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CARTA ABIERTA AL COLEGIO DE ARQUITECTOS, ARQUITECTOS,

PLANIFICADORES TERRITORIALES Y ASESORES URBANOS.


Juan C. Mazzarello Urzúa
Arquitecto – Asesor Urbano

Como es sabido por todos, Chile es un territorio frecuentemente asolado por los
embates de la naturaleza, ya sean los movimientos sísmicos recurrentes, que en
casos como el del 27F generan niveles de daño y pérdidas de vidas que
conmueven a la comunidad, ya sean también los “Terremotos Blancos” que dejan
grandes extensiones de territorio aislado y en duras condiciones de subsistencia, o
lo más reciente que es la pérdida de miles de Has. de superficie natural, poblados
completos, vidas y bienes por la acción del fuego.

Es hoy cuando se vuelca la comunidad a demandar respuestas, las cuales


llegan en la forma de leyes y reglamentos detallados en forma reactiva a la
externalidad el momento, tratando de hacerse cargo de problemáticas que se
arrastran por años, o bien en forma de campañas y movimientos ciudadanos que
buscan paliar las necesidades del momento mediante el llamado a la cuota de
solidaridad espuria de las cadenas del retail y empresas productoras, o finalmente
la visión mesiánica de algunos cuantos actores que ven en este momento de
necesidad la oportunidad exacta de obtener réditos en cuanto a su imagen y
renombre mediante la implementación de sus visiones sesgadas y personales,
originadas en cuestionables alicientes personales.

Ante este escenario, y dando un paso atrás para lograr distancia de


observación y poder ver en su totalidad el panorama del momento, es que en la
gran mayoría de los casos es posible detectar un aspecto común y transversal a
todos ellos: “Falta de planificación sistémica”, lo cual se traduce en diversas
problemáticas de alto impacto que siendo posibles de afrontar y establecer
protocolos de acción y respuesta adecuados que permitan paliar, ya no evitar en
totalidad, los efectos negativos estas, la ausencia de estas medidas se confabulan
en contra de la población y ultimadamente en desmedro del desarrollo en todos
sus ámbitos, desde el familiar al local, al nivel regional y nivel país.

Delineado de esta forma el panorama, no resulta de una complejidad extrema


el relacionar esta falta de planificación con los aspectos propios de la Arquitectura
y el Urbanismo, materias que nos convocan, comprobando como las
problemáticas actuales son el resultado de una sucesión de eventos que
paulatinamente desde los inicios del Decreto Fuerza Ley 4581 del 18 de diciembre
de 1975, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que fija el texto de la Ley
General de Construcciones y Urbanización, hasta el momento actual han
desestimado en gran medida una planificación territorial en extenso, más que
nada remitiendo las acciones a un marco “Urbano”, en desmedro de los
emplazamientos humanos “rurales”, casos en los cuales se actúa ya a hechos
consumados, buscando de alguna forma paliar los errores y equívocos que a la
postre generarán perdidas económicas y vitales.

El rol de los Arquitectos y Asesores Urbanistas.

La planificación, a todos los niveles de entendimiento, es una materia que


requiere un estándar de conocimiento teórico, practico y profesional de medida tal
que permita plantear escenarios de crecimiento sostenible, en el entendido que
este concepto se delinea más allá de los aspectos netamente mercantilistas y
monetarios, a los cuales se nos ha acostumbrado a reaccionar, sino también a
incluir aspectos sociales, vitales, geográficos y normativos de manera tal de que
cada acción no se entrampe en un eterna observación de la situación actual, sin
miras a escenarios de mediano y largo plazo. Esta problemática del “Eterno
Presente”, dice relación con la marcada reactividad en cada una de las políticas
abordadas en la planificación actual, al no hacer eco de escenarios y
requerimientos fluctuantes por parte de la población.

Como ejemplo de lo anterior, citemos el caso del parque automotriz, que en las
décadas pasadas se intuyó desde una visión economicista, con lo cual se supuso su
desarrollo en escenarios controlados que permitirían afrontar con gracia su paulatino y
gradual crecimiento. Lo que no se intuyó, fue el aspecto aspiracional que este medio
de transporte adquiriría, siendo a la larga sinónimo de poder adquisitivo, comodidad y
ultimadamente un bien más que sería factible de incluir en los cálculos de las canastas
familiares.

Al día de hoy, nos enfrentamos a urbes colapsadas, en que las medidas paliativas
pasan por bases impositivas que buscan en último recurso desincentivar el uso del
automóvil por parte del usuario, en contrapunto a un planteamiento que haciendo un
gran mea culpa, reaccione y se dé cuenta que la base del problema no es solo el flujo
constante de ellos por las calles, sino también que la medida y diseño de las vías, cual
cañerías, no da abasto y sus soluciones puntuales no se entrelazan en una forma lo
suficientemente sistémica como para dar soluciones integrales.

1
Santiago, 18 de diciembre de 1975, DFL. 458, que con las facultades que el decreto ley N° 602, de 5 de
Agosto de 1974, otorgó al Ministerio de la Vivienda y Urbanismo para fijar los textos definitivos de las
leyes relativas a construcciones y urbanización.
Nos encontramos hoy, con un esquema normativo, en el cual la planificación se
ha desmedrado en favor de los aspectos económicos de corto alcance del
territorio, restando capacidades y autonomías a los planificadores locales
(Urbanistas), en cuanto su rol, atribuciones y capacidad de interrelación con los
propios pares y los estamentos superiores de los que emanan las normas,
supeditando su actuar a un limbo administrativo que se mantiene no obstante
existir aclaraciones al respecto.2

Esta situación, sumada al desconocimiento en gran parte de las autoridades


locales, de la incidencia de la planificación territorial, como una herramienta
generadora de bienestar social y riqueza ha permitido una pauperización ya no
solo de la urbe, sino de todo asentamiento humano, concentrando los esfuerzos
solo en casos en que la masa crítica de habitantes cruza cierto umbral, momento
en el cual, por imposición normativa más que por convicción aparece la figura del
planificador.3

La ley general de Urbanismo y Construcciones, versión de fecha 26-oct-2016 en


su Artículo 10° 4, declara:

“Todas las Municipalidades que tengan Plan Regulador aprobado, y cuya


comuna tenga un centro urbano de más de 50.000 habitantes, deberán consultar
el cargo de Asesor Urbanista desempeñado por un arquitecto”.

Esta condicionante numérica, ya en multiplicidad de casos opera en forma


negativa al sesgar de la mirada planificadora local aquellas comunas que no
cuentan con el número de población mínima indicada, quedando a la
discrecionalidad de la autoridad local la pertinencia de la presencia de un

2 Dictamen 050087N13, de fecha 08.08.2013, que establece improcedencia que las funciones de asesor
urbanista sean asignadas mediante reglamento interno municipal al Departamento de Gestión de
Ciudad, dependiente de la Secretaría Comunal de Planificación, y relación jerárquica del empleado que
ejerce esa plaza con el Director de la aludida Secretaría
3 LEY ORGANICA CONSTITUCIONAL DE MUNICIPALIDADES, Artículo 21, letra g), párrafos segundos y
siguientes.
4
LGUC Artículo 10°.- Todas las Municipalidades que tengan Plan Regulador aprobado, y cuya comuna
tenga un centro urbano de más de 50.000 habitantes, deberán consultar el cargo de Asesor Urbanista
desempeñado por un arquitecto.
Serán funciones del Asesor Urbanista:
a) Estudiar el Plan Regulador Urbano- Comunal y mantenerlo actualizado, propiciando las
modificaciones que sean necesarias, y preparar los Planos Seccionales de detalle para su aplicación;
b) Revisar todos los planos de subdivisión, loteo y urbanización, cautelando su estricta concordancia
con las disposiciones del Plan Regulador y su Ordenanza Local, y autorizar los "conjuntos armónicos".
En este sentido, será condición previa el informe favorable del Asesor Urbanista, para que la
Dirección de Obras pueda extender los permisos de subdivisión, loteo, urbanización y "conjuntos
armónicos", y
c) Estudiar los programas anuales de desarrollo comunal para la materialización de los Planes
Reguladores, y que faciliten la confección del presupuesto de inversiones de capital de la comuna.
encargado de planificación territorial, situación que es factible de comprobar en
gran número de comunas que se alejan de las áreas Metropolitanas.

En estos casos, es cuanto es posible observar no solo el arribo de soluciones y


planteamiento de planificación desarrollada desde un tablero lejano, sino también
la falta de una planificación nacida desde los requerimientos locales y con miras a
propiciar un desarrollo territorial local que propenda al desarrollo socio –
económico de las comunidades residentes.

No es menos preocupante, observar que, al momento actual, en que gran parte


de los territorios del centro – sur de Chile se encuentran comprometidos por
siniestros que consumen miles de Has., de territorio productivo y también territorio
en estado natural, muchas de las Comunas implicadas con una población total que
no se consolida en núcleos urbanos de más de 50.000Hbts., son conformadas por
asentamientos de carácter espontaneo e informal, que con el paso de los años se
han “formalizado y legalizado”, sin las condicionantes requeridas para garantizar
ya no un estado de confort y habitabilidad estándar, sino las mínimas condiciones
de seguridad.

Esta falta de formalidad en los asentamientos poblados, lleva a una constante


ruptura de las normas y condicionantes que ordenan su emplazamiento en
condiciones de seguridad y propicias al desarrollo sostenible. Si bien es cierto se
cuenta con una planificación mínima funcional, no es menos cierto que gran parte
del territorio responde a una casuística de momentos que condice a que las
acciones destinadas al ordenamiento territorial se restringen a una sucesión de
soluciones parciales que buscan paliar defectos y carencias heredadas de años de
informalidad.

Testigo de lo antes expuesto, podemos citar casos como el de Valparaíso 2014,


en el sector La Polvora, con una destrucción estimada de 3.000 viviendas, y la
puesta en riesgo de una gran cantidad de habitantes, asentados en el sector por
décadas y sin una intervención planificadora en extenso, que no solo paliara las
problemáticas puntuales del momento, sino que se planteara como un plan mayor
que ordenase y proyectase el desarrollo del sector en los años venideros,
incluyendo planes que se hiciesen cargo de posibles situaciones de emergencia
como las ya acaecidas.

La realidad de la planificación actual en Chile, es que responde en gran medida


a los requerimientos economicistas que operan sobre el territorio, situación
agravada por una mirada que sesga los territorios como independientes uno de
los otros, sin reconocer en gran medida la íntima interrelación existente entre ellos,
cual efecto mariposa5, siendo que más allá de las relaciones de conectividad vial,
existe una multiplicidad de aspectos que se influyen directamente entre territorios
a veces dispares o geográficamente lejanos. Estas relaciones se enmarcan dentro
de campos como la movilización de la población en distintos horarios, la
movilización de los ingresos económicos en el macro territorio, horas vitales
empleadas en traslados y su influencia en los comportamientos y la adquisición de
respuestas socialmente agresivas, segregación socio – económica, entre otros.

Por lo antes expuesto, y clarificado el estado actual de la planificación, es


menester urgir a quienes deben hacerse cargo de la planificación y proyección de
los distintos territorios, a unirse en una sola voz, que clame de una vez por todas
por un más alto estándar de la misma, en pos a una verdadera dignidad, tanto de
la profesión como de los destinatarios de esta planificación, que no son otros que
los usuarios del territorio, que con una simple intervención pueden ver o
mejoradas sus condiciones y posibilidades de crecimiento y calidad de vida o
destruidas estas mismas por una decisión emanada de un operador político –
económico.

Hasta la fecha, infructuosos han sido los esfuerzos de unificar esta profesión,
acallada por el carácter optativo que representa en multiplicidad de casos, ya que
desde el mismo nombre, al entenderse como un asesor, que puede o no ser
consultado, en contrapunto a un “Director de Obras”, investido con autoridad
ejecutorial, lo que resta es un personajes “adscrito” a diversas estructuras de
poder municipal, cuando existe, que carece del reconocimiento y valoración de su
quehacer. Esta renovación y renacimiento de las labores planificadoras, no es
menor, ya que conlleva de forma implícita la asunción de roles y deberes que
hasta la fecha se opacan por debilidad de implementación de la norma existente y
su real significado.

Esta discusión, más allá de los concursos de arquitectura, los premios y


reconocimientos, debe ser la carta de lucha que cada uno de nosotros, primero
como urbanistas y después como arquitectos debe EXIGIR sea respondida por
nuestro colegio profesional, con miras a establecer una verdadera lucha ya no solo
por la dignidad de la profesión, sino por la dignidad toda y el derecho de cada
habitante a ver respondidas sus demandas por vivienda segura, desarrollo local y
territorial, crecimiento futuro y ultimadamente dignidad como ser humano.

5 El efecto mariposa es un concepto de la teoría del caos. La idea es que, dadas unas condiciones iniciales
de un determinado sistema dinámico caótico (más concretamente con dependencia sensitiva a las
condiciones iniciales) cualquier pequeña discrepancia entre dos situaciones con una variación pequeña
en los datos iniciales, acabará dando lugar a situaciones donde ambos sistemas evolucionan en ciertos
aspectos de forma completamente diferente.
A la fecha, constatables a simple vista se encuentran los errores de la ausencia
de miradas integrales sobre el territorio, desde los territorios urbanos a los rurales,
presas de distintas externalidades negativas que cada cierto tiempo se encargan
de borrar lo avanzado, en detrimento del desarrollo.

Es el momento, hoy, que se discute la Ley 20.958 de aportes al espacio público,


con una consulta pública abierta (www.minvu.cl), de enlazar estos temas y recobrar
de una vez por todas la unidad de los profesionales del área y discutir en forma
real conceptos como asociatividad entre municipios en temáticas urbanas de
carácter transversal a distintos territorios, planificación de nivel intercomunal,
planificación de los territorios no urbanos, rol de los Asesores Urbanos en el
diagrama operacional de los gobiernos locales, creación de una asociación de
carácter gremial de urbanistas, y el rol del Colegio de Arquitectos como real
moderador de las actuaciones y proposiciones que afectarán al territorio.

Es hora de hacer un mea culpa también, en reconocer que mucho de esta


situación es en parte resultado de la división y desconexión en la cual operamos
cada uno de los involucrados, al no existir ni las instancias ni la búsqueda exigente
de soluciones y planteamientos que unifiquen esta labor, largamente relegada a
un segundo plano.

Pronto empezará la reconstrucción de los territorios afectados por el fuego,


veremos renacer poblados y asentamientos de distintos niveles y número, y
muchos de ellos repetirán los errores del pasado en pos a la “urgencia”, dejando
de lado miles de consideraciones, y en pocos meses más veremos lluvias,
deslaves e inundaciones, comunidades aisladas, casas anegadas y niños con sus
pies en el barro, y aparecerán los mesías del diseño con sus respuestas con
nombre de fantasía y las promesas de un “nunca más”, y nuevamente la
naturaleza será cruel, y la realidad será que no es tal, la culpa es la falta de
planificación, que nos hace cometer los mismos errores una y otra vez.

Les llamo hoy, de una vez por todas a tomar acción, a unificar miradas y
levantar la voz contra la arbitrariedad, contra la improvisación y el oportunismo, y
realmente ser los planificadores del futuro de esta nación.

Santiago, 01.02.2017

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