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Jesús sentado en el pozo de Jacob le pide a la samaritana: “Dame de beber” nos maravilla, nos deja inermes por
el estupor. Un judío que habla con una mujer de Samaría, poblada por disidentes con los cuales los judíos estaban
de acuerdo, nos sorprende como Jesús que se dirige a nosotros para preguntarnos: “Dame lo que tienes. Abre tu
corazón, dame lo que eres”. Comienza con estas palabras la primera meditación de don José Tolentino de
Mendonça en los Ejercicios Espirituales de Cuaresma para el Papa y la Curia Romana propuesta esta tarde en la
capilla de la Casa Divino Maestro de los Paulinos de Ariccia.
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Ejercicios Espirituales Cuaresmales 2018
Para el Santo Padre y los miembros de la Curia Vaticana
El sacerdote portugués José Tolentino de Mendonça – llamado hasta el próximo 23 de febrero a predicar los
Ejercicios espirituales en los que participa el Papa Francisco junto a los demás miembros de la Curia Romana –
en la Casa del “Divino Maestro” de Ariccia, no muy lejos de Roma – ha elegido el tema del “elogio de la sed”.
En efecto, tal como él mismo lo explicó en una reciente publicación, se trata de un tema bíblico, que ha sido
elaborado muchas veces por la tradición cristiana, y que es, al mismo tiempo, un “mapa real y sumamente
concreto, que nos ayuda a mantenernos sintonizados con la vida diaria”, puesto que – como dijo – siente interés,
sobre todo, por una espiritualidad de la vida cotidiana”.
Asimismo afirmó que para el sacerdote el corazón “es un ilimitado depósito de sed”: sed de amor, de verdad, de
reconocimiento, de razones de vivir, de justicia y de infinito, sin olvidar que “Jesús se identificó con los sedientos,
mientras que una de sus últimas palabras en la cruz fue: ‘Tengo sed’. De modo que la sed llega a ser así una
hermenéutica necesaria, no sólo para alcanzar el corazón humano, sino también para comprender el misterio de
Dios”.
De la misma manera explicó que aun trabajando desde hace tantos años en la Universidad Católica de Lisboa
– donde actualmente es vicerrector, además de ser consultor del Consejo Pontificio para la Cultura – se siente un
“pobre sacerdote, un sacerdote de la calle”, a quien el Santo Padre le pidió su colaboración para estos Ejercicios
espirituales de Cuaresma también para “compartir su pobreza”.
En la tercera meditación, en la segunda jornada de ejercicios espirituales en los que participa el Santo Padre y la
Curia romana en la localidad de Ariccia, el padre Tolentino prosiguió con su meditación acerca del elogio de la
sed.
"Puede suceder que estamos completamente sedientos y no nos damos cuenta. Puede parecer que todo fluye, pero
que en profundidad, no sea así". Fue la advertencia con la que el predicador prosiguió la segunda meditación del
día, la tercera desde el inicio de los ejercicios espirituales, en la que, en primer lugar, manifestó cómo el “entrar
en contacto con la propia sed”, no sea una tarea fácil, pero que “si no lo hacemos, la vida espiritual pierde adhesión
a la realidad”. Ese fue el motivo por el cual el sacerdote portugués señaló que “debemos perder el miedo de
reconocer nuestra sed y nuestra sequedad”. Pero… ¿cómo se mide la sede espiritual?
No intelectualizar demasiado la fe
El padre Tolentino explica que estamos, "mayormente preocupados por la credibilidad racional de la experiencia
de fe que por su credibilidad existencial, antropológica y afectiva". Nos ocupamos más de la razón que del
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Para el Santo Padre y los miembros de la Curia Vaticana
sentimiento. Nos dejamos a la espalda la riqueza de nuestro mundo emocional, mientras que en cambio,
necesitamos mirarnos en nuestra entereza, no temerla, no negarla, sino abrazarla con madurez, lucidez y
confianza. Porque es así que Dios nos mira. “Somos una mezcla de tantos componentes emocionales, psicológicos
y espirituales, y de todos debemos adquirir conciencia”. “Dios nos ama al completo”, recuerda.
Interpretar la sed
“Escuchar la propia sed es interpretar el deseo que está en nosotros”: responde así a la pregunta presentada antes
el padre Tolentino, echando mano luego a la parte final del Simposio de Platón. "El deseo - explica –es entendido
como carencia y no como necesidad". "Debemos – prosigue párrafos más adelante –distinguir el deseo de una
mera necesidad que se placa y se satisface con la posesión de un objeto. El deseo es una carencia que no ha sido
nunca completamente satisfecha, una tensión, [...] una interminable exposición a la alteridad. Una aspiración que
nos trasciende y que no determina, como la necesidad, un término o fin".
Simone Weil, agrega el sacerdote, "revisa el discurso platónico en clave mística", asegurando que "el deseo es
bueno porque contiene una energía que se deja orientar hacia lo alto, a lo divino", y en ese sentido "propone una
educación del deseo que nos haga vigilantes en relación a las tentaciones de sustitución, enseñándonos, más bien,
a permanecer en lo incompleto, en el vacío y en la espera". Esto porque para Simone Weil, no es nuestro deseo
el que alcanza a Dios: si permanecemos sedientos y deseosos, es Dios mismo quien desciende hacia nuestra
humanidad para colmar de plenitud nuestro deseo.
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Para el Santo Padre y los miembros de la Curia Vaticana
El padre Tolentino prosigue citando a Hegel, según el cual el deseo humano dirigido al otro se manifiesta como
un deseo de reconocimiento. Un deseo del ser humano es el de ser amado, mirado, cuidado, deseado y reconocido.
Mientras deseamos objetos, o dejamos que a movernos sea el conseguir cosas, títulos, premios, nuestro desear no
es un "verdadero desear". Y hoy en día - ahonda - es cada vez más claro que las sociedades capitalistas,
organizadas entorno al consumo [...] están removiendo la sed y el deseo típicamente humanos. "Cuando el placer,
la pasión, la alegría acaban en un consumismo desenfrenando, llegamos a la extinción de la sed y a la agonía del
deseo, en el que la vida pierde su horizonte". Algo que sucede, observa Tolentino, en nuestras culturas y también
en nuestras Iglesias: un déficit de deseo. ¿Nosotros bautizados formamos una comunidad de deseosos? ¿Los
cristianos tienen sueños? ¿La Iglesia tiene hambre y sed de justicia? ¿Cómo nos ponemos ante el sueño misionero
de llegar a todos? En relación a esta "sed" que la exhortación apostólica Evangelii Gaudium deposita en el corazón
de la Iglesia… ¿nos arremangamos o estamos con las manos en mano?
La sed de Dios
En el final de su meditación el padre Tolentino apela al salmo 42: «Como la cierva sedienta busca las corrientes
de agua así mi alma suspira por ti, mi Dios». Una imagen que describe “la distancia física que amplía el deseo”. Es
necesario reencontrar el deseo, dice el predicador, los cristianos y en particular los pastores. Un deseo cuya
experiencia es una condición de mendicidad: el creyente es un mendigo de misericordia. “El deseo nos expropia
de nuestro saber acostumbrado, de nuestros diagnósticos y convicciones consolidadas, del patrimonio acumulado
que nos atora, de la tiranía de nuestros puntos de vista absolutistas”. El deseo, según el padre Tolentino, “no
refuerza la cerrazón en el proprio yo, sino que la trasciende y redimensiona, poniéndonos ante el Otro y su
Alteridad”.
“El deseo es la brújula: nos orienta hacia Dios”. Y lo importante, recuerda el sacerdote, "no es lo que he sido, ni
lo que soy, sino la potencialidad que Dios, el deseo de Dios, despierta en mi".
“El Papa recuerda que una de las peores tentaciones son la autosuficiencia y la auto- referencialidad - concluye.
Cuando eso sucede, hacemos de la vida una cápsula insonorizada, que puede asemejar a una cómoda zona de
confort, pero que nos hunde en una anorexia mortal, porque el don de Dios y de los hermanos no circula, ni nos
alimentamos”.
El padre Tolentino finalizó esta meditación con la oración de la sed: Enséñame, Señor, a rezar mi sed y a pedirte
que no me la quites o canceles rápidamente, sino acreciéntala aun en aquella medida que yo no conozco y que
sólo sé, que es tuya [...].
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algunos miembros de la Curia Romana, citando un fragmento escrito por el filósofo Søren Kierkegaard en su
famoso Diario donde describe con cierto detalles una situación parecida.
“Extraña inquietud que a menudo me agarra. Es decir, me parece que la vida que vivo no es la mía, sino que
corresponde punto por punto a la de otra persona, sin que yo pueda hacer nada por evitarlo. No tengo ganas de
nada. No tengo ganas de caminar, eso me cansa; no quiere recostarme porque debería estar un largo tiempo
tumbado y eso no me va; tampoco levantarme de inmediato me agrada. No quiero cabalgar, es un ejercicio
demasiado duro para mi apatía”.
“ Lo opuesto a la sed es a veces, en nuestra vida, la acedia, esta sed de nada que nos invade, más o menos
imperceptiblemente, y nos hace enfermar ”
“Y es justamente así: ya no tenemos más ganas de nada, miramos la vida sin color, sin sabor, con esta sed de nada
que acaba enfermándonos”, explica el padre Tolentino señalando que no es la sed en sí misma la que nos hace
“morir en vida”, sino que precisamente esta sed es la que nos enseña el arte de buscar, de aprender, de colaborar...
la pasión de servir”.
La anatomía de la tristeza
Por otra parte, uno de los sinónimos de acedia, entendida como “apatía del alma”, es la tristeza. Y en este sentido
tenemos que reconocer que, a menudo nuestra tristeza, es la misma que la de aquel joven rico, que aún habiendo
sido llamado por Jesús, no lo sigue.
En tres ocasiones encontramos en los textos evangélicos esa narración, (Mt 19,16-22; Mc 10,17-22; Lc 18,18-23)
y asistimos al “colapso del deseo” en el joven que antes, se había arrodillado delante de Jesús llamándolo “Maestro
Bueno”, pero que al final no lo sigue.
“Uno de los sinónimos de acedia, entendida como apatía del alma, es la tristeza. Y en este sentido tenemos que
reconocer que, a menudo nuestra tristeza, es la misma que la de aquel joven rico que aún habiendo sido llamado
por Jesús, no lo sigue. ”
Todo parece indicar que tenía una sed grande y sincera de Jesús, y cumplía con los mandamientos desde su
juventud, no obstante, en la hora decisiva prefirió la seguridad y la protección de aquello que consideraba que
eran sus bienes, en lugar de lanzarse a la aventura abierta de vivir en confianza con el Señor, con esa disponibilidad
que una relación de tal magnitud exige por parte de nosotros.
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Para el Santo Padre y los miembros de la Curia Vaticana
“Por tanto, no es raro que nuestra tristeza provenga precisamente de esta incapacidad de entregarnos al Señor”,
añade el padre Tolentino.
Aprendan de mí
El mejor remedio para luchar contra esa acedia, esa tristeza, esa indiferencia y apatía del alma, nos lo ofrece Jesús
mismo, quien nos invita a vivir en comunión con Él, no sólo cultivando un vínculo intelectual sino
configurándonos en su Pasión, viviendo el estilo de vida según el suyo.
En su Palabra encontramos todo lo que nuestra alma necesita para encontrar sentido y esperanza; ya que muchas
veces la razón de nuestra desesperación, nuestras caídas y nuestro cansancio es precisamente nuestra necesidad
de buscar regugio en Dios para poder superar todo esto.
“ El mejor remedio para luchar contra esa acedia, esa tristeza, esa indiferencia y apatía del alma, nos lo ofrece
Jesús mismo, quien nos invita a vivir en comunión con Él ”
Y es eso lo que Jesús nos propone cuando dice: “Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados y yo les
daré descanso. Tomen mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para
sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera». (Mt 11, 28-30).
Prosiguiendo con sus reflexiones sobre “la ciencia de la sed”, por la tarde de la tercera jornada de Ejercicios el
predicador comenzó recordando que Jesús, sabiendo que ya todo se había cumplido, a fin de que la Escritura se
cumpliera, dijo: “Tengo sed”. Y puesto que allí había un vaso lleno de vinagre, le acercaron a la boca una esponja.
De manera que el Señor, tras haber tomado el vinagre dijo: “Se ha cumplido”, e inclinando su cabeza entregó su
espíritu, tal como relata el Evangelio de Juan.
De este relato el predicador destacó que es interesante notar que los Padres de la Iglesia no valoraran tanto el
inmediato sentido alegórico contenido en la declaración de sed de Jesús, cuanto la interpretación prevalente como
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sed corporal, puesto que estaban motivados a subrayar de modo especial el aspecto físico y psicológico de los
sufrimientos del Hijo de Dios. Y en este contexto, consideraban que la sed era importante, sobre todo, como
prueba de su encarnación y como signo del realismo de su muerte.
Tras hacer algunas disquisiciones sobre los diversos modos de pensar, el predicador afirmó que cada época se
identifica con una palabra o busca la gramática precisa que mejor ilumine esto que nos hace pensar. Y es – agregó
– muy revelador también, que los lectores de hoy nos anclemos al tema de la sed de Jesús relacionándolo con la
escasez y el grito que habitan dentro de nosotros.
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Acoger al Espíritu, don de la sed
En este último punto de su meditación vespertina el predicador afirmó que el Espíritu sigue haciéndonos oír la
voz de Jesús que dice: “¡Tengo sed!”. Sí, porque es el Espíritu de la Verdad, el Consolador, el Re-creador, Aquel
que dentro de nosotros defiende la Buena Nueva liberadora y resplandeciente del Evangelio.
Y destacó que el Espíritu activa en nosotros la capacidad de creer, de esperar y de seguir siendo fieles al Amor
mismo. Porque cada cristiano – dijo al concluir – es una consecuencia del Espíritu Santo. Y nosotros profesamos
el símbolo de nuestra fe porque el Espíritu Santo está en nosotros.
De ahí la necesidad de redescubrir al Espíritu Santo; puesto que sin Él la Iglesia es sólo memoria, mientras es el
Espíritu el que dice “el cristianismo es también presente y futuro. Y hoy nosotros estamos llamados a vivir con
alegría también el sufrimiento, la persecución, la enfermedad, el luto y la muerte. Estamos llamados a vivir en la
esperanza toda situación de la vida, “porque el Espíritu Santo, la fuerza de Dios, el viento, el soplo, el aliento, el
respiro, está en nosotros, que no hemos perdido el principio vital”.
“El Evangelio de Lucas es aquel que mayormente custodia la memoria de las mujeres… ¡Cuántas mujeres! Esta
lista femenina de figuras que atraviesan el Evangelio podría naturalmente ser observada de manera diversa, pero
una cosa es cierta, no podemos ignorarla”, con estas palabras el predicador portugués, José Tolentino de
Mendonça, introdujo la sexta meditación de los Ejercicios Espirituales para el Papa y la Curia romana, la mañana
del miércoles 21 de febrero, en la Casa “Divino Maestro”, de la localidad romana de Ariccia.
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Para el Santo Padre y los miembros de la Curia Vaticana
Una especie de sed
Curiosamente, afirma el P. Tolentino, uno de los elementos que une a los varios personajes femeninos en Lucas,
son las lágrimas. La viuda de Nain, la pecadora, las mujeres de Jerusalén… Las lágrimas, afirma el Predicador,
expresan el exceso de algo: emociones, conflictos, alegrías, soledad, heridas. “Somos muchas veces arrastrados
por nuestras mismas lágrimas – señala – lloramos incluso sin quererlo. Pero las lágrimas dicen que Dios se encarna
en nuestras vidas, en nuestros fracasos, en nuestros encuentros”.
Sabemos muy poco de este misterioso país que son nuestras lágrimas, subraya el P. Tolentino, a pesar de ser un
evento no verbal, no por esto las lágrimas no son un lenguaje, un grito fuerte a pesar de ser silencioso, una especia
de sed que viene declarada y se revela, se expone. “Las mujeres de los Evangelios – agrega – conceden el derecho
de la ciudadanía a las lágrimas, mostrando cuanto sea grande la importancia de este signo”. Porque las lágrimas
son también la zona visible, transparente y viva de nuestros deseos; fluyen desde dentro de nuestro cuerpo, pero
expresan la más recóndita e intensa interioridad. Ya que en los humanos, recuerda el Predicador, el llanto es
siempre una forma de relación.
“Pensemos en nuestras lágrimas – invita el P. Tolentino – a las primeras que hemos derramado y a las ultimas, a
las más recientes. Nuestra biografía puede ser narrada también a través de las lágrimas: de alegría, de fiesta, de
emoción, y también de noche oscura, de sufrimiento, de abandono, de arrepentimiento y de constricción”. El dolor
de aquellas lágrimas, afirma el Predicador, Dios las conoce todas y las acoge como una oración. Tengamos
confianza en Él, no las escondamos a Él.
Prosiguiendo con sus reflexiones sobre “la ciencia de la sed”, por la mañana de la cuarta jornada de Ejercicios el
predicador comenzó diciendo que sobre Dios y sobre el camino espiritual, “a nosotros los creyentes nos hace bien
escuchar a los no creyentes”, tal como él mismo puede testimoniarlo en primera persona, puesto que a lo largo de
los años le han enseñado mucho.
“La fe no es un podio”, sino un camino. Es una de las afirmaciones del predicador que dijo que “con gran facilidad
nos convertimos en “custodios de lo sagrado, en lugar de buscadores”. Y añadió: Nos comportamos “como
administradores, en lugar de considerarnos exploradores, que se interrogan y que están enamorados”. Asimismo
aludió al carácter sedentario como enfermedad típica de nuestro siglo, en que nuestros hábitos suelen estar cada
vez más viciados por el confort de la vida moderna, mientras se asiste a una grave disminución de la actividad
física. Sí, porque somos una “sociedad de gente detenida, encerrada en las diversas cápsulas en las que se
transcurre la vida cotidiana. De ahí la pregunta de si el carácter sedentario no ha ido también a la vida espiritual
y si la Iglesia no ha perdido su fibra muscular, convirtiéndose en una Iglesia de oficina, sumamente ocupada que
no tiene tiempo para ponerse en marcha y en camino.
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Una existencia atacada por la sed
Por otra parte, avanzando en su meditación, el predicador afirmó que “el sueño de la perfección puede ser un
camino que nos mantiene en la superficie y que nos impide acceder a la autenticidad de la vida. “Jamás
encontraremos la paz – prosiguió diciendo – si escuchamos esa ceguera que nos sugiere que el conflicto está
superado. Sólo tendremos paz cuando seamos capaces de escuchar y de abrazar la danza contradictoria que agita
nuestra sangre... Es allí donde se escuchan mejor los ecos de la victoria del Resucitado”.
“Uno de los grandes peligros en el camino interior es la imagen de auto-referencialidad, centrado en el yo, que
se convierte en principio y fin de todas las cosas”, con estas palabras el predicador portugués, José Tolentino de
Mendonça, introdujo la octava meditación de los Ejercicios Espirituales para el Papa y la Curia romana, la mañana
del jueves 22 de febrero, en la Casa “Divino Maestro”, de la localidad romana de Ariccia.
Presentando la parábola del hijo prodigo, el Predicador portugués señaló que, esta parábola es un espejo que Jesús
nos pone y que el núcleo de la parábola es la experiencia de relación que ahí se manifiesta y se recompone. “En
este espejo está todo – precisó el P. Tolentino – la necesidad de la libertad del hijo más joven, sus sueños sin
fundamentos, sus pasos falsos, la fantasía de omnipotencia, su incapacidad de conciliar deseos y leyes. Pero
también está la historia del hijo mayor – agregó el Predicador – sus expectativas enfermas, su dificultad de vivir
la fraternidad, la pretensión de condicionar las decisiones del padre, el rechazo del gozo por el bien del otro”.
La parábola nos muestra todo esto, como el resentimiento latente y la incapacidad de acoger la “lógica de la
misericordia”, de la cual muchas veces nos volvemos opositores.
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La misericordia, un Evangelio por descubrir
Finalmente, junto a las figuras de estos dos hijos, cada uno a modo suyo y en el cual nos reflejamos, dijo el
Predicador, emerge la figura del padre y él es el icono de la misericordia. “A los ojos del padre, un hijo es un hijo
y nada más, por ello, por la inmensa compasión que siente, el padre es capaz de salir y abrazar al hijo perdido,
restituirlo a la intimidad de la casa; porque en él desborda la compasión, hay un exceso de misericordia. Y Dios
nos dice: la misericordia es el arte necesario para salvar una vida, la misericordia es un camino que todos debemos
aprender”.
“La misericordia – concluyó el P. Tolentino – no es dar al otro aquello que se merece. Con un efecto ético de
inversión, podemos afirmar que la misericordia es ofrecer al otro precisamente aquello que no se merece. La
misericordia es bondad, perdón, reconciliación. La misericordia es un Evangelio por descubrir”.
Prosiguiendo con sus reflexiones sobre “la ciencia de la sed”, por la tarde de la quinta jornada de Ejercicios el
predicador comenzó afirmando que mirar con los ojos bien abiertos la realidad del mundo que nos circunda es
esencial, puesto que de lo contrario, nuestra espiritualidad se convierte en una especia de bola de confort o una
forma de evasión de nuestra responsabilidad social. Mientras la voz de Dios siempre debe confrontarse con la
pregunta formulada en los orígenes: “¿Dónde está tu hermano?”. De ahí la invitación a interrogarnos entonces:
“¿Dónde está nuestro hermano?”.
Y añadió que “la sed espiritual y de sentido” sobre la que habían meditado hasta el momento permanecería
“incompleta” si no los condujera “cerca de la sed literal”, es decir cerca de esa “sed elemental” que atormenta y
limita la existencia de tantas personas de nuestro presente histórico que es tan “asimétrico”.
“La Iglesia – dijo el padre Tolentino – no debe tener miedo de ser profética y de meter el dedo en la llaga. Si bien,
como recordaba el arzobispo brasileño Hélder Câmara: “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo.
Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.
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El cristianismo en la periferia
Por otra parte, el predicador puso de manifiesto que Jesús y los primeros discípulos no son los únicos que
representan el universo de las periferias, porque el mismo cristianismo es una “realidad periférica”. Sin embargo,
avanzando en su meditación afirmó que cuando los pastores se transforman en príncipes, pierden el contacto con
el rebaño y observan la realidad de un modo distante y filtrado. Y se vuelven sectarios y elitistas, casi sin darse
cuenta.
Por esta razón afirmó que “una Iglesia que se encierra en un centro, ya no siente la sed de las periferias, habiéndose
vuelto “auto-centrada y auto-referencial”. Y cuando “la Iglesia no sale, se pliega sobre sí misma y se enferma”.
A la vez que gran parte de las patologías que afectan a las instituciones eclesiales, tienen sus raíces en esta “auto-
referencialidad que es un tipo de narcisismo teológico”.
LA DICHA DE LA SED
X Meditación
Durante la mañana de la sexta y última jornada de Ejercicios Espirituales de Cuaresma en los que participa el
Papa Francisco y la Curia Romana en la localidad de Ariccia a las afueras de Roma, el sacerdote José Tolentino
de Mendonça impartió la X meditación inspirada en la “dicha de la Sed”.
Continuando con sus reflexiones sobre “la ciencia de la sed”, el predicador destacó que del tipo de escenografía
que el evangelista Mateo presenta para el Sermón de la Montaña, podemos deducir la intención de crear un
paralelismo entre Jesús y la figura de Moisés, entre la presentación de la ley antigua, el Decálogo, y el de la nueva
Ley, las Bienaventuranzas; ya que lo cierto es que las Bienaventuranzas son más que una ley: son en sí mismas
un marcador audaz de identidad. Más que una norma codificada, las Bienaventuranzas son una configuración de
la vida, “una verdadera llamada existencial”.
Mi sed es mi bendición
Y tras hacer hincapié en cómo el Señor quiere nuestra salvación y sale a nuestro encuentro “sediento de amor por
nosotros”, el sacerdote añadió que resulta urgente “redescubrir la dicha de la sed”.
Lo peor para un creyente, es “estar saciado de Dios”. A veces, la rutina de las expresiones de vida espiritual
pueden convertirse en “una porción más que suficiente para nosotros” y de esa forma, pasamos a ser unos
conformistas , que no desean ya más nada y nos decimos a nosotros mismos: “Ya he rezado lo suficiente, ya he
ofrecido mis sacrificios, ya he visitado la Iglesia, ect...”
Tal vez hemos creado una imagen equivocada de lo que verdaderamente es la vida cristiana. Creyente no es quien
está saciado de Dios, sino que creyente es quien tiene sed y hambre de Dios”, por lo que esa sed es al mismo
tiempo nuestra bendición.
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