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En la madrugada del 24 de marzo 1975 los grupos de tareas militares y policiales

de Antonio Bussi realizaron centenares de operativos para allanar domicilios de


funcionarios y dirigentes del peronismo derrocado. Muchos de ellos pasaron años
en las cárceles del “Proceso de Reorganización Nacional”, sometidos a todo tipo
de vejaciones y tormentos antes de recuperar su libertad. Otros, los menos
afortunados, desaparecieron para siempre, asesinados en los campos de
concentración diseminados en todo el territorio tucumano.
La mayor parte de esos dirigentes políticos y gremiales, hasta el día antes de
comenzar sus suplicios, eran abanderados del sector más virulento del gobierno
de Isabel Perón y habían apoyado y aplaudido la Operación Independencia, que
desde hacía más de un año ensangrentaba la provincia. Sus discursos y
declaraciones los mostraban como halcones de una cruzada anticomunista, en
muchos casos más agresivos que los propios militares.
La Operación Independencia, fue el comienzo de la aplicación de la doctrina de
seguridad nacional: los enemigos a aniquilar fueron los sectores más esclarecidos
y luchadores del movimiento popular y estudiantil. Desde ese día, las fuerzas de
tareas y los grupos operativos encapuchados, bajo las órdenes de un militar
alienado, el general Adel Vilas, instalaron el terror en el pequeño territorio
tucumano y sembraron de cadáveres los campos, los caminos y las plazas
provinciales.
Dos campos de concentración –Jefatura de Policía y Escuelita de Famaillá- fueron
las bases desde las cuales operaron día y noche las patotas, secuestrando,
torturando y asesinando a miles de tucumanos.
Un par de días antes de lanzarse la Operación Independencia, el intendente de
San Miguel de Tucumán, Carlos María Torres, acompañado de Vilas, inauguró
una plazoleta que bautizó con el nombre del extinto capitán Humberto Viola,
ejecutado por el ERP el 1 de diciembre de 1974
Apenas iniciadas las “acciones” militares (secuestros, torturas, asesinatos,
desapariciones), las dirigencias políticas y gremiales del peronismo gobernante se
lanzaron a una competencia para mostrar quién era más duro contra “el
extremismo y la subversión”. El gobernador de la provincia, Amado Juri, afirmaba
el 12 de febrero que “la intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la
subversión apátrida (…) ha encontrado el apoyo y la solidaridad del pueblo y el
gobierno”.
La burocracia sindical peronista también jugó un papel significativo en la
construcción del enemigo, Hay que destacar que la dirigencia gremial peronista en
pleno comprometió su apoyo a Vilas en una reunión efectuada en la Casa de
Gobierno, lo que se concretó a través de denuncias y delaciones y de su seno
salieron matones que integraron las patotas secuestradoras.
El Partido Justicialista, con motivo de la festividad del 25 de Mayo de 1975, publica
una solicitada en los diarios locales. En ella se refiere a “minúsculos grupos de
extraviados” y elogia el accionar militar “para erradicar de nuestro suelo a los
elementos apátridas que intentan cambiar la gloriosa y pura enseña celeste y
blanca por un trapo cualquiera”.
Como desde el primer día de la Operación Independencia se denunciaba y se
conocían las arbitrariedades y los crímenes de los militares, el gobernador Juri
salió al cruce de quienes trataban de oponerse al genocidio, acusándolos: “la más
enérgica repulsa por el tremendo desprecio que han demostrado hacia
fundamentales derechos humanos aquellos que declaman y reclaman esa
protección”. Además, se pronuncia por “erradicar definitivamente del territorio
nacional a la violencia subversiva, apátrida y criminal”.
El peronismo tucumano en el poder compartía muchas cosas con el criminal jefe
de la Operación Independencia. Entre otras, la pertenencia a ese sector político.
Vilas se reivindicaba peronista y había accedido al generalato y a la comandancia
de la Operación gracias a sus vinculaciones en el seno del peronismo. Desde el
comienzo de las acciones, el 9 de febrero, el Comando Táctico de Famaillá fue
escenario de reuniones diarias de Vilas con lo más granado del peronismo
tucumano, a tal punto que muchos dirigentes se sentían honrados y exhibían
orgullosos su vínculo con el jefe de la Operación Independencia. No sólo eso:
numerosos dirigentes visitaron la Escuelita de Famaillá, donde según el propio
Vilas entre febrero y diciembre fueron atormentados 1567 tucumanos, la mayoría
de los cuales fueron asesinados.
Cuando Videla, Viola y compañía resolvieron desembarazarse de Vilas y
anunciaron su desplazamiento de la jefatura de la Operación Independencia, el
peronismo tucumano en pleno –políticos y sindicalistas- clamaron por su
continuidad en el mando. Y cuando se confirmó la partida, lo condecoraron. La
gobernación, con Juri a la cabeza y las Cámaras de Diputados y Senadores le
colocaron medallas de honor como premio a su desembozada criminalidad.
La madrugada del 24 de marzo el gobernador Juri y todos sus ministros y
secretarios fueron llevados a los empujones a la Casa de Gobierno. Allí fueron
obligados, en medio de insultos e improperios, a hacer entrega del poder. Algunos
no habían tenido el tiempo ni el derecho a vestirse completamente, al ser
arrancados de sus camas. Juri pasó un par de años en la Cárcel de Villa Urquiza,
de donde salió con un inmerecido prestigio democrático.Los senadores Dardo
Molina, Guillermo Vargas Aignasse y Damián Márquez fueron secuestrados y
nunca más aparecieron. Ninguno de ellos podía ser acusado de la más mínima
simpatía con la izquierda, mucho menos con “la subversión”.El intendente de San
Miguel de Tucumán, Carlos María Torres fue detenido, maltratado y encarcelado
durante tres años.
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Por: Marcos Taire (especial para ARGENPRESS.info)
Fecha publicación: 19/03/2008

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