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6 CANTOS INDIOS DEL PERÚ

Este ciclo fue compuesto por Andrés Sas, compositor de origen belga y nacionalizado peruano, que
nació en abril de 1900. Fue convocado en 1924 por el gobierno peruano para enseñar violín en la
Academia Nacional Alzedo y junto a su esposa, la pianista Lily Rosay, fundaron la Academia Sas-
Rosay, donde se formaron reconocidos músicos y compositores locales.

Dedicó su vida a la investigación de la música folclórica peruana, lo que influyó en sus trabajos
compositivos. Entre sus trabajos de investigación resaltan “La música en la Catedral de Lima
durante el Virreinato” y numerosas transcripciones de música colonial como la ópera La Púrpura
de la Rosa de Tomás de Torrejón y Velázco.

Los Seis cantos indios del Perú constan de cinco piezas en quechua y una en español. Esta obra,
publicada en 1935, está basada en cantos andinos de temática amorosa recopilados en los
departamentos de Cusco y Puno.

CANCIÓN y LA CRISTALINA CORRIENTE

Compuestas por Roberto Carpio, quien nació en el año 1900. Debido a la ausencia de
conservatorios en su ciudad natal, se formó como compositor de manera autodidacta. Posee un
estilo depurado y severo extrayendo sobre todo la esencia de la música tradicional más que
realizar transcripciones o adaptaciones.

Su lirismo se manifiesta preferentemente en sus canciones, sobrias de forma, muy concretas en su


función expresiva y siempre de elegante línea.

Ya desde sus primeras obras, Carpio mostró la intención de conjugar en su lenguaje los
procedimientos armónicos de la tradición europea con los giros melódicos y rítmicos de la música
popular y tradicional, en un mestizaje musical que definió toda una corriente.

Siendo autodidacta, Carpio no consiguió una formación musical completa y a pesar de la gran
coherencia de sus composiciones y su alejamiento de la tonalidad, fue básicamente intuitivo. ( Así
lo testimonia el hecho de que en una entrevista, al tener que explicar una armonía interesante,
sólo dijera "Puse allí ese acorde porque me sonaba bien".)

Las dos obras a interpretar: Primero “Canción” cuyas armonías nos recuerdan a Debussy pero sin
perder originalidad, posee un bello texto nocturno que Carpio resalta con melodías pentatónicas y
tensiones armónicas.

Seguida por “La Cristalina Corriente”, la cual es una obra de carácter impresionista, en donde
constantemente el acompañamiento evoca el correr del agua, a través de períodos con frases
irregulares.

HUIRACOCHA

Compuesta por Clotilde Arias, nacida en Arequipa en junio de 1901. En 1923, migra a Nueva York
con el fin de realizar estudios en música, pero la Gran Depresión genera que tenga que solventarse
ejerciendo diferentes oficios, a través de los cuales finalmente termina dedicándose a la
publicidad. A pesar de ello, Arias sigue componiendo, abarcando tanto la obra académica como
popular. Compuso para muchos ámbitos: desde la sinfónica hasta bandas de jazz y
“jingles”publicitarios.

Con más de un centenar de obras, entre clásicas y populares, quizás el producto emblemático de
Arias es "Huiracocha", un tema específico diseñado como aria operística tanto para el registro de
una soprano como para un tenor.

Huiracocha, es uno de los dioses más importantes de la cultura inca y se considera como el
creador de todo el Universo y está estrechamente vinculado con el mar.

Esta composición de 1941 por Clotilde Arias es un homenaje a este dios y su manera de colocar a
todos los pueblos indígenas de las Américas en un lugar especial, en particular a los pueblos de los
Andes y del Perú. “Huiracocha” es una exaltación y una especie de lamento.

PRIMER DESCANSO

COLECCIÓN DE LIEDER

Esta colección de Alfonso de Silva consta en su totalidad de 10 canciones cortas, de las cuales para
esta tesina hemos seleccionado cuatro: Anublose, Pobre Amor, Las Gaviotas y Júbilo.

El propio compositor las tituló como “lieder” y están compuestas con la intención de imitar esa
forma europea y no están basadas en la temática indígena, ni son una recreación folcklórica.

Alfonso de Silva nace en el Callao en 1902. Como la mayoría de los compositores peruanos de las
primeras generaciones del siglo XX, Silva fue autodidacta. Se inició en la música estudiando el
violín y piano demostrando gran expresividad musical por lo cual fue becado a España para
estudiar en el Conservatorio de Madrid. Abandona sus estudios y viaja por Europa donde escucha
por primera vez las obras de Debussy, Bartok y Richard Strauss. Esas audiciones fueron para Silva
verdaderas clases de orquestación que luego las puso en práctica en sus dos obras sinfónicas:
“Canción Amarilla” e “Instantes”. En 1924 regresa a Perú donde organiza una serie de recitales con
sus obras y un concierto sinfónico con las obras mencionadas. Por lo cual lo reenvían a Europa,
pero los planes no responden a las expectativas que se tenían en Lima y retorna al Perú en 1929.

Lamentablemente su regreso lo llenó de amargura y lo consumió hasta enfermar gravemente.


Murió el 7 de mayo de 1937 a la edad de 34 años.

Indudablemente Schubert y Schumann le dieron su inspiración en el lied, así como Rimsky y Ravel
fueron sus guías orquestales. Guías en los procedimientos, porque la personalidad propia quedó
marcada en giros inconfundibles de su carácter expresivo.

Se le considera un representante del romanticismo musical tardío, que algunos estudiosos


consideran en la historia de la música académica peruana como "el modernismo musical". Escribió
la mayoría de sus obras alrededor de los veinte años, y si bien se han conservado composiciones
de gran valor de los últimos años de su vida, su obra se encuentra casi en su totalidad inédita.
LA VICUÑITA Y SURAY SURITA

Obras escritas por Theodoro Valcarcel quien nació en Puno en octubre de 1900. Huérfano de
padre a los ocho años, su madre alentó sus inclinaciones musicales y lo envió a Milán en 1914.
Lamentablemente por la condiciones bélicas solo pudo permanecer 2 años en Italia.

En 1920 viaja a Lima, en donde sus primeras obras presentaban notorias influencias de los músicos
impresionistas, pero al mismo tiempo empezaba a manifestar su inclinación hacia la temática
folcklórica indígena, que revestía con sonoridades de una modernidad desusada, pues hasta
entonces la música nativa peruana no había sido tratada de esa manera.

Abandonó entonces esas veleidades impresionistas y acrecentó su repertorio peruano con todo lo
que le permitía sus recursos autodidactas.

Valcárcel volcó en sus composiciones su fuerte personalidad, talento e imaginación, usó ese
panorama inmenso de la música y de los ritos autóctonos, los cuales se ofrecían en plena
virginidad a un músico que no sólo era “nato” sino “nativo”, que sintió el deber y el derecho de
llevarlo a una metamorfosis a través de su fantasía estilizadora, efectuando una transposición de
lo arcaico a lo moderno.

Tuvo además la virtud de no limitar su función al simple papel de recopilador folcklórico o


arreglador de piezas exóticas para el consumo turístico, pues se atrevió a realizar verdaderas
transformaciones y a crear por su propia cuenta estampas de valor evocativo, basándose en las
formas rituales de cantos y danzas tradicionales y agregándoles el atractivo de una reelaboración
rítmica, rescatando una literatura ancestral que se perdía en las más lamentables condiciones.

Valcárcel tuvo una copiosa producción, lamentablemente mucha de esta sigue inédita. Falleció el
20 de marzo de 1942.

Ambas obras, que a continuación escucharan, pertenecen a su colección “23 cantos del alma
vernácula”

FRAGMENTO OPERA OLLANTA

SEGUNDO DESCANSO

LA RAMILLETERA Y HASTA LA GUITARRA LLORA

Ambas obras fueron compuestas por Rosa Mercedes Ayarza quien nació en Lima en 1881 y fallece
en 1969.

Recibió lecciones de canto y piano de Claudio Rebagliati y sobresalió como intérprete, aunque más
tarde se dedicaría plenamente a la enseñanza, pasando por sus manos grandes tenores como Luis
Alva y Ernesto Palacio.
Rosa Mercedes encontró en el terreno hasta entonces intransitado de la música popular costeña y
especialmente de las expresiones representativas del folcklore limeño, un nuevo camino para
alcanzar nuevos éxitos.

Haciendo acopio de datos y evocaciones, recurriendo a los últimos representantes de la lírica


popular costeña: viejos negros y zambos cantores, guitarristas, copleros y bailarines, y agregando a
esa múltiple información sus recuerdos de niñez. De allí surgió su famosa colección de “Antiguos
Pregones Limeños” (de donde es extraida “La Ramilletera”), en donde realiza numerosas
reelaboraciones pianísticas y vocales de antiguos modos populares, muchos de ellos ya
desaparecidos en la práctica colectiva.

Por otro lado, su creación propia se ha desenvuelto en el mismo sentido de su experiencia


artística, es decir, más a base temperamental e intuitiva que afianzada en los rigores de la técnica.

Centró su actividad creadora en el aprovechamiento de ritmos, melodías y motivos folclóricos. Sin


duda se trata de una personalidad decisiva en el terreno del arte musical en el Perú.

“La Ramilletera”, comienza con el pregón de la vendedora de flores, el cual fue recopilado de
aquellos cantos callejeros de los vendedores ambulantes que, desde el siglo XVII, se transmitían de
generación en generación.

“Hasta la guitarra llora” es un triste con fuga tondero. El triste por un lado es un genero que deriva
de los yaraví que es un género mestizo de canto lirico y lento en métrica ternaria y forma binaria,
generalmente en tonalidad menor; se suele cantar en terceras paralelas y tiene un tempo flexible.
Probablemente derivado del “harawi”, se canta en el sur de los Andes, y su temática es
mayormente sentimental. Similares al yaraví son el “triste” en el Norte y la “muliza” en el centro.
Estos géneros suelen estar seguidos por una fuga de huayno. Por otra parte el Tondero es pariente
de la marinera que se desarrolló en los departamentos norteños de la Libertad, Lambayeque y
Piura. Su música y coreografía recuerdan a las de la marinera, pero si estructura armónica es
distinta: la primera sección (glosa) es en modo mayor, la segunda (dulce) en la relativa menor, y la
fuga final regresa al modo mayor. Tanto el tondero como la marinera se acompañan generalmente
con guitarras y un cajón, en el norte este último se reemplaza por un arpa o un bajo.

TUS OJOS

Compuesta por Gustavo Leguía, autor desconocido hasta la fecha. Lamentablemente no hemos
podido encontrar referencias

Escrito en rimo de marinera bien podría tratarse también de un vals por la marcada acentuación
de 3x4 de la parte del canto. La versión que escucharemos ha sido tomada de un registro del tenor
peruano Ernesto Palacio de su disco Canto al Perú y hemos acentuado el ritmo de marinera en el
acompañamiento del piano.
DUO “FLOR DE NIEVE”

Nació en Moquegua, 1943. Compositor y acordeonista de raíz cuzqueña. Su estilo inicial fue tonal,
luego pasó al atonalismo puntillista, para llegar a una etapa "ornamental" con el uso
predominante de adornos y ornamentos (neobarroco) - sobre la cual incluso escribió un tratado
titulado "La composición musical ornamental" (1978).

En la actualidad se caracteriza por un personal nacionalismo o "neoindigenismo" diáfano y tonal,


debido a su constante utilización de medios de la música tradicional andina, elaborada en
composiciones intensas y de cuidada forma y con ecos del neoromanticismo.

La obra esta basada en la leyenda de la Flor de Amancay:

En la zona de Ten-Ten Mahuida, hoy conocido como Cerro Tronador, habitaba la tribu Vuriloche,
cuyo nombre luego se deformaría para denominar esa bella comarca andina.

Quintral, el hijo del cacique de la tribu, era admirado por las jóvenes debido a su valentía y
fortaleza. Entre todas ellas había una que, además de admiración, sentía un profundo amor por él,
pero su condición humilde le impedía siquiera imaginar la posibilidad de que el joven se fijara en
ella. Amancay, tal era el nombre de la hermosa joven, no era indiferente a Quintral. Muy por el
contrario, él sentía que su corazón se inflamaba cada vez que la morena joven se encontraba
cerca, pero sabía que su padre jamás aceptaría que él la desposara.

Un día, varios integrantes de la tribu comenzaron a morir a causa de una extraña enfermedad. La
epidemia no tardó en extenderse, y también Quintral cayó gravemente enfermó. Aquellos que aún
se encontraban sanos comenzaron un éxodo que les permitiera alejarse de los malos espíritus que
estaban diezmando a su gente.

Quintral empeoraba cada vez más, y en medio del delirio y la fiebre no dejaba de pronunciar el
nombre de su amada Amancay. Su padre consultó a su consejero y este le contó sobre el amor
profundo y silencioso que existía entre ambos jóvenes. Viendo el grave estado de su hijo, el
cacique envió a sus mejores guerreros a buscar a la muchacha.

Mientras tanto, Amancay había consultado a una Machi para que la ayudara a encontrar una cura
para su amado Quintral. La anciana le reveló que la única forma de salvar al joven era prepararle
una infusión con una flor amarilla que crecía en la cumbre del Ten-Ten Mahuida, y Amancay no
dudó en ir en su busca. El ascenso no fue sencillo, pero ella no cejó en su esfuerzo. Por fin logró
llegar a la cima de la montaña y encontrar la bella flor, pero no se percató de que el gran cóndor la
observaba desde las alturas.

Tan pronto como Amancay arrancó la delicada flor, el cóndor descendió junto a ella y le recriminó
haber tomado aquella flor que pertenecía a los dioses. Con voz de trueno dijo que los dioses lo
habían puesto como guardián de las cumbres y todo lo que en ellas se encontraba, y a pesar de
que la joven pidió disculpas y explicó la situación en la que se encontraba Quintral, el imponente
ser no quiso escuchar razones. Al ver que las lagrimas brotaban de los ojos de la muchacha, el
cóndor le propuso entregarle la flor a cambio de que ella le diera su propio corazón. Amancay no
dudó. Después de todo, ¿de qué le serviría su corazón si no tenía a nadie a quien amar?

La joven se arrodilló frente al ave y sintió como el potente pico habría su pecho en busca del
delicado corazón. Sus labios se abrieron y una débil voz pronunció por última vez el nombre de su
amado Quintral. El cóndor, conmovido por el amor que hasta último momento demostró la joven,
con delicadeza tomó el corazón con una garra y la flor amarilla con la otra para luego elevarse
majestuosamente.

El cóndor voló hasta la morada de los dioses, sin darse cuenta que gotas de la sangre de Amancay
salpicaban no sólo el camino sino también la delicada flor. Una vez en su destino, imploró que le
permitieran llevar la cura para Quintral y que crearan un recordatorio para que el sacrificio de la
joven no fuese olvidado. Ambas cosas fueron concedidas, y de cada gota de sangre que cayó en los
valles y las montañas nació una bella flor amarilla con gotas rojas que se convirtió en símbolo del
amor incondicional. Desde ese día, quien regala una flor de Amancay te entrega su corazón.

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