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DEMOCRACIA

SOCIALISTA
ENJ YUGOSLAVIA
DEMOCRACIA
SOCIALISTA
EN YUGOSLAVIA
S U M A R I O

BASES DE LA ORGANIZACION SOCIAL Y ECONOMICA . 5


La propiedad social 5
Planificación 10
Autogestión de los trabajadores 12
Repartición según el trabajo 20
BASES DE LA ORGANIZACION SOCIAL Y POLITICA . . 26
La comuna 28
Organos representativos del poder 34
Cometido del Estado 39
La asociación autónoma 41
ORGANIZACIONES SOCIALES Y POLITICAS 47
La Alianza socialista del pueblo trabajador 47
La Liga de los comunistas 51
La Confederación de sindicatos 55
RELACIONES INTERNACIONALES 59
BASES DE LA ORGANIZACION SOCIAL
Y ECONOMICA

La propiedad social
" L a propiedad social de los medios de producción ha sido
realizada en Yugoslavia, gracias a una transformación revolu-
cionaria. La propiedad social abarca todos los medios de pro-
ducción, excepción hecha de los instrumentos de trabajo y de
los útiles pertenecientes, en propiedad, a los campesinos y a
los artesanos. La propiedad social de los medios de producción,
además de liquidar la propiedad capitalista privada, se ha trans-
formado en base y garantía de las relaciones sociales de produc-
ción, de las que van desapareciendo progresivamente las con-
diciones indispensables al monopolio sobre la propiedad y, con-
secuentemente, al monopolio económico y político; y dicho en
otros términos, de las que van desapareciendo el monopolio de
los particulares y, también, el del Estado socialista.
La médula social de este proceso radica en el desarrollo
de la autogestión de los productores en la economía, y de la
autogestión del pueblo trabajador en la comuna, en el distrito,
en la República federada y en la Federación, con una clara deli-
mitación de los derechos y de los deberes entre todos estos órga-
nos. Es precisamente esta delimitación que forma, a la vez, un
enlace, lo que permite a la comunidad social y a los productores
el ejercer, de manera definida, su influencia en la producción,
en el reparto de ingresos y en el destino del producto social.
Estas relaciones no son absolutas y, a veces son contradictorias,
pero no cabe duda alguna que van desarrollándose gradualmente
en el sentido de una influencia cada vez mayor y más directa
del trabajador y de un equilibrio, en constante perfección, con

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las necesidades de toda la sociedad. En tales relaciones -que
van transformando a la sociedad en una verdadera comunidad
de productores-, la libre expansión de cada uno en todos los
planos llega a ser la condición de la libre expansión de todos.
La Liga de los comunistas considera la propiedad social
de los medios de producción como la base imprescriptible del
sistema socialista yugoslavo. Sólo el desarrollo de la propiedad
social puede crear las condiciones necesarias al continuo forta-
lecimiento económico de la comunidad socialista y, por ende,
a una mejor vida en una mayor libertad del trabajador. En estas
condiciones, el trabajo dejará de ser una simple lucha por la
existencia para convertirse en satisfacción del hombre consciente
de su obra.

La radical reforma agraria llevada a cabo en Yugoslavia,


ha limitado la propiedad territorial privada a diez hectáreas de
tierra arable. Y el peligro de que las tendencias capitalistas, en
el sector de la producción agrícola, pudieran tomar cuerpo, ha
quedado reducido a un mínimo.
Debido a que, en Yugoslavia, la propiedad territorial se
compone casi exclusivamente de pequeñas y medianas explo-
taciones, la Liga de los comunistas considera que el proceso de
socialización de la tierra no sufrirá la imposición de una nacio-
nalización general o de medidas parecidas, sino, principalmente,
por la socialización de la producción agrícola -a base de la
expansión de las fuerzas socialistas productivas en la economía
en general y, en particular, en la agricultura-; por la trans-
formación socialista gradual del campo, y por la asociación o
cooperación de los campesinos con el sector socialista de la
producción agrícola. Esta cooperación se funda, ante todo, en
la utilización de los medios de la gran producción agrícola mo-
derna: medios que sólo pueden pertenecer a la sociedad.
El proceso de socialización de la tierra se efectuará en
dirección al desarrollo y al fortalecimiento de las empresas agrí-
colas socializadas, y quedará facilitado por la acción estimulante
de la industria y del comercio socialistas en las relaciones eco-
nómicas con la agricultura.
No faltará el estímulo, naturalmente, de las fuerzas socia-
listas dirigentes y conscientes.

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La tierra es un bien público, pese a la existencia de la pro-
piedad territorial privada. Toda la población está interesada en
que la tierra sea cultivada racionalmente y, para ello, debe ser
colocada bajo el control general de la sociedad. Es por esta razón
que la comunidad social crea, estimula y afianza sistemática-
mente los elementos más diversos de la gran agricultura socia-
lista, por medio de una política apropiada, económica y general,
y sobre todo por medio de la política crediticia y de inversiones,
paralelamente a las diversas medidas de planificación, de regla-
mentación y de organización técnica. Y así, la comunidad social
anima y favorece incesantemente la transformación socialista del
campo.
La Liga de los comunistas de Yugoslavia considera que es
indispensable, también, que el campesino, en su tierra, se sienta
en seguridad, o sea, que su bien esté jurídicamente protegido
y que ninguna medida de expropiación -salvo en los casos
estrictamente previstos por la ley, por imperativos de utilidad
pública- pueda privarle de su tierra mientras la cultive, sin
límite de tiempo. El campesino debe decidir por sí mismo y por
su libérima voluntad -considerando su propio interés y el
de la comunidad, y fundando su decisión en su experiencia
personal-, si coopera, o no, con el sector socialista de la gran
producción agrícola, único capaz de liberarlo de su pobreza y de
su atraso.
. . . La actividad en la artesanía con ayuda de instrumentos
de trabajo personales, no susceptibles de ser causa de la explo-
tación del prójimo, se va incorporando a la economía socialista
en la medida en que el artesano, produce y facilita sus servicios
por medio de su propio trabajo.
El Estado socialista debe tomar las más rigurosas medidas
administrativas para impedir, y reprimir, toda tentativa de hacer
de la pequeña producción privada un soporte de las tendencias
capitalistas.
La Liga de los comunistas de Yugoslavia considera como
derecho individual, esencial, y como estímulo de la iniciativa
creadora de cada cual, la propiedad personal de diferentes obje-
tos de consumo y uso corriente, que condicionan una existencia
más intensa y más confortable.

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El carácter del derecho a la propiedad personal exige que
no llegue a ser -por la explotación del prójimo- manantial
de enriquecimiento personal; que no motive especiales privi-
legios sociales; que no anule, en el prójimo, el goce de ese mismo
derecho; y, más concretamente, que mantenga al individuo den-
tro de la sociedad, sin permitir que se encastille -como en
el pasado- en el aislamiento de su egoísmo.
El origen de la propiedad personal debe ser el trabajo.
La propiedad personal no está abolida en el sistema socialista
sino que, todo lo contratio, la protege y la amplía, puesto que
el socialismo, en su conjunto, se orienta, no sólo hacia el pro-
greso social general sino, también, hacia la conscecución del
bienestar personal del hombre. En este aspecto, el socialismo
se caracteriza por la aspiración constante a hallar los medios
de satisfacer, al máximo, las necesidades del hombre, sus incli-
naciones, sus deseos, etc."
(Del Programa de la Liga de los comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones, París, 1958, páginas 166— 170).

" L a propiedad social de los medios de producción cons-


tituye una categoría social que sirve, a todos, como base de
trabajo y de apropiación a base del mismo. Marx dice, expresa-
mente, que la socialización de los medios de producción no sig-
nifica la abolición de la propiedad personal, sino lá supresión de
la propiedad de clase. Cuando se habla de la propiedad social
se interpreta, a menudo, como expropiación del individuo.
Empero, la propiedad social significa la expropiación de todos,
excepción hecha del trabajador. La propiedad social es, en reali-
dad, la apropiación personal a base del trabajo, pero en las con-
diciones precisas de la utilización asociada, planificada y cimen-
tada en la igualdad en derechos de los medios comunes de
producción y de la extensión continua de esta base común de
trabajo. El proceso de socialización de los medios de producción,
es el proceso de la transformación de estos medios en "instru-
mentos puros y simples del trabajo libre y asociado", y en el
cual, en realidad, todo trabajador ejerce la apropiación personal,
no a base de la propiedad privada sobre los medios de produc-
ción, sino a base de su trabajo. Después, las organizaciones aso-

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ciadas de trabajo -que Marx denomina cooperativas, siguiendo
el ejemplo de la Comuna de París- garantizan, paralelamente,
en el marco de toda la comunidad social, el plan: un plan te-
niendo por objetivo el impedir la anarquía y los trastornos perió-
dicos en los cuadros de la producción social. Y , finalmente, el
trabajador sigue siendo el mantenedor principal de todo el sis-
tema de las relaciones de propiedad; y ello, porque, de una
parte, tiene el derecho de apropiarse los resultados de su tra-
bajo proporcionales a su contribución en el trabajo asociado y,
de otra parte, porque está obligado a garantizar la reproducción
ampliada de la base material, así como la continuidad en el
avance de la comunidad social.

Y es, precisamente, lo que se producce en la evolución de


la propiedad social en nuestras condiciones. Por ello, nuestra
Constitución no reconoce a poseedor alguno del monopolio
sobre la propiedad social; y la Constitución trata los medios
sociales de producción, como base común del trabajo asociado
y cimentado sobre la autogestión de los obreros, como base
susceptible de permitir a todo hombre, el trabajar en condiciones
generales e iguales, y de apropiarse de los frutos de su trabajo
en proporción, siempre, con la calidad y la cantidad de este
trabajo. Esta propiedad es, al mismo tiempo, la base común de
planificación social y de la regulación del desarrollo económico
a partir del centro, lo que permite garantizar la armonía relativa
del desarrollo económico y la reproducción ampliada, en las
condiciones mejores para el trabajador, la organización de tra-
bajo y la comunidad social como entidad, y la base material
que permite satisfacer las necesidades comunes de la sociedad.
Todo esto es, al propio tiempo, la condición para que la posi-
ción social así determinada, del trabajador, se mantenga y se
reproduzca a nivel cada vez más elevado, o sea, que el hombre
sea cada vez más libre en su trabajo y en su creación."

(E. Kardelj: "Las bases constitucionales de


las relaciones social-económicas socialistas y de
la autogestión social", editada por la Revista
"Política Internacional", Belgrado, 1963).

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Planificación
" L a experiancia de Yugoslavia y de la de otros numerosos
países, muestran que los planes económicos, por "perfectos" que
puedan ser, no abarcan las innumerables posibilidades, formes
e iniciativas que ofrece el desarrollo espontáneo de las fuerzas
económicas. Y es por ello por lo que, el sistema económico y
el plan, no deben anular el indispensable grado de autonomía
del trabajador, de la empresa y de las unidades sociales y econó-
micas, sin cuyo grado de autonomía, ninguna iniciativa cons-
ciente es posible, y sin cuya iniciativa el hombre deja de ser un
creador. N o se debe sofocar ni el interés material colectivo de
los productores en la producción y el trabajo, ni su aspiración
constante a un nivel de vida más elevado, que es una de las
principales fuerzas motrices de su actividad.
Sólo si tales condiciones están cumplidas, la orientación
racional y planificada a partir de un centro, se halla confirmada
y corregida por la práctica; e inversamante, la actividad prác-
tica de las fuerzas socialistas adquire una firme orientación. Las
relaciones cuantitativas y concretas entre estos dos elementos
del proceso socialista, sólo pueden ser prefijadas por una regla
inmutable; deben ser puntualizadas por la lucha de opiniones,
por la orítica social y por la práctica de los productores sociali-
stas. Y estos productores deben dejarse guiar, en su cometido,
por las posibilidades objetivas, por su propia apreciación y por
su conciencia socialista.
Despúes de haber domeñado las leyes económicas objetivas,
la sociedad debe utilizar su juego, sobre todo para determinar
las proporciones fundamentales de la producción y del reparto
social, para orientar, así, el desarrollo de las fuerzas productivas,
y para definir los límites en los que se despliega la libre acción
del individuo, de las colectividades de trabajo, y de las comunas.
L a actividad consciente y planificada de los productores
no se limita a esto. En la vida social y económica, cada productor,
cada unidad de producción, establece su propio plan y se efuerza
en obtener, por los medios más racionales, el máximo de resul-
tados según el lugar que ocupa, la naturaleza de sus funciones
y los medios materiales disponibles. Es así como se elabora una
nueva organización social del trabajo que coordina, de manera
específica, la orientación planificada y la libre iniciativa sociali-

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sta, el elemento consciente y el elemento espontáneo, en la que
se refleja el libre juego de los factores económicos socialistas
orientado por el plan social y limitado por los medios materiales.

En el primer período, en el que* el Estado y su aparato


dirigen por sí mismos la economía, lo que caracterizaba esencial-
mente el plan era que en el proceso de reproducción social, el
enlace entre la producción y el consumo se realizaba sobre todo
por medio de la distribución directa y por la imposición, a cada
unidad de producción, de cometidos detallados. La acumula-
ción social estaba centralizada y repartida directamente por un
centro único. Este sistema de dirección económica y de plani-
ficación, necesario en la época en que luchábamos para recu-
perar rápidamente nuestro atraso, ha tenido, a la larga, conse-
cuencias negativas.
El plan social actual define simplemente las proporciones
esenciales de la producción y del reparto sociales, dejando, en
estos límites, la libertad de iniciativa a las empresas económicas,
según las condiciones de su funcionamiento; y al Estado, la
facultad de tomar ciertas medidas de reglamentación. Las finan-
zas y el crédito, como todos los otros medios de intervención
económica, son partes integrantes de la orientación planificada
de la economía, y garantizan la ejecución de los cometidos asig-
nados por el plan. El plan social fija, asimismo, les límites de las
intervenciones reguladoras de los órganos sociales, en las rela-
ciones económicas.
La intervención directa de los órganes sociales y de Estado,
debe ser centrada en los problemas fundamentales del desarrollo
de la economía, en las condiciones generales de estabilidad eco-
nómica, en el mantenimiento de la unidad del sistema, de la
igualdad en las condiciones de trabajo de las empresas, y de la
estabilidad de los derechos. Además, por el plan social, los
órganos centrales deben orientar las inversiones de las organi-
zaciones económicas y de las otras instancias sociales. Y deben,
en fin, garantizar por medio de medidas apropiadas, la ayuda
permanente de la sociedad a las regiones económicamente
subdesarrolladas del país.

La economía planificada y, con ella, el socialismo, no


traen consigo, necesariamente, la transformación de toda la

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sociedad en un mecanismo en el que, todo, está prescrito mi-
nuciosamente y en donde el cometido de cada cual esté clara-
mente definido; debe garantizar al máximo la libertad del hom-
bre en la creación y utilización de los bienes. En este aspecto,
la libre iniciativa del productor y del ciudadano socialista repre-
senta una fuerza económica incomparablemente más grande,
y una conciencia social mucho más elevada que la iniciativa
capitalista privada, confinada en el estrecho círculo de los de-
tentores de los capitales y de su aparato. Es precisamente por
esto que, en su lucha económica a brazo partido con el capita-
lismo, el socialismo saldrá victorioso."
(Del Programa de la Liga de Comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones París, 1958, páginas 1 8 5 —
188).

Autogestión de los trabajadores


Los trabajadores realizan la autogestión en todas las orga-
nizaciones de trabajo, tanto en el sector de la economía como
en el de la educación, cultura, salud pública, Seguro social y
otros servicios sociales. Los trabajadores de todas las organiza-
ciones de trabajo, gozan de la misma condición social y económica
y, consecuentemente, del mismo derecho a la autogestión. La
autogestión comprende, para los trabajadores, los derechos y
obligaciones siguientes: regentar la organisación de trabajo, sea
directamente o por mediación del Consejo obrero que eligen y
revocan ellos mismos; organizar con toda independencia la
producción y toda otra actividad, y decidir del desarrollo de
la organización de trabajo; decidir de la utilización de los
recursos sociales y disponer de ellos; elegir sus diputados a los
cuerpos representativos de las comunidades social-políticas (comu-
nas, distritos, repúblicas federadas y Federación) al objeto de
decidir de las cuestiones de interés común para el desarrollo
económico, cultural y social de las comunidades social-económicas.
" . . . Los Consejos obreros son los órganos económicos,
políticos y democráticos de autogestión social, por mediación
de los cuales, los productores directos regentan las empresas de
manera autónoma y toman una parte decisiva en el desarrollo
de las fuerzas de producción. Los Consejos obreros ejercen estas

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funciones en el marco del plan económico y social único, y con-
forme a los intereses generales de la comunidad que se expresan
en el sistema económico único del país. En el Consejo obrero,
la fuerza motriz de la actividad de los productores directos,
orientada por completo hacia el aumento de la productividad
y aceleración de la expansión de las fuerzas productivas, está
cimentada en su voluntad de perfeccionar incesantemente el
trabajo de cada cual, el funcionamiento de la empresa en su
conjunto, y acelerar el progreso económico en general. Es esto
lo que debe permitir la elevación constante del nival de vida
material de la comunidad social y de las condiciones de vida de
los trabajadores, que podrán así, desarrollar libremente sus ca-
pacidades creadoras y sus inclinaciones individuales, en armonía
con el interés general.
Los Consejos obreros no son ni los representantes de los
propietarios ni un propietario colectivo de los medios de pro-
ducción. Regentan estos medios en interés de la comunidad
social, y se sienten estimulados en su trabajo por sus propias
aspiraciones materiales, morales y políticas. Y es precisaments
por esto, por lo que representan el más eficaz instrumento
económico y social en la lucha contra el burocratismo y el egoís-
mo individualista.
La autogestión obrera traduce y confirma el carácter
social de la propiedad de los medios de la producción; es, al
mismo tiempo, la forma fundamental de integración y de parti-
cipación directa de los trabajadores en la gestión de la economía;
y es gracias a ella, que la producción social se ciñe, lo más direc-
tamente, a las necesidades reales de los individuos, mientras
que el producto del trabajo humano se tranforma en objeto de
apropiación social y de apropiación personal de los trabajadores.
Las relaciones sociales en la producción y el reparto y, lenta-
mente, en todos los otros sectores esenciales del sistema social,
se enriquecen así de un contenido socialista cada vez más
avanzado.
Regentando los medios de producción, de los que había
sido alejado por la sociedad de clases, el productor desempeña
hoy un cometido activo; es cada vez más consciente de que la
realización de su interés social y económico individual, depende
directamente del aumento de la productividad de su propio

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trabajo, del aumento de la producción de su colectividad de
trabajo, de la expansión de las fuerzas productivas y, esto, tanto
en su comuna como en todo el país. He aquí el porqué, los Con-
sejos obreros, constituyen y constituirán para la producción y
para la economía en general, un estímulo que permitirá una
mayor rapidez en el desarrollo de las fuerzas de producción.
En estas condiciones, el productor realiza progresivamente el
proceso de la emancipación del hombre y de la humanización
de las relaciones sociales."
(Del Programa de la Liga de Comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones, París, 1958, páginas 202—
203).

" . . . Quiero, ante todo, destacar que cada descentralización


no es, paralelamente, la democratización de la gestión. Estas dos
formas de gestión pueden, y deben, seguir caminos paralelos
únicamente en el verdadero desarrollo socialista, en una fase
superior del desarrollo social, es decir, cuando los medios de
producción estén completemente entre las manos de los produc-
tores, cuando los obreros regentan las fábricas y las empresas
por medición de los órganos de gestión elegidos por ellos mismos.
Por consecuencia, la verdadera gestión democrática empieza en
el momento en que cesa la función de la dirección de Estado en
la economía, por mediación de su aparato. Inútil decir que,
incluso en la fase inicial del desarrollo revolucionario -es decir,
mientras que los medios de producción se hallan aún en manos
del Estado, pero de un Estado socialista-, existen elementos de
democratismo, pero estos elementos tienen, aunque a escala más
elevada, un carácter social y que ne representa la verdadera acep-
ción del término, la expresión de la democracia socialista. Por
lo tanto, en nuestra fase inicial de desarrollo revolucionario,
cuando el Estado no había confiado aún las fábricas y las empre-
sas a la gestión de los obreros, en la época en que el Estado di-
rigía estas fábricas y estas empresas por mediación de su aparato,
es desir, por mediación únicamente del director como empleado
encargado de esta función; en estas circunstancias, no podía ser
cuestión de gestión democrática socialista. En esta primera fase
de su desarrollo, el Estado del pueblo trabajador ha debido re-

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solver inmediatamente, de la mejor manera que podía por razón
de sus posibilidades materiales, los problemas sociales de los tra-
bajadores. Graduelmente, el Estado popular ha ido aumentando
los salarios de los obreros, ha adoptado una Constitución, leyes
y reglamentos que garantizan a los obreros y empleados el de-
recho al retiro, a las vacaciones anuales, etc. El Estado se ha
encargado del Seguro de los obreros y empleados, se han creado
diversas instituciones culturales, y otras instituciones, en favor
de los obreros, pero todo ello no implica, naturalmente, la en-
trega de las fábricas y de las empresas a manos de los trabaja-
dores; acto que representa el primer gran paso del Estado, y
que trae consigo elementos de su aminoramiento, es decir, del
aminoramiento de su función en la economía, paralelamente al
establecimiento de la verdadera democracia socialista en la
producción y, consecuentemente, en la sociedad.
Es una de las conquistas más importantes de nuestra
revolución socialista, conseguida cinco o seis años después de
la guerra, es decir, después de la expropiación y la nacionaliza-
ción de los medios de producción...

. . . Por consecuencia, tal acto está condicionado, también,


por la descentralización completa, tanto en la economía como en
los órganos délo poder popular, puesto que la burocracia, que
se desarrolla consciente o inconscientemente y que se adentra en
los órganos centrales, frena irremediablemente e impide la ini-
ciativa de los trabajadores, por querer mantener todo entre sus
manos. A fin de mantener todos los sectores de la vida social,
el poder centralista intenta una amplición considerable del apa-
rato burocrático, al más alto grado. Se inventan diversas funcio-
nes e instituciones en las que se agrupan gentes inútiles e impro-
ductivas y, de esta manera, se crea una administración buro-
crática, anticuada, y sometida al papeleo, que gravita como una
pesadilla sobre toda la vida social y que se considera, par sí
misma, y de más en más, como su propia finalidad.

Sería erróneo el creer, como lo creen algunos, en Yugosla-


via y en el extranjero, que el acto de nuestro Estado, definiendo
la entraga de fábricas y empresas a la gestión de los obreros, es
un descubrimiento nuestro que marcará una época en el desa-

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rrollo futuro de la ciencia marxista-leninista, uno de nuestros
nuevos ensayos en la vía de la edificación del socialismo, etc.
N o ; la sustancia misma de este acto está contenida en esa cien-
cia. Empero, este acto marcará una época porque, de una parte,
la ciencia marxista le atribuye una de las más esenciales impor-
tancias, sino la más esencial, en lo que se refiere a la modifición
de relaciones entre la producción y la repartición en la sociedad,
y, de otra parte, por ser algo realizado por vez primera en la
historia y en un brevísimo período del proceso de desarrollo
revolucionario, en un país pequeño y atrasado, como lo era
Yugoslavia.
Ahora que las colectividades de trabajo regentan la pro-
ducción ¿ cuáles son los elementos materiales que condicionan la
democratización de la producción socialista?, ¿en qué consiste
su sustancia material?
En primer lugar, los obreros modifican totalmente sus re-
laciones para con los medios de producción, puesto que de la
condición de obreros asalariados, se transforman en productores
y gestores independientes de la producción. Además, el importe
de la retribución de cada obrero y empleado depende ahora del
importe del ingreso realizado por la empresa, es decir, de todo
el resultado del trabajo llevado a cabo por la colectividad de
una empresa. Y esto, a su vez, depende del grado de producti-
vidad, de la calidad del producto, de la demanda del producto
en cuestión y de elementos similares, como lo son el ahorro del
material, la utilización racional de los medios de producción,
y la atención de los mismos para conservarlo en buen estado,
el acierto en la organización de la producción, etc., etc."
(Josip Broz Tito, Obras, tomo VII, páginas
224—227, edición "Naprijed", Zagreb, 1959).

" . . . La toma en posesión da los medios de producción por


parte del Estado, no ha tenido aún por efecto la realización del
slogan del movimiento obrero "las fábricas a los obreros", puesto
que el slogan de "las fábricas a los obreros y la tierra a los
campesinos", no es un slogan de propaganda abstracta sino que
comporta un sentido profundo y sustancial: implica todo el
programa de las relaciones socialistas en la producción, en lo
que se refiere a la propiedad social, a los derechos y deberes de

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los trabajadores y, consecuentemente, puede y debe ser cristali-
zado en la práctica si intentamos, en verdad, edificar el socia-
lismo."
(Josip Broz Tito, Obras, tomo V, página 205,
edición "Naprijed", Zagreb, 1959).

"Conviene destacar, ante todo, que los Consejos obreros


han llegado a ser un factor político extremadamente fuerte del
socialismo, en que la tendencia socialista espontánea de la clase
obrera se une, lo más integralmente posible, a su acción socialista
consciente. Se ha patentizado que los Consejos obreros, en
colaboración con la comuna, pueden reemplazar totalmente, en
la gestión directa de la producción, tanto al capitalismo como al
aparato administrativo del Estado. Las "predicciones" según las
cuales, los Consejos obreros destruirán la producción y la eco-
nomía, se han revelado como falsas, reaccionarias y calculadas
de forma y manera a comprometer el cometido histórico de la
clase obrera como soporte de la evolución social hacia el socia-
lismo; de la misma manera que eran reaccionarias y falsas las
especies con que se pretendía que la clase obrera sería la ruina
de la sociedad, en caso de adueñarse del poder. En realidad,
son precisamente los Consejos obreros los que, generalmente,
han dado a la producción y a la economía nuevos impulsos: im-
pulsos que permiten al máximo la aceleración del desarrollo de
las fuerzas productivas en el marco de condiciones materiales
determinadas.

A l igual que el interés, la posición y el cometido del pro-


pietario privado son, para el capitalismo, el esqueleto de todo
el edificio social, de su mecanismo interior y de su fuerza polí-
tica; de la misma manera, la posición, el cometido y el interés
de nuestros Consejos obreros, en la conexión específica de estos
últimos con los Consejos de los productores de la comuna, se
transforman en soporte del mecanismo socialista y en fuente
principal de la fuerza política de la joven sociedad encaminada
hacia el socialismo...
... Nosotros podemos decir hoy de nuestros Consejos obre-
ros, de la misma manera que de las comunas, que constituyen
"esa forma política descubierta, en fin, en la que ha podido efec-

2 17
tuase la liberación económica del trabajo", lo que Carlos Marx,
en cierta época, dijo de la comuna. Los Consejos obreros, junto
con los Consejoe de productores y la comuna, significan, en rea-
lidad, para la época del socialismo, lo que significo, para la
época del capitalismo, la entrada del tercer poder en el parla-
mento, la conquista de su cometido dirigente en ese parlamento,
y la abolición de los obstáculos feudales al desarrollo del capi-
talismo. La burguesía ha dejado de ser dependiente, no sólo de
la aristocracia feudal sino, también, de la burocracia de la mo-
narquía absoluta. Gracias a los Consejos obreros, la clase obrera,
no sólo se ha liberado de los capitalistas sino que ha llegado a ser,
en su acción económica y social consciente y espontánea, indepen-
diente, asimismo, del aparato administrativo de Estado, o sea, que
transforma efectivamente, total y directamente, este aparato, en
su propio instrumento. Es en esto en lo que consiste, ante todo,
la suma importancia histórica de los Consejos obreros.

No obstante, los Consejos obreros se han patentizado como


justificdos, no sólo desde el punto de vista político sino, tam-
bién, del punto de vista económico o, para hablar con más exac-
titud, se han transformado en un potente factor social por el
hecho mismo de haberse mostrado económicamente justificados.
Estableciendo el enlace entre el Consejo de productores y la
comuna, han llegado a ser la forma orgánica en el sector de la
producción la más cercana a las masas, y en la que se entrecru-
zan y se corrigen mutuamente, de una manera positiva, el inte-
rés individual del trabajador-productor y el interés social colec-
tivo. Y es por ello por lo que deben llegar, por sí mismos, a ser
impulso y límite máximo de la iniciativa económica y social de
la clase obrera, unida, por intereses económicos y políticos co-
munes, a las otras masas de trabajadores.
El estímulo de los capitalistas en la producción consiste
en un beneficio más grande y, no solamente para satisfacer su
interés económico personal sino, también, para alcanzar una
fuerza política determinada, en la sociedad: fuerza que es fun-
ción de la potencia económica. Esta tendancia es -además de
que el capitalismo debe consolidar incesantemente su fuerza
económica y progresar, para tener ventajas en la lucha contra

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la competencia- la principal fuerza motriz y, al propio tiempo,
el límite de su actividad con miras al desarrollo futuro de las
fuerzas productoras.
También las condiciones socialistas, el interés económico
personal es una regla en cuanto al estímulo del progreso eco-
nómico. Empero, este interés se manifiesta de forma diferente
que en el capitalismo, y la dirección -en su acción- es
diferente también.
No hay que olvidar, ante todo, que no se trata del interés
del propietario, del explotador de la potencia del trabajo ajeno,
sino del obrero en cuanto a los medios sociales de producción. Los
obreros-productores regentan estos medios en la fábrica, de una
manera colectiva e independiente, por mediación de los Con-
sejos obreros, mientras que en los Consejos de productores tie-
nen el derecho de decidir de la política económica en general
en la comuna y en todo el país. En su lucha por conseguir un
mayor beneficio, el capitalismo tiende a la máxima explotación
del obrero: lo que demuestra claramente que su tendendia es
diametralmente opuesta al interés de los obreros. Ahora bien:
el obrero -sobre la base de la propiedad social de los medios
de producción- sólo tiene en su lucha por realizar su interés
económico, por regla y a condición de ser orientado en esa direc-
ción por todo el sistema económico; sólo tiene -repetimos-
un camino ante él: la mayor productividad de su propio trabajo,
la mayor producción de su propia colectividad de trabajo, y el
desarrollo ulterior de las fuerzas productoras de su propia co-
muna, y de todo el país. El interés individual del trabajador y
el interés de la comunidad social están, consecuentemente, en
una dependencia mutua, directa y evidente. Nuestro obrero
es cada vez más consciente de que, su nivel vida, depende del
éxito de toda su colectividad, y del nivel de vida de la comuna
en la que vive; y de que, ambos niveles, dependen a su vez, en
primer lugar, del desarrollo de las fuerzas productoras de la
comuna y de todo el país y a condición, naturalemente, que el
reparto básico del ingreso se lleve a cabo según las necesidades
efectivas del desarrollo económico, y ateniéndose al principio de
que, cada cual trabaja según sus capacidades y que, cada cual,
es retribuido con relación al trabajo realizado. En este contexto
específico entre el interés individual y el interés colectivo, ra-

2* 19
dica, pues, el estímulo que -pueda suponiendo una consecu-
ente política económica general del país- actuar con mucha
mayor fuerza en el sentido del desarrollo inmediatamente futuro
de las fuerzas productoras, que en la lucha por beneficios en
las condiciones de un capitalismo desarrollado. Ningún meca-
nismo administrativo tecnócrata, y ninguna fórmula matemática,
puede reemplazar esta acción consciente y espontánea de las fuer-
zas económicas socialistas, por mediación del Consejo obrero
y de la c o m u n a . . . "
(E. Kardelj, Obras, tomo I V , edición " K u l -
tura", Belgrado, 1960, páginas 185, 186, 187,
y 188—190).

Repartición según el trabajo

El trabajador, como individuo y en la colectividad de tra-


bajo, tiene el derecho de gozar del fruto de su trabajo, según el
principio de "Cada cual según sus capacidades y a cada cual
según su trabajo". Conforme a este principio, el producto del
trabajo social, realizado en la organización de trabajo, es repar-
tido entre la organización de trabajo y la comunidad social. La
parte del producto del trabajo social que corresponde a la orga-
nización de trabajo, es repartida por los trabajadores de la orga-
nización, en dos partes; la destinada al desarrollo de la base ma-
terial de la organización de trabajo y a satisfacer sus necesidades
comunes, y la destinada a sus necesidades personales. Conforme
al principio del reparto según el trabajo, a cada trabajador le
corresponde un ingreso según los resultados de su trabajo y los
de la organización en su conjunto. Por lo tanto, corresponde a
la organización de trabajo y a los trabajadores que trabajan en
ella, una parte del valor realizado del trabajo social, proporcio-
nal a la productividad de su trabajo; y en la medida que aumenta
la productividad de su trabajo, aumenta también el nivel de
vida personal. U n elemento esencial de la autogestión de los tra-
bajadores es, asimismo, el constituido por su derecho a decidir
-por mediación de los diputados que eligen a los cuerpos re-
presentativos de las comunidades sociales y políticas (comunas,
distritos, repúblicas y Federación)- del importe y de la utili-
zación de la parte del producto del trabajo social destinado al

20
desarrollo de la base material de la comunidad socia'-política
determinada, y a satisfacer otras necesidades sociales generales.
" . . . La posición de la organización económica está regla-
mentada de una nueva manera. Se han definido los principios
de reparto entre la organización econórrrca y ia comunidad, así
como los principios del reparto en la colectividad de trabajo.
Las colectividades de trabajo están en el perfecto derecho de
disponer con toda independencia -pero después de haber
cumplido con sus obligaciones para con la comunidad, y propor-
cionalemente a los medios sociales utilizados y al trabajo reali-
zado- del ingreso habido, en el reparto entre los ingresos per-
sonales y los fondos, de acuerdo siempre con sus necesidades
y con los éxitos obtenidos en el trabajo. Este es -sin duda al-
guna- el único ejemplo en el mundo en el que, los trabajadores,
decidem con toda independencia del reparto de una parte del
ingreso, estableciendo como consideren más oportuno los cri-
terios de retribución, y fijando la parte del excedente de trabajo
que servirá para su futuro desarrollo.
La intervención soc;al se halla reducida al plan y a los
métodos económicos de orientación del desarrollo económico,
lo que deja un amplio campo de acción para el trabajo indepen-
diente y la autoiniciativa de las organizaciones económicas.
Cada uno de los participantes en el reparto del ingreso, desde el
productor hasta la Federación, ha ocupado un lugar correspon-
diente y, de esta manera, ha estado en posesión de la suficiente
capacidad para desarrollar su propia iniciativa. Paralelamente
al desarrollo de la producción, se han modificado las relaciones
en el reparto del producto social, acusando una tendencia de
aumento constante de los recursos de las organizaciones eco-
nómicas y de los otros órganos de gestión social.
El principio fundamental que nos ha guiado para el esta-
blecimiento y la elaboración llevados a cabo hasta hoy, del sis-
tema y da sus instrumentos, consistía en garantizar la remune-
ración según el trabajo. Era indispensable, también, garantizar
el que cada participante en el reparto, y respentado los derechos
de las colectividades de trabajo y los del os órganos de autoges-
tión social, dispusiera, sea de recursos procesentes de su acti-
vidad y de los resultados debidos a él, sea de su parte en el
reparto definido por la ley.

21
En cada país que se adentra en la vía de la transformación
social socialista, se deja sentir con fuerza, en el período transí
torio, el o los elementos de la antigua sociedad, que frenan el
proceso normal de desarrollo. Además, los países subdesarrolla-
dos, como lo era el nuestro, sufren las consecuencias de las
fuerzas productoras insuficientemente desarrolladas. Y es por
lo que, nosotros, hemos incluido la potencialidad de las fuerzas
productivas, como una condición indicpensable a un desarrollo
social y general. La consecución de este objetivo sólo es posible
por medio de la aplicación del principio de remuneración
según el trabajo realizado, expresado en forma de dinero líquido,
es decir, en forma de ingreso personal. En vez de instaurar una
igualdad que no estimula y que, por lo contrario, frena el desarro-
llo de la productividad de trabajo, nosotros debemos aplicar
el principio de la remuneración según el trabajo y una "desi-
gualdad" basada en el principio de " A cada cual según sus capa-
cidades y su trabajo": principio que, en la fase actual, estimula
considerablemente el desarrollo de las fuerzas productoras.
D e esta manera, sequimos la trayectoria que nos acerca de la
plena igualdad, y que puede ser alcanzada en la abundancia de
productos, cuando sea realizable el principio de " A cada cual
según sus necesidades". Y he aguí el porqué, en la fase actual
de desarrollo, la lucha por una mayor participación en el trabajo,
es el único medio en la determinación de las condiciones mate-
riales individuales de vida, el medio de un más rápido desarrollo
de la productividad y de las fuerzas productoras.

En el sector del reparto en el interior de la colectividad de


trabajo, debemos también poner a contribución nuestros efuer-
zos para realizar, con un máximo de espíritu de continuidad, las
concepciones de Marx sobre el intercambio de mercancías a base
de la cantidad de trabajo, y que Marx imaginó en una sociedad
socialista desarrollada, y en el que, el ingreso, no depende sola-
mente del trabajo del individuo en su puesto de trabajo sino,
también, del éxito de la organización económica en su conjunto,
es decir, de su mayor o menor acierto en la organización del
trabajo, del éxito en el mercado y de todos los factores que de-
terminan el importe del ingreso. Esto termina por enlazar, en
una gran medida, el interés directo de los individuos al trabajo

22
de la organización económica, y por consolidar su conciencia
de que el ingreso personal no depende únicamente del trabajo
del individuo sino, también, del progreso de la organización
económica en la que trabaja. En tales condiciones, se modifica
la relación del individuo para con la organización económica.
El productor directo se da cada vez más cuenta de que su ingreso
no es fijado por persona alguna, sino que es él mismo quien
lo crea; y que una producción más grande y de mejores resul-
tados o, mejor dicho, de mayores ganancias, se obtiene a base de
una mayor competencia profesional y de un mayor celo en el
trabajo..."
(Josip Broz Tito, Extractos del Informe pre-
sentado en el V Congreso de la Alianza Socia-
lista del Pueblo trabajador de Yugoslavia. —
Edición "Kultura", Belgrado, 1960, páginas
27—28, 29—30).

"El principio fundamental del reparto socialista, el prin-


cipio del reparto según el trabajo, por ejemplo, Yugoslavia soci-
alista lo ha proclamado como ley, desde el primer día de su
existencia. No obstante, durante los quince años de desarrollo
socialista de nuestro país, el contenido de este principio se ha
modificado radicalmente y sigúe modificándose aún. Este prin-
cipio ha sido proclamado por todos los países socialistas, pero
los criterios de quantum del trabajo son de lo más diversos.
Consecuentemente, cuando se dice "remuneración según el
trabajo", no se ha dicho todo por completo. En esto, lo esencial
consiste en saber, primeramente, en qué consiste el criterio para
graduar el trabajo y, en segundo lugar, quién y de qué manera,
fija estos criterios.
Durante el primer período de nuestra Revolución, era el
Estado o, mejor dicho, sus órganos centrales, los que fijaban el
salario del obrero. Esto significa que dichos órganos daban los
criterios concretos para el trabajo. Como solución transitoria
esto está, no solamente justifido, sino que era la única cosa po-
sible. Por sus prescripciones, el Estado determinaba para las
diversas ramas, los índices extensos o limitadísimos de la remu-
neración, sea por hora, sea según las normas. Empero, esta prác-
tica creó en el sector del reparto, una cierta igualdad determi-

23
nada según la ley, pero no una igualdad exectiva según el tra-
bajo. Además -y esto es lo más importante desde el punto de
vista social-económico-, el mismo productor carecía de influ-
encia directa sobre el reparto, salvo en la medida que el Estado
socialista tenía en consideración las disposiciones del espíritu y
de las concepciones de las masas trabajadoras. En verdad, aunque
los medios de producción se habían transformedo en propiedad
del Estado, la conciencia social del obrero cantinuaba a for-
marse, en cuanto a lo esencial, en su puesto de trabajo. El obrero
se sentía aún en una situación en la que, las fuerzas sociales
determinaban su suerte sin su participación. En otros términos, sin
consideración al carácter modificado de la propiedad y a la ori-
entación progresiva, humanista y subjetiva, del Estado socialista,
las formas de repartición acusaban en ellas -par lo menos en
cuanto a sus formas exteriores-, destacadas sobrevivencias de
las relaciones de asalariados o, mejor dicho, de relaciones de
asalariado de Estado.
Un gran paso hacia la supresión de esas relaciones, ha
sido dado gracias a la institución de los Consejos obreros...
El sentido y el contenido de la autogestión obrera en la
producción reside, en primer lugar, en el hecho de que la auto-
gestión permite, y permitirá cada vez más, al Consejo obrero,
influir directamente en el reparto, es decir, proceder de manera
autónoma al reparto del fruto de su trabajo, en los límites
fijados por el plan del reparto social global. El quantum indivi-
dual de trabajo de los productores debe llegar a ser, en este
sistema, el criterio de la parte que le corresponde en el ingreso
total de la colectividad, destinado a ser repartido, mientras que
el quantum de la colectividad de trabajo de la empresa se hace
el criterio de la parte que corresponde a las colectividades de
trabajo en los fondos sociales generales de reparto. Esta cuota de
las colectividades es el manantial de sus fondos internos, de los
que disponen libremente. Es de esos manantiales materiales de
donde procede, también, el ingreso de la comuna, es decir, la
base material del nivel de vida social.
En este proceso empieza a modificarse, no sólo la forma del
Estado sino, también, el carácter de la propiedad del Estado
sobre los medios de producción, como negación inicial y elemen-
tal de la propiedad privada; y se transforma cada vez más en

24
elemento social, en la acepción más pulcra del término, es decir,
propiedad común de todos y de cada uno en particular y, por
consecuencia lógica, negación rotunda de toda propiedad; y es,
al mismo tiempo, colectiva e individual, local y común. El pro-
ducto del trabajo social constituye el producto social, es decir,
el bien de toda la comunidad social -en la medida en que ga-
rantiza la subsistencia y el progreso de esta última- y el bien
de cada productor en particular, proporcionalmente al quantum
individual de trabajo con que ha intervenido en el producto social.
... En tales condiciones, los problemas del reparto global
planificado dejan de ser, en cuanto a lo esencial, un factor de las
relaciones sociales y económicas para transformarse en un pro-
blema del sistema político: en problema de la influencia del
productor directo sobre este reparto, a travé des las formas demo-
cráticas apropiadas en la comuna, la repablica y la Federación.
Esta influencia debe -en condiciones normales- garan-
tizar, en este reparto, proporciones que no dañen los excedentes
del trabajo de los productores, al punto de obstaculizar la auto-
nomía de la colectividad de trabajo, el progreso del nivel de vida
que será proporcional al aumento de la productividad del tra-
bajo, la posibilidad de progresos económicos y técnicos de la
empresa, al igual que el desarrollo progresivo, interrumpido,
de las relaciones social-económicas en general, por la acción
de estas fuerzas materiales e ideológicas internas.
A l margen de los límites de este reparto global, los crite-
rios de reparto según el trabajo -aunque estén establecidos
como principio por toda la comunidad — se transforman en
instrumento de cada colectividad de trabajo y de cada obrero
en su intento por influir de una manera decisiva — por su tra-
bajo libre con los medios sociales de producción y por su par-
ticipación activa en el sistema de autogestión — en la producción,
en los negocios de la empresa, en la productividad del trabajo
y, consecuentemente, en su propio ingreso y en sus propias
condiciones de vida. Los vestigios de las relaciones de asalariado
desaparecen, mientras que las categorías de propiedad de Estado
dejan de ser un factor económico y social autónomo fuera del
productor directo y de su trabajo.
En estas condiciones de reparto, la conciencia de cada
obrero deja de estar formada únicamente bajo la influencia del

25
lugar que ocupa en el trabajo y de su comportamiento para con
el que fija su salario, sus normas, etc., y va formándose bajo la
influencia del trabajo y de toda la empresa, y en mayor medida
cada vez, y bajo la influencia, también, de su elevada conciencia
al considerar los intereses de la comuna y, en general, los de la
comunidad. La conciencia del productor liberado empieza a
rechazar con cada vez mayor decisión y conocimiento de causa,
los restos de la mentalidad del obrero asalariado."
(Edvard Kardelj. — "Cuatro factores del de-
sarrollo de las relaciones socialistas««. — Dis-
curso pronunciado en el V Congreso de la
Alianza Socialista del pueblo trabajador de
Yugoslavia. — 19 abril 1960).

B A S E S D E LA ORGANIZACION SOCIAL Y POLITICA

La base de la condición y del cometido del hombre en


Yugoslavia, está constituida por: la propiedad social sobre los
medios de producción, como nueva relación social que excluye
la explotación del hombre por el hombre; la liberación del tra-
bajo, que está garantizada por la liquidación de las relaciones de
asalariado y por la creación de otras relaciones sociales en las
que, el trabajador, decide de la renovación y de la extensión de
las condiciones materiales de su vida, de su trabajo y de su de-
sarrollo; los derechos del hombre como individuo y en la colec-
tividad de trabajo, de gozar del fruto de su trabajo y de la auto-
gestión de los trabajadores en la organización de trabajo y en la
comuna. El sistema político emana de esta condición del traba-
jador. La clase obrera y todo el pueblo trabajador crean las for-
mas políticas de gestión de los asuntos sociales, incluyendo el
poder de Estado, por sí mismos, con el fin de organizar la socie-
dad como comunidades libres de productores. L o que garantizan
por medio de: la autogestión social en todos los sectores de la
vida social y política y, sobre todo, en la organización de trabajo
y en la comuna, como comunidad social y política de base de la
autogestión; el ejercicio del poder político y la gestión de los
asuntos sociales, directamente o por mediación de sus repre-
sentantes elegidos, por ellos mismos, a los órganos de gestión

26
de las organizaciones de trabajo, a otras organizaciones autóno-
mas y a los cuerpos representativos de las comunidades sociales
y políticas.
" L a nueva Constitución enuncia ante todo la autogestión
social, como principio fundamental en la edificación de la socie-
dad socialista, y como dirección principal de la evolución inmedia-
tamente futura del sistema político del Estado socialista. La
médula de la autogestión social no consiste, en realidad, en la
"transferencia" de las funciones a las organizaciones de trabajo
y a los correspondientes órganos de autogestión, sino en que,
por su medición, es expresada y garantizada la condición y el
cometido de los productores liberados y de otros obreros, en la
gestión de los medios sociales de trabajo, al igual que en el re-
parto del ingreso y en la solución de otros asuntos comunes de
las organizaciones de trabajo. La autogestión obrera, los Conse-
jos obreros en la producción, las otras organizaciones de trabajo,
y los órganos similares en las instituciones autónomas y en los
servicios públicos, se transforman en la base imprescriptible
social-económica y política de todo el sistema social-politico..."
(Edvard Kardelj. — Informe en la Asamblea
Nacional Federal. — 20. 9. 62. Editorial "Ju-
goslavia", Knez Mihajlova 6. — Belgrado.)
" . . . En las condiciones de los medios socializados de pro-
ducción, precisa edificar un tal mecanismo orgánico y demo-
crátio de gestión social, que permita que las masas laboriosas
se expresen directa y cotidianamente, y no solamente por medio
de la cumbre de uno de sus partidos políticos. Tomando una
parte directa en los órganos de autogestión social, los ciudadanos
decidirán por medio de ellos, puesto que serán sus representan-
tes ante los órganos superiores. Cualquier otro derrotero con-
duce al burocratismo y a la limitación de la iniciativa socialista
y creadora del individuo. Naturelmente, en tales condiciones,
el dominio principal de la lucha de los combatientes conscientes
por el socialismo, no es la administración de Estado propiamente
dicha, sino los órganos sociales de autogestión, a los que las
masas laboriosas, delegan sus representantes. La administración
de Estado debe ser un aparato competente, subordinado a dichos
órganos sociales de autogestión; y los combatientes conscientes
por el socialismo deben luchar en las masas, para que sus deci-

27
siones en los órganos democráticos correspondientes sean socia-
listas, es decir, de conformidad con las necesidades de la defensa
del socialismo y contra las tendencias antisocialistas, y en pro
de las necesidades del desarrollo inmediatamente futuro de los
elementos socialistas. Estos son los principios que constituyen
la base de la actividad socialista en Yugoslavia."
(Edvard Kardelj. — Obras, tomo IV, pág. 2 1 1 ,
edición " K u l t u r a " , i960).

La comuna
Las comunidades social-políticas (las comunas, los dis-
tritos, las repúblicas federadas y la Federación), difieren entre
sí por su carácter, su posición y sus funciones, pero son idénti-
cas en cuanto a la base social-económica y la forma política.
Las comunidades social-políticas son también comunidades
social-económicas, en las que los trabajadores resuelven las
cuestiones de su vida común, al mismo tiempo que las de las
unidades político-territoriales, en las cuales, para dirigir los
asuntos sociales y comunes, organizan el poder político y sus
órganos representativos, político-ejecutivos, etc., en los que son
representados los trabajadores y sus organizaciones de trabajo.
La comuna es la comunidad social-económica de base, en
la que los ciudadanos, sea directamente o por medición de sus
órganos de autogestión social, ejercen las funciones fundamen-
tales de la comunidad social en el plano de las relaciones social-
económicas; garantizan las condiciones materiales, y otras con-
diciones, para el desarrollo de las fuerzas productores y el trabajo
de los hombres; orientan y armonizan el desarrollo de la eco-
nomía y de los servicios sociales; disponen con toda indepen-
dencia de los recursos sociales de la comuna; coordinan, en
grandes líneas, los intereses individuales y comunes con los
intereses generales; crean las condiciones propicias a la satis-
facción de las necesidades comunes y vitales, culturales, sociales,
comunales, y otras necesidades de los ciudadanos; realizan la
más directa autogestión social; organizan los órganos del poder
y de autogestión social, y los servicios sociales que tienen un
interés común para los ciudadanos de la comuna; protegen la
legalidad y la seguridad de las personas y de los bienes, y ejer-
cen el control social en la comuna.

28
"Colectividad social y económica de base, la comuna es
la célula del cuerpo social en la que se establecen las relaciones
de producción, de distribución y de consumo, y las otras prin-
cipales relaciones diarias entre los trabajadores. La autogestión
del pueblo laborioso en los diferentes sectores de la vida social,
garantiza a la comuna una estructura democrática y, de hecho,
la organización fundamental la más típica de la autonomía en la
base territorial.
Dado que, en la comuna, los trabajadores aparecen como
productores, como consumidores y como promotores de los
esfuerzos que tienden a elevar el nivel de las fuerzas productivas
y el nivel de vida material general, la comuna es, al mismo
tiempo, la colectividad socialista básica en la que se opera la
conciliación de los intereses individuales y de los intereses co-
lectivos.

Como forma política de gestión social -cuyos engranajes


están constituidos por los comités populares, los amplios Con-
sejos políticos y técnicos calificados, las Asambleas de electores,
el referendum, los comités sociales, les asociaciones de vecinos
y otras formas de gestión directa-, la comuna es la institución
más destacada de la democracia socialista directa, gobierno del
pueblo trabajador para interés exclusivo del mismo. Empuñando
cada vez con más decisión la gestión de los asuntos sociales, y
disponiendo de los recursos materiales necesarios, la comuna
no es sólo una escuela de democracia sino, también y al mismo
tiempo, la propia democracia; es la célula básica del sistema de
gestión de los asuntos comunales para los ciudadanos mismos.
Desenvolviéndose así, la comuna irá dejando de ser una
simple unidad administrativa de un teritorio determinado, para
irse convirtiendo paulatinamente en una forma social y política
específica de organización de los ciudadanos con miras a la ges-
tión de los asuntos comunes de la sociedad. De este manera
nace y se desarrolla todo el sistema socialista democrático. Es
ella la que realiza la fusión de la clase obrera, de los productores,
con todo el resto de la población laboriosa, cuyo trabajo contri-
buye considerablemente a expandir las fuerzas de producción
y a aumentar la productividad en general.

29
Con los Consejos obreros y el conjunto de la organización
de autogestión social, la comuna se afirmará así como la forma
fundamental de la colectividad de los productores."
(Programa de la Liga de los comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones, París, 1958, páginas. 167—
170).

Los ciudadanos en la comuna aparecen, " . . . de un lado,


como productores, con su derecho a tener su parte del ingreso
realizado, proprocionalmente a su trabajo; y de otro lado, deci-
den en su calidad de gestores, del reparto del ingreso realizado
en la empresa y en la comuna, al igual que de la utilización de
los recursos de diversos fondos y servicios públicos, y es así,
gracias al mecanismo de la autonomía comunal, cómo se armoni-
zan de manera apropriada el interés personal y el interés colectivo.
La continuidad del desarrollo de la comuna sobre estas
bases, debe garantizar que la comuna, como célula básica de
un organismo social único, sea una organización pública y abierta,
en la que todos los órganos queden subordinados al control
público y a la crítica de los ciudadanos y de sus organizaciones.
En la trayectoria de su desarrollo, debe ser, de menos en menos,
un órgano del poder, puesto que no ha sido creada en absoluto
para ser una forma en miniatura del poder de Estado, sino la
forma básica de la organización de las relaciones sociales socia-
listas; y debe transformarse de más en más en forma social-
económica de la organización de los hombres que trabajan en
los medios sociales de producción, y debe tomar parte en la
gestión, de acuerdo con sus intereses individuales y colectivos."

(Josip Broz Tito. — Extractos del Informe


presentado en el V Congreso de la Alianza
Socialista del pueblo trabajador de Yugoslavia
(V Congreso de la A S P T Y ) , edición " K u l -
tura", Belgrado, i960, pág. 39).

" L a fuerza y el gran cometido social de la comunidad


radican, ante todo, en su indepeniencia de acción en el sector
del desarrollo económico y, en seguida, en su encadenamiento

30
orgánico a los Consejos obreros y otros órganos democráticos
de la autogestión de los productores. La comuna es, pues, un
organismo no sólo político sino, también, social-económico, en
la que la primera función se debilitará mientras se fortalezca la
segunda. Es por mediación de la comuna que se efectúa, en rea-
lidad, la repartición básica del excedente de trabajo que queda
a su disposición. De esta manera, queda directamente interesada
en el desarrollo continuo de las fuerzas productoras en su te-
rritorio."
(Edvard Kardelj, Obras, Tomo IV, edición
"Kultura", Belgrado, i960, página 223).

" L a importancia de la comuna en nuestro sistema social


consiste en que es, de una parte, una comunidad social-econó-
mica en la que puede efectuarse la coordinación básica del inte-
rés de los trabajadores y del interés colectivo de la comunidad
social (quede bien entendido que no anticipo que este cometido
incumba sólo a ella) y, de otra parte, porque es, precisamente
por razón de su carácter, la forma política que mejor conviene
para atraer al más amplio círculo de trabajadores, a fin de ha-
cerles tomar una parte activa en la gestión social. Es por medio
de tales formas que despiertan, pues, a la vida social consciente,
las amplias masas de trabajadores, trabajadores que adquieren
la calidad de no considerar la solución de ciertos problemas socia-
les a través, exclusivamente, de su momentáneo interés perso-
nal, sino de llegar a ser dueños calificados de su propia suerte,
con una noción preclara de las necesidades y de las posibilidades
objetivas. Como comunidad de productores, la comuna es, al
mismo tiempo, una comunidad de consumidores. Este hecho
instruye a cada ciudadano para que no aborde las cuestiones
concretas de una manera de ver de yo no sé qué demagogia
de partido, que es uso y costumbre muy a menudo en otros
sistemas, sino que, por lo contrario, decidan con toda indepen-
dencia y con el sentido de una total responsabilidad, en cuanto
a la base de las posibilidades materiales efectivas, y esforzán-
dose para que el objetivo de esas posibilidades sea el más acer-
tado y juicioso posible. Los cometidos de este género son, al
propio tiempo, la escuela elemental del ciudadano, puesto que
le dan la aptitud de considerar de la misma manera la solución

31
de los otros problemas sociales, de los que deciden los órganos
superiores. Es por esta razón que, para nosotros, vale la regla
según la cual, la comuna autónoma es la principal escuela de la
democracia socialista.
No hay duda alguna que la comuna, tal como queda des-
crita, llegará a ser la base de todo nuestro sistema político, o sea,
que su estructura influirá en la de todos los otros órganos socia-
les dirigentes, hasta la Federación. La perspectiva del desarrollo
inmediatamente futuro de nuestro sistema político consiste,
evidentemente, en que en las organizaciones autónomas en ge-
neral y particularmente en las comunas, los ciudadanos obten-
drán el prestigio social y la capacidad de ejercer funciones de
gestión social; y que precisamente esas organizaciones mismas
los elevarán a candidatos de los cuerpos representativos de los
órganos superiores de gestión social.
La comuna, naturalmente -y quede bien sentado-
no es ni debe ser jamás una organización que debilite o entor-
pezca de manera alguna la unidad de la sociedad, como enti-
dad, o la independencia de otros órganos sociales autónomos.
Ademas, la comunidad social dispone de un suficiente número
de instrumentos para impedir la posibilidad de tales fenómenos.
1. — El plan económico único trazará los rasgos generales
de la actividad económica de las comunas y de otros órganos
autónomos, y formulará los principios generales de la distri-
bución del excedente de trabajo. Esto garantizará, al mismo
tiempo, un fácil desarrollo y, a la vez, orientado de la economía
social en su conjunto, al igual que la libre iniciativa de las comu-
nas, de las organizaciones autónomas y de los trabajadores en
particular, a fin de que puedan verdaderamente -en el marco
de sus posibilidades- obtener el máximo de resultados.

2. — En su actividad social general, las comunas lo mis-


mo que las otras organizaciones autónomas, se ciñen a la Cons-
titución y a las leyes que garantizan la unidad del sistema social
y la unidad de los derechos y obligaciones de los ciudadanos y
de las organizaciones autonómas. Este hecho permite, de una
parte, la actividad social independiente de la comuna en todos
los sentidos sin "dirección", es decir, sin intromisión por parte
de los órganos superiores de la administración, pero, de otro

32
lado, ello impide también la posibilidad de fenómenos de arbi-
trariedad local en cuanto a la sociedad en su conjunto, o de ten-
dencias a servirse del mecanismo de la comuna para violentar
política o moralmente al ciudadano o a las organizaciones socia-
les autónomas. El ciudadano y las diferentes organizaciones
autónomas no están nunca ligados a la sociedad como entidad,
por mediación exclusivamente de la comuna sino, también, por
mediación de otras organizaciones, asociaciones y órganos socia-
les, sean locales o a escala de las repúblicas federadas o de la
Federación; y sus derechos y deberes para con la comuna están
definidos por la Ley, de manera que la comuna no puede mo-
dificarlos en perjuicio de los dudadnos o en perjuicio de la
comunidad social.
Un tal mecanismo legal, al igual que diversas asociaciones
autónomas a escala vertical, garantizará, no sólo el que la comuna
no se transforme en una autoridad local arbitraria sino que
impedirá, asimismo, que los conceptos raquíticos o conservado-
res se arraiguen en la comuna: conceptos que conducirían a la
sociedad hacia atrás. Todas nuestras organizaciones autónomas
deben estar lo suficientemente abiertas para dar paso a las corr-
ientes sociales progresistas que impiden la rarefacción del aire.
He hablado de todo esto porque, a veces, se manifiestan
entre nosotros ilusiones exajeradas en cuanto al carácter de la
comuna y del sistema de autogestión en general. Sería lamentable
el creer que este sistema resuelve todo por sí solo o que está in-
munizado contra las diferentes tendencias negativas. Todo lo
contrario: si el desarrollo de las comunas estuviera determinado
exclusivamente por elemento expontáneo, en este caso la co-
muna autónoma podría, en condiciones determinadas, transfor-
marse en una comunidad conducida por ideas raquíticas de
carácter arbitrario, o, quizá, en una autoridad política o espi-
ritual reaccionaria sobre el ciudadano o sobre sus organizaciones.
Las consecuencias de un tal sistema serían más graves y más
negativas que las consecuencias de cualquier centralismo de
Estado; y ello, tanto para el ciudadano como para la sociedad
en su conjunto. Es precisamente por todas estas razones por lo
que no debemos considerar la comuna como una organización
social-universal y escastillada, sino como célula de un organismo
social complejo pero formando un todo único, y que debe ser

3 33
origen de su fuerza y de su capacidad vital, de la misma manera
qu'e el organismo, como un todo, debe hallar el origen de su
fuerza y de su capacidad, en las células. Y precisamente por
esto es por lo que, nosotros, rechazamos, tanto la interpretación
de que nuestra sociedad es una especie de federación de comu-
nas, como el concepto de que el desarrollo de la autogestión
debiera significar el abandono de las funciones sociales que deben
ser centralizadas tanto en interés de la sociedad, como entidad,
que por interés de ciertas de sus partes.

(Edvard Kardelj. — Obras, tomo I V , edición


"Kultura". — Belgrado, 1960, páginas 269—
270, 271—272).

Organos representativos del poder

Las funciones del poder político son ejercidas por los


comités populares (de comunas y de distritos) y por las asambleas
(de las repúblicas federadas y de la Asamblea federal), en su ca-
lidad de cuerpos representativos de las comunidades social-
políticas. Son los órganos supremos del poder y de autogestión
social, en el marco de los derechos y de los cometidos de la co-
munidad social-politíca. Ellos determinan la política y toman
decisiones en las cuestiones esenciales, de importancia para la
vida política, económica, cultural y social, y para el desarrollo
de la comunidad social-política; adoptan los reglamentos bási-
cos, el plan social y el presupuesto; definen la organización de
base y las competencias de todos los órganos de la comunidad;
eligen los funcionarics públicos responsables; eligen y revocan
sus órganos político-ejecutivos encargados de la práctica polí-
tica y de la ejecución de la ley, de los planes sociales y de otros
actos. Los órganos representativos están constituidos de dos
Consejos: el primero tiene más carácter de Consejo político y,
el otro, es el Consejo de productores. La creación de los Consejos
de productores implica un importante paso en la trayectoria de
una participación más directa de los productores del sector de la
economía, en los cuerpos representativos y en la adopción de
decisiones en esos cuerpos representativos, que corresponden
a su compentencia. Dado que, actualmente, la autogestión de los
trabajadores se realiza, no sólo en el sector de la economía sino,

34
también, en los otros servicios sociales de educación nacional,
cultura, ciencia, salud pública, Seguro social, etc., acusando
tendencia a penetrar en todos los sectores de la vida social, la
nueva Constitución establece una estructura de los órganos re-
presentativos susceptible de englobar a los representantes de
todas las organizaciones autónomas de trabajo y no, sólo, a los
del sector de la economía. Todos les órganes representativos son
elegidos por los ciudadanos y por los trabajadores empleados en
las organizaciones de trabajo.
"Los Consejos de productores aparecen en nuestro sistema
de autogestión social, como una forma democrática específica
que garantiza -en circunstancias determinadas y en un período
también determinado de desarrollo del socialismo- el cometido
dirigente de la clase obrera y su íntima conexión con los otros
trabajadores.
Los Consejos de productores luchan contra las influencias
negativas de ciertas relaciones sociales atrasadas sobre los órga-
nos democráticos de autogestión social; y reducen de más en
más la necesidad del recurso a las intervenciones administrativas
directas, sobre todo en el sector económico.
Los Consejos de productores desempeñan un importante
cometido económico, debido a su constante contacto con la prác-
tica y con las necesidades de las unidades de producción, de
las cooperativas agrícolas y de las organizaciones e instituciones
sociales y económicas.. Los Consejos de productores contribuyen
considerablemente a la mayor unión entre el centro y la base,
a la adopción de medidas económicas y sociales más justas y
más útiles, a la supresión del papeleo administrativo y del buro-
cratismo en las relaciones económicas, y a la mejora de la edu-
cación y de la cultura económica general de los productores
directos, es decir, de los trabajadores empleados en la economía
del país.
Durante el desarrollo de los Consejos de productores, es
esta función económica la que ganará en importancia, mientras
que, progresivamente, vaya desapareciendo la función que con-
siste en garantizar el cometido dirigente de la clase obrera."

(Programa de la Liga de los comunistas de


Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava de
Informaciones, París, 1958, páginas 206—207).

3* 35
Las organizaciones social-políticas -la Alianza socialista
del pueblo trabajador de Yugoslavia y la Liga de los comunistas
de Yugoslavia- no proponen los candidatos a las asambleas, de
la misma manera que estas organizaciones no son parte inte-
grante del mecanismo del poder. Empero, desempeñan un im-
portante cometido en el proceso de candidatura: cometido que
consiste en dar carácter democrático a las elecciones y en la
tendencia de hacer elegir cuadros capaces de enfrentarse con
las funciones responsables de la asamblea y otras funciones so-
ciales. El cometido de estas organizaciones social-políticas, y de
otras, en las condiciones de autogestión, se manifiesta de más
en más como un factor interno de la autogestión, como expresión
de la conciencia la más progresista, factor de la orientación ideal
y política de la actividad del trabajador, pero el hombre sigue
siendo el sujeto cuando se trata de tomar decisiones en todas
las relaciones sociales.
" . . . en el sistema clásico representativo, los titulares
directos de las funciones públicas no son el pueblo sino los par-
tidos políticos. Estos partidos son la condición de la existencia
del Estado político burgués-democrático, en el que los titulares
del poder político están separados -a la manera de una corpo-
ración particular- de los hombres que trabajan en la produc-
ción. Consecuentemente, las elecciones se desenvuelven necesa-
riamente como elecciones entre diferentes equipos formados
a base del monopolio político de partido, y no a base de la parti-
cipación directa del pueblo en la administración práctica de los
asuntos y en la solución de los problemas corrientes.

Cuando se suprime, por un acto revolucionario, este sis-


tema multipartido, aunque conservando el sistema electoral y
el mecanismo representativo de tipo burgués-democrático, se
obtiene un sistema a partido único. Tales sistemas son, muy a
menudo, indispensables y progresistas como forma de transición
del poder en época revolucionaria; pero como solución defi-
nitiva, o duradera, no responden a las necesidades de la democracia
socialista, sobre todo cuando la autogestión se implanta profunda-

36
mente en toda la vida social, como es actualmente el caso en
Yugoslavia.
En las condiciones de autogestión, las elecciones representan
una forma de poder de decisión directa de los asuntos y, por lo
tanto, el sistema representativo clásico se hace inapropiado.
Y es por ello por lo que, el contenido mismo de nuestro concepto
de "órgano representativo", es diferente del concepto demo-
crático burgués. En Yugoslavia, estas organizaciones no repre-
sentan al pueblo a través del partido sino directamente, es decir,
sobre el soporte de las relaciones en la producción y el trabajo, y
de la progresiva satisfacción cotidiana de las aspiraciones y de
los intereses humanos."

(Edvard Kardelj: "Principios del anteproyecto


de la nueva Constitución de la República
Socialista Federativa de Yugoslavia". — Edi-
torial "Jugoslavija". — Belgrado, 1962, Knez
Mihailova 6).

"Ante todo hay que tener presente que, en nuestro nuevo


sistema constitucional, las elecciones dejan de parecerse, tam-
bién en cuanto a la forma, a las elecciones del sistema multi-
partido. En Yugoslavia, las elecciones han dejado de ser una
batalla entre hombres o grupos políticos que aspiran a tales o
cuales cargos políticos en el sistema de poder, para transformarse,
actualmente, en parte integrante de la actividad que los ciuda-
danos despliegen en su trabajo cotidiano y en la autogestión.
Más claro aún: los ciudadanos llamados a elegir sus representantes,
lo hacen inspirándose en su propia experiencia, adquirida en
el trabajo, en la práctica de la autogestión en la organización de
trabajo y en la comuna; y basándose en esa experiencia, conceden
su confianza a los hombres que consideran capaces, no sólo de
defender sus intereses sino, también, de participar con acierto
en la solución de los problemas sociales del momento. Gracias
a este sistema de autogestión social, extremamente ramificado,
son cada vez más numerosos los hombres capaces y, a la vez,
responsables. El sistema de rotación permite, por su parte, que
se manifieste un mayor número de hombres, sea en las asambleas

37
de las comunas y de los distritos, sea en las de las repúblicas fe-
deradas y de la Federación. Todo esto crea las condiciones para
hacer de las elecciones una actividad autónoma y normal de los
ciudadanos, preparándose en las organizaciones de trabajo y en
las comunas, y no dando lugar a la subasta política demagógica
o a competiciones individuales para obtener tal o cual cargo, o
a campañas de agitación y de propaganda tan complicadas como
costosas."
(E. Kardelj: Extractos del informe en la
Asamblea Nacional Federal, sobre la nueva
Constitución de la República Socialista Fe-
derativa de Yugoslavia. — Abril, 1963).

La Constitución, que parte del actual estado de cosas,


garantize el cometido dirigente de la clase obrera en el sistema
del poder de Estado; y hace de él la fuerza motriz del progreso
social. Pero nuestra Constitución edifica, al mismo tiempo, el
conjunto del sistema político sobre las perspectivas de una fu-
sión cada vez más estrecha de los trabajadores de nuestro país
en una libre comunidad unitaria de productores, de la continua
extensión de la sede social del poder y de sus formas democrá-
ticas, y, como consecuencia, de la transformación cada vez más
directa de las funciones del poder en funciones de autogestión.
El resultado final será que, lo estatal, llegará a ser una calidad
de la autogestión misma o, más exactamente, una forma que re-
vestirá la autoridad de autogestión. Este proceso no solamente
abre amplio campo en cuanto a la abolición de las diferencias de
clases, sino que indica también las direcciones en las que debe
desarrollarse nuestra democracia socialista.
Existe la opinión de que, socialismo y poder autoritario y
centralizado, son conceptos casi sinónimos. Y no faltan los que
creen que el socialismo excluye casi por completo la democracia
y las libertades individuales. Esto es lo que afirman, muy a
menudo, los adversarios del socialismo, pero es lo que creen
también ciertos adeptos del socialismo que confunden los me-
dios necesarios de la revolución, con la esencia y los objetivos
del socialismo. En realidad, es imposible hablar de progreso del

38
socialismo en ausencia del progreso se las relaciones democrá-
ticas y humanas. Nuestra Constitución, toda ella, lleva preci-
samente el sello de estas aspiraciones."

(Edvard Kardelj: Extractos del informe a la


Asamblea Federal, sobre la nueva Consti-
tución de la República Socialista Federativa
de Yugoslavia. — Abril 1963).

Cometido del Estado

" L a propiedad social de los medios de producción per-


mite impedir la propiedad privada y, en último análisis, permite
al Estado el interponerse entre el productor y los medios de
producción. El productor asume la función social de gestión
de la producción y participa activamente en la distribución del
producto social. El Estado, en su calidad de poder político, in
terviene de menos en menos en la producción directa.
Sin embargo, los órganos de Estado son aún un elemento
importante y necesario en el ejercicio de un gran número de
funciones en la economía y en otros sectores de la vida social.
El cometido que el Estado desempeña en este sector de las re-
laciones sociales, no emana ni de su poder pólitico ni de un
monopolio económico, sino del hecho que el Estado se trans-
forma y que, en este sector, es y debe ser de más en más un
sistema de organización política y territorial autónoma de los
productores-consumidores, es decir, de su comunidad social y
económica a cada escala: de la comuna a la Federación. La co-
muna -organización territorial básica de los productores y de
los consumidores- aparece, pues, como un elemento indis-
pensable de la reglamentación social de la producción y de la
distribución, así como de la modificación gradual del cometido
del Estado en el sistema socialista. En el número de funciones del
Estado así modificado, figura el derecho de estatuir sobre los
asuntos de interés común de los productores y de los ciudadanos
en general, y de sus colectividades territoriales. Aunque se mani-
fiestan, en una gran medida, como actos del poder política, estas

39
funciones que ya no corresponden a la gestión directa de la
producción, pueden ser desempeñadas por los productores y
, los ciudadanos o por sus órganos directos. Trátase, por su íntima
naturaleza, de funciones de planificación y control, de coordi-
nación y de reglamentación."

(Programa de la Liga de los comunistas de


Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones. — París, 1958, pág. 170).

"El Estado es sin duda alguna necesario en las condiciones


de la sociedad socialista transitoria. Ante todo, desempeña un
importante cometido en la defensa del sistema socialista contra
sus enemigos del interior y del exterior. Después, en la toma de
posesión de los medios de producción, y en la fase de la baja
acumulación, desempeña una función importante en la con-
centración y en la distribución de los recursos, durante el primer
período de desarrollo de la economía socialista, lo que es impor-
tante sobre todo para los países subdesarrollados. De otra parte,
su cometido es especialmente destacado al principio, cuando la
orientación y edificación de los elementos socialistas en la soci-
edad. Pero estas funciones disminuyen progresivamente, a
medida que la sociedad se encarga de ellas. Sería un error el
determinar con precisión el tiempo de duración de la caducidad
del Estado o, por mejor decir, de sus funciones, puesto que ello
depende de la sociedad misma, del desarrollo más o menos rá-
pido de las relaciones sociales socialistas, de la conciencia social
y de las condiciones existentes, en primer lugar de las condiciones
materiales, morales y políticas. Consecuentemente no sería
razonable ni justo el afirmar que el proletariado, después de su
acceso al poder, no tiene necesidad del Estado. Y de acuerdo con
el objetivo capital del socialismo -con la liberación del hombre
y del trabajo-, tampoco sería razonable considerar que el
Estado, aún siendo Estado socialista, puede asumir una vez por
todas, las funciones políticas y económicas de las fuerzas sociales
progresistas, y ser único intérprete de la conciencia y de los
intereses de la clase obrera, es decir, que el Estado -en opo-

40
sición a la teoría del marxismo- debe existir como una superes-
tructura de la sociedad, incluso en el Estado socialista . . . "

(Josip Broz Tito: Extractos del informe pre-


sentado en el V Congreso de la Alianza
socialista del pueblo trabajador de Yugoslavia.
— Editorial „Kultura", Belgrado, 1960, pá-
ginas 26—27).

" . . . el Estado socialista del período de transición debe


ser expresión del sistema en curso, sin intentar conservarlo.
Este Estado debe proteger las adquisiciones de la Revolución,
estimulando paralelamente la evolución democrática de la so-
ciedad socialista; debe orientar los procesos en los diversos sectores
de la vida social, sin detener la actividad autónoma de los diversos
factores del progreso social; debe armonizar los procesos sin,
por ello, uniformarlos; y debe, en fin, reglamentar las relaciones
entre los hombres, sin intentar determinar la suerte de cada
individuo. El objetivo final del Estado socialista consiste en
dejar de ser el instrumento de administración de los hombres,
para llegar a ser el instrumento de organización común que
permita, a los hombres libres, administrar las cosas, en interés
de la vida, del trabajo y de la iniciativa creadora de cada indi-
viduo, y en interés del progreso material en general. A l llegar a
esta meta, el Estado deja de ser, en realidad, Estado en la vieja
acepción del término."

(E. Kardelj: Informe sobre el anteproyecto


de la nueva Constitución. — Editorial "Jugo-
slavija", Belgrado, Knez Mihailova 6).

Asociación autónoma
La autogestión de los trabajadores a base del trabajo so-
cial comprende, también, el derecho a decidir - para la gestión
de los asuntos que tengan un interés comñn- de la asociación
de sus organizaciones de trabajo, y de participar, por mediación
de sus representantes elegidos, a la gestión de tal asociación o
de otras organizaciones similares de cuyos asuntos dependen las

41
condiciones de su trabajo. Trátase de diferentes formas de co-
operación y de asociación vertical de diversos sectores de la
economía y de otras actividades sociales.
Creando formas superiores (cámaras y asociaciones eco-
nómicas, asociaciones en el plano de la producción y en el de
los intercambios, Oficinas superiores del Seguro social, etc.),
esta asociación vertical de las principales instituciones de auto-
gestión social permite unificar, democráticamente, las funciones
profesionales, técnicas y coordinadoras que la sociedad moderna
debe ejercer de una manera centralizada. El carácter social y
democrático de esta asociación radica en el hecho de que, tal
asociación, no se lleva a cabo mecánicamente, por medidas ad-
ministrativas impuestas del exterior, sino en forma de coopera-
ción voluntaria, considerando el interés de los productores aso-
ciados y de los ciudadanos mismos, sin por ello privar a las insti-
tuciones y a los órganos del pueblo laborioso, de sus funciones
esenciales de autogestión.
Se asiste a un proceso análogo en el sector de la educación,
de la ciencia, de la cultura, de la salud pública, del Seguro y de
la prevención sociales, así como en los otros sectores en los que
diversas instituciones garantizan el ejercicio de funciones o de
servicios públicos. Las funciones de gestión han sido transferidas
a los representantes de las colectividades de trabajo y a los de la
comunidad social, y han ido acompañadas del reparto de ciertos
derechos y de nuevas formas de colaboración.
En esos sectores, los órganos de gestión son elegidos y
revocados por los ciudadanos interesados en el buen funciona-
miento de los servicios públicos, gracias a la participación de
estos ciudadanos en la gestión, y gracias al control que ellos
ejercen sobre la gestión. Los órganos administrativos de Estado
en el sector de la educación, de la cultura, de la salud pública, de
los servicios sociales, etc., se transforman cada vez más -por
su composición y por su función- en órganos de autogestión
social.
El mismo proceso se desenvuelve, en fin, en las diversas
formas de control social y de colaboración entre los ciudadanos
interesados, las empresas y las instituciones sociales. En el co-
mercio y en ciertas otras actividades, la autogestión de los tra-
bajadores queda completada por órganos de autogestión social,

42
tales como los Consejos de consumidores y las cooperativas
de consumo. Mientras que, en las organizaciones económicas
se ocupan de la educación, de la enseñanza, de la cultura (edi-
toriales, empresas de prensa, empresas cinematográficas, etc.),
la autogestión de los trabajadores es secundada por órganos
compuestos de representantes de la actividad cultural y escolar y
de la actividad pública en general, sin que ello modifique el
estatuto de la autogestión obrera. Gracias a estas formas de
autogestión social, estas organizaciones asumen funciones púb-
licas conforme a las necesidades y a los intereses de la sociedad
socialista.
El sistema de autogestión social se extiende también a
los inmuebles destinados a viviendas y a toda una serie de edi-
ficios económicos o para servicios de interés público.
Todas estas relaciones sociales y todas estas instituciones
sociales emanan directamente de las necesidades del trabajo y
del funcionamiento de las empresas y de las organizaciones so-
ciales, así como de las necesidades vitales e inmediatas de los
ciudadanos en su vida familiar, en el consumo, la cultura, los
recreos, la vida social, etc. Y es por ello que, necesariamente,
tales relaciones son muy diversas, tanto por razón de su organi-
zación como por los métodos de trabajo."
(Programa de la Liga de los comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones. — Paris, 1958, páginas 200
y 201).

"Este mecanismo de asociación libre permite la indispen-


sable centralización democrática de todas las funciones sociales
que se fundan, desde ahora, en el interés por igual de todos, o
de varias colectividades de trabajo, o de otras comunidades au-
tónomas, y por doquier que no es necesario recurrir a la inter-
vención a al apremio directo del Estado. El mecanismo orgánico
y ramificado de la autogestión social permite, de esta manera,
una gran independencia de ciertas organizaciones de trabajo al
propio tiempo que su asociación, que representa la necesidad
inmediata de los hombres en su vida y en su trabajo cotidiano.
Las relaciones de producción adquieren, así, cuadros políticos

43
que son función de estas relaciones, o sea que el Estado, doquiera
que haya sido creado, en las relaciones de producción, comienza
a desaparecer y se dibuja, de forma cada vez más precisa, la
perspectiva de relaciones más libres entre los hombres.

Otra forma de asociación autónoma es la realizada en el


plano del interés social general, es decir, por mediación de las
comunas y de los distritos, de las unidades autónomas, de las
repúblicas y de la Federación. La Constitución no considera esas
comunidades social-políticas solamente como órganos políticos
de Estado a escala de la comuna, de la república y de la Fede-
ración, sino también como comunidades sociales, es decir, como
un conjunto de relaciones social-económicas y políticas entre
hombres, y como un mecanismo orgánico y ramificado de la
administración de las cosas, adaptado a la naturaleza de las mis-
mas. Por consecuencia, la integración interior de la sociedad,
de la vida de los trabajadores y de las organizaciones de trabajo
en las comunidades social-políticas, se efectúa en dos sentidos:
por la colaboración directa y Ubre y por las relaciones mutuas
de las organizaciones de trabajo, de los trabajadores y de ciertos
servicios en el plano de la realización de sus cometidos e intereses
comunes, al igual que por medio de la actividad de los órganos
comunes de autogestión social y del poder político en las comuni-
dades social-políticas que tramitan los asuntos sociales en general.
Entre estos últimos figuran, en primer lugar, los órganos repre-
sentativos y sus órganos político-ejecutivos y administrativos,
como lo son los Consejos encargados de ciertos servicios, y otras
organizaciones que se encargan de asuntos comunes. En todos
estos órganos y organizaciones -a excepción de los órganos de
administración a cuyo cargo corre la sóla ejecución administra-
tiva- están representados de manera adecuada y conforme al
principio de autogestión social, todos los trabajadores y organi-
zaciones de trabajo que tramitan así, de manera democrática, sus
asuntos corrientes.

Esta trayectoria garantiza la realización gradual del prin-


cipio de autogestión en toda la superestructure social. Conse-
cuentemente, los órganos dirigentes de las unidades político-
44
territoriales no son instrumentos del poder de Estado sino los
mantenedores, y el instrumento, de la autogestión del hombre y
de las colectividades de trabajo: instrumento, en fin, de la auto-
gestión social. Más claro: los mismos órganos que expresan de la
la manera más directa las necesidades y las aspiraciones de los
hombres en el proceso del trabajo social, en las relaciones de
producción y de la distribución de ingresos, son, al mismo tiempo,
mantenedores del poder político del Estado. Es precisamente
en esto que, un tal sistema político, se acerca sin reservas a la
tésis de Marx, según la cual, el Estado del período transitorio,
es decir, el Estado socialista, debe ser el tipo de estatismo que
él ha denominado "la clase obrera organizada como Estado."

(E. Kardelj. — Informe sobre el anteproyecto


de lanueva Constitución. — Editorial „Jugosla-
vija", Belgrado, Knez Mthailova 6).

Dos factores esenciales del desarrollo social


" E l primero es el interés del trabajo liberado sobre los me-
dios sociales de producción, es decir, el interés material, social-
político, cultural y espiritual del hombre en su puesto de trabajo,
del hombre que decide, en un plano de igualdad, tanto de la
producción y del trabajo como del reparto, tomando por regla
el principio de "cada cual según sus capacidades y a cada cual
según su trabajo" y, también, el sentimiento de solidaridad y de
responsabilidad social, es decir, el hombre como ser social e
igual en derechos, en el sistema de autogestión social, y que
halla un interés material y moral en hacer progresar estas rela-
ciones y su base material. Este factor -junto a los más progre-
sistas factores de la conciencia social socialista- es la fuerza
motriz de base del progreso socialista. Este trabajador liberado es,
en realidad, el sujeto a causa del cual existe el Estado socialista
y al que, este Estado, debe estar subordinado. La acción consciente
organizada, planificada, de la comunidad social, armoniza y ori-
enta este interés, pero incluso cuando actúa independientemente,
en un sistema socialista unitario -en último análisis-, no
puede dejar de reproducir relaciones socialistas.
Y es por ello por lo que, el interés del hombre en su puesto
de trabajo, en las condiciones de la propiedad social sobre los
45
medios de producción y de la igualdad en derechos de los ciu-
dadanos, debe hallar el campo de acción y de iniciative el más
libre posible. Es en esto que reside el sentido profundo de las
recientes palabras de Tito, según las cuales, los productores
directos deben ser la fuente principal de la integración, y no los
órganos políticos considerados aisladamente. Si hiciéramos una
comparación histórica, la importancia de esta cuestión podría
ser comparada al cometido que desempeñaba -en el sistema
político de la democracia burguesa- la protección de la pro-
piedad privada, es decir, la protección de los derechos del pro-
pietario de los capitales y de su libertad de apropiarse, en nombre
de una tal propiedad privada y de una tal libertad, del fruto del
trabajo ajeno. Era, en realidad, la piedra fundamental del Estado
burgués y de su democracia. Sin embrago, la piedra fundamental
del Estado socialista y de la democracia socialista en el período
transitorio, es la liberación del trabajo de toda explotación y de
toda relación de asalariado y, consecuentemente, la protección
del derecho y de la libertad del hombre -en su puesto de tra-
bajo- de apropiarse, es decir, de gozar en condiciones iguales
para todos, del fruto de su trabajo, si, naturalmente, cumple a
la vez con sus obligaciones en cuanto al sostenimiento y prog-
reso de la comunidad social en la que vive.
El segundo factor es el interés de la sociedad socialista, fun-
dado en la propiedad socialista de los medios de producción, evo-
lucionando continuamente como tal, y reproduciéndose a un
grado cada vez más elevado de las relaciones materiales y social-
económicas, desarrollando a este fin su base material de una
manera planificada, y reglamentando en los límites de lo indis-
pensable las relaciones entre los hombres. En este aspecto
-además del mecanismo orgánico de la autogestión social y los
factores subjetivos de la conciencia social socialista-, el Estado
socialista desempeña también por su fuerza de insistencia y su
aparato profesional y orgánico, un cometido histórico, específico
y muy importante."

(E. Kardelj. — Informe sobre el anteproyecto


de la nueva Constitución. — Editorial ,,Ju-
goslavija", Belgrado, Knez Mihailova 6).
46
ORGANIZACIONES SOCIALES Y POLÍTICAS

La Alianza socialista del pueblo trabajador

La Alianza socialista del pueblo trabajador es la más am-


plia organización política, y la forma de autogestión de los tra-
bajadores en la que los ciudadanos: presentan y discuten cues-
tiones económicas, social-políticas, de política exterior y otras
cuestiones generales; practican su derecho de expresar libre-
mente sus opiniones, sus posiciones, y el derecho a criticar el
trabajo de los órganos electivos y de los órganos de administra-
ción; practican el control social sobre el trabajo de las organi-
zaciones y de los órganos sociales; toman la iniciativa política
en todos los aspectos de la vida social; garantizan la más com-
pleta realización de sus derechos electorales, de otros derechos,
y de sus actividades electorales, etc. Por mediación de la Alianza
socialista, todos los elementos que toman el socialismo como im-
prescriptible punto de partida del desarrollo social, adquieren
vastas posibilidades para ejercer una influencia política directa
en la actividad de todos los órganos sociales y de los factores
políticos dirigentes.
" L a Alianza socialista del pueblo trabajador de Yugoslavia
se desarrolla -en las condiciones de edificación socialista-
en un parlamento socialista a escala de toda la nación, represen-
tando la forma más adecuada de enlace político de los mantene-
dores reales de la democracia socialista en Yugoslavia. La base
ideal y política de la Alianza socialista del pueblo trabajador de
Yugoslavia, se expresa por la concepción sobre el carácter indis-
pensable de la edificación socialista; por la defensa de las con-
quistas de la Revolución y de la propiedad social de los medios
de producción, garantizando, en estos límites, el intercambio
libre y la lucha más vasta de opiniones en todos los sectores de
la vida social y política del país. Como tal, la Alianza socialista
del pueblo trabajador de Yugoslavia, al garantizar la unidad de
principio de las fuerzas socialistas, permite la actividad política
y social de todo ciudadano de tendencia socialista y la más am-
plia controversia de opiniones. En realidad, tal tipo de organi-
zación de la vida política de las masas, corresponde perfectamente
a las condiciones actuales del sistema político que se distingue por

47
la aplicación, cada vez más intensa, de los métodos y formas de
democracia directa, es decir, por la participación cada vez más
directa de los ciudadanos en la administración de la sociedad.
Y es precisamente por esta razón que la Alianza socialista del
pueblo trabajador representa la base política del sistema de de-
mocracia socialista en Yugoslavia."
(Programa de la Liga de los comunistas de
Yugoslavia).

"Todo nuestro sistema está basado en tales fundamentos,


en tales principios y, a tal punto, que no puede concebirse el
sistema unipartidista. He aquí el porqué: somos un país socia-
lista, no centralista sino, todo lo contrario, un país socialista a
organización descentralizada, tanto desde el punto de vista
económico como político. Por lo tanto, nuestra política no está
orientada por partidos -los que están en el poder y los que
están en la oposición- cuya confrontación de opiniones puede
determinar el sentido de algunas leyes, etc. Nosotros contamos
con nuestra Alianza socialista del pueblo trabajador, a la que
pertenecemos todos: todos los ciudadanos mayores de edad y
que trabajan, y que no viven como parásitos. Esta Alianza agrupa
individuos y organizaciones sociales completas: los sindicatos,
la Liga de los comunistas, las organizaciones juveniles y de mu-
jeres, y otras organizaciones sociales, a cuya disposición pone la
Alianza un determinado y amplio programa. Inútil decir que, de
esta manera, la existencia de un partido aislado sería algo absurdo,
puesto que es en el seno de la Alianza en donde, precisamente,
se confrontan las opiniones más diversas. Y puesto que es un
hecho indiscutible la confrontación de opiniones, no puede ha-
blarse en ningún caso -en nuestro país- del sistema unipartidista.
La Liga de los comunistas no orienta -en Yugoslavia-
toda la vida estatal: esto corre a cargo del pueblo, que la orienta
por mediación de sus representantes en la Asamblea. Ningún
comunista, en Yugoslavia, puede hacer gala de mayores derechos
que los otros ciudadanos, puesto que nuestras leyes han sido
creadas en la Asamblea nacional y son válidas para todos; y
todos, ante ellas, son igualmente responsables."
(J. Broz Tito. Obras, libro IX, página 194.
— Editorial "Naprijed").
48
" L a democracia socialista, tal como nosotros la entendemos,
no significa en caso alguno abandono del desarrollo social al
elemento espontáneo de las fuerzas sociales. El elemento con-
sciente y el elemento espontáneo son, en la vida social, los dos
lados inseparables del mismo proceso. Si la conciencia socia-
lista progresista no consigue predominar, ello significaría -en
las condiciones actuales- una victoria de las tendencias con-
servadoras y reaccionarias. Los trabajadores deben tener ob-
jetivos concretos y luchar por alcanzarlos. En sus esfuerzos ob-
tendrán tantos más éxitos cuanto, esos esfuerzos, sean más con-
scientes y estén en más armonía con las leyes objetivas del de-
sarrollo social.
Organizaciones tales como la Liga de los comunistas o la
Alianza socialista del pueblo trabajador, constituyen hoy, por
las razones expuestas, un factor indispensable de la lucha por
el socialismo: representan la conciencia organizada socialista,
sin la cual, es imposible imaginar la realización del proceso tran-
sitorio del capitalismo al socialismo. En el sistema establizado de
democracia burguesa, este cometido corre a cargo de la lucha de
los partidos obreros y de los movimientos socialistas en general,
para influir en la política del Estado. En un país que ha atra-
vesado por la Revolución -como en nuestro caso-, los mo-
vimientos socialistas organizados que han sido los mantenedores
de la Revolución, pueden garantizar, desde el punto de vista
político, este desarrollo transitorio, por medio sólo de la defensa
de las conquistas de la Revolución y por el afianzamiento eco-
nomico y político continuo de las fuerzas del socialismo; de lo
contrario capitularán ante la presión de la reacción interior y
exterior y ante el burocratismo, lo que implicaría un enorme paso
atrás de la sociedad. Por todo esto, cualquier tentativa para de-
bilitar la fuerza y el cometido de tales movimientos -sobre todo
en los países a estructura social y económica retardataria- antes
de haber cumplido con su función histórica, daría como resultado
una mayor crudeza de los contrastes internos y, de no poner
coto a esas tentativas, podría producirse sino la liquidación, sí,
por lo menos, una merma considerable de la democracia socialista.
La Liga de los comunistas no es un partido político; es, en
realidad, el instrumento político del movimiento obrero: un
partido que nada tiene que ver con la acepción clásica del tér-

49
mino. Se trata, en realidad, de una asociación de hombres uni-
taria desde el punto de vista ideológico, que basan su acción
social, política y social-económica en los principios de los des-
cubrimientos científicos de Marx y del desarrollo ulterior del
socialismo científico en general, sin exigir para ellos el mono-
polio del aparato de Estado, sino luchando por la realización de
los principios socialistas en la práctica de las masas laboriosas y
de sus órganos autónomos.
La Alianza socialista del pueblo trabajador no es, tampoco,
una organización de partido que transmitiría el privilegio de la
administración estatal y social de las masas populares, a las
cumbres políticas. Todo lo contrario: ha sido creada, justa-
mente, para que tal privilegio sea inútil y para que las funciones
de la administración social estén, lo más directamente posible, en
manos de las masas. La Alianza socialista del pueblo trabajador
no es un partido político centralizado de viejo tipo, sino un am-
plio parlamento a escala de toda la nación, en el que pueden
manifestarse todas las tendencias sobre la trayectoria del socia-
lismo, donde se produce una confrontación activa de opiniones
en cuanto a los problemas candentes del desarrollo social y de
la posición de los trabajdores: posición que influye sustancial-
mente en las decisiones de los órganos autónomos de las empresas,
de las comunas, y en los órganos sociales y estatales centrales.
Además, la Alianza socialista del pueblo trabajador ejerce una
influencia activa -precisamente por su cometido- en el desa-
rrollo de la conciencia socialista de las masas, en la preparación y
educación políticas, ideales y profesionales de los hombres para
la administración social socialista, lo que afianza continuamente
la influencia socialista consciente en toda la vida social. Por sí
mismas, estas organizaciones no representan peligro alguno para
los intentos del burocratismo, puesto que el origen de los fenó-
menos burocráticos no radica en la existencia propiamente dicha
de tales organizaciones, sino en su posición social determinada,
es decir, en el caso que se unieran al sistema omnipotente del
aparato de Estado centralizado. Empero, si están unidas al me-
canismo de democracia directa y de autogestión o sea, si actúan
en primer lugar a través de las masas y no del aparato adminis-
trativo, constituyen indudablemente un elemento activo en la

50
lucha contra el burocratismo y son, a la vez, mantenedoras de
una acción consciente en pro del desarrollo de la democracia
socialista."
(E. Kardelj. — Obras, tomo I V , Editorial
"Kultura", Belgrado, 1960, páginas 231—233).

La Liga de los comunistas


La Liga de los comunistas de Yugoslavia ha llegado a ser
la fuerza dirigente organizada de la clase obrera y del pueblo
trabajador en la edificación del socialismo. En las condiciones
de democracia socialista y de autogestión social, la Liga de los
comunistas de Yugoslavia, por su trabajo de orientación ideal y
político, es el promotor principal de la actividad política en
favor de la protección y del desarrollo ulterior de las relaciones
sociales socialistas, y del reforzamiento de la conciencia socia-
lista y democrática de, especialmente, los hombres. Consecuen-
temente, en su actividad -orientada hacia la movilización
política e ideal general de los trabajadores para la edifica-
ción del socialismo- la Liga de los comunistas se apoya, en
primer lugar, en la fuerza de su influencia ideal y de la persua-
sión de las masas y a base de su propia experiencia. En este sen-
tido, el cometido dirigente de la Liga de los comunistas de Yugo-
slavia no es, por su esencia, un elemento del poder de Estado,
sino un factor de la formación de la conciencia socialista y de-
mocrática de los trabajadores.
" E n esta perspectiva, el cometido político dirigente de la
Liga de los comunistas de Yugoslavia desaparecerá progresiva-
mente a medida que se desarrollen y se fortalezcan las formas
cada vez más amplias de la democracia socialista directa. Esta
desaparición correrá parejas con el proceso objetivo de caduci-
dad de los antagonismos sociales y de todas las formas de impo-
sición que han sido engendradas históricamente por dichos anta-
gonismos.
Para alcanzar estas metas, es necesario que los comunistas
desplieguen una acción consciente, y permanente, a través de
todas las formas de la democracia socialista y de todas las orga-
nizaciones del pueblo laborioso. Las fuerzas antagónicas no están
debilitadas hasta el punto de no implicar peligro para la exis-
tencia socialista. Y es por ello que la clase obrera no puede re-

4* 51
nunciar al arma de su lucha de clase, a la dictadura del proleta-
riado y al cometido dirigente de la Liga de los comunistas de
Yugoslavia en su combate por vencer los factores sociales y
materiales que, bajo diversas formas, continúan ejerciendo
presión en las relaciones sociales, con intención de restaurar el
capitalismo o, por lo menos, hacer prevalecer las tendencias
burocráticas y capitalistas de Estado.

El cometido de los comunistns en el desarrollo de las rela-


ciones socialistas, exigía que su actividad no estuviera centrada en
la administración de Estado, en el sentido limitado del término,
sino que aportara su concurso en pro del afianzamiento de los
órganos representativos y uatónomos d^l poder. La actividad
de los comunistas en el plano de la organización y del funcio-
namiento de los órganos de Estado ha sido indispensable en una
determinada etapa histórica; pero debido al fortalecimiento v al
desarrollo de las relaciones socialistas, el mantenimiento de las
viejas formas de trabajo hubiera conducido a la fusión de las
organizaciones de los comunistas y del aparato de Estado y, por
ende, a su burocratización.
La fé en la omnipotencia de los decretos deforma a los
comunistas, debilita en ellos el sentido de su responsabilidad
ante las masas, les conduce al estancamiento y a la regresión
ideológicos y morales, puesto que, en esas condiciones, los co-
munistas pierden la costumbre de luchar por sus convicciones y
de verificar, cotidianamente, el acierto de tales convicciones a
través de la práctica y de la lucha de ideas, La administración
de Estado debe transformarse en un aparato técnico, subordi-
nado a los órganos sociales electivos y autónomos; y los comu-
nistas deben luchar para que el trabajo y las decisiones de esos
órganos democráticos rimen con los imperativos del desarrollo
del socialismo, y de su defensa contra las tendencias antisocia-
listas."
(Programa de la Liga de los comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones, París, 1958, páginas 253—
256).
" . . . La Liga de los comunistas, en la realización de su
cometido social específico, no recurre al método de la dirección
52
administrativa directa, es decir, a la "jefatura" en el trabajo y
en los asuntos de los trabajadores y de las organizaciones de tra-
bajo. Todo lo contario: la actividad de la Liga de los comunistas
se orienta hacia la movilización ideal general y política de los
trabajdores para la edificación de las relaciones social-econó-
micas socialistas y de un sistema político y económico que garan-
tice el desarrollo de tales relaciones; y se orienta, también, hacia
el ofrecimiento de una ayuda universal a los trabajadores que,
con toda independencia, cumplen con sus cometidos en las or-
ganizaciones autónomas y en sus puestos de trabajo; es decir,
se orienta hacia la función educativa socialista. Por lo tanto, la
Liga de los comunistas tiene como soporte, en primer lugar,
la fuerza de su influencia ideal, la fuerza de persuasión de las
masas a base de su propia experiencia. Y es precisamente este
método el que enlaza fuertemente la Liga de los comunistas a
las masas. En este sentido, el cometido dirigente de la Liga de
los comunistas de Yugoslavia, por su esencia y por la tendencia
de su desarrollo, no es un elemento del poder de Estado sino,
ante todo, un factor de la formación de la conciencia social, es
decir, de la conciencia del hombre que se dirige y se gobierna
a sí mismo. Mientras las condiciones históricas lo exijan
-naturalmente-, en este cometido de la Liga de los comunis-
tas están contenidos y determinados los elementos de la dicta-
dura revolucionaria del proletariado, pero estos elementos no
son la característica esencial, ni el cometido actual ni, con tanta
más razón, el cometido social futuro de una tal organización."

(E. Kardelj. — "Principios del anteproyecto


de la nueva Constitución de la República Socia-
lista Federativa de Yugoslavia. — Editorial
"Jugoslavija", Belgrado, Knez Mihailova 6).

" L a Liga de los comunistas y la Alianza socialista del


pueblo trabajador deben ejercer la importante función social de
la organización de los hombres, con miras a una acción socialista
consciente de la educación de los hombres para nuevos cometi-
dos y nuevas relaciones socialistas, de ayuda a los trabajadores,
a fin que puedan cumplir con sus tareas cotidianas en los órganos
autónomos y en la preparación, a largo plazo, de las perspectivas
de desarrollo socialista. Es de la actividad y de la capacidad de

53
estas organizaciones, de las que depende también, en gran me-
dida, la capacidad de la sociedad para oponerse, tanto a los fac-
tores de la vieja sociedad que intenta siempre manifestarse de
una u otra manera, como a los intentos burocráticos y technocrá-
ticos que se desarrollan en las propias bases de la sociedad socia-
lista durante el período transitorio...
... Este importante cometido en la formación de la con-
ciencia social, corre a cargo de todas las organizaciones sociales
y de la actividad científica, cultural, instructiva y educativa de
todos los hombres en la sociedad. Pero es de lógica que es, pre-
cisamente, a la Liga de los comunistas -como mantenedor
ideal y político de la revolución socialista- a la que corresponde
el cometido social-político dirigente en la defensa de las con-
quistas de la Revolución y en la lucha por la edificación y la esta-
bilización de las relaciones sociales socialistas, mientras que esta
lucha sea necesaria.
Algunos nos reprochan el querer instaurar, por no se qué
derrotero, el monopolio político de un partido en el sistema de
poder. Pero una sociedad cimentada en la autogestión, y que se
organiza cada vez más en comunidad de intereses de los traba-
jadores, en libre comunidad de productores, excluye por razón de
su esencia semejante monopolio. En tal sistema, el hombre tra-
bajador es el único titular del poder, sea directamente sea por
mediación de los órganos de autogestión. El cometido dirigente
específico de la Liga de los comunistas de Yugoslavia es, en rea-
lidad, la manifestación históricamente determinada del interés
del trabajador por sentir salvoguardado, consolidado y desarro-
llado un tal sistema social conquistado en la Revolución.

Dicho en otros términos, en nuestro sistema político, la


Liga de los comunistas no gobierna en lugar del hombre traba-
jador. Pero no es menos evidente que, en las condiciones actua-
les, el trabajador no podría afirmarse como titular de la trans-
formación socialista de la sociedad en ausencia del factor ideal-
político que es la Liga de los comunistas, en ausencia del come-
tido social que corresponde a la misma según la Constitución.
En este aspecto, pues, tampoco existe en nuestro sistema cons-
titucional ni relación jerárquica ni monopolio político, sino
independencia democrática, puesto que cada uno de los dos

54
íáctores sociales influye en el desarrollo del otro. El sistema de
autogestión social por sí mismo, así como el estatuto social-eco-
nómico elemental del hombre en la sociedad, ejercen, en este
aspecto, una influencia continua en las formas y métodos de
realización de las funciones sociales de la Liga de los comuni-
stas y de la Alianza socialista, como también en el desarrollo
ideológico. Y es, además, la trayectoria de la evolución progre-
siva y democrática de la sociedad socialista."
(E. Kardelj. — Extractos del informe a la
Asamblea nacional federal, sobre la nueva Cons-
titución de la República Socialista Federativa
de Yugoslavia. — Abril, 1963).

La Confederación de sindicatos
En las condiciones de autogestión obrera, los sindicatos
pierden su cometido de protectores de los intereses económicos
e inmediatos de la clase obrera y el carácter de una fuerza polí-
tica especial al margen del sistema de autogestión obrera, pero
se transforman en una de las organizaciones que, por sus funcio-
nes específicas, completa el sistema general de autogestión.
En las relaciones de autogestión, el cometido de los sindicatos
no es, pues, el de la protección de los intereses obreros frente
a los intereses de ciertas fuerzas o tendencias opuestas, sino el
del control obrero colectivo para la eliminación de los defectos
y errores en los órganos de autogestión, para la realización y
desarrollo más completos del sistema de autogestión, y para la
más eficaz realización del principio del reparto según el trabajo.
Además, los sindicatos tienen siempre un gran número de fun-
ciones qué cumplir en cuanto a la protección económica y social
de los obreros, en cuanto a la mejora de sus condiciones de vida
y de trabajo, en la solución de los problemas de las relaciones
mutuas de los obreros, y en otras cuestiones de interés material,
cultural y moral, comunes a los trabajadores. L o especialmente
importante, es el cometido educativo de los sindicatos, es decir,
la formación de los obreros para la solución independiente de los
problemas de interés común y general, al igual que para el de-
sarrollo de sus capacidades de trabajo. Por medio de la organi-
zación de diversas formas de educación económica, profesional,

55
cultural, etc., los sindicatos forman a los obreros, tanto para el
trabajo profesional como para su participación activa en los ór-
ganos de autogestión obrera, en la comuna y en la gestión social.
Los sindicatos trabajan, asimismo, para armonizar los intereses
individuales y comunes con los intereses generales, y para la
protección de los derechos autónomos y otros derechos relacio-
nados con los intereses de los trabajadores.
" . . . Se cree todavía que los sindicatos implican un movi-
miento, pero no es así. En una comunidad social socialista en
donde se crean las comunas, en donde la clase obrera regenta
por sí misma sus empresas, los sindicatos no pueden ser consi-
derados como un movimiento. Cuando hablamos de movimiento
sindical, se sobreentiende también que se trata de movimiento
político, y esto sólo puede darse en un sistema como lo era el
antiguo. Los sindicatos han cambiado y deben cambiar su come-
tido; han cambiado de carácter y, pese a ciertos elementos, sería
absurdo que en este nuestro nuevo sistema siguieran siendo,
por su organización y estructura, lo que fueron antes. La misma
estructura orgánica de los sindicatos debe cambiar, al igual qu
nuestra estructura de Estado ha tenido que adaptarse a nuestras
nuevas formas de administración de la economía.
Los sindicatos han dejado de ser en nuestro país, una orga-
nización a política independiente, puesto que realizan su polí-
tica en el seno de la Alianza socialista, o sea que participan en
la actividad de la Alianza y junto a los otros representantes de los
trabajadores de nuestro país. Los sindicatos debieran acusar una
variante, puesto que su lugar corresponde, principalmente, en
el marco de las comunas, de las empresas, etc. En realidad, asta
coordinación y control allanan diversas malas interpretaciones
y constituyen un vardadero trabajo educativo. No me refiero
a un trabajo educativo que consista únicamente en enseñar a las
gentes los rudimentos del marxismo-leninismo, puesto que no
se trata de esto; pero, sí, enseñarles a administrar, a velar para
que las tendencias locaüstas en nuestra economía y en nuestras
colectividades de trabajo no tomen cuerpo sino que sean recha-
zadas en tedo momento. Y esta es, hoy, la actividad fundamental
de los sindicatos. Nuestros sindicatos deben preocuparse de los
intereses del individuo pero, también, de los intereses de las
colectividades de trabajo y de toda nuestra comunidad social.
Por lo tanto, el sindicato no figura al margen del mecanismo

56
social, en lucha contra algo. ¿ Contra quién podría luchar en un
país en el que la gestión de las empresas está en mano de los
mismos trabajadores? Las organizaciones sindicales deben lu-
char contre las incorrecciones que puedan existir en la misma
producción, y deben instruir y educar a las gentes. Los sindicatos
forman parte integrante de nuestra comunidad social, pero no
como una organización política que actúa de forma especial:
son un factor que forma parte integrante de la Alianza socialista;
un factor que, por razón de los cometidos orgánicos que debe
desempeñar, y por razón de su misma estructura orgánica,
facilita la edificación de nuestra comunidad socialista. Y esta
es su función esencial."

(J. Broz Tito. — Obras, tomo IX. — Edi-


torial "Naprijed". — Zagreb, 1959, páginas
188—189).

"Es de lógica que en estas nuevas condiciones, el cometido


de los sindicatos debía cambiar también. Desde que han empe-
zado a funcionar los Consejos obreros en las empresas, y los
Consejos de productores en las comunas, los sindicatos empe-
zaron a perder su cometido anterior de protector de los intereses
económicos inmediatos de la clase obrera en su conjunto, para
transformarse en un factor de control obrero en la producción,
y en titular de la iniciativa obrera en la producción social. Por
la misma naturaleza de las cosas, los obreros se han dirigido, en
materia de problemas, a los Consejos obreros y a los Consejos
de Productores, en calidad de sue órganos encargados de los
intereses individuales y colectivos, encargados de estatuir en
esta materia. Los obreros en conjunto no se consideran frente a
un patrono, ni frente a la persona de un capitalista, ni bajo forma
de un aparato centralizado de Estado, contra cuyas exigencias
debieran defender sus intereses económicos fundamentales. Los
obreros deciden por sí mismos de la producción, del reparto,
dentro del marco, naturalmente, de las proporciones del Plan
ecoómico, de los reglamentos sociales generales que garantizan
la unidad del sistema, que orientan su desarrollo económico y
que se preocupan de todos los intereses sociales generales; y
que, consecuentemente, estatuyen en la Asamblea Nacional y en
las Asambleas Populares de las repúblicas federadas. Y en estas

57
asambleas se hallan, asimismo, los Consejos de Productores
como cámara igual en derechos a la otra cámara (política), en
materia de todos los problemas económicos y sociales. Los
Consejos de Productores son elegidos y constituidos exclusiva-
mente por los productores directos en las empresas, en los tal-
lleres y en el campo. Es fácil, pues, comprender que en un tal
sistema, los sindicatos, como instrumento de lucha económica de
la clase obrera, sean inútiles para los mismos obreros.
Empero, desempeñan funciones sociales más importantes
aún. La práctica de su desarrollo en nuestras condiciones, mues-
tra que tales funciones tienen su expresión en múltiples come-
tidos. Ante todo, la función protectora de los sindicatos persiste:
luchan por un mejor protección del trabajo, en favor de medidas
sanitarias y otras medidas de protección para los obreros, etc.
Además, los sindicatos contribuyen al mismo tiempo a armo-
nizar los intereses económicos inmediatos de todos los obreros,
con los intereses de ciertas colectividades de trabajo, luchando
para que los derechos materiales y otros derechos de los obreros
sean respetados en todo momento, y luchando incluso contra
las tendencias posiblemente egoístas de ciertas colectividades de
trabajo y que pueden ser perjudiciales a otras colectividades.
Ademas, los sindicatos deben ayudar a los obreros a formarse
lo mejor posible para el cumplimiento de sus cometidos en los
órganos de autogestión, en la producción y en las comunas, a
fin de que interpreten con acierto sus derechos y su cometido
y, consecuentemente que puedan desplagar la mayor actividad
e iniciativa en la producción. Por ello, los sindicatos se preocu-
pan sobre todo de la formación aconómica profesional de los
obreros y de su nivel cultural. Y , en fin, los sindicatos deben
preocuparse de las necesidades de la vida cotidiana, de los
obreros y de los empleados, así como de su reposo y recreo:
organizan, o toman la inciativa, para la creación de cantinas, de
instituciones sociales, de casas de reposo, de sanatorios, de cen-
tros de vacaciones, de establecimientos de cultura física, etc.

Todo esto demuestra que las funciones de los sindicatos


siguen siendo muy importantes, lo que no impide que, en su
esencia, se transformen gradualmente, de organización com-
bativa de la clase obrera y de lucha económica en una asociación
de obreros y empleados para, solamente, preocuparse de algunas
58
de sus necesidades sociales. En este sentido, desarrollan real-
mente un servicio específico en el mecanismo de autogestión de
los productores directos."
(Edvard Kardelj. — Obras, tomo I V , Editorial
" K u l t u r a " , 1960, páginas 216—218).

R E L A C I O N E S INTERNACIONALES

Tomando como punto de partida el concepto de coexisten-


cia pacífica y la colaboración activa de los países independientes,
sin distingos en cuanto a las diferencias de organización social
-condición sine qua non para la paz y el crien social en el mun-
do-, Yugoslavia cimienta sus relaciones internacionales en los
principios siguientes: respeto de la soberanía nacional y de la
igualdad en derechos, no ingerencia en los asuntos ajenos, e in-
ternacionalismo socialista. En estas relaciones internacionales,
Yugoslavia se ciñe a la Carta de Naciones Unidas.
A este fin, Yugoslavia pone a contribución sus esfuerzos
en pro del establecimiento y desarrollo de todas las formas de
colaboración internacional que sirvan para consolidar la paz
y afianzar el respeto mutuo y la amistad de los pueblos y de los
Estados, contribuyendo a su mejor inteligencia y a la realización
de sus intereses comunes económicos, culturales, etc, y, sobre
todo, al desarrollo de las relaciones socialistas, entre pueblos,
Estados y hombres, así come al progreso social en general; Y u -
goslavia se declara en favor de la solución de los litigios interna-
cionales por vía pacífica; en favor del desarme total, rechazando
la guerra como un medio en las relaciones internacionales, salvo
en el caso de la lucha por la conquista de la independencia nacio-
nal y de la defensa de la integridad del país. Yugoslavia sostiene
el derecho de cada pueblo a edificar libremente su organización
social y política, por las trayectorias y medios que cada pueblo
eliia y cambie según su voluntad, así como el derecho de los
pueblos oprimidos a la autodeterminación y a la independencia
nacional, así como el derecho a luchar por todos los medios para
la realización de todos sus objetivos y por la defensa de su inde-
pendencia; Yugoslavia pone a contribución sus esfuerzos para
garantizar la ayuda y el apoyo internacional a los países en curso

59
de desarrollo, y en pro de la inteligencia mutua entre pueblos,
y para el más amplio intercambio posible de bienes materiales
y espirituales, en condiciones de iguldad y de respeto a las ca-
racterísticas de cada pueblo.
" L a situación actual pone de manifiesto que puede evi-
tarse la catástrofe de una nueva guerra. Esta posibilidad se funda
en la modificación de la relación de fuerzas sociales y políticas
mundiales, así como en el despertar y en la movilización política
de centenares de millones de trabajadores del mundo entero,
que se elevan conscientemente contra la catástrofe que impli-
caría una nueva conflagración mundial. Las formas del socialis-
mo, que constituyen un factor de paz y que pueden ejercer una
influencia decisiva en los derroteros y formas del desarrollo
social se han consolidado considerablemente. Numerosos pueblos
se han liberado, y asistimos a la creación de toda una serie de
nuevos Estados que aspiran a la paz y que representan fuerzas
positivas en las actuales relaciones internacionales. Cada vez se
concibe más conscientemente el imperativo de la coexistencia
pacífica entre Estados a sistemas diferentes. Existen posibilida-
des efectivas para intensificar el cometido y multiplicar la auto-
ridad de la organización de Naciones Unidas, en cuanto a la
solución de litigios internacionales y en cuanto a la salvaguardia
de la paz. A despecho de todas las insuficiencias actuales
-resultantes de las contradicciones internacionales-, esta Orga-
nización podría llegar a ser el factor activo de un sistema demo-
crático que sirviera, no solamente a luchar contra la guerra
sino, también, a estimular y a promover la colaboración y el
acercamiento entre pueblos, es decir, la integración cada vez
más íntima de la comunidad humana.
Todos estos elementos han reforzado, en estos últimos
años, el sentido de conciencia de que ha dejado de ser inevitable
una nueva guerra mundial.

La Liga de los comunistas de Yugoslavia considera que,


hoy, es más necesario que jamás luchar tercamente por la sal-
vaguardia de la paz y por el desarme general. En este aspecto,
todos los partidos y organizaciones del movimiento obrero,
todos los progresistas, las más extensas capas populares, los
hombres pertenecientes a clases y religiones distintas, todos

60
absolutamente pueden colaborar. Ahora bien: en las actuales
circunstancias, la paz debe traducirse ante todo en coexistencia
pacífica de los pueblos y Estados a diferentes sistemas sociales.
Esta coexistencia no debe ser pasiva; no debe practicarse en
posiciones encastilladas de los bloques; debe ser activa y tender
a una mayor colaboración entre pueblos; debe conducir, sobre
todo, a la creación de condiciones necesarias a la solución gradual
de los problemas internacionales, al desarme, a la liberación de
los inmensos recursos destinados a armamentos, para destinarlos
a la elevación del nivel económico y cultural del mundo, por
medio de una amplia ayuda a los países insuficientemente desa-
rrollados, por la competencia pacífica constructiva en los sectores
económico, cultural, científico, etc., entre Estados a sistemas
sociales diferentes, y para multiplicación de las fuerzas produc-
tivas de la sociedad hasta alcanzar un nivel superior, utilizando
para ello todos los nuevos descubrimientos de la ciencia y de la
técnica."
(Programa déla Liga de los Comunistas de
Yugoslavia, editado por la Agencia Yugoslava
de Informaciones, París, 1958, páginas 122—
123).

"¿ Por qué nos pronunciamos por la igualdad en derechos


en las relaciones entre Estados y entre pueblos, y contra la inge-
rencia, venga de quien venga, en los asuntos internos de los otros
pueblos? Ante todo, porque una tal ingerencia aminora y ame-
naza la independcia de los países en sus problemas internos, y
en los que los otros se inmiscuyen. Después, porque ello refleja
la división del mundo en esferas de interés y que son foco de
conflictos y de guerras. De otra parte, porque ello impide toda
integración de pueblos: lógica imposibilidad entre Estados y
entre pueblos sojuzgados y reinantes. De todo ello emana nuestra
actitud: actitud consecuente y basada en los principios contra
el colonialismo, en el que se hallan todos los elementos negativos
precitados. Por lo tanto, considero que existen hoy cuatro
elementos negativos esenciales, y que pueden ser consi-
derados como autores de todos los males a causa de los cuales,
la humanidad teme y se preocupa no obstante ser, ante los ojos
de los hombres progresistas, tan inútiles como absurdos. Estos

61
elementos negativos son: primero, la desigualdad entre los
Estados y entre los pueblos; segundo, la ingerencia en la vida
interna de los demás -generalmente son los grandes Estados
desarrollados los que pecan de ingerencia-; tercero, la división
del mundo en esferas de interés y en bloques; y cuarto, el colo-
nialismo. Mientras que estos cuatro elementos no hayan sido
eliminados de la práctica en las relaciones internacionales, la
humanidad no podrá liberarse del temor por su destino.
Nosotros consideramos que la formación de bloques con
carácter militar e ideológico, es peligrosísima para la paz del
mundo, puesto que aspira a la consecución de una supremacía
en fuerza y potencial militar, con miras a la solución de los pro-
blemas internacionales en litigio por medio de la fuerza y no por
vía diplomática pacífica, o lo que sería de toda lógica, por media-
ción de Naciones Unidas puesto que para ello ha sido creada esta
organización internacional.
En oposición a los bloques y a la división ideológica del
mundo y para que la humanidad sea salvada de la más terrible
catástrofe de su historia, nosotros vemos una posibilidad rea
en la coexistencia entre los pueblos y entre los Estados a sistemas
diferentes. Y o no me refiero a una coexistencia pasiva sino a una
colaboración activa y a la entente pacífica en la solución de di-
versos problemas y en la eliminación de todos los elementos
que pueden entorpecer la colaboración universal entre los peque-
ños y los grandes Estados. Además, una tal coexistencia es, no
solamente posible sino también indispensable si queremos evi-
tar una nueva guerra mundial de terribles consecuencias, por
razón de los medios actuales de destrucción, como son la bomba
atómica y la bomba hidrogena, etc.
Contrariamente a la práctica en uso hasta ahora de que,
la miseria en los paises subdesarrollados sea utilizada a menudo
para ingerencia en los asuntos internos de estos países, no sólo
de parte de los países altamente desarrollados sino también de
los grandes Estados que no se hallan a un alto grado de desa-
rrollo, nuestra posición ha sido siempre, y sigúe siendo hoy, la
de ofrecer una ayuda material y técnica a los países subdesarro-
llados, puesto que, en último análisis, ello es útil no sólo a los
países que reciben la ayuda sino también a los que la ofrecen y
cuyas posibilidades en la producción han alcanzado un alto

62
grado, pero que podrían encontrase en el caso de un estanca-
miento e incluso declinar a causa de la imposibilidad de que
todos sus productos sean colocados."
(J. Broz Tito. — Obras, tomo X, páginas 28,
29, etc., Editorial "Naprijed", Zagreb, 1959).

" L a realidad internacional actual nos muestra, al mismo


tiempo, que existen grandes diferencias en la organización polí-
tica y social de ciertos Estados, en sus aspiraciones ideológicas.
En el grado actual de desarrollo, estas diferencias son inevita-
bles e, incluso, necesarias, pero en ningún caso debe permitirse
que, no pudiendo ser la causa, dejen de ser motivo de una hospi-
talidad recíproca, y no motivo de conflictos armados. En este
mundo en que vivimos -como ya lo dije- la única solución po-
sible es la aplicación del principio de coexistencia. A mi juicio,
la coexistencia no representa solamente el único medio posible
de garantizar, en las condiciones actuales, la paz en el mundo,
sino, por cima de todo, el camino que conduce hacia el enlace
y organización cada vez más íntima de la comunidad interna-
cional.
¿Qué significa para nosotros el principio de coexistencia?
Creo que no es necesario que, ante este foro, explique lo que
este principio significa para nosotros. Pero en ningún caso lo
consideramos como "neutralismo", puesto que tal significado
implica la huida del campo de batalla en defensa de la paz;
coexistencia significa -tal como nosotros la concebimos- la
más activa de las luchas en pro de la paz y de la colaboración
internacional.
La política de coexistencia significa una obligación activa
para que todos los problemas internacionales -incluso los más
complejos y los más arduos que motivan la tensión internacional-
sean resueltos por vía pacífica, por vía de negociaciones.
La coexistencia exige una activa colaboración internacional para
eliminar las causes de esta tensión, a pesar de las diferencias de
organización social y política, y a pesar de las distintas ideolo-
gías, sin admitir que tales diferencias puedan ser causa de graves
discordias internacionales. La coexistencia considera que la or-
ganización social y política de un Estado, es el resultado de su
desarrollo interno, y que, vistas las diferentes condiciones en las

63
que los Estados se desarrollan, no pueden dejar de haber dife-
rencias en la organización social y política que refiejan el desa-
rrollo en cuestión. El respeto al derecho de sada país de desa-
rrollarse libre e independientemente -contenido en la política
de coexistencia- no es otra cosa que la aceptación del hecho de
la existencia de tales diferencias, que son inevitables, que no
pueden suprimirse, pero que ello no debe ser un obstáculo a la
colaboración internacional. Consecuentemente, la coexistencia se
funda en el respeto a la soberanía y a la independencia, y pro-
hibe la ingerencia en los asuntos interiores de los otros Estados,
puesto que ello representaría violación a tal soberanía y nega-
ción del derecho al desarrollo interno independiente. La coexisten-
cia exige la igualdad en derechos en las relaciones internacio-
nales, puesto que solamente los miembros iguales en derecho
de una comunidad, pueden coexister pacífica y activamente
durante un largo período.
Los principios en los que se funda la política de coexisten-
cia son simples. Estos principios han guiado vuestra política y
la nuestra, mucho antes de que la política de coexistencia ad-
quiriese su valor actual. Estos principios están inscritos en la
Carta de Naciones-Unidas, a la que nuestro país está tan profun-
damente unido como el vuestro. Nuestro viaje, y nuestras posi-
ciones en cuanto a los problemas internacionales, están gudios
por el principio de coexistencia. Nuestras relaciones con las
potencias occidentales, la normalización de relaciones con los
Estados del Este de Europa, y nuestro rechazo de adhesión
a cualquiera de los bloques militares o ideológicos, así como
nuestros esfuerzos por contribuir a la consolidación de Naciones-
Unidas y a su influencia cada vez mayor y más positiva en los
acontecimientos internacionales; todo ello está inspirado en
nuestra profunda fe en la posibilidad y en el imperativo de la
coexistencia de los Estados a sistemas diferentes. No existe otra
alternativa, actualmente, que la coexistencia, puesto que la ex-
terminación recíproca no puede ser considerada come al-
ternativa."

(J. Broz Tito. — Obras, tomo X , páginas


65—67, Editorial "Naprijed", Zagreb, 1959).
64
" E l mundo de hoy no es el mundo de ayer. Todo un or-
den de factores antiimperialistas, que en la época de Lenin
estaban muy poco desarrollados, constituyen hoy una enorme
fuerza material y política.
En primer lugar, las fuerzas del socialismo se han multi-
plicado intensamente. Existe toda una serie de Estados socialis-
tas. Y no son, únicamente, importantes factores políticos, sino
que son, a la vez un hecho político de cada vez mayor influencia
en el mundo contemporáneo. Influyen, no solamente, en el
desarrollo de las relaciones políticas entre los pueblos, sino tam-
bién en el desarrollo de las relaciones económicas puesto que
introducen nuevos elementos y formas en tales relaciones, lo
que sólo puede considerarse hoy como un comienzo pero que
llegará a ser, con el tiempo, un factor de máxima importancia
en la colaboración económica internacional.
A l mismo tiempo se intensifica cada vez más el cometido
y la influencia de la clase obrera: enlaza todos los círculos más
extensos de hombres a orientación progresista y democrática;
en ningún caso puede tener interés de sostener una política de
guerra de agresión y se niega a sostenerla -por doloroso que
sea en el plano ideológico- salvo si, por sus errores, los mis-
mos países socialistas no ayudan a los medios reaccionarios y
agresivos a presentar la guerra como defensa inevitable de la
independencia mundial. Empero, declarar la guerra contra la vo-
luntad de la clase obrera se hace, en las condiciones modernas,
cada vez más difícil.
Además, presenciamos el desmoronamiento de los ves-
tigios de los imperios coloniales y del colonialismo clásico en
general. Las tendencias imperialistas intentan, ello es cierto,
abrirse camino de una o de otra manera, por la imposición de
diversas formas de "influencia" económica y política, pero un
hecho persiste: la base económica del imperialismo está limi-
tada hoy a tal extremo, que la lucha para el reparto político y
económico del mundo choca con fronteras cada vez más estre-
chas y resistentes. De un lado, estas fronteras están formadas
por las fuerzas del socialismo y, de otro lado, por los pueblos que
se han liberado o que se liberen de la dependencia imperialista
y que aspiran a su independencia económica. Este proceso no
solamente es un obstáculo a las fuerzas del imperialismo y de la

65
expansión exterior, sino que influye cada vez más fuertemente
en el desenvolvimiento social interno de los países capitalistas.
Además, el cometido de los antagonismos imperialistas
entre los grandes Estados capitalistas se ha modificado cuantita-
tivamente. Estos antagonismos, en tiempos de Lenin, predo-
minaban y hacían prácticamente secundarios los antagonismos
con el primer país del socialismo, lo que se ha demostrado en la
Segunda Guerra mundial. Actualmente la situación se ha modi-
ficado. Los antagonismos imperialistas entre los grandes países
capitalistas van careciendo de máxima importancia y desempeñan
un cometido secundario. Más claro: dependen del desarro-
llo y de la manera como se desligan las contradicciones fun-
damentales, es decir, las oposiciones entre el mundo del socialis-
mo y el mundo de capitalismo. Por lo tanto, esto significa que
la guerra no depende ya únicamente de las leyes internas del
desarrollo del capitalismo, sino que depende también de las
leyes internas del desarrollo del socialismo.
Simultáneamente a estas modificaciones que han esta-
blecido nuevas relaciones cuantitativas de las fuerzas sociales del
mundo, he hecho su aparición que actúa en el mismo sentido,
y que es el progresso revolucionario de la ciencia y de la técnica
que ha modificado hasta en sus mismos cimientos el conjunto
de la estrategia y de la táctica de una eventual guerra mundial.
La nueva táctica militar, terriblemente destructora, concentrada
y puesta en pie en los dos polos de los antagonismos mundiales
dominantes, ha establecido un equilibrio específico entre las
fuerzas materiales de esos dos polos. El equilibrio consiste en
que la potencia destructora de una eventual y futura guerra mun-
dial haría que la victoria y la derrota se acompañaran una y
otra de consecuencias materiales y social políticas aproximada-
mente iguales. Por razón de este hecho y en un cierto sentido,
la técnica de guerra se transforma en un obstáculo para la gue-
rra: implica, en efecto, un tal peligro de destrucción del mundo,
que nadie -incluso disponiendo de una gran fuerza- hallaría
fácilmente su ventaja en una nueva guerra mundial. Diríase que
la historia se ha esforzado en armonizar, en este dominio, las
tendencias subjectivas y las conciencias sociales con las condi-
ciones materiales, dejando cada vez menos un espacio a las deci-
siones subjetivas en este aspecto.

66
I, en fin, el sentimiento de que no puede continuarse a la
vieja manera ejerciendo igualmente una gran influencia en la
diferenciación política e interior de la sociedad burguesa. Si la
política de los países socialistas es orientada claramente hacia
la paz y la coexistencia, aumentarán infaliblemente no sólo las
fuerzas socialistas en esos países sino, también, las tendencias a la
conciliación y a la colaboración con los países del socialismo;
y esto, tanto en el seno de la clase obrera como en las más extensas
capas de los pueblos, incluyendo una gran parte de la bur-
guesía. Dicho en otros términos: es precisamente en tales con-
diciones, que los procesos internos, sociales y políticos, consti-
tuirán la más potente barrera frente al intento de victoria de las
tendencias agresivas."

(Edvard Kardelj. — "El socialismo y la gue-


rra", Editorial "Jugoslavija", Belgrado, 1960,
páginas 39—42).

" . . . para los comunistas yugoslavos, la justificación de la


política de coexistencia se basa en lo siguiente:
1. — sobre la convicción de que, en las circunstancias
actuales, será cada vez más difícil para las fuerzas del imperia-
lismo y de la guerra, atentar a la coexistencia. Por este hecho, las
contradicciones internas del mundo capitalista sufrirán una
nueva fase de desarrollo, lo que significa que el proceso de des-
composición del imperialismo y del capitalismo, en su fuerza de
sistema, se precipatará, mientras que el cometido de los factores
materiales y políticos socialistas se afianzarán cada vez más.
2. — sobre la convicción de que la imposición del socialis-
mo en los otros pueblos, desde el exterior, por la guerra, es un
concepto nefasto y profundamente antisocialista, tras el cual
pueden disimularse -y se disimularán inevitablemente- toda
clase de tendencias a la hegemonía y a lo reaccionario. Más aún:
asumiendo la responsabilidad de una nueva guerra mundial
terriblemente destructora, al objeto de imponer por la fuerza
la "felicidad" a los otros, sólo puede comprometerse profun-
damente la idea del socialismo y dar nuevos tónicos al imperia-
lismo y a todos los vestigios del pasado.
En otros términos: la política de coexistencia expresa nuestra
convición de que, en las circunstancias contemporáneas, los circuios

5* 67
belicosos del mundo capitalistas tendrán de menos en menos la posi-
bilidad de imponer una guerra mundial; y que el mundo socialista
rechaza en principio y en la práctica -y debe rechazarla- la
idea de una guerra de conquista como instrumento para imponer el
socialismo. Y puesto que nosostros comprendemos así la política
de coexistencia, ella debe ser, naturalmente, el principio impres-
cindible y duradero de la política internacional socialista. De lo
contrario, no tiene porque existir.
Esto no significa, claro está, que nosotros consideremos la
política de coexistencia como un dogma inerte. Nadie puede
prever exactamente qué constelaciones concretas de fuerzas
sociales mundiales aparecerán en el transcurso del futuro desa-
rrollo ; y nadie puede prever los numerosos medio y las formas
múltiples por las cuales, y a través de ellas, se desenvolverá el
combate futuro para afirmación definitiva de las relaciones
socialistas, ni tampoco las formas futuras de entreayuda de las
fuerzas socialistas. Pero hay algo que se mantiene como prin-
cipio intangible: la imposición del socialismo, en tales o cuales
de sus formas, por vía de la agresión exterior, será siempre cosa
ignorada para el socialismo, un instrumento inaceptable, inadmi-
sible y reaccionario. El alto sentido de la política de coexistencia
elimina también este instrumento."

(Edvard Kardelj. — "El socialismo y la guerra",


Editorial „Jugoslavija", Belgrado, 1960, pági-
nas 62—64).

"Nuestras concepciones de la política de coexistencia


-y, como consecuencia, de la política de no obligación a bloque
alguno- no son únicamente la más adecuada expresión de los
conceptos democráticos en cuanto a las relaciones internacio-
nales, sino que son al propio tiempo parte de nuestras concep-
ciones socialistas en cuanto a las rutas que conducen al socialis-
mo. Ahora bien, esta política no significa en modo alguno que
intentemos evitar las responsabilidades en la gran batalla de la
humanidad contemporánea para hallar una solución progresista
a los contrastes sociales que, actualmente, dividen el mundo.
Y sobre todo no significa que seamos "neutros", es decir, pasi-
vos en cuanto a las cuestiones del socialismo y de la paz, en
cuanto a la lucha de los pueblos por su independencia, o contra

68
la presión del imperialismo y de la hegemonía. Todo lo contra-
rio: esta política adopta una actitud activa frente a estos pro-
blemas. En sustancia, esta política es, en realidad, una concep-
ción integral en cuanto a los métodos, la manera y los medios
de solución de los grandes contrastes del mundo actual, para
bien del progreso general de la humanidad, es decir, de la demo-
cracia, de la independencia, de la igualdad en derecho de los
pueblos, y del socialismo."

(Edvard Kardelj. — "Borba", 6 de diciembre


de 1962).
EDITADO POR "REVISTA M E N S U A L YUGOSLAVA" — BEOGRAD

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I N S T I T U T O YUGOSLAVO POR LA PRODUCTIVIDAD D E L TRABAJO
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