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Antología Poética Colombiana

Introducción…

Para dar un concepto casi apropiado de lo que es la poesía, se debe ser


un poeta y vivir en la poesía misma, se debe saber cómo expresar la
mente a través de signos arbitrarios y se deben sentir las letras que
salen del interior como la expresión del alma. Sin embargo, la poesía
puede ser desde una sonrisa hasta la imagen del cielo, su realización
está en cada ser humano y es el resultado de una reflexión interna que
se muestra en las letras. El mundo entero se ha expresado en el curso
de la historia a través de la poesía, se ha sumergido en la libertad
poética para manifestar un pensamiento. No obstante, este mundo
entero se ha generalizado a través de la historia, pues la poesía ha sido
manifestada principalmente por poetas masculinos y la libertad poética
fue por mucho tiempo privada de la expresión femenina. Esta
antología se constituye concretamente en el campo de la poesía
colombiana escrita por mujeres. Si bien se encuentran muchas poetas
reconocidas, se hallan también algunas olvidadas tal vez por estar
localizadas en uno de los tantos lugares profundos de Colombia.
María Mercedes Carranza La patria
Bogotá, 1945 – 2003
Esta casa de espesas paredes coloniales
Poeta y periodista. Fue la segunda hija de Rosa Coronada y Eduardo y un patio de azaleas muy decimonónico
Carranza, poeta de gran prestigio. hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
Tengo miedo
A menudo silban balas o es tal vez el viento
Todo desaparece ante el miedo. El miedo, Cesonia; que silba a través del techo desfondado.
ese bello sentimiento, sin aleación, puro y desinteresado; En esta casa los vivos duermen con los muertos,
uno de los pocos que saca su nobleza del vientre. imitan sus costumbres, repiten sus gestos
Albert Camus y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Miradme: en mí habita el miedo.
Todo es ruina en esta casa,
Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo.
están en ruina el abrazo y la música,
El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
cuando atardece porque puede no salir mañana. las lágrimas, el silencio, los sueños.
Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba, Las ventanas muestran paisajes destruidos,
ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo. carne y ceniza se confunden en las caras,
Procuro dormir con la luz encendida en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
y me hago como puedo a lanzas, corazas, ilusiones. En esta casa todos estamos enterrados vivos.
Pero basta quizás sólo una mancha en el mantel
para que de nuevo se adueñe de mí el espanto.
Nada me calma ni sosiega:
ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor,
ni el espejo donde veo ya mi rostro muerto.
Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo.
Matilde Espinosa
Huila, Cauca, 1910 – Bogotá, 2008

Considerada como la precursora de la poesía social por exaltar la injusticia y


desigualdad del país.

Ícono de la poesía colombiana.

Multitudes

No por sonoro este brazo de mar


es más profundo. Sus violentas
espumas derretidas al sol
son el paso primario
de los vientos alisios
en cuyos nudos se enreda
el oro de los sueños, el amor,
la desnudez y la esperanza
de un nuevo amanecer.
Nada detiene este andar
de animal recién venido
a la invasión que sólo se deshoja
cuando sorprende el rayo.
No hay memoria feliz
para el que ingresa al
poder uniforme
que derriba las alas y marchita
el rosal para quien ama y sueña.

II
Valga la soledad
cuando despunta el alba
o se inclina
para besar la noche.
El mensaje transita y no
es de multitudes
su esencia, su intención, su delirio
sólo por un instante
o por una eternidad.
Dora Castellanos
Bogotá 1924

Escritora y periodista colombiana.

Miembro actual de la academia Colombiana de la lengua.

Náufrago Con hilos de atarraya

Náufrago va sobre el ardiente río Entre la fina red


el corazón de todos los amantes; que siempre estoy tejiendo
cautivo entre sus aguas fulgurantes con todos los sentidos
pasa tu corazón; no pasa el mío. prisionera me encuentro.
En la urdimbre sutil
Pródigo entre mis brazos el estío de verdad y misterio,
acendró miel de pomas delirantes. de amor, olvido, pena,
Oigo vago rumor de aguas distantes; ansiedad y recuerdo,
lejano de mis brazos pasa el río. yo misma como un pez
me confundo y me enredo;
Puente sobre su cauce verdadero, yo misma día a día
tendido está mi corazón entero. los hilos voy tejiendo;
¡Oh dolor del amor, agua profunda, cuando sé lo que amo
ya no sé si lo quiero.
agua viva de amor que no se entrega! En las confusas noches
Pero el rencor, porque hasta mí no llega, en que pienso y más pienso
en agua oscura y sórdida me inunda. las barras de mi cárcel
como un escualo muerdo.
Meira Delmar
Barranquilla, 1922 - Barranquilla, 2009
Poetisa colombiana de ascendencia libanesa.
Considerada el nombre femenino más destacado de la poesía del país.

Huésped sin sombra Soledad


Nada deja mi paso por la tierra. Nada igual a esta dicha
En el momento del callado viaje de sentirme tan sola
he de llevar lo que al nacer me traje: en mitad de la tarde
el rostro en paz y el corazón en guerra. y en mitad del trigal;
bajo el cielo de estío,
Ninguna voz repetirá la mía y en los brazos del viento,
de nostálgico ardor y fiel asombro. soy una espiga más.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía. Nada tengo en el alma.
Ni una pena pequeña,
No volverán mis ojos renacidos ni un recuerdo lejano
de la noche a la vida siempre ilesa, que me hiciera soñar...
a beber como un vino la belleza Sólo tengo esta dicha
de los mágicos cielos encendidos. de estar sola en la tarde
¡con la tarde no más!
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada. Un silencio muy largo
No habrá manos que tomen, de pasada, va cayendo en el trigo,
la viva antorcha que en mis manos dura. porque ya el sol se aleja
y ya el viento se va;
Ni frente que mi sueño mutilado ¡quién me diera por siempre
recoja y cumpla victoriosamente. esta dicha indecible
Conjuga mi existir tiempo presente de ser, sola y serena,
sin futuro después de su pasado. un milagro de paz!
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.

A nadie doy mi soledad. Conmigo


vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.
Maruja Vieira
Manizales, Caldas, 1922
Poeta, periodista y catedrática colombiana.
Tiempo definido
Poema del amanecer
Está bien que la vida de vez en cuando
nos despoje de todo. Es la hora de las campanas,
En la oscuridad los ojos aprenden cuando se cierran los abismos.
a ver más claramente.
Cuando la soledad es el vacío intenso Con la luz de la madrugada
del cuerpo y de las manos, vuelven al mundo los caminos.
hay caminos abiertos hacia lo más profundo
y hacia lo más distante. Vuelve el murmullo de los árboles,
En el silencio las amadas voces el silencio de las espigas.
renuevan dulcemente sus palabras
y los muros custodian el rumor infinito Vuelven las manos lentamente,
de los ausentes pasos. hacia las páginas del libro.
Los labios que antes fueran
sitio de amor en las calladas tardes Vuelve la realidad perfecta
aprenden la grandeza de tu presencia sin olvido.
de la canción rebelde y angustiada.
Hay un viento en suspenso sobre los altos árboles,
un repique de lluvia
sobre ruinas oscuras y humeantes,
un gesto en cada rostro
que dice de amargura y vencimiento.

Sigue un lento caer de horas inútiles,


desprendidas del tiempo,
y más allá de todo lo que formaba
el círculo pequeñito del mundo,
"aquel mundo cerrado, con sus vagas estrellas
y su bruma de sueño",
despierta inmensamente la herida voz del hombre
poblador de la tierra.
Antes estaban lejos, casi desconocidos,
el combate y el trueno.
Ahora corre la sangre por los cauces iguales
del odio y la esperanza,
sin que nada detenga la invasora corriente
de las fuerzas eternas.
Gloria Serpa Flórez de Kolbe
Bucaramanga. Santander, 1931

Columnista e investigadora literaria

Juegos de agua

Algunos cantan en la ducha.


Otros, como yo, hacemos poesía,
y me mato pensando cómo puedo
arreglar una grabadora impermeable
para registrar lo que pienso.
Porque generalmente se me quedan
las ideas en la toalla
cuando acabo de bañarme.

El mito y el río

A veces quisiera como loca cruzar el río,


atravesar los campos persiguiendo a Apolo,
llegar al árbol, como Dafne
para fundirme con su tronco;
acunarme en sus ramas,
sentirme alimentada por su savia,
producir muchos frutos en mi mente
y entregárselos al árbol.
Porque él es su padre.
Gloria Cepeda Vargas
Cali - Popayán 2017

Escritora y periodista colombiana

Poemas de amor Hora de cantar


II

Quizá no vuelva Es hora de cantar


ese color donde no logro asirme ya hemos llorado
todo es “tal vez” tanto que un largo río
“quién sabe” espejea a lo lejos.
“si acaso”
“de repente”. Es el tiempo
Tal vez de cantar a tu cielo de turpiales
no regrese la luna a tus pies caminantes
los libros de las ventas callejeras a tu empeño
llenan la tarde de alas y graznidos sembrador
a tu diálogo
un cafetín resiste sostenido en cuclillas
una canción oída muchas veces con las hormigas y las mariposas.
escala las paredes.
Quizá Voy a traer la caja de Pandora
tal vez y a abrirla nuevamente
si acaso para que salga a recorrer el mundo
el mundo es una caja ciega tu esperanza de botas incansables.
¿caminamos o no?
baila la cuerda floja.
Mara Agudelo
Toledo, Antioquia, 1931.

Escritora y maestra licenciada de Periodismo

Ha sido una luchadora y defensora permanente de los derechos humanos y de


la educación.

Después de la esperanza

“Poeta clandestino:
Abre tus versos y soñemos juntos
en ríos de abundancia, en blancos hospitales,
en tableros gigantes, en cuarteles vacíos,
en fábricas de armas cerradas para siempre,
en parcelas colmadas de labriegos,
en tierras renovadas viviendo nuevos árboles
y en arroyos de miel,
para endulzar el pan amargo
de todas las mañanas, de tu pueblo, mi pueblo,
¡que viaja pensativo por la patria,
después de la esperanza!”.

“Cuando muera”

“Solo en cenizas quedará mi cuerpo


Mis versos, mi memoria.
Cenizas nada más… Tierra quemada
Polvo que flotará sobre las aguas
de los mares del mundo.
Mi alegría, mi llanto, mis poemas
mis esperanzas y desilusiones.
Todo será ceniza cuando quede
en silencio profundo.
¿Qué llevaré conmigo cuando muera?
¿Quién me abrirá la puerta
del reino prometido?
Pero, ante todo,
¿Quién me dirá si lo he ganado?...”
Olga Elena Mattei
Antioquia, Medellín, 1933.

Poetisa colombiana reconocida

Su obra ha sido traducida a varios idiomas, y se ha presentado en los


principales auditorios del mundo.

Si Me Vieras Así Sincronía


Si me vieras Hechos los dos de lumbre y lejanía,
en estado de éxtasis, afinados al eco del recuerdo,
efervesciendo interiormente, ambos en sincronía,
con esta sensación somos fuego.
quemante y dolorosa Alimento febril
de tener en las venas de mi cerebro.
líquidos ácidos... Química de neutrones
A punto del desmayo, en neuronas ilusas
casi embriagada que fusionan
(aunque asceta), mi mente con tu fuero.
demudada, catatónica,
con los ojos estáticos, perdidos, Esculturas de carne
las pupilas abiertas, purificada en vuelo,
y un rictus en los labios se alzan en mi memoria
que delata este trance en medio del silencio
desorbitado... y reconstruyen los instantes
Si me vieras así, que vivimos temblando
aún no me creerías como imanes
que es por amarte... de piel y pensamiento.
que eres tú quien me lleva
a este estadio espiritual
en que soy
sólo energía.
Teresa Alzate Sanders
Medellín, Antioquia, 1944

Periodista, poeta y educadora.

III
VI
Correr
Solitario resplandor de lagos
El verde anclado
Eclipses
De ungida geometría
Y un reguero de sales
Es ir tras el envés del tiempo
Abatido.
Navegantes
Solitario reloj de piedra
Al encuentro
Aceite
Predilecto
La mesa sin flores
Donde el rubio
Solitaria luz llena de frio
Es más dorado
A pleno cenit
Y el uno
Y en la ausencia del ángel
Del perfecto desorden
Humanado
Cuando
¡Naturalmente!.
El hielo es humo
Como el fuego
La oruga
Polvo
Como la mariposa
La voz
Néctar
En lengua de azahar.
Correr
Al ya¡
De la serena orilla
Es renovación
Desde el primero
Al quinto elemento
…ambulante
A r c o r a z ó n…
Daga de amor
Frente
Al pájaro en vuelo
De sangre
Redentora!.
Nora Puccini de Rosado
Barranquilla, 1940

Escritora y periodista colombiana.

Amanecer

El mundo sueña
Con el estreno
De la alborada.
Todo está inmóvil
Menos el aleteo
De los pájaros
Y el amor en las venas
Fuerte y vivo.

Amanece.

Un sol entre la niebla.


Y en las flores,
El mismo sol pequeño repetido.
Imagen de ti
Padre, era más simple buscarte
En tu trono de luz
Alto y lejano,
Pero tú me susurras
De tú cercanía
En los miedos oscuros,
En las tristes mentidas.

Cuando por fin percibo


Una imagen de Ti
Cotidiana y sencilla,
Amasada en el pan,
Convocada en palabras,
Resumida en silencios,
Una paz de crepúsculo
Me serena los pasos
Y una voz de esperanza
Me florece por dentro.
Cecilia Balcázar de Bucher
Cali, valle del Cauca, 1940

Escritora, literata y lingüista

Alba

De la ventana del insomnio


La veo llegar
Con paso de felino
Presurosa prepara
El triángulo del día
Desliza con presteza
Su brillo por los cables
Cuelga sus serpentinas
En las palmas del parque
Tiñe los pétalos
Del guayacán
Encarna la camisa
Del barrendero
Las hojas y las flores
Anima los espejos de los charcos.

Viajera luz

Enredada luz
En la seda de niebla
Asciende de la entraña tierra
Viajera luz en nube
Cabalgando en la loma
Sobre una gasa de agua evaporada
Remiendos de la luz cortada en parches
Sobre el oscuro traje de los cerros
Blanca y dorada luz
Lumínica frontera
Del etérico cuerpo de los montes
Desintegra su ser en los colores
Del arco que se instala en el abismo.
Laura Victoria Valencia Rentería
Sóata, Chocó

Poetisa y periodista especializada en moda y activista afrocolombiana

Amor no es

Ya ni versos escribo, sólo queda


este soñar de lágrimas teñido,
y una queja distante en el olvido
azul lejano de tu voz de seda.
Amor no es, es algo que remeda
la desmembranza del rosal caído,
donde ya ni las sombras hacen nido,
ni el viento en rondas de cristal enreda.
Algo que ayer fue lirio de mi fuente,
frescura de mi noche, y suavemente
luminar en mi senda florecida.
Algo que en mi agonía aún retengo,
porque es la única verdad que tengo
y no puedo arrancarla de mi vida.

Cegada luz

Te busco aún imagen ya perdida,


cegada luz, desorbitado viento,
esperanza tan sólo sostenida
por la ternura de mi pensamiento.
Algo tuyo quedase entre mi vida
como afilada flor de sufrimiento;
sangra mi llanto por tu propia herida
y sube tu canción por mi lamento.
Esa es la causa de mi mal cercano,
la certidumbre del inmenso hastío
que dobla las espigas de tu mano.
Porque tú eres la espuma de ese río
que nace en tus llanuras de verano
y muere en mis crepúsculos de frío.
Patricia Ariza
Vélez, Santander, 1946

Poetisa, dramaturga y actriz colombiana.

Mi casa

Sólo hay una casa

Pequeña, primigenia
Y queda en una esquina.

Allí dentro, reposan todavía


algunos gestos que recorro minuciosamente.
En el segundo piso
está intacto el modo
de mi padre empuñar
el martillo.
La vida
Más cerca, en la cocina
la gracia con que
mi mamá picaba
la cebolla. El chaleco antibalas no sirve
la pistola nueve milímetros no sirve
En el comedor y el colt caballito 48 no sirve
la escalera la miniuzi es chatarra vieja
los pasos en la noche lo único que sirve es la vida, hermano
de mi tío que estaba loco.

Cerca de mi cama
la llave del baúl que
guardaba los vestidos
doblados de mi hermana.

Y en el vidrio de la
ventana, los ojos de una
niña con el miedo intacto
de salir.
Ana Teresa Mina Díaz
Caloto, Cauca.
Viene de una familia numerosa que tuvo que sufrir el desplazamiento
forzado.

Canto a la niña

Cantó la niña sones de tambores


Ritmos de salsas al compás de jotas
Sus cuerpos se quedaron como cestas
Cual bejuco sus piernas danzaron

Sonaron flautas al cantar las loras


Entonaron cadencias y con notas
Tocaron en la calle guitarras
Como el viento cantando entre las horas

Percutieron tamboras en el paso


El eco se fijó por las ventanas
Como el verde estelar en el ocaso

Se oyeron los violines en campo


Corriendo los trinos de las dianas
Que viajaban con la sombra del tiempo.

Oh rosal hermoso

Oh rosal hermoso
Que en tu savia llevas el color de la rosa
Y que das al alma ternura y amor

En tus verdes tallos cubiertos de espinas


Nos das a entender
Qué duros caminos existe en la vida
Cubiertos de abrojos
Cubiertos de espinas
Carmelina Soto Valencia
Armenia, Colombia, 1916 - Armenia, Colombia, 1994
Artista, poeta, pedagoga, escritora, periodista, bibliotecaria y directora de
revistas.

Almas Canción
Aquellas almas grandes que tuvimos Iba mi corazón
y estas de ahora, iguales y distintas, -caracol sin lamento-
siguen ardiendo y consumiendo vida. impulsando, sangriento,
Ardientes almas nuestras... su pequeña canción...
ávidas, delirantes, violentas, vengativas,
tenaces, hechizadas, sedientas, Y luego la ilusión...
con sus flamas en rojo, negro y blanco, engaño...
en gris, en amarillo y en violeta, ensueño...
-iris y fuego- La muerte grande...
sometidas al viento ineluctable, lo demás, pequeño.
al incendio... Ah qué inútil empeño
Con cauda de cometas locos, Corazón! Corazón!
con colas y con crines de caballos apocalípticos
para imponer el miedo.
Ah! nuestras almas jóvenes!
aquellas que tuvimos y tenemos,
fieles a la gran aventura irreversible de la vida
y al signo irrevocable del acontecimiento,
siguen viviendo
a través de la sangre inextinguible,
en hélices y elípticas,
en el misterio.
Almas rudas,
flagrantes y filudas
como lanzas de acero.
Nuestras almas de ayer, de nunca y siempre,
ígneas, incandescentes, implacables,
ultravioletas, ultrarrojas, ultrasolares,
ardiendo...
Carmiña Navia Velasco Un día llegará
Palmira, Valle del Cauca, 1948
Te asomarás de nuevo a la ventana
Poeta, teóloga, feminista, investigadora y gestora cultural colombiana. y nuevamente, un tango irá de tus oídos hasta tu corazón
la luna sonreirá cada mañana
llevando hasta tus pasos un sendero de luz.
La ausencia de las lunas Caminarás despacio
y asomarás de nuevo a tu ventana, a la misma de ayer
donde rostros amados, conocidos
Cuando las lunas se ocultaron
calentarán tu mano
ese fue un año malo,
y alumbrarán tu soledad por dentro.
la tradición lo dice.
Ese día vendrá
Mi corazón se recogió
como la espuma llega al mar
y empezó a ver el mundo
como el aire a la brisa
desde la luz de una ventana,
como la fuente al agua
luz siempre amenazada.
como el sol a la tarde
Cuando las lunas se ocultaron
como llega el amor a la sonrisa,
ese fue un año duro.
el día llegará.
Mi corazón se halló escondido
tras de las ramas de los árboles
y las estrellas no pudieron
regalarle su luz a mis canciones.
Cuando las lunas se ocultaron
llenó la tierra una gran lluvia,
la tradición lo dice.
Muchas simientes se secaron
vinieron surcos como heridas
y no había sangre entre los ríos,
sangre que redimiera tanta muerte,
cuando la luna estuvo oculta.
Después de muchos soles
muchos vientos
descubrimos el aire de las fuentes
y en el camino se hizo luz.
Anabel Torres
Bogotá, 1948.

Poetisa colombiana y traductora.

La caja negra
Mi dueño
Cuando me estrelle contra el cerro
esto dirá Mi dueño me ha dado avena,
mi caja negra cuando la desmonten, avena recién girada,
éste era el comando que la guiaba: caña de azúcar
no rendirse. No rendirse. picada.
No rendirse.
Mi dueño me ha liberado
Seré entonces sobre sus verdes praderas,
una muertica más el olor de la hierba recién
partiendo a su penúltima morada, cortada
a habitar el vestíbulo más dulce aún, si cabe.
sombreado de los helechos
y las solariegas puertas Saciada de placer
del corazón de sus hijos. me han soltado a pastar.

Pero, caballeros,
yo no haré la mudanza
con la gracia y donaire requeridos
de una auténtica dama.

No pienso replegarme calladita en mi fotografía.


Aquí fuera
dejaré mi risa,
mi hula hula, mis libros y batallas preferidas,
mi música y mi dicha de bailar.

No renunciaré a esta calle.


Consuelo Hernández
Colombia, 1952 Basta una mochila
Poeta, investigadora, crítica y profesora universitaria.
Cuando la ira no cabe en el pecho
Todo lo que he dejado una se vuelve indiferente
se vuela de sí misma
Dejar atrás mi pueblo, y rompe todas las cuerdas que la atan.
el recuerdo elemental de cada amigo
los paseos de domingo salvadores Basta una mochila resistente
y los almuerzos en mesa compartida y unos zapatos confortables
para bajarse del compresor de libertades
Rodar por otros rumbos, ausente de los míos y recorrer el mundo sin desgano.
fijar nuevos sentidos impuestos por el lloro
del agua vespertina que nunca me abandona. Para transfigurar los viernes dolorosos
en días plenos de esperanza
Cambiar el sol por nieve, y el calor por la helada como un domingo de resurrección.
vivir entre extraños una vida menos sustancial
y tener como amiga la acacia siempre ausente.

Otros seres se cruzan por mi vida


sin poder saber nunca si están de mi parte
o detrás de las máscaras me clavan su cuchillo...

Todo lo que he dejado


hoy
se yergue como torre al centro de mí misma.
María Clemencia Sánchez
Itagüí, 1970
Poeta, ensayista y traductora colombiana.

Igual que su tristeza

Como ese rostro que al paso del desierto


Parece una caravana de tristezas antiguas
Y agua de sed de tiempo sin río.
Como esa espera que vista a la sombra
De las dunas, mira el cielo en la huida
De sus alas y es también un poco de luz
Que se lleva el día.
Como esa tristeza que bajo su rostro
Ocultan las niñas nómadas de la grey
Del amor salvaje, sus pasos de arena
Fundando una arcadia de polvo
En las manos del viento.
Igual que su tristeza sería esta canción,
Y como la letra de esa canción.

Canción sefardí

En mi sueño no llueve, señor de


Las sequías, sólo hojas del suelo
Del olvido y memoria de manzanas
Son el ancho campo de
Mi cielo encendido.
En mis sueños la palabra lluvia, señor
Del olvido, llena el río de la noche,
Alegre testamento del sol de
Mañanas que no veo.
Nada hay en mi sueño que sea
Como la humedad de abril
En la tierra del agua prometida
Y sin embargo, señor del estiaje,
En mi nombre abrevan las sombras
Del desierto.

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