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El espejo de las ideas


Charles Taylor
y la historia del yo
E D UAR D O G AR Z A C U É LL AR

Decir “yo” no sólo tiene un significado di-


ferente para cada individuo. Significa tam-
bién algo diferente para cada momento de

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la historia. Nadie puede decir yo como yo, En la visión platónica del alma como principio interno ca-
parece afirmar, orgulloso, el individuo paz de ordenar las potencias del hombre, y en el orden natu-
contemporáneo. Pero difícilmente es cons- ral que descubre fuera de sí mismo para hacerlo, Taylor

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ciente de la dimensión histórica de su di- descubre una primera aparición de la oposición entre inte-
cho: de la complejísima sucesión de rior y exterior.
hallazgos que le permiten decir “yo”. En San Agustín, también dualista, el canadiense identifica
Aunque, herederos finalmente del racio- un paso más del camino al interior: la reformulación de la
nalismo, nos cuesta reconocer la dimen- oposición espíritu-materia, eterno-temporal en términos de
sión histórica de conceptos tan esenciales exterior-interior. Siendo el hombre exterior lo corporal,
como éste, la realidad es que concebimos aquello que tenemos con las bestias en común, y el hombre
hoy la individualidad en un sentido dife- interior el alma, en la que se aloja Dios —quien en esta oca-
rente al hombre renacentista, y que éste la sión no está, como en Platón, únicamente fuera, iluminando
concebía de una manera radicalmente dis- el orden del ser, sino que es también luz interior—, Taylor
tinta al medieval, si acaso este último fue subraya cómo el lenguaje de la interioridad cobra en Agus-
capaz de expresarla. tín, y desde él, una fuerza fundamental.
En Fuentes del yo,1 Charles Taylor ras- Descartes representa un paso más, fundamental, en la re-
trea la historia de la identidad moderna construcción histórica de Charles Taylor. En él, dada la opo-
deteniéndose en cuatro de sus vestigios sición res cogitans-res extensa y la plena conciencia de la cosa
fundamentales, todos de carácter moral. pensante como ser inmaterial, ésta percibe al mundo mate-
Convencido de que cada época es indiso-
ciable de la noción de bien que le ha servi-
do como brújula para orientar su camino,
encuentra en las huellas de Platón, San
Agustín, Descartes y Locke las claves de
su búsqueda.

____________
1 El título de la primera parte de dicha obra
—“La identidad y el bien”— es por demás
revelador de la opción metodológica del
autor. Cfr. Charles Taylor, Fuentes del yo,
Paidós, Buenos Aires, 1989, pp. 17-40.
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rial, incluyendo al cuerpo, como simple extensión Taylor termina su rastreo en Locke, quien
con la que establece una relación de corte mecanicis- a su juicio lleva la autonomía del sujeto a sus
ta y funcional. límites con la concepción del yo puntual
En el nuevo modelo de dominio racional propuesto (punctual self), que se contrapone al yo situa-
por Descartes se encuentra, de acuerdo con Taylor, la do o articulado.
semilla de la razón instrumental, entendida ésta como La clave de esta figura es el hecho de obte-
la clase de racionalidad de la que nos servimos cuan- ner control a través de la desvinculación,
do calculamos la aplicación más económica de los siempre correlativa a la objetivación. El yo
medios a un fin dado, y cuya medida de éxito es “la puntual es el único que posee el poder, un
mejor relación costo-rendimiento”.2 poder que radica en la conciencia, de fijar las
La esencia del quiebre cartesiano en el camino ha- cosas como objetos, en cuyo cajón quedan fi-
cia la interioridad consiste en el hecho de que la ra- nalmente atrapados los demás. En palabras
cionalidad pasa a ser por primera vez propiedad de Rodrigo Martínez, “el respeto y el servicio
interna del pensamiento subjetivo. mutuos se subordinan a las metas individua-
Nos encontramos, sin más, frente al agotamiento les, como la libertad, la seguridad o el mante-
del paradigma del objeto —engendrado en el naci- nimiento de la propia familia. La
miento de la filosofía misma—: en el inicio de un organización social se juzga como algo inhe-
nuevo “metamodelo” en el que la filosofía nave- rentemente instrumental”. 3
garía los siglos de la modernidad: el del sujeto. Taylor concluye su recorrido constatando
Podemos entender a Descartes en el contexto una de las grandes paradojas de la filosofía
de un humanismo renacentista, definido por el moderna: la búsqueda ancestral, por demás
rompimiento con un pasado subordinado a la ardua, de una identidad autónoma construi-
tradición religiosa y por la apuesta a las posibili- da en torno de la subjetividad ha terminado
dades intelectuales y morales del ser humano, de por generar concepciones del hombre prácti-
la que se desprende entre otras cosas la obsesión camente vacías de significado.
renacentista por el método. Junto con la fe en su La modernidad que se inaugura en la cons-
capacidad para orientar su destino, crece en el titución misma del individuo, ligada estrecha-
hombre renacentista la urgencia de disponer de mente a su autonomía moral, culmina en el
un camino para alcanzarlo, así como la de dejar riesgo de un individualismo posesivo, ligado
constancia del mismo. Tal necesidad vital herma- a la razón instrumental, capaz de desnudar-
na extrañamente el Discurso del método con los nos en la carencia de vínculos.
Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola y con El individuo, máxima construcción de la

18 los místicos carmelitanos.


El Renacimiento —y junto con él, Descartes—
identidad moderna, se descubre, en el ocaso
de la modernidad, al borde de un abismo. Lo
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pronuncia el yo de una manera inédita; se le ha acecha el fantasma de un solipsismo intelec-


adjudicado con justicia la autoría misma del indi- tual, pero ante todo moral, capaz de recluirlo
viduo: las obras maestras de su pintura y su es- y en el que puede perderse.4
cultura son, por primera vez, firmadas por sus
autores. La arquitectura, al consolidar la habita-
ción como espacio, conquista finalmente un es- ____________
cenario para la intimidad individual, siempre 3 Rodrigo Martínez Aceves, Charles Taylor: la
amenazante de los espíritus totalitarios. identidad del hombre moderno, Pontificia
En el ámbito de la vida espiritual, tanto la no- Universitas Santae Crucis, Roma, 2004, p. 170.
4 La teoría política del individualismo posesivo de
ción ignaciana de discernimiento como el cues-
Crawford B. Macpherson (Editorial Trotta,
tionamiento reformista del concepto católico de
Madrid, 2005) puede ser vista como una
mediación constituyen manifestaciones de esa amplificación a microscopio del último trecho
misma razón histórica. recorrido por Taylor, que sigue el desarrollo de
los postulados centrales de la tradición liberal
que, nacida en Hobbes, pasa por los levellers y
por Harrington, para llegar a Locke. Además,
coincide en lo esencial con las conclusiones del
canadiense, cuestionando a fondo la sustenta-
____________ bilidad del paradigma del individualismo
2 Charles Taylor, Ética de la autenticidad, p. 40. posesivo: su futuro.
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La alternativa del plural

Junto con la historia del individuo, Va de Descartes a Husserl —pasan- Las virtudes del paradigma del no-
contrastándose con ella, se desarrolla
un paradigma, igualmente occidental,
do por una veintena de autores, in-
cluidos Hume, Kant, Hegel y
sotros, de naturaleza menos estridente
que el individualismo, resaltan muchas
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que, radicalmente asombrado por el Unamuno— analizando los siglos en veces por contraste: cuando este últi-
misterio del otro, reconoce la dimen- que la figura del otro se torna proble- mo entra en crisis, cuando la no sus-
sión relacional como un elemento mática. Se acerca en un segundo mo- tentabilidad del individualismo nos
constitutivo del ser persona: el mode- mento a pensadores preocupados por sume en el hastío, se deja escuchar la
lo del reconocimiento recíproco. contrapuntear el yoísmo moderno: discreta sinfonía de la reciprocidad,
Las convicciones fundamentales de Scheler, Ortega, Heidegger, Sartre, reconfortando nuestra percepción so-
dicha propuesta —la interdependen- Merleau-Ponty y, de manera especial- bre el futuro, enriqueciendo nuestro
cia radical, la posibilidad del encuen- mente brillante, los filósofos del diá- circular repertorio de solistas, alimen-
tro, el sentido comunitario, el ser logo, Marcel, Buber y Jaspers. tando la vocación de quienes creemos
relacional del hombre, la universali- Finalmente, distingue en esa misma que es en la segunda persona del plu-
dad de los derechos humanos, la sección tres figuras fundamentales de ral donde reside la mejor manera de
apuesta por el nosotros—, reconoci- la otredad: el otro como objeto, como pronunciar lo humano. ~
das hoy en declaraciones de consenso persona y como prójimo, desarrollan-
a nivel internacional, resultan tam- do con especial fineza y cuidado los
bién, como es de suponerse, de un pa- temas que dominaron la tercera épo-
ciente y esmerado proceso histórico. ca de su obra: el amor y la amistad.
En su Teoría y realidad del otro, Pe-
dro Laín Entralgo guía un ejem-
plar recorrido a través de dicha
historia. A diferencia del político
canadiense,5 quien, como hemos
dicho, opta por trabajar sólo
cuatro autores, Laín realiza, con
su paciencia de viejo galeno es-
pañol, una auscultación de ca-
rácter casi enciclopédico, a
través de las ideas que occidente
ha desarrollado en torno a la
otredad.6

____________
5 Una nota por demás interesante en
la biografía de Taylor es que son los
cuestionamientos de su actividad
política (entre otras cosas, fue
candidato a primer ministro
canadiense) las que lo hicieron
transitar hacia la filosofía.
6 Pedro Laín Entralgo, Teoría y reali-
dad del otro, Alianza, Madrid, 1983.

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