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Foucault es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales,
en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así
como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Sus análisis sobre el poder y
las relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos. En los
años sesenta, Foucault estuvo asociado al estructuralismo, un movimiento del que se
distanció más adelante, aunque haya usado de un modo personal los métodos de dicho
enfoque: Las palabras y las cosas puede entenderse como una crítica a la pretensión
sígnica, dejando de lado su interés por las condiciones de modificación histórica del
sentido. En ulteriores trabajos y cursos desarrolló conceptos como biopoder y biopolítica.
De especial relevancia en la obra de pensadores políticos contemporáneos como Antonio
Negri, Michael Hardt, Giorgio Agamben y Roberto Esposito.
Explica Foucault que El Estado es el “Edificio jurídico formado en torno al poder real (del
rey o soberano)” y que El Derecho se constituye como los límites eventuales a ese poder,
por ende la Teoría del Derecho tiene como fin legitimar el poder, producir verdad. Y es en
ese contexto que suceden las relaciones de dominación y sometimiento en la sociedad.
En ese sentido nos invita a tomar algunas precauciones a la hora de abordar este objeto de
análisis: Es necesario observar el poder desde el lado no jurídico. El análisis se debe
enfocar en los sujetos del poder. El poder debe entenderse como algo que circula (transita)
por los individuos, como una cadena. Es trascendental estudiar la circulación del poder de
abajo hacia arriba, la forma cómo este circula y crea formas más generales. Por último es
de suma importancia tener claro que en el alto nivel del poder no se forman ideologías,
sino instrumentos efectivos de formación y acumulación del poder.
Pero nos llama la atención especialmente Foucault a que el estudio del poder debe de
encauzarse hacia el análisis de la dominación y los “dispositivos de poder”. En este aspecto
nuestro autor critica plenamente la teoría de Hobbes que sustenta al Leviatán: Individuo
creado cuyo cuerpo son los ciudadanos y cuya alma es la soberanía. Así que nos induce a
prestarle más atención a las técnicas y tácticas de dominación que se dan en la sociedad.
Una vez entrado en materia, el autor señala el valor de tener claro los cuatro papeles que
desempeñó la Teoría Jurídico Política de la Soberanía: Se constituyó como el mecanismo
de poder efectivo de la monarquía feudal. Fue instrumento y justificación de grandes
monarquías administrativas. Así mismo fue esgrimida como el instrumento de la lucha
política de los siglos XVI y XVII. Finalmente se usó para construir un modo alternativo:
las democracias parlamentarias.
Entrando ya a presentar el ejercicio del poder, encontramos que éste se aliena de forma
automática con la teoría de la soberanía, pues cada uno es ley, unidad y sujeto dentro de la
mecánica disciplinaria que se aplica a la sociedad de normalización. Esto, nuevamente, se
representa mejor como las interacciones que surgen de cada actor en torno, desde y hacia el
poder. De aquí se desprende la ‘Teoría de la Dominación’, la cual refiere tres aspectos
fundamentales a tener en cuenta para el análisis de la circulación del poder: Cómo las
relaciones de sometimiento concretas fabrican al sujeto. Cómo funcionan las relaciones de
dominación. Y por último cuales son los procedimientos de la dominación.
Foucault concibe a la sociedad en una forma binaria. Esto es que se forman dos grupos,
algo así como los que gobiernan y los gobernados; apunta a que es un hecho histórico e
innegable y que atraviesa todas las formas de política y de gobierno. Estos dos grupos se
baten en una guerra constante que no puede dejar de ser librada y que tiene como fin la
dominación. Por consiguiente ‘la política es la continuación de la guerra por otros medios’
(haciendo apología inversa a la máxima de Clausewitz) pues la guerra es el motor de las
instituciones y el orden. Luego ¿Qué es la paz sino el acallamiento de la guerra?
“vale decir que los enemigos que están frente e nosotros siguen
amenazándonos y no podremos poner término a la guerra con una
reconciliación o una pacificación, sino únicamente en la medida en que
seamos efectivamente los vencedores”
El autor con estas afirmaciones nos conmina a pensar que todo viene desde la guerra y va
hacia la guerra, entendiéndola no como el choque físico y cinético de los ejércitos
materiales, sino más bien a verla como una confrontación de voluntades permanente en
donde cada grupo busca imponer su verdad. Y con verdad volvemos al inicio de la
ponencia para referirnos a la legitimación del poder ejercido.
Es así como Foucault presenta al Estado como una evolución de las instituciones militares,
es decir propone la ocurrencia de una estatización de la guerra, lo que significa un término
de las guerras cotidianas y un desplazamiento de la guerra a los límites exteriores de los
estados, a la guerra entre estados. Por otro lado nos aproxima al planteamiento del discurso
histórico jurídico sobre la guerra entendida como relación social permanente, como fondo
de todas las relaciones y todas las relaciones de poder.
Para Foucault la verdad y el derecho no pertenecen a los filósofos o a los juristas, sino que
la verdad y ‘los derechos’ son del individuo que toma bando y hace parte de la batalla. Con
la expresión “la historia narrada bajo la perspectiva de la eterna disolución en unos
mecanismos y acontecimientos que son los de la fuerza, el poder y la guerra”, explica de
manera sustancial la consecuencia de la relación de dominación que tiene su fundamento
en la ley, la ley que justifica los medios de dominación que ejerce el triunfante sobre el
perdedor. El orden al que se refiere Foucault nace de la necesidad del victorioso (en la
guerra) de callar la guerra y no poner en juego lo ganado, aquí se pone de manifiesto la
ejecución de la mecánica disciplinaria.