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Los siete saberes según Edgar Morin

Sociólogo e investigador francés (París, 1921) de fuerte ascendencia en círculos


académicos. Edgard Morin Es autor de El espíritu de la época (1962), Introducción
a una política del hombre (1965), La Comuna en Francia: la metamorfosis de
Plodémet (1967), El rumor de Orleans (1970), Diario de California (1971), El método
(1977), Qué es el totalitarismo. De la naturaleza de la URSS (1983), Tierra-patria
(1993), Para salir del siglo XX (1996) y Amour, poésie, sagesse (1998).
Galardonado con el premio Médicis de comunicación (1992), y la Legión de Honor
y el premio Internacional de Cataluña en 1994.Continuando con nuestra serie de
publicaciones , en esta oportunidad se extractan los principios esenciales de lo que
él consideró los saberes imprescindibles que deberá afrontar el sistema educativo
para constituirse en relevante y significativo , esos saberes son:
1. Una educación que cure la ceguera del conocimiento.
Todo conocimiento conlleva el riesgo del error y de la ilusión. La educación del futuro
debe contar siempre con esa posibilidad. El conocimiento humano es frágil y está
expuesto a alucinaciones, a errores de percepción o de juicio, a perturbaciones y
ruidos, a la influencia distorsionadora de los afectos, al imprinting de la propia
cultura, al conformismo, a la selección meramente sociológica de nuestras ideas,
etc.
Se podría pensar, por ejemplo que, despojando de afecto todo conocimiento,
eliminamos el riesgo de error. Es cierto que el odio, la amistad o el amor pueden
enceguecernos, pero también es cierto que el desarrollo de la inteligencia es
inseparable del de la afectividad. La afectividad puede oscurecer el conocimiento
pero también puede fortalecerlo.
Se podría también creer que el conocimiento científico garantiza la detección de
errores y milita contra la ilusión perceptiva. Pero ninguna teoría científica está
inmunizada para siempre contra el error. Incluso hay teorías y doctrinas que
protegen con apariencia intelectual sus propios errores.
La primera e ineludible tarea de la educación es enseñar un conocimiento capaz de
criticar el propio conocimiento. Debemos enseñar a evitar la doble enajenación: la
de nuestra mente por sus ideas y la de las propias ideas por nuestra mente. "Los
dioses se nutren de nuestras ideas sobre Dios, pero inmediatamente se tornan
despiadadamente exigentes". La búsqueda de la verdad exige reflexibilidad, crítica
y corrección de errores. Pero, además, necesitamos una cierta convivencialidad con
nuestras ideas y con nuestros mitos. El primer objetivo de la educación del futuro
será dotar a los alumnos de la capacidad para detectar y subsanar los errores e
ilusiones del conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas,
sin ser destruidos por ellas.
2. Una educación que garantice el conocimiento pertinente.
Ante el aluvión de informaciones es necesario discernir cuáles son las informaciones
clave. Ante el número ingente de problemas es necesario diferenciar los que son
problemas clave. Pero, ¿cómo seleccionar la información, los problemas y los
significados pertinentes? Sin duda, desvelando el contexto, lo global, lo
multidimensional y la interacción compleja.
Como consecuencia, la educación debe promover una "inteligencia general" apta
para referirse al contexto, a lo global, a lo multidimensional y a la interacción
compleja de los elementos. Esta inteligencia general se construye a partir de los
conocimientos existentes y de la crítica de los mismos. Su configuración
fundamental es la capacidad de plantear y de resolver problemas.
Para ello, la inteligencia utiliza y combina todas las habilidades particulares. El
conocimiento pertinente es siempre y al mismo tiempo general y particular. En este
punto, Morin introdujo una "pertinente" distinción entre la racionalización
(construcción mental que sólo atiende a lo general) y la racionalidad, que atiende
simultáneamente a lo general y a lo particular.
3. Enseñar la condición humana
Una aventura común ha embarcado a todos los humanos de nuestra era. Todos
ellos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la
diversidad cultural inherente a todo lo humano. Conocer el ser humano es situarlo
en el universo y, al mismo tiempo, separarlo de él. Al igual que cualquier otro
conocimiento, el del ser humano también debe ser contextualizado:
Quiénes somos es una cuestión inseparable de dónde estamos, de dónde venimos
y a dónde vamos. Lo humano es y se desarrolla en bucles: a) cerebro- mente-
cultura b) razón - afecto - impulso c) individuo - sociedad -especie. Todo desarrollo
verdaderamente humano significa comprender al hombre como conjunto de todos
estos bucles y a la humanidad como una y diversa. La unidad y la diversidad son
dos perspectivas inseparables fundantes de la educación. La cultura en general no
existe sino a través de las culturas. La educación deberá mostrar el destino
individual, social, global de todos los humanos y nuestro arraigamiento como
ciudadanos de la Tierra. Éste será el núcleo esencial formativo del futuro.
4. Enseñar la identidad terrenal

La historia humana comenzó con una dispersión, una diáspora de todos los
humanos hacia regiones que permanecieron durante milenios aisladas,
produciendo una enorme diversidad de lenguas, religiones y culturas. En los
tiempos modernos se ha producido la revolución tecnológica que permite volver a
relacionar estas culturas, volver a unir lo disperso... El europeo medio se encuentra
ya en un circuito mundial del confort, circuito que aún está vedado a tres cuartas
partes de la humanidad. Es necesario introducir en la educación una noción mundial
más poderosa que el desarrollo económico:
El desarrollo intelectual, afectivo y moral a escala terrestre.
La perspectiva planetaria es imprescindible en la educación. Pero, no sólo para
percibir mejor los problemas, sino para elaborar un auténtico sentimiento de
pertenencia a nuestra Tierra considerada como última y primera patria. El término
patria incluye referencias etimológicas y afectivas tanto paternales como
maternales. En esta perspectiva de relación paterno- materno- filial es en la que se
construirá a escala planetaria una misma conciencia antropológica, ecológica, cívica
y espiritual. "Hemos tardado demasiado tiempo en percibir nuestra identidad
terrenal", dijo Morin citando a Marx ("la historia ha progresado por el lado malo")
pero manifestó su esperanza citando en paralelo otra frase, en esta ocasión de
Hegel: "La lechuza de la sabiduría siempre emprende su vuelo al atardecer."
5. Enfrentar las incertidumbres
Todas las sociedades creen que la perpetuación de sus modelos se producirá de
forma natural. Los siglos pasados siempre creyeron que el futuro se conformaría de
acuerdo con sus creencias e instituciones. El Imperio Romano, tan dilatado en el
tiempo, es el paradigma de esta seguridad de pervivir.
Sin embargo, cayeron, como todos los imperios anteriores y posteriores, el
musulmán, el bizantino, el austrohúngaro y el soviético. La cultura occidental dedicó
varios siglos a tratar de explicar la caída de Roma y continuó refiriéndose a la época
romana como una época ideal que debíamos recuperar. El siglo XX ha derruido
totalmente la predictividad del futuro como extrapolación del presente y ha
introducido vitalmente la incertidumbre sobre nuestro futuro. La educación debe
hacer suyo el principio de incertidumbre, tan válido para la evolución social como la
formulación del mismo por Heisenberg para la Física. La historia avanza por atajos
y desviaciones y, como pasa en la evolución! biológica, todo cambio es fruto de una
mutación, a veces de civilización y a veces de barbarie. Todo ello obedece en gran
medida al azar o a factores impredecibles.
Pero la incertidumbre no versa sólo sobre el futuro. Existe también la incertidumbre
sobre la validez del conocimiento. Y existe sobre todo la incertidumbre derivada de
nuestras propias decisiones. Una vez que tomamos una decisión, empieza a
funcionar el concepto ecología de la acción, es decir, se desencadena una serie de
acciones y reacciones que afectan al sistema global y que no podemos predecir.
Nos hemos educado aceptablemente bien en un sistema de certezas, pero nuestra
educación para la incertidumbre es deficiente. En el coloquio, respondiendo a un
educador que pensaba que las certezas son absolutamente necesarias, Morin
matizó y reafirmó su pensamiento: "existen algunos núcleos de certeza, pero son
muy reducidos.
Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos
de certezas, no viceversa."
6. Enseñar la comprensión
La comprensión se ha tornado una necesidad crucial para los humanos. Por eso la
educación tiene que abordarla de manera directa y en los dos sentidos: a) la
comprensión interpersonal e intergrupal y b) la comprensión a escala planetaria.
Morin constató que comunicación no implica comprensión.
Ésta última siempre está amenazada por la incomprensión de los códigos éticos de
los demás, de sus ritos y costumbres, de sus opciones políticas. A veces
confrontamos cosmovisiones incompatibles. Los grandes enemigos de la
comprensión son el egoísmo, el etnocentrismo y el sociocentrismo. Enseñar la
comprensión significa enseñar a no reducir el ser humano a una o varias de sus
cualidades que son múltiples y complejas. Por ejemplo, impide la comprensión
marcar a determinados grupos sólo con una etiqueta: sucios, ladrones, intolerantes.
Positivamente, Morin ve las posibilidades de mejorar la comprensión mediante: a)
la apertura empática hacia los demás y b) la tolerancia hacia las ideas y formas
diferentes, mientras no atenten a la dignidad humana.
La verdadera comprensión exige establecer sociedades democráticas, fuera de las
cuales no cabe ni tolerancia ni libertad para salir del cierre etnocéntrico. Por eso, la
educación del futuro deberá asumir un compromiso sin fisuras por la democracia,
porque no cabe una comprensión a escala planetaria entre pueblos y culturas más
que en el marco de una democracia abierta.
7. La ética del género humano
Además de las éticas particulares, la enseñanza de una ética válida para todo el
género humano es una exigencia de nuestro tiempo. Morin presenta el bucle
individuo - sociedad - especie como base para enseñar la ética venidera.
En el bucle individuo- sociedad surge el deber ético de enseñar la democracia. Ésta
implica consensos y aceptación de reglas democráticas. Pero también necesita
diversidades y antagonismos. El contenido ético de la democracia afecta a todos
esos niveles. El respeto a la diversidad significa que la democracia no se identifica
con la dictadura de la mayoría.
En el bucle individuo - especie Morin fundamenta la necesidad de enseñar la
ciudadanía terrestre. La humanidad dejó de ser una noción abstracta y lejana para
convertirse en algo concreto y cercano con interacciones y compromisos a escala
terrestre.
Morin dedicó a postular cambios concretos en el sistema educativo desde la etapa
de primaria hasta la universidad: la no fragmentación de los saberes, la reflexión
sobre lo que se enseña y la elaboración de un paradigma de relación circular entre
las partes y el todo, lo simple y lo complejo. Abogó por lo que él llamó diezmo
epistemológico, según el cual las universidades deberían dedicar el diez por ciento
de sus presupuestos a financiar la reflexión sobre el valor y la pertinencia de lo que
enseñan.

Los siete saberes necesarios para la educación del futuro


Presentación de los siete saberes necesarios para la educación del futuro y
de su autor, el filósofo, antropólogo, sociólogo y ensayista francés Edgar
Morin, un intelectual muy solicitado y reconocido en foros educativos,
sociopolíticos, culturales y artísticos que ejerce su influencia en los
aprendizajes de nuestra comunidad educativa.

Edgar Morin, sociólogo, antropólogo, filósofo y ensayista francés, es un


intelectual ampliamente solicitado y reconocido en foros educativos,
sociopolíticos, culturales y artísticos. Sus aportaciones han influenciado en
nuestros aprendizajes y en nuestra comunidad educativa. Uno de los puntos
que más nos interesa destacar de él se centra en sus aportaciones al
pensamiento pedagógico, abriendo camino hacia el pensamiento complejo,
potenciando la reflexión universitaria y, en general, aportando nuevas miradas
y nuevas formas de comprender la educación. Su trayectoria tiene un papel
importante en el proceso de cambio en la nueva concepción de la educación,
así como su potente mensaje como construcción social, ética y cultural. Su
visión del mundo, de la sociedad y del ser humano como fenómenos
complejos, nos está conduciendo hacia una nueva forma de entender la
educación del siglo XXI.

La misma UNESCO le solicitó que expresara sus ideas sobre la esencia de la


educación del futuro, en el marco de su visión del pensamiento complejo, y lo
hizo en un libro titulado “Los siete saberes necesarios para la educación del
futuro”, contribuyendo a un debate internacional sobre la forma de reorientar
la educación hacia un desarrollo sostenible. Él considera que la educación se
convierte en la fuerza del futuro, porque se considera uno de los instrumentos
más poderosos para realizar el cambio. Uno de los retos más difíciles será
modificar nuestro pensamiento de forma que haga frente a la creciente
complejidad, la rapidez de los cambios y la imprevisibilidad que caracterizan
a nuestro mundo.

Estos siete saberes están concretados de la siguiente forma:


•Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión

Edgar Morin manifiesta que el error y la ilusión parasitan la mente humana desde la
aparición del homo sapiens. La educación tiene que mostrar que no existe ningún
conocimiento que no esté amenazado por el error y a la vez por la ilusión. Estos dos
aspectos tienen que estar presentes en nuestra vida profesional, puesto que nos
ayudarán a ver de una manera más abierta lo que necesita nuestro alumnado. En
el prólogo del libro de Morin “Los siete saberes necesarios para la educación del
futuro”, nos introduce en los siete saberes que aquí queremos recordar, y dice: “Es
significativo que la educación, que se propone comunicar los conocimientos, sea
ciega respecto a aquello que es el conocimiento humano, sus dispositivos, sus
males, sus dificultades, sus propensiones al error y a la ilusión, y no se preocupe en
absoluto de hacer conocer qué es conocer.

Efectivamente, el conocimiento no se puede considerar como una herramienta


ready made que se puede utilizar sin analizar la naturaleza. El conocimiento del
conocimiento tiene que aparecer como una primera necesidad que serviría como
preparación para enfrentarse a los permanentes riesgos de error y de ilusión que no
cesan de parasitar la mente humana. Se trata de armar cada mente para el combate
vital por la lucidez.

Es necesario introducir y desarrollar en la enseñanza el estudio de las


características cerebrales, mentales, culturales, de los conocimientos humanos, de
sus procesos y de sus modalidades, de las disposiciones tanto psíquicas como
culturales que le pueden hacer caer en el riesgo del error o la ilusión”.
•Los principios de un conocimiento pertinente

Se tiene que promover un conocimiento capaz de abordar los problemas globales.


La supremacía de unos conocimientos fragmentados según las disciplinas, a
menudo, impiden realizar el vínculo entre las partes y las totalidades. “Hay un
problema capital que nunca se ha considerado: la necesidad de promover un
conocimiento capaz de captar los problemas globales y fundamentales para inscribir
los conocimientos parciales y locales. La supremacía de un conocimiento
fragmentado según las disciplinas a menudo hace imposible que opere el vínculo
entre las partes y las totalidades; por eso hay que dejar espacio a una forma de
conocimiento capaz de coger sus objetos en sus propios contextos, sus complejos,
sus conjuntos.

Es necesario desarrollar la aptitud natural de la mente humana para situar todas sus
informaciones dentro de un contexto y de un conjunto. Es necesario enseñar los
métodos que permiten coger las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre
las partes y el todo en un mundo complejo”.
•Enseñar la condición humana

El ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico; pero
esta unidad compleja de la naturaleza humana ha sido desintegrada por la
educación. Es urgente la necesidad de restaurarla, de forma que cada cual donde
esté, tenga conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad
común a todos los otros seres humanos. “El ser humano es a la vez físico, biológico,
psíquico, cultural, social, histórico. Esta unidad compleja de la naturaleza humana,
en la enseñanza se encuentra completamente desintegrada por las disciplinas, y
haciendo imposible aprender qué significa ser humano”.

Esta unidad hace falta que sea restaurada de forma que cada uno de nosotros, esté
donde esté, muestre el conocimiento y la conciencia de su identidad personal,
compleja y, a la vez, de su identidad común con todos los otros seres humanos. La
condición humana tendría que ser objeto esencial de toda enseñanza y a la vez
tendría que presidir todas nuestras actuaciones.

Este capítulo indica cómo es posible, a partir de las disciplinas actuales, reconocer
la unidad y la complejidad humanas reuniendo y organizando los conocimientos
dispersos en las Ciencias Naturales, las Ciencias Humanas, la Literatura y la
Filosofía, y mostrar el vínculo indisoluble entre la unidad y la diversidad de todo lo
que es humano. Esta manera de ver la realidad se enmarca dentro del paradigma
de la complejidad y la transdisciplinariedad.
•Enseñar la identidad terrenal

Por primera vez, el hombre ha comprendido que es un habitante del planeta,


afirmación que refleja la necesidad de actuar no sólo como individuo, familia o
género, sino bajo un aspecto planetario. “El destino, en adelante planetario, del
género humano es otra realidad clave ignorada por la enseñanza. El conocimiento
de los desarrollos de la era planetaria que se agrandarán en el siglo XXI, y el
reconocimiento de la identidad terrestre que será cada vez más indispensable para
cada cual y para todos, se tienen que convertir en uno de los objetos principales de
la enseñanza”.

Conviene enseñar el trayecto que ha tenido que recorrer el concepto de la era


planetaria. Este concepto se inicia con la comunicación de todos los continentes en
el siglo XVI, y mostrar cómo todas las partes del mundo se han convertido en
intersolidarias, sin esconder las opresiones y dominaciones que han flagelado la
humanidad y que no han desaparecido.

La perspectiva planetaria es imprescindible dentro de un marco o un concepto


educativo. Pero, no solamente para percibir mejor los problemas, las situaciones o
las evidencias, entre otros, sino para elaborar y crear una conciencia y un auténtico
sentimiento de pertenencia a nuestra Tierra, considerada ésta como la patria
verdadera. El término patria incluye referencias etimológicas y afectivas tanto
paternales como maternales. En esta perspectiva de relación paterno maternofilial
es en la que se construirá a escala planetaria una misma conciencia antropológica,
ecológica, cívica y espiritual. “Hemos tardado demasiado tiempo en percibir nuestra
identidad terrenal”, dijo Morin citando a Marx, pero manifestó que, aunque la historia
haya progresado por el lado malo, es nuestra deuda hacer que avance por el lado
bueno.

Habrá que indicar que las problemáticas conceptuales respecto a la vida y a la


muerte en este momento, nos llevan a una visión compleja de crisis planetaria que
marca el siglo XX, mostrando que todas las personas tienen que dar respuestas
positivas a las vicisitudes para construir un planeta solidario, creativo y respetuoso,
donde todas las personas que habitan tengan un objetivo común: encontrar la
felicidad individual y colectiva.
•Afrontar la incertidumbre

Sería una gran conquista de la inteligencia, poder por fin deshacerse de la ilusión
de predecir o controlar el destino. El mito del progreso no es un procedimiento válido
para crecer e ir avanzando puesto que el futuro es abierto e imprevisible, y tomar
conciencia de la incertidumbre y de las situaciones adversas es lo que nos hace
avanzar positivamente.
Pero la incertidumbre no tiene en cuenta solamente el futuro. Existe también la
incertidumbre sobre la validez del conocimiento, sobre la validez de los hechos,
sobre la validez de las actitudes y, sobre todo, sobre la validez de las formas de
hacer y de ser y, por lo tanto, sobre toda la incertidumbre derivada de nuestras
propias decisiones. Una vez que tomamos una decisión, empieza a funcionar el
concepto de la ecología, es decir, se desencadenan una serie de acciones y
reacciones que afectan al sistema planetario y que no podemos predecir. Nuestra
civilización ha sido educada en unos principios de certezas y han carecido de
incertidumbres que es lo que realmente hace avanzar a la humanidad.

Es evidente que estamos navegando en un mar de incertidumbres pero hay que


encontrar los puntos de espaldarazo donde nos podemos guarecer y crear un
espacio de reflexión donde podemos encontrar las salidas adecuadas,
apoyándonos y presidiendo el concepto de resiliencia que tanto nos ayudará a
encontrar caminos positivos y creativos.
•Enseñar la comprensión

Aunque estemos rodeados de redes e Internet, la incomprensión sigue siendo


generalizada. Tenemos que tener en cuenta que hay dos tipos de comprensión: la
intelectual, objetiva y la comprensión humana intersubjectiva.

La comprensión es una necesidad por la sociedad en que vivimos, sin comprensión


no hay entendimiento. Por eso la educación la tiene que tener en cuenta y trabajarla
desde las vertientes individual, interpersonal e intergrupal para llegar a la
comprensión a escala planetaria. Morin constató que no sólo la comunicación
implica comprensión, sino que hace falta una intencionalidad.

Muy a menudo la comprensión está amenazada por la incomprensión, una


incomprensión que viene marcada por los códigos éticos que presiden nuestra
sociedad, y hay que luchar para encontrar caminos, para hacer que las costumbres
y las maneras que reinan en nuestra sociedad sean fruto del entendimiento y no de
las luchas personales o grupales, y mucho menos de opciones políticas. A veces
confrontamos cosmovisiones incompatibles. Los grandes enemigos de la
comprensión son el personalismo, el egoísmo, la carencia de generosidad y, sobre
todo, el egoísmo para sobresalir por encima de los otros, sin ver que nosotros somos
en tanto cuando son los otros.. Enseñar la comprensión significa enseñar a no
reducir las calidades personales, que son múltiples y complejas, sino potenciar todo
aquello que nos ayuda a crecer y a ser mejores tanto individual como
colectivamente. Morin ve las posibilidades de mejorar la omprensión intermediando:
la apertura empática hacia los otros y la tolerancia hacia las ideas y formas
diferentes de pensar y creer, mientras no atenten a la dignidad humana y se tenga
un comportamiento respetuoso y democrático.

La verdadera comprensión nos exige potenciar y creer en una sociedad


democrática, puesto que de no ser así no hay ni tolerancia ni libertad para salir del
cierre etnocéntrico. Por eso, la educación tanto la de hoy como la del futuro tendrá
que asumir un compromiso sin fisuras y sin “peros” para con la democracia, porque
no hay una comprensión a escala ¡ planetaria entre pueblos y culturas mas que en
el marco de una democracia abierta y libre, lejos de las manipulaciones individuales
o colectivas.
•La ética del género humano

Toda concepción del género humano significa: desarrollo de la autonomía


individual, de la participación autoritaria y del sentido de pertenencia a la especie
humana. En medio de esta triada emerge la conciencia.

Además de las éticas particulares, la enseñanza de una ética válida para todo el
género humano es una exigencia de nuestro tiempo. Morin presenta el círculo
individuo-sociedad-especie como base para enseñar la ética que potencia la
conciencia planetaria.

El círculo persona-sociedad surge en el momento en que se hace realidad el deber


ético de enseñar y vivir la democracia. Ésta implica consensos y aceptación de
reglas democráticas, de saber y querer entender al otro como un derecho que tiene
y que tenemos. Pero también hay que ser conscientes que la diversidad y los
antagonismos son necesarios para comprender al otro y, sobre todo, siempre que
se dé en un clima de respeto. El respeto a la diversidad significa que la democracia
no se identifi ca con la dictadura ni individual ni de la mayoría.

Morin fundamenta el bucle individuo-especie en la necesidad de enseñar a la


ciudadanía planetaria formas y caminos a seguir, maneras de comportarse y formas
respetuosas hacia otras formas de pensar y creer, pero desde una visión crítica,
positiva y creativa. La humanidad dejó de ser una noción abstracta y lejana para
convertirse en algo concreto y cercano con interacciones y compromisos a escala
planetaria puesto que la tecnología y las redes sociales nos han acercado y nos han
hecho sentir miembros de un mismo planeta, en el que tenemos el derecho y el
deber de dejar mejor nuestro entorno, al menos el más inmediato.

Morin dedica parte de su trabajo a postular cambios concretos en el sistema


educativo desde la etapa de la edad temprana que es cuando se inicia en la
experiencia escolar hasta la universidad: la no fragmentación de los saberes, la
reflexión sobre lo que se enseña y la elaboración de un paradigma de relación
circular entre las partes y el todo, lo simple y lo complejo, la transdisciplinariedad
son conceptos que nos han llegado de su mano y que nos sirven de guía
para dirigirnos hacia esta visión ética. Él cree que se debería destinar el diez por
ciento de los presupuestos de educación a financiar la reflexión sobre el valor y la
idoneidad de lo que se enseña y sobre cómo se enseña y por extensión cómo se
concibe la educación.

Edgar Morin

Edgar Morin nace en París, el 8 de julio de 1921, dentro de una familia de origen
judío sefardí. Su padre, Vidal Nahum, nació el 1894 en Salónica (Grecia) y,
posteriormente, se nacionalizó francés. Su madre fue Luna Beressi.

Durante la niñez, Morin se entusiasmó por la lectura, el cine, la aviación y el ciclismo.


Empezó su labor filosófica con la lectura de varios clásicos de la Ilustración del
s.XVIII. Se vinculó al socialismo y dio su apoyo al Frente Popular (se unió a la
Federación de Estudiantes Frontistas, dirigida por Gaston Bergery) y al gobierno
republicano español durante la Guerra
Civil Española. En 1940 huye a Toulouse cuando se entera de la invasión de
Francia por parte de los nazis y se dedica a ayudar a los refugiados y a la vez a
profundizar en el socialismo marxista. Toma parte como militar en la Resistencia y
se une al Partido Comunista Francés en 1941, siendo perseguido por la Gestapo.
Participó en la liberación de París (agosto de 1944) y, al año siguiente, se casó con
Violette Chapellaubeau, yéndose a vivir a Landau in der Pfalz.
En 1946, vuelve a la capital francesa para darse de baja de la carrera militar y
proseguir con sus actividades dentro del comunismo. Su relación con el partido se
deterioró debido a su postura crítica y finalmente fue expulsado en 1951 debido a
un artículo publicado en France Observateur. Este mismo año fue admitido en el
Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) francés, previa recomendación
de algunos intelectuales que reconocieron su valía.
Una vez se integró al CNRS, Morin se inició en la antropología social en el terreno
de la cinematografía, aproximándose al surrealismo, aunque sin abandonar el
socialismo, con el cual comparte ideas con Franco Fortini y Roberto Guiducci,
además de establecer una fuerte relación con Herbert Marcuse y otros filósofos.
Funda y dirige la revista Argumentos (1956-1962) al mismo tiempo que vive una
crisis interior y se manifiesta contra la guerra argelina (1954-1962).

A principios de la década de 1960, Morin inicia trabajos y visitas a Latinoamérica y


queda impresionado por su cultura y por su forma de hacer. Posteriormente empieza
a elaborar un pensamiento que complemente el desarrollo del sujeto. Una vez en
Poulhan, y en compañía de sus colaboradores, desarrolla una investigación de
carácter experimental que culmina con la tesis de la transdisciplinariedad, que le
genera mayores contradicciones con otros académicos.

Durante la revuelta estudiantil del mayo francés (1968), escribe artículos en Le


Monde, en los cuales descifra el significado y sentido de este acontecimiento que,
de una manera muy real, marcó todo el pensamiento de aquel momento.

Con el surgimiento de la revolución biogenética, estudia el pensamiento de las tres


teorías que le llevarán a la organización de sus nuevas ideas (la cibernética, la teoría
de sistemas y la teoría de la información). También se complementa con la teoría
de la autoorganización de Heinz Von Förster. Durante el 1977, elabora el concepto
del conocimiento enciclopedante, a partir del cual liga los conocimientos dispersos,
proponiendo la epistemología de la complejidad.

En 1983, fue condecorado con la orden de la Legión de Honor.

Edgar Morin escribió su primer libro cuando tenía apenas 25 años, inició así una
larga y productiva carrera que sigue hasta hoy; más de 50 obras de relevancia y
trascendencia se apuntan en su haber, sin considerar la infinidad de artículos que
ha escrito y que han sido publicados en revistas de gran impacto.

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