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Dominique Picard
La interacción
social
Cultura, instituciones
y comunicación
ediciones
PAIDOS
Barcelona-Buenos Aires-México
Título original: L’interaction sociale
Publicado en francés por Presses Universitaires de France, París
1 edición, 1992
.ISBN; §4-7509-748-0
Depósito legal: B-592/1992
I ntroducción ........................................................................................... 11
1. Una perspectiva nueva en las cien cias h u m a n a s ___ 12
2. La n oción de interacción social ..................................... 14
3. O rientaciones ......................................................................... 16
PRIMERA PARTE
I nteracción y comunicación
1. El marco ........................................................................................... 77
1. La estructuración del espacio ......................................... 77
2. La estructuración del t ie m p o ........................................... 84
2. La institución .................................................................................. 91
1. La com un icación en la organización .......................... 92
2. Status y r o l e s ........................................................................... 95
3. Análisis estratégicos ............................................................ 98
TERCERA PARTE
Ambitos de investigación
B ib l io g r a f ía ........................................................................................... 195
I n d ic e de autores ................................................................................ 205
In d ic e a n a l ít ic o ..................................................................................... 209
INTRODUCCION
1. U na p e r sp e c t iv a n u e v a e n las c ie n c ia s h u m a n a s
6. Esta definición puede parecer algo restrictiva en la medida en que sólo hace
referencia a las bases psicológicas, dando la impresión de dejar de lado las bases so
ciales.
reservará la noción de «percepción social» a la percepción de las
personas clasificadas'como objetos sociales). O lo social es concebi
do de una manera diferencial, como una característica de los indivi
duos socialmente diferenciados en sus modos de respuesta y en su
conducta.
A esta psicología con «dos términos» (Ego-Objeto), S. Moscovici
propone sustituir por una a «tres términos: Ego-Alter-Objeto»;7 úni
camente una psicología de este tipo merece el calificativo de social,
porque está centrada directamente «en la elaboración y el funciona
miento del vínculo social y su papel fundamental tanto en el funcio
namiento psíquico individual, cuanto como factor de inflexión de los
fenómenos sociales».
Es en este sentido en el que se comprenderá aquí la noción de
interacción social. No se trata de oponer las interacciones sociales a
las que no lo sean, sino mostrar la parte de lo social presente en todo
encuentro, incluso en los más íntimos. Porque todo encuentro inter
personal supone «interactuantes» socialmente situados y caracteriza
dos,8 y se desarrolla en un «contexto» social que imprime su marca
aportando un conjunto de códigos, de normas y de modales que
vuelven posible la comunicación y aseguran sü regulación.
Pero no será necesario comprender esta marca como un simple
efecto de determinación; se trata de una relación dialéctica. Porque
si la interacción es el campo donde las relaciones sociales se actuali
zan y se reproducen, constituye también un espacio de juego donde
pueden introducirse la intervención y el cambio y donde, en cada
instante, se funda de nuevo el vínculo social. Este aspecto ha sido
bien analizado por G. Mead (1963) o por M. Mauss, quien mostraba
que los grupos sociales «están formados por una pluralidad de con
ciencias individuales que accionan y reaccionan unas sobre otras. Es
por la presencia de estas acciones y reacciones, por estas "interac
ciones", como se reconoce a las sociedades» (1969, pág. 141).
3. O rientaciones
7. Ego y Alter dsignan aquí individuos o grupos y Objeto el entorno social, real o
simbólico.
8. El neologismo «interactuantes» designará a lo largo de la obra los sujetos
implicados en la interacción.
limitar nuestro estudio a este único punto de vista. Mostraremos
cómo los aportes de otros campos (como la pragmática, la etiología,
la sistémica, la psicología genética, el psicoanálisis...) pueden enri
quecer la comprensión de la interacción social.
Trataremos a ésta, pues, como un «fenómeno social total», en el
sentido en que lo entendía M. Mauss, es decir, un fenómeno
en el que la totalidad de la sociedad y sus instituciones está implica
da y en el que interactúan muchas dimensiones, psicológicas, socia
les y culturales.
Y aunque señalando las convergencias e intentando construir
progresivamente una visión coherente de la interacción, nos ocupa
remos en los pasos que nos permitan señalar su identidad y especifi
cidad.
Mediante la multiplicidad de los puntos de vista se podrá elabo
rar, por pasos sucesivos, una comprensión global del fenómeno estu
diado.
- Ló abordaremos primero como un «proceso de comunica
ción». Si esta dimensión se impone con evidencia, puede dar lugar a
forirtalizaciones y a interpretaciones diversas. Se proponen numero
sos modelos. Su estudio muestra cómo se ha pasado de una concep
ción de la comunicación como proceso lineal a una concepción
sistémica que la entiende a la vez como una relación interactiva y
como una totalidad dinámica. Intentaremos también ver la comuni
cación desde el «interior», como relación intersubjetiva (Primera
parte).
- Pero la interacción no es solamente un proceso de comunica
ción interpersonal. Es también un fenómeno social anclado en un
marco espaciotemporal de naturaleza cultural marcado por códigos
y rituales sociales. Toda relación se inscribe en una «institución» que
lleva con ella modelós de comunicación, sistemas de roles, valores y
finalidades. Todos estos factores contribuyen fuertemente a una ri-
tualización de las relaciones sociales (Segunda parte).
- Después de haber analizado las diferentes dimensiones de la
interacción social, abordaremos también los principales campos de
investigación donde esta noción se ha encontrado implicada y elabo
rada; el análisis conversacional, la comunicación no verbal, el siste
ma familiar, el proceso de influencia. Esta exploración nos permitirá
a la vez ilustrar y profundizar en ciertos aspectos fundamentales
evocados anteriormente (Tercera parte).
Primera parte
INTERACCION Y COMUNICACION
ca n al
EMISOR RECEPTOR
CONTEXTO
(F. referencial)
CONTACTO
(F. fótica)
CÓDIGO
(F. metalingüistica)
. Jakobson con este modelo se esfuerza en separar los aspectos
dominantes del intercambio lingüístico dando la espalda a una vi
sión abstracta y mecanicista de la comunicación. Eh su ensayo
Lingüística y teoría de la comunicación (en 1964, pág. 87 y sig.),
prosigue, por otra parte, su reflexión denunciando a los que «postu
lan un código desligado de la comunicación efectiva (y) existiendo
peligro de reducir el lenguaje a una ficción escolástica» (pág. 95),
también se plantea el feedback y la actitud activa del destinatario en
la escucha: «Existe sin lugar a dudas feedback entre palabras y
escucha, pero la jerarquía de los dos procesos se invierte cuando se
>a$a del codificador al descodificador. Estos aspectos diferentes del
Eenguaje son irreducibles el uno al otro, los dos son esenciales y
deben verse como complementarios» (pág. 94). Se podría añadir el
feedback como séptimo elemento del modelo (con sus funciones de
regulación, acumulación cíclica y acumulación didáctica).
No obstante, el modelo de Jakobson, aunque incluye las condicio
nes sociales de la comunicación en el contexto, no les da un lugar
muy preciso. Durante mucho tiempo, los lingüistas han ignorado el
problema de las relaciones sociales en el estudio de intercambios
lingüísticos y Bakhtine fue un precursor aislado cuando en 1929
recusaba el «objetivismo abstracto» de Saussure y escribía, que «la
verdadera sustancia del lenguaje no está constituida por un sistema
abstractO:de formas lingüísticas (...) sino por el fenómeno social de
la interacción verbal» (1977, pág. 136).
Esta posición ha sido, al contrario de la anterior, reivindicada
por la com ente de la «etnografía de la comunicación», de la que
D. Hymes fue, junto conJ. J. Gumperz, el pionero y a quien se debe
una nueva formalización; el modelo «Speaking». Mientras Jakobson
se centraba en las funciones lingüísticas implicadas en el intercam
bio, Hymes ponía en primer plano el concepto de situación social.
LA APROXIMACION SISTEMICA
1. ESTRUCTURA DE LA INTERACCIÓN
1. Sentido y significación
2. Contenido y relación
4. Simetría y complementariedad
2. D in á m ic a d e t r a n s a c c io n e s
6. Por ejemplo, para que su niño progrese, una madre le ayuda a hacer los
deberes. La reacción del niño es de contar cada día más con el soporte materno y, por
tanto, a hacer menos esfuerzo personal, lo que refuerza la necesidad de ayuda
materna, etc... No obstante, en un cierto momento, el nifto podrá reaccionar a la
dependencia que se instaura en relación a su madre y desear más autonomía, lo que
hará modificar la relación.
7. El análisis transaccional es, a la vez, una teoría de relaciones interpersonales y
un método terapéutico fundado por el psiquiatra americano E. Bem e en los años 1960
y que ha conocido después una amplia difusión (véase Beme, 1975 y 1977).
esquema estructural de la personalidad organizada en tres instancias
o estados del «Yo» (moi) (Berne, 1975).
3. E q u il ib r io y r e g u l a c ió n
10. Está distinción es propuesta por J. Moeschler (1985, págs. 11-13); está lejos,
no obstante, de ser uniforme y a menudo, normas, reglas y obligaciones pueden ser
objeto de usos diferentes de los que aqui se indican.
11. Es uno de los posibles séntidos de norma; para un análisis más completo de
este concepto, véase J. Maisonneuve, 1973, cap. 3.
recoger varias categorías: el hecho de no cortar la palabra a su
interlocutor y no hablar al mismo tiempo que él es, a la vez, una
norma de educación, una regla conversacional que hace posible el
intercambio (que podría convertirse en caótico) y una obligación
que revela una habilidad conversacional en el sentido de que facilita
la expresión alternada de los hablantes.
El hecho de que la interacción sea un fenómeno regulado y que
en cierta medida suponga en los participantes un respeto en un
mínimo de convenciones sociales y un cierto grado de cooperación,
no impide que cada uno pueda perseguir objetivos personales; la
comunicación es portadora de juegos y supone, en este sentido, en
los interactuantes, la prosecución de estrategias que participan en su
dinámica.
4. Juegos y estrategias
13. Este juego es interesante en la medida en que los jugadores pueden escoger
entre la cooperación y la competición. Los jugadores son dos prisioneros colocados
en celdas diferentes y sin posibilidad de comunicarse entre ellos. Acusados conjunta
mente de un crimen pero sin ninguna prueba que demuestre su culpabilidad, depen
den de su confesión. Pero si los dos confiesan, son condenados; si ninguno confiesa,
los dos continuarán con una pena media por la que están encarcelados; si uno
confiesa y el otro no, el último aumentará su pena pero el que ha confesado será
liberado inmediatamente. Partiendo de aqui se pide a los jugadores que determinen su
elección.
2. El análisis transaccional de los juegos
15. Berne ha hecho un amplio recuento de los juegos más utilizados en las
relaciones sociales; los ha definido con una frase clave de intercambio entre parejas
(para el juego «sí, pero...», véase 1975, págs. 122-130).
se inscribe el juego (así distingue, los «juegos vitales», los «juegos
i onyugales», los «juegos de sociedad», los «juegos sexuales», los
de bajos fondos»...) y el resultado que acarrea para los
j dores; aquí, opone «juegos constructivos» a «juegos destructi-
' os»; los primeros valoran a los jugadores mientras que los segundos
] js desprecian.
LA RELACION INTERSUBJETIVA
1. La f e n o m e n o l o g ía e x is t e n c ia l
1. La perspectiva de Sartre
1. Sartre añade: «No es suficiente que me niegue al otro para que los demás
existan, pero (...) es necesario que él otro me niegue a si mismo simultáneamente a mi
propia negación* (pág. 348).
en objeto, y m e a l i e n a , y la sostengo con la vergüenza, temor,
orgullo. Pero son sus ojos los qu
s u je t o , presencia casi indiferenciadz
mente donde yo esté» (pág. 329). El otro está, pues, presente en mi
conciencia y la atraviesa enteramente, igual que reivindico como
mío el Yo
para-el-oti
que vegeta <
m i ser
mismidi
que sería el mismo venido de fuera pero un afuera asumido y
reconocido como m i afuera» (pág. 333). Mi reacción de defensa,
frente a esta objetivación alienante, es transform ar a su vez al otro en
objeto. Es para mí la úni
preocupación constante
Así el otro existe para mí bajo dos formas: como sujeto, lo experi
mento con evidencia pero no puedo conocerlo; y si intento conocer
lo y actuar sobre él, no observo más que a su ser-objeto. Nuestra
relación con los demás es una oscilación constante entre estas dos
formas.2
b) Nc
sobr
desc
«nos
perc jpció
una ¡onciencia particular). En el nosotros, el hombre se siente
enganchado a los demás, en posición de objeto o sujeto.
En la posición de objeto (el Nosotros-objeto) el Otro aparece en
situación de t e r c e r o . Su mirada me objetiva, pero objetiva de la
2. LA APROXIMACIÓN PSICOANALÍTICA
4. Laing señala que la esquizofrenia, a menudo, es «un niño que ha sido objeto de
una información sutil pero persistente, generalmente sin que se dé cuenta. Durante
muchos años, la ausencia de confirmación auténtica viene a confirmar activamente
un falso Sí-mismo (soi), si la persona con la que el falso Sí-mismo (soi) es confirmado
y el verdadero infirmado y desplazado a üna situación falsa» (1971, pág: 123).
raramente, y en casos completamente excepcionales, hacer abstrac
ción de relaciones que existen entre el individuo y sus semejantes. Y
es que el otro juega siempre en la vida del individuo el rol de un
modelo, de un objeto, de un socio o adversario, y la psicología
individual se presenta desde el principio como siendo al mismo
tiempo, por un lado, una psicología social, en un sentido amplio,
pero perfectamente justificado, de la palabra social» (1972, pág.
83).
Un cierto número de conceptos psicoanalíticos pueden ilustrar
más especialmente la relación con el otro. Las recordamos breve
mente:
3. EL INTERACeiONISMO SIMBÓLICO
La s r e l a c io n e s a f in e s
7. Véase sobre todo, Donn Byme (1971) que establece, por ejemplo, una correla
ción fuerte entre similitud de opinión y expresión de preferencias interpersonales.
un «nosotros comunal»; J. Maisonneuve ve la clave en la armonía de
estilos de aprehensión existencial; ya que la comunión parece impli
car una armonización de vivencias, pero también la expresión que se
dan recíprocamente los miembros de la pareja.
Esta es la base sobre la que puede instaurarse entre ellos un
verdadero diálogo. Estamos cerca de lo que Rogers llamó el «en
cuentro esencial» (basic encounter), donde dos personas llegan a
comunicar de forma auténtica y congruente y a traducir en su
expresión lo que viven profundamente y, al mismo tiempo, se sien
ten mutuamente aceptadas y comprendidas (1973, pág. 33). C. Ro
gers ha podido deducir una especie de principio general de esta
comunicación interpersonal: «Cuanto más grande sea la congruen
cia de la experiencia, de la conciencia y de la comunicación po~
parte de un individuo, más la relación dará lugar a una tendencia a la
comunicación recíproca con una congruencia incrementada; una
tendencia a la comprensión mutua de las comunicaciones más exac
ta; un ajuste y un funcionamiento psicológico incrementado en los
dos; una satisfacción mutua en sus relaciones.
»A la inversa, cuanto más grande es la "no-congruencia" comuni
cada de la experiencia con la conciencia, más la relación dará lugar
a comunicaciones ulteriores que posean las mismas características;
una desintegración de la comprensión exacta, un ajuste y un funcio
namiento psicológico menos adecuado entre los dos; y un descon
tento mutuo en las relaciones» (1968, pág. 243).
Segunda parte
EL MARCO
1. Hediger distingue cuatro tipos de distancia individual (de huida, crítica, perso
nal y social). A esta clasificación se refiere E. T. Hall para tratar las distancias
interindividuales en el hombre. Para más detalles en lo que atañe a los estudios
etologistas podríamos referimos a J.C. Ruwet (1969) o J. Corraze (1980).
ta un8
medie natu
técnic
en un
ninguno de estos métodos ha permitido realmente una definición
p t-
el
mi
el
fre
y exist
en
m;
va. El <
co
t esión y de defensa contra la agresión.
^ Por esto se ha podido sustituir el concepto de espacio personal,
J que no tiene más que un valor analógico, por el de distancia interper-
sonal (R. Lécuyer, 1976), que es más operativo. Lleva a analizar el
l comportamiento espacial com o un proceso relacional, variable se-
gún el marco, las situaciones, los protagonistas, los grupos sociales y
las culturas.
c) La proxemia está relacionada con esta, vía y ha desarrollado sus
investigaciones en tres direcciones (E. T. Hall, 1971): un análisis de
la percepción del espacio por los receptores sensoriales; un análisis
antropológico que. distingue tres formas de espacio: en organización
jija (ciudades, casas, habitaciones), en organización semifija (el mo
biliario) y el espacio informal (el que separa a los individuos unos de
otros);2 y en fin, un, estudio proxémico comparado de diferentes
culturas: cada uno utiliza los tres tipos de espacio de forma distinta;
es posible tomar este factor como analizador de estas culturas (la
búsqueda de una vivienda, o más concretamente, de una habitación,
en los EE.UU. o en Japón revela concepciones diferentes de la vida
privada: tener «su» habitación que se puede separar de los otros o
bien vivir juntos en una gran habitación donde se eliminan las
paredes para adaptarla a usos diferentes).
2. Aproximación interaccional
3. Uno de los discípulos de Hall -J. A. Scott- intentó establecer la edad en la que
se toman estas distancias (véase Hall, 1971).
4. Así, en la relación, por ejemplo, entre el juicio llevado por los profesores a sus
alumnos y el lugar que les atribuyen en la clase, los del primer rango están favoreci
dos (véanse los trabajos de Shwebel y Cherlin, 1972); otras investigaciones han
mostrado que existía una estrecha relación entre distancia fisica y jerárquica pidiendo
a los sujetos que encontraran la relación jerárquica existente entre dos personajes
filmados en mudo en su lugar de trabajo; hubo pocos errores de apreciación.
la tesis de M. Argyle, 19'
cierto número de
vos experimentales. Algunos
como el sexo (en ]
entre ellos que
niñez a la edad idulta y decrece
den del grado di
(nos acercamos
mismas opiniones
terísticas físicas de la
alguien alto o gordo o portador de una anomalía física evidente).
Otros están liga<
es mínima cuai
acerca y máxima en caso contrario).
! Y, evidentemente, estos datos varían según las culturas (así, en la
conversación cotidiana, dos árabes están más cerca que dos nortea’
mericanos, y dos franceses se tocan más fácilmente que dos ingle
ses). Pero, independientemente de la cultura considerada, las carac
terísticas del marco en el que se desenvuelve la interacción tienen
un efecto importante: la presencia de inconvenientes contribuye a
disminuir las distancias mientras que la intimidad del marco o Una
situación amenazante las aumenta; además, una fuerte densidad
puede provocar reacciones de defensa (agresividad, huida sistemáti
ca de la mirada, rigidez, como en el Metro...) o al contrario, favore
cer los contactos (como en una discoteca o una fiesta). Así, el
concepto dé proximidad no tiene la misma significación en situacio
nes donde hay densidad diferente (en el Metro, una distancia muy
pequeña entre desconocidos no es motivo de incomodidad si se
encuentra .abarrotado y sí lo será si está medio vació).
- La disposición espacial influye igualmente en la comunicación.
Así, Moscovici y Lécuyer (1972), quienes observaron intercambios
verbales en disposiciones variadas (en rectángulo, círculo o en línea)
pudieron constatar que es en la posición circular donde se daban
más las relaciones socioemocionales y que en la disposición lineal el
riesgo es menor que en las otras disposicionés. No óbstante, parece
ría que tanto como 1^ Disposición espacial, fuese la accesibilidad
visual la que desempeñara un rol primordial en la comunicación: es
en la disposición lineal donde es más débil, y en la circular mayor.
Se observa igualmente que es esta última la adoptada espontá
neamente por un grupo de iguales que desean disentir.5 Así, «el
llaman «el efecto Steinzor» y que demuestra que la relación cara a cara favorece el
intercambio verbal. Este efecto no se verifica más que cuando se trata de una tarea y
no de intercambios informales.
6. Y, sin embargo, es a veces dificil determinar con precisión lo que es espacie
privado y lo que es espacio público ya que depende en gran parte de la actividad que
se ejerce, personas con las que se encuentra y de la forma subjetiva en que se reviste:
un apartamento privado puede convertirse en público cuando se recibe; un lugai
público puede ser vivido como privado si se encuentra solo (como la mujer de la
limpieza en las oficinas después de las seis de la tarde) o si ha sido creado a este efectc
(como los lavabos públicos, por ejemplo); de la misma manera un lugar públicc
donde una única compañía es la de los amigos puede convertirse en casi privado (es el
caso de un compartimiento de tren ocupado por una sola familia).
inviste una imag
retenida como la única
están regidas allí por normas bastante estrictas que precisan a la vez
la forma con jue los actores deben tratar al público (lo que podemos
llamar reglas
delante de él
£L(en su estructura espacial y su valor simbólico), una especie de
jnodelización de las interacciones en relación con-la representación
que allí se desarrolla habitualmente (como sucede cuando se ordena
yn salón, un tribunal o una clase). Es en la región «posterior» donde
&e ponen a punto los elementos de expresión de la representación (el
puarto de baño donde se maquilla, la oficina donde , un político
prepara un discurso con sus: consejeros...), donde se anteponen los
accesorios escénicos, donde se repite, donde se descansa y donde se
puede despojar de su personaje. Se autorizan allí comportamientos
que el público no puede conocer, y que no se pueden tener más que
en un lugar donde éste no es admitido.
Si la región anterior corresponde efectivamente a un espacio públi
co, la región posterior no puede ser asimilada enteramente a un espa
cio privado por el simple hecho de que el público no tiene acceso,
porque el actor no se encuentra necesariamente sólo (o en compañía
íntima como en su familia o en su grupo de amigos); a menudo está en
compañía de miembros de su «equipo» con los que puede existir una
cierta familiaridad, pero que no es la de la vida privada; un abogado en
el guardarropa del Palacio de Justicia, un maestro en la Sala de profe
sores, tendrán ante todo un tono y un comportamiento de «colega»
firente a sus compañeros. No obstante, una distinción existe entre las
dos regiones según su modo de apropiación; la región anterior es vivida
como pública y la región posterior como semiprivada porque la intru
sión del público es sentida allí como molesta e incongruente (como la
presencia de un cliente en la cocina de un restaurante). Algunos
espacios pueden funcionar alternativamente corno regiones anteriores
o posteriores, como la oficina de un cargo superior en la que la calidad
del material afirma su status, aunque puede conservar la botella de
alcohol o el paraguas que puede necesitar. Igualmente en el intervalo
entre dos representaciones, un mismo lugar puede pasar de un status a
otro: es el caso de un restaurante o de unos almacenes antes de abrir o
después de cerrar.
| En cuanto al concepto de reservas del yo, éste constituye una
extensión del de territorio. Denomina un espacio (fijo o móvil) o un
campo de objeto en el que el «teniendo derecho» vigila y defiende la
apropiación y los límites (E. Goffrnan, 1973, t. 2, cap. 2). Forman
parte de las reservas, el espacio personal (el cual, como hemos visto¡.
designa esta «burbuja» que envuelve al individuo y donde toda pene*'
tración es a menudo sentida como molesta, fuente de desagrado); el
lugar (ya sea estable -co m o el lugar ocupado por cada uno alredel
dor de la mesa familiar- o momentánea -com o el espacio marcado
por una toalla en la playa-...); el espacio útil, reivindicado en fun
ción de una actividad (como el terreno escogido para jugar a ló$
bolos y donde los jugadores espetan que quede libre en el tiempo
que dura la partida); los efectos personales (vestuario, bolso, toallas
cigarros, vaso) que constituyen una especie de prolongación del yo
(raoí) y que los otros no pueden tocar q desplazar sin precaución.
Podemos extender también el concepto de «reserva» a ese espacio
metafórico que es la intimidad de cada uno (sus pensamientos inte?
riores, sus sentimientos) sus relaciones afectivas, sus «secretos», su
vida privada) donde no se puedé penetrar más que con tacto y
prudencia; o incluso la esfera de familiaridad que instaura una
conversación entre dos o más personas y en la cual un individuo
exterior no puede inmiscuirse sin ser invitado o sin disculparse.
Esta forma de territorialidad varía sensiblemente según las culturas,
los grupos sociales, el status de los individuos, la situación y la persona
lidad (ya que las reservas del yo no son el orden de los datos objetivos
sino de los fenómenos subjetivos, y su modo de apropiación depende
tanto de factores psicológicos como de determinantes sociales).
Así, el espacio social apareció como un elemento clave de la
interacción, fuertemente regulado por normas culturales, sociales,
psicológicas y anclado en la relación intersubjetiva entre protagonis
tas. Constituye a la vez un determinante y una proyección simbólica
de la relación.
1. Tiempo y culturas
8. Para una presentación del trabajo sobre el tiempo social, véase Gilíes Provonost
1(1983) así como los números de Cahiers intemationaux de sociología (1979) y la Revue
intemationale des sciences sociales (1986) que llevan ambos el título de Temps et So
ciété.
9. Véase sobre este tema Les cultures et le temps (1975).
ilaciones según las comarcas o regiones y las épocas, y, a su \ ,
orientan la forma en que viven los hombres y perciben la duración}
la marcha del tiempo, los ritmos diarios,o estacionales, la existen ~
y la historia. 'r
Se puede así distinguir una concepción cíclica del tiempo, comg
el eterno retomo, más propia de las culturas tradicionales; unf
concepción lineal e irreversible a la manera del huir de las horas
(concepción marcada por la visión judeo-cristiana de un tiempcs
vectorizado de la creación a la redención, proyectado hacia una
realización futura); o una concepción del tiempo en espiral mezclan
do el retomo cíclico y la progresión lineal. Se trata de grandes
figuras míticas que encuentran una traducción en la forma en qué
los individuos perciben los ritmos cotidianos y en que interactúan. -¡
Se pueden tomar estas representaciones implícitas a través de
ciertas expresiones lingüísticas corrientes: «no .existe nada nuevo
bajo el sol», «cada cosa a su tiempo», «perder el tiempo», «el tiempo
es oro», etc...
E. T. Hall propone otro tipo de clasificación siguiendo el modo de
estructuración de las actividades diarias. Opone las culturas mono?
cronas en las que los individuos «compartimentan el tiempo, lo
dividen en función de. la variedad de las tareas a realizar, y se
desorientan si deben ejecutar demasiadas tareas simultáneas» (sonj
por ejemplo, los de Europa del Norte o de los EE.UU.) a las culturas
polleronas (como las mediterráneas) donde los individuos «tienen, al
contrario, tendencia a realizar varias operaciones a la vez, como los
malabaristas» (1971, pág. 212). Los primeros dividen su tiempo en
fases «activas» (valorizadas) y «durmientes»; para los segundos, estar
sentado puede ser una actividad.
Esta oposición encuentra equiparación en las diferentes concep
ciones del espacio: los monocronos, distantes, compartimentan su
actividad tanto en el espacio como en el tiempo; los policronos,
ávidos de contacto, lo concentran todo en un único lugar. El urba
nismo es el símbolo: es la plaza española donde se pasea y se alterna
frente a la Main Street americana que se atraviesa a grandes pasos;
Todas estas concepciones tienen un impacto en las relaciones inter-
personales, sobre el lugar que le es consagrada en las actividades
diarias, sobre su ritmo y su duración, sobre su periodicidad...
Se puede tomar como ejemplo el concepto de una cita y de
puntualidad. Cada cultura comporta unas reglas sobre el plazo nece
sario para fijar su encuentro, sobre la hora conveniente, sobre su
duración aproximada. En las culturas industriales se puede fijar un$
cita hasta con varios meses de antelación, mientras que en otras,
hacerlo con más de una semana, pierde todo sentido. En América del
Norte, un retraso de cinco minutos just :a una excusa y más de
media hora constituye una falta grave. En América del Sur esto
puede representar un tiempo normal que no merece la pena mencio
nar. En Francia, en una comida de trabajo, las cuestiones importan
tes no se abordan más que después de un
general, mientras que en EE.UU. se esp< a que sean tratadas de
entrada (Hall, 1971), etc.
10. Beme indica que los juegos pueden contaminar una relación íntima, y descri
be toda una serie de «juegos conyugales».
b) El ejemplo de los juegos muestra que la relación social á
marcada por procesos inconscientes, procesos que el psicoanálisis a
puesto de relieve (y que se manifiestan sobre todo en la identifica
ción, la repetición y la transferencia).
Así pues, al lado del tiempo social, cronológico, tejido por la
cultura y manipulado por los individuos, existe otro más intangible,
más indecible, que tiene sus propias características, sus propios
ritmos y su propia lógica: es el tiempo del inconsciente; escapa a la
linealidad, está marcado por la pulsión y la repetición y se aparece
en el sueño, el síntoma o la transferencia; tiempo cíclico donde
retoman los antiguos mitos, las figuras originarias, la búsqueda del
objeto perdido y donde los mismos esquemas relaciónales y las
mismas escenas juegan constantemente a través de la variedad de
situaciones y del paso del tiempo biológico y social. Es un tiempo
reversible donde se mezclan pasado y presente sin preocuparse de la
cronología (es el niño que fui y que vive siempre en mí, que reaccio
na inconscientemente ante una determinada relación presente).
Así pues, ya sea tiempo del incosciente que nos domina y se nos
escapa a la vez, el tiempo del encuentro con el que se juega y se
intenta domesticar el tiempo social que da ritmo a nuestra vida, o el
tiempo cultural y simbólico que teje nuestras representaciones y
percepciones, el tiempo está impregnado de valores y de sentidos j
constituye, como el espacio, una dimensión esencial de la comu i-
cación; es este «lenguaje silencioso» del que E. T. Hall decía:
«El tiempo habla. Habla más llanamente que las palabras» (1966,
pág. 21).
Capítulo 2
LA INSTITUCION
1. L a COMUNICACIÓN EN LA ORGANIZACIÓN
2. S
Lí
relac
(qu e
de roles.
El rol, expresión dinámica del status, aparece como un conjura
to
J. Maisonneuve
conc
más que en la relación que se mantiene Con el hijo o profesor en la
que se mantiene con los estudiantes). El rol se inscribe, pues, en una
relación y es este aspecto el que ha sido señalado por diferentes
autores. Así, para G. Mead (1963), el rol es la actitud que adopta un
individuo en una relación interpersonal, actitud que es a la vez una
respuesta a la actitud de los otros y un estímulo que busca influen
ciarlo; se trata de un proceso intersubjetivo ya que es el significado
atribuido al comportamiento, la interpretación que el sujeto hace,
que, más que el comportamiento mismo, funciona como estímulo.
Parsons (1952) no lo considera como una relación entre yo y los
demás sino entre dos actores que se sitúan idénticamente como
actores; el rol se convierte en lo que define la participación de
un actor, en un proceso de interacción.4 Es posible igualmente ver a
las organizaciones como sistemas de roles en interacción y conside
rar las relaciones institucionales en términos de roles, de expectati
vas de roles, y conflictos de roles.
1. Así, en las organizaciones, es tanto por sus roles como por sus
status como se caracterizan los diferentes agentes. Para R. Blake y
J. Mouton (1972), el «manager» es alguien que no está definido
solamente por una posición jerárquica, sino por el rol que desempe
ña en el seno de la organización (es el que ordena, motiva, innova y
forma a sus subordinados con el fin de alcanzar un mejor rendimien
to y favorecer una mejor participación).
La posición que los agentes toman unos en relación con otros y
4. Para precisar más las diferentes teorías del rol, su descripción y su alcance,
puede consultarse a A. M. Rocheblave-Spenlé (1969).
frente a la organización puede ser igualmente considerada como
ligada intrínsecam ente a su rol y status. Al tratar, por ejemplo, de la
motivación para participar en las decisiones, diferentes investigacio
nes (Emery Thorsrud, 1969; Flanders, Pomeranz y Woodward, 1968)
han mostrado que, incluso cuando las organizaciones ofrecen posibi
lidades reales de participación a todos sus miembros, ésta no es
efectiva más que entre el personal responsable y de dirección, y que
muy pocos individuos desean participar en las decisiones concer
nientes a un nivel más elevado que el suyo.
El rol parece, pues, una especie de modelo interiorizado de'
actitudes y conductas que permiten al individuo orientarse en sus
relaciones con los otros y con su entorno.5 Por eso Parsons lo
describe representando «el sector organizado de la orientación de uij
actor que constituye y define su participación en un proceso dé
interacción» (1952, pág. 23). |
3. A n á l is is e s t r a t é g ic o s
6. «El individuo se identifica con un conjunto y no con una unidad; los cambios
frecuentes, el sistema de reglas, su control, la primacía del triunfo individual, la
prevención de reivindicaciones colectivas impiden la formación de subgrupos dando
una posibilidad de referencia diferente de la de la entidad TLTX. Esta ausencia de
referencia aminora la posibilidad de criticar las finalidades del conjunto» (M. Pagés,
1979, pág. 136).
las reglas, pero, al mismo tiempo, estas estrategias son coheren ;
con el sistema de valores de organización (competitividad, product -
vidad, dinamismo) y sirven a sus finalidades: «El juego con las reglas
refuerza el respeto a la regla del juego» (pág. 61).
En TLTX, las relaciones son joviales y relajadas (todo el mundo se
tutea) pero no excluye las relaciones de competencia y poder. Los
individuos son incitados a la vez a la solidaridad y la rivalidad, i
uno vive en una tensión continua hacia el futuro ya que sólo el éx >
y la promoción están valorizados. «Al poder se le hace funcionar
corriendo tras él.» Sobre la marcha se aplican los mecanismos de
control, de integración y de reproducción no solamente a los den 5
sino principalmente a sí mismo. Intentando adquirir el poder, :
hace que funcionen todos los procesos que ponen en acción concre
tamente las relaciones de dominio (1979, pág. 155). No obstant<,
existe una cierta despersonalización de las relaciones de podei,
siendo cada una el sujeto de su propia sumisión.
La influencia de la organización,7 su carácter insidiosamente
limitador, se traduce en una adhesión ideológica que prescribe una
estrategia única para todo el mundo, si bien autoriza una 1
variedad del estilo, deja poco margen de maniobra. Para evoluci r
dentro de la organización es necesario estar conforme con su siste
ma de valores; ganan los que han interiorizado mejor la ideologí:,
los que se adaptan mejor a la complejidad de sus circuitos relacióna
les e informacionales.
Este ejemplo pone de relieve el modelado recíproco de las estruc
turas sociales y relaciones psicológicas; subraya la estrecha articula
ción entre la ideología, las regulaciones institucionales y las estra
tegias.
Esta articulación se encuentra ilustrada y explorada en < >
investigaciones psicológicas como las de, por ejemplo, J. P. De-
conchy sobre la ortodoxia (1971). Este ha intentado comprender, a
partir del estudio de instituciones religiosas, los mecanismos siste
máticos que operan entre un cuerpo de creencias y las representa
ciones ideológicas, la institución que les regula los comportamientos
de los agentes. Muestra cómo el mecanismo de control puesto en
2. El análisis estratégico
LOS RITUALES
1. CÓDIGO Y RITUAL
2. La s it u a c ió n y l o s a c t o r e s
3. Lo Q U E S E JU E G A
4. R eglas y p r in c ip io s c o n s t it u t iv o s
1. El compromiso
2. Intercambio y reciprocidad
4. Esta regla asim étrica fue expresada p o r la b aronesa Staffe en sus U sajes d u
m o n d e: «Un h o m b re nunca'ofrece en p rim e r lu g ar su m ano a ú n a mujer; Es ella qúierí
debe te n e r la iniciativa de este movimiento en virtud del axioma: "Es la reina quien- ha
bla p rim ero '’ y en las relaciones m undanas, la m u jer es la reina, tiene la pregjniijsncia
sobre el h o m b re (...). La m ujer, cuando tiende la m ano a u n hom bre, p arece decirle;
sois bástante conocido o Hie habéis d ado suficientes pruebas de bueriá eddcáCión, de
seguridad de c a rá c te r p a ra que bs dé u n a m u estra de confianza» (París, Flam rnarión,
1899, pág.. 154). , •
5. L a s ESTRATEGIAS
6. T i p o l o g ía
AMBITOS DE INVESTIGACION
EL ANALISIS CONVERSACIONAL
1. Ochs y Schieffelin (1979) escriben: «Los niños llegan a la producción e in terp re
tación del lenguaje debido a una red de convenciones y prem isas socio-culturales que
sostienen no solam ente su com unicación verbal sino tam bién el conjunto de su vida
en sociedad (citados p o r B achm an Lindenfeld, Sim onin, 1981, pág. 187).
rías com o los m étodos que los m iem bros utilizan para m ostrar estas
actividades visiblem ente racionales y relacionables con finalidades
prácticas, es decir, descriptibles» (Garfinkel, 1967, pág. VII).
La «postura» etnom etodológica consiste en preconizar un cam ino
de observación y descripción de las prácticas cotidianas; no obstan
te, conduce m enos a lo que la gente hace o en el porqué de sus
acciones, que a cóm o lo hacen, la form a en que las realizan y pueden
d ar cuenta de ello.
En este proceder, la etnom etodología en cuentra el lenguaje
com o una de las prácticas principales a través de la cual se constitu
ye la vida social. Porque la m ayoría de las actividades cotidianas
(privadas, sociales, profesionales, culturales, etc.) im plican inter
cam bios de lenguaje. En el análisis de estos intercam bios, la etnom e
todología en cuentra sensiblem ente las mismas preocupaciones que
la etnografía de la com unicación.2 Aporta, no obstante, ciertos con
ceptos específicos; podem os citar, por ejem plo, el concepto de «in-
dexicalidad»: designa en lingüística térm inos «deícticos» donde el
sentido no se da más que haciendo referencia a la situación, al
m om ento y al lugar del enunciado y a los sujetos hablantes;3 tienen
com o función designar, «m ostrar con el dedo» los elem entos del
contexto. La tesis de Garfinkel defiende que el conjunto del lenguaje
natural es «indexical»; ya que cada m iem bro utiliza el lenguaje
cotidiano en referencia al contexto que es el suyo; las palabras no
tienen significados inm utables, «objetivos» y transituacionales. Exis
te siem pre una determ inación, al m enos parcial, del sentido, por el
contexto. Se ve que las aproxim aciones etnográficas y etnom etodoló-
gicas han tom ado ciertos conceptos de la lingüística, pero le otorgan
un nuevo matiz.
No obstante, el análisis conversacional ha sido elaborado en el
mism o in terio r de la lingüística y la filosofía del lenguaje a p artir de
la perspectiva «pragmática».
a) Principalm ente, son los estudios del lógico suizo J. B. Grize los
que han servido de base al estudio de la argum entación com o «activi
dad lógico-discursiva». Se esfuerzan en m ostrar las operaciones del
pensam iento, la «lógica natural» (opuesta a la «lógica formal») que
se utiliza en los discursos cotidianos.
La actividad discursiva tiende a construir una esquem atización
lingüística de las representaciones del universo del locutor para
obtener un cierto efecto en el que escucha. Esta esquem atización es
de naturaleza dialógica y apunta a la «verosimilitud» (de acuerdo con
lo que el oyente tiene p o r verdadero en el sentido com ún del térm i
no); propone im ágenes (del sujeto, de su interlocutor o del tem a) al
oyente. No obstante, la com unicación supone la repartición de cier
tas representaciones, especie de núcleo com ún de significado relati
vo a una cultura determ inada, que Grize llam a «lo preconstruido
cultural»; este preconstruido se deriva a la vez de las características
de los objetos, de los discuros que suscitan y de las ideologías que
transm iten los valores que le conciernen, valores propios de los
diferentes grupos sociales. La esquem atización se da, pues, en parte
del contexto cultural, pero tam bién se expresa según una lógica
natural entendida com o las operaciones del pensam iento que perm i
ten al locutor construir y p ro p o n er en el discurso sus representacio
nes a un auditorio.
La lógica natural es una lógica concreta, en situación, que elabo
ra constantem ente los objetos que m anipula po r el m ovim iento
m ism o del discurso (objetos anclados en lo preconstruido cultural,
pero tam bién constantem ente reelaborados a p artir de nuevos ele
m entos). Com porta al m ism o tiem po una articulación de enuncia
dos, un encadenam iento de elem entos en un conjunto argum entati
vo (sobre todo, p o r las co n ju n c io n es de c o o rd in a ció n y
subordinación).
El proyecto de J. B. Grize y de algunos continuadores (com o
Vignaux 1978) es la form alización de las operaciones lógico-
discursivas por las que el discurso del locutor intenta construir una
representación dirigida al in terlocutor para influir en su juicio, en el
in terio r de una situación cultural y socialm ente situada y que obede
ce a una cierta lógica natural.
b ) El análisis lingüístico de la argum entación busca, po r su par
te, la constitución de una especie de «gramática» del discurso.
Propone dos caminos: un análisis estructural que se esfuerza en
descubrir las estructuras y las funciones de una conversación; y una
aproxim ación dinám ica que m uestra su desarrollo (Moeschler,
1985).
3. L a APROXIMACIÓN INTERACCIONISTA
10. «El estudio de cada diálogo m uestra cóm o este ajuste de posiciones recíprocas
se hace en el transcurso de los prelim inares y de! principio de la interacción entre dos
locutores. El estudio com parado de tres diálogos m uestra cóm o el m ism o locutor
m odifica su actitud para adaptarse a un nuevo com pañero» (Gaulmyn, en J. Cosnier y
otros, 1987, pág. 187). Pero en el mism o trabajo O. K erbrat-O recchioni señala que, en
ciertos casos, la relación de lugar «se m odifica constantem ente en el curso del
desarrollo de la interacción» (pág. 343).
se proyecta a sí mism o com o locutor en una cierta calidad actual, los
otros participantes del encuentro ven su Yo {moi) en parte determ i
nado com o consecuencia» (Goffman, 1987, pág. 161).
No obstante, si la definición de la relación es «transaccional», los
participantes no tienen necesariam ente una posición sim étrica en el
proceso; «La relación entre dos personas puede ser tal que sea
suficiente que aparezca una para im poner a la otra, sin necesidad de
quererlo, y m enos aún de ordenarlo, una definición de la situación y
de sí mism o (com o intim idado, por ejemplo) que es tanto más
absoluta e indiscutible cuanto que no necesita afirmarse» (Bourdieu,
1982, pág. 38).
Así, la relación com porta a la vez la actualización de identidades
circunstanciales, la definición de una relación de lugar y la sim ula
ción de estados afectivos entre los interactuantes.
12. Esta fuerza represiva se traduce p o r ciertos m ecanism os que m arcan el discur
so (dudas, eufem ism os, frases inacabadas...) y que se puede a c e rcar a los «mecanism os
de defensa» estudiados p o r el psicoanálisis. Resultan del control del Superyó sobre la
actividad expresiva del Yo (m oi).
13. Véase tam bién Cl. Chabrol, 1985. La am bigüedad se observa en los titubeos, las
rupturas, la confusión del discurso y su estru ctu ra argum enta!.
cia de una relación de poder explícita o implícita: «Las relaciones de
com unicación po r excelencia, que son los intercam bios lingüísticos,
son tam bién relaciones de poder sim bólico donde se actualizan las
relaciones de fuerza entre los locutores o sus grupos respectivos»
(Bourdieu, 1982, pág. 14).
d) No obstante, si el concepto de relación de poder introduce un
m arco adecuado para m ostrar todo un conjunto de relaciones com
petitivas, no especifica suficientem ente las estrategias que resultan
de este tipo de relación. Es aquí donde se puede rec u rrir al concep
to de juego, tal com o lo ha definido el análisis transaccional de
E. B erne (1975).
Se ha observado que para este psicólogo el juego es un esquem a
repetitivo, según el cual cada individuo tiende a estru ctu rar algunas
de sus relaciones con los otros. Está hecho de una serie de transac
ciones «ocultas» con las que el jugador busca asegurarse una ganan
cia, una ventaja sobre su com pañero. Tales juegos se pueden obser
var en los intercam bios conversacionales y Berne los denom inó
según una serie de enunciados tipo («Sin ti, sí, pero...», «Mira lo que
me has hecho hacer...», etc...). El concepto de juego es capaz de
aclarar el significado psicológico e interaccional de la dinám ica que
sostiene num erosas conversaciones.
De esta m anera, el análisis conversacional hace necesaria hoy
una convergencia m ayor entre los estudios etnográficos y sociológi
cos que se refiere a los efectos contextúales y el im pacto de rituales
interaccionales en la com unicación, una aproxim ación, un estudio
lingüístico que pueda dar una descripción rigurosa y p ro d u cir de
una gram ática del discurso dialógico y un punto de vista psicológico
que pueda dar cuenta, apoyándose firm em ente en los precedentes,
de la significación dinám ica de los intercam bios lingüísticos.
Capítulo 2
LA COMUNICACION NO VERBAL
2. F u n c io n e s d e s ig n o s c o r p o r a l e s
1. F unción de co m u n ic a c ió n
Se puede observar tam bién que el cam bio de turno del uso de la
palabra se efectúa a partir de signos corporales (entonación, postu
ras, m iradas). A m enudo el locutor aparta su m irada cuando empieza
a hablar y, al contrario, la fija en su interlocutor cuando acaba de la
m ism a m anera; la tom a de palabra se m arca a m enudo po r un
avance del busto inclinado ligeram ente hacia delante, m ientras que
el abandono de la palabra se acom paña de una retirada del busto.
W. S. Condon m ostró que existía generalm ente a nivel corporal una
«sincronía interaccional» a lo largo de un intercam bio. Designa por
esta expresión el hecho de que «los auditores se m ueven en perfecta
sincronía con la estructura articuladora de la palabra del locutor (e
incluso) en sincronía perfecta con el discurso del locutor, com o el
locutor mismo» (Condon, 1984, pág. 57). Se produce cuando el «que
escucha» está atento, y parece universal, ya que ha sido observada en
num erosas culturas. La sincronización m im ogestual no tiene com o
única función regular la com unicación, regula tam bién la relación;
contribuye a m antener la «distancia buena» (física y psicológica)
entre los participantes y a asegurar una relación tónico-em ocional
propicia para el intercam bio. Este proceso de sincronía com prende
todos los fenóm enos de «ecos» corporales (ya sea el contagio de
sonrisas y tos, el m im etism o de posturas o las actividades de ecolalia)
que sitúan, con una limpieza muy particular, la naturaleza del p ro ce
so de interacción corporal que observarem os m ás adelante.
Podem os añadir tam bién a la función reguladora los gestos «auto-
centrados» que tienen com o efecto descargar la ansiedad, la tensión
o la excitación interna (com o agitar las m anos o pies, la m anipula
ción de objetos, la autom anipulación, el rescate, el balanceo...).
3. Función sim bólica
3. C u e r p o y l e n g u a je
6. Existen gestos «puntuadores» que m uestran el objeto del que se trata los gestos
«pictográficos» que dibujan en el espacio el objeto del que se habla; los ges
tos «cuantificadores» que indican la dim ensión de una cosa (dim ensión física real
cuando se trata de objetos tangibles u orden de grandeza cuando se habla de cosas
abstractas); los gestos «cinetógrafos» que im itan, a la vez una situación (de la que se
habla) y el com portam iento que se ha m anifestado; los gestos «ideógrafos» que
indican la dirección del pensam iento (lo que parece positivo, p o r ejem plo, está
acom pañado a m enudo, de un gesto con la m ano hacia delante y lo que parece
negativo, balanceando la m ano de d erecha a izquierda)... (Ekman y Friesen, 1972).
7. Como lo m uestra R. Gori (1978).
inconscientes:8 «Las disposiciones psicológicas profundas del inter
locutor, sus intenciones latentes, pueden ser susceptibles de hacerse
transparentes a pesar suyo, a través de sus posturas, su mimogestuali-
dad y concurren con las otras inform aciones visuales (morfotipo,
vestido, etc.) a inducir en el “que escucha” una im presión perm a
nente o pasajera que influirá en el curso de la interacción» (Cosnier
y Brossard, 1984). Esta dim ensión se puede ver, po r ejem plo, en la
conversación histérica donde, en cierta m anera, el cuerpo «habla»
pero de form a ininteligible para el sujeto mism o y solam ente la
verbalización (ayudada po r la interpretación del analista) puede
llevar a su conciencia los significados sim bólicos del síntom a.
Así, en ciertos casos, expresión verbal y expresión corporal pue
den estar totalm ente disociadas. Nos encontram os así con dos for
mas de m ensaje, eventualm ente contradictorias: una m adre, por
ejem plo, puede expresar con sus palabras su ternura hacia su hijo
m ientras que su cuerpo traduce una falta de em oción o un rechazo.
G. Bateson ha señalado bajo la expresión de «doble vínculo» el
carácter p e rtu rb ad o r para las relaciones hum anas de este tipo de
interacción (Bateson, 1980).
LA FAMILIA
1. L a s INTERACCIONES PRECOCES
1. E l apego
«No existe com petencia que no esté unida a una puesta en prácti
ca efectiva que im plique una acción de control o tutela ejercida
sobre el niño por su entorno» (M. Deleau, 1985, pág. 158). Esta es la
hipótesis en que se apoyan la m ayoría de los estudios en el desarro
llo del recién nacido. M uestran que el niño es, ante todo, un ser
social que entra en relación con su entorno» po r m edio de su propio
entorno.
Así, en un estudio longitudinal de la relación m adre-niño en el
plano fonético que duró 10 m eses (de 9 a 19 meses), E. Veneziano
(1981) rem arcó que la m adre selecciona las producciones fonéticas
del niño de form a que le repite cada vez más las producciones que se
acercan al m odelo del lenguaje: abandona poco a poco las pro d u c
ciones «no sensatas» y a p artir de 17 m eses privilegia los sonidos
articulados, prim ero de reproducción parcial, y después de rep ro
ducción com pleta. M. Robin (1978) relacionó la capacidad que tiene
el bebé de fijar la cara de su m adre, con la actitud más o m enos
receptiva de la m adre frente a su m irada. En el mism o eje de
investigación, los estudios de D. Stern y otros (1984) han prolongado
las reflexiones de D. W. W innicott con «el papel de espejo de la
m adre y de la familia». W innicott escribió que cuando el bebé m ira a
la cara de su m adre «generalm ente lo que ve es a él mismo». Es
decir, «la m adre m ira al bebé y lo que su rostro expresa está en
relación directa con lo que ella ve» (1975, pág. 155). Stern observa el
mism o proceso, pero no utiliza la m etáfora del espejo, prefiere la
expresión de r e fo r m u la c ió n : lo que lee el bebé en la cara de su m adre
es una reform ulación de su propio estado em ocional, es decir, no
solam ente un reflejo que le perm ite realizar lo que expresa sino,
además, la indicación de que este estado ha sido com prendido «acti
vamente» (y no recibido pasivam ente com o en un espejo) y que es
com partido. El proceso identificado por Stern corresponde a un
fenóm eno de fe e d b a c k y sitúa la relación m adre-niño en una dinám i
ca interactiva donde uno y otro desem peñan un papel activo: el niño
aprende gracias al fe e d b a c k de los padres, pero la experiencia del
éxito y del p lacer que hacen los padres de sus niños es debida sin
duda a la actitud de estos últim os, a las reafirm aciones que pueden
aportar, a la com patibilidad de sus m odos de expresión con los de su
entorno» (M. Deleau, 1985, pág. 161).
Así, a p artir de estas investigaciones, la evolución del lactante ya
no se concibe com o el crecim iento lineal de un organism o, sino
com o un proceso interactivo donde las com petencias del bebé se
sostienen en las expectativas y reacciones de los adultos; cada vez
más, lo q u e p a s a e n tr e e llo s se convierte en el factor determ inante y
se llam a «diálogo madre-niño» (R. Schaffer, 1981) «intersubjetividad
prim aria» (Trevarthen, 1979), «sistema de reciprocidad» (Brazelton,
1981) o «espejo biológico» (Papousek y Papousek, 1982)... para citar
algunos conceptos utilizados en este campo.
Así, la interacción tiene en ella m ism a «un significado adaptativo
general» (M. Deleau, 1985, pág. 160); ya que, com o lo señala
J. Cosnier, es muy difícil y bastante arbitrario aislar algunos de estos
aspectos, en la m edida en que lo que le caracteriza «es ser la
resultante de num erosos parám etros inseparables» (J. Cosnier, 1984,
pág. 111). Además, hoy se orientan num erosas investigaciones hacia
un análisis de los m ecanism os interactivos. Por ejem plo, los estudios
sobre la s in c r o n iz a c ió n d e a c titu d e s de la m adre y el niño. Condon,
apoyándose en sus propias investigaciones sobre la «sincronía inte-
raccional» en el análisis de las conversaciones, ha podido en co n trar
un fenóm eno sim ilar en la interacción precoz: descubrió una sincro
nización muy estrecha entre la palabra del adulto y la organización
de los balbuceos del bebé (Condon, y Sander, 1974). Daniel Stern
(1981), exam inando películas de bebés de tres m eses con sus m a
dres, constata que un m ism o esquem a de aproxim ación y retirada
m utua se produce al girar el niño la cabeza durante una fracción de
segundo, cuando su m adre se acerca y cuando se aleja de su cam po
visual form ando el todo com o un vals. De la m ism a m anera, la
dinám ica de la relación m adre-niño es un elem ento fundam ental en
la adquisición del lenguaje en la m edida en que el ritm o de los
intercam bios perm ite el aprendizaje de la convencionalización y de
la sim bolización (Bruner, 1983).
Los fenóm enos de im ita c ió n intervienen tam bién muy pronto en
la interacción.3 Uno de los prim eros en señalarlo fue probablem ente
René Zazzo (1962). Unos quince años más tarde Trevarthen (1979)
introdujo el concepto de «ecoisación»; se trata de una capacidad
(que aparece muy pronto) para tratar, in terp retar y rep ro d u cir las
expresiones de los dem ás con el fin de ser com prendido. D. Stern
(1984) sitúa la «ecoisación» en un a c o r d e a fe c tiv o (a ffe c t a ttu n e m e n t)
-p ro c e so em pático de identificación de los afectos de los dem ás a
p artir de un conjunto de indicios. Otros estudios m uestran que no
solam ente el lenguaje m aternal evoluciona en función de la evolu
ción del niño, sino que lo anticipa, lo guía, lo organiza (Rondal, 1981;
2. La F R A T R ÍA
1. Bajo este ángulo, han dom inado durante largo tiem po dos
grandes m arcos de referencia: la teoría de Adler y la teoría psicoanalí-
tica, las cuales tienen la particularidad de subordinar las relaciones
fraternales a las relaciones «verticales» entre padres e hijos.
A. A dler (1949) fundó, de form a preponderante, su teoría en la
im portancia del rango de nacim iento en la actitud que tom a el niño
frente a sus herm anos y herm anas y en la form ación de su carácter:
el prim ogénito tiene, en principio, el interés y el afecto de sus padres
para él solo, más tarde será destronado por el «más joven» con quien
los deberá com partir; para com pensar esta pérdida, intentará atri
buirse un lugar privilegiado de poder en la «fratría» y de atención
p o r parte de sus padres. La finalidad confesada p o r Adler era desem
b o car en una tipología caracterial; num erosos estudios anglosajones
fueron inspirados p o r él en los años 1960-1970. El arquetipo de estos
estudios puede residir en los de W. Tom an (1987) que sistem atizó las
teorías adlerianas a través de su «teoría de la duplicación» que «tiene
t n cuenta la posición fraternal de los padres para esclarecer las
relaciones que m antiene un niño con ellos (...) Las constelaciones
fam iliares son consideradas com o sistem as influenciados p o r la ge
neración precedente y que interactúan con la siguiente» (págs. 18-
20). No obstante, los resultados de estas investigaciones son, a m enu
do, contradictorias y pueden prestarse a discusión.
De form a más com pleja, la aproxim ación psicoanalitica sitúa las
relaciones entre herm anos y herm anas (a m enudo estructuradas en
la rivalidad) en el sistem a relacional familiar. Tiene sus orígenes
en los estudios de Freud quien, a través de los casos que estudió
(sobre todo los del pequeño Hans y del H om bre a los lobos) y
tam bién en los textos más teóricos (La Introducción al Psicoanálisis o
Tótem y tabú) precisa que el deseo fundamental de todo niño es
monopolizar el am or de sus padres y la posesión de los objetos para su
propio provecho. En esta perspectiva, el herm ano se percibe como un
«concurrente» que sólo puede provocar sentimientos hostiles; toda
expresión de ternura no hace más que recubrir este fondo hostil sin
que jamás se borre totalmente; aparece como defensa contra un odio
mal asumido o unos celos rechazados; como una revancha tomada
contra la m adre demasiado amada, desplazando el am or que se daba a
esta m adre infiel, sobre su joven hermana. Prolongando esta visión y
sistematizándola, Anna Freud (1976) analiza las relaciones fraternales
en la forma de rivalidad del objeto en la cual el herm ano (o hermana)
es considerado como una «pieza accesoria de los padres», frustrando al
prim ogénito de la nutrición y del am or parental.
En esta m ism a dirección, diferentes análisis profundizaron esta
reflexión, com o los de Ch. B audouin sobre el «complejo de Caín»
(1964) o de P. Cahn (1962) que funda las relaciones fraternas en la
frustración y las reacciones que provoca; estas reacciones van de
la agresión a la resignación pasando po r la agresión o la solidaridad
fraterna (solidaridad de algunos m iem bros de la «fratría» contra
otro, solidaridad de toda la «fratría» contra otro, solidaridad de toda
la «fratría» contra los padres, solidaridad «xenofóbica» contra el
grupo de «no-hermanos»); según P. Cahn, es en las interacciones
fraternas concebidas así, donde ciertos rasgos de personalidad y un
cierto m odo de socialización encuentran su origen, y la «fratría»
constituye un m edio transicional entre la familia construida alrede
do r de la problem ática edípica y la sociedad.5
A pesar de su interés, estos estudios pueden p arecer reduccionis
tas en la m edida en que destacan la relación «vertical» de los niños
hacia los padres y dejan de explorar la especificidad de las relaciones
«horizontales» entre los m iem bros de la «fratría».6 Pero es justam en
te esta aproxim ación la que predom ina actualm ente, aproxim ación
pragm ática, más centrada en una observación directa de las interac
ciones fraternas.
1. L a a p r o x im a c ió n p s ic o s o c io ló g ic a d e lo s ro le s
12. En Francia se pueden destacar estudios com o los de A. Michel (1978) sobre la
diferenciación de roles en el seno de la familia, o los de H. Touzard (1977) sobre el
dom inio en la familia (visto bajo el doble aspecto de la decisión y la ejecución) según
el tipo de familia considerada (autonóm ica, autocrática, leadership, sincrásica).
13. Véase E. Marc y D. Picard (1984).
especie de m ito fam iliar condensado de tradiciones y valores que
form an el ideal de grupo. El mito fam iliar puede analizarse com o
una especie de ideología de grupo hecha de valores, de representa
ciones y de creencias que proveen los m odelos de conducta y sirven
de defensa contra lo que podría am enazar el equilibrio familiar. El
m odelo fam iliar puede ser objeto de un am plio consenso o ser una
controversia para ciertos m iem bros (y ser, pues, más inestable);
constituye lo que J. M ierm ont (1984) llama «autorreferencia fami
liar» representación de la identidad de la familia considerada com o
un todo y norm a de referencia en relación a lo que serán evaluados
los com portam ientos de cada uno. Sirve, por lo tanto, de m arco de
referencia para las interacciones cotidianas incluso cuando no se
ajustan necesariam ente a él (si, po r ejem plo, el m odelo fam iliar
im plica la fidelidad conyugal, esta referencia servirá para evaluar los
com portam ientos del m arido o la m ujer, que uno y otro sean fieles o
infieles).
b) Lo que m antiene los lazos entre los m iem bros y funda la
existencia m ism a de la familia, es un conjunto de reglas interactivas
que perm anecen implícitas a m enudo; la tonalidad afectiva de las
relaciones no es más que una de las características. Cada regla
instaura un sistem a de derechos y obligaciones unidas a los diferen
tes roles familiares. Es lo que Jackson (en W atzlawick y W eakland,
1981) llam a el quid pro quo (lo que cada uno da para recibir otra
cosa).14 La regla com porta, pues, u n a definición de relación (como
sim étrica o com plem entaria; jerárquica o igualitaria y com o m arca
da p o r ciertos valores afectivos: el am or, la sum isión, el respeto, el
sacrificio...), una especificación de los roles y un reparto de tareas
necesarias para la vida de la familia. Provee a las relaciones de un
contexto relativam ente estable, contexto que indica a los m iem bros
cuáles son las expectativas recíprocas, cóm o anticipar sus condicio
nes y cóm o interp retar sus com unicaciones y sus com portam ientos
(se ha observado que en familias con «problema» no existe consenso
sobre las reglas de interacción y que cada uno pone en entredicho la
definición de la relación propuesta po r sus com pañeros).
Las interacciones fam iliares pueden considerarse en una perspec
tiva diádica (marido-mujer; madre-hijo; hija-padre, etc.), pero están
m arcadas po r fenóm enos que sobrepasan este m arco y que tienen
14. En la pareja tradicional, la m ujer espera que su m arido le aporte una cierta
seguridad; a cam bio, el m arido espera el reconocim iento de su autoridad y una
cierta adm iración...
una im portancia fundam ental en la dinám ica familiar: se trata de los
fenóm enos de alianza y de coalición.
La a lia n z a instaura una relación de afinidad entre participantes a
causa de intereses com unes, sim patías, identificaciones m utuas.
La c o a lic ió n establece la solidaridad de algunos m iem bros contra
otros. Estos conceptos nos conducen a las relaciones de p o d e r en el
seno de la familia y al hecho de que las relaciones de com unicación
se sobreentienden, a m enudo, com o relaciones de fuerza (incluso si
estas relaciones se disim ulan en el grupo fam iliar bajo el lenguaje de
la afectividad).
c) La aproxim ación sistém ica conduce así a considerar las inte
racciones fam iliares bajo el ángulo de estabilidad y cam bio. Como
toda institución, la familia tiende a la h o m e o s ta s is , es decir, a m ante
ner el equilibrio y la estabilidad. En este sentido, ciertas interaccio
nes pueden analizarse com o retroacciones negativas (que intentan
m an ten er el estado del sistema) y otras com o retroacciones positi
vas, que favorecen la evolución, ya que el cam bio está incluido en la
naturaleza m ism a de la familia p o r el hecho de los nacim ientos, el
crecim iento de los hijos, el envejecim iento (sin contar la necesaria
adaptación a un entorno que puede cam biar). Las crisis fam iliares
corresponden, frecuentem ente, a la incapacidad del sistem a de in
tegrar el cam bio p o r reglas muy rígidas (com o el desencadenado,
po r ejem plo, en las relaciones de pareja, p o r el nacim iento de un
hijo).
3. L a c o n c e p c ió n « g ru p a lista » a n a lític a
LA INFLUENCIA SOCIAL
1. I n f l u e n c ia y n e g o c ia c ió n
2. A p artir de un efecto óptico (un punto lum inoso fijo que parece desplazarse de
form a errática), Sherif m uestra que, frente a un cam po de estim ulación im preciso,
existe una tendencia (en situación colectiva de interacción) a elaborar una norm a
grupal. Tiende a constituir un m arco de referencia para el individuo. Existe un efecto
de influencia de grupo com parable al efecto que puede ten er un individuo que tiene
un prestigio. Sherif ve que la conform idad es más grande cuando la persona que
influye no está presente, que cuando está.
verá incitado a p roseguir en la m ism a dirección y a acep tar otras
acciones m ucho m ás com prom etidas (para no contradecirse ante sí
m ism o y los dem ás, conform e a la teoría de la disonancia cogniti-
va). Es la técnica del «pie en la puerta» que consiste en o b ten e r de
los sujetos un acto iniciador poco costoso (así, m ientras un 22 % de
las am as de casa contactadas aceptan espontáneam ente resp o n d er a
una encuesta en profundidad sobre su com portam into consum idor,
es posible aum entarlo al 53 % si hacem os p ro ce d e r la dem anda de
u n a entrevista telefónica sobre algunos puntos poco com prom ete
dores).
Se observa tam bién que, en ciertas condiciones de enganche
(elección libre, acto público...), el sujeto m odifica sus opiniones y
actitudes privadas para convertirlas en m enos disonantes con el
com portam iento que ha debido ten e r y que era contradictorio con
sus posiciones iniciales.3
e ) La conform ización («aceptación») rem ite a la relación entre la
«fuente» y «el blanco» (relación que retom arem os) pero tam bién a
los efectos del contexto.
Se ha podido dem ostrar, p o r ejem plo, que en una situación gru-
pal, la tendencia a la conform idad varía en función del tam año del
grupo y de la unanim idad m ayor o m enor que existe dentro de él: es
más difícil resistirse a un grupo grande que a uno pequeño, más
difícil resistirse a un grupo coherente que a un grupo dividido. Puede
estar influido igualm ente p o r el tipo de tarea de los interactuantes:
cuanto más convierte a los individuos en interdependientes para el
éxito, más conform idad habrá; lo m ism o sucede si es am bigua o si
los sujetos no están seguros de la form a de tratarla; com o señala G.
de M ontm ollin, «en num erosos aspectos, los procesos de influencia
social son a la vez una consecuencia y un tratam iento de la incerti-
dum bre» (1977, pág. 307). El recurso a la conform idad, a la autori
dad grupal puede ser una form a de escapar de la duda cuanto más el
contexto sea am biguo, no estructurado y subjetivo. E ncontram os
aquí la unión entre conform idad y sum isión a la autoridad.
A través de estas aproxim aciones se ve que la conform idad no se
reducirá a un efecto de «presión».4 Supone m ecanism os cognitivos e
3. L a n e g o c ia c ió n
2. R e l a c ió n d e i n f l u e n c i a y p e r c e p c i ó n s o c ia l
1. R elación blanco/fuente
Todo esto dem uestra que los individuos no reaccionan solam ente
a una realidad objetiva sino a la representación que ellos se forjan, en
el seno de un proceso de interacción social.
Esto nos lleva a subrayar la im portancia del rol desem peñado, en
la conducta de un sujeto, p o r la percepción que tiene de su entorno,
de los otros y de su posición en relación a ellos (percepción fuerte
m ente m arcada por factores sociales).
10. Aquí sólo la evocam os de m anera sucinta. Para más detalle véase al artículo de
J. Jaspers y M. Hewstone, «La théorie de l'attribution» (en Moscovici, 1984).
1 I. Así, la reacción de una persona que recibe un golpe en la cabeza será muy
diferente según proceda de la ram a m uerta caída de un árbol o de un bastón lanzado
p o r un enemigo. De la m ism a m anera, la percepción de la situación (y el enganche
interaccional que se seguirá) será fundam entalm ente diferente según el golpe sea
percibido cóm o intencional o no.
Este últim o aspecto fue profundizado p o r las investigaciones de Jones y Davis
(1965). Aportan una serie de hipótesis sobre la m anera en que los sujetos buscan en el
c arácter de un individuo la causa de sus intenciones y pueden inferir las disposiciones
interiores a p artir de sus actos.
12. Una situación de com petencia basta para au m en tar la atracción hacia su grupo
(Sherif, 1961; Blake y Mouton, 1962). No obstante, incluso fuera de estas situaciones,
la sola presencia de los otros en una situación estructurada en in-group y out-group
basta para provocar com portam ientos discrim inatorios (Tajfel, 1971; Deschamps,
1977).
larm ente estudiada; desem peña un rol fundam ental no solam ente en
la estructuración del entorno (simplificándola, perm ite ordenarlo y
sistem atizarlo) sino tam bién en la de identidad social del individuo
dándole la posibilidad de otorgarse un lugar en la sociedad por la vía
del «conocim iento que tiene de su pertenencia a ciertos grupos
sociales y a la situación em ocional y evaluativa que resulta de esta
pertenencia» (Tajfel, en Moscovici, 1972, t. 1, pág. 292).
Es posible considerar la categorización com o el resultado de un
proceso de atribución: las categorías son vistas, entonces, com o
«hipótesis» sobre la naturaleza de la realidad, construidas en función
de los atributos acordados a los otros y a sí mismo. O bien al
contrario, se puede creer que es la m ism a categorización la que sirve
de fundam ento a la atribución. Porque si es cierto que categorías
com o «inteligente» o «trabajador» proceden de la atribución de estos
calificativos a individuos, existen igualm ente num erosas categorías
(com o sexo, edad, etnia...) que son datos objetivos de la situación
social; es a p artir de ellas, de su «evidencia» com o se construyen las
atribuciones.
En este caso, «la clasificación de los individuos en categ o rías
no es el resu lta d o de un p ro ce so de a trib u ció n , sino que será, al
c o n tra rio , la base de la atrib u ció n . Los sujetos h arán , bajo esta
ó ptica, a trib u cio n e s a los dem ás en función de la re p re se n ta c ió n
cognitiva que tengan de la ca te g o ría de p e rte n e n c ia de este alter»
(J. C. D escham ps, 1977, pág. 12). Se ve que las rep re se n ta c io n e s
so c ia le s in te rv ie n e n com o u n a especie de rejilla c u ltu ra l previa
en la p e rc e p c ió n del otro: «Para e n te n d e r su e n to rn o , p ara expli
c a r el m undo en que vive, el sujeto atribuye a los actos y a los
co m p o rtam ie n to s de los dem ás las c a ra c te rístic a s de grupo, c o
lectivas, no las c a ra c te rístic a s o in te n c io n e s individuales» (J. C.
D escham ps, 1977, pág. 12).
Así, los conceptos de com paración, atribución y categorización
aclaran los m ecanism os po r los que un sujeto, en interacción con
otros, construye una representación de su entorno y el de los demás.
Estos m ecanism os tienen un lugar im portante en la com prensión de
los procesos de influencia, porque, en gran parte, existe la influencia
porque la realidad es una realidad construida y una representación
social.
Pueden actuar en dos sentidos: en el del conform ism o (estereori-
pos y prejuicios) o en el del cambio. G. Mugny intentó m ostrar que es
p o r la interacción y el conflicto socio-cognitivo que puede acarrear
(en caso de divergencias de actitudes y respuestas), com o las capaci
dades cognitivas del niño pueden progresar: «Es, en efecto, a partir
de experiencias acum ulativas y progresivas com o los sujetos elabo
ran nuevos instrum entos cognitivos, a través de interacciones en las
que el sujeto es esencialm ente activo» (en Doise, Deschamps, Mugny,
1978, pág. 255).13
1. L a s bases d el p o d er
a) E l p o d e r d e r e c o m p e n s a , fundado en la percepción de P, de
que O tiene la posibilidad de p rocurarle recom pensas (satisfaccio
nes, gratificaciones, ventajas...).
b) E l p o d e r d e c o e r c ió n , fundado en la percepción de P, de que
O tiene la posibilidad de im ponerle castigos (sanciones, sufrim ien
tos, pérdidas, rechazos...).
13. Mugny señala que si el niño no participa activa y plenam ente en la interacción
conflictiva, no progresa.
c) E l p oder legítimo, fundado sobre la percepción de P, de que O
tiene legítim am ente el derecho de prescribirle su conducta (en rela
ción a su status, rol, función, valores culturales, estructura social,
derecho, delegación...). El poder legítimo está muy extendido, pero
cada agente sólo lo ejerce en un cam po de acción lim itado (su «juris
dicción»).
d) E l p oder de referencia, fundado en la identificación de P con
O. En el poder de referencia existe adhesión y conform idad en la
fuente de influencia en función de la atracción y del prestigio que
ejerce.
e) E l p oder de com petencia, fundado sobre la percepción de que
O tiene una experiencia o conocim ientos específicos que le otorgan
un dom inio y autoridad en un cam po determ inado.
2. Poder y coaliciones
16. Caplow estableció ocho tipos de tríadas que perm iten p o n er todas las com bina
ciones posibles en las relaciones de fuerzas entre tres agentes (véase, 1984,
pág. 22).
ofrecen varias posibilidades a los protagonistas; es la situación en
que se encuentran la que les orientará hacia una elección y no hacia
otra.
Caplow distingue tres tipos de situaciones: la situación «estableci
da», la «episódica» y la «terminal». En la prim era los elem entos están
«unidos entre ellos de form a perm anente, en el in terio r de un siste
m a social más am plio que les obliga a actu ar unos sobre otros»
(1984, pág. 21); la existencia del grupo prim a sobre los intereses
particulares; éstos van a m anifestarse, sin em bargo, en el seno de
coaliciones provisionales que prevalecerán un cierto tiem po y por
un interés preciso pero sin que los otros sean nunca excluidos. Así,
en una familia de tres personas, la m adre podrá h acer alianza con el
padre para que sea el niño más obediente; con el niño para que
el padre sea más generoso (un poco de dinero a uno y un nivel de
vida superior al otro) y el niño con el padre para escapar de la
influencia m aternal (el niño quiere salir con sus amigos y el padre
pasar más tiem po con los suyos). En la situación «episódica», la
tríada se sitúa en el in terio r de una institución en un conflicto regido
por leyes precisas; se trata aquí de form ar coaliciones para asegurar
se ventajas sobre sus adversarios; el típico caso es la coalición
electoral que perm ite la votación de una ley en la Asamblea; el
partido im plicado hace, p o r ejem plo, alianza con el grupo más
pequeño (que puede obtener algunas concesiones para su beneficio)
para com batir con su adversario directo, pero esta coalición tendrá
m uchas probabilidades de disolverse cuando se consiga su finalidad.
Finalm ente, en la situación «terminal» cada uno preferirá estar solo
y las coaliciones no se hacen más que de m ala gana con una finali
dad agresiva o defensiva (en el caso de los contrabandistas o del
equilibrio de fuerzas a escala m undial).
La com binación de los dos criterios perm ite establecer previsio
nes que conciernen a las coaliciones posibles.
A p artir de estas bases, T. Caplow m ostró que se pueden analizar
las tríadas tam bién en las relaciones interpersonales, en las familias
y en las organizaciones. Es suficiente con situarlos en la lógica de sus
contextos: m uestra tam bién que el m odelo triádico puede perm itir
estudiar grupos am plios por interm edio de los «efectos de enlace» y
de las «cadenas de tríadas»: así, en una familia con tres niños, cada
uno de ellos puede form ar una tríada con los otros dos; es, po r lo
tanto, posible figurarse las relaciones fam iliares en térm inos de
relación de fuerzas por una doble tríada en la que un elem ento será
com ún en las dos tríadas. Estas cadenas de tríadas tienen sus leyes y
sus lógicas, lo que perm ite analizar y prever las posibles coaliciones
y la dinám ica de las fuerzas presentes.17
Las investigaciones em píricas realizadas para verificar el m odelo
teórico de Caplow m uestran que las predicciones que se pueden
hacer a partir del m odelo generalm ente pueden verificarse pero con
excepciones relativam ente frecuentes; en este caso, parece que es la
relación de fuerzas tal com o la perciben los actores, lo que im porta,
más que la relación de fuerzas que instaura objetivam ente la si
tuación.
De estas investigaciones psicosociológicas sobre la influencia so
cial se desprenden algunos puntos rem arcables.
El prim ero es la gran im portancia que tiene el concepto de
conflicto. El proceso de influencia puede ser concebido com o la
resolución de un conflicto: conflicto intrapsíquico entre diferentes
cogniciones, entre com portam ientos y representaciones o entre
fuerzas de cam bio y resistencia; conflicto interpersonal entre dife
rentes percepciones, opiniones, actitudes o entre intereses divergen
tes; conflicto entre el individuo y el grupo. Bajo este ángulo, la
influencia aparece com o resultado de un m ecanism o de reducción
de la disonancia cognitiva y del conflicto relacional.
Desde el punto de vista dinám ico, el proceso de influencia está
dom inado por dos grandes fuerzas. La más m anifiesta y conocida
proviene del poder, puede incluso p arecer la esencia de la influencia.
Pero, com o se ha indicado, el poder se puede reducir, en la m ayoría
de los casos, a un sim ple ejercicio de la fuerza y a la presión
unilateral; es una form a de interacción com plem entaria donde la
autoridad de uno se erige gracias al crédito, a la credibilidad y a
la sumisión que el otro le confiere. Menos evidente es la acción de la
sed u cció n que debería explorarse mejor. Se observa en las investiga
ciones que se han expuesto a través de conceptos com o la atracción
afectiva, la sim patía, la identificación y el ascendente. Aun siendo
diferentes, estas dos fuerzas se m ezclan a m enudo en la influencia:
existe un poder de la seducción al igual que una seducción del
poder.
En fin, la percepción interpersonal aparece com o base fundam en
tal que describe la influencia y, de una m anera más amplia, toda
17. Se pueden citar dos reglas que Caplow deduce de su modelo: «En una serie de
tríadas unidas entre ellas, dos elem entos no pueden ser colegas en una tríada y
adversarios en otra (...). En una serie de tríadas unidas entre ellas, un acto r que puede
escoger entre dos coaliciones ganadoras incom patibles, escogerá la coalición ganado
ra situada en la tríada superior» (1984, págs. 74-75).
form a de interacción. Se inscribe en un doble m ovim iento: por una
parte, cada uno actúa a p artir de la imagen que se tiene del otro y
esta representación determ ina en gran m edida la relación; p o r otra
parte, ésta actúa a su vez según las representaciones m utuas de los
interactuantes. Es, po r lo tanto, un fenóm eno circular. Además, la
percepción es, a su vez, un proceso cognitivo y social m arcado por
m ecanism os com o la com paración, la atribución, la categorización;
y un proceso intersubjetivo donde intervienen otros m ecanism os
com o la proyección, el «desacuerdo», la identificación, la idealiza
ción, que fundan la interacción en una relación imaginaria.
Así, la interacción se confirm a, una vez más, com o el espacio
fundam ental donde se articulan y anudan la psicología y lo social.
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