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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO
UNTREF VIRTUAL
Carreras de Historia

Algunas consideraciones sobre qué es una fuente en historia


 
Mario Ranalletti
 
Este texto intenta mostrar a través de una clasificación simple la distinción entre fuente
y bibliografía, y así servir como aclaración de algunas habituales al respecto que suelen
plantearse en esta etapa de primeras exploraciones. No pretende ser una presentación
exhaustiva de un problema que merece un estudio mucho más profundo. Se buscará
mostrar la diferencia entre fuentes y bibliografía, que en algunos casos particulares,
requiere de una clarificación y/o revisión.
Se considera una fuente a todo aquello que ha quedado del pasado; tradicionalmente, se
denomina a esto “fuente primaria”. Debe decirse que unas fuentes pueden ser más ricas
y adecuadas que otras según el tema a investigar. Puede presentar muy diversas formas
y estar conservadas en diferentes soportes. Por ejemplo, existen fuentes escritas,
imágenes, audiovisuales, entrevistas, que pueden conservarse en papel, en formato
digital, en audio.
Si bien es la huella de un tiempo ya inexistente, la fuente nunca es un reflejo perfecto de
lo que fue ese pasado; lo mismo vale para las imágenes. Tanto en la producción como
en la elección y tratamiento de la fuente por parte del investigador interviene la
subjetividad. Por todo ello, la relación que establece el investigador con la fuente debe
estar dominada por una actitud crítica. Esto no significa solamente determinar el grado
de autenticidad de la fuente. La crítica de la fuente implica una serie de operaciones más
o menos complejas, que en muchos casos imponen el recurso a otras ciencias, el manejo
de ciertas técnicas y/o el concurso de otras disciplinas.
Una de estas operaciones consiste en “interrogar” a la fuente. Es decir, plantearse
preguntas que luego se deberán responder en función de la información que aporta la
fuente. Esta operación implica encontrar un equilibrio entre la imaginación creativa del
investigador, su subjetividad y el respeto estricto de la fuente. Manipular la fuente para
adecuarla a los intereses de la investigación no es hacer historia, tanto desde le punto de
vista metodológico como ético. La transcripción de la fuente es también un
procedimiento importante. Presentar el documento, para sostener las propias
argumentaciones es un recurso correcto y deseable en una tesis: uno de los objetivos es
mostrar que el estudiante conoce y maneja las fuentes correspondientes a su tema. Pero
el aprovechamiento de la fuente debe ir más allá de la transcripción en función de
apoyar lo dicho en el trabajo. Se deben contemplar distintos elementos y situaciones,
como la posibilidad de manipulación de la fuente por el productor de la misma. No
recurrir a las fuentes, no precisar el origen de afirmaciones y de argumentos que se
expresan, son actitudes que ponen en cuestión al trabajo de investigación. Por todo esto,
es imprescindible realizar el análisis crítico de la fuente, por ejemplo, a partir de estas
cuestiones y problemas:
 
 
 

 
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1. Qué se busca en la fuente.
2. Situar y contextualizar la fuente en su marco espacio-temporal (fecha, autor, tipo de
fuente).
3. Establecer claramente la intencionalidad de la fuente: literaria, testimonial,
administrativa, política, propagandística, etc.
4. Asumir que la fuente no es una “verdad revelada” sino un material imprescindible
para el trabajo de investigación y reconstrucción histórica.
5. Comprender que la fuente es nuestro vínculo más fuerte con el pasado, pero que
no es el pasado mismo. Hay que despojarse de ciertas creencias que confunden
los restos del pasado (aquello que se conservó hasta nuestros días de un tiempo ya
inexistente) y el pasado mismo.
 
Investigar en historia implica seguir los rastros que ha dejado el pasado, para así poder
reconstruir en un tiempo diferente (el presente), hechos y procesos. Esta es la base del
trabajo del historiador: hacer un aporte a un conocimiento más preciso del pasado. No
es su objetivo principal descubrir lo oculto o juzgar el pasado. Esta reconstrucción que
hace el investigador está mediada por su subjetividad y por el conocimiento acumulado
por las humanidades y las ciencias sociales; el investigador no trabaja aislado, sino en el
marco de una comunidad científica. El recurso a las fuentes dotará a dicha reconstrucción
del pasado de capacidad explicativa y favorecerá una mejor y más completa comprensión
de hechos y procesos. Trabajar con fuentes permitirá elaborar un relato y una
reconstrucción verosímil del pasado, a partir de la inscripción de la propia investigación
en el marco dado por las reglas (metodología) y los avances (historiografía precedente,
tradicionalmente denominada “fuentes secundarias”) de la disciplina histórica de las
demás disciplinas conexas.
Para el historiador, trabajar con fuentes es fundamental: todo lo que diga sobre el
pasado tendrá, así, significado y permitirá hacer avanzar el conocimiento sobre ese
pasado, tanto para el limitado círculo al que pertenece profesionalmente como para el
resto de la sociedad que se interese por ese saber.
Para resumir, puede decirse que el trabajo de investigación que deben realizar no puede
prescindir de la consulta de fuentes. De este modo, lograrán con sus proyectos y tesis
avanzar progresivamente en diferentes dominios, a saber:
 
 Una reconstrucción del pasado a partir de fuentes;
 Empleando correctamente una metodología aportada por las humanidades y/o las
ciencias sociales;
 En acuerdo con las normas y costumbres establecidas por la disciplina histórica;
 que se inscriba en el marco de la producción precedente sobre el tema a
investigar;
 Comunicado claramente;
 Resultado: un relato de esta reconstrucción que incorpore todo este saber
mencionado en los ítems anteriores (metodología; normas y costumbres
establecidas; historiografía disponible).
 
Las fuentes y el problema de la verdad en historia
 
La historia no es una ciencia exacta -en muchos ámbitos, ni siquiera se la considera una
ciencia-, sino un saber validado por una comunidad académica a partir del respeto de las
fuentes, del recurso a las herramientas disponibles y de los conocimientos precedentes.
 

 
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Estos tres elementos son la condición de posibilidad para alcanzar un relato verídico y
verificable sobre el pasado que se investiga. Esto es muy diferente a establecer una
verdad. La verdad en historia es siempre relativa, dado el carácter provisorio y sujeto a
revisión -por nuevas investigaciones- de los conocimientos que producen los
investigadores. Debe tenerse en cuenta que el acceso a los restos del pasado,
generalmente, es incompleto, dado que raramente el investigador puede acceder y/o
consultar todas las fuentes disponibles. Esto último no es una ley científica, sino una
simple constatación empírica, que se espera sirva de orientación. El trabajo de
investigación debe estar orientado por una pretensión de verosimilitud, la cual reposa en
el respeto de las fuentes y en el correcto uso de la bibliografía existente.

Una excelente síntesis de lo dicho está presente en una reflexión de Marc Bloch, quien
en 1914 expresó, en ocasión de la entrega de premios estudiantiles en el secundario
donde por entonces enseñaba
 
Queridos amigos. Como ustedes saben, soy profesor de historia. El pasado
constituye la materia prima de mi trabajo. Les hablo sobre batallas de las cuales
no participé, les describo monumentos que desaparecieron mucho antes de que
yo hubiera nacido, les hablo sobre personajes a los cuales nunca vi. Mi caso es el
de todos los historiadores. Sobre los hechos pasados, no tenemos un conocimiento
inmediato y personal, comparable, por ejemplo al de los físicos. Sobre estos
hechos, sólo sabemos algo a partir de los relatos de aquellos que los vieron
realizarse. Cuando nos faltan estos relatos, nuestra ignorancia es total y no tiene
remedio. Los historiadores nos parecemos, tanto los consagrados como los
principiantes, a un pobre científico ciego cuya fuente de información sobre sus
experimentos son los informes que le presenta su asistente en el laboratorio.
Somos como jueces de instrucción, responsables de una amplia investigación
sobre el pasado. Igual que nuestros colegas de Tribunales, reunimos fuentes y
testimonios, los analizamos, y luego intentamos reconstruir un mundo que ya no
existe (el pasado).
Pero, ¿es suficiente con reunir estos testimonios y después unirlos como partes
de un rompecabezas? Evidentemente no. Los testimonios nos son “neutros”, ni
la memoria de quienes los producen es infalible: el juez no puede aceptarlos sin
ningún tipo de verificación. Para encontrar algo verdadero y separarlo de las
dudas y las falsedades, descartando la mala intención, ¿cómo hacen, entonces,
los historiadores para trabajar seriamente en tales condiciones? El arte de
distinguir en los relatos sobre el pasado lo verdadero, lo falso y lo verosímil se
llama crítica histórica 1 .
 
En ese mismo trabajo, Bloch presentaba lo que consideraba las “reglas elementales”:
Primera regla: citar las fuentes
Segunda regla: controlar y valorar las fuentes (intencionalidad; verosimilitud;
exactitud; comparar versiones de un hecho).
Estas reglas le parecían a Bloch lo que Tucídides dijo hace más de dos mil años:
“La mayoría de las personas, antes que buscar la verdad –que les resulta
indiferente- prefieren adoptar las opiniones que les llegan ya hechas”.
 

 
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Bibliografía consultada

ARÓSTEGUI, Julio, La investigación histórica: teoría y método, Barcelona, Editorial


Crítica, 2001.
BLOCH, Marc, Introducción a la Historia, México, Fondo de Cultura Económica,
2000.
LÖWENTHAL, David, El pasado es un país extraño, Madrid, Akal Universitaria,
1998.
MORADIELLOS GARCÍA, Enrique, El oficio del historiador, Madrid, Siglo XXI de
España Editores, 2005.
 
 
 
1
Bloch, Marc, “Critique historique et critique du témoignage [Crítica histórica y crítica del testimonio]”,
Annales. Économies. Sociétés. Civilisations, París, Año 5, n° 1, enero-marzo 1950, pp. 1-2. 

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