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El que los seres humanos no solamente somos seres mortales sino nato-
mortales debería ser ya algo muy claro en mundo del pensamiento
contemporáneo. Sin embargo, no es así. En nuestra civilización nihilista y
tanática no hay una equiparación entre los conceptos de lo natal y de lo
mortal. El ser-para-la-muerte se lleva toda la atención y el ser-para-la-
vida, ninguna. La presente breve exposición y comentario se deben a que
hemos creído detectar implícito en el discurso postcolonial de Gayatri C.
Spivak una determinada latencia de lo natal tornándose manifiesta. Se
trata de un detalle en su compleja obra pero de un detalle cuya visibilidad
nos parece importante resaltar.
Todo su afán es mostrar que “la mujer nativa subalterna es excluida” (CRP,
p.117) y que es la más excluida entre los excluidos, pues la mayor
damnificada del sistema es esa mujer del tercer mundo hipervictima del
imperialismo, por poner un ejemplo, digamos, la prostituta de Bangladesh.
A hacer notar eso como grieta, huella, falla, quiebra, presencia de una
ausencia en los estudios postcoloniales y en Occidente, en cuanto silencio
que se silencia, es a lo que se ha dedicado Spivak.
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El presente escrito surge a partir de un interesante debate en el Seminario de Pensamiento
Contemporáneo del Centro de Arte y Pensamiento CRUCE de Madrid, donde hablamos de Spivak y su
pregunta: ¿puede hablar el subalterno?
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G.C. Spivak Critique of Postcolonial Reason. Harvard University Press. Cambridge, 1999, p.67. Citamos
a continuación con las siglas CPR.
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Su labor es encomiable aunque quizá de poca ayuda hacia las subalternas,
dado que una labor tan minimalista y en un lenguaje tan arcano como el
suyo es difícil que tenga grandes repercusiones, pero la política de nuestro
tiempo parece que se ha visto reducida a una lucha cultural por la
hegemonía de las palabras, un constructivismo meramente verbal que
algunos consideran como de efectos mayores de los que se pensaba antes e
incluso con capacidades de subvertir sistemas materiales injustos. Con todo
y sea cual sea la consideración que se le otorgue a la lucha cultural por
palabra, había que decirlo, pues la valoración oscila desde quien piensa que
no hay poema que deje intacto al mundo hasta quien considera que hablar
no sirve para nada. Lo dicho bien dicho está si se dice bien, pensamos
nosotros. Y es que existe también un problema con la forma de decir lo que
tiene que ser dicho o de desvelar lo que ha sido silenciado.
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el de la tradición representada por las castas altas de la India sin
oportunidad de perfilar su propio discurso. El trabajo genealógico y
arqueológico de despejar la falsedad de esas construcciones discursivas
deja lugar a la deconstrucción y abre al menos un espacio para que la mujer
subalterna sea vislumbrada en su silencio, remarcándose la presencia de su
ausencia. Hay una fuerte aporía gorgiana respecto a las subalternas,
primero no se las puede conocer, en segundo lugar en caso de que se las
pudiera conocer no nos podríamos comunicar con ellas y en tercer lugar en
caso de que pudiesen ser conocidas y se pudiese uno comunicar con ellas,
no las podríamos entender, y viceversa, pues la aporía funciona
bidireccionalmente y pasaría lo mismo desde su punto de vista, no nos
pueden conocer, no se pueden comunicar con nosotros y en caso de que
pudieran ambas cosas, no nos entenderían. Pero la relación es disimétrica,
el subalterno cuando quiere hablar ya pierde porque no pone las
condiciones del habla y, pese a todo, habla, pues tiene su propia lengua,
pero no obtiene reconocimiento si no acaba siendo mediatizado y, por
tanto, traicionado. Como ejemplo pudiera ponerse cualquier movimiento
popular espontaneo y autoconstituido, cuya dinámica suele ser la de perder
el impulso en cuanto llegan a ser representados. Con ello también Spivak
toca el problema de la representación señalando que no es lo mismo ocupar
un lugar que ser representado, una vez rechazado el representacionalismo
solamente queda despejar el camino para que ocupen un lugar.
Según esta autora todos los intelectuales que han querido ser la voz de los
sin voz y hablar por el subalterno han cometido con ello un delito de
eurocentrismo racista y colonizador, incluso aunque sus discursos hayan
sido los más favorables a la emancipación. En ello sigue el dictado de Marx
según el cual la emancipación y desalienación de la clase obrera tiene que
ser obra de la propia clase obrera y no depender de los burgueses
filántropos, salvo que aquí no se habla de clase proletaria sino de
lumpenproletariado. Su propia situación como intelectual queda
comprometida y el hermetismo de su lenguaje intelectual no ayuda en
absoluto. No obstante, el resultado final de su propuesta, pensamos, es que
lo que hay que hacer con las mujeres subalternas nativas es dejarlas en paz
para que puedan organizar a su modo sus estrategias de solidaridad y
resistencia, enfrentarse si acaso a lo que las oprime, esto es, a nosotros
mismos y a Occidente, espaciando un lugar para su acción autopoiética y
no olvidando su existencia en los discursos generalistas que las olviden.
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en Occidente y su pujanza en el Tercer Mundo han sido siempre
malinterpretadas como signo de cuidado en el primer lugar y descuido en el
segundo. Gran ceguera y gran error. Al contrario, bien pudiera decirse que
muy otras son las causas del fenómeno. El discurso estándar al respecto,
con un poco de ironía bien pudiera rezar así: Todos los seres humanos
nacen por un procedimiento natural que está al alcance de todos. No hay
que saber muchas matemáticas para producir seres humanos. Es algo que
obedece al instinto de supervivencia de las especies, pero, en el caso
humano, tiene muchas más connotaciones, acaso psíquicas y culturales más
que naturales. Los hombres nacen, crecen, maduran, entonces se
encuentran con que no saben qué hacer ni para qué vivir y para romper ese
vacío insoportable, engendran otros seres humanos de los que ocuparse,
bien o mal, mejor o peor. Hasta que los primeros mueren y los segundos se
encuentran en las mismas condiciones, y se lanzan, entonces, igualmente,
al paliativo de la procreación como forma de vida, y así sucesivamente, de
manera que el reemplazo generacional queda garantizado. Conforme los
humanos van sabiendo qué hacer con sus vidas, el instinto de parir
disminuye, la natalidad baja, tienen otras cosas que hacer. O dicho de otro
modo, si el narcisismo es muy intenso no se procrea, ni se acoge, ni se
cuida, ni se atiende, si el narcisismo disminuye cabe entonces alguien más.
Luego el día en que se cumpla el sueño de la autonomía, en que todos los
hombres sean dueños de su existencia y vivan para sí mismos en lugar de
para otros, ese día, se acabará el hombre.
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apropiará, expropiando esa riqueza, de todos esos productos, como si
fuesen cosas, objetos, manufacturas baratas que traer según las necesidades
de consumo. De ahí que haya niños parias y que a los gamines en Colombia
se les llame desechables ya que lo que no se consume y se gasta, en nuestro
mundo, se tira.
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cosas, pero finalmente aboga por un no-intervencionismo, so pena de caer
en colonialismo e imperialismo si se interviene. A su juicio se es
colonialista aunque sea interviniendo con buena voluntad y posturas
emancipatorias e izquierdista-liberatorias. Su intervención derridiana en el
orden del discurso. Su fuerza puede ser considerada débil, como fruto de
una reducción y arrinconamiento a espacio lingüístico que derivaría de ya
no tener ningún poder en los medios socio-económicos ni políticos, de los
que se estaría excluido, o bien, por el contrario, como una nueva
potencialidad ilimitada en el mundo donde la guerra de las ideologías se ha
convertido en más potente que las infraestructuras. En la batalla por la
hegemonía discursiva Spivak deconstruye los códigos. ¿Qué significa eso?
Deconstrucción significa destruir despiezando un mecanismo y con las
mismas piezas -pues no hay otras- construir otro mecanismo diferente, algo
así como desmontar una radio y con sus piezas construir un instrumento
musical. En Spivak se aprecia muy bien el desmontaje, se ve la radio y las
piezas que la componen, las despieza bien y las analiza mejor, pero le falta,
como le suele ocurrir a la deconstrucción, pasar luego a construir un
instrumento musical que nos proporciones la nueva música que estamos
esperando.
Entonces, el corolario es que por un lado que las mujeres subalternas del
tercer mundo se auto-organicen y decidan en sus espacios intermedios.
Habrá que tratar de favorecer tanto que se emancipen de su discurso
tradicional internalizando -por ejemplo, de la norma de la viuda hindú de
inmolarse en la pira funeraria del marido muerto- como de un discurso
colonial engañoso y ajeno, para que así puedan lograr pasar al través de
ellos y, sobre las grietas de lo totalitario, con las piezas de su desmontaje,
construir un propio discurso. Por su parte, el intelectual, tres cuartas partes
de los mismo, no tiene entonces ya que ser la voz de los sin voz sino que
tendrá que elaborar un propio discurso intermedio entre la tradición y la
modernidad situándose en los espacios libres que se abren con las
incógnitas para acabar dándoles respuesta. Hay que repetir que el problema
es que es muy fácil realizar la primera parte de la deconstrucción y muy
difícil realizar la segunda parte. Veo las piezas de la radio pero no escucho
ninguna nueva música.