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Collingwood (189
943) sobre la idea de la historia, en el que tan
tos y tan altos afanes puso, es el resultado del
trabajo postumo de compilación y selección de
sus papeles, salvados así por el profesor T. M
Knox. Se divide en dos grandes secciones. La
primera, que comprende la Introducción y las
partes I a IV, es un estudio sobremanera sugesti
vo de la historiografía, desde Heródoto y Tucí
dides hasta nuestros días. La segunda, o sea la
Parte V, está compuesta de siete ensayos sobre
problemas filosóficos relativos a la tarea del histo
riador. De esta suerte, la parte histórica viene a
ser como el apoyo bien documentado de las con
clusiones personales del autor. Collingwood fue a
la vez, tanto profesionalmente como por excep
cional vocación, historiador y filósofo. Su expe
riencia en ambos campos del pensamiento le ca
pacitó para tratar los temas historiográficos, de
central importancia entre las preocupaciones del
pensamiento moderno.
IDEA DE
LA H I S T O R I A
Título original:
The idea o f history
© 1946, Oxford U niversity Press, L ondres
D. R. © 1952,F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a
D. R. © 1986,F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a , S. A. d e C. V.
D. R. © 1996,F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a
C arretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F.
www.fce.com.mx
ISBN 968-16-0196-3
Im preso en M éxico
NOTA D E LA P R E S E N T E E D IC IÓ N *
§ 1. L a filo s o fía de la h is to r ia
de inten tar una revisión com pleta de todas las cuestiones filosófi
cas a la luz de los resultados alcanzados p o r la filosofía de la histo
ria en sentido estricto , y esto p ro d u c irá una nueva filosofía que
será una filosofía de la historia en sentido lato, es decir, una filo
sofía com pleta concebida desde el p u n to de vista histórico.
Es preciso con fo rm arn o s si, de las dos etapas, el presente es
tu dio sólo rep resen ta a la prim era. L o que aquí in ten to , en
efecto, es u n a investigación filosófica acerca de la naturaleza de
la historia considerada com o u n tip o o fo rm a especial del co n o
cim iento que tiene u n tip o especial de objeto, dejando a u n la d o ,
p o r el m om ento, la cuestión siguiente, o sea, cóm o tal investiga
ción afectará otras partes del estudio filosófico.
VALO R DE L A HISTORIA
§ 3 . LO S P R O B L E M A S DE LA S PAR TE S 1-IV
L A H IS T O R IO G R A F ÍA G R E C O -R O M A N A
§ 1. H is t o r ia t e o c r á t ic a y m it o
¿Cuáles fu ero n los pasos y las etapas que, para llegar a existir,
lia reco rrid o la m oderna idea europea de la historia? Puesto que
λ mi p arecer nin g u n a de esas etapas o c u rrie ro n fuera de la re
gión del M e d ite rrá n e o ,. es decir, fu era de E uropa, del C ercano
O rien te desde el M editerrán eo hasta M esopotam ia, y de las cos
tas septentrionales del Á frica, nada debo d ecir acerca del p e n
sam iento histórico en China ni en otra p a rte alguna del m undo,
salvo de la reg ió n q ue he m encionado.
H e citado un ejem plo de historia antigua de M esopotam ia, em
pleando un d o cum ento de cerca de 2500 años a. c. Dije historia,
mas debí decir m e jo r cuasi-historia, p o rq u e, según y a indiqué, el
pensam iento co n ten id o en ese d o cum ento se asemeja a lo que
llamamos historia en cuanto contiene afirm aciones sobre el pasa
do; pero se diferencia de ello, p rim ero , en cuanto esas afirm a
ciones no son respuestas a unas preguntas, no son los fru to s de
u na investigación, sino m eras afirm aciones de lo que y a sabe el
escritor; y segundo, en cuanto los actos registrados no son h u
manos, sino que son, en p rim era instancia p o r lo m enos, actos
divinos. A los dioses se les con cib e en analogía con los soberanos
hum anos, com o d irigiendo los actos de los rey es y jefes, según
éstos dirigen los actos de sus subordinados hum anos. E l sistema
jerárq u ico de gobierno se co n tin ú a hacia arriba p o r una especie
de transposición. E n vez de la serie: súbdito, funcionario me
nor, alto funcionario y rey, tenem os la serie: súbdito, funcionario
m enor, alto fu ncionario, re y y dios. Y la cuestión de saber si el
re y y el dios se distinguen co n nitidez, de tal m anera que el dios
sea concebido com o la cabeza v erdadera de la com unidad y el
re y como su criado, o bien si el re y y el dios quedan más o menos
identificados, concibiéndose al re y com o u na en carnación del
dios o en to d o caso de algún m odo divino y no p u ram en te h u
m ano, es una cuestión q u e podem os d ejar de lado, p o rq u e cual
quiera que sea la respuesta, el resultado será que el g o bierno que
da concebido teocráticam en te.
25
26 H IS T O R IO G R A F ÍA G R E C O -R O M A N A
* J e a n , en E y r e , op. c i l pp. 2 7 1
28 H IS T O R IO G R A F ÍA G R E C O -R O M A N A
2 Ibid., p. 364.
C R E A C IÓ N D E LA H IS T O R IA 29
§ 2. L a c r e a c ió n dk l a h is to r ia c ie n t íf ic a p or H e ro d o to
§ 3. T e n d e n c i a a n t i - h i s t ó r i c a d f,l p e n s a m ie n to g rie g o
Es así, entonces, que para los griegos los procesos solam ente
po d ían conocerse en la m edida en que se les percibía, y tal co n o
cim iento nunca p o d ía ser dem ostrativo. U n a posición extrem a
de esta m anera de v er la encontram os en los eleáticos que, abu~
sando del arm a dialéctica, sólo válida c o n tra el e rro r en la esfera
del conocim iento p ro p iam en te dicho, q u erían p ro b a r que el cam
bio no existe y q ue las “ opiniones” q u e tenem os acerca de lo
cam biante no son en v erdad opiniones, sino puras: ilusiones. P la
tó n rechazó esa d o ctrin a y vió en el m u n d o del cam bio algo
ininteligible, ciertam ente, p ero real en cu an to perceptible·, algo in
term edio en tre la n u lid ad con q ue los eleáticos lo habían identi
ficado y la plena realidad e inteligibilidad de lo eterno. T en ien d o
p o r base una teoría sem ejante, la historia resultaba im posible, p o r
que la historia debe necesariam ente te n e r estas dos características:
prim ero, es preciso q u e se o cu p e de lo tran sito rio , y segundo,
tiene que ser cien tífica o dem ostrativa. Mas, com o según esta
te o ría lo transitorio no pu ed e conocerse dem ostrativam ente, lo
tran sito rio no p u ed e ser el objeto de u n a ciencia; solam ente p ue
de ser m ateria de αισ^ησις, de p ercep ció n , m ediante la cual la
sensibilidad hum ana capta el m om ento tran sito rio en su fugacidad.
Y es esencial para )a visión griega que esta p ercep ció n m om en
tánea sensorial de las cosas m om entáneas cam biantes no pueda
ser una ciencia, ni la base de una ciencia.
§ 4. L a n a tu r a le z a y e l v a lo r de la h is to r ia se g ú n
L A CO N CE PCIÓ N GRIEGA
§ 6. H e ro d o to y T u c íd id e s
que consistía en co n o cer algo que, tran sito rio , era im posible c o n o
cer. Mas y a vim os de qué m odo H e ro d o to pudo extraer επιστήμη
de la δοξα de su inform ante, logrando alcanzar así conocim iento
en un cam po que los griegos creían estéril.
Su éxito nos tra e a la m em oria el éxito de un co n tem poráneo
suyo, un ho m b re que no tem ió em barcarse en em presas desespe
radas, y a guerreras, y a filosóficas. Sócrates, en efecto, logró que
la filosofía bajara del cielo a la tie rra al insistir en q u e lo igno
raba todo, in ventando una técn ica m ediante la cual, valiéndose
de hábiles in terro g ato rio s, se po d ía g e n e ra r conocim iento en la
m ente de otras personas ta n igno ran tes com o él m ismo, P ero
¿conocim iento de qué? C onocim iento de los asuntos hum anos en
p articular; conocim iento, en suma, de las ideas m orales que n o r
m an la co n d u cta hum ana.
El paralelo en tre las obras de esos dos hom bres es tan claro
que no vacilo en p o n e r a E lerodoto al lado de Sócrates com o uno
de los grandes genios innovadores del siglo v. P ero com o su
hazaña iba tan a contrap elo de la c o rrie n te del pensam iento g rie
go, era n atu ral que no sobreviviera m ucho a su autor. Sócrates, ál.
fin y al cabo, estaba en la línea d ire c ta de la trad ició n intelectual
griega, y p o r eso su obra fué reco g id a y desarrollada p o r P latón
y tantos otros discípulos. N o le aconteció la mismo a H e ro d o to ;
éste no tu v o continuadores.
A un concediendo la posible o b jeció n de que T u c íd id e s fué
quien supo p ro lo n g ar dignam ente la trad ició n de H e ro d o to ,
todavía p o d rá p reg u n tarse quién la continuó' después de T u
cídides, y la única respuesta es que nadie. Estos gigantes del
siglo v no tu v iero n en el siglo iv sucesores que pu edan m edia
nam ente aproxim árseles. La decadencia del arte g riego a p a rtir
de las postrim erías del siglo v es innegable; pero no acarreó la
decadencia de la ciencia griega. A la filosofía griega todavía
le estaba reservado el advenim iento de P lató n y de A ristóteles; las
ciencias naturales ten ían p o r delante una larga y esplendorosa
vida. Si la historia es una ciencia, ¿a qué debe atribuirse que su
destino co rriera parejo con el de las artes y no con el de las cien
cias? ¿Por qué escribe P lató n com o si jamás hubiera existido
H erodoto?
La explicación estriba en que la m entalidad griega tendió a
fom entar y rig o riz a r la d irección anti-historicista de su pensa-
42 H IS T O R IO G R A F ÍA G R E C O -R O M A N A
§ 7. Ei, p e r ío d o h e l e n ís t ic o
§ 8. P o l i b i o
§ 9. T i t o L iv io y T á c it o
§ 10 . ÍN D O L E DE L A H ISTORIOGRAFÍA G R E C O -R O M A N A :
i) H im w m sm o
§ 11 . ÍN D O L E DE L A HISTORIOGRAFIA G R E C O -R O M A N A :
Π) Substancidismo
Si el hum anism o, débil y todo, es el m érito principal de la
historiografía greco -ro m an a, su d efecto prin cip al es el substan-
cialismo. Q u iero d ecir que dicha historiografía está construida
sobre la base de u n sistem a m etafísico cuya categ o ría fundam en
tal es la categoría de substancia. Substancia no quiere decir ma-
SUBSTANCIALAS MO 57
^ T h e A n n a ls o f T a c im s ( O x f o r d , 1 8 9 6 ) , v o l . I, p. 1 5 8 .
13 C i t a c o de B i a s en A r is t o t e l e s , N ie . E t h . 1 1 3 0 a 1.
60 H IS T O R IO G R A F ÍA G R E C O -R O M A N A
§ 1. E l f e r m e n t o d e l a s id e a s c r i s t i a n a s
§ 2. C a r a c t e r ís t ic a s d e l a h is t o r io g r a f ía c r is t ia n a
§ 3. L a h ist o r io g r a f ía m e d ie v a l
§ 5. D e s c a r t e s
El aspecto co n stru ctiv o del pensam iento del siglo xvii se con
cen tró en los problem as de las ciencias naturales, dejando a un
lado los problem as históricos. A l igual que B acon, D escartes
distinguió entre poesía, historia y filosofía y añadió un cuarto
térm ino, la teología; pero de estas c u a tro cosas, sólo a la filoso
fía, com prendida en sus tres grandes ramas: m atem áticas, física
y m etafísica, aplicó su nuevo m éto d o , p o rq u e únicam ente en este
cam po ten ía la esperanza de alcanzar u n conocim iento seguro e
indubitable. La poesía, para D escartes, era más u n don de la na
turaleza que u n a disciplina; la teología dependía de la fe y de la
revelación; la historia, p o r más interesante, más in stru ctiva y más
valiosa que fuera para la form ación de una actitu d p rác tica en la
vida, no podía, sin em bargo, aspirar a la verdad, p o rq u e los acon
tecim ientos que relataba jam ás aco n teciero n exactam ente de la
m anera en que los relataba. D e esta suerte, la refo rm a del c o n o
cim iento que D escartes se propuso in stau rar y q ue de hecho
* W illia m Canuicn ( 1 5 5 1 - 1 6 2 3 ) . L a ob ra que lo h iz o fa m o s o , B r ita n n ia , fué
public ad a en la tín p or v e z pr im er a en 1 5 8 6 y en 1 6 0 7 s al ió la sexta e d i c ió n c o rr e g id a
y a u m en t ad a por el autor. L a p ri m e ra t r a d u c c ió n al in g lé s es de t 6 t o ; pero la
m e j o r es la de C o u ^ h y N i c h o l s , puhiic ada en 1 7 8 9 . S e g u n d a e d i c i ó n : 18 06 . [ T . |
76 IN F L U E N C IA D EL C R IST IA N ISM O
A quí D escartes hace cuatro afirm aciones que será bueno dis
tin g u ir con claridad: 1 ) Evasión histórica, es decir, qu e el histo
riad o r es u n viajero q ue de tan to vivir alejado de lo suyo se
co n v ierte en un extraño para su pro p ia época, 2) P irronism o
histórico, es decir, que los relatos históricos no son narraciones
fidedignas del pasado. 3) Idea anti-utilitaria de la historia, es
decir, que los relatos que no son fidedignos no pueden a y u d a r
nos en la com prensión de lo que es realm ente posible y, p o r lo
tan to , que no nos sirven de guías para nuestros actos en el p re
sente. 4) L a historia pro v o ca la creación de castillos en el aire,
es deck', q ue los historiadores, aun en el m ejo r de los casos, des
fig uran el pasado al presentarlo com o algo más digno y esplén
dido de lo· que fué en realidad.
1) U n a m anera de contestar la idea de que la historia es
una evasión sería d em o strar que el h isto riad o r solam ente puede
exam inar au ténticam ente el pasado en la m edida en que está
* T r a d u c c i ó n de M a n u e l C?. M o r e n t e . [T .]
D ESC A RTES 77
§ 6. L a h is to r io g r a fía c a r te s ia n a
* Seba sti en L e n a í n de T i l l e m o n t ( i ó 3 7 - 1 6 9 8 ) . Su H is to ir e d es E m p e re u rs se
publicó, los c ua tro p ri m er o s v o lú m e n e s , en t re los año s 1 6 9 0 a 1 6 9 7 y los dos últi m os ,
en 1 7 0 1 y 1 7 3 8 . [ T . ]
t E l au to r parece h a b e r in c ur ri do en u n a c o n f u s ió n entre los b ol a n d is ta s , as oc ia
c ió n je s u ít i c a in s p ir ad a por el t r a b a jo h is tó ri c o de J . v a n B o l t a n d u s (1596-1665), y
la escuela b e n e d ic t in a fu n d a d a por J. M a b i l l o n ( 1 6 3 2 - 1 7 0 7 ) . L a c o n f u s i ó n es en
cier to m o d o e x p li c a b l e si se co n si de ra la s e m e j a n z a en los t ít ul os de las dos g r a n d e s
obras his tó ric a s pr od u c id as por amb as escuelas. L a de los b o la n d is t a s se l l a m a A c ta
S a n c to ru m ( u n a c o l e c c ió n de v id a s de los san tos di st ri b u id a s e g ú n el dí a de la s em an a
en cada m e s ) y la de los be ne di ct in o s se l l a m a t a m b ié n A c ta S a n c to r u m , s ól o que se
refier e ú n ic a m e n t e a los san tos de la O r d e n . [T .]
80 IN F L U E N C IA D E L C R IST IA N ISM O
§ 7. A n ti- c a r te s ia n is m o :
i) V ico
fuego, hay un fuego real. Para V ico , cuando examina una cosa
corno el idiom a italiano que se hablaba en su época, no puede
surgir una p re g u n ta com o la de D escartes. La distinción, en efec
to, entre la idea de una tal realidad histórica y la realidad misma
no tendría sentido. E l idiom a italiano es exactam ente lo que la
g en te que lo usa piensa que es. Para el historiador, el p u n to de
vista hum ano es lo definitivo. L o q u e D ios piense acerca del
idiom a italiano es u n a cuestión q u e no está obligado a plantearse
y que, p o r o tra p arte, sabe que no puede contestar. La búsqueda
de la cosa en sí es, p a ra él, una inquisición ta n sin sentido com o
inútil; y el p ro p io D escartes casi reco n o ció esto cuando d ijo 4
que en asuntos de m oral su no rm a consistía en acep tar las leyes
y las instituciones del país donde vivía, y en reg ir su con d u cta
de acuerdo con las m ejores opiniones que eran com únm ente re
cibidas p o r la g en te que lo rodeaba, adm itiendo, así, qu e el in d i
viduo no puede c o n stru ir a priori esas cosas p o r sí mismo, sino
que tiene que reco n o cerlas com o hechos históricos de la socie
dad en que vive. C iertam ente, D escartes adoptó esa norm a de
u n m odo provisional, co n la esperanza de que algún día llegaría
a edificar su p ro p io sistema m oral sobre una base m etafísica; pero
es no m enos cierto que ese día nunca llegó, com o, dada la na
turaleza de la cosa, nunca podía llegar. L a esperanza de D escar
tes no es sino u n ejem plo de la extrem osa idea que se había
hecho acerca de las posibilidades de la especulación a priori. La
historia es u n tip o de conocim iento en que las cuestiones acerca
de las ideas y acerca de los hechos no son susceptibles de distin
ción, y la esencia de la filosofía cartesiana consiste, precisam ente,
en distinguir en tre esos dos tipos de cuestiones.
L a concepción q u e V ico tu v o de la historia, com o una form a
del conocim iento filosóficam ente justificada, va acom pañada de
una concep ció n del conocim iento histórico susceptible de u n am
plio desarrollo. C ontestada p o r el h isto riad o r la p reg u n ta acerca
de la posibilidad del conocim iento histórico en general, puede
p ro ce d er a resolver ciertos problem as históricos hasta entonces
insolubles. E sto se lo g ra con la elaboración de u n m étodo his
tó ric o bien definido que exhiba las reglas que le sirven de p rin
cipios. Λ. V ico le interesaba p articu larm en te lo que llamó la
historia de los p eríodos rem otos y obscuros, es decir, que le in-
4 D iscu rso dd m é to d o , par te 111.
V IC O
§ 8. A n ti- c a r te s ia n is .m o :
ii) L o c k e , B erkeley y H u m e
6 T r e a th e o f H u m a n N a tu r e , lib. i, parte n i , § 4.
94 IN F L U E N C IA D E L C R IST IA N ISM O
7 l b id .t § 13 .
LA IL U S T R A C IÓ N 95
§ 9. L a I lu s tr a c ió n
§ 10. La c ie n c ia d e l a n a t u r a l e z a h u m a n a
E L U M B R A L D E L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
§ 1. R o m a n t i c i s m o
cipio que podía aplicarse no solam ente a la h isto ria 're c ie n te del
m undo civilizado, sino tam b ién a la historia de todas las razas
y de todos los tiem pos. É pocas de barbarism o y superstición se
volvieron, al m enos en principio, inteligibles y fué posible c o n
siderar el co n ju n to de la historia hum ana, si 110 com o la histo
ria de la razón hum ana, al m enos com o la historia de la vo lu n tad
hum ana.
M ás aún, la idea de la educación en R ousseau depende de la
d o ctrin a de que el niño, p o r m u y poco desarrollado q ue esté,
tien e una vida propia, co n sus prop io s ideales y conceptos, y
que el m aestro debe co m p ren d er y sim patizar con esta vida, tra
tarla con respeto y c o o p erar a su desarrollo de u n m odo que
sea apropiado y natural a sí misma. E sta concepción, aplicada
a la historia, significa que el histo riad o r no debe h acer nunca lo
que los historiadores de la Ilu stració n hacían constantem ente, a
saber, considerar con desprecio y disgusto las edades pasadas,
sino que h ay que considerarlas con sim patía y e n c o n tra r en ellas
la expresión de logros hum anos genuinos y valiosos. R ousseau
se apasionó tan to con. esta idea que llegó a afirm ar (en su D is
curso sobre las artes y las ciencias) que el salvajismo prim itivo
es superior a la vida civilizada; au n q u e p o sterio rm en te se desdijo
de esta exageración,1 y la única p a rte que de ella sobrevivió com o
posesión perm an en te de la escuela ro m án tica fué el hábito de
v o lv er la m irada a épocas prim itivas com o representantes de una
form a de sociedad que tenía u n valo r p ro p io , valor que el des
arrollo de la civilización ha perdido. C uando se com para, p o r
ejem plo, la com pleta ausencia de sim patía hacia la E dad M edia
de que hace gala H u m e con la intensa sim patía p o r la misma
que hallam os en Sir W a lte r S co tt, se pu ed e ad v ertir cóm o esta
tendencia había en riquecido la p erspectiva histórica del R o
m anticism o.
E n esta faceta de su pensam iento, el R om anticism o representa
una nueva tendencia a e n c o n tra r valores e intereses positivos en
civilizaciones m u y d iferentes de la propia. Esto, en sí mismo,
podía resultar en una fú til nostalgia del pasado, en u n anhelo, por
ejem plo, de resu citar la E d ad M edia; p ero de hecho esa ten d e n
cia no se desarrolló a causa de o tra idea del R om anticism o, a sa-
§ 2. H erder
§ 3. K a n t
que uno quiere es com ida, el hecho de que o tra vaca haya com i
do determ inada hoja de hierba sólo le im pide a u n o com er esa
hoja; pero si lo que uno busca es conocim iento, el hecho de que
Pitágoras hay a descubierto el. teo rem a sobre el cuadrado de la
hipotenusa le entrega a u n o esa parcela de conocim iento con
m ayor facilidad de com o uno lo hubiera obtenido p o r sí mismo.
E n consecuencia, el propósito de la naturaleza para el desarrollo
de la razó n hum ana es un p ro p ó sito que sólo puede realizarse
olenam
i
ente en la historia de la raza hum ana y no en una vida in-
dividual.
K ant ha logrado aquí la n otable hazaña de dem o strar p o r qué
debería hab er tal cosa com o la historia; la hay, nos dem uestra,
p orque el hom bre es u n ser racional, y el desarrollo cabal de sus
potencialidades requiere, p o r tan to , u n proceso histórico. Es un
razonam iento paralelo a aquél p o r m edio del cual dem uestra Pla
tón, en el segundo libro de L a repíiblica, p o r qué debe haber una
com unidad. A sí com o ante los sofistas, que sostenían que el E s
tado es artificial, dem ostraba P lató n q ue era natural, porque se
basaba en el hecho de que el h om bre individual no es au to -d e
pendiente, sino que necesita los servicios económ icos de otros a
fin de satisfacer sus p ropios deseos, o sea, que com o ser econó
m ico tiene que te n e r un Estado donde vivir; de m anera sem ejante
dem uestra K an t que, com o ser racional, el h om bre debe te n er un
proceso histórico donde vivir.
La historia es, pues, u n p rogreso hacia la racionalidad, que
es ai mismo tiem po u n avance en la racionalidad. Claro está
que este era, en la época de K an t, u n lugar co m ú n tan to de la
Ilustración com o del pensam iento ro m án tico . D ebem os cu id ar
nos de no co n fu n d irlo con la identificación, aparen tem ente simi
lar pero, en realidad, m uy diferen te de la historia con el progreso
tan en boga a fines del siglo xix. L a m etafísica evolutiva de fines
del siglo xix sostenía que todos los procesos tem porales eran, en
cuan to tales, de c a rá c ter progresivo, y que la historia es un p ro
greso sim plem ente p o rq u e es u n a secuencia de sucesos en el
tiem po: así, pues, la p rogresividad de la historia era para estos
pensadores sim plem ente un caso de la evolución o progresividad
de la naturaleza. P ero el siglo xvm consideraba la naturaleza
com o no progresiva, y pensaba la p rogresividad de la histo
ria com o algo que diferenciaba la historia de la naturaleza. Se
122 E L U M B RA L D E L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
que se conoce algo, ha habido ocasiones en que los hom bres fue
ron lo suficientem ente sabios com o p ara pensar bien lo que
tenían que pensar; lo suficientem ente buenos com o para hacer
eficaz men te lo q u e tenían que hacer, y lo suficientem ente felices
com o para e n c o n tra r q u e la vida no sólo es to lerab le sino a tra c
tiva. Y si alguien objeta: “ Ocasiones, sí, ¡pero cu án pocas!”, la
respuesta es: “D e todas m aneras m ás num erosas que las de la es
pecie opuesta; p o rq u e de o tra m anera to d a la vida hum ana h u
biera desaparecido hace m u ch o ”.
Y las consecuencias de esta exagerada m elancolía ante el pa
sado se advierten en las exageradas esperanzas de K an t para el
fu tu ro . E n la últim a sección de su ensayo anticipa una época en
que el hom bre hab rá llegado a ser racional, en que se habrán
dom eñado las ciegas fuerzas del mal, que hasta entonces lo han
im pulsado a lo largo de la senda del progreso. H a b rá entonces
u n reinado de paz, cuando se haya resuelto el problem a de f o r
jar un sistem a político sano y razonable y se hay a alcanzado un
m ilenio po lítico m ediante la creació n de un sistem a racional, ta n
to de vida nacional com o de relaciones internacionales. Se da
cuenta a medias de que en los negocios hum anos un m ilenio com o
éste es una co n trad icció n en los térm inos; y , sin em bargo, la p re
dicción no es una m era excrecencia de su doctrin a; es u na conse
cuencia lógica de ella, pues es, p o r u n lado, un optim ism o exage
rado que equilibra, y se debe, a u n pesimismo exagerado p o r el
otro. E sta exagerada división de la historia en u n pasado ente
ram ente irracio n al y un fu tu ro enteram en te racional, es la heren
cia q ue K an t recib e de la Ilustración. U n conocim iento más
p ro fu n d o de la historia le hubiera enseñado que lo que ha p ro
ducido el p rogreso no ha sido la p u ra ignorancia o la pura m al
dad, sino la actualidad co n creta del esfuerzo hum ano mismo, con
todos sus buenos y malos elem entos m ezclados.
A pesar de sus exageraciones, K a n t ha hech o una g ra n con
trib u ció n al pensam iento histórico. A l final de su ensayo bos
queja un p ro g ram a p ara una especie de investigación histórica
que, dice él. no se ha em prendido to d av ía y que, añade m odesta
m ente, no p o d ría em prenderla alguien ta n poco versado en his
toria com o él: una historia universal que m uestre cóm o la raza
hum ana se ha vuelto más y más racional, y , p o r tan to , más y más
libre: una historia del auto-desarrollo del espíritu del hom bre.
126 FX U M BRA L DE LA H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
§ 4. S c iilL E .E K
§ 5. F ic i -i t f .
§ 6. SCHELLING
Sri id lin g era más joven que H egel, y bien puede ser objeto
de disputas si las doctrinas que H eg el com p artió con Schelling
las alcanzó pensando independ ien tem en te o bajo la influencia de
Schelling·. P ero com o Schelling publicó un sistema de filosofía
(quizás más de u n o ) donde incluía sus m editaciones sobre la his
toria m ucho antes de que H eg el escribiera el p rim e r boceto de
su filosofía de la historia en la E nciclopedia de H eid elberg, será
conveniente d ecir antes algo acerca de los p untos de vista de
Schelling.
Schelling dio un desarrollo más sistem ático a las ideas de
Kant y F ichte, y su pensam iento giró en to m o a dos principios:
prim ero, la idea de que todo lo que existe es cognoscible, es de
cir, una encarnación de la racionalidad o, en su p ro p io lenguaje,
una m anifestación de lo A bsoluto; segundo, la idea de una
relación en tre dos térm inos que, au n q u e contrarios, son ambos,
de esta m anera, encarnación de lo A bsoluto: siendo lo A bsoluto
una identidad en que desaparecen las diferencias de los dos. Esta
estru ctu ra de dos térm inos reaparece a través de to d a su filosofía.
Según S c h e llin g ^ hay dos grandes reinos de lo cognoscible:
la naturaleza y la historia. Cada uno de ellos, en cu an to inteligi
ble, es una m anifestación de lo A bsoluto, pero lo encarnan de
maneras opuestas. La naturaleza consiste en cosas distribuidas en
el espacio, cuva inteligibilidad consiste m eram ente en la m anera
com o están distribuidas, o en las relaciones regulares y determ i
nadas entre ellas. La historia consiste en los pensam ientos y ac
ciones de m entes, que no solam ente son inteligibles sino inteli
gentes, inteligibles para ellas mismas, no sim plem ente para algo
diferente a ellas: p o r tan to , son u n a encarnación más adecuada
de lo A bsoluto p o rq u e co n tien en en sí mismas am bas partes de la
relación de conocim iento, son su jeto al m ism o tiem po qu e ob
jeto. E n cuanto objetivam ente inteligible, la actividad de la
m ente en la historia es necesaria: en cuanto subjetivam ente inte
ligente, es libre. El curso del desarrollo histórico es así la génesis
com pleta de la conciencia de sí de la m ente com o al mismo tiem
po libre y sujeta a la lev, es decir, m oral y p o líticam en te autó-
§ 7. H egf .l
§ 8. H e g e l y M arx
§ 9. E l p o sitivism o
Lo que evitó este daño a la historia, fué el hecho de que para en
tonces el m éto d o histórico se había en co n trad o a sí m ism o, y se
había vuelto más definido, sistem ático y consciente de sí de lo
que fuera m edio siglo antes.
Los historiadores de principios y m ediados del siglo xix ha
bían trabajado un nuevo m étodo de m anejar las fuentes: el m étodo
de la crítica filológica. Consistía éste esencialm ente en dos ope
raciones: prim era, el análisis de las fuentes (q u e to davía signi
ficaban fuentes literarias o narrativas) en sus partes co m ponen
tes, distinguiendo en ellas elem entos p rim eros y posteriores, y
capacitando de esta suerte al h isto riad o r para que discrim inara
en tre las porcio n es más dignas y m enos dignas de confianza; se
gunda, la crítica in tern a de las partes más dignas de confianza,
m ostrando cóm o el p u n to de vista del a u to r afectaba su exposi
ción de los hechos, y capacitando así al h istoriador para hacerse
cargo de las distorsiones p ro d u cid as de tal m odo. E l ejem plo
clásico de este m é to d o es el tratam ien to de T ito L ivio p o r N ie
b u h r, donde alega que una g ran p a rte de lo que solía tom arse
com o historia rom ana prim itiv a es una ficció n p atrió tica de un
período m u y p o sterio r; y q u e aun el estrato más prim itivo no es
p u ro hecho histórico sino algo análogo a la literatu ra de bala
das, una épica nacional (com o él la llam a) del antiguo pueblo
rom ano.
D etrás de esa épica, N ie b u h r p ercib ía la realidad histórica
de la prim era R om a com o u na sociedad de agricultores cam pe
sinos. N o es necesario que haga la historia de este m étodo p a
sando p o r H e rd e r hasta V ico ; lo que im p o rta d estacar es que
hacia m ediados del siglo xix y a se había co n v ertid o en posesión
segura de to d o s los historiadores com petentes, al m enos en
Alemania.
A hora bien, el resultado de poseer este m éto d o fué que los
historiadores sabían cóm o h acer su p ro p io trab ajo a su m anera,
y y a no co rría m ucho riesgo de q u e los extraviara la intentada
asimilación del m éto d o histórico al científico. A p a rtir de A le
m ania el nuevo m éto d o se difundió gradualm ente p o r F rancia e
Inglaterra, y d o n d e quiera que hizo acto de presencia enseñó
a los historiadores que ten ían u n a ta re a p o r c u m p lir absoluta
m ente especial, u n a tarea sobre la cual el positivism o no tenía
nada ú til que enseñarles. V eían que su trab ajo consistía en com -
156 EL U M B RA L D E LA H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
§ 1, I n g l a t e r r a
)) Bradley
E n la filosofía europea hubo hacía fines del siglo xix una es
pecie de prim avera d e ’nuevos brotes, después del invierno que
sobrevino a la m u erte de H egel. E n su aspecto negativo esta nue
va dirección del pensam iento se m ostró principalm ente com o
rebelión co n tra el positivismo. P ero el positivism o, aunque era
en realidad un sistema filosófico, se negaba a reclam ar ese tí
tulo. A legaba ser solam ente científico. De hecho no era más
que la m etodología de la ciencia n atural elevada al nivel de me-
todoloQ’ía universal, identificándose la ciencia n atu ral misma con
el conocim iento. E n consecuencia, u n ataque c o n tra el posi
tivism o estaba condenado a aparecer, además, com o una re b e
lión contra la ciencia y tam bién com o una rebelión co n tra el
intelecto en cuanto tal. En ei fondo no era ninguna de estas dos
cosas. N o era una rebelión contra la ciencia, era un a rebelión
contra la filosofía que alegaba que la ciencia era la única m anera
de conocim iento que existía o que p o d ría existir jamás. N o era
una rebelión c o n tra el intelecto, era una rebelión c o n tra la teo-
ría que lim itaba el intelecto al tip o de pensam iento característico
de la ciencia natural. P ero toda rebelión contra algo es una re b e
lión en interés de otra cosa, y en su aspecto positivo esta nueva
dirección del pensam iento era un esfuerzo (q u e se volvía cada
vez más claro a m edida que el m ovim iento progresaba hacia su
m adurez) p o r v indicar la historia com o una fo rm a de conoci
m iento distinta de la ciencia n atural v, sin em bargo, válida p o r
derecho propio.
Con tod o , los prim eros defensores de estas nuevas ideas hi
cieron su obra a la som bra del positivism o, y tu v ie ro n grandes
dificultades para eludir el p u n to de vista positivo. Si en ciertos
pu ntos de su pensam iento lo g raro n sup erar esta dificultad, en
otros recay ero n en el positivism o. E n consecuencia, cuando vol
vemos la m irada al m ovim iento, lo vemos com o una confusa
mezcla, de positivism o y varios m atices anti-positivistas-, y cuando
160
BRADLEY 16Í
ncr que acep tar testim onios significa c o n v e rtir el pensam iento
ilcl testigo en nuestro pro p io pensam iento, o sea, rev iv ir esc p en
sam iento en nuestra propia m ente. P o r ejem plo, si u n testigo
afirm a que César m u rió asesinado y y o acepto su afirm ación, m i
propia afirm ación “este hom bre estaba en lo justo al decir que
César m urió asesinado — im plica una afirm ación mía propia— Cé
sar fué asesinado” , lo cual es la afirm ació n original del testigo.
Sin em bargo, B radley se detiene a p u n to de dar el siguiente paso
v caer en la cu en ta de que el h isto riad o r no sólo revive en su
propia m ente el pensam iento del testigo, sino el pensam iento del
agente cuya acción re p o rta el testigo.
D o n d e me parece que B radley se equivoca es en su manera
ile conceb ir la relación entre el criterio del histo riad or y aquello
a lo cual lo aplica. A el le parece que es el h isto riador quien
lleva a su trab ajo u n co n ju n to p re-fab ricad o de conocim ientos
m ediante el cual juzga las afirm aciones contenidas en sus a u to ri
dades. D ebido a que este co n ju n to de conocim ientos se concibe
com o ya hecho, no pu ed e m odificársele p o r el p ro p io trabajo del
historiador en cuanto historiador, sino que tiene que estar ahí,
com pleto, antes de que el h istoriador em piece su trabajo histó
rico. E n consecuencia, se considera esta experiencia no com o
consistiendo en conocim iento histórico, sino com o conocim iento
de alguna otra especie, y B radley la concibe, de hecho, com o co
nocim iento científico, es decir, conocim iento de las leyes de la
naturaleza. A q u í es donde el positivism o de la época empieza a
infectar el pensam iento de B radley. C onsidera que el conoci
m iento científico del histo riad o r le p ro p o rc io n a los m edios para
distinguir en tre lo que puede y lo que no puede suceder; y con
cibe este conocim iento científico a la m anera positivista, com o
basado sobre la in d u cció n derivada de los hechos observados se
g ú n el principio de que el fu tu ro se asem ejará al pasado v lo des
conocido a lo conocido.
La lógica inductiva de J o h n S tu a rt M ill es la som bra que se
cierne sobre toda esta p arte del ensayo de B radley. P ero en esta
lógica misma hay una incongruencia básica. P o r una parte, p re
tende que el pensam iento científico nos revela leyes de la natu
raleza a las cuales no puede hab er excepciones-, p o r la otra, sos
tiene que esta revelación se basa en la inducción derivada de la
experiencia y que, p o r lo tanto, nunca p o d rá darnos un conocí-
166 LA H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
n ) L os sucesores de Bradley
;í T h e P r in c ip le o f I n d iv id u a li ty a n d V a in e (Londres, itjü ), p. 79 .
170 L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
4 I b id ., pp. 78-79.
5 G o d a n d th e A s tr o n o m e r s (Londres, 1 9 3 3 ) , caps, i n y iv .
H IS T O R IO G R A F ÍA IN G L E S A D E F IN E S D E L SIG LO XIX 171
iv) B m y
7 L o n d r e s > 19 20 , p. 368.
N S r lflíf/'il F s ta y s , p. 37.
178 L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
v) O a kesh o tt
vi) T o y n b e e
dado tos tres p rim ero s volúm enes de lina obra p ro y ectad a en
dim ensiones m ucho m ayores, y , sea lo que fu ere q ue aparezca
en los volúm enes posteriores, estos tres nos han dado y a sin
duda una m uestra su ficien te de su m étodo y una indicación en
cuanto a sus propósitos. E n cuanto a los detalles, la obra es en o r
m em ente im presionante p o r v irtu d de la casi increíble masa de
erudición que contiene; pero no m e ocupo aquí co n los detalles
sino co n los principios. E l principio más im p o rta n te parece ser
q ue la m ateria de la historia es las vidas de ciertas divisiones u n i
tarias d e la especie hum ana q u e T o y n b e e denom ina sociedades.
U n a de estas divisiones es la nuestra, a la cual denom ina C ristian
dad O ccidental. O tra es la C ristiandad O rien tal o Bizantina. U n a
terce ra es la sociedad Islám ica. U na cuarta, la sociedad H in d ú .
U na quinta, la sociedad del L ejano O riente. T o d a s éstas existen
com o civilizaciones en el día de hoy, p ero tam bién podem os
d escu b rir lo que parecen ser reliquias fosilizadas de sociedades
ahora extintas; u n co n ju n to de tales reliquias in clu y e los cristia
nos m onofisitas y nestorianos del oriente, ju n to c o n los judíos y
los parsis, y o tro in c lu y e las diversas ram as del budism o y los
jainos de la India. A las diferencias y relaciones en tre estas so
ciedades las denom ina ecum énicas; a las diferencias y relaciones
dentro de una sola sociedad, com o a las q u e h ay en tre A tenas y
E sparta, o F rancia y A lem ania, las; considera com o de u n tip o
d iferen te y las denom ina provinciales. E l cam po de estudio del
h istoriador ofrece a éste una infinita variedad de tareas; pero,
en tre éstas, las más im p o rtan tes tienen que v e r con discernir y
d istin g u ir estas entidades llamadas sociedades y estu d iar las rela
ciones en tre ellas.
E ste estudio se lleva a cabo p o r m edio de ciertos conceptos
o categorías generales. U n a de estas categorías es afiliación y su
correlativo apatem antiento, ejem plificada, p o r ejem plo, en la re
lación en tre nuestra p ro p ia sociedad y la helénica de la cual se
deriva históricam ente. A lgunas sociedades son, p o r así decirlo,
sociedades M elquizedec, no afiliadas a ninguna o tra; algunas no
tienen o tra s afiliadas a ellas; algunas se in terrelacio n an a través
d e su afiliación a la m ism a sociedad p ro g en ito ra, etc.; de esta
suerte, es posible d isponer a las sociedades, de acuerdo con el
co n cep to de afiliación, en varias clases q u e exhiben el co n
cepto de estas diversas m aneras. O tra categ o ría es la de civili-
TOYNBEE 189
§ 2. A l e m a n i a
j) W in d elkm id
n ) R ic k e rt
I·* D ie P r o b ls m e d e r G c tc h ic h ts p h ilo s o p h ie (L ei p z ig ·) .
200 LA H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
iv ) D ilthey
v) M e y e r
hecho histórico, una vez com probado en verdad, una vez cap
tado p o r la reactualización que hace el histo riad o r en su propia
m ente del pensam iento del agente, está y a explicado. Para el
historiador no h ay diferencia en tre descu b rir lo que ha aconte
cido y descu b rir p o r que ha acontecido.
Los m ejores historiadores de todas partes tienen conciencia
de esto en sus trabajos; y en A lem ania, m uchos de ellos, en parte
gracias a su experiencia en la investigación, y en p arte gracias
a la influencia de los filósofos ya discutidos, han llegado a com
p renderlo en g rado suficiente para resistir las pretensiones del
positivism o, al m enos en sus form as más extremas. P ero su com
prensión de ello, hasta nuestros días, ha sido parcial en el m ejor
de los casos y, en consecuencia, aun los más vigorosos oposito
res del positivism o han estado m u y influidos de él y han a d o p
tado u na posición algo confusa respecto a cuestiones de teoría
y m étodo.
U n buen ejem plo de esto io tenem os en E d u ard M eyer, uno
de los más distinguidos entre los historiadores alem anes recien
tes, cuyo ensayo sobre La teoría y m eto d o lo g ía de la historia ( Z u r
Theorie im d M e th o d ik der G e sc h ic h te ), publicado en H alle en
1902 y más ta rd e reed itad o con revisiones,18 m uestra cóm o p en
saba un historiador de prim era línea acerca de los principios de
su propio oficio, en los com ienzos del presente siglo. E n él,
como en B ury, aunque pensado co n m a y o r claridad, hallamos un
intento p o r lib rar a la h istoria de ios errores y falacias debidos
a la influencia de la ciencia natu ral, una actitu d positivista ante
su trabajo que a la larga no logra elevarse decisivam ente p o r en
cima de la atm ósfera del positivism o.
M eyer em pieza co n una crítica detallada y p e n e tra n te de la
tendencia positivista que prevalecía en la década 1890-1900 y a
la cual acabo de referirm e. Si se supone que la tarea de la his
toria consiste en co m p ro b ar leyes generales que gobiernan el
curso de los acontecim ientos históricos, está expurgada de tres
factores que tienen en realidad g ran im portancia: casualidad o
nccidcnte, libre albedrío y las ideas o las exigencias y co ncepcio
nes de los hom bres. Lo históricam ente significativo se identifica
con lo típico o re c u rre n te. D e esta suerte, la historia se con
vi m e en la historia de gru p o s o sociedades, y el in dividuo des-
Kh'ine Schrifíen (H alle, 1910), pp. 3-67 .
20H I Λ H IS T O R IA C IE N T ÍFIC A
^ E n Zuk t¿n}f, 2 de en er o de 1 8 9 7 .
D eii/scht· (r csch ich te ( B e r l í n , 1 8 9 2 ) .
D i / S /i ,},:ul'.íi/ a n d d ie Gess/s-e d e r W td ¡ g a c h ic h ti: ( B e r l í n , ( 905)-
M EY ER 209
dicios con que aborda sus materiales. E ste elem ento subjetivo
es un fa c to r esencial en todo conocim iento histórico. Sin em
bargo, aun aq u í no p ercibe M ey er la enorm e im portancia de su
propia doctrin a. Se p reo cu p a to d av ía p o r el hecho de que, p o r
m ucha in fo rm ació n que tengam os relativa a u n p erío d o dado,
todavía po d ríam o s o b te n e r más, y este más po d ría m odificar los
resultados y a considerados com o seguros, y entonces afirm a que
to d o conocim iento histórico es incierto. P ero no alcanza a p ercibir
que el prob lem a del histo riad o r es u n problem a presente, no fu tu
ro ; que es in te rp re ta r los m ateriales que tiene a la m ano, no antici
p ar fu tu ro s descubrim ientos. Para citar otra vez a O akeshott, la
palabra “v e rd a d ” carece de significado para el h istoriador a m enos
que signifique “lo que los testim onios nos obligan a c re e r”.
E l g ran m érito de M ey er reside en su eficaz crítica de la seu-
do-historia sociológica, ab iertam ente positivista, q ue estaba de
m oda en su tiem po. T am b ién , en detalles, su ensayo revela cons
tantem ente u n sentido vigoroso de la realidad histórica. Pero
donde se d erru m b a su te o ría es cuando no logra llevar su ataque
co n tra el positivism o hasta su conclusión lógica. Se co n ten ta con
allanarse a u n realism o ingenuo que tra ta los hechos históricos
com o una cosa, y el conocim iento que el histo riador tiene de
ellos com o otra. D e esta suerte, concibe la historia, en últim a
instancia, com o m ero espectáculo visto desde afuera, no com o u n
proceso en el cual está integrado el h istoriador mismo com o p ar
te de él y com o su auto-conciencia. T o d a intim idad en la rela
ción entre el histo riad o r y su m ateria desaparece, la co n cepción
de la im p o rtan cia histórica se vuelve ininteligible, y , en conse
cuencia, los principios de M ey er acerca del m éto d o histórico,
dependiendo com o lo hacen de la selección de lo im portante,
se desvanecen en el aire.
vi) Spengler
E n agudo c o n traste con la o b ra de M eyer, y con la o bra de
los m ejores historiadores alemanes del siglo xx, se halla la re
caída de O sw ald Spengler en el naturalism o positivista. Su obra,
D er Untergcmg des A b e n d k in d e s f2 ha conocido tal b oga en Ingla-
" 2 T r a d , ing- 1. : T h e D e c lin e o f th e W e s i, 2 v o ls . . L o n d r e s , 1 9 2 6 - 1 9 2 8 . P a r a u n a
más c o m p le t a c o n s id e r a c ió n sohre c l li bro v é a s e mi ar t í c u lo en A n t iq u it y , v o l . i, 1 9 2 7 ,
pp. 3 H - 3 2 5 . [ H a y trad , esparí., L a d ec a d en cia d e O cc id e n te (M a d r id , E spasa-Calpe),
|>»r M . G arcía M oren te.]
212 L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
te rra y E stados U nidos, así com o en Alem ania, que acaso valga la
pena indicar aq u í o tra vez mis razones para considerarla com o
radicalm ente falsa.
Según Spengler, la historia es una sucesión de unidades au tó
nomas individuales que denom ina culturas. Cada cu ltu ra tiene
un ca rá cter p ro p io ; cada una de ellas existe a fin de expresar este
carácter en cada detalle de su vida y desarrollo. P ero cada
una de ellas se asemeja a las otras en que tiene u n ciclo v i
tal id éntico al de u n organism o. E m pieza con la barbarie de
una sociedad p rim itiva; p ro ced e a desarrollar u na organización
política, artes y ciencias, etc., al principio de una m anera rígida
y arcaica, que después flo rece en su período clásico y luego se
congela en decadencia y finalm ente se hunde en un nuevo tipo de
barbarie d o n d e to d o se com ercializa y vulgariza, v ahí acaba su
vida. N ada nuevo em erge de esta condición decadente; esa cul
tu ra está m u erta y su p o d e r cre a d o r se ha gastado. M ás aún, no
sólo es fijo el ciclo de fases, sino el tiem po que tarda; de m a
nera que si hoy, p o r ejem plo, podem os p ercib ir el p u n to en que
nos hallam os en el ciclo de nuestra p ro p ia cultura, podem os p re
decir con exactitud cuáles serán las futuras fases.
E sta co n cep ció n es abiertam ente positivista. P o rq u e se sus
titu y e la historia con una m orfología de la historia, con una
ciencia naturalista cu y o valor consiste en el análisis externo, en
el establecim iento de leyes generales y (señal definitiva de pen
sam iento no histórico) en la preten sió n de p red ecir el fu tu ro de
acuerdo con principios científicos. Los hechos se co nciben posi
tivistam ente com o aislados unos de o tros en vez de c re c e r orgá
nicam ente los unos de los o tro s; p ero ahora los hechos son en o r
mes m azacotes de hechos, hechos más grandes y m ejores, cada
uno con una estru ctu ra in tern a fija, pero cada uno relacionado
con los demás de m anera no histórica. Sus únicas interrelaciones
son: a) tem porales y espaciales, b) m orfológicas, es decir, rela
ciones que consisten en sim ilitudes de estructura. Esta posición
anti-histórica y p uram ente naturalista ante la historia, infecta in
cluso la co n cep ció n spengleriana de los detalles in ternos de cada
cultura tom ada p o r sí sola, p o rq u e la sucesión de fases den tro
de una cu ltu ra, tal com o él la concibe, no es más histórica que
la sucesión de las diversas fases en la vida de un insecto como
huevecillo, larva, p upa e im ago. D e esta suerte, se niega a cada
SPENG LER 213
§ 3. F r a n c i a
i ) E l esplritualism o de Ravaisson
n i) El evolucionism o d e B ergson
§ 4 . I ta lia
m ) H istoria y filosofía
rip io nom inalista de que todos los concep to s son m eras ficciones
del intelecto, lo cual im plica que el juicio “L uis X I com etió c rí
menes” es una pro p o sició n puram en te v erbal y significa “la pala
bra crim en es una palabra que y o aplico a las acciones de
Luis X I” . Para C roce, “crim en ” no es una palabra sino un con
cepto, y la afirm ación de que L uis X I com etió crím enes es, p o r
tanto, una afirm ación no sobre el uso arb itrario que de las pala
bras hace el h istoriador, sino acerca d e las acciones de Luis XI.
R ickert y C roce p o d rían ponerse de acuerdo en que el hecho
histórico es la única realidad; p ero los significados que atrib u i
rían a estas palabras son enteram ente distintos. R ic k e rt querría
decir que la realidad consiste en acontecim ientos aislados y ú n i
co,, m eros particu lares concebidos tal com o se conciben los par
ticulares, p o r ejem plo, en la lógica de S tu a rt M ill; particulares
que no tien en elem ento alguno de universalidad, m ientras que lo
universal se añadiría a lo p articu lar m ediante u n acto arb itrario
de la m ente. C roce q u erría decir que la realidad consiste en co n
ceptos o universales encarnados en hechos particulares, siendo lo
p articu lar no o tra cosa que la encarnación de lo universal.
E P IL E G Ó M E N O S
§ 1. L a naturaleza h u m an a y la h is t o r ia h u m a n a
1 . “ L a c rít ic a h is t ó r ic a na c i ó en el s ig lo x v i i d e l m is m o m o v i m i e n t o in t el ec t ua l
qué la f il o so fí a de D e s c a r t e s . ” E . Rrcliinr, en P h i l o s o p h y a n d H is ío r ·; ; Es s ay s p r e
s e n te d to E r n s t Cassi rer ( O x f o r d , 1 9 3 6 ) ) , p· 1 6 0.
N A T U R A L E Z A H U M A N A E H IS T O R IA H U M A N A 243
clam o para la historia más de lo que ella puede dar. L a falsa po
sición ante la historia com o relato de acontecim ientos sucesivos
o com o espectáculo de cam bios, se ha ensenado con tanta fre
cuencia y autoridad en los últim os años, especialm ente en Ingla
terra, que el mismo significado de la palabra se ha corrom pido
p o r la asim ilación del proceso histórico al proceso natural. C on
tra todas las equivocaciones que reco n o cen este origen m e siento
obligado a p ro testar, aunque mi p ro testa sea en vano. P ero hay
u n sentido según el cual estaría de acuerd o en que la resolución
de una ciencia de la m ente en historia significa ren u n ciar a lo
que una ciencia de la m ente p reten d e por lo com ún, pretensión
falsa, según mi parecer. El científico de la m ente, al c re er en la
verdad universal y, p o r consiguiente, inalterable, de sus conclu
siones, piensa que la cuenta que da de la m ente vale para todas
las futuras etapas en la historia de ésta. Piensa que su ciencia
m uestra lo q u e la m ente será siem pre, no sólo lo que ha sido en
el pasado y lo q ue es ahora. El h isto riad o r no tiene don de p ro
fecía y lo· sabe; p o r consiguiente, el estudio histórico de la m ente
no puede n i p re d e c ir los fu tu ro s desarrollos del pensam iento h u
m ano ni legislar para ellos, excepto en la m edida en q u e tienen
que seguir avanzando — aunque no podem os d ecir en qué direc
ción— con el presente com o p u n to de partida. No· es el m enor
de los erro res contenidos en la ciencia de la naturaleza hum ana
su pretensión de establecer u n m arco al cual debe conform arse
to d a la historia fu tu ra, cerrar la p u e rta al fu tu ro y atar la pos
terid ad d e n tro de lím ites que se deben no a la naturaleza de las
cosas (lím ites de esta especie son reales y se les acepta fácilm ente)
sino a las supuestas leyes de la m ente misma.
H a y o tro tip o de objeción q u e m erece m ay o r consideración.
Puede concederse que la m ente es el objeto propio y ú n ico del
conocim iento histórico, pero todavía pu ed e alegarse que el co
nocim iento h istórico no es la ú nica m anera en que se p u ed e cono
cer la m ente. P o d ría hab er una distinción entre dos m aneras de
co n ocer la m ente. E l pensar histórico la estudia en cuanto ac
tuando en ciertas m aneras determ inadas y en ciertas situaciones
determ inadas. ¿Acaso no p o d ría haber o tra m anera de estudiar
la m ente, investigando sus características generales con abstrac
ción de cualquier situación o acción particular? Si así fuera éste
sería un conocim iento cien tífico de la m ente opuesto al histó
256 E P IL E G Ó M E N O S
4 T h e R e a lm o f E sse n c e, p. 69.
N A T U R A L E Z A H U M A N A E H IS T O R IA H U M A N A 261
rv) Conclusiones
§ 2. L a im a g in a c ió n h is tó r ic a
§3 . L a e v id e n c ia del c o n o c im ie n t o h is t ó r ic o
In tro d u cció n
bra; p orqu e en la trad ició n del habla europea, retro ced ien d o hasta
los tiem pos en q ue los latinos tra d u je ro n el g riego επιστήμη con
su propia palabra scientia, y co n tinuando in in terru m pidam ente
hasta nuestros días, la palabra “ciencia” significa cualquier cuerpo
organizado de conocim iento. Si es eso lo que significa la palabra,
B u ry tiene incontestablem ente la razón, la historia es una ciencia,
nada menos.
Pero si no es “ni m enos” , es ciertam en te “m ás”. P o rq u e cual
quier cosa que es ciencia tiene que ser más que sim plem ente una
ciencia, tiene que ser una ciencia de alguna clase especial. U n
cuerpo de conocim iento nu n ca está sim plem ente organizado,
siem pre está organizado de alguna m anera especial. A lgunos cu er
pos de conocim iento, com o la m eteorología, están organizados
m ediante la com pilación de observaciones concernientes a acon
tecim ientos de cierta especie que los científicos p u edan presenciar
a m edida que o cu rren , pero q u e no pueden p ro d u c ir a v olun
tad. O tros, com o la quím ica, están organizados no sólo m ediante
la observación de acontecim ientos a m edida que o cu rren, sino
haciéndolos o c u rrir bajo condiciones estrictam en te gobernadas.
O tros, a su vez, están organizados no m ediante la observación de
acontecim ientos, sino haciendo ciertas suposiciones para luego
p ro c e d e r con la m ay o r exactitud a la discusión de sus conse
cuencias.
La historia no está organizada de ninguna de estas maneras.
G uerras, revoluciones, y los otros acontecim ientos de que trata,
no los p ro d u c e n los historiadores bajo condiciones de laboratorio
para estudiarlos con precisión científica. N i siquiera los obser
van los historiadores, en el sentido en que los científicos de la
naturaleza observan los acontecim ientos. M eteorólogos y astró
nom os hacen costosos y arduos viajes c o n el fin de observar p o r
sí mismos aquellos acontecim ientos que les interesan, po rq u e su
norm a de observación es tal que no pu ed en satisfacerla con des
cripciones de testigos inexpertos. Pero los h istoriadores no orga
nizan sem ejantes expediciones para ir a los países donde tienen
lugar las g u erras y las revoluciones. Y no se debe a que los his
toriadores sean m enos enérgicos o valientes que los científicos
de la naturaleza, o m enos capaces p ara o b te n e r el dinero que cos
tarían tales expediciones. Se debe a que los hechos que p o drían
aprenderse co n tales expediciones, com o los hechos q ue se apren
288 E PIL E G Ó M E N O S
n i) T estim o n io
v) La inferencia histórica
que desea afirm ar; p ero si el razonam iento tiene una conclusión
perm isiva, será perm isivo, y nada más.
Si p o r historia se entiende la h istoria de tijeras y en g ru d o , la
única clase de p ru eb a accesible al h isto riad o r será de esta segun
da clase. Para el histo riad o r de tijeras y engrudo sólo existe un
tipo de problem a soluble m ediante cualquier clase de testim o
nio, a saber, el p roblem a de aceptar o rech azar cierto testim onio
relativo a k cuestión que interesa al historiador. E l argum ento
m ediante el cual resuelve un problem a de esta clase es, p o r su
puesto, la crítica histórica. Si la crítica le lleva a una conclusión
negativa, a saber, que la afirm ación o el a u to r de ella no es digno
de confianza, esa conclusión le p ro h ib irá aceptarla, de la misma
m anera com o u n razonam iento “in d u c tiv o ” (p o r ejem plo, u n re
sultado que dem uestra que los acontecim ientos del tipo que le
interesa se dan in d ependientem ente de aquella clase de aco n te
cim ientos que espera identificar com o causa de los prim eros) p ro
hibe al ho m b re de ciencia inductivo afirm ar el p u n to de vista
que esperaba afirm ar. Si la crítica le lleva a una conclusión p o
sitiva, lo más que ésta le da es u n nihil obstat. P o rq u e la con
clusión positiva consiste, en efecto, en d e c ir que el a u to r de la
afirm ación no es u n ig n o ran te o un em bustero reconocido, y que
la afirm ación mism a no da m uestras visibles de fa ltar a la v e r
dad. Pero, a pesar de todo eso, pu ed e faltar a la verdad, y el
hom bre que la hizo, aunque goce en general la rep u tació n de
estar bien info rm ad o y de ser honesto, p u d o haber sido en aque
lla ocasión v íctim a de malos inform es acerca de sus hechos, p u e
de haberlos entendido to rcid am en te o hab er sentido el deseo de
suprim ir o d efo rm ar lo que él sabía o creía que era la verdad.
Para evitar un posible m alentendido convendría añadir aquí
que p o dría uno pensar que al h isto riad o r de tijeras y engrudo
se le plantea o tra clase de problem a, además de aquél que co n
siste en aceptar o rechazar u n testim onio determ inado v que,
p o r lo tanto, tien e que resolverse p o r m étodos diversos a los
de la crítica histórica, a saber, el p ro b lem a de qué im plicaciones
se siguen de un testim onio que haya aceptado, o se seguirían si lo
aceptara. Pero no es éste u n problem a que se plantee de m anera
especial a la h istoria de tijeras y e n g ru d o ; es u n p ro b lem a que
se suscita en cualquier tipo de historia o seudo-historia y, a de
cir verdad, en cualquier tipo de ciencia o seudo-ciencia. Se trata
L A E V ID E N C IA D E L C O N O C IM IE N T O H IS T Ó R IC O 301
v m ) La p regunta
§ 4. L a h is to r ia c o m o tif- c r e a c tó n d e l a e x p e r ie n c ia p asad a
este acto no la ilum ino de ningún m odo diciendo que rep ito en
mi propia m ente el acto de conocim iento de Euclides; po rq u e
si re p e tir su acto significa ap reh en d er la misma verdad o a fir
m ar la misma p roposición que él aprehendió o afirm ó, la decla
ración falta a la v erdad, p o rq u e la pro p o sició n “los ángulos son
iguales” y la mía “E uclides sabía que los ángulos son iguales”
son diferentes; y si re p e tir su acto significa ejecu tar el mism o
acto otra vez, es u n absurdo, p o rq u e u n acto no puede repetirse.
E n esta posición, la relación e n tre m i acto de pensar ahora
“los ángulos son iguales” y mi acto de pensarlo hace cinco m i
nutos es una relación de diferencia num érica e identidad especí
fica. Los dos actos son actos diferentes pero de la misma especie.
D e esta suerte se asem ejan el uno al otro, y cualquiera de estos
actos se asemeja al de Euclides de la misma m anera, de ahí la
conclusión de que la d o ctrina que estamos considerando es un
caso de la teoría de la copia en el conocim iento.
¿Pero, es ésta una verdadera d escripción de la relación e n tre
estos dos actos? ¿Es el caso de que cuando hablam os de dos p e r
sonas que ejecutan el m ismo acto de pensam iento o de una perso
na que ejecuta el m ism o acto en dos ocasiones diferentes, q u e re
mos decir que ejecu tan actos diferentes de la misma especie? Yo
pienso que está claro que no querem os d ecir nada p o r el estilo, y
que la única razón de que alguien se im agine que sí, es que ha acep
tad o un dogm a com o que siem pre que distinguim os dos cosas y,
sin em bargo, decim os que son las mismas (lo cual hacem os con
frecuencia, com o to d o s adm itirán) querem os d ecir que son ejem
plares distintos de la misma especie, ejem plos diferentes del m is
m o universal, o m iem bros diferentes de la misma clase. El dogm a
no es que no haya algo así com o identidad en la diferencia (nadie
cree sem ejante cosa), sino que sólo hay una especie de ella, a sa
ber: la identidad específica en la diferencia num érica. P o r ta n to ,
la crítica del dogm a no está en p ro b a r que esta especie de id en ti
dad en la diferencia no existe, sino en p ro b ar que existen otras
especies y que el caso que estamos considerando es uno de ellos.
N u estro supuesto im pu g n ad o r alega que el acto de pensa
m iento de E uclides y el m ío no son uno sino dos: num éricam en
te dos aunque específicam ente uno. Sostiene tam bién que m i acto
de pensar ahora “los ángulos son iguales” está en la misma rela
ción con mi acto d e pensar “los ángulos son iguales” hace cinco
LA H IS T O R IA CO M O R E-C R E A C IÓ N 327
com o algo que tiene que existir p rim ero , p ero deja de existir
cuando ese algo c o b ra existencia, o com o algo que tiene que
existir m ientras ese algo exista. Si la preten sió n fuera que el
conocim iento histórico sólo puede co b ra r existencia en cuanto
reem plazando al e rro r histórico, de to d o s m odos valdría la pena
de detenerse a considerarlo. Pero la re-creació n del pensam iento
pasado no es una p reco n d ició n del conocim iento histórico, sino
un elem ento integral de él; p o r tan to , el efecto de la pretensión
es hacer im posible dicho conocim iento.
T enem o s que vo lv er al razonam iento sobre el q ue descansa
esta pretensión. Se alegaba que u n acto de pensam iento, al v ol
verse subjetivo deja de ser objetivo, y de esta suerte, al volverse
presente, deja de ser pasado; sólo pued o te n e r conciencia de él
com o el acto que estoy ejecutando aquí y ahora, no com o el acto
que algún o tro ha ejecutado en o tro tiem po.
D e nuevo h ay que distinguir aquí varios puntos. Q uizás el
prim ero sea el significado de la frase “re p a ra r en el”. El térm ino
“rep a ra r en alg o ” se em plea con frecu en cia de m anera eq u ív o
ca. R eparar en u n d o lo r se emplea tran q u ilam en te para decir que
se siente, sin saber si es un dolor de muelas, una jaqueca o sencilla
m ente si es un dolor: la frase se refiere sim plem ente a la experien
cia inm ediata de te n e r o p adecer el dolor. A lgunos filósofos da
rían a esta experiencia inm ediata el n o m b re de “fam iliaridad” : pero
sería un térm in o engañoso, puesto que fam iliaridad es una pala
b ra cotidiana q ue sirve para d en o tar la m anera en que con o ce
mos personas o lugares u otros objetos com o objetos perm an en
tes que recu rren , reconociblem ente idénticos consigo mismos, en
el curso de nuestra experiencia: algo m u y rem oto de nuestro
sentir inm ediato. P ero el térm in o “ re p a ra r” se emplea tam bién
de otras dos m aneras. Se emplea com o nom bre p ara la auto-
conciencia, com o cuando se dice que una persona rep ara en
que se encoleriza, cuando lo que se q uiere decir no es sólo que
ella experim enta inm ediatam ente u n sentim iento de cólera, que, de
paso, aum enta, sino que sabe que este sentim iento es su senti
m iento y que aum enta, esto en cuanto distinto del caso, p o r ejem
plo, en que experim enta el sentim iento pero lo atribuye, com o
s.uelen hacer las gentes con frecuencia, a sus prójim os. Y en te r
cer lugar se em plea en lu g ar de percep ció n , com o cuando se dice
que una persona rep ara en una mesa, especialm ente cuando la
L A H IS T O R IA C O M O R E -C R E A C IÓ N 333
§ 5. E l a s u n t o d e l a h i s t o r i a
§ 6. H is t o r ia y l ib e r t a d
libres para p lanear sus propias acciones com o m ejor les convenga
y ejecutar sus planes, haciendo cada uno lo q u e se propuso ha
cer y asum iendo cada uno la plena responsabilidad de las con
secuencias, dueño y señor de su alma y tod o . N a d a p o d ría ser
más falso. E l po em ita de H e n le y no hace más que d ar voz a la
fantasía de un niño enferm o que ha descubierto q u e puede dejar
de llorar p o r la L u n a p o rq u e cree q u e y a la tie n e . U n hom
bre sensato sabe q u e el espacio vacío que ti e n e a n t e sí, el cual se
pro p o n e llenar co n actividades para las cu ale s empieza ahora a
hacer planes, estará m u y lejos de hallarse v a c ío cuando entre
en él. E stará pob lad o p o r gentes todas las c u a le s persiguen acti
vidades propias. A u n ahora no está ta n vacío c o m o parece. Está
lleno con una solución saturada de actividad a p u n to de crista
lizar. N o le q u edará espacio para su propia actividad a m enos
que la planee de tal m odo que encaje en los intersticios del resto.
La actividad racional que los historiadores tienen que estudiar
nunca está libre de com pulsión: la com pulsión a enfrentarse a
los hechos de su p ro p ia situación. M ientras más racional es, más
com pletam ente sufre esta com pulsión. Ser racional es pensar;, y
para un ho m b re que se p ro p o n e a c tu a r lo im p o rtan te es pensar
acerca de la situación en que se en cu en tra. C on respecto a esta
situación no es libre. L a situación es la que es y ni él ni nadie
puede cam biarla. P orque, aunque la situación consiste entera
m ente en pensam ientos, los suyos y los de otros, no puede cam
biarse m ediante u n cam bio de decisión, de su p a rte o de parte
de algún o tro . Si las decisiones cam bian, com o hacen con fre
cuencia, significa sim plem ente que co n el tiem po ha surgido una
nueva situación. P ara un hom bre a p u n to de actuar, la situación
es su amo, su o ráculo, su dios. El éxito o el fracaso de su ac
ción dependen de que capte debidam ente la situación o no. Si es
hom bre pru d en te, no trazará ni el plan más trivial hasta que haya
consultado su o ráculo, hasta que haya hecho to d o lo que está de
su parte para d escu b rir cuál es la situación. Y si no to m a en
cu en ta la situación, la situación no se descuidará de él. P o rq u e
no es uno de aquellos dioses que dejan de castigar un insulto.
La libertad q u e hay en la historia consiste en el hecho de que
esta actividad no se la im pone a la razó n hum ana sino ella misma.
La situación, su am o, su oráculo, y su dios, es una situación que
ella misma ha creado. Y al d ecir esto no quiero dar a en ten d er
H IS T O R IA Y L IB E R T A D 361
§ 7. E l p ro g re s o co m o c r e a c ió n p e l p e n sa r h is tó r ic o
IN T R O D U C C IÓ N
Segunda Parte
L A IN F L U E N C IA D E L C R IS T IA N IS M O
T e r c i a Parte
EL U M B R A L D E L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
Cuarta Parte
L A H IS T O R IA C IE N T ÍF IC A
Q u in ta Farte
E P IL E G Ó M E N O S