En Grecia, las profesiones quedaban al margen de la educación de los ciudadanos
(a excepción de algunas pocas). Pero había ciertamente numerosas profesiones que la sociedad requería. La palabra griega para designar una profesión era ‘techné’ (plural, ‘technai’.) Y los filósofos griegos no desdeñaron ocuparse de analizar lo que significaba. Singularmente Platón, quien en diversos diálogos volvió una y otra vez sobre el tema; es que le interesaba mucho deslindar el sentido de la ‘techné’ frente a ese otro concepto crucial que es el ‘conocimiento’ (‘episteme’). En el Libro 1 de La República38, Platón presenta una descripción de ciertos rasgos característicos de las ‘technai’, completada en otros diálogos, que vamos a resumir a continuación: i. Platón pregunta: “¿Quién es más capaz, cuando hay enfermos, en dar, en lo que respecta a la salud y a la enfermedad, lo que hace bien a los amigos y mal a los enemigos?” (Esta extraña formulación se debe a que su interlocutor, Polimarcos, ha partido de la idea equivocada de que sólo se debe hacer el bien a los amigos y el mal a los que son enemigos.) Y torna a preguntar “¿Y quién a los navegantes, en lo que concierne a los peligros en el mar?” Las respuestas obvias son, respectivamente, el médico y el piloto (332 C-D). Pero Platón inicia una argumentación para demostrar que la parte negativa del punto de vista de Polimarcos se halla errada. Indica que las ‘technai’ de la agricultura y del zapatero son necesarias en la paz o en la guerra (333 A); que la ‘techné’ del cuidador de caballos, si les hiciera daño a éstos los haría peores caballos, es decir, perderían sus virtudes equinas (335 B); y del mismo modo, si los que poseen ciertas ‘technai’ hicieran daño a los hombres, ello implicaría que los buenos, en el ejercicio de sus funciones, harían malos a los hombres. (335 E). Y Platón pregunta retóricamente: “¿Es acaso función del calor congelar, sino todo lo opuesto?” (335 E). La conclusión es que las ‘technai’ deben realizarse sin importar si las personas son amigas o enemigas. ii. Platón interroga: “La ‘techné’ llamada medicina, ¿qué es lo que da a quién, que sea debido (ofeilomenon) y conveniente (prosekon)” ‘Fármacos, alimentos y bebidas’ a los hombres, es la respuesta. ‘Y la ‘techné’ culinaria, ¿qué es lo debido y conveniente que da, y a quién?’ La respuesta es: ‘Da sazones a los alimentos’ (332 C-D). Con estos ejemplos muestra Platón cuál es la estructura de toda ‘techné’: dar ‘algo’ a ‘alguien’. iii. Por lo tanto, cada ‘techné’ tiene su propósito específico. “En el colocar ladrillos y piedras –pregunta Platón– es el hombre justo mejor compañero que el albañil? ¿En qué es el hombre justo mejor colega que el arpista, como lo es éste mejor que el hombre justo para tocar las cuerdas?” (333 B-C). Sigue después: “¿No decimos que cada una de las ‘technai’ es diferente de las otras porque su función es diferente? ¿No es cierto que la ventaja (ofeleia) que cada una ofrece es peculiar y no general; así, por ejemplo, la medicina suministra la salud y el piloto, seguridad en el mar, y así similarmente las otras?” (346 A-B). iv. Si recordamos lo dicho en el párrafo ii), eso debido y conveniente, que específicamente proporciona cada ‘techné’, posee como designio mantener las virtudes propias de las cosas, animales, plantas o personas que lo reciben, o hacerlos mejores, esto es, las ‘technai’ tienen propósitos de carácter positivo. Pero si miramos profundamente, toda ‘techné’, posee, en última instancia, la finalidad de beneficiar al hombre, pues las ‘technai’ médica, culinaria, agrícola, la del zapatero o la del cuidador de caballos, y las demás, existen para el bien de la especie humana. Por eso precisamente cada ‘techné’ no puede diferenciar entre amigos y enemigos. v. Con esto reparamos, además, inequívocamente, en verdad que la ‘techné’ busca el bien del hombre. vi. El origen de las ‘technai’ es que los ‘alguien’ (cosas, plantas, animales o personas), a quienes se proporciona lo debido y conveniente, son defectuosos o están perdiendo sus propiedades o son perfectibles, y las ‘technai’ proveen lo que corrige o mejora semejante estado. Platón se pregunta: “¿Es suficiente para el cuerpo ser un cuerpo, o él está realmente en necesidad de algo? Pues por esto la techné’ de la medicina ha sido inventada, porque el cuerpo resulta defectuoso, y no es suficiente que sea de esa manera. Para suministrarle las cosas convenientes, para esto se halla aprestada la medicina”(341 E). Los ‘alguien’ son, en consecuencia, por sí, indigentes. Es el que exista un faltante de algo en la naturaleza de los ‘alguien’ lo que da pie al nacimiento de las ‘technai’. vii. Esto lleva a tocar el problema de las ventajas (ofeleiai) de las ‘technai’. Es evidente que las ventajas son para los ‘alguien’ (cosas, plantas, animales o personas) que reciben de modo inmediato las cosas debidas y convenientes que las ‘technai’ suministran. “La medicina –explica Platón– no considera lo útil para la medicina [o sea, para ella misma], sino para el cuerpo. Ni el cuidado de los caballos se preocupa del cuidado de los caballos, sino de los caballos. Y, así, ninguna ‘techné’ se preocupa de sí misma, sino de aquello para lo cual cada ‘techné’ existe” (342 C). Y es asimismo claro que las ventajas son para la humanidad, en un sentido mediato y último. “Para cada ser humano –dice Platón– ¿no hay algo que sea útil (xumpheron)? ¿Y no es verdad que la ‘techné’ existe naturalmente para esto, para descubrir y proporcionar a cada uno lo que le es útil?” (342 D). Sin embargo, a veces se habla descuidadamente de que las ventajas son para las ‘technai’, cosa que Platón rechaza. “Para cada una de las ‘technai’, ¿existe algo útil que no sea cumplir su objeto en el más alto grado?” (341 D). La ventaja para las ‘technai’ es pues, sólo su perfección de servicio. viii. Platón escudriña ahora una delicada cuestión. “Hablando precisamente, como tú quieres –dice–, el hecho de que un piloto llegue a obtener su salud por serle útil un viaje por mar, ¿no por ese motivo llamarás ‘medicina’ a su arte? ¿Ni, supongo, dirás que la medicina es la ‘techné’ de ganar dinero, si alguien, por proporcionar salud, gana su salario? Pero ahora pon atención a esto, ¿a la medicina la llamarás ‘techné’ de ganar dinero, si alguien por curar a otro, percibe un pago?” (346 B-C). Como Platón ha convenido con sus interlocutores que conversarán dando a las palabras su sentido estricto, todos llegan al acuerdo de que la medicina es la ‘techné’ de curar, no la de obtener dinero. Además, está ya dicho que cada ‘techné’ tiene su fin específico, de manera que “si hay alguna ventaja común que todos los demiurgos (los profesionales) perciban, es evidente que ellos están obteniendo tal ventaja porque hacen uso de alguna cosa común. Diremos que la ventaja de obtener pagos llega a los demiurgos por el ejercicio adicional que hacen de la ‘techné’ de ganar dinero” (346 C). “Esto es así, porque ‘la ‘techné’ de obtener ganancias lo que produce es dinero, pues ésa es su función pecu-liar” (346 A). Tal ‘techné’ se adosa, por decirlo así, al ejercicio de toda otra ‘techné’. Aquí hemos de encontrar, por consiguiente, el origen de la eterna aporía que se da entre el ejercicio de una profesión y la retribución económica que el demiurgo (el profesional) colecta; entre la función pública que ofrece y la comercialización en que puede caer. ix. Dos cosas son importantes en este pasaje. La primera es que cada ‘techné’, a pesar de tener su fin propio, va asociada en los hechos a la ‘techné’ de hacer dinero. La segunda es que por primera vez se introduce en este diálogo la palabra ‘demiurgo’ que viene a ser el sujeto que posee y practica una ‘techné’. Demiurgos (palabra griega) viene de ‘demios’ (el público) y ‘ergon’ (trabajo) y se refiere al que realiza un trabajo para el público, para todos. Pero, además, en forma especial significa el que hace un trabajo con particular cuidado y arte, el que es un creador o en cierto modo un creador, o sea no efectúa una labor rutinaria ni mecánica. En tal virtud, la palabra ‘demiurgo’ concuasa muy bien con ‘techné’, que deriva de la raíz griega ‘tek’, la cual significa ‘engendrar’, ‘parir’, ‘dar a luz’. El profesional es un demiurgo, vale decir, un artesano que pone arte en lo que da a luz y hace, para beneficio de otra persona. x. Por otro lado, la estructura de la ‘techné’, que hemos descrito arriba, se completa de esta manera con la figura del demiurgo: (el profesional), el que la lleva a la realidad. xi. Platón fija en el diálogo Eutidemo39 un rasgo fundamental de todo demiurgo. “Si todos los demiurgos –dice– tuvieran para ellos todas las cosas apropiadas dispuestas para su trabajo, y no hicieran uso de las mismas, ¿saldrían airosos por estas posesiones, es decir, por el sólo hecho de ser poseedores de todas las cosas que le es necesario a un demiurgo poseer? Como el ebanista que está provisto de todos los instrumentos y de suficiente madera, pero no hace ebanistería, ¿le devendría satisfacción de tales posesiones? ... Necesario, parece, pues, con el fin de llegar a sentirse bien, no sólo acopiar tales bienes, sino hacer uso de los mismos (jresthai autois)” (280 C-D). Por lo tanto, un demiurgo que no ejerce su ‘techné’, verdaderamente no es un demiurgo. Podrá él mismo, suponerse con habilidad, pero en tanto no la muestre en obras, semejante (supuesta) habilidad es igual a cero. Por otra parte, es necesario que a una con hacer uso de su ‘techné’ o profesión, el demiurgo haga recto empleo (ortos jresthai) de sus posesiones (280 E). Por eso –sostiene Platón– “no debemos confiar en quienes dicen ser excelentes demiurgos, si no nos muestran trabajo de su ‘techné’ bien hecho, y no en uno sino numerosos casos” (Laches, 185 E)40. xii. En el mismo Eutidemo Platón añade otro rasgo importantísimo de la ‘techné’ o profesión. “¿Diremos –pregunta– que si el demiurgo usa la ‘techné’ rectamente es lo mismo que si no lo hiciera así?” (280 E). Ante la respuesta de que se espera aplique la profesión rectamente, Platón prosigue: “En el trabajo y uso que se relaciona con la madera, ¿hay algo que afecte más el recto uso, en la carpintería, que el conocimiento?” (281 A). Obsérvese, por lo pronto, que Platón coloca en el mismo plano la medicina, el arte navegar, la ‘techné’ culinaria o la carpintería: todas son ‘technai’, en cuanto poseen las mismas características. Y luego, lo que nos interesa más aún, señala que todas ellas requieren conocimiento, por los demiurgos, acerca de los ‘alguien’ a que se aplican, así como de las cosas debidas y convenientes (los ‘algo’) que se les brindan a esos ‘alguien’. En consecuencia, las ‘technai’ no son ciegas. Cuando se ejercen –y tienen que ejercerse para que un demiurgo en verdad lo sea– hay determinada base cognoscitiva, propia de cada ‘techné’, que guía su ejercicio con rectitud. xiii. En El Político41 Platón es más preciso y el conocimiento que toda ‘techné’ necesita lo distingue claramente del conocimiento, propio de la ciencia (‘episteme’). “¿La aritmética y otras artes relacionadas con ésta [la ciencia] – plantea–, ¿no se hallan acaso desprovistas de todo lo práctico, en cuanto sólo proporcionan conocimiento? En cambio, la carpintería y todos los oficios en conjunto poseen conocimientos que intrínsecamente se relacionan con lo práctico y es con él que crean objetos que previamente no han existido. De este modo, dividiremos todas las ciencias [conocimientos] en dos partes, llamando a las unas prácticas, a las otras sólo cognoscitivas” (258 D E). En el Philebo42, este punto de vista resulta matizado, en cuanto Platón expone que las ‘technai’ forman una gradación que va desde las que se hallan más próximas a la percepción y a la práctica, y aún usan la conjetura, hasta las que se alejan más y más de ese extremo y emplean las mediciones, la aritmética y la geometría (55 C-56 D). Pero en todas las ‘technai’ o profesiones el conocimiento es conocimiento aplicado. De esta manera, por ejemplo, la geometría utilizada en las profesiones cabe distinguirla de la geometría pura, que es una ciencia (‘episteme’) y, como tal, propia del saber (he kata philosophían geometría) y no de la ‘techné’ (56 D-57 A). xiv. El diálogo Menón43 introduce una noción clave en este análisis de las profesiones. “Si quisiéramos que Menón llegara a ser un buen médico – inquiere Platón– ¿al lado de qué maestros lo enviaríamos? ¿No es cierto que al de los médicos? Y si quisiéramos que fuera un buen zapatero, ¿no lo enviaríamos al de los zapateros?” (90 B-C). “¿Y no sería lo mismo con la profesión de tocador de flauta y con todas las otras ‘technai’?” (90 E). Las profesiones, en consecuencia, son enseñables (didaxein ten technén) (90 E). Ello conlleva ínsitamente, por tanto, la necesidad de buscar al experto en determinada profesión (Laches, 185 D), en lo cual hay que ser cuidadosos, porque en cada una de las ‘technai’ “los malos y sin ningún valor son muchos –opina Platón– y pocos los diligentes y en todo valiosos” (Eutidemo, 307 A). “¿Debemos guiarnos por la mayoría o por aquel que ha sido enseñado –y ejercitado– por un buen maestro?” (Laches, 184 E). Se colige que el mejor demiurgo es quien posee el mayor conocimiento (‘episteme’) y la más vasta experiencia, o sea, el más amplio ejercicio (‘epitedeuma’) –exitoso, por supuesto–, de la profesión. xv. Con esto toca Platón el meollo de toda profesión. Porque, ¿cómo es que cada una de las ‘technai’ ha de enseñarse? ‘Enseñar’ es un concepto que en la doctrina platónica resulta muy claro: es hacer o decir algo para otra persona (la que aprende) (Menón 85 D). En tal sentido, primerísimamente el conocimiento (‘episteme’), o sea, la ciencia, es enseñable (Menón, 87 C). En seguida, la profesión (‘techné’) es enseñable (Menón, 90 E). En cambio, la virtud (‘areté’) no es enseñable (Menón, 99 E). xvi. Haciendo referencia específicamente a las profesiones, cabe a continuación mostrar que son enseñadas de una manera muy particular. El diálogo Laches presenta luminosamente la naturaleza o textura propia de todas las profesiones, naturaleza que se refleja en el modo como tienen que ser enseñadas. En cada una de ellas –explica Platón– “existe un contenido que es digno de ser aprendido (mathontes) y de ser ejercitado (epitedeusantes), para que las personas se tornen mejores” (179 D). En otras palabras, no basta que el maestro diga y haga ante el alumno lo que es debido, sino que el alumno tiene que hacer suyo lo que es de aprender (‘mathema’) y lo que es de practicar (‘epitedeuma’) que pertenecen a la profesión (180 A). El ‘epitedeuma’, vale decir, la acción misma, el ejercicio profesional, resulta, de esta guisa, parte esencial e inarrancable de todo aprendizaje de una profesión. La enseñanza y el aprendizaje de las ‘technai’ exigen, dentro de ellas, que haya –además de lo que el alumno recibe porque oye y porque ve– , el ejercicio (‘epitedeuma’) de cada ‘techné’ por parte del que aprende. Por eso es que estos oficios, profesiones o artes han de ser aprendidos al lado de los expertos, y en tanto en cuanto ellos se encuentran ejerciéndolos. Así ocurrió en los mil años de la era greco-romana, y en los mil años del Medioevo, y aún en los cuatrocientos años ulteriores, hasta principios del s. XX. La excepción ocurrió entre los ss. XI y XIII cuando la Medicina, el Derecho y la Teología fueron incorporados a las universi-dades, presumiblemente porque el volumen de conocimientos, que habían logrado y necesitaban, se había hecho desmesurado. A partir de mediados del pasado siglo ha venido ocurriendo lo mismo con las restantes profesiones, y por igual razón: el acrecentamiento y complejidad de los conocimientos indispensables para ellas. Durante tal proceso hemos ido diferenciando estas ‘technai’ –conforme lo había preanunciado Platón–, de acuerdo a la amplitud y profundidad de los conocimientos que demandan, llamando ‘oficios’ a las que los exigen menores (y son más rutinarios); ‘artes’ a las que los piden mayores (y son más creativas); y ‘profesiones’ a las que los reclaman con gran envergadura (y resultan más sofisticadas en su ejecución). En Estados Unidos se distingue entre lo ‘profesional’, propio de las profesiones, y lo ‘vocacional’, atañedero a las artes y los oficios. Pero, en el fondo, las profesiones son igualmente artes y oficios, ‘technai’ como las denominaban con gran precisión los griegos; ‘tecnológicas’ como decimos hoy, si es que aceptamos semejante identificación, mas con el prurito de separarlas de todas maneras de las que consideramos labores meramente ‘técnicas’. xvii. El hecho fundamental de que en toda profesión existe el ‘epitedeuma’ y que tiene que aprendérsela ejercitándola, no lleva a Platón a identificar las ‘technai’ con un puro ejercicio práctico. Ya hemos visto que en estos oficios, artes y profesiones él ha señalado la existencia de un conocimiento que les es propio, y que puede variar en amplitud y complejidad. Semejante componente de toda ‘techné’ es lo que la separa del puro practicismo. En Las Leyes (44) esta diferencia es rigurosamente especificada. “Hay médicos – explica Platón–, que pueden ser esclavos u hombres libres; los primeros adquieren la ‘techné’, bajo la dirección de sus señores, por la observación y la práctica, mas no por el estudio de la naturaleza, que es, en cambio, como los médicos nacidos libres se instruyen y como enseñan a sus discípulos” (720 B). Y prosigue: “¿Cuál entrenamiento de curar produce el mejor entrenado o médico? ¿El que cumple su función de las dos maneras, o el que sólo la ejecuta de una sola, la peor y más rústica de ambas?” (720 E). Y sostiene que en mucho sobresale la que se realiza de las dos maneras (720 E). De este modo, las acciones de la ‘techné’ ejecutadas en forma empírica quedan relegadas a un nivel inferior al de las misma ‘techné’ en sentido propio. Esta exige mucho más: el conocimiento de los ‘alguien’ que la profesión beneficia y el conocimiento de las cosas debidas y convenientes que la ‘techné’ otorga, todo esto al lado del ejercicio de las acciones correspondientes. ‘Episteme’ y ‘epitedeuma’ son, por consiguiente, componentes esenciales de una profesión. No se puede ser buen demiurgo (profesional) si no se las posee ambas; y no puede serse tampoco buen maestro de una profesión, si no se las domina ambas; y de ninguna manera se puede llamar buen alumno de la misma, si no se la aprende y ejercita, i.e., si las dos caras de la profesión no son afrontadas igualmente.