argentinos a partir de la cual hizo política, Sarmiento quien hizo de la escuela y la educación la
plataforma política de su vida, Mitre que conjugó erudición cultural con conducción militar y
política, Joaquín V. González, quien hiciera del derecho constitucional una vida práctica,
enriquecido por su enorme saber literario. Númenes del saber interdisciplinario y de la acción
política, todos ellos: además, periodistas ¿Porque‚ desanduvimos ese camino? Mario Bunge
desde la modernidad nos los indica, nos marca el desafío.
Bunge parte del supuesto de que la economía es una ciencia en formación, una
semi ciencia porque pretende serlo sin haber verificado empíricamente sus pretendidas leyes.
Lo afirma tanto en relación con la economía de mercado, de sesgo individualista, como del
colectivismo, de orientación holista, porque cree en fuerzas impersonales, es decir en
totalidades, y en leyes históricas que se imponen por si mismas a los individuos. En ambos
casos la economía ha fracasado porque sus presupuestos o principios no "logran concordar
con la realidad económica actual", de allí "la desconfianza popular con respecto al status
científico de la economía en boga" (p. ll9 y l20). Esto los argentinos lo venimos comprobando
desde hace tiempo. Los economistas basan sus teorías en meras intuiciones, y la información
empírica con que cuentan es incompleta (p. l27). En cambio luce por su ausencia la necesidad
de que la producción de bienes y servicios sea de "calidad" (pag. l29), como lo ha logrado el
primer mundo de manos, no de economistas, sino de organizacionistas (Deming, l982). La
economía de mercado se desentiende de la estanflación, no sabe como manejarla, de la
protección ambiental, ni que decir de los efectos desvastadores que producen la creciente
desocupación, el marginamiento social, la insalubridad y la decadencia educacional, de la
mano de la impugnación pertinaz del denominado "estado de bienestar": la clave del equilibrio
económico para el liberalismo es la deserción del Estado. El colectivismo se desentiende de la
libertad y dignidad humana, en tanto no afirma el postulado de creatividad y auto‐
organización que debe gobernar toda actividad económica: por eso fracasó su puesta en
práctica, por ineficiente y no competitivo, además de autoritario.
El camino que propone Bunge para superar tanta frustación en términos de
resultados, implica, a nuestro juicio, una nueva ideología superadora de la tradicional
confrontación liberalismo‐colectivismo. Propone el método sistémico, de forma tal de no
desentendernos del "abajo hacia arriba", es decir de la acción económica de la sociedad,
siempre que el trabajo productivo este‚ gobernado por reglas de gestión de calidad, con plena
participación de todos, tanto de los gerentes como de los trabajadores; ni tampoco
desentendernos del "arriba hacia abajo", es decir de la necesaria intervención del estado
poniendo límites legales a la concentración monopólica, para garantizar la plena competencia,
a la agresión ambiental, en protección de las generaciones futuras, y haciéndose cargo de
todos los servicios públicos no redituables para la actividad privada: todo ello en un marco de
estricto control sobre las finanzas públicas, también sobre el endeudamiento interno y
externo. Exactamente lo contrario que hemos venido haciendo los argentinos... y que no
estamos seguros que vayamos a dejar de hacerlo.
A esta propuesta Bunge la define como una "democracia integral". Integral
porque se ocupa tanto del hombre, como Maritain en su humanismo integral, como de la
sociedad como ente moral o colectivo, como lo sostuviera nuestro Bartolomé Mitre en la
Convención Constituyente de l860, al referirse a los derechos del pueblo a que hace mérito el
art 33 de nuestra Constitución. La democracia integral es una propuesta de plena participación
en la actividad económica, tanto a través del control de calidad que deben hacer todos los
trabajadores en su gestión, como del modelo de trabajo cooperativo, alternativa de gran
impacto social en términos de afianzamiento de la solidaridad como de lograr luchar con
eficiencia contra el flajelo de la desocupación. La democracia integral, en estos términos,
conduce a la superación del cuello de botella que le instala la burocracia a la economía, como
sistema de dominación política que es (Weber, Economía y Sociedad, F.C.E. l964), y del cual
nunca se ha salido por impericia sociotecnológica. Resulta clarísimo que el costo país no pasa,
como creen los economistas, por achicar costos, ni suprimiendo puestos de trabajo, ni bajando
sueldos, sino haciendo eficiente la gestión, tanto la pública como la privada ¿Hemos medido
los argentinos cuanto le cuesta al país la ineficiencia burocrática, tanto administrativa como
judicial: sabemos cuando dinero está afectado por los trámites judiciales administrativos y
judiciales en todo el país? Según estudios realizados por el Instituto Federal para la Gestión de
Calidad de Washington, cada dólar que se invierte en dicho sistema de organización del trabajo
produce un ahorro de cinco veces la inversión. Podemos sacar consecuencias.
Además de lo dicho, la nueva formulación ideológica, que no hace otra cosa que
desenvolver y hacer operativo el modelo económico provisto por nuestra Ley Fundamental
(arts l4, l4 bis, l6, l7, l8, l9, 4l, 42, 43, 33 y 75 incs. l8 y l9, entre otros), es integral porque parte
de la base de utilizar el sistemismo como método científico (Quiroga Lavié, Cibernética y
Política, Ciudad Argentina, l985) y hacer de la inter y de la transdiciplina el puente de
comunicación de la economía: para que madure como ciencia, y sobre todo para que no se
desentienda de la ética. Una economía sin ética, que no se hace cargo de los efectos inmorales
de su funcionamiento, no es economía.
II. Leyes, reglas y planificación económica.
El paradigma sistémico es isomórfico por cuanto las leyes o principios que gobiernan
el desenvolvimiento de los sistemas se aplican a todos los subsistemas que integran el macro
sistema o sistema general. Como nos vamos a referir al sistema social, como macro sistema,
coincidimos con Bunge en considerar como subsistemas del sistema social: al político, al
económico, al ambiental y al cultural. En todos los casos resulta imperioso que dichos sistemas
cumplan con la regla de eficiencia, es decir aquella según la cual, en grado de optimicidad, el
sistema funciona, se adapta a los cambios que le sugiere su ambiente o los desafíos de la
realidad, si realiza los objetivos normológicos previstos en el programa del mismo. De este
modo podemos concluir que, si bien la subjetividad de las ciencias sociales resulta inexorable,
la eficiencia de los sistemas que la integran establécen el nivel de objetividad básico que les
permite ser consideradas como ciencias y no como ciencias en formación. La prueba empírica
que garantiza dicha objetividad, la determinará el cumplimiento del postulado de eficiencia.
Ninguna ciencia puede estar exenta de pruebas empíricas (Bunge, p. l6).
Una de las características diferenciales de las ciencias sociales es que quienes
funcionan como objeto de investigación, los hombres y la sociedad a quienes ellos perteneces
o están referidos en sus comportamientos, son al mismo tiempo quienes diseñan, en gran
medida, el programa de acción del respectivo sistema: opera en las ciencias sociales la auto‐
organización o autoconstrucción, en términos de Bunge (p. l9). Desde ya que la
autoconstrucción tiene limites, entre otros los que les pone el ambiente: "olvidemos el medio
ambiente y este no perdona (Bunge, 2l). El hombre es el constructor de las normas sociales
(políticas, económicas, culturales: no de las medio ambientales) y al mismo tiempo el violador
de esas normas, a veces como infractor, otras como reformador revolucionario. Que convenga
o no utilizar uno u otro camino, lo determinaran los resultados de la opción elegida: por lo
general el camino revolucionario no ha podido cambiar la historia; a la cultura no se la cambia
con revoluciones o con cambios de abusos, sino con cambios de usos, tarea mucho más difícil
que cambiar un gobierno (estamos siguiendo en esto el pensamiento de Ortega y Gasset, La
rebelión de las masas).
El isomorfismo que predica Bunge para las ciencias sociales, le permite
desautorizar la pretensión del economicismo, de no encontrarse dicha ciencia en la necesidad
de probar la existencia de las leyes que ellos formulan por mera intuición (caso típico de la
mano invisible equilibradora de los mercados). Todas las ciencias son nomotéticas, es decir se
apoyan en patrones subyacentes a los datos empíricos, esas son sus leyes, y al mismo tiempo
ideográficas, es decir consagradas a lo individual e irrepetible. En ambos casos las leyes y los
hechos que las confirman o desmienten, o hacen excepción, son susceptibles de ser probados.
El incumplimiento de ambas exigencias, en forma acabada y no meramente tentativa, por
parte de los economistas, habla de su irresponsabilidad científica (Bunge, ps. 37 y sigts.).
Que sea difícil encontrar y comprobar leyes sociales, particularmente las económicas,
no implica que ellas no existan. La despreocupación de los economistas por lograrlo quizás
este determinada por el temor que ellos tengan a que se conozcan cuales son las leyes
susceptibles de ser probadas, contrarias a las que ellos predican como verdaderas, no
habiéndolas probado. Un caso notable, en tal sentido, es la ley postulada por Bunge, según la
cual "en las economías de mercado la productividad decrece con la desigualdad de ingresos"
(p. 43): esta ley, que debe haber sido medida en numerosas estadísticas, va en contra de los
remanidos reclamos formulados por el Fondo Monetario, cuando nos indica a los países
acreedores, como receta infalible para salir de la recesión, que se deben bajar los salarios si
queremos que crezca nuestra economía. Eso fue lo que hizo el Presidente de la Rua, cuando
redujo en un l3% los salarios de los empleados públicos, con el beneplácito del Fondo,
generando más recesión, más descontento social, y la parálisis de los trabajadores del Estado,
quienes a partir de allí no hicieron otra cosa que trabajar a desgano y a realizar protestas
públicas que no generaron otra cosa que incrementar la recesión ¿Será que el Fondo ha
detectado, por intuición, una ley, en sentido inverso a la indicada, según la cual "a más
recesión, más productividad? No puede sostener tal cosa el Fondo, dado que se violaría otra
evidente ley destacada por Bunge, según la cual "las líneas de producción o intercambio no
rentables terminan por desaparecer": es decir que se termina con más desocupación... ¿Será
que para el Fondo la ley válida es que "a más desocupación, más productividad" y no al
contrario? No necesitamos continuar con indicaciones evidentes para ratificar lo acertado de la
posición del pensador argentino.
Si de leyes estamos hablando, importa destacar la distinción que hace Bunge entre
ley y regla, para los sistemas sociales, se entiende. Ley es una regularidad percibida de estados
o sucesos, en tanto que regla es realizar lo valioso, satisfactorio o eficiente (p. 45). Cuando
predicamos la conveniencia de instalar sistemas de gestión de calidad, aplicando reglas ISO, no
estamos haciendo otra cosa que poner énfasis en valorizar la producción argentina de bienes y
servicios, cosa sobre la cual nuestros economistas nunca han sostenido que se trate de una
cuestión prioritaria.
Terminaremos éste acápite hablando de la planificación económica: otro tema
tabú para los economistas clásicos, sobre todo para la gente del Fondo Monetario: ellos
siempre han sostenido, siguiendo a Friedman, tenaz defensor de las políticas monetarias
rigurosas, al igual que a Hayek y von Mises, para todos los cuales "el mercado capitalista libre
es un sistema neutral y autorregulado que satisface los deseos de todos los seres humanos,
por lo cual las interferencias externas, es decir las regulaciones gubernamentales no pueden
sino dañarlo" (Bunge, p. 457). Podemos sostener sin temor a equivocarnos que no hay prueba
ninguna de que la tremenda crisis por la que atraviesa la Argentina de nuestros días, no se ha
debido a la planificación razonable de una economía para el crecimiento, sino, por el contrario,
a la instalación sistemática de un Estado desertor, que privatizó todos los servicios públicos al
mejor postor sin control de calidad, pero con graves sospechas de corrupción, y sobre todo
borrándose absolutamente de controlar el desempeño de las concesionarias, en el marco
regulatorio de las concesiones, exigiéndoles una gestión de calidad que nunca pasó por la
mente del Gobierno establecer ni exigir su cumplimiento. Así nos fue, cumpliendo a rajatabla
con los dictados del Fondo. Desde ya que la sabiduría de los economistas argentinos siempre
estuvo ausente para denunciar y pronosticar cual iba a ser el destino de semejante anarquía
de funcionamiento. El principal responsable de todo esto ha sido, sin duda, Domingo Cavallo,
el buscador más notable del milagro argentino: como crecer incrementando sin límites nuestro
endeudamiento público. Las tesis de Cavallo, y de todos los economistas que lo respaldaron,
que fueron muchos, gozaron del explícito apoyo del Fondo Monetario, quien llegó a calificar a
la Argentina como el mejor discípulo de sus políticas dirigidas a instalar el equilibrio económico
en los países "en vías de desarrollo". La genial política de Cavallo, durante su gestión como
ministro de Menem y de la Rua, política que contó también con el apoyo de la oposición
política, al sostener que no había otro camino, pues contrariar los dictados del Fondo sería
llevarnos al aislamiento de los mercados mundiales, pues esa genial política económica nos
llevó al default de hecho, a partir de una huida generalizada de capitales del sistema bancario,
hasta hacerlo virtualmente quebrar. Luego del desastre, que por supuesto aun no ha concluido
en sus derivaciones, el Fondo ha endurecido aun más su posición, incrementando sus
exigencias de ajuste económico, para realimentar la recesión, sin duda, todo ello en
cumplimiento de unas leyes económicas que solamente deben haber sido visualizadas en los
sueños de los monetaristas, y capaces de generar resultados provechosos en países instalados
en la irrealidad, no el primer mundo, precisamente.
La fenomenal crisis monetaria mundial que ya hemos recordado, y que todavía azota la
mundo, especialmente a Europa, es consecuencia directa de las referidas recetas suicidas de
Fondo Monetario.
Decimos esto por que el primer mundo no salió de las grandes recesiones a las que
se vio sometido, la Gran Depresión de los años 30, y las que se generaron en Europa
Occidental y en Japón después de la segunda guerra mundial, no salió de esas crisis sin que
mediaran planes dirigidos a incentivar la actividad económica. Como bien señala Bunge (p. 444
y sgts), todos esos planes apuntaron, y lo lograron, a lograr el pleno empleo, una distribución
más equitativa de los ingresos, el equilibrio de la balanza de pagos y la estabilidad de los
precios: precisamente al revés de lo que ocurre hoy en la Argentina, tras cumplir prolijamente
con los dictados del modelo monetarista. En Japón no solo el destape se logró con la macro
planificación económica, sino con la aplicación a rajatabla de un modelo de gestión de calidad,
implementado por Deming y Juran, que generó una verdadera revolución en paz en materia de
organización del trabajo productivo: tan es así que no ha habido país desarrollado del mundo
que no deba certificar calidad en sus productos y servicios, si quiere que sean ellos aceptados
en los mercados mundiales. En cambio, cuando en Estados Unidos desaparecieron en forma
masiva una serie de regulaciones económicas, allá por la década de los ochenta, durante la
administración Reagan, se produjeron quiebras empresarias y estafas espectaculares, dejando
una moraleja que no resulta difícil de formular. Bunge es claro en tal sentido cuando afirma sin
piedad: "la moraleja no es que toda intervención es mala, sino que el monetarismo es
catastrófico...en la actualidad, el laissez faire es más un eslogan ideológico que un hecho
político (comprobado)" (p. 445).
El tema no es si se precisa o no de un plan para que opere eficazmente la
economía, sino cual es el mejor tipo de plan. La respuesta de Bunge no se hace esperar: debe
ser global, es decir integral, que interactúe con la política, con todo el sistema social y su
entorno, también con la moral. Es por ello que solamente grupos de especialistas
interdisciplinarios pueden hacerlo eficazmente. Se debe tratar también de una planificación
democrática ‐de allí que la experiencia japonesa del control de calidad, inspiradora de las
reglas ISO, resulta insoslayable‐: nuestro constituyente en el art. l4 bis se ha ocupado del tema,
sin bien sin ninguna aplicación práctica por parte de los sucesivos gobiernos: hablar de
participación de los trabajadores en las empresas, con control de la producción y colaboración
en la dirección, es una prueba contundente de donde ha radicado la causa del costo país,
como consecuencia del incumplimiento constitucional, para no hacerlo competitivo. Nos
preguntamos: los ciento ciento cincuenta mil dólares que debemos los argentinos no hubiera
equivalido a un Plan Marchall para nuestro país, si semejante monto se hubiera aplicado en
forma racional a la producción y no a la especulación o la rapiña. Nos preguntamos quienes
son los responsables de semejante mala praxis económica e institucional. Recordamos, por si
sirve, que el art. 29 de la Constitución fulmina con la tacha de infames traidores a la patria a
quienes hubieren otorgado (habla del Congreso y de las legislaturas locales) sumisiones o
supremacías por las que la vida (se mueren miles de argentinos como consecuencia del estado
de quiebra en que estamos sumidos), el honor (el daño moral inflingido al pueblo argentino es
inequívoco) o las fortunas de los argentinos quedaren a merced de gobiernos o persona alguna
(no hay duda que de la banca acreedora). Joaquín V. González escribió en l9l3 "El juicio del
siglo o Cien años de historia argentina", obra editada por la Universidad Nacional de Córdoba.
No cabe duda que hoy debiera convocarse al intelecto nacional, porque no al extranjero, a
realizar una labor equivalente en relación con la valoración histórica que merece el segundo
siglo de vida, como país independiente, de los argentinos. La historia sirve "para entender
mejor el presente e influir sobre él, y así contribuir a modelar el futuro, con el supuesto obvio
de que el hoy es hijo del ayer y el mañana es hijo del hoy" (Bunge, p. 28l).
III. Los caminos de la libertad sistémica.
Jean Paul Sartre, entre su monumental aporte a la cultura, sobre todo a la
literatura, nos regaló una apasionante y excelsa producción novelada, que diera comienzo con
la entrega que él denominó "Los caminos de la libertad". De ese modo el filósofo
existencialista afirmó, en el mensaje tácito que contenía ese título, que eso de "caminante no
hay camino, se hace camino al andar", no es cierto ni siquiera para el portal de una obra
literaria, en contra de lo que pudiera pensar el poeta Machado. Siempre hemos estado con
Sartre y no con Machado en la develación del sino del caminante que es el hombre: si lo es
para un filósofo del existencialismo, mucho más debe serlo para quien se ocupa de la
sociotecnología sistémica como forma de organizar la vida humana.
En tal sentido nos parece cierto que la organización del trabajo es la única forma
de luchar contra la violencia organizada. Bunge nos dice que ello podrá lograrse con
eficientemente con medios legales o políticos (p. 52): pero no con cualquier ley ni con
cualquier política, sino aquellas que sigan puntualmente la propuesta metodológica que
tenemos por cierta y eficiente. Organizarse es la defensa que tiene la masa social para
aprovechar las ventajas que puede producirle su espíritu altruista, el de las masas sociales, que
confronta con frecuencia con el egoísmo individual, aunque ello no puede convertirse en esa
ley que pretende haber descubierto la economía clásica, nos estamos refiriendo a la ley de "la
maximización de las utilidades". Bunge dedica largas páginas a desacralizar dicha ley. En
cambio, si la sociedad no se organiza, su altruismo latente puede convertirse en instrumento
de dependencia, en manos de un déspota aprovechando la buena fe altruista de la gente la
utilice para manipularla, como a ovejas, en perjuicio de toda la sociedad. El altruismo sin
organización será moralmente superior, pero instrumentalmente inferior. La propuesta de
Bunge a favor de la instalación de un sistema de organización social de gestión de calidad
cooperativa, tiene la dirección correcta que estamos señalando.
Pero la organización que estamos proponiendo no solamente consiste en medir
conductas, en controlar el cero defecto, en manejar los tiempos y los costos en pos de la
eficiencia, en conseguir la calidad de los resultados del trabajo, no solo en eso, sino también en
lograr desalienar a los operadores involucrados en la gestión: jefes y empleados, empresa y
clientes, aparato burocrático y entorno social. De eso se ocupa la inteligencia emocional, para
no pensar que solamente la racionalidad lleva al equilibrio de las decisiones: si los afectos
humanos no están equilibrados, no hay relaciones humanas sustentables. En el sentido de lo
expuesto nos interesa observar la presunción que formula Boudon, citado por Bunge, según la
cual los hijos de familias ricas, se motivan mejor que los de familias pobres en su desempeño
escolar.
Desde ya que cuando hablamos de organización nos estamos refiriendo a la
organización del trabajo, quedó dicho, lo cual es significativamente diferente a la organización
social, de carácter biosocial, caso de los tabúes o del incesto, como nos enseña Bunge (p. 69).
En cambio, cuando se trata de la organización del trabajo no hay inmanencia biosocial de
ninguna clase, sino el resultado de un proceso de auto‐organización, proceso que opera en
forma espontánea, porque, como también enseña Bunge "el hombre transforma su propio
cerebro a medida que aprende y actúa" (idem). De todos modos el proceso de auto‐
organización se produce en el marco de una tensión entre el conflicto social, siempre
inexorable, y la cooperación, con frecuencia difícil de lograr, sobre todo en sociedades poco
solidarias como la argentina, pero absolutamente deseable.
Continuando con el desarrollo de la función que tiene la organización en el sistema
social y económico, corresponde señalar que si resulta cierto, como lo destaca Bunge, que
"una clase social es un grupo social que domina a otro o es dominado por este en algún
aspecto" (p. 84), la circunstancia de la dominación es el resultado directo del mayor nivel de
organización de la clase social dominante. Es por ello que el marxismo se equivocó al sostener
que la historia social es el resultado de la lucha de clases, en vez de considerar que el rol
protagónico no lo tiene la lucha, como mera confrontación de fuerzas por las vías de hecho,
sino la organización de los grupos sociales, para, de tal forma, lograr los que se encuentran
dominados dejar de serlo, no para pasar a ser dominadores, sino para lograr una situación de
equilibrio dinámico entre los sectores. No es la lucha de clases el motor de la historia, sino la
organización de todos los sectores sociales, para de ese modo conseguir interrelaciones entre
ellos y con el sistema que le sirve de entorno. No solo están en conflicto las clases sociales,
sino los sexos, las etnias, la calificación técnica o la eficacia entre las diversas ciencias y artes,
los grupos centrales y los periféricos (Bunge, p. 87). Se vislumbra claramente que este
desenvolvimiento nos lleva a plantear un posicionamiento ideológico distinto a la clásica
confrontación entre liberalismo y colectivismo. Ni la libertad de mercado ni la lucha de clases
son los motores de la historia, sino la organización del trabajo en términos de gestión de
calidad y a partir de una activa interrelación entre todos los subsistemas que integran el
sistema social.
Los pueblos que han logrado implementar este tipo de funcionamiento se
encuentran en paz, gozan de prosperidad, "disfrutan de la vida y ayudan a vivir", como lo
propone Bunge, es decir logran que la libertad individual interactúe con la solidaridad social.
Los pueblos que no lo han conseguido, caso notable el de Argentina, no han logrado ese
resultado, vive en una ciénaga, carece de horizonte y de destino, se repite permanentemente
a si mismo sin sentido crítico: carece de independencia y no interactúa adecuadamente con el
resto del mundo. Plantear las cosas de éste modo resulta impensable para la ignorancia
organizacional de la dirigencia argentina. Ocurre que se ignora la existencia y funcionamiento
de dos leyes básicas de los sistemas: que se respete la variedad requerida por cada sistema,
que para hacerlo posible se reduzcan las complejidades propias de todo sistema, mucho más
cuando la complejidad es el resultado necesario del desarrollo tecnológico. Ni la reducción de
la complejidad burocrática, ni el incremento de la organización de la información, ni los
estudios de impacto, ni las interacciones interdisciplinarias, reales y no verbales, son
prioridades en una propuesta de un nuevo modelo de gobierno social, político, económico y
cultural.
El camino de la libertad económica ha estado tradicionalmente indicado a partir
del principio de la maximización de las utilidades del homus economicus, a partir de la
creencia, jamás comprobada, de que la libertad humana genera sujetos egoístas. Como si los
hombres, al hacer negocios, no se comportaran con absoluta prudencia, no esperando ganar lo
máximo por su trabajo, sino lo mínimo pero seguro: esa fue la máxima prevaleciente en el
comportamiento de los puritanos que hizo crecer el capitalismo en los Estados Unidos (Max
Weber, l964). El que gana menos, gana más: la tortuga le gana a la liebre (Esopo). En la
Argentina hemos siempre buscado la maximización de las ganancias y así nos fue: obviamente
quien nunca buscó maximizar ganancias fue el Estado. En cambio, hemos sostenido en otro
estudio que el postulado de eficiencia de los sistemas, que no es lo mismo que maximizar
utilidades, debe ser aplicado a todos los sistemas: también a la ética, a la religión, a la cultura,
al derecho (Quiroga Lavié, ¨Es eficiente el sistema jurídico?, l995).
Vale en cambio buscar el camino de la libertad económica, en términos de
sistema, tendiendo "diversos tipos de redes sociales, desde los círculos sociales informales
hasta las familias y los conglomerados empresariales" (Polanyi, l944, Granovetter, l977, l983,
ambos citados por Bunge, p.ll0). Nos interesa a los argentinos la propuesta que se formula
para conseguir trabajo a través de redes: ello se logra haciendo distinción entre lazos fuertes y
débiles que tienen las personas, los primeros con parientes o amigos íntimos, los segundos con
meros conocidos o recién conocidos; la tesis es que son los lazos débiles los que deben utilizar
los sin trabajo para conseguir más fácilmente una ocupación rentable: cuanto más abramos
conexiones con gente que apenas conocemos, quizás con desconocidos, por Internet, más
posibilidades de trabajar tendremos. Ese es el desafío de la economía cibernética al cual nos
tenemos que aplicar. Ello no implica negar que "la dotación económica inicial y la pertenencia
a una red social (fuerte) sean factores de éxito en los negocios (Bunge, p. l2l).
No hay dialéctica en el funcionamiento de los sistemas, como lo presumió el
colectivismo, es decir una suerte de confuso proceso de síntesis entre contrarios, sino
relaciones inter o intra‐sistémicas que realimentan, positiva o negativamente, según hemos
visto en anteriores capítulos de este libro, las relaciones humanas. Es por ello que la economía
debe aplicarse a estudiar las relaciones entre los distintos sistemas con quien se encuentra
relacionado el homus economicus, y no considerarlo como un autista aislado del mundo: de la
ética, del la cultura de su historia y tradiciones, de sus circunstancias psicológicas, obviamente.
Por no haber utilizado el método sistémico los monetaristas ni siquiera cuenta con una teoría
apropiada sobre el dinero; "tampoco ha podido fundamentar su tesis de que toda inflación es
causada por demasiado dinero a la búsqueda de demasiados pocos bienes, resultando falsa la
receta de un estricto control de la cantidad de dinero circulando en el mercado como forma de
garantizar la salud económica, aun a costa de la vida del paciente" (p. l28): es obvio que la
estanflación ha desmentido todo esto (consúltese la bibliografía citada por Bunge). La
estanflación también ha desmentido la famosa curva de Philips, según la cual la inflación es
inversamente proporcional a la desocupación (p. l34).
En un sentido correspondiente con lo que estamos diciendo, Bunge desnuda la
falaz tesis de la economía clásica según la cual el precio en el mercado lo fija la oferta y la
demanda. Sostiene, en cambio, que "no existen datos suficientes para trazar o verificar una
curva de demanda", lo cual le otorga carácter borroso a ese tipo de curvas; lo concreto,
sostiene Bunge, es que las firmas oligopólicas que controlan el comercio mundial, no emplean
las curvas de demandas, habiéndose documentado que las mega corporaciones fijan sus
precios con el método del costo de producción, más margen de utilidad fija o margen de
ganancia, independientemente de la demanda esperada (p. l39). Resulta indiscutible que si los
formadores de precios dejan de vender, tendrán que bajar los precios, pero no es la demanda
lo que regula el precio, sino la reducción o desaparición del margen de ganancia: al capitalismo
salvaje no le importa que la gente se muera de hambre, si no tiene para comprar alimentos,
total los capitanes del comercio e industria viven en bunkers, viajan en autos blindados, hasta
que les terminan secuestrando a un hijo, o se los matan. ¿Ese es el modelo de paz social que
quiere oficializar como la esencia de la verdad científica el monetarismo?
No caben dudas de que la nueva ideología, en éste caso de carácter científico,
basada en la organización del trabajo de gestión de calidad, es objetivamente más eficiente en
términos de paz social, bienestar general y afianzamiento de la justicia, como lo quiere el
Preámbulo de la Constitución, que los postulados monetaristas que nos han estado
gobernando. Postulados que han desnaturalizado la letra y la correcta interpretación de
nuestra Ley Fundamental: no ha sido esa la ideología de Echeverría en el Dogma Socialista, ni
de Alberdi en sus Bases ni en el Régimen Económico y Rentístico de la Confederación, ni de
Sarmiento en su Educación Popular, ni de Mitre en sus Arengas como constituyente y
legislador, tampoco de Mariano Fragueiro en sus estudios económicos. El monetarismo,
realmente, ha desnaturalizado el programa constitucional de los argentinos. Y lo ha
desnaturalizado en términos de paz social y de solidaridad, así como de desarrollo humano con
justicia social, según lo establece el art. 75, inc. l9, valores que ningún sistema jurídico puede
dejar de lado (Cossio, Teoría Egológica), sin ocurrírsele nunca que el trabajo cooperativo de
gestión de calidad, puede lograr dar satisfacción, de cara al desarrollo científico y tecnológico
de la modernidad, a los postulados constitucionales que juramos cumplir y hacer realidad.
En cambio el monetarismo defiende con júbilo las teorías oficializadas por los
Premios Nóbeles de Economía, caso de Ronald Case, quien sostuviera que una manera de
reparar los daños que producen las externalidades dañosas del funcionamiento del mercado,
para la salud o para el medio ambiente, la manera de reparar dichos daños es llegar a un
acuerdo donde los perpetradores de los daños compensen a las víctimas (p. l39): es decir el
postulado contaminador pagador, que ha sido absolutamente denostado por las ciencias
ecológicas, como técnica para reparar lo irreparable, en términos de vidas y salud humana, o
en términos de desvastación económica, abandonando a su suerte a las generaciones futuras,
con palmario desconocimiento de nuestro art. 4l constitucional. El tema no merece mayores
comentarios.
En el camino de la libertad económica que estamos buscando, no cabe duda alguna
que debemos tener en cuenta una ley económica que si podemos considerar como universal,
nos referimos a la que sostiene que "en el largo plazo (porque no en el corto) el progreso
tecnológico elimina puestos de trabajo" (p. l4l). Frente a ésta realidad, si como bien señala
Bunge "las leyes económicas no son dadas sino el resultado de la acción humana (en contra de
la tesis de Adams Smith de la "mano invisible"), pues debe ser tarea de la ciencia y de la
tecnología, compensar la pérdida de los puestos de trabajo como consecuencia del desarrollo
tecnológico, con nuevos puestos generados por la utilización racional de las redes de
comunicación modernas. Trabajar en red, a partir de modelos individuales o cooperativos de
trabajo, aplicando sistemas de gestión de calidad, tipo Reglas ISO, u otros que puedan
formularse con el avance de la ciencia, nos parece el único camino razonable en términos de
gobernabilidad del sistema socio económico, por ende político y cultural. De eso trata la
propuesta de instalar la "democracia integral".
Continuemos el camino de la libertad económica, en términos de democracia integral,
no la lineal del salvajismo darwiniano, y consideremos la proposición de Bunge, según la cual
"aun no se sabe con seguridad si los aumentos salariales destruyen puestos de trabajo (debido
a los incrementos de costos), o los crean (indirectamente), gracias a los incrementos del
consumo a la Keynes (p. l68). Por de pronto Bunge sostiene que es dudoso que el aumento del
salario mínimo elimine empleos, citando en su apoyo a Card y Krueger. Nosotros siempre
hemos pensado que la solución a la Keynes, de atender a la demanda creando y haciendo
circular más moneda, no fue autosuficiente ni válida por si sola; lo que siempre hemos
pensado es que ese tipo de monetarismo hacía la izquierda, solamente pudo dar resultados
positivos en razón de que el incremento de dinero en el mercado se aplicó a una economía
desarrollada en términos de eficiencia productiva: estamos hablando en relación con los años
30, y en términos comparativos a la competitividad de la producción norteamericana con la del
resto del mundo. En resumen lo que pensamos es que el punto de apoyo para la salida de una
crisis económica como la que pasa la Argentina en nuestros días, no apelar a remedios
exclusivamente monetarios (sin desatenderlos, porque la ciencia no puede ser dogmática ni
fundamentalista), sino a partir de soluciones vinculadas a la organización del trabajo, como ha
quedado dicho, y los seguiremos considerando.
IV. De creencias y verificaciones
Hasta ahora, lo que llevamos dicho nos ubica en la certeza de que no es posible
considerar a la economía como una ciencia basada en "creencias no verificables", como ocurre
con las creencias religiosas, con la diferencia de que el infierno tan temido (Santa Teresa), o el
paraíso tan deseado, nunca se verifica, en tanto que los fracasos (la quiebra del sistema
económico y político argentino), se verifica hasta el artazgo. Salvo que vivamos en el país de
los ciegos que tan dramáticamente ha descripto Saramago en su Ensayo sobre la ceguera. Si la
culpa de lo que nos ha pasado la tienen los políticos, como se dice a diario en nuestro país,
entonces está claro que la economía, tal como se enseña y se aplica, no sirve ni alcanza,
resultando también evidente que esa ciencia no puede desentenderse de la interdisciplina: de
la organización del trabajo en términos de producción de calidad total, de la inteligencia
emocional como variable activa de la motivación de los trabajadores, que en tal sentido son
tan seres humanos como los empresarios, del impacto ambiental de la gestión económica, de
la desburocratización como objetivo fundamental para bajar el costo país, también para
humanizar el trabajo, de la educación y de la cultura, porque de no ser así no habrá plataforma
de lanzamiento de ningún proyecto productivo, de organización de la información, en especial
en redes de comunicación, pues ese es el designio de nuestro tiempo, de la ética, porque una
economía sin ética viola tanto el humanismo integral como la democracia integral: en síntesis
una economía sin ética carece de rostro humano, por lo tanto no es economía.
Estos son los presupuestos para poder instalar, en forma consistente, una democracia
integral, la cual, según Bunge todavía es un ideal. Sin embargo ese ideal puede florecer a partir
de la fuerza moral de lograr que ningún grupo social se convierta en dominador privilegiado; a
partir de no convertir al Estado en tutor de la gente, sino en un consejero para que cada uno
se comporte como le plazca, siempre que con su comportamiento no se perjudique a nadie.
Ese modelo de acción de la democracia integral se operativiza con la idea que propugna Dahl,
en el sentido de que converjan la variable "libertad de competencia", una suerte de control
desde abajo, desde la misma sociedad, con la variable "cooperación espontánea de unos con
otros", base de la solidaridad (que los hermanos sean unidos, esa es la ley primera, nos enseña
Martin Fierro), con lo cual también se realimenta el control desde abajo (p. l93). Sin embargo
en el texto de Bunge se supone que dicho tipo de cooperación implica también al control
desde arriba: a nuestro juicio ello debe provenir fundamental desde el Estado, cuando la
sociedad no es suficientemente solidaria o no esta en condiciones de cooperar. Se trata de la
típica bidirección sistémica que agiliza el giro realimentador del sistema.
De ese modo tendremos una economía de gran potencial heurístico, es decir
normativo, porque una economía que no marque normas certeras de lo que se debe hacer
para lograr cumplir los estándares de excelencia que necesita el país para crear riqueza en
toda la población, y no pobreza generalizada, como nos ocurre a los argentinos, no puede
merecer llamarse economía. De ese modo tendremos un país con capital humano sustentable,
a partir de una educación dirigida a implementar la democracia integral, tal como ha quedado
explicitada, porque sin capital humano competitivo, creativo, solidario y con capacidad de
organización en términos de gestión de calidad, no tendremos un país sustentable ni
competitivo. "Las personas representan riqueza, de modo que la educación es una inversión"
(p. 268).
En política lo que importa es la "res" y no la "verba", nos dice Bunge (p. l77):
porque "res non verba", es decir que poco debe importar hablar, seducir con retórica
ineficiente, que nunca logra resultados, sino conseguir "realmente" (res) dichos resultados.
Justo lo contrario que hacen los políticos argentinos, asesorados por economistas que son
"notables" por sus discursos, pero nunca por sus resultados. Pudiera ser que ello ocurre por
miedo a las amenazas de los intereses que están en juego, o porque, en vez de la ética pública,
como lo quiere nuestra Constitución (art. 36), lo que reina es la corrupción.
De creencias y verificaciones, hemos dicho, sobre todo con el objeto de creer y
verificar que el objetivo que buscamos no se podrá lograr con pretendidos discursos
revolucionarios, que no hacen otra cosa que involucionar el estado de cosas, porque el cambio
solo es real y sustentable si es gradual, pero también integral. Por eso es que buscamos la
democracia integral, que implica el humanismo integral. El sistemismo lo hace posible (Bunge,
p. l78). Lo que hemos dicho sobre la falacia de la revolución no implica que la rebelión social
no pueda convertirse en una palanca del cambio político: hemos tenido una seguidilla de
ejemplos, en tal sentido, en los últimos tiempos, los argentinos (así cayó de la Rua, también
Rodríguez Saa, así subió Duhalde, asi se ha condicionado el accionar de la Justicia, que ha
terminado protegiendo el derecho de propiedad, pero con muchas dificultades, frente al
denominado "corralito financiero”). No se equivocó Aristóteles cuando sostuvo que "la
rebelión es más fuerte cuando más clara es la percepción de la desigualdad.
Pero también tenemos que tener bien claro que los cambios sociales no son
nada fáciles. Por eso no se equivocó Ortega y Gasset cuando dijo que hay revolución cuando
cambian los usos, no los abusos: no es nada fácil el cambio de los usos sociales. Bien lo
sabemos los argentinos. Por eso tampoco se equivocó Maquiavelo cuando manifestó que "no
hay nada más difícil de llevar a cabo, ni de éxito más dudoso, ni más peligroso de manejar, que
el inicio de un nuevo orden de cosas (cita de Bunge en p. l79). Así como no resulta menos
cierta la reflexión que nos deja Tocqueville cuando nos dice que la rebelión contra el abuso del
poder es más probable cuando él comienza a menguar y mejora la suerte de los oprimidos (p.
l87), índice que de que el pueblo ha advertido la pérdida de poder del gobernante: entonces
quedan dos caminos, o adviene una dictadura de mayor ensamble, a sojuzgar al pueblo, o éste
encuentra el camino de su auto‐organización y puede liberar su destino hacia la prosperidad.
Ojalá que esto último sea lo que nos ocurra a los argentinos, pues de lo contrario nos esperan
horas de dolor y de sangre.
El camino de la democracia integral también implica lograr el objetivo que en una
sociedad donde reine la justicia los derechos deben siempre implicar deberes y a la inversa:
Bunge dixit (p. l94). Tenemos para nosotros que el principal deber de cada ciudadano en la
democracia integral, consiste en organizar su trabajo de acuerdo a la gestión de calidad que el
sistema productivo constitucional le indique: nuestro incumplido art. l4 bis. Esa situación
jurídica reviste el carácter de un deber que es, a su vez, correlato de su derecho al trabajo. Por
cierto que no es propio que el Estado esté obligado a dar trabajo, solución propia del
paternalismo colectivista, viciado de facilismo ineficiente, que hizo caer al sistema. Pero sí es
propio que el Estado ponga las condiciones igualitaristas para instalar en la sociedad una
educación pública a favor de la gestión de calidad, a partir de la cual cada uno, aun en
situación de pobreza, de falta de recursos y sin trabajo, pueda generar trabajo auto‐propista,
pues si sabe auto‐organizar el trabajo, porque lo ha aprendido en la escuela, y conoce el
manejo de las redes de comunicación que están disponibles en tal sentido, el desafío de la
calidad total no resultará utópico. No somos pobres, les decía Paulo Freire a sus discípulos en
las favelas paulistas, sino ignorantes: vean esa bosta abandonada que está a nuestra mano, no
la despreciemos, sirve para hacer panes compensados, útiles para la construcción ¿no lo
sabíamos? No sabemos tantas cosas, en especial nosotros, que vivimos en un país que es un
venero de riqueza desaprovechada.
Cuando Alexis de Tocqueville escribió en l835 "La democracia en América", quizás
no sabía que estaba poniendo las bases de la aun no realizada "democracia integral". El
egoísmo no puede ser la piedra fundamental del funcionamiento capitalista, siguiendo a pie
juntillas la búsqueda de la maximización de las utilidades. No olvidemos a Tocqueville: "el
individualismo radical destruye la virtud cívica" (parte 2, del capítulo 2, citado por Bunge, p.
l95). "Si soy indigente alguien comprará mis derechos, caso de la esclavitud necesaria" (idem).
¿A eso le podemos llamar liberalismo? Esta claro que "sólo la igualdad garantiza el libre
ejercicio de los derechos...la libertad es posible únicamente entre iguales y la igualdad solo es
posible entre libres" (idem).
La posición sociológica de Max Weber es bien conocida: es el fundador de la
sociología comprensiva, a partir de un pensamiento netamente individualista (hemos sido
pioneros en los estudios weberianos en nuestro país, lo cual damos testimonio con nuestra
"Introducción a la teoría social de Max Weber, Pannedille, l970, trabajo de investigación donde
intervinieron los entonces estudiantes Carlos Cruz, Ana María Lisi, Alberto Garcia). Interesa por
tanto conocer la perspectiva que tenía Weber sobre el socialismo, a partir de un poco
conocido ensayo escrito en l918, según testimonio de Bunge: "la meta del buen gobierno no es
la ganancia privada sino el genuino bienestar social, más que la asistencia que sólo enmascara
y perpetua la injusticia social" (p.206). "Por eso es que el manejo de los hospitales, las escuelas
y universidades públicas o las cárceles, como si fueran almacenes, será tan descabellada como
tratar los tumores cerebrales como juanetes (p. 207). La contracara de la democracia integral
donde el asistencialismo solo se justifica en estado de necesidad que ponga en peligro la vida y
la salud de las personas, también la educación básica.
La búsqueda de creencias y verificaciones sobre el modelo económico que haga posible
la democracia integral, nos lleva ahora a verificar la suerte que han tenido las etapas de
transición, cuando el no ve más de un modelo obliga a la instalación de otro que resulte
sustentable, en términos de resultados de bienestar social. Bunge señala que el tránsito del
colectivismo soviético al proceso de liberalización de la economía fue traumático y no eficiente
(p. 232). Interesa seguir su pensamiento para comparar su análisis con la actual situación
argentina, que se encuentra también en un momento de cambio de modelo, porque el más de
lo mismo nos hará desaparecer. Señala el maestro que las insuficiencias del tránsito Gorbachev
fueron: a) no hubo un debate abierto sobre las causas del fracaso del régimen; b) no hubo una
denuncia explícita del marxismo‐leninismo como dogma obsoleto y paralisante; c) se decretó
desde arriba, sin participación de las bases; d) no hubo incremento de la democracia municipal
y regional, tampoco se organizaron nuevos partidos políticos (nuevos de verdad, no nuevos
rótulos diciendo lo mismo que los antiguos que han fracasado; e) no había ideas claras sobre el
mercado, por lo tanto faltaron incentivos a la producción; f) se desalentó la organización de
cooperativas independientes, con lo cual se perdió una oportunidad única de organizar
empresas cooperativas en escala; g) no hubo un proyecto nacional general y de largo plazo que
incluyera la reelaboración radical de todos los subsistemas de la sociedad. ¿No les parece que
este catálogo es un precioso instrumento de medición para aplicarlo al caso argentino?
Creemos que a la Argentina le ha pasado y le está pasando lo mismo. Bunge señala
que en la Unión Soviética nadie tenía una idea clara que hacer con la economía, igual que aquí;
que se vivía pidiendo consejos a expertos extranjeros quienes recomendaron terapias de
choque que no se hubieran animado a proponer aplicar en sus países: igual que aquí; que se
siguió gobernando por decreto, no surgiendo auténticas alternativas políticas, y que los
parlamentos aprobaban, automáticamente, las decisiones tomadas por los dirigentes: igual
que aquí. Por último, se señala que "la desobediencia, la desmoralización y hasta el pánico y el
delito se extendieron como una hoguera: desgraciadamente igual que aquí. La única
diferencia, la marcamos nosotros, es que allí el pueblo se mantuvo apático, cuando no
desconfiado: esto último totalmente igual entre nosotros, pero no ha mostrado, gracias a Dios,
apatía: ha salido a la calle a controlar activamente a sus gobernantes. Pero no va a bastar si no
surge una nueva dirigencia, que convoque realmente a la sociedad, porque esa es la función
propia e insustituible de la dirigencia (la democracia directa de masas es puro verbalismo
utópico), pero que lo haga a partir de modelos de acción social concretos y operativos, tal
como lo estamos proponiendo en este estudio cuando hablamos de "democracia integral".
No habrá democracia integral sin interdisciplina científica aplicada a la organización del
trabajo productivo, lo hemos dicho. El sistemismo es la propuesta y en ella confiamos como
instrumento metodológico a tal fin. Ahora bien, ¿como ubicarnos en el debate abierto en la
sociología del conocimiento, sobre si la formación del conocimiento científico depende
primordialmente de la creatividad y genio de los científicos, al margen de toda determinación
social (tesis internalista), o, en sentido opuesto, si lo prevaleciente es el peso social, sea de la
comunidad de vida de cada científico o del ámbito científico al cual se pertenece, según
versiones flexibles o duras, descriptas con maestría por Bunge en su obra (pags. 248 y sigts.)?
Preferimos salvar rápidamente la ardua discusión planteada, para, en vez, simplificar nuestra
toma de posición a partir del sistemismo que venimos adhiriendo: no habría razones para
hacer excepción en este caso. La ciencia es obra de genios, muchas veces, del esfuerzo de cada
comunidad científica, en innumerables casos, preferentemente a partir de la interdisciplina
cuando se trate de aplicar sus resultados a cuestiones prácticas de interés social, o privadas
vinculadas al comercio, que no deja de ser social, por ello.
Salvada esta cuestión interesa también definir el alcance que debe dársele a la
sociología del conocimiento. En este punto Bunge destaca la importancia que ha tenido Robert
Merton como "verdadero padre fundador" de dicha sociología, puntualizando que para dicho
autor el ethos de la ciencia debe ser: universalismo o no relativismo, comunismo epistémico
(que yo llamaría isomorfismo epistémico, con perdón por mi atrevimiento), desinterés y
libertad con respecto a la intervención del Estado, escepticismo organizado o énfasis en la
duda metodológica. No cabe duda que, más allá de los matizamientos que realiza Bunge al
pensamiento de Merton, la caracterización cierra completamente. Un último párrafo en
relación con la planificación de la actividad científica: no podemos sino apoyar la posici¢n de
Michael Polanyi, defendida por Bunge, a favor de la necesidad de la libertad de investigación y
que la misma debe estar apartada de toda ideología. Pero ésto no significa que el Estado no
pueda tener una política científica dirigida a priorizar el apoyo a determinados campos de la
investigación (si no se investiga el chagas en la argentina, no se lo hará en otra parte por
tratarse de una endemia nacional; también es una endemia localizada en la provincia de
Buenos Aires el desborde de las lagunas ecadenadas), a partir del llamado generado por las
necesidades sociales: cuando el constituyente dispuso que le corresponde al Congreso
"proveer lo conducente a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y
aprovechamiento", no ha hecho otra cosa que potestarlo a dictar leyes de organización y de
bases para el desarrollo de dichas actividades, pudiendo utilizar el mismo intrumental
legislativo que el previsto para fijar la política educativa (art. 75 inc. l9). Ello no significa
planificar la actividad científica, ni limitar la libertad heurística de la comunidad científica, sino,
solamente, ejercer una potestad legislativa dirigida a realizar el bienestar general. Es por ello
razonable y también constitucional, que los científicos del sistema público de ciencia y técnica,
así como del universitario nacional pueda competir en igualdad de oportunidades en los
contratos de consultoría que al respecto promueva el Estado.
V. Política, ciencia y tecnología.
Desde la histórica confrontación entre la ciencia y la política, planteada por Max
Weber en páginas que abrieron un amplio debate filosófico al respecto (Le savant et le
politique, l959), donde quedó plasmada la tesis según la cual el acto de comprensión del
científico, en relación con la determinación de la verdad científica, esta pautada
inevitablemente por la subjetividad del acto de comprensión, a las páginas escritas por Mario
Bunge en el debate que el maestro argentino ha abierto sobre las "ciencias sociales en
discusión", no solo han pasado casi un siglo, que el mundo ha sido testigo, cada vez con más
intensidad de una influencia más determinante del saber humano, también del científico, en la
construcción de la historia. No en balde se enfatiza tanto en que vivimos en tiempos donde el
conocimiento es poder, y que si la conducción política no valora ni toma en cuenta al
denominado "capital social", que no es otra cosa que cultura aplicada a la economía, pues el
resultado será , sin duda, el subdesarrollo y no la prosperidad de nuestros pueblos. Inútil
énfasis, por cierto, el de este discurso en relación con las entendederas de la dirigencia
argentina, con el tremendo costo por todos conocido.
Recorreremos páginas de Bunge que nos parecen liminares. La primera
anotación de importancia es la indicación de que en la historia de la ciencia ha campeado
siempre la confusión entre ciencias básicas y saber tecnológico, error que ha llevado a
confundir verdad con eficiencia, llegándose a proponer suprimir la verdad de la ciencia por la
eficiencia de la práctica (p. 263). No se advierte que la ciencia no es un funcionamiento, sino
nada mas, ni nada menos, que un conocimiento, por ende nunca verificable en términos de
eficiencia, si en términos de error. Este error genera "la falsa expectativa (en los políticos y
funcionarios, también en los formadores de opinión pública) de que los hallazgos científicos
conduzcan automáticamente a sus aplicaciones", cuando lo cierto es que "la investigación
básica satisface primordialmente la importante necesidad social de elevar el nivel cultural
general". Ello produce frecuentemente, sobre todo en nuestro país, el nefasto efecto que los
políticos, sobre ciertos ministros desaprensivos y que actuan con ignorancia, sostengan que
nunca han visto que los científicos hagan ningún invento (sic), o que los manden a "lavar
platos" debido a su inutilidad (sin palabras). Entonces, con tamaño posicionamiento ante la
opinión pública, a contra cara del pensamiento universal en tal sentido, como no se va a
instalar en la gente la idea de que la investigación científica no sirve para nada, pretendiendo
justificar el recorte del presupuesto en materia universitaria y de ciencia y técnica, y como no
se a decir de nuestra Argentina que somos un "país bananero"...
No podemos subestimar el aporte de la ciencia básica a la tecnología, nos dice
Bunge, pues aquella es un permanente venero de ideas generadoras de anteproyectos y de
planes para el accionar de la ciencia aplicada, así como de la tecnología. Debemos tener en
cuenta que las tecnologías cumplen la función de controlar el comportamiento humano a
través del diseño de los sistemas sociales (p. 264). Bunge concibe a la tecnología moderna
como "la rama del conocimiento consagrada al diseño y puesta a prueba de sistemas o
procesos con la ayuda del conocimiento científico y con la meta de servir a la industria o el
gobierno (se apoya para ello en Agassi, Susskind, Quintanilla, Wiener y Mitcham: ver p. 264).
Está en consecuencia claro que mientras la tecnología genera herramientas para modificar la
naturaleza o la sociedad, la ciencia básica tiene por finalidad entender la realidad y su verdad:
la ciencia no tiene valor de mercado, genera bienes públicos, en cambio los bienes
tecnológicos son de apropiación privada y pueden ser comercializados. Tener en claro que
como los mercados suelen aceptar bienes o servicios de poco valor, como si fueran valiosos,
por cuestiones de marqueting o de publicidad, Bunge los llama "cacharros", la ciencia siempre
será valida, mientras no se la falsifique (en términos de Popper).
Otra indicación importante del maestro Bunge es que mientras la ciencia no tiene
compromiso moral ni ideológico, la tecnología si lo tiene, sea para el bien o para el mal: para
atender la salud pública o la destrucción de vidas en las guerras. De allí que sea certera la
apreciación de Bunge en el sentido de que, a diferencia de la ciencia básica, la tecnología
"tendría que estar sujeta al escrutinio y el control públicos (p. 265): desde el punto de vista
jurídico nosotros apuntamos que sería conveniente implementar amparos colectivos, a partir
de la legitimación procesal del Defensor del Pueblo, o de las organizaciones no
gubernamentales registradas a tal efecto, con el objeto de controlar, con intervención de la
Justicia, una tecnología cuyas aplicaciones generen desvastaciones, en la salud pública, en el
sistema ecológico, como casos notables de campos sociales a ser tutelados (ello en la letra y
espíritu del art. 43 constitucional).
Otro tema cardinal es determinar si existen o no leyes sobre el desarrollo
tecnológico. Bunge se pronuncia por la negativa, aunque ello no significa negar que el avance
de la tecnología significa un incentivo, digamos que "exponencial", al avance de la ciencia. No
cabe duda que "todo adelanto importante en la alta tecnología explota un adelanto científico";
que "sólo una pequeña fracción de la ciencia básica aplicada encuentra uso en la tecnología;
que "la mayoría de las invenciones nunca se llevan a la práctica". En conclusión no es cosa de
"soplar y hacer botellas", como con ironía genial lo indicara nuestro General San Martín, es
decir que no hay que esperar que la inversión económica en ciencia básica implique
automáticamente crecimiento, todo cuesta no solo dinero, sino tiempo, talento mediante. Por
ello nunca hay que dejar de apoyar a la ciencia básica (ha quedado claro que el control de los
efectos y de la calidad total de la gestión tecnológica es otro tema): eso es lo que ha hecho con
gran paciencia el primer mundo, pero no la Argentina.
Hemos titulado éste acápite "política, ciencia y tecnología". Nos hemos ocupado
hasta ahora de las relaciones entre ciencia y tecnología. Es la hora de hablar de la política,
comenzando por la ciencia política, por ser el campo del saber que se ocupa de aquella. Desde
ese versículo nos interesa el señalamiento que hace Bunge cuando afirma que las ciencias
políticas están más interesadas en problemas concernientes al derecho y el orden que
cuestiones referidas al conflicto y a la justicia social. Nos interesa porque desde la
investigación que hemos realizado en nuestro estudio "¿Es eficiente el sistema jurídico?
venimos sosteniendo que con el derecho no alcanza para organizar a la sociedad, simplemente
porque el derecho no ha sido planteado por los juristas, tampoco por los políticos, como una
técnica de organización (no obstante la definición que en tal sentido hace Kelsen en su Teoría
Pura). Tenemos que agregar que dicho posicionamiento lo hemos avanzado aun más en
nuestro estudio "El derecho procesal organizacional" (La Plata, l998), donde hemos
incorporado a la ciencia jurídica procesal la interdisciplina de la sociotecnología organizacional
(el pensamiento de Deming, de Drucker, Simon, de Minsberg, entre otros): desde ya que
hemos recibido la total indiferencia de los juristas del derecho procesal clásicos, que siguen
pensando que con su perspectiva tradicional van a convertir en eficiente al burocratismo
judicial: ese vetusto sistema que la sociedad vive como una lápida, que merece el severo
reproche que la sociedad argentina tiene sobre el funcionamiento de sus tribunales
judiciales.(90% de descrédito según Gallup). Luego de ello hemos logrado aplicar programas de
gestión de calidad, a partir de Reglas ISO 900l, en tres tribunales federales: como consecuencia
de ello hemos dirigido una publicación sobre "Gestión de calidad en la Justicia", con la
participación de un grupo de especialistas interdisciplinario (ver ese libro en Editorial La Ley,
2005).
No podemos silenciar la siguiente indicación de Bunge, por su importancia: según
él "los análisis econométricos de las economías norteamericana y británica realizados por
Milton Friedman y Anna Schwartz, en l982, fueron explícitamente concebidos para demostrar
los beneficios de las políticas monetarias rigurosas, pero al examinarlos se comprobó que no
hacían nada de eso. Bunge cita, para avalar su aserto, a Brown, a Hendry y a Ericson, en
publicaciones de l983. El aserto no resulta baladí, porque, de ser ello cierto, implica la falacia
científica del monetarismo, cosa que siempre hemos intuido, a estar a los resultados
prominentes de la aplicación de sus doctrinas en nuestro país.
Si hablamos de política, corresponde que hablemos de las ideologías.
Comenzamos con el apuntamiento de Daniel Bell, según el cual "no hay a la vista ninguna
ideología nueva", con el agregado que, "de hecho, todas las grandes ideologías existentes son
intelectualemente seniles o están muertas (para tratar de probarlo escribió un libro titulado
"El fin de las ideologías (Madrid, l964). Resulta muy apresurado dar por muerto a quien
moviliza a millones de seres humanos en la humanidad, seguramente detrás de ideas
fanáticas, irracionales, improbadas en términos de resultados, como los fantasmas, pero que
los hay, al menos en la mente de quienes dicen percibirlos ¿hay duda de ello?). Lo cierto es
que la humanidad estuvo movilizada, durante todo el siglo que acaba de fenecer, por la
confrontación ideológica entre liberalismo vs. colectivismo. Esa confrontación ha declinado
notablemente, ahora prevalece el monodiscurso de la ideología liberal, matizada en el primer
mundo por los resabios del "estado de bienestar", reinante en nuestro país a partir del
exclusivismo monetarista. Así nos ha ido: no logramos otra cosa que incrementar nuestro
endeudamiento, el empobrecimiento, la marginalidad social, la desocupación, la pérdida de la
calidad de vida, sin lograr instalar un atisbo de modernidad en términos de organización
productiva: estamos pensando en el modelo sociotecnológico que implica la puesta en
funcionamiento de la democracia integral.
Lo notable es que, justo en los días en que estamos escribiendo estas notas, se
ha destapado en los Estados Unidos una ola de denuncias de corrupción empresarias,
vinculadas a sospechas de manejos espurios por parte de la clase política, que viene de
arrastre desde hace ya cierto tiempo, muy a contrapelo de la imagen de transparencia que nos
legaron los padres del capitalismo puritano. Pareciera que ese nuevo estilo ha nacido a la par
de la aparición, con fuerza política, de las ideas monetaristas que esgrime el Fondo Monetario
Internacional. El resultado, según informes periodísticos, es que habría comenzado a
incrementarse la desconfianza de los inversores en el sistema bancario y en el ahorro público.
Una reiteración del fenómeno argentino que tanto dolor nos produce, seguramente sin
mayores costos inmediatos para la mayor economía del mundo, pero que instala un llamado
de atención en términos estructurales para ese país.
Lo cierto es que las ideologías no han muerto. Tampoco parece convincente, lo
señala Bunge, que se esté cumpliendo la profecía de Huntington, "en el sentido de que el
conflicto de las ideologías políticas está dejando paso a un choque de civilizaciones": parece
más bien que, ateniéndonos al pasado, "cualquier conflicto internacional serio resulte
multifacético, es decir: territorial, étnico, político, económico y cultural", es decir
esencialmente ideológico. Como bien señala Bunge "las ideologías son banderas de
movimientos sociales y, por consiguiente, herramientas de la éxtasis o el cambio" (p 27l). No
se trata de la muerte o el fin de las ideologías, sino que se avisora el nacimiento de un nuevo
movimiento ideológico, que hace compatible al liberalismo con el comunitarismo, a partir del
cooperativismo, que hace de la organización del trabajo, en términos de gestión de calidad, no
de la moneda, la clave de la economía productiva, y que finca en la organización de la
información, también en términos de gestión de calidad, el eje de la desburocratización. A los
ochenta y dos años de la desaparición de Max Weber, recién se avisora la clave técnica de
como hacer de la dominación burocrática, un sistema de gobierno donde la política (la
diletancia, como la llamaba Weber), esté en condiciones de controlar al ritualismo formal, al
trabajo a reglamento permanente, implicado en la ineficiencia burocrática.
Si no estamos de cara al fin de las ideologías, tampoco estamos dándole el
requiem a los nacionalismos: muy a pesar del griterío globalizador. Se mantiene impertérrito el
antiquísimo nacionalismo territorial, porque los pueblos no renunciarán nunca a sus terruños
(pregúntenles, si no, a los palestinos y a los israelíes); no desaparece el nacionalismo étnico,
pues los pueblos no pueden renunciar a protegerse a si mismos, por instinto de conservación
como pueblos (los pueblos existen, no son una entelequia); no resulta fácil que desaparezca el
nacionalismo económico, pues el apetito por la posesión de bienes materiales es una realidad
que el comunismo no quiso ni pudo ver como cosa propia de la naturaleza humana: así le fue;
también resulta improbable que no exista m s el nacionalismo político, pues la emancipación
de los pueblos, así como la opresión por parte de los vecinos o de los imperialismos, es, el
primero, una suerte de derecho natural vinculado con el ius gentium, desde los tiempos de
Grotius, y lo segundo una vocación perversa que ha maculado la historia de la humanidad,
cuya fuerza histórica ser difícil de doblegar; por último, el nacionalismo cultural está
comprometido con el principio de identidad, cosa también que hace a la naturaleza de todos
los entes vivientes, también de los pueblos ¨como suponer que vaya a desaparecer semejante
dato del existenciario social? La taxonomía de nacionalismos y su identificación conceptual
también se la debemos a Bunge (p. 272).
La relación entre la política y la cultura también precisa de esclarecimientos. En
ese sentido se ha llegado a sostener que la educación debe estar gobernada por la idea de
mercado, de forma tal que las escuelas lo que hacen es competir para ganar la voluntad de
"consumo educativo" de los padres, a cuyo fin el gobierno debe repartir bonos, una suerte de
becas entre los no pudientes (eso sería lo razonable), que les permite a aquellos elegir la
escuela de su preferencia: ello en beneficio de las escuelas privadas, que suponen son de
excelencia por que son el resultado de la competencia, y generando la consternación de los
responsables de las escuelas públicas, que actúan, por principio, con vocación y espíritu de
servicio. El modelo lo ha ideado Milton Friedman, para quien, en su funcionamiento interno, la
escuela también opera como un mercado donde los alumnos intercambian tareas por notas.
Bunge critica esta operatoria (p. 274), sin embargo a nosotros no nos parece mal que se
intercambien notas altas por muy buenas tareas: lo malo, como supone Bunge que funciona el
sistema, es que el intercambio sea de buenas notas por malos trabajos, por parte de los malos
alumnos ¨porque para eso pagan” Si es así eso es desastroso. Pues como bien señala Bunge así
"se pierde la razón de ser de la escuela, que casualmente es el aprendizaje (el bueno,
obviamente). "Las interacciones alumno‐maestro no pueden reducirse al intercambio
comercial, porque las escuelas no son tiendas": muy de acuerdo con esta precisa apreciación
de Bunge (p. 274).
En lo que llevamos dicho subyace, en tono de polémica, el debate sobre cual es el
modelo que mejor califica la educación popular (estamos pensando en Sarmiento): si la
escuela pública, o la privada. Los se pronuncian por la escuela privada parten del concepto que
todo sistema basada en la libre competencia es superior al unicato público estatal. Para que
ellos tengan razón deben probarlo, y no sostenerlo como verdad a priori. Se parte de la base
de que quien paga se esfuerza más, porque le cuesta. Lo cierto es que este ideario parte de la
base de que el hombre solamente se motiva por el dinero, no por el placer del aprendizaje.
!Que pobre pedagogía habremos instalado si ello fuera cierto! Una pedagogía del hombre
oprimido por su falta de libertad, porque la esencia de la libertad no puede consistir en
apropiarse de cosas, sino en crearlas o generarlas de alguna manera.
Los que se pronuncian a favor de la escuela pública podrán esgrimir el
fuerte argumento, de política cultural, por supuesto, consistente en sostener que solamente la
igualación cultural, en la medida de lo posible, a partir de la diferencia que tenemos los seres
humanos, puede generar la prosperidad y el crecimiento de los pueblos: la riqueza de las
naciones, en términos de Adams Smith. Esa fue la posición de Domingo Faustino Sarmiento,
por eso la Argentina pudo crecer con tanto vigor después de su presidencia: no somos testigos
que el pleno vapor de la escuela privada en nuestro país haya generado la riqueza de la nación
argentina, precisamente.
Si no puede discutirse que la cultura, a partir de una educación adecuada, es el
fundamento de la prosperidad, menos aun ser discutible que la tecnología es el factor creador
de mercados: es el motor del mercado. Lo señala Bunge con meridiana claridad: Gutemberg
creó el mercado del libro; Watt el de la máquina a vapor; Bell el del teléfono; Marconi el de la
radio; Edison el de la bombilla eléctrica; Ford el del auto popular y los ingenieros de
computación el de la computadora. Asimismo, continua el maestro, "las nuevas tecnologías,
cuando las adoptan la industria o el gobierno, pueden modificar las relaciones de producción,
los estilos de vida y hasta el orden social" (p. 276).
Es importante que sigamos analizando el alcance del avance tecnológico en la
competitividad del trabajo productivo. No vayamos a creer que la aplicar gestión de calidad en
el trabajo implica, necesariamente, la generación de nuevos productos tecnológicos: a veces se
considera que llegar primero al mercado resulta muy riesgoso (los pioneros tecnológicos sólo
tienen el diez por ciento de participación en él: lo afirma Bunge en pag. 277). Ello significa que
el modelo de gestión de calidad total (regla ISO), cuenta más por lo que ahorra en
desburocratizar, que por la creación en innovaciones. Además, el tecnólogo, como no es el
dueño de la creación, no se motiva por el lucro, sino por soñar por el resultado de sus
exploraciones, así como de sus creaciones. Como lo destaca Merton "la investigación científica
se mueve por obra de la curiosidad y el deseo de reconocimiento de los pares (en esto sigue a
Hegel), y es controlada las pruebas de la verdad (citado por Bunge en p. 277).
El corolario necesario de todo este análisis es que "el enfoque de mercado de la
ciencia básica está condenado al fracaso, porque, a diferencia de la tecnología y el
charlatanismo, la ciencia y la matemática no están en venta". En cuanto a las humanidades,
ellas no pueden tener la esperanza de atraer inversores, por ende las universidades públicas
tendrán que financiarlas en vez de intentar transformarlas en empresas comerciales (Bunge
dixit, ps. 278 y 279).
"Quienquiera esté mínimamente interesado en la política no puede prescindir
de alguna ideología": dixit maestro Bunge (p. 272). La nueva ideología apunta a la democracia
integral, con el aval doctrinario de quien así la ha calificado, con la argamasa científica de
Norbert Winer, el fundador de la cibernética, que es el paradigma de nuestro tiempo.
VI. El trabajo como variable fundamental de la democracia integral.
Si la Constitución Nacional es la nación hecha ley, como nos enseñara Juan
María Gutiérrez, y la nación es el principio de identidad de todo pueblo, y todo pueblo necesita
una ley fundamental que lo organice, y la organización es el principio de la vida, y estamos
convencidos que si la organización de la vida de un pueblo no se hace a partir del concepto de
sistema, que implica interdisciplina, si esta concatenación es válida, leyendo la constitución
formal de los argentinos, nos encontramos con que a partir de una interpretación dinámica e
integradora de su texto, en términos de deber ser, por cierto, la democracia integral que
estamos postulando a partir de la presente construcción científica, expresa la ideología que el
pueblo argentino ha definido en su Ley Fundamental, desde el Preámbulo y luego articulando
todo su desarrollo normativo. A partir de estos principios resulta central considerar al trabajo
como variable fundamental de la democracia integral del pueblo argentino.
Ya hemos señalado que el art. l4 bis define la técnica propuesta por nuestro
constituyente para organizar el trabajo: participar los trabajadores en las ganancias, con
control en la producción y colaboración en la dirección: este es el modelo de gestión de calidad
diseñado. Así es como ha sido incumplido. No han tenido perdón de Dios las organizaciones
sindicales en no haber reclamado la implementación de esta norma fundamental a lo largo de
toda su existencia, para lograr poner en funcionamiento el modelo de democracia económica y
social diseñado por nuestro constituyente ¿Porque no lo hizo? ¿Por falta de compromiso
institucional, lo cual implica ausencia de patriotismo constitucional? Si ello es asi no se ha
equivocado Jurgen Habermas cuando sostuviera que si un pueblo carece de patriotismo
constitucional no tiene destino. El art. l4 bis debe integrarse con las normas de competencia
constitucional que disponen que al Congreso le corresponde "proveer lo conducente a la
prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas las provincias (léase al pueblo de las
provincias fundantes de nuestro federalismo), y al progreso de la ilustración dictando planes
de instrucción general y universitaria (lo cual implica también una legislación que incentive y
organice la investigación científica): ello en los términos del inc. l8 del art. 75 C.N.; la
integración normativa debe continuar haciéndose cargo el Congreso de "proveer lo
conducente al desarrollo humano (se trata del humanismo integral, variable activa de la
democracia integral), al progreso económico con justicia social (con la justicia conmutativa no
alcanza, debe haber justicia distributiva: Aristóteles dixit), a la productividad de la economía
nacional (como principio básico de la gestión económica, mal que les pese a los monetaristas),
a la generación de empleo (esta si que es una norma que sirve para medir el incumplimiento
de la Constitución por parte de nuestros gobiernos), a la formación profesional de nuestros
trabajadores (donde el constituyente pone de manifiesto que ha priorizado la educación
profesional entre sus mandamientos constitucionales), a la defensa del valor de la moneda (no
a la destrucción de la moneda como se ha hecho a partir del endeudamiento de la nación
argentina), a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y
aprovechamiento (con lo que se pone de manifiesto que lo que hemos venido haciendo en el
presente estudio, de la mano de la epistemología que nos ha diseñado don Mario Bunge, tiene
pleno sustento constitucional).
También tiene fundamento constitucional integrar al cooperativismo en la
sociotecnología propuesta como "democracia integral", no obstante que su estándard
normativo no tenga formulación expresa. Pero si lo tiene en términos de derecho implícito del
pueblo argentino, con fundamento explícito en el art. 33, donde precisamente se sostiene que
"las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos
como negación de otros derechos y garantías no enumerados, pero nacen del principio de la
soberanía del pueblo y de la forma republicana de Gobierno". Son los derechos públicos
subjetivos del pueblo argentino, poseídos por el pueblo "como ente moral y colectivo", como
lo sostuviera su introductor constituyente Bartolomé Mitre, en la reforma integradora de la
unidad nacional dispuesta en l860, con el apoyo doctrinario y argumental de Domingo Faustino
Sarmiento (leancé los debates de ese fasto constitucional en Emilio Ravignani, Asambleas
Constituyentes Argentinas, Tomo IV). Que otro derecho implícito resulta más necesario
invocar, desde siempre y sobre todo en estos tiempos, que el de la cooperación de un pueblo,
como el argentino, que se encuentra quebrado por falta de solidaridad social, ética y
económica, por supuesto.
Nos indica Bunge que "el concepto de trabajo esta notoriamente ausente en la
mayoría de la literatura contemporanea sobre la teoría de la acción"; también lo es "...la
ausencia conspicua de la masa de descubrimientos experimentales concernientes a ciertos
tipos de trabajo como fuente de satisfacción..."; también Bunge destaca la ausencia, en los
epígonos de la teoría de la acción, de una preocupación destacada por "los resultados
prácticos" de la acción humana: "de esta forma se pierde la esencia de la acción, que es lograr
que las cosas se hagan y con ello controlar o modificar la realidad". Con todas esas ausencias
"el resultado final ha sido la apraxia y no la praxis" (p. 334). Se advierte con facilidad que los
argentinos hemos cumplido puntualmente con la filosofía divulgada por dichos epígonos:
nunca argentinos a las cosas, a sus resultados, a su praxis, sino a la pura teoría, nunca
abandonada no obstante su fracaso y evidente fracaso, en términos de "mala praxis", como se
constata cotidianamente.
Después de leer a Bunge entendemos porque estamos como estamos. Hemos
cumplido puntualmente los señalamientos "de la mayoría de los estudiosos contemporaneos
de la acción", que "están más interesados en los determinantes subjetivos de ésta (la acción
humana),...que en todo el proceso desencadenado por ellos (los determinantes subjetivos) y
cuyo resultado final es la acción práctica". Tal cual, los argentinos siempre nos hemos
desentendido de los resultados, ni hemos medido su impacto infernal en términos de
maculación de nuestra historia. Y sigue Bunge: "Cuando la protesta justificada se ignora o se
suprime, sobreviene la corrupción" (¿está glosando acaso la historia de los políticos
argentinos? "Cuando se la escucha...puede desencadenar un proceso de reorganización que tal
vez logre corregir las disfunciones, tales como la caída de la eficiencia, la calidad, la
competitividad o la satisfacción". Es lo que estamos intentar hacer nosotros con estas notas:
escucha la protesta del pueblo argentino, a la luz de los resultados perversos generados por la
dirigencia nacional.
Para comprender el sentido que tiene considerar al trabajo como variable
fundamental de la democracia integral corresponde que profundicemos el concepto de
sistema, desde la perspectiva de Mario Bunge, claro está. La nuestra, que no tuvo en cuenta su
esclarecedor pensamiento en la primera edición de Cibernética y Política, no se diferencia de
aquello en lo fundamental, sino que se enriquece. Bunge parte de la base que la cohesión de
un sistema depende de la intensidad de los vínculos entres sus partes. De allí se infiere cuanto
m s cohesionado es el sistema social, más posibilidades de funcionar mejor tiene, en tanto que
si la cohesión se quiebra, se camina hacia la inercia, no funcionamiento o quiebra del sistema.
A su vez la cohesión de los sistemas sociales, entre ellos el económico, depende de la
cooperación entre sus integrantes, lo cual significa no otra cosa que la interacción entre ellos:
cuanto más cooperación social hay, mayor estabilidad del sistema, cuanto menos cooperación,
se genera conflicto, y con ello adviene la inestabilidad del sistema. Ello explica la importancia
del cooperativismo como variable activa de la estabilidad económica.
Tampoco el funcionamiento de un sistema social, obviamente que también el
económico, puede prescindir de la moralidad de las reglas que lo gobiernan. En rigor, tanto la
veracidad que genera la ciencia, como la eficiencia que realice la tecnología sustentable, así
como la moralidad de sus determinaciones y efectos, se concatenan e interrelacionan en el
funcionamiento de los sistemas: camino inevitable para lograr la democracia integral. Los
sistemas sociales operan, como hemos visto, a partir de acciones humanas, que pueden ser
positivas u omisivas: la inacción puede generar tanto más daño que una acción inocua o aun
dañosa. La inacción que m s daño genera en el sistema económico es no introducir métodos de
organización del trabajo sometido a control de calidad, como técnica necesaria para lograr la
des‐burocratización de la gestión, tanto de talleres como de oficinas administrativas. Alli está
radicado fundamentalmente el costo país de los argentinos.
El modelo de organización del trabajo cooperativo que estamos diseñando,
siguiendo los lineamientos sistémicos de Mario Bunge, se hace cargo de que "los planes
globales extremadamente centralizados son por lo común ineficaces, de lo que se deduce lo
deseable de la descentralización, aunada con la autogestión y la coordinación general" (p. 34l).
Este modelo implica una afirmación del federalismo, asi también como del municipalismo,
como modelo para optimizar el funcionamiento democrático. La tesis expande su mensaje de
provecho en relación con la conveniencia de descentralizar la gestión económica, terminar con
la concentración del capital productivo, así como operativizar la autogestión, como técnica
organizacional óptima.
En vinculación directa con el estudio del trabajo cooperativo, está la necesidad de
estudiar el alcance de la acción social colectiva, es decir lo opuesto a la acción individual. Toda
acción colectiva implica interacción humana, esto es obvio, pero lo que no es obvio son las
consecuencias indeseables que producen ciertas interacciones, sobre todo los interesa
destacar los efectos nocivos de la búsqueda de la maximización de utilidades, que según la
economía clásica (tésis de Adam Smith, a partir de su famosa "mano invisible), se ha
convertido en una ley ineludible de los mercados (para Bunge en una pseudo‐ley no
comprobada por estudios empíricos de ninguna naturaleza): esa ley, según el referido
pensamiento, si se cumple realmente, genera necesariamente el progreso social: infieren que
si todos ganan lo máximo posible, la sociedad toda tambien ganar . Sin embargo Bunge trae a
colación el descubrimiento de Olson (en The Logic Colective action...Harvard University Press,
l97l), según el cual "si las empresas de un sector industrial maximizan las ganancias, las
ganancias de las industrias en su conjunto ser n menores...". Es decir que la racionalidad
individual, en su conjunto puede resultar irracional o contraproducente (Bunge, p. 348):
directa refutación de Olson a la "mano invisible de Adam Smith".
Hablando de maximización de utilidades, nosotros consideramos que hay utilidades
que no están vinculadas a lo exclusivamente monetario, por ejemplo: la gratificación que da el
trabajo que a cada uno le gusta hacer, entre otras cosas por el reconocimiento que el
trabajador obtiene de la gente: ¿como sabe la economía como se transfiere dicha
maximización a la cuantificación económica? Hablando del reconocimiento del otro, se trata
de una interacción de la acción colectiva, en particular del trabajo cooperativo: deseamos
destacar que una de las funciones importantes que tiene el cooperativismo es la seguridad que
le otorga a la sociedad que esta involucrada a dicho modelo. Es importante tener en cuenta
que la seguridad suelo ser m s importante que ganar mucho dinero: ello en términos de
hombre común.
Queda pues de manifiesto, que la tesis de la maximización de las utilidades como
ley del quehacer de los mercados, fundada en una presunta racionalidad del accionar
económico de los mercados, se ve desmentida en los hechos. Merton le pone requiem a dicha
presunción cuando sostiene que "precisamente, porque una acción particular no se lleva a
cabo en un vacío psicológico o social, sus efectos se ramifican en otras esferas de valor e
interés (citado por Bunge en p. 358). Este último señala que "cualquier cálculo racional de
utilidad a obtener de un curso de acción social está condenado al error: sólo un enfoque
sistémico puede producir una teoría realista de la acción..."
Es que hablando de sistemas debemos recordar que no hay funcionamiento
posible de un sistema, tampoco del económico, si no funcionan los mecanismos de control:
dichos mecanismos regulan el funcionamiento de la totalidad del sistema, con la finalidad de
corregir disfunciones internas y poder adaptarse a las perturbaciones externas. Además
control, en términos cibernéticos, equivale a reducir la variedad, por supuesto que la variedad
indeseable (Bunge, ps. 362 y 363); de ese modo lograría la desburocratización y sus costos. En
la Argentina nunca han funcionado los controles del sistema económico, ni del ético, ni del
político, ni de la calidad educativa ni universitaria: por algo estamos como estamos.
Nos interesa mucho la afirmación de Bunge en el sentido de que "toda política que
pretenda ser responsable y eficaz debe elaborarse con la ayuda de la ciencia y la tecnología, y
someterse a prueba en pequeña escala antes de implementarla en gran escala". Eso es lo que
hemos iniciado, con gran esfuerzo y relativa indiferencia, también de resistencia por parte de
quienes le tienen miedo a los controles de gestión de calidad (no vaya a ser que se verifique la
falta de calidad en su gestión cotidiana), eso es lo que propiciamos en tres unidades judiciales
del Poder Judicial de la Nación, a partir de nuestra gestión como consejero académico, elegido
por los Rectores de las Universidades Nacionales. El resultado es altamente satisfactorio en los
tribunales donde funciona la experiencia. Nos alegra saber que no nos hemos equivocado al
comenzar con experiencias piloto, abridoras de sendas, para ser seguidas por quienes se
animen a su desafío: eso esperamos. En una de esas desde esa experiencia comienza a dar luz
un faro de transformación de la burocracia administrativa argentina.
VII Camino a la concreción de la democracia integral
Por supuesto que Mario Bunge está colocando las cimientes de una ideología
política de transformación. Sus propuestas no pueden ser conservadoras, sobre todo de los
terribles daños que producen las recetas monetaristas a los pueblos de Latinoamérica,
particularmente de Argentina, probablemente la más castigada, al menos a estar por los
resultados de los últimos tiempos. De allí las severas críticas de Bunge a las recetas habituales
del Fondo Monetario para sanear nuestras economías enfermas, nunca aplicadas a los países
industrializados, nos aclara Bunge. Esas recetas "se reducen a congelar salarios (pero no los
precios ni las tasas de ganancias), achicar los servicios sociales (desgarrando la red de
seguridad, a recortar la burocracia estatal (aunque no las fuerzas armadas: tenemos que
señalar que esto no ha ocurrido en la Argentina), a privatizar las empresas del Estado (aun si
son rentables), a interrumpir todas las obras públicas, regular la oferta de dinero y, desde
luego, servir la deuda puntualmente y a cualquier costo: después de todo el Fondo habla a
nombre de los acreedores" (p. 367). Lo cierto es que las políticas del Fondo no han conseguido
ningún resultado positivo en la Argentina, y son de una ruindad moral inocultable. Sabemos
que los economistas se mueren de risa de la moral.
Sin planificación estamos entregados al acaso, a la "mano invisible", es decir a la
irracionalidad, a los intereses sin escrúpulos, al descontrol: a la pobreza argentina,
simplemente porque había que ponerle límite a nuestro endeudamiento y ello implicaba un
plan para tomar crédito público y control de su aplicación. Nos dice Bunge que para tener éxito
cualquier tipo de planificación debe ser "esquemática, adaptativa y participativa". Estamos
enhebrando los eslabones de la democracia integral. El plan no debe ser autoritativo, es decir
impuesto por la autoridad pública estatal, sino por agencias mixtas encargadas de hacer la
tarea, no para imponer sino para informar, sugerir y ayudar a coordinar ordenadamente la
acción económica social (p. 377). Una manera de combinar la democracia integral con la
experiencia técnica, nos dice Bunge.
Este planteo nos acerca a la propuesta de Mauricio Devoto, cuando nos habla del
"gobierno electrónico para una nueva sociedad" (nota en La Nación del l de julio del 2002). A
partir de las tecnologías de la información las personas interactúan y las sociedades se
transforman en "sociedades del conocimiento", integradas por trabajadores del conocimiento.
Este tipo de sociedades funcionan a partir de redes de información, de forma tal que todo lo
que esta en la red cuenta, todo lo que no está en la red no cuenta. La información circula por
la red y se encuentra en "nodos", es decir lugares donde la información se entrecruza, procesa,
dimensiona y mide su impacto. Si un país no está en red no es competitivo: sus trabajadores
no pueden serlo tampoco.
En la Argentina se habla permanentemente de la "reforma del Estado". Desde el
Fondo Monetario nos envían fuertes mensajes en el sentido de que si el país no hace la
reforma política, no tendrá salida (también nos dicen que si ello no ocurre no habrá ayuda
para que salgamos de la crisis). Hay una mesa llamada del dialogo, que preside el Episcopado
Argentino, que ha formulado propuestas en tal sentido. El eje central de todas las propuestas
es reducir la burocracia estatal, bajar los sueldos altos, es decir achicar el déficit fiscal, reducir
el costo de la política, transparentar éticamente la gestión de los políticos: de esta lista lo
único convincente es, esto último. Nadie dice que la reforma debe venir a partir de la
organización de la información a full en el país, en relación con todas las variables del sistema
país, para poder realizar estudios de impacto sobre el nivel de déficit que tiene cada área de la
gestión, a partir de modelos de optimicidad que también deben ser construidos en términos
de factibilidad de gestión. Esto se hace con un par de mega‐computadoras: que quede claro
que hablar del gobierno electrónico no tiene nada que ver con instalar el modelo que Orwell
imaginó en su libro "l984".
Lo notable es que Devoto nos informa, en su nota, que la Declaración del Milenio
de las Naciones Unidas manifiestan que "el gobierno electrónico puede facilitar el buen
gobierno, la piedra angular de la visión de un mundo pacífico, próspero y justo". En cambio el
Fondo Monetario, que por estar más cerca de las Naciones Unidas que nosotros, por razones
de residencia, debiera estar al tanto de ello, nunca le han indicado como remedio de nuestros
males la instalación de un sistema de gobierno electrónico como el que estamos refiriendo
¨Ignorancia o mala fe; soberbia o desprecio por nosotros? Lo digo porque el Reino Unido,
Canadá, Irlanda, Nueva Zelanda y Singapur, así como México, Chile y Brasil, utilizan el modelo,
según nos informa Delgado.
No tenemos dudas que la utilización de la técnica de control que se denomina
"gobierno electrónico" es una alternativa activa de lo que hemos diseñado como "democracia
integral". Gracias a su instalación en nuestro país podremos suprimir el dispendio de tiempo
que nos irroga la burocracia (colas de por medio); podrá la sociedad controlar el destino de los
fondos públicos; también comunicarse con facilidad con sus representantes, así como
participar más activamente en la vida democrática. El gobierno electrónico, nos dice Delgado,
"requiere una reingeniería de procesos, dentro de cada una de las áreas y a través del
gobierno". El gobierno electrónico no es otra cosa que un gobierno a partir de la organización
de la información a partir de sus múltiples e inmensos aprovechamientos.
La democracia integral se fortalece con la descentralización de las unidades de
gobierno, tanto en lo económico como en lo político. El federalismo y el municipalismo son
superior al estado unitario, la gestión competitiva que generan las pymes es muy superior a
una economía controlada por monopolios. Tenemos muy en cuenta la opinión de Stefano
Zamagni, catedrático de Bologna, quien en una nota publicada en La Nación el 4 de agosto del
2002, sostuvo que "las Pymes son la verdadera columna de la economía de un
país...habiéndoselas destruido en la Argentina". También es importante su señalamiento de
que los intelectuales argentinos no hablan con la sociedad civil, con las O.N.G., con las iglesias,
con las cooperativas, los grupos informales: la sociedad argentina no existe, afirma. Yo diría
que últimamente si se hace escuchar, pero no en términos de propuestas basadas en
principios organizacionales, solo queja y voluntarismo, amén de algunas realizaciones
solidaristas, nacidas por razones de necesidad frente a la emergencia: eso no es suficiente
para poner al país en movimiento. Por último coincido totalmente con Zamagni cuando nos
dice que "los argentinos deberían dedicar menos tiempo a la ingeniería financiera, que es
tiempo perdido, y más a aplicar políticas que resuelvan los problemas: yo agrego que sin
propuestas organizacionales no habrá solución posible.
Hablar de descentralización no implica balcanización. La fórmula del éxito
implica combinar la descentralización con la coordinación: es decir autonomía y coordinación
central, a través de nodos informacionales y de control. La eficiencia y la equidad resultan de
combinar la autonomía local con la coordinación global.
Instalar la democracia integral implica aplicar métodos de trabajo sometidos a
control de calidad. Lo hemos señalado ya varias veces. Esto significa: no echar gente del
trabajo, sino aprovechar el ingenio de sus empleados en beneficio de la empresa; mejorar la
calidad del servicio interno, a partir de incrementar la satisfacción del personal, buscar
permanentemente el aumento de la productividad, pensar siempre en dar satisfacción a los
clientes, de este modo aumentar la rentabilidad. Todo esto implica poner en observación la
economía del denominado "estado del bienestar", porque puesto en funcionamiento sin
organización de gestión de calidad los resultados fueron funestos. Bunge nos señala que "la
economía de bienestar individualista, basada en la elección racional esta acabada. La solución
es un enfoque sistémico consistente en combinar la sociotecnología con la democracia, vale
decir, diseñar y probar un procedimiento tecnodemocrático por el cual el experto proponga y
el público debata y disponga, o los ciudadanos propongan y el experto aconseje". Bunge que
este tipo de democracia (camino a la democracia integral) no es utópica, pues de hecho
algunos cantones suizos la han practicado durante décadas (p. 45l).
El modelo de la democracia integral implica al cooperativismo. Señala Bunge que
"la razón del éxito económico del cooperativismo reside en que implica el siguiente círculo
virtuoso: participación de los trabajadores, eficacia laboral, valor del cliente y su satisfacción,
lealtad al cliente, ganancia compartida, satisfacción de los trabajadores, eficacia laboral". (p.
465). Estamos a la vista de un socialismo cooperativo que no deja de ser capitalismo. En el
todo el mundo es a la vez dueño y administrador: ello "no sólo es moralmente deseable, sino
también psicólogicamente eficaz, pues nadie cuida mejor su propiedad que su propietario‐
administrador‐usuario" (p. 466).
Pero el estado actual del cooperativismo no es, en el diseño de Bunge, el estadio
final de su desarrollo, en términos de instalar una democracia integral. Debe fortalecerse el
cooperativismo competitivo: tema no profundizado por los economistas cooperativistas; debe
instalarse también en la política y en la cultura, no solo en la propiedad y gestión de los medios
de producción; no se ocupa de la coordinación de las cooperativas en una escala nacional,
menos aun de la regional; no aborda el problema de la desigualdad de ingresos de
cooperativas desigualmente ricas; no se ocupa de la administración cooperativa en materia de
seguridad, defensa, salud y educación públicas, así como tampoco en materia ambiental,
científica y artística. Nosotros agregaríamos que debe instalarse en la organización del
cooperativismo el sistema de gestión de calidad (tipo aplicación de reglas ISO), para ir llegando
a los objetivos buscados en tal sentido por Bunge.
El camino hacia la democracia integral es largo, no debemos ilusionarnos con
soluciones mágicas, pero no por ello se debe dejar de intentar comenzar el camino hacia su
concreción, pues nada es peor que no hacer nada. En ese sentido Bunge nos dice, con
realismo, que no se debe "ambicionar una sociedad perfecta que se ajuste a un modelo
preconcebido, sino más bien una imperfecta pero progresista que se adapte a sucesivas
visiones, cada ves una mejor informada y más justa que la anterior, y todas ellas viables...". No
haber iniciado un camino largo, pero si pensando que la "terapia tipo shock" era la solución,
como se hiciera en las economías pseudo socialista, nos alerta Bunge, "es una
contrarrevolución social consistente en la privatización de todas las empresas públicas, la
creación de un mercado no controlado, la contención de la inflación y el equilibrio
presupuestario a cualquier precio, con el efecto de la destrucción de cualquier red de
seguridad que haya existido para garantizar la supervivencia de los más necesitados..." (p.
478): eso es lo que ha ocurrido, ni más ni menos, en nuestra desgraciada argentina. Y también
al mundo con el colapso del endeudamiento hipotecario ilimitado del año 2008.
Hoy más que nunca no debemos desoír el añejo consejo que nos diera Ortega y
Gasset: argentinos a las cosas. Llamado de atención a nuestro incorregible ilusionismo, a
nuestra fantasía aconsejada por el facilismo, desoyendo el mandato bíblico, el que nos dice "te
ganarás el pan con el sudor de tu frente", que hoy es el de la inteligencia. El llamado de los
tiempos es sincretizar la política con la ciencia, dejando de lado dogmatismos infructuosos.
BIBLIOGRAFIA SOBRE GESTION
Herramientas Prácticas para una Administración Eficiente
Compiladores: Eduardo Parody y Mario Silvio Gerlero . Año 2006 .315 páginas
Editorial David Grimberg Talcahuano 481‐ 5º “38”. Buenos Aires Tel/fax 011‐
43832349
davidgrimberg@arnet.com.ar
La Motivación en los Organismos Judiciales
Autor: Pelayo Ariel Labrada. Año 2006. 139 páginas. Editorial Nova
Tesis.Montevideo 2020
2000‐Rosario. Tel: 0341‐4487160. novatesis@hotmail.com
Gestión Social de Calidad en la Justicia
Autores: Humberto Quiroga Lavié y Cecilia Yolanda Federico y otros. Año
2005. 330 páginas
Editorial La Ley
El Factor Humano en los Organismos Judiciales
Autor: Pelayo Ariel Labrada. Año 2004. 183 páginas
Editorial Rubinzal‐Culzoni
Justicia en Cambio
Autora: Elena I. Highton y colaboradores. Año 2003. 190 páginas
Editorial Rubinzal‐ Culzoni y Fundación Libra
Los Jueces y la Reforma Judicial
Director: Horacio Spector. Año 2001.184 páginas
Editorial Rubinzal‐Culzoni
Reingeniería Procesal
Autor: Toribio Enrique Sosa.Año 2005.167 páginas
Librería Editora Platense. Calle 15, Nº 644; La Plata (1900)
leplatense@hotmail.com
90 Frases Que Nos Pueden Ayudar
Compilador: Pelayo Ariel Labrada. Año 2007 Editado por Fundesi
palabrada@ciudad.com.ar
COSTOS OPERATIVOS PARA INSTALAR GESTION DE CALIDAD
La retribución de cada capacitador en el país será de trescientos treinta dólares por mes, o
su equivalencia en pesos, para cubrir dos reuniones mensuales, chateando unas dos horas
cada una.
La retribución serán mil doscientos dólares mensuales cuando el servicio se presta fuera de
la Argentina, en las mismas condiciones
Las unidades de trabajo no deben tener más de cuarenta personas
Las auditorias internas pueden ser monitoreadas por el capacitador a distancia o en
presencia, a acordar. En este ultimo caso la Oficina que recibe el servicio se hace cargo de los
costos del traslado y los viáticos, cobrando el capacitador que realiza el control, trescientos
dólares por su auditoría si se realiza en el extranjero, o en su equivalente en pesos si realiza
en el país
Salvo los viáticos los pagos se deben depositar en la respectiva cuenta bancaria del GESOC
ESCUELA, quien abonará lo que le corresponda a cada capacitador
Las auditorias externas para certificar las contrata la respectiva entidad que recibe el
servicio, con las consultoras que habilitadas para certificar. Se recuerda que el IRAN presta
dicho servicio y es el representante de Argentino ante la ISO Internacional
Las recertificaciones se realizan cada dos años.
CONTACTO: quirogalavie@hotmail.com