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Es cierto que existe una dualidad, por lo demás ineliminable, pero localizada
en el plano metafísico de los principios de ser: el alma-forma y la materia prima. En
el ser humano concreto no hay espíritu por una parte y materia por otra. El Espíritu
en el hombre deviene alma, que no es un espíritu puro, sino el espíritu encarnado.
Forma de la materia. La materia informada por el alma. La distinción alma-cuerpo
no es adecuada, pues en cada uno de sus miembros está implicado el otro; a lo sumo,
cabe una distinción metafísico, no física, entre ambos.
A. En la teología protestante
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Antropología Teológica
El hombre imagen de Dios
Entre los protestantes no hay uniformidad en relación a este punto del estado
intermedio. Las primeras críticas sistemáticas vienen de P. Althaus. Podrían
sintetizarse así:
- Para los que viven aún en la historia terrena, la muerte del individuo está
separada del último día por un espacio temporal indeterminado.
- Pero más allá de la muerte, ¿existe aún el tiempo? ¿no sería posible pensar que
el tiempo limita con el éschaton permanentemente, que cada uno de los
instantes de éste equidista de él? En este caso el último día se cierne sobre cada
uno de nuestros días y con la muerte vamos de inmediato al término de la
historia, a la parusía, a la resurrección y al juicio.
B. EN LA TEOLOGÍA CATÓLICA
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También de parte de los católicos ha habido ya manifestaciones de reservas ante la
doctrina tradicional del estado intermedio.
C. LÍNEAS DE REFLEXIÓN
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El hombre imagen de Dios
de la definición es la inmediatez de la bienaventuranza. Ahora bien, ¿el sujeto de esta
bienaventuranza no sería el hombre entero? Es que tanto en la hipótesis de que la
resurrección entrañaría un aumento intensivo de felicidad, como en la de que este
aumento fuera solo extensivo (accidental), ya la retribución esencial (vida eterna:
visión, amor, gozo) está dada. Es una actividad perfectísima, que sacia plenamente y
que no puede darse en el alma separada, sujeto distinto del que mereció, entidad
incompleta, que no es ser, sino principio de ser.
Respecto a las dos hipótesis aludidas debemos puntualizar algo. Los partidarios
del aumento intensivo se fundan en la insuficiencia operativa del alma separada y en
el hecho de que es superflua una resurrección que sólo signifique un aumento
accidental de gozo; ven en este aumento intensivo el único medio de valorar la
escatología final. Los defensores del aumento meramente extensivo sostienen que la
resurrección no añade nada a los principios próximos de la visión independientes del
cuerpo. En ambas hipótesis no se advierte que los defectos del discurso radican en el
supuesto antropológico que tiende al dualismo.
¿Habrá que suprimir toda sucesión en la existencia del ser creado que sale del
tiempo? Por una parte no es posible argüir a partir del evo, como un tipo de duración
distinta del tiempo y de la eternidad, pues sería dar por supuesto lo que se trata de
demostrar. Pero por otra parte no es posible suprimir todo tipo de sucesión, pues sería
borrar la frontera entre Dios y la criatura. En esto no satisface la hipótesis de P.
Althaus.
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destruye la relación salvifica con Dios. Ante este castigo el hombre no es libre, sino
esclavo; para él es incomprensible y la única salida es la rebelión.
Ahora bien, Cristo murió la muerte humana de modo distinto: con libertad
suprema y generosidad; con la angustia inherente a ella, pero en la fe en el Dios vivo,
en la esperanza de la resurrección y en la caridad para con los hermanos. En un
cambio total de sentido: no es la muerte castigo del pecado, sino acto libre de fe,
esperanza y amor.