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JESÚS

y
LOS DISCÍPULOS
CARA A CARA

MIRADA A LA VIDA

En nuestro caminar por la vida,


descubrimos que una cosa es “parecer” y
otra muy distinta “ser”. Y si miramos a
nuestro corazón, tantas veces constatamos
que “parecemos”, pero la realidad (que es
tozuda) nos dice que no es auténtico lo
que parecemos. Es una experiencia
dolorosa que se produce cuando
pretendemos entrar dentro de nosotros y
sentimos el deseo de “algo” más
profundo y coherente.

Este dato lo encontraremos fácilmente,


especialmente en aquellas personas que
anhelan una mayor profundidad y autenticidad en sus vidas. Cuanta
más coherencia y búsqueda sincera, más consciente de esa realidad
“pura y dura” y que anida en las entrañas mismas de nuestro corazón. Si
bien, esto no significa que sea siempre así; pero es un dato (o, llamémosle,
“vecino”) con el que nos encontramos en nuestro peregrinar por la
vida.

Si contemplamos la EXPERIENCIA de Jesús con su GRUPO,


descubrimos en seguida que allí se dieron crisis de calado. Es verdad que
en Jesús destaca -de forma muy singular y única- esa fuerza de su
coherencia y que, además, impresiona. A pesar de ser consciente de que
el compromiso asumido le lleva a una entrega, que conlleva situaciones
duras y difíciles, Él sigue adelante, confiado de que el PROYECTO que
está anunciando merece la pena, a pesar de los pesares.

Pero descubrimos a su GRUPO. Y aquí las cosas varían de forma


sustancial y llamativa. “Dicen” sí, pero… lo que sienten y desde el
dónde viven… ¡es otra historia! De hecho, si continuamos un poco el
proceso vivido, está claro que esta conclusión no es nada complicada de
sacar.

El hecho es que les costó mucho “CONOCER” a Jesús. Pero, aún más,
el aceptarle y seguirle. Y es que en su mismo entorno notan que Jesús,
para unos, es el Hijo del mismo Dios; pero, para otros (especialmente,
para sus jefes y gente que “sabe” mucho de estas cosas) es el hijo del
mismo diablo; en el mejor de los casos, un triste “soñador”, de algo que
está prometido -es verdad- a lo largo de su historia como pueblo, pero
que no tiene nada que ver con lo que sus ojos descubren en Jesús.

Porque “conocer a Jesús” es mucho más que el simple hecho de saber


que viene de Nazaret, que su madre se llama María… CONOCER
supone penetrar en sus CLAVES, lo que Él propone, lo que plantea, y
todo eso, ASUMIRLO. ¡Aquí está la cuestión!

Miramos el testimonio del evangelio de Marcos.

A LA LUZ DEL EVANGELIO

EVANGELIO: Marcos 8, 27-38

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas


de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos:
- «¿Quién dice la gente, que soy yo?».
Ellos le contestaron:
- «Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».
Él les preguntó:
- «Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
Pedro le contestó:
- «Tú eres el Mesías».
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Y empezó a instruirlos:
- «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser
condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser
ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba todo con claridad.

Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se


volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro:
- «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no
como Dios!».

Jesús llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:


- «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la
salvará.
Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su
vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence
de mí y de mis palabras en esta época descreída y malvada, también
el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria
de su Padre entre sus santos ángeles».

HOY Y AQUÍ

Cuanto más conoces a alguien, es posible tener un criterio acertado


sobre lo que vive, el cómo lo vive, de lo que es capaz de realizar. Pero,
no siempre ocurre y es asumido así; de hecho, para unos sigue siendo
alguien extraordinario y, para otros, es un impresentable. De ahí que
realmente es difícil la tarea y mucho más que todos coincidan en la
valoración de la persona concreta.

Si éste es un hecho de vida, constatable y sencillo, cuando eso mismo nos


preguntamos acerca de JESÚS de NAZARET el problema se agudiza
de forma considerable. Al menos ésta es la experiencia que nos presentan
los diversos evangelios. Las distintas personas y grupos de personas no
aciertan a descubrir en Jesús lo que Él mismo anunciaba; lo que dice y
lo que hace (incluso sus acciones milagrosas), no llevan a la misma
conclusión, ni mucho menos. ¿Cuál es la razón de este hecho?

Muy posiblemente, “pesan” mucho las IDEAS que sobre el Mesías


tenía la gente. El Mesías iba a ser algo espectacular, de forma que, casi
por arte de magia, iba a cambiar radicalmente la situación, la realidad de su
pueblo. Pero lo que ven pone en profunda crisis sus “ideas de siempre”
y, en este caso, MUCHOS ponen en duda la autenticidad de cuanto
Jesús hace y dice.

Algo de esto les ocurre también a los “AMIGOS” del mismo Jesús. Por
un lado, se sienten entusiasmados con Él, con lo que les propone y
parecen estar convencidos de que lo definitivo está aquí, ya entre
nosotros. Pero, por otro lado, resulta que Jesús plantea un CAMINO
que no les gusta nada: servicio, entrega, sufrimiento… y todo esto,
hasta el extremo, hasta el final. Este planteamiento no termina de
gustarles a los suyos. Ni siquiera a Pedro, que aparentemente es el que más
“sabe” de Él. Y, lógicamente, Jesús se lo reprocha y, además, con palabras
duras: “¡Apártate de mi vista, Satanás! Tú piensas como los hombres, no
como Dios”.

Y es que Dios tiene otra forma de ver y de entender la vida y el camino


de Jesús. De ahí que para CONOCERLE a Jesús, será necesario
conocer esa forma de ver y de entender de Dios. Por eso, el evangelio
nos dirá que es el mismo Padre el que nos tiene que revelar quién es
Jesús: “Porque eso no te ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi
Padre del cielo” (Mt 16,17). He aquí la clave para comprender la
identidad y la profundidad que vive y es Jesús.

Y… ¡cómo no! Sólo desde ese conocimiento revelado será posible


aceptar la propuesta de Jesús: “El que quiera venirse conmigo, que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga…”. Y es que ese
“conocer” a Jesús conlleva un enamorarse de Él, de su estilo, de su ver
y entender las cosas y la vida. Éste es el ENCUENTRO CON ÉL; ésta
es la EXPERIENCIA que transforma toda la vida del seguidor de
Jesús.

También hoy y para nosotros, Jesús vuelve a repetir aquella pregunta


que compromete hasta el fondo a su seguidor y a su Comunidad: “Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Aquí está la CLAVE. Mientras no
acertemos a “conocerle” y a enamorarnos de Él, nuestra respuesta será
superficial, sin que afecte a la vida (que muy probablemente, es la
situación de muchos “cristianos” de hoy en día). Pero estamos
NOSOTROS ante la misma pregunta de Jesús y necesitados de una
respuesta que tenga fuerza para mover y motivar nuestra vida.

CONOCER, ENCUENTRO y EXPERIENCIA son necesarios para


seguir a Jesús con todas las consecuencias. ¡Aquí estamos!

ORACIÓN

Dios y Padre bueno,


que nos enviaste a tu Hijo amado
para ofrecernos tu don de salvación.
Concédenos, Padre, CONOCER a Jesús,
algo que Tú lo deseas y nosotros lo necesitamos.
Conociéndole a Él,
tendremos la posibilidad de conocerte a Ti,
y en medio de nuestro caminar,
ilumínanos con tu luz
para que ese conocimiento sea profundo.
Porque sabemos, Padre,
que cuanto más le conozcamos, más le amaremos;
y cuanto más le amemos,
más deseos tendremos de ser como Él y a su estilo.
Te lo pedimos en nombre del mismo Jesús.
PLEGARIA

QUIERO VERTE, JESÚS

Es sólo un deseo,
pero cuando los deseos son hermosos
nos llevan a ti.
El Espíritu es el que hace nacer
los deseos en el corazón.
A ti, Jesús, te gustan los deseos
de quien quiere verte.

Cuando te encuentras con alguien


que te busca,
detienes tu camino
y lo miras.

Quiero verte, Jesús.


Quiero conocerte.
Quiero tener experiencia de tu amistad.
Quiero participar de tu Vida.

Dime tu Palabra, Jesús.


Muéstrame tu rostro.
AMÉN.

CANTO

CRISTO MAESTRO,
TÚ ERES EL CAMINO,
VIDA VERDADERA Y ETERNA VERDAD.

Para el hombre que avanza desolado


de espaldas al amor que Dios nos brinda;
para el hombre que vaga perdido y solitario,
Tú eres Camino, Verdad y Vida.

Para el hombre sediento de verdades


y hundido en un mar de ideologías;
para el hombre que busca la luz sin sombra alguna
Tú eres Camino, Verdad y Vida.

Para el hombre que vive sin fronteras


y cifra en el progreso su alegría;
para el hombre que sueña con no morirse,
Tú eres Camino, Verdad y Vida.

(Cesáreo Gabarain – Disco: “Camino, Verdad y Vida” – Ed. Paulinas)

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