You are on page 1of 22

Esquema general e hispánico

Retrato de cuerpo entero de Jovellanos, pintado por Francisco de Goya y Lucientes en


1798, considerado uno de los más emblemáticos personajes de la Ilustración española. Este
intelectual español accedió al cargo de ministro y emprendió reformas que no llegaron a
consolidarse. En el fondo se aprecia una estatua de Minerva, diosa de la sabiduría, que
parece estar "bendiciéndole".

Desde Gran Bretaña, donde algunos de los rasgos esenciales del movimiento se dieron
antes que en otro lugar, la Ilustración se asentó en Francia, donde la anglofilia fue difundida
por Voltaire, y produjo aquí un cuerpo ideológico, el enciclopedismo, y sus más difundidas
personalidades (Montesquieu, Diderot, Rousseau, Buffon, etc). Ahora bien, la filosofía
ilustrada más sólida fue sin duda la más tardía alemana, que con Kant culminará la creación
del pensamiento propiamente moderno, ya muy por encima de la ideología enciclopedista.
La Ilustración también dio sus frutos propios en otras localizaciones europeas y americanas.
En ocasiones se recrearon proyectos ilustrados más o menos autónomamente, pero en la
mayoría de casos vinculados al pensamiento inglés y, sobre todo en lo que se refiere a la
ideología enciclopedista, a Francia (así en Países Bajos, Polonia, Rusia, Suecia, la
península italiana y la ibérica, etc., o en sus colonias americanas). Desde el punto de vista
sociopolítico fueron frutos condicionados por el grado de desarrollo ideológico adquirido
en el momento de lanzamiento de la nueva ideología y por el proceso interno seguido a lo
largo de su desarrollo. Si la Ilustración alemana fue por necesidad teórica de asimilación
lenta y compleja, el ideologismo ilustrado lo fue rápido y con la superficialidad
característica que le amparaba en la vida mundana, de la moda y las costumbres.7

La Ilustración en España
Artículo principal: Ilustración en España

En España la Ilustración coincidió con los reinados de Fernando VI y Carlos III. Si bien la
decadencia profunda en que se encontraba el país en el punto de partida obstaculizó una
posterior eclosión, el auge dinámico de algunas de sus zonas geográficas (especialmente
Cataluña8) a lo largo del período y la actuación coadyuvante (aunque tímida) desde el poder
político facilitaron la aparición de un nutrido y valioso grupo de ilustrados (Cabarrús,
Cadalso, Campomanes, Capmany, Feijoo, Floridablanca, Jovellanos, etc.)9 condicionado,
no obstante, por el arraigo y la preponderancia del pensamiento escolástico tradicional. La
creación de las Reales Academias de la Lengua, de la Historia, de la Medicina y del Real
Gabinete de Historia Natural (actual Museo Nacional de Ciencias Naturales), fueron
algunos de los logros de la Ilustración española, que ni mucho menos es unilateralmente
relativa a influjo francés.10

La polémica acerca de la existencia o no de una Ilustración española (polarizada en las


opiniones contrarias de Ortega y Gasset y Eugenio D'Ors11), más el añadido de una
escasamente articulada investigación posterior durante gran parte del siglo XX, atendía a
razones más políticas que científicas y tuvo como consecuencia un gran retraso en el
reconocimiento de la existencia y reconstrucción de una sólida e internacionalizada
Ilustración española o hispánica, tanto humanística como científica, empirista y cristiana,
progresista pero muy escasamente política, una tardía Ilustración universalista de gran
envergadura, encabezada por Juan Andrés, creador de la Historia universal de las letras y
las ciencias, Lorenzo Hervás y Antonio Eximeno, constructores de hecho de la
Comparatística moderna. Se trata de una nutrida gama de intelectuales, algunos de primer
orden (Miguel Casiri, Raimundo Diosdado Caballero, Juan Bautista Muñoz, Juan de la
Concepción, Pedro Franco Dávila, Antonio José Cavanilles, José Celestino Mutis, Vicente
Requeno, Juan Ignacio Molina, Pedro José Márquez, Francisco Javier Clavijero, entre
otros), en buena parte jesuitas españoles expulsos en 1767, pero también americanos y
filipinos. Es lo que se ha venido en llamar Escuela Universalista Española del siglo
XVIII.12

La Ilustración en Hispanoamérica

Artículo principal: Ilustración en Hispanoamérica

A Hispanoamérica llegaron las ideas de la Ilustración a través de la metrópoli.13

En los ámbitos de la política y la economía, las reformas impulsadas por el despotismo


ilustrado a finales del reinado de Fernando VI y durante el de su sucesor Carlos III tenían
por objeto reafirmar el dominio efectivo del gobierno de Madrid sobre la sociedad colonial
y contener o frenar el ascenso de las elites criollas.

Las autoridades españolas procedían a una explotación más sistemática y profunda de las
colonias. Procuraban, además, fortalecer y aumentar la marina de guerra y establecer
unidades del ejército regular español en las diversas regiones de América.
En la Nueva España (México), en el ámbito de los colegios de la Compañía de Jesús,
vemos surgir un importante grupo de científicos y filósofos ilustrados, encabezados por
José Rafael Campoy (1723-1777), que defienden una clara separación entre la filosofía y
las ciencias naturales, una mayor especialización en el estudio científico y una
simplificación en el método de la enseñanza filosófica, evitando las sutilezas silogísticas,
así como la sumisión incondicional a las autoridades.14 En este grupo de estudiosos que
trabaja principalmente en la Ciudad de México, Tepotzotlán, Guadalajara y Valladolid
(Morelia), destacan el historiador y naturalista, jesuita expulso, Francisco Javier Clavijero
(1731-1787), miembro sobresaliente de la Escuela Universalista Española del siglo XVIII,
que empleaba un método histórico sistemático y sorprendentemente moderno; el filósofo
Andrés de Guevara y Basoazábal (1748-1801), que se basa en Bacon, Descartes y los
censistas para plantear la necesidad de una filosofía moderna, justificar el método inductivo
y experimental, y denunciar el abuso del método deductivo; y principalmente Juan Benito
Díaz de Gamarra y Dávalos (1745-1783), crítico de la escolástica y defensor de la ciencia y
de la modernidad, cuyo eclecticismo ilustrado está principalmente regido por los valores
del buen sentido, la racionalidad, la tolerancia y la utilidad para el hombre.

En el sur del continente, el pensamiento ilustrado tuvo un primer gran empuje en la Real
Audiencia de Quito mediante la llamada Escuela de la Concordia, fundada en la ciudad de
Quito por el Dr. Eugenio Espejo en 1791, y a la cual pertenecían nobles de la élite criolla y
profesionales mestizos. Los pensamientos y debates surgidos en la Escuela de la Concordia
plantaron las primeras semillas de nacionalismo e independencia de Sudamérica, ya que de
a partir de varios sucesos ocurridos con sus diferentes miembros, la ilustración se
propagaría hacia el resto de territorios de los virreinatos de Nueva Granada y Perú.

Contexto histórico
Introducción

El término Ilustración se refiere específicamente a un movimiento intelectual histórico.


Existen precedentes e incluso una propia Ilustración en Inglaterra y Escocia a finales del
siglo XVII, como inmediatamente después en Alemania, si bien en su vertiente política el
movimiento se considera originalmente francés. La Ilustración francesa tuvo una expresión
estética, denominada Neoclasicismo, a diferencia de la alemana, prototípicamente Gotthold
Ephraim Lessing, que se alejaba por completo de ésta, a la que despreciaba. Desde Francia
se expandió un tipo de ilustración sociopolítica por toda Europa y América renovando
especialmente los criterios políticos y sociales. Francia, país eminentemente conservador,
quedaba por principio abocado a la revolución política. La aportación francesa es muy
discutible en el terreno de las Artes y la Literatura. La Estética como disciplina es una de
las grandes invenciones dieciochistas, inglesa (Francis Hutcheson y los empiristas) y sobre
todo alemana (especialmente a partir de Alexander Gottlieb Baumgarten).15

Siglo XVII: la era de la Razón


Estatua de Newton en Trinity College, Cambridge.

Según muchos historiadores, los límites de la Ilustración han alcanzado la mayor parte del
siglo XVI, aunque otros prefieren llamar a esta época la Era de la Razón. Ambos períodos
se encuentran en cualquier caso, unidos y emparentados, e incluso es igualmente aceptable
hablar de ambos períodos como de uno solo.

A lo largo del siglo XVI y siglo XVII, Europa se encontraba envuelta en guerras de
religión. Cuando la situación política se estabilizó tras la Paz de Westfalia (acuerdo entre
católicos y protestantes, 1648) y el final de la guerra civil en Inglaterra, existía un ambiente
de agitación que tendía a centrar las nociones de fe y misticismo en las revelaciones
"divinas", captadas de forma individual como la fuente principal de conocimiento y
sabiduría. En lugar de esto, la Era de la Razón trató entonces de establecer una filosofía
basada en el axioma y el absolutismo como bases para el conocimiento y la estabilidad.

Este objetivo de la Era de la Razón, que estaba construido sobre axiomas, alcanzó su
madurez con la Ética de Baruch Spinoza, que exponía una visión panteísta del universo
donde Dios y la Naturaleza eran uno. Esta idea se convirtió en el fundamento para la
Ilustración, desde Isaac Newton hasta Thomas Jefferson.

La Ilustración estaba influida en muchos sentidos por las ideas de Blaise Pascal, Gottfried
Leibniz, Galileo Galilei y otros filósofos del período anterior. El pensamiento europeo
atravesaba por una ola de cambios, ejemplificados por la filosofía natural de Sir Isaac
Newton, un matemático y físico brillante. Las ideas de Newton, que combinaban su
habilidad de fusionar las pruebas axiomáticas con las observaciones físicas en sistemas
coherentes de predicciones verificables, proporcionaron el sentido de la mayor parte de lo
que sobrevendría en el siglo posterior tras la publicación de sus Philosophiae Naturalis
Principia Mathematica. Pero Newton no estaba solo en su revolución sistemática
pensadora, sino que era simplemente el más famoso y visible de sus ejemplos. Las ideas de
leyes uniformes para los fenómenos naturales se reflejaron en una mayor sistematización de
una variedad de estudios.

Si el período anterior fue la era del razonamiento sobre los principios básicos, la Ilustración
se dedicó a buscar la mente de Dios mediante el estudio de la creación y por la deducción
de las verdades básicas del mundo. Esta visión de algún modo puede haber llegado hasta
nuestros días, en los que la creencia de los individuos en las verdades es más provisional,
pero en aquel momento, la verdad era una noción poderosa, que contenía las nociones
básicas sobre la fuente de la legitimidad de las cosas.

Siglo XVIII: el inicio de las revoluciones

Portada de Elementos de la filosofía de Newton (1738), que Voltaire y Émilie du Châtelet


publicaron con gran éxito. En ella, explicaron de forma sencilla los principios básicos de
los descubrimientos de Newton en matemáticas, astronomía y óptica, haciendo accesible la
nueva física para el público francés.

El siglo XVIII constituye, en general, una época de progreso de los conocimientos


racionales y de perfeccionamiento de las técnicas de la ciencia. Fue un período de
enriquecimiento que potenció a la nueva burguesía, si bien se mantuvieron los derechos
tradicionales de los órdenes privilegiados dentro del sistema monárquico absolutista. Sin
embargo, la historia del siglo XVIII consta de dos etapas diferenciadas: la primera supone
una continuidad del Antiguo Régimen (hasta la década de 1770), y la segunda, de cambios
profundos, culmina con la Revolución estadounidense, la Revolución francesa y
Revolución Industrial en Inglaterra.

Esta corriente abogaba por la razón como la forma de establecer un sistema autoritario
ético. Entre 1751 y 1765 se publicó en Francia la primera Encyclopédie, de Denis Diderot y
Jean Le Rond D'Alembert, que pretendía recoger el pensamiento ilustrado. Querían educar
a la sociedad, porque una sociedad culta que piensa por sí misma era la mejor manera de
asegurar el fin del Antiguo Régimen (el absolutismo y las dictaduras se basan en la
ignorancia del pueblo para dominarlo). En su redacción colaboraron otros pensadores
ilustrados como Montesquieu, Rousseau y Voltaire. Por lo demás, existen lados oscuros en
la Ilustración enciclopedista francesa: de una parte aquello que se refiere a ciertos aspectos
plagiarios en la realización de la Enciclopedia como proyecto intelectual y las
circunstancias confusas que la rodearon; de otra el extremado y gratuito proceso
sanguinario a que innecesariamente condujo, razón ésta que llevó a Friedrich Schiller a
rechazar la carta de ciudadano de París y elaborar una teoría de la revolución sin
violencia.16

Los líderes intelectuales del movimiento enciclopedista se consideraban a sí mismos la élite


de la sociedad, cuyo principal propósito era liderar al mundo hacia el progreso, sacándolo
del largo periodo de tradiciones, superstición, irracionalidad y tiranía (periodo que ellos
creían iniciado durante la llamada Edad Oscura). Este movimiento trajo consigo el marco
intelectual en el que se produciría la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y la
Revolución francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo.
Frente a la dominante música del barroco europea, las artes en Francia responderán al
movimiento Neoclásico y Rococó.

Kant en su madurez.

Otro destacado movimiento filosófico del siglo XVIII, íntimamente relacionado con la
Ilustración, se caracterizaba por centrar su interés en la fe y la piedad. Sus partidarios
trataban de usar el racionalismo como vía para demostrar la existencia de un ser supremo.
En este periodo, la fe y la piedad eran parte integral en la exploración de la filosofía natural
y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo, prominentes filósofos
ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau cuestionaron y criticaron la misma
existencia de instituciones como la Iglesia y el Estado.

El siglo XVIII vio también el continuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas que
eran aplicadas a la política económica, al gobierno y a ciencias como la física, la química y
la biología.
En la historia nada es casual, un hecho es la consecuencia inevitable de otros que lo
precedieron. La Revolución francesa, si bien tuvo otras causas, no hubiera sido posible sin
la presencia del iluminismo que, poniendo luz sobre el oscurantismo de la Edad Media se
alejó de los dogmas religiosos para explicar el mundo y sus acontecimientos, para hacerlos
a la luz de la razón.

El iluminismo tampoco hubiera existido de no haberlo precedido un debilitamiento del


poder de la Iglesia a causa de la reforma protestante, que dividió al mundo cristiano; y del
humanismo, movimiento filosófico que centró en el hombre el objeto de las preocupaciones
terrenales, quitando a la religión ese privilegio y desechando el teocentrismo.

Contexto social, difusión y pensamiento


«-¿Debéis tener, le dijo Cándido al turco, una extensa y magnífica tierra?

-Solo tengo veinte arpendes, contestó el turco; los cultivo con mis hijos; el trabajo aleja
de nosotros tres grandes males, el aburrimiento, el vicio y la necesidad.

-También sé, dijo Cándido, que tenemos que cultivar nuestro jardín.»
Voltaire, Cándido

Cesare Beccaria, padre de la teoría penal clásica (1738-1794).

Ya se ha dicho que, socialmente, la Ilustración se halla inscrita en el ámbito de la burguesía


ascendente, pero sus animadores no fueron ni todas las capas burguesas, ni solamente estas.
Por un lado, tuvo sus adversarios en determinados sectores de la alta burguesía comercial
(como, por ejemplo, el dedicado al tráfico negrero), y, por otra parte, ciertos elementos del
bajo clero o de la nobleza cortesana (caso del conde de Aranda en España, o de los
Argenson en Francia), e incluso el propio aparato estatal de despotismo ilustrado (Federico
II, Catalina II, José II), la apoyaron, aunque, en este último caso, en sus manifestaciones
más tímidas y, muchas veces, como simple arma de política internacional.
Los medios de que se valió el movimiento para su difusión fueron múltiples (entre otros,
las sociedades secretas, como la masonería), pero, en primer lugar, hay que señalar las
sociedades de pensamiento, específicas de la época, como los Amigos del país en España, o
conocidas ya antes, pero potenciadas ahora, como las academias y los salones (éstos en
muchas ocasiones, regidos por «femmes de lettres», como el influyente salón de los que
Napoleón llamó "ideólogos" o Sociedad de Auteuil). Otros vehículos de enorme
importancia fueron la prensa periódica y la internacionalización de las ediciones. Por otra
parte, la independencia económica del profesional de las letras, antes sujeto al mecenazgo,
dio mayor autonomía a su pensamiento.

Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados (que, a veces, dieron lugar a
largas polémicas entre ellos —por ejemplo, en torno a problemas de la propiedad, que
enfrentó a fisiócratas y utópicos— y a enemistades duraderas, como la de Diderot-
Rousseau), reconocieron también una línea maestra común, que los hizo solidarios en su
lucha. Su arma es la razón, desprovista de contenido preestablecido y convertida en un
seguro instrumento de búsqueda, cuyo poder no consiste en poseer, sino en adquirir (libido
sciendi). Con ella luchan contra la superstición las formas religiosas tradicionales y
reveladas (llegando al deísmo o al ateísmo), al argumento de autoridad y las estructuras
políticas y sociales anquilosadas, intentando eliminar cualquier elemento de misterio,
extrañeza o milagro; es, por lo tanto, una ideología antropocéntrica –Pope diría que «el
estudio propio del género humano es el hombre»–, llena de un optimismo activo frente al
futuro, porque cree en el progreso conseguido a través de la razón, en la posibilidad de
instaurar la felicidad en la tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos (Rousseau).
En este sentido es un movimiento entusiasta, basado no en un frío racionalismo, sino
convencido de que la sensibilidad, como aptitud para la emoción, es una potenciadora de la
razón, si viene guiada por la experiencia: «a medida que el espíritu adquiere más luces, el
corazón adquiere más sensibilidad», se lee en L'Encyclopédie (artículo “foible”). Al mismo
tiempo, la Ilustración, forma de pensamiento de una economía de intercambio basada en el
contrato comercial, tiene como rasgos distintivos el individualismo, el igualitarismo formal,
el universalismo iusnaturalista, la tolerancia y el postulado de la libertad.

Características
David Hume, retrato de Allan Ramsay (1766).

Voltaire, a la izquierda, en la corte de Federico II de Prusia. Fue este último quien


pronunció la famosa frase «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», cita que resume el
despotismo ilustrado.

En la segunda mitad del siglo XVIII, pese a que más del 70 % de los europeos eran
analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el papel
que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y naturales, en la
transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana.

Para entender correctamente el fenómeno de la Ilustración hay que recurrir a sus fuentes de
inspiración fundamentales: la filosofía de Descartes -basada en la duda metódica para
admitir solo las verdades claras y evidentes- y la revolución científica de Isaac Newton,
apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico. Los ilustrados pensaban que estas
leyes podían ser descubiertas por el método cartesiano y aplicadas universalmente al
gobierno y a las sociedades humanas. Por ello la élite de esta época sentía enormes deseos
de aprender y de enseñar lo aprendido, siendo fundamental la labor desarrollada por
Diderot y D'Alembert cuando publicaron la Encyclopédie raisonée des Sciences et des Arts
entre 1751 y 1765, inspirada por los principios laicos y materialistas de la burguesía
francesa y completada en 1764 con el crítico Dictionnaire philosophique, de Voltaire.

Como característica común hay que señalar una extraordinaria fe en el progreso y en las
posibilidades de los varones y mujeres para dominar y transformar el mundo. Los ilustrados
exaltaron la capacidad de la razón laica para descubrir las leyes naturales y la tomaron
como guía en sus análisis e investigaciones científicas. Defendían la posesión de una serie
de derechos naturales inviolables, así como el reformismo frente al abuso de poder del
absolutismo y la rigidez de la sociedad estamental del Antiguo Régimen; fue precisamente
el fracaso de este reformismo el que convirtió a la Ilustración en Liberalismo al estallar la
Revolución francesa. Criticó la intolerancia en materia de religión, las formas religiosas
tradicionales y al Dios castigador de la Biblia, y rechazó toda creencia que no estuviera
fundamentada en una concepción naturalista de la religión. Estos planteamientos,
relacionados íntimamente con las aspiraciones y valores laicos y materialistas de la
burguesía ascendente, penetraron en otras capas sociales potenciando un ánimo crítico
hacia el sistema económico, social y político establecido por los estamentos nobiliario y
clerical que culminó en la Revolución francesa.

Antropocentrismo: Hay un nuevo Renacimiento en que todo gira en torno al ser humano y
en particular en torno a su razón material y sensible de forma aún más pronunciada que en
el siglo XVI, aunque el papel que entonces jugó Italia lo desempeña esta vez Francia. La fe
se traslada de Dios al hombre: hay confianza y optimismo en lo que éste puede hacer, y se
piensa en que el progreso (surge en este siglo la palabra) humano es continuo e indefinido,
(Condorcet escribe su Cuadro de los progresos del espíritu humano) y los autores
modernos son mejores que los antiguos y los pueden perfeccionar. Se formuló la filosofía
del optimismo (Leibniz) frente al pesimismo característico de la Edad Media y el Barroco.
La sociedad se seculariza y la noción de Dios y la religión empieza a perder, ya
definitivamente (como había empezado a mediados del XVII con la Paz de Westfalia), la
importancia que en todos los órdenes había tenido hasta ahora; se desarrolla una cultura
exclusivamente laica e incluso antirreligiosa y anticlerical. Empiezan a formularse las
expresiones más tolerantes de espiritualidad: nihilismo libertario (Casanova, Pierre
Choderlos de Laclos), Masonería, deísmo (Voltaire), agnosticismo; incluso se formulan ya
claramente las propuestas del ateísmo (Pierre Bayle, Baruch Spinoza, Paul Henri Dietrich)
y el libertinismo, expuesto por algunos personajes de novelas escandalosas de la época
(Marqués de Sade, etc.). La atención a los aspectos más oscuros del hombre constituye lo
que se ha venido a llamar "la cara oscura del siglo de las luces".

Racionalismo: Todo se reduce a la razón y la experiencia sensible, y lo que ella no admite


no puede ser creído. Durante la Revolución francesa, incluso se rindió culto a la «diosa
Razón», que se asocia con la luz y el progreso del espíritu humano (Condorcet). Las
pasiones y sentimientos son un mal en sí mismos. Todo lo desprovisto de armonía, todo lo
desequilibrado y asimétrico, todo lo desproporcionado y exagerado se considera
monstruoso en estética.

Hipercriticismo y su subsecuente reformismo: Los ilustrados no asumen sin crítica la


tradición del pasado: con la Enciclopedia se replantean todo el conocimiento anterior
filtrándolo a la luz de la razón y desdeñan cuanto no se somete a los principios laicos y
materialistas que esta impone. Por ello desdeñan toda superstición y superchería (los
"errores comunes" de Benito Jerónimo Feijoo), incluyendo a menudo la religión. Los
consideran signos de oscurantismo y de una sociedad periclitada: es preciso depurar el
pasado de todo lo que es oscuro y poco racional para construir una sociedad mejor y más
pura. Se usa la literatura (el teatro, la fábula, la sátira) para corregir los defectos de la
sociedad y mejorarla (castigat ridendo mores, "corrige riendo las costumbres", escribe
Horacio): se educa, no se entretiene sino para conseguir lo primero. La tragedia expone los
funestos resultados de la pasión o sentimiento fuera de control; la comedia ridiculiza los
defectos morales del ser humano; la fábula suministra ejemplos de conductas útiles y
prudentes y antiejemplos opuestos. La historia se empieza a documentar con rigor; las
ciencias se vuelven exclusivamente empíricas y experimentales; la sociedad misma y sus
formas de gobierno comienzan a ser sometidas a la crítica social, lo que culmina en las
revoluciones al fin del periodo. Hay un enorme deseo de utopía política, que Jean-Jacques
Rousseau formula con su concepto de voluntad general para inspirar gobiernos más justos;
igualmente, Montesquieu exige una justicia mejor preconizando el principio de separación
de poderes; la revolución americana declara buscar la felicidad aquí en la tierra y proclama
el derecho democrático a elegir los gobernantes frente al modelo monárquico. Empieza a
hablarse de constituciones. Se crean sociedades para mejorar todas las disciplinas
(academias científicas como la Royal Society, bibliotecas públicas, museos, Sociedades
económicas de amigos del país...), las ciencias (Isaac Newton, Leibniz, Georges Louis
Leclerc, Linneo, Lavoisier, Euler, Franklin), la medicina (vacuna, primeros intentos de
higienización), la tecnología (máquina de vapor, pila voltaica, reinvención de la porcelana,
lanzadera volante, lámpara de gas, cronómetro, termómetro, sextante), la economía (Adam
Smith) avanzan notablemente gracias a esta preocupación, por lo que hay un gran
crecimiento demográfico.

Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu.

Pragmatismo: Sólo lo útil merece hacerse; se desarrolla la filosofía del Utilitarismo


preconizada por Jeremías Bentham, que halla un principio ético general en la felicidad
enunciada por Epicuro, bajo la fórmula de «la mayor felicidad para el mayor número de
gente». Las literaturas y las artes en general han de tener un fin útil, que puede ser didáctico
(enseñanza), moral (depurar de las insanas pasiones) o social (sátira de las malas
costumbres, para corregirlas). De ahí que entren en crisis géneros como la novela o que se
cultiven las novelas de aprendizaje y que se pongan de moda las fábulas, las enciclopedias,
los ensayos, las sátiras, los informes y en general los géneros ensayísticos. El teatro
pretende corregir las costumbres con la comedia y limpiar de pasiones el alma con la
tragedia. Es ésta la Poética finalista del Neoclasicismo francés, comúnmente rechazada por
el Empirismo inglés y la Ilustración alemana.

Imitación: La mímesis se hace relativa a la mathesis cartesiana. La originalidad se


considera un defecto en el restrictivo neoclasicismo francés, que no supo asumir a
Shakespeare, y se estima que se pueden lograr obras maestras «con receta», imitando lo
mejor de los autores grecorromanos (clasicismo o neoclasicismo), que se constituyen en
modelos para la arquitectura, la escultura, la pintura y la literatura. El academicismo impera
en el terreno artístico y sofoca toda creatividad en Francia y toda cultura sujeta a su
influencia El buen gusto es el criterio principal y se excluye lo imperfecto, lo feo, lo
decadente, lo supersticioso y oscuro, la violencia, la noche, las pasiones desatadas y la
muerte. El teatro debe someterse a las reglas de las tres unidades, no ya estatuidas por
Aristóteles sino un tanto burdamente simplificadas: unidad de acción, lugar y tiempo; es
más, los franceses añaden la unidad de estilo. Inglaterra mediante la estética empirista y, en
especial, Alemania, es decir, los pivotes representados paradigmáticamente por Lessing y
Kant, definirán una posición evolucionada, que rechazará frontalmente todo teatro francés,
y la propuesta de la originalidad del genio.17

Idealismo: El buen gusto exige rechazar lo vulgar: no se cuenta con los criterios estéticos
del pueblo y la realidad que ofrece la literatura es mejor de lo que la realidad es, es
estilizada, neoclásica. El lenguaje no admite groserías ni insultos, y busca el purismo,
aunque con frecuencia se contagia de galicismos; no se presentan crímenes ni críticas a un
poder que es inmutable (no se trata, por ejemplo, el tema del tiranicidio en el teatro, ni
aparecen mezcladas las clases populares con las elevadas por decoro, ni temas de mal gusto
como el suicidio (que solo aparecerá en el Romanticismo con el Werther de Goethe), y todo
es amable y elevado. Se excluye lo temporal y lo histórico, cualquier forma de cambio
"desde abajo" de la cosmovisión ilustrada.

Universalismo: El molde generalizador y objetivizador de la razón conduce a los ilustrados


a asumir una tradición cultural cosmopolita, a asumir la relatividad cultural (Cartas persas
de Montesquieu, críticas a la diversidad de las religiones de Voltaire, gusto por el exotismo
de los libros de viajes) y funden todo tipo de tradiciones en la horma grecorromana que les
sirve de fuente principal. Sienten interés por lo exótico, pero no lo asumen, porque buscan
en él lo específicamente humano y universal. Y como la tradición literaria más universal es
la clásica y el academicismo francés la ha incorporado, todo lo francés se pone de moda y
poseer la lengua francesa se transforma en un signo de distinción: el arte y la cultura
francesa influye en Alemania, España y Rusia y sus lenguas se llenan de galicismos. Se
habla de "las Grecias, las Romas y las Francias" porque no existe (aún) el subjetivo
nacionalismo romántico ni la teoría de los caracteres nacionales y se siguen los géneros
puros e intemporales del clasicismo grecolatino: la fábula, la tragedia, la comedia, la oda, la
elegía, la égloga o pastoral, la sátira, el poema didáctico o moral y se arrinconan géneros
propios de otras culturas barrocas como la tragicomedia lopesca o el drama isabelino, o de
aire medieval como la comedia de santos o el auto sacramental, modelos desviados y
apartados del clasicismo universal. Es más, el universalismo ilustrado empieza a elaborar
utopías de gobierno colectivo cuyo choque con la realidad desencadenará la Revolución
francesa. Por otra parte, la Ilustración inglesa, empirista, y la Ilustración alemana, de
tendencia idealista, promoverán una filosofía y un arte, sobre todo esta última, de mucho
mayor calado que el formado por el neoclasicismo francés. De raíz española, si bien en
gran medida transterrada a Italia por la expulsión jesuita de 1767, fue la importante y tardía
Ilustración española o hispánica, universalista y comparatista encabezada por Juan Andrés,
el lingüista Lorenzo Hervás, el musicólogo Antonio Eximeno y los grandes botánicos y los
filipinistas y americanistas.

La filosofía ilustrada
Immanuel Kant

La Ilustración se nutrirá filosóficamente de varios movimientos y corrientes del


pensamiento, empezando por el moderno del siglo XVII. Entre ellos, cabe destacar el
Antropocentrismo, el Racionalismo (René Descartes, Blaise Pascal, Nicolas Malebranche,
Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibniz), el Empirismo (Francis Bacon, John Locke y
David Hume), el Materialismo (La Mettrie, D'Holbach), el Hipercriticismo, el
Pragmatismo, el Idealismo (George Berkeley e Immanuel Kant) y el Universalismo. En los
campos de la filosofía, metafísica, geometría, astronomía, astrofísica, geografía, lógica,
ética, derecho, estética, deontología, religión, ciencia, política cabe destacar la obra de
Immanuel Kant, que sigue teniendo sobrada vigencia, en esos temas, hoy en día.

Todo el movimiento filosófico tiene su expresión en el resto de los órdenes de la vida social
nacional y europea.

La política en la Ilustración
«La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos», frase
atribuida a Jean Le Rond d'Alembert (1717-1783). Científico y pensador francés de la
Ilustración, promotor de la Enciclopedia junto con Diderot.

Al igual que otros filósofos de la Ilustración, Jean-Jacques Rousseau fue crítico con el
comercio atlántico de esclavos.18

En política surge el despotismo ilustrado que llevará pronto, aún a su pesar, a la teoría de la
separación de poderes. Se subordina el poder religioso al civil (secularización) y dentro del
religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias nacionales respecto
al absolutismo del papa (regalismo) y aparece el concepto de contrato social que se hará
fuerte con Rousseau y el socialismo utópico.

Para los ilustrados, el destino del hombre es la epicúrea felicidad, y la propia Constitución
de los Estados Unidos acogerá este propósito como uno de los derechos de los ciudadanos.
Hacia el final del siglo el liberalismo, con la Revolución francesa a partir de 1789 aunque
iniciado en Gran Bretaña de forma menos traumática con las ideas de John Locke, Adam
Smith, Jeremías Bentham y John Stuart Mill, expande las conquistas sociales de la
Ilustración por Europa y Norteamérica, dándose fin al Antiguo Régimen.

Acaba progresivamente la sociedad estamental que se viene arrastrando desde el


feudalismo y emerge una nueva clase social, la burguesía, que adquiere conciencia de su
poder económico y su impotencia política, de forma que conquistará el gobierno de su
destino a lo largo del siglo siguiente a través de diversas revoluciones (1820, 1830, 1848)
en que va ampliando su presencia en los órganos políticos del estado relegando a la
aristocracia a un papel subalterno.

En el ámbito de la jurisprudencia, Cesare Beccaria (1738-1794) publicó en Livorno en 1764


Dei delitti e delle pene,19 obra que sienta las bases de la moderna ciencia criminal. Beccaria
establece la gravedad de los delitos y la proporción de las penas a partir de los principios de
la filosofía ilustrada francesa y la teoría contractualista y utilitarista (J. Locke). El jurista
italiano entiende el delito como violación del orden social y la pena como una defensa del
mismo. En Dei delitti e delle pene plantea también una dura crítica a los métodos
judiciarios de la época (como la tortura o la pena de muerte, “ni útil ni necesaria”). Algunos
legisladores europeos asimilaron la lección de Beccaria: Catalina II de Rusia, por ejemplo,
promovió una reforma del código penal inspirada en la obra del filósofo italiano.20

La religión en la Ilustración

Véase también: Ateísmo en la Ilustración

En la religión se realizan las primeras formulaciones del deísmo y el ateísmo, e incluso el


satanismo.[cita requerida] El laicismo se va instalando con fuerza cada vez mayor en los
gobiernos de Europa como una consecuencia natural del Tratado de Westfalia (1648), que
consagró el fin del cesaropapismo; los mismos monarcas católicos empiezan a ver los
beneficios económicos que reportan el regalismo y las desamortizaciones para el estado:
empieza a discutirse además el excesivo papel que tenían las órdenes religiosas en las
universidades y su monopolio en la educación general, que hacía encauzasen los mejores
talentos hacia la carrera eclesiástica en vez de a las ciencias prácticas.

En 1759 el marqués de Pombal, ministro del rey portugués José I de Portugal, expulsó a los
jesuitas, últimos defensores del cesaropapismo, en lo que le siguieron la mayoría de los
países europeos (Francia, 1762; España, 1767; Parma, 1768; el propio papa disuelve la
Compañía en 1773). El emperador católico de Austria José II cerró los claustros y los
conventos para evitar el desperdicio de vidas que a su juicio representaba la clausura...
abriendo así además la vía para la secularización y desamortización general de sus bienes.
Carlos III produjo una expulsión que, en razón de sus territorios, abarcaba no sólo España
sino toda la América hispánica y Filipinas. Si ha sido discutida la gran transcendencia del
perjuicio intelectual y académico de esta expulsión, lo cierto en cualquier caso es que estos
jesuitas hispánicos contribuyeron decisivamente a una madura Ilustración cristiana
desplegada desde Italia, lugar de acogida de los miembros de esta orden española.

En los países protestantes, el pietismo de August Hermann Francke y Nicolaus Ludwig von
Zinzendorf, que propugnaba una religiosidad puramente espiritual y personal, se enfrentó
igualmente a la ortodoxia clerical establecida más mundana. La religión se empieza a
contemplar a través de criterios científicos y laicistas como si se estudiara a la naturaleza
misma y desde un punto de vista utilitarista que abandona las viejas y supersticiosas
concepciones. Para la mayoría de los filósofos, la ilustración incluía un rechazo del
cristianismo tradicional. Y la aparición de estas tendencias laicas culminó con la
Revolución francesa.

En un siglo caracterizado por la soberanía de la razón, el Ensayo sobre el entendimiento


humano (1690) de John Locke reclamaba pruebas de los dogmas religiosos y entabló un
combate general contra el dogmatismo. En Inglaterra, el repudio de la tradición religiosa
acrítica había derivado rápidamente hacia el deísmo, que ya solo reconocía a Dios, a la
virtud y a la inmortalidad como los tres fundamentos de una religión natural universal; la
obra del primer deísta John Toland Christianity not Misterious (1696) había señalado el
punto de partida de este movimiento que, en el siglo XVIII, contó a Gotthold Ephraim
Lessing, a Voltaire y a Volney como a sus principales adeptos.
Pero la tendencia intelectual más radical en el "estudio" de la religión fue el materialismo
francés del siglo XVIII. En 1745 un médico, Julien Offray de La Mettrie, publica su
Histoire naturelle de l'âme ("Historia natural del alma"), en la que llega a la conclusión de
que esta es material. Aunque la obra fue quemada por mano del verdugo a causa del
mandato del Parlamento del París, el autor desarrolló su teoría y publicó en 1747 su libro
principal, L'Homme Machine, en que define al hombre como una máquina y defiende
ostensiblemente un materialismo ateo. Federico el Grande lo llamó a su Academia de
Berlín, donde el filósofo acudió de buen grado, ya que era perseguido en Francia por sus
concepciones políticas, reputadas de peligrosas. Su seguidor, el barón de Holbach, expuso
las teorías del materialismo francés en su Système de la Nature (1770) mezclándolos con
los restantes elementos de la doctrina empírica, el Sensualismo de Condillac, el
Determinismo de Diderot y la moral del egoísmo preconizada por Helvetius, llegando a la
conclusión de que, en realidad, nada existe fuera de la materia eterna de la que provienen
todos los movimientos de los cuerpos y que, por consiguiente, la concepción de Dios es
inútil y la religión es una invención de los curas para aprovecharse ellos únicamente de la
moral, por lo que solo puede perjudicar al bienestar del pueblo. Sus ideas, divulgadas por el
grupo que Jean-Jacques Rousseau llamó coterie holbachique, empezaron a calar seriamente
entre los pensadores libres y ya el propio Rousseau había defendido una religiosidad natural
en su "Profesión de fe del vicario saboyano", dentro de su Emilio. "Por vez primera se
produce un rechazo firme de toda religión revelada en nombre del materialismo puro y una
nueva visión del mundo se enfrenta a la concepción teológica que hasta entonces había sido
válida"21

Por otra parte, sociedades secretas como la Francmasonería, los Rosacruz y los Iluminati
identificaban a Dios como un laico arquitecto racional del universo y condenaban la
religión como una superstición vulgar; lo importante para ellos era construir el templo de la
humanidad sobre las bases de la caridad activa y la ética como categorías superiores a toda
religión. La primera gran logia masónica se fundó en Londres en 1717 y en 1723 James
Anderson escribió sus Constituciones o estatutos. La masonería se propagará por todo el
mundo y, por ejemplo, tendrá una gran importancia en la secesión y constitución de la
primera república presidencial del siglo XVIII: los Estados Unidos, que no reconoce
ninguna religión como oficial. Incluso algunos eclesiásticos y monarcas fueron masones,
como Federico el Grande, e intelectuales como Wieland, Goethe y Lessing, entre muchos
otros, fueron masones.

Se difunde una concepción más espiritual, personal y sobre todo tolerante de la iglesia. La
religión se convierte en un compromiso personal con Dios que abandona las imposiciones
dogmáticas e institucionales de las iglesias, que, según los ilustrados, ocupan el lugar
verdadero de Dios. La Ilustración se caracterizaba por la pluralidad y la tolerancia. La
tolerancia es el principio que exponen Voltaire y Lessing en sus obras. Voltaire escribirá
que "en un país donde hay una sola religión, no se puede vivir; en donde hay dos, hay
guerra civil; pero en Inglaterra, donde hay treinta, existe paz". Y Lessing, en su drama
Natán el Sabio (1779), proclamó el evangelio del amor tolerante en su forma más pura y en
su Erziehung des Menschengeschlechtes ("Educación del género humano", 1780) trata
además de resolver la contradicción entre la revelación y la razón, explicando que la ética
es la última meta de todas las religiones. Convivirán ortodoxos, católicos y protestantes;
deístas y partidarios de la llamada religión natural que llama a Dios "Ser supremo" y al que
incluso consagró un ara o altar en Nôtre Dame durante la Revolución francesa. Pero
también había ateos y nihilistas o libertinos (el marqués de Sade, Choderlos de Laclos,
Restif de la Bretonne), también llamados pirrónicos o llanamente descreídos.

La Iglesia estaba sometida al Estado absoluto, lo cual generó conflictos en los países
católicos, ya que dependían a su vez de las decisiones del pontífice en Roma.

Las artes y las ciencias en la Ilustración

Si la Ilustración francesa permanece consustancial al Neoclasicismo, según antes quedó


referido, la inglesa y el Empirismo se constituyen en importante esfera prerromántica y
preidealista en los más diferentes campos del saber, al margen de las ciencias
experimentales y la sociales que entonces se atisban. La Ilustración alemana será, en las
artes, fundamento de la inmediata Romantik, tras el Sturm und Drang.

En física, óptica y matemáticas, los avances son decisivos gracias a las contribuciones de
sir Isaac Newton y otros estudiosos. Igualmente en botánica. Surge la economía política
como ciencia moderna gracias a las aportaciones de los fisiócratas y sobre todo del
liberalismo de Adam Smith y su monumental obra La riqueza de las naciones. Para la
visión del mundo es importante que la geografía terminase de cartografiar todo el globo, a
excepción de los círculos polares y algunas regiones de África.

La Enciclopedia significó una ruptura del concepto histórico en favor de una visión
esquematizada. Sin embargo, por otra parte, la historiografía moderna y su fundamentación
epistemológica fue una de las grandes realizaciones ilustradas, tanto desde el punto de vista
del tratamiento del objeto como del método, lo cual pretendió oscurecer el romanticismo.22

Juan Andrés (1740-1817).

En Italia el reformismo ilustrado se entrecruzó con la gran tradición humanista de matriz


renacentista: los resultados de más relieve se enmarcan en los ámbitos de la teoría política y
jurídica (el antes referido Cesare Beccaria, los hermanos Alessandro y Pietro Verri,
Antonio Genovesi, Gaetano Filangieri o Francesco Mario Pagano) y la historiografía,23
tanto civil (Ludovico Antonio Muratori, en cuanto precursor) como literaria (Girolamo
Tiraboschi). La Storia della letteratura italiana de Tiraboschi, obra paradigmática de la
erudición dieciochesca italiana, es el primer gran ejemplo de historia literaria nacional en
Europa.

La Ilustración universalista española, importante para la geografía y las exploraciones


desde tiempos anteriores a sus precursores más inmeditos Pedro Murillo Velarde y Jorge
Juan, culminará la creación de la Comparatística moderna, tanto desde el punto de vista de
la historiografía universal de las letras y las ciencias (Origen, progresos y estado actual de
toda la literatura) por Juan Andrés, como de la lingüística (Catálogo de las lenguas de las
naciones conocidas) por Lorenzo Hervás,24 que contó con una gran red intercontinental de
colaboradores, y la musicología universal por Antonio Eximeno. Las importantes obras de
la Ilustración universalista española se publican originalmente en Italia y en lengua italiana.
Por otra parte, la Escuela española, ya inicialmente interesada por la física y la
meteorología, especialmente a partir de las obras de Andrés, originó una tradición de
estudios meteorológicos, también sísmicos, fundamental que alcanzaría posteriormente sus
grandes maestros y descubridores en las figuras de Benet Viñes y Federico Faura, creadores
de los observatorios de La Habana y Manila.25

Véase también
 Ateísmo en la Ilustración
 Encyclopédie
 Estado laico
 Filantropía
 La Ilustración en España
 Escuela Universalista Española del siglo XVIII
 Ilustración política en Italia
 Neoclasicismo
 Racionalismo
 Sapere aude
 Siglo XVIII
 República de las Letras

Bibliografía general
 M. Menéndez Pelayo, Historia de las Ideas estéticas en España, Madrid, Imp. de A.
Pérez Dubrull, 1883-1891, 8 vols. (otras ediciones: Historia de las ideas estéticas
en España, ed. de Enrique Sánchez Reyes, Madrid, CSIC, 4ª ed., 1974, 2 vols.;
Santander, Universidad de Cantabria / Real Sociedad Menéndez Pelayo, 2012, 3
vols.).
 d'Ors, E., “El siglo XVIII”, en D’Ors, E., Cuando esté tranquilo, Madrid,
Renacimiento, 1930.
 M. Menéndez Pelayo, Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, ed. de E.
Sánchez Reyes, Madrid, CSIC, 1941-1942, 7 vols.
 J. Sarrailh, La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, trad. de A.
Alatorre, Madrid, FCE, 1957.
 E. Bigi (ed.), Critici e storici della letteratura italiana del secondo Settecento,
Milán, Ricciardi, 1960.
 V. Palacio Atard, Los españoles de la Ilustración, Madrid, Guadarrama, 1964.
 D. Mornet, La pensée française au XVIIIe siècle, París, Armand Colin, 1969.
 J.L. Alborg, Historia de la literatura española. III. Siglo XVIII, Madrid, Gredos,
1972.
 E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, México, FCE, 1972, 3ª ed.
 G. Rudé, Europa en el siglo XVIII, Madrid, Alianza, 1978.
 F. Venturi, Settecento riformatore, Turín, Einaudi, 1984, 5 vols.
 M. Sellés, J.L. Peset, y A. Lafuente (coord.), Carlos III y la ciencia de la
Ilustración, Madrid, Alianza, 1988.
 F. Sánchez-Blanco Parody, Europa y el pensamiento español del siglo XVIII,
Madrid, Alianza, 1991.
 U. Im Hof, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 1993.
 F. Díaz, Europa: de la Ilustración a la Revolución, Madrid, Alianza, 1994.
 M. Vovelle, ed., El hombre de la Ilustración, Madrid, Alianza, 1995.
 M. Tietz (ed.), Los jesuitas españoles expulsos. Su imagen y su contribución al
saber sobre el mundo hispánico en la Europa del siglo XVIII, Madrid / Frankfurt,
Iberoamericana / Vervuert, 2001.
 N. Guasti, L'esilio italiano dei gesuiti spagnoli: identità, controllo sociale e
pratiche culturali (1767-1798), Roma, Edizioni di storia e letteratura, 2006.
 E. Cocco, La melamconia nell’età de Lumi, Mimesis, 2012.
 P. Aullón de Haro, La Escuela Universalista Española del siglo XVIII, Madrid,
Sequitur, 2016.
 Guillebaud, Jean Claude (1995). La traición a la Ilustración. Manantial. ISBN 978-
950-9515-96-3.
 Munck, Thomas (2001). Historia social de la Ilustración. Editorial Crítica. ISBN
978-84-8432-218-4.
 Compagnon, Antoine (2007). Los antimodernos. El Acantilado. ISBN 978-84-96489-
79-0.
 Hazard, Paul (1991). El pensamiento europeo en el siglo XVIII. Alianza Editorial.
ISBN 978-84-206-2434-1.
 Valjavec, Fritz (1964). Historia de la Ilustración en Occidente. Ediciones Rialp.
ISBN 978-84-321-0011-6.
 Wiese, Benno von (1979). La cultura de la Ilustración. Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales. ISBN 978-84-259-0623-7.

Notas y referencias
1.

 Chordá, Frederic; Martín, Teodoro; González, Isabel Rivero (24 de febrero de 2012).
Diccionario de términos históricos y afines. Ediciones AKAL. ISBN 9788446030980.
Consultado el 23 de febrero de 2018.
  Fazio, Mariano (1 de marzo de 2002). Historia de la filosofía III: Filosofía moderna.
Palabra. ISBN 9788482396071. Consultado el 23 de febrero de 2018.
  Crossman, Richard Howard (1 de enero de 2014). Biografía del Estado moderno.
Fondo de Cultura Económica. ISBN 9786071621405. Consultado el 23 de febrero de 2018.
  Valenzuela, Gustavo Escobar (2014). Filosofía. Grupo Editorial Patria.
ISBN 9786074389784. Consultado el 23 de febrero de 2018.
  Sesboüé, Bernard; Theobald, Christoph (1997). Historia de los dogmas. Secretariado
Trinitario. ISBN 9788488643322. Consultado el 23 de febrero de 2018.
  U. Im Hof, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 1993, cap I.
  Cf. Cf. F. Sánchez-Blanco Parody, Europa y el pensamiento español del siglo XVIII,
Madrid, Alianza, 1991.
  Joaquín Ocampo Suárez-Valdés: [http://www.cervantesvirtual.com/obra/los-catalanes-
en-espana-y-la-economia-politica-de-la-ilustracion--conquista-pacifica-o-espanas-vencidas/
Los catalanes en España y la Economía política de la Ilustración: ¿«Conquista pacífica» o
Españas vencidas?], Revista de historia moderna nº 29, 2011, pp.185-204. ISSN 0212-5862
  J.A. Maravall, Estudios de la historia del pensamiento español (siglo XVIII), Madrid,
Mondadori, 1991.
  Cf. F. Sánchez-Blanco Parody, Europa y el pensamiento español del siglo XVIII, ob.
cit.
  Cf. P. Aullón de Haro, Los géneros ensayísticos en el siglo XVIII, Madrid, Taurus,
1987.
  Cf. P. Aullón de Haro, La Escuela Universalista Española del siglo XVIII, Madrid,
Sequitur, 2016.
  Cf. D. Soto Arango, La Ilustración en América Colonial. Bibliografía crítica, Madrid,
CSIC, 1995.
  Cf. S. Vargas Alquicira, La singularidad novohispana en los jesuitas del siglo XVIII,
México, UNAM, 1989.
  Cf. E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, México, FCE, 1972, 3ª ed.
  En Cartas sobre la educación estética del hombre (1795).
  Cf. E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, ob. cit.
  «Abolitionism - The Abolition of The Slave Trade». Abolitionism (en inglés).
Consultado el 4 de mayo de 2016.
  La obra de Beccaria fue traducida al español pocos años después de su publicación:
Tratado de los delitos y de las penas, trad. de D. Juan Antonio de las Casas, Madrid, por
Joaquín Ibarra, 1774. Existen numerosas ediciones modernas: la más reciente es la
preparada por Juan Antonio Delval sobre la versión de J. A. de las Casas, edición que
incluye también el comentario escrito por Voltaire (De los delitos y de las penas, Madrid,
Alianza, 2014, 3ª ed.).
  Cf. F. Venturi, “Beccaria, Cesare”, Dizionario biografico degli italiani, vol. 7, 1970,
consultable en http://www.treccani.it/enciclopedia/cesare-beccaria_(Dizionario-
Biografico)/
  A. Schönberger y H. Soehnner, El rococó y su época. Barcelona: Salvat S. A. -
Alianza Editorial S. A, 1971, p. 11
  Cf. E. Cassirer (1932), La Filosofía de la Ilustración, ob. cit.
  F. Arato, La storiografia letteraria del Settecento italiano, Pisa, ETS, 2002.
  Cf. Puede verse en general F. Lázaro Carreter, Las ideas lingüísticas en España
durante el siglo XVIII, ed. de M. Breva Claramonte, Barcelona, Crítica, 1985;
específicamente para Hervás, Mª. del Carmen Rodríguez de la Mora, Lorenzo Hervás y
Panduro. Su aportación a la filología comparada, Madrid, Partenón, 1971; E. Coseriu, “Lo
que sabemos de Hervás”, Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos, Oviedo, 1978, vol. 3, pp.
35-58.

25.  Esta evolución científica fue proseguida por José María Algué y Miguel Saderra
Masó y permanece en nuestro tiempo ya desaparecido el vínculo de esos países
tropicales con la antigua metrópoli.

Categorías:

 Historia de las ideas


 Historia del liberalismo
 Ilustración (Edad histórica)
 Racionalismo
 Revolución científica

Menú de navegación
 No has accedido
 Discusión
 Contribuciones
 Crear una cuenta
 Acceder

 Artículo
 Discusión

 Leer
 Editar
 Ver historial

Buscar

 Portada
 Portal de la comunidad
 Actualidad
 Cambios recientes
 Páginas nuevas
 Página aleatoria
 Ayuda
 Donaciones
 Notificar un error
Imprimir/exportar

 Crear un libro
 Descargar como PDF
 Versión para imprimir

En otros proyectos

 Wikimedia Commons

Herramientas

 Lo que enlaza aquí


 Cambios en enlazadas
 Subir archivo
 Páginas especiales
 Enlace permanente
 Información de la página
 Elemento de Wikidata
 Citar esta página

En otros idiomas

 ‫العربية‬
 Башҡортса
 Dansk
 English
 हिन्दी
 Русский
 Srpskohrvatski / српскохрватски
 ‫اردو‬
 中文

Editar enlaces

 Se editó esta página por última vez el 24 jul 2018 a las 03:40.
 El texto está disponible bajo la Licencia Creative Commons Atribución Compartir
Igual 3.0; pueden aplicarse cláusulas adicionales. Al usar este sitio, usted acepta
nuestros términos de uso y nuestra política de privacidad.
Wikipedia® es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una
organización sin ánimo de lucro.

You might also like