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Fin de análisis, una experiencia de satisfacción

Dra. N. Graciela Kohen de Abdala

La presentación de este trabajo pretende ilustrar que la terminación del

análisis, sin negar que responde a una dinámica propia del duelo también

conlleva en otro plano a la conclusión de un logro, fruto de un arduo trabajo.

Era la última sesión de su análisis. Judith se hamacaba en la silla, frente a mi

escritorio, en el consultorio de adultos. Se tiraba hacia atrás hasta rozar la

pared.

Hacía casi una año y medio que la atendía allí, donde la había invitado a

pasar, después de trabajar durante años en el consultorio de niños. Habíamos

acordado el día de terminación del análisis hacía ya varios meses y ese día

había llegado.

Judith me hablaba de que iba a redecorar su cuarto con posters de Pollock,

que su madre le iba a traer de N.Y. Me comentaba también que pensaba ser

curadora de arte y que posiblemente a los 18 años se iría a viajar por el mundo.

Primero a París, que no conocía.

A: ¿Por qué Pollock? Le pregunté curiosa.

P: Es la libertad. Lo vi en el MoMa, y desde ahí no lo puedo olvidar.

Pensé en ese momento en su caja de juegos, pintada detalladamente con

gráficos que representaban su estado mental. Su primer caja, cuyos dibujos

presento, parecían mostrar su vínculo con el mundo externo y su mundo

interno, rico en sus diferencias. El ojo que pintó estaba sobre la cara de la caja

que me presentaba a mí. Las otras caras, podían diferenciarse y, además de la


 
persecución como sentimiento expresado, representaban estados anímicos,

que permitían pensar en la posibilidad de un buen pronóstico. El color y la

diversidad en los dibujos mostraban distintos aspectos del self.

Pensé que, como en las líneas de desarrollo que Anna Freud nos enseñara,

podría poner en un subtitulo: desde la caja…. hasta Pollock, desde el dedo en

la boca….hasta poder hablar, desde la soledad, hasta el grupo de amigos.

Desde la dificultad en la escuela, hasta convertirse una buena alumna. Desde

la dependencia, a la autonomía. Desde el silencio a la verbalización. Y surgió la

reflexión del fin de análisis: que si bien se presupone un duelo que la paciente

deberá enfrentar ya no tan sola, también significaba el hecho de festejar y

disfrutar del placer de un logro. Estábamos las dos disfrutando de ese

momento, después de un intenso trabajo.

Dice Meltzer en “Objetivos y Metodología en el tratamiento de niños” que

pensar en el futuro es una capacidad escasa en el adolescente. Sin embargo,

Judith ya podía imaginarse en situaciones nuevas que tenían que ver con

gustos y preferencias que había descubierto en el transcurrir de su desarrollo y

que tenían que ver con su historia y su pasado.

A semejanza de la vivencia de satisfacción, concepto freudiano que inaugura

una ligadura, la sensación de ser entendido y por lo tanto en comunicación con

un objeto, el psicoanálisis de Judith, parecía indicar que había podido pasar del

dolor y el sufrimiento a lo que llamo en semejanza la experiencia de

satisfacción.

Quiero describir la sensación de satisfacción contratransferencial que sentía

frente a la sesión que se estaba desarrollando. Pensé que era justo el


 
momento del fin de análisis y que Judith me lo estaba agradeciendo. Había

interés y entusiasmo en su relato. Me hablaba del futuro de sus proyectos, de

haber salido y desear seguir creciendo, también hizo referencia a la fiesta que

tenía el fin de semana con su nuevo grupo del colegio. Pollock, había sido un

tema en las últimas sesiones del análisis, me hablaba de cómo se metía en la

tela y de la libertad de movimiento, de lo expresivo, del impacto que le había

producido la pintura.

Pollock fue el creador del “action painting”, una nueva técnica en la pintura que

trataba de expresar emociones, y representar en forma “dramática e

irreflenable” el inconciente. También creó el “dripping”, que consiste en la

utilización de la pintura con su propia vitalidad y dinamismo puro, usando botes

de pintura con una perforación en la parte inferior, para que con movimientos

bruscos y cambiantes, goteaba sobre la tela, generalmente extendida sobre el

suelo. En palabras del propio Pollock, “en el suelo me siento más cómodo más

cercano a la pintura y con mayor capacidad de participar en ella ya que puedo

caminar alrededor de la tela, trabajar desde cualquiera de sus cuatro lados e

introducirme literalmente dentro del cuadro”.

“Otro de los grandes términos que marcaban su trabajo es el “allover” que

consiste en no dejar espacio alguno sin cubrir, buscando crear una atmósfera

completa y sin limitaciones de marcos.” La clave de su obra está marcada por

la movilidad y un caos con un cierto orden en si mismo”

Me impresionaba la similitud con sesiones de la paciente, que cambiaba la

disposición de los muebles,- la mesa, las sillas del consultorio-. Después de

estos movimientos, se sentaba y comenzaba a trabajar, a hablar -pocas veces-

o a dibujar. Inventaba otra realidad, no aceptaba la existente.


 
Aurora Pérez nos enseñaba en grupos de estudios, en los que primaba la

clínica, que los niños que dibujaban y llenaban la página sin dejar lugares

libres, podrían haber sufrido situaciones de abandono o de carencia que se

expresan en los gráficos, en la intolerancia de cualquier lugar vacio, necesario

de rellenar.

Era obvio, como podía decir la paciente, que la libertad tenía en esos

momentos varios significados, la libertad que coincidía con el fin del análisis

después de transitar un proceso muy largo y difícil, con muchas resistencias y

situaciones transferenciales complejas, en donde la repetición de conductas de

aislamiento y de silencios aparecían permanentemente.

La libertad significaba también salir de un cuadro psicopatológico en el que

Judith estaba atrapada, y por el cuál había sido traída en consulta por sus

padres a los 8 años.

Motivo de consulta

Judith, había sido derivada por el colegio. En aquellos días se ponía el dedo en

la boca, por lo que tenía una deformación del paladar y entraba en estados

autistas, incluso en las aulas donde los docentes decían que era difícil

conectar. Sus problemas de aprendizaje, formaban parte del proceso de

empobrecimiento yoico frente al sufrimiento que significaban las ansiedades de

separación. No hubo destete para Judith. El dedo en la boca era tener a

mamá.

En el refugio regresivo se sentía super-poderosa, allí no había competencias ni

con las hermanas ni con las compañeras, la fantasía de controlar la realidad la

aislaban de la misma.


 
Era la tercera hija de una pareja bien avenida -abogados y escribanos de

profesión- a la que le dedicaban excesivo tiempo y preocupación.

Sus hermanas mayores, mellizas, habían requerido muchas miradas. Judith

sentía que no había logrado esa atención. En un dibujo de la familia que realizó

en el diagnóstico se la veía pequeña, atrás de las hermanas, y como haciendo

fuerza por aparecer.

Judith comenzó su análisis de tres veces por semana.

Desarrollo del análisis

El proceso psicoanalítico que cursó durante 7 años, fue difícil. En los primeros

momentos, la paciente seducía a la analista con sus dibujos y sus regalos de

corazones, conducta que recordaba situaciones en las que aplacaba a la figura

temida y odiada que en la transferencia solía representar. Más tarde surgió el

maltrato, los insultos y la violencia. Ambas habíamos sufrido mucho. Con dosis

extremas de agresividad y luego de aislamiento, J. peleó mucho por sostener el

síntoma, peleó mucho por no venir más, pero la madre me contaba que cuando

llegaba la hora de salir para sesión, le recordaba que debían viajar para no

llegar tarde.

Al año de análisis se dejó de chupar el dedo para dormirse y comenzó en el

tratamiento un período de tiranía y sadismo reprimidos hasta ese momento,

que comandaban el juego. El chuparse el dedo había sido una defensa de su

sadismo oral. Su sadismo era proyectado: a veces provocaba con burlas y

amenazas. En muchas sesiones, el no poder escucharme era una respuesta

del temor a mi respuesta.


 
Intentaba controlar a la analista frente al pánico de escuchar algo nuevo. En un

juego propuesto por ella en varias sesiones, la analista debía contar en voz

alta cuantas veces ella tiraba con fuerza la pelota sobre la pared durante los 45

minutos. Literalmente, proyectaba su bronca sobre el muro, dejando a la

analista agotada y sin poder pensar: “desmantelada”

Dice Steiner “la tiranía de una parte destructiva y poderosa del self que tiraniza

a su parte necesitada y dependiente e impide que esta tenga acceso a los

objetos buenos es fundamental en los estudios hechos sobre organizaciones

patológicas de personalidad”.

Ante la separatividad, los enclaves autistas surgen como una expresión de la

patología narcisista y en la relación transferencial se expresan con

disociaciones severas, que en la clínica de la sesión marcan conductas que

atacan al vínculo analista -paciente y la continuidad del tratamiento.

En estos casos, como en el de Judith, la confianza de los padres en el método

y la perseverancia en mantener el tratamiento son una condición sine qua non

para la continuidad del mismo. Conté con ese apoyo durante los años de

análisis, teniendo en algunas oportunidades entrevistas con ellos, en donde se

confirmaba la confianza especialmente agradecida. Sin esa confianza, no

hubiera sido posible sostener el largo proceso.

Impasse

Durante mucho tiempo, J. pedía terminar. Como analista aunque valoraba los

sutiles cambios en el proceso pensaba que faltaba tiempo y trabajo. Sobre todo

durante el tiempo que la paciente me mantuvo aislada de su producción. Judith

llegaba a su sesión a horario y habría su caja disponiendo la tapa de la misma


 
verticalmente, por lo que no me veía, ni me permitía ver sus trabajos.

Dibujaba, pintaba o cortaba materiales pero yo no podía verlos. Terminaba la

sesión, guardaba lo realizado con la condición, que respeté a ultranza, de no

abrirla ni ver el material. Reproducía vía identificación proyectiva lo aislada que

se había sentido, la soledad y la exclusión. Interpreté durante casi dos años

esta situación que manifestaba emociones de todo tenor, odio, tristeza,

frustración, impotencia…. en la contratransferencia. El retiro narcisista que

representaba, también me exponía a una sensación envidiosa- como estar

afuera del paraíso de chupetines-gráficos que no me permitía compartir. En un

determinado momento de su análisis, y después de aceptar durante casi 2

años que trabajara detrás de la tapa de la caja de juegos sin que yo pudiera ver

el material, pensé que se había producido un impasse. Se refugiaba en su

síntoma como al decir de J. Steiner, el refugio psíquico se repetía en la

situación total de la transferencia.

La sensación contratransferencial de impotencia surgía frente a la repetición. A

los 14 años le propuse pasar al consultorio de adultos y cambiar su caja de

juegos (·).

A partir de su paso al consultorio de adultos, le ofrezco a los adolescentes una

carpeta que contiene algunos elementos gráficos y hojas que en mi

experiencia suelen usar, sobre todo al comenzar un tratamiento o, como en

este caso, respetando un traspaso incluso de consultorio, que simbolizaba

claramente un pasar de la niñez a la adolescencia. Cuando pude ver los

dibujos que prolijamente J. había guardado en dos grandes sobres, descubrí

que los mismos representaban todo el proceso puberal, su feminización, su

crecimiento, sus angustias. La interpretación ligaba sus aspectos disociados


 
“Las tempestuosas corrientes instintivas durante la pubertad, al decir de M.

Klein , incrementan sus complejos”, Sus gráficos que dibujaban esos cambios,

quedaron a resguardo de la mirada adulta y la “ pelea infantil” con su analista a

la que privaba de esos tesoros, le había permitido en el tratamiento, la

integración...

Acuerdo del fin de análisis

Durante el tratamiento, reiteradamente J. me preguntaba cuándo íbamos a

terminar y qué esperaba yo que pasara. Había sido un tema muy conversado,

yo le preguntaba en qué aspectos ella se sentía cambiada y ella me respondía

ambivalentemente: “No quiero venir más pero es cierto que todavía no tengo

amigas, creo que a lo mejor eso me falta”

Sin duda el psicoanálisis había logrado que tuviera más conciencia sobre su

estado emocional. Conectaba su aislamiento en la realidad al trabajo psíquico

que requiere el análisis.

Terminación del tratamiento psicoanalítico

Me gustaría hacer la diferenciación entre fin de análisis y fin del tratamiento

psicoanalítico ya que creo que el niño y el adolescente igual que el adulto que

ha transitado por un proceso psicoanalítico tendrá la posibilidad de pensar o

por lo menos de preguntarse ante situaciones nuevas: ¿qué me pasa? O si la

angustia reaparece, de pedir ayuda otra vez. He tenido en la experiencia de mi

clínica, adolescentes a los que traté de niños que luego volvieron a la consulta,

por iniciativa propia. El tratamiento psicoanalítico en niños y adolescentes tiene

que terminar, los niños vuelven con sus padres, de los que nunca se han


 
separado, pero con recursos nuevos, y los adolescentes enfrentan el pasaje a

la adultez.

“Terminable -dice Isidoro Berenstein en su trabajo, es que tiene término”, así

sugiere una dimensión temporal (duración) y también espacial (lugar). Creo que

en el tratamiento de un niño o de un adolescente este es el concepto con el

que trabajamos. Tenemos un límite, a veces podemos como el caso que

presento llegar al mismo en acuerdo con la paciente y su familia, en muchos

otros casos el límite lo pone el paciente o sus padres que interrumpen el

proceso. Aún en estos casos, el psicoanálisis deja marca. Lo deseable sería

lograr que el contacto permita otros encuentros.

Si la verbalización permite la aclaración de algunos conflictos, si la reparación

del odio y la destructividad que se desplegaron en el proceso ha menguado, si

las defensas estereotipadas muestran diversidad, si la identidad se ha

fortalecido y se diferencia de la de sus padres está en camino, si el amor

prevalece sobre el odio, si hay tolerancia a la frustración y la espera no se hace

insoportable, estamos cerca del fin del tratamiento psicoanalítico.

El fin de análisis está ligado a la transformación de las transferencias. El

paciente cercano al fin del tratamiento con interés, sin actuaciones, y en

colaboración con el analista, pueden acordar la terminación del tratamiento.

Meltzer recalca la apreciación del paciente de la bondad y la belleza del

método analítico que lo acerca a la verdad. Y dice: “Está ligado entonces a la

idea de desarrollo, de crecimiento, de independencia, de estar en condiciones

de soportar las pérdidas. Cuando esto se logra y a pesar de las amenazas en

el horizonte paciente y analista se desprenden, se alejan generosamente”


 
J.Valeros y J.Bricht (1998) hablan del síndrome de terminación del análisis, y

dicen que “es un proceso normal de duelo, que anuncia que algo de

importancia en la vida psicológica del paciente va a finalizar (…)” Dicen

“necesitan otros settings, otros materiales de juego, otras personas alrededor

de las cuales establecer ilusiones”.

Judith me recordaba en su última sesión las palabras de J.M. Quinodoz,

cuando describe el término de flotación al fin de un tratamiento psicoanalítico.

“Para connotar este sentido de redescubierta unidad del yo, unida a la vivencia

de “Volar con alas propias”: Es decir que el sentimiento de integración, de

unión de distintas partes del self, permite al analizado la sensación de poder

frente a la soledad, y de poder sentir que sin el analista puede seguir su

camino. Las ansiedades de separación que tanto la habían hecho sufrir eran

toleradas.

En su última sesión, J. estaba contenta, tenía nuevos proyectos, no negaba

algunos problemas de competencia o de inseguridad frente a su familia, pero

tenía otras herramientas para poder enfrentarlos.

El descubrimiento de Pollock y su pintura ligada a lo primitivo, expuesta en el

Moma al lado de sonajeros, máscaras o amuletos había impresionado a Judith,

impactó por su libertad: ¿la habría unido a su historia?, se metía en la tela

como Judith en su mundo. Tenían en común la creatividad, la estética, la

necesidad de expresar con la pintura, tantas emociones que a veces quedan

en el adulto igual que en el niño, sin palabras. Esas son algunas de las

preguntas que quedan al fin de un análisis, y que ¿podrá pensar la paciente?,

¿que se interroga el analista?, preguntas que pueden quedar sin respuesta.

Ese es parte del duelo que también el analista deberá transitar.

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Dibujo 1- Cara de la caja de juegos que exponía a la analista, no permitiendo

verla a ella ni a sus trabajos.

Dibujo 2 - Fondo de la caja

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Caras internas de la caja. Los colores y las imágenes me remitían a escenas

oníricas.

Dibujo 3

Dibujo 4

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Dibujo 5

Dibujo 6- Primera caja de juegos

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Dibujo 7

Dibujo del sobre en la que guardaba sus gráficos

Descriptores: Fin de análisis- Psicoanálisis de niños- duelo-satisfacción

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Fin de análisis, una experiencia de satisfacción

Dra. N. Graciela Kohen de Abdala

Resumen

La presentación de este trabajo pretende ilustrar que el análisis de niños, es

terminable. La autora resalta que si bien responde a una dinámica propia del

duelo, conlleva en otro plano a la conclusión de un logro, fruto de un arduo

trabajo, donde tanto el analista como el paciente sienten satisfacción.

A través del fin de análisis de una niña con sintomatología de enclaves autistas

se ilustra la salida del cuadro psicopatológico y el placer ante la terminación del

tratamiento, como emoción que acompaña al duelo que realizarán tanto la

paciente como la analista. Este final de análisis y la transformación de las

transferencias dan esperanza a que el paciente recurra a la consulta si fuera

necesario, volviendo a la pregunta que Freud nos formulara, ¿Análisis

terminable o Interminable?

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