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El segundo sexo

El segundo sexo

de Simone de Beauvoir

Género Filosofía

Tema(s) Feminismo

Idioma Francés

Título original Le Deuxième Sexe

Fecha de 1950
publicación

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El segundo sexo (Le Deuxième Sexe) es un libro escrito en 1949 por Simone de Beauvoir. Fue un
rotundo éxito de ventas. Su autora comenzó a escribirlo cuando reflexionó sobre lo que había
significado para ella el ser mujer. Comenzó a investigar acerca de la situación de las mujeres a lo
largo de la historia y escribió este extenso ensayo que aborda cómo se ha concebido a la mujer, qué
situaciones viven las mujeres y cómo se puede intentar que mejoren sus vidas y se amplíen sus
libertades.
Es una de las obras fundacionales del Feminismo y utiliza los conceptos existencialistas para
indagar acerca de la vida de la mitad de la humanidad. También es considerada una obra
enciclopédica, pues aborda la identidad de las mujeres y la diferencia sexual desde los puntos de
vista de la psicología, la historia, la antropología, la biología, la reproducción y la relación afectivo-
sexual.
La teoría principal que sostiene Beauvoir es que "la mujer", o más exactamente lo que entendemos
por mujer (coqueta, cariñosa, etc.) es un producto cultural que se ha construido socialmente. La
mujer se ha definido a lo largo de la historia siempre respecto a algo: como madre, esposa, hija,
hermana... Así pues, la principal tarea de la mujer es reconquistar su propia identidad específica y
desde sus propios criterios. Muchas de las características que presentan las mujeres no les vienen
dadas de su genética, sino de cómo han sido educadas y socializadas. La frase que resume esta
teoría es muy célebre: "No se nace mujer: llega una a serlo". 1
Tras escribir este ensayo y recibir multitud de cartas escritas por mujeres diciendo que ahora
comprendían mejor sus vidas, la filósofa se dio cuenta de que hacía falta un cambio social y
político, por lo que se hizo feminista. El segundo sexo es considerado hoy como la obra principal de
referencia de la corriente denominada feminismo de la equidad.
Índice

Algunos elementos[editar]
Este ensayo de casi un millar de páginas apareció por primera vez en París con el sello
de Gallimard y aún perduran los ecos de la exitosa resonancia y de algunas controversias que
provocó. El lenguaje que lo muestra y aspectos que lo caracterizan son de cuño existencialista.
Como quedó señalado, la obra aspira a manejar una pluralidad de registros que van desde lo
biológico, lo psicoanalítico, pasando por lo histórico y lo marxista. La mira es puesta en principio,
desde lo exterior, en particular desde la mirada masculina. Y a renglón seguido se desplaza hacia
una descripción interna de la infancia de la mujer, de su iniciación sexual, de la época de madurez y
por último de la ancianidad.
Se pasa luego a considerar y describir a la mujer en situación. Y desfilan entonces la madre, la
prostituta, la lesbiana, la narcisista, la enamorada, la mística... El propósito o hilo de conducción es
destacar todo lo que en las diferentes circunstancias llevan a creer en la inferioridad de la mujer y en
los efectos que la internalización de esta creencia promueve en lo que concierne a sus elecciones
vitales, sea la de contraer matrimonio o abandonar una carrera antes emprendida. Por otro lado se
explica que, en un mundo en el que predominase la igualdad de los sexos, tanto hombres como
mujeres estarían contribuyendo a la propia liberación del propio sexo. Ya que si la mujer tuviese
claramente definidos sus propios objetivos, se focalizaría menos sobre el hombre y ante el hecho de
una menor constricción éste obtendría una mayor libertad.
El trabajo avanza mediante la indagación a los más creíbles estudiosos de los temas sin distinción
de sexo, sean médicos, psicólogos, novelistas y, al mismo tiempo, busca que las mujeres se abran
declarando sus experiencias, sea en el ámbito del amor o en otros. A esta altura comienza a
sostenerse la necesidad de la integración social de lo femenino, con los mismos derechos que los
hombres y con los mismos deberes, y con todas las conquistas que todo ello comporta: igualdad en
los salarios, posibilidad de control de los nacimientos, acceso legalizado al aborto y a todos los
reconocimientos civiles, políticos, jurídicos que han poseído y poseen los hombres.
El trabajo se abre con una introducción y es seguida de tres secciones: Destino, Historia y Mitos. Se
cierra con una conclusión.

Otros contenidos relevantes[editar]


En el momento de escribir su ensayo la autora tenía cuarenta y un años. Por detrás estaban los
atisbos esporádicos de lucha feminista, sea del siglo anterior o del precedente, como el de la
inglesa Mary Wollstonecraft. En el Siglo XX será Simone de Beauvoir la que reinicie la lucha, con
las diversas armas de los nuevos tiempos.
Como todo trabajo renovador, pone aparte de las altas resonancias positivas, como quedó reseñado,
hubo que disuadir y combatir los enfoques negativos en las controversias desatadas. Lo que la
autora quiere dejar bien puntualizado es el rol inferiorizado que la mujer ha
cumplido históricamente. Sea en el amplio marco de la comunidad global, o en el más estrecho de
la vida familiar. Se busca señalar que a lo largo de los tiempos los hombres han procurado regir
solos el mundo, abandonando a la mujer a la tentación de consagrarse por completo a los
quehaceres de la vida matrimonial y al cuidado de los hijos. Esta situación se pudo sostener por una
creencia: la internalización femenina de la propia incapacidad. Y la otra: la creencia de que
quedarse soltera la habría de poner en riesgos económicos o sociales. A este respecto, toda la
comunidad en los diversos momentos de la historia ha reafirmado la inferioridad femenina y la
necesidad de que tener una familia y un marido contribuirían a completar su ser "carenciado".
El matrimonio y los hijos son obra de hombres y mujeres, pero en conjunto son tareas que siempre
han comportado mayores responsabilidades para ellas que para los hombres. Tal rol las ha atado y
les ha impedido pensar en una realización fuera del hogar. La responsabilidad de esta situación
histórica de hecho no es sólo de las mujeres. Los dos sexos han contribuido para que se sostuviera.
Y así como las mujeres no deberían abandonar sus cometidos específicos y propios, los hombres
deberían comprender que deberían restarse de la presión expresa o implícita para que lo hiciese.
Categóricamente se establece, y no está de más remarcarlo, que en un mundo de iguales, ambos
sexos se beneficiarían. Sólo tal igualdad y la liberación posibilitarán papeles social y político de
mayor envergadura, de la mujer.

Los dos tomos de “El Segundo Sexo” publicado por Simone de Beauvoir en 1949, se convirtió en
uno de los libros de cabecera del neofeminismo y provocó una gigantesca polémica en la época.
Simone se para desde el existencialismo, niega todo determinismo y ve en la mujer un puro ser
siendo. “Las ciencias biológicas y sociales ya no creen en la existencia de entidades
inmutablemente fijas que definirían caracteres determinados, tales como los de la mujer” , dice
Simone en la introducción de su libro.
No existe el Eterno femenino, así como tampoco el alma negra o el carácter judío. No obstante, esto
no autoriza a pensar que nos aproximamos a una época en la que la palabra mujer pierde sentido.
Para el existencialismo el ser tiene el sentido dinámico que le otorgara Hegel: “ser es haber
devenido”.
Por lo tanto, la mujer, como el negro y el judío, tiene la capacidad de constituirse a si misma en la
historia.
Ahora bien, pareciera que la mujer, desde el comienzo de la historia se ha dejado definir por el
hombre, ha hecho suyo el rol de absoluta pasividad.
“la humanidad es macho- dice Simone-, y el hombre define a la mujer no en si misma sino en
relación a él”.
Esto es, la define como alteridad. Él es sujeto, es lo esencial, lo absoluto y ella es lo Otro, lo
inesencial, lo dependiente. La mujer es Eva que surge de la costilla de Adan y es un hombre
incompleto para Aristóteles, o fallido y ocasional para Tomas de Aquino; incluso para teorías casi
contemporánea como el psicoanálisis, la mujer se define como hombre mutilado (carece de falo).
El punto aquí es que todo vínculo se establece a partir de la interacción. Simone esta pensando a
partir de la dialéctica amo- esclavo de Hegel.
El hombre se posiciona como sujeto, como autoconciencia, ante la mujer, a la que ve como otro,
como un en si, un objeto. Y la mujer, a lo largo de la historia experimenta este lazo que la une al
hombre sin exigir reciprocidad alguna. Esto implica, que la mujer se asume como Otro porque se
somete el punto de vista extraño. Ante esto Simone se pregunta: “¿De donde le viene a la mujer esta
sumisión?”.
Lo que intenta demostrar en “El Segundo Sexo” es que, aunque a veces nos veamos propensos a
naturalizar, no hay una condición natural que desafíe el cambio. La relación de dominación entre el
varón y la mujer, es mucho más compleja que cualquier otro tipo de dominación, pero esto se debe,
básicamente, a que está mucho más arraigada a la historia de la humanidad.
La discriminación a los negros, a los indígenas, a los judíos, o la lucha del proletariado, son
fenómenos que resulta más simple ubicar en la historia. Por el contrario, por mucho que nos
remontemos en el tiempo, siempre veremos a las mujeres subordinadas a los hombre, su
dependencia parece escapar al carácter accidental del hecho histórico.
De esta manera, Simone identifica ciertos aspectos que si bien no la determinan, han condicionado a
la mujer, de forma tal que han hecho posible que se sitúe como un ser inferior. El primer aspecto
que cabe mencionar es el cuerpo.
Fisiológicamente la mujer es hembra y como tal cumple determinadas funciones que garantizan el
devenir de la especie. Así, la mujer durante toda su vida, pero principalmente desde la pubertad
hasta la menopausia, se ve obligada a renunciar a sus metas individuales para servir a la especie.
Simone ve con disgusto las limitaciones que el cuerpo le impone a la mujer y que coartan su
independencia. Las mujeres, dice, “encierran en su interior un elemento hostil: la especie que las
roe” .
Considera que biológicamente se ve sujeta a una historia que se desarrolla en ella pero que no la
concierne personalmente. Así, por ejemplo, habla de la gestación como una labor fatigosa que no le
ofrece a la mujer ningún beneficio individual. La mujer, para Simone, experimenta su cuerpo como
“una cosa opaca y enajenada”.
No niega que la mujer (como el hombre) es su cuerpo, pero a la vez agrega: “su cuerpo es algo
distinto de ella misma” .
En este punto me atrevo a considerar que la mujer es su cuerpo, porque su existir esta
necesariamente vinculado a este. Sin cuerpo no hay vida. Ahora bien, pareciera que el yo va mucho
más allá del cuerpo e incluso puede oponerse a él, pues Simone dice que la subordinación de la
mujer a los mandatos del cuerpo hacen que esta se sienta (y es la única hembra mamífera que
experimenta esta sensación) profundamente alienada.
El cuerpo no es determinante porque en tanto “instrumento de nuestro asidero en el mundo, este se
presenta de manera muy distinta según sea asido de un modo u otro”.
El sentido que se le adjudica al cuerpo constituye un aspecto de la construcción de la realidad.
La situación de inferioridad de la mujer, se constituye, para Simone, en la conjugación de las
limitaciones biológicas del género con las necesidades que los primeros grupos humanos
presentaron.
Explica Simone:“La primera y la peor maldición que pesa sobre la mujer es hallarse excluida de las
expediciones guerreras; no es dando la vida, sino arriesgando la propia, como el hombre se eleva
sobre el animal; por ello en la Humanidad se acuerda la superioridad, no al sexo que engendra, sino
al que mata”.
Al parecer, en la historia del hombre, ha pesado más para la supervivencia la mano de obra, o sea, la
producción, que la reproducción. Así, la mujer, dado sus continuos embarazos y su escasa fuerza
física se ve confinada al hogar mientras el hombre caza, pesca, guerrea...
De este modo, aún durante los matriarcados, la sociedad siempre ha sido masculina. Cuando se
honra la fecundidad y se adoran deidades femeninas vinculadas a la tierra o al mar, el hombre sigue
siendo el amo de la mujer, del mismo modo que es amo de la tierra fértil: “la mujer esta destinada a
ser sometida, poseída, explotada, como lo es también la naturaleza”.
En el recorrido histórico que realiza Simone, en el que pone en evidencia el lugar que la sociedad le
fue adjudicando a al mujer, (lugar básicamente representado por los roles de madre y esposa sumisa,
es decir por una pasividad casi absoluta, por el silencio y la irresponsabilidad a la que la reducía el
paternalismo ejercido por los hombres) figuran escasos ejemplos de reivindicación femenina, hasta
que acontecen como hitos fundamentales la revolución industrial y la revolución francesa.
A partir de la primera “la mujer reconquista una importancia económica que había perdido desde las
épocas prehistóricas, ya que se escapa del hogar y desempeña en la fábrica una parte específica en
la producción.
Es la máquina la que permite esta revolución, puesto que la diferencia de fuerza física entre
trabajadores masculinos y femeninos se encuentra anulada”.
Simone sigue a Engels y considera que la suerte de la mujer se ve ligada a la propiedad privada.
Solo en el socialismo, que hace del trabajo la liberación, la mujer adquirirá independencia.
No obstante, para que la mujer pudiera salir de su casa y dedicarse al trabajo (lo cual en si no es una
liberación, dadas las condiciones en que se trabaja) fueron necesarios una larga serie de avances
médicos y científicos que hicieron posible que la mujer adquiera cada vez más control de su cuerpo,
que pueda reducir el número de embarazos, y de este modo, integrarlos racionalmente en su vida.
En palabras de Simone:”la mujer, en el curso del siglo XIX, se emancipa de la naturaleza, conquista
el dominio de su cuerpo. Sustraída en gran parte a las servidumbres de la reproducción, puede
asumir el papel económico que se le ofrece”.
De este modo, en el capitalismo moderno, “el individuo va a afirmarse así contra el grupo [...] el
divorcio florecerá, y marido y mujer no aparecen ya sino como asociados provisionales”.
Por otra parte la Revolución francesa va a implicar la vanguardia respecto al reclamo de derechos
políticos y civiles de las mujeres. Las demandas de este tiempo solo tendrán eco un siglo después.
De este modo se puede citar la “Declaración de los Derechos de la Mujer” propuesta en 1789 por
Olympe de Gouges, luchadora que terminó en el cadalso.

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Simone de Beauvoir (París, 9 de enero de 1908-ibidem, 14 de abril de 1986) fue una escritora,
profesora y filósofa francesa defensora de los derechos humanos y feminista.1 Escribió novelas,
ensayos, biografías y monográficos sobre temas políticos, sociales y filosóficos. Su pensamiento se
enmarca en la corriente filosófica del existencialismo2 y su obra El segundo sexo, se considera
fundamental en la historia del feminismo.3 Fue pareja del también filósofo Jean Paul Sartre.4

Juventud[editar]

Nació en el piso familiar, situado en el parisino bulevar Raspail de París en el marco de una familia
burguesa con moral cristiana muy estricta. Era hija de Georges Bertrand de Beauvoir, que trabajó un
tiempo como abogado y era un actor aficionado, y de Françoise Brasseur, una mujer profundamente
religiosa. Ella y su hermana pequeña Poupette con quien mantuvo siempre una estrecha relación,
fueron educadas en colegios católicos.1 Fue escolarizada desde sus cinco años en el Cours Désir,
donde solía enviarse a las hijas de familias burguesas. Su hermana menor, Hélène (conocida con el
apodo de Poupette), la siguió dos años más tarde.

Desde su niñez, De Beauvoir destacó por sus habilidades intelectuales, que hicieron que acabase
cada año primera de su clase. Compartía brillantez escolar con Elizabeth Lacoin (llamada Zaza en la
autobiografía de De Beauvoir), que se convirtió rápidamente en su mejor amiga.

Desde adolescente, por otro lado, se rebelaría contra la fe familiar declarándose atea y considerando
que la religión era una manera de subyugar al ser humano.1

Después de la Primera Guerra Mundial, su abuelo materno, Gustave Brasseur, entonces presidente
del Banco de la Meuse, presentó la quiebra, lo que precipitó a toda la familia en el deshonor y la
vergüenza. Como consecuencia de esta ruina familiar, los padres de Simone se vieron obligados a
abandonar la residencia señorial del bulevar Raspail y a trasladarse a un apartamento oscuro,
situado en un quinto piso sin ascensor en la calle de Rennes. Georges de Beauvoir, que había
planeado vivir con el dinero de su esposa y de su familia, vio sus planes defraudados. La culpa que
sintió entonces Françoise no la abandonó nunca a lo largo de su vida y la dote desaparecida se
convirtió en una vergüenza familiar.

La pequeña Simone sufrió de la situación, y vio cómo las relaciones entre sus padres se
deterioraban poco a poco. Hecho importante en el nacimiento de las ideas políticas feministas de
Simone, toda su infancia será marcada por el hecho de haber nacido mujer: su padre no le escondió
el hecho de que hubiese deseado un hijo, con el sueño de que hubiese cursado estudios en la
prestigiosa Escuela Politécnica de París. Muchas veces le comentó a Simone: «Tienes un cerebro de
hombre» de Beauvoir, Simone (1959). Silvina Bullrich, ed. Memorias de una joven formal (1967
edición). Apasionado por el teatro, que practicaba como aficionado, compartía este gusto con su
esposa y sus hijas, junto con su amor por la literatura. Georges de Beauvoir le indicó a menudo a
Simone que, para él «el oficio más bonito es el de escritor»[cita requerida]. Con su esposa,
compartía la convicción de que, dada la mediocre condición económica en la que se hallaba la
familia, la única esperanza de mejora social para sus dos hijas eran los estudios.

Los De Beauvoir veranearon a menudo en Saint-Ybard, en la propiedad de Mayrignac situada en


Correze. El parque, fundado alrededor de 1880 por su abuelo, Ernest Bertrand de Beauvoir, fue
adquirido a principios de siglo XIX por el bisabuelo, Narcisse Bertrand de Beauvoir. De Beauvoir
narró estos tiempos felices en sus Memorias de una joven formal. El contacto con la naturaleza y los
largos paseos solitarios por el campo hicieron surgir en el espíritu de la joven Simone la ambición
de un destino fuera de lo común.

Con solamente quince años, ya estaba decidida sobre la forma de este destino: quería ser escritora.
Tras haber aprobado el bachillerato en 1925, De Beauvoir empezó sus estudios superiores en el
Instituto Católico de París, institución religiosa privada a la que solían asistir las muchachas de
buena familia. Allí completó su formación matemática, mientras que ampliaba su formación
literaria en el Instituto Sainte-Marie de Neuilly. Tras su primer año universitario en París, logró
obtener certificados de matemáticas generales, literatura y latín. En 1926, se dedicó a estudiar
filosofía y obtuvo en junio de 1927 su certificado de filosofía general. Tras estas certificaciones,
acabó licenciándose en letras, con especialización en filosofía, en la primavera de 1928, tras haber
aprobado también unas certificaciones de ética y de psicología. Sus estudios universitarios
concluyeron en 1929 con la redacción de una tesina sobre Leibniz, culminación de sus estudios
superiores.1

La profesora[editar]

Tras haber sido profesora agregada de filosofía en 1929, De Beauvoir, o Castor, apodo que le dio su
amigo Herbaud y que Sartre siguió usando, en un juego de palabras entre «Beauvoir» y beaver, en
inglés,5 se preparó para ser profesora titular. Su primer destino fue Marsella. Sartre obtuvo a su vez
un puesto en Le Havre en marzo de 1931 y la perspectiva de separarse de él destrozó a De Beauvoir.
Para que pudiesen ser nombrados en el mismo instituto, Sartre le propuso que se casasen a lo que
ella se negó. En La fuerza de las Cosas, explicó el porqué:

Tengo que decir que no pensé en aceptar aquella propuesta ni un segundo. El matrimonio multiplica
por dos las obligaciones familiares y todas las faenas sociales. Al modificar nuestras relaciones con
los demás, habría alterado fatalmente las que existían entre nosotros dos. El afán de preservar mi
propia independencia no pesó mucho en mi decisión; me habría parecido artificial buscar en la
ausencia una libertad que, con toda sinceridad, solamente podía encontrar en mi cabeza y en mi
corazón.

De la misma forma, Beauvoir decidió no tener hijos.4 El año siguiente, logró acercarse a Sartre al
ser trasladada a Ruán, donde conoció a Colette Audry, que ejercía también de profesora en el mismo
liceo. Mantuvo relaciones amorosas con algunas de sus alumnas, entre ellas, Olga Kosakiewitcz y
Bianca Bienenfeld: el pacto que la unió a Sartre le permitía conocer estos “amores contingentes”.
También mantuvo una breve relación con un alumno de Sartre, apodado “el pequeño Bost,6 futuro
marido de Olga. Sartre también cortejó a la muchacha, sin conseguir conquistarla.

Este grupo de amigos, que se llamaban entre ellos «la pequeña familia», permaneció unido hasta la
muerte de sus miembros, pese a las tensiones ligeras o a los conflictos más serios que atravesaron.
Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, la pareja Sartre-De Beauvoir fue destinada a París. De
1936 a 1938, De Beauvoir enseñó en el liceo Molière, del que fue despedida tras haber entablado
una relación amorosa con Bianca Bienenfeld, una de sus alumnas[cita requerida].

Las editoriales Gallimard y Grasset rechazaron su primera novela, Primaldad de lo espiritual, escrita
entre 1935 y 1937, que se publicó tardíamente en 1979 con el título Cuando predomina lo espiritual.
La Invitada se publicó en 1943; en esta novela, la escritora describía, mediante personajes ficticios,
la relación entre Sartre, Olga y ella misma, a la vez que elaboraba una reflexión filosófica sobre la
lucha entre las consciencias y las posibilidades de la reciprocidad. Fue un éxito editorial inmediato
que la llevó a ser suspendida en junio de 1943 de la Educación Nacional, tras la presentación de una
denuncia por incitación a la perversión de personas menores en diciembre de 1941 por la madre de
Nathalie Sorokine, una de sus alumnas. Se la reintegró como profesora tras la Liberación; durante la
Ocupación trabajó para la radio libre francesa («Radio Vichy»), donde organizó programas
dedicados a la música.

La escritora comprometida[editar]

Con Sartre, Raymond Aron, Michel Leiris, Maurice Merleau-Ponty, Boris Vian y otros intelectuales
franceses de izquierda, fue la fundadora de una revista, Les Temps Modernes, que pretendía
difundir la corriente existencialista a través de la literatura contemporánea. De forma paralela,
continuó sus producciones personales: tras la publicación de varios ensayos y novelas donde
hablaba de su compromiso con el comunismo, el ateísmo y el existencialismo, consiguió
independizarse económicamente y se dedicó plenamente a ser escritora. Viajó por numerosos países
(EE. UU., China, Rusia, Cuba...) donde conoció a otras personalidades comunistas como Fidel
Castro, Che Guevara, Mao Zedong o Richard Wright. En los Estados Unidos, entabló una relación
pasional con el escritor americano Nelson Algren con quien mantuvo una intensa relación epistolar,
llegando a intercambiar unas trescientas cartas.

Su consagración literaria tuvo lugar el año 1949: la publicación de El segundo sexo, del que se
vendieron más de veintidós mil ejemplares en la primera semana, causó escándalo y fue objeto de
animados debates literarios y filosóficos. La Santa Sede, por ejemplo, se mostró contraria al ensayo.
François Mauriac, que siempre tuvo animosidad hacia la pareja, publicó en Les Temps Modernes un
editorial que creó polémica al afirmar: «ahora, lo sé todo sobre la vagina de vuestra jefa». El
segundo sexo se tradujo a varios idiomas: en los Estados Unidos, se vendieron un millón de
ejemplares, y se convirtió en el marco teórico esencial para las reflexiones de las fundadoras del
movimiento de liberación la mujer. De Beauvoir se convirtió en precursora del movimiento
feminista al describir a una sociedad en la que se relega a la mujer a una situación de inferioridad.
Su análisis de la condición femenina, en ruptura con las creencias existencialistas, se apoya en los
mitos, las civilizaciones, las religiones, la anatomía y las tradiciones. Este análisis desató un
escándalo, en particular el capítulo dedicado a la maternidad y al aborto, entonces equiparado al
homicidio. Describía el matrimonio como una institución burguesa repugnante, similar a la
prostitución en la que la mujer depende económicamente de su marido y no tiene posibilidad de
independizarse.

Los Mandarines, publicado el 1954, marcó el reconocimiento de su talento literario por la


comunidad intelectual: se le otorgó por esta novela el prestigioso Premio Goncourt. De Beauvoir era
por entonces una de las escritoras con más lectores a nivel mundial. En esta novela, que trata de la
posguerra, expuso su relación con Nelson Algren, aunque siempre a través de personajes ficticios.
Algren, celoso, ya no aguantaba más la relación que unía a De Beauvoir y Sartre: la ruptura entre
ella y Algren demostró la fuerza del lazo que unía a los dos filósofos, y la de su pacto.
Posteriormente, de julio de 1952 a 1959, De Beauvoir vivió con Claude Lanzmann.

A partir de 1958, emprendió la escritura de su autobiografía, en la que describe el mundo burgués en


el que creció, sus prejuicios, sus tradiciones degradantes y los esfuerzos que llevó a cabo para
deshacerse de ellos pese a su condición de mujer. También relata su relación con Sartre, que calificó
de éxito total. Pese a todo y a la fuerza del lazo pasional que aún los unía, ya no eran una pareja en
el sentido sexual, aunque De Beauvoir se lo hiciese creer a sus lectores.

En 1964, publicó Una muerte muy dulce, que relata la muerte de su madre: Sartre consideró
siempre que éste fue el mejor escrito de De Beauvoir. La eutanasia o el luto forman el núcleo de
este relato cargado de emoción. A lo largo de su luto, a la escritora le acompaña una muchacha que
conoció entonces: Sylvie Le Bon, estudiante en filosofía. La relación que unió a las dos mujeres era
ambigua: madre-hija, de amistad o de amor. En su cuarto escrito autobiográfico, Final de cuentas,
De Beauvoir declaraba que compartió con Sylvie el mismo tipo de relación que la unió, cincuenta
años antes, a su mejor amiga Zaza. Sylvie Le Bon fue adoptada oficialmente como hija por la
escritora, y se la nombró heredera de su obra literaria y de sus bienes.

Muerte de Sartre y últimos años[editar]

Tras la muerte de Sartre en 1980, publicó en 1981 La ceremonia del adiós, donde relató los diez
últimos años de vida de su compañero sentimental: los detalles médicos e íntimos de la vida del
filósofo fueron mal recibidos por muchos de sus seguidores. Este texto se completó con la
publicación de sus conversaciones con Sartre grabadas en Roma entre agosto y septiembre de 1974.
En estos diálogos, Sartre reflexionaba sobre su vida y expresaba algunas dudas sobre su producción
intelectual. Al publicar estas conversaciones íntimas, De Beauvoir pretendió demostrar cómo su
difunta pareja había sido manipulada por el filósofo y escritor francés Benny Lévy: éste hizo que
Sartre reconociera una cierta «inclinación religiosa» en el existencialismo, pese a que Sartre y los
demás existencialistas hubiesen proclamado siempre que el ateísmo era uno de sus pilares. Para De
Beauvoir, Sartre ya no disponía de la plenitud de sus capacidades intelectuales cuando había
sostenido este debate con Lévy y no estaba en situación de enfrentarse a éste filosóficamente. En
estos textos que desvelan la vida de Sartre, también dejó ver lo mala que fue su relación con la hija
adoptiva de Sartre, Arlette Elkaïm-Sartre. Concluye La Ceremonia del adiós con la frase siguiente:
«Su muerte nos separa. Mi muerte no nos reunirá. Así es; ya es demasiado bello que nuestras vidas
hayan podido juntarse durante tanto tiempo».
De 1955 a 1986, residió en el número 11bis de la calle Victor-Schœlcher de París, donde murió
acompañada de su hija adoptiva y de Claude Lanzmann. Se la enterró en el cementerio de
Montparnasse de la capital francesa, en la división 20, al lado de Sartre. Simone de Beauvoir fue
enterrada llevando en su mano el anillo de plata que le regaló su amante Nelson Algren al despertar
de su primera noche de amor.

Relaciones personales[editar]

A lo largo de su período universitario en París, Simone de Beauvoir conoció a otros jóvenes


intelectuales, entre ellos Jean-Paul Sartre, que calificó con admiración de genio. Una relación mítica
nació entre los dos filósofos, que sólo acabó con la muerte de Sartre. Simone será su «amor
necesario», en oposición a los «amores contingentes» que los dos conocerán de forma paralela: un
pacto de polifidelidad, que renovaban cada dos años, se estableció entre ellos a partir de 1929, más
o menos un año tras su encuentro. Ambos cumplieron este pacto filosófico: él tuvo muchos amores
contingentes, ella no tantos. El clímax de la carrera universitaria de la pareja sucedió en 1929,
cuando Sartre y De Beauvoir se presentaron al concurso de la agregación de filosofía, que ganó él
mientras ella quedaba en segundo puesto.

Pese a este éxito, la muerte repentina de su amiga Zaza el mismo año causó un gran sufrimiento a la
filósofa. De Beauvoir, criada por una madre religiosa, perdió su fe cristiana con catorce años, tal
como relató en sus Memorias de una joven formal:7 años antes de sus estudios filosóficos, la joven
se había emancipado de su familia y de sus valores burgueses.

El encuentro con Sartre supone para De Beauvoir el comienzo de una vida de permanente diálogo
intelectual con un interlocutor privilegiado de un nivel que ella definía como mayor al suyo, al
menos al inicio de la relación. Sartre y De Beauvoir no se separaron desde que se conocieron, ni
durante la separación de ésta de su familia. Su relación perduró hasta la muerte de Sartre. Sin
embargo, nunca se casaron ni vivieron bajo el mismo techo. Ambos vivieron en completa libertad,
practicando el poliamor y sintiéndose felices con el lazo que habían creado entre ellos. Este
esquema relacional novedoso se cimentaba en el rechazo profundo y visceral del modo de vida
burgués.

Simone se creía única, pero ante Sartre tuvo que reconocer: «Era la primera vez en mi vida que yo
me sentía intelectualmente dominada por alguno». Decidieron unir sus vidas, pero en un amor libre
porque ni De Beauvoir ni Sartre aceptaban el matrimonio:

Sartre no tenía la vocación de la monogamia; le gustaba estar en compañía de las mujeres, a las que
encontraba menos cómicas que los hombres; no comprendía, a los veintitrés años, el renunciar para
siempre a su seductora diversidad.[cita requerida

De todos modos ella lo amó y lo aceptó tal como era. Sartre propuso la fórmula de su relación:
«Entre nosotros se trata de un amor necesario, pero conviene que también conozcamos amores
contingentes».[cita requerida] En La Habana, Cuba, cuando visitan a Fidel Castro y se reúnen con
Che Guevara, este último les manifiesta a ambos que su amor es un amor revolucionario.[cita
requerida]
Obra literaria[editar]

Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana de París, vivió en la ciudad tomada
escribiendo su primera novela, La invitada (1943), donde exploró los dilemas existencialistas de la
libertad, la acción y la responsabilidad individual, temas que abordó igualmente en novelas
posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954), novela por la que recibió
el Premio Goncourt.1

En 1945 junto a Jean Paul Sartre y otros eruditos del momento fundaron la revista Tiempos
Modernos

Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen
también en una serie de obras autobiográficas, cuatro en total, entre las que destacan Memorias de
una joven de buena familia (también conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y Final
de cuentas (1972). Sus obras ofrecen una visión sumamente reveladora de su vida y su tiempo.

Entre sus ensayos destaca El segundo sexo (1949), un análisis sobre el papel de las mujeres en la
sociedad y la construcción del rol y la figura de la mujer; La vejez (1970), centrada en la situación
de la ancianidad en el imaginario occidental y en donde criticó su marginación y ocultamiento, y La
ceremonia del adiós (1981), polémica obra que evoca la figura de su compañero de vida, Jean Paul
Sartre.

Además de sus aportaciones en el feminismo cabe destacar sus reflexiones sobre la creación
literaria, sobre el desarrollo de la izquierda antes y después de la Segunda Guerra Mundial, sobre el
dolor y la percepción del yo, sobre los linderos del psicoanálisis y sobre las premisas profundas del
existencialismo.

Feminismo[editar]

Simone de Beauvoir definió el feminismo en 1963 como una manera de vivir individualmente y una
manera de luchar colectivamente, explica la doctora en filosofía, Teresa López Pardina, una de las
principales especialistas en la figura de la escritora y filósofa francesa.9

No se nace mujer, se llega a serlo[editar]

Artículo principal: El Segundo Sexo

Beauvoir sostiene que "la mujer" o lo que entendemos por mujer es un producto cultural que se ha
construido socialmente. Denuncia que la mujer se ha definido a lo largo de la historia siempre
respecto a algo (como madre, esposa, hija, hermana) y reivindica que la principal tarea de la mujer
es reconquistar su propia identidad específica y desde sus propios criterios. Las características que
se identifica en las mujeres no les vienen dadas de su genética, sino por cómo han sido educadas y
socializadas. Como resumen de este pensamiento escribió una de sus frases más célebres: "No se
nace mujer, se llega a serlo"

Una voz solitaria denunciando la situación de las mujeres[editar]


En 1949 cuando publicó El Segundo Sexo era una voz solitaria en la sociedad occidental en la que
tras el movimiento sufragista y la obtención del derecho al voto femenino se había vuelto a recluir a
las mujeres en el hogar. El libro que en su momento fue un escándalo y que con el tiempo se está
considerado un "clásico" que permite hacer balance del recorrido hacia la igualdad de los sexos
señala la filósofa Alicia Puleo. Las teóricas de las distintas y contrapuestas corrientes del feminismo
(liberal, radical y socialista) que resurgiría en los años sesenta después de un largo paréntesis de
silencio -señala Puleo- reconocer ser "hijas de Beauvoir".10

Referencia en las políticas de igualdad y los estudios feministas[editar]

El ser humano considera Beauvoir no es una "esencia" fija sino una "existencia": "proyecto",
"trascendencia", "autonomía", "libertad" que no puede escamotearse a un individuo por el hecho de
pertenecer al "segundo sexo". La idea fundamental de El Segundo Sexo —destaca Puleo— es hoy
asumida por millones de personas que no han leído esta obra ni han oído hablar de ella y sus
principios han sido incorporados a las políticas de igualdad europeas y han dado lugar a los estudios
feministas y de género de centros universitarios de vanguardia.10

Beauvoir expresó en los términos de la filosofía existencialista todo un ciclo de reivindicaciones de


igualdad de las mujeres que comienza con la Ilustración y lleva a la obtención del voto y al acceso a
la enseñanza superior en primer tercio del siglo XX destaca la filósofa Celia Amorós.11

Lucha por el derecho al aborto[editar]

Beauvoir tuvo también un papel determinante en la legalización del aborto en Francia. Con Halimi
fundó el movimiento Choisir y fue una de las redactoras del Manifiesto de las 343 -firmado por
mujeres de la política, la cultura y distintas áreas de la sociedad francesa como la escritora
Marguerite Duras, la abogada Gisèle Halimi o las cineastas Françoise Sagan, Jeanne Moreau y
Agnes Vardà reconociendo haber abortado- publicado el 5 de abril de 1971 por la revista Le Nouvel
Observateur.12

Sobre el aborto señaló:

"El aborto es parte integral de la evolución en la naturaleza y la historia humana. Esto no es un


argumento ni a favor o en contra, sino un hecho innegable. No hay pueblo, ni época donde el aborto
no fuera practicado legal o ilegalmente. El aborto está completamente ligado a la existencia
humana…".13

La actividad de Simone de Beauvoir fue, junto con la Gisèle Halimi y Elisabeth Badinter, clave para
lograr el reconocimiento de los malos tratos sufridos por las mujeres durante la guerra de Argelia.

Premio Simone de Beauvoir[editar]

En 2008, con motivo del centenario del aniversario de su nacimiento, se creó en su honor el Premio
Simone de Beauvoir por la Libertad de las Mujeres a iniciativa de Julia Kristeva financiado por la
Universidad Diderot de París con un montante de 20.000 euros para destacar a las personas
comprometidas por su obra artística y su acción a promover la libertad de las mujeres en el
mundo.14
Commons-emblem-scales.svg

Existen desacuerdos sobre la neutralidad en el punto de vista de la versión actual de Controversias.

Motivo: Eliminación y omisión de información previamente agregada

En la página de discusión puedes consultar el debate al respecto.

Controversias[editar]

La relación entre la escritora y Jean-Paul Sartre y su posición en relación al poliamor han generado
numerosas controversias sobre el tipo de relación que mantenían.15 También la firma en 1977 de
Simone De Beauvoir junto a Jean Paul Sartre y otros intelectuales de izquierda contemporáneos de
una petición solicitando la liberación de dos hombres arrestados por haber mantenido relaciones
sexuales con menores de edad publicada en Le Monde en 1977.16

Un matrimonio de iguales, Harriet Taylor Mill (1807-1858)

En el siglo XIX muchas mujeres ya habían sentado las bases de los derechos de su género, pero aun
quedaba mucho camino por recorrer. No podían votar, estaban subyugadas legalmente a sus maridos
y su educación seguía siendo una larga y extensa fuente de debate. En aquellos tiempos, junto a
muchas feministas, hubo también algunos hombres que se atrevieron a defender los derechos de
ellas. Uno de esos nombres destacados fue John Stuart Mill, un filósofo defensor de los derechos de
todos los individuos. Parte de su obra estuvo claramente influenciada por el pensamiento de su
amada y admirada esposa, Harriet Taylor Mill, pensadora y feminista. El matrimonio de John y
Harriet fue un matrimonio de iguales, contra las normas legales de su tiempo. Un matrimonio de
respeto mutuo y de lucha conjunta por la defensa de los derechos de hombres y mujeres por igual.

Una infancia conservadora

Harriet Hardy nació en Londres el 8 de octubre de 1807. El hogar de Thomas Hardy y Harriet Hurst
era profundamente conservador por lo que la infancia de Harriet se centró en prepararla para ser una
buena madre y esposa. Tenía 18 años cuando se casó con John Taylor el 14 de marzo de 1826. Era,
por supuesto, una elección de su familia, no de ella misma. Taylor, diez años mayor que ella, era un
industrial bien posicionado económicamente, por lo que fue del agrado de los Hardy desde el primer
momento para ser el esposo de su querida Harriet.

El matrimonio tuvo tres hijos, Herbert, Algernon y Helen. Sus distintas maternidades no impidieron
a Harriet formarse y cultivarse por su cuenta. En aquel tiempo, la señora Taylor ya había escrito
ensayos y poemas.

El joven que admiraba a la señora Taylor

Aun no había nacido su tercera hija cuando conoció a John Stuart Mill. John era un joven filósofo
de 24 años que había recibido una exquisita educación. El joven, nada más conocer las ideas
progresistas de Harriet quedó prendado de ella.
Pronto nació entre ellos una profunda y respetuosa amistad que John Taylor aceptó pues su
matrimonio con Harriet no era precisamente un matrimonio de amor. Durante aquellos años
intercambiaron ideas y pensamientos sobre los derechos del hombre y la mujer, sobre el feminismo
y otros temas de carácter social.

Los derechos de la esposa

John Suart Mill y Helen Taylor

En 1849 John Taylor fallecía y convertía a Harriet en una viuda rica e independiente. Dicha
independencia, al menos legal, se mantuvo cuando se casó con John Stuart Mill y este renunció a
sus derechos sobre su esposa como mandaba la ley.

Desde 1851 hasta la muerte de Harriet acaecida siete años después, la pareja vivió una existencia
erudita de lucha constante por los derechos de las mujeres. Ambos coincidían en la necesidad de
regular la educación de las niñas, en permitir el voto a las mujeres y en conseguir una igualdad de
sexos real.

Harriet moría de manera repentina en Aviñón a causa de una congestión pulmonar el 3 de


noviembre de 1858. Desolado por la muerte de su esposa, John siguió trabajando por sus ideales
acompañado de su hijastra Helen. Juntos publicarían en 1869 La sumisión de las mujeres, una obra
inspirada sin duda por el pensamiento de Harriet.

John Stuart Mill

(Londres, 1806 - Aviñón, Francia, 1873) Economista, lógico y filósofo británico. Hijo del también
economista James Mill, fue educado de forma exclusiva por su progenitor según los estrictos
principios del Emilio de Rousseau. Dotado de una inteligencia extraordinaria, a los diez años estaba
versado en griego y latín y poseía un exhaustivo conocimiento de los clásicos. A los trece años su
padre le introdujo en los principios de la lógica y de la economía política, centrándose en este
ámbito en la obra de Adam Smith y David Ricardo.

John Stuart Mill

En 1823 ingresó en la Compañía de las Indias Orientales, donde llegaría a ocupar el cargo de jefe de
la Oficina para las Relaciones con los Estados Indios. Activo políticamente en defensa de la causa
abolicionista durante la guerra civil estadounidense, desde 1865 y durante tres años ocupó un
escaño en la Cámara de los Comunes, donde sería objeto constante de polémica a causa de su
decidido apoyo a las medidas a favor de las clases menos privilegiadas y de la igualdad de derechos
para la mujer.

Sus primeros escritos aparecieron publicados en las páginas de los diarios The Traveller y The
Morning Chronicle, y se ocuparon fundamentalmente de la defensa de la libre expresión. En 1824,
la aparición de The Westminster Review, órgano de transmisión de la ideas filosóficas radicales,
proporcionó a Mill un atrio privilegiado desde el que difundir su ideario liberal.

En el campo de la ética, John Stuart Mill defendió una suerte de matizado utilitarismo en el que
pueden entreverse influencias de Bentham y en el que introdujo una constante preocupación por
incluir en el concepto habitual de «utilidad» las satisfacciones derivadas del libre ejercicio de la
imaginación y la conciencia crítica. Sobre las principales tendencias filosóficas de su tiempo, Mill
se manifestó a favor del positivismo de Auguste Comte y contrario al intuicionismo de Hamilton.

Políticamente mostró siempre un gran entusiasmo por la democracia como forma de gobierno,
atemperado por el pesimismo sobre la incidencia real en el bienestar social de su práctica. Sus
trabajos sobre lógica y metodología de las ciencias revistieron gran importancia en su tiempo,
fundamentalmente mediante su búsqueda constante de un principio válido para la inferencia de
leyes generales; tras los pasos de Hume, Mill definió la causalidad como un proceso empírico
falsable que denominó «inducción por enumeración».

En su papel como economista, John Stuart Mill fue considerado históricamente como un
representante tardío de la escuela clásica inglesa; algunos autores posteriores, como Marx,
discutieron dicha filiación y destacaron su alejamiento de la noción del valor-trabajo. Su obra
principal en el campo de la economía política apareció en 1848 bajo el título de Principles of
Political Economy (Principios de economía política), en los que cabe distinguir tres partes
diferenciadas.

En la primera, Mill elaboró un completo análisis del proceso de formación de los salarios que
entendió determinado por la interacción entre la oferta de trabajo y de la demanda del mismo en
forma de fondo de salarios. Consideró el beneficio como renta del capital y lo hizo dependiente del
nivel general de precios. En su teoría del intercambio introdujo la utilidad como factor determinante
del valor de cambio de un bien, a la par con su coste de producción. En el campo de la economía
internacional se le debe la introducción del término «relación real de intercambio».

En la segunda parte se ocupó de cuestiones de estática y dinámica y expuso su idea de una


evolución hacia el estancamiento de la totalidad del sistema capitalista a causa de una tendencia
irreversible a la reducción de los beneficios, concepto que sería recuperado por Marx. La tercera
parte es la que mejor refleja su talante reformista y trata de las medidas necesarias para favorecer
una más justa distribución de la renta, entre las que Mill propuso la limitación de la herencia, la
cooperación obrera e interterritorial y la promoción de la pequeña propiedad campesina.

Harriet Taylor Mill

Harriet Taylor Mill

Harriet Mill from NPG.jpg

Información personal

Nacimiento 10 de octubre de 1807 Ver y modificar los datos en Wikidata

Londres, Reino Unido Ver y modificar los datos en Wikidata


Fallecimiento 3 de noviembre de 1858 Ver y modificar los datos en Wikidata (51 años)

Aviñón, Francia Ver y modificar los datos en Wikidata

Causa de muerte Tuberculosis Ver y modificar los datos en Wikidata

Nacionalidad Británica Ver y modificar los datos en Wikidata

Familia

Cónyuge

John Stuart Mill Ver y modificar los datos en Wikidata

Hijos

Helen Taylor Ver y modificar los datos en Wikidata

Información profesional

Ocupación Filósofa, poeta, feminista y escritora Ver y modificar los datos en Wikidata

[editar datos en Wikidata]

Harriet Taylor Mill (Londres, 8 de octubre de 1807 - Aviñón, 3 de noviembre de 1858) fue una
filósofa inglesa del feminismo, luchadora por los derechos humanos. Su segundo esposo fue John
Stuart Mill, uno de los pensadores preeminentes del siglo XIX. Sus escritos pueden ser encontrados
en The complete works of Harriet Taylor Mill.

Índice [ocultar]

1 Vida personal

2 Obra

3 Muerte

4 Referencias

Vida personal[editar]

Harriet Taylor Mill se educó en una casa devota del unitarismo; se casó con John Taylor en 1826, a
los 19 años. Tuvo dos hijos y una hija: Herbert, Algernon y Helen (quien posteriormente se
convirtió en una reconocida feminista), respectivamente.

En 1830, Harriet conoció a John Stuart Mill por medio del conocido teólogo William Johnson Fox,
quien animaba una tertulia liberal y feminista en su casa. Ella, casada, y él, mantuvieron una
relación de afecto mutuo bastante mal vista dentro de la moral victoriana y que John Taylor no
toleró, pese a lo cual siempre mantuvo relación epistolar con su distanciada mujer. En 1833, Harriet
estableció su residencia en una casa ajena a la de John Taylor. En 1849, John falleció de cáncer y
Harriet se casó en 1852 con el filósofo del utilitarismo John Stuart Mill, en quien ejerció una
influencia perdurable y declarada por el mismo filósofo, en particular en sus ideas feministas.

Obra[editar]

Harriet Taylor escribió varios ensayos, pero pocos llegaron a publicarse en vida porque muchos de
ellos no estaban destinados a publicarse. Por ejemplo, su Ensayo sobre el matrimonio (1834) solo
estaba dirigido a Mill.

Preside su obra el deseo de establecer la igualdad definitiva entre hombre y mujer en educación,
matrimonio y ante la ley. Es evidente que sus ideas influyeron fuertemente en el feminismo de John
Stuart Mill, algo que él mismo declaró principalmente en su The Subjection of Women, pero las
ideas de Harriet son más radicales que las de su segundo marido e incluso llegó a aproximarse al
socialismo. Gran parte de sus trabajos consistieron, fundamentalmente, en leer, comentar y criticar
las obras de John Stuart Mill. Por eso la posible interdiscursividad (coinfluencia y coautoría) entre
las obras de ambos ha causado cierto escepticismo y controversia principalmente entre los
seguidores de Stuart Mill.

Las obras más reconocidas de Harriet Taylor son:

Los principios de economía política

En libertad

La emancipación de las mujeres

Algunos de sus escritos fueron poemas, comentarios de libros o ensayos; once de estos últimos
fueron publicados en la revista Monthy Repository ("Repositorio Mensual") en 1830, cuando el ya
citado W. J. Fox era editor y existía aún poco contenido de tema filosófico. En una bibliografía
compilada por John Stuart Mill, escribe que algunos artículos de periódicos fueron escritos por
ambos.

El trabajo principal de Harriet, "The Enfranchisement of Women" se publicó en la Westminster


Review en 1851, aunque firmado por John Stuart Mill. En él promueve que las mujeres accedan a
los mismos trabajos que los hombres y que mujeres y hombres no vivan "en esferas separadas".
Multiplicó además las cartas al director en que protesta contra las desigualdades de género o las
brutalidades conyugales apenas castigadas por los tribunales.

Muerte[editar]

Harriet Taylor sufrió de problemas de salud que afectaban sus sistemas nervioso y respiratorio.
Desde 1841 fue perdiendo, paulatinamente, la facultad de usar sus piernas. Falleció de un colapso
respiratorio el 3 de noviembre de 1858.

John Stuart Mill: el marido de la feminista

by Nuria Varela • marzo 19, 2013 • 3 Comments


Quizá parezca irrespetuoso presentar así a uno de los grandes pensadores del siglo XIX. Todo lo
contrario, es un homenaje a un hombre que esperó veinte años para casarse con Harriet Taylor, la
mujer que amaba y junto a la que construyó una relación de amor y respeto rebosante de pasión,
cariño, complicidad y confianza entre iguales. Pero no sólo eso. Harriet Taylor y John Stuart Mill
pusieron las bases de la teoría política en la que creció y se movió el sufragismo.

El feminismo respeta a John Stuart Mill especialmente por su libro “La sujeción de la mujer” –
publicado en 1869–, y también, por su trabajo político como diputado en la Cámara de los Comunes
(el Parlamento inglés). Mill no consiguió ninguna de sus iniciativas, tuvo que soportar la sorna de
sus compañeros diputados e incluso en el periódico Times se escribió con ironía que Mill intentaba
realizar “una gran reforma social” mediante el cambio de una simple palabra cuando éste pretendió
cambiar hombre por persona en la reforma electoral que se discutía en ese momento. Sin embargo,
llevar la petición del voto al parlamento fue muy importante para las sufragistas y para que la
cuestión llegara a la opinión pública. Como ejemplo del agradecimiento feminista a la obra de Mill
y la repercusión que ésta tuvo entre las mujeres de su época, nada mejor que la carta que Elizabeth
Cady Stanton, líder de las sufragistas norteamericanas, le escribió tras leer La sujeción de la mujer:

“Terminé el libro con una paz y una alegría que nunca antes había sentido. Se trata, en efecto, de la
primera respuesta de un hombre que se muestra capaz de ver y sentir todos los sutiles matices y
grados de los agravios hechos a la mujer, y el núcleo de su debilidad y degradación”

Pero no sólo Elizabeth Cady Stanton se deslumbró por la lectura del libro de Mill, feministas de
todo el mundo se sintieron impresionadas:

“El ensayo de Mill, La sujeción de la mujer, publicado en 1869, fue la biblia de las feministas. Es
difícil exagerar la enorme impresión que causó en la mentalidad de las mujeres cultas de todo el
mundo. En el mismo año en que se publicó en Inglaterra y Norteamérica, Australia y Nueva
Zelanda, también apareció traducido en Francia, Alemania, Austria, Suecia y Dinamarca. En 1870
fue publicado en polaco e italiano, y también las estudiantes de San Petersburgo hablaban de él con
entusiasmo. Hacia 1883, la traducción sueca dio lugar a un debate entre un grupo de mujeres de
Helsinki que fundaron el movimiento femenino finlandés tan pronto como terminaron de leer el
libro. Desde toda Europa llegaron testimonios impresionantes del impacto inmediato y profundo
que ejerció el opúsculo de Mill; su publicación coincidió con la fundación de movimientos
feministas no sólo en Finlandia, sino también en Francia y Alemania y muy posiblemente en otros
países”.

Además de respeto intelectual y político, el feminismo guarda especial cariño a Mill por su vida
privada. Era un romántico que se enamoró completamente de Harriet Taylor y juntos formaron una
pareja sorprendente, provocadora para su época. John Stuart y Harriet Taylor se conocieron en el
verano de 1830. Harriet tenía 23 años y John Stuart 25. Ella se había casado a los 18 con John
Taylor, un hombre de negocios interesado en la política radical y al que Harriet quería y respetaba
aunque ni estaba –ni ella lo consideraba–, a su nivel intelectual. Harriet era una mujer de grandes
cualidades, inteligencia y belleza. Y lo que parece indiscutible es que deslumbró a Mill y Mill la
deslumbró a ella. Cuando se conocieron, ella era madre de dos hijos y al año nacería Helen, la
pequeña. Harriet era hija de un cirujano acomodado y había recibido una buena educación. En
aquella época, colaboraba en la revista Monthly Repository, una publicación política y radical en
consonancia con su grupo de amigos y su círculo más próximo. Neus Campillo nos presenta a una
Harriet que antes de conocer a Mill mostraba ser una madre feliz y buena esposa aún con distintos
gustos a su marido y con ideología feminista y anticonvencional.

Cuando Mill conoce a Harriet, éste se encuentra en medio de una fuerte depresión. Mill era un
hombre extraño con el que su padre, James Mill, había experimentado desde que era muy pequeño
educándole de manera extraordinariamente precoz. De hecho, le trató y le educó como si nunca
hubiese sido un niño. “No guardo memoria del momento en que empecé a aprender griego. Me han
dicho que fue cuando tenía tres años”.

Mill llama a su propia depresión “una crisis en mi historia mental” y parece que fue provocada por
la falta de interés sobre lo que hasta entonces había sido el centro de su vida, “ser un reformador del
mundo”. Cuando esto dejó de interesarle, se derrumbó . Esa depresión, sin embargo, no le había
paralizado. Mantenía una intensa actividad intelectual y completaba su formación visitando y
conociendo a fondo a los pensadores más destacados de su época, buena parte de ellos, amigos de
su padre. Sus males melancólicos desaparecieron cuando conoció a Harriet y juntos protagonizaron
una relación apasionada que rompió todos los tópicos: componen una serie de libros y escritos
esenciales en la historia del pensamiento. Dos personas con una enorme complicidad intelectual y
personal y, además, una gran pasión que no encajaba de ninguna manera en los ideales románticos
de la época en los que las mujeres sólo eran receptoras pasivas del amor. Dos apasionados que
renuncian a las relaciones sexuales por respeto al marido de Harriet y a las convenciones del
momento, puesto que no existía divorcio en la Inglaterra de mediados del siglo XIX, en plena época
de puritanismo victoriano. Dos personas, una mujer y un hombre, que se tratan de igual a igual en
una época en la que las mujeres comenzaban la pelea por sus derechos políticos y empezaban a
soñar con los derechos civiles.

Aunque la época no daba para pasiones dentro de los límites de lo respetable, por la
correspondencia que se conserva, ésta, aunque contenida, debió de ser arrolladora y supuso una
gran crisis en el matrimonio de Harriet. Para resolverla, la pareja –parece que no sin largas
discusiones–, decidió separarse durante seis meses . Harriet se mudó a París y Mill también. Seis
meses felices que Harriet resolvió con un acuerdo con su esposo: conservar su vida familiar con él y
sus hijos y mantener también la relación de amistad con Mill .

Tanto su marido como Mill aceptaron la solución de Harriet. Ella evidenciaba con su propia vida,
con sus sentimientos y deseos, que las normas y las leyes que la sociedad había creado para las
mujeres eran sólo diques de contención ante su libertad. Esas mismas mujeres no se parecían a la
caricatura que la sociedad les había dibujado sobre lo que debía de ser una mujer. A Harriet, culta e
inteligente, no le bastaba con tener un marido, una casa y unos hijos, quería una vida propia y buscó
la rendija del dique para conseguirla.

La situación era extraña y se convirtió en objeto de murmuraciones de todo tipo que ni Harriet ni
Mill dejaron que enturbiaran su especial amistad. La desaprobación fue general, pero ellos
prefirieron romper con las actividades sociales e incluso con los amigos que criticaban sus vidas
antes que con su relación.

Mill fue, además, un hombre consecuente. Lejos de aprovecharse de las leyes del momento que le
regalaban toneladas de privilegios por ser varón, reniega de ellas. Así, el 6 de marzo de 1851,
después de veinte años de amistad, Harriet Taylor y John Stuart Mill van a casarse. Con ese motivo
él escribió la siguiente declaración:

“Estando a punto –si tengo la dicha de obtener su consentimiento–, de entrar en relación de


matrimonio con la única mujer con la que, de las que he conocido, podría haber yo entrado en ese
estado; y siendo todo el carácter de la relación matrimonial tal y como la ley establece, algo que
tanto ella como yo conscientemente desaprobamos, entre otras razones porque la ley confiere sobre
una de las partes contratantes poder legal y control sobre la persona, la propiedad y la libertad de
acción de la otra parte, sin tener en cuenta los deseos y la voluntad de ésta, yo, careciendo de los
medios para despojarme legalmente a mí mismo de esos poderes odiosos, siento que es mi deber
hacer que conste mi protesta formal contra la actual ley del matrimonio en lo concerniente al
conferimiento de dichos poderes; y prometo solemnemente no hacer nunca uso de ellos en ningún
caso o bajo ninguna circunstancia. Y en la eventualidad de que llegara a realizarse el matrimonio
entre Mrs. Taylor y yo, declaro que es mi voluntad e intención, así como la condición del enlace
entre nosotros, el que ella retenga en todo respecto la misma absoluta libertad de acción y la libertad
de disponer de sí misma y de todo lo que pertenece o pueda pertenecer en algún momento a ella,
como si tal matrimonio no hubiera tenido lugar. Y de manera absoluta renuncio y repudio toda
pretensión de haber adquirido cualesquiera derechos por virtud de dicho matrimonio”.

De esa unión extraordinaria quedó una obra extraordinaria. En 1832 publican Los ensayos sobre el
matrimonio y el divorcio. En ellos indagan en una nueva manera de entender y vivir las relaciones
de pareja que no supongan la esclavitud de la mujer, sino un contrato entre iguales. Como queda
reflejado en la carta previa a su propio matrimonio, fueron consecuentes en su vida con las ideas
que quedaron reflejadas en los ensayos.

Su matrimonio se produjo dos años después de la muerte de John Taylor, el marido de Harriet. Éste
murió por un cáncer y Harriet le cuidó hasta el final. En la correspondencia quedó reflejado el
respeto –mutuo–, con el que Harriet Taylor también había conseguido vivir ese primer matrimonio.

Harriet falleció en noviembre de 1858. A partir de la muerte de su esposa, fue su hija, Helen, a
quien Mill consideraba también hija suya, la que le ayudó en su trabajo intelectual. Helen era digna
heredera de su madre en ideas sociales y políticas y especialmente respecto a los derechos de las
mujeres.

Mill, respetuoso en cuanto a las aportaciones que tanto Harriet como Helen hacían a su obra, se
encargó de reseñar ese trabajo en su autobiografía e incluso en las introducciones de los propios
textos. La sujeción de la mujer fue escrito en 1861, pero Mill lo publicó en 1869. En su
autobiografía explica sobre este libro:
“Fue escrito por sugerencia de mi hija para dejar constancia de las que eran mis opiniones sobre
esta gran cuestión, expresadas de la manera más completa y conclusiva de que fuese capaz. (…) Tal
y como fue hecho público en última instancia, contiene importantes ideas de mi hija y pasajes de
sus propios escritos que enriquecen la obra. Pero lo que en el libro está compuesto por mí y
contiene los pasajes más eficaces y profundos pertenece a mi esposa y proviene del repertorio de
ideas que nos era común a los dos y que fue el resultado de nuestras innumerables conversaciones y
discusiones sobre un asunto que tanto ocupó nuestra atención”.

La trascendencia de La sujeción de la mujer fue excepcional. Se convirtió en el libro de referencia,


algo así como la música de fondo de todo el Sufragismo. Su tesis principal, que Mill desarrollará no
sólo con argumentos racionales, sino también apelando a la emoción –pues, como él mismo explica,
los prejuicios son difícilmente desmontables desde la lógica–, es la afirmación nítida de las mujeres
como individuos libres.

Para los Mill, el matrimonio, tal como estaba regulado, era una forma de prostitución –“acto de
entregar su persona por pan”– y defienden el cambio de la ley de matrimonio, el divorcio y la
necesidad de que las mujeres recibieran una educación que permitiera su independencia económica
y que sólo por amor decidieran la relación con un hombre.

El único punto sobre el que discrepan es sobre el derecho de las mujeres al trabajo. Para Mill no era
deseable cargar el mercado laboral con un número doble de competidores. Esta controvertida
afirmación de Mill fue muy discutida por Harriet Taylor. Para ella, las mujeres no deberían sufrir
ningún límite en sus actividades. Harriet defiende que si hubiera igualdad, no harían falta leyes
sobre el matrimonio puesto que las mujeres se formarían para trabajar en lo que gustasen.

Frente al argumento que se esgrimía en aquella época, a saber, que con la entrada de las mujeres en
el mercado laboral bajarían los salarios, Harriet defiende que aunque así fuera y la pareja ganara
menos que lo que podría ganar sólo el hombre, aún así, se produciría un cambio notable en el
matrimonio: la mujer pasaría de sirvienta a socia. Para Harriet Taylor, la desigualdad de las mujeres
es un prejuicio debido a la costumbre y mantenido por la ley del más fuerte –en sintonía con lo ya
explicado por Poulain de la Barre y Mary Wollstonecraft–, pero Harriet añadía que además, el sexo
y el ámbito emocional hacen que la dominación del hombre sobre la mujer sea distinta a todas las
demás .

Quizá sea el desarrollo de esta idea en La sujeción de la mujer, la que proporciona la novedad y el
punto de vista original a esta obra, “los sutiles matices” de los que le habla Elizabeth Cady Stanton
a John Stuart Mill en su carta. Así, además de subrayar la dificultad que tiene acabar con esta
desigualdad por la relación íntima y sentimental que se da entre hombres y mujeres, Mill señala que
el caso de las mujeres es diferente al de cualquier otra clase sometida lo que hace muy difícil una
rebelión colectiva de éstas contra los varones. La peculiaridad, según Mill, consiste en que sus amos
no quieren sólo sus servicios o su obediencia, quieren además sus sentimientos: “no una esclava
forzada, sino voluntaria”. Para lograr este objetivo han encaminado toda la fuerza de la educación a
esclavizar su espíritu:
“Así, todas las mujeres son educadas desde su niñez en la creencia de que el ideal de su carácter es
absolutamente opuesto al del hombre: se les enseña a no tener iniciativa y a no conducirse según su
voluntad consciente, sino a someterse y a consentir en la voluntad de los demás. Todos los
principios del buen comportamiento les dicen que el deber de la mujer es vivir para los demás; y el
sentimentalismo corriente, que su naturaleza así lo requiere: debe negarse completamente a sí
misma y no vivir más que para sus afectos”.

Lectura y relectura de El segundo sexo


Simone de Beauvoir
La mujer no nace, se hace. Esta sencilla y revolucionaria declaración de principios, formulada por
Simone de Beauvoir en El segundo sexo hace ya cincuenta años se convirtió en la declaración de
independencia de las mujeres, a las que incitaba a recobrar su destino. Cincuenta años después,
álvaro Pombo analiza los obstáculos y la incomprensión de gentes como el mismo Ortega y Gasset,
que hubo de salvar el libro “de la espléndida, verdadera y feroz” Simone de Beauvoir que acaba de
reeditar Cátedra

ÁLVARO POMBO | 21/02/1999 | Edición impresa

T an importante, tan verdadero y liberador fue este libro de Simone de Beauvoir hace cincuenta
años, tan esencial sigue siendo para entender las relaciones entre hombres y mujeres, tan en la calle
está hoy día, en las oficinas, en la boca de gente que no sabe ya ni de donde proceden las sensatas
ideas que meditan, que casi resulta ocioso recomendar su lectura a nuestras generaciones más
jóvenes.
Creo que la mejor manera de dar idea a los jóvenes del tipo de obstáculos que El segundo sexo tuvo
que salvar para hacerse entender es comentar aquí la primera lectura que hizo de este libro nuestro
más lúcido pensador anterior a Xavier Zubiri: José Ortega y Gasset.
La mujer, lo femenino, está presente en todo el sistema vital, teórico y práctico, de Ortega. Tanta
importancia da al ser de la mujer, a su cuerpo, a su alma, que se sirve de ella para refutar la génesis
del otro en las Meditaciones Cartesianas de Edmund Husserl.
Critica Ortega que para explicar la aparición del otro, se sirva Husserl de una transposición o
proyección analógica. Al investigar los parecidos y las diferencias entre el otro y la otra, entiende
Ortega que está mejorando la descripción genética husserliana. Pero dejemos de lado el juicio
filosófico de esta tesis y centrémonos en la descripción de lo que Ortega llama: la feminidad
esencial de la mujer. Tres caracteres primarios pertenecen esencialmente a la mujer: Primero: la
confusión (por contraste con la intimidad varonil). Frente al varón, que es claro y sabe lo que
quiere, la mujer -según Ortega- vive en perpetuo crepúsculo: por ello es constitutivamente secreta.
Es un secreto, sobre todo, para sí misma. “Esto proporciona a la mujer la suavidad de formas que
posee su alma y que es para nosotros lo típicamente femenino”. Segundo: “Esa intimidad que en el
cuerpo femenino descubrimos y que vamos a llamar mujer, se nos presenta desde luego como una
forma de humanidad inferior a la varonil”. Ortega es consciente de que esta declaración irritará en
el año en que la escribe, 1957. Para contrarrestar dice: “No existe ningún otro ser que posea esta
doble condición: ser humano y serlo menos que el varón. En esta dualidad estriba la simpar delicia
que es para el hombre la mujer”. Aquí es donde comienza Ortega el ataque frontal a El segundo
sexo: A Simone de Beauvoir, dice Ortega, “le parece intolerable que se considere a la mujer -y ella
misma se considere- como constitutivamente referida al varón, y por lo tanto no centrada en sí
misma [...] Y la señora Beauvoir piensa que existir en referencia a otro es incompatible con la idea
de persona, la cual radica la libertad hacia sí mismo”. A diferencia de la mujer, entiende Simone de
Beauvoir según Ortega que “el varón consiste de modo eminente en referencia a su profesión”. Y
añade Ortega que la profesionalidad es quizá el rasgo más masculino de todos, por lo que no tener
profesión es vivido por el varón como afeminamiento. Concluye Ortega que, tras leer El segundo
sexo, nos quedamos con la impresión de que la autora confunde las cosas, exhibiendo así, casi sin
querer, la autenticidad de su ser femenino (la confusión). Tercero: el cuerpo femenino está dotado
-según Ortega- de una sensibilidad interna más viva que la del hombre. En esto, Ortega ve “una de
las raíces de donde emerge sugestivo, gentil y admirable, el espléndido espectáculo de la
feminidad”.

L as lectoras de este artículo sonreirán sin duda ante la deliciosa ingenuidad varonil de Ortega. O
quizá no sonrían, quizá, leyendo esto, casi cincuenta años más tarde, comprendan cómo una
inteligencia tan lúcida y atenta a la actualidad como la de Ortega, pudo confundirse tanto con
respecto al ser de las mujeres. Me explico: lo grave de sus descripciones de la mujer, esparcidas por
toda su obra, consiste en que, bajo su apariencia descriptiva, contienen, formuladas en ese emotivo
lenguaje preciosista que Ortega adopta para la ocasión, un tono prescriptivista inconfundible:
Ortega no describe a la mujer, sino que prescribe, como varón facultativo que es, una esencia para
la mujer. Y nos preguntamos: ¿Cómo pudo confundirse tanto? Mi tesis es que, con respecto a la
mujer, Ortega ni siquiera llega a confundirse, porque sus prescripciones no proceden de su yo
inteligente, sino -por usar la expresión de J. A. Marina- de un yo ocurrente que en el fondo comulga
en todo con las ideas convencionales que sobre la mujer tuvo Ortega, con el apoyo de dos milenios
de tiranía clerical y moral. En cambio, en El segundo sexo, Simone de Beauvoir se limita a contar
cómo es la mujer actual, y acierta en todo porque cuenta lo que ve, y no lo que imagina o desea
prescribir para todas las mujeres en general. Convendría añadir lo siguiente: los lectores interesados
en verificar mi idea de origen no-racional de las ideas de Ortega sobre la mujer, deben ver los textos
de Ortega pertenecientes a ¿Qué es filosofía? Una vez más aquí la vibración estilística denota el
origen emotivo de las ideas de Ortega sobre la mujer. Al comparar en la lección sexta la inteligencia
con el instinto, dice que “la idea no puede luchar frente a frente con el instinto, tiene poco a poco
que domesticarlo, encantarlo. La idea es [...] femenina, y usa la táctica inmortal de la feminidad,
que no busca imponerse con derechura como el hombre sino pasivamente, atmosféricamente”. Mis
amigas ejecutivas, escritoras, ecologistas, de Barcelona y Madrid se reirán seguro con esto. Y
comprenderán, sin duda, la importancia que tuvo, y tiene todavía, El segundo sexo de la espléndida,
verdadera y feroz Simone de Beauvoir.

NSAYO EL SEGUNDO SEXO


INTRODUCCIÓN Y RESUMEN
El segundo sexo es una obra clave del pensamiento, no solo feminista, sino del siglo veinte. De ella
surgen los nuevos temas del feminismo, una vez agotado el periodo de las vindicaciones
primordiales (derecho al voto y a la educación). Se analiza la condición de la mujer desde los
diversos puntos de vista desde los que se la conceptualiza: ontológico, sociológico, cultural,
científico, histórico.

El resumen perfecto de esta obra se refleja en su frase mas famosa: No se nace mujer: se llega a
serlo.

En el primer tomo se realiza un análisis regresivo. Beauvoir trató de comprender cuáles son las
condiciones que han hecho posible el que la mujer se considerara como el otro, realizando una
especie de encuesta a las ciencias, a la historia y a la mitología como construcciones culturales que
han posibilitado esta alteridad disfuncional.

En el segundo tomo describe cómo viven las mujeres el hecho de ser seres oprimidos, seres
transcendentes que no pueden realizar su transcendencia, sino que están relegadas a vivir en la
inmanencia. Nos va explicando cómo la sociedad y la cultura moldean desde su infancia hasta la
vejez a este ser que es la mujer a través de la opresión para que llegue a ser lo que es. Recorre todas
las etapas de la vida de una mujer y nos dice que desde la infancia hasta la edad adulta se educa a la
mujer en la subordinación; cuando ya es mayor y tiene bien aprendido el papel continuará
transmitiéndolo a sus hijas y nietas. Va recorriendo así estas etapas de la vida de la mujer
apoyándose en los conocimientos psicológicos de su tiempo y aportando datos de la literatura,
testimonios clínicos, diarios y datos de su tiempo. Esta documentación podría ser discutible
fundamentalmente porque en algunas ocasiones realiza generalizaciones extrapoladas a partir de
casos muy concretos y porque se centra en demasía en mujeres de su entorno sociocultural, que
suponen una minoria de la mujer a nivel planetario. En cualquier caso este tomo reviste gran interés
y es donde muchas mujeres o todas las mujeres nos hemos encontrado reflejadas en alguna de sus
páginas e indignadas en otras tantas. Además, a pesar de que han pasado mas de 60 años desde su
publicación, desgraciadamente algunas cosas que dice aún están vigentes y lo seguirán estando por
mucho tiempo.

ANÁLISIS CRÍTICO DEL SEGUNDO TOMO

En todo el recorrido que hace por el segundo tomo nos muestra cómo es la cultura la que hace a las
mujeres ser lo que son; tanto la educación como los roles de esposa y madre son determinados por
la cultura y la sociedad y no tienen nada de naturales, al contrario de lo que nos dice nuestra cultura
patriarcal: lo natural es casarse y tener hijos. Lo que somos las mujeres no lo somos por tener una
esencia supuestamente femenina, sino porque la cultura nos hace así. Nos han fabricado una forma
de ser subordinada, dependiente y sin iniciativas, porque en todas las etapas de nuestra vida nos
infligen la opresión y dado que la opresión es infligida se trata de una opresión de la que podemos
liberarnos: este es el mensaje de El Segundo Sexo. La mujer no es definida ni por sus hormonas ni
por misteriosos instintos, sino por el modo en que, a través de conciencias extrañas, recupera su
cuerpo y sus relaciones con el mundo. El último capítulo del segundo tomo se llama precisamente
Hacia la liberación, y ahí nos da algunas pautas para la liberación. La primera de ellas es que las
mujeres adultas deben tener un trabajo independiente, o sea, una independencia económica. Y la
segunda que la lucha por la emancipación tiene que ser colectiva. Veámoslo con mayor
detenimiento.

Comienza por la época de la infancia, reflejando el hecho de que a las niñas se las educa de manera
diferente que a los niños; se las colma de caricias y arrumacos; se les prodigan las manifestaciones
afectivas más variadas. Mientras que a los niños se les fomenta desde el principio la independencia
y la represión de los sentimientos. Para las niñas la feminidad es un aprendizaje como lo es para los
niños la virilidad. Se les impone la cosificación y se les sustrae la libertad.

En estas condiciones, cuando se llega a la adolescencia, sienten la debilidad física de su cuerpo,


restándoles confianza en sí mismas y percibiendo como una desventaja la situación biológica, ya
que se capta desde la perspectiva de pasividad que se le ha ido inculcando desde la infancia.

El capítulo dedicado al matrimonio es muy crítico. Plantea esta situación como la más frecuente
entre las mujeres adultas. Desde el punto de vista de la filosofía existencialista en el grupo conyugal
es el varón quien ejerce la transcendencia y a la mujer se le asigna la inmanencia. Esta distribución
de papeles tiene su base en una larga tradición que se remonta al judeo-cristianismo.

Respecto a la maternidad elabora argumentos muy clarificadores y del mayor interés. Las primeras
páginas hablan de los embarazos no deseados y de los problemas del aborto y de los
anticonceptivos. En Francia no existía el aborto legalizado ni la legalización de los anticonceptivos,
sin embargo había un millón de abortos al año. Sus críticas a la maternidad le ocasionaron muchos
conflictos. La consideraba una elección y además insuficiente para colmar a una mujer. Evans y
Okely acusan a Beauvoir de haberse fijado mucho en el modelo de emancipación masculino,
cuando habla de la emancipación femenina, por haber rechazado la maternidad y por haber puesto
un modelo de emancipación que insistía en la independencia económica de las mujeres. Okely dice
que no todas las mujeres pueden tener independencia económica, que no todas las mujeres ven la
maternidad igual, que eso depende de las culturas y hay algunas culturas que valoran mucho más la
maternidad. Beauvoir no ha podido escapar de un modelo judeocristiano, que critica pero al mismo
tiempo le influye a la hora de hablar de la liberación de la mujer. Recientemente, la filósofa francesa
Elisabeth Badinter ha publicado un libro titulado La mujer y la madre donde defiende la tésis que la
maternidad es una nueva forma de esclavitud. Muchas mujeres se están cuestionando si asumir una
doble jornada de trabajo, cobrando menos que sus compañeros, es lo que realmente les hace felices
y, como consecuencia, sitúan la maternidad en el centro de sus vidas. Badinter defiende que, al
contrario que los animales, los humanos no poseen instinto maternal. Considera que es un concepto
fabricado que somete las decisiones de la mujer. El control de la natalidad y el aborto legal
permitirían a la mujer asumir libremente sus maternidades.

Se habla también de la vida de sociedad, de la mujer mayor, de ciertas maneras de intentar realizar
la transcendencia, pero no conseguidas, como son la enamorada, la mística y la narcisista.

Un punto de especial interés es cuando habla de la lesbiana como una elección. El lesbianismo
Beauvoir lo entiende como una decisión personal, y en varias ocasiones lo asocia a una situación de
venganza. El tratamiento de este tema es especialmente simplista e incompleto, manteniendo una
visión esencialista y binaria de homosexual/heterosexual o mujer/hombre. Contrario a este enfoque
dualista, en las visiones más modernas como las teorías queer, las identidades son entendidas como
continuos que se encuentran en constante cambio. La propuesta queer cuestiona la existencia de
categorías tales como las de hombre, mujer, heterosexual, homosexual, bisexual, y lesbiana, entre
otras. Bajo este enfoque, todas ellas son construcciones sociales. Según Butler, no sólo el género
está construido socialmente, también la sexualidad es fruto de mecanismos discursivos y de poder.
Claramente este tipo de teorías van un paso más allá del trascendente la mujer no nace sino se hace,
pero no podrían haberlo conseguido sin esta aportación primigenia.

ASPECTOS MAS RELEVANTES

ALTERIDAD: No se nace mujer, se llega a serlo, nos transmite que el género es una construcción
cultural sobre el sexo. Y, por tanto, no existe una esencia femenina, algo que caracterice a la mujer
como tal. Este llegar a ser está condicionado por una cultura y una sociedad que ha adjudicado a las
mujeres el estatus de otras. La alteridad es una categoría que recorre todo el libro y que sirve para
indicar como las mujeres están oprimidas y como están en una posición de inferioridad con respecto
a los varones. Toma esta categoría de Hegel, que en La Fenomenología del Espíritu designaba la
figura del esclavo como conciencia que no ha arriesgado la vida y ha quedado por eso supeditada al
amo, quien sí ha arriesgado la vida en el combate. La mujer, como el esclavo, está en relación de
asimetría con el hombre, que es el equivalente al amo;, así como el esclavo se reconoce como
humano en la conciencia libre del señor contemplándolo como su esencia, como su ideal, así la
mujer depende para sus decisiones de la voluntad del hombre. En la dialéctica hegeliana de la
autoconciencia el siervo era el mediador entre el amo y las cosas porque era el que trabajaba las
cosas, el que conocía su resistencia y el amo tenía con las cosas una relación indirecta a través del
esclavo. A través de la mujer se relaciona el varón con lo cotidiano. Sulamith Firestone consideró
sin embargo innecesario el haber recurrido a la categoría hegeliana de la otra para explicar la
opresión de las mujeres, ya que planteó que el problema tiene unas raíces más simples que están en
la propia biología. Las clases sexuales surgen de la propia realidad biológica, y si bien tal
diferenciación no exigiría por si misma el desarrollo de un sistema de clase, es decir, de dominación
de un grupo por otro, tal sistema surgió como una consecuencia de las funciones reproductivas
basada en tales diferencias.

TRASCENDENCIA VERSUS INMANENCIA: Partiendo de una afirmación netamente


existencialista, diríamos que todo sujeto se afirma concretamente a través de los proyectos como
una trascendencia. Hacerse ser consiste en realizar acciones que son cumplimiento de los proyectos
y fines que se ha propuesto. Si el sujeto es proyecto de ser, lo es constantemente, a lo largo de toda
su vida. Si no realizamos proyectos nos quedamos como estábamos, vivimos en la inmanencia,
seguimos siendo como éramos, un ser que no se trasciende. Pero eso es propio de los seres en-si,
que son las cosas, no es propio de los humanos, que somos seres para-si. El no realizar la
transcendencia es una falta moral, ya que la moral está imbricada con la ontología. Esta caída en la
inmanencia puede ser consentida por el propio sujeto que acepta su cosificación y se convierte en
un sujeto inmoral; o bien puede ser que algo desde fuera nos impide realizarla y en este caso se
llama opresión. En ambos casos es un mal absoluto. Para Beauvoir las mujeres estamos oprimidas
en esta sociedad patriarcal que nos condena a vivir en la inmanencia y por lo tanto no podemos
realizar nuestra transcendencia, porque la cultura y la sociedad nos lo impiden.

PATRIARCADO: Su análisis de la cultura patriarcal es decisivo y pertinente. Si en El Segundo


Sexo ya se mostraba que era la cultura de la sociedad patriarcal la que relega a la mujer a la
categoría de otra y produce las mediaciones para mantenerla en la opresión, Millett afirma que el
patriarcado es el sistema de dominación básico sobre el que se levantan todos los demás sistemas de
dominación, como los de raza, clase social, etc., y en consecuencia sostiene que no puede haber
verdadera liberación de las mujeres si no se destruye el patriarcado. A su vez define el patriarcado
como política sexual, es decir, la relación entre los sexos es política por ser una relación de
dominación del grupo de los varones sobre el grupo de las mujeres. Una dominación que impregna
también muchas relaciones personales y de ahí la famosa frase lo personal es político, que acuña
Kate Millett. Al igual que Beauvoir, Millett señala que el mito y la religión relegan a las mujeres a
la categoría de otras, categoría que según ella presupone la existencia del patriarcado. O sea, que el
patriarcado como sistema de dominación es el que aplica la categoría de alteridad sin reciprocidad a
las mujeres. Eva Figes, en su obra Actitudes patriarcales sostiene la misma idea de que nuestro
enemigo principal es el patriarcado, que es la cultura patriarcal la que produce la opresión y hace un
interesante recorrido por autores de la ciencia, de la filosofía, de la literatura en los que la ideología
patriarcal se superpone a sus ideas científicas, filosóficas o humanistas. Pone de manifiesto cómo la
ciencia también puede estar impregnada de patriarcalismo y cómo no es tan neutra como nos
parece.

etty Friedan

Betty Friedan

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Betty Friedan nacida como Betty Naomi Goldstein (Peoria, Illinois, 4 de febrero de 1921 –
Washington D. C., 4 de febrero de 2006) fue una teórica y líder feminista estadounidense de las
décadas de 1960 y 1970. Formada en psicología social en 1963 escribió La mística de la feminidad
un libro que le valió el Premio Pulitzer en 1964, clave en la historia del pensamiento feminista y
considerado como uno de los libros de no ficción más influyentes del siglo XX. Publicado por WW
Norton & Company, había vendido más de tres millones de copias en el año 2000.1

En el libro planteó la visión de las mujeres como seres psíquicos que configuran su identidad
individual al hilo de sus relaciones sociales afrontando lo que denominó "el problema que no tiene
nombre" manifestado en autodestructivas patologías como ansiedad, alcoholismo, desmedido deseo
sexual, neurosis o incluso suicidio, propiciadas por la imposición de estereotipos que en la sociedad
estadounidense de la posguerra relegaban a la mujer a su papel de esposas y madres ajenas a todo lo
que ocurriera fuera del hogar. La obra de Friedan avanzó problemas y se adentró por primera vez en
campos de investigación que posteriormente fueron claves de la filosofía feminista a pesar de no ser
filósofa.

Friedan fue cofundadora y presidenta en 1966 de NOW, (Organización Nacional de Mujeres)


pionera en el movimiento de mujeres y que en el siglo XXI se mantiene como una de las
organizaciones feministas más importantes de EEUU.
En la década de 1970, planteó diversas luchas para la aprobación de las leyes sobre el aborto, el
trabajo femenino y sobre los derechos de las mujeres en general. En 1981 publicó otro de sus libros
clave para el feminismo: La segunda fase.

Betty Friedan está considerada una figura central del feminismo liberal estadounidense.2

Biografía[editar]

Nació en 1921 en Peoria, Illinois. Era hija de un matrimonio de inmigrantes judíos. Su padre, Harry,
era un inmigrante ruso que creó un negocio de collares en una próspera tienda de joyería. Su madre,
Miriam, emigrante húngara, había sido editora de una página de mujeres del periódico local antes
de renunciar a su trabajo tras su boda y la llegada de los hijos. Sólo más adelante, cuando estaba
escribiendo "La mística de la feminidad" Friedan pudo comprender el comportamiento frío y crítico
de madre, enmascarando una profunda amargura al renunciar al trabajo que amaba -explicó años
después-.1

Betty se liberó en la universidad. Estudiante brillante, se graduó en psicología en el Smith College


in 1942 y en 1943 logró una beca de la Universidad de California en Berkeley para realizar estudios
de posgrado donde estudió con el renombrado psicoanalista Erik Erikson. Allí renunció a una
segunda beca para seguir formándose para complacer al hombre con el que salía entonces. Fue un
momento decisivo -explicó en sus memorias- que luego la llevaría al feminismo.

La siguiente etapa de su vida la llevó hasta el Greenwich Village en Nueva York donde colaboró
con varias publicaciones obreras3 y trabajo como editora en The Federated Press, un pequeño
servicio de noticias que surtía de información a los periódicos nacionales. En 1946 encontró un
trabajo como reportera en U.E. News. En 1947 se casó con Carl Friedan un joven director de teatro
y posteriormente ejecutivo publicitario y se mudó a Victorian house en Rockland County N.Y.1

Betty se convirtió en ama de casa y siguió colaborando en diversas revistas. Fue uno de sus
artículos no publicados el que la empujó a escribir sobre el malestar de la mujer norteamericana de
los años cincuenta. "Había una extraña discrepancia entre la realidad de nuestras vidas como
mujeres y la imagen a la que intentábamos adaptarnos, la imagen que he llamado la mística
femenina" explicó Friedan en una entrevista en el año 2000.3

En 1963 publicó el libro que marcó no sólo su vida sino la historia de las mujeres occidentales en la
segunda mitad del siglo XX: La mística de la feminidad.

En octubre de 1966 Betty Friedan fue cofundadora de NOW (Organización Nacional de Mujeres),
organización feminista pionera que reunió un gran número de colectivos y grupos feministas de
Estados Unidos y que sigue siendo una de las organizaciones más importantes de ese país.

1969 fue el año de su divorcio y de la fundación de la Asociación Nacional para la derogación de


las leyes de aborto, posteriormente conocida como Naral Pro-Choice America.

En 1970 dejó la presidencia de NOW tras altercados cada vez más frecuentes con otras compañeras
de la organización a causa de sus ataques hacia las posturas más radicales de una nueva generación
que la apartaron del movimiento.3
En 1971 fundó también con Gloria Steinem, Bella Abzug y otras, el National Women's Political
Caucus para apoyar la presencia de más mujeres en la política.1

Friedan reconoció en una entrevista del año 2000 que no estaba hecha para las decisiones colectivas
o las responsabilidades. "Mirando hacia atrás, creo que hice lo correcto al empezar todas esas
organizaciones (...). Fui muy buena inspirándolas y creándolas, pero no podía tolerar las reglas.
Nunca tuve mucha paciencia a la hora de administrar cosas. Pero es muy gratificante ver lo lejos
que han llegado".

Fueron declaraciones hechas en la presentación de su propia biografía Mi vida hasta ahora. No tenía
planeado escribir sobre su vida -explicó- pero se sintió obligada a dar su versión de los hechos
después de la publicación de dos biografías suyas en 1999, Betty Friedan her life, de Judith
Hennesse, y Betty Friedan and the making of the feminine mystique, de Daniel Horowitz explicó en
una entrevista.3

"A lo largo de estos años, mucha gente me ha preguntado "¿cómo lo hiciste?". Nunca he podido
contestar a esa pregunta. Porque nunca tuve la intención de empezar una revolución feminista.
Nunca lo planeé. Simplemente, ocurrió", escribe Friedan en sus memorias.3

Pensamiento[editar]

La mística de la feminidad[editar]

Artículo principal: La mística de la feminidad

En 1963 escribió el ensayo La mística de la feminidad, ganadora del premio Pulitzer en 1964 en el
que Friedan analizó la situación de sometimiento y dominio sobre las mujeres estadounidenses de la
postguerra desde el aspecto psicológico-social de la identidad femenina, apareciendo definidas y
narradas únicamente como amas de casa, esposas y madres y presuponiéndolas desinteresadas en lo
que ocurría fuera del hogar.2 A pesar de lo que psicólogos, expertos y publicistas aseguraban, la
vida de las amas de casa de clase media estadounidense no se parecía en nada a la existencia
satisfactoria que mostraban los anuncios de electrodomésticos, maquillaje o detergentes.4 Mujeres
que sufrían el que Friedan llamó el "problema que no tiene nombre" que según datos aportados por
la propia autora se manifestaba en autodestructivas patologías como ansiedad, alcoholismo,
desmedido deseo sexual, neurosis o incluso suicidio.2

En contra de la posición de otro grupo de psicólogos que también trabajaron el tema, consideraba
que el problema no era sexual aunque pudiera generar patologías de ese tipo sino que estaba
relacionado con el desarrollo de la identidad personal de propio yo. Por otro lado a través de
estudios de campo descartó que estuviera vinculado a la clase social de las mujeres o a la formación
y consideró que era un problema común a todas las mujeres estadounidenses y, en esa medida, su
solución exigía una reacción de todas y cada una de ellas.2

"Tal y cómo lo presenta Friedan -apunta Ángeles J. Perona en su trabajo sobre el feminismo liberal
estadounidense- estas mujeres eran víctimas de lo que hoy en día se denominaría la
heterodesignación, es decir, una designación de su identidad que las mujeres no se habían dado a sí
mismas sino que les venía ya elaborada e impuesta por otros" era aceptada con gusto por la mayoría
de las mujeres dado que quienes rompían el estereotipo, señala Perona, se enfrentaban al rechazo
social.2

Reivindicación del feminismo clásico e ilustrado[editar]

Friedan acompaña sus propuestas pragmáticas de marco teórico y para interpretar la situación a la
que se enfrentan las mujeres reivindica la herencia de las feministas clásicas ilustradas sobre todo
del ámbito anglosajón como Mary Wollstonecraft, las sufragistas y la Declaración de Seneca Falls.
Entre los conceptos ilustrados que revindica es el de la razón. Friedan recupera para los años 60 la
reivindicación de que se reconozca a las mujeres el estatuto de "seres humanos" dotadas de razón.
Otro argumento ilustrado -analiza Ángeles J.Perona- que utiliza continuamente en su
desarticulación de "el problema que no tiene nombre" es aquel según el cual la igualdad de las
mujeres es necesaria para liberar también a los varones". También es ilustrada la definición de la
identidad de las mujeres que no puede definirse sólo sus funciones biológicas (reproducción y
crianza) señalando que la cultura es un valor fundamental en la formación de su yo.2

La segunda fase[editar]

La segunda fase (1981) fue la segunda obra clave para el feminismo aunque no tuvo la repercusión
de la primera. Se sitúa en el contexto histórico de la reacción política dada por el ascenso al poder
del presidente conservador Ronald Reagan. Los problemas de las mujeres se producen, a juicio de
la autora, tras la constatación de que a pesar de que pueden acceder a puestos de trabajo públicos no
logran la igualdad ni en el ámbito público ni en el privado. El problema se sitúa en la doble jornada
y una imagen de la mujer que corresponde a la "supermujer".2 Autoras como Perona defienden que
en esta obra se produce un cambio en Friedan desde el formalismo estrictamente liberal de su
primera época hasta propuestas más cercanas de lo que se denomina en Europa "socialdemocracia"
aunque se trataría de un giro ideológico moderado pues mantiene el individualismo como noción
central de su teoría.2

En 1993 escribió La fuente de la edad libro en el que aborda la menopausia.

Vida personal[editar]

Se casó con Carl Friedan (nacido Friedman), un productor de teatro, en 1947, mientras trabajaba en
Noticias UE. Tras el matrimonio continuó trabajando primero como asalariada en Noticias UE y a
partir de 1952, como periodista independiente. La pareja se divorció en mayo de 1969, y Carl murió
en diciembre de 2005.

Friedan afirmó en su libro de memorias Mi vida hasta ahora (2000) que durante su matrimonio Carl
la había golpeado; amigas, como la escritora y reportera Dolores Alexander recordó haber tenido
que disimular los moratones a causa del abuso de Carl a tiempo para ruedas de prensa (Brownmiller
1999, p. 70). Carl sin embargo negó el maltrato en una entrevista con la revista Time, poco después
de la publicación del libro, asegurando que era "completa invención". Más tarde Betty dijo, en el
programa Good Morning America, "Casi desearía que no haber escrito sobre ello porque ha sido
usado de manera sensacionalista y fuera de contexto. Mi marido no era un golpeador de mujeres y
yo no era víctima pasiva de un golpeador de mujeres. Nos hemos peleado mucho y él era más
grande que yo".

Carl y Betty Friedan tuvieron tres hijos: Daniel, Emily y Jonathan. Se crió en una familia judía, pero
era agnóstica. En 1973, Friedan fue una de los firmantes del Manifiesto Humanista II.5

LIBERACIÓN: Las libertades cívicas siguen siendo abstractas cuando no van acompañadas de una
autonomía económica. Gracias al trabajo la mujer ha franqueado en gran parte la distancia que la
separaba del varón; únicamente el trabajo es el que puede garantizarle una libertad concreta. Tan
pronto como deja de ser un parásito, el sistema fundado sobre su dependencia se derrumba; entre
ella y el Universo ya no hay necesidad de un mediador masculino. La mujer que se libera
económicamente del hombre no se encuentra por ello en una situación moral, social y psicológica
idéntica a la del hombre. La forma en que aborda su profesión y el modo en que se consagra a la
misma dependen del contexto constituido por la forma global de su vida. El hecho es que ni
hombres ni mujeres están satisfechos hoy unos de otros. Pero la cuestión estriba en saber si se trata
de una maldición original que los condene a desgarrarse mutuamente o si los conflictos que los
oponen no expresan más que un momento transitorio de la Historia humana. Es imposible descubrir
entre el varón y la hembra humanos una rivalidad de orden expresamente fisiológico.

CREATIVIDAD:El arte, la literatura, la filosofía, son tentativas para fundar de nuevo el mundo
sobre una libertad humana: la del creador; en primer lugar, es preciso plantearse uno mismo, sin
equívocos y como una libertad para alimentar semejante pretensión. Las restricciones que la
educación y la costumbre imponen a la mujer limitan su aprehensión del Universo; Cuando, por fin,
le sea posible a todo ser humano colocar su orgullo más allá de la diferenciación sexual, en la difícil
gloria de su libre existencia, solamente entonces podrá confundir la mujer su historia, sus
problemas, sus dudas y sus esperanzas con los de la Humanidad; solo entonces podrá intentar
descubrir en su vida y sus obras toda la realidad y no únicamente su persona. En tanto que tenga que
seguir luchando para convertirse en un ser humano, no podrá ser una creadora.

CONCLUSIÓN

De acuerdo con Celia Amorós, el feminismo se inicia como movimiento emancipatorio y político
con la Revolución francesa y en ese sentido El Segundo Sexo se puede encuadrar en la línea de un
feminismo ilustrado. Su soporte teórico es la filosofía existencialista, pero se encuadra en el marco
más amplio de un pensamiento ilustrado y dentro de él, en lo que tiene de más emancipatorio la
Ilustración, la idea de la igualdad natural entre todos los seres humanos. El lugar de El Segundo
Sexo en la teoría feminista es de eslabón entre la Ilustración y el feminismo radical de los setenta,
llamado la segunda ola del feminismo, y considerando la primera ola el feminismo sufragista,
porque El Segundo Sexo es un libro teórico y de reflexión, pero no de militancia política. Podemos
decir que todo el feminismo que se ha escrito después ha tenido que tomar posición con respecto a
El Segundo Sexo, bien para atacarlo como hacen por ejemplo las feministas de la diferencia o bien
para desarrollar algunos de sus aspectos. El feminismo de Beauvoir es de raigambre clásica, un
humanismo global. Sin embargo ha realizado sobre sus predecesores una vuelta de tuerca
inestimable: pasar de las vindicaciones a las explicaciones. Su singularidad le viene en buena
medida de su potencia filosófica: una combinación exitosa de existencialismo, hegelianismo y
filosofía de la sospecha. Desde esta red teórica, Beauvoir inicia una nueva manera de hacer
feminismo.

El feminismo de Beauvoir es un feminismo radical, su propuesta es cambiar no solo el papel de la


mujer sino también el del hombre y conseguir una sociedad en donde ningún sexo se oprima y
ambos sean libres. Cuestionamos la idea de la mujer, y también cuestionamos la idea del hombre,
pretendemos deconstruir los dos. Los hombres son una construcción social al igual que las mujeres
y esto forma parte, no de la herencia de El Segundo Sexo de Beauvoir, sino de la radicalización de
Beauvoir después de haber escrito El Segundo Sexo. La solución está en considerarnos por encima
de todo seres humanos.

a mística de la feminidad

La mística de la feminidad es el nombre de un libro clave del Feminismo de la segunda ola del
feminismo (1960-1990) con el que su autora Betty Friedan ganó el premio Pulitzer en 1964.
Publicado en Estados Unidos en 1963, en la introducción, trata “el malestar que no tiene nombre”,
que según las investigaciones que realizó Friedan, aquejaba a las mujeres estadounidenses de clase
media y que la autora identifica con "la mística de la feminidad". Este libro fue el punto de arranque
del feminismo de los años 70, marcó el final del interregno y de la mística femenina. Se constató
que:

En los hogares tecnificados, las mujeres sufrieron un retroceso en el ejercicio de derechos ya


conquistados

aunque los derechos políticos se tenían -resumidos en el voto-, los educativos se ejercían , las
profesiones se iban ocupando (...)las mujeres no habían conseguido una posición paritaria respecto
de los varones. 1

Friedan describe el período de los años 50 en el que el modelo educativo, difundido después de la
Segunda Guerra Mundial, se dirigía a que las mujeres decidieran elegir la opción de regresar al
hogar, después de haber conquistado el derecho al voto y a la educación y de haber accedido a un
empleo. La expresión mística de la feminidad, según su autora, se emplea para describir un
conglomerado de discursos y presupuestos tradicionales acerca de la feminidad que obstaculiza el
compromiso intelectual y la participación activa de las mujeres en su sociedad.2 Sin independencia
económica, el modo de vida del ama de casa en ese nuevo hogar tecnificado, produce soledad,
depresión y otros cuadros médicos calificados como "típicamente femeninos". Friedan analiza el
sistema económico en el que se vende a las mujeres una identidad acorde con la unidad familiar de
consumo en que se ha transformado la familia.

No tenía sentido salir a competir en el mercado por un puesto de cualificación media o baja cuando
se podía ser su propia jefe. Una "mujer moderna"no sólo tenía a punto su hogar tecnificado, sino
que establecía las relaciones por las cuales el marido podía progresar:reuniones, asociaciones,
cenas, partys, que hincharan las velas del progreso familiar. 1

Sinopsis[editar]
El libro comienza con una introducción donde Friedan describe lo que llamó el malestar que no
tiene nombre -el descontento generalizado de la mujer en la década de 1950 y principios de 1960.
Se analizan las vidas de amas de casa de varios condados de los Estados Unidos, que no estaban
contentas a pesar de estar felizmente casadas, tener hijos y una vida con todas las comodidades
materiales.

A principios de los 60 Friedan observa el agudizarse de este problema sin nombre, al verificarse lo
que define "como un súbito viraje sociológico" (Friedan, 1965: 38), que llevó a las mujeres a
renunciar a sus carreras, recortando su libertad respecto de la de sus madres y abuelas, y dando
lugar a un auténtico baby boom en Estados Unidos.2

Capítulo 1[editar]

Friedan señala que la media de edad de contraer matrimonio estaba bajando durante la década de
1950 y la tasa de natalidad subiendo, sin embargo, el descontento persistía a pesar de que la cultura
estadounidense insistía en que la realización de la mujer estaba en el matrimonio y siendo ama de
casa. El capítulo concluye declarando que ya no se puede seguir negando esa voz que en el interior
de la mujer le dice: yo quiero algo más que mi marido, mi casa y mis hijos.

El mensaje central de Betty Friedan fue que “algo” estaba pasando entre las mujeres
norteamericanas, ella lo denominó “el problema que no tiene nombre”: las mujeres experimentaban
una sensación de vacío al saberse definidas no por lo que se es, sino por las funciones que se ejercen
(esposa, madre,ama de casa…). Las mujeres fueron atrapadas por la “mística de la feminidad” y
para romper esta trampa y lograr su propia autonomía, deberían incorporarse al mundo del trabajo.3

Capítulo 2[editar]

Friedan constata que las decisiones editoriales de revistas femeninas se toman por una mayoría de
hombres que insisten en mostrar historias de mujeres felices, amas de casa, o bien de activistas
neuróticas e infelices, creando así la mística femenina-la idea de que la realización natural y propia
de la mujer consistía en dedicar su vida a ser amas de casa y madres. Friedan señala la
contradicción de estas revistas con las que se publicaron en la década de 1930 en las que con
frecuencia aparecían mujeres heroínas, seguras e independientes.

Las revistas femeninas habían aparecido en la década de los felices veinte y por la extensión y
tirada que les conocemos se consolidaron en los años cincuenta. Todas ellas propusieron un modelo
de mujer nueva que oponer a la abuela ignorante y caduca. "Antes" y "ahora" se convirtieron en las
palabras clave."Antes" las abuelas hacían inconscientemente y por lo general mal una larga serie de
cosas, por falta de perfeccionamiento y de oportunidades: no criaban bien a sus hijos, no conocían
las buenas reglas de higiene, no sabían que llevar una casa exigía una licenciatura en asuntos
domésticos.1

Capítulo 3[editar]

Friedan recuerda su propia decisión de cumplir con las expectativas de la sociedad, renunciando a
su prometedora carrera en psicología para criar a los hijos, y muestra que otras mujeres jóvenes
todavía luchaban contra el mismo tipo de decisión. Muchas mujeres abandonan la escuela para
contraer matrimonio, por miedo a que si la mujer espera demasiado o dedica demasiado tiempo a
los estudios, no será capaz de atraer a un marido.

Por una parte los varones que regresaron del frente reclamaban sus antiguos empleos, lo que
implicaba que las mujeres los desalojaran y volvieran al hogar, bajo el sobreentendido de que lo
habían abandonado de modo provisorio por causas de fuerza mayor. Para hacer esto posible el hogar
mismo debía renovarse y el papel femenino tradicional adecuarse al nuevo estado de cosas. Mujeres
con derechos ciudadanos recientemente adquiridos y una formación elemental o media, en número
significativo,debían poder encontrar en el papel de ama de casa un destino confortable.1

Capítulo 4[editar]

Friedan analiza las primeras feministas de América y la forma en que lucharon contra el prejuicio de
que la función propia de una mujer iba a ser solamente la de ser esposa y madre. La autora señala
que se aseguraron los derechos importantes para las mujeres, incluyendo la educación, el derecho de
proseguir una carrera, y el derecho a votar.

De hecho, una de las partes más bellas del libro es aquella en que narra la historia de las primeras
feministas y de sus luchas, ahora leídas bajo el extraño estupor de los derechos ya adquiridos, y
donde cuestiona todo un conjunto de tópicos muy ligados a sus vidas y personas: esas primeras
feministas, nos cuenta, no fueron solteronas ni hambrientas sexuales, sino que "amaron y fueron
amadas (...) en una época en que el apasionamiento erótico de la mujer estaba tan prohibido como la
inteligencia".2

Capítulo 5[editar]

Friedan, que tenía una licenciatura en psicología, critica a Sigmund Freud (cuyas ideas fueron muy
influyentes en los Estados Unidos en el momento de la publicación de su libro). La autora señala
que Freud vio a las mujeres como menores de edad y como destinadas a ser amas de casa, toda vez
que señala que Freud escribió: "Creo que toda acción de reforma de la ley y de la educación se
vendría abajo ante el hecho de que, mucho antes de la edad en que un el hombre puede lograr una
posición en la sociedad, la naturaleza ha determinado el destino de la mujer a través de la belleza, el
encanto y la dulzura. La ley y la costumbre tienen mucho más que dar de lo que ha restado a las
mujeres, pero la posición de la mujer seguramente será lo que es: una querida y adorada amada en
la juventud y una esposa amada en los años maduros." Friedan también señala que el concepto no
probado de Freud de la "envidia del pene" se habían utilizado para etiquetar como neuróticas a las
mujeres que deseaban tener una carrera, así como que la popularidad de la obra e ideas de Freud ,
elevaron la "mística femenina" de la realización del ama de casa, a una religión "científica " que la
mayoría de las mujeres no tenían suficiente estudios para criticar.

Esta "castrante" imagen de lo femenino ha sido en buena medida fomentada por Freud y el
psicoanálisis, que ven en la neurosis femenina y en los intentos de autonomía o éxito profesional
por parte de las mujeres un síntoma inequívoco de su "envidia del pene", es decir, de su incómoda
conciencia de inferioridad respecto del hombre y su consecuente inadecuación a su rol de mujer. Lo
revolucionario del libro es que desentraña el mecanismo por el que esta bonita mentira se ha
arraigado y mantenido en el imaginario colectivo tanto tiempo y a pesar de sus devastadores efectos
sobre toda la familia: una mentira que Friedan ve emerger de las teorías psicoanalíticas pero que
persevera e invade todos los ámbitos por obra de un discurso generalizado en la esfera pública y,
muy especialmente, por las revistas femeninas de entonces y la publicidad.2

Capítulo 6[editar]

Friedan critica el funcionalismo , que trató de hacer que las ciencias sociales fueran más creíbles
mediante el estudio de las instituciones de la sociedad como si fueran partes de un cuerpo social,
como en la biología. Las instituciones se han estudiado en términos de su función en la sociedad, y
las mujeres estaban confinadas a sus funciones sexuales biológicas como amas de casa y madres,
por lo que hacerlo de otro modo alteraría el equilibrio social. Friedan señala que este no ha sido
probado y que Margaret Mead , un funcionalista prominente, tenía una floreciente carrera como
antropólogo.

La mística está basada principalmente en fuentes orales, en entrevistas, colocándose así, por la
propia elección metodológica de Friedan, en un camino innovador en los estudios de género y en la
historiografía, los cuales han seguido desde entonces utilizando las experiencias directas de las
mujeres como fuente principal para el conocimiento de la subjetividad femenina y para el análisis
general de los problemas de género en su contexto social.2

Capítulo 7[editar]

Friedan discute el cambio en la educación de las mujeres desde 1940 hasta la década de 1960, que
en las escuelas de muchas mujeres se concentró en clases no desafiantes centradas sobre el
matrimonio, la familia y otros temas que consideraron oportunos para las mujeres, pues como
educadores influidos por el funcionalismo, sentían que demasiada educación echaría a perder la
feminidad de la mujer y la capacidad de satisfacción sexual.Friedan dice que este cambio en la
educación de las niñas, paralizaba su desarrollo emocional a una edad temprana, porque nunca
tuvieron que enfrentar la dolorosa crisis de identidad y la maduración posterior de desafíos que
vienen de frente a los adultos.

Sin duda, el punto neurálgico de ese mal se hallaba en la educación de las mujeres, puesto que no
disponían de los conocimientos necesarios para autodefinirse a sí mismas como tales. En ese
sentido, La mística de la feminidad supuso un excelente manual para asentar la base intelectual que
facilitara la apertura de conciencias a una nueva realidad mucho más digna e igualitaria. Asimismo,
existía en torno a la feminidad toda una amalgama contaminada de tradicionales y sofisticadas
asunciones freudianas que malversaban este ideal estético y moral, del cual urgía que los
componentes del « género femenino » se desprendieran. Nadie más que una misma, podía definirse
como mujer. Por ello, La mística de la feminidad devino un completo cambio de paradigma porque
las mujeres dejaban de ser significadas por otros, esto es, no exclusivamente en relación a los
hombres, como esposas, madres, objetos sexuales, sino como personas en la sociedad, y haciéndolo
por voluntad propia, siendo el concepto de « condición de personas » de las mujeres toda una
revolución.4

Capítulo 8[editar]
Friedan señala que las incertidumbres y miedos durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra
Fría alejaron a los estadounidenses de las comodidades del hogar, por lo que se trató de crear una
vida familiar con el padre idealizado como el sostén de la familia y la madre como el ama de casa.
Señala que a esto ayudó el hecho de que muchas de las mujeres que trabajaron durante la guerra,
cubriendo los puestos anteriormente ocupados por los hombres, se enfrentaban al despido, la
discriminación o la hostilidad, cuando los hombres volvieron y que los educadores culpaban a la
sobreeducación y el interés profesional en que se centraban las madres, del desajuste de los
soldados en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como muestra Friedan, estudios posteriores
encontraron que las madres dominantes, y no arribistas, fueron las que criaron niños inadaptados.

En su obra, Betty Friedan recalcaba la importancia de evitar continuar en ese estado al recordar a las
mujeres que debían desprenderse de ese miedo a la libertad, a terminar de crecer, a verse libres de la
dependencia pasiva en la que se encontraban, porque, si no procedían de este modo, si no mostraban
esfuerzo alguno por llegar a ser todo aquello que estaba latente en su interior, entonces, anularían su
propia humanidad.4

Capítulo 9[editar]

Friedan muestra que los anunciantes trataron de animar a las amas de casa a pensar en sí mismas
como profesionales que necesitan muchos productos especializados con el fin de hacer su trabajo,
desalentando al mismo tiempo a las amas de casa de tener carreras reales, ya que eso significaría
que no dedicarían su tiempo y esfuerzo en las tareas domésticas y por lo tanto no comprarían tantos
productos para el hogar, reduciendo los beneficios de los anunciantes.

En este momento, el ama de casa se ha convertido en un agente económico de vital importancia no


sólo por su papel a la hora de abastecer el hogar sino, sobre todo, porque su insatisfacción vital es
conocida y aprovechada por los expertos en campañas publicitarias para venderle todo tipo de
objetos con los que intenta subsanar su vacío existencial. Al identificar los factores económicos que
están detrás del auge de la mística de la feminidad Betty Friedan inaugura una forma de feminismo
2

Capítulo 10[editar]

Friedan en varias entrevistas a amas de casa a tiempo completo, encontró que a pesar de que no se
realizan personalmente en sus tareas domésticas, estaban todas muy ocupadas. Se postula que estas
mujeres inconscientemente, dilataban las tareas del hogar para llenar el tiempo disponible, ya que la
mística de la feminidad les enseña a las mujeres que este es su papel, y si alguna vez completaran
sus tareas, se convertirían en innecesarias.

Las « amas de casa » que se habían dejado seducir por la hipnótica perfección de los barrios
residenciales, parecían no percibir su nociva aura, a pesar de los logros conseguidos por el colectivo
femenino, la cual las mantenía adheridas al envoltorio ideológico de esa organización política,
económica, religiosa y social basada en la autoridad y liderazgo del varón conocida como «
sociedad patriarcal » o « bastión de masculinidad » 4

Capítulo 11[editar]
Friedan señala que muchas amas de casa han buscado satisfacción en el sexo, incapaces de
encontrarla en las tareas del hogar y en los hijos. Friedan señala que el sexo no puede satisfacer
todas las necesidades de una persona, y que los intentos para que lo haga tan a menudo conduce a
las mujeres casadas a tener relaciones o mantener a distancia a sus maridos a medida que estén
obsesionados con el sexo.

Capítulo 12[editar]

Friedan discute el hecho de que muchos niños han perdido interés en la vida o el crecimiento
emocional, atribuyendo el cambio a la propia falta de realización de la madre, un efecto secundario
de la mística de la feminidad. Cuando la madre carece de autonomía, señala Friedan, a menudo trata
de vivir a través de sus hijos, haciendo que los niños pierdan su propio sentido de sí mismos como
seres humanos separados con sus propias vidas.

Capítulo 13[editar]

Friedan se refiere a Abraham Maslow y la jerarquía de las necesidades y las notas que las mujeres
han quedado atrapados en el nivel básico, fisiológico, que se espera encontrar su identidad a través
de su rol sexual por sí sola. Friedan dice que las mujeres necesitan un trabajo significativo al igual
que los hombres para lograr la auto-realización, el nivel más alto en la jerarquía de necesidades.

Capítulo 14[editar]

En el capítulo final de La Mística de la feminidad, Friedan analiza varios estudios de casos de


mujeres que han comenzado a ir en contra de la mística femenina. También aboga por un nuevo
plan de vida para sus lectoras, incluyendo no ver el trabajo doméstico como una carrera, no tratar de
encontrar plena realización a través del matrimonio y la maternidad sola, y encontrar un trabajo
significativo que utiliza su capacidad mental completa. Se trata de los conflictos que algunas
mujeres puedan encontrar en este viaje de auto-actualización, incluyendo sus propios temores y la
resistencia de los demás. Para cada conflicto, Friedan ofrece ejemplos de mujeres que la han
superado. Friedan termina su libro mediante la promoción de la educación y el trabajo significativo
como el último método por el cual las mujeres estadounidenses pueden evitar quedar atrapadas en la
mística de la feminidad, llamando a un drástico replanteamiento de lo que significa ser femenina, y
ofrece varias sugerencias educativas y ocupacionales.

las mujeres, que en absoluto se identificaban como feministas en una línea genealógica con el
feminismo anterior, tuvieron que aprender a identificar y nombrar la opresión.5

Impacto[editar]

La Mística de la Feminidad es el punto de arranque del feminismo que despertó en la década de


1970. En la cronología del feminismo, teóricas como Amelia Valcárcel sitúan la obra de Betty
Friedan en el período que denominan interregno.

la mística de la feminidad coincidió y fue uno de los momentos normativos de la guerra fría. Dos
modelos sociales y políticos, dos modelos femeninos. La realidad era muy otra.La mística de la
feminidad estaba produciendo graves trastornos en la población femenina sobre la que se ejercía. La
pretendida igualdad soviética funcionaba con un sobreesfuerzo que sólo a las mujeres se exigía, que
dejaba intacto el trabajo doméstico y suprimía las libertades públicas.6

Friedan puso nombre a la opresión que en épocas anteriores se había conocido con diversos
nombres pero que no se recordaban por el "olvido histórico". Su importancia está en que facilitó a
miles de amas de casa de diversos países, los medios para identificar su situación de malestar no
solo personal sino, colectiva.5

Kate Millett

No debe confundirse con Catherine Millet.

Kate Millett

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Kate Millett (nacida Katherine Murray Millet; Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos; 14 de
septiembre de 1934-París, Panamá; 6 de septiembre de 201712) fue una escritora feminista
estadounidense, cineasta, escultora, filósofa, activista y profesora. Está considerada una autora clave
del feminismo contemporáneo.3 Su obra Política sexual (1970) junto a la Dialéctica del sexo de
Sulamith Firestone se sitúa entre las obras clave de la corriente del feminismo radical. Esta corriente
se considera en Estados Unidos parte de la segunda ola del feminismo aunque autoras como Celia
Amorós y Amelia Valcárcel4 han señalado que teniendo en cuenta a las feministas de la Revolución
francesa debería situarse en el feminismo de la llamada tercera ola.5 La tesis principal de Millet es
que el patriarcado con sus papeles y posiciones sociales no deriva de la esencia humana, sino que el
origen del patriarcado es histórico y cultural. No existe disparidad mental intelectual ni emocional
entre los sexos.6

Kate Millett fue a la Universidad de Minnesota y se graduó cum laude en 1956. A continuación,
realizó el posgrado en la Universidad de Oxford.

Millett se trasladó a Japón en 1961, donde dio clases de inglés. Dos años más tarde, Millett regresó
a los Estados Unidos con el escultor Fumio Yoshimura, con quien se casó en 1965, separándose en
la década de 1970. Fue una activa feminista a finales de la década de 1960 y en la de 1970. En
1966, se convirtió en miembro del comité de la National Organisation of Women (NOW).

En 1967 publicó un panfleto titulado Token Learning contra los planes de estudio para mujeres en
las universidades. En agosto de 1970, publicó su tesis Política sexual, donde ofreció una amplia
crítica de la sociedad patriarcal en la sociedad occidental y la literatura. En particular, ataca lo que
ella visualiza como sexismo y heterosexismo en los novelistas D. H. Lawrence, Henry Miller y
Norman Mailer, contrastando sus puntos de vista discrepantes con el punto de vista del novelista y
poeta Jean Genet.

En 1971, comenzó a comprar y restaurar edificios cerca de Poughkeepsie, Nueva York. El proyecto
finalmente se convertiría en Women's Art Colony Farm, una comunidad de mujeres artistas y
escritoras.
Su libro Flying (En pleno vuelo) (1974) es una autobiografía no académica en la que se expresa la
vena artística de Millet, como escultora y cineasta.5 Habla de su matrimonio con Yoshimura y sus
amores con mujeres. En 1979, Millett fue a Irán a trabajar por los derechos de la mujer; pronto sería
deportada y escribiría sobre esta experiencia en Going to Iran. Sita (1977) es una reflexión sobre un
amor atormentado. En The Loony-Bin Trip (1990) trata sobre el trastorno bipolar, describiendo
experiencias en hospitales psiquiátricos y su decisión de suspender su terapia de litio.

A finales de la década de 1990 y principios de 2000, Millett estuvo involucrada en un conflicto con
el ayuntamiento de Nueva York, en tanto las autoridades querían desalojarla de su casa como parte
de un plan de reconversión masiva. Millett y otros recurrieron, pero perdieron en los tribunales. Su
edificio fue demolido y los residentes fueron realojados.7

Escultura[editar]

Millet desarrolló una importante actividad escultórica e instalaciones, como señala la historiadora
de arte María Teresa Alario: «En un momento cercanas al ámbito de Fluxus, en sus obras reflexiona
sobre el cuerpo de las mujeres, que aparecen inmovilizadas, encerradas y aisladas».8

Militancia feminista[editar]

Millet militó inicialmente en la NOW (National Organisation of Women) y a finales de los 60


perteneció al grupo de feministas radicales llamado New York Radical Women fundado en 1967 por
Pam Allem y Shulamith Firestone.5

Shulamith Firestone

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Existen desacuerdos sobre la neutralidad en el punto de vista de la versión actual de este artículo o
sección.

En la página de discusión puedes consultar el debate al respecto.

Shulamith Firestone

Shulamith Firestone (7 de enero de 1945 (Canadá) - 28 de agosto de 2012 Nueva York), (también
llamada Shulie, o Shuloma) fue una figura central en el desarrollo temprano del feminismo radical
canadiense.

Trayectoria[editar]

Firestone, judía feminista, nació en Canadá y fue la figura central en el desarrollo temprano del
feminismo radical, después de haber sido una de las fundadoras de los grupos New York Radical
Women, Redstockings y New York Radical Feminists.1

Firestone fue encontrada muerta por el propietario del edificio en su apartamento de Nueva York el
28 de agosto de 2012. Según su hermana, Laya Firestone Seghi, murió de causas naturales.2 Su
muerte fue confirmada por la Oficina del Médico Forense de la Ciudad de Nueva York. Según los
informes, vivía de manera solitaria y sufría de mala salud.34

Pensamiento[editar]

Es considerada como una de las fundadoras del feminismo radical -"reformuló el feminismo como
un proyecto radical en el sentido marxista. Radical en este caso significaría apuntar a la raíz misma
de la opresión"5-.

En 1970 publicó en Inglés su obra clave: La dialéctica del sexo: en defensa de la revolución
feminista6En ella, Shulamith Firestone modificó el análisis de la lucha de clases realizado por
Engels, indicando que era necesaria una revolución de las clases sexuales: Para garantizar la
eliminación de las clases sexuales, es necesario que la clase oprimida (las mujeres) se rebele y tome
el control de la función reproductiva: … por esto el objetivo final de la revolución feminista debe
ser distinto del objetivo del primer movimiento feminista: no exclusivamente la eliminación del
privilegio masculino, sino de la misma distinción entre los sexos; las diferencias genitales entre
seres humanos no tendrán ya ninguna importancia.6

Se llama también feminismo científico, porque hasta entonces tan sólo se había formulado un
feminismo utópico.7 "La revolución de las mujeres para controlar los medios de reproducción es
paralela a la revolución del proletariado para controlar los medios de producción, y hoy es
técnicamente posible: la píldora el aborto, la reproducción asistida, etcétera".

Defiende un “nuevo materialismo histórico”, que ella define como " aquella concepción del curso
histórico que busca la causa última y la gran fuerza motriz de todos los acontecimientos en la
dialéctica del sexo: en la división de la sociedad en dos clases biológicas diferenciadas con fines
reproductivos, y en los conflictos de dichas clases entre sí; en las variaciones habidas en los
sistemas de matrimonio, reproducción y educación de los hijos creadas por dichos conflictos; en
desarrollo combinado de otras clases físicamente diferenciadas (castas); en la prístina división del
trabajo basada en el sexo, que evolucionó hacia un sistema (económico, cultural) de clases”.6

Para Firestone que sigue a Marcuse, la familia es la causa de la existencia del tabú del incesto, el
auténtico origen de la represión sexual percibida por el niño desde la infancia. Bastará por tanto con
eliminar la familia biológica para eliminar el tabú del incesto y, en consecuencia, desinhibir los
instintos reprimidos, o las pulsiones básicas del placer que oprimen a los individuos y a la sociedad.
Llegaríamos así a la sociedad del Eros, presidida por el principio de placer. Especial consideración
tiene para Firestone el tema de los niños. Según ella existe un paralelismo entre el mito de la
infancia y el mito de la feminidad. La infancia también es una construcción cultural, y de la misma
manera que debe producirse una emancipación de la mujer, debe también producirse una
emancipación sexual de la infancia. Ella repudia de la cultura de protección y cuidado de los niños,
y entiende que el programa del feminismo radical debe asumir la solidaridad histórica con los niños
y conseguir la emancipación de la infancia.7

Desaparecido el tabú del incesto, "si el niño escogiera la relación sexual con los adultos, aun en el
caso de que escogiera a su propia madre genética, no existirían razones a priori para que ésta
rechazara sus insinuaciones sexuales (...). Las relaciones con los niños incluirían la cantidad de
sexualidad genital de que el niño fuera capaz (...) Los tabús sexuales adulto/niño y homosexualidad
desaparecerían, así como la amistad no sexual. Toda relación estrecha incluiría la relación física (pp.
299-301)" .6

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