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Epílogo

La serie de estudios que integran este libro tienen como objetivo brindar los fundamentos del
pensamiento económico, una aproximación a las principales líneas temáticas desde el mercantilismo
(con sus esbozos en el siglo XV por los bullionistas) hasta los neoclásicos del siglo XIX y
principios del siglo XX, que descansan sobre un largo proceso histórico de surgimiento, desarrollo y
consolidación del sistema económico capitalista.
El enfoque considera las distintas dimensiones de la economía: social, política y espacial; esto es,
los hechos y procesos económicos no pueden explicarse en una esfera autónoma y aislada. Las
relaciones son complejas pero resulta necesario encarar el desafío de enfrentar una fuerte tradición
que separa a las ciencias sociales mediante una operación artificial que no ocurre en la realidad: la
consolidación de ciertos sistemas económicos no fueron posibles sin determinados órdenes políticos
y condiciones sociales. Y también, sin un conjunto de postulados, ideas, teorías, que los justificaran.
A la vez, éstas han contribuido a definir políticas económicas y han debatido un asunto que sigue
generando polémicas, las concepciones de libre mercado con las recomendaciones de
intervencionismo estatal.
Las distintas teorías económicas deben contextualizarse con respecto al funcionamiento de los
sistemas económicos e incluyen: las alternativas de asignación de recursos, la acumulación de
riqueza y la distribución de los ingresos, tanto en términos agregados como a los distintos colectivos
que participan en el proceso productivo y en aquellos otros que, sin participar directamente de él,
forman parte del conjunto social.
Desde el siglo XV se desarrolla uno de los períodos de mayores cambios en la Europa moderna.
Hasta el siglo XVIII la política económica de las potencias europeas estuvo dominada por el
mercantilismo, que no constituía una teoría sistematizada sino una corriente de pensamiento
práctico que entendía que la riqueza de las naciones surgía del comercio. El propósito de los
Estados nacionales en formación era acumular reservas de metales preciosos para garantizar el
poder económico y militar. Y el poder militar era necesario para garantizar la seguridad de las rutas
marítimas. Para lograr estos objetivos debía de mantenerse el superávit comercial mediante el
proteccionismo y la promoción de las exportaciones.
Ahora bien, en el caso inglés, los gobernantes también se preocuparon por el desarrollo de
manufacturas y evitar que potenciales competidores hicieran lo mismo. No sólo era relevante el
comercio. Es más, en pleno auge del mercantilismo, surgió en Francia una escuela liberal, la
Fisiocracia, cuya traducción como “gobierno o poder de la naturaleza”, da cuenta del núcleo
principal de su argumentación. En un contexto de crisis económica y agrícola, los fisiócratas
defendían los intereses de los terratenientes y sostenían que la riqueza provenía de la producción y
particularmente de la tierra, la única que genera un excedente o producto neto. Los artesanos y
comerciantes no producen más de lo que consumen, por lo cual son considerados clase estéril o
gastadora. Como creadores del liberalismo económico en Europa, rechazaban los controles de
comercio exterior del mercantilismo y proponían un gobierno “natural”, resumiendo su programa en
la famosa frase “laissez faire, laissez passer”.
Adam Smith, considerado el padre del liberalismo económico, se mostró a favor del sistema
fisiocrático por su propuesta de reducir aranceles. En momentos en que se desarrollaba la
revolución industrial en Inglaterra, todavía poco visible para el autor de La Riqueza de las
Naciones, la división del trabajo en el sistema fabril, permitiría el crecimiento económico (por la
especialización, el ahorro de tiempo, el empleo de máquinas). Al igual que otro gran economista
clásico, David Ricardo, ese crecimiento (“riqueza”) de los países dependía de la acumulación de
capital y de la productividad que generaba. La acumulación, a la vez, dependía del alcance de la
división del trabajo, tanto en las fábricas como en términos de mercados, internos y externos.
En el caso del comercio exterior, el pensamiento clásico consideraba que si las naciones se
especializan en la producción de los bienes que producen con menor costo, y compran el resto en
otros mercados, obtienen un beneficio mayor que protegiendo sus industrias (como recomendaban
los mercantilistas), salvo honrosas excepciones, como cuando un ramo de la industria es necesario
proteger para la defensa nacional. Por ello, el Estado debía hacerse cargo además de la defensa, la
justicia y la educación de los pobres.
El liberalismo económico y la teoría de la mano invisible que había configurado Smith fueron
parcialmente difundidos a través de los libros de Jean B. Say, a quien corresponde la formulación de
la “ley” que lleva su nombre, según la cual, la producción de bienes genera una demanda agregada
efectiva suficiente para comprar todo los bienes ofrecidos, un canon que se mantendrá sin discusión
hasta la crisis del treinta del siglo siguiente. Si bien el autor francés mantiene la doctrina de Smith,
introduce novedades intelectuales, como el estudio de la utilidad del consumo, punta de lanza para
los economistas marginalistas; considera la figura del empresario, con influencias de Richard
Cantillon; y, en el límite de la reformulación de la teoría del valor, argumenta con mayor coherencia
las teorías de la distribución y del comercio internacional.
En el campo de la demografía económica, la obra de Thomas R. Malthus es imprescindible, con una
propuesta para “frenar” el crecimiento poblacional ante una tasa de variación menor de las
posibilidades alimenticias del sistema económico. Su postura conservadora también se refleja en su
análisis económico; ante la nostalgia de ese Antiguo Régimen en retirada, con una estructura
esencialmente agraria, sostiene la importancia de un consumo “improductivo” por parte de los
terratenientes, ante la crisis que produce el capitalismo (con un análisis muy opuesto a Say), para así
amortiguarla. Estará profundamente enfrentado también a David Ricardo, defensor de los intereses
industriales.
Karl Marx efectuará una crítica demoledora contra la escuela clásica, considerada una perspectiva
burguesa del capitalismo. Enuncia las leyes del desarrollo de la sociedad capitalista y aporta un
nuevo método de análisis (dialéctica materialista) para el estudio de los fenómenos sociales y
económicos, una nueva interpretación de la historia que va a tener importantes repercusiones.
Formula una teoría del valor-trabajo que le permite introducir los conceptos centrales de plusvalía y
explotación. El capitalista intercambia dinero por recursos productivos y mercancías y, luego de un
proceso productivo, aquéllas por dinero, obteniendo al fin del ciclo productivo una diferencia
positiva o plusvalía que permitirá la acumulación.
Muy distante de los postulados clásicos estaba la postura de Friedrich List, periodista y político
alemán que batalló por el desarrollo industrial de un país en formación y contra el liberalismo,
también se constituirá en un antecesor de la escuela histórica. La idea central del autor era que un
país necesitaba industrializarse para crecer y acumular poder, y que la política de liberalismo
comercial en boga en la época sólo beneficiaba al país que ya contaba con una industria
competitiva, esto es a Gran Bretaña. Otras diferencias con la escuela clásica inglesa estaban en que
el punto de partida del análisis económico no debía ser el de los intereses individuales, sino el de la
nación. La unificación de la nación alemana sería fundamental, y List luchó promoviendo la
eliminación de aranceles entre los pequeños estados para fomentar un mercado único y crear una
zona de libre comercio. También los historicistas propondrán un método particularista que considere
las trayectorias de las economías para explicar un determinado estado del sistema con atención a los
cambios históricos que conducen a comprender a la sociedad.
Desde finales del siglo XIX se establecerá fuertemente un paradigma que será dominante hasta la
crisis de los años treinta y que con ciertas adaptaciones, aún continúa como perspectiva formativa
de los economistas. El contexto económico era bien diferente, con una importante etapa de
crecimiento económico, que permitirá el estudio de una dimensión microeconómica. Y si bien
pueden reconocerse varios centros nacionales de estudio y despliegue de lo que se conocerá como
escuela neoclásica, la figura de Alfred Marshall se destaca al lograr una “síntesis” de una
determinada forma de análisis económico. La precisión matemática, la teoría del valor subjetiva, la
importancia de los mercados en la determinación de los precios tanto en los bienes como en los
factores productivos, permitirá maximizar las preferencias de los agentes individuales teniendo en
cuenta la limitación de los factores productivos disponibles.
Entre las perspectivas críticas también debe mencionarse al institucionalismo americano, surgido a
finales del siglo XIX en los Estados Unidos. Contraponiéndose a la escuela neoclásica, entendía que
la economía no podía ser separada de lo social; además, en el estudio de la economía no solamente
deben considerarse los mecanismos del mercado sino también las instituciones creadas por
decisiones de los agentes sociales.

Finalmente, en este recorrido por las principales líneas del pensamiento económico, adherimos a la
postura de Schumpeter al entender que nuestra propuesta apunta también a contribuir al múltiple
propósito pedagógico destacado por el gran economista austríaco del siglo XX: primero, poner en
evidencia las raíces históricas de la economía actual; en segundo lugar, ser fuente de inspiración
para nuevas ideas y, por último, como gran parte de las ciencias sociales, alentar el afán por
comprender el espíritu humano. Pero además, desde nuestra perspectiva, procuramos en cada
capítulo considerar a la economía en un sentido muy diferente al que marca la ortodoxia, una
ciencia social, y por ello, concluimos con la necesidad de volver a incorporar la historia para
conectar a la disciplina con la realidad pasada o actual.

Aldo Fabio Alonso

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