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CAPÍTULO VI - RÉGIMEN PRIMARIO. POR SILVANA R.

BALLARÍN

I. INTRODUCCIÓN
El nuevo Código concede al principio de autonomía de la voluntad una mayor relevancia, permitiendo a los cónyuges pactar el régimen que
ordenará sus relaciones patrimoniales. Sin embargo, ciertas cuestiones esenciales relacionadas con la protección de la familia, y también de los
terceros que contraten con los cónyuges no quedan libradas a su voluntad, sino sujetas a un conjunto de normas inderogables (art. 454, CCyCN)
comunes a ambos regímenes que conforman el llamado régimen primario(1).
De tal manera, configuran un estándar mínimo de solidaridad y protección de la familia y representan una limitación a la autonomía de la
voluntad en aras de un interés social(2).
En el Código argentino, el régimen primario regula la forma en que se solventan las necesidades comunes —o deber de contribución—, la
responsabilidad frente a terceros por deudas contraídas y la protección de la vivienda. También introduce normas relativas al mandato entre
cónyuges y a la administración y disposición de cosas comunes no registrables.
Por ello, su contenido se integrará luego con otras disposiciones propias de cada uno de los regímenes matrimoniales, lo que ha llevado a la
doctrina a calificarlo de estatuto matrimonial mínimo(3)o plataforma jurídica mínima(4).
Así sucede respecto del régimen de comunidad, con la responsabilidad de los cónyuges frente a terceros (art. 467, CCyCN) y con el
asentimiento del cónyuge en la gestión de bienes del otro.
En relación con el régimen de separación de bienes, serán sólo las normas del régimen primario las que pondrán un límite a la mayor
independencia económica de los cónyuges, lo que lleva a Roveda a señalar que, en este caso, tienden a "paliar las eventuales consecuencias
disvaliosas de la aplicación del régimen"(5).

II. DEBER DE CONTRIBUCIÓN

1. Antecedentes
El art. 1300 del Código Civil derogado establecía: "Durante la separación, el marido y la mujer deben contribuir a su propio mantenimiento, y a
los alimentos y educación de los hijos, en proporción a sus respectivos bienes".
La norma aludía al régimen de separación de bienes, de carácter excepcional, que sólo cobraba actualidad ante la cesación del régimen legal
y único de sociedad conyugal o comunidad. Se aplicaba, entonces, en el caso de subsistencia del matrimonio bajo el régimen de separación de
bienes.
La doctrina diferenciaba los supuestos en los que subsistía la convivencia de aquellos otros en los que los cónyuges vivían separados. Sólo
para los primeros cobraba virtualidad en toda su extensión lo dispuesto por el art. 1300, mientras que para los segundos —en su mayoría,
cónyuges con sentencia de separación personal— debería compatibilizarse con las normas relativas al derecho-deber alimentario previstas para
tales casos(6).
Resulta escasa la experiencia judicial relativa a la aplicabilidad de este precepto. Sin perjuicio de ello, fue criticada su redacción, en tanto
establecía un deber de contribución en proporción a los bienes de cada cónyuge, y no, en forma más amplia, en relación con sus respectivos
ingresos, incluyendo en ello a los resultantes del trabajo personal(7).
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2. El nuevo Código Civil y Comercial


El art. 455 establece el deber de contribución entre los preceptos del régimen primario. Dispone que ambos cónyuges deben contribuir a su
sostenimiento, el del hogar y el de los hijos comunes en proporción a sus recursos y extiende tal obligación a las necesidades de los hijos del otro
cónyuge, siempre que se cumplan dos requisitos: convivencia y minoría de edad, capacidad restringida o discapacidad.
También establece en forma expresa que, en caso de que un cónyuge no cumpla, puede ser demandado judicialmente por el otro para que lo
haga. En tal caso, deberá computarse al trabajo en el hogar como contribución a tales cargas, criterio este ya puesto de manifiesto
mayoritariamente por la jurisprudencia, en tanto el cuidado y educación de los hijos que brinda el cónyuge conviviente limita necesariamente sus
posibilidades laborales fuera del hogar(8).
Tal deber de contribución alude al llamado aspecto interno de la deuda, al que se hará referencia con mayor extensión en el capítulo relativo a
las deudas durante el régimen de comunidad: son los cónyuges entre sí los que pueden reclamarse la contribución, mientras que el aspecto
externo, o responsabilidad de los cónyuges frente a terceros, está regulado expresamente en el art. 461.
Por lo demás, al aludir a la manera de contribuir a tales gastos en proporción a sus recursos, toma en cuenta la objeción doctrinaria
referenciada en el punto anterior(9), otorgándole mayor amplitud. Para establecer en cada caso concreto el contenido de tal proporcionalidad
habrá de estarse a la entidad de los ingresos que cada cónyuge perciba y de los gastos que afronte(10).
Algunos autores consideran superflua su mención, en tanto el sostenimiento del hogar y de los hijos —comunes y no comunes— está previsto
por las disposiciones relativas del derecho alimentario(11). Sin embargo, el deber de contribución tiene un fundamento que excede a las
necesidades individuales de los miembros de la familia: recordemos que, tal como lo exponen los codificadores en los Fundamentos del
Anteproyecto, las normas incluidas en este capítulo están todas ellas destinadas a la protección de los intereses familiares comprometidos.
Así, y si bien entre los cónyuges y los otros miembros de la familia conviviente existen obligaciones alimentarias reconocidas por la ley, la
contribución a la que alude el art. 455 se funda en la solidaridad familiar, legitimando a un cónyuge a reclamarle su participación al otro en los
gastos domésticos en condiciones de equidad(12)y estableciendo, asimismo, que el trabajo en el hogar resulta computable como contribución a
dichas cargas.
A tal carácter autónomo alude Pereda Gámez: "Con carácter programático el deber de contribución a las cargas familiares se configura como
un deber-función, correlativo a una potestad, con el que se tutela un interés que no es particular sino familiar. El deber contributivo está impuesto
por el ordenamiento jurídico a ambos cónyuges o convivientes (...) e implica la atención de las necesidades familiares conforme a los principios
de igualdad y proporcionalidad. (...). Se ha sustituido el deber individual de mantenimiento por el solidario de contribución, pero no como
desarrollo del deber de asistencia, sino como base en el principio de igualdad y en la solidaridad, ante la falta de medios del otro cónyuge"(13).

III. PROTECCIÓN DE LA VIVIENDA FAMILIAR: EL ASENTIMIENTO CONYUGAL Y LA INEJECUTABILIDAD DE LA VIVENDA

1. Antecedentes
El derecho argentino ha recurrido a diversas figuras jurídicas para proteger la vivienda familiar partiendo del mandato constitucional del art. 14
bis. Una de ellas ha sido la exigencia de asentimiento del cónyuge para que el titular del inmueble sede del hogar realice un acto de disposición
sobre éste, y otra la afectación del inmueble como bien de familia para limitar su ejecutabilidad.
Siendo el régimen legal único el de comunidad de bienes, la protección del hogar a través del asentimiento conyugal estaba prevista en el art.
1277, párr. 2º, del Código derogado: "También será necesario el consentimiento de ambos cónyuges para disponer del inmueble propio de uno
de ellos, en que está radicado el hogar conyugal si hubiere hijos menores o incapaces. Esta disposición se aplica aún después de disuelta la
sociedad conyugal, trátese en este caso de bien propio o ganancial. El juez podrá autorizar la disposición del bien si fuere prescindible y el
interés familiar no resulte comprometido".
Aludía expresamente al hogar radicado en un inmueble propio, en tanto la protección de los derechos en expectativa sobre los inmuebles
gananciales contenida en el primer párrafo, tornaba innecesaria la referencia al hogar conyugal en el caso de estos últimos.
Se requería que en el hogar residieran hijos menores o incapaces. Como tal protección trascendía al régimen patrimonial único de sociedad
conyugal, aún después de disuelto éste la protección de la vivienda permanecía, cualquiera que fuera la calificación del bien —propio o ganancial
—.
También preveía la venia judicial supletoria en caso de negativa a otorgar el asentimiento.
Durante su vigencia, muchas fueron las objeciones que se formularon en torno a su redacción, sirviendo ello de valioso antecedente para la
redacción del nuevo Código: entre ellas, la mención a disponer del inmueble y no de los derechos de la vivienda, circunstancia que limitaba la
protección, dejando fuera tanto a los bienes muebles que conforman su ajuar, como a los supuestos de viviendas rodantes. También resultaba un
requisito la necesidad de que convivieran hijos menores o incapaces, habiéndose discutido, incluso, doctrinaria y jurisprudencialmente, la
viabilidad de la protección en el supuesto del hijo por nacer(14).
Por otra parte, la ley 14.394 protegía a la vivienda familiar de los terceros acreedores del cónyuge titular, a través de la figura del bien de
familia: el inmueble constituido tal, no podía ser ejecutado por deudas posteriores a su afectación, a excepción de aquellas provenientes de
impuestos o tasas que graven el inmueble, las garantías con gravámenes constituidos mediando causa grave o manifiesta utilidad para la familia
y los créditos por construcción o mejoras introducidas en la finca. Gozar de tal protección legal requería que el bien fuera afectado por su titular
registral, efectuándose la inscripción correspondiente en el Registro de la Propiedad.

2. El nuevo Código
En el nuevo Código el régimen primario contiene en el art. 456 dos disposiciones de protección a la vivienda: la necesidad de asentimiento del
cónyuge para disponer de los derechos sobre ésta y su inejecutabilidad por deudas contraídas después de la celebración del matrimonio. Con la
primera, se protege al hogar de los actos de disposición que pudiera celebrar el cónyuge titular, mientras que con la segunda, se lo protege de la
agresión externa de los terceros acreedores. En el primer caso, se trata de la tensión entre el interés del cónyuge titular, que ostenta un derecho
sobre la cosa, y la necesidad del no titular, que invoca un derecho a la vivienda(15). En el segundo, la tensión se produce entre el derecho al
hogar y el del tercero acreedor. En ambos casos prevalece el derecho a la vivienda.

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El asentimiento conyugal ya estaba previsto en el Código Civil anterior, no así la inejecutabilidad del hogar. Hasta ahora, la vivienda estaba
protegida frente a la acción de terceros acreedores solamente si había sido afectada por su titular como bien de familia. El nuevo Código no sólo
sustituye la ley de bien de familia por un nuevo régimen más completo(16), sino que introduce en el art. 456 otra protección que no requiere acto
de afectación alguno: la vivienda familiar no podrá ser ejecutada por deudas contraídas con posterioridad a la celebración del matrimonio.

3. El asentimiento conyugal para los actos de disposición de la vivienda familiar

3.1. Concepto
Según la Real Academia Española, asentir significa "admitir como cierto o conveniente lo que otra persona ha afirmado o propuesto antes"
(17).
Acorde con ello, se entiende que un cónyuge asiente el acto celebrado por el otro cónyuge cuando manifiesta su conformidad para que aquél
lo celebre, pero sin que ello importe integrar el acto en calidad de codisponente. Es decir, el que otorga el acto es el cónyuge que ha adquirido el
bien, el otro sólo presta su conformidad.
Analicemos el supuesto a través de un ejemplo: el del contrato de compra venta. El cónyuge vendedor es el titular del bien y, como tal, no
deberá estar sujeto a inhibiciones al tiempo de la escrituración. Es él quien recibirá el precio establecido en el contrato, que ingresará, de tal
manera, a su administración(18). Su cónyuge participará en el acto al solo efecto de prestar su conformidad: es decir, que no afectará a la
celebración del acto que se encuentre inhibido, ni podrá resultar demandado por eventuales vicios redhibitorios o evicción(19), ni por cualquier
acción relacionada con el cumplimiento del contrato(20).
Si bien el Código derogado aludía al consentimiento del cónyuge, existía consenso en el sentido de interpretar que, en realidad, se trataba de
un tercero que autorizaba el contrato celebrado por el otro(21).

3.2. Bienes sobre los que recae el asentimiento


El código alude a la vivienda familiar, en sentido amplio, e incluye en tal concepto en forma expresa a los bienes muebles indispensables de
ésta. Ello, en razón de que lo que constituye a un inmueble como hogar es, precisamente, aquel conjunto de muebles que posibilitan habitarlo.
Así lo entendía Kemelmajer de Carlucci hace décadas: "Nuevos tiempos reclaman extender sus efectos a otras situaciones no previstas
legalmente (por ejemplo, todo lo relativo al moblaje de la casa)(22)". Precisamente por ser ésta la finalidad de la ley, el concepto se extiende a la
cosa mueble destinada a vivienda: tal los supuestos de casas rodantes o embarcaciones.
En forma concordante con tal protección, y tal como se analizará en el parágrafo VI, el art. 462 reconoce la validez de los actos de
administración y disposición a título oneroso de cosas muebles no registrables celebrados con terceros de buena fe por uno de los cónyuges,
pero exceptúa el supuesto de los muebles indispensables del hogar.

3.3. Actos comprendidos


La redacción del nuevo Código es clara, en el sentido de incorporar todos aquellos actos de disposición de derechos sobre la vivienda. Ello
resulta acorde a la finalidad perseguida por la norma: si de proteger la vivienda familiar se trata, no solamente es la transmisión del derecho real
de dominio sobre el bien, sino de cualquier otro derecho —real o personal— que afecte su destino de vivienda familiar.
Al analizar análoga disposición del proyecto de reformas de 1992, señalaba Kemelmajer de Carlucci: "no sólo se contempla la enajenación
stricto sensu, sino la renuncia de ciertos derechos (por ej., la locación) o, incluso, el abandono de hechos como la posesión"(23). Por lo tanto,
quedan incluidos derechos de uso, usufructo, habitación, constitución de hipoteca —prenda en el supuesto de muebles destinados a vivienda—,
derechos derivados de contratos de locación, comodato, etc. También se encontraría incluido el boleto de compra venta, en su condición de
contrato preliminar de la especie(24).
Respecto de los actos de disposición por causa de muerte —tal el supuesto de un legado cuyo objeto fuera la vivienda— no hay una única
postura en la doctrina: algún sector entiende que quedarían incluidos(25), otro, que el carácter personalísimo del testamento contradeciría la
exigencia del asentimiento(26).
En relación con los bienes muebles, no solamente prohíbe su disposición, sino también su transporte fuera de la vivienda. Dicen Bacigalupo
de Girard y Levy al respecto: "En cuanto a la prohibición de transporte fuera del hogar de los bienes muebles, la inclusión es de suma
importancia, pues se cierra así la posibilidad al titular que, sin efectuar un acto de disposición, tornó ilusorio el derecho de la familia de usar en
forma debida "su" vivienda con todos los objetos indispensables para una vida digna"(27).

3.4. Protección del hogar formado por los cónyuges, con o sin hijos
La finalidad de la ley es garantizar el derecho constitucional a la vivienda, sin restringir su concepto al caso de los matrimonios con hijos
menores o incapaces. De tal manera, el concepto de vivienda familiar del art. 456 alude al hogar formado por los cónyuges.
La vastedad del concepto coincide con la amplitud reconocida en la afectación de la vivienda al régimen de inejecutabilidad dispuesto en el
nuevo Código (cap. 3º, tít. III del Libro Primero), que reemplaza al antiguo régimen de bien de familia (ley 14.394): también la persona que vive
sola tiene derecho a la protección de su hogar. En el mismo sentido, el art. 522 protege la vivienda familiar en las uniones convivenciales
inscriptas.

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3.5. Requisitos del asentimiento. Inviabilidad del asentimiento general y anticipado
La finalidad de la ley no se cumpliría si resultara suficiente el otorgamiento del asentimiento en forma general y anticipada. Por ello, requiere
que se realice, en particular, para un acto determinado, y que se expliciten además las condiciones en que éste deberá otorgarse(28).
Así lo entendió la doctrina y la jurisprudencia(29)durante la vigencia del Código anterior, aunque no de manera uniforme.
En apoyo de la postura que, finalmente, se impuso en la reforma, señalaba Belluscio hace décadas que un asentimiento de tales
características importaría en la práctica su supresión, frustrándose la protección legal que instrumenta si no se requiere para cada acto particular,
no resultando, a su entender, similar la situación al supuesto de mandato general de disposición, en tanto en este caso existe obligación de rendir
cuentas y entregar al mandante lo obtenido como contraprestación del acto de disposición(30). También Zannoni compartía esta postura,
resaltando, asimismo, el carácter irrenunciable del control de mérito que la ley le confiere al cónyuge(31).
El nuevo Código contiene una norma expresa, el art. 457, que dispone:
En todos los casos en que se requiere el asentimiento del cónyuge para el otorgamiento de un acto jurídico, aquél debe versar sobre el
acto en sí y sus elementos constitutivos.
De tal manera, alude a cada acto en particular, y a sus elementos constitutivos. En consecuencia, deberá hacerse mención de los elementos
esenciales propios del contrato del que se trate: por ejemplo, en una compra venta el precio, la cosa, forma de pago, y las garantías si las
hubiere; en una permuta determinación de las cosas y bonificación (si hubiera diferencia de valor entre éstas), etcétera.

3.6. Autorización judicial


Un cónyuge puede negarse a dar su asentimiento, o bien puede hallarse impedido de hacerlo. Tales los supuestos de ausencia, incapacidad o
capacidad restringida, o impedimento transitorio de expresar su voluntad. En estos casos, el cónyuge titular puede solicitar al juez competente
autorización para la celebración del acto, resultando luego éste oponible al cónyuge, sin perjuicio de no derivarse obligación personal alguna a su
cargo.
En el supuesto de que tal autorización se pida en virtud de la negativa del cónyuge, ¿deberá justificar el oponente que la celebración del acto
afecta el interés familiar?
Señala Kemelmajer de Carlucci que "a diferencia de lo que acontece respecto de los bienes gananciales, en que la razonabilidad de la
oposición debe ser probada por el no titular, en este caso corresponde al cónyuge titular de dominio la carga de la prueba de que dicho inmueble
es prescindible y que el interés familiar no resulta afectado"(32).
En consecuencia, y a los efectos de posibilitar al juez la valoración del acto que pretende realizar, el cónyuge disponente tendrá que
suministrar información acerca de las modalidades y circunstancias de la operación(33).
De tal manera, buscará probar que el interés familiar no se encuentra comprometido con el acto: por ejemplo, si se trata de una permuta, la
condición de habitabilidad del bien que ingresa a su patrimonio; si de una compraventa se trata, la previsión de adquirir con su producido —o, al
menos, con parte del mismo— otro bien habitable; si se trata de una donación a un tercero, la existencia en su patrimonio de otro bien que
pudiera destinarse a satisfacer las necesidades habitacionales de la familia, etc. Señala en tal sentido Belluscio: "normalmente, deberá ser
otorgada si la vivienda familiar puede ser instalada en otro lugar, o si la venta está destinada a permitir la ulterior compra de otro inmueble más
adecuado para la familia. Si se trata de la constitución de hipoteca, habrá de apreciarse, también, si resulta necesaria para la familia la
contracción de la deuda garantizada con tal derecho real"(34).
Si existen hijos menores o incapaces, deberá darse intervención al asesor de Incapaces o funcionario que, en cada jurisdicción, ejerza su
representación promiscua(35).
En cuanto a la vía procesal, considero adecuada la vía sumarísima, en tanto reúne agilidad y posibilidad de sustanciación de la prueba que
pudiera ofrecerse. Todo ello, sin perjuicio de arribar a una solución conciliada(36), conforme las características propias del proceso de familia de
la jurisdicción en la que tramite(37).

3.7. Celebración del acto sin el asentimiento requerido: efectos


En el supuesto de que el acto de disposición se realice pese a no contar el titular con el asentimiento del cónyuge, éste puede demandar la
anulación del acto o la restitución de los muebles, estableciéndose un plazo de caducidad de seis meses que opera desde el momento en que
tuvo conocimiento del acto. Este plazo nunca puede extenderse más allá de los seis meses de la extinción del régimen matrimonial(38)(art. 456,
CCiv.).

4. Inejecutabilidad de la vivienda familiar


Así como el asentimiento protege al hogar con relación a los actos de disposición del propio cónyuge, la inejecutabilidad de la vivienda familiar
hace lo propio respecto de las deudas contraídas con posterioridad a la celebración del matrimonio por uno de los cónyuges. Se evita, de tal
manera, comprometer el hogar frente a las deudas —reales o simuladas— que pudiera contraer el propietario de la vivienda sin intervención del
otro cónyuge(39). Sin embargo, si se tratara de deudas contraídas con posterioridad para mejorar el inmueble, deberían considerarse
exceptuadas(40).
Ya hemos visto(41)que la anterior legislación protegía a la vivienda afectada por su titular como bien de familia. Pero el art. 456 del nuevo
Código protege al hogar conyugal sin requerir acto alguno de afectación.
En consecuencia, y aun cuando el acreedor peticione y obtenga el embargo del bien, deberá demostrar, si pretende ejecutarlo, que su crédito
resulta de fecha anterior al matrimonio.
La inejecutabilidad no opera cuando la deuda ha sido contraída conjuntamente por ambos cónyuges, o bien por uno de ellos con el
asentimiento del otro. De tal manera, la nueva legislación concilia el derecho a la vivienda con el interés de los cónyuges por hacerse de un
crédito que les permita su desenvolvimiento económico. De lo contrario, la protección podría producir el efecto no buscado de limitar el crédito de
las personas casadas.

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IV. RESPONSABILIDAD FRENTE A TERCEROS
Cualquiera que sea el régimen patrimonial vigente, el interés familiar y la seguridad jurídica de quienes contratan con personas casadas
requieren el establecimiento de normas que prevean supuestos en los que un cónyuge pueda responder por la obligación contraída por el otro. El
nuevo Código alude a este aspecto en el art. 461.
Conforme lo dispone el 2º párrafo, ninguno de los cónyuges responde por las deudas contraídas por el otro. De tal manera, los terceros
acreedores de un cónyuge carecen, en principio, de acción contra el cónyuge que no contrajo la deuda, pudiendo afectar la totalidad del
patrimonio del cónyuge deudor, cualquiera que sea el régimen vigente: es decir que, en el supuesto del régimen de comunidad, el carácter
ganancial de los bienes no importa limitación alguna a ello.
El principio general de responsabilidad separada contempla dos excepciones: prevé la responsabilidad con relación a las obligaciones
contraídas por uno de los cónyuges para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los hijos comunes.

1. Necesidades ordinarias del hogar


Al aludir al hogar la referencia es clara respecto de aquellos gastos que la convivencia familiar genere: alimentos, vestimenta, salud —obra
social, gastos de farmacia, honorarios médicos(42)—, vivienda —locación de vivienda, gastos de servicios de luz, gas, teléfono y expensas(43)—
y esparcimiento.
La redacción del nuevo Código califica aquellas deudas ordinarias del hogar, dejando en consecuencia de lado los supuestos de erogaciones
que excedan tal carácter: tal el caso de gastos excesivos que sobrepasen el nivel de vida de los cónyuges.
Por ello, debe analizarse cada supuesto desde el conocimiento de la realidad familiar en examen y no en abstracto: gastos devengados para
vacacionar o en la contratación de una persona que asista al grupo familiar en los quehaceres domésticos son dos situaciones que podrán
calificarse como ordinarias o extraordinarias según las posibilidades económicas de cada familia. Desde esta postura, refiere Perrino que no
están incluidos los gastos que superen las posibilidades económicas de los cónyuges "y que se desembolsen por devaneos propios de figurar
como personas de un alto estatus social"(44).
En el caso de la deuda generada por uno de los cónyuges para la adquisición de la casa destinada a vivienda conyugal, mientras
Mazzinghi(45)considera que ello excede el concepto de necesidad del hogar, tratándose de una verdadera inversión cuyo valor es susceptible de
ser recuperado mediante su venta, Mendez Costa(46)y Belluscio(47)consideran que se trata de una deuda común. Participo de este último
criterio, en tanto la primera necesidad del hogar es, precisamente, contar con un espacio en el que desarrollar la vida familiar. Si uno de los
cónyuges adquiere un bien con tal finalidad, debe considerarse a la deuda que contraiga común.

2. Sostenimiento y educación de los hijos


El legislador incluye las deudas respecto de los hijos comunes y de los hijos no comunes cuando se cumplan los requisitos establecidos en el
art. 455 respecto del deber de contribución (convivencia y minoría de edad, capacidad restringida o discapacidad). Ha incorporado asimismo la
alusión a su sostenimiento.
Los gastos de educación comprenden, tanto los gastos de cuotas del colegio, traslado, materiales didácticos y vestimenta escolar como los de
aquellas actividades extraescolares que complementan la formación del niño: maestros particulares, viajes de estudio, etc. Considero
comprendido en este rubro los gastos de adquisición de materiales tecnológicos que faciliten el estudio, tales como computadoras, contratación
del servicio de Internet, etcétera.

V. ACTUACIÓN DE UN CÓNYUGE EN REPRESENTACIÓN DEL OTRO

1. Mandato entre cónyuges


Dispone el art. 459 que uno de los cónyuges puede dar poder al otro para representarlo en el ejercicio de las facultades que el régimen
matrimonial le atribuye, pero no para darse a sí mismo el asentimiento en los casos en que se aplica el art. 456. Decía Kemelmajer de Carlucci al
comentar similar disposición del proyecto del año 1992 que, de no ser así, ingresaría por esta vía el mandato general y anticipado(48). De todas
formas, podrá otorgarse por anticipado el asentimiento en los términos del art. 457(49).
No podrá limitarse el carácter revocable del mandato otorgado. El cónyuge mandatario no estará obligado a rendir cuentas de los frutos y
rentas percibidos, salvo convención en contrario. Es decir, que la obligación de rendir cuentas existe respecto del objeto que exceda los actos de
administración(50).

2. Autorización judicial para representar al cónyuge


Si un cónyuge está ausente o impedido transitoriamente de expresar su voluntad, el otro puede ser judicialmente autorizado para representarlo
en el ejercicio de las facultades resultantes del régimen matrimonial: así lo dispone el art. 460.
La autorización judicial puede otorgarse de modo general o para ciertos actos en particular. Se trata de un caso de representación que no tiene
por fuente un contrato de mandato, y puede tener por objeto tanto actos de administración como de disposición(51).
En el supuesto de ausencia de mandato expreso o autorización judicial, se aplicarán las normas del mandato tácito o de la gestión de
negocios, según el caso: así lo establece el 2º párrafo del art. 460.

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VI. ADMINISTRACIÓN DE COSAS MUEBLES NO REGISTRABLES
En relación a los actos de administración y disposición otorgados por uno de los cónyuges respecto de cosas muebles no registrables cuya
tenencia ejerza, el nuevo Código incluye en el art. 462 una norma de protección de los derechos de los terceros de buena fe, otorgando validez a
tales actos. Sin embargo, introduce dos limitaciones a tal protección:
La primera, al requerir que se trate de actos a título oneroso: de lo contrario, entre el interés de la familia y el del adquirente a título gratuito,
opta por el primero(52).
Además, exceptúa a los bienes indispensables del hogar y a los objetos destinados al uso personal del otro cónyuge o al ejercicio de su
trabajo: en estos casos, difícilmente el tercero pudiera alegar que ignoraba su destino.
Respecto del ajuar del hogar, la norma importa un complemento a la protección aludida en el art. 456, por lo que no podría el tercero alegar
buena fe, en la medida en que dicho acto requería del asentimiento conyugal(53).
En relación con los bienes de uso personal o profesional de un cónyuge, se trata de bienes que, por su índole, no puede el tercero ignorar que
son de uso. A ello debe sumarse que, en el régimen de comunidad, se trata de bienes de carácter propio conforme al art. 464, inc. m)(54).
La acción de anulación del acto celebrado puede demandarse dentro de idéntico plazo de caducidad al establecido respecto del acto
celebrado sin el asentimiento del cónyuge en el art. 456.

VII. CUADRO DE SÍNTESIS FINAL

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12/12/2017 Thomson Reuters ProView - Derecho de Familia. 2a. Ed.
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ZANNONI, Eduardo A., Derecho de familia, t. 1, 2ª ed., Astrea, Buenos Aires, 1989.

(1)Título II, capítulo I, sección 3ª, "Disposiciones comunes a todos los regímenes", Libro II.
(2)ARIANNA, Carlos A., "La responsabilidad por las deudas de los cónyuges en el proyecto de reforma al Código Civil", RDF 2001-18-114,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires.
(3)SOLARI, Néstor, "El régimen patrimonial del matrimonio en el Anteproyecto de Código Civil", SJA 20-6-2012, JA-2012-II.
(4)KRASNOW, Adriana, "Las relaciones patrimoniales entre los cónyuges en el proyecto", RDFyP, La Ley, Buenos Aires, julio 2012, p. 109, citando
a Eduardo Fanzolato.
(5)ROVEDA, Eduardo, "El régimen patrimonial del matrimonio", RIVERA, Julio C. (dir.), Comentarios al Proyecto de Código Civil y Comercial de la
Nación, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2012, p. 357.
(6)BELLUSCIO, Augusto C.,Código Civil comentado, t. 6, Astrea, Buenos Aires, 1986, p. 250; FASSI, Santiago - BOSSERT, Gustavo, Sociedad
conyugal. Comentario de los artículos 1276 a 1322, Astrea, Buenos Aires, 1978, ps. 338/9; MAZZINGHI , Jorge A., Tratado de derecho de familia, t.
2, La Ley, Buenos Aires, 2006, p. 488, y MÉNDEZ COSTA, María J. - D'ANTONIO, Daniel H., Derecho de familia, t. II, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998,
ps. 288/9.
(7)FASSI, Santiago - BOSSERT, Gustavo, Sociedad conyugal..., cit., p. 339; MAZZINGHI, Jorge A., Tratado..., cit., p. 488, aludía a la fortuna personal
de los cónyuges.
(8)Ver el completo estudio que realiza sobre la temática BELLUSCIO, Claudio, en Prestación alimentaria. Régimen jurídico. Aspectos legales,
jurisprudenciales, doctrinarios y prácticos, Universidad, Buenos Aires, 2006, ps. 286 y ss.
(9)Parágrafo 1, Antecedentes.
(10)DOMENGE AMER, Bartolomé, "El sostenimiento de las cargas familiares en el régimen de separación de bienes", Revista Jurídica de Navarra,
nro. 15, Departamento de Gobierno, Justicia e Interior del Gobierno de Navarra, Pamplona, 1993, p. 79,
www.navarra.es/home_es/Gobierno+de+Navarra/Organigrama/Los+departamentos/Presidencia+justicia+e+interior/Publicaciones/Revistas/Revista+
Dice el autor, refiriéndose a la legislación foral de Navarra -ley 103-, que contiene similar alusión, que deberán realizarse, al menos teóricamente,
una serie de operaciones: determinar la relación entre las rentas e ingresos de ambos cónyuges, luego fijar el importe de los gastos que puedan
considerarse como cargas familiares, y frente a estas dos series de cifras establecer la proporción.
(11)Dice Eduardo Roveda: "En realidad, se trata de la faz económica del deber de asistencia recíproca previsto en los arts. 431 y 432. La norma
resulta entonces innecesaria debido a que el sostenimiento del hogar y de los hijos comunes se encuentra contenida en la responsabilidad por
los alimentos derivados del matrimonio y la responsabilidad parental. En cuanto a los hijos de cualquiera de ellos que convivan con el grupo
familiar, se aplican las reglas previstas para el progenitor afín (arts. 672 y ss.)" (aut. y ob. cit., p. 358).
(12)Recuerda ello el fundamento de la prestación compensatoria incluida por primera vez en nuestra legislación en el nuevo Código y fijada en
favor de aquel cónyuge, al cual el divorcio le produzca un desequilibrio manifiesto (art. 441, CCiv.).
(13)PEREDA GAMEZ, Francisco J., Las cargas familiares. El régimen económico de las familias en crisis, La Ley, Madrid, 2007, ps. 297/9. Luego
alude al derecho alemán e italiano, para concluir que, también en dichos ordenamientos, son las necesidades de la familia las tenidas en cuenta
al establecer la obligación de contribución, por sobre los intereses individuales de sus miembros (p. 300).
(14)Un completo análisis del tema en KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección jurídica de la vivienda familiar, Hammurabi, Buenos Aires, 1995,
ps. 189/192.
(15)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección jurídica..., cit., p. 179.
(16)"El derecho de acceso a la vivienda es un derecho humano reconocido en diversos tratados internacionales. Esto justifica que se dedique
un capítulo especial para la vivienda" (Fundamentos del nuevo Código Civil). Se trata de la protección del derecho a la vivienda aun, en favor del
titular de dominio sin familia.
(17)REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la lengua española, 22ª ed., versión www.rae.es. Única acepción. En cuanto al verbo consentir, si
bien su primera acepción es permitir o condescender, la cuarta acepción alude específicamente al significado jurídico: "Der. Otorgar, obligarse".
(18)ZANNONI, Eduardo, Derecho de familia, t. 1, 2a ed., Astrea, Buenos Aires, 1989, p. 211, nro. 242.
(19)BELLUSCIO, Augusto C.,Código Civil..., cit., p. 173; PERRINO, Jorge O., Derecho de familia, t. 1, LexisNexis, Buenos Aires, 2006, p. 806.
(20)C. Civ. y Com. San Nicolás, 2/10/2007, "Picovsky, Golde v. Cattaneo, Raúl Omar s/escrituración", www.scba.gov.ar.jubanuevo.
(21)Remitimos al análisis del concepto efectuado en relación al asentimiento para disponer de la vivienda familiar -art. 456-, en el capítulo
relativo al Régimen Primario.
(22)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección jurídica..., cit., p. 221.
(23)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección jurídica..., cit., p. 436.
(24)La amplitud del concepto no requiere de una referencia expresa a las promesas de los actos, como sí lo hace el art. 470 en relación a los
actos de enajenación y gravamen.
(25)BACIGALUPO DE GIRARD, María - LEVY, Lea, "La vivienda familiar y su protección en el anteproyecto de Código Civil", RDF 2012-57-205/213,
AbeledoPerrot, Buenos Aires.
(26)KEMELMAJER DE CARLUCCI alude al supuesto, y cita la postura de Eduardo Fanzolato, contraria a tal exigencia. Señala asimismo que podría el
cónyuge oponer el derecho real de habitación del supérstite conforme art. 3573 bis del Código entonces vigente (Protección jurídica..., cit., p.
198).
(27)BACIGALUPO DE GIRARD, María - LEVY, Lea, "La vivienda familiar...", cit.
(28)AZPIRI, Jorge, "Algunas pautas para la reforma al régimen de bienes en el matrimonio", RDF 2011-52-11/21, AbeledoPerrot, Buenos Aires.
(29)C. 2ª Civ. y Com. La Plata, sala 1ª, 25/10/2001, "Zepilli, Ángel Mario v. Tonin, Hugo José y otras s/resolución contractual", ED 176-345.
(30)BELLUSCIO, Augusto C., Código..., cit., ps. 177/8.
(31)ZANNONI, Eduardo A., Derecho..., cit., ps. 549/550. En la misma posición se pronunciaban FASSI, Santiago - BOSSERT, Gustavo, Sociedad
conyugal..., cit., ps. 56/7, y MÉNDEZ COSTA, María J. - D'ANTONIO, Daniel H., Derecho..., cit., p. 152.
(32)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., p. 213.
(33)MAZZINGHI, Jorge A., Tratado..., cit., p. 310.
(34)BELLUSCIO, Augusto C., Código..., cit., p. 175.
(35)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., p. 212.
(36)MAZZINGHI, Jorge A., Tratado..., cit., p. 310/11.
(37)En la provincia de Buenos Aires, resulta viable la intervención del Consejero de Familia conforme a los arts. 832/ 837 del CPCC Bs. As.
(38)BACIGALUPO DE GIRARD, María - LEVY, Lea, La vivienda..., cit., p. 207) critican la redacción del precepto, considerando necesaria su
reformulación: "Con respecto a los dos plazos de caducidad, pareciera que la interpretación correcta sería contar a partir del que se produzca en
último término. Podría suceder que el cónyuge tome conocimiento con posterioridad a la finalización del régimen matrimonial, por ejemplo, a los
tres meses. En tal caso, tendría seis meses más para iniciar la acción de nulidad".
(39)Nota al art. 506 del Anteproyecto de la Comisión designada por dec. 468/1992.
(40)En tal sentido, el art. 249 del CCiv. realiza una enumeración de deudas exceptuadas de la protección que confiere la afectación de la
vivienda al sistema previsto por los arts. 244/256, y que reemplaza a la anterior ley de bien de familia. No obstante, en la mayoría de los
supuestos se trata de deudas relativas a expensas o impuestos que no podrían calificarse como contraídas por uno de los cónyuges y, por lo
tanto, no resultan aplicables al caso del 456. Sí, en cambio, las mencionadas deudas por mejoras introducidas en el inmueble.
(41)Subparágrafo 3.1.
(42)C. Civ. Com. Lab. y Minería Neuquén, sala 1ª, 11/11/2008, "Clínica Pasteur SA v. Bainttein, Miriam Raquel s/embargo preventivo",
http://200.41.231.85/cmoext.nsf/95735d27a3a5c4b5802568a 9004df016/98b13ee73ff5efe203257501005a5e3b?OpenDocument. En esta
sentencia se reafirma el carácter de deuda común de los gastos de atención médica, aunque se rechaza el embargo sobre el bien de la cónyuge
del deudor en virtud de encontrarse limitada su responsabilidad en el anterior régimen -art. 6º, ley 11.357- a los frutos de sus bienes.
(43)C. Concepción del Uruguay, sala Civ. y Com., 20/4/1987, "Consorcio de Propietarios calle Rivadavia y Santa Fe v. E.", JA y otra, DJ 1990-2-
887, en www.laleyonline.com.ar.
(44)PERRINO, Jorge O., Derecho..., cit., p. 781.
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(45)MAZZINGHI, Jorge A, Tratado..., cit., p. 210.
(46)Dice Méndez Costa que "tanto los alimentos o vestidos, como el inmueble o el automóvil, constituyen bienes de consumo, si bien los últimos
son de consumo prolongado, prácticamente inagotables" (MÉNDEZ COSTA, María J. - D'ANTONIO, Daniel H., Derecho..., cit., p. 124).
(47)BELLUSCIO, Augusto C., Código..., cit., p. 159.
(48)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., p. 437.
(49)BELLUSCIO, Augusto C., "El régimen patrimonial del matrimonio en el anteproyecto de Código Civil", LL 1999-C-1145, señalaba que "resultaría
inútilmente rebuscado que en lugar del asentimiento anticipado dé mandato al otro cónyuge para que se dé el asentimiento a sí mismo".
(50)Comentando similar norma del proyecto de 1992, señalaba Kemelmajer de Carlucci: "Adviértase que se declara la validez de las
convenciones que lo liberan de rendir cuentas de los actos de administración , pero no de disposición; se sigue, de este modo, la tendencia
predominante en nuestro derecho al interpretar el art. 1276 del Cód. Civil vigente" (KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., p. 438).
Asimismo, en la nota al art. 509 del proyecto de 1992 decían los codificadores "se aclara y perfecciona la disposición actualmente vigente sobre
rendición de cuentas en el mandato de administración".
(51)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., ps. 438/9.
(52)Nota al art. 513 del proyecto de 1992, similar al actual art. 462.
(53)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., p. 440, al comentar similar disposición del Proyecto de 1992.
(54)KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, Protección..., cit., p. 440.

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