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Roger Hambleton

HIPNOSIS
SEGURA
Una guía para el control de riesgos

biblioteca de psicología

Desclée De Brouwer
HIPNOSIS SEGURA
GUÍA PARA EL CONTROL DE RIESGOS
ROGER HAMBLETON

HIPNOSIS SEGURA
GUÍA PARA EL CONTROL DE RIESGOS

BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA
DESCLÉE DE BROUWER
Título de la edición original:
PRACTISING SAFE HYPNOSIS.
A Risk Management Guide
© 2002, Roger Hambleton, Crown House publishing Ltd, Wales, UK

Traducción: Jasone Aldekoa

© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2008


Henao, 6 - 48009 Bilbao
www.edesclee.com
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Impreso en España - Printed in Spain


ISBN: 978-84-330-2106-9
Depósito Legal: BI-2622/06
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
Índice

Introducción .................................................................................. 11

1. Historia y teorías de hipnosis................................................ 15


Historia ...................................................................................... 15
Teorías........................................................................................ 23

2. Inducción al trance hipnótico .............................................. 33


Inducción .................................................................................. 33
Profundización .......................................................................... 37
Terminación .............................................................................. 38
Susceptibilidad .......................................................................... 39
Sintomatología .......................................................................... 41

3. La naturaleza de la hipnosis.................................................. 43
Definición y características ...................................................... 43
Estado o no-estado .................................................................... 52

4. Riesgos – una revisión general ............................................ 63


Naturaleza del daño psicológico .............................................. 64
Efectos secundarios no coincidentes con el uso de la
hipnosis .................................................................................. 69
Categorías de riesgos de la hipnosis ........................................ 73
8 HIPNOSIS SEGURA

5. Presentación de seis casos .................................................... 75


Secuelas de la hipnosis. Josephine R. Hilgard (1974) ............ 75
Actitudes de los psiquiatras ante el uso de la hipnosis.
Alfred Auerback (1962) ........................................................ 78
Percepciones de los profesionales clínicos relativas a las
consecuencias adversas de la hipnosis. Judd, Burrows
y Dennerstein (1986) ............................................................ 81
Práctica clínica de la hipnosis en los Estados Unidos.
Eugene E. Levitt y Seymour Hershman (1962) .................. 84
Riesgos de la hipnosis para las personas. William C. Coe
y Klazina Ryken (1979) ........................................................ 86
Impacto de la hipnosis escénica. Lens G. Echterling
y David A. Emmerling (1987) .............................................. 87

6. Riesgos per se de la hipnosis y en su uso terapéutico .... 89


Hipnosis en el contexto del laboratorio .................................. 90
Hipnosis en el contexto terapéutico ........................................ 93

7. Riesgos de la hipnosis durante la terminación ................ 99


Errores del profesional durante la terminación .................... 100
Negación del sujeto ante la terminación ................................ 104

8. Naturaleza de la coerción hipnótica .................................. 109


Once expertos sobre la coerción de Jacob H. Conn .............. 110
Evaluación de la coerción como riesgo de la hipnosis .......... 120

9. Riesgos de la hipnosis escénica .......................................... 123


Condiciones preexistentes e hipnosis escénica ...................... 124
Hipnosis per se como espectáculo............................................ 125
Errores en la deshipnotización ................................................ 125

10. Delito penal.............................................................................. 127


Elementos de un delito ............................................................ 127
Hipnosis, daño y delito ............................................................ 128

11. Delito civil ................................................................................ 143


Delito y maltrato físico ............................................................ 143
Delito e hipnosis........................................................................ 145
ÍNDICE 9

12. Consentimiento........................................................................ 147


Consentimiento y delito penal ................................................ 147
Delito penal, hipnosis y consentimiento ................................ 151
Delito civil, hipnosis y consentimiento.................................... 155
Consentimiento informado ...................................................... 156

13. Negligencia .............................................................................. 161


Deber de ofrecer atención ........................................................ 162
Incumplimiento del deber de ofrecer atención ...................... 166
Daños ........................................................................................ 174
Condiciones preexistentes y negligencia ................................ 175

14. Conclusiones básicas para el ejercicio de una buena


práctica .................................................................................... 179
Conclusiones.............................................................................. 179

Apéndice A ...................................................................................... 183


Parte I- Guión de inducción del método permisivo ................ 183
Parte II- Guión de inducción del método intermedio ............ 184
Parte III- Guión de inducción del método autoritario ............ 187
Parte IV- Profundización mediante el guión de imaginería .. 188
Parte V- Guión de terminación ................................................ 189
Parte IV- Sistema de Lecron y Bordeau para definir la
profundizad del trance.......................................................... 190

Apéndice B...................................................................................... 193


Parte I- Categorías principales del DSM-IV ............................ 193
Parte II- Listado de complicaciones asociadas a la hipnosis
de MacHovec ........................................................................ 195

Índice de materias ........................................................................ 197

Bibliografía .................................................................................... 199


Introducción

Cuando descubrí la hipnosis como forma de medicina alternativa


me interesé específicamente por averiguar si existía algún riesgo vin-
culado a su uso. No pude hallar ningún libro ni documento que expli-
cara de un modo comprensivo los abundantes riesgos y efectos psi-
cológicos secundarios adversos.
En este libro se recogen artículos de revistas y extractos de libros
relacionados con los contextos hipnóticos y con los riesgos y efectos
psicológicos secundarios adversos de la hipnosis.
Para la unificación y presentación de estos documentos de un
modo legible y comprensible se han identificado cinco categorías de
riesgo. Cada categoría examina un aspecto diferente y trata de con-
templar el espectro completo del riesgo.
En la segunda parte del libro se contemplan las leyes relativas a
los delitos penales y civiles, la ley relativa a la negligencia en su apli-
cación tanto a efectos psicológicos transitorios como severos ocasio-
nados o derivados de la inducción del trance hipnótico o de otros pro-
cedimientos hipnóticos.
Recurriendo a formación legal y a conocimientos de psicología
e hipnosis, he cuantificado la responsabilidad total del hipnotizador
desde la perspectiva tanto del delito penal como del civil. Simultánea-
12 HIPNOSIS SEGURA

mente se advierte a los hipnotizadores cómo evitar los efectos adver-


sos mediante el empleo de un buen sistema.
Los efectos hipnóticos adversos pueden oscilar entre un dolor de
cabeza y una sensación de mareo en un extremo, hasta la ansiedad o
la depresión, en el otro. Aunque los dos primeros no sean considera-
dos como daño desde la perspectiva del delito penal o la negligencia,
las dos últimas evidentemente sí lo son. En el Capítulo 4 se ha esta-
blecido una referencia para determinar qué es lo que recibe la califi-
cación de daño psicológico. Si no existe tal daño, no existe delito ni
acto de negligencia, y por lo tanto se destina una parte considerable
al examen de los diversos daños y dolencias, que están directamente
asociadas a los riesgos de la hipnosis.
A menudo la dolencia psicológica se expresa como el daño ejerci-
do sobre la “mente”. En este libro se ha adoptado la definición de
mente realizada por Arthur S. Reber en el Diccionario de Psicología
(1995, 460), y que equivale a cerebro. Incluso aunque Reber señale
que es poco lo que conocemos sobre el cerebro, la definición “[…]
debe ser, en su análisis final, veraz”.
Los principales entornos para el uso de la hipnosis son tres:

1. En el contexto del laboratorio con fines de investigación y


experimentación.
2. En el contexto clínico como recurso terapéutico.
3. En escenarios y programas televisivos con la finalidad de entre-
tener a una audiencia.

Además, existe también un contexto amateur configurado por


estudiantes que experimentan con la hipnosis con intención de diver-
tirse. En el libro se examina cada uno de estos contextos en relación
a los daños que podrían derivarse de la hipnosis practicada en ellos.
Para ello, es preciso analizar previamente la historia y las diversas
teorías de la hipnosis, a partir de las cuales el lector extraerá una
comprensión más global sobre los elementos claves.
El libro comienza haciendo referencia a Franz Mesmer y su “mag-
netismo animal”, del siglo XVIII, y sigue el desarrollo de la hipnosis
hasta la actualidad. La hipnoterapia ha sido aceptada como recurso
INTRODUCCIÓN 13

complementario a las terapias médicas tradicionales, y son muchos


los profesionales médicos que la recomiendan a sus pacientes.
La naturaleza de la hipnosis es enigmática y no se sabe mucho
sobre ella. Son abundantes las divergencias que rodean a las teorías
relativas a la hipnosis. Se destina una parte considerable a comentar
la naturaleza de la hipnosis, si se trata de un estado alterado de la
conciencia o si, ni siquiera, se trata de un estado diferenciado.
He incluido referencias a métodos típicos de inducción, de inten-
sificación y terminación del trance, juntamente con explicaciones
relativas a la jerga hipnótica. Es recomendable explicar a qué nos
referimos cuando hacemos mención a la susceptibilidad de una per-
sona a ser hipnotizada y, adicionalmente, a describir los diversos sín-
tomas del trance hipnótico en sus diferentes niveles. Tales niveles
pueden variar desde el trance hipnótico leve, experimentado por
todos nosotros unas diez veces al día (Ej., mientras soñamos des-
piertos), hasta el grado del sonambulismo, qué implica un grado de
intensidad apropiado para proceder con una intervención quirúrgica.
No conozco ningún caso en que se haya alegado un delito penal o
civil causado o derivado de la hipnosis (el conocido caso de Gates v
McKenna [1998] se basa en una negligencia). En ausencia de prece-
dentes legales, parte del libro se destina a los elementos de ambos
tipos de delito y a su aplicación a los daños ocasionados por la hip-
nosis. Desde la perspectiva legal es una situación similar a la que se
produce con respecto a la negligencia, que por razones pragmáticas
se contempla en un capítulo diferente. Los resultados obtenidos han
sido muy diferentes de los anticipados, particularmente en lo que res-
pecta a la responsabilidad del hipnotizador, tanto en las leyes relati-
vas a delitos penales y civiles como en la ley de negligencia.
A continuación, se comenta la validez de algunas formas de con-
sentimiento dado por los sujetos y en las que se mencionan los ries-
gos personales en los que incurren cuando se someten a la hipnosis.
A esto se añade una mención al “consentimiento informado”, tan
importante en la profesión médica.
La aplicación de la ley inglesa relativa a la hipnosis y el delito
penal y civil, la negligencia y el consentimiento ofrece una perspecti-
14 HIPNOSIS SEGURA

va en la que pueden orientarse los hipnotizadores para conocer su


responsabilidad potencial total cuando ejercen esta práctica.
A menudo se advierte al lector cuándo puede estar incurriéndose
en un delito penal o cuándo podría solicitarse una compensación por
delito civil. Sin embargo, a fin de respetar la coherencia del libro,
también se recomienda a los hipnotizadores el modo de evitar estos
riesgos.
El capítulo final incluye un breve resumen de los temas tratados a
lo largo del libro.
En el Reino Unido existe una Sociedad Británica de Hipnosis
Médica y Dental (surgida en 1968 de la unión y reconstrucción de dos
asociaciones) y una Sociedad Británica de Hipnosis Experimental y
Clínica fundada en 1978 por un grupo de psicólogos. Existe también
una Sociedad Internacional de Hipnosis y la Sociedad Europea de
Hipnosis, que son muestra suficiente del progreso que ha experi-
mentado la hipnosis médica desde la época del “magnetismo ani-
mal”. Lo mismo es aplicable a otra área de aplicación de la hipnosis,
a saber, su uso en espectáculos y en la televisión.
1 Historia y teorías de hipnosis

Historia

El doctor David Waxman, autor de numerosos artículos y libros de


hipnoterapia, psiquiatra y miembro fundador de la sección corres-
pondiente a Hipnosis Médica y Mental de la Real Sociedad de Medi-
cina señala que:

Desde los comienzos de la raza humana, el ser humano ha intentado


imponer, para bien o para mal, sobre sus semejantes su fuerza y
voluntad. Desde los albores de la historia, ha tratado de influir sobre
los destinos ajenos recurriendo a la brujería o hechicería, a la revela-
ción a través de los agentes supernaturales, al poder de la palabra o a
la sugestión. Del descubrimiento accidental de un fenómeno natural y
mediante los poderes mágicos y fluidos magnéticos han surgido las
refinadas técnicas del siglo XX que producen el estado conocido como
hipnosis (1981, p. 1).

Algunas personas creen que los milagros, sobre todo las “curacio-
nes” descritas en la Biblia, pueden explicarse como efecto de las
habilidades hipnóticas del curandero que “produjo” el milagro.
Aunque no existan pruebas científicas relativas a la existencia de una
forma temprana de hipnosis, las descripciones de curaciones mila-
16 HIPNOSIS SEGURA

grosas parecen indicar cierto conocimiento de la interrelación entre


el cuerpo y la mente. Algo equivalente al reconocimiento temprano
del “poder de la palabra” de Waxman.
La influencia de la mente sobre el cuerpo constituyó una parte
importante de los “templos de sueño” de Egipto y de la antigua Grecia.
Los participantes eran “hipnotizados” durante el sueño al mismo
tiempo que recibían sugestiones curativas. La ceremonia y el misti-
cismo eran elementos básicos de los procedimientos empleados,
intensificando la confianza de los visitantes en las curas a las que se
sometían en dichos templos.
Michael Heap, psicólogo clínico y secretario de la Sociedad
Británica de Hipnosis Experimental y Clínica manifiesta a este res-
pecto que:

Es posible establecer comparaciones entre la hipnosis moderna y las


prácticas curativas asociadas a los “templos del sueño” de los antiguos
egipcios y griegos.

El médico griego Hipócrates (460-377 a.C.), a menudo reconocido


como el “padre de la medicina”, era consciente de la interrelación
entre el cuerpo y la mente. Hipócrates sostenía que el cerebro no sólo
controlaba todo el cuerpo, sino también nuestros sentimientos y
emociones, así como también los orígenes de la enfermedad.
Cinco siglos después, Galeno de Pérgamo (129-199 d.C.) profun-
dizó en la relación entre mente y cuerpo y sugirió la idea de que un
fluido celestial o etéreo generaba el vínculo entre ambos. Creía que
los problemas mentales podían ser el origen de enfermedades físicas
y viceversa. Galeno, al igual que muchos otros científicos y filósofos
posteriores a él, propuso que si se aprovechara tal fluido, podría
influirse sobre el curso de la enfermedad. Más aún, confiaba plena-
mente en que el fluido era instrumental en la transmisión de luz,
calor e impulsos del sistema nervioso central.
En el siglo XVI, el médico suizo Theophrastus Bombastus von
Hohenheim (conocido también como Paracelsus) modificó radical-
mente las teorías médicas vigentes hasta su época. Coincidía con los
griegos en que los cuerpos celestiales podían influir sobre los huma-
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 17

nos y sobre el curso de su enfermedad. Poco tiempo después el ale-


mán Athamasius Kircher propuso que un poder natural, el “magne-
tismo animal”, constituía una parte integral para el tratamiento satis-
factorio de las enfermedades. La credibilidad de Kircher se vio con-
siderablemente incrementada cuando Sir Isaac Newton propuso su
teoría del magnetismo animal.
La defensa de esta interrelación entre cuerpo y mente, a través de
los fluidos etéreos, las fuerzas magnéticas y los cuerpos celestiales,
no era exclusiva de los médicos y filósofos europeos. En África como
en Asia los curanderos, los fakires y los yogis practicaban sus habili-
dades especiales recurriendo a diferentes poderes sobrenaturales.
En la Edad Media, el uso de la sugestión con finalidades curativas
fue considerado como sacrilegio por parte de los cristianos. Con todo,
muchas de las presuntas “curas milagrosas” fueron ejecutadas recu-
rriendo a santuarios o reliquias sagradas supuestamente dotadas de
poderes curativos.
Es muy posible que lo que en la actualidad conocemos como hip-
nosis se derive de estos antiguos rituales y de las costumbres de muy
diversas culturas.
El científico alemán Franz Anton Mesmer (1734-1815) introdujo
un nuevo enfoque: el “magnetismo animal”. Aunque el magnetismo
animal y la hipnosis constituyen dos procesos diferentes que generan
dos estados distintos, sin lugar a dudas coexisten en la mayoría de
los casos.
La disertación que Mesmer realizó en la Universidad de Viena
(donde se graduó como Doctor en Medicina en 1766) llevaba por títu-
lo: “La influencia de los planetas sobre el cuerpo humano”. La idea
básica de su disertación fue que la gravedad de los planetas influía
sobre la salud humana a consecuencia de un fluido invisible hallado
en el cuerpo humano.
En 1775 Mesmer adaptó su teoría y se refirió a ella como “mag-
netismo animal”, el fluido invisible funcionaba más acorde a las leyes
del magnetismo que a las de la gravedad. Profundizó en su teoría
para explicar que la enfermedad era el resultado de la presencia de
obstáculos en el flujo del fluido invisible a través del cuerpo, y que
18 HIPNOSIS SEGURA

tales obstáculos podían ser eliminados a través de crisis (estados de


trance que muchas veces concluían en delirios o ataques). Gracias a
las crisis se restablecía la armonía en el flujo del fluido personal y el
paciente recuperaba su salud.
Desde la antigüedad se ha creído que los imanes disponen de
algún tipo especial de poder curativo. La teoría revisada de Mesmer
dio fin de forma satisfactoria a los misterios de la electricidad, de los
imanes y de otros minerales. Esto explica, en parte, por qué recurrió
a la expresión de “magnetismo animal”.
Mesmer aplicó su teoría revisada sobre el magnetismo animal al
tratamiento de sus pacientes. Para ello les pedía que se asieran a una
barra de hierro conectada a limaduras de hierro “magnetizadas” y a
botellas de agua. En el recinto había espejos dispuestos estratégica-
mente y se interpretaba música para crear una atmósfera apropiada.
Mesmer, él mismo, se aderezaba con un atuendo lila y con una barra
de hierro hacía “pases” –movimientos ascendentes y descendentes
bruscos– a lo largo del cuerpo del paciente pero sin llegar a tocarlo.
Este procedimiento, supuestamente, “magnetizaba” al paciente y
generaba la crisis que lo curaría.
Mesmer cosechó algunos éxitos con su procedimiento e identificó
los tipos de trastorno que eran más responsivos al tratamiento.
E.M. Thornton, en su revisión de la historia del hipnotismo seña-
laba:

Mesmer sólo trató enfermedades del sistema nervioso y éstas eran las
únicas que él accedía a tratar; a los pacientes con otros trastornos los
remitía a sus propios médicos, porque el fluido magnético ejercía una
influencia menor sobre esos trastornos (1976, p. 6).

Thornton vinculaba las “crisis” de Mesmer con la propensión a la


epilepsia de muchos pacientes con trastornos nerviosos. Una vez más
se revela la relación entre la mente y el cuerpo, y se observa que el
mesmerismo fue un precursor de la práctica actual de la hipnosis.
Más adelante, en el siglo XIX, se forjó otra característica común
entre el mesmerismo y la hipnosis: se descubrió que era posible indu-
cir en el paciente un estado de analgesia, incluso hasta el grado de
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 19

poder intervenirlo quirúrgicamente sin dolor, en operaciones que


comúnmente eran muy dolorosas.
Una Comisión Real, nombrada por el rey Luis XVI en 1784, des-
cubrió que las curas de Mesmer sólo podían explicarse recurriendo a
la imaginación del paciente y que Mesmer no disponía de poderes
personales curativos reales. La sentencia de la Comisión se vio políti-
camente influida por los profesionales de la medicina que eran hos-
tiles a Mesmer. Además, también estuvo influida por la investigación
relativa al trabajo sobre el magnetismo animal y el fluido invisible, de
los cuales no se pudo hallar ninguna evidencia. Según Waxman
(1989), si la Comisión hubiera investigado adecuadamente las activi-
dades de Mesmer hubiera hallado que:

Los resultados solían ser impresionantes y sorprendentes. Pacientes


que sufrían de retención de orina, dolor de muelas, dolor de oídos,
trances depresivos, cegueras temporales y brotes de parálisis y que
habían sido considerados como incurables hasta ese momento, perdí-
an completamente sus síntomas (1989, p. 5).

Una vez más se evidencia la relación entre el cuerpo y la mente, y


las curas habían estado determinadas por la influencia de Mesmer
sobre la mente del paciente. La mayoría de los males mencionados
por Waxman serían clasificados como psicosomáticos en la actuali-
dad. Los restantes se asocian con el dolor, que como hemos mencio-
nado anteriormente, era sensible al procedimiento de Mesmer. De
todo esto se desprende que el mesmerismo, como también la hipno-
sis, consiste en un tratamiento inicialmente dirigido a la mente,
incluso aunque sea capaz de remediar molestias mentales y físicas.
El portugués Abbe de Faria es considerado como el padre de la
hipnosis moderna, quien denominó “sueño lúcido” al estado hipnóti-
co. Rechazó la totalidad de la teoría relativa al magnetismo animal,
criticándola duramente en una serie de conferencias que impartió en
París en 1813.
Faria proporcionaba sugerencias verbales a sus oyentes tras
haberles inducido previamente un sueño lúcido –el trance hipnótico–
y a continuación invocaba fenómenos hipnóticos como alucinacio-
20 HIPNOSIS SEGURA

nes, inhibiciones o movimientos involuntarios y sugestiones post hip-


nóticas. A diferencia de los mesmerianos, Faria reconoció que la
inducción de un trance hipnótico no dependía de ningún poder espe-
cial, sino casi completamente de la habilidad innata del sujeto y de
las técnicas que empleara el hipnotizador.
James Braid (1795-1860), un cirujano británico y otro de los pio-
neros de la hipnosis, diferenció también el fenómeno hipnótico de las
teorías mesmerianas. Mencionó por primera ver el término “hipno-
sis” en su libro Neurypnology –o la justificación del sueño nervioso
desde la perspectiva del magnetismo animal–, donde Braid reconocía
el rol de la imaginación y de la predisposición a la sugestión:

Cuanto mayor sea la frecuencia con la que se hipnotiza a los pacien-


tes, más susceptibles son éstos, y consecuentemente más propensos a
ser influenciados totalmente a través de la imaginación (1843, p. 36).

De Mesmer obtuvimos el concepto del “mesmerismo” y de Braid


logramos el término de “hipnotismo”. Con todo, la aportación más
importante de Braid consistió en su enfoque científico hacia la hip-
nosis quien, con casos psicológicos reales, demostró que los fenóme-
nos observados eran el resultado de la imaginación que estaba sien-
do inducida mediante las sugestiones del hipnotizador.
Braid experimentó, en primer lugar, con sus allegados y amigos y
descubrió que era inmensamente fácil inducirlos al trance si los sen-
taba cómodamente y les hacía fijar su mirada en un objeto brillante,
mientras él ofrecía las sugestiones. Posteriormente hizo uso del esta-
do de trance con fines curativos y analgésicos.
Durante la misma época James Esdaile, un cirujano británico,
recurría a la hipnosis anestésica para practicar operaciones quirúrgi-
cas en el hospital de una prisión de la India. Se dice que Esdaile prac-
ticó unas tres mil operaciones y, aunque más del diez por ciento de
las mismas fueran de cirugía mayor, sólo dispuso de la hipnosis como
sistema analgésico. En su libro Mesmerism in India and its practical
application in surgery and medicine (1846) señalaba que los porcenta-
jes de mortalidad oscilaban entre el 25 y el 50% y que a la India le
correspondía el porcentaje más alto hasta que comenzó a practicar la
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 21

hipnosis, momento a partir del cual se redujo al 5%. Por lo tanto, la


razón más probable es que la mente subconsciente genera una mayor
resistencia a la infección orgánica.
Fue el médico vienés Josef Breuer (1842-1925) quien descubrió la
clave esencial para extender el uso de la hipnosis a un área más
amplia y de más valor: el tratamiento de la histeria. En este contexto
la histeria describe una condición cuyos síntomas más frecuentes son
las alucinaciones, el sonambulismo, la anestesia funcional, la paráli-
sis funcional y la disociación; todos ellos síntomas de trastornos psi-
quiátricos.
Breuer descubrió accidentalmente que una de sus pacientes feme-
ninas, mientras permanecía hipnotizada, hablaba espontáneamente
de sus problemas pero de un modo profundamente emocional, y
cuando recuperaba el estado de conciencia plena sus síntomas habí-
an desaparecido. La observación de esta reacción emocional condu-
jo a Breuer y a su amigo Sigmund Freud (1856-1939) a concluir que
los síntomas podrían desaparecer cuando se eliminaba su causa apa-
rente. Esta observación constituyó un gran avance para la terapia
hipnótica.
La colaboración entre Freud y Breuer produjo una de las historias
más conocida de la literatura psicológica: el caso de la Srta. Anna O.
Esta paciente sufría estrabismo, tos persistente, parálisis en diferentes
miembros y visiones de serpientes negras. Bajo hipnosis se produjo en
ella una regresión, con las correspondientes reacciones emocionales.
Freud denominó “catarsis” a estas reacciones, que él consideró como
el modo de purgar los problemas inconscientes reprimidos.
Durante el proceso de trabajo con Anna, Freud fue desarrollando
y formulando ideas adicionales, como la interpretación de sueños, y
optó por abandonar completamente la hipnosis para seguir con su
nuevo método conocido como “asociación libre”. Este abandono
paralizó el progreso de la hipnoterapia durante casi medio siglo. Se
ha sugerido que Freud no era muy buen hipnotizador y que éste fue
el motivo principal que lo llevó a optar por otras alternativas. Es posi-
ble que el cáncer de mandíbula que padecía le impidiera hablar de la
manera requerida para un hipnotizador.
22 HIPNOSIS SEGURA

La hipnoterapia volvió a florecer durante la Primera Guerra


Mundial, momento en el cual fue usada para la eliminación de sínto-
mas y de experiencias traumáticas reprimidas. Una vez más, se
observó que la hipnosis era muy útil para el alivio de los síntomas y
para ello se hacía “revivir” al paciente las experiencias traumáticas
mientras éste se hallaba en trance hipnótico.
En los años siguientes a la Primera Guerra Mundial la hipnosis
volvió a caer en declive. Durante esta época el conductismo y el psi-
coanálisis estaban en vigor, y sólo fueron unos pocos profesionales de
la medicina y la estomatología quienes siguieron manteniendo el
interés práctico por la hipnosis. Sin embargo, tal y como señala
Waxman, la hipnosis “siguió siendo indebidamente utilizada por
charlatanes, artistas y terapeutas profanos, que reivindicaban la cura
de una amplia gama de dolencias mediante la eliminación directa de
síntomas” (1989, p. 15).
Una excepción notable durante este período de escasez hipnotera-
péutica fue Clark Hull, quien publicó el libro Hypnosis & Suggestibility
en 1933 con contribuciones experimentales y teóricas al campo de la
hipnoterapia. Refiriéndose al declive de la hipnosis señalaba:

[…] a partir de 1825, durante todo el resto del siglo, es evidente la este-
rilidad observada. Casi no se ha logrado nada durante todo este perío-
do salvo la corrección muy gradual de […] errores. (1933, p. 18).

Aproximadamente medio siglo después de que Freud abandonara


la hipnosis, se introdujo una nueva técnica psicoterapéutica que pro-
ducía tratamientos efectivos: la “desensibilización”.
Con todo, hubo y sigue habiendo un aspecto deficitario en el cam-
po de la hipnoterapia, que es la ausencia de un proceso formativo
organizado para la enseñanza de la hipnosis y que hasta la fecha
se ha desarrollado por iniciativa privada. En 1955 la Asociación
Británica de Medicina recomendó que en los programas de estudio se
incluyera la descripción de la hipnosis y sus posibilidades, limitacio-
nes y peligros psicoterapéuticos. A pesar de esta recomendación, en
un estudio realizado por D.L. Scout (1978, p. 13) se observó que sólo
en dos de las treinta y dos escuelas de medicina y dieciocho escuelas
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 23

de estomatología se impartían algunas prácticas muy limitadas. Sólo


en estas dos escuelas médicas, pero en ninguna escuela de estomato-
logía, se ofrecían algunas clases relativas a la hipnoterapia.
A pesar de todo siguen produciéndose avances en el conocimien-
to relativo al estado hipnótico, derivados de la experimentación en
laboratorio y del examen neurofisiológico de la hipnosis así como del
desarrollo de técnicas hipnoterapéuticas de tratamiento.
En la actualidad tanto la profesión médica como el público en
general aceptan el tratamiento médico hipnótico como una rama de
medicina alternativa. Son muchos los profesionales médicos que
derivan a sus pacientes a tratamientos hipnoterapéuticos cuando los
métodos tradicionales no producen resultados satisfactorios. Ade-
más, cada vez es más común recurrir a la anestesia hipnótica para
casos de cirugía general y alumbramiento sin dolor, como también
para casos de cirugía dental. Ha aumentado el uso rutinario de la hip-
nosis en Europa, Asia y Australia y países como Sudáfrica y Japón
también parecen mostrar mucho interés.

Teorías

Son seis las principales teorías existentes. La primera de ellas,


la teoría de la sugestión, es la preferida entre los hipnoterapeutas,
incluido yo mismo, y consecuentemente su descripción es más
amplia que las restantes.

Teoría de la sugestión

Sobre la base de los registros existentes, el doctor Ambroise


August Liebeault fue el primero en proponer que la hipnosis podía
ser inducida mediante una condición específica de sugestibilidad
aumentada, a la cual se accedía mediante la sugestión verbal. Freud
no creyó que pudiera lograrse una definición de la sugestión. Sin
embargo, Heap (1996) ha propuesto recientemente una definición que
a mi juicio es muy aceptable:
24 HIPNOSIS SEGURA

La sugestión pude definirse como la comunicación oralmente trans-


mitida por el hipnotizador, cuya finalidad es dirigir la imaginación
del sujeto en una dirección determinada que permita elicitar las alte-
raciones pretendidas en su modo de comportarse, pensar o sentir
(1996, p. 498).

En este punto debería señalarse que las sugestiones suelen ser


aceptadas por los sujetos sin ninguna razón lógica. Ésta es una de las
bases fundamentales para el tratamiento de dolencias mediante la
hipnoterapia y, evidentemente, para el ejercicio de la hipnosis escé-
nica.
Deberíamos establecer una diferencia entre el término “sugestibili-
dad” y el de “sugestión”. La sugestibilidad es la medida o grado en que
una persona está predispuesta a aceptar ideas y proposiciones de for-
ma no crítica. Aunque cotidianamente estemos expuestos a múltiples
sugestiones, bien sea a través de anuncios televisivos o artículos de
prensa, la medida en que nos influyen tales sugestiones depende de
nuestro grado de sugestibilidad. En términos hipnóticos algunas per-
sonas son más susceptibles que otras a la sugestión.
El doctor H.B. Gibson, Presidente de la Sociedad Británica de
Hipnosis Experimental y Clínica y el doctor Michael Heap en su obra
Hypnosis in Therapy recomiendan que:

Todas las pruebas disponibles indican que la “susceptibilidad” y el


“estado hipnótico” están estrechamente vinculados y que cuanto más
sugestionable sea el sujeto más fácilmente se le induce a la hipnosis y
se profundiza en ella (1991, p. 21).

En este mismo orden, Chemnitz y Feingold vincularon los dos ele-


mentos al describir la sugestión como:

[…] El estímulo que induce la conducta y la experiencia sugestiona-


ble. Conducta y experiencia sugestionables que se describen como
conducta emocional, incontrolada, no crítica y muchas veces incons-
ciente, mientras que la sugestionabilidad se entiende como la tenden-
cia a reaccionar ante las sugestiones y, por lo tanto, se refiere a un ras-
go de personalidad (1980, p. 76).
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 25

En su libro The Structure of Human Personality (1970), el eminen-


te psicólogo alemán de origen británico Hans J. Eysenck señala que
los rasgos de personalidad son “relativamente permanentes” y, en
consecuencia, el grado de sugestibilidad de una persona podría per-
manecer de forma bastante estática durante toda su vida. Heap con-
firma esta idea cuando señala que:

“Parece que la sugestibilidad es una característica muy firme que tien-


de a permanecer relativamente estable a lo largo de la vida de una
persona” (1996, p. 499).

Heap añade que el otro proceso básico, relacionado con la suges-


tión es el trance, que describe como “Un estado de alerta en el que la
atención del sujeto se aleja de su contexto inmediato en lo que res-
pecta a sentimientos, cogniciones e imaginería” (1996, p. 498). Este
estado de trance es equivalente al acto de soñar despierto, estado que
cualquier persona experimenta al menos diez veces al día, se aseme-
ja a cómo estamos cuando nos absorbe la lectura de un libro o la
visión de un programa televisivo. (En el Capítulo 2 se procede con el
examen detallado de la inducción, el mantenimiento y la aplicación
de los procedimientos vinculados al trance hipnótico y en el Capítulo
4 se describe la naturaleza de la hipnosis).
¿Por qué en un estado hipnótico –en ocasiones incluso en trances
hipnóticos leves– se aceptan y activan inmediatamente las sugestio-
nes, si en un estado plenamente consciente las mismas sugestiones
serían críticamente valoradas y quizás rechazas?
En primer lugar hemos de aceptar el concepto de mente incons-
ciente, también denominado mente subconsciente por Sigmund
Freud. Un aspecto de la mente inconsciente es que la persona desco-
noce su presencia y sus contenidos, incluso aunque influya constan-
temente sobre sus pensamientos y su conducta.
A pesar de que el inconsciente pueda ejecutar la mayoría de las
funciones de la mente consciente, no puede evaluar críticamente las
situaciones. En consecuencia, si a una persona en un estado plena-
mente consciente se le pidiera que ejecute una actividad absurda,
como comerse una cebolla imaginando que se trata de una manzana,
esta persona evaluaría críticamente la sugerencia y la rechazaría. Sin
26 HIPNOSIS SEGURA

embargo, en un estado hipnótico la misma persona comería la cebo-


lla pensando que se trata de una manzana. La diferencia reside en
que la mente inconsciente opta por aceptar de forma no crítica la
sugestión y por no rechazarla. Así pues, según Ivan Pavlov y muchos
otros científicos posteriores a él, el poder de la crítica se suspende
total o parcialmente cuando la persona entra en un trance hipnótico.
La suspensión de tal capacidad crítica podría explicar por qué
algunas personas presentan una mayor predisposición a aceptar
sugestiones que se incrustan en su subconsciente. En ese momento
las sugestiones se convierten en realidad y se actúa sobre la base de
las mismas.
Cuanto más se suprima la mente consciente más aumentará la
sugestibilidad de la persona. En el trance hipnótico, cuanto más pro-
fundo sea éste mayor es la exposición de la mente inconsciente y
menor la actividad de la mente consciente. Cuando se alcanza una
hipnosis muy profunda o incluso el grado de sonambulismo, parece
que la mente inconsciente dispone de todo el control y se elimina por
completo la capacidad crítica. Un cliente que reciba tratamiento tera-
péutico bajo hipnosis acepta sin ningún cuestionamiento las suges-
tiones y durante la fase post-hipnótica la mente inconsciente las res-
peta automáticamente. Puede producirse una gran mejoría en dolen-
cias como la tensión y la ansiedad si la mente inconsciente actúa
sobre la base de sugerencias de calma y paz, que posteriormente la
mente consciente las considera reales y actúa en consecuencia.
Gibson y Heap postulan algunos principios aplicables al estado
hipnótico:

1. La respuesta a la hipnosis dependerá del grado en que se supri-


ma el poder de crítica y se elimine el poder de rechazo nor-
malmente ejercido por la mente consciente.
2. La profundidad de la hipnosis en cualquier caso concreto se
relacionará directamente con el grado de supresión alcanzado.
La supresión leve generará sólo una hipnosis leve; la supresión
completa generará una hipnosis profunda o sonambulismo.
3. Cuanto más se suprima la mente consciente, mayor será la
sugestibilidad del individuo (1991, pp. 23-24).
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 27

Teoría de Pavlov

Esta teoría también se conoce con el nombre de “respuesta con-


dicionada” y fue inicialmente propuesta por el psicólogo ruso Ivan
Petrovich Pavlov (1849-1936), conocido sobre todo por su experi-
mentación con animales. Pavlov defendía que tanto los seres huma-
nos como los animales aprendían las respuestas a los estímulos y su
repetición generaba hábitos. A tales hábitos denominó “respuestas
condicionadas”.
Pavlov propuso que la hipnosis producía respuestas condiciona-
das. A su parecer, las sugerencias hipnóticas propuestas por el hip-
notizador producían cambios en el funcionamiento de la mente.
Consideraba que bajo hipnosis las partes civilizadas y críticas del
cerebro se inhibían y, simultáneamente, las partes más primitivas,
más susceptibles a las sugestiones, se convertían en dominantes.
Pavlov defendió que si las sugestiones se repetían en los períodos de
dominancia de las partes primitivas, se crearía una respuesta condi-
cionada y que esta respuesta sería de naturaleza hipnótica.
Aplicando su teoría, Pavlov demostró cómo podía producirse una
respuesta particular recurriendo al mismo estímulo una y otra vez.
Demostró que una palabra o gesto particular podría inducir un tran-
ce hipnótico en el sujeto. Así es como un hipnotizador televisivo pre-
para de antemano a sus sujetos, de modo que durante el espectáculo,
para inducirlos al trance inmediato, sólo necesite susurrarles una
palabra al oído o rozarles el hombro. En este mismo orden, debería
señalarse que tales hipnotizadores sólo seleccionan y usan a los suje-
tos más susceptibles.
De un modo similar, el cliente de hipnoterapia tratado por dolen-
cias de ansiedad y tensión es condicionado bajo hipnosis para que
reaccione a la palabra “calma”, sugiriendo que el uso de esta palabra
en un estado plenamente consciente producirá tranquilidad y relaja-
ción. A partir de ahí, el cliente pensará en la palabra cada vez que
sienta ansiedad o tensión y aunque sea plenamente consciente, se
relajará y tranquilizará. He aplicado este método y he comprobado
que es muy útil.
28 HIPNOSIS SEGURA

Aunque Pavlov propuso esta teoría de la hipnosis, él defendía que


la hipnosis era una forma de sueño; lo que no es cierto porque
muchos otros científicos han demostrado que la hipnosis y el sueño
constituyen dos estados psicológicos muy diferentes. (Estos “estados”
se comentan con mayor detalle en el Capítulo 4). Además en el sue-
ño hay una pérdida de la conciencia, lo que no sucede en el trance
hipnótico, porque aunque exista un grado reducido de conciencia, no
se produce la pérdida de la misma. En este mismo orden, no puede
ser una forma de sueño porque en hipnosis se produce una reacción
refleja en la rodilla que no se produce durante el sueño y, en este últi-
mo estado, el sujeto no oiría ninguna de las sugerencias o instruccio-
nes que le propone el hipnotizador.
El último comentario relativo a la teoría pavloviana se ha extraí-
do de Waxman:
Sin ninguna duda el condicionamiento participa en la hipnosis: con-
dicionamiento para cerrar los ojos ante una señal particular, condi-
cionamiento para lograr la relajación física total, condicionamiento
para alcanzar la calma mental y condicionamiento para responder a
determinadas señales de un modo específico (1981, p. 24).

Teoría psicoanalítica
Son muchas las técnicas psicoanalíticas destinadas a liberar la
información de la mente inconsciente, donde se halla oculta median-
te estratagemas que Freud denominó “mecanismos de defensa”. Los
mecanismos de defensa han sido creados para manejar directamente
los sentimientos de ansiedad y no la fuente de ésta, ocultando así la
ansiedad de la mente consciente.
Según Freud, la descarga de la información reprimida produce
una catarsis, porque ya no se puede evitar que dicha información lle-
gue a la conciencia, ni que se disfrace de alguna otra manera. Inde-
pendientemente del mecanismo de defensa que se emplee y de la
naturaleza del material de la mente inconsciente, cuando este mate-
rial accede a la mente consciente se ha eliminado ya la protección de
la realidad externa. En este estado se produce la catarsis con sus con-
secuentes y subsiguientes efectos beneficiosos.
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 29

El concepto de mente inconsciente es una de las bases fundamen-


tales de esta teoría. Así mismo, constituye también una de las premi-
sas claves de la hipnoterapia en general, incluida la hipnoterapia psi-
coanalítica, porque la existencia de la mente inconsciente es una pre-
misa básica de la hipnosis. El hecho de que el terapeuta esté en con-
tacto directo con la mente inconsciente le confiere una ventaja fren-
te al psicoanálisis no hipnótico.

Hipnosis como disociación

Esta teoría se basa en la premisa de que la hipnosis elimina la vo-


luntad humana y se convierte en un modo de automatismo. Fue ini-
cialmente propuesta por el filósofo francés Pierre Janet (1859-1947),
que estudió la histeria y la hipnosis en profundidad. El Diccionario
Médico de Oxford define la histeria como “una forma de neurosis ca-
racterizada por […] la represión, la disociación […] y la vulnerabili-
dad a la sugestión” (1998, p. 322). Existe una estrecha relación entre
la histeria y la hipnosis, entre la represión y la sugestión.
Janet consideraba que la histeria estaba causada por la fractura de
la mente consciente en dos partes, de las cuales la mente inconscien-
te se convierte en la dominante. Esta fractura de la mente que se pro-
duce durante la histeria es idéntica a los procesos que intervienen
durante la hipnosis. La idea de la división de la mente se introdujo en
la medicina psiquiátrica bajo el nombre de “disociación”; concepto
que el Diccionario Médico de Oxford define como “el proceso me-
diante el cual los pensamientos y las ideas pueden escindirse de la
conciencia y funcionar con independencia de ella […]” (1998, p. 189).
La teoría de la disociación explica de manera adecuada la natura-
leza y los fenómenos de la hipnosis pero depende excesivamente del
fenómeno de la amnesia. Esta dependencia surge de la incapacidad
para recordar información, incapacidad ocasionada por la ruptura de
la cadena de información. Cuando se produce esta situación, se crea
un estado de amnesia y, en consecuencia, de disociación. Así pues, la
amnesia es un elemento esencial de esta teoría, pero es ahí donde
pierde parte de su credibilidad, porque incluso en los trances más
30 HIPNOSIS SEGURA

profundos no siempre se produce una gran pérdida de la memoria de


los acontecimientos previos o simultáneos a la hipnosis. Esto no sig-
nifica que deba desacreditarse la teoría en su totalidad, porque la
amnesia posthipnótica puede surgir si se sugestiona al individuo para
que experimente pérdida de memoria con respecto a ciertos hechos
específicos. Lo que tiende a confirmar la teoría de la disociación,
aunque ésta no se produzca de forma natural.
El psicólogo experimental americano Ernest R. Hilgard creía que
los fenómenos posthipnóticos podían ser parte de la teoría de hipno-
sis como disociación de Janet. A este respecto Hilgard manifestaba:

Algunos sistemas cognitivos, incluso aunque no estén representados


en la conciencia en ese momento, siguen registrando y procesando la
información entrante y cuando a tal sistema se le elimina la inhibi-
ción, usa esta información como si hubiera sido consciente en todo
momento (1978, p. 124).

Hipnosis como rol playing y fantasía dirigida a objetivos

El doctor T. X. Barber (1974) defiende que el sujeto de un trance


hipnótico se esfuerza por interpretar el rol de una persona hipnoti-
zada, tratando de actuar tal y como se espera de ella en esa situación.
El doctor Nicholas P. Spanos desarrolló la teoría de la “fantasía
dirigida a objetivos”. Lo que ocurre cuando el pensamiento y la ima-
ginación sugestionados al sujeto se dirigen a imaginar una situación
que coincida con las sugerencias. Cuando al sujeto hipnotizado se le
sugiere que su brazo pesa tanto que no puede alzarlo, y simultánea-
mente visualiza una pesada carga que tira de su brazo en dirección al
suelo, el sujeto participa en una fantasía dirigida a objetivos.
Con anterioridad a Barber y Spanos, R. W. White (1941) había
señalado que la hipnosis podía ser considerada como un “esfuerzo
dirigido a un objetivo”. A este respecto afirmaba:

Sugerimos y explicamos con claridad al sujeto qué esperamos de él, y


dada la compenetración existente, el sujeto parece esforzarse por
satisfacer el rol que le hemos asignado. Su motivo dominante parece
ser la sumisión a las demandas del operador (1941, p. 478).
HISTORIA Y TEORÍAS DE HIPNOSIS 31

G. H. Estabrooks, en su libro Hypnotism (1957), manifestaba que


las pruebas de anestesia hipnótica realizadas con descargas eléctricas
mostraban que los sujetos hipnotizados podían aguantar descargas
diez veces superiores a las de los sujetos que se hallaban plenamente
conscientes y, aparentemente, no mostraban señales adicionales de
malestar. Si los sujetos hubieran estado interpretando un papel, no se
hubieran sometido a tales descargas sin ayuda de algún analgésico.
Este capítulo ha comenzado con una cita del libro Hipnosis (1981)
de Waxman y me parece oportuno que concluya también con otra
cita del mismo autor, extraída de su libro Hartland’s Medical and
Mental Hypnosis:

Parece que nuestro conocimiento presente relativo al comportamien-


to humano no es suficiente para producir una teoría completa y satis-
factoria sobre la hipnosis. Cuando tratamos de definirla con la preci-
sión necesaria sólo describimos el resultado final… En la mayoría de
los estados de trance, tanto la sugestión, como la disociación y el con-
dicionamiento participan en alguna medida (1989, pp. 31-32).
2 Introducción al
trance hipnótico

En los siguientes capítulos será necesario estar familiarizado con


ciertos términos y procedimientos relacionados con el proceso de
hipnosis. Además, también será útil disponer de conocimientos sobre
la susceptibilidad del sujeto a la hipnosis y sobre los posibles niveles
de trance.
Por ello, en este capítulo se explican algunos métodos de inducción
al trance hipnótico y el modo de profundizar en él. A continuación se
describe el procedimiento para finalizar el trance. Por último, se exa-
minan con mayor detalle la susceptibilidad de la persona a la hipno-
sis y los síntomas de la hipnosis en los distintos niveles del trance.

Inducción

Antes de proceder con la inducción al trance hipnótico es necesa-


rio comentar con el sujeto cualquier duda, malentendido o motivo de
ansiedad que éste pueda tener en relación a la hipnosis. Cuando no
se adopta esta medida preliminar, podría frustrarse la inducción al
trance porque no se haya contemplado uno de los tres criterios esen-
ciales:
34 HIPNOSIS SEGURA

1. El primer criterio consiste en que la persona desee ser suje-


to de la hipnosis. Cuando una persona no quiere ser hipnoti-
zada, es tarea casi imposible que el hipnotizar le induzca al
trance.
2. El segundo criterio es que el sujeto potencial desee ser hipno-
tizado con alguna finalidad o razón.
3. El último criterio se refiere a que el sujeto no se oponga a la
inducción del trance hipnótico.

Un aspecto adicional a considerar antes de proceder con la induc-


ción al trance hipnótico consiste en averiguar si el sujeto ha consu-
mido alcohol o fármacos tranquilizantes recientemente, porque el
efecto de tales sustancias puede combinarse con la hipnosis y oca-
sionar una abreacción (una intensa y repentina descarga de emo-
ción). Además, también debería averiguarse si el sujeto padece algu-
na condición médica, porque algunas de éstas, combinadas con la
hipnosis pueden originar abreacciones. Por ejemplo, sería inadecua-
do que el hipnotizador interfiera en los ritmos cardíaco y respirato-
rio de un sujeto que sufre problemas cardíacos.
En esta fase preliminar debería explicarse al sujeto el método de
inducción que se empleará, de modo que éste sepa que no se pro-
ducirá ninguna pérdida de control. Además, también debería seña-
larse que aunque se recurra a la palabra “sueño” la hipnosis no es
una forma de sueño, sino una forma particular de relajación. Una
vez aclarado todo lo anterior, se espera que el sujeto haya comenza-
do a relajarse, porque de tal relajación depende la inducción al tran-
ce hipnótico y su mantenimiento. Existen diversos métodos de
inducción al trance, pero a continuación sólo nos referiremos a los
más frecuentes.
Cuando una persona está hipnotizada se logra:

1. Su renuncia al procesamiento crítico de toda la información y


su confianza plena en que el hipnotizador ejecutará la tarea.
2. Que su único foco de atención sean las sugerencias del hipno-
tizador.
INTRODUCCIÓN AL TRANCE HIPNÓTICO 35

Son múltiples los métodos de inducción, porque ésta debe ser


adaptada a las necesidades individuales del sujeto y porque el hipno-
tizador experimentado sabe qué método o combinación de métodos
aplicar en cada caso concreto. Por ejemplo, sería inadecuado emple-
ar un método autoritario con una maestra de escuela, soltera y jubi-
lada que ha empleado este mismo método en su carrera profesional.
Sin embargo, quizá podría ser idóneo para un miembro de la arma-
da que está más habituado a recibir órdenes que a darlas. La conse-
cuencia directa del uso de un guión inapropiado es, evidentemente,
que no se produzca la inducción al trance, para vergüenza del hipno-
tizador. Con frecuencia el hipnotizador adapta los guiones de induc-
ción, así como los guiones que persiguen otras finalidades (entre las
que se incluyen las terapéuticas), a las necesidades del sujeto y a sus
circunstancias. Esta capacidad para crear guiones sólo se adquiere a
través de la experiencia.
El modo de presentar la inducción es de suma importancia y su
dominio no se logra fácilmente. Con independencia del método que
se emplee, la presentación de la inducción debería realizarse de for-
ma lenta, repetitiva, adormecedora y con un tono monótono de voz.
A continuación describiremos tres métodos de inducción median-
te la relajación:

El método permisivo

Una buena descripción de este método es la “fijación ocular con


relajación progresiva”. Un ejemplo de guión propio de este método se
presenta en la Parte I del Apéndice A del libro.
Como puede observarse en el ejemplo, la base de la inducción al
trance hipnótico reside en las sugerencias de relajación.
Una vez administrado el guión, del modo previamente descrito, el
sujeto debería hallarse en un trance hipnótico leve, completamente
relajado y con los ojos cerrados. Si no fuera así, el hipnotizador debe-
ría proporcionarle sugestiones adicionales de relajación hasta que el
sujeto esté preparado para un trance más profundo.
36 HIPNOSIS SEGURA

El método intermedio

Este método es rápido y fiable, siempre y cuando el sujeto haya


sido debidamente preparado, tal y como se ha descrito anteriormen-
te. El control del cierre de ojos sólo debería llevar unos dos o tres
minutos.
En el ejemplo de este guión, presentado en la Parte II del Apéndice
A, se observa que el método intermedio recurre al procedimiento
opuesto al del método permisivo, porque su finalidad consiste en dis-
traer la mente del sujeto del proceso de inducción. Para ello se enco-
mienda al sujeto algún tipo de tarea mental que ocupe plenamente su
mente consciente y, por lo tanto, su mente inconsciente sea más acce-
sible. (La diferencia entre mente consciente e inconsciente se comen-
ta en los Capítulos 2 y 3, en particular desde la visión del modelo
mental de Freud y de la Teoría Psicoanalítica).
Mientras el sujeto permanece entretenido en la tarea mental, el
hipnotizador le sugiere sensaciones de relajación, de aumento del
cansancio y de la sensación de peso, pero se le instruye para que no
atienda a estas sugerencias, para que ignore lo que escuche y para
que se concentre en la tarea mental. Mediante este procedimiento la
mente inconsciente permanece abierta a las sugerencias, las acepta y
convierte en realidad.
Este guión se basa en el método de inducción mediante levitación
manual de Erickson, originalmente concebido por Milton H. Erickson
en 1923. Es una de las mejores técnicas de inducción, porque per-
mite a los sujetos participar en la inducción y también determinar el
tiempo que requieren para entrar en el estado hipnótico.

El método autoritario

Este método vuelve a emplear sugerencias de relajación, pero se


hace hincapié en señalar al sujeto que se está relajando. Esta técnica
puede ser particularmente económica en lo que respecta al tiempo
cuando es aplicada por un hipnotizador experimentado. Existe un
guión autoritario modificado, que fue elaborado por el conocido hip-
INTRODUCCIÓN AL TRANCE HIPNÓTICO 37

noterapeuta Dave Elman, y que amplia su ámbito de aplicación. A


menudo recurro a este formato modificado que puede verse en la
Parte III del Apéndice A.

Profundización

La “profundización” es sólo un recurso para intensificar el trance


hipnótico. Tras una inducción satisfactoria, cuando el sujeto tenga
los ojos cerrados y haya logrado un trance ligero, el siguiente paso
consiste en profundizar gradualmente en tal trance tanto como sea
posible.
Es importante profundizar en el trance porque la aplicación de la
terapia, por ejemplo, es mucho más fácil si el sujeto se halla en un
trance profundo que si se encuentra en un trance leve. Sin embargo,
esto no implica que multitud de terapias realizadas bajo un trance
leve sean inefectivas, como las empleadas para dejar de fumar, para
adelgazar, para adquirir seguridad en uno mismo o para tranquili-
zarse en situación de exámenes. Para otras terapias, como por ejem-
plo las empleadas para aliviar la ansiedad y la depresión, para curar
la soriasis y, por supuesto, en las representaciones escénicas, es pre-
ferible lograr un nivel de hipnosis más profundo.
Más adelante analizaremos los peligros vinculados a la hipnosis, y
en ese momento trataremos de ver si el peligro es mayor cuanto más
profundo sea el trance.
Son múltiples los recursos empleados para la profundización del
trance y a continuación de describen dos de ellos:

Sugestión directa

Durante el procedimiento de inducción se introduce un factor


mediante el cual se sugiere repetidas veces que el sujeto se adentre en
un estado de relajación cada vez más profundo (Guión de inducción
autoritaria descrito en la Parte III del Apéndice A). Se repiten una y
otra vez las sugerencias de relajación, acompañadas de expresiones
38 HIPNOSIS SEGURA

como “más y más profunda”. Además, una sugerencia posthipnótica


que se refiera a un trance más profundo puede influir significativa-
mente en las siguientes sesiones de hipnosis. Por ejemplo, bajo hip-
nosis, se puede sugerir al sujeto: “La próxima vez… no sólo te dor-
mirás más rápidamente…, también te relajarás más profundamen-
te…, en un sueño mucho más profundo que el de hoy”.

Utilización de la imaginería

No merece la pena tratar de intensificar el trance mediante el


empleo de imaginería si el sujeto no puede visualizar. Por ello, es
recomendable realizar una simple prueba de capacidad de visualiza-
ción antes de iniciar la inducción, para comprobar si conviene o no
emplear un recurso de profundización de este tipo. Una prueba sim-
ple consiste en pedir al sujeto que cierre los ojos y nos describa su par
de zapatos favorito, describiendo los detalles y el color de los mismos.
Cuando se vaya a usar un recurso de profundización que incluya
visualización es también fundamental preguntar al sujeto si padece
alguna enfermedad médica que pueda precipitar alguna abreacción.
Por ejemplo, si el sujeto es alérgico a las gramíneas es inadecuado
sugerirle que se imagine paseando por un campo de hierba con abun-
dantes flores a su alrededor durante un día veraniego. Las imágenes
suelen ser tan reales que el sujeto podría sufrir un brote de alergia.
En la Parte IV del Apéndice A se incluye un guión para profundizar
en el trance usando imaginería.

Terminación

En el apartado correspondiente a los riesgos de la hipnosis se


subraya la importancia de la completa finalización del trance. En la
hipnosis escénica, cualquier sugerencia divertida propuesta durante
la actuación a algún miembro de la audiencia puede generar daños
físicos y psicológicos sobre él si el hipnotizador no lo saca debida-
mente del trance. Un ejemplo, que sólo conlleva un peligro físico me-
INTRODUCCIÓN AL TRANCE HIPNÓTICO 39

nor, consiste en hacer creer al voluntario de la audiencia que muerde


una manzana cuando realmente está mordiendo una cebolla. Si tras
la representación, el trance no concluye debidamente, esta persona
podría seguir comiendo cebollas mucho tiempo después de abando-
nar el teatro, con el efecto que esto puede tener sobre su estómago.
Otros casos pueden ser mucho más peligros, como el de un sujeto
que, mientras conduce su coche, responde a la música de Elvis Pres-
ley girando su cuerpo y pretendiendo estar tocando la guitarra. El
daño psicológico puede derivarse de situaciones en las que al sujeto
hipnotizado se le coloca en una situación que provoque ansiedad,
situación que se mantiene si el terapeuta no termina completa y debi-
damente el trance.
Algunos hipnotizadores inexpertos sólo cuentan hasta tres antes
de informar al sujeto que ha finalizado el trance. Para estar absolu-
tamente seguro es preferible contar hasta siete y entre un número y
el siguiente ir informando al sujeto de dónde se encuentra, la hora y
la fecha del momento, etc. Los efectos adversos provocados por la
deshipnotización indebida se comentan con más detalle en el Capí-
tulo 7. En la Parte V del Apéndice A se incluye un ejemplo de guión
de terminación.

Susceptibilidad

En este apartado sobre susceptibilidad se describe la susceptibili-


dad diferencial a la hipnosis de las distintas personas y grupos de per-
sonas. Algunas personas sienten ansiedad ante el hecho de ser hip-
notizadas y, a pesar de su entera cooperación, sólo son capaces de
experimentar, a lo sumo, un trance leve –imperceptible incluso para
el hipnotizardor experimentado. Por otro lado, algunas personas son
muy susceptibles a la hipnosis y pueden experimentar el trance des-
de el inicio del guión de inducción. La prueba de esta susceptibilidad
extrema se observa, por ejemplo, en los casos de hipnosis escénica en
los que el hipnotizador sugestiona a una gran audiencia y algunos de
los miembros de la misma están tan hipnotizados que son incapaces
de despegar sus manos. De este modo el hipnotizador reconoce y
40 HIPNOSIS SEGURA

selecciona a las personas más susceptibles, que suelen ser las invita-
das a participar voluntariamente sobre el escenario.
Ernest R. Hilgard (1965), el psicólogo experimental americano,
manifiesta que son muy pocas las personas no susceptibles a la hip-
nosis. Con ayuda de las Escalas de Standford de Susceptibilidad a la
Hipnosis (véase descripción más adelante) descubrió que entre el 5%
y el 10% de la población no podía ser hipnotizada, y sólo el 5% era
capaz de alcanzar un trance profundo.
Josephine R. Hilgard (1970), una hipnoterapeuta americana, fue
la primera en proponer una clasificación de las personas en razón de
su susceptibilidad, sobre la base del tipo de personalidad (extroverti-
da, introvertida, etc.), pero tras mucha experimentación optó por
abandonar su teoría. En la actualidad se considera que las personas
muy imaginativas, que disfrutan soñando despiertas o son capaces de
generar imágenes mentales muy reales son las más susceptibles.
La susceptibilidad a la hipnosis se estabiliza en la persona cuando
ésta alcanza la madurez, pero la misma estabilidad no está presente
durante la infancia. Por ello, existen escalas de susceptibilidad hip-
nótica diferentes para adultos y para niños. Desde mucho tiempo
atrás se reconoce que los niños son más susceptibles que los adultos
a la hipnosis. Hace más de un siglo H. Bernheim, un historiador de
la hipnosis, afirmaba:

Desde el mismo momento en que son capaces de entender, por norma,


los niños son rápida y fácilmente hipnotizados (1886/1973, p. 2).

La edad óptima de máxima susceptibilidad a la hipnosis suele ser


sobre los 9 años, pero de los 12 en adelante se reduce progresiva-
mente hasta la edad adulta.
C. L. Hull (1933), un psicólogo americano, se refirió a las diferen-
cias de género existentes en relación a la susceptibilidad a la hipno-
sis y a las diferencias en altura, que ya se habían demostrado fiables
y habían sido cuantificadas. Según sus estimaciones, en general, las
mujeres superaban en susceptibilidad a los hombres en 1/15 del gra-
do de mayor altura que corresponde a los hombres, es decir, la dife-
rencia es mínima. Muchos otros autores y expertos en el campo de la
INTRODUCCIÓN AL TRANCE HIPNÓTICO 41

hipnosis defendieron esta misma postura hasta que E. R. Hilgard


(1965) negó la existencia de diferencias de género con respecto a la
susceptibilidad.

Sintomatología

Existen muchas escalas de susceptibilidad hipnótica. Algunas han


sido diseñadas para medir la susceptibilidad comprobando la profun-
didad o nivel del trance hipnótico, observando los síntomas y reco-
giendo los que describe el propio sujeto una vez finalizado el trance.
Algunas de las características más frecuentemente observadas son la
máscara hipnótica, una respiración más relajada, la reducción de la
presión sanguínea, la ralentización del ritmo cardíaco, la respuesta
cutánea galvánica, el aumento de la salivación involuntaria, la agita-
ción de los párpados, el lagrimeo y la sensación de calor.
Para la investigación experimental se necesita algún tipo de ins-
trumento de medida que disponga de una escala. Muchas de las esca-
las existentes han sido diseñadas para determinar la profundidad de
un trance y, para ello, presentan un listado de los síntomas observa-
dos que se relacionan con la profundidad o nivel del trance. En este
sentido, el sistema de Lecron y Bordeau (véase Parte VI del Apéndice
A), que determina los diferentes grados de profundidad del trance, ha
sido considerado como un método de valoración extremadamente
completo.
El sistema de Lecron y Bordeau contempla cinco niveles de tran-
ce, de los cuales el primero es el “Hipnoidal” cuya profundidad es
inferior a la de un trance leve y el último es el “Plenario” cuya pro-
fundidad es tal que se inhibe toda actividad espontánea. Desde este
trance plenario se puede progresar hasta el sonambulismo si se rea-
liza la sugestión oportuna. En la escala se incluyen 50 síntomas dis-
tribuidos en los cinco niveles, pero la persona hipnotizada no mani-
fiesta todos los síntomas y sólo puede experimentar dos o tres corres-
pondientes a cada nivel. A lo largo del libro se hacen repetidas men-
ciones a la profundidad del trance, por ello es conveniente conocer la
existencia de las mismas y el modo de usarlas.
3 La naturaleza de la hipnosis

Definición y características

Tanto en el derecho civil como en el penal, ante demandas por


agresión o daños siempre se especifica el modo y el objeto mediante
el cual se ha inflingido la agresión o daño. Por ejemplo, mediante un
puñetazo, con un bate de béisbol, un rodillo de cocina o una navaja.
Cada uno de estos objetos cuenta con una presencia física que le
permite ser presentado como prueba ante el tribunal. La hipnosis,
sin embargo, es intangible como presunta causa de la agresión o del
daño. Por ende, es imprescindible definir consensuadamente o con
ayuda de expertos la naturaleza de la hipnosis y describir claramen-
te sus características.
En este mismo orden, cuando se contempla la cuestión relativa al
consentimiento informado para la hipnosis (véase Capítulo 13), es
necesario explicar al sujeto la naturaleza de ésta. Los sujetos que
saben en qué consiste y los riesgos que conlleva la hipnosis son capa-
ces de valorar con claridad su voluntad para participar o no en la
misma.
44 HIPNOSIS SEGURA

En los casos en que se alega un daño psicológico por agresión o


delito, el precedente dicta que deben aportarse pruebas psiquiátricas
que demuestren la existencia del daño (Ej. Depresión, ansiedad con
o sin brotes de pánico y paranoia), (véanse Capítulos 11 y 12). De ahí
que se aplique el mismo principio cuando se alegan daños psicológi-
cos causados por la inducción a un trance hipnótico. Ésta sería una
tarea imposible, salvo que un testigo experto sea capaz de definir, o
como mínimo detallar, las características de la hipnosis como el ins-
trumento causante del daño. Hasta la fecha no parece existir ningún
caso judicial ni civil documentado donde se alegue que la hipnosis
haya sido el instrumento causante del daño.
Este capítulo trata de definir o, en ausencia de una definición
aceptable, describir la naturaleza de la hipnosis haciendo referencia
a sus características. Sin una definición o una descripción de la mis-
ma sería imposible demandar o procesar a un hipnotizador.

Definición

La hipnosis es un fenómeno psicológico muy complejo, cuya defi-


nición no ha sido aún consensuada ni siquiera entre los expertos. Es
más, existen autores (Barber, 1969) que defienden la inexistencia del
“estado hipnótico” y prefieren referirse a él como a un “no-estado”.
Recordemos, como se ha señalado en capítulos anteriores, que la
Teoría de la Sugestión afirma que cuando una persona se somete al
trance hipnótico su mente consciente está tan suprimida que la men-
te inconsciente se expone a la sugestión, la cual acepta sin ninguna
crítica.
Orne se refiere a la Teoría de la Sugestión cuando define la con-
ducta hipnótica como:

Los fenómenos hipnóticos sólo pueden observarse cuando se propor-


cionan sugestiones que distorsionen la percepción o memoria del
individuo. El individuo hipnotizado sólo puede ser identificado por su
habilidad para responder a las sugestiones adecuadas alterando apro-
piadamente una o todas las modalidades de percepción y memoria
(1972, p. 102).
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 45

Orne propuso esta definición mientras investigaba las diferencias


existentes entre diversas conductas hipnóticas y no hipnóticas, sin
embargo es igualmente aplicable a la hipnosis escénica, donde las
modalidades de percepción y memoria se alteran siempre.
La Teoría Psicoanalítica incluye a la freudiana y se aplica mientras
el sujeto está hipnotizado. A continuación se presenta la definición
basada en esta teoría que proponen Gill y Brenman:
[…] Una regresión psicológica inducida, que se produce en el contex-
to de una relación regresiva particular entre dos personas, es un esta-
do relativamente estable que incluye un subsistema del ego con dife-
rentes grados de control del aparato del ego (1959, p. xxiii).

Las Teorías Psicoanalítica y de la Sugestión demuestran cuán dife-


rentes pueden ser las definiciones relativas al fenómeno hipnótico.
La falta de consenso también se extiende a la aplicación de la hip-
nosis en los contextos experimental y clínico. Las investigaciones
sobre hipnosis experimental tratan de medir la conducta externa y
observable del sujeto, sin embargo en el contexto clínico se hace hin-
capié en el acceso a las experiencias subjetivas. Si a la distancia entre
estos dos enfoques le añadimos las diferencias derivadas de los con-
textos y los objetivos, comprendemos que existan problemas de defi-
nición. La hipnosis experimental se ejecuta en condiciones de labo-
ratorio, mientras que la hipnosis terapéutica se desarrolla en el entor-
no clínico. El objetivo de la primera es investigar el fenómeno de la
hipnosis y el de la última es aplicar terapias para aliviar las dolencias
mentales y físicas.
Cualquiera que haya observado una actuación bien sea en un tea-
tro, en la televisión o en una experiencia privada, puede entender que
la hipnosis empleada para tales fines se acomoda perfectamente a la
Teoría de la Sugestión. Este tipo de hipnosis, evidentemente, consti-
tuye una aplicación exclusivamente diseñada para producir conduc-
tas extraordinarias, observables y fuera de lo normal en los sujetos
participantes. Aunque se adapte a la Teoría de la Sugestión, sus obje-
tivos y contexto no están contenidos ni en el enfoque experimental ni
en el clínico.
46 HIPNOSIS SEGURA

Scheflin y Shapiro, cuyo libro Trance on Trial (El trance a juicio)


trata sobre la hipnosis, los delitos y las pruebas penales y civiles, esta-
blecen la siguiente definición forense de la hipnosis:

La hipnosis es un estado alterado de la conciencia, caracterizado por


la concentración intensiva de la conciencia en temas sugeridos, acom-
pañada por la reducción del interés hacia percepciones competitivas.
Los sujetos hipnotizados experimentan distorsiones perceptuales y
sensoriales y más habilidad para hacer uso de mecanismos mentales
que normalmente son inconscientes (1989, p. 134).

Aunque para Scheflin y Shapiro (abogado y doctor, respectiva-


mente) la cita anterior constituya la definición de hipnosis, sólo la
primera parte “La hipnosis es un estado alterado de la conciencia
[…]” constituye una definición en su sentido estricto. El resto descri-
be algunas características de la hipnosis. Sin embargo, en el libro se
subraya la necesidad de una definición para los procedimientos lega-
les, para los cuales “es crucial la especificación de una definición
exacta” (p. 126).
Por último se presenta una definición de hipnosis, o quizá sería
más oportuno decir falta de definición consensuada, correspondien-
te a James R. Hodge:

De hecho no sabemos qué es exactamente la hipnosis, y todas las defi-


niciones existentes son vagas o teóricas o se limitan a la descripción
del fenómeno que se elicita durante el estado hipnótico (1974, p. 126).

Al inicio del presente capítulo manifestaba que, como la hipnosis


era intangible, era recomendable definirla de un modo aceptable.
Evidentemente esto es imposible por el momento, por ello, en estas
circunstancias lo más idóneo es describir la naturaleza del trance
hipnótico en términos de sus características.

Características que definen la hipnosis

En necesario entender el sentido de una “característica” y dife-


renciarla de un síntoma o de un fenómeno.
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 47

Reber define “síntoma” como:

[…] Cualquier acontecimiento o cambio de estado en el sistema que


tiende a producirse con otro acontecimiento o cambio de estado y,
en consecuencia, puede ser considerado como indicador […] (1995,
p. 777).

En este contexto, “otro acontecimiento o cambio de estado” es la


inducción de un trance hipnótico y el “cambio en el estado del siste-
ma” es el síntoma o “indicador”.
Siguiendo con la perspectiva de Reber, “característica” es “algún
rasgo, atributo o singularidad individual que sirve para identificar y
‘caracterizar’ algo” (1995, p. 120).
El instrumento que mide la profundidad del trance hipnótico y
que mayor consenso reúne es el “Sistema de Lecron y Bordeau”, el
cual especifica los síntomas y fenómenos mostrados en cada uno de
los cuatro niveles del trance (véase Parte VI del Apéndice A). Por
ejemplo, dos de los abundantes síntomas indicativos de un trance
leve son la respiración más lenta y más profunda y los movimientos
involuntarios de la boca durante el proceso de inducción. En un tran-
ce profundo los síntomas incluyen la capacidad para abrir los ojos sin
que esto afecte al trance y una mirada fija cuando los ojos permane-
cen abiertos, todo ello con dilatación pupilar. Lecron y Bordeau enu-
meran una cincuentena de estos síntomas que son, sobre la base de
la definición de Reber, síntomas que pueden ser considerados como
indicadores de las características de la hipnosis en situación de
inducción al trance.
El “fenómeno” difiere de una característica de hipnosis en que el
primero simplemente implica un acontecimiento que puede ser
observado. La profundidad del trance puede ser medida mediante los
“síntomas y fenómenos” del sistema de Lecron y Bordeau. Esto impli-
ca que todos los síntomas que se producen durante la inducción al
trance pueden ser observados por el hipnotizador y por las demás
personas. En otras palabras, constituye un método objetivo para la
medición y recogida de datos cuantitativos. Además, de aquí se deri-
va también otra de las importantes diferencias entre característica y
48 HIPNOSIS SEGURA

síntoma de hipnosis, cuando se analiza su naturaleza. Las caracterís-


ticas de la hipnosis son de naturaleza subjetiva y, por lo tanto, cuali-
tativa que no pueden ser observadas; los fenómenos, por el contrario,
se manifiestan y pueden ser observados.
Algunos autores emplean indistintamente los términos “caracte-
rística”, “síntoma” y “fenómeno” y por ello deben ser interpretados
con suma cautela en el contexto en que se producen.

Principales características de la hipnosis

Si preguntamos a un grupo cualificado de usuarios de hipnosis,


independientemente de que sean investigadores, terapeutas o ar-
tistas hipnotizadores, que nombren las cinco características que
mejor tipifiquen su naturaleza, cada uno de ellos respondería de
forma diferente. Esto no implica que alguno de ellos esté equivo-
cado, sino que subraya la influenza que ejercen las diferentes teo-
rías sobre la hipnosis. Las siguientes características están influidas
por la Teoría de la Sugestión y describen la naturaleza de la hip-
nosis, pero su orden de presentación no equivale a su importancia
jerárquica.

Mayor sugestibilidad

La sugestibilidad aumenta bajo hipnosis. Esta capacidad ima-


ginativa intensificada no necesariamente conlleva que el sujeto se
someta a sugestiones que en un estado de conciencia plena conside-
raría desagradables. Sin embargo, cuanta mayor sea la sugestibilidad
de una persona mayor es su susceptibilidad ante la hipnosis. No sólo
se logra el trance con más rapidez y facilidad, además éste es más
profundo.
Scheflin et al. (1989, p. 124) describen la característica del incre-
mento del sugestibilidad como “la intensificación de la capacidad
para responder positivamente a las ideas ofrecidas por el hipnotiza-
dor o por el self”.
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 49

Menor comprobación de la realidad

Durante el trance hipnótico el sujeto acepta de forma no crítica las


ideas y propuestas sugeridas por el hipnotizador. La mente incons-
ciente responde a las sugestiones porque, a diferencia de la mente
consciente, carece de poderes críticos y, por ello, se reduce la capaci-
dad crítica o comprobación de la realidad de la mente consciente.
Gibson y Heap, en referencia a la reducción de la comprobación
de la realidad, señalan:

Los sujetos tienden a aceptar las ideas e incluso percepciones distor-


sionadas que se les presentan sin preocuparse de la coherencia lógica
de éstas (1991, p. 7).

Cuando se reduce la capacidad para la comprobación o prueba de


realidad, el efecto consecuente es la suspensión parcial o total del
pensamiento lógico cotidiano en virtud de que la mente consciente se
encuentra en un estado menos funcional y, simultáneamente, de que
la mente inconsciente está completamente expuesta.
A la suspensión temporal del pensamiento y de la lógica les acom-
paña la aceptación acrítica del material presentado por el hipnotiza-
dor. Lo que incluye la aceptación de fenómenos imaginarios que sus-
tituyan a las experiencias sensoriales percibidas. Ésta es una situa-
ción ideal para el hipnotizador escénico, donde el sujeto acepta cosas
que son contrarias a sus propias creencias.

Mayor interpretación

El mejor ejemplo de esta característica consiste en sugerir al suje-


to hipnotizado que regrese a una etapa anterior de la vida, en la que
interpreta un rol infantil de un modo mucho más convincente de lo
normal.
Para lograr este estadio infantil es necesario recurrir a una técni-
ca hipnótica denominada “regresión de edad” (en ocasiones conoci-
da también como “revivificación”). Esta técnica consiste en pedir a
un adulto profundamente hipnotizado que se imagine retrocediendo,
en el tiempo, en el espacio y en la memoria a una edad particular (es
50 HIPNOSIS SEGURA

preferible seleccionar un día significativo, como la Navidad o un


cumpleaños) y que reviva y recuerde algunas experiencias que tuvo
durante ese día. El sujeto hablará y actuará como si fuera un niño
adoptando una forma notablemente diferente en su postura y en sus
conductas a las del tiempo presente. Curiosamente el sujeto es capaz
de recordar experiencias y acontecimientos que se produjeron en ese
momento y que no pueden recordarse en un estado plenamente cons-
ciente. Además, si al sujeto se le pide que escriba su nombre, la escri-
tura presenta rasgos infantiles y coincide bastante bien con los ras-
gos de escritura que mostraba el sujeto a esa edad. En general se con-
sidera que la conducta reproducida es demasiado perfecta para ser
fingida.

Conducta posthipnótica

Tras la finalización del trance la conducta puede verse afectada


por las sugestiones que se han practicado durante la hipnosis. Por
ejemplo, el hipnotizador puede instruir a una persona hipnotizada de
la audiencia para que (después de ser deshipnotizada), al escuchar
una melodía particular, se levante, ponga el puño en alto y grite a pul-
món abierto “Llegan los rusos”. Al escuchar la señal musical el suje-
to ejecuta esta acción posthipnótica sin conocimiento consciente. El
sujeto puede saber cuál es el origen de la conducta sugestionada,
pero la conducta misma es automática.
Se requiere un trance hipnótico muy profundo para crear una
conducta posthipnótica. En relación a un experimento sobre con-
ducta posthipnótica Orne, Sheehan y Evans señalaban:

La respuesta posthipnótica coherente fuera del contexto experimental


se relacionó con el nivel de hipnosis alcanzado en el momento en que
se administró la sugestión posthipnótica (1968, p. 189).

Orne et al. trataban de averiguar si los sujetos reaccionaban post-


hipnóticamente ante la palabra “experimento” tocando sus frentes y
si las sugestiones de amnesia posthipnótica eran efectivas. Las suges-
tiones posthipnóticas se administraron antes de sugerir la amnesia
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 51

para todos los sucesos ocurridos durante el trance. Todos los sujetos,
cuando en el curso de una conversación ordinaria escuchaban la
palabra “experimento”, tocaban su frente. Los sujetos no podían
explicar esta conducta ni los orígenes de la misma.
Cuando a un sujeto hipnotizado se le sugiere una conducta post-
hipnótica, conviene asegurarse de que la conducta sólo se reproduci-
rá en respuesta a la indicación del hipnotizador. El estudio de Orne
et al. no incluía estas instrucciones, porque en aquel caso se buscaba
la reacción del sujeto cuando la palabra clave era pronunciada por
una tercera persona. Además, también es recomendable establecer
un límite de tiempo para la continuidad de la conducta posthipnóti-
ca, que en el estudio de Orne et al. era de 48 horas. Un hipnotizador
escénico prudente debería limitar la conducta posthipnótica al tiem-
po que dura el entretenimiento.

Actividad ideosensorial

“Ideo” significa imagen mental y, consecuentemente, “ideosenso-


rial” hace referencia a la imagen mental que es producto de las sen-
saciones. Esta característica de la actividad ideosensorial se relacio-
na con la capacidad de la persona hipnotizada para crear imágenes
mentales que sean diferentes de las que se le presentan en el contex-
to físico. Para ello se engaña o se confunde a los sentidos.
Las imágenes pueden ser positivas, por ejemplo, sabores (choco-
late y panceta), aromas (el aroma de pan que está siendo horneado),
imágenes (la pantalla de un ordenador o una jarra de cerveza) y soni-
dos (música de los Beatles o un niño llorando); o negativas, que con-
siste en la negación de una presencia particular.
Aunque podría decirse que las actividades ideosensoriales son de
naturaleza engañosa, éste no es el caso de las alucinaciones como
parte de la actividad ideosensorial. Las alucinaciones conllevan la
percepción de la presencia o ausencia real de un objeto. Así, en una
alucinación positiva, un sujeto puede “ver” a su abuelo frente a él y
se le induce para que converse con él. O un sujeto puede experimen-
tar una alucinación negativa y ser incapaz de “ver” a una tercera per-
52 HIPNOSIS SEGURA

sona en el recinto. Las alucinaciones positivas y negativas pueden ser


creadas por el hipnotizador, pero en la actividad ideosensorial carac-
terística de la hipnosis, surgen de forma natural y sin intervención.
Los detalles de las imágenes sólo pueden obtenerse mediante un
auto-informe del sujeto, porque constituyen parte de las experiencias
subjetivas y, por lo tanto, no pueden ser empleadas con fines tera-
péuticos ni de otra índole.
Las características básicas descritas hasta el momento y que
corresponden a la naturaleza de la hipnosis, son aceptadas mayorita-
riamente incluso en ausencia de una definición consensuada de hip-
nosis. Otras características incluyen:

• Pasividad (los sujetos confían en el hipnotizador para que diri-


ja sus acciones).
• Limitación de atención (la atención se focaliza sólo en los obje-
tos que sugiere el hipnotizador).
• Amnesia (olvido automático de los acontecimientos vividos
durante la hipnosis).
• Hiperamnesia (mayor recuerdo de los detalles que en un esta-
do plenamente consciente).
• Analgesia y anestesia (desaparición o alivio del dolor).

En ausencia de una definición consensuada, las características


que describen la hipnosis pueden presentarse como pruebas del tran-
ce hipnótico.

Estado o no-estado

Las teorías de la hipnosis son realmente ideas de diferentes gru-


pos de personas que tratan de explicar por qué se produce el trance
hipnótico. No constituyen teorías en el sentido más estricto de la
palabra, son perspectivas o diferentes modos de contemplar las razo-
nes por las cuales los procedimientos hipnóticos inducen al trance.
La teoría de la sugestión es uno de estos ejemplos, la cual confía en
las sugestiones repetidas para inducir al trance hipnótico.
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 53

La primera parte de este capítulo ha tratado de definir y caracte-


rizar la hipnosis, en otras palabras ha versado sobre “qué” es la hip-
nosis. En esta parte se investiga “cómo” se forma un trance hipnóti-
co. Es razonable suponer que los procesos mentales y físicos subya-
centes producen lo que comúnmente se conoce como un estado de
hipnosis. Este “estado de hipnosis”, también considerado como “un
estado alterado de la conciencia” y la última valoración crítica de la
teoría del no-estado, son partes importantes del examen relativo a la
naturaleza de la hipnosis. Podrían constituir el factor determinante
del éxito o del fracaso de una demanda judicial.
Algunos teóricos defienden la “teoría del estado” sobre la base de
la diferencia existente con respecto al estado de vigilia normal.
Otros, sin embargo, denominados teóricos del “no-estado”, recha-
zan la hipótesis relativa a que la hipnosis constituya un estado o
condición diferente.

Estado de hipnosis

Durante el último medio siglo los investigadores han debatido


sobre cuál sería el mejor modo de describir y entender el trance hip-
nótico como producto de un estado alterado de la conciencia.
Durante este proceso se han abandonado algunas versiones de la teo-
ría del estado, hasta el grado de llegar a cuestionar si el debate rela-
tivo al estado debe seguir siendo el eje que dirija la investigación y la
teoría. En consecuencia, la primera tarea consiste en decidir si la teo-
ría del estado sigue o no vigente.
Kirsch y Lynn (1995) recomiendan que se mantengan los dos
bandos opuestos del estado y no-estado –tal y como se les conocía
durante las décadas de los sesenta y setenta–, pero que modifiquen
su denominación a proceso social y psicológico especial. A este res-
pecto añaden:

Una nueva generación de profesionales ha propuesto nuevas teorías.


En consecuencia, lo que una vez fue real se ha convertido en mito. En
la actualidad ha quedado obsoleto hablar de campos de batalla (1995,
p. 847).
54 HIPNOSIS SEGURA

No todos estarían de acuerdo con esta declaración unilateral de


paz, particularmente porque no hay consenso generalizado sobre las
“nuevas teorías de la hipnosis” mencionadas por Kirsch y Lynn.
Conviene señalar también que el mismo Lynn propone una nueva
teoría sociocognitiva de hipnosis que bien podría clasificarse como
de no-estado. A este respecto, Wagstaff concluía:

La controversia entre estado/no-estado se mantiene aún muy viva, y


las partes en debate parecen estar más distanciadas que nunca antes
(1996, p. 20).

Sin lugar a dudas, los psicólogos siguen divididos en relación a si


la hipnosis produce o no un estado de conciencia alterado equivalen-
te al trance.
La Sección de Hipnosis Psicológica de la Asociación Americana de
Psicología (APA) define la hipnosis como un procedimiento median-
te el cual se sugieren cambios en las sensaciones, percepciones, pen-
samientos, sentimientos o conductas. Un gran número de eruditos
reconocidos y respetados participaron en el diseño de esta “defini-
ción”, que se inclina visiblemente hacia la hipnosis como estado alte-
rado de la conciencia. Aunque ésta puede ser una descripción ade-
cuada para los fines de la APA, para el presente libro no es ni especí-
fica ni suficientemente pragmática.
Kirsch, Mobayed, Council y Kenny (1992) identificaron cuatro
premisas compartidas por los teóricos defensores de la existencia del
estado:

Primera premisa de los teóricos del estado

“Las inducciones hipnóticas producen estados alterados de con-


ciencia en personas susceptibles”. Esta premisa es ambigua porque
puede implicar que el trance hipnótico sólo es posible para las per-
sonas que sean susceptibles o que diferentes personas son suscepti-
bles a diferentes grados de profundidad del trance. De hecho, según
Hilgard (1965) sólo un 5% de la población general no es susceptible.
Del 95% restante de la población, que sí es susceptible a la hipnosis
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 55

en diferentes grados, quizá el 5% corresponda a los que son alta-


mente susceptibles. Es posible que estos últimos sean los que, en hip-
nosis escénica, entren en trance incluso sin haberse levantado de sus
asientos y, por este motivo, suelen acabar sobre el escenario.
Los teóricos del estado se basan, sobre todo, en los síntomas pro-
ducidos por la inducción del trance en personas susceptibles, como
prueba de un estado alterado de la conciencia.

Segunda premisa

“Estos estados hipnóticos son introspectivamente diferenciables


de la conciencia existente en la vigilia y en otros estados alterados (Ej.
sueño o intoxicación)”. Los informes introspectivos, siendo descrip-
ciones de examen de las propias experiencias mentales (los conteni-
dos de nuestra conciencia), se consideran como métodos cualitativos
bastante fiables para la recogida de datos. De hecho, el auto-informe
es el único método disponible para que los teóricos del estado defien-
dan su teoría, porque la actividad mental encubierta evidentemente
no es observable a través de métodos directos. Incluso aunque exis-
tan señales o síntomas externos del trance en las personas hipnotiza-
das, tales señales no pueden ser empleadas para interpretar las expe-
riencias internas de un estado alterado de la conciencia.
Con todo, existe un método objetivo para demostrar si se produce
un estado alterado de la conciencia (es decir, un estado de hipnosis)
que consiste en medir mediante un electroencefalograma el cambio,
si es que se produce, entre las ondas cerebrales en estado hipnótico y
en estado de vigilia de la persona hipnotizada. Para finalizar, señalar
que entre las premisas contenidas en Kirsch et al. no se contemplaba
este método de comprobación.

Tercera premisa

“[…] Las personas son más responsivas a la sugestión en estados


hipnóticos que en estados no hipnóticos”. Esta premisa adopta una
56 HIPNOSIS SEGURA

postura de “causa-efecto” porque defiende que el estado hipnótico


constituye la explicación causal del aumento de responsividad a las
sugerencias del hipnotizador. Hilgard (1986) aceptaba la existencia
de una conexión entre la responsividad en sujetos y el estado hip-
nótico:

[…] Si se generan cambios suficientes para que el sujeto pueda iden-


tificar que tales cambios se han producido (si él es hipnóticamente
responsivo), estos mismos cambios suelen influir en la responsividad
a la sugestión (1986, p. 167).

Una vez más, se deja en manos del sujeto la tarea de describir los
cambios internos que se han producido entre el estado de vigilia y el
estado hipnótico.

Cuarta premisa

“El aumento de sugestibilidad no es la única característica de los


estados hipnóticos”.
Otras características mencionadas y que confirman esta premisa
de los teóricos del estado son: la intensificación del rol play, la reduc-
ción en la comprobación de la realidad, la actividad ideosensorial, la
amnesia, la limitación de la atención y la analgesia y la anestesia.

Una hipnosis de no-estado

Son muchos los expertos que se han referido a las perspectivas de


estado y no-estado de la hipnosis. Uno de ellos es John E. Chaves, que
en referencia a la perspectiva del no-estado, señala:

[…] no contempla productivamente la hipnosis como un estado espe-


cial […] y en su lugar considera que los fenómenos hipnóticos son el
producto de variables sociales y cognitivas comparativamente banales
que son bien conocidas, acompañadas por un punto de vista según el
cual el participante hipnótico está actuando estratégicamente para
tener las experiencias y mostrar las conductas que le son sugeridas
[…] (1997, p. 252).
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 57

Chaves no afirma que algunos factores operen para producir con-


ductas equivalentes al trance, pero esto no justifica un estado de hip-
nosis tal y como defienden los teóricos del estado. William C. Coe
manifestaba a este respecto:

Esta postura del no-estado sostiene que la conducta hipnótica puede


ser examinada y explicada mediante conceptos que son aplicables a
otros patrones de conducta y que no es provechosa la tarea de bús-
queda de un estado alterado y evasivo de la conciencia (1973, p. 118).

Coe revisa cinco enfoques experienciales que habían sido emplea-


dos en la investigación sobre hipnosis y que giraban en torno a la
cuestión del estado/no-estado. La revisión de estos enfoques experi-
mentales le hizo inclinarse por la perspectiva del no-estado.
Unos veinte años después, Coe (1992) seguía defendiendo la mis-
ma postura, pero era más contundente en sus afirmaciones: “[…] No
hay investigadores que postulen con seriedad la existencia de un esta-
do especial o trance como variable causal” (p. 118).
Una vez más, Kirsch et al. (1992) presentan las tres bases sobre las
que se asientan los teóricos del no-estado, para demostrar que la teo-
ría del estado carece de fundamento. Los teóricos del no-estado no
tratan de demostrar directamente su perspectiva sino que atacan crí-
ticamente a la perspectiva del estado.

Primera base del no-estado

[…] No se han hallado señales fisiológicas de un estado hipnotizado


[…]

A finales del siglo XIX se descubrió que el cerebro emanaba


impulsos eléctricos, pero fue en 1928 cuando Hans Berger inventó el
electroencefalograma (EEG) que mediría estos impulsos al aplicar
electrodos sobre el cráneo. Estos impulsos se registraban como
ondas reflejadas en un gráfico. Con el tiempo, el instrumento se sofis-
ticó suficientemente como para diferenciar los impulsos producidos
durante el estado de vigilia y durante el sueño. Durante la fase de sue-
ño se producen cinco cambios en el EEG, entre los que se hallan la
58 HIPNOSIS SEGURA

somnolencia, un ritmo relajado y tres fases del sueño. La primera


fase, conocida como ritmos alfa, aparece en las personas cuando
éstas se encuentran relajadas, con los ojos cerrados y en un ambien-
te tranquilo.
La experimentación realizada con el EEG revela que existen pocas
diferencias entre los ritmos alfa de una persona hipnotizada y una
persona físicamente relajada. Un ejemplo de este tipo de experimen-
to fisiológico fue el realizado por el neurólogo Barry Wyke y cuyas
conclusiones donó a la Sociedad Británica de Hipnosis Médica y
Dental, conclusiones a las que se refiere Waxman (1981). El profesor
Wyke afirma, entre otras cosas, que las ondas cerebrales en una per-
sona hipnotizada son similares a las que esta misma persona tendría
en estado de vigilia pero relajada.
Los teóricos del no-estado defienden que los experimentos con
EEG evidencian que la hipnosis no afecta al cerebro ni a ningún otro
sistema físico, y por ello no se trata de un estado especial de con-
ciencia alterada.
Un aspecto interesante es la conclusión que se obtiene de estos
experimentos hipnóticos con EEG, según la cual la inducción de un
trance hipnótico no induce al sueño y el sujeto se mantiene despier-
to. Waxman (1981, p. 34) señala que las ondas cerebrales sólo cam-
bian “[…] Cuando el hipnotizador induce deliberada y específica-
mente al sueño”. El sujeto puede no estar tan despierto como antes
de la inducción, pero es obvio que está en estado de vigilia.
Algunas veces los hipnotizadores se refieren a la inducción del
sueño en sujetos y en algunos guiones de inducción se pide al sujeto
que “Se duerma” (véase Capítulo 2 y Apéndice A, Parte I, II y III).
Esta referencia al sueño es visiblemente inadecuada, porque la hip-
nosis se parece al sueño sólo para el observador.

La segunda base

[…] Todos los fenómenos producidos por la sugestión tras una


inducción hipnótica, también pueden producirse sin la inducción hip-
nótica.
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 59

En algunas ocasiones la perspectiva del no-estado ha sido incom-


prendida e interpretada como que el sujeto hipnotizado cumple con
las sugerencias del hipnotizador y finge. Sin embargo, no es esto a lo
que se refiere la teoría del no-estado. Los teóricos del no-estado reco-
nocen que, independientemente de la interpretación, el sujeto expe-
rimenta cambios genuinos producidos por la sugestión. El experi-
mento de Meeker y Barber (1971) constituye un buen ejemplo de ello.
En él se hace referencia, entre otras cosas, al alto índice de sugesti-
bilidad en estado de vigilia.
Meeker y Barber basaron su documento tanto en investigación
experimental como en las observaciones realizadas a hipnotizadores
escénicos profesionales, en publicaciones relativas a la hipnosis escé-
nica y en su propia formación y experiencia profesional como hipno-
tizadores escénicos. Estos autores propusieron una serie de princi-
pios básicos que subyacen a la hipnosis escénica:

El nivel base o responsividad a las sugestiones en estado de vigilia es


muy superior a lo comúnmente se asume.

Según Meeker y Barber entre los profesionales escénicos es cono-


cido que para inducir al trance hipnótico no se necesita obtener la
responsividad a las sugestiones de los voluntarios de la audiencia.
McGill (1947), en su enciclopedia sobre hipnosis escénica afirma ine-
quívocamente que “es posible producir efectos hipnóticos sorpren-
dentes en estado de vigilia, con completa independencia del trance”
(1947, p. 28).
McGill también se refiere a las razones por las que algunas perso-
nas simulan estar hipnotizadas:

[…] la simulación no es necesariamente un engaño voluntario, con


frecuencia se deriva del deseo de cooperar con el hipnotizador y cola-
borar en el espectáculo. En otras palabras, incapaz de entrar en el
auténtico sonambulismo, el sujeto hace lo posible para iniciar la con-
dición (1996, p. 294).

En relación a la simulación e interpretación, Meker y Barber


añaden:
60 HIPNOSIS SEGURA

Aunque la opinión pública parece creer que el hipnotizador escénico


es muy efectivo en su tarea de inducir al trance hipnótico, en muchas
ocasiones el hipnotizador escénico no es más que un actor que inter-
preta este papel (1971, p. 70).

McGill (1966) afirma que son los sujetos quienes inician la inter-
pretación hipnótica, pero Meeker y Barber (1971) atribuyen al hip-
notizador la responsabilidad de iniciar la simulación y, en conse-
cuencia, los sujetos responden a sus sugestiones. Esta diferencia no
tiene consecuencias prácticas. Lo importante es el acuerdo existente
relativo a que puedan producirse fenómenos hipnóticos sin induc-
ción hipnótica.
Aunque la teoría del no-estado se refiera en este punto a la hipno-
sis escénica, sus aportaciones también son aplicables a otros contex-
tos. Barber fue uno de los primeros investigadores en sugerir la nece-
sidad de:
Una formulación […] que no invoque a un estado especial de con-
ciencia (“hipnosis” o “trance”) para justificar las conductas que histó-
ricamente se han asociado con la palabra hipnotismo (1969, p. 100).

Las investigaciones de Barber (1969) se basaron en el examen


detallado de multitud de estudios experimentales y concluía que el
llamado estado hipnótico era determinable a partir de variables ante-
cedentes como la actitud del sujeto, las expectativas y las motivacio-
nes con respecto a la situación. Para defender este punto de vista,
provee también ejemplos de conductas de este no-estado, determina-
das por variables antecedentes como la analgesia, la alucinación, la
regresión en edad y la amnesia. Conviene señalar que en las primeras
páginas de este mismo capítulo se han mencionado estas mismas
conductas como características de la hipnosis.

La tercera base

El incremento en sugestibilidad producido por la inducción hipnó-


tica es pequeño […] y puede ser duplicado o incluso triplicado median-
te otros procedimientos entre los que se encuentra el entrenamiento en
imaginación.
LA NATURALEZA DE LA HIPNOSIS 61

Kirsch et al. (1992) presentan datos experimentales relativos a


este principio del no-estado. En su estudio participaron 60 sujetos
a quienes distribuyeron en cuatro grupos. El primer grupo fue
objeto de una inducción hipnótica tradicional. El segundo grupo
recibió una versión modificada de la inducción hipnótica del pri-
mer grupo, y todas las referencias a la relajación, somnolencia y
peso fueron sustituidas por sugerencias relativas al aumento del
estado de alerta, energía y lucidez. El tercer grupo recibió entre-
namiento en relajación, incluyendo instrucciones para tensar y
relajar varios grupos musculares. El cuarto grupo recibió instruc-
ciones relativas a cómo usar la fantasía dirigida a la obtención de
metas, para producir respuestas hipnóticas. A este último grupo se
le informó que mediante el pensamiento y la imaginación, junta-
mente con las sugestiones del hipnotizador, se podrían producir
experiencias hipnóticas.
Los sujetos realizaron auto-informes relativos tanto a su estado de
conciencia como a las experiencias vividas en cada uno de los cuatro
procedimientos y 24 de los informes fueron analizados por 18 exper-
tos en hipnosis. A continuación se presentan los resultados más inte-
resantes.

Los hallazgos de los expertos sobre la base de los auto-informes realizados


por los sujetos indican que:

a) Las inducciones hipnóticas tradicionales producen un estado de


conciencia que es indistinguible del entrenamiento en relajación
no hipnótica.
b) La experiencia subjetiva de las sugerencias hipnóticas tras el
entrenamiento en imaginación es indistinguible de la experiencia
tras las inducciones hipnóticas.
c) La sugestibilidad no se relaciona con el estado de conciencia tal
y como han valorado los expertos.

Kirsch et al. (1992) presentan estos resultados en defensa de los


teóricos del no-estado.
62 HIPNOSIS SEGURA

El examen de la teoría del no-estado se realizó tanto con metodo-


logía objetiva (examen del EEG) como con metodología subjetiva
(auto-informes), pero los teóricos del estado sólo se limitaron al
empleo de la introspección.
Se puede resumir el punto de vista de los teóricos del no-estado
diciendo que las experiencias hipnóticas son el producto de las cre-
encias y expectativas de la persona y no del estado alterado de su con-
ciencia.
Para finalizar esta revisión de las teorías del estado y no-estado
conviene señalar que las características de la hipnosis siguen siendo
las mismas, independientemente de la posición que uno adopte en el
debate. En consecuencia, este debate no afecta al valor que la exis-
tencia del trance hipnótico pueda tener como prueba judicial y que
se ha comentado al comienzo del capítulo. Sin embargo, sí podría
afectar a la cuestión relativa al consentimiento de la inducción al
trance, al que nos referiremos en el Capítulo 12.
4 Riesgos – Una revisión general

Son varios los enfoques relativos a los riesgos asociados a la hip-


nosis. Cada enfoque o perspectiva debe ser considerada en términos
de agresión ilegal, porque cualquier daño percibido que se produzca
podría constituir un motivo de delito penal o civil. En derecho civil
cuando se produce una agresión, técnicamente se le denomina “deli-
to con lesiones”, pero salvo que se requiera el sentido estricto, nos
referiremos a él como “agresión”. En el Capítulo 10 y en el Capítulo
11 diferenciaremos qué es lo que constituye un delito penal y una res-
ponsabilidad civil respectivamente.
El presente capítulo versará sobre cuál ha de ser la naturaleza del
daño psicológico ocasionado para que pueda ser considerado como
delito o para que pueda ser objeto de denuncia. Normalmente en
derecho penal, cuanto más grave es el daño mayor suele ser el delito.
En derecho civil, cuanto más grave sea el daño, mayor es la respon-
sabilidad –económica generalmente– del perpetrador. Esto implica
que, en primer lugar deba existir un daño que sea reconocido por la
ley y, a continuación, que su gravedad sea evaluada a fin de determi-
nar el grado de responsabilidad, si existiera, del ejecutor.
Desde mucho tiempo atrás se lleva reconociendo el daño o lesión
psicológica como integrable en la definición que corresponde a la
64 HIPNOSIS SEGURA

agresión. Esto implica que el daño psicológico (también denominado


efecto secundario, contraindicación o efecto negativo, complicacio-
nes o reacciones inusuales en términos de hipnosis) que se derive de
la inducción al trance hipnótico también satisface la definición. Por
lo tanto, este libro no sólo menciona los peligros sino también los
daños que pueden derivarse de los mismos.

Naturaleza del daño psicológico

La naturaleza del daño psicológico puede determinar si se ha pro-


ducido o no una agresión y, por ello, es un factor esencial de los peli-
gros de la hipnosis y, particularmente, y de los efectos adversos aso-
ciados a ella.
Los casos de demanda por los efectos negativos de la hipnosis son
tan poco frecuentes que no existen precedentes legales sobre los que
establecer una escala de lesiones o daños, ni a los que acudir para
determinar si un daño particular es constitutivo de un delito de agre-
sión. Sin embargo, en derecho penal, en tres de los cuatro tipos de
agresiones reconocidas, se establece que el daño o lesión psicológica
significa eso mismo, siempre y cuando no sea leve ni temporal.
También se determina que un psicólogo o psiquiatra adecuadamente
cualificado debe aportar pruebas del daño psicológico. Lo que impli-
ca que la mera emoción –un término al que nos referiremos más ade-
lante– y la mayoría de las molestias cotidianas, como los dolores de
cabeza y otras pequeñas complicaciones, quedan excluidas y no son
consideradas como consecuencia derivada de una agresión. Los mis-
mos principios se aplican a la responsabilidad civil, sobre la base de
minimus non curat, que equivale a decir que la ley no contempla las
pequeñeces.
La naturaleza del daño debe ser suficiente para que éste sea con-
siderado como parte constituyente de un delito, de lo contrario se
niega el mismo. En consecuencia, el problema consiste en decidir
si un daño psicológico particular puede calificarse o no como parte
integral de una agresión que, al mismo tiempo, sea aceptable desde
el punto de vista jurídico.
RIESGOS – UNA REVISIÓN GENERAL 65

DSM-IV

Existe un modo muy simple de determinar qué recibe la califica-


ción de daño o lesión psicológica como parte de una agresión y con-
siste en adoptar el punto de referencia que establece el DSM-IV. El
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (4ª edi-
ción de 1994) constituye el sistema oficial que la Asociación Ameri-
cana de Psiquiatría preparó y publicó para la clasificación de los tras-
tornos psicológicos y psiquiátricos. El DSM-IV es uno de los dos sis-
temas vigentes en la actualidad –el otro es el CIE-10 (sección corres-
pondiente a los trastornos mentales de la Clasificación Internacional
de Enfermedades, 10ª revisión de 1993). En la primera publicación
del DSM-I en el año 1952, sólo se incluía una centena de trastornos,
pero su última revisión contiene más de trescientos.
Tanto el DSM-IV (americano) como el CIE-10 (europeo) son con-
siderados como referencias médicas “completas”, sin embargo es
más frecuente el uso del DSM-IV. El DSM-IV dispone de 17 categorí-
as principales y el CIE-10 sólo dispone de 11, pero no existen dife-
rencias reales entre ambos. Ambos sistemas incorporan una catego-
ría adicional que subsanaría cualquier deficiencia en los trastornos
enumerados o cualquier trastorno nuevo que fuera aceptado por los
profesionales de la salud mental. Por lo tanto, independientemente
del sistema que se adopte, el lenguaje de los trastornos mentales
seguirá siendo idéntico.
El DSM-IV presupone que el origen de la conducta anormal se
encuentra en una disfunción del cuerpo o del cerebro y añade que los
distintos tipos de disfunciones producirán diferentes tipos de enfer-
medades mentales. Son estas enfermedades o trastornos, los que
supuestamente pueden derivarse de la inducción al trance hipnótico
y procedimientos colaterales, y que son el tema principal del presen-
te libro. (Los términos “enfermedad” y “trastorno”, se emplean indis-
tintamente tanto a lo largo del libro como en las citas de libros y
documentos).
A lo largo del libro se cita frecuentemente el DSM-IV. Se usa sobre
todo para comprobar si se registran ciertas condiciones médicas o
66 HIPNOSIS SEGURA

mentales, si se alega que han sido ocasionadas por la inducción y


el mantenimiento de un trance hipnótico. El lector puede consultar
en la Parte I del Apéndice B las principales categorías del DSM-IV,
juntamente con las explicaciones correspondientes.
Es poco probable que algunos de los trastornos incluidos en el
DSM-IV sean asociados a los riesgos de la hipnosis. Por ejemplo, las
enfermedades orgánicas (más neurológicas que psicológicas) como el
Alzheimer.
Antes de recurrir a la clasificación del DSM, la mayoría de las con-
diciones psicológicas y psiquiátricas se dividían fundamentalmente
en dos categorías: neurosis y psicosis. Muchas de las citas de este
libro se refieren a estas dos categorías y, en consecuencia, es impor-
tante que el lector sepa algo sobre ellas. Una neurosis, según Reber
(1995, p. 491) es “un trastorno mental o de personalidad debido a
cualquier disfunción neurológica u orgánica conocida, por ejemplo
una psiconeurosis”. (Neurológica hace referencia al sistema nervioso
central). La definición de Reber se usa para describir síntomas de
neurosis y, etiológicamente, para indicar la causa u origen de la pro-
ducción de síntomas. Los mecanismos de defensa intervienen para
resolver la ansiedad, pero ésos acaban produciendo los síntomas
observados. Entre los ejemplos de neurosis se incluyen los de ansie-
dad, fóbica, obsesivo compulsiva, depresiva y narcisista.
Reber (1995, p. 622) define el trastorno psicótico como “Un tér-
mino global para diversos trastornos mentales graves de origen
orgánico o emocional”. Reber se refiere al origen emocional en su
definición de psicosis. La emoción, que ha carecido históricamente
de una definición consensuada, tiene en esta definición una acep-
ción algo distinta de la “mera emoción” a la que nos hemos referido
anteriormente. Una “mera” emoción es un efecto adverso de poca
importancia y, por lo tanto, no se considera como daño o lesión en
caso de una demanda judicial. Suele ir acompañada, por ejemplo,
de miedo, alegría, intranquilidad, tristeza y amor, y tiene una dura-
ción relativamente corta. Sin embargo, en algunos casos el estado
emocional es inapropiadamente crónico y puede conducir a trastor-
nos psicóticos. Entre los síntomas de los trastornos psicóticos se
RIESGOS – UNA REVISIÓN GENERAL 67

hallan los delirios, las alucinaciones, los estados anímicos dramáti-


camente alterados y el discurso incoherente.
La adopción de la clasificación del DSM-IV no ha impedido que se
sigan empleando los términos de psicosis y neurosis. De hecho éstos
siguen estando muy enraizados en el lenguaje psicológico. Otras cate-
gorías menos comunes que la neurosis y la psicosis son el trastorno
de personalidad y la subnormalidad. Estas últimas categorías tam-
bién aparecen reflejadas en el DSM-IV.

Listado de complicaciones de MacHovec

Llegados a este punto conviene examinar una definición de los


efectos adversos de la hipnosis o “complicaciones” tal y como las cla-
sifica Frank J. MacHovec:

Las complicaciones de la hipnosis consisten en pensamientos, senti-


mientos o conductas inesperadas e indeseadas que se producen
durante o después de la hipnosis, que son incoherentes con los objeti-
vos acordados y que interfieren con el proceso hipnótico perjudican-
do al funcionamiento mental. No existe incidencia previa o histórica
de síntomas físicos o mentales similares. Son no-terapéuticas (no
constituyen una parte de un plan de tratamiento o protocolo de inves-
tigación) o antiterapéuticas (condiciones tratables en sí mismas o
derivadas de otras) (1986, p. 16).

Ésta es una definición excesivamente amplia e incluye todos los


efectos adversos, de cualquier naturaleza o duración, independiente-
mente de su grado de levedad o gravedad.
En otro documento, MacHovec (1988, p. 46) enumera comprensi-
vamente las “complicaciones” asociadas a la hipnosis. El listado se
basa en investigación clínica y experimental así como en su propia
experiencia de más de 18 años en la práctica hipnótica clínica. En
referencia al listado señala: “[…] Muchas complicaciones coinciden-
tes con la hipnosis han sido halladas en personas sin historial médi-
co o psiquiátrico previo y sin síntomas similares” (p. 45). Esto impli-
ca que cuando se ha hipnotizado al sujeto no estaban presentes las
“condiciones preexistentes”, hasta el grado en que se puedan garanti-
68 HIPNOSIS SEGURA

zar y, por consiguiente, es razonablemente seguro suponer que las


complicaciones han sido originadas por la hipnosis.
En la Parte II del Apéndice B del presente libro se incluye un resu-
men del listado de complicaciones de MacHovec.
Algunas de las complicaciones se subrayan para indicar que están
incluidas en el DSM-IV y satisfacen la definición de agresión ilegal
que estamos proponiendo en este libro. Algunas de las complicacio-
nes subrayadas se incluyen entre los trastornos del DSM-IV aunque
no aparezcan nombrados en el listado del DSM-IV. Por ejemplo, las
“distorsiones en la imagen corporal/auto-imagen” del listado de
MacHovec son parte del “trastorno de despersonalización” (que se
incluyen bajo el encabezamiento de trastornos disociativos en el
DSM-IV). Además, algunos síntomas de las complicaciones mencio-
nadas por MacHovec, como el “estupor” forman parte del trastorno
de ansiedad en el DSM-IV.
Los daños de poca importancia no se contemplan como agresio-
nes ilegales y ése es el caso de muchas de las complicaciones enume-
radas por MacHovec. Útil y relevante para todos los daños o lesiones
es la definición que hace MacHovec de lo que denomina la “intensi-
dad” de las complicaciones:

La intensidad oscila entre leve, moderada y grave. Desde los síntomas


transitorios, molestos y fastidiosos que desaparecen con o sin trata-
miento (leves), a los persistentes con ansiedad o agitación notable y
que perjudican a la vida cotidiana del sujeto (moderados), hasta las
emergencias psiquiátricas o médicas que amenazan la vida o son
totalmente incapacitantes (graves) (p. 46).

Las complicaciones de intensidad moderada y grave pueden ser


generadoras de lesiones y motivo de demanda judicial. Además de los
daños leves, los que son transitorios tampoco se califican como moti-
vo de demanda. En este sentido, la aportación de MacHovec con res-
pecto a la duración de las complicaciones también es útil porque
señala que son: “Agudas (de corta duración), las que se mantienen
durante horas o semanas y crónicas (de larga duración), las que se
mantienen durante meses o años” (p. 46).
RIESGOS – UNA REVISIÓN GENERAL 69

Sin embargo, cada caso debe ser juzgado sobre la base de los
hechos que se presenten. En algunos estudios, donde las indicacio-
nes relativas a los efectos adversos son escasas o inexistentes, deben
hacerse presunciones y éstas suelen estar influenciadas por la natu-
raleza de los efectos adversos. Por ejemplo, la depresión cotidiana
ordinaria, que todos padecemos de cuando en cuando, es obviamen-
te leve y de corta duración, mientras que un trastorno de personali-
dad (denominado “cambio de personalidad” en el listado de
MacHovec) es ciertamente un problema moderado, si no grave, en
intensidad e indudablemente duradero.
Recurriendo a las definiciones de MacHovec, el elemento corres-
pondiente al “daño” provocado por una “agresión ilegal” puede des-
cribirse como una lesión de origen psicológico que ha sido causada
por la hipnosis, que está contenida en el DSM-IV y cuya naturaleza
no es ni leve ni temporal.
Debe subrayarse que incluso aunque algunos efectos secundarios
de la hipnosis (Ej. dolores de cabeza, mareos y nauseas) estén inclui-
dos en la definición anterior de MacHovec, y no aparezcan enumera-
dos en el DSM-IV, esto no implica que no sean reales ni desagradables.
Sólo implica que no satisfacen los criterios para ser considerados
como motivo de daño en una demanda. Por eso es tan importante y
valioso disponer de una referencia consensuada, como el DSM-IV,
donde se defina coherentemente el daño psicológico y que nos per-
mita tener la certeza de que los trastornos clasificados serán recono-
cidos por la ley como trastornos psicológicos aceptables en el sentido
jurídico de agresión.

Efectos secundarios no coincidentes con el uso de la hipnosis

Hasta el momento se ha supuesto que los efectos adversos, a los


que nos estamos refiriendo como “lesiones” o “daños”, han sido cau-
sados por la inducción al trance hipnótico, o por los procedimientos
subsiguientes. Sin embargo, no siempre suele ser así. Un sujeto pue-
de padecer alguna condición, mental o física, preexistente.
70 HIPNOSIS SEGURA

Este término general de “condición preexistente” incluye diversas


situaciones, que han sido reconocidas por los doctores Louis West y
Gordon H. Deckert, ambos expertos profesionales e investigadores en
hospitales y universidades americanas. En un artículo publicado el
año 1965 establecieron detalladamente las circunstancias de riesgo
para el sujeto que presenta condiciones preexistentes.
Sería injusto responsabilizar sólo a la hipnosis, como causa más
próxima, de los efectos adversos del trance hipnótico, si existe un
trastorno médico o mental preexistente y la hipnosis reacciona inde-
bidamente ante tal condición.
Las condiciones preexistentes constituyen un aspecto extremada-
mente importante para determinar si la lesión o el daño ha sido “cau-
sado” por la hipnosis. Los estudios citados en este libro han sido cui-
dadosamente controlados por personal médico cualificado. A pesar
de todo, en algunas circunstancias incluso al psiquiatra más experto
le costaría afirmar categóricamente que un individuo particular no
padece, digamos, una esquizofrenia latente, y que la hipnosis no fue-
ra suficiente para precipitar algo que era inevitable.
Las condiciones preexistentes se clasifican como “riesgos para
la hipnosis”, a consecuencia de las reacciones adversas que pueden
derivarse de ellas. Sin embargo, en este libro nos centraremos sólo
en los efectos secundarios que constituyan “daños” (desde la pers-
pectiva de la agresión ilegal y del DSM-IV) y que sean causadas por
la hipnosis.
Entre los riesgos vinculados a las condiciones preexistentes se
contemplan:

Riesgo de precipitar un trastorno mental

Un trastorno, como la esquizofrenia, que se esté gestando y cuyos


síntomas hayan comenzado a formarse, pero que no sea aún un tras-
torno completo y aparente, puede precipitarse por efecto de la hip-
nosis.
Un ejemplo ilustrativo de esta situación fue el reciente caso del
Tribunal Supremo en el que el conocido hipnotizador escénico y tele-
visivo Paul McKenna fue demandado por los daños ocasionados a
RIESGOS – UNA REVISIÓN GENERAL 71

Christopher Gates, quien sufrió un episodio agudo de esquizofrenia


al día siguiente de ser hipnotizado y motivo por el cual hubo de ser
hospitalizado. El cliente, Gates, responsabilizaba al hipnotizador,
McKenna, de quedar afectado por una personalidad esquizoide per-
manente. Sin embargo, el tribunal mantuvo que el “sentido común”
sugería que la condición de Gates había llegado al punto en que la
enfermedad pudo ser fácilmente precipitada por la hipnosis, pero no
causada por ella. Éste es el único caso documentado en el que se ale-
gan daños psicológicos atribuidos a la hipnosis.
Otro ejemplo de precipitación de un trastorno mental por la hip-
nosis se encuentra en Rosen (1960, p. 686). Un adolescente se some-
tió a una terapia hipnótica para tratar problemas cervicales y la tera-
pia fue tan satisfactoria que pudo cancelar su cita hospitalaria para
ser operado. La hipnosis conllevó una regresión de edad, durante la
cual revivió un episodio sexualmente traumático. Tras esto, se con-
virtió en “exhibicionista” y en homosexual practicante.

Riesgo de empeorar un trastorno existente

Uno de los efectos más frecuentes que se derivan del empleo de la


hipnosis es el empeoramiento de un trastorno ya existente. Algunos de
estos efectos secundarios pueden llegar a ser trastornos graves, clasi-
ficados como tales en el DSM-IV y considerados como “lesiones” en el
sentido de agresión ilegal. Además, en el tratamiento de algunas enfer-
medades el sujeto puede reaccionar como si la inducción al trance
fuera un tipo de amenaza para un síntoma y como si del hallazgo de
la amenaza se generara una condición mucho más grave y molesta.
Los doctores H. Rosen y L.H. Bartemeier (1961), expertos psi-
quiatras en hospitales universitarios, presentan ejemplos de estas
condiciones más graves. Uno de los casos que presentan se refiere a
un joven que fue hipnóticamente “curado” de una parálisis de brazo,
pero que posteriormente desarrolló una psicosis esquizoide aguda.
Meldman (1960, p. 361) reconoce la sustitución de síntomas y
recomienda que “la hipnosis es efectiva para la eliminación de sínto-
mas”. Sin embargo, advierte que:
72 HIPNOSIS SEGURA

La eliminación de síntomas puede ser arriesgada y no debería usarse


cuando el síntoma se relaciona con un sistema obsesivo-compulsivo o
con un defecto grave de personalidad, carácter o ego (1960, p. 361).

Antes de la publicación de la clasificación del DSM, la mayoría


de las condiciones mentales adversas se dividían entre las neurosis
y las psicosis, y la esquizofrenia agrupaba a ambas condiciones.
A menudo, los esfuerzos por tratar los componentes neuróticos (Ej.
ansiedad) de la esquizofrenia no producían resultados favorables y
sin embargo aumentaba la intensidad de los síntomas. Según West
y Deckert (1965, p. 95) una de las razones de este resultado es el
aumento de ansiedad del sujeto ante la propia hipnosis.
Con todo, no puede afirmarse que el aumento de la intensidad de
los síntomas sean daños causados por la hipnosis, pero podría defen-
derse que este aumento de la intensidad es un daño adicional o cola-
teral al existente antes de la hipnosis.
También se ha observado que algunos sujetos depresivos han mos-
trado conductas suicidas después de ser hipnotizados. Rosen (1960)
relata la historia de un paciente que sufría fuertes dolores lumbares,
los cuales desaparecieron tras ser tratado hipnóticamente. Una sema-
na después, aproximadamente, el paciente se suicidó arrojándose
desde una ventana. Rosen advierte que el dolor puede presentar una
base parcial o totalmente emocional y que frecuentemente enmasca-
ra una depresión grave o incluso suicida.

Riesgos de prolongar el trastorno

Del mismo modo que con muchas otras cuestiones relativas a la


hipnosis, no existen pruebas de que un trastorno existente en una
persona se prolongue por la inducción del trance hipnótico. Sin
embargo, West y Deckert (1965) reconocen la existencia de pruebas
indirectas e inferenciales de que los trastornos requieren tratamien-
tos de continuación alternativos a la hipnoterapia, incluso después de
que, en condiciones normales, el trastorno hubiera mejorado consi-
derablemente o se hubiera curado.
RIESGOS – UNA REVISIÓN GENERAL 73

Riesgos de mejorías superficiales

El tratamiento hipnoterapéutico puede favorecer el alivio de los


síntomas propios de una condición particular. Sin embargo, algunas
veces sólo mejoran los síntomas y permanece la causa de la enferme-
dad física o del trastorno mental que los origina.
Por ejemplo, un sujeto que sea tratado por brotes persistentes de
migraña, para cuyo tratamiento la hipnoterapia se ha demostrado
efectiva, podría aliviar su dolor, pero sin conocimiento ni del pacien-
te ni del terapeuta, el dolor podría derivarse de un tumor cerebral. De
este modo, aunque se logre una mejoría superficial, la enfermedad
subyacente puede seguir avanzando sin haber sido detectada, porque
los síntomas han desaparecido.
Una vez más es discutible si el daño ha sido “causado” por la hip-
nosis, de un modo similar a como cuestionábamos la responsabilidad
de la hipnosis al empeorarse un trastorno existente.

Categorías de riesgos de la hipnosis

La metodología seguida para describir los riesgos de la hipnosis


ha consistido en clasificarlos en cinco categorías diferentes y poste-
riormente evaluarlas una a una. De este modo, todos los casos revi-
sados se incluyen en alguna de las categorías, a cada una de las cua-
les se le asignará un capítulo completo en las siguientes páginas.
Naturalmente algunos pocos casos podrían ser incluidos en más de
una categoría.

Seis estudios

Estos seis estudios de hipnosis clínica, experimental y escénica han


empleado diferentes métodos de recogida de datos, relacionados con
los riesgos de la hipnosis y asociados a efectos psicológicos adversos.
Estos diferentes métodos de recogida de datos imposibilitan el meta-
análisis de los estudios pero, en su conjunto, establecen una buena
base de referencia relativa a cada uno de los riesgos de la hipnosis.
74 HIPNOSIS SEGURA

Riesgos per se de la hipnosis y en su uso terapéutico

Estas categorías demuestran que los efectos adversos graves son


más probables cuando se emplea la hipnosis con fines terapéuticos
que con la aplicación exclusiva de la hipnosis. Adicionalmente,
subraya cuán importantes son la experiencia y la formación de las
personas que practican la hipnosis con fines terapéuticos. Esto no
significa que sus clientes no experimenten efectos adversos, sino que
los profesionales estarán mejor habilitados para manejar tales efectos.

Riesgos de la hipnosis durante la terminación

Varios estudios de caso describen las consecuencias derivadas de


un trance hipnótico que no se haya finalizado debidamente, y que
puede ser causa de graves efectos secundarios. Esta categoría de ries-
gos ofrece pruebas clínicas relativas a la importancia vital de una ter-
minación apropiada del trance.

Riesgos de coerción en la hipnosis

Incluso aunque la coerción bajo hipnosis, o mediante sugerencias


posthipnóticas, no sea un efecto adverso que en sí mismo sea perju-
dicial para la salud del sujeto, puede seguir siendo peligroso y, en
consecuencia, debe ser incluido como una categoría.

Riesgos de la hipnosis escénica

A diferencia de la hipnosis terapéutica, y al contrario de la opinión


popular, esta categoría revela que sólo puede haber un peligro deri-
vado de este procedimiento. A lo largo del libro mencionamos fre-
cuentemente la hipnosis escénica y el único caso legal del que existe
documentación se refiere a ella.
Sería injusto responsabilizar a la hipnosis de todos los efectos
adversos. Por ello, también se hace referencia a algunos de los efec-
tos generados por la inexperiencia del hipnotizador.
5 Presentación de seis casos

Secuelas de la hipnosis. Josephine R. Hilgard (1974)

El estudio contenido en este artículo fue desarrollado por Hilgard,


una psiquiatra del Departamento de Psicología de la Universidad de
Standford, en California y miembro del Programa de Investigación
sobre la Hipnosis de la misma universidad.
El sentido estricto del término “secuelas” que ha empleado
Hilgard para el título de su estudio es: afecciones mórbidas que
siguen a una enfermedad. Sin embargo, Hilgard las restringe a las
afecciones mórbidas o perjudiciales de la hipnosis. El objetivo del
estudio de Hilgard fue recoger pruebas relativas a los posibles efectos
secundarios de la hipnosis –que ella admite que se producen en algu-
nas personas– para que los hipnotizadores profesionales sean cons-
cientes de ellas.
Hilgard reconoce inicialmente la diferencia entre la hipnosis de
laboratorio, que se corresponde con el contexto empleado en su estu-
dio, y la hipnosis clínica. La primera es episódica e impersonal, mien-
tras que la última es duradera, terapéutica y de carácter personal.
Curiosamente, la mayoría de los informes sobre problemas causados
por la hipnosis se derivan del uso terapéutico. Hilgard cita a Levitt y
76 HIPNOSIS SEGURA

Hershman (1963) quienes descubrieron que uno de los cuatro miem-


bros de su sociedad de hipnosis (terapéutica), que habían cumpli-
mentado todos los cuestionarios, había observado reacciones inu-
suales (efectos adversos) a la hipnosis.
Los sujetos del estudio de Hilgard fueron estudiantes universita-
rios extraídos de “[…] Una población universitaria normal […]”,
mediante lo cual “Se minimizaron las interacciones terapéuticas” (p.
282). Esto implica que se estimara como poco probable que los suje-
tos padecieran alguna condición preexistente, lo que combinado con
el hecho de que la hipnosis fuera inducida en el entorno del labora-
torio, restringe teóricamente cualquiera de los efectos secundarios de
la hipnosis por sí misma.
Conviene considerar si un efecto secundario particular, indepen-
dientemente de cómo se origine, constituye un “daño” desde el senti-
do jurídico. Éste es un aspecto a contemplar en todos los estudios.
Tras la hipnosis, cada uno de los 120 estudiantes fue individual-
mente entrevistado con referencia particular a cualquier efecto se-
cundario que hubiera sentido. Se preguntó a los estudiantes sobre
los efectos secundarios específicos, que Hilgard había observado
durante años, como somnolencia, dolores de cabeza y confusión.
Hilgard cuidó también de registrar una estimación relativa a la dura-
ción de los efectos secundarios, particularmente ésos que habían
desaparecido transcurrida una hora (denominados “efectos a corto
plazo”) y ésos que duraban más de una hora (“efectos a largo plazo”).
En este punto, el lector debería recordar que en el capítulo ante-
rior, al hacer referencia al daño psicológico, se ha afirmado que tales
perjuicios no obtendrían la calificación de “daño” en el sentido de
agresión si fueran temporales o de naturaleza menor. También se ha
afirmado que el DSM-IV podría servirnos como referencia razonable
para determinar qué es lo que constituye un “daño” psicológico jurí-
dicamente considerable. Por lo tanto, consiste en aplicar estos prin-
cipios a la naturaleza de los efectos secundarios registrados por
Hilgard. Evidentemente, se aplicarán los mismos principios a los
hallazgos de los restantes autores que se presentan en los cinco estu-
dios siguientes. Una vez analizados los efectos puede decidirse si la
PRESENTACIÓN DE SEIS CASOS 77

hipnosis ha causado una lesión o daño psicológico a alguno de los


sujetos, que hubiera podido ser objeto de demanda.
En primer lugar, Hilgard tabula los efectos somáticos a corto y lar-
go plazo. Encontró efectos a corto plazo en dos estudiantes, uno con
dolor de cabeza y otro con tortícolis. Se hallaron efectos a largo pla-
zo en seis estudiantes, de los cuales tres presentaban dolores de cabe-
za, uno mareos y nausea, otro un brazo adormecido y el último tor-
tícolis.
Hilgard no ofrece ninguna información sobre el método de induc-
ción empleado. La tortícolis puede derivarse de la aplicación de la
técnica de la Fijación Ocular con Relajación Progresiva (parte del
Método Permisivo). El brazo adormecido puede resultar del uso de la
técnica de levitación del brazo propuesta por Erickson (parte del
Método Intermedio). Debería añadirse que los problemas de cuello y
brazo no fueron efectos secundarios directamente derivados del tran-
ce hipnótico mismo.
En cualquier caso, estos efectos secundarios somáticos, siendo
muy habituales y de carácter temporal, no son aceptables como
daños desde el sentido de agresión, incluso aunque el DSM-IV con-
temple el trastorno somatomorfo. El trastorno somatomorfo se refie-
re a los síntomas físicos múltiples y recurrentes para los que no exis-
ten causas físicas aparentes. Evidentemente éstos no son los efectos
secundarios a los que alude Hilgard.
Los efectos psicológicos secundarios hallados por Hilgard (1974)
e incluidos en su informe son:

• Somnolencia y sueño a corto plazo en 8 estudiantes y a largo


plazo en 7.
• Distorsión cognitiva y confusión a corto plazo en 8 estudiantes
y a largo en 2.
• Ansiedad a corto plazo en 1 estudiante.
• Sueños nocturnos a largo plazo en 4 estudiantes.

Excluyendo los síntomas somáticos, el 25% de la muestra se vio


afectada por efectos secundarios a corto o largo plazo. De todos
modos, sólo uno de ellos aparece mencionado en el DSM-IV: la ansie-
78 HIPNOSIS SEGURA

dad. Este síntoma apareció una hora más tarde y su presencia fue muy
breve, por lo tanto no sería considerado como motivo de demanda.
Los efectos a largo plazo experimentados por dos estudiantes que
sufrieron distorsión cognitiva y confusión no se incluyen en el DSM-
IV, porque aunque puedan ser síntomas de un trastorno, en sí mis-
mos no constituyen un trastorno, ni por separado ni combinados. La
confusión se incluye también en el listado de complicaciones de
MacHovec (véase Parte II del Apéndice B). La referencia a la distor-
sión cognitiva no debe interpretarse como un trastorno de desperso-
nalización (véase listado del DSM-IV, bajo el encabezamiento de
“Trastornos disociativos”, en la Parte I del Apéndice B), en el que la
persona percibe su propio cuerpo desde la distancia y como si se le
hubiera alterado el tamaño. Los dos casos de distorsión cognitiva y
confusión hallados fueron también de naturaleza menor y, si hubie-
ran sido crónicos en los términos de MacHovec (es decir, si hubieran
durado meses o años), Hilgard los hubiera señalado en su informe.
En resumen, en ninguno de los 120 estudiantes que participaron
en el estudió se hallaron efectos secundarios que pudieran calificar-
se como daño psicológico en el sentido jurídico. Sin embargo, el estu-
dio de Hilgard se limitó a los efectos secundarios causados sólo por
la hipnosis en sujetos que, presumiblemente, no presentaban ningu-
na condición psicológica preexistente.

Actitudes de los psiquiatras ante el uso de la hipnosis. Alfred


Auerback (1962)

Este artículo fue escrito por Auerback mientras ejercía como pro-
fesor de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de
California, y lo presentó en una de las reuniones de la Asociación
Americana de Psiquiatría.
El principal objetivo del cuestionario enviado por Auerback fue
comprobar en qué medida se había extendido el uso de la hipnosis
entre los psiquiatras de California. Se envió el cuestionario a 828 psi-
quiatras de los cuales sólo respondieron 414 y, de éstos, 192 eran
PRESENTACIÓN DE SEIS CASOS 79

expertos hipnotizadores. En el cuestionario se incluían preguntas


relativas a “los resultados adversos asociados a la hipnosis”.
Auerback enumera 201 resultados indeseados, con los que los psi-
quiatras “estaban personalmente familiarizados” (p. 919). Incluso
aunque los cuestionarios sólo fueran enviados a psiquiatras, se reci-
bieron respuestas de otros hipnotizadores con quienes los psiquiatras
estaban en contacto, sobre todo en relación a pacientes que habían
acudido a la consulta del psiquiatra tras haber padecido efectos
adversos de la hipnosis inducida por éstos otros hipnotizadores.
Con mucho, la categoría más amplia correspondía a la “psicosis
precipitada” en 113 casos de los 201 encontrados. Recordemos que
un trastorno puede no ser completo ni aparente, pero podría desen-
cadenarse o precipitarse por efecto de la hipnosis y, posteriormente,
manifestarse en su plenitud. Los informes no sugieren que la induc-
ción al trance hipnótico, o los subsiguientes procedimientos, causa-
ran el trastorno. Aunque las psicosis están bien descritas en el DSM-
IV y suelen ser de carácter crónico, su condición preexistente impli-
ca que los 113 casos de psicosis precipitadas no se calificarían como
daño que constituye una agresión ilegal.
El segundo grupo de efectos adversos enumerados por Auerback
incluye 23 casos de “síntomas no modificados, recurrentes o susti-
tuidos”, que también podían preverse dadas las condiciones existen-
tes y, en consecuencia, no constituyen causa de demanda.
A continuación Auerback enumera los 23 casos de “ansiedad
extrema o pánico”. Aquí se presentan dos condiciones alternativas,
ambas basadas en la ansiedad. Reber (1995), en su diccionario de psi-
cología, las define del siguiente modo:

Ansiedad. […] Un estado emocional vago y desagradable caracteriza-


do por la aprehensión, el miedo, el estrés y la inquietud (p. 45).

Ataque de pánico. Un período discreto de intenso miedo o inquietud


acompañado de varios síntomas que pueden incluir disneas, mareos,
palpitaciones, temblores, sudores, nauseas y, a menudo, miedo a estar
volviéndose loco. Los ataques […] no suelen durar más de 15 minutos
(p. 533).
80 HIPNOSIS SEGURA

En el DSM-IV los ataques de pánico se presentan bajo el encabe-


zamiento principal de “Ansiedad” (véase Parte I del Apéndice B); por
ello, en este caso parece que el daño psicológico se ha producido de
un modo que satisface los criterios jurídicos. La ansiedad y los ata-
ques de pánico pueden ser de carácter transitorio, y esto los incapa-
citaría para ser causa de demanda, con todo Auerback añade, “La
aparición de ansiedad aguda y estados de pánico, […] tras la hipno-
sis se ha producido en pacientes que han solicitado ayuda psiquiátri-
ca” (p. 920). Sin lugar a dudas estos resultados indeseados de “ansie-
dad extrema o pánico” no fueron de naturaleza transitoria –en el sen-
tido que estamos empleando– y por ello sí adquirirían el sentido de
agresión ilegal.
Otro de los resultados adversos mencionados por Auerback son
los 8 casos de “dependencia excesiva”. En el contexto de su estudio,
esto se produce cuando los pacientes confían excesivamente en el
psiquiatra hipnotizador en busca de apoyo emocional. Este trastorno
no aparece registrado en el DSM-IV y, por lo tanto, no constituye un
tipo de daño al que estemos refiriéndonos en el presente libro.
Auerback también reconoce otra modalidad constituida por 6
casos de “Depresión, suicidio”. Evidentemente ésta no es la depresión
que cualquiera de nosotros siente de cuando en cuando y que Reber
describe como:

En general, un estado de ánimo caracterizado por la sensación de ina-


decuación, el sentimiento de desolación, la reducción de la actividad
o reactividad, el pesimismo, la tristeza y los síntomas vinculados. En
este sentido, las depresiones son bastante normales, relativamente
breves y frecuentes (1995, p. 533).

En la relación de Auerback la depresión se combina con el suici-


dio, en calidad de resultado adverso, por lo tanto, no se puede consi-
derar que sea de carácter temporal ni tampoco de aparición cotidia-
na.
En el momento en que Auerback escribió su artículo había dos
formas fundamentales de depresión clínica, la endógena y la reactiva
–en la actualidad incluidas bajo el título de “Trastornos del estado de
PRESENTACIÓN DE SEIS CASOS 81

ánimo” en el DSM-IV. Ambas formas de depresión fueron clasificadas


como neurosis, en oposición a las psicosis más graves y severas, des-
critas en el Capítulo 5. La depresión endógena se deriva de factores
internos sin que exista aparentemente un acontecimiento precipita-
dor. La depresión reactiva se deriva de sucesos que ocurren en la vida
cotidiana de las personas. Es probable que la depresión causada por
la hipnosis coincida con este tipo reactivo.
Los casos de depresión sí constituyen un daño psicológico en el
sentido jurídico.
El listado de Auerback incluye también 3 casos de “interpreta-
ción”, que son muestras desinhibidas de sentimientos y emociones,
no incluidas en el DSM-IV. En cualquier caso, la emoción no consti-
tuye causa de agresión.
Los 3 casos adicionales de “seducción sexual” no hallan reflejo en
el DSM-IV.
Por último, presenta 3 casos de “conversión de síntomas” y un
caso de “enfermedad orgánica enmascarada”. La conversión es la
transformación de un desajuste psicológico a una forma física, que,
en estos tres casos, parece responder a trastornos psicológicos pree-
xistentes. En estas situaciones, al igual que en el caso de la enferme-
dad orgánica enmascarada, han existido condiciones preexistentes, y
por lo tanto no hay daño que pudiera ser motivo de demanda.
En síntesis, se puede decir que de los 201 casos de resultados
adversos enumerados por Auerback, sólo los 26 casos de “ansiedad
extrema y pánico” y los 6 casos de “depresión, suicidio” hubieran sa-
tisfecho los criterios jurídicos necesarios para ser causa de demanda.

Percepciones de los profesionales clínicos relativas a las conse-


cuencias adversas de la hipnosis. Judd, Burrows y Dennerstein
(1986)

Fiona K. Judd, Graham D. Burrows y Lorraine Dennerstein eran


miembros investigadores de la Universidad de Melbourne en
Australia y al mismo tiempo trabajaban en un departamento del hos-
82 HIPNOSIS SEGURA

pital psiquiátrico en el momento en que escribieron su artículo que


basaron en un cuestionario elaborado a partir de las respuestas de 20
miembros pertenecientes al Ejecutivo de la Sociedad Internacional
de Hipnosis.
El objetivo fundamental del cuestionario fue recopilar las percep-
ciones que tenían los profesionales sobre los posibles efectos adver-
sos de la hipnosis terapéutica. El cuestionario fue enviado a todos los
miembros de la Sociedad Australiana de Hipnosis y 202 usuarios res-
pondieron al mismo. La muestra estaba formada por 133 profesio-
nales médicos, 16 dentistas y 53 psicólogos. El 43,5% de los partici-
pantes (88) manifestaban que algunos pacientes habían experimen-
tado efectos adversos.
Los autores clasificaron tales efectos sólo en términos generales:
fantasías de seducción sexual (8 casos), dificultad para finalizar el
trance (25 casos), durante el tratamiento infantil (4 casos), problemas
hallados durante el parto (3 casos) y pacientes obligados (1 caso).
Salvo los casos relativos a la dificultad para finalizar el trance, es
poca o nula la información y los detalles que aportan sobre los res-
tantes tipos de efectos adversos. Dada esta ausencia de información,
es razonable suponer que de estos casos no emanaba ningún daño o
lesión psicológica.
Entre los informes correspondientes a las dificultades para la fina-
lización del trance se encuentran los de un paciente que sufrió una
semi-disociación durante varias horas y otro paciente que se hallaba
desorientado, confuso e incapaz de mantenerse despierto. Estos sín-
tomas, además de ser transitorios, no se contemplan en el DSM-IV,
por consiguiente no pueden ser considerados como daños.
Existen otros tipos de efectos adversos recogidos por Judd et al. y
que pueden agruparse como condiciones preexistentes (véase el apar-
tado correspondiente al encabezamiento “Efectos secundarios no
coincidentes con el uso de la hipnosis”, en el Capítulo 4).
El primero de este grupo de efectos adversos corresponde a la
sustitución de síntomas (manifestado por 16 profesionales), que
como condición preexistente equivale al empeoramiento de un tras-
PRESENTACIÓN DE SEIS CASOS 83

torno existente. El segundo consiste en el empeoramiento de la psi-


cosis (manifestado por 5 profesionales), que sigue perteneciendo,
dentro de la categoría de condición preexistente, al apartado de
empeoramiento de una condición existente. El tercero corresponde
a la precipitación de psicosis (5 profesionales) y que encaja muy
bien con la condición preexistente del peligro de precipitar un tras-
torno mental. El cuarto y último tipo de efectos adversos corres-
ponde a la eliminación imprudente de síntomas, en presencia de
una enfermedad orgánica (3 profesionales). Este efecto adverso
también se vincula a una condición preexistente y equivale al peli-
gro de la eliminación exclusiva de los síntomas. Judd et al. ilustran
este caso con el ejemplo de un paciente que fue tratado con hipno-
sis para el alivio de dolor en la fosa ilíaca derecha (parte interior de
la pelvis). Este paciente hubo de ser intervenido urgentemente doce
horas después aquejado de una apendicitis aguda, incluso aunque
no sintiera dolor.
Existen dos tipos de efectos adversos mencionados en este estudio
que no son relevantes para nuestro libro: el exceso de dependencia
(25 profesionales) y la conducta de interpretación (9 profesionales).
Judd et al. registraron también informes relativos a pacientes
depresivos con conducta suicida (3 profesionales). En este caso tam-
bién la conducta suicida brota en pacientes que ya padecían trastor-
nos depresivos y que se menciona en el DSM-IV. Por lo tanto, la
depresión no había sido causada por la hipnosis y no puede ser con-
siderada como un daño.
El último tipo de efecto adverso corresponde al desarrollo de
ansiedad extrema/pánico. Más de la mitad de los profesionales que
respondieron al cuestionario habían observado este efecto en sus
pacientes. Judd et al. señalan al respecto:

El efecto secundario más frecuentemente manifestado era el desarro-


llo de ansiedad extrema y pánico. Las respuestas de profesionales que
han respondido al cuestionario no nos permiten establecer la causa ni
la duración de tal ansiedad. La ansiedad o el pánico suelen ser inme-
diatamente visibles y fácilmente reconocibles, de ahí que haya sido
mencionada en tantos casos (1986, p. 57).
84 HIPNOSIS SEGURA

Parece que los autores no disponían de datos relativos ni a la dura-


ción ni a la causa de algunos efectos adversos. Esta incertidumbre
imposibilita calificar a este grupo de efectos adversos como daño que
pueda ser motivo de demanda, aunque ésta no sea una prueba con-
cluyente.

Práctica clínica de la hipnosis en los Estados Unidos. Eugene E.


Levitt y Seymour Hershman (1962)

Levitt trabajaba como médico y psicólogo clínico en el Centro


Médico de la Universidad de Indiana en el momento en que fue escri-
to el artículo. El estudio se basó en los resultados de un cuestionario
envido a miembros de la Sociedad Americana de Hipnosis Clínica y
a la Sociedad para la Hipnosis Clínica y Experimental.
Uno de los objetivos del estudio consistió en recopilar las reaccio-
nes inusuales ante el hecho de ser hipnotizado que los profesionales
clínicos observaban en sus pacientes. La mayoría de los participantes
que respondieron al cuestionario eran médicos (70%), algunos de los
cuales estaban especializados en obstetricia, ginecología, psiquiatría,
cirugía y anestesiología. Los restantes participantes eran estomatólo-
gos. De toda la muestra, 21 eran profesionales de la salud mental, y
de éstos sólo 5 eran psicólogos.
El análisis de los 298 cuestionarios recibidos revelaba que 83 pro-
fesionales habían observado una reacción inusual a la hipnosis.
Levitt et al. contabilizaron sólo las reacciones que habían sido obser-
vadas y mencionadas por tres profesionales. Este aspecto del diseño
se introdujo para garantizar la autenticidad de cada una de las reac-
ciones inusuales enumeradas.
Levitt et al. definen las reacciones inusuales como “[…] Una
reacción inusual, inesperada y probablemente alarmante a la hip-
nosis, bien durante el estado mismo o inmediatamente después de
él” (p. 59).
Muchas de las reacciones inusuales recogidas por Levitt et al. no
son útiles desde la perspectiva del presente libro, porque o bien son
PRESENTACIÓN DE SEIS CASOS 85

claramente transitorias, emocionales y leves o no aparecen registra-


das en el DSM-IV. Entre éstas se encuentran: los dolores de cabeza,
vómitos, desmayos, mareos, etc. (15 casos); llanto e histeria (9 casos);
pérdida del rapport durante la hipnosis (7 casos); dificultades sexua-
les (3 casos) y dificultades derivadas de sugestiones que se dieron de
forma inadvertida (3 casos). En todas esas circunstancias los resulta-
dos inusuales no serían motivo de daño.
Se observaron 5 casos de psicosis abierta tras la hipnosis, pero
una vez más esto se refiere a la precipitación de una psicosis como
condición preexistente que, por lo tanto, no es causa de daño.
Por último, Levitt et al. mencionaron 29 casos de alteración emo-
cional, ansiedad o pánico y depresión como reacciones inusuales.
Aunque estas reacciones aparezcan agrupadas, cada una de ellas
constituye una reacción inusual distinta.
La primera de estas reacciones inusuales es la “alteración emo-
cional” que puede ser eliminada como lesión o daño objeto de
demanda porque es leve y de contenido emocional.
La segunda reacción emocional de este grupo es la “ansiedad o
ataque de pánico” que, a primera vista, sí se calificaría como daño y
parte de una agresión ilegal. Sin embargo, no existe información que
sugiera si la ansiedad y los ataques de pánico constituyeron un único
episodio de corta duración o fueron crónicos. En el primer caso se
clasificarían como transitorios y no válidos como objeto de deman-
da, pero no así los últimos.
La tercera reacción inusual del grupo corresponde a la “depre-
sión”. Que podría tratarse de una depresión cotidiana ordinaria o de
una depresión clínica. Es razonable pensar que si Levitt et al. inclu-
yeron otras incidencias cotidianas, como los dolores de cabeza y las
nauseas, la depresión común también hubiera sido tratada del mis-
mo modo. Sin embargo, también sería razonable pensar que cuando
Levitt et al. mencionan la depresión se refieren al tipo contenido en
el DSM-IV, y por lo tanto, válida para alegar agresión ilegal.
Podemos decir que ninguna de las reacciones mencionadas por
Levitt et al. pueden ser consideras, con cierta garantía, motivo de
86 HIPNOSIS SEGURA

demanda judicial. Es posible que algunas de las reacciones inusuales


mencionadas si lo sean, pero carecemos de pruebas suficientes.

Riesgos de la hipnosis para las personas. William C. Coe y


Klazina Ryken (1979)

En el momento en que se escribió este documento Coe era profe-


sor de Psicología en la Universidad Estatal de California y Ryken era
alumno suyo del curso de doctorado. Los sujetos del estudio fueron
estudiantes de psicología de la misma universidad.
El estudio se refirió al grado de riesgo asociado a la hipnosis y
para ello se compararon los efectos secundarios de la hipnosis obser-
vados en 70 estudiantes con los efectos secundarios producidos por:
(1) participar en una experiencia de aprendizaje verbal breve (35
estudiantes), (2) acudir a una clase universitaria (35 estudiantes) y (3)
la vida universitaria en general (35 estudiantes).
Las secuelas negativas mencionadas por Coe y Ryken son: dolores
de cabeza, molestias gástricas, tortícolis, exaltación, mareos, ansie-
dad, miedo, depresión y tristeza. Sólo dos de estos efectos secunda-
rios –la ansiedad y la depresión– podrían ser calificables como moti-
vo de daño en sentido jurídico, porque todos los restantes son de
intensidad leve y de carácter ordinario y cotidiano. Coe y Ryken pare-
cen implicar este carácter transitorio y leve de todos ellos cuando
señalan:

[…] Como se informó a todos los sujetos que podrían contactar con
nosotros si surgía alguna dificultad que desearan comentar (una
medida de seguridad que siempre adoptamos) y ninguno de los suje-
tos se puso en contacto con nosotros, disponemos de pruebas indi-
rectas para afirmar que las secuelas no fueron problemáticas (p. 679).

Los autores concluyen que “los resultados indican que la hipnosis


no es más perjudicial que las actividades con las que la hemos com-
parado” (p. 673).
Se puede afirmar con seguridad que en el estudio de Coe y Ryken
no hay daños que puedan ser causa de demanda.
PRESENTACIÓN DE SEIS CASOS 87

Impacto de la hipnosis escénica. Lens G. Echterling y David A.


Emmerling (1987)

Este artículo se basa en un documento presentado en la conferen-


cia anual de la Asociación Americana de Psicología en 1984, cuyos
autores son profesores universitarios. La finalidad del estudio con-
sistió en evaluar el impacto de una sesión de hipnosis escénica en
estudiantes universitarios, de los cuales algunos participaron como
audiencia y otros subieron al escenario y fueron inducidos al trance.
Echterling y Emmerling llevaron a cabo dos estudios, uno de ellos
a través de conversaciones telefónicas y el otro mediante entrevistas
frontales. El estudio telefónico se realizó con los 292 estudiantes que
participaron en la audiencia. Curiosamente, se reveló que el 32% de
este grupo describía la experiencia de un modo negativo, utilizando
términos como “extraña” y “explotadora”. Sólo dos de estos partici-
pantes manifestaron haber padecido efectos secundarios, entre los
que se encuentran el sentimiento de aprehensión, temor y sensación
de estar controlado por el hipnotizador. Ninguna de estas experien-
cias negativas y efectos secundarios puede ser causa de demanda.
Los 18 estudiantes que pasaron por el escenario y se sometieron
al trance fueron entrevistados cara a cara y cuestionados en profun-
didad. Algunas de las experiencias negativas que manifestaron son
interesantes y dignas de mención, incluso aunque no sean motivo de
agresión ilegal. Cuatro de estos estudiantes se quejaban en términos
generales. Uno dijo “No quería hacer lo que me mandaba el hipnoti-
zador […] Me sentí avergonzado y asustado”. Otro, “Sabía qué esta-
ba haciendo, pero no podía controlarlo. […] Me preocupaba […] y
tenía miedo de caerme mientras corría”. La tercera estudiante temía
ser objeto de una regresión a la vida pasada. La última pensaba que
su experiencia había sido muy traumática, “No quería entrar en el
trance […] Intenté despabilarme, pero no lo lograba. […] Cuando
finalmente salí del trance, me sentí aterrorizada […] y salí corriendo
del auditorio, atravesé el hall y ya había comenzado a cruzar el jar-
dín cuando un guarda de seguridad me cogió y me devolvió al lugar
[…] Pensé que el hipnotizador era auténticamente maligno. [Me sugi-
88 HIPNOSIS SEGURA

rió que] volviera y que observara el espectáculo. Seguía estando ate-


morizada y le odiaba, pero tuve que volver” (pp. 151-152).
Echterling y Emmerling señalan que cinco de los restantes estu-
diantes que habían subido al escenario también habían sufrido efec-
tos secundarios negativos. Una afirmaba que ahora sentía temor hacia
la hipnosis y que se sentía avergonzada por su actuación. Otra dijo
que, de vez en cuando, se sentía “dispersa” y le parecía que los demás
la veían como malhumorada y silenciosa. La siguiente afirmaba que
algunos días después volvió a entrar en trance tras escuchar música
de harmónica en la radio. La cuarta manifestó haberse comportado
de forma maníaca durante unas seis horas después de que concluye-
ra el espectáculo y que era incapaz de dormir.
Los informes sobre los efectos negativos sufridos por la última
estudiante fueron más serios y dramáticos. Afirmaba que “No logré
conciliar el sueño durante los dos días siguientes. Hiberné y me ocul-
té de todo el mundo. Aún sigo sorprendida. Voy a dejar la universi-
dad. […] Esto lo ha estropeado todo. He perdido el control. […] Me
ha obligado a pensar en cosas que no quiero” (p. 152). Evidentemente
es imposible establecer un diagnóstico sobre el trastorno psicológico
que padece la estudiante a partir de este breve diálogo. Además, tam-
poco se sabe durante cuanto tiempo duraron los efectos secundarios
o si la estudiante abandonó la universidad. Sin embargo, en el caso
de que la condición psicológica adversa se prolongara durante cierto
tiempo y fuera del tipo correspondiente a la ansiedad (aparentemen-
te sin ataques de pánico) y/o trastorno del estado de ánimo (depre-
sión) especificados en el DSM-IV, se podría clasificar como un daño
psicológico que sí satisface los criterios de agresión ilegal.
En resumen podríamos especular que la hipnosis escénica sólo
produjo un único caso demandable (Ansiedad y/o Trastorno del esta-
do de ánimo) y en este caso quizá existía una condición preexistente
de la que no tenemos conocimiento.
6 Riesgos per se de la hipnosis
y en su uso terapéutico

La inducción del trance hipnótico puede producirse en un labora-


torio, en un contexto clínico o en un contexto no-clínico. En este
capítulo se establece la diferencia entre los contextos del laboratorio
y el clínico para evaluar los peligros asociados con su uso terapéuti-
co. En el Capítulo 9 nos referiremos al contexto no-clínico.
La diferencia básica entre el contexto del laboratorio y el clínico
consiste en el uso que se hace de la hipnosis. En el contexto del labo-
ratorio se investiga y experimenta la hipnosis con finalidad teórica,
es decir, para ampliar el conocimiento sobre la hipnosis per se. En el
contexto clínico, se aplica la hipnosis con fines terapéuticos. La hip-
nosis no es el tratamiento, sino el medio a través del cual se aplica
éste.
La inducción del trance en el contexto del laboratorio suele ser
episódica, en el sentido de que su proceso suele estar relativamente
bien definido, y suele desarrollarse como un hecho completo. Sin
embargo, en el contexto terapéutico se espera que la combinación de
la aplicación de terapias con la hipnosis produzca cambios en la con-
ducta y en la personalidad del sujeto.
90 HIPNOSIS SEGURA

Hipnosis en el contexto del laboratorio

El estudio de Hilgard presentado en el Capítulo 5 se basaba en una


investigación de laboratorio con estudiantes universitarios como
sujetos. El estudio se diseñó para recoger los efectos secundarios que
la hipnosis per se (la aplicación exclusiva de la hipnosis) producía
sobre ellos. Hilgard sospechaba que no era probable que los sujetos
extraídos de una población universitaria sufrieran otras condiciones
preexistentes (véase Capítulo 5).
En 1965, el psiquiatra universitario Martin T. Orne publicó los
resultados de un estudio similar al de Hilgard (1974). Los sujetos
seleccionados fueron hipnotizados en el contexto del laboratorio y,
evidentemente, sin la introducción de ninguna terapia. Todos los estu-
diantes fueron informados del carácter “experimental”, en lugar de
“terapéutico”, de la investigación y también de la no inclusión de nin-
gún tratamiento en el proceso. Además se excluyó a cualquier estu-
diante que presentara algún trastorno mental, que esperara alguna
forma de mejoría personal o que solicitara alguna ayuda (Ej. por ner-
vios ante exámenes, para dejar de fumar o para dejar de morderse las
uñas). Orne (1965) señalaba confidencialmente:

Así, la situación se define explícitamente como episódica, por consi-


guiente se garantiza que, al finalizar el experimento, el individuo que-
dará exactamente igual a como lo inició. No puede esperarse legítima-
mente la producción de ningún cambio, ni positivo ni negativo (p. 227).

Los efectos adversos registrados tanto por Orne como por Hilgard
fueron de naturaleza muy similar y consistían en dolores de cabeza,
somnolencia y nauseas. Además, todos los efectos fueron transito-
rios. En otras palabras los efectos adversos en ambos estudios fueron
casi con certeza de poca importancia y temporales y no calificables
con finalidades jurídicas.
A primera vista parece que en el estudio de Orne (1965), la baja
incidencia de efectos secundarios leves podría atribuirse a la selección
de estudiantes; los estudiantes con una condición preexistente obvia
habían sido eliminados. Sin embargo, no es así. Más adelante en su
RIESGOS PER SE DE LA HIPNOSIS Y EN SU USO TERAPÉUTICO 91

documento Orne señala que la selección fue extremadamente superfi-


cial y que “[…] entre los estudiantes voluntarios se incluía a un núme-
ro considerable de individuos con psicopatologías […]”. Tampoco
existe ninguna mención a la selección cuando Orne sintetiza la rela-
ción entre la hipnosis y los efectos secundarios, del siguiente modo:

[…] Parece que la inducción de la hipnosis misma no conduce a con-


secuencias inesperadas si dicha inducción se percibe como un hecho
relativamente episódico e impersonal. Es decir, cuando el sujeto no
espera ningún cambio de ningún tipo y no percibe que el procedi-
miento se dirija personalmente a él.

Esto implica que la presencia de condiciones preexistentes en los


estudios de Orne y Hilgard no fue un factor que se viera influido por
la hipnosis per se.
En el estudio experimental de Faw, Sellers y Wilcox sobre los efec-
tos negativos que se producen en estudiantes universitarios las “[…]
personas más desadaptadas de la muestra fueron deliberadamente
introducidas en los ensayos, […] y se concluyó que no había efectos
perjudiciales cuando la hipnosis se usaba con una población estu-
diantil normal”. Esta conclusión no debe interpretarse como si impli-
cara que no se produjera ningún efecto adverso, porque los sujetos
fueron extraídos de una población estudiantil normal, sino que los
ensayos se restringieron a estudiantes. El hecho de que en éste y en
otros estudios citados se haya recurrido a estudiantes universitarios
tampoco implica que el concepto del uso de la hipnosis en el labora-
torio, sin efectos adversos graves, sea inapropiado para sujetos que no
sean estudiantes universitarios. Los experimentadores recurrieron a
los estudiantes porque se encontraban en la misma universidad y por-
que se ofrecieron de forma voluntaria, a cambio de una recompensa
económica o un crédito en un curso de psicología. A partir de estos
estudios se observa que no es probable que la hipnosis cause o preci-
pite efectos adversos que no sean leves o transitorios, siempre y cuan-
do se administre de forma episódica y en el contexto del laboratorio.
Sin embargo, desde el comienzo del experimento Orne proponía
que los sujetos con “una psicopatología obvia” fueran excluidos del
92 HIPNOSIS SEGURA

grupo de participantes. Aunque se excluyeran las psicopatologías


obvias (es decir, las más visibles e intensas), esta eliminación no impi-
dió que surgieran efectos adversos serios, además de los leves y tran-
sitorios. En primer lugar hallamos la afirmación del mismo Orne de
que entre los sujetos participantes había algunos con “psicopatolo-
gías considerables”. En segundo lugar, el estudio de Faw et al. inclu-
yó a “personas desadaptadas” y sin embargo sólo se observaron efec-
tos adversos leves y transitorios. Por último, Hilgard no adoptó nin-
guna medida para eliminar a sujetos con trastornos psicológicos y
sólo registró efectos secundarios leves y transitorios. Parece que se ha
modificado la tendencia a excluir a los sujetos con psicopatologías
(“condiciones preexistentes”) en el contexto del laboratorio y ya no se
le concede ninguna importancia.
En un estudio experimental realizado en 1982 por Helen J.
Crawford, Josephine R. Hilgard y Hugh MacDonald, todos ellos miem-
bros de la prestigiosa Universidad de Stanford, se investigaron las ex-
periencias transitorias que se produjeron inmediatamente después de
la hipnosis. El experimento se diseñó para comparar los efectos tran-
sitorios anticipados en el contexto del laboratorio entre la hipnosis
inducida en formato grupal y la hipnosis inducida de forma individual.
Crawford et al. señalaban que:

Al igual que en estudios anteriores, en el presente estudio el 5% de los


estudiantes manifestaba haber sufrido experiencias negativas transi-
torias tras la inducción grupal HGSHS:A, mientras que tras la induc-
ción individual SHSS:C, el 29% de los estudiantes manifestaban haber
sufrido efectos.

El HGSHS:A (Harvard Group Scale of Hypnotic Susceptibility: Proce-


dimiento A, elaborado por Shor y Orne (1962)) y el SHSS:C (Standford
Hypnotic Susceptibility Scale: Procedimiento C elaborado por Weitzen-
hoffer y Hilgard (1959)) son procedimientos estandarizados de apli-
cación de la hipnosis. El primero fue diseñado para la hipnosis grupal
y es de orientación ideomotora (es decir, movimiento de manos y rigi-
dez de brazo) y el último es un procedimiento de aplicación individual
y de orientación cognitiva (es decir, la ejecución de una tarea mental
durante la inducción).
RIESGOS PER SE DE LA HIPNOSIS Y EN SU USO TERAPÉUTICO 93

Sería imposible desarrollar estudios que requieran la hipnotiza-


ción de un gran número de sujetos sin recurrir al procedimiento gru-
pal para la inducción simultánea al trance de un gran número de
sujetos. Este método de hipnotización garantiza también que todos
los sujetos reciben el mismo mensaje (extraído del HGSHS).
El estudio de Crawford et al. halló efectos negativos leves y tran-
sitorios que consistían en dolores de cabeza, somnolencia, nauseas,
sueños y desorientación cognitiva en los 172 estudiantes que habían
sido hipnotizados durante el curso del experimento.
Las pruebas experimentales sugieren que la hipnosis en el contex-
to del laboratorio suele asociarse sólo con efectos adversos leves y
transitorios, por ello debe investigarse la combinación de la hipnosis
con la terapia como posible fuente de riesgos para el sujeto.

Hipnosis en el contexto terapéutico

Sorprendentemente, en el contexto terapéutico se producen efec-


tos adversos más graves, aunque es aquí donde se espera y se busca
una reacción de mejoría para poder proceder con la aplicación de la
terapia. Más sorprende aún es la cantidad relativamente alta de efec-
tos graves hallados por terapeutas experimentados, que en la mayo-
ría de los casos disponen de formación médica (véase Auerback,
1962), en comparación con la cifra relativamente pequeña de reac-
ciones leves y transitorias producidas en el contexto del laboratorio.
Karle (1991) ofrece una explicación lógica de esta aparente con-
tradicción en la siguiente cita:

[…] las técnicas hipnóticas pueden producir efectos significativos en


todos los aspectos físicos del funcionamiento humano, desde las arte-
rias hasta las vísceras y, del mismo modo, sobre los procesos psíqui-
cos. Si la hipnosis puede afectar a estas funciones de forma terapéuti-
ca, por el mismo principio también puede hacerlo de forma patogéni-
ca. Y si éste es el caso, entonces es potencialmente peligrosa (p. 187).

Es relativamente sencillo comparar los efectos adversos derivados


de ambas situaciones.
94 HIPNOSIS SEGURA

Los efectos adversos hallados en los dos estudios de laboratorio


fueron de carácter leve y transitorio, pero no así en los estudios que
se basaron en el uso terapéutico, donde los efectos adversos observa-
dos fueron más graves. El efecto más frecuente entre los problemas
serios fueron la ansiedad (con y sin brotes de pánico) y la depresión,
que en el estudio de Auerback pareció ser causa de suicidios. Estos
dos efectos aparecen clasificados en el DSM-IV (véase Capítulo 4 y
Parte I del Apéndice B) y se cualifican como daño demandable. Aquí
podemos observar la diferencia práctica entre los efectos adversos
leves y transitorios que suelen surgir en el laboratorio y que son pro-
pios de la vida cotidiana (Ej. dolores de cabeza, mareos y nauseas), y
los efectos adversos más graves que aparecen algunas veces en el con-
texto clínico.
Algunos autores, entre los que se encuentra Orne, atribuyen este
riesgo del uso terapéutico de la hipnosis al hecho de no ser episódi-
ca. En el uso terapéutico, el terapeuta persigue la producción de un
cambio relativamente permanente en los síntomas del sujeto. Estos
síntomas sirven a alguna función en la mente inconsciente, por ello
pueden ser difíciles de abandonar. Lógicamente el sujeto es incons-
cientemente ambivalente con respecto a que el tratamiento logre su
objetivo. Así, el sujeto puede percibir la inducción al trance hipnóti-
co como una amenaza a esa parte de la mente inconsciente que se
adaptó en algún momento y que produce los síntomas indeseados.
Por lo tanto, es probable que la amenaza percibida sea la responsa-
ble de precipitar los efectos adversos. Esta amenaza no está presente
en la hipnosis episódica producida en el laboratorio.
Crawford et al. (1982), además de afirmar que la hipnosis per se
no solía producir efectos secundarios, salvo los de carácter leve y
transitorio, subrayaron otro aspecto interesante que es relevante
para los peligros del uso terapéutico de la hipnosis. De los 14 casos
de desorientación cognitiva hallados, sólo uno se produjo durante la
aplicación del HGSHS:A. Los 13 restantes se produjeron durante la
aplicación del SHSS:C, que es de orientación cognitiva. Por consi-
guiente el porcentaje superior de los efectos adversos era atribuible
al SHSS:C. Parece lógico pensar, que de precipitarse algún efecto
RIESGOS PER SE DE LA HIPNOSIS Y EN SU USO TERAPÉUTICO 95

secundario grave durante la inducción al trance hipnótico, éste sería


de carácter cognitivo, particularmente a la vista del gran número de
trastornos mentales de origen cognitivo contenidos en el DSM-IV.
Dejar de fumar constituye un buen ejemplo de los graves efectos
secundarios que se generan a través de la amenaza, o de la ame-
naza percibida, tras la aplicación de la terapia y no de la hipnosis
per se.
Una persona se convierte en adicta al tabaco por uno de dos moti-
vos: bien porque se haya convertido en un hábito que se adquirió en
la juventud, queriendo aparentar “ser un adulto” y ser “uno de ellos”,
o bien, a consecuencia de un suceso traumático, como una muerte
inesperada de un miembro de la familia próxima, tras la cual se bus-
ca el alivio de los cigarrillos.
Existen diferentes guiones terapéuticos para el tratamiento de
cada una de estas situaciones y el lector puede preguntarse cómo
sabe el terapeuta cuál aplicar. El método aplicado consiste en inducir
al trance en primer lugar y entonces preguntar al cliente, o más exac-
tamente preguntar a la mente inconsciente del cliente, la razón que
le condujo a empezar a fumar. Suele emplearse una respuesta ideo-
motora, como alzar el dedo de una mano para indicar una respuesta
negativa y de la otra mano para indicar una respuesta afirmativa.
Con respecto al hábito de fumar, puede haberse convertido en par-
te de un rasgo existente de personalidad que, según Eysenck, es rela-
tivamente duradero y difícil de modificar. En estas circunstancias la
mente inconsciente considera que la inducción al trance hipnótico,
con el fin de generar un cambio de personalidad, es una amenaza. De
esta manera, el daño puede generarse a través del uso de esta terapia
particular.
En el caso del fumador por un suceso traumático es mucho más
sencillo explicar por qué, por ejemplo, pueden aparecer brotes de
ansiedad durante la aplicación hipnótica de la terapia. En este caso
existe una amenaza al “alivio” que se obtiene al fumar, que si se eli-
mina, puedan despertar los sentimientos negativos indeseados que
rodearon al suceso traumático original a partir del cual el sujeto
comenzó a fumar.
96 HIPNOSIS SEGURA

Incluso en las especialidades más sofisticadas de la profesión


médica, en las que se emplea la hipnosis con fines terapéuticos, se
comparte la visión de Orne con respecto a los riesgos derivados de la
hipnosis aplicada en el contexto clínico. Por ejemplo, el Dr. Jacob H.
Conn (1972) señala:

No existen riesgos significativos o específicos asociados a la hipnosis


per se. El peligro real es aquel que acompaña a toda relación psicote-
rapéutica (p. 61).

Kleinhauz et al. (1987), desde la especialidad de la odontología,


señalan que las complicaciones rara vez surgen de la hipnosis, por-
que la inducción del trance se considera como un hecho episódico,
usado sólo para eliminar las molestias y para producir relajación. En
estas circunstancias el paciente considera la hipnosis como una sim-
ple técnica que aporta analgesia y relajación al tratamiento dental.
En consecuencia, no se percibe de forma similar a cuando se emplea
en conjunción con otras terapias que buscan la alteración de la psi-
que (de la mente en este contexto) del paciente.
El Dr. Kleinhauz e Ilana Eli (1987), ambos miembros de la Escuela
de Estomatología de la Universidad de Tel Aviv, hacen hincapié en la
naturaleza episódica y en el uso no terapéutico de la hipnosis en ciru-
gía dental –considerado como contexto de laboratorio.
Uno de los cuatro estudios de caso que presentan estos autores
se refiere a una paciente femenina que entraba tan fácilmente en
trance profundo que con ella era posible lograr la anestesia com-
pleta durante el tratamiento. La paciente estaba tan sorprendida
ante las posibilidades de la hipnosis que rogó al cirujano que le tra-
tara su hábito de fumar. El cirujano accedió, y aplicó la terapia en
una sesión posterior. En este momento la hipnosis dejó de ser epi-
sódica y se convirtió en terapéutica. La paciente dejó de fumar, pero
poco tiempo después desarrolló una reacción ansiosa/depresiva con
pensamientos obsesivos relativos a volver o no a fumar. Además
comenzó a ser incapaz de afrontar las actividades cotidianas, fue
hospitalizada y diagnosticada con descompensación de una neuro-
sis obsesiva. En primer lugar fue derivada a su dentista para que
RIESGOS PER SE DE LA HIPNOSIS Y EN SU USO TERAPÉUTICO 97

éste le permitiera fumar y así tratar su trastorno mental y poste-


riormente requirió tratamiento psiquiátrico para su condición psi-
cológica subyacente.
Sin lugar a dudas parece que la mera transferencia, de lo que veni-
mos denominando un contexto episódico a un contexto no episódico,
creó un trastorno mental muy grave en la paciente. Este caso de
Kleinhauz y Eli constituye un ejemplo excelente sobre los riesgos de
la hipnosis en el contexto clínico, frente al uso con fines de investi-
gación y experimentación en el contexto del laboratorio.
Kleinhauz (1987) presenta la siguiente advertencia:

El uso que los dentistas hacen de la hipnosis para inducir aneste-


sia y relajación, generalmente, sólo produce molestias leves. Los
objetivos del profesional en tal contexto son específicos y limitados
a su área de competencia profesional. […] Cualquier intento de
alejarse del contexto de su profesión podría generar graves proble-
mas (p. 158).

Como hemos visto en los estudios de Orne, Faw et al. y Hilgard, es


muy poco probable que la hipnosis per se produzca algún efecto
sobre las condiciones preexistentes. Además, los riesgos asociados a
las condiciones preexistentes suelen producirse durante la aplica-
ción, bajo hipnosis, de la terapia.
Para el investigador es determinante hallar el vínculo entre las
condiciones preexistentes y los efectos adversos derivados de la
inducción al trance hipnótico. Si no se establece ni se elimina este
vínculo, sería muy difícil, si no imposible, diferenciar la hipnosis per
se y la hipnosis con terapia, como precipitadores de efectos adversos
graves. La investigación sugiere que las condiciones preexistentes no
se asocian aparentemente a los efectos adversos graves. Por consi-
guiente, puede eliminarse el vínculo entre la hipnosis per se y la pro-
ducción de daño o lesión que previamente hemos definido como par-
te de una agresión ilegal. Lo mismo no es atribuible a la hipnosis
cuando va acompañada de terapia.
Orne (1965) concluye del siguiente modo, su comentario sobre los
riesgos de la hipnosis en el contexto terapéutico:
98 HIPNOSIS SEGURA

[…] En algunas situaciones parecen producirse sólo esporádicamen-


te. Entre ellas se incluyen el contexto de la investigación en laborato-
rio y el uso analgésico de la hipnosis en medicina y odontología. Es
característico de estas situaciones que el contacto del sujeto con la
hipnosis sea episódico. […] La probabilidad de que surjan problemas
es mucho mayor cuando la hipnosis se usa terapéuticamente y, evi-
dentemente, es en el contexto terapéutico donde se han registrado más
casos de dificultades. La mera inducción de la hipnosis por parte del
terapeuta puede ser motivo de amenaza para el sistema de defensas
del paciente y puede provocar un brote de ansiedad.
7 Riesgos de la hipnosis
durante la terminación

La deshipnotización o finalización del trance puede no efectuarse


debidamente por tres motivos: (1) porque el hipnotizador adopte
procedimientos de terminación inapropiados; (2) porque no se haga
ningún esfuerzo para finalizar con el trance y (3) porque el sujeto no
desee volver al estado plenamente consciente de vigilia y prefiera
mantenerse en el trance hipnótico. Las diferencias existentes entre el
fracaso del hipnotizador al deshipnotizar y el fracaso al terminar el
trance por otro motivo son significativas, pero ambos casos constitu-
yen riesgos de la hipnosis.
En el Capítulo 2 se ha comentado cuán importante es finalizar
apropiada y completamente el trance hipnótico porque cualquier
otro resultado puede generar riesgos (véase Apéndice A, Parte V para
un guión de finalización).
La terminación indebida del trance hipnótico, por la razón que
sea, puede producirse en los tres principales contextos; a saber, en el
laboratorio, en el contexto clínico y en el contexto escénico, y tam-
bién puede surgir entre los usuarios amateurs (frecuentemente estu-
diantes que experimentan con la hipnosis a fin de divertirse).
Podría argumentarse que cualquiera de los efectos adversos deri-
vados de la negación de un sujeto a volver al estado de conciencia
100 HIPNOSIS SEGURA

plena es un efecto auto-infligido y, por consiguiente, se hallaría fue-


ra del alcance del presente libro. Sin embargo, a nuestro entender, se
supone que cualquiera de estos efectos adversos surgen directamen-
te del trance hipnótico, o de la conducta del hipnotizador, y conse-
cuentemente pueden ser considerados como constitutivos de causa
jurídica.
En este capítulo se examinan las tres razones que dificultan la
finalización apropiada del trance y se ilustran con estudios de caso.
El objetivo fundamental de este examen es determinar si de esta no
finalización se derivan efectos adversos que puedan ser considerados
como daño o lesión, registrados en el DSM-IV y, por lo tanto, motivo
de agresión ilegal.

Errores del profesional durante la terminación

Contexto de laboratorio

No se conoce la existencia de ningún caso en el contexto del labo-


ratorio, en el que el hipnotizador no haya finalizado apropiada y
completamente un trance hipnótico o no se haya esforzado por fina-
lizarlo, y que de ello se hayan derivado efectos psicológicos adversos
graves. Existe documentación relativa a algunos casos en los que los
sujetos se han negado a ser deshipnotizados, como el que se describe
en Sakata (1968), al que nos referiremos más adelante en este mismo
capítulo.
Al comienzo parecía que esta situación se relacionaba con el
hecho de la ausencia de efectos adversos de la hipnosis per se propia
del contexto del laboratorio (véase Capítulo 6). Sin embargo éste no
es el caso porque la inducción al trance suele ir acompañada de otros
procedimientos hipnóticos durante el curso de la investigación y
experimentación. Por lo tanto, aparentemente no hay diferencia
entre este contexto y otros investigados en el presente libro con rela-
ción a la no finalización del trance por parte del hipnotizador. Perry
(1977) demostró que una sugestión inconclusa puede influir tras la
hipnosis, del mismo modo que lo hace la creación intencionada de
RIESGOS DE LA HIPNOSIS DURANTE LA TERMINACIÓN 101

sugestiones posthipnóticas. Esto implica que el trance no ha finali-


zado completamente, porque la sugestión no concluida es una parte
integral del procedimiento.
Posiblemente la razón de la ausencia de efectos psicológicos
adversos relativos a la no finalización del trance se debe a que, en el
contexto del laboratorio para la investigación y experimentación,
suele haber personal médico y universitario cualificado con mucha
formación y experiencia propia en hipnosis y que además ellos mis-
mos imparten clases sobre técnicas y procedimientos hipnóticos.
Bajo estas circunstancias es poco probable que se produzca una ter-
minación incompleta del trance o que no se haga ningún esfuerzo por
finalizarlo. Si por algún motivo el hipnotizador no lo hiciera, el resto
de los miembros del equipo de investigación le recordarían su omi-
sión. Esto no equivale a decir que los investigadores sean infalibles,
como se verá más tarde en este capítulo, pero es improbable que sal-
ten a la luz noticias relativas a la no finalización accidental del tran-
ce; particularmente cuando hay presente personal médico que puede
tratar inmediatamente cualquier efecto psicológico adverso según se
produzca. Indudablemente se pueden producir efectos psicológicos
adversos y graves en el contexto del laboratorio si el hipnotizador no
finaliza debidamente el trance.

Contexto clínico

Milne (1986) describe diversos estudios pertinentes, pero el que


hemos seleccionado se refiere a un error en la deshipnotización de un
estado de hipnosis auto-inducida. No existe una diferencia real entre
la terminación de un trance debido a la auto-hipnosis y de un trance
inducido por otra persona.
Milne relata el caso de un paciente que presentaba un temor gene-
ral hacia el dentista y que además padecía fobia a las agujas. Fue
desensibilizado contra el miedo a la visitas al dentista y se le enseñó
a adormecer su mandíbula mediante la auto-hipnosis. Milne (1986)
señala que él “[…] había reiterado al paciente cuán importante era
deshipnotizarse tan pronto como concluyera el tratamiento” (p. 17).
102 HIPNOSIS SEGURA

El tratamiento duró más de tres horas y como el paciente comenzó


a sentir algo de dolor hacia el final del mismo pensó erróneamente que
era innecesario deshipnotizarse. Este error dejó completamente atur-
dido al paciente durante las siguientes cinco horas. A modo de anéc-
dota relata que vagó por la ciudad, condujo su coche y se perdió en su
propia ciudad porque carecía de sentido de la dirección. Además tam-
bién había olvidado su propio número de teléfono. Finalmente se per-
cató de qué ocurría y se deshipnotizó. Milne añade, “La instrucción en
deshipnotización que había recibido el paciente había sido inapropia-
da para una experiencia dental tan estresante y prolongada” (p. 18).
Incluso aunque de este suceso se hubiera podido derivar un acci-
dente grave, no hubiera obtenido el calificativo de agresión ilegal
porque había sido auto-inflingido. Sin embargo, este caso del pacien-
te de Milne sirve para demostrar que un trance inacabado en el con-
texto clínico es peligroso aún cuando en este caso no haya producido
ninguna lesión psicológica grave.

En el escenario

Se puede entender que el hipnotizador escénico desee tener entre-


tenida a su audiencia y a tal fin, cuando concluye la participación de
un sujeto, la terminación del trance suele ser breve –si es que existe–,
de modo que el sujeto abandone el escenario tan pronto como le sea
posible. Bajo estas circunstancias el hipnotizador no siempre cuida la
finalización completa y apropiada del trance, lo que puede dar lugar
a graves efectos adversos.
Kleinhauz y Beran (1984) relatan la historia de una adolescente a
quien el hipnotizador no deshipnotizó debidamente antes de aban-
donar el escenario. Concluido el espectáculo y antes de abandonar el
teatro los amigos de la joven informaron al hipnotizador que ésta se
sentía algo mareada. El hipnotizador les recomendó que la llevaran
a casa y que durmiera, tras lo cual se despertaría sintiéndose bien.
Sin embargo, la joven se sentía mal y fue hospitalizada durante una
semana aquejada de un profundo estupor. El trance más profundo
del sistema de Lecron y Bordeau es el “plenario”, que describen
RIESGOS DE LA HIPNOSIS DURANTE LA TERMINACIÓN 103

como una “condición de estupor en la que se inhibe toda actividad


espontánea” (Véase Apéndice A, Parte VI). Además del estupor, la
joven estaba rígida (parte de su interpretación consistió en tensar
su cuerpo como si fuera una “barra de hierro”, de modo que se
sostuviera con la cabeza sobre una silla y los pies sobre otra mien-
tras el hipnotizador se colocaba sobre su abdomen), completamente
irresponsiva, con anosmia (pérdida del sentido del olfato) y amnesia
total.
Moris Kleinhauz fue consultado para este caso, y él y Beran (1984)
describen lo sucedido del siguiente modo:

Al séptimo día, se consultó a un psiquiatra (M.K.) entrenado en técni-


cas hipnoterapéuticas. Bajo sospecha de que la joven no había sido
debidamente deshipnotizada, comenzó a intervenir sobre su estado
hipnótico, y una vez establecido el rapport, logró deshipnotizarla
satisfactoriamente. Las técnicas de hipnosis y psicoterapia dinámica
tuvieron éxito por un día, devolviendo a la paciente a un estado de
“vigilia” normal, con el restablecimiento pleno de sus percepciones,
memoria y relación consigo misma y con su entorno (p. 285).

Aunque los síntomas de la joven fueran relativamente breves, no


hay duda de que padeció daños derivados de la indebida finalización
del trance por parte del hipnotizador y, como tales daños están con-
templados en el DSM-IV, hubieran podido ser causa de demanda.

Contexto amateur

En esta categoría, la inexperiencia del hipnotizador suele ser ine-


vitablemente la causa de que no se finalice debidamente con el tran-
ce. Frecuentemente el hipnotizador es un estudiante que opera sobre
sus compañeros, bien para divertirse o en un esfuerzo por tranquili-
zar los nervios de un examen y mejorar los resultados. A menudo, el
inexperto obtiene su conocimiento a partir de algún libro y suele ser
completamente inconsciente de los riesgos de la hipnosis. Uno de los
peligros consiste, precisamente, en la no finalización debida del tran-
ce, cuyo procedimiento preciso se describe en el Capítulo 2.
104 HIPNOSIS SEGURA

Kleinhauz y Beran (1984) ilustran con otro ejemplo este caso, rela-
tando la historia de un joven que fue enviado a un centro de salud
mental a consecuencia de su extraña conducta, que incluía el aleja-
miento drástico de los estímulos externos, la apatía y la pasividad.
Además se quejaba también de padecer visión en túnel, el sentimiento
de haberse convertido en un robot y se presentaba ante los doctores
como si fuera un genio. Durante el protocolo de ingreso había señala-
do que había sido hipnotizado por un amigo que quería ayudarle a
aprobar satisfactoriamente los exámenes escritos, pero los doctores
ignoraron esta parte de la información. Se le diagnosticó una psicosis
aguda, pero los progenitores del joven se negaron a administrarle el
tratamiento propuesto y lo sacaron del hospital. El joven pidió a su
amigo que lo deshipnotizara, tras lo cual su conducta volvió a la nor-
malidad y funcionó acorde con ella. Es lamentable que los doctores no
vincularan los síntomas con el hecho hipnótico. Kleinhauz y Beran
(1984, p. 287) señalan: “Es posible concluir que su sintomatología
había sido fruto de la continuidad de su estado hipnótico.”

Negación del sujeto ante la terminación

Contexto del laboratorio

Durante una sesión experimental de hipnosis con un sujeto estu-


diante Sakata (1968) observó que el sujeto no se había deshipnotiza-
do. La hipnosis había sido inducida a través de una grabación y el
mismo Sakata administró los procedimientos de deshipnotización.
Durante una entrevista de seguimiento el sujeto manifestó que no
se había deshipnotizado porque se “sentía pesado y cansado” y “no
quería hacer el esfuerzo de despertarse”. Podía recordar todo lo que
había ocurrido mientras estaba hipnotizado a excepción de la prue-
ba de alucinación del vuelo que no había logrado ejecutar. El sujeto
recordaba particularmente haber pensado que la voz grabada le
recordaba a su profesor de psicología, lo que quizá pudo estar influi-
do porque la sesión de hipnosis se desarrolló en su aula de psicolo-
gía. Había faltado a su siguiente cita con Sakata pero apareció tres
RIESGOS DE LA HIPNOSIS DURANTE LA TERMINACIÓN 105

días más tarde y se quejaba de su incapacidad para concentrarse, de


la dificultad que tenía para despertarse y de la facilidad con que se
dormía en clase. Fue deshipnotizado una vez más, tras lo que mani-
festó que el sentimiento de cansancio había desaparecido y se sentía
en plena forma.
La impresión general que Sakata había obtenido del sujeto, a par-
tir de sus encuentros con él, incluía una personalidad caracterizada
por ciertas necesidades, como las de dependencia y sumisión. El mis-
mo sujeto reconocía ser muy susceptible a las opiniones ajenas.
Sakata sugiere que son tres las razones por las que el sujeto no se
deshipnotizó. Una o más de estas razones también son aplicables a la
mayoría de los sujetos que no deseen la finalización del trance. Por
consiguiente, el caso que presenta Sakata es de gran relevancia, aun-
que para los fines de nuestro libro los efectos adversos no sean graves
ni suficientemente prolongados como para ser causa de demanda.
La primera de las razones a las que aduce Sakata (1968) es:

Se puede pensar que la negación a ejecutar la tarea sugerida por par-


te de una personalidad habitualmente tan cumplidora haya podido
contribuir a que no se deshipnotice a consecuencia de un “asunto ina-
cabado”, la represión de la tarea insatisfactoria una vez despierto y
una prolongación o restablecimiento de la hipnosis en un momento
posterior (p. 224).

La referencia al “asunto inacabado” corresponde a la prueba de


alucinación del vuelo, que el sujeto no sólo no ejecutó, sino que ade-
más carecía inicialmente del recuerdo de habérsele administrado.
La segunda razón que formula Sakata es:

[…] Otro motivo que podría justificar que el sujeto no se deshipnoti-


zara es que el trance le permitía cierto grado de alivio, o una defensa
general frente a la ansiedad engendrada por las circunstancias gene-
rales de estrés que operan en la situación vital del sujeto en el momen-
to de la segunda sesión hipnótica (p. 225).

Sakata señala que el sujeto estaba experimentando dificultades


económicas en aquel momento y que también había manifestado
estar preocupado con respecto a un examen inminente. Algunos años
106 HIPNOSIS SEGURA

antes, Williams (1953, p. 8), haciendo referencia a las dificultades


para deshipnotizar había llegado a la misma conclusión que Sakata
cuando afirmó que “[…] el trance permite un grado de relajación […]
que también puede servir para evitar enfrentarse a la realidad”.
La tercera razón presentada por Sakata es la siguiente:

[…] Que S fuera antagonizado por la conducta de E y fuera capaz de


expresar su hostilidad hacia E mediante una maniobra pasivo-agresi-
va en consonancia con la condición hipnótica (p. 226).

Sakata señala que aunque su relación con el sujeto fuera neutral,


es posible que el sujeto se sintiera antagonizado por el modo en que
él había manejado la situación, o quizá por su tardanza. Alternativa-
mente, es posible también que el sujeto vinculara la voz de la graba-
ción, similar a la del profesor de psicología, con algún recuerdo triste
de sus estudios, lo que hubiera podido originar su falta de voluntad
para deshipnotizarse.

Contexto clínico

Gravitz (1995) en uno de sus artículos manifiesta que en el uso


terapéutico rara vez se encuentran dificultades para despertar al suje-
to de la condición hipnótica. Añade que en sus tres décadas de expe-
riencia clínica sólo se ha enfrentado a dos casos de inhabilidad para
deshipnotizar.
En uno de los dos casos estaba involucrada la esposa de un oficial
de la marina destinado en Japón. Esta mujer padecía un trastorno
neurológico crónico, uno de cuyos síntomas era el dolor severo, para
el cual los analgésicos no eran efectivos pero la hipnosis lo controla-
ba satisfactoriamente. Tras volver a los Estados Unidos el dolor rea-
pareció y la medicación no surtía efecto. Cuando visitó a Gravitz éste
comprobó que la mujer era muy receptiva a la hipnosis, pero que no
respondía a las instrucciones de alerta y que seguía en estado de tran-
ce profundo. Se le preguntó, aún en trance, cómo se sentía y en qué
pensaba. Ella respondió “Fantásticamente bien”, pero dijo que temía
volver a abrir los ojos. Evidentemente temía que reapareciera su
RIESGOS DE LA HIPNOSIS DURANTE LA TERMINACIÓN 107

dolor al restablecer la conciencia plena y al reencontrarse con la rea-


lidad, que es una de las razones que, según Sakata, justifican que el
sujeto permanezca en el trance. Sin embargo, Gravitz tranquilizó a la
mujer diciendo que el dolor no reaparecería, tras lo cual ésta permi-
tió ser deshipnotizada.
A pesar de que no se produjo ningún efecto adverso grave, éstos
hubieran sido posibles si la negación a ser deshipnotizada no hubie-
ra sido manejada por un psiquiatra tan experimentado y cualificado
como Gravitz.

En el escenario

Kleinhauz y Beran (1984) describen el caso de una joven que fue


hospitalizada por efectos psicológicos graves tras negarse a la finali-
zación apropiada del trance. En un documento de 1981 estos mismos
autores ofrecen más detalles sobre el caso, entre los que se incluye
que el hipnotizador fue llamado al hospital al día siguiente al ingre-
so, pero éste no fue capaz de deshipnotizarla. Kleinhauz y Beran
(1984) describen el procedimiento del siguiente modo:

Al comienzo la joven respondía con sumisión […]. Sin embargo, la


misma ira, postura amenazante y gritos del hipnotizador creaban
ansiedad, ira y miedo en la paciente, que sólo podía evitar negándose
a ser deshipnotizada (p. 158).

De este modo la joven evitaba enfrentarse al hipnotizador con


quien antagonizaba.

Contexto amateur

Danto (1967) presenta un caso de riesgo relativo a una joven que


se negaba a ser deshipnotizada en un contexto amateur.
Se trataba de una estudiante de 18 años de edad que había sido
inducida al trance por uno de sus instructores en el aparcamiento de
un supermercado por la noche, situación que el hipnotizador inex-
perto quería aprovechar para obtener beneficios sexuales, a los que
108 HIPNOSIS SEGURA

ella se resistía. La joven se negó a ser deshipnotizada y se mantuvo en


un trance leve durante más de 16 horas y se quejaba de un severo
dolor de cabeza y dolor ocular. Danto logró deshipnotizar a la joven.
La historia de esta joven, añade Danto, revela el caso de una madre
excesivamente protectora que la sermoneaba sobre las “maldades del
sexo” y la desanimaba a salir con jóvenes salvo que ella misma estu-
viera presente. La joven estaba sexualmente inhibida y en algunas
ocasiones, cuando trataba de relacionarse con alguien, solía sentirse
sobrepasada por la ansiedad y hasta por la histeria.
Danto (1967) añade que la joven (juntamente con otra joven a la
que hace referencia en el mismo artículo):

[…] Mostraba conflictos […] hacia sus propios sentimientos sexuales.


Los últimos conflictos parecían relacionarse con su resistencia a ser
despertada del trance hipnótico. (p. 98)

Esta circunstancia también ha sido reconocida por Orne (1965,


p. 229) quien señala además que la negación por parte del sujeto a
despertarse normalmente “[…] conllevaba experimentos hipnóticos
clandestinos de los estudiantes” y que esta respuesta “[…] permite al
sujeto expresar hostilidad hacia el hipnotizador”.
Aunque la estudiante del estudio de Danto (1967) sufrió efectos
adversos, éstos no fueron suficientemente graves como para recibir
la consideración de agresión, particularmente porque fueron de
carácter temporal. Con todo, este estudio demuestra que los efectos
adversos pueden surgir cuando el sujeto se niega a ser deshipnotiza-
do ante un hipnotizador sin experiencia.
La incapacidad por parte del hipnotizador para finalizar el trance
y la negación por parte del sujeto a ser deshipnotizado son riesgos
reales existentes en los tres contextos hipnóticos principales, así
como también en el contexto amateur, que pueden ser origen de gra-
ves efectos psicológicos adversos que sí constituirían causa de
demanda.
8 Naturaleza de la
coerción hipnótica

La coerción como riesgo adquiere un significado particular en el


lenguaje de la hipnosis. Puede ser descrita como “la capacidad de un
hipnotizador para obligar a las personas hipnotizadas a cometer
actos peligrosos, ilegales (incluidos el asesinato o el homicidio) e
inmorales, a auto-lesionarse o a causar daños a los demás y, en gene-
ral, a mostrar una conducta antisocial (conducta inapropiada)”. La
coerción, en este contexto, no sólo se aplica a un sujeto que se halle
en estado hipnótico, sino también en estado posthipnótico.
La anterior es una descripción muy amplia de la coerción hipnó-
tica, pero sólo una parte de ella es relevante para los fines del pre-
sente libro, que con motivo de las instrucciones dadas por el hipnoti-
zador el sujeto padezca graves daños psicológicos.
La principal diferencia entre la coerción como riesgo de la hipno-
sis y otros peligros, como es el caso de su uso terapéutico, consiste en
que el primero se ejecuta con lo que Karle (1991) denomina “inten-
ción maligna”, mientras que los efectos adversos derivados del segun-
do se supone que no han sido previa e intencionadamente planifica-
dos por parte del hipnotizador.
En general se cree que los sujetos actuarán del modo en que les
sugiera el hipnotizador, porque se encuentran a merced de su poder
110 HIPNOSIS SEGURA

y, por consiguiente, son incapaces de resistirse. Los medios de comu-


nicación difunden la idea del control absoluto del hipnotizador sobre
el sujeto hipnotizado. Por ejemplo, en la conocida serie americana de
Colombo, con frecuencia aparecía un hipnotizador malo que dispo-
nía del poder para obligar a otros personajes a suicidarse arrojándo-
se de edificios altos o de la cima de acantilados. Evidentemente, estas
escenas son ficticias, pero a uno le asalta la duda de si las historias
de los servicios de inteligencia (particularmente del Servicio Central
Americano de Inteligencia), que crean asesinos hipnóticamente, se
basan en hechos reales.
El hipnotizador parece estar asistido en su misión de coerción por
la misma naturaleza de la hipnosis, que puede aumentar la vulnera-
bilidad del sujeto al abuso. En el Capítulo 3 se han descrito algunas
de las características de la hipnosis en ausencia de una definición
consensuada, incluida la sugestibilidad y la reducción en la compro-
bación de la realidad. Sería fácil concluir que la razón de la conduc-
ta coercitiva inapropiada del sujeto se atribuye exclusivamente a la
naturaleza conductiva de la hipnosis. Sin embargo, no es así. Incluso
la opinión de los expertos está dividida con respecto a si la persona
hipnotizada puede ser empujada a cometer actos indebidos, que no
cometería en un estado de conciencia plena.
Aunque este riesgo de coerción en la hipnosis es controvertido y
los daños que se derivan de él son escasos, es apropiado mencionar-
lo en este libro. Omitir la coerción equivaldría a hacer un examen
incompleto respecto a los riesgos de la hipnosis.

Once expertos sobre la coerción de Jacob H. Conn

En su artículo de 1972, Conn se refiere a los peligros de la coerción


en la hipnosis. A fin de obtener diferentes puntos de vista sobre este
particular, Conn adoptó un método que consistió en dirigirse a 11
expertos selectos preguntándoles si era posible cometer homicidios
en estado de hipnosis. Las respuestas de estos expertos –que Conn
denominó “comunicaciones personales”– constituyen la mayor parte
del presente capítulo. Conn no incluye todo el texto de las comunica-
NATURALEZA DE LA COERCIÓN HIPNÓTICA 111

ciones personales, pero al lector no le queda ninguna duda sobre el


lado del debate a la que pertenecen los expertos.

Experto 1: E.M. Erikson

Un hecho antisocial debe ser antisocial, no puede ser sólo una actua-
ción de laboratorio y no se requiere de la hipnosis para inducir una
conducta antisocial. De hecho la hipnosis es una dificultad añadida
para la inducción de un comportamiento antisocial […]. Cualquiera
que cometa un acto antisocial quiere saber dónde está y quién está a
su alrededor y qué hora del día es y las posibles consecuencias de sus
actos. La hipnosis… reduce la conciencia del contexto y esta constric-
ción debilita los esfuerzos […]. La persona querría ser plenamente
consciente y auto-protegerse tanto como le sea posible.

Erikson plantea tres aspectos interesantes pero, antes de conside-


rarlos es necesario interpretar la cuestión relativa a la “auto-protec-
ción”. La auto-protección, en el sentido empleado por Erikson, es la
evitación de las consecuencias de la lesión o daños causados a uno
mismo o a los demás, no de cometer homicidios o actos ilegales y
generalmente no comportarse de un modo inapropiado y antisocial.
El primero de los tres aspectos planteados por Erikson es la idea
de que un acto antisocial no es genuinamente antisocial si se produ-
ce en el contexto del laboratorio. Conn (1972, p. 66) señala que
Erikson se refiere a tales actos como “pantomimas”.
Los estudios experimentales realizados por Orne y Evans en 1965
defienden la postura de Erikson. En estos estudios participaron 12
sujetos de los cuales 6 se hallaban profundamente hipnotizados y los
6 restantes fueron instruidos para que simularan estar hipnotizados y
así engañaran al hipnotizador. A todos los sujetos se les pidió que
cogieran con la mano una serpiente venenosa y también que arrojaran
un vaso de ácido nítrico al ayudante del investigador. El resultado fue
que cinco de los sujetos hipnotizados trataron de coger la serpiente,
pero todos los sujetos arrojaron el ácido nítrico. (Los sujetos se halla-
ban protegidos de la serpiente por un panel de vidrio que era invisible
para ellos y el asistente del investigador estaba igualmente protegido).
112 HIPNOSIS SEGURA

Estos experimentos de Orne y Evans son también relevantes para


el segundo aspecto que se deriva de la cita de Erikson, y en particu-
lar de su referencia a no necesitar la hipnosis para inducir una con-
ducta antisocial. Sin embargo, en esta circunstancia debe haber algo
más y ese “algo” debe ser buscado en el contexto del laboratorio mis-
mo. Los estudios de Milgram (1965) son ilustrativos de este aspecto
aunque no conlleven hipnosis.
Milgram dividió a los sujetos en dos grupos iguales de “profeso-
res” y “aprendices”, pero de hecho los profesores eran sujetos reales
y los aprendices eran ayudantes del experimentador. Se instruyó a los
profesores para que administraran descargas eléctricas cada vez más
intensas a los aprendices, cuando sus respuestas fueran incorrectas.
En el equipo de administración de las descargas había una gradua-
ción que oscilaba desde la descarga de intensidad baja hasta la des-
carga de intensidad alta y por último “PELIGRO XXX”.
A pesar de que los aprendices, que se hallaban en un recinto
adjunto, se quejaran, gritaran y gimieran por el dolor causado y que
rogaran al profesor que dejara de administrarle descargas, algunos
de los profesores continuaron haciéndolo hasta que el aprendiz pare-
cía haberse desmayado. Milgram y sus ayudantes instruyeron y ani-
maron a los sujetos a seguir actuando. Los resultados finales fueron
que hasta el 66% de los sujetos habían administrado la mayor des-
carga eléctrica posible a pesar de saber que a consecuencia de ello
los aprendices podrían morir.
A raíz de los resultados del experimento de Milgram se han gene-
rado muchos debates sobre diferentes aspectos. La cuestión relevan-
te al tema del presente capítulo, la coerción, se refiere al contexto del
experimento, porque se produjo en una universidad y fue dirigido, al
menos en parte, por personal médico. Por ello los sujetos creyeron
que en tales circunstancias el experimento era seguro e inocuo y que
ni ellos ni los aprendices sufrirían lesiones. Por lo tanto, no sólo el
entorno es importante sino también el estatus de las personas pre-
sentes cuando los sujetos son empujados a ejecutar actos de violen-
cia antisociales, peligrosos y potencialmente criminales y todo ello
sin la participación de la hipnosis.
NATURALEZA DE LA COERCIÓN HIPNÓTICA 113

De un modo similar, en los experimentos de Orne y Evans (1965)


el contexto convenció a los sujetos hipnotizados de que las acciones
eran pseudo reales. Los estudios de Orne y Evans y de Milgram defien-
den la idea de Erickson, según la cual no tiene sentido poner a prue-
ba las reacciones de los sujetos a las sugestiones coercitivas cuando
éstos perciben el contexto como experimental.
El tercer aspecto que plantea Erikson se refiere al deseo del suje-
to de “auto-protegerse”. En el Capítulo 3 se han mencionado diferen-
tes características propias de la hipnosis. Una de ellas se relaciona
con la limitación de la atención, que implica que el sujeto focaliza su
atención sólo sobre aquellos elementos que le sugiere el hipnotizador.
Otra característica –la de comprobación de la realidad– también ha
sido comentada en detalle al afirmar que un sujeto hipnotizado acep-
ta sin atisbo de crítica las ideas y proposiciones sugeridas por el hip-
notizador.
Superficialmente estas características no parecen coincidir con el
concepto de conducta antisocial de Erikson, pero éste opina que cual-
quier persona implicada en actividades antisociales desea conocer
todas las circunstancias, incluidas las posibles consecuencias. Así
pues, parece que tiene sentido la afirmación de Erikson según la cual
“La hipnosis… reduce la conciencia del contexto y esta constricción
debilita los esfuerzos […]. La persona querría ser plenamente cons-
ciente y auto-protegerse tanto como le sea posible”. Los “esfuerzos” a
los que alude se refieren a los intentos por empujar a los sujetos hip-
notizados a cometer actos de conducta inapropiada, pero esto no es
posible según Erikson, cuando los sujetos se encuentran en una
situación de entera auto-protección.
Conn (1972), al hilo de la comunicación personal de Erikson,
señala:

Para que se produzca un delito real o un auténtico comportamiento


antisocial, es imprescindible que haya conocimiento e intención. Tal
conocimiento e intención genera la conducta auto-protectora (p. 66).

Si se acepta el punto de vista de Erikson sobre los intentos de pro-


vocar una conducta inapropiada bajo hipnosis, no existe peligro de
114 HIPNOSIS SEGURA

causar daños o lesiones al sujeto ni a los demás, pero Erikson es sólo


el primero de los expertos a los que consultó Conn.

Experto 2: R.E.Shor

Creo con firmeza que la hipnosis per se no podría usarse para come-
ter un delito grave. La idea de que las personas hipnotizadas pierdan
sus defensas fundamentales y sus compromisos morales básicos se
opone a todo lo que sé sobre el fenómeno.

La hipnosis per se a la que alude Shor no implica ninguna mani-


pulación, sino la presentación directa de la sugestión a un sujeto para
que cometa un delito grave que, según Shor, sería rechazada.
Kline (1972) reconoce también que la hipnosis per se no es sufi-
ciente para coaccionar a una conducta inapropiada:

[…] Parecería que la cuestión crítica al tratar de evaluar la producción


de cualquier tipo de trasgresión o conducta antisocial no puede verse
sólo dentro del constructo de la hipnosis […] (p. 83).

Las “defensas fundamentales” a las que se refiere Shor no equiva-


len a los “mecanismos de defensa” a los que aludía Freud (véase
Capítulo 2) sino que deberían entenderse en la misma línea que la
“auto-protección” de Erikson. Así pues, cuando a una persona hip-
notizada se le sugiere una conducta inapropiada surgen las defensas
fundamentales y, por lo tanto, la persona se salva de las consecuen-
cias de la conducta inapropiada.
Hans Eysenck (1970) propuso que los rasgos de personalidad eran
“relativamente estables”. Los principios “morales” están representa-
dos por los rasgos de personalidad, que no van a cambiar por una
simple sugerencia del hipnotizador para que el sujeto ejecute una
conducta inapropiada. Por eso, es fácil de comprender por qué Shor
afirma que las personas no pierden sus “principios morales básicos”
bajo hipnosis.
Shor opina que no es posible el daño derivado de la conducta
coercitiva inapropiada cuando se trata de la hipnosis per se.
NATURALEZA DE LA COERCIÓN HIPNÓTICA 115

Experto 3: E.R. Hilgard

No podemos decir que una persona no vaya a cometer un delito si está


hipnotizada. Otra cosa muy diferente es decir que la hipnosis misma
sea la responsable única.

Una vez más se rechaza la idea de que la hipnosis sea un instru-


mento para promover la conducta coercitiva inapropiada.

Experto 4: M.E. Wright

[…] Que se manipule una situación para que una persona confiada
pueda ser explotada. […] Esto puede hacerse en hipnosis y fuera de la
hipnosis.

El énfasis de Wright en la confianza también fue mencionado en


los estudios de Orne y Evans (1965) y Milgram (1965), hasta el grado
de que los sujetos confiaban en los experimentadores para garantizar
que no se produciría daño alguno.
Sin embargo, la comunicación personal de Wright es de un carác-
ter más general e incluye otras relaciones de contextos distintos a los
del laboratorio, como la relación entre el médico y el paciente, el abo-
gado y el cliente, el clérigo y el creyente. En estas relaciones existe un
elemento creado de confianza por parte de la persona que acude al
profesional asesor, hasta el grado de que la ley reconoce que tales per-
sonas puedan ser indebidamente influidas por sus asesores.
El informe de Karle (1991, p. 191) ilustra la confianza que opera
en el contexto clínico. Karle era Director en el Hospital Guys de
Londres. Narra la historia de una paciente que solicita ayuda y que
previamente había sido tratada por un hipnoterapeuta. La paciente
relató que en la primera cita con el hipnoterapeuta, éste le había pedi-
do que se desvistiera y que, en la segunda y siguientes citas, se habí-
an producido relaciones sexuales entre ambos. El hipnoterapeuta le
había sugerido que todos sus problemas se derivaban de su inhibición
sexual y que su “tratamiento” había sido diseñado para liberarla de
esa causa subyacente. Parece que confió en el hipnoterapeuta y por
ello aceptó un tratamiento que de otro modo no hubiera considerado.
116 HIPNOSIS SEGURA

Experto 5: H.B. Crasilneck

Una persona podría ser hipnotizada para cometer un acto antisocial,


siempre que se trate de un sujeto excelente y que se le haga alucinar
hasta el grado de que el acto sea aceptable para su propia mente
inconsciente.

La referencia de Crasilneck a que la persona sea un sujeto exce-


lente debe interpretarse acorde al sistema de Lecron y Bordeau para
definir la profundidad del trance (Véase Apéndice A, Parte VI).
Estos síntomas revelan la profundidad del trance como “profundo
y sonambulístico”, lo que no siempre se logra en los sujetos hipnoti-
zados (véase Capítulo 2). Los factores psicológicos que determinan la
percepción incluyen también las alucinaciones y las distorsiones per-
ceptuales, que son consideradas como pertenecientes a la misma
categoría psicológica. Reber recomienda a este respecto:

La distorsión y la alucinación. Los sentimientos emocionales intensos


pueden distorsionar las percepciones de un modo dramático y se pue-
den producir alucinaciones por múltiples causas […] Estas “falsas
percepciones” constituyen un problema curioso porque el origen
esencial de las mismas parece surgir de “dentro de la cabeza misma”
más que del entorno.

Las alucinaciones a las que nos referíamos en el Capítulo 3, como


una de las características de la hipnosis, surgen de forma natural,
pero las alucinaciones aludidas por Crasilneck y las distorsiones per-
ceptuales mencionadas por Schneck son creadas por el hipnotizador.
Las falsas percepciones o ilusiones a las que alude Reber se refle-
jan en la hipnosis, y en ellas se incluyen las alucinaciones y las distor-
siones perceptuales sin esfuerzo por diferenciarlas, aunque existan
diferencias considerables entre ellas. Las alucinaciones surgen entera-
mente “de la cabeza”, mientras que las distorsiones perceptuales, aun-
que tengan un componente mental, se relacionan con una presencia
física. En la práctica esta diferencia no tiene ninguna consecuencia.
Scheflin et al. (1989, p. 137) coinciden con el punto de vista de
Crasilneck: “Es absurdo esperar que una persona […] se convierta en
NATURALEZA DE LA COERCIÓN HIPNÓTICA 117

homicida sólo porque se lo ordene el hipnotizador”. Sin embargo


añaden un ejemplo hipotético en el que un hipnotizador convence a
un sujeto de que su hijo está en peligro por causa de un extraño y
advierten que “[…] el deseo de la persona por proteger a su hijo
hubiera podido tener consecuencias graves”.
En este mismo orden Perry (1979) afirma que:

[…] La coerción es posible mediante la inducción de percepciones dis-


torsionadas que confundan a la persona hipnotizada hasta creer que
la conducta sugerida no es transgresora (p. 187).

En el curso de una revisión de los hallazgos experimentales y clí-


nicos relativos a los actos antisociales y delictivos inducidos por la
hipnosis, Barrer (1961) analiza un experimento desarrollado por
Watkins (1947). En el experimento un soldado raso profundamente
hipnotizado fue inducido a creer que uno de sus oficiales era un sol-
dado japonés a quien tenía que estrangular. El soldado raso hubo de
ser separado del oficial a quien él veía, en virtud de la ilusión induci-
da, como un soldado japonés a matar. Barrer sugiere otras explica-
ciones de la conducta del soldado, como la afirmación del experi-
mentador según la cual él sería responsable de las consecuencias de
la conducta del sujeto.
En un documento posterior Watkins (1972) señala:

Si (la hipnosis) es suficientemente potente como para iniciar una con-


ducta constructiva, es suficientemente poderosa como para alterar el
equilibrio psíquico en direcciones antisociales en manos de un opera-
dor que carezca de escrúpulos (p. 95).

Esta alteración del equilibrio psíquico a la que se refiere Watkins


incluye las falsas percepciones inducidas.
A pesar de toda la investigación existente, no se ha encontrado
ningún informe relativo a las conductas coercitivas inapropiadas
que conlleven falsas percepciones, salvo las provocadas en el con-
texto experimental. Sin embargo, a la vista de lo que afirman los
expertos, parece probable que una persona hipnotizada sea induci-
da a cometer actos de conducta inadecuada en un entorno natural.
118 HIPNOSIS SEGURA

En consecuencia, podrían originarse daños, directa o indirecta-


mente, para uno mismo o para lo demás.

Experto 6: J.M. Schneck

[…] Un sujeto hipnotizado sí puede cometer un delito grave […] siem-


pre que el sujeto no fuera consciente de que está participando en un
delito (tras inducir una distorsión perceptual).

Schneck cree que un sujeto puede cometer un delito grave pero


sólo con ayuda de la inducción de una distorsión perceptual, en otras
palabras, una falsa percepción.

Experto 7: L.R. Wolberg

[…] Sólo unas pocas personas podrían ser inducidas a cometer un


delito o perpetrar actos antisociales incluso aunque tales personas
tengan inclinaciones delictivas o antisociales. Lo harán bajo hipnosis
o fuera de ella cuando el acto satisfaga alguna necesidad importante
que tienden dentro de sí mismas.

Wolberg limita a las personas que “puedan ser inducidas a come-


ter un delito o perpetrar actos antisociales” a esas pocas personas que
presentan alguna necesidad interna que satisfacer. Esta necesidad
interna de satisfacer a esa parte del cerebro que anhela una necesi-
dad-gratificación psicológica (como la excitación hallada al experi-
mentar peligro o miedo a ser capturado) suele generarse presumible-
mente al cometer delitos graves. También podría consistir en satisfa-
cer una necesidad económica.
Wolberg afirma que tales personas cometerían actos de conducta
inapropiada tanto bajo hipnosis como sin ella.

Experto 8: G.W. Williams

En tales casos las pruebas son circunstanciales y las opiniones anti-


cuadas. Si una persona estable es hipnotizada y se le dice que cometa
un delito, creo plenamente que esa persona rechazaría la sugerencia.
NATURALEZA DE LA COERCIÓN HIPNÓTICA 119

La opinión de Williams no podría ser más clara. Su única reticen-


cia se refiere al contexto del laboratorio, sobre el que señala: “los deli-
tos de laboratorio tienen innumerables parámetros que debilitan o
invalidan una opinión positiva”.

Experto 9: H. Spiegal

No tengo la menor duda con respecto a que la hipnosis pueda ser usa-
da para animar a otra persona a cometer un delito… Aunque es posi-
ble que el sujeto se resista a una señal posthipnótica, existe un factor
de tiempo variable antes de que se produzca la corrección. Durante
esta transición la influencia hipnótica permanece aún presente.

Spiegal confía plenamente en que la hipnosis puede ser usada


para “animar a otro a cometer un delito”.
La única preocupación de Spiegal se refiere al período de tiempo
durante el cual se mantiene la “influencia hipnótica”. Señala que la
influencia permanece hasta que sea posthipnóticamente rechazada.

Experto 10: B.B. Raginsky

Se podría cometer un delito si se produce la correcta combinación del


tipo de personalidad del sujeto, la temporalización de la sugestión y
la habilidad del hipnotizador para lograr que el sujeto fantasee una
situación en la que el crimen podría verse como un procedimiento
natural para esa persona en particular bajo esas circunstancias.

Ragisnsky menciona el hecho de que el sujeto “fantasee”. Reber


define la fantasía como “Un término que se emplea de forma general
para referirse a los procesos mentales que conllevan la imaginación
de objetos, símbolos o acontecimientos que no están presentes de for-
ma inmediata”. Es posible categorizar la fantasía de forma idéntica a
las falsas percepciones de Crasilneck y Schneck, y tratarla de la mis-
ma manera.
Siempre que todas las condiciones que menciona Raginsky estén
presentes, él considera que la persona podría cometer un delito bajo
120 HIPNOSIS SEGURA

hipnosis o como resultado de la misma. También debería añadirse


que tal persona podría caracterizarse por la conducta inapropiada, de
la cual podrían derivarse daños o lesiones.

Experto 11: J. Lassner

[…] Se ha vinculado la hipnosis con actos delictivos cometidos por la


persona hipnotizada, que ha sido instigada por el hipnotizador. […]
Me parece que en tales casos se invocaba a la hipnosis con el único fin
de librarse de la culpa o del castigo.

Lassner piensa que no puede derivarse ningún daño de la coerción


porque el trance hipnótico alegado no era más que una farsa a la que
se aludía como automatismo de defensa de un hecho delictivo.

Evaluación de la coerción como riesgo de la hipnosis

De todas las opiniones expresadas por los once expertos de Conn


y de otros citados anteriormente, sólo en un único caso de la vida real
(es decir, fuera del contexto del laboratorio) se observó que la con-
ducta inapropiada podría haber sido inducida de forma hipnótica. Se
trata del caso de la confiada mujer que fue cliente de hipnoterapia.
Sin embargo, parece haber consenso en que una relación de confian-
za puede dar lugar a abusos dentro y fuera de la hipnosis.
La revisión que hizo Perry (1979) de un caso judicial en Australia
revela que incluso admitiendo la existencia de relaciones sexuales
con varias clientes hipnotizadas, el hipnotizador no fue acusado.
Cinco expertos señalaron que no había motivo para que las clientes
perdieran el control de sus acciones y que estar hipnotizadas no
aumentaba la probabilidad de ejecutar la conducta solicitada.
Gordon Milne (1986, p. 15), un afamado psicólogo australiano, coin-
cidía con la decisión del tribunal y se refirió a lo que denominó
“cumplimiento hipnótico” como “[…] peculiar al uso de la hipnosis
es la falsa creencia relativa al poder que tiene el operador sobre el
sujeto”.
NATURALEZA DE LA COERCIÓN HIPNÓTICA 121

En un documento publicado en 1981 Conn señalaba:

La coerción mediante la hipnosis es un mito que no desaparecerá


mientras sea fomentado por hipnotizadores desinformados, que creen
que toda la iniciativa y auto-determinación del sujeto se rinden ante
un hipnotizador “todo poderoso”.

En vista de la revisión que hizo Perry del caso judicial, de las dos
citas de Milne y Conn, de algunos de los once expertos de Conn y de
otros autores citados en este mismo capítulo, parece poco probable
que una persona hipnotizada pueda ser instigada en la vida real a
comportarse indebidamente. Sin embargo, no puede decirse con cer-
teza absoluta que no vaya a ocurrir nunca fuera del contexto experi-
mental, particularmente si tenemos en cuenta las opiniones de expertos
como Crasilneck y Schneck. Por lo tanto, aunque permanezca la duda,
sería conveniente examinar el debate relativo a la conducta coerci-
tiva desde el punto de vista jurídico.
9 Riesgos de la
hipnosis escénica

Kost (1965) resume los riesgos de la hipnosis en general y de la


hipnosis escénica en particular del siguiente modo:

Los riesgos vinculados a la hipnosis se producen por efecto de la igno-


rancia, por el fanatismo, por el desconocimiento de las bases de las
relaciones interpersonales y por la irresponsabilidad en los actos de
ésos que usan la técnica con fines de entretenimiento (p. 220).

Kost alude directamente a los hipnotizadores escénicos que em-


plean las técnicas hipnóticas para entretener a una audiencia.
La hipnosis escénica conlleva invariablemente que un número
considerable de personas entren en trance al mismo tiempo, se pro-
duce frente a una audiencia que ha pagado una entrada o ve el espec-
táculo desde la televisión y desea entretenerse. La hipnosis experi-
mental se usa con fines científicos, normalmente por personal médi-
co cualificado que cuenta con formación y experiencia en hipnosis,
suele involucrar a un sujeto o a un grupo de sujetos y se desarrolla
bajo condiciones de laboratorio y de acuerdo con un diseño prede-
terminado. La hipnosis clínica suele estar dirigida por un profesional
que la practica sobre un cliente en un lugar privado y tranquilo y su
finalidad es terapéutica.
124 HIPNOSIS SEGURA

Las circunstancias en las que se desarrolla la hipnosis escénica


generan similitudes y diferencias respecto a los restantes contextos
tanto en la experiencia y conductas del sujeto como en los efectos de
un trance hipnótico. Algunas de las diferencias y similitudes han sido
ya mencionadas. Una de las similitudes se refiere al riesgo derivado
de las condiciones preexistentes.

Condiciones preexistentes e hipnosis escénica

En el Capítulo 4 se ha comentado que un sujeto puede presentar


lo que el autor denomina una “condición preexistente”. La condición
preexistente podría ser una enfermedad física o mental ya presente,
de forma latente o manifiesta, en el sujeto antes de la sesión hip-
nótica.
Un profesional prudente preguntaría por el historial médico del
cliente, con interés particular en las condiciones preexistentes y
actuaría en consecuencia, sin embargo un hipnotizador escénico no
dispone del tiempo ni de la oportunidad para hacerlo. Además, un
sujeto puede haber tomado fármacos, como tranquilizantes o antide-
presivos, de los que el hipnotizador escénico no tiene conocimiento,
con la posible consecuencia de que se produzca una abreacción del
sujeto tras la inducción del trance.
La cuestión es que incluso aunque la inducción al trance interac-
túe con la condición preexistente o con los fármacos prescritos, y de
ello se deriven efectos adversos, tales efectos no podrían ser atribui-
dos a la hipnosis. Esta situación no es sólo propia de la hipnosis escé-
nica, también es aplicable a los contextos experimental y clínico. Sin
embargo, como recordaremos, en esos contextos los efectos adversos
que se produjeron (Hilgard -1974; Judd et al. -1985) no generaron
daños ni lesiones que fueran causa de demanda (véase Capítulo 5).
Por eso se sugería que era poco probable que en el contexto del labo-
ratorio se produjeran daños graves asociados a la hipnosis. Los con-
textos clínicos constituyen un caso diferente porque todas las catego-
rías de condiciones preexistentes contempladas en el Capítulo 4 son
clínicamente aplicables.
RIESGOS DE LA HIPNOSIS ESCÉNICA 125

Kleinhauz, Dreyfuss, Beran, Goldberg y Azikri (1979) señalan:


La hipnosis, per se, es un factor precipitador que puede provocar la
aparición de manifestaciones psicopatológicas. Estas manifestaciones
pueden incluir una abreacción espontánea, estados de ansiedad agu-
da durante el trance, dificultades para deshipnotizarse y la aparición
de un trance largo incontrolado. (p. 219)

En el caso de Gates versus McKenna (véase Capítulo 4) el deman-


dante no tuvo éxito en su demanda contra McKenna a quien acusa-
ba de ocasionar su esquizofrenia. El jurado consideró que su trastor-
no mental latente había sido precipitado por la hipnosis y no causa-
do por ella. Hasta la fecha, a pesar del amplio recorrido científico,
éste es el único caso presentado en el Reino Unido donde la causa de
la demanda sean los efectos psicológicos adversos.
Puede afirmarse, con certeza, que para que una demanda sea fir-
me, es imprescindible descartar las condiciones preexistentes, lo que
equivale a decir que se considerará el efecto de la hipnosis per se.

Hipnosis per se como espectáculo


No existen pruebas que defiendan la hipótesis relativa a que la
hipnosis inducida sobre el escenario –sin la implicación de ningún
elemento terapéutico o condición preexistente– se asocie con algún
efecto adverso que pueda calificarse como motivo de demanda.
El caso de Gates versus McKenna confirma indirectamente el pun-
to de vista según el cual la hipnosis misma –por ejemplo, aplicada en
un contexto de laboratorio– no causa efectos adversos graves, y cuan-
do existen, éstos suelen deberse a la combinación de la hipnosis con
terapias o condiciones preexistentes.

Errores en la deshipnotización
Ésta es una de las diferencias subrayadas por Echterling (1988)
que puede ser origen de graves efectos psicológicos adversos y a la
que alude indirectamente cuando señala que:
126 HIPNOSIS SEGURA

El hipnotizador escénico destina poco tiempo o ninguno a deshipno-


tizar y a resumir lo ocurrido. […] Los sujetos hipnotizados manifies-
tan frecuentemente que se sintieron decepcionados al comprobar que
el hipnotizador, justo después de la actuación, no pudiera responder a
sus preguntas ni les ayudara a procesar su experiencia. (p. 279)

En este mismo orden, Echterling y Emmerling (1987) manifiestan


que:

[…] El hipnotizador escénico rara vez está disponible para los sujetos
hipnotizados que puedan experimentar reacciones adversas tras la
actuación. Desafortunadamente, los hipnotizadores escénicos suelen
actuar y marcharse de inmediato, para apresurarse a su siguiente cita.
(Pp.153-154)

En resumen puede afirmarse que el único peligro de la hipnosis


escénica es el que se deriva de la deshipnotización inapropiada, exclu-
yendo los efectos adversos relacionados con las condiciones preexis-
tentes y la escasa probabilidad de que se derive de la hipnosis per se.
La referencia de Kost (1965, p. 220) a “la irresponsabilidad en los
actos de ésos que usan la técnica con fines de entretenimiento”, al
comienzo del capítulo, es válida para los hipnotizadores que no fina-
lizan debidamente un trance o que generan la resistencia del sujeto a
volver a un estado consciente.
10 Delito penal

Elementos de un delito

Los tribunales están autorizados para castigar a aquellos acusados


cuyas conductas violan la ley por constituir, amenazar u ocasionar
daño a terceros, independientemente de que el daño se ocasione en el
curso de un robo, por una pérdida económica, por una lesión física
en una reyerta o por daño psicológico ocasionado en una agresión.
En todos los casos de conducta perjudicial se requieren dos con-
diciones para que la culpabilidad sea atribuida al acusado. En primer
lugar que exista un hecho perjudicial (denominado “actus reus”) con
un elemento mental añadido (denominado “mens rea”) y en segundo
que el acusado no disponga de una defensa válida.
Por lo tanto, en todo delito pueden contabilizarse tres elementos
–actus reus, mens rea (salvo que reciban otra denominación) y la
ausencia de una defensa válida, para que el acusado sea condenado
por un delito penal. En este capítulo se examinarán los dos primeros
elementos, como base para comentar las diversas formas de delito
penal, en relación a los daños derivados de los riesgos de la hipnosis.
El tercer elemento no requiere comentario, habla por sí mismo.
128 HIPNOSIS SEGURA

Hipnosis, daño y delito

En el Capítulo 4 del presente libro se ha comentado la naturaleza


del daño psicológico como parte de una agresión o delito, para esta-
blecer el punto de referencia que distingue los daños psicológicos
graves de los daños más leves y transitorios. Se ha sugerido que los
efectos psicológicos adversos asociados a la hipnosis pueden califi-
carse como daños –en el sentido jurídico– si están contenidos en el
DSM-IV. En la Parte I del Apéndice B se incluye una relación de
daños graves. Así mismo se ha sugerido que ni los daños leves, como
pueden ser los dolores de cabeza, mareos y nauseas, ni los que sean
de carácter temporal son motivo de demanda.
McHovec (1986) con la elaboración de un listado completo de
“complicaciones” asociadas a la hipnosis ayudó a establecer esta dife-
rencia entre daños graves y daños leves. Los primeros serían válidos
como causa de demanda, los segundos no.
La hipnosis se aplica fundamentalmente en tres contextos: en el
laboratorio con fines experimentales y de investigación, en un local
privado con fines terapéuticos y en el escenario para el entreteni-
miento del público. Los efectos adversos que se derivan del contexto
del laboratorio son leves y de carácter transitorio (véase Capítulo 6).
Curiosamente se ha descubierto que los efectos adversos asociados a
la hipnosis escénica tampoco son graves, y los efectos adversos halla-
dos en estos dos contextos normalmente no pueden asociarse con los
daños que aparecen registrados en el DSM-IV (véase Capítulo 9).
Sin embargo, se ha comprobado que la hipnosis, combinada con
aplicaciones terapéuticas, puede producir efectos adversos del tipo
incluido en el DSM-IV. El listado de complicaciones de McHovec, ela-
borado a partir de sus muchos años de experiencia en el tratamiento
de miles de pacientes clínicos, refleja esta situación.
Esto no implica que la hipnosis en su uso terapéutico contenga el
único riesgo de producir daño. Lejos de esto, los afectos adversos gra-
ves que logran calificarse como causa jurídica fueron hallados en los
tres contextos cuando no se lograba deshipnotizar al sujeto (véase
Capítulo 7). La no finalización del trance hipnótico puede derivarse
DELITO PENAL 129

del empleo por parte del hipnotizador de procedimientos inadecua-


dos de terminación, si es que emplea alguno, y de la negación del
sujeto a volver a un estado de conciencia plena debido a una actitud
antagonista del hipnotizador.
En suma son dos las áreas claves de riesgo para los hipnotizado-
res en términos de daños incluidos en el DSM-IV, y consecuentemen-
te origen de delito: los daños derivados del uso terapéutico en el con-
texto clínico y, en ciertos casos, de la no finalización del trance en los
tres contextos básicos.

Actus reus

Actus reus es una expresión proveniente del latín que significa


“acto delictivo”. Es uno de los elementos claves de un delito, cuya exis-
tencia debe demostrar el fiscal para garantizar que exista una conde-
na. El acto delictivo hace referencia a la existencia de algún movi-
miento o hecho físico previo a que se produzca el juicio, que se cono-
ce como “conducta delictiva” o “con resultado de delito”. Además,
como recomiendan Clarkson y Keating (1998, p. 95), “[…] el acto debe
haberse ejecutado en circunstancias legalmente relevantes”.
La conducta delictiva sólo requiere la presencia de la misma con-
ducta prohibida, como se encuentra, por ejemplo, en el delito de con-
ducción temeraria. La categoría correspondiente al acto con resulta-
do de delito contiene un resultado prohibido o una consecuencia,
como la hallada en el delito de homicidio por conducción temeraria.
Evidentemente, el homicidio es el resultado y el delito de la conduc-
ta delictiva de conducir peligrosamente.
El resultado de delito requiere que se determine la prueba de que
la conducta física causó la consecuencia ilegal. No es imprescindible
que haya contacto físico, es suficiente una conducta física, como con-
ducir un vehículo. En hipnosis, el acto de inducción y los consi-
guientes procedimientos pueden equipararse a que una persona se
aproxime sigilosamente a otra, mientras ésta se encuentre al borde
del acantilado admirando el paisaje, y le grité y asuste haciendo que
salte y caiga del acantilado. El elemento físico es la parte de la ana-
130 HIPNOSIS SEGURA

tomía humana que produce el grito, incluida la laringe, los pulmones,


la lengua y las cuerdas vocales.
Para determinar si la hipnosis es capaz de causar daño, es necesa-
rio considerar los elementos adicionales del actus reus. Es probable
que ante la falta de una definición consensuada sobre la naturaleza
de la hipnosis, el jurado aceptara la descripción de sus características.
En el juicio se adoptaría un enfoque del sentido común al identificar
la hipnosis, como el instrumento causante del daño. El sentido común
llevaría al jurado a preguntarse “¿Si no hubiera habido inducción
del trance hipnótico, cuyas características han sido demostradas, se
hubieran producido los daños?”. Evidentemente, la respuesta a esta
pregunta sería negativa. En otras palabras, el jurado decidiría que los
daños o lesiones podrían haber sido causados por la hipnosis como
resultado de un acto físico volitivo por parte del hipnotizador. En con-
secuencia, se satisface otro de los elementos constituyentes del actus
reus, a saber, que la hipnosis es capaz de causar daño.
Es importante localizar el acto físico voluntario (es decir, el actus
reus) en los procedimientos hipnóticos particularmente cuando se
considera la relación entre el actus reus y el mens rea.
El acto físico voluntario de la aplicación terapéutica que ejecuta el
hipnotizador es el actus reus que es la causa del daño. La otra cir-
cunstancia asociada al daño grave es la no finalización del trance hip-
nótico, cuando el hipnotizador no concluye completa y debidamente
el trance. En este caso, el actus reus, la aplicación inadecuada o ina-
propiada del procedimiento de terminación, constituye la causa del
daño. Cuando el hipnotizador no realiza ningún esfuerzo por finali-
zar el trance, el actus reus vuelve a ser la inducción del trance. Cuando
el hipnotizador muestre una actitud agresiva ante la negación del
sujeto a deshipnotizarse, la acción física de la agresión constituye el
actus reus del que se deriva el daño.
En cada una de las circunstancias anteriores de las que se derive
un daño grave, la conducta física del hipnotizador es la responsable
y forma parte de la definición del actus reus. Sin embargo, para
garantizar que se produzca una condena, además del actus reus debe
estar presente, o estimar que lo estuvo, un acto mental o mens rea.
DELITO PENAL 131

Mens rea
Mens rea implica el delito mental. La parte acusadora debe de-
mostrar que existió este estado mental en el momento en que se pro-
dujo el presunto delito y también que estuvo presente durante el
desarrollo del actus rea (es decir, que coincidan temporalmente el
actus rea y el mens rea). En consecuencia, corresponde al acusado
demostrar que no hubo mens rea asociado al delito que se le imputa.
Mens rea se deriva bien de la ley misma que contempla el delito o
bien de la existencia de un precedente, que es una sentencia o parte
de una sentencia y que establece jurisprudencia.
Para los fines de este libro, existen tres ejemplos habituales y rele-
vantes de mens rea: la intención de provocar una consecuencia deter-
minada, la imprudencia con respecto a que se produzca tal conse-
cuencia y la negligencia.
Algunos delitos, los conocidos como de “responsabilidad objeti-
va”, no requieren demostrar la existencia del mens rea. Entre ellos se
hallan las infracciones de tráfico o las transgresiones vinculadas a la
producción de alimentos. Al igual que en todos los restantes delitos,
la ausencia de mens rea por ignorar la ley no constituye un motivo de
defensa. Sin embargo, esto no implica que el acusado no pueda admi-
tir la presencia de mens rea, pero seguir defendiéndose aduciendo,
por ejemplo, a la coacción a la que fue sometido por otra persona o
por las circunstancias que le rodeaban.
A continuación se profundizará en los tres aspectos que se inclu-
yen en el mens rea con referencia particular a su aplicabilidad a los
casos de delito por hipnosis.

Intención
Martin (1994, p. 205), en su Diccionario Jurídico, define “inten-
ción” como “El estado de mente de una persona que pretende provo-
car una consecuencia particular”.
Aunque en el código penal no exista un consenso sobre el signifi-
cado de la intención, Clarkson y Keating (1998) presentan tres pun-
tos de vista representativos del término “intención” y que han sido
aceptados en los tribunales:
132 HIPNOSIS SEGURA

(1) “Una consecuencia es intencionada cuando ha sido el objetivo o


propósito del autor” Evidentemente el “autor” es el acusado en el
proceso penal. Muchas veces a este punto de vista se le denomina
“intención directa”.

Por ejemplo: A apunta con un arma cargada a B, a quien quiere


matar, aprieta el gatillo deliberadamente y lo mata. A no podría negar
que su intención era matar a B. Por lo tanto, la intención es un con-
cepto puramente subjetivo en el sentido de que no tiene nada que ver
con lo que una persona razonable hubiera intentado hacer en las mis-
mas circunstancias, sino sólo con el propósito u objetivo del acusado
en el momento del homicidio. En consecuencia, la intención directa
se corresponde con el uso cotidiano y ordinario del término.
Este aspecto relativo a la subjetividad no era muy específico has-
ta que en 1967 se estableció la Ley de Justicia Criminal. Pero a partir
de esta fecha, en el Artículo 8 de la ley se establece que no se puede
determinar que una persona haya tenido intención o haya previsto
las consecuencias naturales o probables de un acto sólo porque hayan
sido naturales y probables, aunque esto puede ser una prueba a par-
tir de la cual se pueda inferir que el acto haya sido intencionado. Por
lo tanto, la prueba crucial consiste en saber qué preveía o pretendía
realmente el acusado y, es decir, la prueba subjetiva de la intención.
Un ejemplo ilustrativo de esta subjetividad puede encontrarse en
la apelación del caso R versus Moloney (Cámara de los Lores, 1985):

(2) “Una consecuencia es intencionada cuando ha sido el objetivo o


propósito del autor, o ha sido prevista como una certeza virtual,
práctica o moral”. A menudo recibe la denominación de “intención
oblicua”.

En este conocido y frecuentemente citado caso el acusado,


Moloney, fue condenado por el asesinato de su padrastro. Tras una
abundante ingesta de alcohol ambos decidieron comprobar cuál de
ellos era más rápido usando armas de fuego. Moloney declaró ante el
tribunal: “No apunté el arma. Sólo tiré del gatillo y estaba muerto”.
El juez consideró que el acusado disponía de la intención necesaria
para matar, “cuando prevé que podría suceder, tanto si lo desea como
DELITO PENAL 133

si no”. El tribunal de apelación defendió el veredicto del juez, pero


Lord Bridge de Harwich, en la Cámara de los Comunes, declaró en
relación a la intención en el caso de Moloney:

“[…] En referencia a la previsión de las consecuencias, sólo pido al


juez que invite al jurado a considerar dos cuestiones. La primera: ¿Fue
el asesinato o una lesión grave en caso de homicidio (o cualquier otra
consecuencia que debe ser demostrada que ha sido intencionada en
cualquier caso) una consecuencia natural de un acto voluntario del
acusado? La segunda: ¿Previó el acusado la consecuencia como una
consecuencia natural de su acto? Debería señalarse al jurado que si la
respuesta a ambas preguntas es afirmativa, entonces procede inferir
de ellas que el acusado persiguió esa consecuencia”.

La apelación de Moloney fue aceptada sobre la base de que el jura-


do no podía responder afirmativamente a las dos preguntas formula-
das por Lord Bridge. El mismo Lord Bridge amplió la sentencia para
que incluya también a otros casos además de los de homicidio.

(3) “Una consecuencia es intencionada cuando es el objetivo o propó-


sito del autor o su resultado se prevé como seguro”.

La referencia a la previsión, en esta tercera perspectiva, no es la


intención, sino la prueba a partir de la cual puede inferirse la inten-
ción. En el caso R versus Hancock & Shankland [1986], dos mineros
en huelga trataron de evitar que otros mineros no la secundaran lan-
zando un bloque de cemento desde un puente sobre el taxi que los
transportaba. El conductor murió y los acusados fueron condenados
por homicidio. Los acusados declararon que su intención había sido
sólo la de asustar a los mineros esquiroles arrojando bloques sobre la
carretera pero sin golpear al taxi. En su apelación a la Cámara de los
Lores, Lord Scarman, tras reducir la sentencia por homicidio sin pre-
meditación, señaló:

“[…] Cuanta mayor sea la probabilidad de que se produzca la conse-


cuencia, más probable es que se haya previsto la consecuencia y si se
ha previsto tal consecuencia, mayor es la probabilidad de que la con-
secuencia también fuera intencionada […]”.
134 HIPNOSIS SEGURA

La sentencia de Lord Scarman implica que incluso aunque haya


motivos que demuestren que la consecuencia no fue prevista, el
homicidio seguiría siendo la consecuencia natural del acto del acu-
sado, pero con tal grado de improbabilidad sólo habría escasas o nin-
guna evidencia de intención. Así pues, si una persona apuñala a
alguien en el pecho y la hiere o la asesina, es muy probable que tal
consecuencia haya sido prevista por el agresor y, en consecuencia,
esta previsión es la evidencia de la intención. Sin embargo, si una
persona provoca un corte en la mano de otra, del que se produce una
septicemia o una infección de tétano y muere, aunque la muerte
haya sido una consecuencia natural de la lesión inicial, las probabili-
dades de prever la muerte son tan minúsculas que la falta de previ-
sión implicaría que el homicidio no fue premeditado.
La intención como forma de mens rea, con las tres perspectivas de
Clarkson et al., también puede aplicarse al hipnotizador y al sujeto
de un trance hipnótico si se produce un daño grave.
Evidentemente no es propio del hipnotizador recurrir a la aplica-
ción de las terapias para causar daño al sujeto. Lo mismo es atribui-
ble al daño asociado a la no terminación del trance.
El concepto de terapia hipnótica está en completa contradicción
con la intención de perjudicar al cliente. Sin lugar a duda, la inten-
ción del operador es la de mejorar la salud del sujeto o de producir
un efecto beneficioso sobre la conducta del sujeto.
Si aplicamos la segunda perspectiva (intención oblicua) de
Clarkson et al. (1998) a las mismas dos circunstancias de un entorno
terapéutico y al fracaso en la deshipnotización, se produce un resul-
tado similar al de la intención directa previamente comentada. La
intención oblicua del Clarkson et al. se refiere a la consecuencia (es
decir, a un daño recogido en el DSM-IV) bien cuando ha sido busca-
do mediante la intención directa o cuando ha sido previsto “como
una certeza virtual, práctica o moral”.
En el caso de Moloney que hemos descrito anteriormente, Lord
Bridge proponía que se formularan dos preguntas sobre el acto
voluntario del acusado con respecto a la previsión de la consecuen-
cia. Por extrapolación de la primera cuestión, se podría preguntar si
DELITO PENAL 135

el daño derivado de un acto voluntario del hipnotizador es una con-


secuencia natural de dicho acto. La respuesta es afirmativa sobre la
base de que si no fuera por la aplicación de la terapia, por el error en
la adopción de los procedimientos de finalización apropiados, por no
hacer ningún esfuerzo por finalizar el trance o por la negación del
sujeto a deshipnotizarse a consecuencia de la actitud agresiva del
hipnotizador (es decir, el actus reus) no se plantearía la cuestión de la
aparición del daño y, por lo tanto, la consecuencia natural de los
actos del hipnotizador.
La segunda de las cuestiones extrapoladas de Lord Bridge se refie-
re a si el hipnotizador previó el daño como consecuencia natural de
su acto.
Una vez más, al igual que con la intención directa, el hipnotizador
no podía prever el daño como la consecuencia que se derivaría de un
acto voluntario, particularmente si esto va emparejado a la “certeza
virtual, práctica o moral” de Clarkson et al. Más bien lo contrario, en
el contexto terapéutico el hipnotizador sólo prevería una mejoría en
la salud o en la conducta del sujeto. Además, en los tres contextos
básicos el hipnotizador no prevería que el error en la terminación
efectiva del trance hipnótico sería causa de un daño. Simplemente se
procede con la reversión del proceso de inducción, con la intención
de devolver al sujeto a su situación habitual y no se podría prever el
daño como consecuencia natural. Incluso en el caso de que el hipno-
tizador no haga ningún esfuerzo por finalizar el trance, no se preve-
ría la omisión como certeza virtual, práctica o moral que origine un
daño. Lo mismo es aplicable a la actitud agresiva del hipnotizador
ante la negación del sujeto a deshipnotizarse.
En los casos de hipnosis, las respuestas a las cuestiones formula-
das por Lord Bridge serían afirmativa la primera y negativa la segun-
da. En consecuencia la intención, como forma de mens rea, no es
aplicable. En la tercera perspectiva planteada por Clarkson et al. se
considera que la consecuencia era “prevista como un resultado segu-
ro”. Para que un daño pueda ser previsto como un resultado seguro
debería tratarse de daños que surgen en todos los casos de hipnote-
rapia y en todos los casos de finalización de trances. Existen multi-
136 HIPNOSIS SEGURA

tud de estudios que se oponen a esta proposición, incluido el de


Auerback (1962) (véase Capítulo 5), donde los resultados adversos
sólo fueron experimentados por una pequeña minoría de los 414 psi-
quiatras participantes, sobre todo los efectos adversos registrados en
el DSM-IV. Por lo tanto, la probabilidad de que se origine un daño en
las circunstancias especificadas es tan remota que no hay evidencia
de intencionalidad.
Sin embargo, que la intencionalidad, como forma de mens rea, no
sea aplicable a un hipnotizador y a un sujeto en el modo descrito no
implica automáticamente que un hipnotizador no sea responsable de
otra forma de mens rea, como la de imprudencia o de negligencia.

Imprudencia

En términos de mens rea existen dos formas de imprudencia y


ambas reciben el nombre de los casos en lo que fueron definidas. Se
trata de los casos de R versus Cunningham [1957] y de MPC versus
Caldwell [1982]. Aunque la definición legal es similar al significado
cotidiano ordinario de la palabra (es decir, adopción de un riesgo
innecesario), es más detallado y refinado e incluye tanto el estado
mental subjetivo como el objetivo del acusado. En este contexto “sub-
jetivo” significa el estado mental estándar propio del acusado, por el
que es juzgado y, por contraste, “objetivo” significa el estado mental
estándar de una persona razonable.
La imprudencia de Cunningham se aplica como prueba subjeti-
va. En este caso Cunningham abrió un contador de gas para robar el
dinero que había en él. En consecuencia empezó a salir gas que se fil-
tró hasta la casa vecina en la que vivía su suegra, la cual sufrió gra-
ves daños. Cunningham fue condenado por “administración malicio-
sa de sustancias nocivas que ponían en peligro la vida” en contra del
Artículo 3 de la Ley de Delitos contra la Persona de 1861. Recurrió y
la Corte de Apelación declaró que “maliciosamente” implicaba inten-
cionadamente o imprudentemente. La misma Corte definió la impru-
dencia como el hecho de correr un riesgo no justificado. Así pues,
Cunningham hubiera sido imprudente y su acto hubiera sido consi-
DELITO PENAL 137

derado como mens rea si hubiera pensado que existía riesgo de un


escape de gas, poniendo así en peligro la vida de otra persona, pero
lo hizo sin conciencia alguna. Se anuló la condena de Cunningham
pero por un defecto de forma en el juicio original.
Esta definición estableció jurisprudencia y además fue mejor
perfilada como se refleja en el caso de E versus Stephenson [1979].
En este caso el enfoque subjetivo impuso dos pruebas de impruden-
cia, que son mencionadas por Clarkson y Keating (1998, p. 156), del
siguiente modo:

1) Si el acusado previó la posibilidad de que ocurriera la conse-


cuencia y
2) Si correr el riesgo era injustificado e irracional.

La primera prueba subjetiva de imprudencia implica simplemen-


te que el acusado debe haber previsto la posibilidad de que se pro-
duzca el daño, pero continua con el acto a pesar de todo.
La segunda prueba se refiere a si es o no justificable y razonable
correr el riesgo. Esto puede depender de la importancia social del
acto del acusado, que es un aspecto de imprudencia en forma de
mens rea al que se hace poca referencia en los libros de texto, pero
que es de considerable importancia para los fines del presente libro.
La pregunta que se nos plantea ahora es si la imprudencia, como
forma de mens rea, podría aplicarse a los daños derivados de las cir-
cunstancias del contexto terapéutico y de la no finalización del tran-
ce hipnótico.
Si aplicamos las pruebas de imprudencia de Cunningham al en-
torno terapéutico, en primer lugar debe considerarse si el hipnotera-
peuta ha previsto que se pudiera derivar algún daño. Previamente
hemos señalado que esta previsión es parte de la coincidencia entre
el actus rea y el mens rea y se produce cuando se aplica la terapia.
Por muy remoto que sea, existe el riesgo de que la aplicación de la
terapia produzca un daño grave. Sin embargo, no podría conocerse
sin que previamente se haya realizado un estudio detallado sobre los
peligros de la hipnosis. Una persona que practique hipnoterapia
podría pensar que si se induce al trance hipnótico puede producirse
138 HIPNOSIS SEGURA

algún tipo de peligro. Pero no es probable que tales personas perci-


ban que de la aplicación terapéutica bajo hipnosis se puedan derivar
tales riesgos. Con todo, para los fines de este examen de la impru-
dencia, como forma de mens rea, debemos asumir que algunos tera-
peutas son conscientes del peligro. (Aquí es donde se observa la sub-
jetividad de la prueba de Cunningham).
Si se aplica la segunda prueba de imprudencia de Cunningham,
debemos considerar si la aplicación de la terapia hipnótica está justi-
ficada y es razonable, si el hipnotizador sabe que existe riesgo de
daño grave en las circunstancias de la primera prueba. Aquí es don-
de se contempla la importancia social de la terapia hipnótica. No hay
duda respecto a la importancia social de la conducta del hipnotiza-
dor al aplicar terapias, tanto si son para que el sujeto deje de fumar,
para una desensibilización a una fobia, para aliviar una alergia o
cualquier otra terapia de todas las existentes.
Antes de decidir si es o no razonable adoptar el riesgo de la apli-
cación de la terapia es necesario considerar el grado de riesgo impli-
cado.
A pesar de toda la investigación existente sobre los peligros de la
hipnosis, en el contexto terapéutico, no ha sido posible obtener datos
suficientes ni precisos que permitan una valoración estadística sobre
la aparición de daños graves (es decir, incluidos en el DSM-IV) pro-
ducidos en ese contexto. Sin embargo, los daños graves asociados al
contexto terapéutico, aunque existan parece que sólo se producen
con muy escasa frecuencia (por ejemplo, véase Auerback (1962),
Judd et al. (1986), Levitt et al. (1962) y Capítulo 5).
La gravedad del posible daño también ha de ser considerada al
evaluar el grado de riesgo implicado. Por ejemplo, si el resultado de
la aplicación de la terapia podría ser la muerte del sujeto, obviamen-
te no merece la pena correr el riesgo, incluso aunque la terapia sea
para la mejora de la salud del sujeto. Sin embargo, no existe ningún
caso documentado de muerte por efecto de la hipnosis, aunque sí se
hayan producido daños psicológicos graves que aparecen registrados
en el DSM-IV y en McHovec (1988) y que se recogen el las Partes I y
II del Apéndice B.
DELITO PENAL 139

Sobre la base de que la terapia hipnótica es socialmente útil, pue-


de afirmarse con seguridad que la extremadamente escasa probabili-
dad de daño grave derivado de la misma no puede considerarse como
imprudencia, en el sentido de mens rea. Por consiguiente, aunque la
imprudencia pueda estar presente según la primera prueba de
Cunningham, puede ser negada por la segunda prueba relativa a la
utilidad social.
Con respecto a otra de las circunstancias de las que puede deri-
varse un daño grave, se ha observado que en los tres contextos bási-
cos de práctica de la hipnosis puede producirse la no deshipnotiza-
ción del sujeto (véase Capítulo 7). Las causas pueden ser el error del
operador en la finalización completa y apropiada del trance hipnóti-
co, que el operador no haga ningún esfuerzo por finalizar el trance y
que el sujeto se niegue a volver a un estado de conciencia plena debi-
do a la actitud agresiva del hipnotizador.
Cualquier hipnotizador debe saber que en los tres contextos fun-
damentales es básico finalizar completa y debidamente el trance
(véanse Capítulos 2 y 7) porque de lo contrario se pueden derivar
graves efectos adversos. Esto se aplica incluso a los cursos más bre-
ves de formación de hipnotizadores. Una vez que el hipnotizador esté
en posesión de este conocimiento, debe prever el riesgo derivado de
la no finalización. Si, a pesar de todo, el hipnotizador prosigue, esto
podría ser considerado como imprudencia. La cuestión relativa a la
utilidad social no es relevante, como lo era con respecto a la aplica-
ción de la terapia.
Cuando el hipnotizador no se molesta por finalizar el trance, la
coincidencia entre el actus reus y el mens rea se produce en la induc-
ción del trance hipnótico. En ese momento el hipnotizador debe
haber previsto que la falta de un procedimiento de terminación
podría ser un riesgo conducente a graves efectos adversos.
La última circunstancia relativa a la no finalización se refiere a la
negación por parte del sujeto a deshipnotizarse a consecuencia de la
actitud agresiva del hipnotizador. Sin embargo, la mayoría o quizá
todos los hipnoterapeutas e hipnotizadores escénicos no son cons-
cientes de este peligro. Lo que implica que los pocos que están en
posesión de este conocimiento disponen del mens rea porque son
140 HIPNOSIS SEGURA

capaces de prever que la adopción de una actitud agresiva podría


conducir al fracaso de la deshipnotización.
Tras muchos años de experiencia judicial vinculada a la hipnosis,
creo firmemente que las autoridades judiciales no estarían interesa-
das en inculpar a un hipnotizador en los casos en que el sujeto se nie-
gue a deshipnotizarse ante la actitud agresiva del hipnotizador. Sería
muy difícil, si no imposible, demostrar la previsión y la actitud agre-
siva, pero también aducir a pruebas científicas relativas a que tal acti-
tud, y no alguna otra, sea la causa de la negación a deshipnotizarse.
Con todo, el fracaso de la deshipnotización a consecuencia de la acti-
tud agresiva del hipnotizador, cuando ha sido prevista, debe ser téc-
nicamente considerada como imprudencia.
La imprudencia, como forma de mens rea, es sólo aplicable cuan-
do un trance hipnótico no es finalizado completa y debidamente,
cuando el hipnotizador no hace ningún esfuerzo por terminar el tran-
ce y cuando el sujeto se niega a deshipnotizarse ante la actitud agre-
siva del hipnotizador.

Negligencia

La negligencia, como forma de mens rea, es poco frecuente en la


Código Penal. No así en el Código Civil, donde se puede atribuir ne-
gligencia a una persona que ha incumplido el deber de cuidar a otra
en situación de necesidad (véase Capítulo 13). Según el Código Penal
una persona es negligente si su conducta va más allá de lo humana-
mente razonable en las mismas circunstancias. Como se ve, la negli-
gencia, como forma de mens rea, es totalmente objetiva a diferencia
de las pruebas subjetivas de la imprudencia.
La negligencia figura sólo en dos delitos comunes, el de homicidio
voluntario y el de desorden público. En consecuencia, como forma de
mens rea, debe ser eliminada de los delitos penales.
De todo lo anterior se deduce que el delito penal, y el mens rea
como elemento esencial de un delito, sólo es aplicable a la impru-
dencia. Además, la no finalización del trance, en las tres circunstan-
cias hipnóticas especificadas, constituye la única situación en la que
la imprudencia está operativa.
DELITO PENAL 141

De cualquier forma, me atrevo a recomendar a los lectores que


revisen los apartados correspondientes a los delitos y lesiones físicas
contra la persona del Código Penal y Civil vigente en cada estado,
porque de ellos pueden extraer información necesaria para saber
cómo proceder en cada caso.
11 Delito civil

Delito y maltrato físico

El delito civil, conocido también como “violación de la intimidad”,


es una muestra de fuerza o violencia que ejerce una persona sobre
otra. La primera persona tiene la capacidad y la intención de ejecu-
tar tal acto y la segunda persona se siente amenazada por ello. De
esta forma de delito, para los fines del presente libro, sólo contem-
plaremos la parte correspondiente a la agresión.
En Inglaterra, las Leyes Halisbury (1985) definen la mencionada
agresión como:

El maltrato físico consiste en un acto que el demandado ejecuta direc-


tamente y que, con intencionalidad o por negligencia, causa algún
contacto físico al demandante sin el consentimiento de éste (p. 602).

En la definición anterior el “acto que el demandado ejecuta” equi-


vale al actus reus del delito y éste debe ser un acto “físico” que con-
lleve algún “contacto” con la víctima. Con frecuencia una agresión
conlleva golpes, con o sin arma, heridas, patadas, etc.; pero no nece-
sariamente conlleva un contacto personal. Se ha venido consideran-
do que actos como arrojar agua sobre el demandante, quitarle el
144 HIPNOSIS SEGURA

asiento, tomarle huellas digitales sin consentimiento, provocar un


susto y aplicar color al cabello son muestras de agresión. No es
imprescindible que el demandado haya mostrado una actitud hostil,
una broma o un beso indeseado, por ejemplo, serán suficientes.
El demandante debe demostrar que se trató de un acto ilegal, que
originó “directamente” el contacto que dio lugar a la agresión. De
esta causa, que es otra de las partes de la definición, se origina el
daño o lesión y se deriva el derecho a la acción legal.
Un último aspecto de la definición que convendría considerar
son las palabras “con intencionalidad o por negligencia”, que equiva-
le al mens rea del delito. A diferencia de los complejos mens rea en
derecho penal, en delito civil el mens rea se establece con suma faci-
lidad.
Michael A. Jones (1998), Profesor de Derecho en la Universidad de
Liverpool, describe la intención como:

La intención se refiere al conocimiento que tiene el demandado rela-


tivo a las consecuencias de su conducta; consecuencias que son inten-
cionadas o, si no lo son, pueden ser previstas como resultado seguro
del acto (p. 9).

Por lo tanto, en el delito penal el significado de la intención es


muy próximo a su uso cotidiano.
En la definición de Halisbury se vincula “por negligencia” con
“intencionalidad” y esto implica un acto de imprudencia por parte
del demandado. En esto reside la diferencia entre ambos. En el caso
Fowler versus Lanning [1964], Lord Denning señalaba: “La única
causa de acción legal […], donde el daño no fue intencional, es la
negligencia”.
El Tribunal de Apelación en el caso de Wilson versus Pringle [1986]
apoyó la directiva de Lord Denning y decidió que cuando el contacto
no es intencional, la demanda por daños del querellante debería con-
siderarse como un agravio por negligencia, sin embargo mantiene
como agravio cualquier acto intencional por parte del demandado.
En el Capítulo 13 se examina el agravio por negligencia, con re-
ferencia específica a la responsabilidad del hipnotizador, de modo
DELITO CIVIL 145

que en este libro se incluya toda la responsabilidad potencial, civil y


penal, en la que pueda incurrir el hipnotizador.
En la definición de Halisbury (1985) se incluye específicamente la
referencia a la agresión o maltrato físico, no sólo por su carácter glo-
bal, sino también para subrayar que, a partir del caso de Wilson ver-
sus Pringle, se excluye la negligencia como forma de mens rea.
Nos queda por revisar aún un aspecto importante del delito penal,
el daño psicológico. El tipo de daño psicológico (también denomina-
do psiquiátrico) por el que nos interesamos en este libro es el inclui-
do en el DSM-IV (véase Parte I del Apéndice B).
En derecho civil está claramente definido que un demandado pue-
de ser responsable de los daños psicológicos causados por su con-
ducta. Estos daños se refieren a “las enfermedades psiquiátricas mé-
dicamente reconocidas”. En el caso de Alcock versus el Jefe de Policía
de South Yorkshire [1991], se estableció que un daño psiquiátrico
incluía “todas las formas relevantes de enfermedad mental, neurosis
y cambio de personalidad”. En el mismo caso se determinó que el
estrés, la angustia y el dolor emocional no serían causa para reclamar
una indemnización por daños.
A lo largo de este libro hemos adoptado los parámetros del
DSM-IV como marco de referencia para distinguir los daños psicoló-
gicos graves, que son causa de delito, de los daños leves y transitorios,
que no lo son. En consecuencia, está justificado el uso del DSM-IV
para determinar cuáles son “las enfermedades psiquiátricas médica-
mente reconocidas”.

Delito e hipnosis

El simple hecho de que el actus reus de una agresión deba conlle-


var un acto físico, y de que deba conllevar contacto con la persona (es
decir, con el cuerpo) del demandante, descalifica inmediatamente a
la inducción al trance hipnótico, y al resto de los procedimientos aso-
ciados, de constituir un delito civil. Esto implica que, incluso si la
aplicación de la terapia o el fracaso en la deshipnotización causan un
daño incluido en el DSM-IV, el demandado no puede reclamar daños.
146 HIPNOSIS SEGURA

Aunque no fuera así, la falta de mens rea invalidaría el caso. La


única forma de mens rea que se reconoce ahora en la agresión es la
intención, que evidentemente no está presente durante la aplicación
de la terapia hipnótica. En esta situación no “es probable” ni “puede
ser previsto” por el hipnotizador que se ocasionen los daños registra-
dos en el DSM-IV, tal y como se establece en la definición previa-
mente incluida de Jones. Lo mismo sería aplicable a los daños deri-
vados del fracaso en la deshipnotización.
Por lo tanto, aunque los daños y lesiones incluidos en el DSM-IV
son reconocidos por el derecho civil como formas de daños psicoló-
gicos en los que el demandante pueda basar su querella, no son apli-
cables en las circunstancias que acabamos de mencionar. Con todo,
esto no implica que un demandante que haya padecido daños psico-
lógicos no pueda solicitar alguna compensación por alguna otra cau-
sa, como por ejemplo, por negligencia. En el caso de Gates versus
McKenna [1998], por ejemplo, como el demandante disponía de una
condición preexistente, su demanda por daños, en ausencia de inten-
ción, se basó en la negligencia. Una vez más nos referiremos a este
caso en el Capítulo 13, donde se examinará con más detalle la rela-
ción entre el hipnotizador y la demanda por negligencia.
Aunque de la aplicación de la terapia hipnótica, o de las tres cir-
cunstancias derivadas de la no finalización del trance se deriven
daños incluidos en el DSM-IV, la persona que ha sufrido tales daños
no lograría llevar a buen término una demanda por agresión.
12 Consentimiento

En diferentes capítulos hemos mencionado la cuestión relativa al


consentimiento que da una persona para convertirse en objeto de una
agresión. Tanto en el derecho civil como en el penal el “consenti-
miento” se refiere a que la persona acceda a ser objeto de una agre-
sión, con o sin resultado de daño, incluso cuando tal consentimiento
niegue cualquier delito o probabilidad de causar daño. En este capí-
tulo se examina la ley vinculada al consentimiento como protección
hacia la agresión y, particularmente, para los casos de hipnosis.
Además se explica también el significado del “consentimiento infor-
mado” relativo a la invasión de la intimidad de la persona y se con-
templa si este tipo de consentimiento puede aplicarse a los delitos
asociados a la hipnosis.

Consentimiento y delito penal

En todo delito penal existen tres elementos, a saber, el actus reus,


el mens rea y la ausencia de una defensa válida (Capítulo 10).
En el caso de infracción de R versus Brown y también en otras
apelaciones [1994] se sentenció que, aunque el consentimiento cons-
148 HIPNOSIS SEGURA

tituye una defensa para el delito común, no lo constituye en los casos


de agresión que genere lesión corporal. Estos dos delitos, contrarios
a los Artículos 47 y 20 de la Ley de Delitos contra la Persona de 1861,
han sido mencionados en el Capítulo 10. Sin embargo, existen algu-
nas excepciones importantes a la ley que permiten inflingir daños
menores e incluso lesiones cuando la parte lesionada ha concedido
implícita o explícitamente su consentimiento.
Es considerable el solapamiento que se produce entre el derecho
penal y civil para los casos de consentimiento como defensa y, por lo
tanto, lo que se presenta a continuación es aplicable a ambos salvo
que se señale lo contrario.
Técnicamente, una agresión ocurre cada vez que se produce un
contacto entre los humanos, tanto si se trata de dar una palmadita de
felicitación en la espalda, de empujar en un establecimiento abarro-
tado o simplemente si se trata de dar la mano para presentarse. En
éstas y en muchas otras ocasiones existe un consentimiento implíci-
to, de lo contrario las personas acumularíamos docenas de deman-
das diariamente. Sin embargo, se omite el consentimiento implícito
cuando, por ejemplo, alguien que se encuentra en una calle concu-
rrida es deliberadamente empujado y sufre alguna lesión.
Del mismo modo, en los deportes como el rugby o el fútbol, los
participantes en el juego consienten el contacto con los restantes
jugadores siempre que se respeten las normas del juego. Sin embar-
go, un jugador no consiente un contacto que no sea razonablemente
esperable en el juego, como los puñetazos (salvo en el boxeo) o las
patadas intencionadas, con o sin balón. En estos casos el jugador que
actúe indebidamente puede ser objeto de demanda por agresión y por
daños causados a su oponente. En el caso de Apelación de Condon
versus Basi [1985], Sir John Donaldson sostuvo que el demandado,
quien había fracturado la pierna del demandante en un placaje, que
“[…] Había actuado de un modo que no se puede esperar que sea
consentido por el demandante”. Por lo tanto, un jugador asume el
riesgo de lesión, pero sólo ése que puede ser esperado dependiendo
del tipo de deporte.
CONSENTIMIENTO 149

También se procede con consentimiento en los actos de ejecu-


ción de tatuajes y de colocación de piercings. En relación al caso de
R versus Brown [1994], varias de sus Señorías mencionaron los
tatuajes y confirmaron que se trataba de una actividad que con-
siente la persona y, por consiguiente, no se comete un delito de
lesión corporal. La razón es que la adquisición de decoración o ador-
nos corporales no va en contra de las leyes públicas. Quizá podría
argumentarse que se niega el consentimiento cuando el tatuador
crea el tatuaje erróneo o no lo coloca en la posición solicitada. Por
lo tanto, dejaría de aplicarse la excepción a la regla general, según
la cual las personas no son capaces de consentir que sobre ellas se
ejecute una lesión.
Existen también otras excepciones generales a la regla, pero des-
de la perspectiva de este capítulo, que trata sobre el “consentimiento
informado”, nos referiremos específicamente a las circunstancias en
la que un paciente consiente ser sometido a tratamiento quirúrgico.
Una vez más, en referencia al caso de R versus Brown y a otras ale-
gaciones [1994], no podían negarse los hechos porque, los acusados,
que eran miembros de un grupo de homosexuales sado-masoquistas,
habían grabado sus actividades con cámara de video. El grupo parti-
cipaba en actos de violencia cometidos entre sí en áreas genitales y
generando placer sexual propinando y recibiendo dolor tanto por
parte del agresor como de la víctima. Los acusados fueron inculpa-
dos por delitos cometidos contra el artículo 47 y 20 de la Ley OPA de
1861, sobre la base de que las denominadas víctimas no podrían con-
sentir las agresiones a las que habían sido sometidas.
En este juicio, Lord Templeman observó:

“Por principio existe una diferencia entre la violencia accidental y la


violencia que se inflinge por crueldad. La violencia de los encuentros
sado-masoquistas conlleva esta indulgencia a la crueldad por parte de
los sádicos y la degradación de las víctimas. No estoy preparado para
crear una defensa que consienta los encuentros sado-masoquistas que
alimenten y glorifiquen la crueldad y generen delitos contra los artí-
culos 47 y 20 de la Ley de 1861”.
150 HIPNOSIS SEGURA

En el mismo juicio, Lord Templeman compara las actividades


del caso de Brown con la cirugía y otras actividades legales señalan-
do que:

“Otras actividades ejecutadas con el consentimiento o en beneficio


de la persona dañada han sido aceptadas como legales a pesar de
que hayan conllevado o puedan producir una lesión física grave. La
circuncisión ritual, la ejecución de tatuajes, la colocación de piercings
y los deportes violentos, como el boxeo, constituyen actividades le-
gales…”.

Lord Templeman parece establecer una línea divisoria entre la


conducta consensuada que no constituye un acto ilegal (es decir, las
excepciones a la regla general) y la conducta ilegal que la persona no
puede consentir. Sin embargo, esta línea divisoria no es completa-
mente clara como se ilustra en el caso de R versus Wilson [1996]. El
acusado fue condenado por agresión porque había empleado un
cuchillo caliente para marcar sus iniciales en las nalgas de su esposa,
con el pleno consentimiento y bajo la instigación de ésta. La apela-
ción de Wilson fue parcialmente admitida sobre la base de que no era
de interés público que tal actividad del acusado fuera tratada como
conducta ilegal, particularmente porque “[…] no era más peligrosa ni
dolorosa que la ejecución de un tatuaje”.
En el mismo caso Lord Justice Russell proclamaba que:

“La actividad consensuada entre marido y mujer, en la privacidad del


domicilio conyugal, no constituye, a nuestro juicio, materia propia de
investigación penal. En este campo, a nuestro entender, debería desa-
rrollarse la ley según cada caso particular y no bajo propuestas gene-
rales a las que, en estos tiempos de cambio en los que vivimos, pue-
den surgir excepciones de cuando en cuando que no están expresa-
mente cubiertas por la autoridad”.

Una de las “propuestas generales” a las que se refería Lord Justice


Russell es, sin lugar a duda, el caso previamente citado de Brown,
que también es citado en el juicio de Wilson. Parece probable que el
tribunal no consideró la conducta de Wilson bajo la misma categoría
que los acusados en el caso de Brown y por consiguiente recurrió a
CONSENTIMIENTO 151

la excusa de vincularlo con la ejecución de un tatuaje. En conse-


cuencia, el tribunal creó otra excepción a la regla general, que con-
siste en la privacidad entre cónyuges.

Delito penal, hipnosis y consentimiento

La única responsabilidad penal que se deriva de la inducción al


trance hipnótico y de los restantes procedimientos son las tres cir-
cunstancias para no concluir con el trance. Estas tres circunstancias
–que pueden encontrarse en los tres principales contextos hipnóticos–
son: cuando el hipnotizador no finaliza debida y completamente el
trance, cuando el hipnotizador no hace ningún esfuerzo por finalizar
el trance y cuando el sujeto se niega a deshipnotizarse a consecuen-
cia de la actitud agresiva del hipnotizador. Sin embargo, la última cir-
cunstancia no se contabiliza por la razón defendida en el Capítulo 10
y en relación al consentimiento, sólo se contemplan las otras dos cir-
cunstancias de no terminación del trance. La cuestión relativa al con-
sentimiento debe ser considerada en relación a las dos primeras cir-
cunstancias de no finalización del trance en cada uno de los tres prin-
cipales contextos hipnóticos.
En el laboratorio el consentimiento del sujeto (a menudo estu-
diantes universitarios que reciben alguna compensación económica
o algún crédito) debe ser implícito cuando éste se presta para parti-
cipar de forma voluntaria en una investigación o experimentación
hipnótica.
Se podría argumentar que un cliente que establece una consulta
con el hipnoterapeuta también está consintiendo implícitamente ser
hipnotizado en las siguientes consultas por motivos terapéuticos. En
cualquier caso, en el contexto clínico, el hecho de acudir a una con-
sulta con el hipnoterapeuta conlleva ciertamente un consentimiento
implícito.
Por último, hemos de considerar el consentimiento en el contexto
de la hipnosis escénica que persigue la finalidad del entretenimiento
152 HIPNOSIS SEGURA

del público. En el caso, previamente citado, de Gates versus McKenna


[1998] el acusado mantenía que mediante la participación misma en
el espectáculo, Gates había consentido a participar en una serie de
actividades ridículas. Debe existir un consentimiento implícito a ser
hipnotizado cuando el sujeto sube al escenario de forma voluntaria.
El consentimiento implícito en cada uno de los tres contextos ante-
riores podría efectuarse por escrito (muy poco probable en el con-
texto escénico), pero el consentimiento escrito expreso no conllevaría
ninguna diferencia en relación al consentimiento implícito. El con-
sentimiento expreso o explícito no debería confundirse con el con-
sentimiento informado.
Sin ninguna duda, en cada uno de los tres contextos anteriores
está presente el consentimiento válido para la inducción al trance
hipnótico y para los consiguientes procedimientos. Sin embargo, el
consentimiento se limita a la finalidad acordada por la cual fue
inducido el trance, y este consentimiento sería inoperativo si el hip-
notizador persiguiera otros fines. Por ejemplo, en el Capítulo 8 se
mencionan diferentes estudios en uno de los cuales se relata que un
hipnoterapeuta supuestamente había coaccionado a una clienta a
mantener relaciones sexuales con él, relaciones que ella no había
consentido.
Además, los consentimientos implícitos en los tres contextos no
pueden extenderse a los casos en los que se provoque una lesión o
daño físico, en forma de efectos psicológicos adversos que aparecen
recogidos en el DSM-IV. Este aspecto se ha especificado con entera
claridad en el caso anterior de R versus Brown [1994], donde se evita
que los actos de agresión graves (es decir, contrarios a los artículos 47
y 20 de la Ley OAP de 1861) sean objeto del consentimiento y, por
consiguiente, impiden que la persona que inflinge daños físicos evite
ser inculpada.
Esto implica que, pese a la presencia del consentimiento, cuando
se produzca algún daño recogido en el DSM-IV porque el hipnotiza-
dor no haya finalizado debida y completamente el trance hipnótico,
o no haya efectuado ningún esfuerzo para finalizarlo, tal hipnotiza-
dor podría ser acusado por lesión corporal o por daño.
CONSENTIMIENTO 153

La influyente Comisión Legal Inglesa, publicó en 1995 el docu-


mento de Consulta nº 139, titulado “Consentimiento en el Derecho
Penal”. Entre otras cosas, la Comisión proponía que:

[…] La imprudencia que ocasione una lesión incapacitante grave


debería seguir siendo ilegal, incluso aunque la persona lesionada haya
consentido tal daño o el riesgo del mismo (Parr. 4.48 (1)).

La imprudencia como forma de mens rea en el Derecho Penal es


compatible con las agresiones y daños físicos que puedan derivarse
en virtud de la no finalización del trance hipnótico.
La propuesta anterior de la Comisión, juntamente con muchas
otras propuestas del mismo documento, no se han incluido aún en el
Código Penal, pero indican el modo de pensar que defienden los
juristas con relación al consentimiento. Evidentemente, esto coinci-
de con la decisión en el caso de Brown en relación a que la víctima
no puede consentir ser objeto de daño corporal (expresión incluida
en el DSM-IV), sujeto sólo a las excepciones establecidas que han
sido previamente comentadas en el capítulo.
Curiosamente, en el mismo documento la Comisión en su defini-
ción de “lesión incapacitante grave” incluyó el “[…] Deterioro grave
de la salud mental […]” (Parr. 4.51(2)). Esta referencia al daño o
lesión podría interpretarse como las condiciones psicológicas adver-
sas recogidas en el DSM-IV.
Sin embargo, a pesar de la decisión adoptada en el caso de R ver-
sus Brown [1994] y de la propuesta de la Comisión sobre la impru-
dencia y el consentimiento, en este libro hemos de considerar la posi-
bilidad de que los tribunales creen una nueva excepción. Esta nueva
excepción contemplaría que se acepte el consentimiento como defen-
sa ante los delitos penales por daños corporales derivados de la hip-
nosis. Evidentemente se aplicaría a las dos circunstancias de no fina-
lización del trance, y solamente en el entorno clínico.
Son diversos los factores derivados de los casos de Brown y de
Wilson y que defienden esta nueva excepción. Lord Templeman,
como hemos visto en el caso de Brown, ha establecido la diferencia
entre el daño corporal accidental y la “violencia que se inflinge por
154 HIPNOSIS SEGURA

crueldad”. En el entorno clínico la conducta consensuada (es decir, la


inducción al trance hipnótico y otros procedimientos consiguientes)
persigue la mejora de la salud del cliente y cualquier daño derivado
de la no finalización del trance sería accidental.
Además, en su veredicto Lord Templeman se refiere a las activi-
dades legales (Ej. la creación de tatuajes) a las que ha accedido la víc-
tima con pleno consentimiento, aunque de ello se haya derivado un
daño corporal. La hipnoterapia es ciertamente una actividad legal de
la cual podría derivarse un daño corporal si no se finaliza el trance en
las dos circunstancias previamente mencionadas.
Otro factor, en defensa de que la hipnoterapia se convierta en una
excepción a la regla general del consentimiento como defensa, es una
de las razones ofrecidas por la Corte de Apelación en el caso de
Wilson. La razón consistió en que la actividad del acusado, al grabar
las nalgas de su esposa en privado, carecía de interés público para ser
tratado como conducta ilegal. Obviamente la relación entre el hipno-
terapeuta y el cliente no es tan estrecha como la que existe entre
marido y mujer, pero el daño corporal brota de lo que podría consi-
derarse una “relación especial”, que podría también equipararse a la
relación entre doctor y paciente. Además la actividad hipnoterapéu-
tica también se ejecuta en un lugar privado.
Un motivo adicional que podría servir también para que la hipno-
terapia se convierta en excepción son las palabras previamente cita-
das de Lord Justice Russell en el caso de Wilson, donde hace refe-
rencia a que la ley contemple “cada caso en particular” porque “pue-
den surgir excepciones de cuando en cuando”.
Bajo las premisas anteriores, a primera vista, podría parecer que
el consentimiento en hipnosis es un buen candidato para convertirse
en excepción a la regla general, según la cual una persona no puede
consentir ser objeto de daño corporal, contrario a los artículos 47 y
20 de la Ley OAP de 1861. Estos dos artículos requieren intención o
imprudencia para que sean considerados como men rea. En los casos
de Brown [1994] y Wilson [1996] estaba presenta la intención, pero
la imprudencia es la causa de la no finalización del trance y de la que
se pueden derivar daños recogidos en el DSM-IV.
CONSENTIMIENTO 155

Sin embargo, tanto en el caso de Brown como en el de Wilson, los


acusados y sus víctimas conocían que de sus actos se derivaría dolor
y sufrimiento y la intensidad aproximada del mismo. Además, la
esposa de Wilson era consciente de la desfiguración residual que se
produciría en sus nalgas (que ella misma consideraba como un moti-
vo decorativo similar a un tatuaje) y una vez más había podido ima-
ginar la magnitud de su daño corporal. Sin embargo, esta previsión
no estaría presente en la no finalización imprudente del trance hip-
nótico, porque la víctima que consiente ser hipnotizada y sometida a
los procedimientos hipnóticos no percibiría el grado de daño corpo-
ral que podría derivarse del mismo.
Es comprensible que el consentimiento sea una defensa válida en
el caso de Wilson, para lo que de otro modo hubiera sido un acto ile-
gal. En consecuencia, este caso –que conlleva la intención como for-
ma de mens rea– es una excepción a la regla general. Sin embargo,
cuando está presente la imprudencia (Ej. cuando el hipnotizador no
finaliza el trance) es visiblemente razonable que la ley excluya el con-
sentimiento como defensa de una actividad que produce lesiones.
Esta afirmación se basa en que ninguna persona puede acceder, en
condiciones normales, a ser objeto de una lesión o daño de la que sea
inconsciente y cuya extensión o grado no pueda cuantificar.

Delito civil, hipnosis y consentimiento

En el Capítulo 11 hemos establecido que la inducción al trance


hipnótico y los consiguientes procedimientos no constituyen delito
civil, incluso aunque se originen daños recogidos en el DSM-IV. Se ha
señalado que una persona que sufra un daño psicológico registrado
en el DSM-IV puede alegar negligencia, pero ciertamente no agre-
sión, derivada de la no finalización del trance en las dos circunstan-
cias previamente identificadas.
Existe un aspecto adicional del consentimiento que no ha sido
considerado aún en el capítulo y es el “consentimiento informado” y
su aplicación a la hipnosis.
156 HIPNOSIS SEGURA

Consentimiento informado

Un principio básico de la atención médica en el Reino Unido es


que, con alguna salvedad menor, la persona dispone del derecho
absoluto a conceder o negar el consentimiento al tratamiento.
El consentimiento es implícito la mayor parte del tiempo, por
ejemplo, cuando un paciente se somete a un examen médico o cuan-
do ofrece el brazo para que le extraigan sangre. En tales circunstan-
cias no es necesario que el médico o el profesional sanitario soliciten
consentimiento expreso (oral o escrito). Sin embargo, son diferentes
los casos en los que conviene disponer del “consentimiento informa-
do” para proteger al personal médico.
El Diccionario Médico Conciso de Oxford (1998) define el “con-
sentimiento informado” del siguiente modo:

El requisito legal según el cual médicos o investigadores han de infor-


mar al paciente que se somete a una cirugía o a pruebas invasivas o al
sujeto que participe en ensayos clínicos de este tipo, de los riesgos y de
los resultados probables del tratamiento o de la investigación (p. 334).

Este tipo de consentimiento constituye otra excepción a la regla


general según la cual la persona no puede consentir ser objeto de
daño grave.
El consentimiento informado, como forma de defensa, se aplica a
agresiones civiles y penales y, en consecuencia exculpa al doctor de
los cargos civiles o penales contra la persona. (El término doctor se
emplea aquí para referirnos a todas las personas pertenecientes a la
profesión médica –incluidos los investigadores clínicos– que practi-
can cirugía o emplean procedimientos invasivos.) Esto no implica
que un doctor pueda ocultarse en todos los casos tras un consenti-
miento informado. En el caso de Sidaway versus Bethlem Royal
Hospital Governors [1985] se estableció que:

Sólo cuando se haya obtenido el consentimiento mediante fraude o


malinterpretación del carácter auténtico de lo que vaya a hacerse,
podrá decirse que un consentimiento aparente no es auténtico. Ésta
es la postura adoptada en Derecho Civil […] y como tal se contempla.
CONSENTIMIENTO 157

En consecuencia, el fraude o la malinterpretación invalidarían el


consentimiento del paciente a ser operado.
El consentimiento informado requiere que el doctor informe al
paciente sobre “la naturaleza, riesgos y resultados probables” de la
cirugía (la descripción de las pruebas a las que se someterá al sujeto).
De este modo, el consentimiento se convierte en informado. Aunque
no sea necesario que el doctor obtenga el consentimiento informado
por escrito, suele ser prudente proceder de este modo, porque en tal
caso no quedan dudas relativas a los términos empleados. La mayo-
ría de los centros públicos de salud disponen de formularios oficiales
escritos para recoger el consentimiento informado del paciente.
En razonable que la ley permita la práctica de intervenciones qui-
rúrgicas sin que el doctor o el centro de salud sean responsables de
las consecuencias siempre y cuando previamente se haya obtenido el
consentimiento informado. Esto es independiente de que el resulta-
do de la cirugía sea o no satisfactorio, pero incluso en ese caso sin un
consentimiento informado –aunque pueda ser activado el proceso
legal (es decir, sin prueba de daño)– es probable que sólo se contem-
plen los daños nominales.
Conviene recordar que cuando la conducta delictiva es intencio-
nada, el consentimiento informado sirve como objeto de defensa
para invadir a la persona, pero no es así cuando la conducta delicti-
va no ha sido intencionada y el demandante aduce negligencia (véa-
se Capítulo 13 en relación a la ley sobre negligencia con referencia
particular a la hipnosis).
En general, la persona no puede evitar su responsabilidad con res-
pecto a su propia negligencia, porque la negligencia no forma parte
del consentimiento informado, que se limita exclusivamente a las
consideraciones relativas a la naturaleza, riesgos y probables resulta-
dos de los procedimientos invasivos llevados a cabo por el doctor.
A continuación se examinarán los tres elementos básicos del con-
sentimiento informado: la naturaleza, riesgos y resultados probables.
A estos elementos les subyace el hecho de que el paciente reciba sufi-
ciente información que le permita adoptar una decisión informada
de si desea o no proceder con el procedimiento o cirugía propuesta.
158 HIPNOSIS SEGURA

Para entender la naturaleza de la propuesta quirúrgica el pacien-


te debe ser informado sobre el procedimiento al que se le va a some-
ter. Esto no implica la descripción en detalle y paso a paso del proce-
dimiento quirúrgico. En el caso de Chatterton versus Gerson [1981] se
consideró que el consentimiento era válido si se había explicado pre-
viamente la naturaleza del procedimiento en “términos generales”.
En este caso la demandante había sufrido una inmovilidad parcial en
una pierna, debido al entumecimiento ocasionado por una segunda
inyección de un fármaco diferente que había sido inyectado cerca de
la espina dorsal, sobre la cual el cirujano no había informado a la
paciente antes de la operación. El tribunal decidió que la demandan-
te no había sido engañada con respecto a la naturaleza general del
procedimiento propuesto y, por lo tanto, su consentimiento había
sido válido. Ésta fue una decisión importante para los doctores que,
actuaban con buena fe, y no fueron responsabilizados de los daños o
lesiones intencionadas sobre la paciente, porque disponían previa-
mente del apropiado consentimiento informado.
La decisión adoptada en el caso de Chatterton no excluye la res-
ponsabilidad por negligencia cuando el doctor pueda ser responsable
de la falta de información relativa a los riesgos asociados a un proce-
dimiento particular. La exclusión de la propia responsabilidad por
negligencia se menciona anteriormente. Esto significa que aunque
los “riesgos” hayan sido debidamente incluidos en la definición pre-
viamente citada del consentimiento informado, el tribunal distingue
entre la falta de información relativa a la naturaleza del procedi-
miento y a sus riesgos. Así, el doctor que no ofrezca información con
respecto a la naturaleza de un procedimiento quirúrgico podría ser
responsable de agresión o lesión al paciente, mientras que el doctor
que no haya ofrecido información sobre los riesgos derivados del pro-
cedimiento y de los que puedan derivarse lesiones, aunque disponga
de consentimiento, puede ser responsable de negligencia.
En la definición del consentimiento informado el “resultado pro-
bable del tratamiento” se refiere sobre todo al pronóstico de la salud
del paciente tras el tratamiento. Cualquier carencia informativa sería
considerada de modo similar al de los “riesgos”, porque sería una
CONSENTIMIENTO 159

negligencia por parte del doctor no ofrecer un pronóstico completo y


preciso.
A partir de este pronóstico y de la información relativa a la natu-
raleza del procedimiento, juntamente con los riesgos asociados, el
paciente debería hallarse en la posición de efectuar un juicio equili-
brado y de decidir si opta o no por someterse a la cirugía, y en caso
afirmativo, conceder el consentimiento informado.

Consentimiento informado e hipnosis

La única responsabilidad por delito derivada de todos los riesgos


de la hipnosis se relaciona con la no finalización completa y apro-
piada del trance o cuando el hipnotizador no hace ningún esfuerzo
por finalizarlo. Esta responsabilidad de naturaleza penal, por ser
contraria a los artículos 47 y 20 de la Ley de Delitos contra la Persona
de 1861. El análisis anterior sobre el consentimiento informado nos
ha revelado que no puede aplicarse a la hipnosis y, por consiguiente,
no sirve como motivo de defensa ante los daños que se deriven de la
no finalización del trance hipnótico.
La razón fundamental por la cual el consentimiento informado no
es aplicable a la inducción del trance hipnótico, y a los procedimien-
tos asociados, es que tal consentimiento se limita a los doctores que
practican procedimientos quirúrgicos o pruebas invasivas. Lo que,
evidentemente, está muy lejos de la pretendida influencia hipnótica
sobre la psique.
Otra razón consiste en que el consentimiento se refiere a un acto
de agresión intencionada por parte del doctor y los dos circunstan-
cias de no finalización del trance hipnótico se derivan de un acto de
imprudencia por parte del hipnotizador.
Uno de los tres elementos integrales del consentimiento informa-
do es el requisito de explicar al paciente la naturaleza del procedi-
miento, aunque sólo sea en términos generales. En el Capítulo 3, se
han descrito las características generales de la hipnosis, pero se ha
señalado también que su naturaleza sigue siendo motivo de diver-
gencias incluso entre expertos. Las divergencias se refieren a la falta
160 HIPNOSIS SEGURA

de consenso sobre si la hipnosis es o no un estado alterado de la con-


ciencia, aspecto que ha sido motivo de debate durante muchas déca-
das. Debido a esta falta de consenso, un hipnotizador no podría ofre-
cer la información requerida con respecto a la naturaleza del proce-
dimiento (es decir, la inducción del trance hipnótico y los consi-
guientes procedimientos) del consentimiento informado. En conse-
cuencia, el paciente no podría conceder un consentimiento informa-
do válido que sirviera de defensa para el hipnotizador en las dos cir-
cunstancias de no finalización del trance previamente mencionadas.
13 Negligencia

Hasta el momento sólo nos hemos referido a las consecuencias


psicológicas adversas graves derivadas de delitos penales y civiles. Si
deseamos contemplar en su totalidad la responsabilidad del hipnoti-
zador no debemos omitir los perjuicios por negligencia y los daños
psicológicos asociados a la misma. Con este capítulo se cubre toda la
responsabilidad del hipnotizador con respecto a los daños psicológi-
cos desde la perspectiva de la ley inglesa. (Se recomienda al lector
revisar la ley de su propio estado, porque podría variar en algunos
elementos).
Según la definición de Martin (1995, p. 263) la negligencia civil es
“Un agravio que consiste en el incumplimiento del deber de ofrecer
atención y que genera un daño al demandante”. En esta definición
podemos encontrar tres elementos interrelacionados. En primer
lugar el deber de ofrecer atención, a continuación el incumplimiento
de tal deber y, por último, el daño o lesión que sufre el demandante
derivado de ese incumplimiento del deber de ofrecer atención. Estos
tres elementos se hallan tan estrechamente vinculados que, a menu-
do, se solapan entre sí.
162 HIPNOSIS SEGURA

Deber de ofrecer atención

El caso más importante y conocido del derecho civil del Reino


Unido sobre la negligencia es el de Donoghue versus Stevenson
[1932]. En este caso hubo una botella de cerveza que contenía un
caracol descompuesto y cuya ingesta provocó malestar en el consu-
midor. Los fabricantes fueron acusados de haber incumplido el deber
de atención al consumidor incluso aunque no existiera ninguna rela-
ción contractual entre ellos.
En el caso de Donoghue versus Stevenson, en referencia al princi-
pio del deber de atención, Lord Atkin señaló:

El mandamiento según el cual debemos amar al prójimo en Derecho


se convierte en no debes perjudicar al prójimo, y la pregunta del abo-
gado relativa a “¿Quién es mi prójimo?” recibe una respuesta muy
específica: Debemos evitar los actos y las omisiones que razonable-
mente se prevea que pueden ocasionar daños al prójimo. Entonces,
¿quién es el prójimo en el Derecho? La respuesta parece ser que el pró-
jimo son las personas que estén tan próximas y directamente afecta-
das por nuestros actos que, razonablemente, deberíamos considerar-
las como afectadas en el momento mismo en que pensemos en las
acciones u omisiones susodichas.

El principio del deber de atención se basa en el concepto de la


previsión razonable y el criterio de negligencia establecido para el
caso de Donoghue versus Stevenson y que sigue vigente aún, se basó
en este concepto.
Sin embargo, el caso de Donoghue versus Stevenson no se limita a
las cuestiones relativas al deber de los fabricantes con respecto a los
consumidores, su aplicabilidad se ha extendido a muchas otras áre-
as. Lord Reid subrayaba este aspecto en el caso de Dorset Yacht Co.
versus Home Office cuando manifestó:

[…] Ha existido una tendencia firme a considerar la ley de negligen-


cia como dependiente del principio de modo que, cada vez que surge
un nuevo aspecto, no deberíamos preguntarnos si está o no contem-
plado por la autoridad sino si existen o no principios reconocidos que
se apliquen a él. El caso de Donoghue versus Stevenson puede consi-
NEGLIGENCIA 163

derarse como punto de referencia y el conocido pasaje del discurso de


Lord Atkin debería considerarse como la afirmación de un principio.
No debería ser tratado como si fuera una definición normativa. Bajo
distintas circunstancias se requerirá una nueva calificación, pero opi-
no que ha llegado la hora de decir que debería aplicarse salvo que exis-
ta alguna justificación o explicación válida para su exclusión.

La última parte de esta cita es la más importante, porque en ella


se reafirma que el principio del deber de atención establecido en el
caso Donoghue versus Stevenson, será de aplicación general salvo que
existan razones obvias que lo contradigan.
El concepto de previsión razonable (o previsibilidad) es central a
la cuestión relativa al deber de atención en los casos de negligencia y,
por consiguiente, exige que sea examinado con más detalle.
Jones (1998, p. 32) señala que el concepto de previsibilidad es
“[…] lo que una ‘persona razonable’ hubiera previsto en tales cir-
cunstancias […]”. Bajo determinadas circunstancias, no es fácil la
aplicación de este concepto de previsibilidad razonable, sobre todo
porque se recurre a la hipótesis de la ‘persona razonable’. Dadas una
serie de circunstancias, si la probabilidad de ocurrencia oscila entre
muy posible y casi imposible de que ocurra, dos personas igualmen-
te razonables podrían no ponerse de acuerdo sobre la previsión. Esta
dificultad no se ha visto mejorada por los tribunales que han proce-
dido disculpando a los acusados por imprevisibilidad en casos en los
que era grande la probabilidad de previsión, tanto en lo que respecta
a la previsibilidad como a la de la persona razonable. Considerando
estos factores, es justo señalar que los límites de la previsión, como
mínimo, son flexibles.
Sin embargo, la aplicación de la prueba razonable en el contexto
de la previsibilidad no siempre es apropiada. En una demanda por
negligencia, donde el acusado sostenga estar en posesión de alguna
habilidad particular, el estándar de atención y destrezas debe ser
equivalente al de los demás profesionales que ejercen esa misma
habilidad. En estas circunstancias no se aplica la prueba de si la per-
sona es o no razonable. En el sonado caso del Tribunal Superior de
Bolam versus Dirección del Hospital de Friern se decidió que:
164 HIPNOSIS SEGURA

En las situaciones que requieren la aplicación de alguna destreza o


competencia especial, la prueba de si ha habido o no negligencia no
es idéntica a la que se aplica a cualquier persona, porque cualquier
persona no dispone de esta destreza o competencia especial. La prue-
ba consiste en comparar el acto con el estándar del profesional ordi-
nario que dispone de esa destreza especial […].

Esto implica que, a primera vista, el acusado puede ser responsa-


ble de negligencia si, disponiendo de alguna destreza particular no ha
ejercido su deber de ofrecer atención o de practicar su destreza, o si
no dispone de tal destreza.
Aunque el caso de Bolam se basó en la negligencia médica, no
debe pensarse que las demandas por negligencia se limiten a los pro-
fesionales médicos. Percy (1990, p. 561), coincide con muchos otros
juristas expertos cuando recomienda que “Este deber de atender y
prestar servicios de forma razonable es aplicable, en general, a cual-
quiera a quien se le solicite ayuda”.
Los tribunales han aplicado esta medida estándar de destreza o
competencia a una amplia gama de profesionales diferentes entre los
que se incluyen contables, abogados, agentes inmobiliarios, ingenie-
ros, dentistas, directivos de empresa, asesores financieros y también
profesionales médicos. Éste es un aspecto importante del deber de
atención al contemplar la responsabilidad de los hipnotizadores.

El deber de atención con respecto al hipnotizador

Son varias las razones que vinculan el deber de la atención con la


relación entre el hipnotizador y el sujeto. Estas razones se reflejan en
la cita de Lord Atkin ante el caso de Donoghue versus Stevenson. Lord
Atkin, en primer lugar, establece el concepto de previsión razonable
cuando afirma que “no debemos perjudicar al prójimo”. A continua-
ción se pregunta por la identidad de ese prójimo, a lo que responde
que “mi prójimo” es la persona que razonablemente debería estar en
la mente del acusado como afectada por sus actos y omisiones.
La aplicación del punto de vista de Lord Atkin al contexto hipnó-
tico, permite ver que el prójimo es el sujeto y la otra parte es el hip-
NEGLIGENCIA 165

notizador. El principio del deber de atención es aplicable a cualquie-


ra de los contextos hipnóticos de acuerdo con la cita previa del caso
de Dorset Yacht Co. versus Home Office. En este caso se estableció que
el principio es de aplicación general, siempre que no exista una bue-
na razón que justifique lo contrario.
Por lo tanto, el deber se origina porque la relación entre hipnoti-
zador y sujeto impone al primero la obligación de atender razona-
blemente al segundo y en beneficio de éste, y este deber de atención
se extiende a los tres contextos hipnóticos principales: clínico, cientí-
fico y escénico.
Al aplicar el concepto de previsibilidad al contexto hipnótico, en
primer lugar se nos plantea la cuestión relativa a si una persona razo-
nable hubiera previsto las consecuencias de la relación hipnotizador-
sujeto. Independientemente de las dificultades de aplicación de este
concepto de previsibilidad, ninguna persona razonable podría negar
la existencia del deber de atención, porque una persona razonable
prevería que los daños derivados de la relación hipnotizador-sujeto se
corresponden con el principio del “prójimo” de Lord Atkin.
De lo anterior se deduce que es deber del hipnotizador atender
razonablemente al sujeto durante la inducción al trance hipnótico y
también durante el desarrollo de otros procedimientos hipnóticos. Sin
embargo, con respecto a la previsión razonable puede no ser apropia-
do aplicar la prueba de la persona razonable en relación al deber de
atención del hipnotizador. En apartados anteriores hemos comentado
que a quien esté en posesión de una destreza o competencia particu-
lar no se le aplica la prueba de la persona razonable sino la de otros
profesionales que ejerzan la misma destreza o competencia.
Hasta la fecha no existe ningún caso que nos permita decidir cuál
de los dos enfoques conviene adoptar, si la prueba de la persona razo-
nable o la de personas con competencia en el arte de la hipnosis. El
hipnotizador no se encuentra en la relación de expertos a quienes los
tribunales consideran con el deber de atención. En el único caso
documentado sobre hipnosis y daño psicológico (véase Gates versus
McKenna en el Capítulo 4), donde el demandante aduce negligencia,
no se menciona específicamente la cuestión relativa al enfoque de
166 HIPNOSIS SEGURA

previsibilidad. Sin embargo, en la documentación completa del caso


queda bien clara la idea de que, implícitamente, se recurre al enfoque
del estándar especial.

Incumplimiento del deber de ofrecer atención

Una vez establecido, en primer lugar, que existe el deber de aten-


ción, el segundo elemento en los casos de negligencia consiste en el
incumplimiento de tal deber. El lector podría considerar este incum-
plimiento como un acto de imprudencia por parte del acusado, des-
cripción que es excesivamente simple pero bastante adecuada.
El proceso para demostrar que ha existido un incumplimiento del
deber de atención presenta dos fases. La primera de éstas se refiere a
la atención ordinaria que el demandado hubiera debido ofrecer. En
este caso, según hemos comentado anteriormente, se deberá deter-
minar la previsibilidad razonable mediante la hipotética “persona
razonable” o mediante las aportaciones de profesionales expertos en
la actividad de la que se trate.
La segunda fase del proceso para decidir si se ha producido este
incumplimiento del deber de atención consiste en que el demandan-
te demuestre que la conducta del acusado no cumplió los estándares
apropiados, teniendo en cuenta todas las circunstancias del caso.
Con respecto a si el daño ocasionado al demandante sea una con-
secuencia previsible de la conducta del acusado, no necesariamente
conlleva que el acusado sea condenado como responsable de negli-
gencia ni siquiera si el daño era previsible. Un buen ejemplo puede
hallarse en el caso de Bolton versus Stone, en el que el demandante
fue lesionado por una pelota de críquet que había sido golpeada con
tal fuerza que fue proyectada fuera del campo hasta la calle, lo que
de hecho, sólo había ocurrido seis veces en 30 años. El tribunal deter-
minó que no se podía atribuir la responsabilidad al acusado porque,
bajo esas circunstancias, era razonable ignorar riesgos tan pequeños.
En relación al mismo caso Lord Oaksey señalaba que una persona
razonable puede:
NEGLIGENCIA 167

[…] Prever la posibilidad de muchos riesgos, pero le sería imposible


vivir si tuviera que tomar precauciones ante cualquier riesgo que pue-
da preverse. Una persona razonable toma precauciones ante riesgos
cuya ocurrencia sea probable.

De esto se deduce que para que un acusado no sea responsabili-


zado de negligencia, cuando el riesgo sea previsible, debe haber un
examen del grado de riesgo y también si es de esperar un modelo de
atención ante la magnitud del riesgo. En el caso de Bolton versus
Stone, donde el riesgo era previsible pero la probabilidad de ocurren-
cia era muy pequeña, el tribunal sostuvo que aunque se hubieran
podido tomar medidas preventivas (como erigir vallas protectoras
más altas alrededor del campo) no era necesario protegerse de ries-
gos tan poco probables. Por lo tanto, en esas circunstancias era razo-
nable ignorar el riesgo. Lord Reid añadió:

En las concurridas condiciones de la vida moderna incluso la persona


más precavida no puede evitar la creación de algunos riesgos que afec-
ten a otros. Lo que la persona ha de evitar es la creación de un riesgo
sustancial.

Con todo, no debe pensarse que sea razonable ignorar todos los
riesgos previsibles cuya ocurrencia sea improbable. En los casos en
que el riesgo sea pequeño debe considerarse también la circunstan-
cia de lo practicable, o el coste de las medidas preventivas. Si el cos-
te de las medidas preventivas es muy desproporcionado en relación
al pequeño riego de dañar a otros, el tribunal podría entender que el
riesgo estaba justificado. En consecuencia, en los casos en los que
haya riesgo previsible, por pequeño que sea, los tribunales no insisti-
rán en la adopción de medidas preventivas que produzcan la seguri-
dad absoluta si el coste de las mismas es astronómico. Por otra par-
te, si el riesgo hubiera podido ser eliminado o reducido sin costes
extremos, y el acusado no hubiera adoptado las medidas preventivas,
se consideraría que hubiera actuado de forma no razonable.
Esta situación se observó en el caso de Overseas Tankship Ltd.
Versus Millar Steamship Co. donde el riesgo de que el petróleo arroja-
do al mar prendiera fuego se podía prever, y aunque fuera pequeño,
168 HIPNOSIS SEGURA

sólo requería que se cerrara una válvula para evitar la descarga. El


tribunal determinó que una persona razonable no hubiera ignorado
el pequeño riesgo implicado porque, “[…] la acción necesaria para
eliminarlo no presentaba ninguna dificultad, y no conllevaba ningu-
na desventaja ni gasto adicional”.
Hasta el momento sólo hemos revisado el incumplimiento del
deber de atención evaluado mediante la prueba de la persona razona-
ble, pero como se ha señalado anteriormente, cuando la persona dis-
pone de alguna destreza o competencia especial, su conducta se juzga
a la luz de otros que poseen competencias o destrezas similares.
En este sentido puede ser ilustrativo el caso de Bolam versus
Dirección del Hospital de Friern, a cuyo respecto el Sr. Justice McNair
señaló:

La prueba se corresponde con el estándar del experto que ejerce y pro-


fesa esa destreza particular. Una persona no necesita poseer el mayor
nivel de experticia ante el riesgo de ser hallado negligente […] es sufi-
ciente si ejerce la destreza ordinaria de otra persona competente y
ordinaria que ejerza ese arte particular.

El tribunal determinó que negligencia “[…] implica que no se


actúa en concordancia con las actuaciones estándares de los profe-
sionales médicos razonablemente competentes de ese momento”.
Aunque este caso se refirió a la negligencia del personal médico, la
prueba a la que se refiere McNair no se limita a la profesión médica,
sino que es de aplicación general como señalaba Perry (1990, 561)
previamente. Se ha procedido de forma similar en otros casos como
el de Gold versus Autoridades Sanitarias de Haringey.
En la práctica, el acusado que desee revocar una alegación de
negligencia debe aducir evidencias, mediante testimonios proceden-
tes de su misma o similar profesión, que indiquen que ha actuado de
un modo conforme con los estándares de una persona competente y
razonable que ejerce o profesa esa destreza particular.
Sin embargo, cuando un acusado ha ejecutado una tarea que ordi-
nariamente requiere una destreza particular, que no posea, seguirá
siendo juzgado sobre la base de los estándares objetivos de la persona
NEGLIGENCIA 169

competente y razonable que ejerce esa destreza, y en estas circuns-


tancias no se basará en la prueba de la persona razonable hipotética.
Para ilustrar este aspecto se puede revisar el caso de Wells versus
Cooper donde el acusado fue considerado responsable de las lesiones
causadas al demandante porque el acusado ejecutó tareas de carpin-
tería en su propia casa de forma negligente. El tribunal no sostuvo
que el acusado hubiera debido de mostrar destrezas equivalentes a
las de los carpinteros profesionales, sino que estos trabajos hubieran
debido de ser ejecutados por una persona razonablemente compe-
tente en el arte de la carpintería. Sin embargo, hubiera sido diferen-
te si el acusado hubiera sido un carpintero profesional, o estuviera en
posesión de tales competencias, en cuyo caso se hubiera esperado
que dispusiera de mayor competencia.

El hipnotizador ante el incumplimiento del deber

Debemos revisar los riesgos de la hipnosis (véanse Capítulos 6 al


9) para descubrir cualquier opción del incumplimiento del deber,
porque de estos riesgos se derivan los daños o efectos adversos sobre
los sujetos. En este contexto, daño se refiere a los efectos psicológi-
cos adversos que, en breve, se comentarán o con mayor detalle.
Los efectos psicológicos adversos, derivados de los actos u omi-
siones del hipnotizador, pueden derivarse de la no finalización del
trance hipnótico (véase Capítulo 7), bien porque el hipnotizador no
haya terminado completa y adecuadamente el trance o porque no
haya hecho ningún esfuerzo por finalizarlo. Tales efectos adversos
también pueden derivarse cuando el trance no finaliza porque el suje-
to se niegue a volver a la conciencia plena como resultado de la acti-
tud agresiva del hipnotizador. Sin embargo la negación del sujeto a
volver al estado de conciencia plena invalidaría cualquier proceso
penal a consecuencia de las dificultades prácticas para demostrar la
vinculación entre la negación y la actitud agresiva del hipnotizador.
Como se verá, la no terminación del trance se aplica a los tres con-
textos hipnóticos fundamentales y, además, se aplica también al con-
texto amateur que hemos mencionado anteriormente.
170 HIPNOSIS SEGURA

Amén de la no finalización del trance, la única circunstancia hip-


nótica de la que se derivan efectos psicológicos adversos es durante
la aplicación de las terapias (véase Capítulo 6).
Al evaluar si el hipnotizador ha incumplido el deber de atención,
en los casos en los que la no terminación del trance haya generado
efectos psicológicos adversos, en primer lugar se debe decidir el
modelo estándar que el operador hubiera debido de ejercer razona-
blemente. A continuación, debe demostrarse que la conducta del hip-
notizador no ha llegado hasta el nivel de atención razonable prede-
terminado, del mismo modo a como se procede ante cualquier otra
alegación de negligencia.
Sin ninguna duda en los tres contextos hipnóticos fundamentales
el hipnotizador no sólo habrá aprendido a inducir al trance hipnóti-
co sino también el modo de finalizarlo debidamente. Así mismo, es
muy probable que se le haya subrayado, o al menos, mencionado, la
importancia de una finalización completa y apropiada, juntamente
con las recomendaciones de precaución por los peligros derivados de
la no finalización. Incluso aunque un hipnotizador que esté acusado
negara cualquier conocimiento relativo a los efectos adversos graves
de la no finalización, sería inculpado de no haber ofrecido una aten-
ción razonable, y los colegas del hipnotizador, en particular, dirían
que el riesgo de efectos adversos es una consecuencia previsible
cuando no se finaliza debidamente el trance. La denominada perso-
na razonable sin duda alguna decidiría que se ha producido un
incumplimiento del deber de atención sobre la base lógica de que si
el hipnotizador sabía cómo inducir al trance hipnótico, en primer
lugar hubiera debido aprender el procedimiento para finalizarlo y
hubiera debido de ser precavido de los riesgos derivados de la no
finalización. Evidentemente, los expertos saben que existe un riesgo
psicológico como consecuencia previsible de la no finalización del
trance hipnótico.
Obviamente, existe un riesgo, ¿pero es su magnitud suficiente
para que constituya motivo de incumplimiento de un estándar razo-
nable de atención, si de tal incumplimiento se derivan efectos psico-
lógicos adversos?
NEGLIGENCIA 171

En el caso de Bolton versus Stone, Lord Reid señalaba: “Lo que la


persona ha de evitar es la creación de un riesgo sustancial”. Aunque
no pueda decirse, con ningún grado de certeza, que la no finalización
del trance por parte del acusado cree un riesgo “sustancial” de daño
sobre el sujeto, también se pueden tomar en consideración las pala-
bras de Lord Oaksey, en el mismo caso de Bolton versus Stone:
“Adopta las medidas de preventivas frente a los riesgos cuya ocu-
rrencia es probable”.
La circunstancia de la adopción de medidas preventivas es un ras-
go importante al considerar el incumplimiento de un estándar razo-
nable de atención en la hipnosis.
El coste de la adopción de las medidas preventivas para la cons-
trucción del vallado en el caso de Bolton versus Stone era despropor-
cionado en comparación con el pequeño riesgo de daño a personas
en las calles próximas del campo de críquet. En este caso se sostuvo
que aunque el riesgo de ser golpeado por una pelota de críquet era
previsible, el grado del riesgo era muy pequeño (porque sólo había
sucedido 6 veces en 30 años) y por lo tanto era razonable ignorar tal
riesgo. Además se decidió que no era necesario adoptar medidas pre-
ventivas para proteger del riesgo. En este caso el tribunal consideró
el alto coste que supondría la oferta de una seguridad absoluta.
La medida preventiva que el hipnotizador debería adoptar para
evitar riesgos de daño psicológico grave, en este contexto, sería la fina-
lización completa y apropiada del trance hipnótico. El coste econó-
mico de la finalización del trance es nulo y, por lo tanto, defiende el
punto de vista de que un hipnotizador actúa de forma no razonable si
no finaliza completa y debidamente el trance. Aplicable a este aspec-
to del contexto hipnótico es el caso de Overseas Tankship Ltd. versus
Millar Steamship Co. donde se señalaba que incluso el riesgo más
pequeño no ha de ser ignorado si puede ser eliminado sin dificultad y
“[…] no conllevaba ninguna desventaja ni gasto adicional”.
Por consiguiente, tanto si el riesgo creado por el hipnotizador al
no deshipnotizar es “sustancial” en el sentido de Lord Reid o sufi-
cientemente pequeño como para ser ignorado, implica que el hipno-
tizador estará incumpliendo el estándar del deber de atención porque
172 HIPNOSIS SEGURA

dicho riesgo puede evitarse si se adoptan medidas preventivas que


además no conllevan ningún coste económico adicional. Esto es
extensible a los tres contextos terapéuticos fundamentales, donde los
hipnotizadores se presentan como personas con la competencia o
destreza que se les requiere. En este caso, la cuestión relativa a si
existe el deber de atención, y si el operador ha incurrido en el incum-
plimiento de tal deber, se juzga mediante “[…] La comparación con
una persona competente que ejerza tal arte particular”. Así pues, por
ejemplo, de acuerdo con el caso de Bolam, la prueba aplicable para
decidir si un hipnoterapeuta clínico ha cumplido con los principios
normativos del deber de atención consistiría en compararlo con las
prestaciones ofrecidas de forma estándar por hipnoterapeutas com-
petentes ordinarios, que se consideren a sí mismos en posesión de las
destrezas propias del arte de la hipnosis terapéutica.
Debería considerarse también el caso del hipnotizador que practi-
ca en el contexto amateur. A este contexto podría aplicarse el caso pre-
viamente comentado de Wells versus Cooper para determinar la res-
ponsabilidad de un hipnotizador en este contexto que normalmente se
confina a los estudiantes que pretenden, por ejemplo, curar los nervios
de otros estudiantes ante los exámenes o divertirse en una reunión.
El caso de Wells versus Cooper aplicado a los terapeutas amateurs
implica que serán juzgados por los objetivos estándar de un hipnotera-
peuta razonablemente competente que ejerce sus destrezas de hipnoti-
zador en cualquiera de los tres contextos fundamentales. Esto no impli-
ca que el tribunal espere que el hipnotizador amateur alcance los nive-
les de un hipnotizador profesional, pero sí las de una persona razona-
blemente competente en el arte de la hipnosis. Sin embargo, si el ama-
teur se ha presentado como hipnotizador profesional, o ha manifesta-
do estar en posesión de estas destrezas, se esperaría de él que alcance
un nivel superior al del hipnotizador razonablemente competente.
Este principio se aplicaría igualmente a cualquier persona que se
presente como profesional tanto en el contexto amateur como en
cualquiera de los tres contextos fundamentales.
Hasta ahora nos hemos referido a la demanda por negligencia
como acto de “imprudencia”, pero no hemos comentado aún si esta
NEGLIGENCIA 173

descripción es idónea para otros riesgos asociados a la hipnosis de


los que puedan derivarse efectos psicológicos adversos. Estos otros
riesgos se derivan de la aplicación de las terapias hipnóticas por las
razones que se han determinado en el Capítulo 6.
La ley de negligencia aplicada al incumplimiento del deber de
atención en el caso de la no finalización del trance hipnótico es idén-
tica a la relativa a los efectos psicológicos adversos derivados de la
aplicación de terapias hipnóticas. Por lo tanto, es necesario exami-
nar si el hipnotizador hubiera debido de prever el riesgo de daño
para el sujeto, el grado del riesgo y si hubiera sido posible reducir o
eliminar tal riesgo.
A diferencia de las recomendaciones de precaución relativas a la
no finalización del trance hipnótico que ha recibido cualquier hipno-
tizador formado, es muy poco probable que éste haya sido informa-
do de los riesgos derivados de la aplicación de terapias. La razón
fundamental de este hecho es el desconocimiento relativo existente
sobre los efectos psicológicos adversos generados en el contexto clí-
nico. Es sorprendente que la hipnosis per se no sea responsable ni se
asocie con los efectos psicológicos adversos; el origen de los efectos
perjudiciales se encuentra en el uso terapéutico de la hipnosis.
Una de las razones del origen de tales efectos adversos que se ha
propuesto es que un sujeto hipnotizado percibe la terapia como
amenaza y es esta amenaza la responsable de precipitar los efectos
adversos.
Es imposible, ni con anterioridad ni con posteridad a la induc-
ción al trance hipnótico, asegurar que un sujeto vaya a reaccionar
adversamente ante una terapia. Además, y más importante aún,
cualquier reacción adversa a la terapia no se debe al modo negli-
gente o imprudente en que se aplique la terapia, porque los efectos
adversos se producen de forma natural en todos los casos. Sin
embargo, incluso aunque se produzcan de forma natural, debe exa-
minarse la frecuencia con que surgen efectos psicológicos adversos
durante la aplicación de terapias, para poder responder a la cues-
tión relativa a si el hipnotizador clínico ha previsto razonablemen-
te el riesgo de daño al sujeto.
174 HIPNOSIS SEGURA

En el Capítulo 5 hemos mencionado la existencia de tres estudios


que incluyen datos relevantes extraídos del contexto clínico, pero los
criterios de recogida de datos varían de un estudio a otro y, en con-
secuencia, no se pueden combinar para extraer pruebas estadísticas
significativas sobre la frecuencia.
Sobre la base de las pruebas existentes relativas a la infrecuencia
de daños psicológicos graves derivados de la aplicación de terapias,
es obvio que el riesgo es tan pequeño que el hipnotizador no podría
prever razonablemente que se pueda causar algún daño al sujeto.
Esto es así incluso aunque el hipnotizador sea consciente del riesgo.
Lord Reid, en el caso de Bolton versus Stone se refirió a que la perso-
na no creara “[…] un riesgo sustancial”, y el riesgo que se adopta al
aplicar terapias, evidentemente, no es sustancial.
En el mismo caso de Bolton versus Stone, Lord Oaksey señaló que
se deben adoptar medidas preventivas contra los “[…] riesgos cuya
ocurrencia sea probable”. Hasta ahora hemos aplicado la cuestión
relativa a la adopción de medidas preventivas a los daños derivados
de la no terminación del trance hipnótico. Sin embargo, es comple-
tamente diferente la perspectiva de los efectos psicológicos adversos
graves derivados de la aplicación de terapias, porque no es probable
que los riesgos “se hagan realidad”. Por consiguiente, la cuestión rela-
tiva a la adopción de medidas preventivas, si es que pudieran adop-
tarse, no es relevante en el contexto clínico.
Un hipnoterapeuta no incurrirá en el incumplimiento del deber de
ofrecer un estándar razonable de atención y, por lo tanto, no será res-
ponsable de los daños que sufra un sujeto incluso aunque sean de
carácter psicológico grave.

Daños

El tercer elemento que podría constituir una causa de negligencia


son los daños o perjuicios. El significado que atribuimos a daño es el
de pérdida o perjuicio a un demandante y en el contexto de este capí-
tulo implica perjuicio causado al sujeto por el hipnotizador.
NEGLIGENCIA 175

En una demanda civil por daños (es decir, compensación econó-


mica), debe ser demostrado que el sujeto ha sufrido daños como
resultado de la negligencia por parte del hipnotizador. A lo largo del
presente capítulo, sobre la base de la ley de negligencia aplicable al
hipnotizador, los daños al sujeto que se han contemplado son los de
“efectos psicológicos adversos graves”. Por la misma razón, tanto en
el derecho penal como en el civil previamente comentados en el libro
(Capítulo 4) los efectos psicológico adversos leves o transitorios no se
contemplan como negligencia. Esto implica que las molestias coti-
dianas ordinarias, como los dolores de cabeza, mareos y sentimien-
tos transitorios de ansiedad o depresión no podrían ser motivo de
demanda por negligencia.
Al evaluar si los daños sufridos por el sujeto pueden ser motivo de
demanda por negligencia, el tribunal no se refiere directamente al
DSM-IV, pero se infiere firmemente que el “daño psiquiátrico grave”,
invariablemente mencionado en los casos de negligencia, se asemeja
a los registrados en el DSM-IV. Por otra parte los tribunales han
desestimado frecuentemente los daños que han considerado menores
o de carácter temporal, cuyos efectos adversos ya se han comentado
y, evidentemente, no se recogen en el DSM-IV.
La ley relativa a los daños psiquiátricos graves es igualmente apli-
cable a las demandas por negligencia tanto en el derecho civil como
en el penal.

Condiciones preexistentes y negligencia

El término “condición preexistente” hace referencia a una dolen-


cia física o mental que existía con anterioridad a la inducción del
trance hipnótico y que no ha sido causada por dicha inducción ni por
los subsiguientes procedimientos hipnóticos.

Riesgo de precipitar un trastorno mental

El caso de Gates versus McKenna responde a si un trastorno men-


tal preexistente, aunque latente, puede ser precipitado o acelerado
176 HIPNOSIS SEGURA

por la inducción de la hipnosis. Gates, el demandante, desarrolló una


esquizofrenia poco tiempo después de participar en una sesión de
hipnosis escénica dirigida por McKenna, el hipnotizador acusado,
alegando supuestamente negligencia de este último. El juez, Mr.
Justice Toulson, declaró en su sentencia que existían dos razones por
las que se desestimaba la demanda:

En primer lugar, no considero que el acusado tuviera razones para


prever el riesgo de que el demandante sufriera esquizofrenia por efec-
to de esta experiencia […]. No estoy convencido de que fuera razona-
blemente previsible que un adulto aparentemente sano se arriesgue a
sufrir nada más que algunas molestias o incomodidades transitorias
debido a esta experiencia, que son diferentes de las enfermedades físi-
cas o mentales. […] En segundo lugar, el acusado no hace, o hizo,
nada que un profesional prudentemente razonable de la hipnosis
escénica hubiera hecho o dejado de hacer.

Esta sentencia es un buen ejemplo de aplicación de las normas ya


establecidas de la ley de negligencia a las que nos hemos referido
anteriormente. La aplicación de las normas a este caso nos permite
comprobar que ante la inexistencia de un riesgo razonable previsible
de que Gates sufriera efectos psicológicos adversos graves, McKenna
no estaba obligado a adoptar medidas preventivas para evitar tal ries-
go. Por ello fue absuelto de los daños de Gates, en cuanto que no
había actuado con negligencia.

Riesgo de empeoramiento de una condición existente

Este riesgo contempla la sustitución de una condición médica


adversa por una más grave. Ejemplos de la mismas han sido descri-
tas por Rosen y Bartmeier (1961) y otros autores (véase Capítulo 4)
una de las cuales consiste en que una psicosis esquizoide aguda ha
sustituido a un adormecimiento de brazo hipnóticamente tratado. En
estas circunstancias no hay duda de que el hipnotizador no podía
prever razonablemente esta reacción en el sujeto y por lo tanto no es
responsable de incurrir en negligencia.
NEGLIGENCIA 177

Riesgo de prolongar el trastorno

West y Deckert (1965) señalan que sólo existe una prueba indirec-
ta e inferencial relativa a que con tratamiento hipnoterapéutico los
trastornos requieran un período más prolongado del que necesitarí-
an para mejorarse o para curarse. No existen evidencias científicas
relativas a este peligro y, por lo tanto, no se considera como motivo
de demanda por negligencia.

Riesgo de alivio superficial

Un ejemplo de este riesgo ha sido descrito en el Capítulo 4, donde


el sujeto hipnotizado es tratado satisfactoriamente de lo que se supo-
nía que era un dolor por migraña, cuando el dolor era causado por
un tumor cerebral. En esta circunstancia se eliminó el síntoma, pero
se permitió que el origen de la causa pasara inadvertido y sin trata-
miento, en perjuicio de la salud mental y física del sujeto.
Aunque el tumor era de origen orgánico podría defenderse que el
hipnotizador era responsable de daños adicionales al sujeto por la no
detección de la condición médica adversa progresiva. Sin embargo,
en la práctica rara vez se presentan estas circunstancias y el grado de
riesgo implicado es mínimo, por ello no puede decirse que el hipno-
tizador haya procedido con negligencia por no prever razonablemen-
te y por no diagnosticar el peligro.
Para finalizar este capítulo sobre negligencia e hipnosis, se puede
afirmar que un hipnotizador sólo sería inculpado por daños a un
sujeto en los casos de no finalización completa y adecuada del tran-
ce hipnótico, o cuando no haya hecho ningún esfuerzo para que se
produzca dicha finalización.
14 Conclusiones básicas para el
ejercicio de una buena práctica

Conclusiones

• La inducción del trance hipnótico no es una agresión ilegal


sobre la mente. No puede producirse un delito penal (en el sen-
tido de cometer un delito penal o civil) sin que se haya causa-
do algún daño o lesión del tipo que aparece recogido en el
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM-IV). La hipnosis per se no se asocia con efectos psicoló-
gicos adversos cuya descripciones se incluyan en el DSM-IV.
• La aplicación de las terapias hipnóticas puede producir efectos
psicológicos adversos graves registrados en el DSM-IV. Sin
embargo, no por ello se comente un delito penal, en ausencia
de toda forma de mes rea. Además, en derecho civil tampoco se
incurre en delito, porque no sólo es requisito que exista el acto
físico del actus rea, sino también que se establezca contacto
con la víctima.
• En ciertas circunstancias la no finalización del trance hipnóti-
co podría justificar una acusación. Las dos circunstancias que
implican al hipnotizador consisten en que éste no finalice com-
180 HIPNOSIS SEGURA

pleta y adecuadamente el trance o no haga ningún esfuerzo por


lograrlo. Los efectos adversos derivados de las circunstancias
de no finalización podrían justificar daños o lesiones graves
que satisfagan los requisitos de “daño corporal” de los artícu-
los 47 y 20 de la Ley de Delitos contra la Persona de 1861, siem-
pre que estos daños se encuentren entre los registrados en el
DSM-IV.
• Estas dos circunstancias de no finalización del trance no gene-
ran ninguna responsabilidad sobre el hipnotizador en lo que
respecta al delito de violación de la intimidad personal. Una
demanda por daños causados por un acto involuntario consti-
tuye causa de negligencia, y el derecho civil sólo reconoce los
actos intencionales como forma de mens rea.
• La hipnosis no es, y tampoco puede ser, una de las excepciones
a la norma general de que la persona no puede consentir ser
objeto de daños graves, ni en el derecho penal ni en el civil. En
el derecho penal la principal razón de que un sujeto no pueda
consentir que el hipnotizador no finalice el trance, en las dos
circunstancias previamente mencionadas, es que, para que cons-
tituya un delito, se requiere de un mens rea y la no finalización
conlleva una imprudencia. La no finalización del trance no
produce responsabilidad civil y, por lo tanto, el consentimiento
es irrelevante.
• El consentimiento informado no puede aplicarse a la induc-
ción del trance ni a otros procedimientos hipnóticos, entre
otras cosas, porque no conlleva cirugía ni pruebas invasivas.
• Un hipnotizador sólo puede ser inculpado por negligencia
cuando la no finalización del trance hipnótico genera en el
sujeto un daño registrado en el DSM-IV. A diferencia de las
dolencias registradas en el DSM-IV, el riesgo de los daños deri-
vados de la aplicación de las terapias es tan pequeño que su
previsión por parte del hipnotizador no es razonable. En con-
secuencia, un hipnotizador en un contexto terapéutico no incu-
rre en negligencia.
CONCLUSIONES BÁSICAS PARA EL EJERCICIO DE UNA BUENA PRÁCTICA 181

• Aunque no exista consenso, ni siquiera entre los expertos, con


respecto a la naturaleza de la hipnosis, a lo largo del libro se ha
sugerido que probablemente las pruebas de los expertos sobre
las características del trance hipnótico serán aceptables para
los tribunales.
Apéndice A

Parte I – Guión de inducción del método permisivo


(Fijación ocular con relajación progresiva)

Recuéstate cómodamente en la silla. Escoge un punto en el techo,


que esté levemente por detrás de tu cabeza. Mira hacia arriba y hacia
atrás en dirección al punto que has seleccionado… Muy bien. Ahora
mantén tu mirada fija en ese punto del techo. Déjate llevar… y suél-
tate… deja que se relajen completamente todos los músculos de tu
cuerpo. Inspira… y expira… tranquilamente. Ahora quiero que te con-
centres en tus pies y tobillos, deja que se relajen, que se adormezcan…
que se suelten… comenzarás a sentir una sensación de pesadez en tus
pies. Como si tus pies fueran tan pesados como el plomo… como si se
hundieran en la alfombra. Mantén la mirada fija en ese punto del
techo… y mientras lo haces, observarás que tus párpados comienzan
a ser más y más pesados… de modo que querrán cerrarse. Cuando
sientas que tus párpados quieren cerrarse… déjales que lo hagan.
Déjate llevar. Permite que los músculos de tus pantorrillas y muslos se
adormezcan y se relajen… deja que se relajen… que se adormezcan y
se relajen. Y mientras lo hacen, sientes que tus ojos están cada vez
más cansados… más y más cansados. Comienzan a lagrimear. En bre-
ve los sentirás tan pesados que querrán cerrarse. Cuando sientas que
184 HIPNOSIS SEGURA

quieren cerrarse… deja que lo hagan… deja que se cierren completa-


mente, déjales funcionar por sí solos. Permite que se deshaga la ten-
sión… entrégate a esta sensación tan… tan agradable… relajada…
somnolienta. Deja que todo tu cuerpo se adormezca y se relaje… sien-
te su pesadez, como si fuera de plomo. Ahora, deja que se relajen los
músculos de tu estómago… que se adormezcan… que se relajen… y a
continuación los músculos del pecho y de la espalda… que se ador-
mezcan… que se relajen… los sientes muy… muy relajados, que se
relajen completamente. Y comienzas a experimentar todo el peso de
tu cuerpo, como si fuera de plomo. Como si tu cuerpo quisiera hun-
dirse más y más en la silla. Disfruta de esa sensación del peso de tu
cuerpo… como si fuera de plomo. Deja que el peso de tu cuerpo te
permita hundirte más y más en la silla, cada vez estás más cómodo. Y
a medida que lo haces… tus párpados se sienten más y más pesados.
Tan… tan pesados que quieren cerrarse. Y ahora, esa sensación de
relajación se extiende a los músculos de tus manos, brazos, hombros
y cuello. Deja que se relajen los músculos de tu cuello… que se ador-
mezcan… que se relajen completamente. Y a medida que lo hacen…
percibirás el peso de tus manos y brazos… como si fueran tan pesa-
dos como el plomo. Permite que se relajen completamente. Y esta sen-
sación de peso se extiende agradablemente a través de los músculos
del cuello y de la cara hasta los párpados. Y mientras lo hace… tus
párpados se sienten muy… muy cansados y muy… muy… pesados.
Están tan cansados y son tan pesados que quieren cerrarse. Ahora
quieren cerrarse… cerrarse y percibes la agradable sensación de la
tensión que te abandona y tu cuerpo está más y más relajado. Tus ojos
quieren cerrarse,… ahora… se cierran… se cierran más y más.

¡Duérmete!

Parte II - Guión de inducción del método intermedio


(Método de levitación de mano de Erickson)

Quiero que te sientes cómodamente, y que te relajes. Coloca las pal-


mas de tus manos sobre tus muslos. Fíjate en tus manos… y sigue
observándolas… muy… muy atentamente. Y mientras te relajas de este
APÉNDICE A 185

modo… advertirás que ocurren algunas cosas… que no habías perci-


bido antes. Te las iré indicando. Ahora quiero que te concentres en
todas las sensaciones y sentimientos que percibas en tus manos… no
importa como sean. Es posible que sientas la textura del material del
pantalón/falda sobre la que descansan las manos. Puedes sentir el calor
de tus manos sobre tus muslos… o cierta sensación de hormigueo en
las manos. No importa cómo sean las sensaciones… quiero que las per-
cibas atentamente. Sigue concentrándote en las manos. Parecen bas-
tante inmóviles… descansando en una posición… sin embargo hay
cierto movimiento… aunque aún sea imperceptible. Sigue concen-
trándote en tus manos. No permitas que la atención se desvíe de ellas.
Espera simplemente a ver qué movimiento está a punto de surgir.
Será interesante observar cuál de tus dedos se mueve en primer
lugar. Puede ser cualquiera de los dedos… o incluso el pulgar. Pero se
moverá uno de los dedos. No sabes cuál de ellos lo hará, ni siquiera
de cuál de las manos. Yo tampoco lo sé… pero seguimos fijándonos
en ellas… y comprobarás que uno de ellos se mueve. Posiblemente de
tu mano derecha. ¡Lo ves! Se ha movido el dedo pulgar… tal como te
lo he dicho. Y ahora advertirás que algo interesante comienza a suce-
der. Comprobarás que la distancia entre los dedos comienza a
aumentar gradualmente. Los dedos comienzan a apartarse unos de
otros… y observaras que el espacio entre los dedos se amplia más y
más. Tus dedos comienzan a alejarse entre sí, más y más, más y más.
Los espacios entre los dedos son cada vez más amplios.
Ahora, quiero que observes atentamente lo que está ocurriendo.
Tus dedos querrán apartarse, alzarse lentamente del muslo… como si
quisieran elevarse más y más, cada vez más arriba. ¡Míralo! El dedo
índice ya lo ha hecho. Y mientras lo hace… los dedos restantes quie-
ren seguirle. (Los dedos restantes comienzan a alzarse).
A medida que todos los dedos se elevan… sientes que tu mano es
cada vez más ligera. Tan ligera… que toda la mano se elevará lentamen-
te en el aire… y la sientes como si fuera tan ligera como una pluma…
como si fuera una pluma. Como si se tratara de un globo que se eleva
lentamente por los aires. Subiendo y subiendo, más y más arriba. Tu
mano es cada vez más y más ligera. (La mano comienza a levantarse).
186 HIPNOSIS SEGURA

A medida que tu mano comienza a elevarse… advertirás que todo


tu brazo es cada vez más ligero. También quiere alzarse por los
aires… como si fuera tan ligero como una pluma. Como si un globo
tirara de él. Alzándolo más y más por los aires, tirándo de él más y
más. Tu brazo es cada vez más ligero, más y más ligero. (Comienza a
elevarse el brazo, un palmo por encima del muslo, y el sujeto lo
observa atentamente).
Sigue observando cómo se alzan lentamente… tu mano y brazo
por los aires. Y a medida que lo hacen… comenzarás a sentir sueño y
cansancio. Percibe la somnolencia y cansancio de tus ojos. A medida
que tu brazo continúa elevándose… te sientes más… y más cansado y
relajado…, sientes mucho… mucho sueño. Percibirás el cansancio en
tus ojos… y los párpados querrán cerrarse. A medida que el brazo se
eleve… más y más… querrás sentirte más y más… relajado. Desearás
disfrutar de este sentimiento agradable… relajado… y somnoliento.
Déjate llevar… abandónate completamente a esta cómoda… relajada
y tranquila sensación.
Tu brazo sigue alzándose más… y más, cada vez más arriba. Más
y más… arriba. Y tú sientes mucho… sueño. Sientes que los párpa-
dos son cada vez más pesados. Tu respiración es cada vez más lenta…
y más profunda. Respira lenta y profundamente… inspira… y expi-
ra… inspira y expira.
Sigues observando tu brazo y mano… y sientes cada vez más sue-
ño y mayor relajación. Y ahora observarás que tu mano cambia de
dirección. El codo comienza a doblarse… y la mano comienza a
moverse… lentamente en dirección a la cara, cada vez más próxima
a ella. A medida que se aproxima más y más… sientes cada vez más
y más sueño… y sientes que te vas a quedar dormido. Más y más pró-
xima a tu cara…, sientes más y más sueño… cada vez más próximo a
dormirte. A pesar del sueño… no debes dormirte hasta que tu mano
alcance la cara. Pero cuando tu mano toque la cara… caerás inme-
diatamente dormido, en un profundo sueño. (La mano del sujeto toca
su cara y se cierran los ojos).
Duérmete, duérmete profundamente. Y mientras duermas te senti-
rás muy… muy cansado… y relajado. Déjate llevar… disfruta de la
completa relajación. No pienses en nada que no sea el profundo sueño.
APÉNDICE A 187

Parte III - Guión de inducción del método autoritario


(Técnica de Elman adicionalmente modificada)

Ahora… relájate cómodamente e inspira profundamente. A medi-


da que expulses el aire, cierra los ojos. Deja que todo tu cuerpo se
relaje, desde la cabeza hasta los dedos de los pies y mientras lo haces
cierra y aprieta más y más lo ojos. A medida que cierras más y más
los ojos, tu cuerpo se relaja más y más. Y cuanto más se relaja tu
cuerpo más se cierran tus ojos. Cuanto más se relajan todos los mús-
culos de tus ojos, tu cuerpo se relaja más y más. De hecho, los mús-
culos de los ojos están tan relajados que ya te despreocupas de usar-
los. No los uses. Permite que se relajen más y más. Bien… muy bien.
Ahora cuando cuente hasta tres tus ojos se abrirán y cuando cuente
hacia atrás, del tres al uno, se volverán a cerrar y tu sensación de re-
lajación se duplicará… uno, dos, tres –ojos abiertos– tres, dos, uno
–ojos cerrados y profundamente relajado, profunda, profundamente
relajado.
Si el sujeto abre los ojos después de haber contado los números, con-
viene seguir el siguiente procedimiento:
Bien… bien… ahora deja que vuelvan a cerrarse y duplica la sen-
sación de relajación. Estás muy, muy relajado…. Todo el contorno de
tus ojos está relajado: los párpados, el globo ocular y cada uno de los
músculos que controla el movimiento de los ojos. Permite que cual-
quier tensión restante se elimine… y siente la relajación, tanto que no
querrás que los músculos hagan ningún esfuerzo. Deja que se relajen
más y más hasta que temporalmente queden fuera de acción. Abre los
ojos. Bien… bien… bien… ahora ábrelos realmente y ciérralos de
nuevo y duplica la sensación de relajación. (El proceso puede repetir-
se una y otra vez hasta que el sujeto siga las instrucciones).
Ahora se relaja todo tu cuerpo… todos los músculos del rostro, los
pómulos y las mandíbulas… a lo largo de los músculos del cuello has-
ta los hombros. Se relajan los músculos y huesos de la espalda, cada
músculo y nervio de la espina dorsal. A partir de los hombros cada
brazo y mano, y a través del pecho, los músculos del estómago hasta
los dedos de los pies… todos ellos están profundamente relajados.
188 HIPNOSIS SEGURA

(A continuación se presenta una parte de la inducción, pero puede


ser útil también para intensificar el trance).
Ahora quiero que veas en tu mente el número 100… lo ves frente
a ti. En breve te pediré que cuentes mentalmente hacia atrás desde el
cien, pero cuando pierdas la cuenta o no quieras seguir más, quiero
que alces el primer dedo de tu mano derecha. Te repito, cuando pier-
das la cuenta o no quieras seguir más, quiero que alces el primer
dedo de tu mano derecha. Presta atención al número 100 en tu ima-
ginación y con cada número que cuentes se doblará tu sensación de
relajación… estarás cada vez más relajado, más y más relajado.
Contaré contigo los tres primeros números… noventa y nueve… más
y más relajado, noventa y ocho… más y más relajado. Deja que los
números desaparezcan lentamente… y que tu relajación sea más y
más profunda. Noventa y siete… más y más relajado. No te preocu-
pes más por contar…. Los números se emborronan… deja que desa-
parezcan. No te preocupan… estás profundamente relajado…
Duérmete. (Es permisible, tras un largo silencio, repetir las instruccio-
nes de la respuesta ideomotora, y si aún no hay respuesta se entiende
que ya se ha inducido el trance).

Parte IV – Profundización mediante el guión de imaginería


(De vacaciones)

Me gustaría que imaginaras estar de vacaciones. Estás en un pre-


cioso lugar donde siempre brilla el sol y donde la temperatura es de
tu agrado. Dedicas parte del día a relajarte y parte, si lo deseas, a
conocer el entorno o a otras actividades interesantes. Ésta es la par-
te relajante. Pasea libremente por los jardines, y disfruta del pacífico
escenario que hay frente a ti. Advierte la masa de plantas exóticas con
los vívidos colores de las flores. Respira profundamente… y a medi-
da que expulsas el aire relájate más y más. Dirígete hacia las flores y
a medida que te aproximes a ellas advertirás su fragancia. Inspira
profundamente otra vez e inhala el suave y cálido aire perfumado…
APÉNDICE A 189

y mientras lo expulsas, relájate más y más. Ahora sigue con tu paseo,


por ese serpenteante sendero que te llevará hasta la playa. Con cada
paso que des te sentirás más y más relajado. Ahí está la playa, con
todos sus kilómetros de arena dorada. Observas una sombrilla que
parece estar esperándote y bajo ella una tumbona invitadora. Cruzas
la arena hasta la silla, te sientas en ella, arrojas tus zapatos y te recli-
nas. Ajustas la sombrilla para que te cubra tal y como tú quieras…
Inhalas profundamente el aire del mar, y mientras lo expulsas te sien-
tes cada vez más relajado. Observa el mar, de un azul brillante y plá-
cido como una balsa, las olas llegan lenta y perezosamente hasta la
arena y un barco de pesca, con todo su colorido, se balancea en el
agua. Brilla el sol, el cielo está límpido y no hay ninguna nube…
Respira profundamente, y mientras expulsas el aire relájate más y
más. Duérmete… en un sueño profundo, muy profundo, más pro-
fundo que nunca antes.

Parte V – Guión de terminación

En breve… cuando cuente hasta siete… abrirás los ojos y te senti-


rás completamente despierto otra vez. Te despertarás sintiéndote
mucho mejor después de este profundo y relajante sueño. Te sentirás
completamente relajado… mental y físicamente relajado… bastante
tranquilo y sereno… sin la más mínima sensación de somnolencia o
cansancio. La siguiente vez… no sólo te resultará más rápido y fácil
dormirte… además te relajarás mucho más profundamente. Cada
vez, de hecho… tu sueño será más y más profundo. Uno, estás pen-
sando en despertarte… dos, comienzas a ser consciente… tres, pron-
to estarás completamente despierto y despejado… cuatro, estás vol-
viendo a tu conciencia plena… cinco, estás recuperando la concien-
cia plena de los estados de vigilia… seis, ahora mismo estás en ……
(lugar) y son las …… (hora)… siete, abre los ojos… estás despierto
y despejado.
190 HIPNOSIS SEGURA

Parte VI – Sistema de Lecron y Bordeau para definir la profun-


dizad del trance

Profundidad Síntomas y fenómenos mostrados


No susceptible El sujeto no reacciona de ningún modo
Hipnoidal Relajación física
Aparente somnolencia
Parpadeos rápidos
Cierra los ojos
Relajación mental, letargo mental parcial
Pesadez en los miembros
Trance ligero Catalepsia de ojos
Catalepsia parcial de miembros
Inhibición de grupos musculares pequeños
Enlentecimiento y profundización del ritmo
respiratorio y cardíaco
Lasitud intensa (poco inclinado a moverse, a
hablar, a pensar o a actuar)
Movimientos involuntarios de boca o mandíbula
durante la inducción
Rapport entre sujeto e hipnotizador
Atención a las sugestiones post-hipnóticas simples
Comienzo involuntario o movimientos de ojos al
despertarse
Cambios de personalidad
Sensación de pesadez en todo el cuerpo
Sentimiento de separación parcial
Trance medio El sujeto reconoce el trance
Inhibición muscular completa
Amnesia parcial
Anestesia
Ilusiones táctiles
Ilusiones gustativas
Ilusiones olfativas
Catalepsia total de miembros del cuerpo
APÉNDICE A 191

Profundo o Capacidad para abrir los ojos sin afectar al trance


sonambular Mirada fija cuando se abren los ojos; dilatación
pupilar
Sonambulismo
Amnesia completa
Amnesias posthipnóticas sistematizadas
Anestesia completa
Anestesia posthipnótica
Atención a sugestiones posthipnóticas extrañas
Movimientos incontrolados de globos oculares;
coordinación de ojos
Sensaciones de levedad, flotación, balanceo, de
estar hinchado o de estar separado
Rigidez y desfase en los movimientos y reacciones
musculares
Variación recurrente en el volumen de voz del
hipnotizador
Control de las funciones corporales orgánicas
(ritmo cardíaco, presión arterial, digestión, etc.)
Recuperación de memorias olvidadas
(hiperamnesia)
Regresión de edad
Alucinaciones visuales positivas, posthipnóticas
Alucinaciones visuales negativas, posthipnóticas
Alucinaciones auditivas positivas, posthipnóticas
Alucinaciones auditivas negativas, posthipnóticas
Estimulación de sueños (durante el trance o
durante el sueño normal después de la hipnosis)
Hiperanestesia
Experiencia de sensaciones de color
Trance plenario Estado de estupor en el que se inhibe toda actividad
espontánea. Se puede producir sonambulismo si
se sugiere tal efecto.
Apéndice B

Parte I – Categorías principales del DSM-IV


(Del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales-1994)

Delirio, demencia y trastornos cognitivos: demencias (Ej. Alzhei-


mer), trastornos amnésicos.
Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos: esquizofrenia (de tipo
paranoide, desorganizado, catatónico, indiferenciado y residual);
trastorno esquizofrénico; trastorno esquizoafectivo.
Trastornos relacionados con el consumo de sustancias: trastor-
nos por consumo de alcohol; trastornos por consumo de alucinó-
genos; trastornos por consumo de sustancias sedantes, hipnóticas
o ansiolíticas.
Trastornos del estado de ánimo: trastornos depresivos (Ej. trastorno
depresivo mayor); trastornos bipolares (Ej. bipolar I como el episo-
dio maníaco único y trastorno bipolar II como los episodios mania-
co depresivos recurrentes con hipomanía) y trastorno ciclotímico.
Trastornos de ansiedad: trastorno pánico (con y sin agorafobia);
agorafobia; fobia específica o simple; fobia social; trastorno obse-
sivo-compulsivo; trastorno por estrés postraumático.
Trastornos somatomorfos: trastorno por somatización; trastorno de
conversión e hipocondría.
194 HIPNOSIS SEGURA

Trastornos disociativos: trastorno disociativo; fuga disociativa, tras-


torno de identidad disociativa o trastorno de personalidad múlti-
ple; trastorno de despersonalización.
Trastornos adaptativos: Trastorno adaptativo (con ansiedad, estado
anímico depresivo, alteraciones de conducta o mezcla de altera-
ciones de emociones y conducta, o mezcla de ansiedad y depre-
sión).
Trastornos inicialmente diagnosticados en la infancia, la niñez o
la adolescencia: retraso mental (medio, moderado, grave, pro-
fundo); dificultades de aprendizaje (dislexia, discalculia o disgra-
fía); trastornos por comportamiento disruptivo/ déficit de aten-
ción /con hiperactividad.
Trastornos de personalidad: paranoide, esquizoide, esquizotípico,
antisocial, límite, histriónico, narcisista, por evitación, depen-
diente, obsesivo-compulsivo.
Trastornos sexuales y de identidad de género: trastornos del deseo
sexual, trastornos en la activación sexual, parafilias (Ej. exhibicio-
nismo, fetichismo, voyerismo), trastornos de identidad de género
(en niños, adolescentes o adultos).
Trastornos del control de impulsos que no se hayan clasificado
en algún otro apartado: trastorno explosivo intermitente, clepto-
manía, piromanía, juego patológico.
Trastornos facticios: trastorno facticio con signos y síntomas pre-
dominantemente fisiológicos o físicos.
Trastornos del sueño: disomnias (Ej. insomnio primario, narcolep-
sia), parasomnias (Ej. terrores nocturnos, sonambulismo).
Trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia
nerviosa.
Trastornos mentales debidos a una enfermedad médica y no cla-
sificado en otros apartados: trastorno catatónico debido a una
enfermedad médica, cambio de personalidad debido a enferme-
dad médica.
Otros trastornos que puedan requerir atención clínica: proble-
mas racionales, problemas relacionados con el maltrato o la negli-
gencia, problemas adicionales que puedan ser objeto de atención
APÉNDICE B 195

clínica (Ej. duelo, problemas ocupacionales, problemas relaciona-


dos con las fases de la vida).

Parte II – Listado de complicaciones asociadas a la hipnosis de


MacHovec
Adormecimiento del brazo Exceso de dependencia
o cuello
Alucinaciones táctiles Insomnio
Anergia Interpretaciones sexuales
Ansiedad, ataques de pánico Lesión, incomodidad física
Aversión fóbica Lagrimeos incontrolados
Cambio de personalidad Malinterpretación de la
sugestión
Comportamiento antisocial Mareos
Conductas regresivas Miedos o temeridad
Confusión Nauseas y vómitos
Crisis de identidad Pensamiento delirante
Culpabilidad Pérdida de comprensión/
concentración
Déficit de atención Psicosis
Depresión Reacciones histriónicas
Descompensación de tipo Recuerdo traumático
psicótico
Desmayos Reducción del umbral del estrés
Despersonalización Retraso psicomotor
Desrealización Rumiaciones obsesivas
Deterioro de las habilidades Somatización
de afrontamiento
Deterioro, distorsión de la Somnolencia, sueño excesivo
memoria
Disfunción sexual Sueños
Distorsiones de la imagen Sustitución del síntoma
corporal/auto-imagen
Dolores de cabeza Temblores
Estupor Trance
Índice de materias

Abreacción espontánea, 125 Contexto del laboratorio, 89, 100


Actividad ideosensorial, 51 Contexto terapéutico, 93
Acto delictivo, 129 Conversión de síntomas, 81
Actus reus, 127, 130 Crisis, 18
Ansiedad extrema o pánico, 79 Cumplimiento hipnótico, 120
Apendicitis, 83 Curas milagrosas, 15, 17
Auto-hipnosis, 101 Daño psicológico, 64
Auto-protección, 111 Daños graves, 128
Características de la hipnosis, 48 Daños leves, 128
CIE-10, 65 Deber de atención, 166
Coerción hipnótica, 109 Defensa válida, 127
Condición preexistente, 70, 124 Definición de hipnosis, 46
Conducta de interpretación, 83 Depresión, 80
Conducta suicida, 83 Desensibilización, 22
Consentimiento, 147 Deshipnotización, 99, 125
Consentimiento implícito, 148, Desorientación cognitiva, 94
151 Disociación, 29
Consentimiento informado, 156 DSM-IV, 65, 145
Contexto clínico, 89, 101 Efectos adversos, 69
198 HIPNOSIS SEGURA

Efectos psicológicos adversos, 73 Negligencia, 140, 144, 161


Electroencefalograma (EEG), 57 Previsión razonable, 163
Escalas de susceptibilidad Profundidad del trance, 47
hipnótica, 41 Profundización, 37
Esquizofrenia, 70 Pronóstico, 158
Exceso de dependencia, 83 Psicopatologías, 92
Fantasías de seducción sexual, 82 Psicosis precipitada, 79
Finalización del trance, 38, 99 Regresión de edad, 49
Hipnosis clínica, 75 Relajación progresiva, 35
Hipnosis de laboratorio, 75 Responsividad, 56
Hipnosis escénica, 74, 87, 123 Respuesta condicionada, 27
Hipnosis terapéutica, 74 Riesgos, 63
Imaginería, 38 Secuelas, 75
Imprudencia, 136, 153 Sueño lúcido, 19
Incumplimiento, 166, 169 Sugestibilidad, 24, 48
Inducción al trance hipnótico, 33, Sugestión, 23, 24
89 Sugestión directa, 37
Intención, 131, 146 Suicidio, 80
Intención directa, 132 Susceptibilidad, 39
Intención oblicua, 132 Sustitución de síntomas, 82
Intencionalidad, 144 Templos de sueño, 16
Magnetismo animal, 17 Teoría del estado, 53
Mecanismos de defensa, 28 Trance hipnótico, 33
Mens rea, 129, 130, 131 Trastorno psiquiátrico, 66
Mente inconsciente, 29 Trastornos psicóticos, 66
Métodos de inducción, 35 Violación de la intimidad, 143
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63. TRATAMIENTO DEL COMPORTAMIENTO CONTRA EL INSOMNIO PERSISTENTE,
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67. CONDUCTISMO Y POSITIVISMO LÓGICO, por Laurence D. Smith.
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80. AGRESIÓN. Causas, consecuencias y control, por Leonard Berkowitz.
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Michael J. Mahoney (Ed.).
89. GUÍA PRÁCTICA PARA UNA NUEVA TERAPIA DE TIEMPO LIMITADO, por Hanna Levenson.
90. PSICOLOGÍA. Mente y conducta, por Mª Luisa Sanz de Acedo.
91. CONDUCTA Y PERSONALIDAD, por Arthur W. Staats.
92. AUTO-ESTIMA. Investigación, teoría y práctica, por Chris Mruk.
93. LOGOTERAPIA PARA PROFESIONALES. Trabajo social significativo, por David Guttmann.
94. EXPERIENCIA ÓPTIMA. Estudios psicológicos del flujo en la conciencia, por Mihaly Csikszentmi-
halyi e Isabella Selega Csikszentmihalyi.
95. LA PRÁCTICA DE LA TERAPIA DE FAMILIA. Elementos clave en diferentes modelos, por
Suzanne Midori Hanna y Joseph H. Brown.
96. NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE LA RELAJACIÓN, por Alberto Amutio Kareaga.
97. INTELIGENCIA Y PERSONALIDAD EN LAS INTERFASES EDUCATIVAS, por Mª Luisa Sanz de
Acedo Lizarraga.
98. TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO. Una perspectiva cognitiva y neuropsicológica, por Frank
Tallis.
99. EXPRESIÓN FACIAL HUMANA. Una visión evolucionista, por Alan J. Fridlund.
100. CÓMO VENCER LA ANSIEDAD. Un programa revolucionario para eliminarla definitivamente, por
Reneau Z. Peurifoy.
101. AUTO-EFICACIA: CÓMO AFRONTAMOS LOS CAMBIOS DE LA SOCIEDAD ACTUAL, por
Albert Bandura (Ed.).
102. EL ENFOQUE MULTIMODAL. Una psicoterapia breve pero completa, por Arnold A. Lazarus.
103. TERAPIA CONDUCTUAL RACIONAL EMOTIVA (REBT). Casos ilustrativos, por Joseph Yankura
y Windy Dryden.
104. TRATAMIENTO DEL DOLOR MEDIANTE HIPNOSIS Y SUGESTIÓN. Una guía clínica, por
Joseph Barber.
105. CONSTRUCTIVISMO Y PSICOTERAPIA, por Guillem Feixas Viaplana y Manuel Villegas Besora.
106. ESTRÉS Y EMOCIÓN. Manejo e implicaciones en nuestra salud, por Richard S. Lazarus.
107. INTERVENCIÓN EN CRISIS Y RESPUESTA AL TRAUMA. Teoría y práctica, por Barbara Rubin
Wainrib y Ellin L. Bloch.
108. LA PRÁCTICA DE LA PSICOTERAPIA. La construcción de narrativas terapéuticas, por Alberto
Fernández Liria y Beatriz Rodríguez Vega.
109. ENFOQUES TEÓRICOS DEL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO, por Ian Jakes.
110. LA PSICOTERA DE CARL ROGERS. Casos y comentarios, por Barry A. Farber, Debora C. Brink y
Patricia M. Raskin.
111. APEGO ADULTO, por Judith Feeney y Patricia Noller.
112. ENTRENAMIENTO ABC EN RELAJACIÓN. Una guía práctica para los profesionales de la salud,
por Jonathan C. Smith.
113. EL MODELO COGNITIVO POSTRACIONALISTA. Hacia una reconceptualización teórica y
clínica, por Vittorio F. Guidano, compilación y notas por Álvaro Quiñones Bergeret.
114. TERAPIA FAMILIAR DE LOS TRASTORNOS NEUROCONDUCTUALES. Integración de la neu-
ropsicología y la terapia familiar, por Judith Johnson y William McCown.
115. PSICOTERAPIA COGNITIVA NARRATIVA. Manual de terapia breve, por Óscar F. Gonçalves.
116. INTRODUCCIÓN A LA PSICOTERAPIA DE APOYO, por Henry Pinsker.
117. EL CONSTRUCTIVISMO EN LA PSICOLOGÍA EDUCATIVA, por Tom Revenette.
118. HABILIDADES DE ENTREVISTA PARA PSICOTERAPEUTAS
Vol 1. Con ejercicios del profesor
Vol 2. Cuaderno de ejercicios para el alumno, por Alberto Fernández Liria y Beatriz Rodríguez Vega.
119. GUIONES Y ESTRATEGIAS EN HIPNOTERAPIA, por Roger P. Allen.
120. PSICOTERAPIA COGNITIVA DEL PACIENTE GRAVE. Metacognición y relación terapéutica, por
Antonio Semerari (Ed.).
121. DOLOR CRÓNICO. Procedimientos de evaluación e intervención psicológica, por Jordi Miró.
122. DESBORDADOS. Cómo afrontar las exigencias de la vida contemporánea, por Robert Kegan.
123. PREVENCIÓN DE LOS CONFLICTOS DE PAREJA, por José Díaz Morfa.
124. EL PSICÓLOGO EN EL ÁMBITO HOSPITALARIO, por Eduardo Remor, Pilar Arranz y Sara Ulla.
125. MECANISMOS PSICO-BIOLÓGICOS DE LA CREATIVIDAD ARTÍSTICA, por José Guimón.
126. PSICOLOGÍA MÉDICO-FORENSE. La investigación del delito, por Javier Burón (Ed.).
127. TERAPIA BREVE INTEGRADORA. Enfoques cognitivo, psicodinámico, humanista y neuroconduc-
tual, por John Preston (Ed.).
128. COGNICIÓN Y EMOCIÓN, por E. Eich, J. F. Kihlstrom, G. H. Bower, J. P. Forgas y P. M. Niedenthal.
129. TERAPIA SISTÉMICA DE PAREJA Y DEPRESIÓN, por Elsa Jones y Eia Asen.
130. PSICOTERAPIA COGNITIVA PARA LOS TRASTORNOS PSICÓTICOS Y DE PERSONALIDAD,
Manual teórico-práctico, por Carlo Perris y Patrick D. Mc.Gorry (Eds.).
131. PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA TRANSCULTURAL. Bases prácticas para la acción, por Pau Pérez Sales.
132. TRATAMIENTOS COMBINADOS DE LOS TRASTORNOS MENTALES. Una guía de intervencio-
nes psicológicas y farmacológicas, por Morgan T. Sammons y Norman B. Schmid.
133. INTRODUCCIÓN A LA PSICOTERAPIA. El saber clínico compartido, por Randolph B. Pipes y
Donna S. Davenport.
134. TRASTORNOS DELIRANTES EN LA VEJEZ, por Miguel Krassoievitch.
135. EFICACIA DE LAS TERAPIAS EN SALUD MENTAL, por José Guimón.
136. LOS PROCESOS DE LA RELACIÓN DE AYUDA, por Jesús Madrid Soriano.
137. LA ALIANZA TERAPÉUTICA. Una guía para el tratamiento relacional, por Jeremy D. Safran y
J. Christopher Muran.
138. INTERVENCIONES PSICOLÓGICAS EN LA PSICOSIS TEMPRANA. Un manual de tratamiento,
por John F.M. Gleeson y Patrick D. McGorry (Coords.).
139. TRAUMA, CULPA Y DUELO. Hacia una psicoterapia integradora. Programa de autoformación en psi-
coterpia de respuestas traumáticas, por Pau Pérez Sales.
140. PSICOTERAPIA COGNITIVA ANALÍTICA (PCA). Teoría y práctica, por Anthony Ryle e Ian B.
Kerr.
141. TERAPIA COGNITIVA DE LA DEPRESIÓN BASADA EN LA CONSCIENCIA PLENA. Un nuevo
abordaje para la prevención de las recaídas, por Zindel V. Segal, J. Mark G. Williams y John D.
Teasdale.
142. MANUAL TEÓRICO-PRÁCTICO DE PSICOTERAPIAS COGNITIVAS, por Isabel Caro Gabalda.
143. TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DEL TRASTORNO DE PÁNICO Y LA AGORAFOBIA. Manual
para terapeutas, por Pedro Moreno y Julio C. Martín.
144. MANUAL PRÁCTICO DEL FOCUSING DE GENDLIN, por Carlos Alemany (Ed.).
145. EL VALOR DEL SUFRIMIENTO. Apuntes sobre el padecer y sus sentidos, la creatividad y la psicote-
rapia, por Javier Castillo Colomer.
146. CONCIENCIA, LIBERTAD Y ALIENACIÓN, por Fabricio de Potestad Menéndez y Ana Isabel Zuazu
Castellano.
147. HIPNOSIS Y ESTRÉS. Guía para profesionales, por Peter J. Hawkins.
148. MECANISMOS ASOCIATIVOS DEL PENSAMIENTO. La “obra magna” inacabada de Clark L. Hull,
por José Mª Gondra.
149. LA MENTE EN DESARROLLO. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro
ser, por Daniel J. Siegel.
150. HIPNOSIS SEGURA. Guía para el control de riesgos, por Roger Hambleton.
Este libro se terminó
de imprimir
en los talleres de
RGM, S.A., en Bilbao,
el 8 de enero de 2008.
La hipnosis conlleva riesgos. Este libro examina de forma
comprensiva e innovadora los daños que pueden ser causados
por una aplicación inoportuna de las técnicas hipnóticas en
contextos como la terapia, el laboratorio o las presentaciones
escénicas y evalúa la posibilidad de ocasionar daños y perjui-
cios personales y penales cuya responsabilidad recaería sobre
el hipnotizador.
De obligada lectura para hipnoterapeutas, hipnotizadores y
miembros de las profesiones legales y médicas, esta obra
incluye una amplia gama de casos legales y científicos recientes
que contemplan aspectos relativos a:
• Los delitos civiles y penale
• La inducció
• El consentimiento informad
• La coerción hipnótic
• Las condiciones preexistente
• La terminació
El lector hallará también comentarios sobre la historia de
la hipnosis, guiones de inducción para su aplicación apro-
piada, comparaciones teóricas y referencias a la naturaleza
de la hipnosis que incluyen el controvertido debate relativo
a la hipnosis como estado alterado de la conciencia.
Roger Hambleton dispone de un amplio currículum como
defensor y como acusador en causas judiciales y criminales.
Está licenciado en Psicología y en Criminología. Durante años
ha sido socio de un bufete de abogados ingleses. Experto en
la práctica de la hipnoterapia clínica, la Universidad Metropo-
litana de Manchester le condecoró por su experiencia e
investigación relativa a la hipnosis.

ISBN: 978-84-330-2106-9

,!7II4D3-acbagj!
www.edesclee.com biblioteca de psicología
La hipnosis conlleva riesgos. Este libro examina de forma
comprensiva e innovadora los daños que pueden ser causados
por una aplicación inoportuna de las técnicas hipnóticas en
contextos como la terapia, el laboratorio o las presentaciones
escénicas y evalúa la posibilidad de ocasionar daños y perjui-
cios personales y penales cuya responsabilidad recaería sobre
el hipnotizador.
De obligada lectura para hipnoterapeutas, hipnotizadores y
miembros de las profesiones legales y médicas, esta obra
incluye una amplia gama de casos legales y científicos recientes
que contemplan aspectos relativos a:
• Los delitos civiles y penale
• La inducció
• El consentimiento informad
• La coerción hipnótic
• Las condiciones preexistente
• La terminació
El lector hallará también comentarios sobre la historia de
la hipnosis, guiones de inducción para su aplicación apro-
piada, comparaciones teóricas y referencias a la naturaleza
de la hipnosis que incluyen el controvertido debate relativo
a la hipnosis como estado alterado de la conciencia.
Roger Hambleton dispone de un amplio currículum como
defensor y como acusador en causas judiciales y criminales.
Está licenciado en Psicología y en Criminología. Durante años
ha sido socio de un bufete de abogados ingleses. Experto en
la práctica de la hipnoterapia clínica, la Universidad Metropo-
litana de Manchester le condecoró por su experiencia e
investigación relativa a la hipnosis.

ISBN: 978-84-330-2106-9

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