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Superando la hora del metraje de “Memorias del Subdesarrollo” cinta dirigida por Tomás
Gutiérrez Alea estrenada en 1968, el personaje protagónico asiste como público a una mesa
redonda donde discuten un grupo de intelectuales cubanos. La autoconciencia y el sentido del
humor de la película sobre si misma se cristalizan claramente durante esta secuencia:
Edmundo Desnoes, autor de la obra literaria que inspiró la película, es uno de los expositores y
recibe burlas por parte del protagónico en su narración en off. No obstante, lo más interesante
ocurre hacia el final de la charla cuando un asistente norteamericano pide la palabra. El joven
se presenta y pregunta en inglés: ¿por qué si la revolución cubana es una forma total de
revolución tienen que recurrir a una figura tan arcaica como lo es la mesa redonda y
engañarnos hacia esta impotente discusión de problemas sobre los que yo ya estoy muy bien
informado, y gran parte del público también? ¿No podría haber una forma más revolucionaria
de llegar a una audiencia? Este texto de la película permite captar cómo el cine que proviene
del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos se está cuestionando a si
mismo sobre cuales son las formas cinematográficas más apropiadas para hacer un cine
político que tenga fines políticos más allá que el de mera propaganda. Aquí el autor de
manera auto-reflexiva está expresando un cuestionamiento sobre como apropiarse de la
forma cinematográfica adecuada al proceso que se está viviendo en Cuba, es decir, hay
una búsqueda por condensar contenido y forma, o ética y estética. El objeto de este ensayo es
desentrañar como se plasma el dispositivo llamado de “Dialéctica del Espectador” acuñado por
Gutiérrez Alea y cómo a través de el logra ser más que una película de agitación o de
divulgación sobre un complejo proceso político-histórico.
A dos años de que se efectuara la Revolución Cubana, Estados Unidos organiza una tropa de
cubanos rebeldes e invade la Bahía de Cochinos con el plan de retomar el gobierno y darle fin a
la incipiente Revolución Socialista. La aventura fue un fracaso militar y político mayúsculo para
los EEUU y, marca el comienzo del apoyo masivo a Fidel Castro en la isla. Hasta ese momento,
Fidel pese a ser uno de los actores principales durante la Revolución, era considerado más que
nada un burgués cuyo real compromiso con el comunismo era un misterio. Castro
públicamente había evitado afiliarse a una posición de izquierda radical, pero la afrenta
norteamericana lo obligó a comprometerse estratégicamente con el bloque soviético y abrazar
a viva voz la doctrina del marxismo-leninismo. La figura de jerarca de Fidel se consolida,
la oposición comienza a ser oprimida y se sella el embargo económico a la isla caribeña: Cuba
comienza a ser puesta a prueba y examinada. Este es el complejo escenario hacia 1961, el
tiempo del relato de la película de Gutiérrez Alea. Cuba comienza a ser vista y a verse a si
misma.
La distancia de Sergio con Cuba genera al mismo tiempo un distanciamiento discursivo que le
permitirá al director generar una película crítica con el proceso político en su sentido histórico.
Alea se apropia de esta historia para narrar lo que él quería y creía necesario, y no
necesariamente lo conveniente. Consciente del cine como herramienta propagandística y
como un arma para difundir reducciones ideológicas, Alea adapta el concepto marxista de la
dialéctica y lo traslada al cine narrativo creando la “dialéctica del espectador”. Así se arma una
estructura dramática fundamentalmente cuestionadora que asume a la revolución como “algo
todavía en proceso”(Parkinson,). La estructura dialéctica de Alea en vez de generar una línea
narrativa clara se vale de esa libertad moderna y hacer una cinta casi de corte ensayístico. La
misión del director no es narrar en el sentido clásico del termino sino que en buscar una
explicación (Cousins, 2005). El concepto de búsqueda es el que estructura la película más que
el de saber hacia donde llegar y traspasarle al espectador un mensaje que se lleve para su
hogar. Esa es la clave del dispositivo dialéctico del director cubano: unir ideas y dilemas para
generar más realidades, no reducirla a una sola. Como él mismo lo explica: “lo que nos interesa
en definitiva, no es reflejar una realidad, sino enriquecerla, estimular la sensibilidad,
desarrollarla, detectar un problema. No queremos suavizar el desarrollo dialéctico según
fórmulas, representaciones ideales, sino darle una vitalidad agresiva, constituir una premisa
del desarrollo mismo, con todo lo que conlleva la perturbación de la tranquilidad”. Bajo estas
premisas es como el cine del ICAIC se ubica en una vereda que ellos llaman “constructiva” para
la revolución.
Por lo tanto hemos podido ver como mediante el ejemplo de Gutierrez Alea y su dialéctica del
espectador usada en “Memorias del Subdesarrollo” el cine del ICAIC pese a quizá poder
creerse desde el prejuicio un cine reaccionario con el proceso revolucionario empleó
herramientas enteramente fílmicas para vencer la redundancia y dar pasos adelante en
materias de lenguaje. Así pudieron llevar a cabo su inquietud por configurar puestas en escena
arriesgadas para metas arriesgadas y ocupar el cine como herramienta crítica desde el campo
que le compete: el de las imágenes y el sonido.
Elaboración de la crónica.