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Universidad Austral de Chile

Facultad de Filosofía y humanidades


Pedagogía en Historia y Cs. Sociales
Marcos Silva Pérez
28 de junio de 2017

Breve ensayo monográfico de la medicina en el


Chile del siglo XIX
Introducción

Jaques Le Goff, conocido medievalista francés, plantea en su libro “¿Realmente es


necesario cortar la historia en rebanadas?” ideas y ensayos que giran en torno a la
temática de una historia como un flujo constante, y, partiendo de esa (a mi parecer,
al menor, indiscutible) premisa, pone en cuestionamiento la real validez de la
periodización de la historia, en donde parecemos depender tanto de esta que
usualmente se olvida que esta es una herramienta para el estudio y la
categorización de la historia, y no una especie de regla inviolable que marca los
periodos como si de una muralla en el paso del tiempo se tratara.
El siguiente ensayo es escrito dentro de la idea de un Chile naciente, pero no un
chile que aparece de la nada. Un chile que es una transformación de la institución
de la corona española. Una continuación si se quiere, de la historia en la cual se
desenvuelve el territorio, la organización y el poder de la recién edificada República
de Chile, pero no así olvidando el pasado cercano, tanto parte como previo al siglo
XIX, y de cómo las problemáticas de la salud y sus diferentes aristas conforman y
se ajustan a los ideales y las intencionalidades presentes en la república en un
periodo que, tomando prestado el termino desde Hobsbawm, podríamos denominar
como una especie de siglo largo en cuanto al estiramiento de los procesos que
desembocan sin cesar uno en otro, partiendo desde las vacunas suministradas a la
formación de las política públicas de finales de siglo.
Para lograr este objetivo, y cubrir todas las temáticas que fueron consideradas
importantes de tratar para este ensayo, se atraviesa por distintas aristas. La primera,
y la más importante en cuanto a la idea de una historia como un continuo, es la que
tiene que ver como la implementación de las vacunas es una muestra de un proceso
que se vio, si bien, no inalterado, no dejó de estar presente desde el periodo previo
a la independencia, y sobreviviendo a la reconquista y a la fundación de la Patria
nueva. Veremos su llegada, las dificultades y los logros, además de figuras
importantes cuyos aportes a la vacunación hicieron mella en los registros.
También veremos las dificultades de la práctica médica, entendiendo que el
prestigio asociado a la carrera médica que vemos desde el siglo XX, no siempre fue
tal. Las percepciones sociales, las (fallidas) medidas que toma el gobierno para
solucionar el problema de la falta de médicos, y, finalmente el inicio de las obras
que culminaron en la recuperación. A continuación, y directamente ligado a esto,
veremos el alza que tiene la importancia de la carrera de medicina, en cuanto a su
regulación por parte del estado, las protecciones que pone este para evitar el fraude
en el cuidado de la salud de los chilenos, y de cómo las epidemias que comienzan
a proliferar durante el siglo reconfiguran los esfuerzos del estado en la creación de
un cuerpo médico capaz de hacer frente
Finalmente, abordaremos las políticas públicas que resultan de la nueva valoración
que se da tanto a las ideas como a las opiniones dirigidas a cambiar la sociedad,
especialmente cuando hablamos de las voces médicas. Políticas de sanidad, de
higiene y de prevención, cómo son propuestas y que es lo que realmente se logra.
Consideraciones Unciales

Cuando comenzamos este ensayo, debemos comprender ciertos puntos y tener


ciertas consideraciones antes de cualquier análisis. Lo primero, es entender la
posición que toma el estado de Chile desde su creación dentro del primer cuarto del
siglo XIX, formación de un estado que, por lo demás, no pretendía (ni era capaz,
bajo simple lógica) solucionar todas las problemáticas que se arrastran del periodo
colonial en un plazo de días o meses.

Así mismo, la causa independentista no destruyó en si todas las instituciones que


precedían a la nueva época en la que Chile se enmarcaba, sino que supo servirse
de aquellas que fueran útiles de mantener a lo largo del nuevo camino. El
protomedicato, elemento central de una de las temáticas de este ensayo, es un claro
ejemplo de esto. Si bien, el protomedicato no se elimina, flaquea varias veces en
sus jurisdicciones, para ser finalmente cambiado por instituciones que nacen del
propio manejo de la República de Chile

¿Qué es, antes que todo, el protomedicato? El protomedicato, en una definición


simple, es la institución española con la autoridad para nombrar, destituir y enjuiciar
por causas civiles las prácticas cuestionables de las autoridades sanitarias dentro
de la jurisdicción de la corona. Dentro de sus aplicabilidades estaban, además de
los médicos, los títulos de sanadores, sangradores, botánicos, herbolarios,
especieros, y todos aquellos que trabajaran desde la salud de las personas.

Es por este tipo de fenómenos, de una mantención de las instituciones, aún luego
de la deposición de un régimen (por lo demás, longevo) que previamente hemos
tocado las ideas de la continuación de tiempo histórico más allá incluso de la
periodificación histórica. Acotándolo más al contexto que llama a la escritura de este
informe, es decir, el chile del siglo XIX y la salud como eje central de análisis,
podemos tomar lo que nos dice Caffarena al respecto, quien nos cuenta como, a
través de la historiografía chilena, los procesos de conformación del estado nación,
y sus políticas públicas, usualmente dejan de lado los esfuerzos llevados a cabo por
la corona española en cuanto a la sanitización del territorio extra marítimo, y se
malentienden como dos procesos separados, cuando realmente la recién
conformada república se encarga de retomar los esfuerzos de la corona, en aras de
lograr la prevención y el control de las enfermedades y en general un mejoramiento
de la sanidad de la población.1

Para profundizar más aún respecto a esta temática, podemos comenzar un pequeño
y breve anales de la implementación de la vacuna contra la viruela, que llega
primero al territorio de la Capitanía general de Chile, en el año de 1805, pero cuya

1
Caffarena Barcenilla, P. (2016). Salud pública, vacuna y prevención: La difusión de la vacuna antivariólica en
Chile, 1805-1830. Historia (Santiago), 49(2), pp.347-370
implementación se arrastraría por el tiempo hasta llegar a ser implementada y
mejorada durante el periodo Portaliano de la República de Chile, continuando así a
través de distintos periodos de la historia.
La vacuna en Chile

Los antecedentes de la vacuna, es decir, su transporte, su llegada y recepción, y su


distribución dentro del territorio nacional forman parte de los últimos años de la
colonia española, llegando desde el Virreinato de la Plata a ser entregada a quien
entonces portaba el título de Gobernador de Chile, Luis Muñoz de Guzmán.
Guzmán, según leemos en Caffarena,2 entonces pronuncia elogios al Virrey por
tamaña bondad y gesto, lo cual nos habla de una ya presenté conciencia respecto
a los peligros y estragos que podría causar la viruela. La propagación y distribución
de la vacuna a través de la población entonces es delegada a la figura de Pedro
Manuel Chaparro, quien lleva a cabo la tarea a cabalidad, cifrando los números de
personas vacunadas en los miles dentro del plazo de un año.

Los sectores a los que la vacuna llega son, para la época, increíblemente
transversales, llegando desde los niños de los hospicios y las figuras de la caridad
eclesiástica, hasta las clases más adineradas, teniendo incluso la posibilidad de
exigir un aporte monetario a las altas clases sociales para financiar la propagación
de las vacunas. Claramente, esto no era un trabajo fácil, pero por ello, también era
remunerado de buena forma, como los datos de Caffarena muestran3.

Es en base a estas prácticas que se crea la Junta Central en 1808. Donaciones a


esta fundación viene del renombrado Manuel de Salas, mismo que tomaría, luego
de las transformaciones independentistas, la presidencia de la asociación que
sucedería a esta Junta Central de la Vacuna, que pasaría a llamarse simplemente
Junta de Vacuna. Manuel de Salas vería presidiéndola desde su fundación en 1812
hasta 1822.

Estas acciones de preocupación, prevención y solución de una problemática ligada


a la sanidad, en este caso, el aplacamiento, contención y erradicación de la viruela
se transforma, entonces en una de las primeras políticas públicas de la salud
emanadas durante el siglo XIX, y no hace sino reforzar la idea de que si bien el afán
modernizador del naciente Estado-nación impulso grandes planes de salud e
higienización de la población, no se pueden atribuir a la independencia por sí, sino
a un esfuerzo continuo cuyas raíces se remontan a las instituciones y cargos
representantes de la corona española dentro del territorio latinoamericano.

2
Ibid., PP. 350-351
3
Ibid., p. 353
Dificultades para la práctica médica

La vacuna, a pesar de toda la buena implementación con la que fue manejada desde
las políticas de la Capitanía General de Chile y luego, desde la Junta de la Vacuna,
controlada por la nueva República de Chile, no tuvo un desarrollo estable en el
tiempo. Caffarena, muestra a través de las cifras que la cantidad de vacunados por
cada día desciende paulatinamente dentro de un periodo de mediano-corto plazo.
Existen diversas explicaciones a dicho fenómeno, desde por ejemplo las
falsificaciones que sufre el fluido vacuno, o también la falta de eficacia que se
produce luego de malos manejos o problemas en el almacenamiento, que fueron
poco a poco degradando la eficacia de los componentes activos.
Por causales como esta, las y los chilenos comienzan poco a poco a alejarse, por
lo menos durante un tiempo, de las practicas vacunatorios. Pero no es el único
fenómeno delimitado a la salud que se ve afectado con el desdén y el alejamiento
de la población. Existe un problema amas de fondo, que trata Gustavo Rayo, que
se relaciona con los cuestionamientos de la legitimidad que tuvo, a lo menos durante
la primera mitad del siglo XIX la profesión médica, y la percepción por ejemplo, de
las elites del país, quienes consideraban la profesión como un ejercicio “delicado e
indigno”4 y uno donde sus hijos no tendrían un futuro ni un prospecto social tan
bueno como por ejemplo el que tendrían en las carreras como lo son derecho, o
incluso en un área como la teología.

El gobierno de la naciente república no se queda inmóvil frente a la situación


desoladora que respecta al panorama de la cantidad de médicos que existen en el
país. Se comienzan a generar una serie de propuestas que buscan el impulso y el
fomento del estudio de la medicina en la población joven, como lo es, por ejemplo,
la creación de nuevos centros de estudio, o el incentivo monetario para los costos
del estudio de la carrera. Mas, estos no fueron suficientes, palideciendo frente a las
aristas más desalentadoras de la profesión, como, por ejemplo, la cantidad de años
que duraba la instrucción médica, o los costos de operación de un médico, que
operaba como la conocida figura del médico andante, teniendo que recorrer
distancias increíblemente extensas entre paciente y paciente.

Motivos, además, para el cuestionamiento de las prácticas médicas, está en el


escenario planteado por la doctrina liberal de un Estado que comienza a formarse.
Rayo, en su artículo da las explicaciones para esto refiriéndose a las ideas liberales
que enmarcan la naciente República, en donde las autoridades dan por primera
prioridad la práctica de la libertad antes que el bien común social, otorgando al
pueblo la “confianza en la capacidad de distinguir lo inteligente de lo equivocado”5.
Bajo esta situación, los médicos debieron enfrentarse a una población cuyas
creencias en sus raíces y sus prácticas sanadoras llevaban al contacto con

4
Rayo, G. (2016). Legitimation of the medical profession in Chile in the second half of the XIX century.
Universe (Talca), 31(2), pp.190.
5
Ibid, p. 193
sanadores, machis, curanderos, charlatanes y un sinfín de prácticas no científicas.
Rayo resalta “la poca relevancia atribuida a los títulos y diplomas, incluso en los
sectores más educados de la población”, entendiendo así que esta problemática era
transversal incluso a las clases sociales.

Aun así, cabe destacar que las autoridades, por lo menos ante este último
fenómeno, no se vieron de ninguna manera inalteradas e inmóviles, decretando, de
todas las formas posibles la criminalidad en el ejercicio de prácticas no certificadas
usando el título de sanador o doctor.
Enaltecimiento de la medicina

Hasta ahora el panorama de la medicina, y su reputación, se han visto bastante


menoscabado. Por lo menos en este punto de la historia de Chile, era mejor visto el
estudio de carreras humanistas o religiosas que la sanción por la vía científica,
muchas veces, vilipendiada por la sociedad en cuanto a su prestigio ¿Cómo,
entonces, el medico comienza a consolidarse como la figura del respeto que
conocemos hoy, cuyo prestigio acelera desde finales del XIX?

El primero en hacer notoria esta problemática, y echar a andar, por consiguiente,


los mecanismos que desembocarían en las políticas públicas que llegarían a dar
una solución a este tipo de dificultades, sería el medico irlandés William Blest
(también conocido como Guillermo Blest) quien, a través de su reporte
“Observaciones en el presente estado de la medicina en Chile con la propuesta de
su mejora”, publicada en 1826 , enumera las distintas dificultades respecto no solo
a la práctica y formación de los médicos de Chile, sino respecto a las dificultades y
los retrasos que presenta el escenario de la salud en cuanto a la investigación e
innovación. En su escrito, y a través del discurso que mantiene, Blest identifica por
lo menos tres causas estructurales en el problema:

1. La admisión de sujetos sin educación mínima ya sea liberal o clásica


2. La ausencia de una regulación del entrenamiento de la profesión
3. Las tarifas con las que trabajaba un médico, las que lo obligaban a trabajar
desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche realizando visitas.

Luego de esto, William Blest no solo se dedicaría al análisis crítico, sino que toma
la decisión de fundar en el año de 1833 la Escuela Médica de Chile, circunscrita a
la autoridad y a los directivos del Instituto Nacional, hasta el año en que se funda la
Universidad de Chile, y con ella, su facultad de Medicina, en el año de 1842. De
esta forma, se profesionaliza la formación de los médicos de Chile, además de
poner fin a la Institución del Protomedicato.
Casi 50 años más tarde, y llegando a solucionar la problemática de una medicina
alejada de la investigación que señalaba Blest como una de las mayores
problemáticas, en 1873 se fundaría la Sociedad Médica de Chile, que se encargaría,
de acuerdo a lo explicado por María Angélica Illanes, a la investigación académico-
científica.6
Sumándose a los ya importantes aportes sobre los que teoriza Blest, las coyunturas
y dificultades de la época se convierten en un factor clave para que se diera como
prioridad el importantísimo debate que enfrentaba a las libertades personales y la
propia determinación frente al bien común social. Cuando hablamos de estas
coyunturas, nos referimos a la llegada al continente de las epidemias que azotan
América Latina, temática que ya venía desarrollándose desde el viejo continente,
casi como una especie de aviso de un peligro latente.
Para el año de 1876, comienzan a aparecer entre la población lo que serían luso
primeros brotes de viruela, focalizados especialmente en los primeros días de abril
en la ciudad de Santiago. No solo se paralizan las actividades de los obreros y de
las empresas, no solo se frena el comercio y con ello, las actividades económicas.
Queda claramente descubierta tanto la incapacidad del gobierno a enfrentarse a un
fenómeno epidémico, y además la alarmante rapidez que toman cada vez más los
fenómenos epidemiológicos. Y detrás de todo esto, poco a poco, iba completándose
el paisaje que leía claramente la problemática del manejo, dejado fuera de las
manos del estado, y entregado a la caridad, caridad que, a pesar de todo, depende
tan solo de la voluntad y no de la obligación del Estado. ¿No existen peligros, acaso,
en dejar el resguardo de la población, su salud y su sanidad, en manos de la
voluntad, en lugar de sistematizarlo a un factor más grande, garante del bienestar
de sus miembros?
Durante el período en el que el país servía como escenario para grandes epidemias,
el rol que adoptó el estado fue el de organizador y coordinador de los planes de
beneficencia para los afectados y sus familias. María Angélica Illanes nos dice:
“En efecto, el objetivo era el de “Unificar la beneficencia y darle vida propia,
haciéndola independiente de toda otra autoridad que la conciencia
individual y pública; asociar al trabajo caritativo a un crecido número de
hombres buenos y conocidamente filantrópicos…”” 7
Tal fue la motivación política de los diferentes países para organizar y gestionar una
estrategia frente a la eventual catástrofe que tarde o temprano afectaría al
continente, que en la América latina naciente se dio una instancia de coordinación
y cooperación entre Bolivia, Uruguay, Ecuador, Argentina y Chile durante el verano
de 1884. Gustavo Rayo indica que fue el riesgo de transmisión de una nueva
epidemia de cólera desde Chile lo que motivó al gobierno peruano a organizar una
conferencia internacional con el objetivo de “adoptar un sistema uniforme para
prevenir las catástrofes que las epidemias originan” (Rayo, 2016)8. Este sistema de
prevención liderado por Perú y organizado por el resto de países anteriormente

6
Illanes Oliva, M. (1991). En el nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia. 2nd ed. Santiago de Chile:
Ministerio de Salud p. 55
7
Ibid. P 58
8
Rayo, G. (2016). Legitimation of the medical profession in Chile in the second half of the XIX century.
Universe (Talca), 31(2), pp.199
mencionados, contó principalmente de campañas de prevención de contagios de
enfermedades como cólera, tifus, fiebre amarilla, y otras. Finalmente, el debate
entre libertad versus protección se daría fin con la promulgación de la Ley de
Vacuna obligatoria en 1886, bajo la presidencia de José Manuel Balmaceda.

Las políticas Públicas de finales de siglo


Tal como vimos en el apartado anterior, las distintas coyunturas y dificultades que
atraviesa sanitariamente la sociedad del siglo XIX dejaron al descubierto las
dificultades que tuvo el estado para manejar las necesidades de salubridad y
sanitarias de la población. Las situaciones en las que la falta de acción de parte del
estado, y el ideal modernizador de la sociedad chilena se veía truncado por la
muerte por epidemias, por la falta de médicos, y por la escasa participación (y
escasa injerencia de las ideas que algunos doctores llegaban a emitir) estaban
haciendo mella en los números tanto demográficos como en los números de la
producción. Fue dentro del ideal modernizador de la nación, la producción, y como
creadora de ésta, la mano de obra fueron elementos que no podían “desperdiciarse”
dejándolos a su suerte.
Fue como respuesta a esta suma de problemáticas que la sociedad chilena
comenzó con la implantación de una serie de políticas públicas. En un movimiento
acertado, el foco se pone en la prevención, control y eliminación de los posibles
riesgos de contagio y propagación de enfermedades. Rayo dice:
“El doctor Alfonso Murillo se mostraba de acuerdo a la idea de que un número
significativo de esas enfermedades con mayor incidencia en la mortalidad podrían
ser controladas con eficacia “Si la autoridad local pudiese proveer a la población
con buena agua potable, dar un buen sistema de alcantarillado, persiguiese la
construcción y mejoramiento de las viviendas de las clases más trabajadoras y
empobrecidas…””
En esta cita podemos apreciar el hecho del autor explicándonos las medidas tomas
y también los autores de dicha sugerencia, puesto que no es una sugestión que
nace desde el sector político, sino que se surge desde las ideas modernizadoras y
las experiencias tomadas por médicos, es decir, los actores participantes y
vociferantes de las distintas áreas en cuestión. Esto nos habla de una construcción
de las políticas de salubridad, salud e higiene social nacidas de la misma gente, en
dos de una mejor nación.
Dichas medidas se harían realidad en las propuestas que presentaría en el año
1898 el doctor Alejandro del Río, donde pediría la intervención de las autoridades,
donde entre otros, se buscaría llevar a cabo de forma tangible la real limpieza del
agua, la prevención y profilaxis de la tuberculosis, y el mejoramiento de los servicios
de salud públicos9

9
Ibid p. 201
Conclusión
Las primeras ideas que uno puede presentar antes de comenzar a formular este
tipo de ensayos siempre se ven en la posibilidad de quebrarse frente a nuevos
descubrimientos. El formular un ensayo significa, muchas veces, investigar, y no se
investiga a menos que uno sepa. Pero lo que sabemos no siempre es correcto.
Cuando comencé este ensayo, mi concepción de la medicina se ajustaba a una
especie de atemporalidad. Como si la medicina siempre hubiese sido este espacio
de prestigio social, este espacio de completa e intachable opinión científica cuya
voz y cuyas ideas fueran clave en la formulación de las políticas públicas que nos
rigen como sociedad.
Cuando escribo la introducción a este ensayo, hablo acerca del tiempo histórico
como un continuo, que a veces uno tiene a, usando las palabras de Le Goff, separar
en rebanadas a veces ignorando procesos más grandes que las periodizaciones de
la historia. En este caso, al comenzar el ensayo era completamente ignorante de la
medicina y de su percepción social como un proceso gestado desde comienzos del
siglo XIX.
No siempre fue, por ejemplo, supeditada a las lógicas de gobierno. El
protomedicato, si bien una institución cuyos orígenes se rastrean a la corona
española, y previo a eso, a las sociedades clásicas, tuvo su propia organización,
incluso en la capitanía general de chile y que continuaría con sus lógicas de
autodeterminación hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se funda la Escuela
Médica en el Instituto nacional, y luego, la facultad de medicina de la Universidad
de Chile.
Los procesos vacunatorios y de prevención de enfermedades contagiosas, por
ejemplo, se ven supeditadas al protomedicato, y si bien presentan dificultades
respecto a la credibilidad y efectividad, tampoco se puede afirmar una inutilidad de
parte de su administración en la población, puesto que los números y los contagios,
como vimos a través de la revisión bibliográfica, se vieron drásticamente
modificados en favor de la protección de la salud de todos los sectores de la
sociedad.
Sin duda la mayor dificultad que vimos para la práctica de la medicina durante el
siglo XIX. Su percepción social dejó vacías las aulas de las escuelas de medicina
durante el comienzo de siglo, y las políticas del gobierno para sanar esta
problemática nunca fueron realmente viables, puesto que no presentaron ningún
tipo de solución, puesto que dé ni siquiera de esta forma la cantidad de matriculados
subió. Solo la intervención tanto teórico-crítica de William Blest y su ayuda en la
formación de la escuela médica de Chile fueron eficaces en comenzar con el
proceso de reivindicación de la práctica de la medicina. De esta forma también se
puso freno a la práctica fraudulenta, cuando los cabildos, y el gobierno comenzaron
poco a poco a tomar medidas legales contra todos aquellos que ejercieran la
sanación, la charlatanería, y en específico caso, lamentablemente, la medicina
natural mapuche.
Parte importante también de este proceso de alzamiento de la medicina fueron los
asomos de bacterias y epidemias que intentaron entrar en el país. Vimos con Illanes
(1993) que es en esta coyuntura donde el país queda completamente expuesto
como un gobierno que depende de la caridad para el control de la salud de los
miembros, y lo cual, según vimos, fue motor de arranque para la formulación de
variadas políticas publicas orientadas al cuidado de la salud del ciudadano común.
Las políticas públicas que se formulan a finales del siglo XIX, finalmente, serían
resultado directo de la reformulación y recuperación de la carrera médica, en cuanto
a que luego de la evolución que sufre la reputación médica, además de sumarse
esto a los intereses modernizadores del estado, la posiciona como una voz
importante en los poderes legislativos y ejecutivos. Es por propuesta de un doctor,
finalmente, que se comienza a indagar e invertir en mejoras de la calidad de vida,
como lo serían, por ejemplo, alcantarillados, viviendas, y la profilaxis frente a
enfermedades prevenibles, como por ejemplo la tuberculosis.
Referencias
Caffarena Barcenilla, P. (2016). Salud pública, vacuna y prevención: La difusión de
la vacuna antivariólica en Chile, 1805-1830. Historia (Santiago), 49(2), pp.347-370

Cubillos, L. and Cruz-coke, R. (2014). Historia Biográfica de la Medicina Chilena


(1810-2010). 1st ed. Santiago de Chile: Academia Chilena de Medicina.

Illanes Oliva, M. (1991). En el nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia. 2nd
ed. Santiago de Chile: Ministerio de Salud.

Rayo, G. (2016). Legitimation of the medical profession in Chile in the second half
of the XIX century. Universe (Talca), 31(2), pp.187-203.

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