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El presente trabajo tiene por objetivo reflexionar acerca de los fenómenos de Transferencia

y Contratransferencia, a partir de la segunda sesión de Marina, paciente de la segunda


temporada de la serie “En terapia” emitida por la TV Pública entre mayo y julio de 2012.

Marina es médica, tiene 34 años y trabaja como residente en un hospital. Tiene dos hermanos,
su padre es un hombre ya mayor y su madre falleció cuando ella aún era una niña. Está en
pareja con Andrés desde hace dos años. El motivo por el cual llega a terapia es justamente su
temor a sabotear la relación con su novio, quien según dichos de Marina le dio el ultimátum
para poner fecha de casamiento. Marina es paciente de Guillermo desde hace un año.

A partir de un encuadre caracterizado por ser relativamente constante y uniforme, y de la


capacidad por parte del ser humano de dirigir investiduras libidinales de objeto sobre las
personas, es deseable que en la situación analítica se establezca la transferencia. Es el manejo
de ésta el desafío más grande en la práctica, y a la vez una oportunidad para observar el
pasado del paciente y comprender sus conflictos en tanto permite poner en acto el clisé que
éste repite a lo largo de su vida, y que se asienta en experiencias infantiles. Freud (1912)
sostiene que “Es innegable que domeñar los fenómenos de la transferencia depara al
psicoanalista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos
brindan el apreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor
escondidas y olvidadas de los pacientes…”.

La transferencia debe ser pensada en dos corrientes: una positiva, de sentimientos tiernos, y
una negativa, de sentimientos hostiles. La transferencia positiva posibilita en los inicios del
análisis la predisposición del paciente para asociar y atenerse a la regla fundamental de decir
todo lo que le venga a la cabeza. Con el correr de las sesiones, es probable que los
sentimientos tiernos muten en transferencia erótica tomada por la resistencia, convirtiéndose
de esta manera en un escollo para el obrar analítico.

Guillermo: Volvamos a la pregunta ¿de dónde viene ese sí?


Marina: ¿Realmente no sabes por qué le dije que sí? Porque vos me dijiste
que no.
(Silencio)
Guillermo: ¿Porque yo te dije que no?

Marina: Bueno no lo dijiste con estas palabras, pero toda la situación fue un no rotundo
¿no? Igual no te preocupes que no te estoy acusando.
Guillermo: A mí me parece que sí. ¿Esperabas otra reacción? En tu fantasía ¿cómo
tendría que haberte contestado yo cuando me dijiste que estás enamorada de mi? (hace
gesto de entrecomillas)
Marina: Primero saca las comillas de estás enamorada de mí, porque la verdad es que es
insultante y cobarde. Y segundo pará con eso de en tu fantasía, porque las fantasías son
para chicas tontas. Acá estamos hablando de algo real y es que estoy enamorada de vos,
como probablemente no lo vuelva a estar nunca más en mi vida de nadie. Esa es la
realidad.
Como se puede apreciar en el fragmento anterior, la convicción de Marina respecto de sus
sentimientos hacia el analista y el rechazo de éste al respecto constituye un alto en las
asociaciones y atenta contra la cooperación que inicialmente facilitó la relación empática.
Marina rebaja al analista a la condición de amado y se ofrece como deseable desde un
erotismo exacerbado, transformándose entonces aquella voluntad para asociar libremente en
resistencia. Todo el interés se retira del trabajo analítico y queda destinado a la demanda de
ser correspondida.

La otra forma en la que la transferencia se convierte en obstáculo es su vertiente negativa. La


paciente se vuelve confrontadora, agresiva y desafiante, y descalifica cualquier intento del
analista de proseguir con el trabajo terapéutico.

Tanto la transferencia de sentimientos hostiles como la transferencia de tipo erótica se


convierten en el transcurso del análisis es una barrera para avanzar en el camino hacia la cura.

Freud señala que la interpretación de la transferencia se constituye, en la práctica, en lo más


dificultoso de llevar a cabo, y en esto es importante recordar que “hacer consciente lo
inconsciente” no equivale a enunciar nuestro conocimiento al paciente a modo de
esclarecimiento. Con ello se corre el riesgo de generar en éste el cese del trabajo analítico,
contribuyendo a hacer más fuerte la resistencia. Es decir que el paciente se defiende de
determinados hechos evitando recordarlos y por ende reelaborarlos en la situación analítica.
En el caso de Marina, parece evidente que la paciente, mediante la exteriorización de su amor
hacia el analista, evita traer el recuerdo de algún suceso acaecido en aquel verano con Celia
y David. En relación a ello enuncia Freud (1917) que “…cuando le comunicamos nuestro
saber, él no lo tiene en el lugar de su inconsciente, sino junto a eso, y es muy poco lo que ha
cambiado”.

Guillermo: Creo que desde ese lugar, a tus 15 años, en ese momento, con un padre
totalmente dependiente que simbolizaba todo lo oscuro, patético, incluso hasta lo
desagradable; creo que desde ese lugar, David era un salvavidas para vos. Como yo ahora,
creo, soy un refugio de Andrés, de todo lo que Andrés representa. Soy una alternativa de
su dependencia, su ansiedad, lo poco masculino, lo poco sexy. Lo que ocurre acá entre
nosotros es muy parecido a lo que ocurrió en aquel verano. Yo no soy una opción real.
Pero sí un lugar donde te podes escapar, como con David al lago. ¿Qué queres, ir de
campamento conmigo y no volver nunca más?
Marina: Con una diferencia. Yo no quiero que vos me adoptes. Quiero que me hagas el
amor.
Guillermo: ¿Qué te haga el amor o que te salve?
Marina: (Suspira) Tengo que ir al baño.
En la explicación que Guillermo expone, los contenidos comunicados no tienen lugar en el
inconsciente de Marina y por lo tanto no producen cambios en su posición. Por el contrario,
suscitan la resistencia a la puesta en descubierto de las desfiguraciones emprendidas por la
defensa, que se traducen en la detención del trabajo asociativo.

Si bien el conocimiento respecto del conflicto que aqueja al enfermo puede ser acertado, el
ser comunicado no lo convierte en una interpretación, sino más bien en un señalamiento, y
por ende no cumple con el objetivo de rectificar la cadena asociativa.

Freud sostiene que lejos de ser un obrar analítico, es un sinsentido contra una pasión sorda al
discurso. Ante la aclaración de Guillermo, Marina responde poniéndose de pie para dirigirse
al baño. La interpretación solo es tal si, ajustada y oportuna, es captada por el paciente,
promoviendo asociaciones nuevas y por ende un cambio en la posición subjetiva.

La pregunta que inmediatamente surge es ¿Cómo debe comportarse el analista ante tan
efusiva demanda?

Para responder a esta pregunta cabe recordar que la relación amorosa es un emergente de la
situación analítica y tiene origen (al igual que cualquier enamoramiento) en fantasías
sexuales infantiles. Por otra parte, no se debe olvidar que todos los vínculos y sentimientos
están genéticamente relacionados con la sexualidad, aunque los percibamos como puros y no
sensuales gracias al debilitamiento de la meta sexual por el ingreso a la cultura.

El analista, no debe entonces corresponder a la demanda de amor, ya que la concreción de la


relación amorosa pone fin a cualquier posibilidad de cura. Al satisfacer el pedido, el analista
se coloca como uno más de los objetos de la serie y alimenta el clisé de la paciente.

El analista debe colocarse como objeto en esa relación de amor, pero tratándola como algo
no real. Debe tener en claro que es producto de la situación de análisis y que tiene un origen
inconsciente que debe ser traído a la conciencia para su tramitación.

Por otra parte, el analista se apartaría de la regla de abstinencia sobre la que se sustenta no
solo la practica, sino también la ética del psicoanálisis, esto es, “velamos por la autonomía
del enfermo aprovechando la sugestión para hacerle cumplir un trabajo psíquico que tiene
como consecuencia una mejoría duradera de la situación psíquica” (Freud; 1912). Si el
analista accede al pedido de amor con pleno conocimiento de sus orígenes se encontraría
haciendo uso del poder que le otorga su posición, es decir, influenciando al paciente a partir
de la sugestión, e imponiendo significados en tanto responde a la demanda con satisfacciones
sustitutivas.
La contratransferencia refiere a aquellos sentimientos y deseos que experimenta el analista
en relación al paciente y que están relacionados con su propia modalidad La
contratransferencia refiere a aquellos sentimientos y deseos que experimenta el analista en
relación al paciente y que están relacionados con su propia modalidad de establecer vínculos.
Ante estos afectos, cuya emergencia al igual que la transferencia es inevitable, el analista
debe abstenerse de actuarlos.

Guillermo: Prefiero que los pacientes utilicen el baño del consultorio.


Marina: Sí, me imagino. Pero me dijiste que estaba descompuesto el baño,
entonces…
Guillermo: Sí… dejemos acá, nos quedan 10 minutos.
Marina: ¿Qué?
Guillermo: Lo recuperamos la próxima, si te parece bien.
Marina: (con mirada desafiante) Tenes miedo. ¿De qué tenes miedo? ¿De qué me vea tu
mujer? ¿O de que yo la vea a ella sentada en un sillón con ruleros tomando cerveza? ¿Esta
acá? ¿Está en la casa?
Guillermo: No tiene nada que ver con mi mujer, es solo que no me parece
adecuado.

Marina: (se aleja sonriendo) Está bien, si tanto te jode. Seguro que no te enseñaron esto
en la facultad. (Se vuelven a sentar enfrentados) ¿Qué hacer ante la siguiente situación?:
una paciente enamorada de su analista le pide usar el baño del consultorio, el baño del
consultorio está roto, le pide usar el baño de la casa, ¿Qué tiene que hacer el analista?
Respuesta correcta: depende de qué sienta el analista por su paciente.

Guillermo: Creo que el asunto del baño está fuera de contexto. Quizás reaccioné un
poco… bueno… no sé, podríamos interpretarlo…
Guillermo, efectivamente cede ante el acoso de Marina. Su reacción denota la interferencia
de afectos propios que no le permiten mantenerse neutral y abstinente como se espera. Algo
de sus propios impulsos amorosos y hostiles en relación a las circunstancias que la paciente
actualiza en la terapia queda manifiesto sin que pueda desplazarlos. Sobre esta cuestión Freud
(1912) hace notar la importancia de que el mismo analista “se halla sometido a una
purificación psicoanalítica, y tomado consciencia de sus propios complejos que pudieran
perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece”. Solo así podrá conformarse una
relación entre inconscientes, donde el enfermo se atenga a la regla de asociar libremente, y
el analista logre mantener una atención libremente flotante.

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