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Colección

H O M B R E Y SOCIEDAD HISTORIA D E L A
DELEUZE, G. I D E A D E PROGRESO
Empirismo y subjetividad
LAPASSADE, G.
Grupos, organizaciones e instituciones
LAPASSADE, G.
Autogestión pedagógica
GRAMSCI, A .
Pasado y presente
L A P L A N T I N E , F.
por
Las voces de la imaginación colectiva
L A P L A N T I N E , F.
Introducción a la etnopsiquiatria
Robert Nisbet
LAPASSADE, G.
El analizador y el analista
LAPASSADE, G.
Socioanálisis y potencial humano
LEFEBVRE, H .
Hacia el cibernántropo

Serie Mediaciones

M I C H E L FOUCAULT
La verdad y las formas jurídicas
JEAN B A U D R I L L A R D
El espejo de la producción
ROBERT NISBET
Historia de la idea de progresi

gedisa
Títuio del original i n g l é s : INDICE
History of the idea of progress
© Basic Books, Inc., 1980

Director de la Serie Mediaciüiies


Enrique L y n c h

Traducción: E n r i q u e Hegewicz
Prefacio 11

Cubierta: Torres A g ü e r o PRIMERA PARTF

GL^NESIS Y DESARROLLO DE LA IDEA DE PROGRESO . . 15

Introducción 17
I r a . e d i c i ó n en Barcelona, enero de 1981
Capitulo primero. El mundo clásico 27
Capitulo segundo. Los primeros cristianos . . . 78
Capitulo tercero. Corrientes medievales . . . . 118
Capitulo cuarto. El Renacimiento. Algunas contra-
corrientes 151
Capitulo quinto. La gran renovación . . . . 173

SEGUNDA PARTE
© by G E D I S A
Muntaner, 460, entio. I r a . E L TRTIINFO DE Í.A IDEA 1)E PROGRESO 241
Tel. 2110516
Barcelona
Introducción 243
I S B N : 84-7432-112-3
D e p ó s i t o L e g a l : B , 36596-1980 Capitulo sexto. El progreso como libertad . 254
Capitulo séptimo. El progreso como poder . 332
Impreso en Gráficas Diamante,
Zamora, 83 - Barcelona - 18 Capitulo octavo. La persistencia del progreso . 411
Capitulo noveno. El progreso acorralado . . . . 438
Impreso en E s p a ñ a
Primea ni Spain Epilogo 487
INTRODUCCION

It is Almost the Year Two Thousand


To start the world of oíd
We had ene age of gold
Not laboured out of mines,
And some say there are signs,
The second such has come,
The true Millennium,
The final golden glow
To end it. And i f so
(and science ought to know)
We may well raise our heads
From weeding garden beds
And ajinotating books
To watch this end de luxe.

ROBERT FROST

(Ya es casi el año dos m i l . / / E m p e z ó el mundo anti-


guo / con una edad de oro / que no hacía falta trabajar
en las minas, / y dicen algunos que hay signos / de que
está llegando otra era igual, / el a u t é n t i c o Milenio, / el
dorado fulgor final / con que a c a b a r á el mundo. Si es
así / (y si lo dice la ciencia será verdad) / bien p o d r í a m o s
levantar la mirada / de los jardines que cuidamos / y los
libros que anotamos / para contemplar este suntuoso f i -
nal.)

No hay duda de que, por su c a r á c t e r de Nuevo Milenio,


el a ñ o 2000 s u s c i t a r á un interés cara vez m á s amplio e^

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o menor i n t e r é s , esta idea y t a m b i é n , naturalmente, la
intenso a medida que se acerque, tanto desde el punto de opuesta, la que niega el progreso para hablar de la de-
vista científico, erudito e intelectual como desde el po- g e n e r a c i ó n o la repetición cíclica. Es cierto sin embar-
pular, y que este i n t e r é s no se c e n t r a r á sólo en el a ñ o en go, tal como demuestro en este libro, que la fe en el pro- f
sí sino t a m b i é n en la cuestión del progreso de la huma- greso ha sido la tendencia dominante a lo largo de la
nidad. Ya han empezado a sonar algunas preguntas: ¿ c ó m o historia. Se ha dicho muchas veces que vivimos sometidos
será la vida en Occidente el a ñ o 2000? ¿Nos aguarda una a la fascinación que en nosotros provocan las ideas, sean
Edad de Oro, o estamos en u n proceso de d e g e n e r a c i ó n é s t a s buenas o malas, verdaderas o falsas. Por mucho que
y condenados a una era tenebrosa? ¿Qué es lo que define creamos que respondemos directamente a los aconteci-
el progreso, los elementos morales y espirituales o la r i - mientos y los cambios de la historia de las instituciones,
queza material? ¿ N o será acaso la pobreza material el sig- en realidad nuestra reacción es indirecta, porque siem-
no del a u t é n t i c o progreso? Esto ú l t i m o es lo que han afir- pre está mediatizada por las posibilidades de compren-
mado algunos pensadores a lo largo de la historia de Oc- sión que nos dan las ideas que tenemos en el momento
cidente, y t a m b i é n lo que opinan algunos teóricos en la en que tales hechos se producen. Los hechos sólo llegan a
actualidad. Hay sin embargo otra corriente que apunta en ser reales o asimilables gracias a esas ideas. ^
otro sentido, la que iniciaron en la Grecia antigua Jenó-'
Durante unos tres m i l a ñ o s no ha habido en Occidente /
fanes y P r o t á g o r a s , y que concibe el progreso como algo
ninguna idea m á s importante, y ni siquiera quizás tan im- j
inextricablemente vinculado a los efectos de la acumula-
portante, como la idea de progreso. H a habido otras fun- i
ción de conocimientos. A lo largo de casi toda la historia
damentales, como las de libertad, justicia, igualdad, co-
de Occidente, e incluso en la Edad Media, el respeto que
munidad, etc. No pretendo subvalorarlas, pero es necesario
se siente por la razón, el conocimiento y la ciencia es tal,
recalcar que a lo largo de la mayor parte de la historia de
que resulta casi inevitable que los criterios que juzgan
Occidente, por debajo de estas ú l t i m a s ideas subyace otra,
el progreso humano derive de estos valores. Pero en el
una filosofía de la historia que da una importancia fun-
siglo XX todo cambia. Porque nunca hasta hoy se h a b í a n
damental al pasado, el presente y el futuro. Para que lle-
dado en la escala que ahora vivimos fenómenos como la
gue a a d q u i r i r a u t é n t i c a importancia, para que obtenga
rebeldía contra la ciencia y el racionalismo, el cultivo del
el m í n i m o de c r é d i t o imprescindible para ser eficaz, todo
irracionalismo en diversas formas, tanto religiosas como
valor moral o político tiene que llegar a ser algo m á s que
seculares, y el asombroso desarrollo del subjetivismo, de
una cosa que se desea o se considera deseable; es necesa-
la p r e o c u p a c i ó n casi exclusiva de los individuos p o r su
rio que llegue a ser entendido como u n elemento esen-
propio yo y sus placeres. ¿ E s posible que la idea de pro-
cial del cambio h i s t ó r i c o , desde el pasado hacia el futuro,
greso llegue a ser totalmente erradicada del campo inte-
pasando por el presente, porque sólo así abandona el te-
lectual por la acción conjunta de las diversas fuerzas pe-
rreno de lo que s e r í a de desear para entrar en el de la
simistas que afirman que las civilizaciones tienen un desa-
necesidad histórica.
rrollo cíclico y que la nuestra corre ahora precipitadamente
Para decirlo lo m á s sencillamente posible, la idea de ;
hacia su c r e p ú s c u l o ?
progreso sostiene que la humanidad ha avanzado en el \
Este libro no pretende encontrar respuestas directas pasado —a partir de una situación inicial de primitivismo, \
a estas obsesionantes preguntas, aunque me g u s t a r í a creer barbarie o incluso nulidad— y que sigue y seguirá avan-
que he arrojado u n poco de luz sobre estos campos mien- zando en el futuro. J. B . Bury lo dice con una frase muy
tras perseguía el objetivo que en realidad se propone m i acertada: la idea del progreso es una síijtcji» del pasado
texto, que no es otro que hacer una sencilla historia de y una profecía del futuro. Es una idea inseparable de otra
la idea de progreso desde Grecia hasta la actualidad. Du- según la cual el tiempo fluye de modo unilinear. En Pri-
rante m á s de veinticinco siglos los filósofos, los científicos, mitivism and Related Ideas in Antiquity (La idea del p r i -
los historiadores y los teólogos han estudiado, con mayor
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mitivismo y otras ideas afines en la a n t i g ü e d a d ) , A r t h u r moral o espiritual del hombre en la tierra, en su felicidad,
O. Lovejoy afirma que la idea de progreso supone «por u n su capacidad para liberarse de los tormentos que le infli-
lado una valoración del proceso histórico en general, y por gen la naturaleza y la sociedad, y por encima de todo en
otro, una valoración de la tendencia predominante en ese su serenidad o su tranquilidad. Para esta corriente el ob-
proceso». La consecuencia, sigue diciendo Lovejoy, de esta jetivo d^l progreso, el criterio del avance, es la consecu-
conciencia del proceso h i s t ó r i c o es la extendida creencia ción en la tierra de esas virtudes morales o espirituales
en que «la naturaleza o el hombre tienen una tendencia y, en ú l t i m o t é r m i n o , el perfeccionamiento cada vez mayor
intrínseca a pasar por una serie de fases de desarrollo a de la naturaleza humana. Ha habido, hay, y, sin duda, se-
guirá habiendo, quienes creen que estas dos tendencias
través de su historia, de su pasado, su presente y su fu-
están en relación inversa, es decir que para alcanzar la
turo. Pese a las desaceleraciones y regresiones que pueda
felicidad espiritual y el perfeccionamiento moral es nece-
haber, las ú l t i m a s fases son superiores a las p r i m e r a s » .
sario que no aumenten los conocimientos que tiene el
Cabe a ñ a d i r que lo corriente es que a d e m á s exista una
hombre sobre el hombre mismo y el mundo sino que, por
creencia en que estas fases se siguen unas a otras sin so- el contrario, tales conocimientos sean repudiados. Saber
lución de continuidad, y que los cambios son graduales, es pecar, o echar los cimientos del pecado. En la leyenda
naturales y hasta, para algunos, inexorables. N o se entien- griega de la caja de Pandora se e n s e ñ a esta lección; todos
de el progreso como producto del simple capricho o de los males morales de la tierra tuvieron su origen en el
meros accidentes, sino como parte del plan mismo de las irreprimible deseo de Pandora de conocer el contenido
cosas en el universo y la sociedad. E l paso de lo inferior de la caja que, por orden divina, tenía prohibido abrir.
a lo superior es entendido como un hecho tan real y cier- Cuando la a b r i ó salieron de su interior los monstruos de
to como cualquier ley de la naturaleza. la avaricia, la codicia, la crueldad, la enfermedad y otros.
Las diferencias empiezan cuando se trata de dar u n Otro mito a ú n m á s famoso es el mito j u d í o del J a r d í n
contenido a la noción de progreso. ¿Qué se entiende p o r del E d é n , en el que Adán y Eva, inocentes al principio,
«avanzar»? A lo largo de estos veinticinco siglos encontra- echan a perder su felicidad por culpa de su insaciable de-
remos dos clases de respuestas estrechamente relaciona- seo de conocimientos. En todas las eras posteriores de
das pero distintas. Para algunos autores el progreso con- la historia de Occidente ha habido siempre una u otra
siste de hecho en el lento y gradual perfeccionamiento del variante de esta o p i n i ó n s e g ú n la cual existe una relación
saber en general, de los diversos conocimientos técnicos, inversamente proporcional entre felicidad y conocimiento.
a r t í s t i c o s y científicos, de las m ú l t i p l e s armas con que el En A Study of History (Estudio de la historia) A. J. Toyn-
hombre se enfrenta a los problemas que plantea la natu- bee afirma que basta detectar la aparición de u n momento
raleza o el esfuerzo humano por v i v i r en sociedad. Desde de avance tecnológico para estar seguro de que al mismo
Hesíodo, y con mayor intensidad desde P r o t á g o r a s , pa- tiempo se está dando una decadencia desde el punto de
sando por romanos como Lucrecio y Séneca, por San Agus- vista moral.
t í n y sus descendientes medievales y modernos, y los pu-
ritanos del siglo XVII, hasta llegar a los grandes profetas Pero aunque esta idea sea antigua y se haya repetido
del progreso de los siglos x i x y xx, como Saint-Simon, Com- m u l t i t u d de veces, nunca ha sido aceptada por la totalidad
te, Hegel, Marx y Herbert Spencer, podemos constatar la de los intelectuales de ninguna época determinada. En las
presencia de una convicción casi omnipresente según la épocas clásica y cristiana ha habido pensadores conven-
cual el c a r á c t e r mismo del conocimiento —del conocimien- cidos de que hubo al principio de los tiempos una edad
to objetivo como el de la ciencia y la tecnología— consiste de oro a la que siguió una degeneración. Pero en las pá-
en avanzar, mejorar y perfeccionarse. ginas que siguen veremos que t a m b i é n hubo griegos y ro-
manos que creían lo contrario, que los comienzos de la
La otra respuesta o tendencia que aparece en la historia
humanidad fueron desgraciados y que la salvación sólo era
de la idea de progreso se centra m á s bien en la situación

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posible mediante u n aumento de los conocimientos. Tam-
ñeca, San Agustín, Jean Bodin, Isaac Newton, Robert Boyle, |
bién ha habido hombres que han pensado de esta otra ma-
Joseph Priestley, Comte, Hegel, D a r w i n , Marx, Herbert !
sera en los comienzos del cristianismo, durante el me-
Spencer y en los Estados Unidos una corriente iniciada por j
dioevo y sobre todo en la é p o c a moderna.
Cotton Mather y Jonathan Edwards, y continuada por '
Es evidente que no se puede verificar e m p í r i c a o lógi-
Jefferson, John Adams y Franklin, y casi todos los gran- 1
camente una p r o p o s i c i ó n como la de la idea de progreso
des pe'nsadores que les siguieron. Estos no son m á s que
tal como acabamos de formularla m á s arriba. Sí puede
algunos de los hombres que, en Occidente, han creído que
afirmarse, en cambio, que el arte de la medicina o la gue-
rra han avanzado. Poseemos medios perfectamente obje- el progreso de la humanidad, sobre todo en las artes y
tivos para estudiar los resultados obtenidos a lo largo de las ciencias, era algo real y tan fuera de duda como cual-
>a historia por los diversos medios utilizados a f i n de lo- quier ley biológica o física.
grar el p r o p ó s i t o de cada una de esas artes: curar enfer- Lo que quiero subrayar aquí no es que estos hombres
medades y salvar vidas, y destruir lo m á s eficaz y comple- que creyeron en el progreso pensaran siquiera en la pro-
tamente posible a los enemigos. La penicilina es superior babilidad o la posibilidad de llegar alguna vez a conseguir
a otros remedios anticuados como la sangría y la aplica- una verificación e m p í r i c a de la realidad del progreso, pues
ción de sanguijuelas, y éste es u n hecho que puede ser todos tenían en cuenta lo abstractos y vastos que son
demostrado. Del mismo modo, la artillería moderna es su- conceptos como el de la humanidad o el de la civilización.
perior a las ballestas o las catapultas. Lo importante es que ninguno de ellos creyó que su fe ne-
cesitara una prueba empírica, del mismo modo que no
Pero las cosas se complican, incluso dentro de cual-
hacen falta pruebas e m p í r i c a s para demostrar la validez
quiera de estos dos terrenos especializados y técnicos,
de una proposición geométrica, o —para los hombres re-
cuando nos preguntamos por los efectos globales de tales
ligiosos— la de u n mandamiento o cualquiera de los otros
innovaciones, por las consecuencias ambientales, sociales,
mandatos que aparecen en la Biblia. Para ellos el progreso
morales, demográficas, espirituales, etc., que tiene su apli-
era un axioma, o un dogma, y, por insensato que pueda pa-
cación, cuando nos preguntamos q u é clase de progreso e s t á
recerles a los intelectuales de la segunda m i t a d del si-
experimentando el arte de la medicina. Basta fijarse en
glo XX, la idea de progreso era tan evidente como cual-
un nuevo campo de pensamiento que ahora crece rápida-
quiera de los postulados de Euclides al menos hasta co-
mente, el de la ética de la medicina —que trata temas tan
mienzos de nuestro siglo.
espinosos como el derecho a m o r i r con dignidad en medio
No podemos olvidarnos tampoco de las masas. Desde
de todos los logros tecnológicos que permiten conservar du-
los primeros años del siglo x i x hasta hace pocas décadas,
rante larguísimos p e r í o d o s la vida de los agonizantes—,
la creencia en el progreso de la humanidad —en el que
para recordar que hasta las m á s antiguas discusiones éti-
Occidente estaba considerado como la fuerza de vanguar-
cas pueden ser t r a í d a s de nuevo a colación por los éxitos
dia— era p r á c t i c a m e n t e una religión universal tanto en
de la tecnología.
América como en Europa. Es m á s , por lamentable que sea
Además, todas estas cuestiones se hacen casi desesperan- el estado de esa creencia en Occidente hoy en día, hay mo-
temente complicadas y polémicas cuando tratamos de re- tivos m á s que suficientes para pensar que es una de las
ferir ese concepto de progreso (o regresión) a ideas como ideas m á s arraigadas al Este del continente europeo —so-
las de « h u m a n i d a d » o «civilización». Pero a pesar de todas bre todo en la Unión Soviética— y en gran parte de Asia.
las complicaciones, conflictos y paradojas que trae consi- Es cierto que incluso en épocas muy recientes ha ha-
go el «progreso», ha habido muchos sabios y eminentes bido siempre escépticos e incrédulos profundamente con-
filósofos, científicos, historiadores y políticos que han de- vencidos de sus opiniones. Algunos de ellos s e r á n estudia-
fendido la posibilidad y la realidad del progreso. Entre dos en el ú l t i m o capítulo de este libro, pero por ahora
ellos e s t á n P r o t á g o r a s , Platón, Aristóteles, Lucrecio, Sé- baste citar los nombres de Tocqueville, Burckhardt, Nietzs-
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che, Schopenhauer, Max Weber, Sorel, W. R. Inge y Spen- la historia de Occidente, tanto a fomentar la creatividad en
gler, que son seguramente los m á s importantes de entre los m á s diversos campos como alimentar la esperanza y la
quienes no creyeron nunca que la situación de Occidente confianza de la humanidad y de los individuos en la posi-
reflejara nada que mereciera el nombre de progreso. Fue- bilidad de cambiar y mejorar el mundo. Podría afirmarse
ron, en su época, p e q u e ñ a s m i n o r í a s , pero constituyen el que el elemento que, en ú l t i m o t é r m i n o , resulta m á s cru-
origen directo del malestar intelectual y literario que tanto cial es la voluntad de cambiar y mejorar, y que éste sólo
se ha extendido en Occidente. Sin embargo, y como he puede darse en el individuo. Y que, como el individuo no
indicado anteriormente, a pesar de la presencia de estos necesita para nada ese dogma indemostrable, p a r a d ó j i c o y
escépticos la abrumadora m a y o r í a de los m á s grandes pen- cósmico, no tiene ninguna importancia que la idea de pro-
sadores de la historia occidental se muestra partidaria del greso muera. P o d r í a afirmarse que los impulsos y aspira-
dogma del progreso. ciones del propio individuo bastan para que haya pro-
Este dogma, como veremos, no tuvo siempre un efecto greso, y que la desaparición de una idea tan global y abs-
saludable para la humanidad, aunque en general haya te- tracta como la idea occidental de progreso no sería grave.
nido una influencia beneficiosa. En m i opinión, lo encon- No estoy de acuerdo. Los muelles que disparan la ac-
tramos al lado mismo de los impulsos, deseos e incentivos tividad humana —la voluntad y la a m b i c i ó n — se apoyan
cruciales que han llevado a la consecución de los extraor- en una serie de ideas acerca del universo, el mundo, la
dinarios logros de la civilización occidental. Las historias sociedad y el hombre que escapan a todos los cálculos ra-
de la religión, la ciencia, el racionalismo, la lucha por la cionales y no tienen relación con los instintos fisio-psico-
libertad, la igualdad y la justicia, así como las de la f i - lógicos. Estos muelles se apoyan en lo que llamamos dog-
losofía, las artes, etc., e s t á n empapadas de la creencia de mas. La palabra dogma procede de dos t é r m i n o s griegos
que lo que cada uno hace en su propia época es al mismo cuyo sentido literal es «parece-bueno». Tal como escribió
tiempo un homenaje a la grandeza y al c a r á c t e r indispen- Tocqueville, «ninguna sociedad puede prosperar ni exis-
sable del pasado, y un factor que c o n t r i b u i r á a un futuro tir» sin dogmas. Del mismo modo, para el individuo «la
que será, sin duda, cada vez m á s brillante. fe en unos dogmas es indispensable para su vida personal».
Pero, tal como he dicho, la creencia en el progreso no Fue el cardenal Newman quien escribió que « h o m b r e s
siempre ha producido un impulso hacia adelante. La fe que no m o v e r í a n u n dedo por una conclusión racional, se-
en el progreso de la humanidad ha convivido y convive r í a n capaces de m o r i r por un dogma». La idea de que la
con otras creencias que la mayor parte de los occidentales humanidad va avanzando gradualmente y de forma inexora-
consideramos repugnantes y detestables. Detrás de las ma- ble hacia estadios cada vez m á s elevados de conocimien-
nifestaciones de poder absoluto político-militar que en- tos, cultura y perfección moral es uno de esos dogmas a
contramos en los totalitarismos del siglo xx, tanto los de los que Tocqueville y Newman se referían.
derecha como los de izquierda, hay una filosofía que ha- Sin embargo, todo hace pensar en estos momentos que
bla de un progreso inexorable. Lo mismo ocurre con el ra- la fe occidental en el progreso se va marchitando rápida-
cismo que floreció en el siglo x i x y a comienzos del xx. mente en todos los niveles y todos los campos, a lo largo
Gobineau, Houston Stewart, Chamberlain y Madison Grant de la ú l t i m a parte del siglo xx. Tal como trato de demos-
creían en el progreso o, como m í n i m o , en que el progreso t r a r en el ú l t i m o capítulo, los motivos de este fenómeno
era posible, y todos ellos opinaban que su base radicaba no son, como pudiera pensarse, las guerras mundiales, los
en determinada raza. totalitarismos, las depresiones e c o n ó m i c a s y los d e m á s pro-
blemas políticos, militares y e c o n ó m i c o s que ha habido en
Pero, por muchas corrupciones que haya experimentado
este siglo sino otros hechos menos espectaculares aunque
la idea de progreso —y las dos que he citado no son las
no por ello menos fatales. De ellos el m á s importante es la
únicas—, sigo convencido de que esta idea ha contribuido
erosión que e s t á n padeciendo todas las premisas intelec-
m á s que cualquier otra, a lo largo de veinticinco siglos de
2S
24
26 DEL GÉNESIS A LA BIFL'RCACIÓN

mundial de la Revolución francesa tuvo efectos ambiguos. El cues-


tionamiento de este legado después de 1968 requiere una nueva
interpretación del significado del impulso popular que cristalizó
como el disturbio revolucionario francés.

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