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Dicho esto, resulta consecuente procurar ejecutar durante las operaciones las
siguientes recomendaciones, entre otras existentes: 1. Evitar en lo posible realizar
mezclas de aguas de formaciones distintas en el pozo y en las tuberías de
transporte hacia la estación, pues además de que la mezcla tiene una naturaleza
completamente distinta a la de las corrientes individuales, pueden ser incompatibles
y ocasionar reacciones químicas adversas e irreversibles, o fortalecer la emulsión,
o formar precipitados que al acumularse generen problemas de flujo en facilidades
o en yacimiento, siendo este último el de mayor cuidado. 2. Evitar utilizar aditivos
químicos en exceso o aditivos de naturaleza más nociva que benéfica como algunos
polímeros o inhibidores, que puedan por ejemplo descomponerse y servir de
nutrientes para el crecimiento de bacterias en el yacimiento; fortalecer la estabilidad
de la emulsión; aparentemente resolver la emulsión generando residuos de difícil
tratamiento o que puedan taponar o corroer los equipos posteriores o la formación.
En cuanto a las tecnologías a utilizar, estas dependen fuertemente del manejo que
se le decida dar en el campo al agua de producción, de una muy buena
caracterización inicial, del seguimiento que se le haga en varios puntos de muestreo
a las condiciones dinámicas del fluido de proceso y (en menor medida) de las
condiciones del proceso y de los fenómenos a utilizar para la separación. Es
importante evaluar distintos factores como la eficiencia del equipo frente al costo de
operación del mismo; si es una tecnología que deja residuos difíciles de tratar; si es
compatible con el tratamiento químico aplicado en el campo; si el equipo fue
diseñado para la etapa de separación en la que se va a aplicar o necesita
pretratamiento; si tiene propiedades como robustez, fiabilidad y flexibilidad para
procesos en constante cambio y crecimiento como lo es la operación de un campo.
Cabe resaltar que en general las ecuaciones que existen para el dimensionamiento
de equipos de tratamiento de agua (exceptuando celdas de flotación) dependen de
diversas asunciones que resultan no ser válidas a la hora de aplicar el tratamiento
en campo. Así mismo, es difícil modelar en software el comportamiento de la calidad
del agua. Por tanto, el método más efectivo para evaluarlas es seleccionar
conceptualmente las tecnologías a usar y realizar una prueba piloto. En esta misma
prueba se recomienda evaluar el comportamiento del tratamiento químico, el cual
debe ser inicialmente probado en laboratorio usando las pruebas de botellas o
jarras, pues las condiciones de laboratorio son distintas a las del proceso en campo.
Es así como se amplía el concepto previo hacia una perspectiva más integral, que
debe estar centrada principalmente en función de cuidar el yacimiento y en segundo
lugar cuidar las facilidades (no viceversa). De igual manera, se debe tener el objetivo
de realizar el manejo con más responsabilidad profesional que con pretensiones de
cumplimiento de un caudal determinado o una norma que no está adecuada a la
realidad mundial o las condiciones de los equipos y procesos utilizados actualmente.
Adicional a esto, otro de los objetivos principales debe ser disminuir el impacto
ambiental que pueda generar la disposición del agua tratada en subsuelo y la
incertidumbre asociada. Todo lo anterior correctamente aplicado permite lograr una
disminución en el costo de tratamiento, junto a incrementos en la producción de
crudo, las reservas recuperables y en últimas las ganancias obtenidas en el campo
que pueden llegar pasar de ser moderadas a considerables gracias a un buen
gerenciamiento del agua de producción de hidrocarburos.