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[406] C a p í t u l o II

Tránsito de la filosofía moral popular


a la metafísica de las costumbres
[El uso de ejemplos]

Si bien hemos sacado el concepto del deber, que hasta ahora


tenemos, del uso vulgar de nuestra r a z ó n práctica, no debe i n -
ferirse de ello, en manera alguna, que l o hayamos tratado c o m o
concepto de experiencia. Es más: atendiendo a la experiencia
en el hacer y el omitir de los hombres, encontrarnos quejas
numerosas y —hemos de confesarlo— justas, por no ser p o -
sible adelantar ejemplos seguros de esa disposición de espíritu
del que obra por el deber puro; que, aunque muchas acciones
suceden en conformidad coñío que el deber ordena, siempre cabe
la duda de si han ocurrido por deber y, por tanto, de si tienen u n
valor moral. P o r eso ha habido en todos los tiempos filósofos
que han negado en absoluto la realidad de esa disposición de
espíritu en las acciones humanas y lo han atribuido todo al
egoísmo, más o menos refinado; mas no por eso han puesto
en duda la exactitud del concepto de moralidad; más bien han

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88 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C 1 Ó N D E L A METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 89

hecho m e n c i ó n , c o n í n t i m a pena, de la fragilidad e impureza exigiría la renuncia y el sacrificio. N o se necesita ser u n e n e m i -


de la naturaleza humana, que, si bien es lo bastante noble para go de la virtud; basta c o n observar el m u n d o c o n sangre fría, sin
proponerse c o m o precepto una idea tan digna de respeto, en tomar enseguida por realidades los vivísimos deseos en pro del
cambio es al mismo tiempo harto débil para poderlo cumplir, y bien, para dudar en ciertos momentos —sobre todo cuando
emplea la razón, que debiera servirle de legisladora, para a d m i - el observador es ya de edad avanzada y posee u n Juicio que la
nistrar el interés de las inclinaciones, ya sea aisladas, ya — e n el experiencia ha afinado y agudizado para la o b s e r v a c i ó n — de
caso más elevado— en su m á x i m a compatibilidad mutua. si realmente en el mundo se encuentra una virtud verdadera.Y
[407] Es, en realidad, absolutamente imposible determi- en esta coyuntura, para impedir que caigamos de las alturas de
nar por experiencia y c o n absoluta certeza u n solo caso en que la nuestras ideas del deber, para conservar en nuestra alma el fun-
m á x i m a de una acción, conforme por lo demás c o n el deber, dado respeto a su ley, nada como la convi cci ón clara de que no
haya tenido su asiento exclusivamente en fundamentos morales importa que no haya habido nunca acciones emanadas de esas
y en la representación del deber. Pues es el caso, a veces, que, a [408] puras fuentes, que no se trata aquí de si sucede esto o
pesar del más penetrante examen, no encontramos nada que aquello, sino que la razón, por sí misma e independientemente
haya podido ser bastante poderoso, independientemente del de todo f e n ó m e n o , ordena lo que debe suceder y que algunas
fundamento moral del deber, para mover a tal o cual buena acciones, de las que el mundo quizá no ha dado todavía n i n -
acción o a este tan grande sacrificio; pero no podemos concluir g ú n ejemplo y hasta de cuya realizabilidad puede dudar m u y
de ello c o n seguridad que la verdadera causa determinante de m u c h o quien todo lo funde en la experiencia, son ineludible-
la voluntad no haya sido en realidad algún impulso secreto del mente mandadas por la razón; así, por ejemplo, ser leal en las
egoísmo, oculto tras el mero espejismo de aquella idea; solemos relaciones de amistad no podría dejar de ser exigible a todo
preciarnos m u c h o de algún fundamento determinante, lleno hombre, aunque hasta hoy no hubiese habido n i n g ú n amigo
de nobleza, pero que nos atribuimos falsamente; mas, en realidad, leal, porque este deber reside, como deber en general, antes 1

no podemos nunca, aun ejercitando el examen más riguroso, que toda experiencia, en la idea de una r a z ó n que determina la
llegar por completo a los más recónditos motores; porque cuan- voluntad por fundamentos a priori.
do se trata de valor moral no importan las acciones, que se ven,
Añádase a esto que, a menos de querer negarle al concep-
sino aquellos íntimos principios de las mismas, que no se ven.
to de moralidad toda verdad y toda relación c o n u n objeto
A esos que se burlan de la moralidad y la consideran c o m o posible, no puede ponerse en duda que su ley es de tan e x -
simple visión soñada por la fantasía humana, que se excede a sí tensa significación que tiene vigencia, no sólo para los h o m -
misma, llevada de su vanidad, no se les puede hacer más desea- bres, sino para todos los seres racionales en general, no sólo bajo
do favor que concederles que los conceptos del deber — c o m o condiciones contingentes y c o n excepciones, sino por m o d o
muchos están persuadidos, por comodidad, que sucede igual- absolutamente necesario ; por lo cual resulta claro que no hay
2

mente c o n todos los demás conceptos— tienen que derivarse experiencia que pueda dar ocasión a inferir n i siquiera la posi-
exclusivamente de la experiencia; de ese modo, en efecto, se les bilidad de semejantes leyes apodícticas. Pues ¿con q u é derecho
prepara a aquéllos u n triunfo seguro. Voy a admitir, por amor podemos tributar u n respeto ilimitado a lo que acaso no sea
a los hombres, que la mayor parte de nuestras acciones son valedero más que en las condiciones contingentes de la H u -
conformes al deber; pero si se miran de cerca los pensamientos
y los esfuerzos, se tropieza por doquiera c o n el amado yo, que
1 C o n v e n d r í a observar que este deber está tomado c o m o deber en general,
de continuo se destaca, sobre el cual se fundan los propósitos, y
no c o m o deber específico. [ N . de P.]
no sobre el estrecho mandamiento del deber que muchas veces 2 Esto no quiere decir que una regla no pueda invalidar a otra. [ N . de P.]
90 IMMANUEL KANT
F U N D A M E N T A C I Ó N DE L A METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 91

manidad, y considerarlo c o m o precepto universal para toda pendientemente de toda experiencia, creo yo que no es ne-
naturaleza racional? ¿ C ó m o í b a m o s a considerar las leyes de cesario n i siquiera preguntar si será bueno alcanzar a priori
d e t e r m i n a c i ó n de nuestra voluntad c o m o leyes de determina- esos conceptos, c o n todos los principios a ellos pertinentes,
c i ó n de la voluntad de u n ser racional en general y, sólo c o m o exponerlos en general —in abstracto—, en cuanto que su c o -
tales, valederas para nosotros, si fueran meramente empíricas nocimiento debe distinguirse del vulgar y llamarse filosófico.
y no tuvieran su origen enteramente a priori en la r a z ó n pura Mas en esta nuestra é p o c a pudiera ello acaso ser necesario.
práctica? Pues si r e u n i é r a m o s votos sobre lo que deba preferirse, si u n
E l peor servicio que puede hacerse a la moralidad es que- conocimiento racional puro, separado de todo lo e m p í r i c o , es
rerla deducir de ciertos ejemplos. Porque cualquier ejemplo decir, una metafísica de las costumbres, o una filosofía práctica
que se me presente de ella tiene que ser a su vez previamen- popular, pronto se adivina de q u é lado se inclinaría la balanza.
te juzgado s e gún principios de la moralidad, para saber si es Este descender a conceptos populares es ciertamente m u y
digno de servir de ejemplo originario, esto es, de modelo; y plausible cuando previamente se ha realizado la ascensión a
el ejemplo no puede en manera alguna ser el que nos propor- los principios de la r a z ó n pura y se ha llegado en esto a una
cione el concepto de la moralidad. E l m i s m o Santo del E v a n - completa satisfacción. Esto quiere decir que conviene p r i m e -
gelio tiene que ser comparado ante todo c o n nuestro ideal de ro fundar la teoría de las costumbres en la metafísica , y luego, 4

la p erfecció n moral antes de que le reconozcamos c o m o lo cuando sea firme, procurarle acceso por medio de la p o p u -
que es.Y él dice de sí mismo: «¿Por q u é me llamáis a m í — a laridad. Pero es completamente absurdo querer descender a
quien estáis v i e n d o — bueno? N a d i e es bueno —prototipo lo popular en la primera investigación, de la que depende la
del b i e n — sino sólo el ú n i c o D i o s — a quien vosotros no exactitud toda de los p r i n c i p i o s . Y no es sólo que u n proceder
[409] veis—». M a s ¿de d ó n d e tomamos el concepto de D i o s semejante no puede nunca tener la p r e t e n s i ó n de alcanzar el
c o m o bien supremo? Exclusivamente de la idea que la r a z ó n m é r i t o rarísimo de la verdadera popularidad filosófica, pues n o se
a priori bosqueja de la pe rfe c c ión m o r a l y enlaza inseparable-
3
necesita m u c h o arte para ser entendido de todos, si se empieza
mente c o n el concepto de una voluntad libre. L a i m i t a c i ó n no por renunciar a todo conocimiento sólido y fundado, sino que
tiene lugar alguno en lo moral, y los ejemplos sólo sirven de además da lugar a una p ú t r i d a mezcolanza de observaciones
aliento, esto es, ponen fuera de duda la posibilidad de hacer lo mal cosidas y de principios medio inventados, que embelesa
que la ley manda, nos presentan intuitivamente lo que la regla a los ingenios vulgares porque hallan en ella lo necesario para
práctica expresa umversalmente; pero no pueden nunca auto- su charla diaria, pero que produce en los conocedores confu-
rizar a que se deje a u n lado su verdadero original, que reside sión y descontento, hasta el punto de hacerles apartar la vista;
en la razón, para regirse por ejemplos. en cambio, los filósofos, que perciben m u y bien todo ese an-
damiaje seductor, encuentran poca a t e n c i ó n , cuando, después
[410] de apartarse por u n tiempo de la supuesta popularidad
[Filosofía popular] y habiendo adquirido conocimientos determinados, p o d r í a n
c o n justicia aspirar a ser populares.
Si, pues, no hay n i n g ú n verdadero principio supremo de N o hay mas que mirar los ensayos sobre la moralidad que
la moralidad que no haya de descansar en la r a z ó n pura, inde- se han escrito en ese gusto preferido, y se verá en seguida c ó m o

3 T o d o este pasaje sugiere la influencia de P l a t ó n . Para la c u e s t i ó n especial 4 L a metafísica de la que a q u í se habla es la metafísica de las costumbres.
sobre el concepto de D i o s , véase p á g . 135 [ N . de P.]
[ N . de P ]
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se mezclan en e x t r a ñ o consorcio, ya la peculiar d e t e r m i n a c i ó n t a m b i é n p r á c t i c a — , u n influjo tan superior a todos los de-


de la naturaleza humana — c o m p r e n d i d a en ella t a m b i é n la [411 ] más resortes* que pudieran sacarse del campo e m p í -
idea de una naturaleza racional en general—, ya la perfección, rico, que, consciente de su dignidad, desprecia estos ú l t i m o s
5

ya la felicidad, aquí el sentimiento moral, allá ese amor de y puede poco a p o c o transformarse en su d u e ñ a ; en cambio,
D i o s , u n poquito de esto, otro p o c o de aquello, sin que a nadie una teoría de la moralidad que esté mezclada y compuesta de
se le ocurra preguntar si los principios de la moralidad hay que resortes sacados de los sentimientos y de las inclinaciones, y
buscarlos en el conocimiento de la naturaleza humana —que al m i s m o tiempo de conceptos racionales, tiene que dejar el
no podemos obtener c o m o no sea p o r la experiencia—; y en á n i m o oscilante entre causas determinantes diversas, irreduc-
el caso de que la respuesta viniere negativa, si esos principios tibles a u n p r i n c i p i o y que pueden c o n d u c i r al b i e n sólo por
morales hubiese que encontrarlos por completo a priori, libres m o d o contingente y a veces determinar el mal.
de todo lo que sea e m p í r i c o , absolutamente en los conceptos
puros de la razón, y no en otra parte, tomar la decisión de
poner aparte esa investigación, c o m o filosofía práctica pura o [Revisión de conclusiones]
— s i es lícito emplear u n nombre tan difamado— metafísica*
de las costumbres, llevarla p o r sí sola a su m á x i m a perfección y Por todo l o d i c h o se ve claramente: que todos los c o n -
consolar al p ú b l i c o , deseoso de popularidad, hasta la termina- ceptos morales tienen su asiento y o r i g e n , completamente a
c i ó n de aquella empresa. priori, en la r a z ó n , y ello en la r a z ó n humana m á s vulgar tan-
Pero esta metafísica de las costumbres, totalmente aislada to c o m o en la m á s altamente especulativa; que n o pueden
y sin mezcla alguna de a n t r o p o l o g í a , n i de teología, n i de fí- ser abstraídos de n i n g ú n c o n o c i m i e n t o e m p í r i c o , el cual, por
sica o hiperfísica, n i menos a ú n de cualidades ocultas —que tanto, sería contingente; que en esa pureza de su o r i g e n reside
p u d i é r a m o s llamar hipofísica—, no es sólo u n indispensable su dignidad, la d i g n i d a d de servirnos de p r i n c i p i o s p r á c t i c o s
substrato de todo c o n o c i m i e n t o t e ó r i c o y seguramente de-
terminado de los deberes, sino al m i s m o tiempo u n deside- [411] * Poseo una carta del difunto Sulzer [ E l profesor J . E . Sulzer
rátum de la mayor importancia para la verdadera realización (1720-1779) tradujo al a l e m á n en 1775 la Investigación de H u m e ( N . de P.)], en
de sus preceptos. Pues la r e p r e s e n t a c i ó n pura del deber, y en la que este hombre excelente me pregunta cuál pueda ser la causa de que las
general de la ley moral, sin mezcla alguna de ajenas adiciones teorías de la virtud, aunque m u y convincentes para la r a z ó n , sean, sin embargo,
de atractivos e m p í r i c o s , tiene sobre el c o r a z ó n humano, por el tan p o c o eficaces. M i c o n t e s t a c i ó n hubo de retrasarse p o r causa de los prepa-
rativos que estaba haciendo para darla completa. Pero no es otra sino ésta: que
solo camino de la r a z ó n —que p o r m e d i o de ella se da cuenta
los t e ó r i c o s de la v i r t u d no han depurado sus conceptos, y queriendo hacerlo
por primera vez de que puede ser p o r sí misma una r a z ó n
mejor, acopiando p o r doquiera causas determinantes del b i e n moral, para hacer
e n é r g i c a la medicina, la echan a perder. Pues la m á s vulgar o b s e r v a c i ó n muestra
que cuando se representa u n acto de honradez realizado c o n independencia de
*Así c o m o se distingue la m a t e m á t i c a en pura y aplicada, y la lógica en toda i n t e n c i ó n de provecho en éste o en otro mundo, llevado a cabo c o n á n i m o
pura y aplicada, puede distinguirse, si se quiere, la filosofía pura — m e t a f í s i - firme bajo las mayores tentaciones de la miseria y de atractivos varios, deja
c a — de las costumbres y la filosofía aplicada — a la naturaleza humana—. Esta m u y p o r debajo de sí a cualquier otro acto semejante que esté afectado en l o
d e n o m i n a c i ó n nos recuerda al punto que los principios morales no deben m á s m í n i m o por u n m o t o r e x t r a ñ o , eleva el alma y despierta el deseo de poder
fundarse en las propiedades de la naturaleza humana, sino que han de subsistir hacer otro tanto. A u n n i ñ o s de mediana edad sienten esta i m p r e s i ó n y n o se les
p o r sí mismos a priori; pero que de esos principios han de poderse derivar reglas debiera presentar los deberes de otra manera.
prácticas para toda naturaleza racional y, p o r l o tanto, t a m b i é n para la naturaleza
5 D i g n i d a d es u n t é r m i n o t é c n i c o denotativo de valor intrínseco. Véanse
humana.
págs. 124-125 [ N . d e P ]
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94 IMMANUEL KANT

sus verdaderos p r i n c i p i o s y fomentar así las disposiciones


supremos; que siempre que a ñ a d i m o s algo e m p í r i c o sus-
traemos otro tanto de su l e g í t i m o influjo y quitamos algo al morales puras del á n i m o e inculcarlas en los espíritus, para
valor i l i m i t a d o de las acciones; que n o sólo la mayor nece-
6
el mayor b i e n del m u n d o .
sidad exige, en sentido t e ó r i c o , p o r l o que a la e s p e c u l a c i ó n Mas para que en esta investigación vayamos por sus pasos
interesa, sino que es de m á x i m a i m p o r t a n c i a , en el sentido naturales, n o sólo del enjuiciamiento m o r a l vulgar —que es
p r á c t i c o , i r a buscar esos conceptos y leyes en la r a z ó n pura, a q u í m u y digno de a t e n c i ó n — al filosófico, c o m o ya hemos
exponerlos puros y sin mezcla, e incluso determinar la e x - hecho, sino de una filosofía popular, que no puede llegar
10

t e n s i ó n de todo ese c o n o c i m i e n t o p r á c t i c o puro, es decir, más allá de adonde la lleve su trampear por entre ejemplos,
toda la facultad de la r a z ó n pura p r á c t i c a ; mas no haciendo a la metafísica —que no se deja detener por nada e m p í r i c o
depender los p r i n c i p i o s de la especial naturaleza de la r a z ó n y, teniendo que medir el conjunto total del conocimiento 11

humana, c o m o l o p e r m i t e la filosofía especulativa y hasta 7


racional de esta clase, llega en todo caso hasta las ideas, donde
lo exige a veces, sino d e r i v á n d o l o s del concepto universal los ejemplos mismos nos abandonan—, tenemos que perse-
[412] de u n ser racional en general, puesto que las leyes guir y exponer claramente la facultad práctica de la razón,
morales deben valer para todo ser racional en general, y 8 desde sus reglas universales de d e t e r m i n a c i ó n , hasta allí donde
de esta manera, la m o r a l toda, que necesita de la antro- surge el concepto del deber. 12

p o l o g í a para su aplicación a los hombres, h a b r á de e x p o -


nerse p o r c o m p l e t o p r i m e r o independientemente de ésta,
c o m o filosofía pura, es decir, c o m o metafísica — c o s a que 9 [Imperativos en general]
se puede hacer m u y b i e n en esta especie de c o n o c i m i e n t o s
totalmente separados—, teniendo plena c o n c i e n c i a de que, C a d a cosa, en la naturaleza, a c t ú a s e g ú n leyes. S ó l o u n
sin estar en p o s e s i ó n de tal metafísica, n o ya sólo sería vano ser racional posee la facultad de obrar p o r la representación de
determinar exactamente l o m o r a l del deber en todo l o que las leyes, esto es, p o r principios; posee una voluntad. C o m o
es c o n f o r m e al deber, para el enjuiciamiento especulativo, para derivar las acciones de las leyes se exige razón , resulta 11

sino que n i siquiera sería posible, en el mero uso vulgar y que la v o l u n t a d n o es otra cosa que r a z ó n p r á c t i c a . S i la ra-
p r á c t i c o de la i n s t r u c c i ó n moral, asentar las costumbres en z ó n determina indefectiblemente la voluntad, entonces las

6 A q u í nos está advirtiendo nuevamente K a n t contra la c o n t a m i n a c i ó n 1 0 E n el C a p í t u l o l . [ N . d e R ]


m o r a l de los principios p o r la a d i c i ó n de motivos no morales. C o n ello se dis- 11 Las ideas en una metafísica de las costumbres (como en cualquier otra
minuye el valor de las acciones correspondientes, c o m o cuando defendemos la parte) apuntan a u n tipo de «totalidad completa» tal que nunca puede darse en
honradez sobre la base de que es la mejor política. [ N . de R] la experiencia. [ N . de R]
7 L a filosofía t e ó r i c a o especulativa tiene que admitir no sólo que la r a z ó n 1 2 H e m o s de pasar desde principios subjetivos (o m á x i m a s ) a principios
humana es discursiva (en el sentido de que sus conceptos no nos dan c o n o - objetivos condicionados (imperativos h i p o t é t i c o s ) , y desde éstos al imperativo
cimiento aparte de la i n t u i c i ó n sensible), sino t a m b i é n que el c o n o c i m i e n t o c a t e g ó r i c o i n c o n d i c i o n a d o del deber (especialmente el imperativo de autono-
depende de las intuiciones puras del espacio y el tiempo, que son peculiares de m í a — p á g . 120—, que prepara el camino para el concepto de libertad). Este
los seres humanos. [ N . de P.] paso puede quedar claro solamente en una segunda lectura. [ N . de R ]
8 N o podemos, sin embargo, derivar los principios morales p o r u n mero 1 3 S i esta «derivación» fuera una d e d u c c i ó n lógica, difícilmente p o d r í a m o s
análisis del concepto «ser racional»; véase nota de K a n t al pie de la p á g . 105. Para inferir de aquí que la voluntad es r a z ó n práctica. K a n t parece estar pensando
tal d e r i v a c i ó n se necesita el uso sintético de la r a z ó n ; véase p á g . 138. [ N . de R] en algo m á s parecido a l o que Aristóteles l l a m ó silogismo práctico, u n silogismo
9 L a metafísica en este contexto es la metafísica de las costumbres. [ N . de P] cuya c o n c l u s i ó n no es una p r o p o s i c i ó n , sino una a c c i ó n . [ N . de R]
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acciones de este ser, que son conocidas c o m o objetivamente medio solamente de la sensación, por causas meramente sub-
necesarias, son t a m b i é n subjetivamente necesarias, es decir, jetivas, que valen sólo para éste o aquél, sin ser u n principio de
que la voluntad es una facultad de no elegir nada más que lo que la la r a z ó n válido para cualquiera.*
r a z ó n , independientemente de la i n c l i n a c i ó n , conoce c o m o [414] U n a voluntad perfectamente buena se hallaría, pues,
p r á c t i c a m e n t e necesario, es decir, bueno. Pero si la r a z ó n igualmente bajo leyes objetivas (del bien); pero no podría re-
por sí sola n o determina suficientemente la voluntad; si la presentarse c o m o constreñida por ellas a las acciones conformes
voluntad se halla sometida t a m b i é n a condiciones subjetivas a la ley, porque por sí misma, según su constitución subjetiva,
(ciertos resortes) que no siempre c o i n c i d e n c o n las objetivas; podría ser determinada por la sola representación del bien. D e
[413] en una palabra, si la voluntad no es en sí p l e n a m e n - aquí que para la voluntad divina y, en general, para una voluntad
te conforme c o n la r a z ó n (como realmente sucede en los
santa, no valgan los imperativos: el «debe ser» no tiene aquí lugar
hombres), entonces las acciones conocidas objetivamente
adecuado, porque el querer ya de suyo coincide necesariamente
c o m o necesarias son subjetivamente contingentes,y la deter-
con la ley. Por eso son los imperativos solamente fórmulas para
m i n a c i ó n de tal voluntad, en c o n f o r m i d a d c o n las leyes obje-
expresar la relación entre las leyes objetivas del querer en gene-
tivas llámase constricción; es decir, la r e l a c i ó n de las leyes o b -
ral y la imperfección subjetiva de la voluntad de tal o cual ser
jetivas a una voluntad n o enteramente buena es representada
racional; v.g., de la voluntad humana.
c o m o la d e t e r m i n a c i ó n de la voluntad de u n ser racional
1 4

p o r fundamentos de la r a z ó n , sí, pero p o r fundamentos a los


cuales esta voluntad n o es p o r su naturaleza necesariamente
[Clasificación de los imperativos]
obediente.
L a representación de u n principio objetivo, en tanto que Pues bien; todos los imperativos mandan ya hipotética, ya
es constrictivo para una voluntad, llámase mandato (de la ra- categóricamente. Aquéllos representan la necesidad práctica de
z ó n ) , y la fórmula del mandato llámase imperativo. una acción posible, c o m o medio de conseguir otra cosa que
Todos los imperativos exprésanse por medio de u n «debe
ser» de la r a z ó n y muestran así la relación de una ley objetiva
de la r a z ó n a una voluntad que, por su c o n s t i t u c i ó n subjetiva, * L a dependencia en que la facultad de desear está de las sensaciones llá-
no es determinada necesariamente por tal ley (una constric- mase i n c l i n a c i ó n , la cual demuestra, pues, siempre una exigencia. C u a n d o una
ción). D i c e n que fuera bueno hacer u omitir algo; pero lo d i - voluntad determinada por contingencia depende de principios de la r a z ó n ,
llámase esto interés. E l interés se halla, pues, sólo en una voluntad dependiente,
cen a una voluntad que no siempre hace algo por sólo que se
que no es por sí misma siempre conforme a la r a z ó n ; en la voluntad divina no
le represente que es bueno hacerlo. Es, empero, p r á c t i c a m e n t e
cabe pensar u n interés. Pero la voluntad humana puede t a m b i é n tomar interés
bueno l o que determina la voluntad p o r medio de representa- en algo, sin por ello obrar por interés. L o primero significa el interés práctico en la
ciones de la r a z ó n y, consiguientemente, n o p o r causas subje- acción; lo segundo, el interés patológico en el objeto de la a c c i ó n . L o primero
tivas, sino objetivas, esto es, por fundamentos que son válidos demuestra que depende la voluntad de principios de la r a z ó n en sí misma; lo
para todo ser racional c o m o tal. Distingüese de lo agradable, segundo, de los principios de la r a z ó n respecto de la i n c l i n a c i ó n . [Tal regla es
siendo esto ú l t i m o l o que ejerce influjo sobre la voluntad por u n imperativo h i p o t é t i c o ( N . de P.)] pues, en efecto, la r a z ó n no hace más que
dar la regla práctica de c ó m o p o d r á subvenirse a la exigencia de la i n c l i n a c i ó n .
E n el p r i m e r caso, me interesa la a c c i ó n ; en el segundo, el objeto de la a c c i ó n
14 « D e t e r m i n a d o » quiere decir aquí «objetivamente d e t e r m i n a d o » — n o (en cuanto que me es agradable). Y a hemos visto en el p r i m e r capítulo que
«subjetivamente d e t e r m i n a d o » — , c o m o es el caso en una frase posterior de esta cuando una a c c i ó n se cumple por deber no hay que mirar al interés en el obje-
p á g i n a . [ N . de P.] to, sino meramente en la a c c i ó n misma y su p r i n c i p i o en la r a z ó n (la ley).
I

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se quiere (o que es posible que se quiera). E l imperativo cate- para matarlo, seguramente son de igual valor, en cuanto que cada
g ó r i c o sería el que representase una a c c i ó n por sí misma, sin uno de ellos sirve para realizar cumplidamente su propósito. E n
referencia a n i n g ú n otro fin, c o m o objetivamente necesaria. la primera juventud nadie sabe q u é fines podrán ofrecérsenos en la
Toda ley práctica representa una acción posible c o m o bue- vida; por eso los padres tratan de que sus hijos aprendan muchas
na y, por tanto, c o m o necesaria para u n sujeto capaz de deter- cosas y se cuidan de darles habilidad para el uso de los medios ú t i -
minarse p r á c t i c a m e n t e por la razón. Resulta, pues, que todos les a toda suerte de fines cualesquiera, pues no pueden determinar
los imperativos son fórmulas de la d e t e r m i n a c i ó n de la accióri, de ninguno de éstos que n o ha de ser más tarde u n propósito
15

que es necesaria según el principio de una voluntad buena en real del educando, siendo posible que alguna vez lo tenga por tal; y
algún modo. A h o r a bien; si la acción es buena sólo c o m o medio este cuidado es tan grande, que los padres olvidan por lo c o m ú n
para alguna otra cosa, entonces es el imperativo hipotético; pero si reformar y corregir el juicio de los niños sobre el valor de las
la acción es representada c o m o buena en sí, esto es, c o m o ne- cosas que pudieran proponerse como fines.
cesaria en una voluntad conforme en sí c o n la razón, c o m o u n Hay, sin embargo, u n fin que puede presuponerse real
principio de tal voluntad, entonces es el imperativo categórico. en todos los seres racionales (en cuanto que les c o n v i e n e n
E l imperativo dice, pues, q u é acción posible por m í es los imperativos, c o m o seres dependientes que son); hay u n
buena, y representa la regla práctica en relación c o n una v o - p r o p ó s i t o que no sólo pueden tener, sino que puede presu-
luntad que no hace una acción solamente porque ésta sea bue- ponerse c o n seguridad que todos tienen, p o r una necesidad
na, porque el sujeto no siempre sabe que es buena, y t a m b i é n natural, y éste es el p r o p ó s i t o de la felicidad. E l imperativo
porque, aun cuando lo supiera, pudieran sus m á x i m a s ser c o n - h i p o t é t i c o que representa la necesidad práctica de la a c c i ó n
trarias a los principios objetivos de una r a z ó n práctica. c o m o m e d i o para fomentar la felicidad es asertórico. N o es
E l imperativo h i p o t é t i c o dice solamente que la a c c i ó n es lícito presentarlo c o m o necesario sólo para u n p r o p ó s i t o i n -
buena para algún p r o p ó s i t o posible o real. E n el primer caso cierto y meramente posible, sino para u n p r o p ó s i t o que p o -
[415] es u n principio problemático-prácúco; en el segundo [416] demos suponer de seguro y a priori en todo hombre,
caso es u n principio asertónco-práctico. E l imperativo c a t e g ó - porque pertenece a su esencia. A h o r a bien; la habilidad para
rico que, sin referencia a p r o p ó s i t o alguno, es decir, sin n i n g ú n elegir los medios conducentes al mayor posible bienestar
otro fin, declara la a c c i ó n objetivamente necesaria en sí, tiene propio, podemos llamarla sagacidad* en sentido estricto. Así 16

el valor de u n principio apodíctico-prícúco.


L o que sólo es posible mediante las fuerzas de algún ser ra-
15 L a e d i c i ó n de la A c a d e m i a de B e r l í n ha tachado la palabra alemana
cional, puede pensarse como propósito posible para alguna v o - equivalente a «no». [ N . de P.]
luntad; por eso los principios de la acción, en cuanto que ésta * L a palabra «sagacidad» [Este es uno de los lugeres en donde Kant indica
es representada como necesaria para conseguir algún propósito que la sagacidad se ocupa no solamente de los medios, sino t a m b i é n de la a r m o -
posible realizable de ese modo, son en realidad en n ú m e r o infi- nización de fines ( N . de P.)], se toma en dos sentidos: en u n caso puede llevar el
nito. Todas las ciencias tienen alguna parte práctica, que consiste nombre de sagacidad mundana; en el otro, el de sagacidad privada. L a primera es
en problemas que ponen algún fin como posible para nosotros y la habilidad de u n hombre que tiene influjo sobre los demás para usarlos en pro
en imperativos que dicen c ó m o pueda conseguirse tal fin. Estos de sus propósitos; la segunda es el conocimiento que r e ú n e todos esos propósitos
para el propio provecho duradero. L a segunda es propiamente la que da valor a la
pueden llamarse, en general, imperativos de la habilidad. N o se
primera, y de quien es sagaz en la primera acepción, y no en la segunda, podría
trata de si el fin es racional y bueno, sino sólo de lo que hay que
mejor decirse: es hábil y astuto, pero en total no es sagaz.
hacer para conseguirlo. Los preceptos que sigue el m é d i c o para 1 6 L a sagacidad p o d r í a quizá ser t a m b i é n descrita c o m o amor propio ra-
curar perfectamente al hombre y los que sigue el envenenador cional. [ N . de P.]
100 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 101

pues, el imperativo que se refiere a la e l e c c i ó n de los medios cha), y los terceros, morales (a la conducta libre en general , 18

para la propia felicidad, esto es, al precepto de la sagacidad, esto es, a las costumbres).
es hipotético; la a c c i ó n n o es mandada en absoluto, sino c o m o
simple m e d i o para otro p r o p ó s i t o .
Por ú l t i m o , hay u n imperativo que, sin poner c o m o c o n d i - [¿Cómo son posibles los imperativos?]
c i ó n n i n g ú n p r o p ó s i t o a obtener p o r m e d i o de cierta c o n -
ducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal imperativo^ Y ahora se plantea la cuestión: ¿ c ó m o son posibles todos
es categórico. N o se refiere a la materia de la a c c i ó n y a l o que esos imperativos? Esta pregunta no desea saber c ó m o pue-
de ésta ha de suceder, sino a la forma y al p r i n c i p i o de donde da pensarse el cumplimiento de la acción que el imperativo
ella sucede, y lo esencialmente bueno de la a c c i ó n consiste ordena, sino c ó m o puede pensarse la c o n s t r i c c i ó n de la v o -
en el á n i m o que a ella se lleva, sea el é x i t o el que fuere. Este luntad que el imperativo expresa en el problema. N o hace 19

imperativo puede llamarse el de la moralidad. falta explicar en especial c ó m o sea posible u n imperativo de
E l querer s e g ú n estas tres clases de principios distingüese habilidad. E l que quiere el fin, quiere t a m b i é n (en tanto que
t a m b i é n claramente p o r la desigualdad de la c o n s t r i c c i ó n de la la r a z ó n tiene influjo decisivo sobre sus acciones) el medio i n -
voluntad. Para hacerla patente, creo yo que la d e n o m i n a c i ó n dispensablemente necesario para alcanzarlo, si está en su poder.
más acomodada, en el orden de esos principios, sería decir Esa p r o p o s i c i ó n es, en lo que respecta al querer, analítica; pues
que son, ora reglas de la habilidad, ora consejos de la sagacidad, en el querer u n objeto c o m o efecto m í o está pensada y a m i 20

ora mandatos (leyes) de la moralidad. Pues sólo la ley lleva causalidad c o m o causa activa, es decir, el uso de los medios,
consigo el concepto de una necesidad incondicionada y obje- y el imperativo saca ya el concepto de las acciones necesarias
tiva, y, p o r tanto, umversalmente válida, y los mandatos son para tal fin del concepto de u n querer ese fin (para deter-
leyes a las cuales hay que obedecer, esto es, dar c u m p l i m i e n t o minar los medios mismos conducentes a u n p r o p ó s i t o hacen
aun en contra de la i n c l i n a c i ó n . E l consejo, si bien encie- falta, sin duda, proposiciones sintéticas, pero que tocan, no al
rra necesidad, es ésta válida sólo c o n la c o n d i c i ó n subjetiva
contingente de que éste o aquel hombre cuente tal o cual
cosa entre las que pertenecen a su felicidad; en cambio, el derecho real o imperial que tiene el efecto de una ley fundamental. Ejemplo de
imperativo c a t e g ó r i c o n o es limitado p o r c o n d i c i ó n alguna éstas son el edicto de Carlos V I I de Francia de 1438 — l a base de las libertades
y puede llamarse propiamente u n mandato, p o r ser, c o m o de la iglesia B a l i c a n o — , y el Emperador Carlos V I en 1724 para dererminar la
sucesión en Austria. K a n t considera que estas sanciones son prudenciales — n o
es, absoluto, aunque p r á c t i c a m e n t e necesario . Los primeros 17

consecuencias del sistema de ley natural que se aplica en todos los Estados c o m o
imperativos p o d r í a n t a m b i é n llamarse técnicos (pertenecientes
tales—. ( N . de P.)[. U n a historia es pragmática cuando nos hace sagaces, esto es,
[417] al arte); los segundos, pragmáticos* (a la ventura o d i - enseña al m u n d o c ó m o p o d r á procurar su provecho mejor o, al menos, tan bien
c o m o los antecesores.
1 8 Esto resultará m á s claro en el C a p í t u l o III. [ N . de R]
1 7 Ser p r á c t i c a m e n t e necesario es ser objetivamente necesario; c o m p á r e s e 1 9 Es decir, lo que nos interesa sobre todo n o es encontrar los medios
la nota de la p á g 105. Ser t e ó r i c a m e n t e necesario sería caer bajo la necesidad de la necesarios para u n fin, sino la o b l i g a c i ó n de usar esos medios cuando son c o -
naturaleza, que es algo bastante diferente. Véase p á g . 139 [ N . de P.] nocidos. [ N . de P.]
* P a r é c e m e que ésta es la manera m á s exacta de determinar la f u n c i ó n p r o - 2 0 Estamos considerando — c o m o K a n t indica en la siguiente c l á u s u l a — el
pia de la v o z pragmático. Llámanse, en efecto, pragmáticas las sanciones que no se concepto de desear u n fin. E n las proposiciones analíticas tenemos que distinguir
o r i g i n a n propiamente del derecho de los Estados c o m o leyes necesarias, sino de n í t i d a m e n t e entre el concepto del sujeto y el sujeto m i s m o (usualmente una cosa
la providencia o cuidado de la felicidad universal. [ U n a s a n c i ó n p r a g m á t i c a es u n y no u n concepto). [ N . de P.]
102 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 103

fundamento para hacer real el acto de la voluntad, sino al fun- veces que la flaqueza del cuerpo le ha evitado caer en excesos
damento para hacer real el objeto). Q u e para dividir una línea que hubiera cometido de tener una salud perfecta? etc., etc.
en dos partes iguales, según u n principio seguro, tengo que E n suma: nadie es capaz de determinar, por u n principio, c o n
trazar desde sus extremos dos arcos de círculo, es cosa que la plena certeza, q u é sea lo que le haría verdaderamente feliz,
m a t e m á t i c a enseña, sin duda por proposiciones sintéticas; pero porque para tal d e t e r m i n a c i ó n fuera indispensable tener o m -
una vez que sé que sólo mediante esa acción puede producirse nisciencia. Así, pues, para ser feliz, no cabe obrar por principios
el citado efecto, si quiero í n t e g r o el efecto, quiero t a m b i é n la^ determinados, sino sólo p o r consejos e m p í r i c o s : por ejemplo,
a c c i ó n que es necesaria para él, y esto ú l t i m o sí que es una de dieta, de ahorro, de cortesía, de comedimiento, etc.; la ex-
p r o p o s i c i ó n analítica, pues es lo m i s m o representarme algo periencia enseña que estos consejos son los que mejor f o m e n -
c o m o efecto posible de cierta manera por m í y representarme tan, por t é r m i n o medio, el bienestar. D e donde resulta que los
a m í mismo c o m o obrando de esa manera c o n respecto al tal imperativos de la sagacidad hablando exactamente, no pueden
efecto. mandar, esto es, exponer objetivamente ciertas acciones c o m o
[418] Los imperativos de la sagacidad coincidirían entera- necesarias p r á c t i c a m e n t e ; hay que considerarlos más bien c o m o
mente c o n los de la habilidad y serían, c o m o éstos, analíticos, si consejos (consilia) que c o m o mandatos (praecepta) de la razón.
fuera igualmente fácil dar u n concepto determinado de la fe- Así, el problema: « d e t e r m i n a r c o n seguridad y universalidad
licidad. Pues aquí c o m o allí, diríase: el que quiere el fin, quiere q u é acción fomente la felicidad de u n ser racional», es total-
t a m b i é n (de conformidad c o n la razón, necesariamente) los mente insoluble. P o r eso no es posible c o n respecto a ella u n
ú n i c o s medios que están para ello en su poder. Pero es una imperativo que mande en sentido estricto realizar lo que nos
desdicha que el concepto de la felicidad sea u n concepto tan haga felices; porque la felicidad no es u n ideal de la razón, sino
indeterminado que, aun cuando todo hombre desea alcanzar- [419] de la imaginación, que descansa en meros fundamentos
la, nunca puede decir por m o d o fijo y acorde consigo m i s m o empíricos, de los cuales en vano se esperará que hayan de deter-
lo que propiamente quiere y desea. Y la causa de ello es que minar una acción por la cual se alcance la totalidad de una serie,
todos los elementos que pertenecen al concepto de la felicidad en realidad infinita, de consecuencias. Este imperativo de la
son e m p í r i c o s ; es decir, tienen que derivarse de la experiencia, sagacidad sería además —admitiendo que los medios para lle-
y que, sin embargo, para la idea de la felicidad se exige u n todo gar a la felicidad pudieran indicarse c o n certeza— una p r o p o -
absoluto, u n m á x i m u m de bienestar en m i estado actual y en sición analítico-práctica, pues sólo se distingue del imperativo
todo estado futuro. A h o r a bien; es imposible que u n ente, el de la habilidad en que en éste el fin es sólo posible y en aquél
más perspicaz posible y al mismo tiempo el más poderoso, si el fin está dado; pero c o m o ambos ordenan sólo los medios
es finito, se haga u n concepto determinado de lo que propia- para aquello que se supone ser querido c o m o fin, resulta que
mente quiere en este punto. ¿ Q u i e r e riqueza? ¡ C u á n t o s cuida- el imperativo que manda querer los medios a quien quiere el fin
dos, c u á n t a envidia, cuántas asechanzas no p o d r á atraerse c o n es en ambos casos analítico. Así, pues, c o n respecto a la posibi-
ella! ¿ Q u i e r e conocimiento y saber? Pero quizá esto no haga lidad de tal imperativo, no hay dificultad alguna.
sino darle una visión más aguda, que le mostrará más terribles
E n cambio, el ú n i c o problema que necesita solución es, sin
a ú n los males que están ahora ocultos para él y que no puede
duda alguna, el de c ó m o sea posible el imperativo de la mo-
evitar, o i m p o n d r á a sus deseos, que ya bastante le dan que
ralidad, porque éste no es h i p o t é t i c o y, p o r tanto, la necesidad
hacer, nuevas y m á s ardientes necesidades. ¿ Q u i e r e una larga
representada objetivamente no puede asentarse en ninguna
vida? ¿ Q u i é n le asegura que no ha de ser una larga miseria?
suposición previa, c o m o en los imperativos h i p o t é t i c o s . Sólo
¿ Q u i e r e al menos tener salud? Pero ¿no ha sucedido muchas
que no debe perderse de vista que n o existe ejemplo alguno y,
F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 105
104 IMMANUEL KANT

arbitrio c o n respecto a lo contrario y, por tanto, lleva en sí


por lo tanto, manera alguna de decidir e m p í r i c a m e n t e si hay
aquella necesidad que exigimos siempre en la ley.
semejante imperativo; precisa recelar siempre que todos los
que parecen categóricos puedan ser ocultamente h i p o t é t i c o s . E n segundo lugar, en este imperativo categórico, o ley de
Así, por ejemplo, cuando se dice: «no debes prometer falsa- la moralidad, es m u y grande t a m b i é n el fundamento de la d i f i -
m e n t e » , y se admite que la necesidad de tal o m i s i ó n no es u n cultad —de penetrar y conocer la posibilidad del m i s m o — . Es
mero consejo encaminado a evitar u n mal mayor, c o m o sería una p r o p o s i c i ó n sintético-práctica* a priori, y puesto que el c o -
si se dijese: «no debes prometer falsamente, no vayas a perder nocimiento de la posibilidad de esta especie de proposiciones
tu crédito al ser descubierto», sino que se afirma que una ac- fue ya m u y difícil en la filosofía teórica, fácilmente se puede
c i ó n de esta especie tiene que considerarse c o m o mala en sí inferir que n o lo habrá de ser menos en la práctica.
misma, entonces es c a t e g ó r i c o el imperativo de la p r o h i b i c i ó n .
Mas no se puede en n i n g ú n ejemplo mostrar c o n seguridad
que la voluntad aquí se determina sin n i n g ú n otro m o t o r y [La fórmula de la ley universal]
sólo por la ley, aunque así lo parezca; pues siempre es posible
que en secreto tenga influjo sobre la voluntad el temor de la E n este problema ensayaremos primero a ver si el mero
v e r g ü e n z a , o acaso t a m b i é n el recelo obscuro de otros peligros. concepto de u n imperativo c a t e g ó r i c o no nos p r o p o r c i o n a r á
¿ Q u i é n puede demostrar la no existencia de una causa, por la acaso t a m b i é n la fórmula del mismo, que contenga la proposi-
experiencia, cuando ésta no nos enseña nada más sino que no c i ó n que pueda ser u n imperativo c a t e g ó r i c o ; pues aun cuan-
percibimos la tal causa? D e esta manera, empero, el llamado do ya sepamos c ó m o dice, todavía necesitaremos u n esfuerzo
imperativo moral, que aparece c o m o tal imperativo c a t e g ó r i c o especial y difícil para saber c ó m o sea posible este mandato
e incondicionado, no sería en realidad sino u n precepto prag- absoluto, y ello l o dejaremos para el ú l t i m o capítulo.
m á t i c o , que nos hace atender a nuestro provecho y nos enseña
solamente a tenerlo en cuenta.
* Enlazo c o n la voluntad, sin c o n d i c i ó n presupuesta de ninguna i n c l i n a -
Tendremos, pues, que inquirir enteramente a priori la p o -
c i ó n , el acto a priori y, p o r tanto, necesariamente (aunque sólo objetivamente,
sibilidad de u n imperativo categórico; porque aquí no tenemos
esto es, bajo la idea de una r a z ó n que tenga pleno poder sobre todas las causas
[420] la ventaja de que la realidad del mismo nos sea dada subjetivas de m o v i m i e n t o ) . Es ésta, pues, una p r o p o s i c i ó n práctica, que n o
en la experiencia y, por tanto, de que la posibilidad nos sea 21
deriva a n a l í t i c a m e n t e el querer una a c c i ó n de otra anteriormente presupuesta
necesaria sólo para explicarlo y no para asentarlo. M a s p r o v i - [el querer de una a c c i ó n impuesta p o r u n imperativo c a t e g ó r i c o no puede ser
sionalmente hemos de comprender lo siguiente: que el i m p e - derivado analizando el concepto de querer u n fin (como se hace en el caso de
rativo c a t e g ó r i c o es el ú n i c o que se expresa en L e y práctica, y u n imperativo h i p o t é t i c o ) ( N . de P.)] (pues n o tenemos voluntad tan perfecta)
los d e m á s imperativos pueden llamarse principios, pero n o leyes sino que la enlaza c o n el concepto de la voluntad de u n ser racional i n m e d i a -
tamente, c o m o algo que no está contenido en ella. [Sin embargo, encontrare-
de la voluntad; porque lo que es necesario hacer sólo c o m o
mos en el C a p í t u l o III —especialmente en las págs. 1 4 9 - 1 5 0 — la idea de que
medio para conseguir u n p r o p ó s i t o cualquiera, puede consi-
una voluntad tan perfecta es necesaria para establecer las proposiciones s i n t é t i -
derarse en sí c o m o contingente, y en todo momento podemos
co-prácticas a priori de la moralidad. P o r otra parte: decir que el imperativo
quedar libres del precepto c o n renunciar al propósito, mientras c a t e g ó r i c o conecta inmediatamente una a c c i ó n c o n el concepto de una voluntad
que el mandato incondicionado no deja a la voluntad n i n g ú n racional, es decir que la c o n e x i ó n no está derivada del presupuesto deseo de
a l g ú n ulterior. Pero a pesar de esta c o n e x i ó n inmediata, la p r o p o s i c i ó n sigue
siendo sintética: el querer la a c c i ó n no está contenido en el concepto de una
2 1 Tenemos que mostrar no sólo cómo es posible u n imperativo c a t e g ó r i c o ,
voluntad racional. ( N . de P.)].
sino t a m b i é n que es posible. [ N . de P.]
106 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E LA METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 107

C u a n d o pienso en general u n imperativo hipotético, n o sé \La fórmula de la ley de la naturaleza]


de antemano lo que c o n t e n d r á ; no l o sé hasta que la c o n d i -
c i ó n me es dada. Pero si pienso u n imperativo categórico, ya L a universalidad de la ley por la cual suceden efectos cons-
sé al punto l o que contiene. Pues c o m o el imperativo, apar- tituye lo que se llama naturaleza en su más amplio sentido
te de la ley, n o contiene m á s que la necesidad de la m á x i m a * (según la forma) ; esto es, la existencia de las cosas, en cuanto
24

[421] de conformarse c o n esa ley, y la ley, empero, n o


22
que está determinada por leyes universales. Resulta de aquí
contiene ninguna c o n d i c i ó n a que esté limitada, no queda, que el imperativo universal del deber puede t a m b i é n f o r m u -
pues, nada m á s que la universalidad de una ley en general, a larse: «obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu
la que ha de conformarse la m á x i m a de la a c c i ó n , y esa c o n - voluntad, ley universal de la naturaleza».
formidad es l o ú n i c o que el imperativo representa p r o p i a -
mente c o m o necesario.
E l imperativo c a t e g ó r i c o es, pues, ú n i c o , y es c o m o sigue: [Ilustraciones]
obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo
23

que se torne ley universal. Vamos a enumerar algunos deberes, según la división c o -
A h o r a , si de este ú n i c o imperativo pueden derivarse, c o m o rriente que se hace de ellos en deberes para c o n nosotros m i s -
de su principio, todos los imperativos del deber, podremos mos y para c o n los demás hombres, deberes perfectos e i m -
— a u n cuando dejemos sin decidir si eso que llamamos deber perfectos.*
no será acaso u n concepto v a c í o — al menos mostrar lo que
pensamos — a l pensar el deber y lo que este concepto quiere
2 4 C u a n d o hablamos de «naturaleza», podemos tomar este concepto en u n
decir—.
sentido material c o m o equivalente a la suma total de phenomena, o en u n sentido
formal c o m o equivalente a la suma total de las leyes que gobiernan la existencia
[421 ] * L a m á x i m a es el principio subjetivo del obrar, y debe distinguirse de los f e n ó m e n o s naturales. Este segundo uso está m á s cercano a expresiones
del principio objetivo; esto es, la ley práctica. A q u é l contiene la regla práctica que familiares c o m o «la naturaleza del h o m b r e » y «la naturaleza del m u n d o » . D e
determina la r a z ó n , de conformidad c o n las condiciones del sujeto (muchas a q u í que podamos decir, hablando en t é r m i n o s populares, que pertenece a la
veces la ignorancia o t a m b i é n las inclinaciones del mismo); es, pues, el p r i n c i p i o naturaleza del m u n d o el ser gobernado por la ley de causa y efecto. A pesar de
s e g ú n el cual obra el sujeto. L a ley, empero, es el p r i n c i p i o objetivo, válido para esto, Kant trata a las leyes de la naturaleza c o m o si fueran conformes a u n fin
todo ser racional; es el p r i n c i p i o s e g ú n el cual debe obrar, esto es, u n imperativo. o p r o p ó s i t o cuando pregunta si nuestras m á x i m a s pueden ser concebidas o de-
[ U n p r i n c i p i o objetivo es u n imperativo sólo para agentes finitos que son i m - seadas c o m o leyes de la naturaleza. Véanse t a m b i é n las págs. 127-128, 131-132
perfectamente racionales ( N . de P.)]. y la nota marcada c o n * de la p á g . 127 [ N . de R]
2 2 L a m á x i m a en c u e s t i ó n es una m á x i m a material. Véase H . J . P a t ó n , The * H a b r í a que advertir en este punto que me reservo la división de los de-
Categorical Imperative (T.C.I.), Londres, H u t c h i n s o n , 1970. (7. i m p r e s i ó n ) , págs.
a
beres para una futura Metafísica de las costumbres; ésta que ahora uso es sólo una
135-136. [ N . de R] división cualquiera para ordenar mis ejemplos. P o r lo d e m á s , entiendo aquí por
2 3 E l uso de una p r e p o s i c i ó n a q u í puede parecer una c o m p l i c a c i ó n i n n e - deber perfecto el que no admite e x c e p c i ó n en favor de las inclinaciones [Véase
cesaria. Tal vez K a n t quiera subrayar la interpenetración de la m á x i m a material y m i análisis del argumento. E n T.C.I., pp. 147-148, puse m u c h o énfasis en la
la formal. A l desear de acuerdo c o n una m á x i m a material, yo deseo al mismo anulación de u n deber por otro. E l punto principal es la «latitud» concedida a la
tiempo que esta m á x i m a se convierta en ley universal. Puesto que una m á x i m a inclinación de los deberes imperfectos ( N . de P.)],y entonces tengo deberes per-
material está basada en motivos sensuales, esta f o r m u l a c i ó n da cuenta por sí fectos, no sólo externos, sino t a m b i é n internos, cosa que contradice el uso de las
misma de la doctrina tradicional de que, en una a c c i ó n moralmente buena, u n palabras en las escuelas; pero aquí no intento justificarlo, porque es indiferente
motivo sensual no puede nunca, s e g ú n la o p i n i ó n de K a n t , estar presente al para m i p r o p ó s i t o que ello se admita o no. [Los deberes externos son deberes
m i s m o tiempo que el m o t i v o moral. [ N . de R] para c o n los otros; los internos son deberes para c o n u n o mismo. ( N . de P.)]
108 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 109

1.° U n o que, por una serie de desgracias lindantes c o n puede prometer lo que se le ocurra p r o p o n i é n d o s e no c u m -
la desesperación, siente despego de la vida, tiene a ú n bastante plirlo, haría imposible la promesa misma y el fin que c o n ella
[422] r a z ó n para preguntarse si no será contrario al deber pueda obtenerse, pues nadie creería que recibe una promesa
para consigo mismo el quitarse la vida. Pruebe a ver si la m á x i - y todos se reirían de tales manifestaciones c o m o de u n vano
ma de su acción puede tornarse ley universal de la naturaleza. engaño.
Su m á x i m a , empero, es: h á g o m e por e g o í s m o u n principio de [423] 3.° U n tercero encuentra en sí cierto talento que,
abreviar m i vida cuando ésta, en su largo plazo, me ofrezca con la ayuda de alguna cultura, podría hacer de él u n hombre
más males que agrado. Trátase ahora de saber si tal principio útil en diferentes aspectos. Pero se encuentra en circunstancias
del e g o í s m o puede ser una ley universal de la naturaleza. Pero c ó m o d a s y prefiere ir a la caza de los placeres que esforzarse
pronto se ve que una naturaleza cuya ley fuese destruir la vida por ampliar y mejorar sus felices disposiciones naturales. Pero
misma, por la misma sensación cuya d e t e r m i n a c i ó n es atizar se pregunta si su m á x i m a de dejar sin cultivo sus dotes natu-
el fomento de la vida, sería contradictoria y no p o d r í a subsis- rales se compadece, no sólo c o n su tendencia a la pereza, sino
tir c o m o naturaleza; por l o tanto, aquella m á x i m a no puede
25 t a m b i é n c o n eso que se llama el deber.Y entonces ve que b i e n
realizarse c o m o ley natural universal y, por consiguiente, c o n - puede subsistir una naturaleza que se rija por tal ley univer-
tradice p o r completo al p r i n c i p i o supremo de todo deber. sal, aunque el hombre — c o m o hace el habitante del mar del
2° O t r o se ve apremiado por la necesidad a pedir dinero S u r — deje que se enmohezcan sus talentos y entregue su vida
en p r é s t a m o . B i e n sabe que no p o d r á pagar; pero sabe t a m b i é n a la ociosidad, al regocijo y la r e p r o d u c c i ó n ; en una palabra, al
que nadie le prestará nada c o m o no prometa formalmente goce; pero no puede querer que ésta sea una ley natural u n i -
devolverlo en determinado tiempo. Siente deseos de hacer versal o que esté impresa en nosotros c o m o tal por el instinto
tal promesa; pero a ú n le queda conciencia bastante para pre- natural. Pues c o m o ser racional necesariamente quiere que
guntarse: ¿no está prohibido, no es contrario al deber salir de se desenvuelvan todas las facultades en él, porque ellas le son
apuros de esta manera? Supongamos que decide, sin embargo, dadas y le sirven para toda suerte de posibles propósitos.
hacerlo. Su m á x i m a de acción sería ésta: cuando me crea estar U n a cuarta persona, a q u i e n le va bien, ve a otras l u -
apurado de dinero, t o m a r é a p r é s t a m o y p r o m e t e r é el pago, chando contra grandes dificultades. E l p o d r í a ayudarles; pero
aun cuando sé que no lo voy a verificar nunca. Este principio piensa: ¿ q u é m e importa? ¡ Q u e cada cual sea l o feliz que
del e g o í s m o o de la propia utilidad es quizá m u y compatible el cielo o él m i s m o quiera hacerle: nada voy a quitarle, n i
c o n todo m i futuro bienestar. Pero la cuestión ahora es ésta: siquiera le t e n d r é envidia; no tengo ganas de c o n t r i b u i r a
¿es ello lícito? Transformo, pues, la exigencia del e g o í s m o en su bienestar o a su ayuda en la necesidad! Ciertamente, si
una ley universal y dispongo así la pregunta: ¿qué sucedería si tal m o d o de pensar fuese una ley universal de la naturaleza,
m i m á x i m a se tornase ley universal? E n seguida veo que nunca p o d r í a m u y b i e n subsistir la raza humana, y, sin duda, m e -
puede valer c o m o ley natural universal, n i convenir consigo j o r a ú n que charlando todos de c o m p a s i ó n y benevolencia,
misma, sino que siempre ha de ser contradictoria. Pues la u n i - p o n d e r á n d o l a y aun ej er ci éndol a en ocasiones; y en cambio,
versalidad de una ley que diga que quien crea estar apurado e n g a ñ a n d o cuando pueden, traficando c o n el derecho de los
hombres, o l e s i o n á n d o l o en otras maneras varias. Pero aun
cuando es posible que aquella m á x i m a se mantenga c o m o
M u c h o s comentaristas dicen que Kant condena el suicidio sobre la base de
2 5
ley natural universal, es, sin embargo, imposible querer que
que si todo el m u n d o se suicidara ¡no quedaría nadie para hacerlo! N o hay, por
tal p r i n c i p i o valga siempre y p o r doquiera c o m o ley natural.
supuesto, la menor huella de tal argumento aquí (ni en n i n g ú n otro lugar, que yo
Pues una voluntad que así l o decidiera se c o n t r a d i r í a a sí
sepa), y el lector debería ponerse en guardia contra tales absurdos. [ N . de R]
110 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N DE LA METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 111

misma, pues p o d r í a n suceder algunos casos en que necesitase queremos que nuestra m á x i m a deba ser una ley universal,
del amor y c o m p a s i ó n ajenos, y entonces, p o r la misma ley .
26 pues ello es imposible; más bien l o contrario es lo que debe
natural o r i u n d a de su propia voluntad, se vería privado de mantenerse c o m o ley universal. Pero nos tomamos la libertad
toda esperanza de la ayuda que desea. de hacer una excepción para nosotros — o aun sólo para este
caso—, en provecho de nuestra inclinación. P o r consiguien-
te, si l o consideramos todo desde uno y el mismo punto de
[El canon del juicio moral] vista, a saber, el de la razón, hallaremos una c o n t r a d i c c i ó n en
nuestra propia voluntad, a saber: que cierto principio es ne-
Estos son algunos de los muchos deberes reales, o al m e - cesario objetivamente c o m o ley universal, y, sin embargo, no
[424] nos considerados por nosotros c o m o tales, cuya d e r i - vale subjetivamente c o n universalidad, sino que ha de admitir
vación del principio ú n i c o citado salta claramente a la vista. excepciones. Pero nosotros consideramos una vez nuestra ac-
H a y que poder querer que una m á x i m a de nuestra a c c i ó n sea c i ó n desde el punto de vista de una voluntad conforme e n -
ley universal: tal es el canon del j u i c i o moral de la misma, en teramente c o n la razón; y la otra vez consideramos la misma
general. Algunas acciones son de tal m o d o constituidas, que su acción desde el punto de vista de una voluntad afectada por
m á x i m a no puede, sin c o n t r a d i c c i ó n , ser siquiera pensada c o m o la inclinación; de donde resulta que no hay aquí realmente
ley natural universal; y m u c h o menos que se pueda querer que c o n t r a d i c c i ó n alguna, sino una resistencia de la inclinación al
deba serlo. E n otras no se encuentra, es cierto, esa i m p o s i b i l i - precepto de la r a z ó n (antagonismo); por donde la universalidad
dad interna; pero es imposible querer que su m á x i m a se eleve del principio t ó r n a s e en mera validez c o m ú n (generalidad), por
a la universalidad de una ley natural, porque tal voluntad sería la cual el principio práctico de la razón debe coincidir c o n
contradictoria consigo misma. Es fácil ver que las primeras la m á x i m a a mitad de camino. A u n cuando esto no puede
contradicen al deber estricto — i n e l u d i b l e — , y las segundas, al justificarse en nuestro propio j u i c i o , imparcialmente dispues-
deber a m p l i o — m e r i t o r i o — . Y así, todos los deberes, en lo
27
to, ello demuestra, sin embargo, que reconocemos realmente
que toca al m o d o de obligar — n o al objeto de la a c c i ó n — , 28
la validez del imperativo c a t e g ó r i c o y sólo nos permitimos
quedan, por medio de estos ejemplos, considerados í n t e g r a - — c o n todo respeto— algunas excepciones que nos parecen
mente en su dependencia del principio ú n i c o . insignificantes y forzadas.

Si ahora atendemos a nosotros mismos, en los casos en [425] Así, pues, hemos llegado, por lo menos, a este resul-
que contravenimos a u n deber, hallaremos que realmente no tado; que si el deber es u n concepto que debe contener sig-
nificación y legislación real sobre nuestras acciones, no puede
2 6 Esta idea está presentada c o n criterio de «sagacidad», mas la doctrina de
expresarse más que en imperativos categóricos y de n i n g ú n
Kant dista de ser sagaz, c o m o puede comprobarse en la pág. 76 y en la nota de m o d o en imperativos h i p o t é t i c o s . T a m b i é n tenemos — y no
K a n t al pie de la p á g . 118 [ N . de E ] es p o c o — expuesto clara y determinadamente, para cualquier
2 7 Esta distinción es la misma que la que hay entre deberes perfectos e uso, el contenido del imperativo c a t e g ó r i c o que debiera en-
imperfectos. [ N . de P.] cerrar el p r i n c i p i o de todo deber — s i tal hubiere—. Pero no
2 8 K a n t está tratando sólo de los cuatro tipos principales de deber (perfec- hemos llegado a ú n al punto de poder demostrar a priori que
to e imperfecto, interno y externo). Cada tipo comporta diferentes clases de tal imperativo realmente existe, que hay una ley práctica que
o b l i g a c i ó n de acuerdo c o n las diferentes variedades de objetos. P o r ejemplo, los
manda por sí, absolutamente y sin n i n g ú n resorte impulsivo, y
deberes perfectos para c o n los otros incluyen los deberes de no coartar sus l i -
que la obediencia a esa ley es u n deber.
bertades o no robarles sus propiedades, c o m o t a m b i é n no pedirles u n p r é s t a m o
bajo falsas promesas. Véase p á g . 114 [ N . de R]
112 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N DE L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 113

[La necesidad de la ética pura] Todo aquello, pues, que sea e m p í r i c o es una adición al p r i n -
cipio de la moralidad y, como tal, no sólo inaplicable, sino alta-
30

Teniendo el p r o p ó s i t o de llegar a esto, es de la mayor i m - mente perjudicial para la pureza de las costumbres mismas, en las
portancia dejar sentada la advertencia: que a nadie se le ocurra cuales el valor propio y superior a todo precio de una voluntad
derivar la realidad de ese principio de las propiedades particulares absolutamente pura consiste justamente en que el principio de la
de la naturaleza humana. E l deber ha de ser una necesidad p r á c - acción esté libre de todos los influjos de motivos contingentes,
tico-incondicionada de la acción; ha de valer, pues, para todos que sólo la experiencia puede proporcionar. Contra esa negli-
los seres racionales —que son los ú n i c o s a quienes u n impera- gencia y hasta bajeza del m o d o de pensar, que busca el principio
tivo puede referirse—, y sólo por eso ha de ser ley para todas las en causas y leyes empíricas de movimiento, no será nunca dema-
voluntades humanas. E n cambio, lo que se derive de la especial siado frecuente e intensa la reconvención; porque la razón h u -
disposición natural de la H u m a n i d a d , lo que se derive de cier- mana, cuando se cansa, va gustosa a reposar en esa poltrona, y en
tos sentimientos y tendencias y aun, si fuere posible, de cierta los ensueños de dulces ilusiones —que le hacen abrazar una
especial dirección que fuere propia de la r a z ó n humana y no nube en lugar de J u n o — substituye a la moralidad u n bastardo
31

hubiere de valer necesariamente para la voluntad de todo ser compuesto de miembros procedentes de distintos orígenes y que
racional, todo eso p o d r á darnos una m á x i m a , pero no una ley; se parece a todo lo que se quiera ver en él, sólo a la virtud no,
p o d r á darnos u n principio subjetivo, s e gún el cual tendremos para quien la haya visto una vez en su verdadera figura.*
inclinación y tendencia a obrar, pero n o u n principio objetivo La cuestión es, pues, ésta: ¿es una ley necesaria para todos los
que nos obligue a obrar, aun cuando nuestra tendencia, i n c l i - seres racionales juzgar siempre sus acciones según máximas tales
n a c i ó n y disposición natural sean contrarias. Y es m á s : tanta que puedan ellos querer que deban servir de leyes universales?
mayor será la sublimidad, la dignidad interior del mandato en 29
Si así es, habrá de estar —enteramente a priori— enlazada ya c o n
u n deber, cuanto menores sean las causas subjetivas en pro y el concepto de la voluntad de u n ser racional en general. Mas 32

mayores las en contra, sin por ello debilitar en l o más m í n i m o para descubrir tal enlace hace falta, aunque se resista uno a ello,
la c o n s t r i c c i ó n por la ley n i disminuir en algo su validez. dar u n paso más y entrar en la metafísica, aunque en una esfera
Vemos aquí, en realidad, a la filosofía en u n punto de vista de la metafísica que es distinta de la de la filosofía especulativa,
desgraciado, que debe ser firme, sin que, sin embargo, se apoye
en nada n i penda de nada en el cielo n i sobre la tierra. A q u í ha
3 0 L a c u e s t i ó n es que no se deben introducir consideraciones e m p í r i c a s
de demostrar su pureza como guardadora de sus leyes, no c o m o en el principio de moralidad. E l p r i n c i p i o m o r a l debe ser suficiente de por sí para
heraldo de las que le insinúe algún sentido impreso o no sé q u é determinar la acción, pero esto no significa que otros motivos no puedan c o n -
[426] naturaleza tutora; los cuales, aunque son mejores que currir al mismotiempo.[ N . de R]
nada, no pueden nunca proporcionar principios, porque éstos 3 1 A l abrazar a una nube por confundirla c o n Juno, I x i o n se c o n v i r t i ó en el
los dicta la r a z ó n y han de tener su origen totalmente a priori padre de la raza «híbrida» de los centauros. [ N . de R]
y c o n ello su autoridad imperativa: no esperar nada de la i n c l i - * C o n t e m p l a r a la v i r t u d en su verdadera figura no significa otra cosa que
n a c i ó n humana, sino aguardarlo todo de la suprema autoridad representar a la moralidad despojada de todo lo sensible y de todo adorno,
de la ley y del respeto a la misma, o, en otro caso, condenar al recompensa o e g o í s m o . F á c i l m e n t e puede cualquiera, por m e d i o del m á s m í n i -
m o ensayo de su r a z ó n — c o n tal de que no esté totalmente incapacitado para
hombre a despreciarse a sí mismo y a execrarse en su interior.
la a b s t r a c c i ó n — , convencerse de c u á n t o obscurece la moralidad todo lo que
aparece a las inclinaciones c o m o excitante.
2 9 K a n t está tratando nuevamente de grados de evidencia, no de grados de 3 2 L a p r o p o s i c i ó n que establece esta c o n e x i ó n a priori no es, sin embargo,
excelencia. [ N . de P.] analítica sino sintética. Véase nota al pie de la p á g . 105 [ N . de R]
114 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 115

[427] y es a saber: la metafísica de las costumbres. E n una 33 de hallarse. A h o r a bien,^in es lo que le sirve a la voluntad de
filosofía práctica, en donde no se trata para nosotros de admitir fundamento objetivo de su a u t o d e t e r m i n a c i ó n , y el tal fin,
36

fundamentos de lo que sucede, sino leyes de lo que debe suceder, cuando es puesto por la mera razón, debe valer igualmente
aun cuando ello no suceda nunca, esto es, leyes objetivas prácti- para todos los seres racionales. E n cambio, l o que constituye
cas; en una filosofía práctica, digo, no necesitamos instaurar i n - el fundamento de la posibilidad de la acción, cuyo efecto es el
vestigaciones acerca de los fundamentos de por q u é unas cosas fin se llama medio. E l fundamento subjetivo del deseo es el
37

agradan o desagradan, de c ó m o el placer de la mera sensación resorte; el fundamento objetivo del querer es el motivo. P o r eso
se distingue del gusto, y éste de una satisfacción general de la ra- se hace distinción entre los fines subjetivos, que descansan en
z ó n ; no necesitamos investigar en q u é descanse el sentimiento
34
resortes, y los fines objetivos, que van a parar a motivos y que
de placer y dolor, y c ó m o de aquí se originen deseos e inclina- valen para todo ser racional. Los principios prácticos son for-
ciones y de ellas máximas, por la intervención de la razón; pues males cuando hacen abstracción de todos los fines subjetivos;
todo eso pertenece a una psicología empírica, que constituiría la son materiales cuando consideran los fines subjetivos y, p o r tan-
segunda parte de la teoría de la naturaleza, cuando se la consi- to, ciertos resortes. Los fines que, c o m o efectos de su acción,
38

dera como filosofía de la naturaleza, en cuanto que está fundada se propone a su capricho u n ser racional (fines materiales)
en leyes empíricas . Pero aquí se trata de leyes objetivas prácticas
35
son todos ellos simplemente relativos; pues sólo su relación
y, por tanto, de la relación de una voluntad consigo misma, en c o n una facultad de desear del sujeto, especialmente constitui-
cuanto que se determina sólo por la razón, y todo lo que tiene
da, les dan el valor, el cual, por tanto, no puede proporcionar
relación con lo empírico cae de suyo; porque si la razón por sí sola
n i n g ú n principio universal válido y necesario para todo ser
determina la conducta — l a posibilidad de la cual vamos a inqui-
[428] racional, n i tampoco para todo querer, esto es, leyes 39

rir justamente ahora—, ha de hacerlo necesariamente a priori.

3 6 A q u í me he aventurado —temerariamente tal vez — a sustituir «objetivo»


por «subjetivo». « U n fundamento objetivo» — s i puede tener aquí algún significa-
[La fórmula del fin en sí mismo] d o — tendría que tener el sentido de «un fundamento en los objetos». Este sentido
es m u y raro en Kant y sería m á x i m a m e n t e oscurecedor en u n pasaje en donde el
L a voluntad es pensada c o m o una facultad de determi- t é r m i n o «objetivo» significa habitualmente válido para todo ser racional c o m o tal.
Por otra parte, Kant insiste siempre en que los fines (ya sean objetivos o subjetivos)
narse uno a sí mismo a obrar conforme a la representación de
han de ser elegidos subjetivamente — n o se nos puede obligar nunca a que haga-
ciertas leyes. Semejante facultad sólo en los seres racionales pue-
mos de algo nuestro propio fin—. Véase, por ejemplo, el uso de la palabra «subje-
tivamente» en la pág. 120, especialmente en su segunda acepción. Todo fin es u n
3 3 A q u í se toma a la metafísica de las costumbres en el sentido de i n c l u i r fundamento subjetivo de la a u t o d e t e r m i n a c i ó n de la voluntad. Si es aportado sola-
una crítica de la r a z ó n práctica. Esta ú l t i m a se ocupa especialmente de justificar mente por la razón, entonces se torna t a m b i é n en fundamento objetivo. [ N . de R]
la c o n e x i ó n a priori entre la ley moral y una voluntad racional en tanto que tal.
3 7 U n m e d i o considerado c o m o el fundamento (o causa) de la posibilidad
Véanse págs. 132 y 137-138. [ N . de P.]
de una a c c i ó n , parece ser u n instrumento. Así, p o r ejemplo, u n martillo es (o
3 4 Estas diferencias —entre l o placentero, l o bello, y l o b u e n o — son dis- contiene) el fundamento de la posibilidad de clavar u n clavo. E n la práctica, sin
cutidas en la Crítica del juicio, p.ej., en el § 5. [ N . de R] embargo, K a n t trata usualmente la a c c i ó n misma c o m o u n m e d i o (los medios
3 5 C o m o ya ha indicado Kant en el p r ó l o g o (véase m á s arriba, p. 62), la contemplados p o r u n imperativo h i p o t é t i c o ) . [ N . de R]
física (o filosofía de la naturaleza) ha de tener una parte e m p í r i c a y t a m b i é n
3 8 C o m p á r e s e p á g . 78 [ N . de R]
una a priori. Esta parte e m p í r i c a está a su vez dividida en otras dos: la primera
3 9 Si K a n t considera «toda volición» en u n sentido estricto, l o que tenga
de ellas se ocupa del m u n d o de la naturaleza física, mientras que la segunda (de
en mente h a b r á n de ser principios universales solamente, no leyes morales par-
la que a q u í se trata) se ocupa de la mente. [ N . de R]
ticulares. [ N . de R]
1 16 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 117

prácticas. P o r eso todos esos fines relativos no fundan m á s fin para el cual debieran ellas servir de meros medios, porque
que imperativos h i p o t é t i c o s . sin esto no hubiera posibilidad de hallar en parte alguna nada
Pero suponiendo que haya algo cuya existencia en sí misma con valor absoluto; mas si todo valor fuere condicionado y, por
posea u n valor absoluto, algo que, c o m o JIM en sí mismo, pueda tanto, contingente, no p o d r í a encontrarse para la r a z ó n n i n g ú n
ser fundamento de determinadas leyes, entonces en ello y sólo principio práctico supremo.
en ello estaría el fundamento de u n posible imperativo cate- Si, pues, ha de haber u n principio práctico supremo y u n
g ó r i c o , es decir, de la ley práctica. imperativo c a t e g ó r i c o c o n respecto a la voluntad humana,
42

A h o r a yo digo: el hombre, y en general todo ser racional habr á de ser tal, que por la r epr esent aci ón de lo que es fin para
existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cuales- [429] todos necesariamente, porque es fin en sí mismo, cons-
quiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, tituya u n principio objetivo de la voluntad y, por tanto, pueda
no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las dirigidas a los demás servir de ley práctica universal. E l fundamento de este p r i n -
seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como cipio es: la naturaleza racional existe como fin en sí mismo. Así se
fin.Toáos los objetos de las inclinaciones tienen sólo u n valor representa necesariamente el hombre su propia existencia, y
condicionado; pues si no hubiera inclinaciones y necesidades en ese respecto es ella u n principio subjetivo de las acciones
fundadas sobre las inclinaciones, su objeto carecería de valor. 40 humanas. Así se representa, empero, t a m b i é n todo ser racional
Pero las inclinaciones mismas, c o m o fuentes de las necesida- su existencia, a consecuencia del mismo fundamento racional,
des, están tan lejos de tener u n valor absoluto para desearlas, que para m í vale*; es, pues, al m i s m o tiempo u n principio
que más bien debe ser el deseo general de todo ser racional el objetivo, del cual, c o m o fundamento práctico supremo, han de
librarse enteramente de ellas. Así pues, el valor de todos los
41 poder derivarse todas las leyes de la voluntad. E l imperativo
objetos que podemos obtener por medio de nuestras acciones práctico será, pues, c o m o sigue: obra de tal modo que uses la hu-
es siempre condicionado. Los seres cuya existencia no descan- manidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
4 3

sa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tienen, empero, siempre"''' como un fin al mismo tiempo y nunca simplemente como un
si son seres irracionales, u n valor meramente relativo, c o m o medio. Vamos a ver si esto puede llevarse a cabo.
medios, y por eso se llaman cosas; en cambio, los seres racio-
nales llámanse personas porque su naturaleza los distingue ya
E n esta ocasión, Kant distingue claramente entre u n principio supremo
c o m o fines en sí mismos, esto es, c o m o algo que no puede 4 2

p r á c t i c o válido para todos los seres racionales c o m o tales, y u n correspondiente


ser usado meramente c o m o medio, y, por tanto, limita en ese
imperativo c a t e g ó r i c o válido para los agentes imperfectamente racionales c o m o
sentido todo capricho (y es u n objeto del respeto). Estos no los hombres. Esta d is tin c ió n debiera ser tenida en cuenta siempre aunque no
son, pues, meros fines subjetivos, cuya existencia, c o m o efecto esté e x p l í c i t a m e n t e expresada. [ N . de P.]
de nuestra acción, tiene u n valor para nosotros, sino que son * Presento aquí esta p r o p o s i c i ó n c o m o u n postulado. E n el ú l t i m o capítulo
fines objetivos, esto es, cosas cuya existencia es en sí misma u n [La referencia es a las págs. 141-143. U n ser racional sólo puede actuar bajo la
fin, y u n fin tal, que en su lugar no puede ponerse n i n g ú n otro Idea de libertad, p o r l o cual debe considerarse c o m o a u t ó n o m o y, p o r tanto
c o m o fin en sí m i s m o ( N . de P.)] se hallarán sus fundamentos.
4 3 Hablando, en rigor, « h u m a n i d a d » debería significar «naturaleza racional
4 0 P o d r í a m o s esperar que las inclinaciones estuvieran fundadas en nece- c o m o tal», pero la ú n i c a naturaleza racional que conocemos se encuentra en
sidades, pero K a n t defiende al parecer la o p i n i ó n de que las necesidades se el hombre. E l propio K a n t introduce esta d i s t i n c i ó n al c o m i e n z o del párrafo
fundan en inclinaciones. [ N . de P ] anterior. [ N . de R]
4 1 K a n t no se muestra usualmente tan hostil a las inclinaciones. ¿Se debe 4 4 L a palabra «simplemente» es esencial para el significado que le da K a n t ,
quizá su actitud a q u í a la influencia del Fedórü [ N . de R] puesto que todos tenemos que usar a otros hombres c o m o medios. [ N . de R]
118 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E LA METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 119

[Ilustraciones] Tercero. C o n respecto al deber contingente (meritorio)


para consigo mismo, no basta que la acción no contradiga
Permaneciendo en los anteriores ejemplos, tendremos: a la humanidad en nuestra persona, c o m o fin en sí mismo;
Primero. S e g ú n el concepto del deber necesario para c o n - tiene que concordar c o n ella. A h o r a bien; en la humanidad hay
sigo mismo, habrá de preguntarse quien ande pensando en disposiciones para mayor perfección, que pertenecen al fin de
el suicidio, si su acción puede compadecerse c o n la idea de la naturaleza en l o que se refiere a la humanidad en nuestro
la humanidad como fin en sí. S i , para escapar a una situación sujeto; descuidar esas disposiciones puede m u y b i e n c o m p a -
45

dolorosa, se destruye él a sí mismo, hace uso de una persona decerse c o n el mantenimiento de la humanidad c o m o fin en sí,
como mero medio para conservar una situación tolerable hasta el pero no c o n el fomento de tal fin.
fin de la vida. Mas el hombre no es una cosa; no es, pues, algo Cuarto. C o n respecto al deber m e r i t o r i o para c o n los
que pueda usarse c o m o simple medio; debe ser considerado, en d e m á s , es el fin natural, que todos los hombres tienen, su
todas las acciones, c o m o fin en sí. N o puedo, pues, disponer propia felicidad. Ciertamente, p o d r í a mantenerse la h u m a -
del hombre, en m i persona, para mutilarle, estropearle, matar- nidad, aunque nadie contribuyera a la felicidad de los d e m á s ,
le. (Prescindo aquí de una d e t e r m i n a c i ó n más precisa de este g u a r d á n d o s e b i e n de sustraerle nada; mas es una c o n c o r d a n -
principio, para evitar toda mala inteligencia; por ejemplo, la cia meramente negativa y n o positiva, c o n la humanidad como
a m p u t a c i ó n de los miembros, para conservarme, o el peligro fin en sí, el que cada cual n o se esfuerce, en l o que pueda,
a que expongo m i vida, para conservarla, etc. Todo esto perte- p o r fomentar los fines ajenos. Pues siendo el sujeto fin en
nece propiamente a la moral.) sí mismo, los fines de éste deben ser t a m b i é n , en l o posible,
Segundo. P o r l o que se refiere al deber necesario para c o n mis fines, si aquella r e p r e s e n t a c i ó n ha de tener en m í todo su
los demás, el que está meditando en hacer una promesa falsa efecto.
c o m p r e n d e r á al punto que quiere usar de otro hombre c o m o
de u n simple medio, sin que éste contenga al mismo tiempo el
fin en sí. Pues el que yo quiero aprovechar para mis propósitos
[430] por esa promesa no puede convenir en el m o d o que considera a q u í c o m o universal una ley sólo si ésta cubre todos los deberes
y es p o r l o tanto u n p r i n c i p i o ú l t i m o . E n la m e d i d a en que K a n t usa «ley
tengo de tratarle y ser el fin de esa acción. C l a r í s i m a m e n t e sal-
universal» en este sentido, su a f i r m a c i ó n de que es una ley independiente
ta a la vista la contradicción, contra el principio de los otros
del c o n o c i m i e n t o de la naturaleza humana n o es, al menos, manifiestamente
hombres, cuando se eligen ejemplos de ataques a la libertad y absurda ( N . de P.)], ya que n o contiene el fundamento de los deberes para
propiedad de los demás. Pues se ve al punto que el que lesiona consigo m i s m o , n i tampoco el de los deberes de caridad para c o n los d e m á s
los derechos de los hombres está decidido a usar la persona aje- (pues alguien p o d r á decir que los d e m á s no deben hacerle beneficios, c o n tal
na c o m o simple medio, sin tener en consideración que los de- de quedar él dispensado de h a c é r s e l o s a ellos), n i tampoco el de los deberes
más, c o m o seres racionales que son, deben ser estimados siem- necesarios de unos c o n otros, pues el c r i m i n a l p o d r í a c o n tal fundamento
pre al mismo tiempo c o m o fines, es decir, sólo c o m o tales argumentar contra el j u e z que le condena, etc.
seres que deben contener en sí el fin de la misma acción.* 4 5 E l propósito (o fin) de la naturaleza para la h u m a n i d a d ha de ser distin-
g u i d o netamente del propósito (o fin) natural que todos los hombres buscan
(como muestra el p á r r a f o inmediatamente siguiente). L a p r i m e r a c o n c e p -
* N o se piense que pueda servir en esto de directiva o p r i n c i p i o el t r i - c i ó n supone que la naturaleza tiene u n fin ú l t i m o o meta que no se e n -
v i a l d i c h o : quod tibí non visfieri...[«No hagas a otros l o que no quieras que te cuentra en la naturaleza m i s m a . L a segunda se apoya en la o b s e r v a c i ó n de
hagan a ti» ( N . de P.)] Pues éste es derivado de a q u é l , aunque c o n diferen- la naturaleza y puede ser c o n f i r m a d a p o r tal o b s e r v a c i ó n . V é a s e Critica del
tes limitaciones; no puede ser ley universal. [ C o n v e n d r í a observar que K a n t juicio, § 67. [ N . de P.[
120 IMMANUEL KANT
F U N D A M E N T A C I Ó N D E LA METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 121

[La fórmula de la autonomía] tamente porque eran representados c o m o c a t e g ó r i c o s . Pero


fueron solamente admitidos c o m o imperativos c a t e g ó r i c o s ,
Este principio de la humanidad y de toda naturaleza racio- pues había que admitirlos así si se q u e r í a explicar el concepto
nal en general como fin en sí mismo, principio que es la c o n d i - de deber. M a s n o p o d í a demostrarse p o r sí que hubiere p r o -
[431] ción suprema Umitativa de la libertad de las acciones de posiciones prácticas que mandasen c a t e g ó r i c a m e n t e , c o m o
todo hombre, no se deriva de la experiencia: primero, por su tampoco puede demostrarse ahora en este c a p í t u l o . Pero una
universalidad, puesto que se extiende a todos los seres racionales cosa hubiera p o d i d o suceder, y es que la ausencia de todo
y no hay experiencia que alcance a determinar tanto; segundo, i n t e r é s en el querer p o r deber, c o m o característica e s p e c í -
46

porque en él la humanidad es representada, no como fin del fica que distingue el imperativo c a t e g ó r i c o del h i p o t é t i c o ,
hombre —subjetivo—, esto es, como objeto que nos proponga- fuese indicada en el imperativo m i s m o p o r m e d i o de alguna
mos en realidad por fin espontáneamente, sino como fin objeti- [432] d e t e r m i n a c i ó n contenida en él, y esto justamente es
vo, que, sean cualesquiera los fines que tengamos, constituye lo que ocurre en la tercera f ó r m u l a del p r i n c i p i o que ahora
como ley la c o n d i c i ó n suprema limitativa de todos los fines sub- damos; esto es, en la idea de la voluntad de todo ser racional
jetivos y, por tanto, debe originarse de la razón pura. E n efecto; el c o m o voluntad legisladora universal. 47

fundamento de toda legislación práctica hállase objetivamente en la


Pues si pensamos tal voluntad veremos que una voluntad
regla y en la forma de la universalidad, que la capacita para ser una
subordinada a leyes puede, sin duda, estar enlazada c o n esa ley
ley (siempre una ley natural), según el primer principio; hállase,
por algún interés; pero una voluntad que es ella misma legis-
empero, subjetivamente en el fin. Mas el sujeto de todos los fines es
ladora suprema no puede, en cuanto que lo es, depender de
todo ser racional, como fin en sí mismo, según el segundo p r i n -
interés alguno; pues tal voluntad dependiente necesitaría ella
cipio; de donde sigue el tercer principio práctico de la voluntad,
misma de otra ley que limitase el interés de su e g o í s m o a la
como condición suprema de la concordancia de la misma con la
c o n d i c i ó n de valer por ley universal.
razón práctica universal, la idea de la voluntad de todo ser racional
como una voluntad umversalmente legisladora. Así, pues, el principio de toda voluntad humana c o m o una
voluntad legisladora por medio de todas sus máximas universalmen-
Según este principio, son rechazadas todas las máximas que
no puedan compadecerse con la propia legislación universal de la
voluntad. L a voluntad, de esta suerte, no está sometida exclusiva- 4 6 K a n t no nos está obligando aquí a renunciar a todos nuestros intereses:
mente a la ley, sino que lo está de manera que puede ser conside- tenemos, por ejemplo, el derecho, e incluso el deber, de buscar nuestra propia
rada como legislándose a sípropia,y por eso mismo,y sólo por eso, felicidad. L o que él está diciendo es que el imperativo c a t e g ó r i c o no puede es-
tar basado en n i n g ú n interés: de su soberana autoridad está excluida «toda a d i c i ó n
sometida a la ley (de la que ella misma puede considerarse autora).
de interés c o m o m o t i v o » . Nuestro j u i c i o sobre el deber no debe de n i n g ú n
m o d o verse influido por nuestros intereses — é s t e es el ú n i c o sentido en el cual
hay que renunciar a todos los intereses—. [ N . de P.]
[La exclusión del interés] 4 7 K a n t está considerando aquí la hipótesis de que estemos obligados a
obedecer a la ley moral sólo por interés egoísta.Y argumenta que una voluntad
Los imperativos, s e g ú n el m o d o anterior de representar- gobernada por el interés egoísta no realizaría siempre las acciones correctas
los, a saber: la legalidad de las acciones semejante a u n orden a menos que estuviese sujeta a una ley adicional que le obligara a actuar por
m á x i m a s de interés egoísta sólo cuando esas m á x i m a s fueran susceptibles de ser
natural, o la preferencia universal del fin en pro de los seres
deseadas c o m o leyes universales; véase t a m b i é n págs. 135-136. D e a q u í se sigue
racionales en sí mismos, excluía, sin duda, de su autoridad
que una voluntad gobernada por el interés egoísta no p o d r í a ser legisladora
ordenativa toda mezcla de a l g ú n interés c o m o resorte, j u s - suprema n i capaz de hacer universal una ley. [ N . de R]
II

122 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 1 23

te* si, en efecto, es exacto, sería m u y apto para imperativo ca- [La fórmula del reino de los fines]
t e g ó r i c o , porque, en a t e n c i ó n a la idea de una legislación u n i -
versal, no se funda en interés alguno y es, de todos los imperativos E l concepto de todo ser racional, que debe considerarse,
posibles, el ú n i c o que puede ser incondicionado, o a ú n mejor, por las m á x i m a s todas de su voluntad, c o m o umversalmente
invirtiendo la o r a c i ó n : si hay u n imperativo c a t e g ó r i c o (esto legislador, para juzgarse a sí mismo y a sus acciones desde ese
es, una ley para toda voluntad de u n ser racional), sólo p o d r á punto de vista, conduce a u n concepto relacionado c o n él y
mandar que se haga todo por la máxima de una voluntad tal que muy fructífero, el concepto de u n reino de los fines.
pueda tenerse a sí misma al mismo tiempo como umversalmente legis- Por reino entiendo el enlace sistemático de distintos seres
ladora respecto del objeto; pues sólo entonces es i n c o n d i c i o n a - racionales por leyes comunes. M a s c o m o las leyes determinan
do el principio p r á c t i c o y el imperativo a que obedece, porque los fines, según su validez universal, resultará que, si prescin-
no puede tener n i n g ú n interés c o m o fundamento. dimos de las diferencias personales de los seres racionales y
Y no es de admirar, si consideramos todos los esfuerzos asimismo de todo contenido de sus fines privados, p o d r á p e n -
emprendidos hasta ahora para descubrir el principio de la sarse u n todo de todos los fines (tanto de los seres racionales
moralidad, que todos hayan fallado necesariamente. Veíase al c o m o fines en sí, c o m o t a m b i é n de los propios fines que cada 49

hombre atado por su deber a leyes: mas nadie cayó en pensar cual puede proponerse) en enlace sistemático; es decir, u n reino
que estaba sujeto a su propia legislación, si bien ésta es universal, de los fines, que es posible según los ya citados principios.
y que estaba obligado solamente a obrar de conformidad c o n Pues todos los seres racionales están sujetos a la ley de que
su propia voluntad legisladora, si bien ésta, según el fin natu-
48
cada uno de ellos debe tratarse a sí mismo y tratar a todos los
ral, legisla umversalmente. Pues cuando se pensaba al hombre demás, nunca como simple medio, sino siempre al mismo tiempo
sometido solamente a una ley (sea la que fuere), era preciso como fin en sí mismo. Mas de a q u í nace u n enlace sistemático
que esta ley llevase consigo algún interés, atracción o coac- de los seres racionales por leyes objetivas comunes; esto es, u n
[433] ción, porque no surgía c o m o ley de su propia voluntad, reino que, c o m o esas leyes se proponen referir esos seres unos
sino que esta voluntad era forzada, conforme a la ley, por algu- a otros como fines y medios, puede llamarse muy bien u n reino
na otra cosa a obrar de cierto modo. Pero esta consecuencia ne- de los fines (desde luego que sólo u n ideal).
cesaria arruinaba irrevocablemente todo esfuerzo encaminado U n ser racional pertenece al reino de los fines c o m o miem-
a descubrir u n fundamento supremo del deber. Pues nunca se bro de él, cuando figura en él c o m o legislador universal, pero
o b t e n í a deber, sino necesidad de la acción por cierto interés, t a m b i é n c o m o sujeto a esas leyes. Pertenece al reino como jefe,
ya fuera este interés propio o ajeno. Pero entonces el impera- cuando c o m o legislador no está sometido a ninguna voluntad
tivo había de ser siempre condicionado y no p o d í a servir para de otro. 50

el mandato moral. Llamaré a este principio el de la autonomía


de la voluntad, en o p o s i c i ó n a cualquier otro que, por l o mismo,
4 9 A q u í no estamos considerando el contenido de los fines personales (que
calificaré de heteronomía.
acaba de ser excluido). L o que aquí consideramos es sólo la forma de u n reino
de fines compuesto por personas capaces de desear fines personales (cuales
* P u e d o dispensarme de aducir a q u í ejemplos para explicar este principio, quiera que sean sus contenidos) conformes con la ley universal. [ N . de P.]
pues todos los que sirvieron ya para explicar el imperativo c a t e g ó r i c o y sus 5 0 ¿Podría significar esto que, a diferencia de nosotros, D i o s c o m o ser o m -
fórmulas pueden servir a q u í para el mismo fin. nipotente no puede verse frustrado por la voluntad de otros? ¿ O que Él no está
4 8 A u n q u e K a n t dice «propósito natural» (Naturzweck), debe querer decir sujeto a la ley del Estado? ¿ O que, en tanto que santo, no está obligado por el
«propósito de la naturaleza» (Zweck der Natur). Véase nota 45 [ N . de R ] imperativo c a t e g ó r i c o considerado c o m o u n mandato divino? [ N . de R]
124 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 125

[434] E l ser racional debe considerarse siempre como le- lente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y,
gislador en u n reino de fines posible por libertad de la v o l u n - p o r tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad.
t a d l a sea c o m o miembro, ya c o m o jefe. M a s no puede ocupar L o que se refiere a las inclinaciones y necesidades del
este ú l t i m o puesto por sólo la m á x i m a de su voluntad, sino nada hombre tiene un precio comercial; lo que, sin suponer una nece-
más que cuando sea u n ser totalmente independiente, sin e x i - sidad, se conforma a cierto gusto, es decir, a una satisfacción
gencia n i limitación de una facultad adecuada a la voluntad. [435] producida por el simple juego, sin fin alguno, de nues-
L a moralidad consiste, pues, en la relación de toda acción tras facultades, tiene u n precio de afecto; pero aquello que cons-
51

c o n la legislación, por la cual es posible u n reino de los fines. tituye la c o n d i c i ó n para que algo sea fin en sí mismo, eso no
Mas esa legislación debe hallarse en todo ser racional y poder tiene meramente valor relativo o precio, sino u n valor interno,
originarse de su voluntad, cuyo p r i n c i p i o es, pues, no hacer esto es, dignidad.
ninguna a c c i ó n por otra m á x i m a que ésta, a saber: que pueda L a moralidad es la c o n d i c i ó n bajo la cual u n ser racional
ser la tal m á x i m a una ley universal y, por tanto, que la voluntad, puede ser fin en sí mismo; porque sólo por ella es posible ser
por su máxima, pueda considerarse a sí misma al mismo tiempo como miembro legislador en el reino de los fines. Así, pues, la m o r a -
umversalmente legisladora. Si las m á x i m a s no son por su propia lidad y la humanidad, en cuanto que ésta es capaz de m o r a l i -
naturaleza necesariamente acordes c o n ese p r i n c i p i o objetivo dad, es lo ú n i c o que posee dignidad. L a habilidad y el afán en
de los seres racionales umversalmente legisladores, entonces la el trabajo tienen u n precio comercial; la gracia, la i m a g i n a c i ó n
necesidad de la acción, s e g ú n ese principio, llámase constric- viva, el ingenio, tienen u n precio de afecto; en cambio, la fi-
c i ó n práctica, esto es, deber. E l deber no se refiere al jefe en el delidad en las promesas, la benevolencia p o r p r i n c i p i o (no por
reino de los fines; pero sí a todo miembro y a todos en igual instinto), tienen u n valor interior. L a naturaleza, c o m o el arte,
medida. no encierra nada que pueda sustituirlas , caso de faltar, pues 52

L a necesidad práctica de obrar s e g ú n ese principio, es de- su valor no consiste en los efectos que de ellas brotan, n i en el
cir, el deber, no descansa en sentimientos, impulsos e inclina- provecho y utilidad que proporcionan, sino en los sentimien-
ciones, sino sólo en la relación de los seres racionales entre tos morales, esto es, en las m á x i m a s de la voluntad, que están
sí, en la cual la voluntad de u n ser racional debe considerarse prontas a manifestarse de esa suerte en acciones, aun cuando
siempre al mismo tiempo c o m o legisladora, pues en otro caso el éxito no las favorezca. Esas acciones no necesitan que las
no p o d r í a pensarse c o m o fin en sí mismo. L a r a z ó n refiere, pues, recomiende ninguna disposición o gusto subjetivo para c o n -
toda m á x i m a de la voluntad c o m o umversalmente legisladora siderarlas c o n inmediato favor y satisfacción; no necesitan de
ninguna tendencia o sentimiento inmediato; presentan la v o -
a cualquier otra voluntad y t a m b i é n a cualquier a c c i ó n para
luntad, que los realiza, c o m o objeto de u n respeto inmediato,
consigo misma, y esto no por v i r t u d de n i n g ú n otro motivo
que no hace falta sino razón, para atribuir a la voluntad, sin que
práctico o en vista de algún provecho futuro, sino por la idea
de la dignidad de u n ser racional que no obedece a ninguna
otra ley que aquella que él se da a sí mismo. 5 1 Esto es una referencia a la propia teoría estética de K a n t . U s o el t é r m i n o
«precio de afecto» (a falta de uno mejor) c o n el significado del valor de la fan-
tasía o i m a g i n a c i ó n . [ N . de P.]
5 2 P o d r í a parecer un prejuicio moralista de K a n t poner así el valor moral
[La dignidad de la virtud] tan por encima del valor estético. Pero si tenemos en cuenta lo que pensamos
de hombres que combinan el gusto estético más exquisito c o n la más refinada
E n el reino de los fines todo tiene o u n precio o una dignidad. crueldad (como ha sucedido en algunos casos durante la guerra), empezaremos
A q u e l l o que tiene precio puede ser sustituido por algo equiva- a sentirnos inclinados hacia la postura de K a n t . [ N . de R]
126 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N DE L A METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 127

ésta haya de obtenerlo por halagos, lo cual fuera, en los debe- 2. ° U n a materia, esto es, u n fin, y entonces dice la fór-
res, una c o n t r a d i c c i ó n . Esta apreciación da, pues, a conocer mula: que el ser racional debe servir c o m o fin por su natura-
el valor de dignidad que tiene tal m o d o de pensar y l o aleja leza y, por tanto, c o m o fin en sí mismo; que en toda m á x i m a
infinitamente de todo precio, c o n el cual no puede ponerse debe servir de c o n d i c i ó n limitativa de todos los fines mera-
en p a r a n g ó n n i c o m p a r a c i ó n sin, por decirlo así, menoscabar mente relativos y caprichosos.
la santidad del mismo. 3. ° U n a determinación integral de todas las m á x i m a s p o r
52,

Y ¿qué es lo que justifica tan altas pretensiones de los sen- medio de aquella fórmula, a saber: que todas las m á x i m a s , por
timientos morales buenos o de la virtud? N a d a menos que propia legislación, deben concordar en u n reino posible de los
la participación que da al ser racional en la legislación universal, fines, c o m o u n reino de la naturaleza.*
h a c i é n d o l e por ello apto para ser miembro de u n reino p o - L a marcha sigue aquí, c o m o por las categorías, de la unidad
sible de los fines, al cual, por su propia naturaleza, estaba ya de la forma de la voluntad —universalidad de la misma—, de
destinado, c o m o fin en sí mismo y, por tanto, c o m o legislador la pluralidad de la materia —los objetos, esto es, los fines— y
en el reino de los fines, c o m o libre respecto de todas las leyes de la totalidad del sistema. Pero es lo mejor, en el juicio m o -
54

naturales y obedeciendo sólo a aquéllas que él mismo da y por ral, proceder siempre por el m é t o d o m á s estricto y basarse en
las cuales sus m á x i m a s pueden pertenecer a una legislación la fórmula universal del imperativo c a t e g ó r i c o : obra según la
universal (a la que él mismo se somete al mismo tiempo). Pues [437] máxima que pueda hacerse a sí misma al propio tiempo ley
[436] nada tiene otro valor que el que la ley le determina. universal. Pero si se quiere dar a la ley moral acceso, resulta ú t i -
Pero la legislación misma, que determina todo valor, debe por lísimo conducir una y la misma acción por los tres citados
eso justamente tener una dignidad, es decir, u n valor i n c o n - conceptos y acercarla así a la i n t u i c i ó n , en cuanto ello sea55

dicionado, incomparable, para el cual sólo la palabra respeto da posible.


la expresión conveniente de la estimación que u n ser racional
debe tributarle. L a autonomía es, pues, el fundamento de la d i g -
nidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional. [Revisión del entero argumento]

Podemos ahora terminar por donde mismo hemos p r i n c i -


[Revisión de las fórmulas] piado, a saber: por el concepto de una voluntad absolutamente

Las tres citadas maneras de representar el p r i n c i p i o de la 5 3 U n a d e t e r m i n a c i ó n integra] c o m b i n a de forma y materia. [ N . de P.]


moralidad son, en el fondo, otras tantas fórmulas de una y la * L a teleología considera la naturaleza c o m o u n reino de los fines; la moral
misma ley, cada una de las cuales contiene en sí a las otras dos. considera u n posible reino de los fines c o m o u n reino de la naturaleza. Allá es
Sin embargo, hay en ellas una diferencia que, sin duda, es más el reino de los fines una idea t e ó r i c a para explicar lo que es. A q u í es una idea
subjetiva que objetivamente práctica, pues se trata de acercar práctica para realizar lo que no es, pero puede ser real por nuestras acciones y
una idea de la r a z ó n a la i n t u i c i ó n (según cierta analogía) y por omisiones, y ello de conformidad c o n esa idea.
U n i d a d , multiplicidad (o pluralidad), y totalidad son las tres categorías de
ello al sentimiento. Todas las m á x i m a s tienen efectivamente: 5 4

cantidad, la ú l t i m a de las cuales c o m b i n a las otras dos. [ N . de P.]


1.° U n a forma, que consiste en la universalidad, y en este
5 5 Sería m á s natural decir « p o n e r la acción m á s cerca de la i n t u i c i ó n » . Pero
sentido se expresa la fórmula del imperativo moral, diciendo: una a c c i ó n está ya cerca de la i n t u i c i ó n , y lo que necesitamos poner más cerca
que las m á x i m a s tienen que ser elegidas c o m o si debieran va- de la i n t u i c i ó n es la f ó r m u l a universal (o la Idea de la r a z ó n , c o m o en las ante-
ler de leyes universales naturales. riores págs. 125-126). [ N . de P ]
128 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E LA METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 129

buena. L a voluntad es absolutamente buena cuando no puede ser en el fondo, i d é n t i c o al principio: «obra según una m á x i m a que
mala y, por tanto, cuando su m á x i m a , al ser transformada en ley [438] contenga en sí al mismo tiempo su validez universal
universal, no puede nunca contradecirse. Este principio es, pues, para todo ser racional». Pues si en el uso de los medios para
t a m b i é n su ley suprema: obra siempre por tal m á x i m a , que pue- todo fin debo yo hmitar m i m á x i m a a la c o n d i c i ó n de su vali-
das querer al mismo tiempo que su universalidad sea ley; ésta es la dez universal c o m o ley para todo sujeto, esto equivale a que el
única c o n d i c i ó n bajo la cual una voluntad no puede estar nunca sujeto de los fines, esto es, el ser racional mismo, no deba nunca
en contradicción consigo misma, y este imperativo es categórico. ponerse por fundamento de las acciones c o m o simple medio,
C o m o la validez de la voluntad, como ley universal para acciones sino c o m o suprema c o n d i c i ó n limitativa en el uso de todos los
posibles, tiene analogía con el enlace universal de la existencia medios, esto es, siempre al mismo tiempo c o m o fin.
de las cosas según leyes universales, que es en general l o formal A h o r a bien, de aquí se sigue, sin disputa, que todo ser ra-
de la naturaleza, resulta que el imperativo categórico puede
56 cional, c o m o fin en sí mismo, debe poderse considerar, c o n
expresarse así: obra según máximas que puedan al mismo tiempo te- respecto a todas las leyes a que pueda estar sometido, al mismo
nerse por objeta' a sí mismas, como leyes naturales universales. Así está
1 tiempo c o m o legislador universal; porque justamente esa ap-
constituida la fórmula de una voluntad absolutamente buena. titud de sus m á x i m a s para la legislación universal l o distingue
L a naturaleza racional sepárase de las demás porque se pone c o m o fin en sí mismo, e igualmente su dignidad —prerrogati-
a sí misma u n fin. Éste sería la materia de toda buena voluntad. v a — sobre todos los simples seres naturales lleva consigo el to-
Pero c o m o en la idea de una voluntad absolutamente buena, mar sus m á x i m a s siempre desde el punto de vista de él mismo
sin c o n d i c i ó n limitativa —de alcanzar este o aquel fin—, hay y al mismo tiempo de todos los demás seres racionales, c o m o
que hacer abstracción enteramente de todo fin a realizar—como legisladores —los cuales por ello se llaman personas—.Y de
aquel que a cada voluntad la haría sólo relativamente buena—, resulta esta suerte es posible u n m u n d o de seres racionales —mundus
que el fin deberá pensarse aquí, no c o m o u n fin a realizar, sino intelligibílis— c o m o reino de los fines por la propia legislación
c o m o u n fin independiente y, por tanto, de m o d o negativo, esto 58
de todas las personas, c o m o miembro de él. Por consiguiente,
es, contra el cual no debe obrarse nunca, y que no debe, por todo ser racional debe obrar c o m o si fuera por sus m á x i m a s
consiguiente, apreciarse nunca como mero medio, sino siempre siempre u n miembro legislador en el reino universal de los
al mismo tiempo c o m o fin en todo querer.Y éste no puede ser fines. E l p r i n c i p i o formal de esas m á x i m a s es: «obra c o m o si
otro que el sujeto de todos los fines posibles, porque éste es al t u ' m á x i m a debiera servir al mismo tiempo de ley universal
mismo tiempo el sujeto de una posible voluntad absolutamen- —de todos los seres racionales». U n reino de los fines sólo es
te buena; pues ésta no puede, sin contradicción, posponerse a posible, pues, por analogía c o n u n reino de la naturaleza: aquél,
n i n g ú n otro objeto. E l principio: «obra c o n respecto a todo ser según m á x i m a s , esto es, según leyes de causas eficientes exte-
racional — a ti mismo y a los d e m á s — de tal m o d o que en tu riormente forzadas. N o obstante, al conjunto de la naturaleza,
m á x i m a valga al mismo tiempo c o m o fin en sí», es, por tanto, aunque ya es considerado c o m o m á q u i n a , se la da el nombre
de reino de la naturaleza, en cuanto que tiene referencia a los
seres racionales c o m o fines suyos. Tal reino de los fines sería
59

56 Véase t a m b i é n nota 24. [ N . de P.]


5 7 N o está claro si «objeto» significa objeto de pensamiento u objeto (ob-
jetivo) de la voluntad. E n la p á g . 140, «objeto» es al parecer equiparado a « c o n - Los seres racionales son considerados aquí como fines (o propósitos) de la
5 9

t e n i d o » , pero t a m b i é n esto vuelve a resultar ambiguo. [ N . de P.] naturaleza. Véase nota 56. Esta a s u n c i ó n teleológica está t a m b i é n a la base del
5 8 K a n t olvida que en el caso de deberes imperfectos (o más amplios) el fin uso que hace K a n t de la ley universal de la naturaleza c o m o analogía de la ley
universal de la moralidad (o de la libertad). [ N . de P.]
en sí es concebido positivamente. [ N . de P.]
130 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 131

realmente realizado por m á x i m a s , cuya regla prescribe el i m - p o r quien fuere, aun por el supremo ser. L a moralidad es, pues,
perativo c a t e g ó r i c o a todos los seres racionales, si éstos umver- la relación de las acciones c o n la a u t o n o m í a de la voluntad,
salmente siguieran esas máximas. Pero aunque el ser racional no esto es, c o n la posible legislación universal, p o r medio de las
puede contar c o n que, porque él mismo siguiera puntualmen- m á x i m a s de la misma. L a acción que pueda compadecerse c o n
te esa m á x i m a , por eso todos los demás h a b r í a n de ser fieles a la a u t o n o m í a de la voluntad es permitida; la que no concuerde
la misma; aunque el ser racional no puede contar c o n que el c o n ella es prohibida. L a voluntad cuyas m á x i m a s concuerden
reino de la naturaleza y la o r d e n a c i ó n finalista del mismo c o n necesariamente c o n las leyes de la a u t o n o m í a es una voluntad
respecto a él, c o m o miembro apto, h a b r á de coincidir c o n u n santa, absolutamente buena. L a dependencia en que una v o -
posible reino de los fines, realizado por él, esto es, ha brá de luntad no absolutamente buena se halla respecto del principio
[439] colmar su esperanza de felicidad; sin embargo, aquella 60
de la a u t o n o m í a — l a c o n s t r i c c i ó n m o r a l — es obligación. Esta
ley: «obra por m á x i m a s de u n miembro legislador universal en no puede, por tanto, referirse a u n ser santo. L a necesidad o b -
un posible reino de los fines», conserva toda su fuerza, porque jetiva de una a c c i ó n por obligación llámase deber.
manda c a t e g ó r i c a m e n t e . Y aquí justamente está la paradoja: Por lo que antecede resulta ya fácil explicarse c ó m o sucede
que solamente la dignidad del hombre, c o m o naturaleza racio- que, aun cuando bajo el concepto de deber pensamos una su-
nal, sin considerar n i n g ú n otro fin o provecho a conseguir por misión a la ley, sin embargo, nos representamos cierta sublimi-
ella, esto es, sólo el respeto por una mera idea, debe servir, sin [440] dad y dignidad en aquella persona que cumple todos
embargo, de imprescindible precepto de la voluntad, y precisa- sus deberes. Pues no hay en ella, sin duda, sublimidad alguna en
mente en esta independencia, que desliga la m á x i m a de todos cuanto que está sometida a la ley moral; pero sí la hay en cuan-
los resortes semejantes, consiste su sublimidad y hace a todo to que es ella al mismo tiempo legisladora y sólo por esto está
sujeto racional digno de ser miembro legislador en el reino de sometida a la ley. T a m b i é n hemos mostrado m á s arriba c ó m o 61

los fines, pues de otro m o d o tendría que representarse sola- n i el miedo n i la inclinación, sino solamente el respeto a la ley
mente c o m o sometido a la ley natural de sus necesidades. A u n es el resorte que puede dar a la acción u n valor moral. Nuestra
cuando el reino de la naturaleza y el reino de los fines fuesen propia voluntad, en cuanto que obrase sólo bajo la c o n d i c i ó n de
pensados c o m o reunidos bajo u n solo jefe y, de esta suerte, una legislación universal posible por sus máximas, esa voluntad
el ú l t i m o no fuere ya mera idea, sino que recibiese realidad posible para nosotros en la idea, es el objeto propio del respeto,
verdadera, ello, sin duda, p r o p o r c i o n a r í a al primero el refuerzo y la dignidad de la humanidad consiste precisamente en esa ca-
de u n poderoso resorte y motor, pero nunca a u m e n t a r í a su pacidad de ser legislador universal, aun cuando c o n la c o n d i c i ó n
valor interno; pues independientemente de ello debería ese de estar al mismo tiempo sometido justamente a esa legislación.
mismo legislador ú n i c o y absoluto ser representado siempre
s e g ú n él juzgase el valor de los seres racionales sólo por su
conducta desinteresada, que les prescribe solamente aquella A U T O N O M Í A D E LA V O L U N T A D
idea. L a esencia de las cosas no se altera por sus relaciones ex-
como el principio supremo de la moralidad
ternas, y l o que, sin pensar en estas últimas, constituye el valor
absoluto del hombre, ha de ser lo que sirva para juzgarle, sea
L a a u t o n o m í a de la voluntad es la c o n s t i t u c i ó n de la v o -
luntad, por la cual es eDa para sí misma una ley — c o n i n d e -
6 0 L a i n t r o d u c c i ó n de la felicidad c o m o premio a la virtud es u n tanto burda.
Sería m á s satisfactorio decir, c o m o hace Kant en otros lugares, que sin la coope- 61 L a referencia es a las págs. 78 ss., especialmente a la nota al pie de las
ración de la naturaleza, el b i e n fracasaría en la o b t e n c i ó n de sus fines. [ N . de P.] págs. 79 y 80. [N. de R]
132 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N DE L A METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 133

pendencia de la manera en que estén constituidos los objetos éste o del otro modo, aun cuando no quisiera otra cosa». Por
del querer—. E l principio de la a u t o n o m í a es, pues, no elegir ejemplo, aquél dice: «no debo mentir, si quiero conservar la
de otro m o d o sino de éste: que las m á x i m a s de la elección, en honra». Este, empero, dice: « N o debo mentir, aunque el mentir
el querer mismo, sean al mismo tiempo incluidas c o m o ley no me acarree la menor vergüenza». Este ú l t i m o , pues, debe
universal. Q u e esta regla práctica es u n imperativo, es decir, hacer abstracción de todo objeto, hasta el punto de que este
que la voluntad de todo ser racional está atada a ella necesa- objeto no tenga sobre la voluntad el m e n o r influjo, para que 63

riamente c o m o c o n d i c i ó n , es cosa que por mero análisis de la r a z ó n práctica (voluntad) no sea una mera administradora de
los conceptos presentes en esta afirmación no puede demos- ajeno interés, sino que demuestre su propia autoridad i m p e -
trarse, porque es una p r o p o s i c i ó n sintética; habría que salir
62 rativa c o m o legislación suprema. D e b e r é , pues, por ejemplo,
6 4

del conocimiento de los objetos y pasar a una crítica del su- intentar fomentar la felicidad ajena, no porque me importe
jeto, es decir, de la r a z ó n pura práctica; pues esa p r o p o s i c i ó n algo su existencia — y a sea por inmediata i n c l i n a c i ó n o por
sintética, que manda a p o d í c t i c a m e n t e , debe poderse conocer alguna satisfacción obtenida indirectamente por la r a z ó n — ,
enteramente a priori. M a s este asunto n o pertenece al capitulo sino solamente porque la m á x i m a que la excluyese no p o d r í a
presente. Pero, por medio de u n simple análisis de los c o n - comprenderse en uno y el mismo querer c o m o ley universal.
ceptos de la moralidad, sí puede m u y bien mostrarse que el
citado principio de la a u t o n o m í a es el ú n i c o principio de la
moral. Pues de esa manera se halla que su principio debe ser CLASIFICACIÓN
u n imperativo categórico, el cual, empero, no manda n i m á s n i de todos los principios posibles de la moralidad basados
menos que esa a u t o n o m í a justamente. en el supuesto de la heteronomía como concepto fundamental

La r a z ó n humana, en éste c o m o en todos sus usos puros, cuan-


[441] H E T E R O N O M Í A D E LA V O L U N T A D do le falta la crítica, ha intentando primero todos los posibles ca-
como el origen de todos los prinscipios ilegítimos de la moralidad minos ilícitos, antes de conseguir encontrar el ú n i c o verdadero.
Todos los principios que pueden adoptarse desde este
C u a n d o la voluntad busca la ley, que debe determinarla, punto de vista son, o empíricos, o racionales. Los primeros, deriva-
en algún otro punto que no en la aptitud de sus m á x i m a s para [442] dos del principio de Infelicidad, se asientan en el senti-
su propia legislación universal y, por tanto, cuando sale de sí miento físico o en el sentimiento moral; los segundos, derivados
misma a buscar esa ley en la c o n s t i t u c i ó n de alguno de sus o b - del principio de la perfección, se asientan, o en el concepto ra-
jetos, entonces p r o d ú c e s e siempre heteronomía. N o es entonces cional de la misma, c o m o efecto posible, o en el concepto de
la voluntad la que se da a sí misma la ley, sino el objeto, por una perfección independiente — l a voluntad de D i o s — c o m o
su relación c o n la voluntad, es el que le da a ésta la ley. Esta causa determinante de nuestra voluntad.
relación, ya descanse en la inclinación, ya en representaciones [Principios empíricos de heteronomía]
de la razón, no hace posibles más que imperativos hipotéticos:
«debo hacer algo porque quiero alguna otra cosa». E n cambio, el 6 3 N o se está proponiendo aquí la inhumana doctrina de que u n hombre v i r -
imperativo moral y, por tanto, categórico, dice: «debo obrar de tuoso no debe dejarse influir por n i n g ú n deseo de objetos, sino que no debe per-
mitir que su deseo de u n objeto interfiera en su juicio sobre su deber. [ N . de P]
6 2 E l análisis de conceptos produce a q u í al parecer proposiciones sintéticas. 6 4 K a n t se está refiriendo a la r a z ó n que es la base del imperativo cate-
¿Se refiere K a n t a u n argumento analítico? Veáse m i análisis en las págs. 2 1 6 - g ó r i c o . Esta r a z ó n no puede consistir meramente en el hecho de que yo esté
217 [N. de P.] interesado p o r la felicidad de los otros. [ N . de E]
134 IMMANUEL KANT F U N D A M E N T A C I Ó N D E LA METAFÍSICA D E LAS C O S T U M B R E S 135

honor de atribuirle inmediatamente la satisfacción y el aprecio


Los principios empíricos no sirven nunca para fundamento de [443] y no le dice en la cara que no es su belleza, sino el
leyes morales. Pues la universalidad c o n que deben valer para provecho, el que nos ata a ella.
todos los seres racionales sin distinción, la necesidad práctica
incondicionada que por ello les es atribuida, desaparece cuan-
do el fundamento de ella se deriva de la peculiar constitución de [Principios racionales de heteronomía}
la naturaleza humana o de las circunstancias contingentes en
que se coloca. S i n embargo, el principio de la propia felicidad Entre los principios racionales de la moralidad hay que
es el m á s rechazable, no sólo porque es falso y porque la ex- preferir el concepto o n t o l ó g i c o de la perfección.^ P o r vacuo,
periencia contradice el supuesto de que el bienestar se rige indeterminado y, en consecuencia, inutilizable que sea para
siempre por el buen obrar; no sólo tampoco porque en nada encontrar, en el inmensurable campo de la realidad posible,
contribuye a fundamentar la moralidad, ya que es m u y distinto la mayor suma útil para nosotros, y aunque al distinguir espe-
hacer u n hombre feliz que u n hombre bueno, y uno entrega- cíficamente de cualquier otra la realidad de que se trata aquí
do prudentemente a la busca de su provecho que uno dedica- tenga una i n c l i n a c i ó n inevitable a dar vueltas en círculo y no
do a la práctica de la virtud, sino porque reduce la moralidad pueda por menos de suponer t á c i t a m e n t e la moralidad que
a resortes que m á s b i e n la derriban y aniquilan su elevación, debe explicar, sin embargo, el concepto o n t o l ó g i c o de la per-
juntando en una misma clase los motores que impulsan a la fección es mejor que el concepto t e o l ó g i c o , que deriva la m o r a -
virtud c o n los que impulsan al vicio, e n s e ñ a n d o solamente a lidad de una voluntad divina perfectísima; no sólo porque no
hacer b i e n los cálculos, borrando, en suma, por completo la podemos intuir la perfección divina, y sólo podemos deducirla
diferencia específica entre virtud y vicio. E n cambio, el senti- de nuestros conceptos, entre los cuales el principal es el de la
miento moral, ese supuesto sentido especial*—aunque es har- moralidad, sino porque si no hacemos esto — y hacerlo sería
to superficial la apelación a este sentido, c o n la creencia de que cometer u n círculo grosero en la e x p l i c a c i ó n — no nos queda
quienes n o puedan pensar h a b r á n de dirigirse bien por medio más concepto de la voluntad d i v i n a que el que se deriva de
66

del sentir, en aquello que se refiere a meras leyes universales, y las propiedades de la a m b i c i ó n y el afán de d o m i n i o , unidas
aunque los sentimientos, que p o r naturaleza son infinitamente a las terribles representaciones de la fuerza y la venganza, las
distintos unos de otros en el grado, no dan una pauta igual del cuales habrían de formar el fundamento de u n sistema de las
bien y del mal, y no puede uno por su propio sentimiento costumbres, directamente opuesto a la moralidad.
juzgar v á l i d a m e n t e a los d e m á s — , sin embargo, está m á s cerca
Pero si yo tuviera que elegir entre el concepto de sen-
de la moralidad y su dignidad, porque tributa a la virtud el
tido m o r a l y el de la p e r f e c c i ó n en general — n i n g u n o de
67

los dos lesiona, al menos, la moralidad, aun cuando no son


* E l p r i n c i p i o del sentimiento m o r a l l o c o o r d i n o al de la felicidad porque aptos tampoco para servirle de fundamento—, me d e c i d i -
todo interés e m p í r i c o promete una c o n t r i b u c i ó n a la felicidad p o r m e d i o del
agrado que sólo algo nos produce, ya sea inmediatamente y sin p r o p ó s i t o de
provecho, ya c o n referencia a éste. D e igual manera hay que i n c l u i r el p r i n c i - Kant está pensando en las doctrinas de C h r i s t i a n W o l f f (1679-1754) y
6 5

pio de la c o m p a s i ó n en la felicidad ajena, c o n H u t c h e s o n , [Francis H u t c h e s o n sus seguidores. Véase nota 9 al P r ó l o g o . [ N . de R]


(1694-1747), Profesor de Filosofía M o r a l en la Universidad de Glasgow, era el 6 6 L a referencia es p r i m a r i a m e n t e a la d o c t r i n a de Crusius (1712-1776).
exponente m á x i m o de la doctrina del sentido moral. E l propio K a n t estuvo [ N . de R]
durante a l g ú n tiempo influido p o r esta doctrina. ( N . de P)], en el m i s m o sen- 6 7 L a referencia es al concepto ontológico de p e r f e c c i ó n antes mencionado.
tido m o r a l que admite este filósofo. [ N . de R]
136 IMMANUEL KANT
F U N D A M E N T A C I Ó N DE LA METAFÍSICA DE LAS C O S T U M B R E S 137

ría en favor del ú l t i m o , porque éste, al menos, alejando de


voluntad del sujeto la r e p r e s e n t a c i ó n de u n objeto, posible
la sensibilidad y trasladando al tribunal de la r a z ó n pura la
por nuestras fuerzas, s e g ú n la c o n s t i t u c i ó n natural del sujeto,
d e c i s i ó n de la c u e s t i ó n , aun cuando nada decide éste t a m p o - pertenece a la naturaleza de éste, ya sea de la sensibilidad
co, conserva, sin embargo, sin falsearla la idea indeterminada — i n c l i n a c i ó n o gusto—, o del entendimiento y la r a z ó n ,
—de una voluntad buena en s í — para m á s exacta y precisa las cuales se ejercitan c o n satisfacción en u n objeto, s e g ú n
determinación. la peculiar disposición de su naturaleza, resulta que q u i e n
propiamente daría la ley sería la naturaleza, y esa ley, c o m o
tal, no solamente tiene que ser c o n o c i d a y demostrada p o r la
[El fracaso de la heteronomía] experiencia y, p o r tanto, en sí misma contingente e i m p r o p i a
por ello para regla práctica apodíctica, c o m o debe serlo la ley
Creo, además, que puedo dispensarme de una minuciosa moral, sino que es siempre mera heteronomía de la voluntad; la
refutación de todos estos sistemas. Es algo tan fácil, y la ven, voluntad no se da a sí misma la ley, sino que es u n impulso
probablemente, tan b i e n los mismos que, por su oficio, están e x t r a ñ o el que le da la ley p o r m e d i o de una naturaleza del
obligados a pronunciarse en favor de.alguna de esas teorías sujeto, acorde c o n la receptividad del mismo.
—pues los oyentes no toleran c o n facilidad la suspensión del
j u i c i o — , que sería trabajo superfluo el hacer tal refutación.
Pero l o que más nos interesa aquí es saber que estos principios
[La posición del argumento]
no establecen m á s que h e t e r o n o m í a de la voluntad c o m o fun-
damento primero de la moralidad, y precisamente por eso han
L a voluntad absolutamente buena, cuyo p r i n c i p i o tiene
de fallar necesariamente su fin.
que ser u n imperativo c a t e g ó r i c o , quedará, pues, i n d e t e r m i -
[444] Dondequiera que u n objeto de la voluntad se pone
nada respecto de todos los objetos y c o n t e n d r á sólo Informa
por fundamento para prescribir a la voluntad la regla que
del^ querer en general, c o m o a u t o n o m í a ; esto es, la aptitud de la
la determina, es esta regla h e t e r o n o m í a ; el imperativo está
m á x i m a de toda buena voluntad para hacerse a sí misma ley
condicionado, a saber: si o porque se quiere este objeto, hay
universal es la ú n i c a ley que se i m p o n e a sí misma la voluntad
que obrar de tal o cual m o d o ; p o r tanto, no puede nunca
de todo ser racional, sin que intervenga c o m o fundamento
mandar moralmente, es decir, c a t e g ó r i c a m e n t e . Y a sea que el
n i n g ú n impulso e interés.
objeto determine la voluntad p o r m e d i o de la i n c l i n a c i ó n ,
¿ C ó m o es posible y p o r q u é es necesaria semejante proposi-
c o m o sucede en el p r i n c i p i o de la propia felicidad, ya sea que
ción práctica sintética «a priori»? Es éste u n problema cuya solu-
la determine p o r la r a z ó n dirigida a los objetos de nuestra
c i ó n no cabe en los límites de la metafísica de las costumbres.
voluntad posible en general, en el p r i n c i p i o de la p e r f e c c i ó n ,
resulta que la voluntad n o se determina nunca a sí misma [445] Tampoco hemos afirmado aquí su verdad, y m u c h o
inmediatamente p o r la r e p r e s e n t a c i ó n de la a c c i ó n , sino sólo menos presumido de tener en nuestro poder una demostra-
por los motores que a c t ú a n sobre la voluntad en vista del c i ó n . N o s hemos limitado a exponer, p o r el desarrollo del
efecto previsto de la a c c i ó n : debo hacer algo, porque quiero al-
guna otra cosa; y a q u í hay que poner de fundamento en m i 6 8S i u n objeto de la voluntad es convertido en m á x i m a de la moralidad,
sujeto otra ley, s e g ú n la cual necesariamente quiero esa otra exigimos (1) una ley que nos obligue a perseguir ese objeto, y (2) — s i la ley va
cosa, y esa ley, a su vez, necesita u n imperativo que l i m i t e esa a producir siempre acciones correctas— una ley adicional que nos obligue a ac-
m á x i m a . Pues c o m o el impulso que ha de ejercer sobre la
6 8
tuar bajo la m á x i m a de perseguir ese objeto sólo cuando la m á x i m a se muestre
capaz de ser querida c o m o ley universal. Véase nota 47. [ N . de R]

f
138 IMMANUEL KANT

concepto de moralidad, una vez puesto en marcha, en general,


que una a u t o n o m í a de la voluntad inevitablemente va inclusa
en él o, más bien, le sirve de base. Así, pues, quien tenga a la
moralidad por algo y n o por una idea q u i m é r i c a desprovista de
verdad, habrá de admitir t a m b i é n el citado principio de la mis-
ma. Este capítulo ha sido, pues, c o m o el primero, netamente
analítico. Mas para que la moralidad no sea u n fantasma vano
—cosa que se deducirá de suyo si el imperativo c a t e g ó r i c o y
c o n él la a u t o n o m í a de la voluntad son verdaderos y absoluta-
mente necesarios c o m o principios a priori—, hace falta u n uso
sintético posible de la razón pura práctica^ cosa que no podemos
arriesgar sin que le preceda una crítica de esa facultad. E n el
ú l t i m o capítulo expondremos los rasgos principales de ella,
que son suficientes para nuestro p r o p ó s i t o .
[446] Capítulo III

Ultimo paso de la metafísica de las costumbres


a la crítica de la razón pura práctica
EL CONCEPTO D E L I B E R T A D ES L A C L A V E P A R A E X P L I C A R L A
AUTONOMÍA D E L A VOLUNTAD

[Libertad y autonomía]

Voluntad es una especie de causalidad de los seres vivos,


en cuanto que son racionales, y libertad sería la propiedad de
esta causalidad, p o r la cual puede ser eficiente independiente-
mente de extrañas causas que la determinen; así c o m o necesidad
natural es la propiedad de la causalidad de todos los seres irra-
cionales de ser determinados a la actividad p o r el influjo de
causas extrañas.
L a citada definición de la libertad es negativa y, p o r l o tanto,
infructuosa para conocer su esencia. Pero de ella se deriva u n
6 9 Este pasaje (juntamente c o n la p á g i n a final del P r ó l o g o ) sugiere una
c o n e x i ó n entre el argumento s i n t é t i c o y las proposiciones sintéticas. N o e n -
concepto positivo de la misma que es tanto más rico y fructífe-
tiendo c ó m o pueda suceder así, puesto que las mismas proposiciones pueden ro. E l concepto de una causalidad lleva consigo el concepto de
aparecer tanto en argumentos analíticos c o m o s i n t é t i c o s . Véase m i c o m e n - leyes s e g ú n las cuales, por m e d i o de algo que llamamos causa,
tario a la referida p á g i n a final del P r ó l o g o y t a m b i é n m i nota de la p á g . 102
[ N . de P.] [139]

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