You are on page 1of 3

ESTRATÉGIAS PEDAGÓGICAS PARA EL DESARROLLO DEL

PENSAMIENTO

APRENDIZAJE POR ANALOGÍA


Álvaro Rodríguez Díaz

Este artículo ha sido extraído de la obra de Álvaro Rodríguez Díaz titulada La Argumentación Escrita
(Universidad del Atlántico, 1996).

Se razona por analogía cuando se explica o se saca una conclusión de algo poco conocido al asociarlo con
algo más conocido, en virtud de un grupo de similitudes que guardan entre sí, ya sea en su esencia o en su
funcionamiento. Una analogía es un símil extendido en el que la comparación se realiza en términos de
relaciones. Veamos una muestra:

La desacomodación de un escritor con su época se traduce por las ideas como por su estilo.
El escritor que se niega a aprender, a usufructuar para beneficio de sus obras los valores
idiomáticos que la evolución de la sociedad en que vive va creando constantemente, corre
un riesgo similar al de esos caballeros o de esas damas que se aferran desesperadas y
orgullosamente a una determinada moda, ya fenecida, a un repertorio de palabras, ya en
desuso, a un estilo, a un estilo de vida periclitados o superados. El caballero que al
despedirse de una amiga todavía emplea la fórmula de “colóqueme a los pies de su señora”,
se hace sin duda acreedor a nuestra gratitud eventual, pero también, a nuestra sonreída y
burlona sorpresa por la insólita resurrección, que se torna cómica instantáneamente, de un
cumplido que perdió su vigencia hace ya muchos años. (Hernando Téllez, “El idioma y el
pueblo”)

En el ejemplo anterior el ensayista Hernando Téllez maneja con seguridad y eficiencia la analogía como
un recurso de carácter expositivo: sólo tiene en cuenta los aspectos relevantes necesarios para referirse a
un escritor desacomodado de su época mediante la asociación que establece con una persona que se
aferra anacrónicamente a los valores de la suya.

A menudo, recurrimos a analogías para ilustrar y clarificar principios generales. Si por ejemplo, tratamos
de explicar como funciona el organismo humano, puede resultar adecuado encontrar algo mucho más
simple que trabaje con principios similares. En las explicaciones científicas para públicos no
especializados es muy utilizado este procedimiento. He aquí una muestra.

Puede decirse que el cuerpo humano es una ciudad en miniatura con el más antiguo y veloz
sistema de transporte colectivo que es la sangre y cuyos habitantes, de los más pequeños del
mundo, cuentan con una emisora que es el cerebro. Este actúa como un centro de grabación
y almacena en la memoria todo lo que oímos, vemos y sentimos. Tiene esta pequeña ciudad
una diminuta cámara fotográfica, aunque sus fotos no son reproducidas luego en copias;
esta insuperable cámara está constituída por la córnea , la retina y el cristalino. Posee,
además, esta ciudad un celoso cuerpo de policía que acude a gran velocidad al lugar donde
mediante una señal – el dolor - se pide socorro. Estos celosos policías son los anticuerpos,
que se traban en feroces batallas con el enemigo hasta ganar o caer muertos. Los leucocitos
o glóbulos blancos son como un ejército encargado de la defensa de la ciudad; se arrastran
por las paredes de los vasos sanguíneos y acuden en gran número al lugar donde por alguna
ruptura de la piel, han penetrado los gérmenes a los cuales persiguen y matan,
engulléndolos. Sin embargo, algunos de ellos pierden la vida por detener la invasión, y sus
cadáveres se amontonan en el lugar de la batalla o sitio de la infección, en forma de pus.

Cuando, como en los ejemplos citados, las analogías se explotan apropiadamente, se convierten en
excelentes recursos explicativos; pero cuando en una argumentación se utilizan como fundamentos para
la sustentación, generalmente degeneran en falacias porque hay un punto en el que la similitud
desaparece al extralimitarse el alcance de la comparación. Por ejemplo, una esposa se queja porque
considera que su esposo es demasiado autoritario y permanentemente le reprime su libertad. El marido
justifica su actitud alegando que “el hogar es como un barco en el que hay un solo capitán al que la
tripulación no le discute sus decisiones. Sólo así el barco puede llegar a puerto seguro”.

El esposo aludido ha incurrido en una falacia, en una falsa analogía, para justificar su actitud autoritaria y
represiva. Las relaciones que tiene un capitán de un barco con su tripulación no son de las mismas
características de las que tiene un esposo con su esposa. El esposo ha estirado demasiado la analogía.
Ha omitido el hecho de que existen demasiadas diferencias entre una nave y un hogar. En un barco el
capitán pone en práctica una disciplina férrea porque es su responsabilidad el que el barco llegue a puerto
seguro; en cambio, en el hogar las cosas funcionan de manera distinta: tanto el esposo como la esposa
deben compartir las responsabilidades porque tienen iguales derechos, además, los barcos se están
desplazando permanentemente de un lugar otro, los hogares no. (Con seguridad el lector encontrará más
diferencias para refutar al esposo capitán).

En una argumentación las analogías no prueban nada. El esquema de un argumento por analogía es:

X tiene los rasgos a, b.


Y tiene los rasgos a, b, c...
Pero Y también tiene los rasgos: n, s, z.
Por lo tanto, X también tiene los rasgos n, s, z.

Pero eso no justifica la creencia de que las características n, s, z están presentes tanto en X como en Y.
Si esto no se puede demostrar se trata de una mera adivinación. Esto es así porque al margen de las
similitudes que se puedan detectar entre dos cosas diferentes, es natural que haya numerosas diferencias
entre ellas.

Se pueden señalar tres procedimientos para refutar un argumento por analogía:

1. Señalar que las similitudes que se aluden no son verdaderas similitudes.

Si ello es posible, basta con señalar la debilidad de la analogía como sustentación del punto de vista. El
caso del esposo capitán ilustra este procedimiento. Aunque se puedan apreciar algunas similitudes,
siempre habrá diferencias importantes que son intencionalmente desestimadas por quien argumenta.
2. Aunque acertada la analogía, su conclusión puede ser objeto de una retorsión.

Luego de sumergir una lombriz de tierra en un vaso lleno de alcohol, el profesor quiere persuadir a sus
estudiantes acerca de los efectos nocivos del alcohol sobre el organismo humano y mediante una analogía
concluye: De la misma forma como el alcohol afecta negativamente el organismo de la lombriz, quien
ingiere alcohol destruye paulatinamente el suyo. Conclusión que fue objeto de retorsión por un astuto
bebedor de la siguiente manera: Todo eso sólo demuestra que quien ingiere alcohol con frecuencia, no
puede tener parásitos.

Como se puede apreciar, cuando se extiende demasiado una analogía se puede convertir en un bumerang.
Naturalmente que esta forma de refutar una analogía no es propiamente un contrargumento que
desmienta la veracidad de la conclusión del profesor mencionado. Sólo se trata de mostrar que en el
argumento había una falacia.

3. Atacar la generalización que subyace en la analogía.

Esta forma de contestar a un argumento por analogía consiste en refutar la conclusión porque procede de
una premisa demasiado general. A pesar de que los objetos X y Y son rojos, el que Y sea redondo no
implica que X también sea redondo. Si por ejemplo, X afirma que “las membranas del estómago son tan
delicadas como las de los ojos, y si usted quiere tener una idea del efecto del alcohol sobre su estómago,
sólo échese unas cuantas gotas dentro de un ojo” con ello pretende mostrar que “cualquier sustancia que
le produzca daño a las membranas oculares también le hace daño a las membranas estomacales”. Si
semejante generalización fuese cierta, la limonada sería peligrosa para la salud.

You might also like