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[1] DUCE, Mauricio y RIEGO, Cristián, “Evolución histórica del proceso penal en Chile”
en Nuevo proceso penal, Lexis-Nexis, Santiago de Chile, 2000, p.9. Según esta misma
fuente, el mensaje del legislador al que se alude rezaba así: “Se comprende fácilmente
que el sistema (oral – adversarial) puede ser establecido en países ricos y poblados. En
Chile parece que no ha llegado aún el momento de dar este paso tan avanzado, y ojalá
no esté reservado todavía para un tiempo demasiado remoto”.
Así, de manera análoga, la enorme tarea que el nuevo
sistema encomienda al Ministerio Público, y la calidad
jurídica y moral que se requiere en los agentes de la
misma institución y en los demás operadores del
sistema, verosímilmente nos pueden tentar a pensar
que, como en la República de Chile de hace cien
años, en México el único sistema viable es el
inquisitivo reformado. Pero ello, incluso atendiendo a
la alta dosis de voluntad política y de recursos
económicos que se requieren para formular e
implantar un sistema oral adversarial, es renunciar a
la idea de que el Derecho puede ser un instrumento
eficaz para cambiar la realidad.
Cuando desde una postura que Emilio García Méndez
llama substancialista, se afirma que el Derecho debe
limitarse a reflejar la realidad, se corre el riesgo de
caer en el caso, propuesto por Borges y mencionado
por el mismo García Méndez, del emperador que pide
a sus cartógrafos que elaboren un mapa del reino que
sea fiel al territorio de éste. Los cartógrafos, para
cumplir con la encomienda, hicieron un mapa del
tamaño del mismo reino que así, aunque garantizaba
su correspondencia con la realidad, resultaba
absolutamente inútil.
Por tanto, con la conciencia de que todo cambio
cultural es lento y difícil, me parece que es posible
anticipar que, aunque la implantación del nuevo
sistema puede, en el corto plazo, generar impunidad –
por la incapacidad del Ministerio Público para realizar
su tarea–, esta situación producirá incentivos para
que la autoridad investigadora y la policía realicen
mejor la función que les corresponde y, así, en el
mediano o largo plazo, pueda esperarse un sistema
penal que, respetuoso de los derechos
fundamentales, sea altamente eficaz. Y a pesar de que
la realización de esta esperanza no está garantizada,
vale la pena intentarlo, al menos para sostener la
tesis filosófica –indemostrable, pero necesaria para
conservar la cordura– que afirma la libertad humana.