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DEDICATORIA

Dedico este trabajo que fue realizado con mucho esmero a Dios y a mis padres.
A Dios porque ha estado conmigo a cada paso que doy, cuidándome y dándome
fortaleza para continuar, a mis padres, quienes a lo largo de mi vida han velado
por mi bienestar y educación siendo mi apoyo en todo momento. Depositando
su entera confianza en cada reto que se me presentaba sin dudar ni un solo
momento en mi inteligencia y capacidad.

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INDICE
Introducción……………………………………………………….3
- La artrosis………………………..……………………...…4
Prevalencia……………………………………………………..…..4
Causas…………………………………………………………..…..5
Síntomas………………………………………………………….…6
Diagnostico……………………………………………………….…7
Tratamiento de la artrosis…………………………………….…….8
- La artritis………………………………………………..….10
Causas de la Artritis……………………………………………...…11
Síntomas de la Artritis………………………………………...…….12
Tratamiento de la Artritis……………………………………...…….16
Intervención Psicológica…………………………………..…….…...23
- La Osteoporosis……………………………………………....28
Clasificación de la osteoporosis……………………………….……..29
Causas de la Osteoporosis…………………………………………….31
Síntomas de la osteoporosis…………………………………………..33
Tratamiento d la Osteoporosis……………………………………..…36
Diferencia entre Artrosis, Artritis y Osteoporosis…………………....40
Conclusión……………………………………………………..……...44
Bibliografía………………………………………………………....….46

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INTRODUCCION

Con el presente trabajo se plantea una intervención con el manejo terapéutico del
paciente con artrosis y artritis tiene como objetivo disminuir la síntomas dolorosas e
inflamatoria, mejorar la capacidad funcional del paciente y la aplicación de
intervenciones terapéuticas eficaces y lo más seguras posibles. Un enfoque centrado
en el paciente implica su participación activa en el diseño del plan terapéutico y en la
toma de decisiones informadas oportunas en todas las etapas de la enfermedad. La
educación terapéutica, la actividad física y el ejercicio terapéutico junto con el control de
peso, en caso de sobrepeso u obesidad, constituyen el núcleo central del tratamiento.
Los autocuidados individuales y por los familiares son fundamentales en el control del
día a día del paciente. El uso de terapias físicas, ayudas técnicas de fármacos tipo
analgésicos simples, opioides y antiinflamatorios tiene evidencias demostradas en el
control del dolor, mejora la funcionalidad y la calidad de vida del paciente y una clara
recomendación de uso en el tratamiento de la artrosis y la artritis .La cirugía
conservadora y la de reemplazo articular se indican en los casos en los que no se logran
los objetivos terapéuticos en casos concretos.

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LA ARTROSIS

La artrosis es una enfermedad crónica


también conocida como osteoartritis u
osteoartritis Las articulaciones son los
componentes del esqueleto que
permiten la conexión entre dos huesos
(como por ejemplo el codo, la rodilla, la
cadera, etc.) y, por lo tanto, el
movimiento. El cartílago es el tejido
encargado de recubrir los extremos de estos huesos y es indispensable para el
buen funcionamiento de la articulación puesto que actúa como un amortiguador.

La artrosis provoca el deterioro del cartílago articular provocando que los huesos
se vayan desgastando y aparezca el dolor. A medida que el cartílago va
desapareciendo, el hueso reacciona y crece por los lados (osteofitos)
produciendo la deformación de la articulación. Las articulaciones son los
componentes del esqueleto que nos permiten el movimiento y, por tanto, nuestra
autonomía funcional y están formadas por la unión de dos huesos a través de la
cápsula articular. En el interior de las mismas existe, generalmente, un fluido
llamado líquido sinovial que es producido por la membrana sinovial. Los
extremos óseos que se unen para formar la articulación están recubiertos por el
cartílago articular. Cuando este cartílago articular se lesiona, se produce dolor,
rigidez e incapacidad funcional.

PREVALENCIA:

La artrosis de rodilla es más común en las mujeres que en los hombres, además
la incidencia aumenta dramáticamente con la edad. Además, según la
Organización Mundial de la Salud, cerca del 28 por ciento de la población
mundial mayor de 60 años presenta artrosis y el 80 por ciento de ésta tiene
limitaciones en sus movimientos. El aumento de la esperanza de vida y el
envejecimiento de la población harán que la artrosis se convierta en la cuarta
causa de discapacidad en el año 2020.

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CAUSAS:

Hasta la actualidad no se conocen con exactitud las causas que producen la artrosis,
pero existen algunos factores de riesgo asociados a su aparición:

 Edad: la prevalencia de personas que sufren de artrosis aumenta con la edad, por el
envejecimiento natural de las articulaciones y cartílagos, siendo mucho más común
padecerla después de los 65 años

 Sexo: afecta sobre todo a mujeres mayores de 50-55 años.

 Genética: si bien la artrosis no es una enfermedad contagiosa, ciertamente que el


historial familiar puede influir a que una cierta persona tenga mayor propensión a
desarrollarla como enfermedad hereditaria.

 Actividad laboral: la repetición de los movimientos articulares puede llevar, a largo


plazo, a la sobrecarga articular. Por eso, determinadas actividades laborales
(peluqueras, albañiles, etc.), pueden provocar la aparición de artrosis.

 Actividad física elevada: los deportistas de élite tienen mayor riesgo de desarrollar
la enfermedad.

 Menopausia: la disminución de los niveles de estrógenos que se produce con la


llegada de la menopausia es uno de los factores de riesgo para su desarrollo.

 Obesidad: se ha demostrado que el peso tiene


incidencia en la aparición de artrosis, en parte
porque el exceso de peso sobre las articulaciones
(por ejemplo, de la rodilla) puede desgastarlas más
rápido de lo normal.

 Traumatismos: fracturas y lesiones pueden ser un


factor desencadenante. Al haber un historial de lesiones en una zona del cuerpo, se
es más propenso a desarrollar artrosis.

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En la mayoría de los casos, sin embargo, la artrosis aparece sin ninguna causa
aparente, pero lo claro es que la probabilidad de contraerla aumenta con la edad,
siendo el grupo etario de más riesgo el que se encuentra sobre los 55 a 60 años. La
zona afectada también puede variar con el género pues en los hombres mayores, se
da con más frecuencia en la cadera mientras que en las mujeres se da más en las
articulaciones de las manos
Esta enfermedad reumática no es hereditaria, pero sí tiene un componente de riesgo
genético que, junto con otros factores, puede hacer que aparezca con más facilidad
en los sujetos que tienen una historia familiar. Es importante conocer esto y conocer
también que factores de riesgo como la obesidad, la falta de ejercicio físico o las
alteraciones en la postura influyen en el desarrollo de la enfermedad y modificarlos
está al alcance del propio paciente tanto para prevenir o retrasar los síntomas como
para favorecer al tratamiento.

SÍNTOMAS:

Crujido

Uno de los signos es sentir que los huesos


rozan entre sí al movilizarse una articulación
que sufre de artrosis, es más común en las
mañanas, después de levantarse.

Dolor

Las articulaciones dolerán más al usarlas en


el día a día, son las consecuencias de
mantenerlas en activo. No se sabe bien por
qué algunas personas sienten más dolor que
otras, por lo que podría deberse a una debilidad en los músculos más que a
problemas de los huesos.

Deformación

En las fases avanzadas de la artrosis, será más frecuente que la articulación


se deforme, haciéndose más ancha y de mayor tamaño y sobresaliendo de modo
similar a un bulto. Cuando los nódulos aparecen en la parte final del dedo, se le

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conoce con el nombre de nódulo de Heberden, en cambio cuando aparecen
hacia la mitad, se denomina nódulo de Bouchard. En ambos casos los dedos
aparecen torcidos produciendo importantes dolores articulares.

Rigidez

La rigidez articular es un síntoma muy frecuente especialmente durante las


mañanas, cuando tras un período largo de inactividad, la articulación puede
mostrarse rígida, necesitando de varios minutos para recuperar la movilidad.

Aparición de edemas

Con frecuencia se puede apreciar la acumulación de líquido alrededor de la


articulación afectada, así como inflamación.

DIAGNÓSTICO:

Según explican desde la Sociedad


Española de Reumatología (SER), el
diagnóstico de la patología se realiza
mediante una entrevista clínica.

Existen algunas pruebas que ayudan al


especialista a completar el estudio. Mediante
una radiografía el médico puede distinguir
los osteofitos, el pinzamiento del cartílago, las
geodas subcentrales y la disminución asimétrica del espacio articular, síntomas claros
de la artrosis.

Otras pruebas que se pueden utilizar en casos excepcionales son la TC y la


resonancia magnética cuando el médico tenga dudas sobre el origen del proceso o
esté estudiando de forma complementaria otros problemas, como una extrusión
discal en una espondiloartrosis o la rotura meniscal en una gonartrosis.

Por último, la ecografía de alta resolución se ha incorporado como una herramienta


diagnóstica muy eficaz porque revela las partes blandas que rodean la articulación,
así como si hay inflamación o lesión en alguna de ellas y distinguir si el perfil del hueso
se está alterando.

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TRATAMIENTO DE LA ARTROSIS

Revisando muchas fuentes de información podemos clasificar los tratamientos


de la siguiente manera:

 Tratamiento no farmacológico

De entrada, es importante seguir algunos consejos fundamentales para proteger


las articulaciones como son:
 Perder peso
 Realizar ejercicios suaves
 Seguir una dieta adecuada
También se puede informar sobre terapias complementarias como:
 La fisioterapia.
Método curativo de algunas enfermedades y lesiones físicas que se fundamenta
en la aplicación de agentes físicos naturales o artificiales como la luz, el calor, el
frío, el ejercicio físico, las radiaciones luminosas, los rayos X, etc.

 La balneoterapia
Es un conjunto de terapias o tratamientos destinados a curar enfermedades o
conservar la salud, que habitualmente se realizan en balnearios, se puede

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realizar mediante inmersiones en agua caliente o fría, masajes con agua en
movimiento, relajación o estimulación. Las aguas minerales de los balnearios
suelen ser ricas en ciertos minerales (sílice, sulfuro, selenio, radio) que se
pueden absorber a través de la piel.
Se emplean también a menudo las arcillas medicinales, cuya práctica recibe el
nombre específico de "fango terapia". En cuanto a la balneoterapia que hace uso
de las llamadas aguas minerales, ésta recibe el nombre específico de
"crenoterapia".

Todos estos cuidados, os pueden ayudar a mejorar el dolor y a mejorar la


movilidad de vuestras articulaciones. Pero en función del grado de artrosis y de
su localización suele ser necesario combinar estas terapias con medicación.

Tratamiento farmacológico

– Antiinflamatorios y/o analgésicos: en la fase


más aguda, el dolor aumenta mucho a causa
de la inflamación de la zona afectada. Llegados
a este punto, puede ser necesaria la
prescripción médica de antiinflamatorios y/o
analgésicos para reducir la hinchazón de la
zona y así calmar el dolor.
– Medicamentos condroprotectores: son los
únicos medicamentos específicos para tratar la
artrosis a largo plazo porque actúan
directamente sobre la articulación afectada. No
sólo alivian el dolor y mejoran la movilidad, sino
que se está demostrando que tienen capacidad para atacar la enfermedad de
raíz, frenando el deterioro de la articulación.
Entre los condroprotectores encontramos fármacos como el condroitín sulfato, el
sulfato de glucosamina y el ácido hialurónico.

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LA ARTRITIS

 CONCEPTO: El término artritis significa literalmente inflamación de las


articulaciones (artr = articulación, itis = inflamación)
 La artritis es una enfermedad de las articulaciones. Los signos más
comunes de la artritis son dolor y rigidez en las articulaciones, pero
también pueden presentarse inflamación, calor y enrojecimiento.
 Las personas suelen tener dificultad para mover las articulaciones
normalmente. La artritis ataca con mayor frecuencia a adultos mayores
de 65 años de edad.
 Con el pasar del tiempo, muchas personas comienzan a sentir dolor y
rigidez en el cuerpo. A veces les duelen las manos, las rodillas o los
hombros y les cuesta trabajo moverlos, ya que pueden llegar a inflamarse.
Estas personas podrían tener "artritis."
 La artritis puede ser causada por la inflamación del tejido que cubre las
articulaciones o coyunturas.

CAUSAS:

Debido a que se conocen casi 100 tipos de artritis y enfermedades relacionadas,


es difícil agrupar en una sola lista todas las causas que la producen. Sin
embargo, se sabe que existen algunos factores que aumentarían el riesgo.

Factores que se pueden manejar


 Sobrepeso
 Músculos débiles
 Movimientos reiterados
Las personas con exceso de peso poseen mayores probabilidades de padecer
osteoartritis, especialmente en las rodillas.

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A la vez, los hombres con exceso de peso son los que están más expuestos a
desarrollar gota.

Cuando los músculos son débiles, no pueden sostener a las articulaciones de


una forma adecuada.

Algunos movimientos que se realizan repetidamente durante un período de


tiempo prolongado, pueden ser la causa de una lesión en la articulación.

Factores involuntarios
 La predisposición genética, que se hereda de los padres.

 Mal funcionamiento del sistema inmunológico.

 Problemas en el cartílago o en la unión de las articulaciones.

 Una lesión en la articulación.

 Ciertas bacterias, un hongo o un virus que infecta las articulaciones.

SINTOMAS DE LA ARTRITIS

La artritis tiene una forma de inicio


sumamente variable, aunque algunos
patrones de comienzo son más o menos
característicos. En la mayoría de los casos,
los primeros síntomas que se perciben con
claridad son la tumefacción, el dolor y la
rigidez matutina, que denotan la existencia
de un proceso inflamatorio. Por lo general,
se localizan en una sola o bien en unas pocas articulaciones pequeñas (en las
manos y/o en los pies) y se van intensificando a lo largo de semanas o meses.
En otros casos, estos mismos síntomas se presentan de forma brusca y acusada
e incluso tan intensa que provocan una sensación de alarma en el afectado.

A menudo, las manifestaciones que reflejan la existencia de inflamación articular


son precedidas durante algún tiempo por otras de carácter inespecífico, como
malestar general, cansancio, fiebre ligera y pérdida de apetito. No obstante, es
habitual que el afectado no les preste mayor atención, no sólo por su falta de

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especificidad, sino también por su escasa intensidad. Lo más característico es
que en las fases iniciales la inflamación afecte sólo a una o unas pocas
articulaciones de los dedos de las manos o los pies, y que dicha afectación sea
simétrica, es decir, que comprometa casi por igual a ambos lados del cuerpo. Sin
embargo, también es posible que las primeras articulaciones afectadas sean las
más grandes, por orden de frecuencia: los tobillos, las rodillas, los hombros, los
codos, las muñecas o las caderas. Aunque es mucho menos habitual, también
puede ocurrir que al inicio la inflamación sea asimétrica, es decir, que afecte a
una o unas pocas articulaciones de un solo lado del cuerpo, o incluso que adopte
un patrón más irregular, o sea, que comprometa a algunas de un lado y a otras
del otro. Sea cual sea el patrón inicial de la inflamación articular, la tendencia
típica es que con el paso del tiempo se acaben afectando varias articulaciones
(lo que se conoce como afectación «poli articular», y que esto ocurra de forma
simétrica, a ambos lados del cuerpo. Por último, en contadas ocasiones el
trastorno se inicia con una manifestación extra articular, lo que expresa el
compromiso de otras estructuras. Por ejemplo:

Alguna vez la primera manifestación de la AR corresponde a la aparición de un


«nódulo reumatoide» (bulto indoloro que se forma bajo la piel, sobre todo en los
codos, las rodillas u otras zonas de fricción), una pericarditis (inflamación del
manto que recubre el corazón) o una pleuritis (inflamación de la cubierta de los
pulmones). No obstante, conviene recalcar que las manifestaciones
extraarticulares se suelen presentar cuando la enfermedad ya está bien
establecida. Las manifestaciones articulares Las manifestaciones articulares son
consecuencia de la inflamación articular y de las lesiones que ésta origina a
medio y largo plazo. Las más importantes y características de la AR son las antes
referidas: la tumefacción, el dolor y la rigidez matutina. No obstante, también
cabe mencionar otras que no siempre están presentes o bien no suelen resultar
tan pronunciadas, como el ligero calentamiento en la piel que recubre las
articulaciones afectadas o, más raramente, el enrojecimiento de la zona.

 La tumefacción: La tumefacción articular, propio reflejo de la inflamación,


suele advertirse a simple vista, ya que conlleva un incremento del
diámetro o volumen de la articulación afectada. Esto es lo que sucede
cuando la inflamación asienta en los nudillos, las muñecas, los tobillos o

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los codos, todas ellas articulaciones bien expuestas y visibles. Sin
embargo, la tumefacción de las articulaciones profundas, como la cadera,
o la de aquellas que están recubiertas por un grueso manto muscular,
como los hombros, no se puede apreciar a simple vista.
 El dolor: El dolor, probablemente el síntoma más molesto y acusado en
las personas con AR, suele acentuarse cuando se mueve o se intenta
mover la articulación afectada, pero también cuando se ejerce una presión
sobre ésta, como ocurre al tocarla o al apoyarla sobre una superficie dura.
El dolor sigue la pauta de la enfermedad: disminuye o desaparece en los
períodos de calma y se intensifica durante las exacerbaciones
sintomáticas y en las fases avanzadas. Sin embargo, su papel en la
evolución y el pronóstico de la enfermedad es mucho menos relevante
que el de la inflamación que lo provoca.
 La rigidez matutina: La rigidez matutina consiste en una notoria
dificultad para mover la articulación afectada tras el reposo nocturno. En
general, persiste durante unas cuantas horas, con un mínimo de 30
minutos. A veces es leve y se percibe sólo como una tirantez, mientras
que en otras ocasiones puede ser tan pronunciada que impida realizar
cualquier tipo de movimiento con la parte del cuerpo correspondiente (por
ejemplo, cerrar el puño). Paradójicamente, el movimiento y el ejercicio
suelen aliviarla.

El primer síntoma de artritis y que refieren los pacientes con mayor frecuencia,
es el dolor en pequeñas y grandes articulaciones. El inicio es gradual o insidioso,
con progresión de los síntomas y adición de nuevas articulaciones; el curso es
crónico. El dolor es consecuencia de la inflamación de las articulaciones, que
con frecuencia se aprecia a simple vista en personas que padecen artritis.

Las articulaciones más comúnmente dañadas son las muñecas, los nudillos, las
articulaciones de los dedos, donde cabe destacar que no suele afectar a
articulaciones interfalángicas distales (articulación más cercana al extremo de
los dedos), los hombros, los codos, las caderas, las rodillas, los tobillos y los
dedos de los pies, seguidas de la cadera y las articulaciones

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temporomandibulares. El dolor de cuello también puede estar originado por la
artritis reumatoide y, por tanto, debe ser valorado por el médico.

Además del dolor y la inflamación, se produce rigidez articular matutina, es decir,


hay dificultad en el inicio de los movimientos durante más de 45 minutos. La
inflamación permanente y no tratada puede terminar dañando los huesos, así
como los ligamentos y tendones que los rodean. La consecuencia será la
deformidad de las articulaciones de forma progresiva, perdiendo el paciente la
capacidad para realizar las actividades normales de la vida diaria.

La deformidad de los dedos frecuentemente referida como en “cuello de cisne” y


en “ojal” se presenta tarde en el curso de la artritis reumatoide, y es característica
de la enfermedad crónica; normalmente no se observa en la presentación inicial,
donde los signos de sinovitis y de daño articular son sutiles.

También se producen otros síntomas extra-articulares asociados, que son


alteraciones de la enfermedad a otros niveles, estos son:

 Adelgazamiento.

 Astenia o cansancio.

 Fiebre inexplicable.

 Xerostomía, es decir, sequedad de boca.

 Xeroftalmia o sequedad en los ojos, sensación de arenilla y ojos rojos.

 Bultos en la piel llamados nódulos subcutáneos, que son característicos


de la artritis reumatoide, aunque no son exclusivos de ella, ya que en
ocasiones aparecen en otras enfermedades.

 Debilidad muscular.

 Dolor de cuello intenso y persistente.

 Hormigueo en manos o pies.

 Ronquera mantenida sin notar catarro.

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Fiebre inexplicable (sin infección ni otra causa que la justifique), cansancio,
hormigueos en manos o pies, ronquera mantenida sin tener catarro, sensación
de falta de aire, tos continua, dolor en el pecho o los costados. En algunos
pacientes, también se asocian otras enfermedades autoinmunes como el
síndrome de Sjögren, en este caso secundario, que justifica que los pacientes
presenten sequedad de boca y ojos. En la piel, pueden aparecer nó- dulos
reumatoides, que son abultamientos duros que aparecen en las zonas de roce
(codos, dorso de los dedos, zona del talón…).

Los síntomas de la AR varían de una persona a otra y en casi todas las personas
también varían de un día para el otro, aunque siempre existe un cierto grado de
artritis. En algunas personas, la enfermedad puede ser leve, con períodos de
actividad (en los que la inflamación de las articulaciones empeora) conocidos
como episodios agudos o de exacerbación. En otras, la enfermedad permanece
activa continuamente y empeora, o progresa con el paso del tiempo.
Si usted tiene AR, es probable que sienta los siguientes síntomas en algunas
articulaciones:

• Dolor articular, hipersensibilidad, hinchazón o rigidez por seis semanas o más

• Mas de una articulación afectada

• Articulaciones pequeñas

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• Más mismas articulaciones afectadas en ambos lados del cuerpo

• Fatiga, fiebre de baja temperatura

• Anemia

• Análisis de sangre que muestran inflamación

• Pruebas de laboratorio que detectan anticuerpos ligados a la AR

Estas señales físicas de la artritis se deben a la inflamación del revestimiento, o


sinovio, de las articulaciones. Si esta inflamación persiste o no responde bien al
tratamiento, puede causar la destrucción de cartílago, hueso, tendones y
ligamentos adyacentes, conduciendo así, a las deformidades de las coyunturas.
La artritis reumatoide puede hacerle sentir completamente enfermo,
particularmente durante los períodos de agudización y usted podría:
• perder el apetito

• Perder peso

• Tener poca energía

• Tener fiebre de temperatura baja (febril)

• Volverse anémico (tener un número de glóbulos rojos más bajo de lo normal).

• Desarrollar nódulos reumatoides (bultos de tejido que se forman bajo la piel)

TRATAMIENTO DE LA ARTRITIS

La artritis es una enfermedad crónica con causas y mecanismos de producción


complejos y no suficientemente conocidos, por lo cual no es de extrañar que su
tratamiento sea igualmente complejo y prolongado. Lamentablemente, el
tratamiento disponible en la actualidad no permite curar la enfermedad, aunque
sí aliviar de manera notable la intensidad de las manifestaciones, reducir o
incluso frenar la actividad inflamatoria y prevenir las secuelas –antaño
características– de las fases avanzadas. El tratamiento consiste básicamente en

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la combinación de una terapia no farmacológica y una terapia farmacológica. De
forma complementaria, a veces se recurre a la cirugía, por ejemplo para
reconstruir un tejido afectado o para reemplazar una articulación por una
prótesis. La terapia no farmacológica corresponde a una serie de
recomendaciones relacionadas con el reposo y la realización de ciertos ejercicios
destinados a mejorar la flexibilidad de las articulaciones afectadas. Asimismo, a
menudo se indica el seguimiento de técnicas de fisioterapia o la inmovilización
temporal de un segmento corporal, por ejemplo mediante el uso de férulas de
reposo. La terapia farmacológica consiste en la administración de una amplia
gama de medicamentos, por lo general de forma combinada y durante períodos
prolongados. Los analgésicos y antiinflamatorios, que disminuyen el dolor y la
inflamación, se encuentran entre los más utilizados, en particular los
antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y los corticoides. Con todo, los
medicamentos más importantes en el tratamiento de la AR son los llamados
«fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad» (FAME), que
reciben esta denominación porque su acción tiende a detener la actividad
inflamatoria, por lo que pueden mejorar el curso de la enfermedad.

Los FAME se suelen indicar durante períodos prolongados, ya que con ello se
pretende conseguir la «remisión clínica» del trastorno, es decir, interrumpir la
actividad inflamatoria causante de las lesiones. Algunos de estos medicamentos,
como el metotrexato, la leflunomida, la sulfasalacina y los conocidos como
fármacos antipalúdicos, se utilizan hace muchos años, y por ello se conocen
como FAME «tradicionales». Por su parte, los denominados FAME «biológicos»,
aparecidos en los últimos años, representan una nueva generación de este tipo
de medicamentos y han supuesto un avance determinante en el tratamiento de
la AR. Los principales fármacos de este grupo actúan bloqueando sustancias
que intervienen en los procesos inflamatorios, como el TNF o la la IL-1, o bien
inactivando moléculas relacionadas con la activación de los glóbulos blancos que
participan en el proceso inflamatorio. La introducción de estas terapias ha
modificado en gran medida la historia natural de la enfermedad, frenando el daño
estructural que ésta desencadena. Gracias a la combinación de los FAME
tradicionales y los biológicos, hoy en día se está consiguiendo una importante
mejora en el pronóstico de la AR. Aunque, eso sí, para obtener estos resultados

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es esencial proceder al tratamiento de forma precoz, en lo posible antes de que
hayan transcurrido tres meses desde el inicio de los síntomas.

Los medicamentos que se emplean en el tratamiento de la AR pueden ser más


o menos eficaces, en función de muchas circunstancias, pero también pueden
generar una gran variedad de efectos adversos, más o menos acentuados. Por
ello, es muy habitual que a lo largo del tratamiento se ajusten las dosis y se
introduzcan modificaciones en el plan terapéutico tantas veces como sea
necesario, atendiendo a las características y necesidades de cada paciente. Las
visitas de control constituyen un pilar central del tratamiento, ya que permiten al
reumatólogo evaluar la evolución de la enfermedad, valorar los resultados del
tratamiento e indagar sobre la presencia de efectos adversos provocados por los
medicamentos. Durante estas vistas, que se programan con una periodicidad
ajustada a las circunstancias de cada caso en particular, el reumatólogo
interrogará y examinará al paciente y, si lo juzga oportuno, solicitará análisis de
sangre, radiografías u otras exploraciones complementarias.

Terapia no farmacológica:

La terapia no farmacológica cumple un


papel muy importante en el tratamiento de
la AR, porque ayuda a que la persona
afectada se sienta mejor y disfrute de una
mejor calidad de vida. Debe quedar claro
que en ningún caso la terapia no
farmacológica puede sustituir a la
farmacológica, que es la que puede modificar el curso de la enfermedad y, por
lo tanto, constituye el pilar fundamental del tratamiento de la AR. Es más: gracias
a la nueva medicación disponible para el tratamiento de la AR, se está
consiguiendo mejorar de forma remarcable el pronóstico y la calidad de vida de
las personas afectadas, con lo que el papel de la terapia no farmacológica
empieza a ser menos importante de lo que era hace tan sólo unos años. La
terapia no farmacológica incluye un amplísimo abanico de recomendaciones
generales y terapias complementarias con objetivos tan variados como adaptar
los hábitos de vida a las capacidades del paciente, aliviar y/o saber convivir con

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el dolor, mejorar la flexibilidad de las articulaciones o sentirse con más energía y
optimismo.

Educación del paciente y consejos sobre el estilo de vida:

Es conveniente que todas las personas con AR conozcan, ya desde el momento


del diagnóstico, cuáles son los aspectos más relevantes de su enfermedad y las
repercusiones que ésta puede tener en sus vidas, pues ello les permitirá
participar de forma activa y eficaz en la toma de decisiones. Así, la «educación
del paciente» es una de las tareas a la que se consagra el equipo asistencial
desde las primeras fases de la enfermedad. Una vez establecido el diagnóstico
y perfilado el pronóstico, el equipo asistencial informará al paciente acerca de las
características de la enfermedad y recabará información sobre sus
circunstancias particulares, como su situación laboral, sus hábitos de vida o el
apoyo familiar y social con el que cuenta. De esta manera, con la participación
activa por parte del paciente, se esboza un «plan de tratamiento» a medio y largo
plazo. Un plan en el que, además de contemplarse la terapia farmacológica, se
individualizan las recomendaciones generales y se sugieren las terapias
complementarias potencialmente convenientes según la gravedad de las
manifestaciones y las circunstancias personales. Recomendaciones para los
pacientes con AR leve o controlada En general, en los pacientes que se
encuentran en las primeras fases de la enfermedad o que sólo tienen
manifestaciones leves, así como en aquellos en quienes se ha conseguido una
remisión (ausencia de dolor, rigidez e inflamación articular) y no presentan daño
articular, las recomendaciones referentes a la salud son similares a las de la
población general: • Seguir una dieta sana.

• No fumar.

• Dormir un mínimo de ocho horas diarias.

• Realizar un ejercicio físico aeróbico moderado (30 minutos, tres veces por
semana)

. • Moderación en el consumo de bebidas alcohólicas.

• Evitar, dentro de lo posible, las actividades laborales o de ocio que conlleven


un esfuerzo físico que sea demasiado intenso o sostenido.

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Recomendaciones para los pacientes con síntomas y/o lesiones
manifiestos:

En las personas con síntomas más manifiestos o que presentan limitaciones en


la movilidad, las recomendaciones son más estrictas y específicas, pues se
establece un plan de reposo y ejercicio individualizado según la intensidad de los
síntomas y las zonas esqueléticas afectadas. En estos casos, también se
recomienda evitar los trabajos u ocupaciones que requieren un esfuerzo físico
intenso o continuo, mantenerse varias horas en una posición fija –ya sea de pie
o sentado– o bien efectuar movimientos repetitivos con las articulaciones
afectadas, sobre todo si tienen que realizarse de forma enérgica. Por la misma
razón, se recomienda interrumpir más o menos cada media hora la actividad que
se esté llevando a cabo, con el objeto de evitar sobreesfuerzos en las
articulaciones comprometidas.

Importancia del reposo:

Un reposo adecuado es parte esencial de la terapia no farmacológica, ya que


permite que el organismo se recupere mejor y más rápido del desgaste que
supone la actividad inflamatoria persistente, ayuda a combatir el cansancio y la
debilidad muscular –tan comunes en las personas con AR– y contribuye a que
las articulaciones trabajen menos. La necesidad de reposo varía según las
características y circunstancias individuales, pero también en función de las
ocupaciones y el ejercicio físico que realice el paciente. Por ello, el equipo
asistencial elabora un «plan de reposo y ejercicio físico» personalizado, en el
que precisamente se contemplan todas estas variables.

Es conveniente que las personas con AR procuren dormir unas 8-10 horas
diarias durante la noche y que, en los períodos de mayor actividad inflamatoria,
destinen 30-60 minutos suplementarios al descanso a media mañana y a primera
hora de la tarde. Se aconseja mantener una cierta regularidad en lo que se refiere
al tiempo destinado al reposo y los horarios de sueño. También son aconsejables
los baños de agua caliente y los ejercicios de relajación tanto antes del reposo
nocturno, porque ayudan a conciliar el sueño, como al levantarse por las
mañanas, puesto que reducen la intensidad y la duración del dolor y la rigidez
matutina. Asimismo, se recomienda utilizar un colchón firme, colocar la almohada

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de forma tal que sujete la cabeza sin que quede muy levantada y, si se duerme
de lado, poner un cojín bajo la cintura, en este caso para mantener el cuerpo
bien alineado.

El ejercicio físico:

La actividad y el ejercicio físico pueden contribuir a mejorar el estado general y


de las articulaciones en las personas con AR siempre y cuando se practiquen de
forma moderada, atendiendo a las circunstancias particulares que atraviesa cada
paciente y, por supuesto, con el consentimiento del equipo asistencial. Las
recomendaciones en cuanto al ejercicio físico forman parte del referido «plan de
reposo y ejercicio físico» personalizado que se elabora teniendo en cuenta
aspectos tan variados como la edad y el estado físico del paciente; la intensidad
de la actividad inflamatoria, el dolor y la rigidez articular; la presencia de un mayor
o menor grado de limitaciones de los movimientos, y las preferencias individuales
de cada persona. En general, se recomienda reducir la actividad y evitar el
ejercicio físico durante los períodos de intensa actividad inflamatoria, mientras
que, por el contrario, se indica reiniciar e incrementar la actividad física cuando
los síntomas son menos acusados y en los períodos de remisión. Conviene evitar
los ejercicios físicos y las actividades deportivas que conllevan la realización de
esfuerzos intensos y mantenidos. En cambios ejercicios aeróbicos, como los que
representan la marcha, andar en bicicleta y nadar, practicados con moderación,
durante un mínimo de unos 30 minutos y tres veces a la semana, figuran entre
los más recomendados. También suele resultar conveniente realizar ciertos tipos
de ejercicios específicos para las articulaciones afectadas. Así, los ejercicios
«isométricos», en los que se contrae un músculo sin que se mueva la articulación
implicada (por ejemplo, manteniendo una pierna extendida sin moverla), sirven
para fortalecer la musculatura sin sobrecargar la articulación. O así también, los
ejercicios «dinámicos», en los que se efectúa repetidamente todo el movimiento
que consiente una articulación hacia una y otra dirección (por ejemplo, flexionar
y estirar el brazo alternativamente), pueden ser de utilidad para prevenir la
limitación del movimiento (en este caso, del codo).

21
Fisioterapia:

La fisioterapia consiste en la utilización de un conjunto de medios físicos para el


tratamiento de enfermedades, entre ellos el frío, el calor o las corrientes
eléctricas, así como la realización de ciertos tipos de ejercicios físicos y la
aplicación de masajes. Algunas pruebas realizadas por los fisioterapeutas sirven
para controlar la evolución y los resultados de los tratamientos.

Las personas con AR pueden requerir la ayuda de la fisioterapia en diversas


fases y circunstancias de la enfermedad, en particular para aliviar el dolor, reducir
la rigidez y aumentar la flexibilidad articular. En general, se considera que estas
terapias constituyen un complemento del tratamiento farmacológico y del
ejercicio físico, ya que sólo tienen un efecto puntual y pasajero. Calor superficial.
El calor superficial se aplica mediante bolsas, almohadillas o mantas calientes,
lámparas de rayos infrarrojos, baños de parafina o baños de agua caliente. Suele
indicarse al levantarse por las mañanas y antes del ejercicio físico, y puede
llevarse a cabo en el propio domicilio del paciente. Es importante que la
aplicación de calor superficial no dure más de 20 minutos y que en ningún caso
produzca dolor. Por la misma razón, se desaconseja dormir con una bolsa o
manta caliente. Calor profundo. El calor profundo se aplica mediante aparatos
especiales que convierten la electricidad o los ultrasonidos en calor. Se trata de
un procedimiento que se ha de llevar a cabo en sitios especializados, ya que
requiere la orientación y ayuda por parte del fisioterapeuta. Estimulación eléctrica
transcutánea (TENS). La estimulación eléctrica de un determinado nervio a
través de la piel se lleva a cabo con un aparato específico y bajo el control de un
fisioterapeuta; puede ser de utilidad para aliviar el dolor y la rigidez articular. Frío
local. La aplicación de frío local, por ejemplo mediante bolsas de hielo, está
indicada para casos de inflamación intensa y repentina o para evitar que una
articulación se inflame y duela tras el ejercicio físico o la realización de
movimientos repetidos con una articulación.

Dispositivos ortopédicos:

A lo largo de la evolución de la enfermedad, las personas con AR pueden


requerir la utilización de diversos tipos de dispositivos ortopédicos. Algunos de
éstos se indican temporalmente, hasta que la articulación afectada se desinflame

22
y deje de resultar dolorosa y, por lo tanto, pueda ser movilizada nuevamente.
Éste es el caso de las férulas de reposo que se colocan en las extremidades (por
ejemplo, en los dedos) o el de los collarines que se utilizan para proteger el
cuello. En cambio, los dispositivos ortopédicos que se utilizan para prevenir
deformaciones, como por ejemplo plantillas para los pies, suelen ser necesarios
durante períodos de tiempo muy prolongados. Algunos de estos dispositivos sólo
se utilizan para realizar ciertas actividades. Así, a veces se recomienda el uso
de un bastón para evitar la sobrecarga de las rodillas y las caderas al caminar, o
el de una rodillera para subir y bajar escaleras o realizar alguna actividad
deportiva.

Terapia farmacológica:

La terapia farmacológica constituye la base del tratamiento de la AR. Sus


objetivos son aliviar los síntomas, conseguir la interrupción de la actividad
inflamatoria, prevenir las lesiones articulares y evitar la pérdida de función
articular. Los principales fármacos que se utilizan en el tratamiento de la AR son
los analgésicos, los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), los corticoides, los
fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) tradicionales
y los FAME biológicos. Las lesiones articulares propias de la AR comienzan a
desarrollarse ya durante los primeros dos años de la enfermedad. Por ello, es
aconsejable iniciar la terapia farmacológica de forma precoz, idealmente durante
los primeros meses tras la aparición de los síntomas iniciales, sobre todo con los
FAME, ya que con ello se puede mejorar de forma muy notable el pronóstico y
la calidad de vida del paciente. La terapia farmacológica de la AR puede llegar a
ser muy compleja, pues tiene que ajustarse a la evolución de la enfermedad, a
las circunstancias en las que se encuentre el paciente, a los resultados
alcanzados con los tratamientos previos y a la eventual aparición de efectos
adversos o existencia de contraindicaciones. Utilizar de forma adecuada la
medicación implica, sobre todo, no auto medicarse, es decir, no tomar nunca los
medicamentos sin tener en cuenta las prescripciones e indicaciones del
facultativo. Es especialmente importante que el paciente nunca suspenda por su
cuenta el tratamiento con corticoides o con FAME, puesto que ello podría reducir
notablemente la eficacia de la terapia e incluso dar lugar a la aparición de efectos
adversos. No auto medicarse significa no tomar decisiones sobre la medicación

23
al margen del facultativo, pero ello no implica desconocer la medicación que se
toma.

La cirugía:

Cuando la AR no se puede controlar


adecuadamente mediante el tratamiento,
la inflamación puede acabar originando
lesiones graves e irreversibles en la
membrana sinovial, el cartílago articular
y el hueso. Tales lesiones, a su vez,
pueden causar dolor, importantes
limitaciones en la movilidad articular,
desviaciones esqueléticas y una
marcada dificultad para llevar a cabo las actividades laborales, las de ocio o
incluso las tareas más elementales, como vestirse, lavarse, peinarse, comer o
desplazarse con autonomía.

Es en estos casos cuando se suele recurrir a la cirugía ortopédica o reparadora,


cuya finalidad es, precisamente, reducir el dolor, mejorar la movilidad de las
articulaciones afectadas y dotar de una mayor autonomía al paciente con AR.
Ocasionalmente, también se recurre a la cirugía para prevenir alguna
complicación importante, por ejemplo para mejorar la estabilidad de la columna
vertebral. Lógicamente, la cirugía no está indicada en todos los pacientes con
AR, sino sólo en aquellos que reúnen unas ciertas características relacionadas
con la edad, el estado físico, la ocupación o el estilo de vida, en quienes una
determinada técnica quirúrgica puede ofrecer una mejoría clara y previsible. Así,
antes de indicar una intervención quirúrgica, el reumatólogo explicará al paciente
los beneficios y riesgos que conlleva el tipo de intervención sugerida y solicitará
interconsultas con el cirujano ortopédico y el médico rehabilitador. Existe una
gran diversidad de técnicas quirúrgicas utilizadas en pacientes con AR. Las más
sencillas pueden llevarse a cabo mediante una «artroscopia», es decir, a través
de un tubo que se introduce en la articulación, pero muchas otras, como ocurre
con el reemplazo de un articulación natural por una prótesis, es necesario
proceder a una intervención quirúrgica convencional, en la que se debe realizar

24
una incisión amplia para poder actuar sobre los tejidos afectados. En general,
una vez superado el período posquirúrgico inmediato, el paciente regresa a casa
y comienza la recuperación. En esta etapa, bajo la indicación del médico
rehabilitador, el paciente deberá seguir un plan de ejercicios y reposo que
ayudará a normalizar la función articular.

Como ocurre en otras vertientes del tratamiento de la AR, es muy aconsejable


que el paciente se interese y conozca las opciones quirúrgicas que tiene a su
disposición, puesto que es él quien realmente conoce cuál es el impacto que está
teniendo la enfermedad en su vida cotidiana y quien, a fin de cuentas, deberá
evaluar los riesgos y beneficios particulares que conlleva toda operación.

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN EL DOLOR CRÓNICO.

Antes de poder hablar sobre la función del psicólogo en los pacientes con la
enfermedad de artritis, se cree conveniente que empecemos a descifrar el
problema principal del paciente, estaríamos hablando del dolor y sus
consecuencias que genera a los pacientes que presentan dicha enfermedad.

Planteamiento del problema

La comprensión científica del dolor va evolucionando rápidamente. Antes se


pensaba que su presencia implicaba únicamente la existencia de un daño físico,
sin embargo, actualmente la ciencia nos ha llevado a descubrir la importancia
que tienen las consecuencias de la vivencia del dolor de los pacientes con la
enfermedad de artritis, Porque el dolor genera importantes reacciones
emocionales que pueden potenciar el sufrimiento que lleva asociado. Pero,
además, si el dolor se hace crónico puede tener un impacto devastador en todos
los aspectos vitales de la persona que lo sufre:

Socialmente, porque se tienen que disminuir las relaciones sociales con amigos
y allegados.

Laboralmente, puede llegar a afectar a la capacidad de trabajar, produciendo un


sentimiento de inutilidad y problemas económicos.

En las relaciones de familia y de pareja, porque no se pueden cumplir las


expectativas de nuestros seres queridos.

25
Un dolor crónico llega a hacer que las personas se planteen el para qué y el
porqué de la vida. Normalmente tenemos la experiencia de que el dolor es
pasajero y controlable; pero cuando aparece un dolor resistente, que no se pasa,
nuestra concepción del mundo se tambalea. Surge entonces la necesidad de
construir una nueva en la que tenga sentido la existencia de un dolor que no se
puede evitar y en la que podamos dar cabida a:

Sensaciones corporales incontrolables.

Limitaciones en la capacidad corporal.

Pérdida de contacto social.

Problemas laborales que pueden incluir incertidumbre económica, etc.

La labor del psicólogo se centra en trabajar terapéuticamente todos estos


aspectos del dolor para mejorarlo y hacerlo más soportable.

Reacciones emocionales asociadas al dolor

El dolor tiene la función de avisarnos para que hagamos algo que consiga reparar
el daño físico que pensamos que lo genera. El dolor es una sensación
generalmente terrible y, como indicio de un mal, amenazante. Por eso, una
reacción natural en el hombre es el miedo al dolor, un miedo que es adaptativo
porque nos impulsa a evitarlo y eliminarlo.

Pero no siempre una reacción de miedo nos lleva a un comportamiento


adecuado. Por ejemplo, para que no nos duela algo nos estamos quietos y
dejamos de hacer muchas cosas que nos hacían la vida agradable, a veces más
allá de lo estrictamente necesario. Otro ejemplo se da cuando el miedo al dolor
nos puede hacer no acudir al dentista, lo que finalmente será causa de un mal
mayor.

En el caso de un dolor crónico en estos pacientes, nuestra lucha por evitar el


dolor se convierte muchas veces en un esfuerzo inútil. El sentimiento de fracaso
genera, primeramente impotencia y un estado de irritación que influye en las
personas que la sufren este dolor y quienes los rodean. Finalmente, cuando
vemos que no es posible acabar para siempre con él, muchas veces pueden

26
caer en una depresión o al menos a un estado de ánimo deprimido que hace
perder el sentido de la alegría.

La continuidad del dolor puede producir ansiedad social. Si impide la actividad


normal, puede llegar a generar un sentimiento de inutilidad y de no sentirse
necesarios. Si nos esforzamos en luchar contra ello y que nada cambie,
podemos llegar a intentar mantener niveles de actividad similares a los que
teníamos cuando no sentíamos dolor, muy por encima de nuestras posibilidades
actuales.

Nos damos cuenta de que, además del daño físico, el dolor lleva asociados una
serie de procesos psicológicos tan desagradables, duros y amenazantes como
el propio dolor y que se unen indisolublemente a él. Para entender estos
fenómenos hay que distinguir bien ente dolor y sufrimiento.

El psicólogo en el tratamiento del dolor crónico.

El problema no es que haya dolor


crónico, sino que este arruine
nuestra vida ocasionándonos
problemas de pareja, de trabajo, de
amistades y tiempo libre, de
ansiedad, depresión, insomnio, etc.
y que lo haga porque hemos caído
en alguno de los círculos viciosos
que se han señalado.

Para salir de esos círculos hay que darse cuenta que estamos ante una situación
que no se puede cambiar y que la aceptación es el único camino:

Aceptación es no hacer nada para evitar, dejar de hacer todo lo que no sirve:
desmontar los círculos viciosos y potenciar el tratamiento médico adecuado.

Aceptar es abrirnos a experimentar los sucesos y las sensaciones


completamente, plenamente y en el presente, como son y no como tememos
que sean.

Aceptar es tomar conciencia de las limitaciones que conlleva el dolor crónico.

27
La aceptación abre el camino al compromiso. A seguir haciendo aquello para lo
que valemos de acuerdo a nuestras capacidades, aunque esto signifique que
tenemos adecuar nuestras metas a nuestras capacidades limitadas por un dolor
crónico.

Aceptar no es quedarse con el sufrimiento que se tiene, la aceptación disminuye


el sufrimiento e incluso inicia proceso psicofisiológico de la habituación, por el
que el dolor se hace más tolerable porque nos habituamos a él. Habituándonos
a las sensaciones disminuye la ansiedad, el miedo y la depresión, tendremos
menos sensaciones asociadas al dolor y continuaremos comprometidos con un
nuevo papel social con valores propios

Pero aceptar el dolor, abrirnos a su experiencia es muy duro y puede precisar de


una terapia psicológica. Supone que la persona tiene que incorporar en su propio
auto concepto la nueva incapacidad de controlar el dolor y las limitaciones que
tiene y pese a ello encontrar un sentido a su vida. Por eso la terapia de
aceptación y compromiso proporciona una visión más amplia del mundo en la
que cabe la inevitabilidad del dolor.

Hoy día la terapia psicológica cognitivo conductual tiene suficientes herramientas


para poder enfrentarse con éxito a esos problemas. Son técnicas que han
mostrado su eficacia de forma científica. Por citar algunas:

1. La relajación y el biofeedback nos enseñan a dejar tensiones dañinas en


nuestro cuerpo. La meditación junto con la relajación, la respiración y el
biofeedback nos permite no seguir automáticamente nuestros impulsos que nos
llevan a caer en uno de los círculos viciosos.

2. Distraerse del dolor es un consejo muy a mano; pero realizarlo no es nada


fácil y puede ser necesario un entrenamiento profundo que requiere técnicas
especiales.

3. Las técnicas cognitivas como la reestructuración, la terapia racional


emotiva, etc. nos ayudan a enfrentarnos con nuestros pensamientos y
sentimientos de forma racional y de manera más eficaz.

4. Las técnicas operantes de potenciación de actividades permiten recuperar


al límite actual nuestras capacidades.

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5. La hipnosis es otra herramienta que incide directamente en los mecanismos
psicológicos de percepción del dolor.

6. Las técnicas de asertividad y el entrenamiento en habilidades sociales


permiten enfrentar los cambios sociales derivados de las nuevas limitaciones
asociadas al dolor crónico.

La psicoterapia cognitivo conductual ha demostrado científicamente su eficacia


en el tratamiento del dolor crónico por medio de ensayos clínicos controlados.
También ha demostrado ser el tratamiento de elección en problemas de
ansiedad y depresión, que son consecuencia del dolor y a su vez incrementan
sus efectos.

Intervenciones de un psicólogo.

Existen talleres diseñados para aprender las técnicas básicas de manejo del
dolor crónico.

Tenemos la idea de la terapia psicológica como algo interminable que es costosa


en tiempo y dinero y de resultados inciertos. Sin embargo, las técnicas cognitivo
conductuales son eficaces, simples y estructuradas y cada vez se perfeccionan
más, con objeto de que la intervención del terapeuta sea mínima. Se pueden ver
más detalles de un programa de estas características en español en el Curso
Terapéutico de Aceptación. Consiste en un curso a distancia y auto aplicado
dirigido a descubrir y potenciar nuestra capacidad de aceptación de nuestras
propias sensaciones por muy desagradables que sean, mientras nos
comprometemos con nuestros valores más importantes de acuerdo con nuestras
limitaciones.

En este curso se incluye el aprendizaje de técnicas de relajación, de respiración,


un entrenamiento intenso de concentración en el presente, para poder aceptar
las sensaciones que se asocian al dolor, y finalmente llevar nuestra conciencia
a su plenitud potenciando nuestra capacidad de darnos cuenta de los procesos
psicológicos que ocurren en nuestra vida para poder situarlos en su justa medida.
Se enseña a no actuar descontroladamente ante el dolor y, desde la no acción,
poder deshacer los círculos viciosos mencionados antes. No hay que olvidar que
este curso es limitado, si bien posibilita el aprendizaje de filosofía de enfrentar la

29
vida de forma plena y compatible con el dolor, no está diseñado para los
problemas particulares de cada cual, que si son lo suficientemente grandes
pueden requerir una terapia psicológica.

Una terapia psicológica es un proceso de cambio profundo, es un camino que


hay que recorrer bajo la guía de un terapeuta entrenado y que nos descubre
nuevas perspectivas para poder vivir más plenamente.

La Osteoporosis

La osteoporosis es una enfermedad esquelética en la que se produce


una disminución de la densidad de masa ósea. Así, los huesos se vuelven más
porosos, aumenta el número y el tamaño de las cavidades o celdillas que existen
en su interior, son más frágiles, resisten peor los golpes y se rompen con mayor
facilidad.

Ésta es una enfermedad característica de las personas mayores, especialmente


en las mujeres al llegar al periodo post menopaúsico. Con el paso del tiempo,
gracias al desarrollo de las ciencias y al progreso, la expectativa de vida de las
personas se ha incrementado en forma marcada. Hacia los años cuarenta, la
expectativa de vida de la mujer en el Perú era de más o menos 45 años,
actualmente es de 67 años y en los próximos veinte años se espera que llegue
a 76 años.

En la osteoporosis el metabolismo óseo está alterado y, por ello, se refuerza esta


resorción ósea natural y se produce una desproporción entre la formación y la

30
resorción: las personas con osteoporosis pierden más masa ósea que una
persona.

Tipos de Osteoporosis:

 Osteoporosis Hormonal

(Osteoporosis Posmenopáusica). Se da en mujeres a partir de los 51 a 75 años


de edad, aunque puede empezar antes o después de esa edad. La causa
principal de este tipo de osteoporosis es la falta de estrógenos.

También se da en mujeres a las cuales se les ha extirpado los ovarios.

 Osteoporosis Senil

(Mayores de 70 años en ambos sexos). Es el


resultado de una deficiencia de calcio relacionada
con la edad y de un desequilibrio entre la velocidad
de degradación y de regeneración ósea.

Encorvamiento del cuerpo y disminución de la


estatura.

 Osteogénesis imperfecta (enfermedad de los huesos de cristal)


Conocida como la enfermedad de Lobstein en su forma tardía, cursa con
osteoporosis dando lugar a fracturas, sordera…
CLASIFICACIÓN DE LA OSTEOPOROSIS:

Existen dos clasificaciones posibles de la osteoporosis, que van en función de la


edad y de las causas que pueden provocar esta patología. A continuación se
describirán brevemente.

1. Osteoporosis primaria
Es la que se presenta por pérdida normal de la masa ósea y se debe al
envejecimiento en la mujer cuando se produce una pérdida adicional con
la menopausia natural.
Este tipo de osteoporosis se divide en idiopática juvenil y del adulto,
osteoporosis posmenopáusica tipo I y osteoporosis senil tipo II:

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a) Osteoporosis idiopática juvenil y del adulto, que afecta a niños,
adultos jóvenes y mujeres premenopáusicas, se inicia generalmente entre
los 8 y los 14 años, esta se manifiesta por la aparición brusca de dolor
óseo y de fracturas con traumatismos mínimos. Sin embargo, no ha sido
posible establecer un factor etiológico preciso.

b) Osteoporosis postmenopáusica tipo I: Esta se caracteriza por una


pérdida rápida de hueso (osteoporosis acelerada o de alto recambio),
afecta fundamentalmente a mujeres con edades comprendidas entre los
51 y 75 años.

c) Osteoporosis senil tipo II: La cual se caracteriza por pérdida del


hueso trabecular y cortical, sin embargo, esta pérdida no es acelerada. Se
detecta en algunas mujeres y varones de más de 70 años. Esta se debe
a factores como el sedentarismo-inmovilización, mala absorción intestinal
del calcio, trastornos nutricionales que ocasionan déficit de vitamina D,
hipertiroidismo secundario, entre otras. Este tipo de osteoporosis, se
asocia con fracturas de fémur, húmero y pelvis.

2. Osteoporosis secundaria
Es frecuente en la población joven, la presencia de uno o más factores
asociados al desarrollo de osteoporosis. La mayoría de los estudios que
analizan el impacto de los glucocorticoides en el tejido esquelético
incluyen pacientes de ambos sexos y coinciden en demostrar que todos
los pacientes, jóvenes y ancianos, varones y mujeres son susceptibles al
efecto de este fármaco sobre la masa ósea.
La pérdida de la masa ósea puede ser producida por otras enfermedades
o por exposición a medicamentos que producen la osteoporosis
secundaria, los factores que la producen se encuentran con mucha
frecuencia en la mujer premenopáusica, se calcula que este tipo de
osteoporosis afecta al 30% de las mujeres diagnosticadas con esta
enfermedad, algunos factores son:

32
 Factores alimentarios (dieta baja en calcio o problemas en la absorción
del mismo).

 Enfermedades endocrinológicas (diabetes mellitus, hiperparatiroidismo


o hipertiroidismo).
 Enfermedades metabólicas (intolerancia a la lactosa).
 Amenorrea o falta de la menstruación (deportistas o anorexia nerviosa).
 Enfermedades genéticas.

 Uso prolongado de determinados fármacos.

 En algunos tumores (mieloma múltiple o metástasis).

 Enfermedades del hígado.

 Alcoholismo.
 Insuficiencia renal crónica o por inmovilización.

Prevalencia:

Esta enfermedad afecta principalmente a mujeres después de la menopausia


aunque también puede hacerlo antes o afectar a hombres, adolescentes e
incluso niños.

La osteoporosis es un problema de salud pública a nivel mundial que afecta a


más de 200 millones de personas y se calcula que entre el 30 y el 50% de las
mujeres postmenopáusicas desarrollarán esta enfermedad. Se conoce que la
población de más de 65 años de edad aumenta aproximadamente 1%.

33
CAUSAS

A lo largo de la vida, a medida que se destruye


el hueso, se va formando hueso nuevo,
manteniendo un equilibrio. Este proceso se
denomina remodelado óseo. A partir de la
tercera década, el proceso de remodelado
cambia, y la formación de hueso nuevo se
hace más lenta, por lo que se produce de
manera natural una disminución de la masa
del hueso. Cuando esta pérdida de masa ósea
se hace más severa se produce osteoporosis.

Existen varias causas de la osteoporosis, o mejor dicho, varios factores que


favorecen su aparición:

 Envejecimiento: la edad avanzada, por sí misma, produce una


disminución en la cantidad del hueso, por lo que cualquier persona puede
padecerla. El riesgo es mayor a partir de los 50 años.
 Peso: un IMC menor de 19 aumenta el riesgo de osteoporosis, puesto que
tiene una relación directa con la densidad ósea.
 Factores genéticos: existen genes relacionados con el desarrollo de la
masa ósea, por lo que la incidencia de la enfermedad es mayor en
aquellas personas cuyos familiares directos tienen historia previa de
fracturas (padres o abuelos).
 Dieta pobre en calcio: el calcio es un alimento fundamental en la
formación del hueso. Se encuentra sobre todo en la leche y derivados
lácteos como quesos, yogures, etcétera, y también en otros alimentos
como pescado azul y frutos secos.
 Sexo femenino: las mujeres tienen un riesgo cuatro veces mayor que los
hombres de desarrollar osteoporosis, especialmente tras la menopausia.
Esto es debido a la reducción del número de estrógenos (hormonas
femeninas que intervienen en la formación de masa ósea) en esta etapa,
que favorece una disminución en el remodelado del hueso. Existe más
probabilidad de padecer osteoporosis si la menopausia se produce antes

34
de los 40 años (menopausia precoz), debido por ejemplo a la extirpación
quirúrgica de ambos ovarios, o cuando falta la menstruación
(llamado amenorrea) en deportistas, o en casos de anorexia nerviosa por
pérdida importante de peso. Además, las mujeres tienen una mayor
esperanza de vida que los hombres y, en general, su cantidad de masa
ósea es menor (especialmente en mujeres excesivamente delgadas).
 Raza: más frecuente en caucásicos y asiáticos.
 Algunas patologías: hay enfermedades que pueden desencadenar
osteoporosis, como el hipertiroidismo o el Síndrome de Cushing.
 Inmovilización prolongada: ya sea por enfermedad o por un estilo de vida
sedentario. El ejercicio es uno de los estímulos para la formación del
hueso.
 Algunos medicamentos: por ejemplo el uso prolongado de esteroides,
corticoides, antiepilépticos o fármacos para el tiroides.
 El exceso de tabaco, alcohol o café.

Factores de riesgo

Hay muchos factores que aumentan el riesgo de osteoporosis. Si disminuye la


formación de masa ósea en las primeras cuatro décadas de vida, que es el
tiempo de mayor aumento de densidad ósea, se favorecerá que posteriormente
aparezca osteoporosis. Entre los factores de riesgo se hallan los siguientes:

 Modificables:

 Bajo peso, probablemente en relación con el déficit estrogénico que lleva


asociado. El caso extremo es la anorexia nerviosa.

 Fumar, alcohol.

 Tratamiento con determinados medicamentos que dañan los huesos


como, por ejemplo, medicamentos para la depresión (antidepresivos),
para la epilepsia (antiepilépticos) o que contienen cortisona
(glucocorticoides).

 Falta de calcio y vitamina D en la etapa de desarrollo del esqueleto.

35
 Falta de actividad física, que interviene en el desarrollo del pico de masa
ósea y en el mantenimiento de la masa ósea en edades más tardías. La
falta de ejercicio también es factor de riesgo para las fracturas
osteoporóticas.

 No modificables:

 Factores hereditarios.

 Determinadas enfermedades, como diabetes mellitus tipo I, síndrome de


Cushing (hipercortisolismo), graves trastornos renales, artritis
reumatoide o la enfermedad de Crohn.

 Falta de estrógenos en niñas y adolescentes, por ejemplo, por una


pubertad retrasada.

 Edad avanzada.

 Raza: la raza negra presenta más masa ósea que la blanca y ésta más
que la asiática.

 Sexo. la osteoporosis afecta más a las mujeres que a los hombres.

SÍNTOMAS

La osteoporosis se denomina epidemia silenciosa porque no manifiesta síntomas


hasta que la pérdida de hueso es tan importante como para que aparezcan
fracturas. Las fracturas más frecuentes son las vertebrales, las de cadera y las
de la muñeca (fractura de Colles o extremo distal del radio). La fractura de cadera
tiene especial importancia ya que se considera un acontecimiento grave debido
a que requiere intervención quirúrgica, ingreso hospitalario y supone para el
paciente una pérdida de calidad de vida aunque sea por un periodo corto de
tiempo.

La osteoporosis suele cursar de manera asintomática hasta que se produce una


fractura. Son denominadas ‘fracturas por fragilidad’. Es un error común atribuir
el dolor de extremidades, lumbar o de alguna articulación a la osteoporosis. La
osteoporosis no duele.

36
Las más frecuentes son las fracturas de las vértebras, y una gran mayoría son
asintomáticas y se diagnostican de manera accidental por una radiografía, u otra
prueba de imagen que se solicita por otro motivo. Cuando presentan síntomas,
suelen cursar con dolor agudo o crónico (duración de más de seis meses),
deformidades en la columna (cifosis progresiva o, como se conoce
popularmente, chepa o joroba) (dibujo de persona anciana con joroba) y
disminución de la talla. Se localizan sobre todo en la mitad inferior de la columna
dorsal y en la mitad superior de la columna lumbar.

Las fracturas de cadera son también muy prevalentes y afectan al 15% de las
mujeres y al 5% de los hombres de más de 80 años. Generalmente son
consecuencia de una caída, y cursan con dolor agudo e incapacidad para
movilizar la extremidad afectada. A menudo el tratamiento de este tipo de
fracturas es quirúrgico, por lo que es una causa frecuente de ingreso hospitalario
en personas ancianas.

Existen, por lo tanto, las siguientes formas de comienzo o síntomas que pueden
indicar la presencia de osteoporosis:

 Detección en personas asintomáticas y sin historia de fracturas previas


que presentan múltiples factores de riesgo (pérdida de la menstruación
antes de los 40 años, o tras cirugía de extirpación de los ovarios, historia
familiar de osteoporosis o fracturas, dieta inadecuada pobre en calcio,
estilo de vida sedentario, abuso de alcohol o tabaco, o tratamiento
prolongado con determinados fármacos).
 Presentar fracturas de repetición de huesos largos (húmero, fémur o radio
a nivel de la muñeca) de manera espontánea, o ante mínimos golpes o
caídas.
 Padecer fracturas vertebrales por un pequeño movimiento (toser,
estornudar o agacharse), o incluso sin relación con ningún
desencadenante.
 Como consecuencia de fracturas vertebrales repetidas se puede producir,
sobre todo en edades más avanzadas, una mengua de la talla o aparición
de joroba (por disminución de la altura de los cuerpos de las vértebras).

37
LA OSTEOPOROSIS: EFECTOS PSICOLÓGICOS

Se ha hablado bastante sobre la osteoporosis


desde el punto de vista médico pero muy poco se
ha reflexionado sobre sus posibles efectos a nivel
psicológico.

Los clínicos afirman que para el momento en el cual


se detectan y diagnostican la mayoría de los casos
ya se ha perdido aproximadamente el 25% de masa
ósea.

La osteoporosis, más allá de la consabida fragilidad ósea, también provoca el


encorvamiento de la columna vertebral y el abombamiento del vientre,
disminuyendo ostensiblemente la estatura. Con estas dificultades el impacto
psicológico de la enfermedad se dirige esencialmente a provocar sentimientos
de indefensión y una baja autoestima.

Los cambios corporales que se experimentan como la disminución del peso


corporal y de la estatura acompañados del aumento ostensible del vientre
obligan a que la persona deba reestructurar su imagen corporal, objetivo que no
siempre se logra y provoca los consabidos sentimientos de inadecuación y de
baja autoestima. La persona comienza a sentirse incómoda con su cuerpo, se
percata que su imagen va transformándose y necesita variar el concepto que
tiene de su físico. Aunque para muchas personas esto podría no ser un gran
problema, para otras, al contrario, se convierte en una profunda fuente de
displacer que desencadena una serie de sentimientos negativos sobre sí misma
y sobre su imagen.
Por otra parte, la fragilidad ósea puede provocar fuertes sentimientos de
indefensión. La persona que hasta hace algunos años o incluso meses, se valía
por sí sola, comienza a sentir dolores y cansancio, el movimiento menos
esperado puede provocar una rotura o un esguince y se comienza a concientizar
que: “ya no soy la misma”. Ante su fragilidad aparece el sentimiento de
indefensión matizado por las ideas de desamparo, la desesperanza y el miedo.

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No obstante, no es necesario llegar a estos extremos físicos y psicológicos, ya
que existen formas de precaver la osteoporosis:
- Realizar actividad física.
- Mantener una alimentación sana y equilibrada.
- Evitar el consumo del alcohol, el café y las bebidas de cola.
- Ingerir suficiente vitamina D y calcio.
5 Emociones que detonan osteoporosis
La osteoporosis es el reflejo de los estados de ánimo que ha tenido la persona
afectada con respecto a ella misma. Por ello, es importante que detectes a
tiempo las señales o emociones para prevenirla a tiempo:
1. Sensación de falta de apoyo
2. Soledad
3. Desconfianza en uno mismo
4. Falta de motivación
5. Necesidad de atención

La medicina psicosomática te puede ayudar a superar estas emociones y


mejorar tu calidad de vida. Detrás de todo síntoma físico existen sentimientos,
miedos, pensamientos y reacciones emocionales, así que sólo debes
escucharlos para superarlos con éxito.

El estudio especifica que las funciones de ese cerebro son controlar las
emociones en el estómago y favorecer la correcta digestión, así como prevenir
la presencia de enfermedades como autismo u osteoporosis, al sintetizar
correctamente la serotonina.
Por ello, es necesario que tengas pensamientos positivos sobre ti mismo, sé más
firme en tus decisiones para prevenir la osteoporosis.

Tratamiento de la osteoporosis

El objetivo del tratamiento es reducir el


riesgo de fracturas, limitar sus secuelas y
disminuir los dolores. La osteoporosis se

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puede dividir en dos categorías, y el tratamiento varía para cada una de ellas:

 Osteoporosis sin fracturas ni síntomas: En este caso se intenta evitar la


ulterior pérdida de masa ósea y la primera fractura.
 Osteoporosis con fractura ligeramente traumática: El objetivo del tratamiento
es evitar próximas fracturas.
 Las posibilidades terapéuticas son mejores si el diagnóstico es precoz. De
lo contrario el tratamiento se limita a reducir la sintomatología, ya que hasta el
momento no se ha desarrollado un fármaco capaz de recuperar la masa ósea
perdida.
 El abordaje de la enfermedad es individualizado y debe valorar los factores que
han podido desencadenar su desarrollo. El proceso terapéutico se encamina de
la siguiente manera:
 Corrección de los factores de riesgo: Se debe estimular la actividad física
moderada, evitar los comportamientos sedentarios y establecer una dieta
adecuada. Además, hay que reducir el consumo de alcohol, tabaco y café, ya
que se ha determinado que la incidencia de la enfermedad es mayor en las
personas que abusan de estas sustancias.
 Tratamiento sintomático: Depende de la situación del paciente. En caso de
fractura se dispondrá el tratamiento más adecuado para su recuperación, que
puede suponer la inmovilización total o la intervención quirúrgica. Los dolores de
las articulaciones son aliviados con analgésicos y relajantes musculares en el
caso de que se presenten contracturas. Las fracturas pueden ocasionar una
incapacidad transitoria o permanente, por lo que son habituales las muletas, los
bastones o las prótesis.
 Calcio: Es el elemento fundamental del hueso y,
además de mantener su dureza, activa la
contracción de los músculos, favorece la
transmisión de los impulsos nerviosos y es esencial
para la coagulación de la sangre. El calcio
disminuye la resorción ósea mediante la supresión
de la secreción de apartohormona (PTH). El aporte
mínimo es de 1.200 mg./día. Cuando la cantidad
requerida no se alcanza con la dieta se pueden

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utilizar suplementos. Aunque no es suficiente para tratar la osteoporosis, siempre
debe acompañar al tratamiento farmacológico o preventivo que se haya
establecido. Algunos estudios han determinado que la administración de calcio
puede disminuir la velocidad del deterioro del hueso en las mujeres con
osteoporosis establecida.

Tratamiento farmacológico

Existen numerosos fármacos que reducen la velocidad de la pérdida de masa


ósea o estimulan su formación. Se pueden distinguir dos grupos:

1. Fármacos que frenan la resorción ósea: Evitan la pérdida de masa ósea y


actúan sobre las células osteoclásticas. Están recomendados en los casos de
alto recambio óseo. Entre los agentes antiresortivos se encuentran los
estrógenos, la calcitonina y los bifosfonatos.

 Estrógenos: Se utilizan en la Terapia Hormonal Sustitutoria (THS) y están


indicados en mujeres postmenopáusicas. Esta terapia consiste en la
administración exógena de las hormonas que ya no produce el ovario. Si la
mujer tiene íntegro su aparato genital se deben administrar estrógenos y un
gestágeno de forma conjunta.
 Calcitonina: Se trata de una hormona péptida del tiroide que inhibe la resorción
ósea mediante una acción directa sobre los osteoclastos. En estas células
existen receptores de la calcitonina. El tratamiento prolongado con esta
sustancia también disminuye el número de osteoclastos. Según los resultados
de la medicina basada en la evidencia, este tipo de fármacos no cumplen con el
objetivo primordial del tratamiento de la osteoporosis, que es el de evitar las
fracturas óseas, según la doctora Anna Lafont, adjunta del Departamento de
Reumatología del Hospital Germans Tries i Pujol, en Barcelona. Desde hace
pocos meses, se comercializa otro fármaco, el ricedronato, que actua sobre
pacientes que ya han sufrido una fractura.
 Bifosfonatos: Inhiben la resorción ósea y la mineralización. Entre los más
conocidos se encuentran el alendronato y el etidronato. El etidronato está
indicado y en mujeres postmenopáusicas cuando no se administran estrógenos.
Los efectos secundarios no son muy frecuentes, y los más comunes son náuseas
y diarreas. El alendronato, por su parte, ha demostrado eficacia en la prevención

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de la pérdida de la masa ósea en mujeres que se encuentran en fase
postmenopáusica, y aumenta la densidad de los huesos en un 5 a 10 por ciento
en la columna vertebral y la cadera. Además, reduce el riesgo de fractura en
estas zonas en un 50 por ciento. También se ha demostrado que los hombres
responden bien al tratamiento con esta sustancia. Hoy por hoy, es el fármaco
que ha demostrado mayor eficacia y se puede administrar a cualquier paciente,
según la doctora.

2. Fármacos que estimulan la formación ósea: Actúan sobre las células


osteoblásticas y están indicados en los casos de bajo remodelamiento óseo.
Entre los agentes estimuladores se encuentran los fluoruros, la vitamina D y
los anabolizantes.

 Fluoruros: Actúan directamente sobre los osteoblastos y aumentan la velocidad


de formación ósea. Se ha comprobado que la densidad mineral ósea de la
columna aumenta con la administración de flúor, si bien en dosis altas eleva el
riesgo de fractura de cadera. Como su efecto varía en cada zona, es
imprescindible la supervisión médica del tratamiento.
 Anabolizantes: Los esteroides anabolizantes son andrógenos modificados con
el fin de minimizar los efectos androgénicos. Actúan directamente sobre los
osteoblastos y pueden tener una acción antirresortiva. Su uso está
contraindicado como tratamiento profiláctico a largo plazo, sobre todo en las
mujeres postmenopáusicas, debido a sus efectos secundarios.
 Vitamina D: Esta vitamina es esencial para el desarrollo de los huesos, controla
la mineralización y sus metabolitos aumentan la absorción intestinal del calcio.
Sus fuentes naturales son la radiación solar y algunos alimentos. Se estima que
una exposición al sol de 30 minutos diarios es suficiente para que se produzca
la cantidad de vitamina D necesaria para permitir la absorción del calcio. La
disminución de la función renal y el menor grado de exposición al sol que
presentan los ancianos hacen que disminuyan sus niveles de vitamina D, por lo
que se presenta como un tratamiento potencial en personas de la tercera edad.
Esta vitamina también está implicada en otros tratamientos para evitar la
aparición de osteomalacia.

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INVESTIGACIÓN

Los últimos estudios están demostrando la eficacia de sustancias que pueden


iniciar un abordaje completamente nuevo de la osteoporosis.

Un equipo de investigadores del Centro Médico de Southwestern, de Dallas, en


Estados Unidos, ha demostrado que las estatinas, utilizadas para reducir
el colesterol, son potencialmente útiles contra la pérdida de masa ósea. Tienen
una importante capacidad regeneradora de la proteína de formación de los
huesos y presentan la ventaja de reemplazar la masa ósea deteriorada, mientras
que las terapias convencionales se limitan a reducir la pérdida de hueso
estabilizando la masa existente. Por otra parte, algunos estudios han revelado
que el tratamiento con estatinas en pacientes mayores puede reducir el riesgo
de fractura de cadera.

Diferencias entre artritis, artrosis y osteoporosis

Tanto la artrosis como la artritis son enfermedades reumatológicas que causan


dolor y disminución de la movilidad pero cada una con su peculiaridad.

¿Qué son enfermedades reumatológicas? Son las que afectan a las


articulaciones y a todos los tejidos que les rodean (ligamientos, tendones,
cartílagos, músculos, capsula) apareciendo dolor e inflamación, aunque también
pueden verse afectados otros órganos o sistemas (como corazón, ojos,
pulmones, piel…)

La primera diferencia es que la artrosis, es de las dos la más frecuente y ocurre


una degeneración del cartílago de la articulación, ósea se deteriora la parte
extrema del hueso que permite el movimiento suave entre ellos, como si fuesen

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bisagras .Por lo tanto cuando este cartílago va desapareciendo el movimiento ya
no será tan amortiguado provocando dolor, dificultad para movernos,
sufrimiento óseo, incluso, si desaparece llega a provocar rigidez. Ocurre más en
zonas que soportan peso como caderas, rodillas y tobillos. Los motivos de esta
son el sobresfuerzo, sobrepeso, predisposición genética y lesiones.

La artritis en cambio es una inflación de la telilla que envuelve a ese cartílago y


lo que esta conlleva que es calor de la zona e hinchazón, pero no es por
degeneración. Su causa es por diferentes motivos traumas, gota, lupus,
infecciones y procesos inmunitarios. Pero si esta inflamación se mantiene en el
tiempo, llegara a dañar también al cartílago.

La segunda diferencia es la evolución, mientras la artrosis es una enfermedad


de evolución lenta, por ello aparece más en personas mayores , la artritis es de
evolución rápida y por ello nos encontramos, y cada vez más, a jóvenes que
padecen esta enfermedad.

La tercera diferencia son los síntomas, en la artrosis hay dolor con el movimiento
, desapareciendo con el reposo, siempre que estemos en los primeros estadios
ya que si evoluciona los huesos se deforman y se volverán cada vez más rígidos
y con más dolor. En la artritis hay dolor continuo, inflamación, y no cede con el
reposo, pero al igual que la artrosis con la evolución crean rigidez

Y ya por ultimo tenemos la osteoporosis o enfermedad silenciosa ya que no hay


dolor. Esta no es enfermedad reumatoide , aquí lo que ocurre es que se va
perdiendo hueso ,con lo que será cada vez mas frágil y por lo tanto a poco que
nos demos un golpe se producirá una gran fractura, pero si no hay fractura no
hay dolor.

EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LAS ENFERMEDADES REUMATOIDES

Estas patologías producen una significativa discapacidad funcional y laboral,


esto a su vez tiene un impacto severo en la calidad de vida y la salud mental del
paciente. En los casos más severos de la enfermedad las personas suelen
abandonar su trabajo y se ven incapaces de realizar actividades propias de la
vida cotidiana, como abrir un frasco, girar una manija o retorcer ropa. Esto causa

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que algunos pacientes tengan que abandonar incluso las actividades de ocio y
recreación, afectando así también su vida social.

La depresión ha sido observada con mayor prevalecía en pacientes con


enfermedades crónicas y reumatológicas, siendo de dos a tres veces más común
que en la población general 2-3 .

Las personas con estas enfermedades tienen el doble de probabilidades de


deprimirse, en comparación con la población general, y se calcula que del 13 al
20% de las personas con esta enfermedad sufren de depresión.

La depresión es causada por muchos aspectos que vienen con la enfermedad:


el dolor, la incapacidad de hacer cosas que antes se hacían sin problemas, la
preocupación por su futuro, etcétera. Las personas comienzan a sentir
impotencia y desesperanza.

El factor más importante que incrementa el riesgo de depresión es el grado del


dolor, de hecho, los estudios demuestran que el dolor aumenta la depresión y
viceversa.

El mecanismo exacto en el cuerpo que explica la asociación entre el dolor y la


depresión es poco conocido, pero es sabido que la depresión y el estrés
psicológico pueden disminuir la función inmune.

La artritis reumatoidea -por su carácter crónico y oscilante- también impacta, en


muchos casos, en la estructura y el funcionamiento familiar, ya que la
convivencia con la persona que padece la enfermedad conlleva altas cargas de
estrés, sobre todo por la crisis de dolor severo e impredecible que puede sufrir.

El estudio realizado en Francia ha recogido datos de 610 pacientes con


diagnóstico reciente a los que, además de las pruebas diagnósticas específicas
de la enfermedad se les realizó un estudio psicológico sistemático.
Cerca del 47% de las personas con Artritis reciente sufren distrés psicológico
que adopta la forma de ansiedad o depresión.
Las personas con AR experimentan por lo tanto una serie emociones negativas
ante la discapacidad creada por la enfermedad.

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¿Qué consecuencias trae la depresión?

 La depresión afecta la forma en que el paciente percibe y maneja su


enfermedad. Las personas que están deprimidas tienen menos
probabilidad de cumplir su tratamiento al pie de la letra, entrando en un
círculo vicioso de empeoramiento del dolor y la depresión.
 Un reciente estudio realizado por la Universidad de Medicina de Indiana
encontró que las personas con Artritis Reumatoide que presentaban
depresión persistente o recurrente tenía al menos el doble de probabilidad
de morir durante el periodo en que se hizo el estudio, en comparación con
aquellos que no estaban deprimidos.

TIPOS PARA SUPERAR LA DEPRESIÓN


1. Sonríe. Los estudios han demostrado que sólo por sonreír el cuerpo produce
endorfinas, sustancias que generan la sensación de bienestar.

2. No te aísles. Posiblemente no quieres estar rodeado de gente todo el tiempo,


pues su ritmo de actividades te puede abrumar, sin embargo, no te aísles, pues
una vez que pierdes el contacto con la gente, es muy difícil volver a recuperarlo.
Fomentar tu vida social es primordial para sentirte bien.

3. Permítete un día de “compasión”. Cuando te golpee un ataque de depresión


permítete permanecer en cama o en el sofá, sin hacer absolutamente nada
durante un día. Sólo uno. Consiéntete y recupera tus fuerzas y salud mental. Al
día siguiente vuelve a tu vida normal.

4. Date crédito. Cuando hayas logrado algo, aún si fue algo muy pequeño,
tómate el tiempo para darte a ti mismo una palmadita en la espalda. Si lograste
dar un paseo de 20 minutos en el parque o llevar una dieta (cosas que te resultan
muy difíciles), debes sentirte orgulloso de ti mismo, ya que diste un paso
adelante, te ayudaste a ti mismo y debes felicitarte por ello.

5. Haz ejercicio. Si hoy odias el ejercicio, mañana lo vas a amara al darte cuenta
de lo mucho mejor que te hace sentir, tanto física como emocionalmente. Hay

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muchas opciones: yoga, nadar, caminar, taichí, etc. Procura hacer ejercicio
aeróbico, que es el que libera endorfinas; verás cómo la depresión se va.

6. Prueba con medicación. Si tu nivel de depresión es muy profundo y difícil de


manejar, te recomendamos que platiques con tu médico para ver si es
conveniente que te recete algunos antidepresivos, los cuales pueden mejorar los
sentimientos de tristeza, ansiedad e impotencia. No te recomendamos que te
aboques a ellos, es importante que pongas de tu parte para salir de la depresión
y no pensar que los antidepresivos harán todo el trabajo, ya que podrían no
funcionar.

7. Consulta a un psicólogo. Busca a un especialista en la depresión y las


enfermedades crónicas; permítete hablar con él de tu enfermedad, emociones,
dolor, efectos secundarios, etc. Podrás aprender técnicas para el manejo del
dolor (como la relajación o la meditación), así como otros métodos para manejar
los obstáculos emocionales y físicos de tu enfermedad. La terapia cognitivo-
conductual ha demostrado ser eficaz en este tipo de problemas.

8. Haz todo lo posible para dormir bien. Muchas personas con Artritis
Reumatoide sufren de un sueño pobre, debido al dolor. Haz un esfuerzo extra
para conseguir un sueño de calidad, ya que un mejor sueño propiciará menos
dolor y menos depresión. Ve a la cama a la misma hora, evita la cafeína y los
cigarrillos 3 o 4 horas antes de acostarte, no veas la TV en la habitación, etc.

9. Habla con tu familia y amigos. Escuchar las palabras correctas de tus seres
queridos puede ser tan poderoso como escucharlas de un profesional. Si estás
teniendo pensamientos negativos como “soy una carga para mi familia” platícalo
con ellos; a la vez ellos te podrán ayudar a darte cuenta de que es una
concepción errónea.

10. Participa en un grupo de apoyo. Pasar el tiempo o compartir tu sentir con


personas que tienen tu misma enfermedad puede proporcionarte un gran apoyo
emocional. Puedes encontrar grupos en tu comunidad e incluso en la web.

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CONCLUSION

No existe evidencia que permita recomendar el uso del yoga, meditación,


cartílago de tiburón, terapia de campos electromagnéticos y terapia neural en el
manejo de pacientes con osteoartritis y artritis reumatoide. La acupuntura no es
eficaz en el manejo de pacientes con artritis reumatoide. Se requieren más
estudios para evaluar la recomendación del uso de la acupuntura y de la
medicina ayurveda en el manejo de pacientes con osteoartritis.

Existe una gran cantidad de fármacos que regulan el sistema inmune


disminuyendo los síntomas (corticoides, metrotexato, inmunosupresores,
fármacos anti-citoquinas, etc.). En las fases avanzadas de la enfermedad, la
cirugía protésica puede mejorar la calidad de vida de estos pacientes.

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BIBLIOBRAFIA

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 https://laartrosis.com/2012/10/31/que-tratamientos-hay-para-la-artrosis/

 https://holadoctor.com/es/artritis/artritis-causas-tipos-y-tratamientos

 http://psicogene.blogspot.pe/p/las-emociones-los-sentimientos-y-las.html

 http://www.conartritis.org/wpcontent/uploads/2012/05/informacion_actuali
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 https://www.fisioterapia-online.com/articulos/artritis-reumatoide-que-
escomo-tratarla

 http://www.elsevier.es/es-revista-farmacia-profesional-3-articulo-artritis-
artrosis-13056238

 http://www.lne.es/vida-y-estilo/salud/2015/10/22/diferencias-artrosis-
artritis-osteoporosis/1830582.html

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